AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El perro de la condesa (privado)
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El perro de la condesa (privado)
Recuerdo del primer mensaje :
Me adentré en Akershus cuando el ocaso alcanzaba su máximo esplendor, no conocía a ese hombre al que todos hacían llamar el salvador.
Ciertamente era una leyenda en el norte y haber sido convocado por este me llenaba de orgullo, seria su mas fiel súbdito.
Me adentré en palacio, no me costó entender que en Akershus el aire olía distinto, libertad era lo que soplaba el viento en sus rincones, era como un pedazo de tierra donde Ranfdulf no podía desplegar el poder de sus garras y admiré mas en ese instante la hombre que había conseguido dicha proeza.
Caminé tras un vikingo que se presentó como el general Lund hasta una sala bastante regia, con una mesa de madera rectangular, lo que venia siendo el típico salón de nuestras tierras, a su alrededor otras mesas redondas, allí debían de celebrarse ademas d las fiestas donde corría la hidromiel, las reuniones para trazar planes contra el rey.
Deslicé mi mano por la madera noble, sin duda me encontraba en un lugar mítico para cualquier hombre que se precie de portar sangre del norte en su venas.
No esperé que la que entrara lejos de ser el hombre que esperaba fuera una doncella de rubia melena.
Enarqué una ceja siguiendo su estela en el mas profundo de los silencios, la dama parecía ladear la sonrisa al ver mi sorpresa.
-He sido hecho llamar por el conde -dije con serenidad.
Mi voz retumbó en aquella sala de paredes llenas de tapices y trofeos de caza.
Una piel de oso frente a una lumbre encendida y la doncella seguía acercándose ignorando en esencia mis palabras.
La dama se detuvo para servir sendas copas, sin duda sus rasgos n oran del norte, aunque podría pasar por na de las nuestras por su atuendo, enmascarada en pieles por le frio se abrió paso hasta mi y dejó una copa de whisky ante mis ojos.
-No bebo cuando trato temas importantes -aseguré esperando que me explicara exactamente que hacíamos los dos allí.
Me adentré en Akershus cuando el ocaso alcanzaba su máximo esplendor, no conocía a ese hombre al que todos hacían llamar el salvador.
Ciertamente era una leyenda en el norte y haber sido convocado por este me llenaba de orgullo, seria su mas fiel súbdito.
Me adentré en palacio, no me costó entender que en Akershus el aire olía distinto, libertad era lo que soplaba el viento en sus rincones, era como un pedazo de tierra donde Ranfdulf no podía desplegar el poder de sus garras y admiré mas en ese instante la hombre que había conseguido dicha proeza.
Caminé tras un vikingo que se presentó como el general Lund hasta una sala bastante regia, con una mesa de madera rectangular, lo que venia siendo el típico salón de nuestras tierras, a su alrededor otras mesas redondas, allí debían de celebrarse ademas d las fiestas donde corría la hidromiel, las reuniones para trazar planes contra el rey.
Deslicé mi mano por la madera noble, sin duda me encontraba en un lugar mítico para cualquier hombre que se precie de portar sangre del norte en su venas.
No esperé que la que entrara lejos de ser el hombre que esperaba fuera una doncella de rubia melena.
Enarqué una ceja siguiendo su estela en el mas profundo de los silencios, la dama parecía ladear la sonrisa al ver mi sorpresa.
-He sido hecho llamar por el conde -dije con serenidad.
Mi voz retumbó en aquella sala de paredes llenas de tapices y trofeos de caza.
Una piel de oso frente a una lumbre encendida y la doncella seguía acercándose ignorando en esencia mis palabras.
La dama se detuvo para servir sendas copas, sin duda sus rasgos n oran del norte, aunque podría pasar por na de las nuestras por su atuendo, enmascarada en pieles por le frio se abrió paso hasta mi y dejó una copa de whisky ante mis ojos.
-No bebo cuando trato temas importantes -aseguré esperando que me explicara exactamente que hacíamos los dos allí.
Geralt- Humano Clase Baja
- Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 11/10/2017
Re: El perro de la condesa (privado)
Mantuve mis pardos fijos en sus esmeraldas, ella misma se hacia llamar demonio y eso lograba que no comprendiera su queja, menos aun su afirmación “no siento nada” y en cierto modo eso reflejaba su mirada mientras bebía para olvidar.
Repasé su figura de arriba a bajo, no parecía una mujer que no pudiera colarse en el lecho de cualquiera, aunque comprendía sobradamente que eso no sucedería en Akershus, nadie quería un encontronazo con el conde y aunque por lo que había oído, no estaban juntos, no era algo oficial, así que nadie en su sano juicio lo desafiaría.
Di un nuevo sorbo a mi copa escuchando como me mandaba al lecho de la que me esperara. ¿Si de verdad alguien me esperara no estaría aquí bebiendo con una mujer llena de contradicciones.
-Dices no sentir nada, pero ¿tratas de engañarme a mi o a ti misma? Sientes, pero el dolor es un afilada arma y supongo que es mas fácil creer que nada te daña.
Yo pasé por esa fase, la de estar muerto en vida y supongo que solo me mentía.
Me encogí de hombros -mas como habéis dicho con anterioridad, mejor me meto en mis asuntos, me habéis contratado por la facilidad con la que esgrimo el acero y no para daros sabios consejos.
De seguro no le faltaría de esto ultimo, gente que le daría su opinión sin tregua en uno u otro sentido.
El norte no la quería y aunque ella decía no odia al norte, lo fingía, otra de sus amplias contradicciones.
Tenia que hacerse respetar, era la madre de los hijos del conde, solo por eso los norteños la deberían respeto y lealtad, pero su arrogancia ejercía el efecto contrario.
La veían lejana, fría, sin interés por el sufrimiento de los que moraban en sus tierras y esos escudos que ante si ponía era la causa de ello.
No iba a decirle lo que debía hacer, supongo que los caminos los elegimos cada uno, pero estaba seguro de que el león no era tan fiero como lo pintaban y que tras esa mascara impertérrita de maldad suprema, existía una mujer asustada que solo quería ser aceptada y querida.
No diré que sentía lastima por ella, ese sentimiento en el norte era demasiado devastador, pero si veía a una muer frágil que simulaba poder con todo echándoselo a las espaldas como si no le importara.
-Bebed, seguro que os ayudará a dormir dije sin mas ladeando la sonrisa -nadie me espera en el lecho, así que no os preocupéis, tengo la noche entera para seguir bebiendo -bromeé dando un nuevo sorbo.
Repasé su figura de arriba a bajo, no parecía una mujer que no pudiera colarse en el lecho de cualquiera, aunque comprendía sobradamente que eso no sucedería en Akershus, nadie quería un encontronazo con el conde y aunque por lo que había oído, no estaban juntos, no era algo oficial, así que nadie en su sano juicio lo desafiaría.
Di un nuevo sorbo a mi copa escuchando como me mandaba al lecho de la que me esperara. ¿Si de verdad alguien me esperara no estaría aquí bebiendo con una mujer llena de contradicciones.
-Dices no sentir nada, pero ¿tratas de engañarme a mi o a ti misma? Sientes, pero el dolor es un afilada arma y supongo que es mas fácil creer que nada te daña.
Yo pasé por esa fase, la de estar muerto en vida y supongo que solo me mentía.
Me encogí de hombros -mas como habéis dicho con anterioridad, mejor me meto en mis asuntos, me habéis contratado por la facilidad con la que esgrimo el acero y no para daros sabios consejos.
De seguro no le faltaría de esto ultimo, gente que le daría su opinión sin tregua en uno u otro sentido.
El norte no la quería y aunque ella decía no odia al norte, lo fingía, otra de sus amplias contradicciones.
Tenia que hacerse respetar, era la madre de los hijos del conde, solo por eso los norteños la deberían respeto y lealtad, pero su arrogancia ejercía el efecto contrario.
La veían lejana, fría, sin interés por el sufrimiento de los que moraban en sus tierras y esos escudos que ante si ponía era la causa de ello.
No iba a decirle lo que debía hacer, supongo que los caminos los elegimos cada uno, pero estaba seguro de que el león no era tan fiero como lo pintaban y que tras esa mascara impertérrita de maldad suprema, existía una mujer asustada que solo quería ser aceptada y querida.
No diré que sentía lastima por ella, ese sentimiento en el norte era demasiado devastador, pero si veía a una muer frágil que simulaba poder con todo echándoselo a las espaldas como si no le importara.
-Bebed, seguro que os ayudará a dormir dije sin mas ladeando la sonrisa -nadie me espera en el lecho, así que no os preocupéis, tengo la noche entera para seguir bebiendo -bromeé dando un nuevo sorbo.
Geralt- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/10/2017
Re: El perro de la condesa (privado)
La vida de la francesa no sólo había cambiado, las pérdidas le habían hecho madurar y centrarse, saber lo que no quería y a la vez sí en su vida. ¿Se mentía? La palabra exacta era aceptar, estaba aceptando las circunstancias, afrontarlo pues nadie la había enseñado ni advertido que podía sentirse tan pequeña en un lugar, tan perdida al mismo tiempo.
Aunque él no lo supiese, necesitó oír esas palabras, algo parecido que la reconfortase. No tenía amigos, aquellos que se quedaban toda la noche a su lado para divertirse, desaparecieron cuando los rumores se extendieron por toda París. Alguien que lo había tenido todo, sentía que le faltaba algo, lo esencial y era simplemente compañía, no necesitaba más. Ya conoció el amor, o al menos eso creía, no logró mantenerlo a su lado ¿cómo podría lograrlo alguien tan fría como ella? ¿Qué mayor regalo que aquellos niños? Nadie podría darle el amor que ellos le daban y correspondía de la mejor manera que sabía, estar allí, brindarles ese calor aunque ahora... no sintiese absolutamente nada.
-Ya dormiré cuando esté muerta -no dijo más, tampoco hacía falta. Se encaminó hacia la ventana empañada de vaho, el frío fuera azotaba con fuerza. Se encogió en sí misma, paseando una de sus manos por el brazo, darse calor...anhelando un abrazo ya inexistente. El tiempo transcurría y a cada día era peor que el anterior, no sólo había dejado de ser la que fue, ahora es que no encontraba su lugar en ninguna parte.
París no la acogió, solo estaba rodeada de gente falsa e hipócrita ¿acaso ella no lo fue? ¿qué esperaba? Tenía dos opciones, o seguir como si nada le importase y morir en vida o aceptar y seguir adelante. La perdida había devastado su vida, llevándoselo todo . No era la primera mujer en sus circunstancias, pero sí...se sentía sola. No dijo nada durante unos minutos, seguía esperando con su mirada esmeralda clavada en la gran puerta de roble de la entrada.
Esperaba una ilusión, algo que no ocurriría y ella misma, empezó a reír por lo bajo como si realmente hubiese perdido el juicio. Una risa incesante, no dejó una sonrisa en sus labios, el dolor era tal que se estaba convirtiendo en algo incontrolable.
-Nadie te espera en el lecho y estás aquí porque mi ….marido te lo ordena ¿no prefieres estar muerto? -bebía sin control, comenzaba a subir el alcohol...hacía demasiado que no se emborrachaba de esta forma. -Tranquilo, no voy a obligarte...-se giró de forma despreocupada, buscando sus ojos... al fin y al cabo era una de las únicas personas que aún no la habían abandonado -Cada uno es libre, sé que temen al Conde y dudo que nadie quiera tan solo mirarme de reojo. Hace demasiado tiempo que no ocurre, ya sabes... creo que hasta se me ha olvidado -volvía a reír sin control, en otro momento ...hubiese sido diferente.
Aunque él no lo supiese, necesitó oír esas palabras, algo parecido que la reconfortase. No tenía amigos, aquellos que se quedaban toda la noche a su lado para divertirse, desaparecieron cuando los rumores se extendieron por toda París. Alguien que lo había tenido todo, sentía que le faltaba algo, lo esencial y era simplemente compañía, no necesitaba más. Ya conoció el amor, o al menos eso creía, no logró mantenerlo a su lado ¿cómo podría lograrlo alguien tan fría como ella? ¿Qué mayor regalo que aquellos niños? Nadie podría darle el amor que ellos le daban y correspondía de la mejor manera que sabía, estar allí, brindarles ese calor aunque ahora... no sintiese absolutamente nada.
-Ya dormiré cuando esté muerta -no dijo más, tampoco hacía falta. Se encaminó hacia la ventana empañada de vaho, el frío fuera azotaba con fuerza. Se encogió en sí misma, paseando una de sus manos por el brazo, darse calor...anhelando un abrazo ya inexistente. El tiempo transcurría y a cada día era peor que el anterior, no sólo había dejado de ser la que fue, ahora es que no encontraba su lugar en ninguna parte.
París no la acogió, solo estaba rodeada de gente falsa e hipócrita ¿acaso ella no lo fue? ¿qué esperaba? Tenía dos opciones, o seguir como si nada le importase y morir en vida o aceptar y seguir adelante. La perdida había devastado su vida, llevándoselo todo . No era la primera mujer en sus circunstancias, pero sí...se sentía sola. No dijo nada durante unos minutos, seguía esperando con su mirada esmeralda clavada en la gran puerta de roble de la entrada.
Esperaba una ilusión, algo que no ocurriría y ella misma, empezó a reír por lo bajo como si realmente hubiese perdido el juicio. Una risa incesante, no dejó una sonrisa en sus labios, el dolor era tal que se estaba convirtiendo en algo incontrolable.
-Nadie te espera en el lecho y estás aquí porque mi ….marido te lo ordena ¿no prefieres estar muerto? -bebía sin control, comenzaba a subir el alcohol...hacía demasiado que no se emborrachaba de esta forma. -Tranquilo, no voy a obligarte...-se giró de forma despreocupada, buscando sus ojos... al fin y al cabo era una de las únicas personas que aún no la habían abandonado -Cada uno es libre, sé que temen al Conde y dudo que nadie quiera tan solo mirarme de reojo. Hace demasiado tiempo que no ocurre, ya sabes... creo que hasta se me ha olvidado -volvía a reír sin control, en otro momento ...hubiese sido diferente.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: El perro de la condesa (privado)
La condesa estaba borracha, bebía sin parar, reía descontrolada y yo ladeé la sonrisa mirándola. No es que el alcohol aquí estuviera mal visto, todos pillabamos buenas borracheras y si ella esa noche lo necesitaba ¿por que no?
Le serví otra copa mientras la escuchaba, parecía necesitada de desahogarse y cuando me dijo que ya no se acordaba de como se hacia me reí dando otro trago a mi jarra.
-pues eso nunca se olvida -bromeé viéndola reír.
Valeria se tambaleaba, así que me acerqué a ella con una sonrisa ladeada.
-Vamos condesa, creo que por esta noche has bebido bastante -ella negaba acabándose la copa mientras me miraba desafiante y juguetona.
Hundí mi hombro en la boca de su estomago y la eleve sobre mi hombro como si fuera un saco de patatas. Mi mano en sus nalgas mientras ella gruñía a mis espaldas y pataleaba.
-shhhhh -susurré subiendo escaleras arriba para que no despertara a todos los presentes en el castillo.
Su pelo dorado caía casi rozando el suelo ,reía a mis espaldas mientras subíamos los escalones y la madera noble crujía bajo mis pies.
-Hoy vas a dormir muy bien -aseguré tras recordar sus palabras sobre el tiempo que llevaba sin descansar.
Abrí la puerta de su cámara con el pie y la baje una vez dentro sujetándola porque le costaba mantenerse en pie.
La puerta se cerró a mis espaldas.
-vamos a la cama condesa -le dije llevando mi mano a las lazadas de su corseé para quitarle el pesado vestido.
Valeria seguía riéndose sin parar, sujetándose a mi cuerpo.
Le serví otra copa mientras la escuchaba, parecía necesitada de desahogarse y cuando me dijo que ya no se acordaba de como se hacia me reí dando otro trago a mi jarra.
-pues eso nunca se olvida -bromeé viéndola reír.
Valeria se tambaleaba, así que me acerqué a ella con una sonrisa ladeada.
-Vamos condesa, creo que por esta noche has bebido bastante -ella negaba acabándose la copa mientras me miraba desafiante y juguetona.
Hundí mi hombro en la boca de su estomago y la eleve sobre mi hombro como si fuera un saco de patatas. Mi mano en sus nalgas mientras ella gruñía a mis espaldas y pataleaba.
-shhhhh -susurré subiendo escaleras arriba para que no despertara a todos los presentes en el castillo.
Su pelo dorado caía casi rozando el suelo ,reía a mis espaldas mientras subíamos los escalones y la madera noble crujía bajo mis pies.
-Hoy vas a dormir muy bien -aseguré tras recordar sus palabras sobre el tiempo que llevaba sin descansar.
Abrí la puerta de su cámara con el pie y la baje una vez dentro sujetándola porque le costaba mantenerse en pie.
La puerta se cerró a mis espaldas.
-vamos a la cama condesa -le dije llevando mi mano a las lazadas de su corseé para quitarle el pesado vestido.
Valeria seguía riéndose sin parar, sujetándose a mi cuerpo.
Geralt- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/10/2017
Re: El perro de la condesa (privado)
El elixir de los dioses, así tenía que llamarse aquel líquido ambarino tan delicioso. Quemaba en la garganta, dejándote esa sensación de desazón pero bienestar. Se sirvió... tantos que ya no llevaba la cuenta, apenas había comenzado el ritual , se prometió a sí misma acabar con la botella entera ella sola ¿acaso necesitaba acompañante? Aquel hombre sólo tomó apenas un par de tragos, no estaba por la labor de seguirle el ritmo.
Quería, necesitaba sentirse bien. Sonreír como si nada más importase, olvidar. Nadie le había enseñado a cómo hacer tal cosa, jamás tuvo que llegar a olvidar y era algo que tenía que encargarse ella sola. Aceptar y seguir. Aceptar que los caminos se bifurcaban pero antes de tomar el propio, debía de estar segura de elegir el correcto, tendría que esquivar piedras, escalar muros de piedra y no quedarse sólo en el intento.
-Shhhhh hablas alto -su risa, más escandalosa... moría en cada rincón de la estancia, intentaba no reírse pero le era tan imposible. La risa de Valeria se detuvo cuando todo comenzó a darle vueltas, se había pasado bebiendo pero se sentía bien, en paz. Fue ella quien siseó para que guardase silencio, entre risas...como si fuese una niña traviesa saltándose las reglas, travesuras a escondidas.
La risa de Valeria se iba apagando, hasta que cesó, convirtiéndose en una breve sonrisa. Labios rojos como la sangre, brillantes por el alcohol, tentadores que acentuaban cada palabra haciéndola aún más provocadora con su voz suave, incitante. Era la Valeria de al principio, una dama que se atrevía con todo, si algo le gustaba lo tomaba sin importarle lo que pensasen, disfrutar ese instante pues podría ser el último, o el primero de muchos.
-Valeria. Lo de Condesa déjalo para otro momento. -turbia mirada, buscó sus ojos y al encontrarlos, su sonrisa se ensanchó. Un dedo índice dibujó su mentón como si lo estuviese descubriendo, como no, a su manera. -Al menos no hueles a mofeta. -reprimió una risa, más cercana, mucho más ella de lo que la propia francesa recordaba. -Geralt -se acordaba del nombre, no titubeó, lo susurró con firmeza y sí, con cierto tono suplicante ...pues no quería que se marchase, y él...desde que él había aparecido, la sensación de soledad no pesaba tanto.
Dejó apoyada apoyada la frente en su hombro, buscaba refugio, calor y protección al menos por esa noche. Sus cuerpos quedaron a escasos centímetros, un calor envolvente desconocido que la llamaba a gritos.
-Quédate. Hasta que me duerma...-le costó decirlo pero el alcohol ayudó, su aliento cálido se perdió en el hueco de su cuello, cerró los ojos...dormiría bien.
Quería, necesitaba sentirse bien. Sonreír como si nada más importase, olvidar. Nadie le había enseñado a cómo hacer tal cosa, jamás tuvo que llegar a olvidar y era algo que tenía que encargarse ella sola. Aceptar y seguir. Aceptar que los caminos se bifurcaban pero antes de tomar el propio, debía de estar segura de elegir el correcto, tendría que esquivar piedras, escalar muros de piedra y no quedarse sólo en el intento.
-Shhhhh hablas alto -su risa, más escandalosa... moría en cada rincón de la estancia, intentaba no reírse pero le era tan imposible. La risa de Valeria se detuvo cuando todo comenzó a darle vueltas, se había pasado bebiendo pero se sentía bien, en paz. Fue ella quien siseó para que guardase silencio, entre risas...como si fuese una niña traviesa saltándose las reglas, travesuras a escondidas.
La risa de Valeria se iba apagando, hasta que cesó, convirtiéndose en una breve sonrisa. Labios rojos como la sangre, brillantes por el alcohol, tentadores que acentuaban cada palabra haciéndola aún más provocadora con su voz suave, incitante. Era la Valeria de al principio, una dama que se atrevía con todo, si algo le gustaba lo tomaba sin importarle lo que pensasen, disfrutar ese instante pues podría ser el último, o el primero de muchos.
-Valeria. Lo de Condesa déjalo para otro momento. -turbia mirada, buscó sus ojos y al encontrarlos, su sonrisa se ensanchó. Un dedo índice dibujó su mentón como si lo estuviese descubriendo, como no, a su manera. -Al menos no hueles a mofeta. -reprimió una risa, más cercana, mucho más ella de lo que la propia francesa recordaba. -Geralt -se acordaba del nombre, no titubeó, lo susurró con firmeza y sí, con cierto tono suplicante ...pues no quería que se marchase, y él...desde que él había aparecido, la sensación de soledad no pesaba tanto.
Dejó apoyada apoyada la frente en su hombro, buscaba refugio, calor y protección al menos por esa noche. Sus cuerpos quedaron a escasos centímetros, un calor envolvente desconocido que la llamaba a gritos.
-Quédate. Hasta que me duerma...-le costó decirlo pero el alcohol ayudó, su aliento cálido se perdió en el hueco de su cuello, cerró los ojos...dormiría bien.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: El perro de la condesa (privado)
La condesa se acercó a mi, el vestido cayó por su propio peso dejándola con aquel camisón blanco que llevaba debajo.
Su aliento impactó en mis labios que se entreabrieron en un acto reflejo, me relamí humedeciéndolos sintiendo como sus labios, húmedos y rojos como brasas me calentaban.
No era un necio, sabia cuando una mujer me buscaba, su cabeza cayó sobre mi hombro y después se alzó acariciando con su nariz mi cuello.
Mi respiración se torno pesada, era evidente que Valeria era una mujer muy bella, capaz de conseguir lo que se proponía de un hombre.
Alzó su vidriosa mirada pidiendo que me quedara, escasa la distancia entre nuestras bocas, mis ojos navegaban por sus labios delatando mis ganas.
-No pasara nada entre los dos mientras estés ebria y tampoco mientras estés casada -aseguré alzándola en brazos tras susurrar contra su boca esas palabras.
Mis valores eran férreos, también mi respeto por el conde de Akershus.
Si ella estaba borracha posiblemente implicara que al día siguiente se arrepentiría de esto, no es que yo no me acostara con mujeres tras una fiesta, ambos con mas copas de las que podíamos soportar, pero en este caso trabajaba para ella, no quería que me echara en cara al día siguiente que la había tomado aprovechándome de su estado.
Por otro lado y aunque los rumores decían que nada había ya entre ellos ,lo ciento es que a todos los efectos era la mujer de Höor Cannif y no quería problemas con un hombre que respetaba profundamente
-Vamos condesa -susurré sintiendo sus brazos enredados en mi cuello y su cabeza contra mi pecho -es hora de dormir la borrachera que llevas.
La dejé caer despacio en el lecho, sonreí al ver como me miraba, era muy tentadora la oferta de quedarme, agradecí que no fuera consciente de hasta que punto me costaba negarme, pero era lo correcto.
-Buenas noches Valeria -dije subiendo las pieles para cubrir su cuerpo semidesnudo.
Su aliento impactó en mis labios que se entreabrieron en un acto reflejo, me relamí humedeciéndolos sintiendo como sus labios, húmedos y rojos como brasas me calentaban.
No era un necio, sabia cuando una mujer me buscaba, su cabeza cayó sobre mi hombro y después se alzó acariciando con su nariz mi cuello.
Mi respiración se torno pesada, era evidente que Valeria era una mujer muy bella, capaz de conseguir lo que se proponía de un hombre.
Alzó su vidriosa mirada pidiendo que me quedara, escasa la distancia entre nuestras bocas, mis ojos navegaban por sus labios delatando mis ganas.
-No pasara nada entre los dos mientras estés ebria y tampoco mientras estés casada -aseguré alzándola en brazos tras susurrar contra su boca esas palabras.
Mis valores eran férreos, también mi respeto por el conde de Akershus.
Si ella estaba borracha posiblemente implicara que al día siguiente se arrepentiría de esto, no es que yo no me acostara con mujeres tras una fiesta, ambos con mas copas de las que podíamos soportar, pero en este caso trabajaba para ella, no quería que me echara en cara al día siguiente que la había tomado aprovechándome de su estado.
Por otro lado y aunque los rumores decían que nada había ya entre ellos ,lo ciento es que a todos los efectos era la mujer de Höor Cannif y no quería problemas con un hombre que respetaba profundamente
-Vamos condesa -susurré sintiendo sus brazos enredados en mi cuello y su cabeza contra mi pecho -es hora de dormir la borrachera que llevas.
La dejé caer despacio en el lecho, sonreí al ver como me miraba, era muy tentadora la oferta de quedarme, agradecí que no fuera consciente de hasta que punto me costaba negarme, pero era lo correcto.
-Buenas noches Valeria -dije subiendo las pieles para cubrir su cuerpo semidesnudo.
Geralt- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/10/2017
Re: El perro de la condesa (privado)
[color=white]-Sólo quiero dormir, nada más [. Él...me quiso, me amó y fue mutuo. Ahora...simplemente, cada uno hace su vida pero nadie nos amará del mismo modo. /color]-no mentía, la forma en la que al dejarla en el lecho quedaba de perfil, una cortina dorada esparcida por la almohada, parecía más una niña asustada que ese demonio del que tanto alardeaba. Lo miraba, en silencio, estudiándolo atentamente a pesar de estar más que borracha. Las esmeraldas de la condesa, centelleaban en una mezcla indescifrable de conocer cómo y qué sentía en esos instantes.
No buscaba más que calor, un abrazo que aún nadie le había dado, uno muy diferente al de sus hijos. Rió, realmente divertida por la situación. En otro tiempo, le hubiese dado igual que él no quisiese, estuviese o no casada pues el amar no entraba en sus planes, algo tan desconocido para ella. Y ahora sin embargo, no era esa niña mimada y caprichosa... a veces sí, pues borrar quién era sería perder su esencia.
No iban a cambiar ciertos aspectos de su vida, le gustaba vestir bien y lucir hermosa, ese carácter fuerte y juguetón, provocativo y travieso, como no impulsiva por naturaleza. Lo que había cambiado para la francesa, era la madurez con la que ahora afrontaba su nueva vida, desde que ella y Höor ya no encajaban... nadie había captado su atención y tampoco lo buscaba. Y esa noche, sin proponerlo ni pensar, había dado pasos hacia adelante, seguir y aceptar... dejarse llevar aún sabiendo que sería un error. Se lo estaba pasando bien, le aseguró que dormiría bien y eso era lo que deseaba ir.
-Así mejor. Bonsoir, Geralt, gracias por darte ese baño aunque no fuese para agradarme -rió divertida, con una sincera sonrisa en los labios...cerró los ojos y tras un largo suspiro, se quedó plácidamente dormida. Pocos fueron los hombres que le habían aguardado hasta dormirse, también porque fue su trabajo.
Al día siguiente, una pequeña mano apartaba el cabello dorado de Valeria. Valeska la miraba con una gran sonrisa en los labios, contenta de que su madre por fin había dormido... un pequeño grito por parte de la niña y un quejido de su madre. Siseó para que no formase una escandalera, ese día iba a ser productivo, elaboraría esos remedios que calmaban los dolores, limpiaban las heridas para que no se infectasen.
Se incorporó, la niña tomó el cepillo entre sus manos y comenzó a peinar la larga cabellera de su madre, Valeria sonrióse sentía bien a pesar de el gran dolor de cabeza. Se le pasaría, la sensación de haber dormido bien fue sencillamente reparador. Sus ojos verdes, buscaron la puerta...seguramente Geralt le aguardaba hasta que se levantase. Cuando la hubo peinado, mojó el rostro para despejarse y lejos de ponerse uno de sus lujosos vestidos, decidió que lo más cómodo era ropa menos ostentosa y que mantendría el calor.
Abrió la puerta, intentando recordar lo que ocurrió anoche y con suerte no haber hecho o dicho ninguna tontería. Al acordarse, abrió los ojos ...como si de repente comenzase a agobiarse, sus esmeraldas se encontraron con las del guerrero que la custodiaba y tras un carraspeo... lo saludó con un leve gesto con la cabeza.
-Buenos días . Hay mucho que hacer, lo primero iremos al ala sur, allí tengo lo que necesito para elaborar los remedios y pasaré toda la tarde con los niños, merendaremos y si quieres... puedes acompañarnos -fue un ofrecimiento sincero, como la mirase de ese modo que odiaba, renunciaría y antes de nada...quiso dejarlo claro -No quiero infundir pena o lástima , si has aceptado por eso. Estás despedido, serás más útil en otro lado -no fue con mal tono, estaba confundida... pues lo de anoche lo recordaba como si fuese un sueño, él no se aprovechó de las circunstancias y eso...decía demasiado -Y gracias … -apenas fue un susurro.
No buscaba más que calor, un abrazo que aún nadie le había dado, uno muy diferente al de sus hijos. Rió, realmente divertida por la situación. En otro tiempo, le hubiese dado igual que él no quisiese, estuviese o no casada pues el amar no entraba en sus planes, algo tan desconocido para ella. Y ahora sin embargo, no era esa niña mimada y caprichosa... a veces sí, pues borrar quién era sería perder su esencia.
No iban a cambiar ciertos aspectos de su vida, le gustaba vestir bien y lucir hermosa, ese carácter fuerte y juguetón, provocativo y travieso, como no impulsiva por naturaleza. Lo que había cambiado para la francesa, era la madurez con la que ahora afrontaba su nueva vida, desde que ella y Höor ya no encajaban... nadie había captado su atención y tampoco lo buscaba. Y esa noche, sin proponerlo ni pensar, había dado pasos hacia adelante, seguir y aceptar... dejarse llevar aún sabiendo que sería un error. Se lo estaba pasando bien, le aseguró que dormiría bien y eso era lo que deseaba ir.
-Así mejor. Bonsoir, Geralt, gracias por darte ese baño aunque no fuese para agradarme -rió divertida, con una sincera sonrisa en los labios...cerró los ojos y tras un largo suspiro, se quedó plácidamente dormida. Pocos fueron los hombres que le habían aguardado hasta dormirse, también porque fue su trabajo.
Al día siguiente, una pequeña mano apartaba el cabello dorado de Valeria. Valeska la miraba con una gran sonrisa en los labios, contenta de que su madre por fin había dormido... un pequeño grito por parte de la niña y un quejido de su madre. Siseó para que no formase una escandalera, ese día iba a ser productivo, elaboraría esos remedios que calmaban los dolores, limpiaban las heridas para que no se infectasen.
Se incorporó, la niña tomó el cepillo entre sus manos y comenzó a peinar la larga cabellera de su madre, Valeria sonrióse sentía bien a pesar de el gran dolor de cabeza. Se le pasaría, la sensación de haber dormido bien fue sencillamente reparador. Sus ojos verdes, buscaron la puerta...seguramente Geralt le aguardaba hasta que se levantase. Cuando la hubo peinado, mojó el rostro para despejarse y lejos de ponerse uno de sus lujosos vestidos, decidió que lo más cómodo era ropa menos ostentosa y que mantendría el calor.
Abrió la puerta, intentando recordar lo que ocurrió anoche y con suerte no haber hecho o dicho ninguna tontería. Al acordarse, abrió los ojos ...como si de repente comenzase a agobiarse, sus esmeraldas se encontraron con las del guerrero que la custodiaba y tras un carraspeo... lo saludó con un leve gesto con la cabeza.
-Buenos días . Hay mucho que hacer, lo primero iremos al ala sur, allí tengo lo que necesito para elaborar los remedios y pasaré toda la tarde con los niños, merendaremos y si quieres... puedes acompañarnos -fue un ofrecimiento sincero, como la mirase de ese modo que odiaba, renunciaría y antes de nada...quiso dejarlo claro -No quiero infundir pena o lástima , si has aceptado por eso. Estás despedido, serás más útil en otro lado -no fue con mal tono, estaba confundida... pues lo de anoche lo recordaba como si fuese un sueño, él no se aprovechó de las circunstancias y eso...decía demasiado -Y gracias … -apenas fue un susurro.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: El perro de la condesa (privado)
La condesa tras un largo sueño se despertó con la ayuda de su pequeña hija de dorados cabellos tan distinta a la morena de la misma edad.
Ladeé la sonrisa desde el portón al escuchar a ambas, Valeria podía ser un demonio, pero con sus hijos parecía algo muy distinto a la descripción que los norteños de ella me habían dado.
Una mujer fatal capaz de volverte loco, por contra yo veía algo distinto, una mujer hundida cuyo orgullo la hacia alzarse de entre las sombras una y otra vez, posiblemente también a una mujer enamorada que veía como su marido iba y venia sin darle mas explicaciones que un se acabó porque no puede ser.
Cuando salió y me enumeró los acontecimientos que nos iba a ocupar nuestro día puse cara de circunstancia.
-Mientras tu haces en Akershus lo de las medicinas y demás ¿puedo entrenar?¿ o me necesitáis?, dudo que entre estos muros pueda pasaros algo -aseguré -después iré contigo y tus hijos para asegurarme que volvéis sanos y salvos, es mi trabajo -apunté guiñándole un ojo.
Escuché ese gracias susurrado, asentí con la cabeza, sabia a lo que venia, posiblemente se hubiera encontrado con muchos hombres que se hubieran aprovechado de las circunstancias, pero yo no era un niñato de esos que solo piensan con lo de ahí abajo.
Mujeres no me faltaba, no era necesario forzar a una aprovechándome de las circunstancias y menos buscarme problemas con el conde, un hombre al que admiraba.
En ese instante llego la niña morena idéntica a su padre, el niño de ojos azules corría tras ella riéndose, pero frenó en seco al verme.
Ese niño era bastante reservado, todo lo contrario a la niña que me dio un puntapié gruñendome.
Admito que tenia un fuerte carácter norteño. El pequeño Sirius, creo se llamaba así, se fue, no le gustaban los extraños y creo que se sentía cómodo con muy pocas personas.
Tras ellos giró Höor que al parecer jugaba a pillarlos, y atrapó a Sirius alzándolo por los aires hasta subirlo sobre sus hombros mientras el enano reía.
Al vernos allí se acercó, apretó mi mano agradeciéndome que hubiera salvado a la condesa el otro día en el lago y me invitó a bajar a entrenar con él y los suyos cuando quisiera.
Besó la frente de su mujer, revolvió el pelo de sus dos hijas antes de irse porque uno de los soldados lo reclamaba en las almenas.
Sirius no se quiso quedar, así que lo dejó en brazos de la mujer del general Ulf que venia también a por la rubita para desarrollar sus poderes.
Ladeé la sonrisa desde el portón al escuchar a ambas, Valeria podía ser un demonio, pero con sus hijos parecía algo muy distinto a la descripción que los norteños de ella me habían dado.
Una mujer fatal capaz de volverte loco, por contra yo veía algo distinto, una mujer hundida cuyo orgullo la hacia alzarse de entre las sombras una y otra vez, posiblemente también a una mujer enamorada que veía como su marido iba y venia sin darle mas explicaciones que un se acabó porque no puede ser.
Cuando salió y me enumeró los acontecimientos que nos iba a ocupar nuestro día puse cara de circunstancia.
-Mientras tu haces en Akershus lo de las medicinas y demás ¿puedo entrenar?¿ o me necesitáis?, dudo que entre estos muros pueda pasaros algo -aseguré -después iré contigo y tus hijos para asegurarme que volvéis sanos y salvos, es mi trabajo -apunté guiñándole un ojo.
Escuché ese gracias susurrado, asentí con la cabeza, sabia a lo que venia, posiblemente se hubiera encontrado con muchos hombres que se hubieran aprovechado de las circunstancias, pero yo no era un niñato de esos que solo piensan con lo de ahí abajo.
Mujeres no me faltaba, no era necesario forzar a una aprovechándome de las circunstancias y menos buscarme problemas con el conde, un hombre al que admiraba.
En ese instante llego la niña morena idéntica a su padre, el niño de ojos azules corría tras ella riéndose, pero frenó en seco al verme.
Ese niño era bastante reservado, todo lo contrario a la niña que me dio un puntapié gruñendome.
Admito que tenia un fuerte carácter norteño. El pequeño Sirius, creo se llamaba así, se fue, no le gustaban los extraños y creo que se sentía cómodo con muy pocas personas.
Tras ellos giró Höor que al parecer jugaba a pillarlos, y atrapó a Sirius alzándolo por los aires hasta subirlo sobre sus hombros mientras el enano reía.
Al vernos allí se acercó, apretó mi mano agradeciéndome que hubiera salvado a la condesa el otro día en el lago y me invitó a bajar a entrenar con él y los suyos cuando quisiera.
Besó la frente de su mujer, revolvió el pelo de sus dos hijas antes de irse porque uno de los soldados lo reclamaba en las almenas.
Sirius no se quiso quedar, así que lo dejó en brazos de la mujer del general Ulf que venia también a por la rubita para desarrollar sus poderes.
Geralt- Humano Clase Baja
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Re: El perro de la condesa (privado)
La pasada noche, la tensión entre ambos había menguado. Por primera vez desde lo ocurrido, sintió que era aceptada y querida, una carga no pesada en un lugar tan diferente del de dónde venía. Y el simple hecho de no haber sucumbido a la tentación, de dejar al demonio a su suerte y no bailar con éste en las llamas del infierno...decía mucho, demasiado de aquel guerrero de clase baja que admiraba al Conde.
Asintió sin problema a si podía entrenar, no iba a atarle a ella ni mucho menos, tendría toda la libertad de hacer lo que desease siempre y cuando la custodiase fuera de la fortaleza. Ensimismada en sus pensamientos, la risa de los pequeños le despertó del letargo. La expresión de su rostro cambió cuando vio aparecer al que aún era su marido, no dijo nada y tampoco hizo falta, fue breve el intercambio de miradas y las esmeraldas de la francesa, centellearon al verle acercarse...a estremecerse por el beso en la frente y deshacerse en el mismo sitio.
Ella sin embargo, no pudo corresponder aquel saludo, pasó tiempo pero nada había cambiado en realidad en su interior. Era un hecho que lo amaba, lo seguía queriendo pese a todo. Aprovechó que saludaba y apremiaba a Geralt para alejarse, tan sigilosa como un gato y tan hermosa como un verdadero ángel. El paso se fue aminorando a medida que la voz del Conde se perdía para volver a marcharse, era hora de hacer lo que mejor sabia y no sólo eran perfumes.
El hecho de haber tratado heridas de quemaduras y otras en general, ayudaba a la elaboración de aquellos calmantes. El Señor Cross, roto en mil pedazos, quemado y hundido... resurgió de sus cenizas gracias a la paciencia y esmero en la “pequeña Valeria”. No volvió a pensar en su mano derecha hasta ahora, no admitía que en ciertas ocasiones le costase hasta respirar por el simple hecho de no expresar lo que realmente sentía, porque el demonio no se podía permitir ser débil...y lo era, lo era por mucho que intentaba negarlo.
Estuvo gran parte de la mañana allí, fue avisada de que diez hombres habían llegado a las puertas de Akershus, enseguida fueron llevados al ala sureste del castillo. Allí, disponían de camas y todo lo que la señora había pedido que llevasen. Muchos de ellos, eran heridas leves, alguna flecha con algún que otro punto cosido, golpes endemoniados que dejaban la piel marcada de negros y morados... y luego, estaba aquel joven al que le habían cortado una mano por osado. Curó la herida, dejando que aquel elixir violeta hiciese su efecto, lavaría la herida y aceleraría la cicatrización.
Irreconocible, despeinada, manchada de sangre...salió de aquel lugar. No estaba asustada, pensaba en que algún día, podrían ser uno de sus hijos...o él. Buscó con la mirada a Geralt, se encontraba aún en el patio de armas, a unos metros... observó su entrenamiento. Ella, tomó una de las espadas dispuestas para el fin de mejorar y la empuñó, una mano pequeña y frágil pero que tomaba la espada con decisión.
- Al final la merienda no pudo ser. Y creo que no recuerdo cuando ha sido la última vez que he comido. -vio reflejados en el acero, sus orbes esmeraldas. Apuntó a Geralt, con una breve sonrisa, paseando de lado a lado el filo..a cada hombro como si fuese uno de esos caballeros honorables, para ella lo era -Sé manejar una espada pero no a usarla como es debido. No es tarde ¿no crees? Por si tengo que rebanar cabezas.-la dejó clavada en el suelo, resoplando y dejar que el cabello dorado danzase juguetón con la suave brisa de la noche -Necesito salir de aquí. Una mañana intensa.. no nos llevará más de un par de horas aunque mañana he de partir a la capital, necesito más plantas y alguna que otra cosa más . Ahora bien... ¿me enseñas algunos pasos? Ya, piensas que es inútil que una parisina quiera saber defenderse pero no soy cualquier parisina..-estaba allí porque quería, porque estaba su familia...porque pese a todo, sí que lo sentía como su hogar.
Asintió sin problema a si podía entrenar, no iba a atarle a ella ni mucho menos, tendría toda la libertad de hacer lo que desease siempre y cuando la custodiase fuera de la fortaleza. Ensimismada en sus pensamientos, la risa de los pequeños le despertó del letargo. La expresión de su rostro cambió cuando vio aparecer al que aún era su marido, no dijo nada y tampoco hizo falta, fue breve el intercambio de miradas y las esmeraldas de la francesa, centellearon al verle acercarse...a estremecerse por el beso en la frente y deshacerse en el mismo sitio.
Ella sin embargo, no pudo corresponder aquel saludo, pasó tiempo pero nada había cambiado en realidad en su interior. Era un hecho que lo amaba, lo seguía queriendo pese a todo. Aprovechó que saludaba y apremiaba a Geralt para alejarse, tan sigilosa como un gato y tan hermosa como un verdadero ángel. El paso se fue aminorando a medida que la voz del Conde se perdía para volver a marcharse, era hora de hacer lo que mejor sabia y no sólo eran perfumes.
El hecho de haber tratado heridas de quemaduras y otras en general, ayudaba a la elaboración de aquellos calmantes. El Señor Cross, roto en mil pedazos, quemado y hundido... resurgió de sus cenizas gracias a la paciencia y esmero en la “pequeña Valeria”. No volvió a pensar en su mano derecha hasta ahora, no admitía que en ciertas ocasiones le costase hasta respirar por el simple hecho de no expresar lo que realmente sentía, porque el demonio no se podía permitir ser débil...y lo era, lo era por mucho que intentaba negarlo.
Estuvo gran parte de la mañana allí, fue avisada de que diez hombres habían llegado a las puertas de Akershus, enseguida fueron llevados al ala sureste del castillo. Allí, disponían de camas y todo lo que la señora había pedido que llevasen. Muchos de ellos, eran heridas leves, alguna flecha con algún que otro punto cosido, golpes endemoniados que dejaban la piel marcada de negros y morados... y luego, estaba aquel joven al que le habían cortado una mano por osado. Curó la herida, dejando que aquel elixir violeta hiciese su efecto, lavaría la herida y aceleraría la cicatrización.
Irreconocible, despeinada, manchada de sangre...salió de aquel lugar. No estaba asustada, pensaba en que algún día, podrían ser uno de sus hijos...o él. Buscó con la mirada a Geralt, se encontraba aún en el patio de armas, a unos metros... observó su entrenamiento. Ella, tomó una de las espadas dispuestas para el fin de mejorar y la empuñó, una mano pequeña y frágil pero que tomaba la espada con decisión.
- Al final la merienda no pudo ser. Y creo que no recuerdo cuando ha sido la última vez que he comido. -vio reflejados en el acero, sus orbes esmeraldas. Apuntó a Geralt, con una breve sonrisa, paseando de lado a lado el filo..a cada hombro como si fuese uno de esos caballeros honorables, para ella lo era -Sé manejar una espada pero no a usarla como es debido. No es tarde ¿no crees? Por si tengo que rebanar cabezas.-la dejó clavada en el suelo, resoplando y dejar que el cabello dorado danzase juguetón con la suave brisa de la noche -Necesito salir de aquí. Una mañana intensa.. no nos llevará más de un par de horas aunque mañana he de partir a la capital, necesito más plantas y alguna que otra cosa más . Ahora bien... ¿me enseñas algunos pasos? Ya, piensas que es inútil que una parisina quiera saber defenderse pero no soy cualquier parisina..-estaba allí porque quería, porque estaba su familia...porque pese a todo, sí que lo sentía como su hogar.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: El perro de la condesa (privado)
Sorprendido me quedé cuando vi a la condesa con su sonrisa ladeada llegar la patio de armas, divertido hice una mueca apartando el acero con dos de mis dedos cuando hacia mi lo dirigió.
-Cuidado mi señora no termina haciéndose daño.
Su ceño se frunció, algo que me hizo reír con cierta diversión.
-Vamos a ver condesa ¿mi trabajo no es protegerla? Cree que el conde me hubiera dado ese trabajo si vos fuerais una escudera?
Puede que para ser una parisina seáis capaz de alzar el acero bien, pero aquí..- con un rápido movimiento la desarme reduciéndola contra la pared retorciéndole el brazo mientras esta rugía con su rostro contra la pared mirándome de soslayo.
-Lo veis, cualquiera podría daros muerte, ocuparos de manteneros junto a mi y no de ser una heroína, ese papel no os pega.
Aflojé el agarre, la dama alzó la mirada desafiante y me cruzó la cara por mi impertinencia.
Mis ojos rugieron aunque yo guardé silencio, era una mujer impulsiva, no me molestaba eso, también mi esposa lo fue cuando estaba viva. Miles fueron las veces que al volver ebrio de una taberna me golpeó con el escudo en la cabeza por algún desacuerdo y acabábamos fornicando como bestias sobre el lecho porque le deseo nos consumía a ambos.
Desde ella nunca había vuelto a amar, la echaba mucho de menos a decir verdad.
Volví a esa realidad, una que me dejaba mas vació si cabía, cuando Valeria me llamó por mi nombre para que reaccionara.
-esta bien, si ese es tu deseo -apunté trozando con la hoja de mi acero el ajeno -ataca -le pedí deteniendo sus golpes como si estuviera entrenando con mi hijo.
Sus intentos siempre terminaban frustrados, pero esta no se rendía, su rostro se perlaba en sudor, sus ojos brillaban fruto de la rabia de sentirse vencida.
Luchaba, lo hacia y eso era de admirar pese a que la mitad de las veces acababa en el suelo.
-Cuidado mi señora no termina haciéndose daño.
Su ceño se frunció, algo que me hizo reír con cierta diversión.
-Vamos a ver condesa ¿mi trabajo no es protegerla? Cree que el conde me hubiera dado ese trabajo si vos fuerais una escudera?
Puede que para ser una parisina seáis capaz de alzar el acero bien, pero aquí..- con un rápido movimiento la desarme reduciéndola contra la pared retorciéndole el brazo mientras esta rugía con su rostro contra la pared mirándome de soslayo.
-Lo veis, cualquiera podría daros muerte, ocuparos de manteneros junto a mi y no de ser una heroína, ese papel no os pega.
Aflojé el agarre, la dama alzó la mirada desafiante y me cruzó la cara por mi impertinencia.
Mis ojos rugieron aunque yo guardé silencio, era una mujer impulsiva, no me molestaba eso, también mi esposa lo fue cuando estaba viva. Miles fueron las veces que al volver ebrio de una taberna me golpeó con el escudo en la cabeza por algún desacuerdo y acabábamos fornicando como bestias sobre el lecho porque le deseo nos consumía a ambos.
Desde ella nunca había vuelto a amar, la echaba mucho de menos a decir verdad.
Volví a esa realidad, una que me dejaba mas vació si cabía, cuando Valeria me llamó por mi nombre para que reaccionara.
-esta bien, si ese es tu deseo -apunté trozando con la hoja de mi acero el ajeno -ataca -le pedí deteniendo sus golpes como si estuviera entrenando con mi hijo.
Sus intentos siempre terminaban frustrados, pero esta no se rendía, su rostro se perlaba en sudor, sus ojos brillaban fruto de la rabia de sentirse vencida.
Luchaba, lo hacia y eso era de admirar pese a que la mitad de las veces acababa en el suelo.
Geralt- Humano Clase Baja
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Re: El perro de la condesa (privado)
El cruce de miradas bastó para saber que en ese momento necesitaban algo más que un simple choque de espadas. No era una escudera, su papel nunca sería tal pero lo más importante para ella era defender a su familia, saber defenderse, no pretender ser una guerrera pues ya lo eran sus hijos y ella... guerrera en otro aspecto.
Fue darle el guantazo en la mejilla cuando comprendió que llevaba razón. Rendirse no era una opción y conocer el manejo de una espada, nunca estaba de más. Decidió probar, darle a entender que estaba dispuesta a cualquier cosa por aprender, nadie se había molestado en enseñarle, en mostrarle esa otra cara desconocida que tantas veces quiso conocer y terminaba dejándolo a un lado , como algo inútil y con la pregunta... “¿para qué necesito sostener un trozo de acero?”. El norte le había hecho ver las cosas de otro modo, poco a poco , comenzaba a familiarizarse con la gente, sus costumbres y prioridades, saber manejar una bastarda era algo primordial y aunque se dejase la misma vida, aprendería por su bien, por el de su familia.
Los intentos de ataque fueron en vano, cortaba el aire de manera torpe. Su empeño por mostrar un alma guerrera, el no rendirse no era solo en ese aspecto. Una mujer fuerte en espíritu, la fuerza no era una de sus cualidades pero sí la determinación, el ansia por aprender, demostrar que no era solo una cara bonita que se paseaba con sus bonitos vestidos y mostraba la mejor de sus sonrisas.
Cuando el acero besó el suelo y quedó de rodillas, respiración entrecortada, el cabello revuelto pero esa fiereza intacta en su mirada. Volvió a levantarse tomando el mango, clavar en el suelo y levantarse despacio, volvía a seguir en pie... se repetía la historia de su vida. En ese gesto demostró mucho, podría desistir y grita que era inútil pero esa sería la primera lección de muchas. Sonrió, mostrando sus perlados dientes, no iba maquillada, su belleza natural resaltaba aún más por su propia naturalidad.
-Habrá más. Y llegará el día en el que no tenga que levantarme una y otra vez, terminaré sabiendo manejar no sólo la espada -acababa de hacerle una promesa, no iba a rendirse , seguiría manteniéndose en pie por muchas veces que cayesen. Le observó en silencio, le costaba mantener el aire, como bien había dicho antes... hacía mucho que no comía.
El esfuerzo, el día duro y era tan tarde que no pudo soportarlo su organismo, involuntariamente perdió la conciencia. Cayó de bruces contra el suelo, no era esa señora inmaculada... ahora era más norteña que nunca, susurró algo... algo que no dejó que se enterase. Un “quédate” que no había dejado de repetir desde aquella otra noche.
Fue darle el guantazo en la mejilla cuando comprendió que llevaba razón. Rendirse no era una opción y conocer el manejo de una espada, nunca estaba de más. Decidió probar, darle a entender que estaba dispuesta a cualquier cosa por aprender, nadie se había molestado en enseñarle, en mostrarle esa otra cara desconocida que tantas veces quiso conocer y terminaba dejándolo a un lado , como algo inútil y con la pregunta... “¿para qué necesito sostener un trozo de acero?”. El norte le había hecho ver las cosas de otro modo, poco a poco , comenzaba a familiarizarse con la gente, sus costumbres y prioridades, saber manejar una bastarda era algo primordial y aunque se dejase la misma vida, aprendería por su bien, por el de su familia.
Los intentos de ataque fueron en vano, cortaba el aire de manera torpe. Su empeño por mostrar un alma guerrera, el no rendirse no era solo en ese aspecto. Una mujer fuerte en espíritu, la fuerza no era una de sus cualidades pero sí la determinación, el ansia por aprender, demostrar que no era solo una cara bonita que se paseaba con sus bonitos vestidos y mostraba la mejor de sus sonrisas.
Cuando el acero besó el suelo y quedó de rodillas, respiración entrecortada, el cabello revuelto pero esa fiereza intacta en su mirada. Volvió a levantarse tomando el mango, clavar en el suelo y levantarse despacio, volvía a seguir en pie... se repetía la historia de su vida. En ese gesto demostró mucho, podría desistir y grita que era inútil pero esa sería la primera lección de muchas. Sonrió, mostrando sus perlados dientes, no iba maquillada, su belleza natural resaltaba aún más por su propia naturalidad.
-Habrá más. Y llegará el día en el que no tenga que levantarme una y otra vez, terminaré sabiendo manejar no sólo la espada -acababa de hacerle una promesa, no iba a rendirse , seguiría manteniéndose en pie por muchas veces que cayesen. Le observó en silencio, le costaba mantener el aire, como bien había dicho antes... hacía mucho que no comía.
El esfuerzo, el día duro y era tan tarde que no pudo soportarlo su organismo, involuntariamente perdió la conciencia. Cayó de bruces contra el suelo, no era esa señora inmaculada... ahora era más norteña que nunca, susurró algo... algo que no dejó que se enterase. Un “quédate” que no había dejado de repetir desde aquella otra noche.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: El perro de la condesa (privado)
La mujer del conde desfalleció ante mis ojos, la preocupación quedo marcada en mi rostro, no solo porque consciente era que el conde vendría a pedirme explicaciones, si no porque había sido duro con una mujer que no lo merecía. Era una parisina, no una norteña.
Quería aprender el manejo de lacero y lucho por conseguirlo pero estaba débil porque no se alimentaba en condiciones y ahora alzándola entre mis brazos para llevarla a su lecho me di cuenta de la fragilidad de ese cuerpo de piel y huesos.
La dejé en la cama, pedí a la doncella que le trajera algo de alimento con urgencia mientras sentado en una silla al lado de su cama esperé a que abriera los ojos.
Fue el conde el que sobresaltado por la información que le había llegado abrió la puerta para pedirme explicaciones de lo que había pasado.
-La señora quería aprender el manejo del acero, solo le estaba mostrando como lucha un guerrero.
Höor cannif guardó silencio acercándose al lecho, cuido de ella mojandole el rostro hasta que volvió en si frente a sus ojos.
-No comes Valeria, no es sano para ti, ni para mi, ni para nuestros hijos -dijo el conde con el gesto tenso.
Se notaba que no quería reñirla, pero con sutileza lo hacia.
-Enfermaras Valeria.
Podía ver en él a un hombre que desesperado guardaba las formas como podía pero que ni de lejos estaba bien en ese momento.
Höor era un hombre fuerte, aguerrido y acostumbrado a llevar el liderazgo pero creo que la condesa siempre se le escapó de su entendimiento.
La doncella trajo unos panecillos con algo de carne para comer, así como na copa de vino.
El conde la ayudó a incorporarse y como si de una niña se tratara la forzó a comer.
-Señor, bajaré la patio de armas a recoger...
No acabé a frase cuando la puerta se abrió, Ulf buscaba al conde para que fuera a las almenas, la parecer se acercaba un carromato con gente en busca de auxilio.
-Sigue tu, que se lo acabe -me pidió posando su mano en mi hombro antes de salir de la estancia corriendo.
Quería aprender el manejo de lacero y lucho por conseguirlo pero estaba débil porque no se alimentaba en condiciones y ahora alzándola entre mis brazos para llevarla a su lecho me di cuenta de la fragilidad de ese cuerpo de piel y huesos.
La dejé en la cama, pedí a la doncella que le trajera algo de alimento con urgencia mientras sentado en una silla al lado de su cama esperé a que abriera los ojos.
Fue el conde el que sobresaltado por la información que le había llegado abrió la puerta para pedirme explicaciones de lo que había pasado.
-La señora quería aprender el manejo del acero, solo le estaba mostrando como lucha un guerrero.
Höor cannif guardó silencio acercándose al lecho, cuido de ella mojandole el rostro hasta que volvió en si frente a sus ojos.
-No comes Valeria, no es sano para ti, ni para mi, ni para nuestros hijos -dijo el conde con el gesto tenso.
Se notaba que no quería reñirla, pero con sutileza lo hacia.
-Enfermaras Valeria.
Podía ver en él a un hombre que desesperado guardaba las formas como podía pero que ni de lejos estaba bien en ese momento.
Höor era un hombre fuerte, aguerrido y acostumbrado a llevar el liderazgo pero creo que la condesa siempre se le escapó de su entendimiento.
La doncella trajo unos panecillos con algo de carne para comer, así como na copa de vino.
El conde la ayudó a incorporarse y como si de una niña se tratara la forzó a comer.
-Señor, bajaré la patio de armas a recoger...
No acabé a frase cuando la puerta se abrió, Ulf buscaba al conde para que fuera a las almenas, la parecer se acercaba un carromato con gente en busca de auxilio.
-Sigue tu, que se lo acabe -me pidió posando su mano en mi hombro antes de salir de la estancia corriendo.
Geralt- Humano Clase Baja
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Re: El perro de la condesa (privado)
Incapaz de abrir los ojos, sentía que su cuerpo pesaba como el mismo acero que había intentado no soltar en el entrenamiento. Después de una mañana-tarde intensa, no pudo más y desfalleció. Una gran verdad era que mientras que no estaba con los niños, intentaba ser útil en aquellas tierras en dónde seguía siendo una desconocida. Nadie entendía como la Condesa se había preocupado en ser la que se encargase de los heridos, salvó vidas y curó heridas evitando infecciones, gangrenas y hasta la muerte.
Todo tenía un precio, lo pagó con su propia salud. No buscaba la aprobación de nadie, con su gesto pretendía dar ejemplo a su familia, mostrarles que era capaz de eso y más, no ser una señorita bien vestida, peinada que sólo le importaba ella misma. Sólo dio a conocer una cara superficial y no a la verdadera Valeria que entre sus miedos y dudas, cuando realmente tuvo la felicidad entre sus manos. Su voz , le hizo entreabrir los ojos, cuánta decepción podía notar en la pesadez de sus palabras, volvía a hacerle pasar por una situación poco agradable. Apenas le quedaban fuerzas para hablar, cerró con fuerza los ojos , no podía abrirlos y verle así, por su culpa.
Susurró su nombre, un susurro que se perdió en el aire pues volvía a marchar. Volvió a repetir su nombre, incapaz tan siquiera de abrir la boca para comer. Estaba agorada, dormir le vendría bien y mañana..seguramente sería siendo ella misma. Los vivaces ojos de la francesa, se abrieron buscando la mirada ajena, volvía a sentirse de ese modo desolador. Era un hecho lo que sentía, cuando amas a alguien es imposible que se borre de la noche al día.
Intentó incorporarse con la ayuda de Geralt y cuando lo consiguió, buscó a su marido con la mirada. Sabía que había estado allí, comió en silencio, recordando las palabras...lo hacía por sus hijos, no podía poner su vida en peligro por una insensatez. Con firmeza, agarró la muñeca del guerrero, en esos instantes... la inquebrantable Valeria, se rompió. Una diminuta lágrima cruzó su rostro, lágrima de sal que murió en los labios rojos como la sangre.
-Vete. He comido, descansaré. Fue una idea estúpida lo del acero, no soy una escudera, la heroína -no perdió la sonrisa, repitió las mismas palabras que él le había dicho al empezar el enfrentamiento -Debí comer a mi hora pero me necesitaban, aquel hombre hubiese muerto, me gritaba que tenía hijos, una mujer que la esperaba... y sólo pensé en eso. -tan sincera, desvariaba, tenía algo de fiebre pero eso no le impidió tomar impulso y sentarse en el borde de la cama, para no perder el equilibrio, tomó su brazo con firmeza y apoyó la cabeza en su hombro...se había vuelto una costumbre -Estaré bien, como siempre -los demonios no se rendían nunca.
Todo tenía un precio, lo pagó con su propia salud. No buscaba la aprobación de nadie, con su gesto pretendía dar ejemplo a su familia, mostrarles que era capaz de eso y más, no ser una señorita bien vestida, peinada que sólo le importaba ella misma. Sólo dio a conocer una cara superficial y no a la verdadera Valeria que entre sus miedos y dudas, cuando realmente tuvo la felicidad entre sus manos. Su voz , le hizo entreabrir los ojos, cuánta decepción podía notar en la pesadez de sus palabras, volvía a hacerle pasar por una situación poco agradable. Apenas le quedaban fuerzas para hablar, cerró con fuerza los ojos , no podía abrirlos y verle así, por su culpa.
Susurró su nombre, un susurro que se perdió en el aire pues volvía a marchar. Volvió a repetir su nombre, incapaz tan siquiera de abrir la boca para comer. Estaba agorada, dormir le vendría bien y mañana..seguramente sería siendo ella misma. Los vivaces ojos de la francesa, se abrieron buscando la mirada ajena, volvía a sentirse de ese modo desolador. Era un hecho lo que sentía, cuando amas a alguien es imposible que se borre de la noche al día.
Intentó incorporarse con la ayuda de Geralt y cuando lo consiguió, buscó a su marido con la mirada. Sabía que había estado allí, comió en silencio, recordando las palabras...lo hacía por sus hijos, no podía poner su vida en peligro por una insensatez. Con firmeza, agarró la muñeca del guerrero, en esos instantes... la inquebrantable Valeria, se rompió. Una diminuta lágrima cruzó su rostro, lágrima de sal que murió en los labios rojos como la sangre.
-Vete. He comido, descansaré. Fue una idea estúpida lo del acero, no soy una escudera, la heroína -no perdió la sonrisa, repitió las mismas palabras que él le había dicho al empezar el enfrentamiento -Debí comer a mi hora pero me necesitaban, aquel hombre hubiese muerto, me gritaba que tenía hijos, una mujer que la esperaba... y sólo pensé en eso. -tan sincera, desvariaba, tenía algo de fiebre pero eso no le impidió tomar impulso y sentarse en el borde de la cama, para no perder el equilibrio, tomó su brazo con firmeza y apoyó la cabeza en su hombro...se había vuelto una costumbre -Estaré bien, como siempre -los demonios no se rendían nunca.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: El perro de la condesa (privado)
Mi gesto no era menos tenso que el de su marido, aquella mujer comía, pero parecía hacerlo por inercia y sin vida.
Sus palabras retumbaban en mis oídos incapaz de negar la evidencia cuando dijo que era una estupidez lo de entrenar con el acero no la contradije pues así era.
Negué cuando dijo que debió comer a su hora, que si no aquel hombre hubiera muerto.
-Valeria, no me cuentes rollos, yo no se si el resto te lo permite y te da la razón en todo, yo no soy uno de esos que van a bailarte el agua, no tengo la necesidad de hacerlo y si quieres despedirme, adelante, hazlo -la instigué.
Tomé aire cuando su cabeza pesada reposó en mi hombro.
-No estoy de acuerdo contigo, pudiste comer antes de ir a la enfermería, pudiste comer después y antes de bajar al patio de armas.
No comes porque no te d la gana, porque sabes que sin hacerlo el conde se preocupa y desesperado viene en tu búsqueda.
Actúas como una niña mimada, necesitada de sus atestaciones y eso es un arma de doble filo Valeria porque tus hijas te necesitan y ¿ese bebe que has parido? Lo amamanta Giuliana, no tienes leche, si no te pones fuerte, morirás.
Fruncí el ceño esperando que me mirara.
-He sido contratado para protegerte del enemigo, pero el peor enemigo que he encontrado contra ti, eres tu misma y te aseguro que si no recapacitas te vas a arrepentir.
Puede que así acabes consiguiendo que Höor vuelva a ti desesperado ¿pero quieres eso?
Sus palabras retumbaban en mis oídos incapaz de negar la evidencia cuando dijo que era una estupidez lo de entrenar con el acero no la contradije pues así era.
Negué cuando dijo que debió comer a su hora, que si no aquel hombre hubiera muerto.
-Valeria, no me cuentes rollos, yo no se si el resto te lo permite y te da la razón en todo, yo no soy uno de esos que van a bailarte el agua, no tengo la necesidad de hacerlo y si quieres despedirme, adelante, hazlo -la instigué.
Tomé aire cuando su cabeza pesada reposó en mi hombro.
-No estoy de acuerdo contigo, pudiste comer antes de ir a la enfermería, pudiste comer después y antes de bajar al patio de armas.
No comes porque no te d la gana, porque sabes que sin hacerlo el conde se preocupa y desesperado viene en tu búsqueda.
Actúas como una niña mimada, necesitada de sus atestaciones y eso es un arma de doble filo Valeria porque tus hijas te necesitan y ¿ese bebe que has parido? Lo amamanta Giuliana, no tienes leche, si no te pones fuerte, morirás.
Fruncí el ceño esperando que me mirara.
-He sido contratado para protegerte del enemigo, pero el peor enemigo que he encontrado contra ti, eres tu misma y te aseguro que si no recapacitas te vas a arrepentir.
Puede que así acabes consiguiendo que Höor vuelva a ti desesperado ¿pero quieres eso?
Geralt- Humano Clase Baja
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Re: El perro de la condesa (privado)
-No voy a despedirte, más quisieras-intentó darle un toque cómico a la escena denigrante, nunca se había sentido tan débil...y es que al final de tanto intentar no pensar, se había olvidado de sí misma por unas horas.
Lo cierto es que apenas tenía apetito, la situación la consumía e intentaba seguir adelante, aceptar ciertas cosas que aún se le hacían cuesta arriba, muy difíciles. Dejó escapar un suspiro pesado, la voz de aquel hombre resonaba en su oído una y otra vez, reproches y verdades como puños que nadie se atrevía a tan siquiera pensar por miedo que la señora lo supiese, pero Geralt no era como el resto de los demás...era alguien fuerte por dentro y por fuera, sin nada que perder como ella.
Le recordó a sí misma, alguien que sabía a la perfección cómo te sentías, significaba que pasó por lo mismo o parecido, alguien racional capaz de revolverlo todo, no callarse y menos mantenerse en su sitio. Le hizo sonreír a duras penas, ese hombre era todo un misterio, un completo rompecabezas con pequeñas piezas, difícil de resolver.
-Me olvidé de mí misma, eso es todo. Comeré, me recompondré y pienso emborracharme esta noche, dormí...pero quizás no lo suficiente. Sé que me necesitan mis hijos por eso, sigo aquí y seguiré en pie , ellos me necesitan -la hizo callar de golpe, apartándole de una brazada, ciertas palabras hicieron mella en ella.. el orgullo salió a flote, la madurez le gritaba a esa niña asustada que regresase a su rincón y no saliese de allí nunca más. Así no se hacían las cosas pero lo cierto es que aún le quedaba mucho camino por recorrer.
-Nunca, vuelvas a decir eso -sus esmeraldas centellearon de rabia, lo de Höor le había hecho abrir los ojos, no pretendía enfermar para recuperarlo ni mucho menos -No, no te equivoques, no voy a obligar a nadie a permanecer a mi lado. Sé quién es el enemigo y lucho con él día y noche -apenas fue un susurro, admitir aquello no era algo común en ella pero aceptarlo era el gran paso, lo demás venía después -Sólo quiero calma -sus orbes esmeraldas volvieron a brillar con fuerza, calma...esa que hace mucho no sentía y no tenía que ser porque estuviese con alguien, sólo sentirse bien consigo misma -Estoy bien, vuelvo en sí... y esta tarde, alimentaré a mi hijo. -lo miró a los ojos, decidida a levantarse pero la fuerza de voluntad no iba acompañada de la fuerza física, tuvo que aferrarse a sus brazos, sentirse débil, que alguien la viese en tal estado era algo insoportable -Sé lo que piensas, pobre niña rica que no sabe lo que quiere...-apenas fue un susurro , se recompuso y caminó hasta la cómoda para al menos peinarse un poco... estar presentable, si estaba bien Höor no volvería y eso deseaba... forzar algo perdido no tenía ni pies ni cabeza.
-El Conde no va a volver a mí desesperado, me esté muriendo o el mundo cambie. Ya no estamos juntos, nos preocupamos por el otro como lo que somos... él hace su vida y yo la mía -quiso puntuarlo, lo de la otra noche fue extraño... quizás ahora le esté dando esa respuesta a la pregunta que él... no ha querido hacerle, tampoco es que viese interés en ello...-También sé que sería a la última mujer que meterías en tu cama por muchos motivos, en eso estoy tranquila. El sexo aquí es algo común, aunque por mi parte...se haya olvidado -volvía a lucir poco a poco a ese demonio que era , con la diferencia de...que ya no iba disfrazado de niña.
Lo cierto es que apenas tenía apetito, la situación la consumía e intentaba seguir adelante, aceptar ciertas cosas que aún se le hacían cuesta arriba, muy difíciles. Dejó escapar un suspiro pesado, la voz de aquel hombre resonaba en su oído una y otra vez, reproches y verdades como puños que nadie se atrevía a tan siquiera pensar por miedo que la señora lo supiese, pero Geralt no era como el resto de los demás...era alguien fuerte por dentro y por fuera, sin nada que perder como ella.
Le recordó a sí misma, alguien que sabía a la perfección cómo te sentías, significaba que pasó por lo mismo o parecido, alguien racional capaz de revolverlo todo, no callarse y menos mantenerse en su sitio. Le hizo sonreír a duras penas, ese hombre era todo un misterio, un completo rompecabezas con pequeñas piezas, difícil de resolver.
-Me olvidé de mí misma, eso es todo. Comeré, me recompondré y pienso emborracharme esta noche, dormí...pero quizás no lo suficiente. Sé que me necesitan mis hijos por eso, sigo aquí y seguiré en pie , ellos me necesitan -la hizo callar de golpe, apartándole de una brazada, ciertas palabras hicieron mella en ella.. el orgullo salió a flote, la madurez le gritaba a esa niña asustada que regresase a su rincón y no saliese de allí nunca más. Así no se hacían las cosas pero lo cierto es que aún le quedaba mucho camino por recorrer.
-Nunca, vuelvas a decir eso -sus esmeraldas centellearon de rabia, lo de Höor le había hecho abrir los ojos, no pretendía enfermar para recuperarlo ni mucho menos -No, no te equivoques, no voy a obligar a nadie a permanecer a mi lado. Sé quién es el enemigo y lucho con él día y noche -apenas fue un susurro, admitir aquello no era algo común en ella pero aceptarlo era el gran paso, lo demás venía después -Sólo quiero calma -sus orbes esmeraldas volvieron a brillar con fuerza, calma...esa que hace mucho no sentía y no tenía que ser porque estuviese con alguien, sólo sentirse bien consigo misma -Estoy bien, vuelvo en sí... y esta tarde, alimentaré a mi hijo. -lo miró a los ojos, decidida a levantarse pero la fuerza de voluntad no iba acompañada de la fuerza física, tuvo que aferrarse a sus brazos, sentirse débil, que alguien la viese en tal estado era algo insoportable -Sé lo que piensas, pobre niña rica que no sabe lo que quiere...-apenas fue un susurro , se recompuso y caminó hasta la cómoda para al menos peinarse un poco... estar presentable, si estaba bien Höor no volvería y eso deseaba... forzar algo perdido no tenía ni pies ni cabeza.
-El Conde no va a volver a mí desesperado, me esté muriendo o el mundo cambie. Ya no estamos juntos, nos preocupamos por el otro como lo que somos... él hace su vida y yo la mía -quiso puntuarlo, lo de la otra noche fue extraño... quizás ahora le esté dando esa respuesta a la pregunta que él... no ha querido hacerle, tampoco es que viese interés en ello...-También sé que sería a la última mujer que meterías en tu cama por muchos motivos, en eso estoy tranquila. El sexo aquí es algo común, aunque por mi parte...se haya olvidado -volvía a lucir poco a poco a ese demonio que era , con la diferencia de...que ya no iba disfrazado de niña.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: El perro de la condesa (privado)
Rabia, eso leía en su mirada, mis palabras no le gustaron, ciertamente no pretendía en ningún caso que lo hicieran, si no mas bien que despertara.
Desconocía la relación que con el conde mantenía, tampoco era algo de mi incumbencia, lo que si que sabia es que me habían contratado para protegerla y eso hacia.
-Has de mostrarte mas fuerte, no entiendo el porque te empeñas en parecer la frágil doncella que llegó de París ¿aun no has aprendido nada aquí?
Negué con la cabeza.
-Conozco norteñas que no alzan el acero, no son escuderas y por contra son fuertes como rocas, son mujeres dignas de alabar, son mujeres que se aprecian lo suficiente como para saber que si un hombre no las valora es mejor sacarlo de sus vidas aunque duela.
Tu marido a tomado una decisión, tienes dos opines, seguir llorando tras él hasta que regrese a ti o por contra, hacerte grande con él.
Me relamí los labios cuando dijo que esa tarde amamantaría a su hijo.
-No eres capaz Valeria de tenerte en pie, sinceramente creo que para poder ocuparte de los demás antes has de poder ocuparte de ti misma.
Deberias abandonar el norte, viajar de nuevo a tierras cálidas, no creo que sea aquí donde volverás a encontrarte...y cuando vuelvas hazlo siendo la mujer que esta gente merece.
Pensé en mis propias palabras.
Te acompañaré a París si así lo quieres, pero creo que necesitas poner distancia...distancia de todo lo que te tortura.
Tus hijos están bien atendidos, el conde es un buen padre, sinceramente creo que no hay nada que haga mal ese hombre ¿no es pesado estar casado con alguien así de perfecto? -bromeé dando un toque de humor a esto.
-Sobre lo de acostarme ocntigo..no lo entiendo ?que quieres decir?
Desconocía la relación que con el conde mantenía, tampoco era algo de mi incumbencia, lo que si que sabia es que me habían contratado para protegerla y eso hacia.
-Has de mostrarte mas fuerte, no entiendo el porque te empeñas en parecer la frágil doncella que llegó de París ¿aun no has aprendido nada aquí?
Negué con la cabeza.
-Conozco norteñas que no alzan el acero, no son escuderas y por contra son fuertes como rocas, son mujeres dignas de alabar, son mujeres que se aprecian lo suficiente como para saber que si un hombre no las valora es mejor sacarlo de sus vidas aunque duela.
Tu marido a tomado una decisión, tienes dos opines, seguir llorando tras él hasta que regrese a ti o por contra, hacerte grande con él.
Me relamí los labios cuando dijo que esa tarde amamantaría a su hijo.
-No eres capaz Valeria de tenerte en pie, sinceramente creo que para poder ocuparte de los demás antes has de poder ocuparte de ti misma.
Deberias abandonar el norte, viajar de nuevo a tierras cálidas, no creo que sea aquí donde volverás a encontrarte...y cuando vuelvas hazlo siendo la mujer que esta gente merece.
Pensé en mis propias palabras.
Te acompañaré a París si así lo quieres, pero creo que necesitas poner distancia...distancia de todo lo que te tortura.
Tus hijos están bien atendidos, el conde es un buen padre, sinceramente creo que no hay nada que haga mal ese hombre ¿no es pesado estar casado con alguien así de perfecto? -bromeé dando un toque de humor a esto.
-Sobre lo de acostarme ocntigo..no lo entiendo ?que quieres decir?
Geralt- Humano Clase Baja
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Re: El perro de la condesa (privado)
Pensamiento:
Nunca, jamás, me mostré débil. En mi vida, sólo dos personas me vieron en tal estado, una fue Haytham Cross quien me conoció desde que era una niña, fue el lazo invisible que me frenó para perderme en la oscuridad más absoluta. Y la otra persona era Höor Cannif, nunca dejé que me conociera tal como era por miedo a mostrarme justo cómo en ese momento, débil y frágil. Dos palabras que no conocía y que sin embargo, no pude evitar esquivar.
No sólo perdí a mi hijo, perdí muchas más cosas aquella noche. Sentí mi alma abandonarme, deseándome buena suerte, con el alma se llevó mi corazón desquebrajado, uno que creía helado incapaz de sentir pero cuán equivocada estaba. Pero lamiéndome las heridas, llorar por los rincones y pasearme como alma en vilo no iba a solucionar nada.
Necesitaba estar fuerte, en pie, más que por nadie por mí. Mis hijos me necesitaban, no podía anclarme al pasado cuando el futuro tenía tanto que ofrecerme. No iba a conseguir nada. Cuando estaba todo perdido, aceptarlo era el primer paso, recuperar era más difícil pues debía ser consciente de todos mis errores y fallos, saber perfectamente cómo era ahora y lo que había reflexionado, lo que deseaba y no en mi vida .
Las palabras de quien era su protector, le hizo reflexionar. Mantuvo un silencio reparador para sí misma, no contestó. Aprendió a no dejarse llevar por los impulsos, no al menos en ese momento. Canalizaba las palabras, los sentimientos y emociones. Lo más cierto que podía aceptar era que estaba cansada, muy cansada físicamente y necesitaba descansar. Ocuparse de los heridos le había restado tiempo para sí misma, era útil en aquel lugar, pocos habían tratado ciertas heridas, amputado partes del cuerpo y su especialidad, las quemaduras. Estar entre el pueblo era relativamente fácil pero la otra cara, la de la guerra. No había nada que la asustase ni traumase pero esas palabras le hicieron removerse, odiaba que tuviese razón.
-Lo alimento aunque no directamente , aunque eso no tengo porqué darte ninguna explicación y...¡no vuelvas a decir eso nunca más! ¿llorando tras él? Apenas lo veo, viene y va como una ventisca, lo acepto ...”y comienzo a dejar que pase, intentar olvidar”, esas palabras se quedaron en el pensamiento, iba a ser fuerte, no una débil doncella que intentaba llamar la atención con su desgracia. Ella no era así y se estaba comportando como una auténtica desesperada, desgraciada... y no, no en absoluto, no iba a permitir que el duro golpe la enterrase.
-Sí, necesito distancia y dejar de... iremos a Dinamarca, tengo que recoger unos pedidos para los preparados y nos iremos esta misma noche -no iba a darle vueltas al tema, el primer paso era cambiar, afrontarlo y dejar de llorar de una maldita vez. Con fuerzas renovadas, se dirigió hacia el gran armario de la habitación, sacó su maleta y metió lo imprescindible, daría la orden de que preparasen el carro y en un par de horas marchar hacia el destino en cuestión. Sobre la última pregunta no respondió, no se dio cuenta hasta que lo recordó -¿Qué? … ¿sobre acostarte conmigo? Nosotros... no entiendo -tampoco recordaba lo que había dicho, dejó escapar un suspiro -No quiero decir nada, ninguno de los dos... ¿cómo lo explico? Simplemente, sería a la última mujer a la que meterías en tu cama, sea del modo que sea. Hablo en general, desde que no estamos juntos yo no ...¿qué diablos? Yo hace mucho que no hago nada con nadie, tampoco ha surgido sin más... ya ni me acuerdo pero eso no es una información que quieras oír y ¿por qué te cuento la historia? No insinué nada, en absoluto, por supuesto que no... ¡no soy una desesperada! -se sonrojó ligeramente, era inevitable imaginar ciertas cosas, hacía mucho tiempo y las necesidades eran las necesidades, ya se calmaría por sí misma... mejor sola que...no, mejor con alguien. Se echó a reír, haciéndolo en broma pero muy en serio, era consciente de que nadie era capaz de verla como quien era, Valeria y no la “señora de” -En una hora te espero en la puerta, nos ausentaremos unos días, una semana como mucho -y en una hora, esperaba dentro del carro, mirando la casa tras el cristal empañado del carro, se acurrucó en sí misma... fue duro despedirse de sus hijos... pero necesitaba ese corto espacio de tiempo. Volvería, no iba a largarse sin más.
Nunca, jamás, me mostré débil. En mi vida, sólo dos personas me vieron en tal estado, una fue Haytham Cross quien me conoció desde que era una niña, fue el lazo invisible que me frenó para perderme en la oscuridad más absoluta. Y la otra persona era Höor Cannif, nunca dejé que me conociera tal como era por miedo a mostrarme justo cómo en ese momento, débil y frágil. Dos palabras que no conocía y que sin embargo, no pude evitar esquivar.
No sólo perdí a mi hijo, perdí muchas más cosas aquella noche. Sentí mi alma abandonarme, deseándome buena suerte, con el alma se llevó mi corazón desquebrajado, uno que creía helado incapaz de sentir pero cuán equivocada estaba. Pero lamiéndome las heridas, llorar por los rincones y pasearme como alma en vilo no iba a solucionar nada.
Necesitaba estar fuerte, en pie, más que por nadie por mí. Mis hijos me necesitaban, no podía anclarme al pasado cuando el futuro tenía tanto que ofrecerme. No iba a conseguir nada. Cuando estaba todo perdido, aceptarlo era el primer paso, recuperar era más difícil pues debía ser consciente de todos mis errores y fallos, saber perfectamente cómo era ahora y lo que había reflexionado, lo que deseaba y no en mi vida .
Las palabras de quien era su protector, le hizo reflexionar. Mantuvo un silencio reparador para sí misma, no contestó. Aprendió a no dejarse llevar por los impulsos, no al menos en ese momento. Canalizaba las palabras, los sentimientos y emociones. Lo más cierto que podía aceptar era que estaba cansada, muy cansada físicamente y necesitaba descansar. Ocuparse de los heridos le había restado tiempo para sí misma, era útil en aquel lugar, pocos habían tratado ciertas heridas, amputado partes del cuerpo y su especialidad, las quemaduras. Estar entre el pueblo era relativamente fácil pero la otra cara, la de la guerra. No había nada que la asustase ni traumase pero esas palabras le hicieron removerse, odiaba que tuviese razón.
-Lo alimento aunque no directamente , aunque eso no tengo porqué darte ninguna explicación y...¡no vuelvas a decir eso nunca más! ¿llorando tras él? Apenas lo veo, viene y va como una ventisca, lo acepto ...”y comienzo a dejar que pase, intentar olvidar”, esas palabras se quedaron en el pensamiento, iba a ser fuerte, no una débil doncella que intentaba llamar la atención con su desgracia. Ella no era así y se estaba comportando como una auténtica desesperada, desgraciada... y no, no en absoluto, no iba a permitir que el duro golpe la enterrase.
-Sí, necesito distancia y dejar de... iremos a Dinamarca, tengo que recoger unos pedidos para los preparados y nos iremos esta misma noche -no iba a darle vueltas al tema, el primer paso era cambiar, afrontarlo y dejar de llorar de una maldita vez. Con fuerzas renovadas, se dirigió hacia el gran armario de la habitación, sacó su maleta y metió lo imprescindible, daría la orden de que preparasen el carro y en un par de horas marchar hacia el destino en cuestión. Sobre la última pregunta no respondió, no se dio cuenta hasta que lo recordó -¿Qué? … ¿sobre acostarte conmigo? Nosotros... no entiendo -tampoco recordaba lo que había dicho, dejó escapar un suspiro -No quiero decir nada, ninguno de los dos... ¿cómo lo explico? Simplemente, sería a la última mujer a la que meterías en tu cama, sea del modo que sea. Hablo en general, desde que no estamos juntos yo no ...¿qué diablos? Yo hace mucho que no hago nada con nadie, tampoco ha surgido sin más... ya ni me acuerdo pero eso no es una información que quieras oír y ¿por qué te cuento la historia? No insinué nada, en absoluto, por supuesto que no... ¡no soy una desesperada! -se sonrojó ligeramente, era inevitable imaginar ciertas cosas, hacía mucho tiempo y las necesidades eran las necesidades, ya se calmaría por sí misma... mejor sola que...no, mejor con alguien. Se echó a reír, haciéndolo en broma pero muy en serio, era consciente de que nadie era capaz de verla como quien era, Valeria y no la “señora de” -En una hora te espero en la puerta, nos ausentaremos unos días, una semana como mucho -y en una hora, esperaba dentro del carro, mirando la casa tras el cristal empañado del carro, se acurrucó en sí misma... fue duro despedirse de sus hijos... pero necesitaba ese corto espacio de tiempo. Volvería, no iba a largarse sin más.
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Re: El perro de la condesa (privado)
Dinamarca, la condesa tenia unos negocios que atender allí, ciertamente me pareció una buena ida que se alejase no solo del peligro que la acechaba fuera de los muros de Akershus i no del mismo Akershus.
En necesitaba distancia, ponerse fuerte, recuperarse y no lo haría allí sometida a tanta tensión como allí tenia.
No quería ser duro con ella, pero algo me decía que nadie lo había sido nunca, al menos no diciéndole las verdades.
-Iré -dije sin mas.
Las esmeraldas de la condesa se alzaron, ladeé la sonrisa cuando confundida no entendía a lo que me refería.
Los vikingos eramos bastante burdos para hablar de sexo, ella se nadaba por las ramas y eso me hizo reír sin poder evitarlo.
-Serias la ultima mujer con la que me acostaría -aseguré dándole la razón -no porque sea ciego y no vea lo que tengo frente a mi, si no porque no tengo muy claro si eso seria correcto tal y como están las cosas entre tu y el conde.
Lo respeto y aunque no te lo creas, te respeto, el problema es que tu no te respetas.
Dicho esto me puse en pie para preparar un pequeño petate para poder ir con ella. Le daría su tiempo para despedirse de sus hijos.
Los críos se criaban fuertes en Akershus, otra madre hubiera querido arrastrándolos con ella a París, pero ella entendía que pertenecían al norte y podía ver en sus ojos el sufrimiento de tener que decirles adiós.
Me pregunté si el conde seria tan generoso o lucharía por los niños con uñas y dientes para que no salieran del norte.
Unas horas mas tarde me presenté en el portón dispuesto a emprender el viaje, la condesa me esperaba ya en el carro, el vaho empeñaba el cristal, lancé el petate a sus pies y me subí dejándome caer a su lado en el asiento.
-¿Nos vamos?
No había salido de Noruega, asi que no sabia como podría defenderme en ese mundo al que la condesa si estaba al parecer acostumbrada.
En necesitaba distancia, ponerse fuerte, recuperarse y no lo haría allí sometida a tanta tensión como allí tenia.
No quería ser duro con ella, pero algo me decía que nadie lo había sido nunca, al menos no diciéndole las verdades.
-Iré -dije sin mas.
Las esmeraldas de la condesa se alzaron, ladeé la sonrisa cuando confundida no entendía a lo que me refería.
Los vikingos eramos bastante burdos para hablar de sexo, ella se nadaba por las ramas y eso me hizo reír sin poder evitarlo.
-Serias la ultima mujer con la que me acostaría -aseguré dándole la razón -no porque sea ciego y no vea lo que tengo frente a mi, si no porque no tengo muy claro si eso seria correcto tal y como están las cosas entre tu y el conde.
Lo respeto y aunque no te lo creas, te respeto, el problema es que tu no te respetas.
Dicho esto me puse en pie para preparar un pequeño petate para poder ir con ella. Le daría su tiempo para despedirse de sus hijos.
Los críos se criaban fuertes en Akershus, otra madre hubiera querido arrastrándolos con ella a París, pero ella entendía que pertenecían al norte y podía ver en sus ojos el sufrimiento de tener que decirles adiós.
Me pregunté si el conde seria tan generoso o lucharía por los niños con uñas y dientes para que no salieran del norte.
Unas horas mas tarde me presenté en el portón dispuesto a emprender el viaje, la condesa me esperaba ya en el carro, el vaho empeñaba el cristal, lancé el petate a sus pies y me subí dejándome caer a su lado en el asiento.
-¿Nos vamos?
No había salido de Noruega, asi que no sabia como podría defenderme en ese mundo al que la condesa si estaba al parecer acostumbrada.
Geralt- Humano Clase Baja
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Re: El perro de la condesa (privado)
“Tú no te respetas”
Palabras que no dejaban de golpear su cabeza, una y otra vez. Si no se respetase, le hubiese importado bien poco con quién o cuando, se habría perdido en otros cuerpos a la primera de cambio. Y la única verdad, aún seguía en esa etapa de “duelo”, por primera vez sí que se respetó y no fue una inconsciente pero ni él la conocía ni iba a dar explicaciones, nunca las dio y en ese momento tampoco era necesario.
Con la mirada perdida en el cristal, dejó escapar un suspiro , el vaho empañó aún más el cristal y con un gesto de cabeza, asintió. El carro reanudó la marcha hacia la ciudad, desde que se había subido no apartó las esmeraldas del cristal, la imagen del castillo se iba alejando cada vez más, sintió añoranza, un pellizco en la boca del estómago, apoyó la palma en su vientre...sintió vacío. Un vacío general.
El silencio se hizo presente entre ambos, sólo se oía el traqueteo del carruaje y las pisadas de los caballos impactando con la tierra mojada y piedras del camino. Él no deseaba estar allí, lo comprendía... demasiado bien. Se mordió el labio inferior sin saber qué decir, sus palabras no podía quitárselas de la cabeza y por ello, frunció el ceño.
- Tranquilo, no estaremos ni medio día. En cuanto consiga lo que he pedido, iremos al puerto estaremos en París pronto - se quedó con más qué decir , hizo una pausa intentando controlar aquel pronto endiablado y pensar mejor las cosas antes de arrepentirse o estuviesen fuera de lugar -Podrás volver o no acompañarme si así lo deseas. No es obligatorio que me acompañes, ¿qué me gustaría? No lo niego, al fin y al cabo no es tan desagradable estar a tu lado -tan sincera y directa, la sonrisa maliciosa del demonio se dibujó en sus labios carmesís, mirada de reojo que esperaba ser devuelta.
-Y ya que vas a ser mi sombra, hay un par de cosas que debes saber -dejó escapar un suspiro, clavando sus orbes verdes en él, si le creía o no lo comprendería -No tengo porqué darte explicaciones pero estás muy equivocado conmigo. Antes... antes de toda esta locura no me respetaba pero ahora tengo muy claro lo que quiero, no dejar de ser yo misma y si deseo algo, lo tomo...sin más. Y no, no he tomado nada desde … que todo ha acabado. No estoy tan desesperada... -desvió la mirada hacia el techo, resoplando de lo más ofuscada, su reputación le precedía y aunque poco a poco volvía a recuperar su esencia...-Tú tampoco. Serías el último hombre sobre la faz de la tierra -le devolvió las mismas palabras claro que en vez ser con tono despectivo, sonrió... ¿cuán ciertas eran sus palabas?
Palabras que no dejaban de golpear su cabeza, una y otra vez. Si no se respetase, le hubiese importado bien poco con quién o cuando, se habría perdido en otros cuerpos a la primera de cambio. Y la única verdad, aún seguía en esa etapa de “duelo”, por primera vez sí que se respetó y no fue una inconsciente pero ni él la conocía ni iba a dar explicaciones, nunca las dio y en ese momento tampoco era necesario.
Con la mirada perdida en el cristal, dejó escapar un suspiro , el vaho empañó aún más el cristal y con un gesto de cabeza, asintió. El carro reanudó la marcha hacia la ciudad, desde que se había subido no apartó las esmeraldas del cristal, la imagen del castillo se iba alejando cada vez más, sintió añoranza, un pellizco en la boca del estómago, apoyó la palma en su vientre...sintió vacío. Un vacío general.
El silencio se hizo presente entre ambos, sólo se oía el traqueteo del carruaje y las pisadas de los caballos impactando con la tierra mojada y piedras del camino. Él no deseaba estar allí, lo comprendía... demasiado bien. Se mordió el labio inferior sin saber qué decir, sus palabras no podía quitárselas de la cabeza y por ello, frunció el ceño.
- Tranquilo, no estaremos ni medio día. En cuanto consiga lo que he pedido, iremos al puerto estaremos en París pronto - se quedó con más qué decir , hizo una pausa intentando controlar aquel pronto endiablado y pensar mejor las cosas antes de arrepentirse o estuviesen fuera de lugar -Podrás volver o no acompañarme si así lo deseas. No es obligatorio que me acompañes, ¿qué me gustaría? No lo niego, al fin y al cabo no es tan desagradable estar a tu lado -tan sincera y directa, la sonrisa maliciosa del demonio se dibujó en sus labios carmesís, mirada de reojo que esperaba ser devuelta.
-Y ya que vas a ser mi sombra, hay un par de cosas que debes saber -dejó escapar un suspiro, clavando sus orbes verdes en él, si le creía o no lo comprendería -No tengo porqué darte explicaciones pero estás muy equivocado conmigo. Antes... antes de toda esta locura no me respetaba pero ahora tengo muy claro lo que quiero, no dejar de ser yo misma y si deseo algo, lo tomo...sin más. Y no, no he tomado nada desde … que todo ha acabado. No estoy tan desesperada... -desvió la mirada hacia el techo, resoplando de lo más ofuscada, su reputación le precedía y aunque poco a poco volvía a recuperar su esencia...-Tú tampoco. Serías el último hombre sobre la faz de la tierra -le devolvió las mismas palabras claro que en vez ser con tono despectivo, sonrió... ¿cuán ciertas eran sus palabas?
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
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Re: El perro de la condesa (privado)
Llegué al bullicioso París, mis ojos vagaron por aquel puerto, un hombre listado en mano y aferrando una pluma con unos guantes de cuero controlaba a todo aquel que pasaba ante sus ojos.
Mi mirada se clavó en él cuando me inspeccionó con una mueca un tanto rara en el rostro, lo que me hizo enarcar una cea y sacar pecho de forma bravucona.
Valeria se reía intentando que destensara el gesto, apenas acababa de pisar puerto y ya no me gustaba aquel puto lugar.
-¿esto es Hel? -pregunté ladeando la sonrisa de forma engreída -hace calor -apunté revolviéndome bajo las pieles que reposaban sobre mis hombros.
Un carruaje nos esperaba al otro lado de las aduanas, unas por las que tuvimos que pasar esperando un buen rato a ser atendidos y donde me pusieron serios problemas para pasar la bastarda de mi espalda, y los cuchillos que llevaba en el cinto y en la bota.
No pensaba cruzar sin mi acero, algo que les hice saber con rudeza, por suerte la condesa depositó una suma de dinero lo suficientemente considerable como para que yo no tuviera que matarlos a golpes.
El carruaje se detuvo frente a la mansión de la señorita Cavey, por lo que había escuchado antes de abandonar el norte se había divorciado del conde Cannif, algo que sin duda a ambos les ayudaría a empezar una nueva vida.
-¿Donde dormiré? Necesito dejar el petate -pregunté nada mas subimos aquellas escalinatas de piedra blancas -¿tenéis señorita algún plan para la noche?
Sabia que ella frecuentaba fiestas y habíamos acudido allí porque tenia negocios que atender, así que no seria nada raro.
Una doncella intentó quitarme de los hombros las pieles, le gruñí, menudo vicio tenia allí la gente de tomarse esas confianzas.
Valeria se moría de la risa con mis reacciones.
-Me ha intentado quitar esto, si tiene frio que me lo pida -gruñí
Mi mirada se clavó en él cuando me inspeccionó con una mueca un tanto rara en el rostro, lo que me hizo enarcar una cea y sacar pecho de forma bravucona.
Valeria se reía intentando que destensara el gesto, apenas acababa de pisar puerto y ya no me gustaba aquel puto lugar.
-¿esto es Hel? -pregunté ladeando la sonrisa de forma engreída -hace calor -apunté revolviéndome bajo las pieles que reposaban sobre mis hombros.
Un carruaje nos esperaba al otro lado de las aduanas, unas por las que tuvimos que pasar esperando un buen rato a ser atendidos y donde me pusieron serios problemas para pasar la bastarda de mi espalda, y los cuchillos que llevaba en el cinto y en la bota.
No pensaba cruzar sin mi acero, algo que les hice saber con rudeza, por suerte la condesa depositó una suma de dinero lo suficientemente considerable como para que yo no tuviera que matarlos a golpes.
El carruaje se detuvo frente a la mansión de la señorita Cavey, por lo que había escuchado antes de abandonar el norte se había divorciado del conde Cannif, algo que sin duda a ambos les ayudaría a empezar una nueva vida.
-¿Donde dormiré? Necesito dejar el petate -pregunté nada mas subimos aquellas escalinatas de piedra blancas -¿tenéis señorita algún plan para la noche?
Sabia que ella frecuentaba fiestas y habíamos acudido allí porque tenia negocios que atender, así que no seria nada raro.
Una doncella intentó quitarme de los hombros las pieles, le gruñí, menudo vicio tenia allí la gente de tomarse esas confianzas.
Valeria se moría de la risa con mis reacciones.
-Me ha intentado quitar esto, si tiene frio que me lo pida -gruñí
Geralt- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/10/2017
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