Santa percepción del peligro [libre]

por **Dalia Di Dania** Vie Nov 18, 2016 6:32 pm

Santa percepción del peligro

Varias semanas sin poder dormir con tranquilidad, Dalia abre los ojos y ve de nuevo que la tarde aún sigue presente. Todo paso tan rápido, que no todos pudieron escapar. No todos pudieron tener la misma suerte que el resto. Aquella casa estaba encantada, aquella casa estaba maldita para toda la eternidad. Las cosas que los atacaron plenamente eran o se sentían los dueños de dicha escoria en ruinas.

Garantizada ahora mismo su seguridad entre unas sábanas de algodón y seda, su cuerpo envuelto con algunos vendajes estaba tumbado sobre la cama, en horizontal. Podía moverse hacia la derecha, donde no había sufrido ningún daño a excepto del brazo izquierdo que se lo había roto. No había señales de engragenamiento u otros síntomas. Solamente tenía que reposar el brazo herido y en dos semanas estaría libre como una perdiz. Quería que las dos semanas pasaran rápido. Escucho del médico que tendría probablemente hacer algo de rehabilitación, dependiendo de cómo sane el brazo lo haría o no.

Sus sirvientas lo hacían todo por ella, ella comía suave y delicado, órdenes del médico de familia….la poca que tenía esperaba que estuviera sana y salva en donde fuera que estuvieran. Cuando fue a recuperar a su padre, cuando por fin lo encuentra, lo pierde. Es algo difícil de aceptar el que encuentres algo y que de repente se te escape de entre las manos tan fácilmente. Es efímero, como queriendo atrapar el humo entre las manos. Imposible, invisible, la nada, vacío.

¿Qué podría hacerla sentir completa de nuevo?

¿Más animales? ¿Una pareja? ¿A quién? En la vida, en ocasiones, hay que decidir entre lo que debes hacer y lo que quieres hacer. Haz lo que debes y harás feliz a los demás, haz lo que quieres y te harás feliz a ti mismo, pero ¿A qué precio debe encontrar ese punto álgido de la felicidad? ¿A qué o hasta adonde hay que ir hasta poder encontrar tu propia felicidad? ¿Qué tendría que hacer para poder ser feliz y que su vida acabara con una sonrisa de complicidad hacia el verdugo castigador y justiciero llamada la muerte? No podría hacerse nada si estaba en aquella posición sobre la cama, tumbada y envuelta entre sabanas que la mantenían de las frías corrientes de las calles.

BY ORIANI~© SAVAGE-THEMES & THE CLOSETTO

por **Mauren Morgan** Dom Nov 20, 2016 7:39 pm

La vida con mi amo era una guerra sin fin, mi regreso al castillo estableció una especie de tregua entre nosotros, sin embargo esa paz no podía ser duradera, y aunque sabía cuanto el odiaba que me marchara de su lado, sólo esa escasa libertad robada me mantenía cuerdo.

Aun estando lejos presentía su furia, sólo unos días, unos días para mi mismo, para ser libre de nuestros demonios, era todo lo que quería. Para ello me había convertido a mi forma animal, nada me daba más paz que comulgar con mi animal interior, dejarlo correr y ser apenas eso, un ser instintivo sin complicaciones. Dedique toda la mañana a la caza de palomas, apenas por deporte, me conformaba con saltar cerca de ellas y obligarlas a alzar vuelo en un apresurado aleteo, elegí una zona residencia para mi safari personal pues también abundarian otras presas q perseguir, ardillas y ratas, aun en aquella parte de aparente refinamiento estas pestes seguían haciendo sus hogares.

Por la tarde, en un determinado momento, cuando me aburri del juego, me senté en el alféizar de una ventana abierta a asearme concienzudamente. Lave mis patas y con ellas mi rostro, por pura coincidencia di un vistazo hacia el interior notando la figura inmóvil envuelta en sábanas, se trataba de una bella mujer, aunque estuviese un tanto maltratada. Sin duda todos en este mundo tienen sus propios problemas, sentí cierta compasión de su miseria, sólo por nacer humana esa mujer ya era desafortunada.

Salte al interior y camine hasta su lecho subiendo de un salto sobre el mullido colchón, ronronee para ella, esa pobre criatura efímera.

- puurrr purr prrr (acariciame, ten un poco de dicha) - por norma general los humanos no me agradaban, su gran número era la única razón para tenerlos en cuenta, sin embargo de vez en cuando me sentía generoso, permitiendo a algún desdichado o desdichada deleitarse un instante con mi perfecto y suave pelaje, ni el más fino abrigo de pieles podía rivalizar con algo tan bien cuidado

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