Quid Pro Quo | privado

Recuerdo del primer mensaje :

Si algo tenía la eternidad es que actuaba cual reloj de arena, enterrando uno a uno los recuerdos del pasado haciendo que poco a poco olvidara incluso que nació como cualquier otro ser humano. No obstante, en el momento que bajó del caballo frente a su viejo hogar, los pocos momentos que vivió ahí revivieron en su mente como el pasto bajo la lluvia. La voz de su madre leyendo cuentos en el jardín, los juegos que se inventaba con sus primos, su primera vez a caballo... todos ellos marcados por el fatídico día en el que los otomanos lo arrancaron de aquella vida para convertirlo en un soldado más. La dura infancia por la que pasó le hizo inmune al sentimentalismo, mas no a la nostalgia, y conforme avanzaba por el camino de tierra que llevaba al castillo se dejó lentamente impregnar por esta. De pequeño sentía cierto miedo al caer el sol. Los árboles, altos y sombríos, creaban monstruosas sombras que ni un beso de buenas noches lograba empañar. Ya no era así en absoluto, y no porque él hubiera madurado. Quien fuera que habitara ahora el castillo había trabajado para alejarlo del frío carácter rumano.

La noche que Hania le mordió y, por consecuente, trajo consigo un retal del pasado, no se lo pensó dos veces. Debía volver a Oltenia e indagar hasta hallar la luz. Tal vez saber la verdad no cambiara para nada como era su vida ahora, pero no se perdonaría dar la espalda a su familia. Quería saber quién o qué motivo había acabado con la familia Ardelean y por qué él fue condenado a la vida eterna, cuando lo único que buscaba era una muerte rápida. Antes de llegar a Francia ya sabía que el apellido estaba muerto, él era el único que quedaba en pie e iba a ser imposible seguir adelante con el linaje. Su madre murió enferma de pena poco después de que a él se lo llevaran; su padre fue asesinado, igual que su hermano, y tras más de tres siglos, le había perdido la pista a sus primos. Era consciente pues que el castillo habría pasado a manos ajenas a la familia, pero contrario a sentir el deseo de recuperarlo, se alegró que quien moraba ahora en él lo conservara en tan buenas condiciones.

Unos golpes firmes sonaron en la puerta a escasos minutos de las diez de la noche. Drakul había dejado sus armas junto al caballo y vestía ropas más sencillas que alejaran cualquier pensamiento de amenaza. No quería asustar a nadie. Se había dejado incluso la barba más larga para ocultar parte de su boca al hablar, camuflando así sus evidentes colmillos que le marcaban como vampiro. En cuanto el servicio le abrió inclinó la cabeza y se presentó.

-Mi nombre es Drakul Ardelean. No tema, no soy una amenaza ni vengo pidiendo nada que no pueda ofrecerme. Siento mi visita en estas horas intempestivas de la noche, pero ha sido un viaje muy largo y solo vengo en busca de información. Quisiera saber si el amo o ama de la casa se encuentra despierto en este momento, de ser así pido formalmente una cita... y tal vez permitir a mi corcel que pueda descansar un poco en su establo.

Los ruidos que ambos escuchaban no eran más que lo que Brianna había sugerido: Drakul trabajando. El mapa le había abierto la puerta a toda una ala subterránea nueva del castillo, una zona que nadie había pisado desde que sus familiares fueron asesinados y el castillo quedó sin un Ardelean que morara en él. No solo había pequeñas habitaciones, que supuso servían como refugio en la guerra, también encontró bóvedas llenas de libros antiguos, pilares con extraños objetos que prefirió no tocar hasta saber de qué se trataban y unos extraños grabados en la piedra justo al final del largo laberinto. El descubrimiento había sido tan impactante que, sumergido en la profunda oscuridad apenas iluminada por una antorcha, el tiempo dejó de correr y se olvidó de la llegada del día.

En su debacle por encontrar el libro que hablara de aquellos grabados, tiró a su paso viejas maderas comidas por el tiempo, produciendo los ruidos que despertaron a los amantes. Y no fue hasta escuchar el estruendo por el suelo moverse y los gritos del lobo, que se dio cuenta que había alguien más allí abajo con él. Salió corriendo hacia la entrada para llegar en el momento justo en que Landvik descendía en picado. No vio bruma ni figura alguna, de modo que no se alarmó más de lo necesario.  

-Yo me encargo, aléjese del polvo - le dijo a la mujer antes de saltar tras el lobo, cayendo de pie sobre tierra húmeda, probablemente por la profundidad en la que se encontraban. - ¿Se encuentra bien? - preguntó, moviendo el brazo para alejar el polvo que el derrumbe había levantado. El olor allí abajo era pura tierra mezclado con la humedad propia de un sitio cerrado durante siglos. Si hubiera tenido tiempo a detenerse en apreciarlo, habría encontrado en aquel lugar un sitio de paz que probablemente elegiría sin dudar para enterrarse durante el día. Pero tenía que encontrar al rey.

Durante un instante no entendió lo que estaba ocurriendo, solo podía ver al señor Landvik peleando con la nada, blandiendo la espada al aire con esfuerzo. No se trataba de un problema de oscuridad, pues como vampiro veía perfectamente en esta, de modo que supo inmediatamente que había una criatura ahí abajo que él no podía ver. Y entonces recordó lo que había estado leyendo en uno de los libros de las bóvedas. La familia se había asegurado de mantener a buen recaudo esa zona, no solo con un muro que la ocultara. Había trampas por todos lados que solo un Ardelean podía saltar sin problemas, pero todo aquel que no llevara la sangre del linaje las haría saltar nada más cruzar la puerta. En la entrada se encontraba una criatura hecha de sombras y la experiencia le dijo que solo la luz podría destruirla, igual que a él. Landvik no conseguiría nada con una espada normal, sin embargo...

-¡Aléjese! - advirtió, antes de desenfundar ambas espadas. Clavó una en el suelo, la de protección, que rápidamente se activó con luz azulada creando un escudo a su alrededor, y enseguida rasgó el aire con la otra, la cual produjo un fuerte haz de luz solar que iluminó por completo el hueco en el que habían caído. - ¡Dígame dónde se encuentra la criatura! - dejándose guiar por sus indicaciones y sin desprenderse del escudo protector -pues de lo contrario él mismo sufriría el daño de la otra espada-, luchó contra aquel enemigo invisible para él. El espacio reducido ayudó a que la contienda no durara demasiado, y en el mismo instante que logró traspasarlo con la espada de luz, las sombras se disolvieron con un chillido que hizo vibrar los cimientos del castillo.

-¿Se encuentra usted bien? - apagó ambas espadas, enfundándolas de nuevo, y se acercó al hombre. - Siento que se hayan encontrado en esta situación, por lo que sé mi familia guardaba con mucho recelo lo que aquí esconden, está lleno de trampas para todo aquel que no sea un Ard... - calló de inmediato al recordar lo que seguía en el libro y miró hacia arriba. - Dígame que ella no ha entrado... ¡Corra! - a parte de la criatura, la entrada estaba protegida con hiedra venenosa. Y la magia le había dado vida propia, de modo que si Brianna ponía un pie más allá del muro abierto, la planta saldría de cada rendija y la atraparía de inmediato en pos de estrangularla.

La baronesa habia ido en pos de Damon instintivamente cuando lo vio caer en aquel agujero negro que se adentraba en las profundidades del castillo, seguramente tocando los cimientos o a saber si bajo él había un entramado de túneles y subterráneos. Pero algo la detuvo, un siseo apenas audible, como algo que se arrastraba por el suelo. Estaba oscuro pero consiguió atisbar en la penumbra como unas ramas gruesas que serpenteaban por la tablas de madera y que se acercaban macabramente hacia ella, sin duda era cosa de la magia.

Retrocedió unos cuantos pasos tratando de poner a salvo sus descalzos pies, pero aquellas lianas parecían tener vida propia y la siguieron en su recorrido aumentando cada vez más su velocidad. Brianna gritó y agarró una botella que estampó contra la pared rompiéndola en añicos, con el cuello de está bien sujeto en la mano, lo blandió como si fuera un arma contra aquellos vegetales virulentos. Consiguió asestar les algunos tajos pero cuando conseguía deshacerse de alguna de ellas, otra la agarraba por otro lado, y no daba abasto a sacudirse de encima aquellas hiedras.

Había entrenado un poco con los hombres de Damon ya que así se lo prometió al rey, pero no era una diestra guerrera, apenas le alcanzaba para defenderse. La angustia se apoderó de ella, un mal golpe podría dañar al bebé que crecía en su vientre y eso era lo último que ella deseaba, Velkan era su prioridad.

— Damoooon!! Damooon!!!.— gritó, pues no sabía que Drakul también estaba allí abajo.— Ayudaaaaaa!! Damon dime algo!!

¿Y si el rey había sucumbido a algo? quizás una trampa o un veneno pulverizado en el polvo... a saber.

Mi espada rugía fiera entre mis manos, asestaba golpes a un ente oscuro como humo que esquivaba mi acero abriéndose como el mismo.
Por contra sus garras, se hundían afiladas en mi pecho desgarrando mi carne abierta por la mitad.. No me rendí, era consciente de que Brianna estaba huyendo y entretener a ese ente el tiempo suficiente era el único de protegerla a ella y a mi vástago, ademas mis heridas cerraban rápido gracias a la curación acelerada, el problema era que por mas que lo intentaba no lograba asestar golpe en la masa poliforme.

En la zona alta escuché al vampiro, ese con el que había compartido cena, no veía al enemigo, por contra mis ojos ámbar si centraban la bestia, aunque fuera incapaz de darle caza.
No se como lo hizo, pero la luz de una espada iluminó la estancia, el vampiro quería que guiara sus movimientos con el acero y con la voz sesgada por los jadeos de una gesta que ya duraba en exceso, le indiqué su siguiente movimiento.
Su espada, mas poderosa que la propia debilitó al fantasma negro como el carbón y ante mis ojos con el segundo golpe asestado se desvaneció.

Su mano fue tendida en mi direccional, la mía la aferro y pronto estuve fuera de aquel agujero negro que me había engullido por completo.
Mi nombre era gritado por Brianna, fue entonces cuando el inmortal me advirtió del peligro, iba a darle las gracias, mas el tiempo apremiaba y ambos corrimos para socorrer a la madre de mi futuro hijo.

Fue al llegar cuando la vimos fiera luchas contra las enredaderas, al parecer el entrenamiento con mis hombres la mantenían viva. La plantas plagadas de espinas la atacaban, de un saltó me coloqué frente a ella evitando que aquellas raíces la atraparan a ella y con las garras fui sajando todo aquello que se acercaba.
El inmortal estuvo astuto, con piruetas logró sortear las zarzas y tras de mi cayó dedicandose a poner a salvo a mi “mujer” y regresar para ayudarme a hacer frente a aquellas plantas que brotaban del mal en estado puro.
-No se que cojones guardaba aquí tu familia, pero lo quiero fuera de esta casa -rugí mirándolo.
Esta vez nada tenia contra él, por contra, me había ayudado primero a mi y luego a proteger aquello que amaba, podía ser muchas cosas, pero nunca un desagradecido.

Sabía que tras aquel muro muchas más trampas aguardaban la entrada de los que no eran invitados, de modo que ayudó al rey a sacar afuera a la dama, esperando que tanto ella como el bebé que llevaba dentro se encontraran bien. - De haberlo sabido les habría avisado antes, pero esta misma noche he descubierto este pasaje. Sé de este lugar tanto como ustedes; aunque fue aquí donde nací, me crié junto a los turcos. Lo que sea que mis padres ocultaban con tanto esfuerzo... - miró hacia el interior - me encargaré de encontrarlo y sacarlo del castillo. Les doy mi palabra - su rostro, siempre tan serio e impasible, fue sutilmente velado por la culpa. Afortunadamente, nadie había muerto aquella noche aunque hubo muchos números. No se perdonaría la muerte de alguien más por sus errores.

Ayudó al rey a llevar a su amada al dormitorio, más por la preocupación que cargaba consigo tras lo ocurrido que por necesidad de su presencia. - Mi señora, en los libros se habla de las trampas por las que ustedes han pasado esta noche. Solo un Ardelean puede cruzar la puerta sin sufrir castigo. Le ruego que avise a su hija Elaine y los lobos que habitan el castillo que no se acerquen a esa zona, no por celosía de lo que mis padres ocultaran, sino con el deseo de que nadie más salga herido - luego miró al rey, indicándole que le siguiera fuera del dormitorio un momento, donde se puso serio nuevamente. - Puedo entender su enfado y sé que tiene motivos suficientes para querer que abandone el lugar. Pero le pido que me de algo más de tiempo. Les seré de ayuda en todo aquello requieran y me aseguraré de que nada malo vuelva a ocurrirle a su familia. Le doy mi palabra, pues es lo único que me queda de valor.



El silencio bajo la bóveda donde minutos antes habían estado batallando se vio sesgado por un débil siseo. Igual que el viento entre las hojas, el silbido fue arremolinándose alrededor de una vieja pilona medio derrumbada en el centro de la sala, allí donde Drakul había estado leyendo los libros antiguos. La conversación que estaba llevándose a cabo un par de pisos más arriba impidió que ninguno de los sobrenaturales fuera testigo de ese ruido, ajenos a lo que estaba por venir. Una mortecina luz azul cobalto se fue alzando entre la nube de polvo que aún bailaba en el aire, hasta formar la figura de un hombre agazapado flotando a unos centímetros del suelo. El ente, formado por los restos de magia oscura que habían perdurado encerrados durante más de un par de siglos, cruzó el techo de piedra recorriendo en silencio el castillo, buscando un cuerpo en el que posarse. Y lo encontró. Elaine, quien dormía plácidamente en su cama alejada aparentemente del peligro que acechaba, fue el recipiente que aquel ente encontró dispuesto para acomodarse. Falto de fuerzas por recién despertar, se ocultó en un rincón tras los ojos de la joven, desde donde vería y oiría todo esperando el momento oportuno para salir.


Drakul volvió a encerrarse en el sótano del castillo, aprovechando la oscuridad para seguir trabajando tanto de noche como de día. Tenía muchos libros que leer, pero poco a poco iba tirando más del hilo que le llevaría hasta la verdad.

Brianna estaba muy nerviosa, se mareó de la tensión y Damon tuvo que sujetarla para que no se fuera al suelo. La llevó a la cama y la tumbó allí hasta que se le pasó un poco el sofoco. Lo que había sucedido allí abajo la había dejado muy intranquila. ¿Qué demonios se ocultaba en las profundidades de ese castillo? ahora con más razón tenían que dejar a Drakul trabajar y sacarlo de allí, limpiar su morada de mala energías y magias ancestrales.

— Vamonos de aqui...vamonos unos días a la campiña, no quiero estar cerca de todo esto...quiero que este hogar sea seguro. Dejemos que el señor Ardelean limpie todo esto de trampas.— le suplicó a Damon, que la retenía para que se calmara porque le transmitía la inquietud al bebé.

Las horas pasaron rápidas y el sol salió por el horizonte. La dama había conseguido dormir un poco, el lobo nada, sus sentidos estaban en alerta máxima. Elaine apareció por la puerta frotándose los ojillos.

— mami... he tenido un sueño feo.— Damon le hizo la señal de silencio sobre los labios porque Brianna dormía por fin y cogió a la niña sentándola en su regazo.— Creo que había alguien en mi cuarto...me miraba con los ojos rojos, pero cuando iba a lanzarle el cuchillo ya no estaba.— Se apretó contra Damon, su fortaleza le transmitía seguridad y como ambos eran lobos, se comunicaban de esa forma instintiva que sólo entre los licántropos se podía entender. Para ella Damon era su padre, el invencible, el que todo lo podía, el mejor rey, el mejor hombre y alfa... y en los momentos difíciles él sostendría a su madre, que ya bastante se sostenía sola.

Aguardaron unas horas hasta que la baronesa despertó, en su estado le convenía descansar y no alterarse. Se levantó hambrienta, como era de esperar y pidió que les llevaran desayuno allí a la cama. Los tres se sentaron a comer algo en el lecho, por una vez que no se guardasen las formas no importaba, lo había pasado realmente mal la noche anterior y necesitaba recomponerse.

— Preferiría marcharme a la villa de Radovan, pero en mi estado no me veo capaz de viajar tan lejos. Si nos quedamos, dormiremos los tres juntos ¿de acuerdo? Elaine no salgas de este cuarto. Anoche hubo un problema en el castillo y prefiero que no salgas, es peligroso ¿vale?.— La niña asintió y miró a Damon que tenía aspecto de cansado.

— Te haré un dibujo para que te sientas mejor..— Se sentó en la mesita a dibujar mientras Brianna le curaba las heridas a Damon y hablaban en siseos entre ellos. El dibujo comenzó siendo un paisaje, el que conformaba la villa donde vivían, pero de pronto los ojos de Elaine se pusieron negros y comenzó a dibujar entes oscuros que emergían de la tierra y el castillo consumido por el fuego.

Mi mujer estaba al borde de la desesperación, sobre e lecho aterrada me pedía que nos largáramos de allí, el problema era que su avanzado estado de gestación no nos permitía mucha maniobrabilidad.
Mis ojos centelleaban en ámbar, el peligro me mantenía tenso y alerta y aunque había doblado la guardia no confiaba en que fueran capaces de luchar contra eso que se desvanecía y que solo el filo de las luminosas hojas del inmortal había logrado derrotar.

Acaricié a mi “esposa” hasta que sintiéndose segura entre mis brazos cedió al sueño mas profundo, necesitaba descanso, así que cuando la pequeña Elaine entró en la habitación le pedí que hablara flojito, no quería que la despertara, la tomé entre mis brazos, ella aseguraba haber visto algo, deslicé mis dedos por el castaño pelo de mi hija.
-No permitiré que nada te hago daño -aseguré besando su cabeza.

Hablamos durante un rato, bromeamos jugando en silencio, ella era mi cachorro, se subía por encima de mi mientras yo la atrapaba con mis brazos y ella reía sin parar.
Al final Brianna se despertó, tenia mejor aspecto y al vernso juntos sonrió ligeramente como si así sus problemas pudieran desvanecerse.
Besé su frente.
-¿Te encuentras bien? -pregunté preocupado posado mi mano en su vientre notando las patadas del agitado Velkan.
Elaine abrazo a su madre, mientras estuviéramos juntos, nada iba a pasarles, pero necesitaba respuestas, unas que solo el inmortal podía darme.
-Entiendo tu preocupación, pero no puedo dejar todo en manso de ese hombre, tengo que asegurarme que mi familia esta a salvo y eso solo lo haré si voy con él y matamos hasta al ultimo ente que se esconde tras tus muros.

Elaine dibujaba mientras Brianna curaba mis heridas, fue entonces cuando la vimos con los ojos negros pintando en la hoja, me abalance hacia ella tomándola entre mis brazos.
-¡Elaine! ¡Vuelve conmigo! -le pedí con el poder que un alfe ejerce sobre los suyos ¿que mierdas era eso?

Brianna asustada corrió hacia su hija peor yo detuve su marcha con un gruñido.
-Por favor Brianna, espera que vuelva en si, no sabemos que pasa, nuestro hijo crece en tus entrañas, te prometo que no dejaré que a nuestra hija le ocurra nada.

Sentado en el suelo del abovedado sótano escuchaba sin querer todo cuanto ocurría a su alrededor. Ni siquiera los muros más gruesos eran capaces de ofrecerle un silencio absoluto. Tenía cosas entre manos, cosas importantes. Una historia que desentrañar, unas trampas que liberar por el bien de los que ahora vivían en el castillo -pues no se perdonaría volver a poner en riesgo a aquella familia. No obstante era incapaz de concentrarse; con los ojos cerrados, se había dejado llevar por el amor que invadía el castillo. La fuerte unión de la pareja, el vínculo con su hija y el que estaba por llegar... Se le había enseñado que la fuerza de un hombre erradicaba en romper con cualquier sentimiento y/o emoción y centrarse en la batalla, pero los cimientos de aquella cruel educación empezaban a tambalearse. Primero con Hania y su infinita inocencia, y ahora siendo testigo de ese cariño familiar. Jamás se lo había planteado, pero, ¿podría él tener algún día algo así... o estaba destinado a la eterna soledad?

La pregunta nunca terminó de formularse en su cabeza, pues enseguida fue consciente de que algo extraño ocurría sobre su cabeza. Salió corriendo escaleras arriba espada en mano, apareciendo estrepitosamente por la puerta del dormitorio donde se encontraban. Sus ojos se dirigieron primero a la pareja y, tras leer el miedo y la preocupación en ellos, se fijó en Elaine. De haber estado vivo su corazón, se le habría encogido ante la culpa por haber provocado otra víctima en la casa. Ni más ni menos que la pequeña, quien menos merecía estar inmiscuida en aquello.

Se arrodilló ante ella y le cogió el rostro con las manos para verle bien los ojos, intentando meterse por la fuerza en su mente. No necesitaba ser un experto para saber que algo la había poseido, algo que era enteramente su responsabilidad. - Elaine mírame, escucha mi voz - le hizo señas a la pareja para que también hablara - escucha a tus padres, por favor, tienes que luchar contra eso que tienes dentro contigo. No dejes que gane, tú eres mucho más fuerte niña...

Le cubrió los oídos inclinándole la cabeza hacia su pecho, dejándola así momentáneamente ciega y sorda mientras volvía a mirar a Brianna y al lobo. - Necesitamos un exorcista, alguien que pueda arrancar a este ente de su cuerpo. Yo no soy experto en eso... Os doy mi palabra que en cuanto vuestra hija vuelva a estar a salvo me iré de aquí.. No puedo permitirme seguir dándoos problemas de esta forma.