"Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. → Libre

por **Hécate A. Schneider** Lun Oct 09, 2017 9:55 pm

“Nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad.
Pero se les olvidó mencionar que las pesadillas también son sueños”.

- Oscar Wilde

Hécate se encontraba de muy buen humor, algo que pocas veces ocurría, sin embargo, le hacía falta aquel estado de ánimo de vez en cuando. ¿Cómo no iba a estarlo? Sus planes estaban saliendo de maravilla, incluso mejor de lo que ella llegó a planearlo. Parecía haber encontrado al mejor subordinado para hacer su trabajo, pronto lograría sacar de su vista a ese que impedía que todos sus deseos se hicieran realidad; todo gracias a un cobarde y débil hechicero, quien no escondía para nada la debilidad. Si todo salía como lo planeaba hasta el final, probablemente los recompensaría, o sólo les otorgaría la libertad.

Lo cierto es que Hécate no era una hechicera confiada, si el plan A se arruinaba, por lo menos tenía otras dos alternativas, el punto era ganar, porque ella siempre lo hacía.

Aquella noche se encontraba en su habitación, sentada frente a un escritorio lleno de libros, papeles y tinta de repuesto, en caso de que se le terminara el bote que llevaba usando toda la tarde, llevaba quizás cinco horas en aquella misma posición, leía algunos escritos, marcaba los que le interesaban y otros los iba mezclando en sus propias anotaciones. Llevaba dos conjuros malignos, y uno de protección, aunque eran nuevos, porque ella los estaba elaborando por vez primera, lo cierto es que faltaban pocos días para la luna llena, ahí los probaría, segura se encontraba de no tener errores, pero de igual forma debía probar el alcance de cada uno.

A pesar de su grandeza, ella sabia la realidad, seguía siendo mitad humana.

Eran aproximadamente las tres de la mañana cuando despegó sus ojos de los escritos, y soltaba su pluma de tinta. Se estiró un momento, parecía que su cuerpo ya le avisaba que se encontraba aburrido de la misma posición. Suspiró mirando al techo, aunque su plan era convertirse en una vampiresa, lo cierto es que aún le faltaban años para aprovechar aquel estado. Ser mitad humana tenía sus ventajas, el andar debajo del sol era una de ellas, y aunque no fuera su astro favorito, le ayudaba para ciertos conjuros. Lo que si la molestaba era saber que necesitaba comer, dormir o cuidarse más de la cuenta para no llegar a perder la vida. No es que fuera imprudente, más bien sus enemigos estarían muy contentos de terminar con su existencia antes de que pudiera pasar a la existencia infinita.

¿Acaso llegarían a asesinarla? Por supuesto que no, por eso se cuidaba, por eso no la podrían tocar.

Su estomagó la hizo regresar a la realidad. Se llevó una mano al mismo y lo acarició, no le molestaba comer, de hecho lo hacía muy a menudo, para su ventaja, aquello le daba las energías necesarias para poder realizar actividades extras, o incluso andar en vela. No tenía ganas de dormir, deseaba disfrutar de un sábado por la noche en las calles pobladas y glamurosas de París.

Hécate se sacó el corsé. No iba a mostrar su clase alta, necesitaba contactar con un par de mendigos que le darían algunos ingredientes para sus próximos experimentos. No pasaría como una miserable, pero tampoco dejaría verse por completo. Buscaría que no la reconocieran.

Su carruaje la llevó hasta la zona de restaurantes, antes de poder actuar a conveniencia debía de comer, por eso se metió a un restaurante medianamente lujoso.

por **Olympe Sinclair** Dom Nov 12, 2017 12:04 am

Sus orbes cerúleos seguían los movimientos de la escritura con parpadeos inquietos, brillantes por una intensidad evidente en su rostro que no cedía ante el cansancio que el papeleo absorbía en su tiempo libre, después de todo, supongo que eso era parte del débito que ahora recaía sobre sus hombros como la hija pródiga de los Harper. La estilográfica se deslizaba caprichosa sobre el lienzo níveo, creando formas florituras caprichosas al momento de firmar y dar por sentado uno de tantos contratos rubricados ese día. La luz tenue de las velas en el estudio apenas le brindaban cobijo ante el acecho de las sombras caprichosas que danzaban oscilantes sobre las paredes frías. Estrictamente pedía no ser molestada cuando se encontraba sumergida en horas de “trabajo”. La servidumbre inquieta y ávida por atender los caprichos de Mina, accedía con totalidad ante sus peticiones caprichosas.

Estaba harta en ocasiones de fingir el papel de niña buena, así que tomó un abrigo y ordenó que nadie esperase su regreso. No estaba del todo segura a lo que se enfrentaría en el lugar. Se dirigió a las caballerizas para hacerse acompañar de tan bello ejemplar oscuro. Y con una voz demandante pidió al chofer que la escoltara a esas horas de la noche hacia el centro de la ciudad.

–Date prisa Emmanuelle–

El hombre suspiró y de inmediato hizo lo propio, resultaba extraño en ocasiones el comportamiento de la joven que en apariencia angelical no sospechaban hasta entonces sus cambios bruscos de humor. Atribuían el hecho a que aún no se recuperaba del todo de aquel fatídico incidente en el tren. Por lo tanto ninguna de sus demandas podía ser cuestionada o rechazada en su totalidad, además que no se atrevían a llevarle la contraria cuando les miraba con esos ojos bellos pero inquisidores, como si de algún modo Mina pudiese escudriñar hasta el más mínimo detalle en sus almas.

De ese modo en un par de minutos se hallaba ya entre las personas que aún daban una caminata habitual en Paris. La luz lúgubre de los faroles apenas permitía al resto de la sociedad ver la perfección natural que la rubia reflejaba en sus pasos acompasados una vez que descendió del carromato. Había decretado estrictamente que en hora y media pasaran nuevamente por ella para escoltarle hasta la mansión Harper. Se introdujo en uno de aquellos restaurantes suntuosos, presumiendo su nuevo status, aunque pareciera no costarle nada el papel de mujer de alta cuna. La rubia poseía una exuberancia natural y se sentía satisfecha por haber nacido con ese don. Caminó entre las personas se dirigió a una de las mesas del fondo, inexplicablemente una serie de imágenes en blanco y negro pasaron por sus ojos debido al roce que tuvo con una hermosa mujer de cabellos oscuros. ¿Qué era todo aquello que había visto en esa ráfaga de su premonición?

–Madmoiselle…–

Se detuvo apenas para recuperarse mientras trataba de identificar el punto que originó aquella explosión de visiones. En verdad se trataba de una mujer muy bella.

por **Hécate A. Schneider** Vie Dic 08, 2017 9:51 pm

El linaje siempre se atrae entre sí, el poder de la magia resultaba extraño, complicado, orgulloso y mantenía vida propia; se sabía en problemas, se sabía casi marchito y con desesperación de volver a dominar, por eso es que la pureza de la sangre de bruja, resultaba tan fascinante y poderoso, de la mujer siempre depende que prevalezca el apellido, la sangre y el poder. Así que sí, Mina y Hécate debían cruzar sus destinos.

El aura de la mujer pasó enfrente de sus ojos, la descarga también recorrió de arriba hacia abajo su cuerpo, Hécate notó el jalón gravitacional y frunció el ceño no muy convencida o contenta de lo que ocurría. No es que no le gustara encontrar a sus iguales, más bien odiaba que su misma naturaleza revelara lo que había sido, lo que era y lo que estaba por pasar. Eso la hacía sentir desnuda, desprotegida y con ganas de asesinar. Brindar información de más era una decisión personal, pero que la magia misma lo ordene, podía ser extremadamente enfadoso.

Inevitablemente se paró para sostener el cuerpo tambaleante de la rubia. La sostuvo con tanta fuerza que parecía querer hacerle daño, pero en realidad sólo estaba buscando sostenerla de la manera correcta para no invadir su espacio personal o dejarla caer. Hécate podía ser de pocas pulgas y la mayoría de las veces poco humana con respecto a los sentimentalismos, sin embargo si alguien no dañaba su entorno o se interponía en sus planes, no tenía necesidad de acabar o lastimar a alguien. Estaba loca, sí, pero aún razonaba en algunas cuestiones; sentarla no fue una tarea difícil, lo complicado fue tener que ahuyentar a todos los “caballeros” que se sentía héroes del momento.

- Bebe un poco de esta agua, ver más allá de lo común puede afectarte – No podía decir algún comentario comprometedor, aún habían personas que los miraban con recelo, a las y los parisinos les encantaba el drama y la tragedia para hacer un circo de chismes. Las señoritas como ellas, se suponía debían guardar la compostura, ni siquiera un mareo resultaba permitido para las damas de esa época. – Dígame usted, ¿Qué tanto pudo ver en mí? De esa manera sabré que debo saltarme de esta plática. – Las brujas resultan ser extremadamente fuertes, incluso casi letales como un vampiro, porque sus habilidades eran de nacimiento y no por conversión, pero su naturaleza humana lograba entorpecer ciertos momentos que podían ser cruciales.

- Ahora entiendo la necedad de mis pensamientos, el deseo exorbitante de mi cuerpo por querer salir de casa, la interrogante maldita del porque debía entrar a este lugar. La esencia nos trajo aquí. ¿Por qué será? –
Se preguntó con incredulidad. Era cierto que deseaba crear próximas generaciones, pero su mente se había limita a pensar en su descendencia y la de su hermana. ¿Acaso era una señal? ¡Claro! El poder de Hécate no debía ser conformista, mucho menos reducido a nimiedades.

¡Era momento de pensar en grande!

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