AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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· Master, is that a shooting star? ·
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· Master, is that a shooting star? ·
La mujer caminaba de un lado a otro de la estancia, intercambiando miradas entre su esposo y la niña que éste había comprado, apenas unos meses antes, y que parecía estar entretenida sacando brillo a los zapatos de ambos. El resto de sirvientes en la casa también parecían alterados por las últimas noticias, y es que, a pesar de todo, la decisión había sido demasiado repentina. No es que ella fuera a negarse a los deseos de su marido, el dueño de la mansión, pero no paraba de preguntarse si aquello era buena idea. - Cariño, ¿de verdad estás seguro? No ha pasado ni medio año, quizá deberías reconsiderarlo... -En cuanto terminó de decir aquellas palabras se dio cuenta de que debió haberse quedado callada. La severa mirada del hombre le decía todo lo que necesitaba saber, que había llegado a su límite.
- Déjate de tonterías, estoy harto de bregar con una mocosa que no sirve para nada. ¡Ni siquiera ha aprendido a leer, a pesar de que nos estamos tomando la molestia de enseñarla! -Jamile negó con la cabeza, pero sin decir nada. Ella se sentía torpe por no haber aprendido mucho, ¡pero apenas había empezado hacía dos semanas! Y tenía que compaginarlo con todas aquellas interminables tareas. A veces, se preguntaba por qué aquella casa era tan grande cuando sólo vivían dos personas además de los sirvientes. Sobraban habitaciones por doquier, pero igualmente había que limpiarlas. - La compré porque me prometieron que era otra cosa, está claro que me timaron... -El motivo de su disgusto no era porque la chica fuera lenta aprendiendo, precisamente, sino porque a pesar de que le habían dicho que tenía la capacidad de predecir el futuro, sus pérdidas en las apuestas no habían hecho más que incrementarse desde que llegara. Gran parte de ello era culpa suya, ya que al creer que iba a ganar apostaba cada vez sumas más grandes, y nunca escuchaba a la niña cuando ésta le decía que no servía para eso.
Una vez hubo terminado de sacar brillo a los zapatos de la mujer, procedió a ponerse a limpiar los zapatos del hombre. Éste, nada más verla, y preso de la rabia, la golpeó, haciendo que se cayera de bruces contra el suelo. Jamile notó un dolor punzante en la ceja derecha, pero ni siquiera se quejó. Aquella noche le habían dicho que mantuviera la boca cerrada en todo momento, y si algo sabía hacer, era obedecer. - Así que al anochecer iré a la Plaza, donde he quedado con ese tipo, y se la venderé. Intentaré regatear un poco, haciéndole creer que vale más de lo que me costó comprarla, así al menos la pérdida no habrá sido tan terrible. -El hombre dio la conversación por zanjada y se marchó, dirección a la cocina, a por la que era su tercera copa de vino. La mujer se quedó mirando a la niña, aún tirada en el suelo, por un momento, para luego suspirar y marcharse tras su esposo. Aquella mirada, cargada de lástima que algunos le dirigían, siempre la hacía que Jamile se sintiera un tanto triste, pero era mejor que ser golpeada.
Cuando estaba a punto de anochecer, el propietario y la niña salieron de la mansión. Algunos sirvientes salieron al exterior para despedirla, con aquella expresión que gritaba "suerte" brillando en sus ojos. La niña quería echarse a llorar, a sabiendas que los extrañaría, pero era consciente de que eso enfurecería al hombre, y no quería que eso pasara, y mucho menos ahora que estaba visiblemente ebrio. - En cuanto lleguemos, mantente así de calladita y déjame hablar a mi. A todo lo que yo diga, tú asientes. Como fastidies la venta te las haré pagar. Y límpiate esa sangre seca de la cara, no queremos que piensen que te maltrato. -La chica frunció el ceño, contar mentiras no estaba bien, y eso era, a todas luces, una mentira. Pero hizo lo que le dijo, y se limitó a caminar, un paso por detrás de su Amo, en dirección a la Plaza Tertre, que aquella noche estaba sumamente transitada debido a una especie de festival que se estaba llevando a cabo. Jamile sonrió levemente, nunca había estado en uno. Y aunque sabía que si estaba allí era para ser vendida nuevamente, no podía evitar sentirse contenta por estar cerca de uno. - ¡Maldita sea! ¿Dónde está? Con toda esta gente no puedo verlo. ¡Seguro que es culpa tuya, maldita mocosa! Todo lo que tiene que ver contigo siempre acaba torciéndose. -La bofetada resonó, y algunas cabezas se giraron para ver qué pasaba, pero al notar el aspecto distinguido de él y el desaliñado de ella, todos decidieron ignorarlo. Así era como el mundo funcionaba. Jamile se concentró en el tenue eco de la música que sonaba desde algún extremo de la plaza, para así conseguir mantener a raya sus lágrimas.
- Déjate de tonterías, estoy harto de bregar con una mocosa que no sirve para nada. ¡Ni siquiera ha aprendido a leer, a pesar de que nos estamos tomando la molestia de enseñarla! -Jamile negó con la cabeza, pero sin decir nada. Ella se sentía torpe por no haber aprendido mucho, ¡pero apenas había empezado hacía dos semanas! Y tenía que compaginarlo con todas aquellas interminables tareas. A veces, se preguntaba por qué aquella casa era tan grande cuando sólo vivían dos personas además de los sirvientes. Sobraban habitaciones por doquier, pero igualmente había que limpiarlas. - La compré porque me prometieron que era otra cosa, está claro que me timaron... -El motivo de su disgusto no era porque la chica fuera lenta aprendiendo, precisamente, sino porque a pesar de que le habían dicho que tenía la capacidad de predecir el futuro, sus pérdidas en las apuestas no habían hecho más que incrementarse desde que llegara. Gran parte de ello era culpa suya, ya que al creer que iba a ganar apostaba cada vez sumas más grandes, y nunca escuchaba a la niña cuando ésta le decía que no servía para eso.
Una vez hubo terminado de sacar brillo a los zapatos de la mujer, procedió a ponerse a limpiar los zapatos del hombre. Éste, nada más verla, y preso de la rabia, la golpeó, haciendo que se cayera de bruces contra el suelo. Jamile notó un dolor punzante en la ceja derecha, pero ni siquiera se quejó. Aquella noche le habían dicho que mantuviera la boca cerrada en todo momento, y si algo sabía hacer, era obedecer. - Así que al anochecer iré a la Plaza, donde he quedado con ese tipo, y se la venderé. Intentaré regatear un poco, haciéndole creer que vale más de lo que me costó comprarla, así al menos la pérdida no habrá sido tan terrible. -El hombre dio la conversación por zanjada y se marchó, dirección a la cocina, a por la que era su tercera copa de vino. La mujer se quedó mirando a la niña, aún tirada en el suelo, por un momento, para luego suspirar y marcharse tras su esposo. Aquella mirada, cargada de lástima que algunos le dirigían, siempre la hacía que Jamile se sintiera un tanto triste, pero era mejor que ser golpeada.
Cuando estaba a punto de anochecer, el propietario y la niña salieron de la mansión. Algunos sirvientes salieron al exterior para despedirla, con aquella expresión que gritaba "suerte" brillando en sus ojos. La niña quería echarse a llorar, a sabiendas que los extrañaría, pero era consciente de que eso enfurecería al hombre, y no quería que eso pasara, y mucho menos ahora que estaba visiblemente ebrio. - En cuanto lleguemos, mantente así de calladita y déjame hablar a mi. A todo lo que yo diga, tú asientes. Como fastidies la venta te las haré pagar. Y límpiate esa sangre seca de la cara, no queremos que piensen que te maltrato. -La chica frunció el ceño, contar mentiras no estaba bien, y eso era, a todas luces, una mentira. Pero hizo lo que le dijo, y se limitó a caminar, un paso por detrás de su Amo, en dirección a la Plaza Tertre, que aquella noche estaba sumamente transitada debido a una especie de festival que se estaba llevando a cabo. Jamile sonrió levemente, nunca había estado en uno. Y aunque sabía que si estaba allí era para ser vendida nuevamente, no podía evitar sentirse contenta por estar cerca de uno. - ¡Maldita sea! ¿Dónde está? Con toda esta gente no puedo verlo. ¡Seguro que es culpa tuya, maldita mocosa! Todo lo que tiene que ver contigo siempre acaba torciéndose. -La bofetada resonó, y algunas cabezas se giraron para ver qué pasaba, pero al notar el aspecto distinguido de él y el desaliñado de ella, todos decidieron ignorarlo. Así era como el mundo funcionaba. Jamile se concentró en el tenue eco de la música que sonaba desde algún extremo de la plaza, para así conseguir mantener a raya sus lágrimas.
Jamile S. Czinege- Gitano
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Fecha de inscripción : 06/09/2013
Re: · Master, is that a shooting star? ·
Ysgramir había tenido problemas en casa, odiaba llegar tarde aunque no era tan maniático con la puntualidad como un inglés, si tenía esa necesidad de cumplir con su palabra. Por culpa de uno de sus esclavos casi se había olvidado del compromiso, no estaba muy por la labor de quedar con aquel hombre, no le inspiraba confianza y no tenía demasiado interés en lo que le ofrecía, sus negocios no tenían los mismos valores que los suyos y, desde luego, la ventaja la sacaría al hombre relacionándose con él y no al revés.
Para colmo, las calles estaban concurridas, así que no era tan sencillo llegar al punto de encuentro, por suerte, el noruego no necesitaba abrirse paso a empujones, su sola presencia inspiraba a los demás a echarse a un lado y dejar espacio para él, tal vez por la frialdad y aire de peligro que su solo persona transmitía o simplemente por curiosidad. Iba vestido a la última moda muy acorde con el resto de habitantes y no destacaría, pero sus rasgos eran evidentemente extranjeros. No le molestaba para nada el ruido, de esa forma era mucho más sencillo pasar inadvertido, había muchos puestos de todo tipo, además de música y espectáculos, los gitanos y artistas se ganaban parte de sus vidas en esas fechas y la noche les brindaba una oportunidad de llenar sus bolsillos y sus estómagos.
Se había entretenido un momento, observando a un hombre templando cristal, algo que le recordó a su pasado y tocó algo en su memoria que no le gustó demasiado, cuando se escuchó el retumbar de un bofetón que hizo a varios girarse hacia allí. Ysgramir fue uno de ellos, pero no uno de los que siguió adelante en sus quehaceres como si nada. Como vikingo comprendía la violencia, que algunas veces un bofetón a tiempo era mucho más sabio que acarrear con las consecuencias de no darlo, pero nunca creyó en golpear con exceso a los niños y a clara vista, aquella era una niña.
Para colmo había distinguido al ser cobarde que le había cruzado la cara, así que con gesto frío y serio caminó hacia allí para hacer acto de presencia. No era asunto suyo cómo trataba a sus esclavos o sirvientes, él no iba a meterse en ese jardín, hasta él perdía la paciencia con sus esclavos de vez en cuando, aunque no exigía de ellos nada más que lo natural y humanamente posible. Había algunos que no sabían comportarse si no era a golpes. Los esclavos no tenían la buena fortuna de los sirvientes de poder elegir a sus amos, pero no por ello se compadeció de la chica, más bien vio con buenos ojos que no se echara a llorar y que aguantase aquella palmada con estoico orgullo. Al llegar al hombre, se inclinó en una escueta y sencilla reverencia, para nada natural en su rígida postura.- He tenido algunos problemas en mis propiedades, siento el retraso.- Dijo sin más, si fue por disculparse él mismo o por disculpar a la muchacha, nunca se supo.
Para colmo, las calles estaban concurridas, así que no era tan sencillo llegar al punto de encuentro, por suerte, el noruego no necesitaba abrirse paso a empujones, su sola presencia inspiraba a los demás a echarse a un lado y dejar espacio para él, tal vez por la frialdad y aire de peligro que su solo persona transmitía o simplemente por curiosidad. Iba vestido a la última moda muy acorde con el resto de habitantes y no destacaría, pero sus rasgos eran evidentemente extranjeros. No le molestaba para nada el ruido, de esa forma era mucho más sencillo pasar inadvertido, había muchos puestos de todo tipo, además de música y espectáculos, los gitanos y artistas se ganaban parte de sus vidas en esas fechas y la noche les brindaba una oportunidad de llenar sus bolsillos y sus estómagos.
Se había entretenido un momento, observando a un hombre templando cristal, algo que le recordó a su pasado y tocó algo en su memoria que no le gustó demasiado, cuando se escuchó el retumbar de un bofetón que hizo a varios girarse hacia allí. Ysgramir fue uno de ellos, pero no uno de los que siguió adelante en sus quehaceres como si nada. Como vikingo comprendía la violencia, que algunas veces un bofetón a tiempo era mucho más sabio que acarrear con las consecuencias de no darlo, pero nunca creyó en golpear con exceso a los niños y a clara vista, aquella era una niña.
Para colmo había distinguido al ser cobarde que le había cruzado la cara, así que con gesto frío y serio caminó hacia allí para hacer acto de presencia. No era asunto suyo cómo trataba a sus esclavos o sirvientes, él no iba a meterse en ese jardín, hasta él perdía la paciencia con sus esclavos de vez en cuando, aunque no exigía de ellos nada más que lo natural y humanamente posible. Había algunos que no sabían comportarse si no era a golpes. Los esclavos no tenían la buena fortuna de los sirvientes de poder elegir a sus amos, pero no por ello se compadeció de la chica, más bien vio con buenos ojos que no se echara a llorar y que aguantase aquella palmada con estoico orgullo. Al llegar al hombre, se inclinó en una escueta y sencilla reverencia, para nada natural en su rígida postura.- He tenido algunos problemas en mis propiedades, siento el retraso.- Dijo sin más, si fue por disculparse él mismo o por disculpar a la muchacha, nunca se supo.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/08/2017
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Re: · Master, is that a shooting star? ·
En el rubor que le cubrió el rostro pudo notarse que el hombre se sentía avergonzado por haber dado muestras de tan violento comportamiento delante de quien se suponía que iba a comprarle la "mercancía". Sin embargo, el comprador no pareció dar muestras de juzgar tal acto en absoluto, algo que hizo que el moderadamente ebrio dueño de la niña se relajara. - No hace falta que se disculpe, desde el inicio estaba claro que es usted un hombre ocupado. Más bien soy yo quien lamenta haberle hecho venir a estas horas, y en medio de semejante evento. -En realidad, no lo lamentaba. Quería deshacerse de aquella carga lo antes posible, y en su experiencia se había dado cuenta de que las transacciones solían salirle mejor cuando se hacían en público, como si la presión por cerrar los negocios para así poder marcharse fuera más grande. De haberle preguntado a cualquiera le habrían dicho que era una estupidez, que si tenía suerte era casualidad, pero las costumbres son difíciles de cambiar, y la mentalidad de aquel hombre era tan absurdamente cerrada que todo cuanto se le decía le entraba por un oído y le salía por el otro.
Tomando a la niña del brazo con bastante poca delicadeza, la hizo avanzar para así quedar completamente a la vista del comprador, como si más que tratarse de una persona, fuese un trofeo de exposición. - Aún no cumple los trece años, y como ve, está totalmente sana. Un tanto flacucha, sí, pero eso es porque es muy activa y por tanto se mueve mucho. -Dijo el hombre con una sonrisa forzada, como si la falta de alimentación no tuviera nada que ver ni con su aspecto ni con su reducida estatura. Una sonrisilla se instaló en el semblante de la chica, que agachó la cabeza para disimularla. Lo único que le había faltado era enseñarle los dientes para hacer ver al otro hombre que no le faltaba ninguno. Aunque probablemente su precio no fuera comparable ni en cien años a lo que su Amo hubiese sacado por un caballo. - Es muy lista, entiende las cosas a la primera y es bastante hábil con cualquier tarea, pero especialmente las del hogar. Teje y borda muy bien, y tiene buena mano con la cocina. Además, es rápida y confiable para hacer recados... -Tras haber dicho todo eso la pregunta más obvia era, que si realmente era una niña tan perfecta, por qué demonios estaba tan ansioso por venderla.
- Además, le diré algo que no le he dicho a ninguno de los otros interesados, y es que esta niña tiene la habilidad de ver cosas que están por suceder. No sé muy bien cómo funciona, pero fue capaz de aconsejarme en uno de mis negocios para que salieran bien. -Aquella mentira, tan descarada, hizo que la cría se encogiese mínimamente, algo que el dueño notó, y por la que le dio un pellizco en el brazo, por detrás, de forma disimulada, a fin de que volviera a quedarse quieta. - Pero ahora mi mujer está encinta y claro, tendremos más bocas que alimentar, así que no podemos tenerla a ella... -Era fácil darse cuenta de que se estaba contradiciendo, no estaba claro si por el exceso de alcohol o por las ganas que tenía de deshacerse de la joven, pero Jamile pensó que si su poder realmente sirviera para hacer rico a alguien entonces no tendrían un problema económico que la llevara a necesitar venderla.
La realidad es que se sentía estafado, según él, había hecho una mala compra, porque a pesar de que nadie nunca le dijo que su “habilidad” sirviera para tal propósito, él creyó que si podía ver el futuro no había forma de que no pudiera usarlo en su favor. Y se había equivocado. Jamile sí había podido prever, de hecho, que en el vientre de su esposa no se hallaba una única criatura, sino dos, y que el parto sería complicado pero no habría ninguna muerte de por medio. Claro que esto el marido no lo consideró como algo especialmente relevante. - Le aseguro que podrá serle muy útil... -Añadió, comenzando a mover las manos nerviosamente. A pesar de que ya habían hablado de un precio, se temía que fueran a rebajar la oferta, algo de lo que definitivamente culpaba a la cría, por ser gafe, pero honestamente, con recuperar lo que le había costado, quizá un poco más, se daría por satisfecho. Una terrible sensación de ser incluso menos relevante que un insecto la recorrió de repente. Sólo entonces, se atrevió a alzar la vista mínimamente para mirar al que probablemente iba a convertirse en su nuevo Amo. ¿Acabaría siendo apaleada por él también?
Tomando a la niña del brazo con bastante poca delicadeza, la hizo avanzar para así quedar completamente a la vista del comprador, como si más que tratarse de una persona, fuese un trofeo de exposición. - Aún no cumple los trece años, y como ve, está totalmente sana. Un tanto flacucha, sí, pero eso es porque es muy activa y por tanto se mueve mucho. -Dijo el hombre con una sonrisa forzada, como si la falta de alimentación no tuviera nada que ver ni con su aspecto ni con su reducida estatura. Una sonrisilla se instaló en el semblante de la chica, que agachó la cabeza para disimularla. Lo único que le había faltado era enseñarle los dientes para hacer ver al otro hombre que no le faltaba ninguno. Aunque probablemente su precio no fuera comparable ni en cien años a lo que su Amo hubiese sacado por un caballo. - Es muy lista, entiende las cosas a la primera y es bastante hábil con cualquier tarea, pero especialmente las del hogar. Teje y borda muy bien, y tiene buena mano con la cocina. Además, es rápida y confiable para hacer recados... -Tras haber dicho todo eso la pregunta más obvia era, que si realmente era una niña tan perfecta, por qué demonios estaba tan ansioso por venderla.
- Además, le diré algo que no le he dicho a ninguno de los otros interesados, y es que esta niña tiene la habilidad de ver cosas que están por suceder. No sé muy bien cómo funciona, pero fue capaz de aconsejarme en uno de mis negocios para que salieran bien. -Aquella mentira, tan descarada, hizo que la cría se encogiese mínimamente, algo que el dueño notó, y por la que le dio un pellizco en el brazo, por detrás, de forma disimulada, a fin de que volviera a quedarse quieta. - Pero ahora mi mujer está encinta y claro, tendremos más bocas que alimentar, así que no podemos tenerla a ella... -Era fácil darse cuenta de que se estaba contradiciendo, no estaba claro si por el exceso de alcohol o por las ganas que tenía de deshacerse de la joven, pero Jamile pensó que si su poder realmente sirviera para hacer rico a alguien entonces no tendrían un problema económico que la llevara a necesitar venderla.
La realidad es que se sentía estafado, según él, había hecho una mala compra, porque a pesar de que nadie nunca le dijo que su “habilidad” sirviera para tal propósito, él creyó que si podía ver el futuro no había forma de que no pudiera usarlo en su favor. Y se había equivocado. Jamile sí había podido prever, de hecho, que en el vientre de su esposa no se hallaba una única criatura, sino dos, y que el parto sería complicado pero no habría ninguna muerte de por medio. Claro que esto el marido no lo consideró como algo especialmente relevante. - Le aseguro que podrá serle muy útil... -Añadió, comenzando a mover las manos nerviosamente. A pesar de que ya habían hablado de un precio, se temía que fueran a rebajar la oferta, algo de lo que definitivamente culpaba a la cría, por ser gafe, pero honestamente, con recuperar lo que le había costado, quizá un poco más, se daría por satisfecho. Una terrible sensación de ser incluso menos relevante que un insecto la recorrió de repente. Sólo entonces, se atrevió a alzar la vista mínimamente para mirar al que probablemente iba a convertirse en su nuevo Amo. ¿Acabaría siendo apaleada por él también?
Última edición por Jamile S. Czinege el Mar Jul 03, 2018 12:14 am, editado 2 veces
Jamile S. Czinege- Gitano
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 06/09/2013
Re: · Master, is that a shooting star? ·
Para él los lugares públicos eran todo un suplicio, pero no era hombre de quejas de modo que ignoró el detalle, estaban allí para hacer negocios, estuviera o no incómodo y con ganas de terminar con aquello, no lo haría sin pensar dos veces en lo que estaba comprando. Ysgramir podía ser muchas cosas, pero de tonto no tenía un pelo, la vida se había encargado de espabilarle. Miró a la chica cuando el hombre la expuso, la edad no le importó demasiado, no era un dato relevante, al final, qué eran unos pocos años en comparación de los mil que él ya tenía. Los humanos corrientes iban y venían, no le afectaba el tiempo del mismo modo que a ellos. No se creyó ni una palabra, a decir verdad, era obvio que se ahorraban algo de dinero al no alimentar a la chica como se debía. Había muchas cosas que le repateaban en la vida y un señor incapaz de cuidar de los suyos era una de ellas. Un ser indigno como ese no merecía esclavos, ni sirvientes. Se percató del movimiento de la chica, aunque no llegó a vislumbrar la sonrisa, al parecer, a ella también le sonaba a chiste lo que el ebrio hombre estaba diciendo.
Ysgramir miró con atención a la niña, sin pestañear ni una sola vez, con aire serio y solemne, él también la miraba como si fuera un objeto más que una persona, pero lo hacía con conocimiento de causa, estaba comprando algo y como tal estaba catalogando la mercancía. Era joven, demasiado, a juzgar por el bofetón anterior y el pellizco que le estaba dando, de dócil y obediente la chica no tenía absolutamente nada. Si tenía facultades no podía fiarse de la palabra de un mentiroso, seguro que no sabía hacer ni la mitad de las cosas que describía. Hubo un par que le llamaron la atención, aunque la que menos fue su poder para ver cosas, si fuera así, no estaría vendiéndola como un imbécil. Es más, estaría cuidando de ella para asegurarse su lealtad y no tratándola como una rata inmunda.
Cogió aire y lo soltó lentamente cuando el hombre terminó de soltar todas las tonterías. Debió ensayar mejor su discurso de venta.- Eso ya lo veremos.- Dejó de mirar a la niña para observar al hombre.- Quiero hablar con ella.- Dijo, tajante, su voz impedía cualquier tipo de réplica por su parte, demasiado seguro de sí mismo, demasiado serio. Miró de nuevo a la chica y le hizo un gesto con la mano para que le siguiera. Ysgramir no se alejó mucho, lo suficiente para que pudieran hablar sin temor a ser escuchados por ese gordo y no lo bastante lejos como para que el mismo les perdiera de vista.- Qué de lo que ha dicho el imbécil ese es cierto y no me insultes con más mentiras, chiquilla, no estoy de humor. Se sincera y tal vez te evite el calvario de acabar en una casa de putas.- A ver si la muchacha era capaz de venderse mejor, porque solo con el testimonio de su actual amo le daban ganas de darse la vuelta e irse sin añadir nada más.
Ysgramir miró con atención a la niña, sin pestañear ni una sola vez, con aire serio y solemne, él también la miraba como si fuera un objeto más que una persona, pero lo hacía con conocimiento de causa, estaba comprando algo y como tal estaba catalogando la mercancía. Era joven, demasiado, a juzgar por el bofetón anterior y el pellizco que le estaba dando, de dócil y obediente la chica no tenía absolutamente nada. Si tenía facultades no podía fiarse de la palabra de un mentiroso, seguro que no sabía hacer ni la mitad de las cosas que describía. Hubo un par que le llamaron la atención, aunque la que menos fue su poder para ver cosas, si fuera así, no estaría vendiéndola como un imbécil. Es más, estaría cuidando de ella para asegurarse su lealtad y no tratándola como una rata inmunda.
Cogió aire y lo soltó lentamente cuando el hombre terminó de soltar todas las tonterías. Debió ensayar mejor su discurso de venta.- Eso ya lo veremos.- Dejó de mirar a la niña para observar al hombre.- Quiero hablar con ella.- Dijo, tajante, su voz impedía cualquier tipo de réplica por su parte, demasiado seguro de sí mismo, demasiado serio. Miró de nuevo a la chica y le hizo un gesto con la mano para que le siguiera. Ysgramir no se alejó mucho, lo suficiente para que pudieran hablar sin temor a ser escuchados por ese gordo y no lo bastante lejos como para que el mismo les perdiera de vista.- Qué de lo que ha dicho el imbécil ese es cierto y no me insultes con más mentiras, chiquilla, no estoy de humor. Se sincera y tal vez te evite el calvario de acabar en una casa de putas.- A ver si la muchacha era capaz de venderse mejor, porque solo con el testimonio de su actual amo le daban ganas de darse la vuelta e irse sin añadir nada más.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: · Master, is that a shooting star? ·
Como era de esperarse, toda aquella sarta de falacias y tonterías no surtieron el efecto deseado, sino más bien el contrario, y es que la chica, sin necesidad de usar su "poder", podía prever claramente que aquella venta no iría a ningún lado si su actual Amo seguía hablando y vendiéndola como si su comprador fuera un idiota. Y si ella lo entendía, siendo tan pequeña e inexperta, qué estaría pensando el otro hombre, quien había permanecido callado, mirándolos con gravedad, todo aquel tiempo. De pronto se sintió nerviosa, y es que había algo en aquel fornido hombre que le daba mala espina. No es que sintiera miedo: estaba segura de que los seres a los que había servido hasta ahora entraban perfectamente en la categoría de "monstruos", sin dejar de ser humanos, pero algo en él era diferente. Imponía respeto. Así que sospechaba que si había algo que le interesaría, más que cualquiera de las virtudes que su Amo había mencionado (e inventado), sería la lealtad, algo de lo que ella no había podido hacer gala precisamente, ya que ninguno de los que la habían tenido por sirviente se merecían semejante trato. No los había traicionado tampoco, pero era consciente que no se jugaría su vida o su propia seguridad por defenderles. Sabía que una emoción como esa existía, y que había gente que la experimentaba, pero para ella era todo un misterio. Sin embargo, ese hombre, que no parecía conmovido por ella ni medio ápice, probablemente tuviera sirvientes que sí se sentirían así. ¿Por qué iba a necesitarla a ella?
La petición llegó de forma repentina, aunque ella ya se lo había imaginado. Nada de lo que su Amo dijera sonaría verídico, y menos después de mentir tan descaradamente. Al principio, el hombre se negó, poniendo diferentes tipos de excusa, pero ni el tono en que el otro había hablado ni su semblante sereno daban lugar a réplica, así que finalmente cedió. La niña se acercó al comprador con nerviosismo pero sin detenerse. Lo bueno de todo aquello era que nada podía ser peor que lo que ya había experimentado... O eso creía. La amenaza fue explícita y clara, y la hizo estremecerse de arriba abajo. No se le podía ocurrir un peor sitio en el que terminar. Francamente, preferiría la muerte, a pesar de tenerle tantísimo miedo como le tenía.
- Algunas cosas son ciertas, pero otras no tanto. Es cierto que soy rápida aprendiendo labores manuales, pero siempre que se me enseñe cómo hacerlo con claridad. Para las cosas de pensar... No creo ser tan buena. Me distraigo, y las letras me marean. Así que yo creo que no soy muy lista, o al menos no para eso. -Algo la empujaba a ser sincera, y es que sentía que sería mucho peor mentir que decir la verdad, y más con aquel tipo. -Sí que soy rápida, y me gusta hacer recados porque me encanta pasear, pero al no saber leer bien alguna vez se me olvidan las cosas... ¡No siempre, eh! Sólo cuando son palabras muy complicadas. -La niña se llevó un dedo a los labios, pensativa. No sabía bien cómo describirse como útil, ya que jamás la habían tratado como si lo fuera. Sí que sabía bordar y cocinar, pero no pensaba que eso fuera algo excepcional en absoluto. - Mis visiones son reales, pero no puedo ver lo que quiera. La mayoría de las veces son cosas que la gente no quiere saber, porque les resulta doloroso... Digamos que, ¿no voy a poder ayudarle a hacerse rico pero sí le puedo avisar del peligro inminente? -Casi pudo adivinar la cara de enfado que su aún dueño estaba poniendo cuando, movido por la curiosidad -o el miedo a que la pifiase- hizo que se acercara para escuchar esto último. - Haré todo cuanto me pida sin rechistar... -"Siempre que usted sea un buen Amo", quiso decir, pero se mordió la lengua.
La petición llegó de forma repentina, aunque ella ya se lo había imaginado. Nada de lo que su Amo dijera sonaría verídico, y menos después de mentir tan descaradamente. Al principio, el hombre se negó, poniendo diferentes tipos de excusa, pero ni el tono en que el otro había hablado ni su semblante sereno daban lugar a réplica, así que finalmente cedió. La niña se acercó al comprador con nerviosismo pero sin detenerse. Lo bueno de todo aquello era que nada podía ser peor que lo que ya había experimentado... O eso creía. La amenaza fue explícita y clara, y la hizo estremecerse de arriba abajo. No se le podía ocurrir un peor sitio en el que terminar. Francamente, preferiría la muerte, a pesar de tenerle tantísimo miedo como le tenía.
- Algunas cosas son ciertas, pero otras no tanto. Es cierto que soy rápida aprendiendo labores manuales, pero siempre que se me enseñe cómo hacerlo con claridad. Para las cosas de pensar... No creo ser tan buena. Me distraigo, y las letras me marean. Así que yo creo que no soy muy lista, o al menos no para eso. -Algo la empujaba a ser sincera, y es que sentía que sería mucho peor mentir que decir la verdad, y más con aquel tipo. -Sí que soy rápida, y me gusta hacer recados porque me encanta pasear, pero al no saber leer bien alguna vez se me olvidan las cosas... ¡No siempre, eh! Sólo cuando son palabras muy complicadas. -La niña se llevó un dedo a los labios, pensativa. No sabía bien cómo describirse como útil, ya que jamás la habían tratado como si lo fuera. Sí que sabía bordar y cocinar, pero no pensaba que eso fuera algo excepcional en absoluto. - Mis visiones son reales, pero no puedo ver lo que quiera. La mayoría de las veces son cosas que la gente no quiere saber, porque les resulta doloroso... Digamos que, ¿no voy a poder ayudarle a hacerse rico pero sí le puedo avisar del peligro inminente? -Casi pudo adivinar la cara de enfado que su aún dueño estaba poniendo cuando, movido por la curiosidad -o el miedo a que la pifiase- hizo que se acercara para escuchar esto último. - Haré todo cuanto me pida sin rechistar... -"Siempre que usted sea un buen Amo", quiso decir, pero se mordió la lengua.
Jamile S. Czinege- Gitano
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Re: · Master, is that a shooting star? ·
Ysgramir esperaba que la niña no tuviera el descaro de su dueño, por eso mismo estaba serio y su mirada gélida no daba tregua para las mentiras, no una medio creíble por lo menos. Escuchó con atención a la niña, suponía que nadie se llamaba tonto por voluntad propia así que dio por sentado que en esa parte no estaba mintiendo. Con ese cuerpo escombro más le valía ir rápido por las calles, pero no buscaba un corre ve y dile ni una recadera, a no ser que fuera algo concreto, como para ayudar a su ama de llaves a ir a hacer la compra y llevar unas cuantas cosas, no demasiadas, porque la chiquilla era poco más que un palo de escoba y poco peso podría llevar, pero algún día crecería y empezaría a ser más útil, para cuando eso ocurriera al menos podría tenerla bien enseñada ya. La ama de llaves pronto sería incapaz de cumplir con sus deberes, tal vez la niña fuera una digna sucesora, si espabilaba lo suficiente.
Calculó friamente si podría ser verdad que tuviera un sexto sentido, pero en todos sus años había visto muchas cosas, ¿No era su condición real acaso? Por qué una infante no podría tener cierto don para ver el peligro o lo que le deparaban los Dioses, a menudo había visto ese tipo de habilidades incluso cuando era humano, para empezar, el chamán siempre era el consejero de todos, quien escuchaba los problemas, daba consejo e interpretaba la voluntad de los dioses, si hacía mil años aquello existía y era real, ¿Por qué una niña clarividente no? Una ligera sonrisa apareció apenas durante una milésima de segundo en su rostro, apenas perceptible pero lo suficiente para que sus ojos no fueran tan duros.- Tranquila, de hacerme rico ya me encargo yo.- Se inclinó hasta colocarse a su altura.- Soy un buen amo, siempre que no se me provoque a ser lo contrario. Obedece, aprende y NO me traiciones. Entonces seguirás con vida..Y más gorda.- Porque se negaba a que sus esclavos fueran demasiado pequeños por no haber tenido una alimentación en condiciones, un trabajador enfermo y débil no daba más que problemas.
Caminó hacia el hombre, no se molestó ni en regatear porque no se merecía tal deferencia, le soltó el dinero que habían acordado con el mismo desprecio que tiraría un pañuelo usado para quitarse la roña de las manos. Firmó los papeles pertinentes, que indicaban que la cría era ahora su asunto y el de nadie más, se guardó el papeleo de propiedad y ni siquiera se dignó en mirar a la pareja una vez más, puso una mano en la espalda de la chica y le dio un golpe con suavidad para hacerla caminar por donde él iba.- No te alejes, te encontraré.- Por si decidía huir. El vástago se metió entre las calles del mercado en festival, que rebosaba de gente, música, espectáculos al aire libre y diferentes tiendas que aun estaban abiertas. Él no era de los que disfrutaba con la algarabía o el gentío, pero esos harapos que llevaba la mocosa iban a ir directos a la hoguera en cuanto llegasen a casa. Mientras caminaba, sin distraerse con los poetas o músicos, ni con los gitanos que hacían bailar cabras y leían las manos, paseó por los puestos buscando algo decente, ya hecho, porque él de confeccionar ropa ni papa, por supuesto, tendría que buscarse un sastre..O una tienda de conveniencia. Cogió aire y lo soltó contrariado, hacía mucho tiempo que no había niños en su elenco de esclavos y sirvientes, la mayoría era capaz de comprarse o hacerse su propia ropa.
Hablaba en esos momentos con un comerciante de telas, que tenía varios ropajes expuestos, no eran las de mayor categoría, por supuesto, era ropa normal, ni muy sombría ni exageradamente sofisticada, lo justo para un trabajador medio. Mirando los diferentes estilos, arrugó la nariz, contrariado. Se giró para mirar a la niña.- Chica.- Que al parecer estaba distraída con algo.- Chica.- Cogió aire cuando se dio cuenta de que ella estaba demasiado ocupada viendo cómo unos gitanos ejecutaban malabares, puso los ojos en blanco y finalmente escogió un vestido al azar, de color azul suave, seguía siendo una niña, de modo que tenía las mangas largas y le cubría hasta la garganta. Ni siquiera se molestó en volver a preguntarle, volvió a darle un toque en el hombro para que le persiguiera por los puestos, compró además del vestido unos buenos zapatos, regios, pero de buena calidad, calculó a ojo la talla de la criatura, al final tenía unas cuantas bolsas encima, que le dio a la chica de mala gana.- ¿Estás lista?
Calculó friamente si podría ser verdad que tuviera un sexto sentido, pero en todos sus años había visto muchas cosas, ¿No era su condición real acaso? Por qué una infante no podría tener cierto don para ver el peligro o lo que le deparaban los Dioses, a menudo había visto ese tipo de habilidades incluso cuando era humano, para empezar, el chamán siempre era el consejero de todos, quien escuchaba los problemas, daba consejo e interpretaba la voluntad de los dioses, si hacía mil años aquello existía y era real, ¿Por qué una niña clarividente no? Una ligera sonrisa apareció apenas durante una milésima de segundo en su rostro, apenas perceptible pero lo suficiente para que sus ojos no fueran tan duros.- Tranquila, de hacerme rico ya me encargo yo.- Se inclinó hasta colocarse a su altura.- Soy un buen amo, siempre que no se me provoque a ser lo contrario. Obedece, aprende y NO me traiciones. Entonces seguirás con vida..Y más gorda.- Porque se negaba a que sus esclavos fueran demasiado pequeños por no haber tenido una alimentación en condiciones, un trabajador enfermo y débil no daba más que problemas.
Caminó hacia el hombre, no se molestó ni en regatear porque no se merecía tal deferencia, le soltó el dinero que habían acordado con el mismo desprecio que tiraría un pañuelo usado para quitarse la roña de las manos. Firmó los papeles pertinentes, que indicaban que la cría era ahora su asunto y el de nadie más, se guardó el papeleo de propiedad y ni siquiera se dignó en mirar a la pareja una vez más, puso una mano en la espalda de la chica y le dio un golpe con suavidad para hacerla caminar por donde él iba.- No te alejes, te encontraré.- Por si decidía huir. El vástago se metió entre las calles del mercado en festival, que rebosaba de gente, música, espectáculos al aire libre y diferentes tiendas que aun estaban abiertas. Él no era de los que disfrutaba con la algarabía o el gentío, pero esos harapos que llevaba la mocosa iban a ir directos a la hoguera en cuanto llegasen a casa. Mientras caminaba, sin distraerse con los poetas o músicos, ni con los gitanos que hacían bailar cabras y leían las manos, paseó por los puestos buscando algo decente, ya hecho, porque él de confeccionar ropa ni papa, por supuesto, tendría que buscarse un sastre..O una tienda de conveniencia. Cogió aire y lo soltó contrariado, hacía mucho tiempo que no había niños en su elenco de esclavos y sirvientes, la mayoría era capaz de comprarse o hacerse su propia ropa.
Hablaba en esos momentos con un comerciante de telas, que tenía varios ropajes expuestos, no eran las de mayor categoría, por supuesto, era ropa normal, ni muy sombría ni exageradamente sofisticada, lo justo para un trabajador medio. Mirando los diferentes estilos, arrugó la nariz, contrariado. Se giró para mirar a la niña.- Chica.- Que al parecer estaba distraída con algo.- Chica.- Cogió aire cuando se dio cuenta de que ella estaba demasiado ocupada viendo cómo unos gitanos ejecutaban malabares, puso los ojos en blanco y finalmente escogió un vestido al azar, de color azul suave, seguía siendo una niña, de modo que tenía las mangas largas y le cubría hasta la garganta. Ni siquiera se molestó en volver a preguntarle, volvió a darle un toque en el hombro para que le persiguiera por los puestos, compró además del vestido unos buenos zapatos, regios, pero de buena calidad, calculó a ojo la talla de la criatura, al final tenía unas cuantas bolsas encima, que le dio a la chica de mala gana.- ¿Estás lista?
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: · Master, is that a shooting star? ·
Quizá para su Amo el cambio en la expresión ajena no fuera lo bastante evidente como para darse cuenta, pero la niña era lo bastante perceptiva como para notarla. Así que, al ver que lo que antes era puro y crudo hielo se tornaba algo más cálido, no pudo evitar sonreír. El borracho, sin embargo, se molestó y por ello le propinó una sonora colleja. Sin embargo, la chiquilla, que antes se habría quejado, ni siquiera le dio importancia. Ahora que veía y sabía lo que aquel desconocido buscaba de ella, ya no le causaba una impresión tan terrible. Seguía siendo bastante terrorífico, pero podía garantizar lo que le pedía así que quizá no corriera un peligro tan inminente como el que correría de tener que volver a la casa en que vivía actualmente, con su Amo regresando con las manos vacías. La golpiza que imaginaba superaría con creces todas las que hasta ese día le había propinado. No quería que aquello pasara, así que necesitaba que aquel intercambio diese sus frutos y su potestad cambiase de manos. Ya más tarde ella se esforzaría por sobrevivir como pudiese. ¿No era acaso eso lo que llevaba haciendo toda su vida? - Entendido. -Asintió con gravedad a las palabras del comprador, quien pareció satisfecho con lo firme de su respuesta. Dudar, después de todo, no era lo suyo. Además, la perspectiva de ganar algunos kilos no le resultaba desagradable. Quizás incluso creciera un par de palmos, que bastante falta le hacía.
No llegó a comprender si lo que pagó por ella fue mucho o poco, pero al ver al que hasta entonces había sido su Amo alejarse comprendió que era lo bastante como para dar por finalizada su "relación". El alivio se apoderó de su cuerpo de inmediato. Ahora tenía un nuevo Amo, uno que le imponía más respeto y temor que el anterior, pero que también parecía considerablemente más justo. No se molestó en contestar a su amenaza. ¿Huir? No es que pensara que pudiera llegar muy lejos. Era rápida corriendo, pero no tenía ningún lugar al que ir. Aunque su vida hasta ese punto distara mucho de haber sido perfecta, no negaría que dormir bajo un techo tenía sus cosas positivas. Por muy frío que estuviera el suelo no era peor que sentir la humedad de la lluvia empapándote durante una noche entera. Y así durante semanas o meses, como había visto sufrir a muchos de los chicos que había conocido en el mercado. No es que fuera muy lista, pero tampoco era tonta del todo. Tener un Amo no era algo maravilloso, pero tenía algunas ventajas. Si dejabas de lado los golpes y las injusticias, al final, lo que tenías era algo a lo que podías llamar, en cierto modo, "hogar". A pesar de que su existencia fuese más parecida a la de una mascota que a la de un ser humano.
Se había relajado hasta el punto de distraerse con todo cuanto acontecía a su alrededor. Algo que en otra ocasión le habría garantizado una buena regañina ahora sólo le valió una expresión exasperada, así que quizá por eso se confió tanto y se dejó guiar por la clase de humor que imperaba entre el gentío que la rodeaba. Todos parecían alegres por algún motivo que ella no lograba comprender, pero éste sentimiento se le impregnó casi sin querer. Aquella noche dormiría bajo un techo distinto, y seguiría las órdenes de alguien diferente. Estaba paseando por aquellas calles que normalmente sólo veía en dirección a sus recados. Era como un cachorro que veía el mundo por primera vez sin una cadena alrededor de su cuello. Era una sensación extraña, ciertamente. A pesar de que temiera a su nuevo Señor, sentía que había recuperado parte de su integridad como persona simplemente andando a su lado. Quizá porque la forma de mirarla se distinguía de aquella con la que la habían mirado hasta ahora: había ascendido de escoria a sirviente. Y eso, para ella, era un grandísimo salto.
Distraída como estaba, no fue hasta mucho después que se dio cuenta de que todas las paradas en puestos que su nuevo Amo había hecho estaban destinadas a ella. Avergonzada, tomó las bolsas y agachó la cabeza, haciendo una torpe reverencia a modo de disculpa y también como agradecimiento. Nunca antes habían comprado nada que fuera expresamente para ella. Siempre había vestido aquello que otros no querían, o que ya no podían utilizar, así que decir que se sentía agradecida sería quedarse corto. Claro que, todo aquello, no era algo que fuera capaz de decir con palabras. Primero, porque le daba vergüenza, y segundo, porque no entendía el motivo detrás de aquel gesto. - ¡Perdón! Sí, estoy lista. Prometo que no me distraeré más... -Dijo dando un último vistazo a los jóvenes que estaban haciendo malabares, para luego voltearse y dibujar una gran y sincera sonrisa a su nuevo Amo. - Por cierto... eh... Señor... ¿Cómo debería dirigirme a usted? -Preguntó tímidamente mientras echaba a andar, un paso siempre por detrás del hombre. Ahora que lo pensaba, tampoco había dicho su nombre, aunque suponía que eso no importaba demasiado. La habían llamado muchas cosas, desde mocosa hasta inútil, así que, ¿qué más daba?
No llegó a comprender si lo que pagó por ella fue mucho o poco, pero al ver al que hasta entonces había sido su Amo alejarse comprendió que era lo bastante como para dar por finalizada su "relación". El alivio se apoderó de su cuerpo de inmediato. Ahora tenía un nuevo Amo, uno que le imponía más respeto y temor que el anterior, pero que también parecía considerablemente más justo. No se molestó en contestar a su amenaza. ¿Huir? No es que pensara que pudiera llegar muy lejos. Era rápida corriendo, pero no tenía ningún lugar al que ir. Aunque su vida hasta ese punto distara mucho de haber sido perfecta, no negaría que dormir bajo un techo tenía sus cosas positivas. Por muy frío que estuviera el suelo no era peor que sentir la humedad de la lluvia empapándote durante una noche entera. Y así durante semanas o meses, como había visto sufrir a muchos de los chicos que había conocido en el mercado. No es que fuera muy lista, pero tampoco era tonta del todo. Tener un Amo no era algo maravilloso, pero tenía algunas ventajas. Si dejabas de lado los golpes y las injusticias, al final, lo que tenías era algo a lo que podías llamar, en cierto modo, "hogar". A pesar de que su existencia fuese más parecida a la de una mascota que a la de un ser humano.
Se había relajado hasta el punto de distraerse con todo cuanto acontecía a su alrededor. Algo que en otra ocasión le habría garantizado una buena regañina ahora sólo le valió una expresión exasperada, así que quizá por eso se confió tanto y se dejó guiar por la clase de humor que imperaba entre el gentío que la rodeaba. Todos parecían alegres por algún motivo que ella no lograba comprender, pero éste sentimiento se le impregnó casi sin querer. Aquella noche dormiría bajo un techo distinto, y seguiría las órdenes de alguien diferente. Estaba paseando por aquellas calles que normalmente sólo veía en dirección a sus recados. Era como un cachorro que veía el mundo por primera vez sin una cadena alrededor de su cuello. Era una sensación extraña, ciertamente. A pesar de que temiera a su nuevo Señor, sentía que había recuperado parte de su integridad como persona simplemente andando a su lado. Quizá porque la forma de mirarla se distinguía de aquella con la que la habían mirado hasta ahora: había ascendido de escoria a sirviente. Y eso, para ella, era un grandísimo salto.
Distraída como estaba, no fue hasta mucho después que se dio cuenta de que todas las paradas en puestos que su nuevo Amo había hecho estaban destinadas a ella. Avergonzada, tomó las bolsas y agachó la cabeza, haciendo una torpe reverencia a modo de disculpa y también como agradecimiento. Nunca antes habían comprado nada que fuera expresamente para ella. Siempre había vestido aquello que otros no querían, o que ya no podían utilizar, así que decir que se sentía agradecida sería quedarse corto. Claro que, todo aquello, no era algo que fuera capaz de decir con palabras. Primero, porque le daba vergüenza, y segundo, porque no entendía el motivo detrás de aquel gesto. - ¡Perdón! Sí, estoy lista. Prometo que no me distraeré más... -Dijo dando un último vistazo a los jóvenes que estaban haciendo malabares, para luego voltearse y dibujar una gran y sincera sonrisa a su nuevo Amo. - Por cierto... eh... Señor... ¿Cómo debería dirigirme a usted? -Preguntó tímidamente mientras echaba a andar, un paso siempre por detrás del hombre. Ahora que lo pensaba, tampoco había dicho su nombre, aunque suponía que eso no importaba demasiado. La habían llamado muchas cosas, desde mocosa hasta inútil, así que, ¿qué más daba?
Jamile S. Czinege- Gitano
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Re: · Master, is that a shooting star? ·
Gunnarson no miraba a nadie como escoria, salvo a sus enemigos o a quien se empeñaba en ponerlas difíciles pero la esclavitud era para él como el pan para los trabajadores, lo veía como un orden natural, no había tenido grandes cantidades de esclavos cuando estaba vivo, eran muchos hermanos para trabajar las tierras, de hecho demasiados, por lo que sus padres nunca necesitaron ninguno y sus hermanas también eran capaces de ocuparse entre todas de la casa cuando su madre empezó a verse afectada por la edad y por tanto parir hijos, habían tenido una vida sencilla aunque no cómoda. Él como herrero había tenido algún aprendiz, pero en Islandia fueron prácticamente los pioneros y las condiciones hacían el transporte de esclavos un coste y un riesgo que no valía la pena, sus tierras en Islandia eran grandes, pero no fértiles. Los bosques eran escasos, solo había hielo, roca y arbustos, nada de lo que poder nutrirse salvo la pesca y el cultivo de patatas, de las que acababa uno hasta los mismísimos. La época de cultivo de otros productos era muy corta y criar ganado toda una odisea, no se podían permitir esclavos. Sin embargo, como cualquier escandinavo había convivido con ellos en las poblaciones más grandes.
No era diferente a tener animales en realidad, se tenían por una necesidad, se buscaban para obtener cierto beneficio de ellos, algunos a día de hoy todavía creían que el pánico y el garrote funcionaban mejor que cualquier otra cosa, él nunca creyó eso con sus propios animales, ¿Por qué iba a hacerlo con los esclavos? Era duro, eso sin dudar, pero no castigaba si no era necesario, no disfrutaba con la crueldad ni se aprovechaba de su poder, de ese modo la rentabilidad que se sacaba de esos activos era mucho mayor. Ser un esclavo en su casa no era sinónimo de ser infeliz, solo conformista.
No era consciente de lo raro que le parecía a la niña que comprase ropa, era igual que alimentarla o conseguirle un lugar donde dormir, unos quehaceres..Igual que ella tenía deberes, él tenía unas obligaciones para con sus sirvientes independientemente de la categoría. Además, ella estaría con su ama de llaves así que tendría cosas que aprender, básicas al principio y siempre vigilada, por si acaso.
Ysgramir levantó la mirada hacia donde la chica estaba mirando luego la devolvió a ella.- Señor Gunnarson o señor está bien. Como gustes.- Caminaba esquivando a la gente, aunque no tenía demasiada prisa, el bullicio no le gustaba pero si los puestos. Sin embargo, le ponía nervioso que ella siempre fuera detrás, al ser tan pequeña le daba la sensación de que en cualquier momento iba a darse la vuelta y no la encontraría allí, así que puso una mano en su espalda y la empujó hasta dejarla a su lado, a la vista.- ¿Por qué llevas el pelo corto?- Fue una pregunta sin más, que le había venido a la mente desde que la vio, por lo general las mujeres eran un grano en el culo con el tema del cabello.
Guió a la joven fuera de la algarabía y llegaron finalmente a un carruaje que les había estado esperando, el cochero les abrió la puerta y él ayudó a la chica a entrar con todas las bolsas antes de meterse él.- Actualmente, estamos en la finca, pero a menudo estoy en París. Mi ama de llaves se encarga de las dos propiedades, Helga va a donde yo voy, intenta aprender de ellas tanto como puedas. La señora Freisant necesitará ayuda con sus cosas, se está haciendo mayor aunque no lo admita y no soporto la competencia.
No era diferente a tener animales en realidad, se tenían por una necesidad, se buscaban para obtener cierto beneficio de ellos, algunos a día de hoy todavía creían que el pánico y el garrote funcionaban mejor que cualquier otra cosa, él nunca creyó eso con sus propios animales, ¿Por qué iba a hacerlo con los esclavos? Era duro, eso sin dudar, pero no castigaba si no era necesario, no disfrutaba con la crueldad ni se aprovechaba de su poder, de ese modo la rentabilidad que se sacaba de esos activos era mucho mayor. Ser un esclavo en su casa no era sinónimo de ser infeliz, solo conformista.
No era consciente de lo raro que le parecía a la niña que comprase ropa, era igual que alimentarla o conseguirle un lugar donde dormir, unos quehaceres..Igual que ella tenía deberes, él tenía unas obligaciones para con sus sirvientes independientemente de la categoría. Además, ella estaría con su ama de llaves así que tendría cosas que aprender, básicas al principio y siempre vigilada, por si acaso.
Ysgramir levantó la mirada hacia donde la chica estaba mirando luego la devolvió a ella.- Señor Gunnarson o señor está bien. Como gustes.- Caminaba esquivando a la gente, aunque no tenía demasiada prisa, el bullicio no le gustaba pero si los puestos. Sin embargo, le ponía nervioso que ella siempre fuera detrás, al ser tan pequeña le daba la sensación de que en cualquier momento iba a darse la vuelta y no la encontraría allí, así que puso una mano en su espalda y la empujó hasta dejarla a su lado, a la vista.- ¿Por qué llevas el pelo corto?- Fue una pregunta sin más, que le había venido a la mente desde que la vio, por lo general las mujeres eran un grano en el culo con el tema del cabello.
Guió a la joven fuera de la algarabía y llegaron finalmente a un carruaje que les había estado esperando, el cochero les abrió la puerta y él ayudó a la chica a entrar con todas las bolsas antes de meterse él.- Actualmente, estamos en la finca, pero a menudo estoy en París. Mi ama de llaves se encarga de las dos propiedades, Helga va a donde yo voy, intenta aprender de ellas tanto como puedas. La señora Freisant necesitará ayuda con sus cosas, se está haciendo mayor aunque no lo admita y no soporto la competencia.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: · Master, is that a shooting star? ·
La chiquilla no pudo evitar quedarse un tanto confusa al escuchar el nombre que su nuevo Amo le había dicho. A pesar de que lo había imaginado, tanto por su aspecto amenazador como por su presencia, distinta a la de la mayoría de personas que había conocido en su vida, eso le confirmó que se trataba de alguien extranjero. Su apellido no se asemejaba a ninguno que hubiese oído en el tiempo que había pasado en París, ¿pero de dónde sería? Quizá podría parecer extraño que una forastera encontrara la presencia de alguien extranjero como rara, pero en su experiencia, todos los inmigrantes de otros países no eran tratados precisamente como iguales. De hecho, todos a los que conocía pertenecían al mismo estrato social que ella, pero él era de la élite. ¿Cómo lo habría conseguido? ¿Bastaba el trabajo duro para conseguir un hueco entre las clases más altas, o se nacía de ese modo? Si era lo segundo, estaba condenada a ser siempre tratada como lo mismo.
- Señor... Gu...Gunnar-son... ehm... Señor. -Se decantó por simplemente referirse a él de forma educada, ya que su pronunciación era mucho peor de lo esperado. Le costaba pronunciar bien la erre, y especialmente en mitad de las palabras, así que eso era mejor y más respetuoso que referirse a él de forma errónea. - Haré que no se arrepienta de haberme comprado... O al menos lo intentaré. -A partir de ese momento debía estar atenta a todo lo que le dijera, y a las órdenes que formulara. La única forma de garantizar que su relación fuera mejor que en su "hogar" anterior era comenzar con buen pie desde el inicio. Se esforzó por caminar junto a él cuando el hombre la empujó hacia delante. Supuso que estaba intentando que no escapara, así que quizá podría haberle dicho que no se preocupara: de todas formas no tenía ningún sitio al que huir. Pero no lo hizo, y se limitó a mirar hacia el suelo. Era raro caminar a la par con alguien a quien servía, y las miradas de soslayo de los transeúntes parecían darle la razón.
- Es algo que me sugirió una anciana que conocí cuando me trajeron desde mi país para conseguir que estuviera a salvo. Lo poco que recuerdo de ella es lo que me dijo: "las chicas como tú, que no han nacido con la suerte de su lado, pueden tener muchos problemas si otros las encuentran agradables a la vista". La verdad no comprendí lo que quería decir, pero me lo dijo de un modo tan serio que siempre he intentado mantenerlo corto. Además, así es mucho más cómodo. -Tampoco es que nunca le hubiese prestado demasiada atención a su aspecto, no era algo que se requiriera para servir a otros, así que se limitaba a estar limpia y presentable tanto como le era posible. Pero había algo más.
Y es que lo que sus palabras reflejaban, en realidad, era un profundo desconocimiento de otro de los lados más oscuros de la realidad, de lo que le aguardaba a las personas de su clase y condición. A pesar de que había pasado por bastantes malos momentos como para escribir un libro, el hecho de que hubiera podido mantener la pureza de sus pensamientos, en su mayoría, había sido cuestión de suerte. A pesar de que su Amo no había sido bueno con ella en absoluto, visto desde afuera muchos podrían pensar que su situación podría haber sido mucho peor. Después de todo, a pesar de que era más frágil de lo que debía para ser considerada "útil" en muchos casos, no era mal parecida. Y en aquella época ya se sabía lo que eso podía significar. Bueno, al menos otros lo sabían, ella era demasiado ignorante como para imaginarlo.
Una vez alcanzaron el carruaje, el hombre comenzó a hablar un poco acerca de cómo sería su vida a partir de ese momento. Si sus tareas consistían en ayudar a alguien mayor, eso le facilitaría mucho las cosas. Siempre le resultaba sencillo imitar a sus mayores, y también ganarse su cariño y confianza rápidamente. Su carácter, afable y cercano, le facilitaba mucho las cosas. No era complicado que cocineras o niñeras se encariñaran de la chiquilla en poco tiempo. Su aspecto ayudaba, por supuesto. Era tan pequeña que su edad ni siquiera estaba del todo clara. - No se preocupe, Señor, me esforzaré por hacer todo cuanto me manden... Quizá deba tenerme un poco de paciencia al principio, pero le prometo que no tardaré mucho en adaptarme. -La tensión con la que había dicho eso, sin embargo, hacía que sus palabras no resultaran demasiado confiables, y es que no le gustaba estar en sitios tan estrechos con otras personas. Le recordaba demasiado a la forma en que la habían traído hasta París.
- Señor... Gu...Gunnar-son... ehm... Señor. -Se decantó por simplemente referirse a él de forma educada, ya que su pronunciación era mucho peor de lo esperado. Le costaba pronunciar bien la erre, y especialmente en mitad de las palabras, así que eso era mejor y más respetuoso que referirse a él de forma errónea. - Haré que no se arrepienta de haberme comprado... O al menos lo intentaré. -A partir de ese momento debía estar atenta a todo lo que le dijera, y a las órdenes que formulara. La única forma de garantizar que su relación fuera mejor que en su "hogar" anterior era comenzar con buen pie desde el inicio. Se esforzó por caminar junto a él cuando el hombre la empujó hacia delante. Supuso que estaba intentando que no escapara, así que quizá podría haberle dicho que no se preocupara: de todas formas no tenía ningún sitio al que huir. Pero no lo hizo, y se limitó a mirar hacia el suelo. Era raro caminar a la par con alguien a quien servía, y las miradas de soslayo de los transeúntes parecían darle la razón.
- Es algo que me sugirió una anciana que conocí cuando me trajeron desde mi país para conseguir que estuviera a salvo. Lo poco que recuerdo de ella es lo que me dijo: "las chicas como tú, que no han nacido con la suerte de su lado, pueden tener muchos problemas si otros las encuentran agradables a la vista". La verdad no comprendí lo que quería decir, pero me lo dijo de un modo tan serio que siempre he intentado mantenerlo corto. Además, así es mucho más cómodo. -Tampoco es que nunca le hubiese prestado demasiada atención a su aspecto, no era algo que se requiriera para servir a otros, así que se limitaba a estar limpia y presentable tanto como le era posible. Pero había algo más.
Y es que lo que sus palabras reflejaban, en realidad, era un profundo desconocimiento de otro de los lados más oscuros de la realidad, de lo que le aguardaba a las personas de su clase y condición. A pesar de que había pasado por bastantes malos momentos como para escribir un libro, el hecho de que hubiera podido mantener la pureza de sus pensamientos, en su mayoría, había sido cuestión de suerte. A pesar de que su Amo no había sido bueno con ella en absoluto, visto desde afuera muchos podrían pensar que su situación podría haber sido mucho peor. Después de todo, a pesar de que era más frágil de lo que debía para ser considerada "útil" en muchos casos, no era mal parecida. Y en aquella época ya se sabía lo que eso podía significar. Bueno, al menos otros lo sabían, ella era demasiado ignorante como para imaginarlo.
Una vez alcanzaron el carruaje, el hombre comenzó a hablar un poco acerca de cómo sería su vida a partir de ese momento. Si sus tareas consistían en ayudar a alguien mayor, eso le facilitaría mucho las cosas. Siempre le resultaba sencillo imitar a sus mayores, y también ganarse su cariño y confianza rápidamente. Su carácter, afable y cercano, le facilitaba mucho las cosas. No era complicado que cocineras o niñeras se encariñaran de la chiquilla en poco tiempo. Su aspecto ayudaba, por supuesto. Era tan pequeña que su edad ni siquiera estaba del todo clara. - No se preocupe, Señor, me esforzaré por hacer todo cuanto me manden... Quizá deba tenerme un poco de paciencia al principio, pero le prometo que no tardaré mucho en adaptarme. -La tensión con la que había dicho eso, sin embargo, hacía que sus palabras no resultaran demasiado confiables, y es que no le gustaba estar en sitios tan estrechos con otras personas. Le recordaba demasiado a la forma en que la habían traído hasta París.
Jamile S. Czinege- Gitano
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Re: · Master, is that a shooting star? ·
Si la niña hubiera preguntado al nórdico en voz podría haberle contestado que nada más lejos de la verdad, por supuesto el trabajo duro había hecho de él lo que era pero no cuando estaba vivo. Había conseguido lo más cercano a una vida de satisfacción plena, con todo lo que alguien como él hubiera podido esperar, pero no tenía grandes recursos ni conocimientos, una propiedad difícilmente próspera cuyo trabajo duro agotaba a cualquiera. Aun así, había sido feliz, que era muy diferente a pertenecer a la élite social, eso solo lo consiguió después, una vez que su vida se había agotado, una vez que el tiempo dejó de tener significado para él.
Estaba satisfecho con la actitud de la chica, con intentarlo por el momento le bastaba y miró de reojo a la muchacha. Él comprendía muy bien a la anciana, pero hasta ahora no se había fijado en si esa esclava era llamativa o no, seguramente a la mayoría de hombres les daría igual, habían pasado siglos y sin embargo los varones seguían igual de estúpidos, con una sola cabeza puesta entre las piernas. A él nunca le habían atraído las mujeres excesivamente jóvenes, se había vuelto viejo o el tiempo que llevaba viviendo le había hecho ver la edad de las personas en otra escala, solo tenía trece años, era una niña, pero en su época con trece años se era perfectamente capaz de casarse y de tener hijos, si lo pensaba fríamente ella era capaz de atraer a cualquiera sin proponérselo, solo por ser mujer. Dándole vueltas al asunto recordó que él conoció a su mujer cuando ella tenía dieciséis años..Solo eran tres más que esa chica y ahora le parecía tan niña...Sería incapaz de ponerle una mano encima. Le gustaban las mujeres, no las muchachas a medio hacer.- Fue un buen consejo. No creo que ahora lo necesites..Le cortaré las manos y se las serviré a mis perros si alguien se atreviera a tocar mi propiedad, pero entiendo que seas precavida.- Tampoco quiso abrirle los ojos a la verdad, no sabía si ella se hacía la tonta o despistada o simplemente aun permanecía ajena a la crueldad del mundo y en un ser tan joven no iba a ser él quien le explorase la burbuja.
Al notar que la chica se ponía tensa y que su voz marcaba un tono de incomodad, arqueó una ceja y la miró mientras el carruaje se traqueteaba al ritmo de los caballos.- La señora Fraisant es estricta pero no es mala mujer, no temas.- Dijo, interpretando mal a la pequeña.- Y Helga..Helga es extremadamente eficaz y diligente, pero le costó serlo, ahora es lo más útil que tengo. Aprende de ella tanto como puedas, cada uno tenemos nuestras ventajas, no espero que sepas moverte a mi alrededor en un par de semanas, la precisión requiere tiempo y práctica. Descubriremos cuál es tu utilidad tarde o temprano, todo el mundo tiene al menos algo en lo que es bueno.
Lo que era difícil era que además a esa persona le gustase hacerlo, pero bueno...Eso era secundario. Tardaron bastante en llegar a la finca, porque estaba lejos de París, en un rincón así podría decirse que era casi idílico, con grandes paisajes y una mansión central y varios edificios a su alrededor que pertenecían a las mismas tierras. Una pequeña villa perdida en la nada, con guardabosques, jardineros, cuidadores, sirvientes y esclavos, pero no en grandes cantidades, en las justas. Una perra lanzaba ladridos en cuanto el carruaje se asomó a pocos kilómetros de la entrada al lugar y salió corriendo a seguir el carruaje ladrando y moviendo el rabo alegremente.
El cochero se detuvo,Ysgramir le pagó y luego ayudó a la chica a descargar todo y a bajar ella misma, la perra estaba ya como loca, saltando a su alrededor intentando llamar a atención y era el animal bastante grande, así que finalmente el cainita apoyó la mano sobre su cabeza para calmar al can y luego este fue a olfatear a la nueva adquisición, con aire desconfiado, al ver que probablemente la niña no era muy peligrosa siguió al vampiro de cerca, como escoltándole hasta la finca. Apenas había gente, era tarde y la noche era ya cerrada, de modo que la mayoría de sirvientes estaban ya acostados, sin embargo cuando llegaron a la entrada de la casa, les recibió una anciana en bata con el cabello recogido con una redecilla para dormir.-..Podía haber elegido usted a alguien con más carnes. Esta se me va a partir con los calderos.- Gunnarson entró en la casa pisando fuertemente el felpudo para quitarse la suciedad, de hecho tardó bastante hasta estar satisfecho, se quitó la chaqueta dejándola en un perchero de la entrada.- Es su responsabilidad engordarla, señora Fraisant.- la mujer gruñó y miró inquisitivamente a la muchacha.- Vaya a la cama, ya me encargo yo. ¿Está todo listo?- Si, señor.- Ysgramir no necesitó comentar nada más, la mujer subió y desapareció por las escaleras mientras el cainita cogía las bolsas y las dejaba todas en el salón antes de guiar a la muchacha a la cocina, donde había un rico olor a estofado. Sacó un servicio para la chica y colocó la olla sobre la mesa para que pudiera servirse. Se recostó sobre la repisa y observó a la chiquilla, en silencio, pensando.
Estaba satisfecho con la actitud de la chica, con intentarlo por el momento le bastaba y miró de reojo a la muchacha. Él comprendía muy bien a la anciana, pero hasta ahora no se había fijado en si esa esclava era llamativa o no, seguramente a la mayoría de hombres les daría igual, habían pasado siglos y sin embargo los varones seguían igual de estúpidos, con una sola cabeza puesta entre las piernas. A él nunca le habían atraído las mujeres excesivamente jóvenes, se había vuelto viejo o el tiempo que llevaba viviendo le había hecho ver la edad de las personas en otra escala, solo tenía trece años, era una niña, pero en su época con trece años se era perfectamente capaz de casarse y de tener hijos, si lo pensaba fríamente ella era capaz de atraer a cualquiera sin proponérselo, solo por ser mujer. Dándole vueltas al asunto recordó que él conoció a su mujer cuando ella tenía dieciséis años..Solo eran tres más que esa chica y ahora le parecía tan niña...Sería incapaz de ponerle una mano encima. Le gustaban las mujeres, no las muchachas a medio hacer.- Fue un buen consejo. No creo que ahora lo necesites..Le cortaré las manos y se las serviré a mis perros si alguien se atreviera a tocar mi propiedad, pero entiendo que seas precavida.- Tampoco quiso abrirle los ojos a la verdad, no sabía si ella se hacía la tonta o despistada o simplemente aun permanecía ajena a la crueldad del mundo y en un ser tan joven no iba a ser él quien le explorase la burbuja.
Al notar que la chica se ponía tensa y que su voz marcaba un tono de incomodad, arqueó una ceja y la miró mientras el carruaje se traqueteaba al ritmo de los caballos.- La señora Fraisant es estricta pero no es mala mujer, no temas.- Dijo, interpretando mal a la pequeña.- Y Helga..Helga es extremadamente eficaz y diligente, pero le costó serlo, ahora es lo más útil que tengo. Aprende de ella tanto como puedas, cada uno tenemos nuestras ventajas, no espero que sepas moverte a mi alrededor en un par de semanas, la precisión requiere tiempo y práctica. Descubriremos cuál es tu utilidad tarde o temprano, todo el mundo tiene al menos algo en lo que es bueno.
Lo que era difícil era que además a esa persona le gustase hacerlo, pero bueno...Eso era secundario. Tardaron bastante en llegar a la finca, porque estaba lejos de París, en un rincón así podría decirse que era casi idílico, con grandes paisajes y una mansión central y varios edificios a su alrededor que pertenecían a las mismas tierras. Una pequeña villa perdida en la nada, con guardabosques, jardineros, cuidadores, sirvientes y esclavos, pero no en grandes cantidades, en las justas. Una perra lanzaba ladridos en cuanto el carruaje se asomó a pocos kilómetros de la entrada al lugar y salió corriendo a seguir el carruaje ladrando y moviendo el rabo alegremente.
El cochero se detuvo,Ysgramir le pagó y luego ayudó a la chica a descargar todo y a bajar ella misma, la perra estaba ya como loca, saltando a su alrededor intentando llamar a atención y era el animal bastante grande, así que finalmente el cainita apoyó la mano sobre su cabeza para calmar al can y luego este fue a olfatear a la nueva adquisición, con aire desconfiado, al ver que probablemente la niña no era muy peligrosa siguió al vampiro de cerca, como escoltándole hasta la finca. Apenas había gente, era tarde y la noche era ya cerrada, de modo que la mayoría de sirvientes estaban ya acostados, sin embargo cuando llegaron a la entrada de la casa, les recibió una anciana en bata con el cabello recogido con una redecilla para dormir.-..Podía haber elegido usted a alguien con más carnes. Esta se me va a partir con los calderos.- Gunnarson entró en la casa pisando fuertemente el felpudo para quitarse la suciedad, de hecho tardó bastante hasta estar satisfecho, se quitó la chaqueta dejándola en un perchero de la entrada.- Es su responsabilidad engordarla, señora Fraisant.- la mujer gruñó y miró inquisitivamente a la muchacha.- Vaya a la cama, ya me encargo yo. ¿Está todo listo?- Si, señor.- Ysgramir no necesitó comentar nada más, la mujer subió y desapareció por las escaleras mientras el cainita cogía las bolsas y las dejaba todas en el salón antes de guiar a la muchacha a la cocina, donde había un rico olor a estofado. Sacó un servicio para la chica y colocó la olla sobre la mesa para que pudiera servirse. Se recostó sobre la repisa y observó a la chiquilla, en silencio, pensando.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/08/2017
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: · Master, is that a shooting star? ·
La paciencia con la que el hombre le hablaba acerca de su futuro inmediato la hizo sentirse mucho mejor. En la mayoría de ocasiones, sus anteriores propietarios parecían creer que simplemente por tener la etiqueta de "sirviente", inmediatamente la niña ya sabía y era consciente de lo que debía hacer, de las labores que debía llevar a cabo. Evidentemente, eso no podía ser verdad, y su experiencia lo había demostrado. No todos esperaban lo mismo de ella, -ojala hubiera sido así, eso habría facilitado las cosas-, y es que cada cual precisa de un sirviente, de un criado, o de un esclavo, por razones diferentes y para hacer cosas distintas. Jamile se había encargado de la limpieza, de la ayuda en la cocina, de dar comida a caballos, de seguir continuamente a damas o incluso de cuidar niños, pero obviamente no había comenzado a hacer nada de eso hasta que alguien le había llamado la atención al respecto, haciéndole saber, de forma normalmente violenta, que no estaba haciendo bien su "trabajo". Una vocecilla rebelde que procedía de su cabeza a veces quería exclamar en voz alta "¡Si me lo hubieras dicho desde el principio, lo habría hecho!". Pero Jamile era lo bastante lista como para no expresar lo que esa voz decía en voz alta, y se limitaba a sonreír para sí. Al fin y al cabo, estaba de acuerdo.
Pero su nuevo Señor le aclaró desde el principio, antes incluso de que ella se pusiera a hacer preguntas, las cosas que tenía que hacer, y aunque no había entrado en muchos detalles, también le hizo saber que no le importaba que se tomara su tiempo en aprender sus nuevas obligaciones. Ese era un cambio a mejor, sin duda, y algo que la hacía extrañamente feliz. Sí, puede que fuera una razón bastante tonta para alegrarse, pero le ahorraba el miedo inicial a recibir una golpiza por no ser capaz de leerle la mente a su Amo para así saber qué demonios esperaba que hiciera. Era una novedad más que bien recibida. Así que sonrió tímidamente a sus palabras, intentando memorizar aquellos nombres tan extraños, para luego dirigir la vista al exterior del carruaje. El paisaje comenzó a cambiar a medida que se desplazaban. Se alejaban del centro, y aunque eso la hacía sentirse entusiasmada, ya que en las afueras había más bosque, también le preocupaba un poco. ¿Sabría volver en caso de que la mandaran a la ciudad? ¿Y qué pasaba con las personas a las que conocía? No era el momento para pensar en ello, pero le preocupaba un poco, la verdad.
Cuando parecieron llegar al destino deseado, lo que primero la recibió fue un enorme perro que parecía de lo más alegre al ver a su Amo. Eso la hizo sonreír nuevamente, y es que siempre había pensado que las personas a las que se acercaban los animales no podían ser malas personas. Se quedó quieta cuando el animal la olfateó, aunque no pudo evitar soltar una risilla al notar la humedad de su nariz, eso pareció relajar a la perra, quien decidió que la niña ya no era una amenaza, y Jamile no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo le llevaría hasta que pudiera considerarla su amiga. Ese sería su primer reto en su nuevo hogar. Su siguiente misión sería probarle a la anciana que abrió la puerta que ella era muy capaz de sujetar cualquier caldero (¿cuánto podía pesar uno para llegar a partirla? ¡Imposible!). Su aspecto le recordaba a un abuelita sabia pero amable, y esperó que ella no le hubiera causado tampoco mala impresión.
Al dar el primer paso en el otro umbral de la puerta, la primera impresión que tuvo no tuvo nada que ver con el aspecto del sitio, ni con los muebles. No: era ese olorcillo que procedía de algún lugar de la mansión lo que la tenía fascinada. Y por suerte para ella, los pasos de su Amo los llevaron a ambos cada vez más cerca de la fuente de aquel aroma. Se tragó las ganas de correr en su búsqueda, y se dijo a sí misma que luego se tomaría su tiempo para observar detenidamente la que sería su nueva casa. Pero ahora esperaba, rezaba, suplicaba, por poder probar lo que fuera que estuviera esperando al final del pasillo. ¿Cuando fue la última vez que se le permitió tomar algo que despidiera un aroma, siquiera semejante, al de aquel estofado? No dijo nada cuando el Señor le sirvió en el plato, pero no pudo evitar abrir los ojos como platos. No era la mejor muestra de modales, desde luego, pero lucía demasiado delicioso como para acordarse de eso.
Por suerte, tuvo el bastante autocontrol como para acordarse de parte del protocolo, el que dictaba que de ninguna forma un sirviente comerá antes que su Amo. De hecho, era extraño que hubiera sido precisamente él quien le sirviera la comida, pero había muchas cosas que el Señor hacía de forma diferente, y estaba agradecida por ello. - ¿Usted no come? -Preguntó la niña tímidamente, mirando al plato y a su nuevo Amo de forma alternativa. Intentaba ser sutil, pero no podía evitarlo: su mano se acercaba temblorosametne a la cuchara al mismo tiempo que su estómago comenzaba a hacer aquellos vergonzosos quejidos cada vez con más frecuencia e intensidad. Si aquel hombre fuese como cualquiera de los otros señores que había tenido, habría considerado su actitud, especialmente el demostrar tan abiertamente que estaba hambrienta, como un insulto. Pero el Señor Gunnar... el Señor, no sólo no dijo nada, sino que pareció encontrar graciosa su pregunta.
Pasados unos minutos, y al comprender que él no iba a comer y que en realidad la estaba evaluando (o al menos eso era lo que parecía), no pudo evitar ceder finalmente a la tentación y dar el primer bocado a aquel delicioso plato... Seguido del cual prosiguieron otros muchos, hasta que se zambulló de lleno en la tarea de devorar aquella sabrosa creación sin pararse a pensar en nada más que en lo afortunada que se sentía por poder probarla. ¡Qué maravilla! Su alegría y gratitud se reflejaron con total claridad en su rostro, y en la sonrisa que tenía estampada en el mismo, de oreja a oreja. Con mofletes enrojecidos y la boca llena, comenzó a tararear incluso. - ¡Gracias! ¡Gracias! Está tan rico que podría comer para siempre. -En cuanto abrió la boca, sin embargo, se ruborizó hasta la punta de los pies (¡mínimo!), dándose cuenta de lo terrible de su actitud, y comenzó a comer más despacio, pero sin detenerse hasta acabar el plato. Cuando finalmente terminó, se sentía tan llena que pensaba que a lo largo de la noche probablemente le dieran náuseas, pero la simple idea de tener indigestión por haber comido mucho la hacía sentir tan feliz que le daba exactamente lo mismo. Se quedó quieta durante un momento, pensando en que debía hacer, cuando finalmente dio el paso que consideró más correcto, y se acercó con el plato y los cubiertos a una tina de agua para proceder a limpiarlos. No sabía si ese acabaría siendo o no su trabajo, pero limpiar lo que ensucias siempre le había parecido una simple cuestión de modales.
Tras llevar a cabo aquella simple tarea, se volteó sobre sus talones y miró al hombre, mordiéndose en labio y con la duda dibujada en el semblante, mejillas aún sonrojadas, pero esta vez como muestra de haber tomado una buena comida. - Ehm... Gracias por la comida... ¿Qué debería hacer ahora, Señor? -Preguntó en voz baja, pero su tono no podía disimular su buen humor. Daba igual cual fuera la siguiente orden: se sentía tan satisfecha que haría cualquier cosa sin rechistar.
Pero su nuevo Señor le aclaró desde el principio, antes incluso de que ella se pusiera a hacer preguntas, las cosas que tenía que hacer, y aunque no había entrado en muchos detalles, también le hizo saber que no le importaba que se tomara su tiempo en aprender sus nuevas obligaciones. Ese era un cambio a mejor, sin duda, y algo que la hacía extrañamente feliz. Sí, puede que fuera una razón bastante tonta para alegrarse, pero le ahorraba el miedo inicial a recibir una golpiza por no ser capaz de leerle la mente a su Amo para así saber qué demonios esperaba que hiciera. Era una novedad más que bien recibida. Así que sonrió tímidamente a sus palabras, intentando memorizar aquellos nombres tan extraños, para luego dirigir la vista al exterior del carruaje. El paisaje comenzó a cambiar a medida que se desplazaban. Se alejaban del centro, y aunque eso la hacía sentirse entusiasmada, ya que en las afueras había más bosque, también le preocupaba un poco. ¿Sabría volver en caso de que la mandaran a la ciudad? ¿Y qué pasaba con las personas a las que conocía? No era el momento para pensar en ello, pero le preocupaba un poco, la verdad.
Cuando parecieron llegar al destino deseado, lo que primero la recibió fue un enorme perro que parecía de lo más alegre al ver a su Amo. Eso la hizo sonreír nuevamente, y es que siempre había pensado que las personas a las que se acercaban los animales no podían ser malas personas. Se quedó quieta cuando el animal la olfateó, aunque no pudo evitar soltar una risilla al notar la humedad de su nariz, eso pareció relajar a la perra, quien decidió que la niña ya no era una amenaza, y Jamile no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo le llevaría hasta que pudiera considerarla su amiga. Ese sería su primer reto en su nuevo hogar. Su siguiente misión sería probarle a la anciana que abrió la puerta que ella era muy capaz de sujetar cualquier caldero (¿cuánto podía pesar uno para llegar a partirla? ¡Imposible!). Su aspecto le recordaba a un abuelita sabia pero amable, y esperó que ella no le hubiera causado tampoco mala impresión.
Al dar el primer paso en el otro umbral de la puerta, la primera impresión que tuvo no tuvo nada que ver con el aspecto del sitio, ni con los muebles. No: era ese olorcillo que procedía de algún lugar de la mansión lo que la tenía fascinada. Y por suerte para ella, los pasos de su Amo los llevaron a ambos cada vez más cerca de la fuente de aquel aroma. Se tragó las ganas de correr en su búsqueda, y se dijo a sí misma que luego se tomaría su tiempo para observar detenidamente la que sería su nueva casa. Pero ahora esperaba, rezaba, suplicaba, por poder probar lo que fuera que estuviera esperando al final del pasillo. ¿Cuando fue la última vez que se le permitió tomar algo que despidiera un aroma, siquiera semejante, al de aquel estofado? No dijo nada cuando el Señor le sirvió en el plato, pero no pudo evitar abrir los ojos como platos. No era la mejor muestra de modales, desde luego, pero lucía demasiado delicioso como para acordarse de eso.
Por suerte, tuvo el bastante autocontrol como para acordarse de parte del protocolo, el que dictaba que de ninguna forma un sirviente comerá antes que su Amo. De hecho, era extraño que hubiera sido precisamente él quien le sirviera la comida, pero había muchas cosas que el Señor hacía de forma diferente, y estaba agradecida por ello. - ¿Usted no come? -Preguntó la niña tímidamente, mirando al plato y a su nuevo Amo de forma alternativa. Intentaba ser sutil, pero no podía evitarlo: su mano se acercaba temblorosametne a la cuchara al mismo tiempo que su estómago comenzaba a hacer aquellos vergonzosos quejidos cada vez con más frecuencia e intensidad. Si aquel hombre fuese como cualquiera de los otros señores que había tenido, habría considerado su actitud, especialmente el demostrar tan abiertamente que estaba hambrienta, como un insulto. Pero el Señor Gunnar... el Señor, no sólo no dijo nada, sino que pareció encontrar graciosa su pregunta.
Pasados unos minutos, y al comprender que él no iba a comer y que en realidad la estaba evaluando (o al menos eso era lo que parecía), no pudo evitar ceder finalmente a la tentación y dar el primer bocado a aquel delicioso plato... Seguido del cual prosiguieron otros muchos, hasta que se zambulló de lleno en la tarea de devorar aquella sabrosa creación sin pararse a pensar en nada más que en lo afortunada que se sentía por poder probarla. ¡Qué maravilla! Su alegría y gratitud se reflejaron con total claridad en su rostro, y en la sonrisa que tenía estampada en el mismo, de oreja a oreja. Con mofletes enrojecidos y la boca llena, comenzó a tararear incluso. - ¡Gracias! ¡Gracias! Está tan rico que podría comer para siempre. -En cuanto abrió la boca, sin embargo, se ruborizó hasta la punta de los pies (¡mínimo!), dándose cuenta de lo terrible de su actitud, y comenzó a comer más despacio, pero sin detenerse hasta acabar el plato. Cuando finalmente terminó, se sentía tan llena que pensaba que a lo largo de la noche probablemente le dieran náuseas, pero la simple idea de tener indigestión por haber comido mucho la hacía sentir tan feliz que le daba exactamente lo mismo. Se quedó quieta durante un momento, pensando en que debía hacer, cuando finalmente dio el paso que consideró más correcto, y se acercó con el plato y los cubiertos a una tina de agua para proceder a limpiarlos. No sabía si ese acabaría siendo o no su trabajo, pero limpiar lo que ensucias siempre le había parecido una simple cuestión de modales.
Tras llevar a cabo aquella simple tarea, se volteó sobre sus talones y miró al hombre, mordiéndose en labio y con la duda dibujada en el semblante, mejillas aún sonrojadas, pero esta vez como muestra de haber tomado una buena comida. - Ehm... Gracias por la comida... ¿Qué debería hacer ahora, Señor? -Preguntó en voz baja, pero su tono no podía disimular su buen humor. Daba igual cual fuera la siguiente orden: se sentía tan satisfecha que haría cualquier cosa sin rechistar.
- PD:
- ¡Siento muchísimo la demora! ToT
Meses complicados...
Jamile S. Czinege- Gitano
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Fecha de inscripción : 06/09/2013
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