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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Fergus Sinclair Miér Mayo 30, 2018 9:10 am

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar…”


¿Qué era lo que necesitaba? Ni yo mismo lo sabía en ese momento, pero algo tenía claro cuando lo vería y sabría qué era eso que necesitaba, el último tiempo mi vida había cambiado de la noche a la mañana. El comienzo de aquel lugar era casi oculto para cualquier parisino el mercado ambulante estaba por todos lados mi izquierda y la derecha repleto de puestos que vendían de todo lo imaginable y lo no, pero andaba en busca de algo especial para Pascalle y Fyn, ya que estaban de aniversario y en mi hogar, allá en mi antiguo hogar mis padres siempre le hacían un regalo y claramente yo no me quedaría atrás. Agradecía aquella educación que me habían dado, el trato con los criados era casi como tratar a un amigo, el respeto estaba por delante de todo lo que conocía en mi familia, menos por las bestias nocturnas que tanto aborrecía. Pero no era tiempo de pensar en aquellos, era de día y el sol estaba tras mis hombros eso hacía que mi cuerpo, mi alma y mente se relajaran de alguna medida. El calor primaveral era algo agobiante y no quería pensar como sería el próximo verano. Mi mente jugaba con las ideas claras que llevaba, menee la cabeza de lado a lado sacando todo pensamiento vago de mi mente, como si se escaparan al moverme, reí ante el pensamiento sin sentido que había tenido y luego volví a poner mi rostro rígido.

Me abrí paso entre la multitud que se aglomeraba en puntos estratégicos bloqueando el paso a los que tan solo caminábamos en busca de algo único e inigualable. Me detuve en un puesto de reliquias de tiempos lejanos quizás ahí logre encontrar lo que aún no sabía que necesitaba. Tome entre mis manos una escultura de cristal, muy delicada y sin definición a mi parecer la estudie pero no, no, cabía en lo que tenía en mente. El vendedor me hablo que era del rey de no sé dónde que la había comprado para no sé quién en un tiempo donde aquellos regalos eran exclusivos, levante una ceja y deje aquella escultura en su lugar, no me creía aquel cuento banal y sin sentido. Seguí observando la improvisada mesa que tenía aquel caballero de aspecto sucio pero de finas manos, si siempre algo me llamaba la atención de las personas y aquel hombre nunca le había trabajado un día a nadie, lo sabía. Había una caja de madera con incrustaciones de plata, con una gran flor de Liz en la cubierta que llamaba demasiado la atención a mi criterio, la abrí y pude ver que su interior estaba forrado por una tela muy roja tan parecida al color carmesí de la sangre que brotaba de las venas de cualquier mortal, el vendedor empezó hablar de donde había conseguido aquella caja, pero sinceramente poco me interesaba saber su origen hasta que vi el nombre, D'Artagnan que estaba grabado en una esquina de la flor de Liz casi invisible pero me había llamado la atención. De seguro a algún caballero le había pertenecido, aquel nombre venia y se iba de mi recuerdo, recordé la historia en ese momento del rey Luis XIV… estaba seguro que mi padre me había hablado de D'Artagnan, como fuese llegaría al fin del asunto en cuestión. Pague al vendedor una suma más de la que me había dicho, ya que una parte de su historia parecía ser real. Tome la caja y la puse bajo mi brazo, no era más grande que mi pie ni muy pequeña como mi mano, tenía la medida justa ¿para qué? Eso lo averiguaría. Seguí mi caminar observando en completo silencio cada puesto comercial, frutas, verduras, artilugios esotéricos, joyas, artesanía, animales, telas, vestidos, sombreros. Definitivamente en ese lugar encontraría algo con un sentido especial.

Me detuve nuevamente frente a un puesto que traía artículos de la india, con llamativos colores, aromas que embriagaban y hasta podrían dar un gran dolor de cabeza, artículos dorados con perlas de diversos colores aquello hizo que a mi mente se viniera el recuerdo de mi querida amiga Sophia, que prontamente estaría de Cumpleaños, de seguro que le gustaría alguna de estos artículos, sin soltar la caja tome entre mis manos una lámpara para inciensos el tallado era muy delicado y fino brillaba tanto como el sol de la mañana y parecía ser un imán para mis ojos, deje aquella en su lugar y luego vi otra pequeña caja, donde seguramente un anillo o un prendedor caerían en su interior. Al momento que estire mi brazo para alcanzarla una mano se me adelanto y la tomo primero. Demonios, pensé. Mientras me quedaba viendo al que se me había adelantado.
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Mensaje por Aimée Leblanc Lun Jun 18, 2018 11:39 pm

Nunca había sido de esas “señoritas” que se quedan quietas o que están todo el tiempo buscando algún chisme jugoso que contar, para mi buscar “nuevas aventuras” como solía llamarlo mi padre era mejor que quedarme en donde sea que nos hospedáramos y ahora de regreso en Paris estar casi todo el tiempo en el hospital con las monjas era mejor que estar en casa o con esas chicas que se reunían a la hora del té a hablar de quién salía con quién y si dejaron plantada a saber quién. No, esa no era yo, a mí no me gustaban esas cosas y para mi padre había sido totalmente en vano intentar introducirme en ese mundo, en esa clase social tan artificial que hasta escalofríos me provocaba, para mí la casa era como un lugar más que visitaba, además el recuerdo de mi padre y su esencia aún estaban muy presentes ahí y eso solo hacía que sintiera ganas de quedarme en cama todo el día. Si tan solo hubiera podido hacer algo más por él, si tan solo hubiera tenido la mitad del conocimiento que tenía ahora, tal vez él no habría muerto o al menos no de esa manera.

Por suerte para mi y desgracia para mi tío, la nana necesitaba ir al mercado a comprar algunas cosas o a media semana nos quedaríamos sin comida, digo desgracia para mi tío porque justo ese día quería que lo acompañara a hacer unos encargos, sobre todo a ver a la modista, pues según él mis vestidos eran más sencillos de lo que una señorita de mi clase debía usar, pero estando todo el día en un hospital curando gente no requería de una vestimenta muy ostentosa, pero él no lo veía así. Para François Leblanc estar todo el día en un hospital lleno de gérmenes no era otra cosa más que un capricho por parte de su sobrina, además decía que lo único que quería era llevar a cabo los últimos deseos de mi padre. Encontrarme un buen prospecto, alguien que se encargara de todos los negocios cuando mi albacea –o sea él- muriera. Convencer a mi nana de que me dejara acompañarla no fue para nada complicado, ya la tenía medida y las dos lo sabíamos, además no íbamos solas, mi tío no tendría por qué enojarse.

Me alegre de haber elegido un vestido de tela ligera pues el sol resplandecía en lo alto y el calor de la estación se hacía cada vez más presente. Deje que Laoghaire se adelantara junto con Claude a comprar lo que necesitaban para la casa y mientras yo me dedique a ver lo que aquellos sencillos pero bien surtidos puestos tenían para ofrecer, no hacía falta más que ver a una joven bien vestida para que los comerciantes le ofrecieran telas, sombreros, joyas que no parecían muy reales e incluso hubo quien se acercó a venderme algo como un lagarto. ¿Para qué querría yo un animal así? Me pregunte pasando la punta de los dedos por la áspera piel del reptil, seguramente terminaría de causarle un ataque a mi tío con una criatura así. Me aparte de todas esas personas que se acercaban a ofrecerle su mercancía a todo el que pasara frente a ellos y camine con cuidado entre la multitud, mi padre había sido un excelente comerciante y me había enseñado a identificar cuando un artículo era genuino y a no creer todo lo que te contaban sobre éstos, aunque yo misma guardaba en mi habitación una zapatilla de cristal que decían era de la auténtica Cenicienta, un peine mágico y muchas otras cosas que mi padre me regalo en cada uno de mis cumpleaños, objetos que reales o no, conservaba con mucho cariño y recelo.

Me detuve en algunos de los puestos mirando lo que tenían, evaluando si eran auténticas antigüedades o solo una imitación, una caja musical con grabados de oro, una muñeca de porcelana que decían había pertenecido a la hija de un emperador, un juego de muñecas rusas que pertenecieron a la zarina Catalina la Grande y muchas cosa más, en un lugar tan grande como ese podías encontrar todo tipo de artículos y todo tipo de historias, esas eran las que me atraían a mí, incluso más que el brillo de los objetos, sin embargo me detuve frente al colorido puesto de un hombre que tenía cosas de la India, todo tan colorido y llamativo. Pase los dedos por la superficie brillosa de un par de objetos pero extendí la mano para alcanzar una pequeña caja que llamo mi atención justo en ese momento, algo en ella me hizo pensar en mi padre, cuando la levante note que otra persona había intentado lo mismo, levante la pequeña caja y me gire un poco para ver a aquel hombre, sonreí levemente y le mostré la caja. –Disculpe, creo que la he visto primero –sonreí levemente notando la otra caja que llevaba en la mano, la cual me llamo aun más la atención-, pero si me dice donde ha conseguido esa otra caja, tal vez podamos llegar a un trato –eleve un hombro esperando una respuesta de aquel extraño, mis ojos se posaron de nuevo sobre la otra caja, era evidente por los grabados en plata que era valiosa, tal vez no muy antigua pero si valiosa-. ¿Le parece?
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Mensaje por Fergus Sinclair Lun Jul 30, 2018 11:21 am

Todos en algún momento de nuestras vidas comprábamos por el impulso de comprar, yo personalmente me destaco en la compra de armas y cajas con sentido de historias, leyendas y cualquier historia que pudiera en un futuro ser un aporte en la vida de mi propia familia tal vez un legado, un gran legado. Por esa razón al ver a la señorita tomar aquel objeto desistí de manera automática, y ante su oferta quede dubitativo ¿Qué era más importante para mí en ese momento? La caja que sostenía entre mis brazos o un regalo para Sophia, sonreí con amplitud mis prioridades siempre habían sido las mismas y no podía ser ese el momento de cambiar – Adelante – dije al momento que ella sostenía la caja que hacía unos segundo la quería para mí – esta caja tiene un valor más grande que aquella, y en cuanto a esa puedo encontrar algo similar, dudo que de esta caja se encuentre alguna réplica exacta. – dije con determinación, intentando sonar lo más normal posible.

Mire a la dama, sacando mis conclusiones, quizás algunas más apresuradas que otras, no era de aquellos que se hacían prejuicios antes de tiempo, y su aspecto connotaba elegancia con un resplandor reluciente, algo místico pero apreciable. – Si bien aquel objeto hubiera sido el gusto de una gran amiga, no puedo cambiar este preciado tesoro que quizás algún día signifique algo más para mi familia, a mi amiga puedo comprarle otra cosa que le guste tanto o más que aquella. – continué repasando los objetos que estaban en la exhibición, coloridos, llenos de vida, algunos con cristales y vidrios, todos llamaban mi atención, solo necesitaba buscar el que le gustara a ella, el vendedor parecía alterado por nuestra conversación, tal vez pensaba que nos pondríamos a pelear o discutir, lo mire – La Dama lleva aquella caja – dije estirando mi brazo y pagando por el articulo – Acéptelo como regalo de un extraño que es amante de las cajas – sonreí intentando sonar gracioso, en ningún momento queriendo faltar el respeto, de esa manera el vendedor quedaba tranquilo que era lo que necesitaba para continuar su compra.

Siempre me había destacado  por ser una persona que le gustaba regalar o demostrar cariño, respeto a través de regalos esos detalles siempre le había hecho destacar entere sus pares, todo gracias a las enseñanzas de su amada madre, quien tenía esa característica en particular. Vio escondido una lámpara más pequeña de un color turquesa y simplemente la señalo – Esa que está en la esquina envuélvamela, a mi madre le gustara – el color favorito de su madre era aquel, y llevarle un regalo del mercado le haría feliz. Estire mi brazo para pasarle los francos al vendedor y tome el objeto envuelto en papel para introducirlo en la caja de D'Artagnan. Mire por última vez a la señorita y dije – Con permiso Mi Lady, tengo que seguir con la búsqueda de un regalo para el cumpleaños de mi amiga – le cerré un ojo y me dispuse avanzar entre la multitud.
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Mensaje por Aimée Leblanc Jue Ago 23, 2018 12:02 am

Más que necesitar alguno de esos artículos, mi interés solía radicar en su historia, algo que aprendí de mi padre es que solía decir “Si no conoces la procedencia de un objeto, pregunta, seguramente exista una gran historia detrás” y por la mirada que el hombre le dedico a la caja que sostenía entre sus manos, parecía que había encontrado un tesoro, no para mi claro, pero al menos para él lo era. Como la hija de un anticuario, ya era casi una costumbre el prestar atención en los detalles de los objetos que solían vender en las calles de París, siempre los detalles, esos son los que llamaban mi atención y en ese lugar con toda seguridad encontrabas cualquier objeto, mi tío desde luego no aprobaba que paseara sola por el mercado y menos en días tan concurridos como este pero era una costumbre que mi padre me dejo, por años y años recorrí de su mano hasta los mercados más pequeños de otros países en busca de un objeto que pudiese vender a algún coleccionista rico.

Sin embargo aquel hombre había confundido mi curiosidad con la idea de que quería aquella caja, o al menos eso fue lo que me dio a entender cuando le escuche hablar, desde luego quise aclararme pero sus acciones me dejaron atónitas, sin negar que hasta cierto punto su amabilidad me avergonzó un poco, pues era algo que no esperaba de un extraño. Aclare mi garganta para agradecer el detalle de obsequiarme la pequeña caja que sostenía entre mis manos y de paso explicarle que podía quedársela ya que yo no la necesitaba, seguramente él querría regalársela a alguna señorita y ahora yo había arruinado el regalo, pero nuevamente no me dio tiempo pues se alejó sin más. Asentí con la cabeza a modo de agradecimiento al dueño de aquel puesto y me dispuse a seguir al generoso extraño, lo cual no resulto fácil entre el mar de personas que iban en sentido contrario, pero al final con un poco de esfuerzo lo conseguí, colocándome a su lado y aclarando una vez más mi garganta para explicarme.  

-Puede quedarse la caja, ambas cajas de hecho –levante la que sostenía en mi mano para que entendiera a lo que me refería-. Y me temo, señor, que me ha malinterpretado, no buscaba quedarme con ella –señale ahora la que él sostenía en su mano-, vera, mi padre me enseño mucho sobre reliquias y a distinguirlas cuando son auténticas, sin duda alguna usted ha conseguido algo verdaderamente genuino –di un par de pazos apresurados para mantener el ritmo cuando un hombre grande me bloqueo el paso con la intención de venderme algunas telas-. En realidad los grabados me han resultado familiares, tal vez es la técnica tan exquisita en la que las flores están grabadas sobre la plata, pero sin duda alguna no es algo que se consiga tan fácilmente en un lugar como este –señalé el lugar en el que nos encontrábamos, después de todo no dejaba de ser un mercado que carecía de buena fama a la hora de adquirir artículos valiosos, incluso yo había sido testigo de algunos cuantos fraudes.

Levanté una mano para negar el ofrecimiento que otro vendedor me hacía de algo que parecían trufas, mientras volvía a mirar la pequeña caja que sostenía entre mis manos, lo cierto es que me sentía un tanto culpable de haber dejado a aquel hombre sin obsequio. -Desde luego agradezco el regalo, no siempre se encuentran en las calles de París a personas tan generosas, sin embargo he de admitir que me siento un tanto culpable, si no acepta la caja de regreso al menos permítame ofrecerle otra cosa a cambio -señale la calle por la que íbamos para explicarme un poco mejor-. Poseo una tienda de antigüedades un par de calles arriba, seguramente encontremos algo que pueda gustarle a su amiga -ofrecí con una sonrisa cordial, desde luego la tienda me la había dejado mi padre pero era mi tío quien solía manejarla, aunque era tan distraído que no notaría si faltaba algún objeto-. ¿Qué me dice, señor...? -alargue un poco la última palabra al notar que aun no sabía su nombre-.


Última edición por Aimée Leblanc el Mar Sep 25, 2018 11:34 am, editado 1 vez
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Mensaje por Fergus Sinclair Mar Sep 25, 2018 9:29 am

Existían diferentes modos de ser agradecidos en la vida, mis abuelos me habían enseñado muy bien que de querer algo siempre uno tenia que luchar por aquello, ya que la perseverancia y la voluntad siempre iban de la mano, la caja que cuidaba, sabía que era una reliquia, una genuina, ya que mi abuelo poseía una similar y me había contado miles de veces la historia de cómo fue conseguida aquella caja, que no era ms que un simple pedazo de madera cubierto y tallado a mano, algo barato para una simple caja, el tallado era similar a la que sostenía, pero de todas las historias que me conto sobre la   caja genuina que había pasado generación tras generación hasta que el abuelo de mi abuelo la aposto y perdido en el campo… así  fue que  se creo la réplica barata…  pero algo singular tenía la caja guanina, tenía una mancha de fuego en el interior en la esquina derecha y las iniciales del auténtico dueño D'Artagnan, al momento que la joven había mencionado el grabado todo se había aclarado en mi cabeza, y aun con más certeza conservaría esta caja, ya que volvía a estar en la familia Sinclair. Mientras avanzaba en el tumulto de personas que invadía el mercado, en la alforja que colgaba a mi lado guarde la caja, la cuidaría con mi vida si fuese necesario.

Mi sorpresa fue cuando la dama a la que le había obsequiado la caja llegaba a mi lado y comenzaba a hablar, sus explicaciones eran válidas, pero yo ante todo era un caballero, no podía recibir de vuelta algo que había obsequiado, llamemos a esto el orgullo que todo hombre posee frente a una bella dama. – Siempre he pensado que uno mismo es el que le da valor a las cosas, u artefactos un valor emocional siempre es más poderoso que un valor monetario… - agregue ante las palabras de la joven ella tenía razón una reliquia como esta – Los orfebres de Luis XIV fueron quienes tallaron el estampado en plata y siendo una pieza única tiene un valor agregado… digamos que esta caja fue como la leyenda de mi familia y vuelve de nuevo con los suyos – termine de decir cuando un hombre corpulento nos interrumpió y se puso entre nosotros, aquello me molesto me hice a un lado y le di un suave empujón pidiendo permiso de manera educada, al tiempo que ella misma rechazaba lo que ofrecía el grandulón.

No aceptare el regalo de vuelta, pero si tomare su oferta de visitar su tienda y quizás me ayude a encontrar el regalo perfecto para la caprichosa de mi amiga – reí al decir aquello, pensando que si supiera que la había llamado así me ganaría una reprimenda grande. – Sinclair, Fergus Sinclair – me presente haciendo una leve venia – ¿Y usted mi Lady? – pregunte su nombre, uno no venía hacerse de conocidos al mercado, pero siempre era bueno conocer a alguien que supiera de antigüedades en un mundo donde todo poco a poco se desvalorizaba.  – Sera mejor que nos movamos de aquí, obstruimos el paso – hice un gesto para que ella guiara el camino a la tienda, a final de cuentas había salido ganando. Comencé a caminar siguiendo a la joven, mientras de vez en cuando miraba los puestos del mercado por si encontraba algo de mi interés. Debía aceptar que tenía un problema en comprar cosas innecesarias pero bueno tenía un lugar donde tener mi propia colección de cajas, y artilugios que tenían un valor significativo para mí.
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Mensaje por Aimée Leblanc Lun Oct 01, 2018 3:25 pm

No era raro que el mercado se llenara a esas horas del día, pero tampoco recordaba otro día en el que se encontrara tan abarrotado y caminar evadiendo personas y mantener el paso de aquel generoso hombre resultaba un poco complicado, pero me las apañe para hacerlo. Mantenía la caja firmemente sostenida entre mis manos mientras lo escuchaba hablar. No tenía aspecto de ser un anticuario, sin embargo era evidente que conocía la historia de la caja y el mencionar el alto valor sentimental sobre el monetario en objetos como ese, no hizo más que reafirmar mi teoría, sonreí levemente al tiempo que me mordía la lengua para no preguntar qué tan valioso sentimentalmente era para él una caja que acababa de adquirir de un mercado, pero también era evidente que no solo conocía la historia de la caja. Probablemente había estado buscando la caja antes, mi padre hacía eso todo el tiempo, seguirle la pista a algún objeto valioso hasta que al final daba con él, nunca le vi fallar. –Eso no lo he puesto en duda en ningún momento, señor, yo misma poseo varios objetos que más que conservarlos por la historia que hay detrás de ellos, lo hago por la persona que me los regalo –hice un pequeño gesto de sorpresa al escuchar la historia tras la caja y ladeé la cabeza pensativa, claro, había visto esa técnica antes y ahora sabía porque-. Sin duda es una pieza única, el rey nunca permitiría que alguien tuviera algo igual a lo que él ya posee, pero con el tiempo algunos de los objetos que poseía fueron robados o él los obsequio, por eso el trabajo de sus orfebres se conoce bastante, yo misma he visto en persona la calidad de su trabajo, no en una caja ni a modo de flores, pero es imposible confundirlos. La caja por sí misma ya vale demasiado, espero su familia pueda conservarla por muchos años más –comente de manera sincera-.

En cuanto a la caja que yo sostenía… obviamente no esperaba que aceptara se la devolviera, me pareció de lo más evidente que se negaría a aquello básicamente desde el momento en el que pago por ella, por eso le ofrecí otra solución que me pareció que sería más fácil de aceptar y por lo visto había tenido razón, sonreí abiertamente un tanto victoriosa, sin duda me haría sentir menos culpable de aquel modo. –Eso me parece un trato justo, aunque me temo que yo no soy tan exigente con los regalos como pueden llegar a serlo otras mujeres, pero haré lo que pueda para que le lleve un regalo especial a su amiga –asentí con la cabeza como reafirmando con ello mis palabras. En ese momento él se presento y ahora aquel extraño tenía un nombre, Fergus Sinclair, el apellido me sonó pero no estaba segura-. Aimée Leblanc, es un gusto señor Sinclair –asentí de nuevo con la cabeza notando hasta entonces, gracias a sus palabras, que en algún momento nos habíamos detenido y efectivamente obstruíamos el paso. Mire a mis espaldas un momento pensando en si sería bueno avisar a Laoghaire y a Claude que me adelantaría, pero al final descarte la idea, Laoghaire me conocía de sobrado y sabía que tan fácil como podía perderme podía encontrar el camino de regreso a casa.

Comencé a caminar rumbo a la tienda, aún quedaban un par de cuadras para que acabara el mercado, pero yo tenía la costumbre de atravesar una calle que estaba completamente libre de puestos, más porque llegaba un momento en el que estar rodeada de tantas personas me agobiaba completamente. -¿Le importa si tomamos un pequeño atajo? –pregunte señalando una calle, él por el contrario a mi, parecía bastante entretenido mirando los puestos por los que pasábamos aunque no me atreví a preguntar qué buscaba o si buscaba algo más. Me adelante un poco por la calle para salir de entre el tumulto de gente-.
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