AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Camino sin fin. → Zenevieva Nikoláievich
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Camino sin fin. → Zenevieva Nikoláievich
"¿Que es un amigo?
Una sola alma habitando en dos cuerpos."
- Aristóteles
Una sola alma habitando en dos cuerpos."
- Aristóteles
Habían pasado un par de semanas desde que Imhotep y Siobhan no se habían visto. Aquello era extraño, pues mantenían una amistad muy estrecha, la mayor parte del tiempo hacían cosas juntos. Nadie entendía esa amistad, ni siquiera ellos, pero no había mucho que entender. Ella era feliz con un amigo así, en ocasiones podía verlo cómo un familiar, pero otras… No, simplemente no podía verlo cómo tal. Como se dice, es extraño, diferente, pero muy especial. La joven disfrutaba de las bromas que su amigo le hacía, y él quizás disfrutaba de su compañía. Todo era felicidad entre ellos, pues al no tener muchas personas a su alrededor, sólo se tenían mutuamente. ¿Acaso había demasiada extrañeza en eso? No es que se deba descifrar todo, pero los seres pensantes siempre buscan explicaciones y respuestas, todo con tal de saber cada detalle del ajeno.
Dado que la castaña vivía a las afueras de la ciudad, mucha gente pasaba, los miraba y siempre les preguntaban ¿qué hacían juntos? Cosa que para ella era bastante extraño, nunca había dado motivos para que todos pensaran mal, o que hubieran dobles intenciones, pero el ser humano como siempre mal entiende todo, imagina historias demasiado extrañas, en ocasiones aciertan, en otras simplemente se equivocan, pero tanta era la insistencia de todos a su alrededor, que en ocasiones llegaba a pensar que quizás si podría resultar. ¿Resultar qué? Que existiera una especie de atracción, una relación, algo que los mantuviera unidos no sólo por una amistad, sino también por algo más. ¿Acaso él pensaría lo mismo? Varias veces habían platicado al respecto, ¿pero acaso se podría? ¡Ellos eran como hermanos! O quizá como un papá y una hija. Nadie lo sabría.
Los últimos sucesos que habían acontecido en su vida la tenían con los pelos de punta. Todo daba vueltas, y aunque no entendía porqué pasaban tales cosas, debía tener fe en que todo estaba bien con ella. Quizás por esa razón no dejaba de sonreír, porqué siempre tenía una esperanza, porqué siempre debía estar feliz. La joven tenía un carácter particular, y siempre, siempre se encontraba una sonrisa detrás de ese rostro caprichoso y testarudo. Cada situación que se le presentaba, lo veía de forma positiva, le sacaba un aprendizaje, y sino le funcionaba simplemente lo desechaba. Su último encuentro con un desconocido que la llevó a casa después de encontrarlo en medio del bosque, la hacía pensar a cada momento en el rostro del hombre, debía compartirlo con su amigo, él debía darle un consejo.
Se despertó demasiado temprano, ni siquiera habían salido los rayos del sol. Su amigo no podía salir de casa antes de que ella llegara. Había preparado un desayuno perfecto para los dos, incluso había batido de plátano con leche de vaca. Todo perfectamente organizado y ordenado en una canasta de madera, de esas que se utilizan para el picnic en un prado. Salió de casa no sin antes ponerse un bonito vestido rosado, uno pálido, que hacía ver más hermosa su piel. Sus cabellos estaban sueltos, y a un lado había el adorno de una hermosa flor del mismo tono de su vestido.
Emprendió el camino a paso apresurado. Y antes de que el sol dejara ver sus primeros rayos, la joven ya estaba tocando la puerta de madera de aquel hogar, la cual resonaba pidiendo la atención del visitante al dueño.
— Ya despierte, te he traído el desayuno, eso por compensación a despertarle temprano — Siguió tocando, sabía las manías que tenía su amigo, era todo un dormilón cuando se lo proponía. — ¡Ábrame ya! — Estaba a punto de tirar la puerta pues no recibía respuesta. Aquello comenzaba ponerle un poco triste. Se sentó en la entrada, le tocaría ver los primeros rayos del sol sin su amigo, ni modo, no le quedaba de otra. Dejó la canasta a un lado, recargó sus brazos en las rodillas, y su cabeza la dejó en sus palmas, mirando hacía el bosque, mirando hacía la nada, hacía la obscuridad, esperando que la luz se hiciera presente.
Dado que la castaña vivía a las afueras de la ciudad, mucha gente pasaba, los miraba y siempre les preguntaban ¿qué hacían juntos? Cosa que para ella era bastante extraño, nunca había dado motivos para que todos pensaran mal, o que hubieran dobles intenciones, pero el ser humano como siempre mal entiende todo, imagina historias demasiado extrañas, en ocasiones aciertan, en otras simplemente se equivocan, pero tanta era la insistencia de todos a su alrededor, que en ocasiones llegaba a pensar que quizás si podría resultar. ¿Resultar qué? Que existiera una especie de atracción, una relación, algo que los mantuviera unidos no sólo por una amistad, sino también por algo más. ¿Acaso él pensaría lo mismo? Varias veces habían platicado al respecto, ¿pero acaso se podría? ¡Ellos eran como hermanos! O quizá como un papá y una hija. Nadie lo sabría.
Los últimos sucesos que habían acontecido en su vida la tenían con los pelos de punta. Todo daba vueltas, y aunque no entendía porqué pasaban tales cosas, debía tener fe en que todo estaba bien con ella. Quizás por esa razón no dejaba de sonreír, porqué siempre tenía una esperanza, porqué siempre debía estar feliz. La joven tenía un carácter particular, y siempre, siempre se encontraba una sonrisa detrás de ese rostro caprichoso y testarudo. Cada situación que se le presentaba, lo veía de forma positiva, le sacaba un aprendizaje, y sino le funcionaba simplemente lo desechaba. Su último encuentro con un desconocido que la llevó a casa después de encontrarlo en medio del bosque, la hacía pensar a cada momento en el rostro del hombre, debía compartirlo con su amigo, él debía darle un consejo.
Se despertó demasiado temprano, ni siquiera habían salido los rayos del sol. Su amigo no podía salir de casa antes de que ella llegara. Había preparado un desayuno perfecto para los dos, incluso había batido de plátano con leche de vaca. Todo perfectamente organizado y ordenado en una canasta de madera, de esas que se utilizan para el picnic en un prado. Salió de casa no sin antes ponerse un bonito vestido rosado, uno pálido, que hacía ver más hermosa su piel. Sus cabellos estaban sueltos, y a un lado había el adorno de una hermosa flor del mismo tono de su vestido.
Emprendió el camino a paso apresurado. Y antes de que el sol dejara ver sus primeros rayos, la joven ya estaba tocando la puerta de madera de aquel hogar, la cual resonaba pidiendo la atención del visitante al dueño.
— Ya despierte, te he traído el desayuno, eso por compensación a despertarle temprano — Siguió tocando, sabía las manías que tenía su amigo, era todo un dormilón cuando se lo proponía. — ¡Ábrame ya! — Estaba a punto de tirar la puerta pues no recibía respuesta. Aquello comenzaba ponerle un poco triste. Se sentó en la entrada, le tocaría ver los primeros rayos del sol sin su amigo, ni modo, no le quedaba de otra. Dejó la canasta a un lado, recargó sus brazos en las rodillas, y su cabeza la dejó en sus palmas, mirando hacía el bosque, mirando hacía la nada, hacía la obscuridad, esperando que la luz se hiciera presente.
Última edición por Siobhan Lundqvist el Lun Jun 18, 2018 9:04 pm, editado 1 vez
Siobhan Lundqvist- Humano Clase Alta
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Re: Camino sin fin. → Zenevieva Nikoláievich
¿Qué era lo que le estaba pasando?, ¿Por qué ahora que su vida parecía estar tomando rumbo le sucedían nuevamente cosas extrañas?. Esas era las preguntas que la bruja trataba de responder mientras caminaba por la zona de bosques, buscando la salida de aquel verdor para poder después, volver a la casa de su tía, quien seguramente le estaría esperando preocupada además de que era la única que podría explicarle a Zenevieva lo ocurrido durante la noche.
Las Nikoláievich habían esperado pasar una velada tranquila en el bosque, completando lo que era una tradición familiar. Las brujas, donde quiera que se encontraban, estaban obligadas a llevar a cabo una ofrenda a la madre luna; astro que brindaba gran parte de sus poderes a los hechiceros y les daba además protección. Emocionada de poder realizar la ofrenda al lado de alguien nuevamente, Zenevieva se había preparado perfectamente e incluso, mandó a confeccionar un hermoso vestido color negro con detalles en plateado para la ocasión, además que preparo todas sus ofrendas con sus propias manos, algo que su tía no hizo, ya que prefirió mandarlas hacer, como si de simples regalos se tratasen. Cuando la noche esperada llegará, las brujas subieron al carruaje de la familia y se dejaron guiar hasta la entrada a la zona boscosa, sitio donde descendieron del vehículo para continuar su camino a pie. Ambas anduvieron en silencio gran parte de camino y solo se dirigieron la palabra cuando creían haber encontrado el claro adecuado para la ofrenda.
Una vez instaladas en el lugar que veían optimo para su celebración, las dos hechiceras se acercaron la una a la otra para después iniciar con la recitación de algunos hechizos de protección y eran, precisamente aquellos hechizos lo último que Zenevieva era capaz de recordar.
La joven bruja había despertado sobre un lecho de hojas secas cuando la oscuridad aún cubría los bosques, se encontraba en sitio desconocido y su tía no se hallaba cerca; así que confundida pero sobre todo temerosa, se levantó y comenzó a caminar, buscando con desespero algo de civilización. Sus pensamientos, no paraban de ir a la fatídica noche en que Francis hubiera muerto, noche en la que al igual que ese día, despertaba confundida y bañada en sangre. Lo único que reconfortaba su alma era que cerca de ella o en su cuerpo, no había restos de sangre, lo que le llevaba a pensar que nada malo había sucedido.
Después de caminar durante lo que le pareció una eternidad, la hechicera logro encontrar por fin las orillas de la zona residencial. Una sonrisa apareció en su rostro y la esperanza inundo su corazón pues el único inconveniente ahora radicaba en que no tenía la menor idea de donde es que se encontraba. De pie entonces, observando las casas y sin moverse mucho más fuera de la zona boscosa, Zenevieva dio con la figura de una muchacha sentada en la entrada de una de las residencias y sin pensarlo dos veces, avanzo hasta ella.
– Buenos días, disculpa, ¿Podrías decirme dónde estamos? – sonrió, esperando que la desconocida no creyera que tenía malas intenciones, en especial después de verla emerger desde el bosque.
Las Nikoláievich habían esperado pasar una velada tranquila en el bosque, completando lo que era una tradición familiar. Las brujas, donde quiera que se encontraban, estaban obligadas a llevar a cabo una ofrenda a la madre luna; astro que brindaba gran parte de sus poderes a los hechiceros y les daba además protección. Emocionada de poder realizar la ofrenda al lado de alguien nuevamente, Zenevieva se había preparado perfectamente e incluso, mandó a confeccionar un hermoso vestido color negro con detalles en plateado para la ocasión, además que preparo todas sus ofrendas con sus propias manos, algo que su tía no hizo, ya que prefirió mandarlas hacer, como si de simples regalos se tratasen. Cuando la noche esperada llegará, las brujas subieron al carruaje de la familia y se dejaron guiar hasta la entrada a la zona boscosa, sitio donde descendieron del vehículo para continuar su camino a pie. Ambas anduvieron en silencio gran parte de camino y solo se dirigieron la palabra cuando creían haber encontrado el claro adecuado para la ofrenda.
Una vez instaladas en el lugar que veían optimo para su celebración, las dos hechiceras se acercaron la una a la otra para después iniciar con la recitación de algunos hechizos de protección y eran, precisamente aquellos hechizos lo último que Zenevieva era capaz de recordar.
La joven bruja había despertado sobre un lecho de hojas secas cuando la oscuridad aún cubría los bosques, se encontraba en sitio desconocido y su tía no se hallaba cerca; así que confundida pero sobre todo temerosa, se levantó y comenzó a caminar, buscando con desespero algo de civilización. Sus pensamientos, no paraban de ir a la fatídica noche en que Francis hubiera muerto, noche en la que al igual que ese día, despertaba confundida y bañada en sangre. Lo único que reconfortaba su alma era que cerca de ella o en su cuerpo, no había restos de sangre, lo que le llevaba a pensar que nada malo había sucedido.
Después de caminar durante lo que le pareció una eternidad, la hechicera logro encontrar por fin las orillas de la zona residencial. Una sonrisa apareció en su rostro y la esperanza inundo su corazón pues el único inconveniente ahora radicaba en que no tenía la menor idea de donde es que se encontraba. De pie entonces, observando las casas y sin moverse mucho más fuera de la zona boscosa, Zenevieva dio con la figura de una muchacha sentada en la entrada de una de las residencias y sin pensarlo dos veces, avanzo hasta ella.
– Buenos días, disculpa, ¿Podrías decirme dónde estamos? – sonrió, esperando que la desconocida no creyera que tenía malas intenciones, en especial después de verla emerger desde el bosque.
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
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Re: Camino sin fin. → Zenevieva Nikoláievich
Siobhan estaba de mal humor, aquel desayuno lo había organizado con antelación, incluso notificó que iría en esa fecha. Le molestaba la gente que no valoraba las amistades, el tiempo y la dedicación ajena, así que en su mente se estaba replanteando lo que acababa de suceder. Se limitó a pensar un poco, a dejar que sus pensamientos anduvieran de un lado a otro. Ya había salido de casa, no deseaba volver pronto, sin embargo, estar sola en lugares públicos no resultaba una buena idea. La sociedad parisina juzgaba demasiado.
Tan absorta estaba en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta del intruso que había llegado. Confundida alzó la mirada para poder analizar a quien se encontraba ahora en esa escena solitaria y triste. Parpadeó un par de veces y terminó por visualizar poco a poco la figura femenina, sintiendo alivio inmediato. Al menos el nuevo integrante de aquella mañana no parecía peligroso.
- Estamos a las afueras de París, no muy alejadas a las zonas residenciales – Se aclaró la garganta un poco y repitió la frase con más potencia en la voz. Aquella mirada le mostraba confusión, la pregunta la reafirmó y su deseo de ayudar al prójimo se encendió en su interior. Siobhan era una buena chica y la búsqueda de sus hermanos la hacía ser más solidaria con los ajenos.
- No es una zona peligrosa, de hecho hay mucha vigilancia en las calles y las zonas boscosas apenas y se pueden transitar, así que dudo que alguien pueda lastimarnos – Se encogió de hombros como queriendo brindarle un poco de confianza. Estar perdido no debía ser nada fácil, menos en un lugar poco conocido. La jovencita imaginó que se encontraba con una extranjera, porque no reconocía la zona, cualquier parisino no habría dudado ni un minuto de su ubicación. - ¿Te encuentras bien? – Se puso de pie sin titubear un poco, bajó los escasos cinco escalones de aquella simple fachada. - ¿Necesitas algo? – Susurró con preocupación. No es que tuviera muchas herramientas para ayudarla en caso de alguna posible emergencia. A simple vista la mujer se encontraba a la perfección.
Intentando no romper el espacio personal, inspeccionó con disimulo la figura femenina. No parecía tampoco herida, pero se notaba pálida y sus labios resecos. Siobhan hizo una mueca evidente y la tomó de los brazos, no sin antes dirigirle una mirada de permiso e intentando infringirle un poco de confianza, aunque ¿quién dudaría de la jovencita de clase alta? Su sola figura dejaba en claro su inocencia, su pose dejaba en claro que la defensa personal no era lo suyo.
- Ven aquí, tengo un poco de comida para que tomemos fuerza, quizá con eso puedas reaccionar un poco y aclarar tus ideas – Con cuidado la acercó a la casa y la ayudó a subir las escaleras. En realidad Siobhan no estaba completamente segura si la joven o no estaba bien. Con cuidado abrió la canasta con el desayuno, lo primero que quitó fueron unos trastes repleto de agua. – Toma un poco – Invitó mientras se sentaba en uno de los camastros. - ¿Necesitas algo en especial? – La miró aún confundida, no sabía si estaba o no bien en ayudarla.
Tan absorta estaba en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta del intruso que había llegado. Confundida alzó la mirada para poder analizar a quien se encontraba ahora en esa escena solitaria y triste. Parpadeó un par de veces y terminó por visualizar poco a poco la figura femenina, sintiendo alivio inmediato. Al menos el nuevo integrante de aquella mañana no parecía peligroso.
- Estamos a las afueras de París, no muy alejadas a las zonas residenciales – Se aclaró la garganta un poco y repitió la frase con más potencia en la voz. Aquella mirada le mostraba confusión, la pregunta la reafirmó y su deseo de ayudar al prójimo se encendió en su interior. Siobhan era una buena chica y la búsqueda de sus hermanos la hacía ser más solidaria con los ajenos.
- No es una zona peligrosa, de hecho hay mucha vigilancia en las calles y las zonas boscosas apenas y se pueden transitar, así que dudo que alguien pueda lastimarnos – Se encogió de hombros como queriendo brindarle un poco de confianza. Estar perdido no debía ser nada fácil, menos en un lugar poco conocido. La jovencita imaginó que se encontraba con una extranjera, porque no reconocía la zona, cualquier parisino no habría dudado ni un minuto de su ubicación. - ¿Te encuentras bien? – Se puso de pie sin titubear un poco, bajó los escasos cinco escalones de aquella simple fachada. - ¿Necesitas algo? – Susurró con preocupación. No es que tuviera muchas herramientas para ayudarla en caso de alguna posible emergencia. A simple vista la mujer se encontraba a la perfección.
Intentando no romper el espacio personal, inspeccionó con disimulo la figura femenina. No parecía tampoco herida, pero se notaba pálida y sus labios resecos. Siobhan hizo una mueca evidente y la tomó de los brazos, no sin antes dirigirle una mirada de permiso e intentando infringirle un poco de confianza, aunque ¿quién dudaría de la jovencita de clase alta? Su sola figura dejaba en claro su inocencia, su pose dejaba en claro que la defensa personal no era lo suyo.
- Ven aquí, tengo un poco de comida para que tomemos fuerza, quizá con eso puedas reaccionar un poco y aclarar tus ideas – Con cuidado la acercó a la casa y la ayudó a subir las escaleras. En realidad Siobhan no estaba completamente segura si la joven o no estaba bien. Con cuidado abrió la canasta con el desayuno, lo primero que quitó fueron unos trastes repleto de agua. – Toma un poco – Invitó mientras se sentaba en uno de los camastros. - ¿Necesitas algo en especial? – La miró aún confundida, no sabía si estaba o no bien en ayudarla.
Siobhan Lundqvist- Humano Clase Alta
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Re: Camino sin fin. → Zenevieva Nikoláievich
No estaba lejos de la zona residencial. Aquellas palabras la hicieron soltar el aire que desde que se despertará parecía estar contenido en su pecho. Estaba cerca de casa y ahora la única preocupación que inundaba sus pensamientos era si su tía estaría ahí; era ridícula su preocupación o quizás exagerada, definitivamente lo era, más después de todo lo que la bruja hubiera tenido que atravesar y recordando el desenlace de su primera perdida de consciencia, lo mínimo que podía experimentar era temor.
Sus ojos se alejaron del rostro de la joven que tan amablemente le indicaba donde es que se encontraba. Sus orbes vagaron por todo lo que le rodeaba y fue la voz de la muchacha lo que la hizo volver la mirada. La fémina le aseguraba que se encontraban en un lugar seguro, que nadie ahí podría hacerles daño y eso llevó a Zenevieva a cuestionarse sobre la cara que debía estar poniendo. Una ligera sonrisa apareció entonces en sus labios.
– Nunca antes había pasado por esta zona, resulta novedosa para mi pero ya que me has informado que nada malo puede pasarnos, podré andar con mucha más confianza – sus palabras denotaban verdadero agradecimiento aunque no se basaban del todo en la verdad. La hechicera no tenía miedo de que alguien pudiera hacerle daño, de hecho, tenía más miedo de lo que pudiera hacerle ella a los pobre incautos que trataran de herirla – Me encuentro bien – trataba de lucir lo mejor posible, de no provocar preocupación en la dama pero parecía estar causando el efecto contrario y no era para menos. ¿Quién en su sano juicio estaría tranquilo después de ver a una mujer emerger del bosque con cara de confundida? Nadie.
Si bien cualquier persona se hubiera preocupado al verla, la verdad es que la joven con la que se topaba era excesivamente amable, algo que no podría haber dicho de cualquier otra persona y era la amabilidad con que la joven le hablaba, así como la manera tan cuidadosa en que la inspeccionaba desde la distancia lo que provoco que el alma de Zenevieva se tranquilizara al menos un poco.
El espacio entre ambas fue mínimo una vez que la rubia acabó por acercarse a ella y guiarla con cuidado hasta el umbral donde hubiera estado ella antes.
– Gracias, eres muy atenta – recibió el agua y tras bebes un poco suspiró. Vaya que necesitaba algo de tiempo, aclarar sus pensamientos, buscar en lo más oculto de su mente si es que recordaba algo de la noche anterior pero sobre todo, necesitaba valor, pues no estaba preparada para llegar a su hogar y no encontrar a su tía o peor aún, encontrarla muerta. Un nudo se le formó en el estomago al pensar en su tía sobre un charco de sangre. Dejó el agua a un lado y buscó la mirada ajena – No lo sé – respondió a la pregunta – Debes de creer que es extraño que no sepa si necesito algo, pero la verdad es que me encuentro muy confundida o más bien, no logró recordar casi nada de anoche – no tenía idea de porque le contaba aquello a una desconocida, pero sabía que si no expresaba aquello, su confusión solo aumentaría.
Sus ojos se alejaron del rostro de la joven que tan amablemente le indicaba donde es que se encontraba. Sus orbes vagaron por todo lo que le rodeaba y fue la voz de la muchacha lo que la hizo volver la mirada. La fémina le aseguraba que se encontraban en un lugar seguro, que nadie ahí podría hacerles daño y eso llevó a Zenevieva a cuestionarse sobre la cara que debía estar poniendo. Una ligera sonrisa apareció entonces en sus labios.
– Nunca antes había pasado por esta zona, resulta novedosa para mi pero ya que me has informado que nada malo puede pasarnos, podré andar con mucha más confianza – sus palabras denotaban verdadero agradecimiento aunque no se basaban del todo en la verdad. La hechicera no tenía miedo de que alguien pudiera hacerle daño, de hecho, tenía más miedo de lo que pudiera hacerle ella a los pobre incautos que trataran de herirla – Me encuentro bien – trataba de lucir lo mejor posible, de no provocar preocupación en la dama pero parecía estar causando el efecto contrario y no era para menos. ¿Quién en su sano juicio estaría tranquilo después de ver a una mujer emerger del bosque con cara de confundida? Nadie.
Si bien cualquier persona se hubiera preocupado al verla, la verdad es que la joven con la que se topaba era excesivamente amable, algo que no podría haber dicho de cualquier otra persona y era la amabilidad con que la joven le hablaba, así como la manera tan cuidadosa en que la inspeccionaba desde la distancia lo que provoco que el alma de Zenevieva se tranquilizara al menos un poco.
El espacio entre ambas fue mínimo una vez que la rubia acabó por acercarse a ella y guiarla con cuidado hasta el umbral donde hubiera estado ella antes.
– Gracias, eres muy atenta – recibió el agua y tras bebes un poco suspiró. Vaya que necesitaba algo de tiempo, aclarar sus pensamientos, buscar en lo más oculto de su mente si es que recordaba algo de la noche anterior pero sobre todo, necesitaba valor, pues no estaba preparada para llegar a su hogar y no encontrar a su tía o peor aún, encontrarla muerta. Un nudo se le formó en el estomago al pensar en su tía sobre un charco de sangre. Dejó el agua a un lado y buscó la mirada ajena – No lo sé – respondió a la pregunta – Debes de creer que es extraño que no sepa si necesito algo, pero la verdad es que me encuentro muy confundida o más bien, no logró recordar casi nada de anoche – no tenía idea de porque le contaba aquello a una desconocida, pero sabía que si no expresaba aquello, su confusión solo aumentaría.
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
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Re: Camino sin fin. → Zenevieva Nikoláievich
Siobhan tenía tres teorías del estado de la jovencita; la primera es que había ingerido alcohol y eso le provocó amnesia por el tipo de bebida, la segunda es que había recibido un golpe fuerte y por eso su actual condición y la tercera se trataba de haber recibido una noticia muy fuerte. Las tres eran validas, pero las dos primeras las descartó rápidamente por no oler los restos de la bebida y no verle ningún golpe. Se sintió confundida.
De un momento a otro la muchachita se percató que estaba actuando de forma muy indiscreta y que lo más producente sería guardar silencio, atender a la joven y dejar que ella hablara lo que creyera prudente. Su madre le había enseñado modales, así que una señorita de bien no bombardeaba a alguien porque sí. París la volvió irreverente, irrespetuosa y un poco precavida, así que prefería relacionarse con eso: la precaución.
Esperó a que la jovencita tomara un poco de aire tomando asiendo cerca de ella. Aunque la zona era segura, también debían tener cuidado de que alguien siguiera a la hechicera. Muchas historias se habían escrito dentro de la cabeza de Siobhan gracias a su perturbada imaginación.
Sonrió para ella misma, desde que había adquirido personalidad de detective, todo era algo digno de sospecha para ella.
Aquellas noches parecían tormentosas para muchas personas en París, algo estaba ocurriendo en el mundo, con los seres humanos, con las criaturas que ella desconocía. Quizá el mundo estaba a punto de presenciar un acontecimiento que generaría grandes cambios.
— ¿Te sientes mal? ¿Te sientes cansada? Aquí puedes descansar. — Siobhan se puso de pie unos instantes y se asomó por los ventanales de la casa de su amigo, por lo que notaba, no había nadie, así que intentó girar la perilla para entrar. ¡Estaba abierta! — ¡Voy a entrar! — Gritó aún sabiendo la ausencia de personas; estaba pidiendo permiso.
Giró su cuerpo e hizo una seña a la chica para invitarla a entrar. Acomodarse en los sillones siempre ayudaba, además esos muebles tenían un poder especial en relajación.
— Quizá si recuerdas lo que hiciste durante el día de ayer, podamos hacer que tu memoria mejore un poco ¿No crees? Descansa un poco y después obliga un poco a tu mente, si no lo haces, no podré ayudarte — La miró de reojo, Siobhan estaba preocupada. Ayudaba a los demás con la esperanza de que algún ser humano de encontrarse a sus hermanos, hiciera lo mismo por ellos.
De un momento a otro la muchachita se percató que estaba actuando de forma muy indiscreta y que lo más producente sería guardar silencio, atender a la joven y dejar que ella hablara lo que creyera prudente. Su madre le había enseñado modales, así que una señorita de bien no bombardeaba a alguien porque sí. París la volvió irreverente, irrespetuosa y un poco precavida, así que prefería relacionarse con eso: la precaución.
Esperó a que la jovencita tomara un poco de aire tomando asiendo cerca de ella. Aunque la zona era segura, también debían tener cuidado de que alguien siguiera a la hechicera. Muchas historias se habían escrito dentro de la cabeza de Siobhan gracias a su perturbada imaginación.
Sonrió para ella misma, desde que había adquirido personalidad de detective, todo era algo digno de sospecha para ella.
Aquellas noches parecían tormentosas para muchas personas en París, algo estaba ocurriendo en el mundo, con los seres humanos, con las criaturas que ella desconocía. Quizá el mundo estaba a punto de presenciar un acontecimiento que generaría grandes cambios.
— ¿Te sientes mal? ¿Te sientes cansada? Aquí puedes descansar. — Siobhan se puso de pie unos instantes y se asomó por los ventanales de la casa de su amigo, por lo que notaba, no había nadie, así que intentó girar la perilla para entrar. ¡Estaba abierta! — ¡Voy a entrar! — Gritó aún sabiendo la ausencia de personas; estaba pidiendo permiso.
Giró su cuerpo e hizo una seña a la chica para invitarla a entrar. Acomodarse en los sillones siempre ayudaba, además esos muebles tenían un poder especial en relajación.
— Quizá si recuerdas lo que hiciste durante el día de ayer, podamos hacer que tu memoria mejore un poco ¿No crees? Descansa un poco y después obliga un poco a tu mente, si no lo haces, no podré ayudarte — La miró de reojo, Siobhan estaba preocupada. Ayudaba a los demás con la esperanza de que algún ser humano de encontrarse a sus hermanos, hiciera lo mismo por ellos.
Siobhan Lundqvist- Humano Clase Alta
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Re: Camino sin fin. → Zenevieva Nikoláievich
Notó la confusión en el rostro de la jovencita y eso, la hizo sentirse más cómoda a su lado. Para alguien que como Zenevieva había olvidado varías horas de su vida, que alguien se mostrase igual de perdido, le llevaba a sentirse de cierta manera comprendida, aunque claro, nadie nunca podría comprender lo que era acostarse a dormir una noche y despertar llena de la sangre de la persona a la que se amaba, como muchos menos podrían comprender el dolor de tras perder al ser amado, perder también la única prueba del amor de ambos, su bebé. Como si eso no fuera suficiente, existía la posibilidad de que al igual que su esposo y que su hijo, también se encontrase ahora muerta su tía. La hechicera cerró los ojos con fuerza en un intento de alejar sus propios demonios y bebió entonces con velocidad lo que quedaba de agua.
Al abrir los ojos, se topo una vez más con el rostro preocupado de la jovencita.
– Un poco cansada, si, así me siento – finalmente reconocía algo de ella misma, pero hasta reconocerse le aterraba. ¿Por qué estaba cansada? ¿Qué había estado haciendo? ¿Acabó el ritual y por eso se sentía de aquella manera? Su corazón comenzó a latir apresurado en su pecho y su respiración se agitó, más se forzó a tranquilizarse cuando fue invitaba por la rubia a entrar en la casa aquella. Claro que avanzó con algo de desconfianza por un lugar que le resultaba desconocido, sin embargo, no pensaba en negarse a los amables esfuerzos de quien buscaba traer algo de paz a su atormentando espíritu.
Siguió a la rubia en el interior de la casa y llegaron ambas a una sala de estar, donde fue invitada a tomar asiento, algo que hizo sin dudar dos veces.
– Lo curioso es que puedo recordar a la perfección todo lo que hice ayer, pero todo desaparece desde que llegamos cerca de aquí con mi tía – no podía decir a aquella muchacha que había estado haciendo un ritual mágico al lado de su pariente pero al menos, podía brindarle cierta información – y muchas gracias, no sabes lo mucho que significa para mi que me brindaras ayuda – suspiro, pues que la ayudaran era lo que más hubiera deseado en la noche donde murió su esposo.
Al abrir los ojos, se topo una vez más con el rostro preocupado de la jovencita.
– Un poco cansada, si, así me siento – finalmente reconocía algo de ella misma, pero hasta reconocerse le aterraba. ¿Por qué estaba cansada? ¿Qué había estado haciendo? ¿Acabó el ritual y por eso se sentía de aquella manera? Su corazón comenzó a latir apresurado en su pecho y su respiración se agitó, más se forzó a tranquilizarse cuando fue invitaba por la rubia a entrar en la casa aquella. Claro que avanzó con algo de desconfianza por un lugar que le resultaba desconocido, sin embargo, no pensaba en negarse a los amables esfuerzos de quien buscaba traer algo de paz a su atormentando espíritu.
Siguió a la rubia en el interior de la casa y llegaron ambas a una sala de estar, donde fue invitada a tomar asiento, algo que hizo sin dudar dos veces.
– Lo curioso es que puedo recordar a la perfección todo lo que hice ayer, pero todo desaparece desde que llegamos cerca de aquí con mi tía – no podía decir a aquella muchacha que había estado haciendo un ritual mágico al lado de su pariente pero al menos, podía brindarle cierta información – y muchas gracias, no sabes lo mucho que significa para mi que me brindaras ayuda – suspiro, pues que la ayudaran era lo que más hubiera deseado en la noche donde murió su esposo.
Zenevieva Nikoláievich*- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 09/03/2016
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Camino sin fin. → Zenevieva Nikoláievich
Siobhan no estaba acostumbrada a ayudar a desconocidos, desconfiaba de todos desde que su madre había alejado a sus hermanos de su vida, por eso intentaba mantenerse al margen de lo que ocurría en la vida de todos aquellos que estaban a su alrededor. Mientras menos se enterara de la vida de los demás, menos se angustiaba de los problemas que no le correspondían. Tenía un corazón frágil y noble y por esa razón buscaba no involucrarse de más, aunque a veces resultaba inevitable. Para su mala suerte.
Sus padres estarían decepcionados de ella por sus acciones, sus hermanos profundamente orgullosos; ya se los imaginaba a todos, incluso podía escuchar en su cabeza los gritos de su mamá y las palabras mediadoras de su papá. ¡Tenía una familia tan complicada que no era momento para recordarlos! Si había decidido ayudar a esa extraña, entonces debía asumir las consecuencias de ello y concluir con aquel encuentro lo más pronto posible.
Se sentó en un sillón próximo para poder observarla. Su mejor amigo no estaría muy contento con aquella invasión de propiedad, pero estaba segura que no le pelearía nada, más bien se preocuparía por la confianza que había llegado a tener por una desconocida. Tendría que asumir las consecuencias.
La jovencita pudo notar la preocupación y el cansancio de la mujer que tenía enfrente, no estaba segura si debía cuestionarla o no. Tampoco quería portarse como una entrometida.
¿Su tía? ¿Estaría perdida? Quizá estaría afuera rondando, desprotegida y perdida; de la misma manera en que la había encontrado a ella. Suspiró, en realidad no sabía que hacer en aquel momento. Nunca había hecho de superhéroe. ¿Por qué debía empezar aquella noche? Quizá regresar al pasado y cambiar su decisión de ayudarla.
— Tu último recuerdo, ¿es muy lejos de por aquí? — Rompió el hielo por unos momentos, aunque tenía miedo de ayudar a la desconocida, tampoco iba a negar que le interesaba poder hacer el bien. Ser una buena chica lo llevaba en sus venas. Esa lucha constante con su propia naturaleza no le hacía bien, pero había aprendido, eso la mantenía con vida.
Recargó su espalda en el sillón y dejó caer su cabeza hacía atrás para intentar relajarse y aclarar su mente.
— Podemos esperarnos un rato, abrir las ventanas para ver si alguien pasa y así poder esperar un poco a que pase tu tía, esperemos que así sea — La animó. Sabía lo que se sentía necesitar buscar a alguien, desear con todo sus seres encontrarlos, pero encontrarlos con vida.
Sus padres estarían decepcionados de ella por sus acciones, sus hermanos profundamente orgullosos; ya se los imaginaba a todos, incluso podía escuchar en su cabeza los gritos de su mamá y las palabras mediadoras de su papá. ¡Tenía una familia tan complicada que no era momento para recordarlos! Si había decidido ayudar a esa extraña, entonces debía asumir las consecuencias de ello y concluir con aquel encuentro lo más pronto posible.
Se sentó en un sillón próximo para poder observarla. Su mejor amigo no estaría muy contento con aquella invasión de propiedad, pero estaba segura que no le pelearía nada, más bien se preocuparía por la confianza que había llegado a tener por una desconocida. Tendría que asumir las consecuencias.
La jovencita pudo notar la preocupación y el cansancio de la mujer que tenía enfrente, no estaba segura si debía cuestionarla o no. Tampoco quería portarse como una entrometida.
¿Su tía? ¿Estaría perdida? Quizá estaría afuera rondando, desprotegida y perdida; de la misma manera en que la había encontrado a ella. Suspiró, en realidad no sabía que hacer en aquel momento. Nunca había hecho de superhéroe. ¿Por qué debía empezar aquella noche? Quizá regresar al pasado y cambiar su decisión de ayudarla.
— Tu último recuerdo, ¿es muy lejos de por aquí? — Rompió el hielo por unos momentos, aunque tenía miedo de ayudar a la desconocida, tampoco iba a negar que le interesaba poder hacer el bien. Ser una buena chica lo llevaba en sus venas. Esa lucha constante con su propia naturaleza no le hacía bien, pero había aprendido, eso la mantenía con vida.
Recargó su espalda en el sillón y dejó caer su cabeza hacía atrás para intentar relajarse y aclarar su mente.
— Podemos esperarnos un rato, abrir las ventanas para ver si alguien pasa y así poder esperar un poco a que pase tu tía, esperemos que así sea — La animó. Sabía lo que se sentía necesitar buscar a alguien, desear con todo sus seres encontrarlos, pero encontrarlos con vida.
Siobhan Lundqvist- Humano Clase Alta
- Mensajes : 78
Fecha de inscripción : 18/10/2012
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