AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Desesperación
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Desesperación
Nunca podré olvidar el olor a primavera impregnado en sus cabellos. Casi parece que hayan pasado décadas desde la última vez en que lo sentí, pero aún así, lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Es extraño, cómo la memoria únicamente guarda aquellos acontecimientos que decidimos como más relevantes, sin importar cuánto tiempo pase, o la cantidad de veces que decidamos revivirlos. Yo jamás he sido muy dado a centrarme en momentos de ese tipo, más que nada porque sé que no me beneficia en absoluto. Pensar en ella de esa forma, recordarla de ese modo, sólo hace que el dolor en mi pecho se haga más agudo. No, no quiero que los pocas memorias felices que tengo se tornen dolorosas solamente por el hecho de que nunca fui partícipe directo de las mismas. Antes me bastaba con ser un observador, una pieza más de su mundo. Ahora también me conformo, por supuesto, pero cada vez se hace más duro observar como su mundo se expande mientras el mio sigue siendo exactamente el mismo. Proteger y servir. Cumplir con mi palabra. Seguir maldito. Lo más interesante de mi vida es que no envejezco a un ritmo normal, y la verdad, más que una ventaja, es realmente un inconveniente. No es algo que pueda cambiar, sin embargo, así que no me queda otra que aguantarme. Suspiré casi sin darme cuenta, para luego dirigir la mirada al cielo. Nublado, como los últimos días. Casi parecía que no estuviera realmente tan lejos de mi hogar, donde el clima solía ser así todo el tiempo.
Así, frente al mar, Francia y Escocia se sentían conectados de algún modo, o quizá simplemente así es como yo había elegido sentirme. La verdad es que ni siquiera sabía qué demonios estaba haciendo allí. La arena se sentía cálida a mi espalda, a pesar de que la brisa era bastante fresca. Justo entonces me di cuenta de que debía ser temprano en la mañana. ¿Había dormido allí, junto al mar? ¿Por qué? Quise moverme, pero mi cuerpo estaba extrañamente entumecido, y un dolor agudo procedente de varias partes del mismo me impedía si quiera sentarme apropiadamente. Flashes de los últimos días fueron apareciendo ante mis ojos perezosamente, haciendo que me cuestionase cuánto tiempo realmente había estado dormido. Recordaba un fuego, dolor, un disparo -que a juzgar por el estado de mi chaqueta había impactado sobre mi abdomen, ya no sangraba, pero la mancha era considerable-, mi vista nublándose, Irïna gritando... ¡Un momento! ¿Dónde estaba ella? ¿Por qué no había sido capaz de centrarme en su ausencia? ¿Aún estaba delirando? Quería gritar, pero no me salían las palabras. El pánico comenzó a surgir en mi pecho bruscamente, acompañado de la náusea. Proteger y servir. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué había ido a parar a una playa en un momento como ese? Tenía que moverme. Tenía que buscarla. Tenía que empezar a cumplir apropiadamente con mi destino, con mi palabra. ¿Qué sentido tenía mi vida si no era capaz de hacer bien lo único que alguna vez me había importado?
No tengo muy claro cuándo es que todo comenzó a ponerse negro nuevamente. Sabía que aún era de día, así que la única explicación es que mis ojos se habían cerrado. Luché por abrirlos, por encontrar mi voz nuevamente, pero sólo el murmullo del mar era audible, como si estuviera a gran distancia, y junto con él, voces apagadas, sofocadas. No pude comprender lo que decían al principio...
- ¡Oh, Dios mío! ¿Qué es eso? Parece un cuerpo, ¿no es así? ¿Qué habrá pasado? -Sin duda por mi estado era probable que sí lo pareciese. A pesar de ello, no noté a nadie aproximarse para ayudarme, ni siquiera para comprobar si seguía vivo. Quise reírme, pero todo lo que hice fue gemir silenciosamente. En realidad, ¿quería que me encontraran? ¿Necesitaba de su auxilio? Sabía que en aquel momento debería estar haciendo algo importante, pero era incapaz de recordar el qué. Sólo el olor de las flores, de la hierba, impregnados en su cabello, eran lo bastante intensos para envolverme. ¿Por qué ese recuerdo en concreto? Tal vez nunca lo sepa. Pero con él me quedé dormido, y el mundo dejó momentáneamente de tener interés alguno para mi.
Así, frente al mar, Francia y Escocia se sentían conectados de algún modo, o quizá simplemente así es como yo había elegido sentirme. La verdad es que ni siquiera sabía qué demonios estaba haciendo allí. La arena se sentía cálida a mi espalda, a pesar de que la brisa era bastante fresca. Justo entonces me di cuenta de que debía ser temprano en la mañana. ¿Había dormido allí, junto al mar? ¿Por qué? Quise moverme, pero mi cuerpo estaba extrañamente entumecido, y un dolor agudo procedente de varias partes del mismo me impedía si quiera sentarme apropiadamente. Flashes de los últimos días fueron apareciendo ante mis ojos perezosamente, haciendo que me cuestionase cuánto tiempo realmente había estado dormido. Recordaba un fuego, dolor, un disparo -que a juzgar por el estado de mi chaqueta había impactado sobre mi abdomen, ya no sangraba, pero la mancha era considerable-, mi vista nublándose, Irïna gritando... ¡Un momento! ¿Dónde estaba ella? ¿Por qué no había sido capaz de centrarme en su ausencia? ¿Aún estaba delirando? Quería gritar, pero no me salían las palabras. El pánico comenzó a surgir en mi pecho bruscamente, acompañado de la náusea. Proteger y servir. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué había ido a parar a una playa en un momento como ese? Tenía que moverme. Tenía que buscarla. Tenía que empezar a cumplir apropiadamente con mi destino, con mi palabra. ¿Qué sentido tenía mi vida si no era capaz de hacer bien lo único que alguna vez me había importado?
No tengo muy claro cuándo es que todo comenzó a ponerse negro nuevamente. Sabía que aún era de día, así que la única explicación es que mis ojos se habían cerrado. Luché por abrirlos, por encontrar mi voz nuevamente, pero sólo el murmullo del mar era audible, como si estuviera a gran distancia, y junto con él, voces apagadas, sofocadas. No pude comprender lo que decían al principio...
- ¡Oh, Dios mío! ¿Qué es eso? Parece un cuerpo, ¿no es así? ¿Qué habrá pasado? -Sin duda por mi estado era probable que sí lo pareciese. A pesar de ello, no noté a nadie aproximarse para ayudarme, ni siquiera para comprobar si seguía vivo. Quise reírme, pero todo lo que hice fue gemir silenciosamente. En realidad, ¿quería que me encontraran? ¿Necesitaba de su auxilio? Sabía que en aquel momento debería estar haciendo algo importante, pero era incapaz de recordar el qué. Sólo el olor de las flores, de la hierba, impregnados en su cabello, eran lo bastante intensos para envolverme. ¿Por qué ese recuerdo en concreto? Tal vez nunca lo sepa. Pero con él me quedé dormido, y el mundo dejó momentáneamente de tener interés alguno para mi.
Lorick N. Magné- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 86
Fecha de inscripción : 10/04/2014
Re: Desesperación
Hora: Muy temprano para mis mañanas
Lugar: Playa
Lugar: Playa
El espantapájaros que tengo como aliado, aquel cuervo alado, estaba volando muy bajo por entre la costa de aquella playa, hay pocas personas, amantes que buscan el sigilo y evitar ser sorprendidos, otros apenas y están en un elegante paseo matutino y muy pocos con ansias de terminar entre los brazos del mar como un loco suicidio, a esos les tengo más atención porque sus almas son las más atractivas y torturadas que podría ser los mejores elementos.
Camino por entre la playa maldiciendo la arena, el sol de la mañana pega tan fuerte y con mi vestido negro y el atuendo en si que llevo no es de extrañar por qué todos me queden viendo. Eros grazna desde lo alto sobrevolando mi cabeza, ese pajarraco del mal apenas y entiende cuando le hablo, rolo los ojos ante sus incesantes graznidos. Camino más y más entre la arena que solo es molesta y se entierra en mis zapatos y vestidos
—Ya lo sé Eros, si no fuera que necesito esa madera de los ahogados no estaría aquí buscándola— le grito a Eros que mejor vuela en dirección al horizonte, de la nada un mujer ha ¿gritado? ¿Asombrado? La verdad no reconozco en su tono de voz si esta alterada o asustada, pero hoy claro una palabra que me gusta bastante “un cuerpo”. ¡Oh, al fin los dioses y lucifer, me ha traído un buen regalo! Corro a lo que me permite el vestido y llego, pero solo veo un perro tendido en la arena, ahora mi desilusión es muy grande que solo chasqueo la lengua y suelto un suspiro de completo engaño.
Nadie socorre al herido y eso me gusta porque puede ser provechoso para mi hasta que comienzan a murmurar “esta borracho” como podían esas arpías decir eso cuando un cuerpo tan hermoso que puede cruzar al más allá estaba frente a sus ojos, las miro muy feo como para que sientan vergüenza y sus almas ardan en pecado, me acerco al infeliz desdichado hasta que con la punta de pie le pateo uno de los brazos —Oye ¿vas a morirte, lobo?— otro pequeño empujón con mi pie —Si vas a morirte me das tu alma y tu cuerpo, te daré un buen funeral y cumpliré un deseo tuyo, te parece— inspecciono su cuerpo pero no hay muchas heridas, aunque si lo veo bien estropeado y magullado como si le hubieran dado una paliza —medio deseo sería porque estas bien maltratado, y así la mercancía no sirve del todo, pero puedo darte un buen descuento ¿Qué dices, aceptas?— susurro unas palabras en lengua extraña extrayendo de mi algo de energía para al menos traer la conciencia del pobre.
Valkyria- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 30/10/2016
Re: Desesperación
Supongo que debería estar acostumbrado a la sensación de perder la identidad, la cordura, todo aquello que te hace ser quien eres... Después de todo es algo que me ocurre cada mes, cuando la Luna luce llena gobernando el cielo nocturno, y llama a esa naturaleza bestial que se oculta en mi interior. Sí, probablemente debería estar acostumbrado a esa sensación, a la de que mis recuerdos, mis experiencias, me sean arrebatados por un ente externo, sin que pueda hacer nada para remediarlo, para detenerlo. Pero mentiría si dijera que lo estoy. Ese tipo de sensación no es algo a lo que uno pueda adaptarse o aceptar con tanta facilidad. Ojalá así fuera, pero no. Perder lo que eres sólo hace que la siguiente vez que te ocurre, estés mucho más asustado, mucho más confuso porque, ¿y si esta vez no hay marcha atrás? ¿Y si no logro volver a mi verdadero yo? Es un miedo irracional, posiblemente, pero que está arraigado en mi interior, que forma parte de mi mismo, siendo lo único que permanece cuando todo lo demás no está.
Creo que fue eso lo que me despertó. No fueron las voces ajenas que me hablaban intentando que recuperara la consciencia. No fue el perfume de mujer, ni la oscuridad que encerraban las palabras que ésta me dedicó. Lo que hizo que abriera los ojos, primero de forma intermitente, adaptándome a la luz, y luego de par en par, fue el terror que recorrió mi cuerpo súbitamente. La certeza de que había algo que no encajaba, de que había perdido una parte de mi mismo y que no sabía cómo ni por qué, ni siquiera si sería capaz de recuperarla. La sensación de pérdida era lacerante, casi tanto como el pánico, pero todo cuanto pude hacer fue rogar por agua. Necesitaba beber. Notaba arena en los labios, y podía oler la sal impregnada en mi piel, como si se tratara de una costra. ¿Había caído al mar en algún momento?
Apenas podía moverme, aunque logré alzar la cabeza lo suficiente para toparme con la silueta de una desconocida, que me observaba con fijeza. ¿Quién era ella? ¿Dónde demonios estaba? ¿Seguía en Francia al menos? ¿Por qué me dolía tanto el pecho, que casi parecía que me fuera a estallar? Mi temperatura estaba más alta de lo normal, y en aquel estado febril nada tenía demasiado sentido. Lo único que sabía, era que no recordaba nada. De lo sucedido, acerca de mis heridas, de por qué mi cuerpo estaba tan pesado, o de por qué no había entrado en pánico a esas alturas. Me llevé la mano de forma casi automática al cuello, y allí los encontré. Dos heridas de forma redonda, que me dieron la pista que necesitaba para saber por qué todo me dolía a pesar de no estar tan malherido. Cuando un ser de mi naturaleza se encuentra con un opuesto, un vampiro, eso era lo que ocurría. Aunque por más que lo intentara no podía recordar ningún encuentro, o pelea. Realmente, ni siquiera sabía cuál era mi nombre, si es que tenía alguno.
- ¿Acaso no estoy muerto ya? ¿Cómo iba a saberlo? ¿Es eso un cuervo? -Mi voz salió como apenas un susurro, entrecortada, dubitativa, como si no supiera cómo articular las palabras correctamente. El enorme pajarraco se había situado justo encima de mi abdomen, y tanto él como la muchacha parecían tener igualmente malas intenciones. - Agua... Agua... Me arde la garganta. -La segunda vez que hablé, parecía más un ruego. Necesitaba calmar mi sed, pero también intentar que mi temperatura se estabilizara. Podía notar el veneno circulando por mi sangre, espesa por la deshidratación. No podía permanecer en ese estado por más tiempo. Si lo hacía, moriría. Moriría sin recordar lo sucedido. Moriría sin recordar aquello tan importante que pujaba por reaparecer en mi consciente, pero que no era capaz de surgir. Intenté incorporarme y recibí un picotazo que me hizo sangrar. Miré a la dueña del animal enarcando la ceja. - ¿Eres la Parca? -Definitivamente estaba delirando.
Creo que fue eso lo que me despertó. No fueron las voces ajenas que me hablaban intentando que recuperara la consciencia. No fue el perfume de mujer, ni la oscuridad que encerraban las palabras que ésta me dedicó. Lo que hizo que abriera los ojos, primero de forma intermitente, adaptándome a la luz, y luego de par en par, fue el terror que recorrió mi cuerpo súbitamente. La certeza de que había algo que no encajaba, de que había perdido una parte de mi mismo y que no sabía cómo ni por qué, ni siquiera si sería capaz de recuperarla. La sensación de pérdida era lacerante, casi tanto como el pánico, pero todo cuanto pude hacer fue rogar por agua. Necesitaba beber. Notaba arena en los labios, y podía oler la sal impregnada en mi piel, como si se tratara de una costra. ¿Había caído al mar en algún momento?
Apenas podía moverme, aunque logré alzar la cabeza lo suficiente para toparme con la silueta de una desconocida, que me observaba con fijeza. ¿Quién era ella? ¿Dónde demonios estaba? ¿Seguía en Francia al menos? ¿Por qué me dolía tanto el pecho, que casi parecía que me fuera a estallar? Mi temperatura estaba más alta de lo normal, y en aquel estado febril nada tenía demasiado sentido. Lo único que sabía, era que no recordaba nada. De lo sucedido, acerca de mis heridas, de por qué mi cuerpo estaba tan pesado, o de por qué no había entrado en pánico a esas alturas. Me llevé la mano de forma casi automática al cuello, y allí los encontré. Dos heridas de forma redonda, que me dieron la pista que necesitaba para saber por qué todo me dolía a pesar de no estar tan malherido. Cuando un ser de mi naturaleza se encuentra con un opuesto, un vampiro, eso era lo que ocurría. Aunque por más que lo intentara no podía recordar ningún encuentro, o pelea. Realmente, ni siquiera sabía cuál era mi nombre, si es que tenía alguno.
- ¿Acaso no estoy muerto ya? ¿Cómo iba a saberlo? ¿Es eso un cuervo? -Mi voz salió como apenas un susurro, entrecortada, dubitativa, como si no supiera cómo articular las palabras correctamente. El enorme pajarraco se había situado justo encima de mi abdomen, y tanto él como la muchacha parecían tener igualmente malas intenciones. - Agua... Agua... Me arde la garganta. -La segunda vez que hablé, parecía más un ruego. Necesitaba calmar mi sed, pero también intentar que mi temperatura se estabilizara. Podía notar el veneno circulando por mi sangre, espesa por la deshidratación. No podía permanecer en ese estado por más tiempo. Si lo hacía, moriría. Moriría sin recordar lo sucedido. Moriría sin recordar aquello tan importante que pujaba por reaparecer en mi consciente, pero que no era capaz de surgir. Intenté incorporarme y recibí un picotazo que me hizo sangrar. Miré a la dueña del animal enarcando la ceja. - ¿Eres la Parca? -Definitivamente estaba delirando.
Lorick N. Magné- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 86
Fecha de inscripción : 10/04/2014
Re: Desesperación
Lo miro y de cuclillas me quedo picándolo con los dedos en las costillas, pecho, en sus heridas, así como en su mejilla bajando hasta su cuello donde tiene sus marcas y otras como rasguños de garras, la sangre que le cubre esta seca pero hay heridas que son profundas quizás si con algunos empastes de hierbas y carne bien cruda de conejo podría curarse rápido...pero no, yo quiero que muera por su alma. Quiero realmente su alma porque se ve que esta lleno de colores y eso me daría mucha más fuerza para mi propósito personal
Eros vuela lo alto alejando a otras aves que se quieren comer también a aquel pobre hombre herido y mal trajeado, me rio de solo escuchar sus palabras y me tienta tanto como para picarme la lengua en responderle entre sustos, bueno no hay una regla que diga que no se puede a un alma atormentar y más si va para el infierno. Toco sus labios con el dedo índice jugando con el labio inferior con una de mis bellas y tiernas sonrisas de colección —Qué dirías si te digo que si soy la parca y vengo a llevarme tu alma enteramente, ¿me la darías?— Eros desciende y pica la pierna del hombre, lo espanto alejándolo dándole la orden que se quede en el cielo, pero antes le envió a que traiga agua de alguna fuente o rio o lo que sea pero que sea consumible —Eros te traerá agua, asi que no te muevas mucho o te echarás a perder—
Me pongo a su cabeza cubriendo con mi cabello largo y negro su rostro del sol —Tranquilo aun no mueres, pero estas a punto si no te atienden tus heridas, así que decide ¿quieres vivir y deberme un favor o quieres morir y que robe tu alma? En ambos estarás en mis manos decide rápido— sonrío y Eros llega con su pico con agua —Espero que no te moleste tomar el pico de un ave algo de agua— me rio porque siempre tienen asco el tomar o tener algo de los animales. Eros se sube a mi cabeza esperando que el joven dijera o hiciera algún gesto de querer, mientras yo tocaba sus labios jugando y miraba a la gente que nos miraba extraño.
Es tan raro que una bruja ayude a un lobo, pienso y pienso y solo rio regresando la mirada al lobito herido —Eros es un ángel muy educado y limpio, así que no te preocupes, o quizás quieras que te de algo de energía pero tendrás que cerrar los ojos— una sonrisa tan dulce que es tan maligna en mi.
Eros vuela lo alto alejando a otras aves que se quieren comer también a aquel pobre hombre herido y mal trajeado, me rio de solo escuchar sus palabras y me tienta tanto como para picarme la lengua en responderle entre sustos, bueno no hay una regla que diga que no se puede a un alma atormentar y más si va para el infierno. Toco sus labios con el dedo índice jugando con el labio inferior con una de mis bellas y tiernas sonrisas de colección —Qué dirías si te digo que si soy la parca y vengo a llevarme tu alma enteramente, ¿me la darías?— Eros desciende y pica la pierna del hombre, lo espanto alejándolo dándole la orden que se quede en el cielo, pero antes le envió a que traiga agua de alguna fuente o rio o lo que sea pero que sea consumible —Eros te traerá agua, asi que no te muevas mucho o te echarás a perder—
Me pongo a su cabeza cubriendo con mi cabello largo y negro su rostro del sol —Tranquilo aun no mueres, pero estas a punto si no te atienden tus heridas, así que decide ¿quieres vivir y deberme un favor o quieres morir y que robe tu alma? En ambos estarás en mis manos decide rápido— sonrío y Eros llega con su pico con agua —Espero que no te moleste tomar el pico de un ave algo de agua— me rio porque siempre tienen asco el tomar o tener algo de los animales. Eros se sube a mi cabeza esperando que el joven dijera o hiciera algún gesto de querer, mientras yo tocaba sus labios jugando y miraba a la gente que nos miraba extraño.
Es tan raro que una bruja ayude a un lobo, pienso y pienso y solo rio regresando la mirada al lobito herido —Eros es un ángel muy educado y limpio, así que no te preocupes, o quizás quieras que te de algo de energía pero tendrás que cerrar los ojos— una sonrisa tan dulce que es tan maligna en mi.
Valkyria- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 30/10/2016
Re: Desesperación
No tardé mucho en darme cuenta de que aquella mujer no tenía nada de común ni de corriente. Sus acciones, cómo se movía, cómo gesticulaba, y especialmente cómo hablaba con aquel animal como si realmente pudiera entenderlo, me hacía dudar de si tal vez me la estuviera imaginando, o de verdad fuera el símbolo de mi muerte acercándose. Traté de incorporarme, y lo logré parcialmente, apoyándome con los codos sobre la mullida arena, pero la cabeza me dolía tanto, y el mundo daba tantas vueltas, que consideré sentarme una misión imposible. Así que me quedé muy quieto, al menos hasta que el cuervo se quitó de encima, incapaz de mover un músculo. Extrañamente, estaba más confuso que asustado por la presencia de aquella oscura dama. O más bien, estaba tan inmerso en encontrar aquellos recuerdos que había perdido que no había espacio para nada más. Ni siquiera para considerar la posibilidad de que aquella joven fuera, en efecto, peligrosa. No es que no me importara, es que no era capaz de registrarlo. Pensar era casi más doloroso que moverme. - Te diría que no puedo dártela, porque ya le pertenece a alguien, aunque ahora mismo no consiga recordar de quién se trata. -La confesión escapó de entre mis labios casi sin quererlo. Mis palabras tampoco parecían tener mucho sentido.
Me la quedé mirando mientras dejaba que el enorme ave me diera de beber. Podría apostar que cualquiera que nos mirase diría exactamente lo mismo que ella había dicho: que la muerte estaba agachada frente a un hombre moribundo, esperando para llevarse su alma. Ahora que mi vista estaba más clara, fui capaz de distinguir mejor sus facciones. Parecía joven, demasiado joven para tanta oscuridad como emanaba, pero también lo bastante hermosa como para ser capaz de convencer a cualquiera de entregarle su alma si así lo quería. ¿Qué me hacía diferente? ¿Y por qué si su propósito era matarme ahora se estaba planteando ayudarme? Dejé que el agua fresca me aliviara la garganta, y luego me relamí los labios, los mismos que ella había estado toqueteando de vez en cuando. Finalmente sonreí, agradecido por el gesto, y acabé por sentarme, mirándola de frente. El cuerpo me dolía por todas partes, pero gracias a que había bebido podía notar cómo iba sanando. Eso sí, mucho más lentamente de lo normal.
- Creo que prefiero no morir todavía, así que escojo deberos un favor. Aunque me resulta curioso. ¿Qué podría querer una Parca de una criatura como yo? No soy especialmente valioso, ni tampoco interesante, así que no lo comprendo. -Aún no estaba lo bastante en mis cabales como para darme cuenta de que era una mujer de carne y hueso. Pero su sonrisa parecía lo bastante inocente como para confiar en ella, así que le hice caso y cerré los ojos. Tal vez todo fuera una alucinación, quién sabe. Tampoco es que importara mucho. Si iba a morir se me ocurrían formas peores de hacerlo.
Me la quedé mirando mientras dejaba que el enorme ave me diera de beber. Podría apostar que cualquiera que nos mirase diría exactamente lo mismo que ella había dicho: que la muerte estaba agachada frente a un hombre moribundo, esperando para llevarse su alma. Ahora que mi vista estaba más clara, fui capaz de distinguir mejor sus facciones. Parecía joven, demasiado joven para tanta oscuridad como emanaba, pero también lo bastante hermosa como para ser capaz de convencer a cualquiera de entregarle su alma si así lo quería. ¿Qué me hacía diferente? ¿Y por qué si su propósito era matarme ahora se estaba planteando ayudarme? Dejé que el agua fresca me aliviara la garganta, y luego me relamí los labios, los mismos que ella había estado toqueteando de vez en cuando. Finalmente sonreí, agradecido por el gesto, y acabé por sentarme, mirándola de frente. El cuerpo me dolía por todas partes, pero gracias a que había bebido podía notar cómo iba sanando. Eso sí, mucho más lentamente de lo normal.
- Creo que prefiero no morir todavía, así que escojo deberos un favor. Aunque me resulta curioso. ¿Qué podría querer una Parca de una criatura como yo? No soy especialmente valioso, ni tampoco interesante, así que no lo comprendo. -Aún no estaba lo bastante en mis cabales como para darme cuenta de que era una mujer de carne y hueso. Pero su sonrisa parecía lo bastante inocente como para confiar en ella, así que le hice caso y cerré los ojos. Tal vez todo fuera una alucinación, quién sabe. Tampoco es que importara mucho. Si iba a morir se me ocurrían formas peores de hacerlo.
Lorick N. Magné- Licántropo Clase Alta
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