Buscando el peligro || Libre

Tome mi capa roja, pasándola lentamente entre mis hombros, ajustándola en mi cuello y colocándome la capucha. Tenia un caso que investigar. Una pobre chica fue brutalmente asesinada dos calles mas abajo de una taberna. El mismo día del asesinato, me colé entre los detectives. Su cuerpo estaba despedazado, su rostro era irreconocible. Parecía un acto inhumano.

El olor a alcohol y sudor inundo mis fosas nasales. La taberna se encontraba en la mas oscura penumbra, solo pequeños rayos de sol lograban entrar a esta. Y algunos los evitaban. Ebrios y prostitutas bailaban desvergonzadamente. Lo único que lograba ver en sus rostros era vulgaridad y deseo. Camine a paso lento observando cada rincón de la taberna. Habían telarañas en los rincones de esta, en el piso se podían divisar pequeños fragmentos de vidrios. Habían hombres rendidos acostados en una mesa. De seguro mas de uno de estos hombres había abusado de alguien, era todo lo que mi mente lograba procesar. Quería encontrarlo y acabar yo misma con el. No iba a dejar que una cuerda acabara con su vida, no era castigo suficiente. El tendría que terminar igual que la pequeña damisela.
Lentamente pequeños fragmentos de un horrible recuerdo empezaron a acoplarse en mi mente. Los gritos, la desesperación por escapar. Quería que esos pensamientos desaparecieran, pero pese a que una parte de mi ansiaba huir de la angustia, otra tenía miedo al olvido. Si lo olvidaba, mi trabajo como Asesina terminaría ¿Y que sería de las pobres mujeres que no pueden valerse por si mismas? Las violaciones y asesinatos de damiselas aumentarían notablemente.

Llegue hasta la barra apoyándome en esta. Observando el vaso que el cantinero rápidamente dejó en frente mio. Subí mi mirada lentamente, hasta toparme con sus ojos. Lo observe detenidamente, tenia una botella de vino en su mano derecha y un paño en la izquierda. Me sonreía dando vista a sus dientes imperfectos.

-No se en que momento he abierto la boca para pedir algo-dije secamente. Corrí el vaso hacia su lado. El hombre me sonrió queriendo parecer coqueto y corrió el vaso hacia mi lado, incitándome para tomar el liquido desconocido que había en este.
-¿Que hace una damisela como usted en este lugar? ¿Es que no se ha enterado sobre el reciente asesinato de una mujer? -
Mire detenidamente el vaso y volví a correrlo hacia su lado.

-La próxima vez que tenga que tocar ese vaso, el liquido ira hacia tu rostro- hice una pequeña pausa mirando por detrás de mi hombro. Habían dos hombres parados a unos cuantos metros de donde yo me encontraba, con la vista clavada en mi. Dirigí mi mirada al cantinero-Con respecto al asesinato... para eso vine. Pero lo dejare para otro día-
Estaba decidida a irme, el olor me tenia un tanto mareada. Me di la vuelta, pase por entremedio de los dos hombres, pero uno de ellos me tomo el brazo. Lo mire de arriba hacia abajo, sus trapos estaban horrorosos y su cara estaba sucia.
-¿A donde va mademoiselle?- La ultima palabra casi la escupió en mi rostro.
-Me voy de este putrefacto lugar, y mas vale que me sueltes si quieres conservar tu mano.- El hombre estallo en una gran carcajada haciendo caso omiso de mi orden.

-Mierda otra vez me pase de la hora-dije para mis adentros- a este paso... deje en el camastro a aquel hombre que fue mi "cena"colocandolo como si estuviera dormido y salí del cuarto, me alise el vestido, comprobare mi peinado en un espejo desvencijado que había en el pasillo, saque mi abanico y con paso delicado me dirigí a la escalera que daba al piso inferior, antes de bajar me asome sobre la barandilla para observar el panorama que abajo me esperaba...
Me llamo poderosamente la atención que el sol solo lograba colarse por algún hueco de las sucias ventanas eso lo dejaba casi todo en penumbra, de no ser por el candelabro lleno de telarañas del techo y algún aplique de la pared...
Baje la escalera con el porte elegante que me caracterizaba y obviamente desentone mucho, pero ya estaba acostumbrada a que me mirasen con esos ojos lascivos llenos de deseos mórbidos, el dueño de esa taberna se ocupaba de tapar mis correrías nocturnas a cambio de una generosa donación que le mantenía la boca cerrada. Los borrachos y las prostitutas eran lo que mas abundaba por allí, aparte de algunos burdos hombres bebiendo en las mesas, jugando a apostar o simplemente dormitando en ellas.
Me situé en un lugar especialmente alejado de alguna ventana, quería evitar el sol a toda costa, me fije que en la barra había una persona que incluso desentonaba mas que yo, el camarero le ofrecía un vaso repetidas veces y esta lo rechazaba.
Era una mujer con una capa roja, roja como la sangre e impoluta, ni una sola mancha...
-Preciosa-murmure con una sonrisita-Me gusta esta chica...
Un par de hombres la observaban a cierta distancia, conocía a uno su nombre era Edgar, un ratero vulgar, que me debía la vida, le salve cuando un hombre lobo iba a devorarlo, el perro se largo con el rabo entre las patas y este me juro que me devolvería el favor...
La chica finalmente se levanto y al pasar al lado de Edgar y su compañero, Edgar la agarro del brazo y la impidió salir del local.
Ella contesto que la soltara con voz clara y firme incluso amenazándolo con perder la mano, Edgar soltó una carcajada ignorando a la chica como si le hubieran contado un chiste muy bueno, no parecía que tuviera pensado soltarla...
-Ey-dije acercándome a donde estaban-Edgar suelta a la muchacha-hice una pausa-ya
Edgar me miro y parece ser que me reconoció.
-Vaya mademioselle, cuanto tiempo sin verla- miro a la muchacha y volvió la mirada a mi-¿Es amiga suya?
-Como si lo fuera... suéltala inmediatamente-dije con la voz alzada.
Edgar solto a la chica y se largo de la taberna. Sonreí a la chica y la tome de la mano, la lleve hacia una mesa alejada, me senté y con una mano la invite a que hiciera lo mismo.- ¿como ha acabado una belleza como tu en un lugar como este?, por cierto preciosa capa-sonreí tranquilizadoramente para infundirle valor.