AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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My Salvation, My Curse [Privado]
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My Salvation, My Curse [Privado]
Hacía unas semanas que había podido escapar de un encuentro con los perseguidores de la inquisición que me pisaban los talones, había decidido ir por el bosque que era una zona que me era familiar y en donde en mí forma de pantera les podría dar esquive con la agilidad y la rapidez que en ese estado me confería. Pero no solamente había un humano y un cazador que me habían perseguido, sino que también un hechicero que me podría haber puesto las cosas muy difíciles cuando sobre todo el cazador logró darme con su arma en mí hombro, una bala que había penetrado en la piel y había hecho que una herida profusa sangrara y me hiciera perder fuerzas poco a poco.
De no haber sido por la intervención de una joven hechicera, la cual había encontrado de casualidad en el bosque en mí huida de aquellos hombres de la Inquisición, y que sin conocerme de nada y sin saber de qué iba todo el asunto se había puesto de mí lado, me había dado tiempo para que intentara recuperarme aunque eso no había sido posible, y con su magia había acabado con uno de los tres hombres, con el más poderoso de todos, para luego encargarme con las pocas fuerzas que me quedaban de los dos últimos arrebatándoles la vida.
Y ya no recordaba nada más salvo despertarme lleno de vendas, en forma humana, y diciéndome que tenía una maldición. Una maldición, de verdad, de esas que son como profecías que se cumplían al pie de la letra si no hacías lo que se te había encomendado. Miré mis manos de nuevo subiendo la vista a los brazos, las manchas que habían aparecido significaban que la maldición se había puesto en marcha, aunque no recordaba exactamente que me hubieran maldecido y mucho menos cuando me habían puesto tal maldición. La hechicera no había podido discernir muy bien qué tipo de maleficio era ni cómo pararlo… solo sabía que cuando pasaban un par de semanas las marcas se hacían más grandes, e incluso habían empezado a aparecer pequeñas marquitas por mí pecho.
Según Evolet, la joven hechicera que había salvado mí vida y a la que le estaba eternamente agradecido, las marcas significaban el comienzo de la maldición y según ella estas poco a poco irían consumiendo mí vida conforme se fueran extendiendo por mí cuerpo, ¿cómo pararlas? Conseguir que lo que fuera que tuviera que hacer… lo que al maldecirme predestinaron para mí. ¿El problema? Que no sabía siquiera qué era lo que debía de hacer, o si alguien debía de ayudarme. Pero… últimamente, llevaba unas noches teniendo un sueño que era muy parecido, lo había achacado con pesadillas pero al decírselo a Evolet esta me dijo que quizás podrían ser como pistas de lo que debía de hacer porque justamente habían empezado en la época en la que habían salido las marcas.
Por más que había intentado hacer memoria de lo que pasaba en el sueño e incluso con técnicas que ella había intentado no habíamos podido dar con nada y no había forma ni manera de que me acordara de algo. Además que poco podía ver en aquellos sueños, todo estaba muy borroso, había la figura de lo que creía era una mujer por la vestimenta, pero no podía ver su rostro o mucho menos oír su voz… era una pequeña pista, sabía que estaba relacionado con una mujer pero para mí mayor desgracia, no sabía si estaría en París, si seguiría viva o no… si estaba muerta, estaba condenado a muerte.
Por eso ahora me encontraba paseando por el bosque, porque era el único sitio donde me sentía más en paz, donde al conectar con la naturaleza me sentía tranquilo… y era lo que necesitaba en ese momento: tranquilidad. Pero uno nunca obtiene lo que quiere y pude escuchar los pasos de alguien que se aproximaba hacia donde yo estaba.
De no haber sido por la intervención de una joven hechicera, la cual había encontrado de casualidad en el bosque en mí huida de aquellos hombres de la Inquisición, y que sin conocerme de nada y sin saber de qué iba todo el asunto se había puesto de mí lado, me había dado tiempo para que intentara recuperarme aunque eso no había sido posible, y con su magia había acabado con uno de los tres hombres, con el más poderoso de todos, para luego encargarme con las pocas fuerzas que me quedaban de los dos últimos arrebatándoles la vida.
Y ya no recordaba nada más salvo despertarme lleno de vendas, en forma humana, y diciéndome que tenía una maldición. Una maldición, de verdad, de esas que son como profecías que se cumplían al pie de la letra si no hacías lo que se te había encomendado. Miré mis manos de nuevo subiendo la vista a los brazos, las manchas que habían aparecido significaban que la maldición se había puesto en marcha, aunque no recordaba exactamente que me hubieran maldecido y mucho menos cuando me habían puesto tal maldición. La hechicera no había podido discernir muy bien qué tipo de maleficio era ni cómo pararlo… solo sabía que cuando pasaban un par de semanas las marcas se hacían más grandes, e incluso habían empezado a aparecer pequeñas marquitas por mí pecho.
Según Evolet, la joven hechicera que había salvado mí vida y a la que le estaba eternamente agradecido, las marcas significaban el comienzo de la maldición y según ella estas poco a poco irían consumiendo mí vida conforme se fueran extendiendo por mí cuerpo, ¿cómo pararlas? Conseguir que lo que fuera que tuviera que hacer… lo que al maldecirme predestinaron para mí. ¿El problema? Que no sabía siquiera qué era lo que debía de hacer, o si alguien debía de ayudarme. Pero… últimamente, llevaba unas noches teniendo un sueño que era muy parecido, lo había achacado con pesadillas pero al decírselo a Evolet esta me dijo que quizás podrían ser como pistas de lo que debía de hacer porque justamente habían empezado en la época en la que habían salido las marcas.
Por más que había intentado hacer memoria de lo que pasaba en el sueño e incluso con técnicas que ella había intentado no habíamos podido dar con nada y no había forma ni manera de que me acordara de algo. Además que poco podía ver en aquellos sueños, todo estaba muy borroso, había la figura de lo que creía era una mujer por la vestimenta, pero no podía ver su rostro o mucho menos oír su voz… era una pequeña pista, sabía que estaba relacionado con una mujer pero para mí mayor desgracia, no sabía si estaría en París, si seguiría viva o no… si estaba muerta, estaba condenado a muerte.
Por eso ahora me encontraba paseando por el bosque, porque era el único sitio donde me sentía más en paz, donde al conectar con la naturaleza me sentía tranquilo… y era lo que necesitaba en ese momento: tranquilidad. Pero uno nunca obtiene lo que quiere y pude escuchar los pasos de alguien que se aproximaba hacia donde yo estaba.
Zephyr Drakos- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/10/2016
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Re: My Salvation, My Curse [Privado]
¡Qué agradable era estar al fondo de los estratos sociales! Que nadie preguntara por las magulladuras en sus brazos o por la sangre seca que frecuentemente manchaba su vestido. Se esperaba tan poco de ella que el escándalo no formaba parte de su vida. Sólo su hermanastro. Sólo ese canalla.
—Saldré a trabajar. Vuelve antes de que se ponga el sol, o me obligarás a castigarte otra vez. Y Lavinia, si alguien te dirige la palabra, finge no escucharle.
Pero ella no contestó ni se detuvo ante las amenazas de Durriken. Se le habían agotado las energías para desobedecerlo.
Con el fin de recolectar zarzamoras, Lavinia cruzó el puente que dividía al campamento gitano del bosque. Sí se fueron perdiendo entre la vegetación sus quince años, sus hebras castañas que desenredadas le llegaban a la cintura, su tez dorada, sus ojos acuosos tan abiertos como interrogantes. Una pequeña boca de labios fruncidos, una sonrisa melancólica y el cuerpo más liviano y endeble del lugar. ¿En qué pensaba, mientras elegía un árbol al cual trepar? En nada. “Es tan ensimismada como joven” imaginaba decir a las mariposas, pero a ella nunca le importó ser distraída ni pasar desapercibida entre los gitanos. Uno a uno iban charlando y negociando con su hermanastro. Con una no conversaba nadie.
Quizás por eso se había rendido a los abusos. Porque al lado de aquel hombre soberbio y apático no se sentía culpable de ser tal cual era: arrojada, soñadora e impulsiva.
Su parte soñadora tuvo que despertar abruptamente cuando, en medio de las ramas, ubicó la figura masculina de un desconocido de lo más particular. Estaba cubierto de manchas, unas quimeras que le resultaban extrañamente familiares. No era gitano, no, pero ¿dónde lo había visto? La duda no dejaba que apartara los ojos.
Lavinia se resguardó detrás de un tronco, asomando la cabeza y los ojos de cervatillo asustado. Qué eran esas cosas, que la llamaban tanto.
—¿S-Señor? —se detuvo. Estaba tartamudeando otra vez, por los nervios. Qué fastidio. Retuvo el aire y se obligó a hablar de corrido— ¿Qué haría usted si quisiera hacer una pregunta indiscreta sin ser irrespetuoso?
—Saldré a trabajar. Vuelve antes de que se ponga el sol, o me obligarás a castigarte otra vez. Y Lavinia, si alguien te dirige la palabra, finge no escucharle.
Pero ella no contestó ni se detuvo ante las amenazas de Durriken. Se le habían agotado las energías para desobedecerlo.
Con el fin de recolectar zarzamoras, Lavinia cruzó el puente que dividía al campamento gitano del bosque. Sí se fueron perdiendo entre la vegetación sus quince años, sus hebras castañas que desenredadas le llegaban a la cintura, su tez dorada, sus ojos acuosos tan abiertos como interrogantes. Una pequeña boca de labios fruncidos, una sonrisa melancólica y el cuerpo más liviano y endeble del lugar. ¿En qué pensaba, mientras elegía un árbol al cual trepar? En nada. “Es tan ensimismada como joven” imaginaba decir a las mariposas, pero a ella nunca le importó ser distraída ni pasar desapercibida entre los gitanos. Uno a uno iban charlando y negociando con su hermanastro. Con una no conversaba nadie.
Quizás por eso se había rendido a los abusos. Porque al lado de aquel hombre soberbio y apático no se sentía culpable de ser tal cual era: arrojada, soñadora e impulsiva.
Su parte soñadora tuvo que despertar abruptamente cuando, en medio de las ramas, ubicó la figura masculina de un desconocido de lo más particular. Estaba cubierto de manchas, unas quimeras que le resultaban extrañamente familiares. No era gitano, no, pero ¿dónde lo había visto? La duda no dejaba que apartara los ojos.
Lavinia se resguardó detrás de un tronco, asomando la cabeza y los ojos de cervatillo asustado. Qué eran esas cosas, que la llamaban tanto.
—¿S-Señor? —se detuvo. Estaba tartamudeando otra vez, por los nervios. Qué fastidio. Retuvo el aire y se obligó a hablar de corrido— ¿Qué haría usted si quisiera hacer una pregunta indiscreta sin ser irrespetuoso?
Lavinia Iancolescu- Gitano
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Fecha de inscripción : 03/10/2017
Re: My Salvation, My Curse [Privado]
Mi paseo por el bosque en solitario había acabado llevándome cerca de aquel campamento gitano que colindaba con el bosque, me había acercado alguna que otra vez a ese campamento, en forma de gato, para cotillear en esa curiosidad insana que teníamos los felinos, había visto a sus gentes felices, riendo, cantando, bailando... sin duda alguna los gitanos eran los más despreocupados de todos y con menos eran los que mejor vivían, lejos de preocupaciones de la ciudad como los demás humanos que vivían en ella. Allí todo era más tranquilo, allí todo era más ameno y podía pasearme tranquilamente por el lugar sin temer que alguien quisiera hacerme algo. Aún no entendía cómo los humanos podían hacer tanto mal, como algunos disfrutaban pegando a un mísero animal que no tenía con qué defenderse, yo podía leer las auras de las personas y darme cuenta de si eran de fiar o no, pero muchos de los animales no contaban con esa suerte. Como de costumbre me había dejado llevar por mis pies que me encaminaron hacia aquel lugar, a veces las casualidades –o el destino según quisieras llamarlo- hacían que nuestros pasos fueran hacia un determinado lugar en concreto para cuestiones que solamente podíamos descubrir una vez llegáramos allí. Ese día parecía que a mí me había tocado algo similar porque me había encontrado con que estaba cerca del campamento gitano, en forma humana. Normalmente no solía acercarme en forma humana y ya estaba demasiado cerca como para cambiarme a forma de animal, podría verme alguien y no era algo que quisiera que pasara para nada.
Por suerte pensé antes de actuar porque noté la presencia de alguien que, sumido en mis propios pensamientos, no me había percatado de que estaba y cuando me quise dar cuenta la tenía a unos cuantos pasos de distancia, estaba escondida tras un árbol por lo que solo podía ver su figura y su pelo que era mecido levemente por la brisa que había, un pelo castaño que brillaba con la luz del sol. Su aura era tranquila aunque se notaba que estaba un tanto nerviosa, quizás por el hecho de que estaba frente a un desconocido que podría hacerle algo pero nada más lejos de la realidad, de mí no tenía que temer nada pese a mi aspecto algo fiero, yo no hacía daño a las personas, francamente no hacía daño a nadie salvo que quisieran matarme... entonces sacaba mis garras y mis colmillos y me defendía a muerte. Su rostro se asomó un poco y pude ver que era una joven, se notaba a simple vista, sus ojos me miraban con temor pero con cierta curiosidad y para tranquilizarla le sonreí guardando las distancias, no quería que pensara que iba a hacerle daño alguno. Pude notar sus ojos recorrerme y mis ojos bajaron a las marcas que habían empezado a manifestarse en mis brazos, apenas habían unas pocas pero desde hacía un mes, quizás algo más, no dejaban de aparecer más. Mis ojos volvieron a ella y reí levemente entre dientes por su pregunta, sabía perfectamente por donde iba a ir su pregunta y me hizo gracia aunque no pasé desapercibido el temblor de su voz al hacerme la pregunta y ladeé un poco el rostro.
-Preguntaría con todo el tacto del mundo esperando no ofender a dicha persona –dije con tono calmado y tranquilo- no todos reaccionamos de la misma forma y manera ante las preguntas y cuestiones de los demás pero, si lo hacemos de la forma correcta y en el tono correcto, por muy “maliciosa” que sea la pregunta no lo tomaremos como una ofensa o como algo irrespetuoso porque sabremos que no nos quieren ofender –hice una leve pausa y me crucé de brazos esperando a que ella saliera, pero no lo hacía así que miré en su dirección- aunque sí que es un poco irrespetuoso hablar desde detrás de un tronco –no perdí mi sonrisa en ningún momento y esperé a que ella saliera- me gusta hablar con las personas cara a cara, ¿te importaría salir? Te aseguro que no me enfadaré por la pregunta que tengas que hacerme ni me sentará mal, en absoluto –le aseguré alzando mis manos ligeramente, porque bien sabía lo que iba a preguntarme- Y bien, ¿cuál es tú duda, pequeña?
Por suerte pensé antes de actuar porque noté la presencia de alguien que, sumido en mis propios pensamientos, no me había percatado de que estaba y cuando me quise dar cuenta la tenía a unos cuantos pasos de distancia, estaba escondida tras un árbol por lo que solo podía ver su figura y su pelo que era mecido levemente por la brisa que había, un pelo castaño que brillaba con la luz del sol. Su aura era tranquila aunque se notaba que estaba un tanto nerviosa, quizás por el hecho de que estaba frente a un desconocido que podría hacerle algo pero nada más lejos de la realidad, de mí no tenía que temer nada pese a mi aspecto algo fiero, yo no hacía daño a las personas, francamente no hacía daño a nadie salvo que quisieran matarme... entonces sacaba mis garras y mis colmillos y me defendía a muerte. Su rostro se asomó un poco y pude ver que era una joven, se notaba a simple vista, sus ojos me miraban con temor pero con cierta curiosidad y para tranquilizarla le sonreí guardando las distancias, no quería que pensara que iba a hacerle daño alguno. Pude notar sus ojos recorrerme y mis ojos bajaron a las marcas que habían empezado a manifestarse en mis brazos, apenas habían unas pocas pero desde hacía un mes, quizás algo más, no dejaban de aparecer más. Mis ojos volvieron a ella y reí levemente entre dientes por su pregunta, sabía perfectamente por donde iba a ir su pregunta y me hizo gracia aunque no pasé desapercibido el temblor de su voz al hacerme la pregunta y ladeé un poco el rostro.
-Preguntaría con todo el tacto del mundo esperando no ofender a dicha persona –dije con tono calmado y tranquilo- no todos reaccionamos de la misma forma y manera ante las preguntas y cuestiones de los demás pero, si lo hacemos de la forma correcta y en el tono correcto, por muy “maliciosa” que sea la pregunta no lo tomaremos como una ofensa o como algo irrespetuoso porque sabremos que no nos quieren ofender –hice una leve pausa y me crucé de brazos esperando a que ella saliera, pero no lo hacía así que miré en su dirección- aunque sí que es un poco irrespetuoso hablar desde detrás de un tronco –no perdí mi sonrisa en ningún momento y esperé a que ella saliera- me gusta hablar con las personas cara a cara, ¿te importaría salir? Te aseguro que no me enfadaré por la pregunta que tengas que hacerme ni me sentará mal, en absoluto –le aseguré alzando mis manos ligeramente, porque bien sabía lo que iba a preguntarme- Y bien, ¿cuál es tú duda, pequeña?
Zephyr Drakos- Vampiro Clase Alta
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Re: My Salvation, My Curse [Privado]
La niña dio un salto hacia delante, alejándose del tronco como si le hubiera quemado las manos. Inconsecuente, dio dos pasos acelerados hacia el extraño y se hincó en el suelo, a una distancia prudente. Estaba desobedeciendo a Durriken, exponiéndose así, pero hoy le dolía el estómago a Lavinia y estaban a punto de salírsele las lágrimas de pensar que no podía hablarle a nadie de lo que le pasaba. Si quien tenía al frente era gitano o no, ya no era tema. Tenía un nudo en la garganta que no podía deshacer sola. Qué terrible esa humana naturaleza, el depender de otros.
—Bueno, ya. No es agradable, pero se lo diré igual, porque se me puede olvidar. —dijo pueril, fijando sus ojos indiscretamente sobre las marcas— Eso que tiene encima, ¿es de verdad? No se parecen a las mías.
Se refería a los hematomas en sus piernas, las mismas que generaba su hermanastro cuando la golpeaba con la vara. Siempre le atinaba a las piernas, porque estaban cubiertas y también porque quería evitar que la ágil gitanilla saliera corriendo.
Lavinia no se dio cuenta de la pista sobre su vida que había compartido y siguió en el tema:
—Parece un castigo. Durriken dice que hay que hacer examen de conciencia cada mañana. Hasta ahora, yo he odiado a cinco personas, he pensado en robarle comida a uno, y hace poco se me rasgó otro trazo de mis faldas por mi culpa. —admitió tomándose la barriga con la mano derecha— Por eso ahora me duele el estómago. Duele menos cuando se sabe por qué. ¿Usted sabe por qué las tiene? ¿No le duele?
—Bueno, ya. No es agradable, pero se lo diré igual, porque se me puede olvidar. —dijo pueril, fijando sus ojos indiscretamente sobre las marcas— Eso que tiene encima, ¿es de verdad? No se parecen a las mías.
Se refería a los hematomas en sus piernas, las mismas que generaba su hermanastro cuando la golpeaba con la vara. Siempre le atinaba a las piernas, porque estaban cubiertas y también porque quería evitar que la ágil gitanilla saliera corriendo.
Lavinia no se dio cuenta de la pista sobre su vida que había compartido y siguió en el tema:
—Parece un castigo. Durriken dice que hay que hacer examen de conciencia cada mañana. Hasta ahora, yo he odiado a cinco personas, he pensado en robarle comida a uno, y hace poco se me rasgó otro trazo de mis faldas por mi culpa. —admitió tomándose la barriga con la mano derecha— Por eso ahora me duele el estómago. Duele menos cuando se sabe por qué. ¿Usted sabe por qué las tiene? ¿No le duele?
Lavinia Iancolescu- Gitano
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Re: My Salvation, My Curse [Privado]
La joven finalmente apareció frente a mí tras mis palabras de que prefería hablar mirando a la persona con la que estaba manteniendo la conversación, lo cierto es que era bastante joven y me preguntaba cuántos años tendría exactamente, ¿quince, dieciséis como mucho? Dudaba de que fuera mayor de edad por las facciones finas que tenía como si todavía tuviera que madurar y cambiar el rostro para pegar ese último tirón dejando atrás la adolescencia. Sabía perfectamente de lo que iba a preguntarme, de hecho, es que yo mismo últimamente me preguntaba sobre las marcas que habían aparecido y que se podían ver en mis brazos ya que llevaba las mangas de la camisa subidas, marcas negras que habían aparecido de la nada y que con el paso del tiempo parecía que iban creciendo cada vez más como si fuera imposible pararlas, la causa no la sabía y la razón tampoco... solo tenía ese sueño bastante confuso y difuso en el que aparecía una mujer pero no sabía ni quién era ni por qué soñaba constantemente con ese sueño como si fuera alguna premonición o como si me estuviera enseñando el camino, no entendía demasiado pero sabiendo el mundo en el que habitaba no dudaba de que quizás fuera alguna señal, sabía de la magia y quizás ese sueño trataba de decirme la forma de librarme de las marcas pero por el momento era todo muy confuso y no distinguía absolutamente nada de la joven, solo sabía que era una mujer por la figura de esta... pero nada más. Me la quedé observando cuando sus ojos recorrieron mis marcas y esbocé una leve sonrisa sabiendo que iba a preguntarme por ellas, me lo esperaba en cierto sentido y no me extrañaba que lo hiciera. Fue que me fijé más detenidamente en ella y en el aura que tenía, parecía que estaba algo nerviosa y un tinte oscuro que no sabía identificar se podía ver en su aura, como si tuviera miedo de algo y no fuera solamente por estar yo delante de ella ni por mi aspecto.
Enarqué una ceja cuando finalmente me preguntó por las marcas, pero no fue su pregunta inocente lo que me hizo enarcarla, sino el hecho de la evidencia que había dejado entrever con sus palabras y seguramente sin darse cuenta de ello, pero eso me hizo mirarla de forma fija porque decía que se parecían a las suyas lo que me llevaba a pensar que ella también tenía marcas y me extrañaba que fueran exactamente como las mías, sino más bien, seguramente fueran marcas porque alguien le habría pegado en algún momento de su vida. Igualmente me callé y no dije nada al respecto sobre ello y la escuché mientras me hablaba, no entendía exactamente muy bien lo del examen de conciencia y prosiguió diciendo que había odiado a cinco personas, había pensado en robarle comida a una y se le había rasgado un poco la falda... ciertamente ni me había fijado en ese pequeño detalle. Mis ojos bajaron hacia su falda viendo que estaba un poco rasgada pero luego los subí a ella, odiar no tenía nada de malo cuando te daban motivos para odiar a dichas personas, entendía un poco porque su aura estaba algo más apagada de lo normal cuando se llevó las manos a su estómago diciendo que le dolía, seguramente fuera del hambre y conocía esa sensación porque yo mismo la había pasado, por suerte las cosas me iban mejor y había podido cambiar esa situación. Sus siguientes palabras me dejaron en claro que le habían pegado y no supe por qué pero eso me cabreó y me enervó bastante, yo no concebía dicha violencia ni entendía por qué la mayoría de humanos pegaban por pura diversión, quizás fuera por mi naturaleza más tranquila pero yo solo pegaba para defenderme, y esa joven que tenía frente a mí dudaba mucho que pudiera hacer mucho mal a una persona.
-¿Te han pegado? –Quizás no fue la forma de pregunta, quizás fui demasiado intrusivo en ese aspecto pero me cabreaba el hecho de saber que llevaba marcas de golpes, porque ella parecía entender que eran justificados, y yo odiaba a todo aquel que osaba levantar su mano aprovechándose de ser más fuerte que el otro- si tienes hambre puedo traerte algo de comer, he traído algo más de comida de la cuenta –dije señalando una bolsa que tenía colgada a mi espalda donde había llevado algo de comida y que me sobraba- y respondiendo a tu pregunta, te diré que no me duelen y que no sé por qué han aparecido las marcas –me mordí el labio dudando- ¿crees en la magia? Oh, qué descortés por mi parte; mi nombre es Garrus –dije mientras tomaba la mano de la joven, algo temblorosa como si temiera que fuera a hacerle daño, para preguntarle el suyo antes de dejar un beso en sus nudillos- acompáñame si quieres y te puedo dar algo de comer. No voy a hacerte daño, conmigo puedes estar tranquila –aunque viniendo de un desconocido ella podría dudarlo- ¿te gusta la música? Tengo mi viejo violín guardado en su estuche, puedo tocar una canción mientras comes algo -no sabía por qué pero, aunque la acababa de conocer había algo que me era extraño con ella, algo que no terminaba de entender pero que me hacía querer protegerla de aquel que le pega, cuidarla de ese mal... aunque no entendía el motivo.
Enarqué una ceja cuando finalmente me preguntó por las marcas, pero no fue su pregunta inocente lo que me hizo enarcarla, sino el hecho de la evidencia que había dejado entrever con sus palabras y seguramente sin darse cuenta de ello, pero eso me hizo mirarla de forma fija porque decía que se parecían a las suyas lo que me llevaba a pensar que ella también tenía marcas y me extrañaba que fueran exactamente como las mías, sino más bien, seguramente fueran marcas porque alguien le habría pegado en algún momento de su vida. Igualmente me callé y no dije nada al respecto sobre ello y la escuché mientras me hablaba, no entendía exactamente muy bien lo del examen de conciencia y prosiguió diciendo que había odiado a cinco personas, había pensado en robarle comida a una y se le había rasgado un poco la falda... ciertamente ni me había fijado en ese pequeño detalle. Mis ojos bajaron hacia su falda viendo que estaba un poco rasgada pero luego los subí a ella, odiar no tenía nada de malo cuando te daban motivos para odiar a dichas personas, entendía un poco porque su aura estaba algo más apagada de lo normal cuando se llevó las manos a su estómago diciendo que le dolía, seguramente fuera del hambre y conocía esa sensación porque yo mismo la había pasado, por suerte las cosas me iban mejor y había podido cambiar esa situación. Sus siguientes palabras me dejaron en claro que le habían pegado y no supe por qué pero eso me cabreó y me enervó bastante, yo no concebía dicha violencia ni entendía por qué la mayoría de humanos pegaban por pura diversión, quizás fuera por mi naturaleza más tranquila pero yo solo pegaba para defenderme, y esa joven que tenía frente a mí dudaba mucho que pudiera hacer mucho mal a una persona.
-¿Te han pegado? –Quizás no fue la forma de pregunta, quizás fui demasiado intrusivo en ese aspecto pero me cabreaba el hecho de saber que llevaba marcas de golpes, porque ella parecía entender que eran justificados, y yo odiaba a todo aquel que osaba levantar su mano aprovechándose de ser más fuerte que el otro- si tienes hambre puedo traerte algo de comer, he traído algo más de comida de la cuenta –dije señalando una bolsa que tenía colgada a mi espalda donde había llevado algo de comida y que me sobraba- y respondiendo a tu pregunta, te diré que no me duelen y que no sé por qué han aparecido las marcas –me mordí el labio dudando- ¿crees en la magia? Oh, qué descortés por mi parte; mi nombre es Garrus –dije mientras tomaba la mano de la joven, algo temblorosa como si temiera que fuera a hacerle daño, para preguntarle el suyo antes de dejar un beso en sus nudillos- acompáñame si quieres y te puedo dar algo de comer. No voy a hacerte daño, conmigo puedes estar tranquila –aunque viniendo de un desconocido ella podría dudarlo- ¿te gusta la música? Tengo mi viejo violín guardado en su estuche, puedo tocar una canción mientras comes algo -no sabía por qué pero, aunque la acababa de conocer había algo que me era extraño con ella, algo que no terminaba de entender pero que me hacía querer protegerla de aquel que le pega, cuidarla de ese mal... aunque no entendía el motivo.
Zephyr Drakos- Vampiro Clase Alta
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Re: My Salvation, My Curse [Privado]
Lavinia no supo qué responder a la directa pregunta del extravagante ser. Entreabrió la boca y perdió su mirada, buscando entre fragmentos mentales una luz de lo que debía o no decir. Al final, su respuesta fue meramente descriptiva, debido a una de las anécdotas que le saltó a la memoria.
—Él anda todo el ti-tiempo detrás de mí. De todas formas, me está enseñando a pelear y a ser hombre, porque cuando a un hombre se le dice una cosa que da como calor a la cabeza, tiene que pegar un puñete. —repitió textualmente las palabras de su hermanastro, idiotizada.
Comida, magia; palabras alegres que la devolvieron a la tierra. Sonrió riéndose de sí misma en el camino. “Soy Lavinia”, alcanzó a decir casi atropellando las palabras de Garrus cuando éste se presentó. Fue una espontaneidad que estalló y que luego se retrajo, con la amable oferta de Garrus. Demasiado amable para un cervatillo herido como la gitana. Se pudo a temblar, pero no de miedo, sino de puro nervios.
—¿No podría ser aquí? Es que no me atrevo a ir más lejos, porque aunque crea en la magia, a veces no me encuentra o yo no la sé buscar. Por favor quédese. No tiene que darme comida, pero oírlo sería lindo. Y-y que sea una canción bien escandalosa, porque luego de comer me da sueño. El otro día fue tan así que me dormí sin masticar la carne y me amaneció en la boca. —dijo dejando ir gradualmente la angustia de la reacción que Garrus pudiera adoptar.
Trasladó su pie derecho hacia atrás, lista para correr, por si acaso. Estaba sola, frente a un hombre que le triplicaba el tamaño. Físicamente superior y con una visión de mundo mayor. Mismos atributos que poseía Durriken; entonces, ¿por qué no podía Garrus actuar igual que él?
—Él anda todo el ti-tiempo detrás de mí. De todas formas, me está enseñando a pelear y a ser hombre, porque cuando a un hombre se le dice una cosa que da como calor a la cabeza, tiene que pegar un puñete. —repitió textualmente las palabras de su hermanastro, idiotizada.
Comida, magia; palabras alegres que la devolvieron a la tierra. Sonrió riéndose de sí misma en el camino. “Soy Lavinia”, alcanzó a decir casi atropellando las palabras de Garrus cuando éste se presentó. Fue una espontaneidad que estalló y que luego se retrajo, con la amable oferta de Garrus. Demasiado amable para un cervatillo herido como la gitana. Se pudo a temblar, pero no de miedo, sino de puro nervios.
—¿No podría ser aquí? Es que no me atrevo a ir más lejos, porque aunque crea en la magia, a veces no me encuentra o yo no la sé buscar. Por favor quédese. No tiene que darme comida, pero oírlo sería lindo. Y-y que sea una canción bien escandalosa, porque luego de comer me da sueño. El otro día fue tan así que me dormí sin masticar la carne y me amaneció en la boca. —dijo dejando ir gradualmente la angustia de la reacción que Garrus pudiera adoptar.
Trasladó su pie derecho hacia atrás, lista para correr, por si acaso. Estaba sola, frente a un hombre que le triplicaba el tamaño. Físicamente superior y con una visión de mundo mayor. Mismos atributos que poseía Durriken; entonces, ¿por qué no podía Garrus actuar igual que él?
Lavinia Iancolescu- Gitano
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Re: My Salvation, My Curse [Privado]
No era demasiado difícil para un ser como yo el hecho de darse cuenta de que la joven que tenía frente a mí no se sentía demasiado cómoda con la pregunta tan directa que le había hecho, la veía dudar como si decirme la verdad o simplemente camuflarla como había estado haciendo hasta el momento, aunque ella ya lo había dicho todo con aquella inocente pregunta que me había lanzado, la respuesta estaba más que clara aunque de alguna forma era como si necesitara la confirmación verbal de lo que yo creía que pasaba o que le había pasado. Le pegaban, eso era un hecho tan real como que la tenía frente a mí en esos momentos, su aura parecía dubitativo y no sabía exactamente si responderme o no, tampoco tendría por qué hacerlo dado que no me conocía en absoluto y aunque quise pasar de esa pregunta ofreciéndole comida y un poco de música se la veía reticente. La entendía, podía comprender que mi aspecto no es que fuera el mejor de todos y a muchas personas les había causado desconfianza solamente por el hecho de que juzgaban sin conocer a las personas, pensando que la imagen que uno pudiera dar es lo que realmente fuera cuando las peores personas se escondían tras trajes caros y perfumados. Sin embargo finalmente accedió a decirme su nombre, Lavinia, algo que me hizo mirarla recorriéndola dándome cuenta de lo joven que era, pero mis pensamientos se vieron relegados a un segundo plano cuando finalmente me recitó las palabras que seguramente le hubieran dicho a ella para que lo recitara de esa forma, autómata, como si fuera algo que hubiera escuchado durante muchísimo tiempo y lo repitiera de forma mecánica casi sin pensar en lo que decía. No me gustó lo que dijo al igual que tampoco me gustó el hecho de que dijera que “él” siempre estaba tras ella, me pregunté quién sería ese “él” aunque si lo conociera seguramente fuera yo el que le diera tal golpe en la cabeza para que se le acabaran las tonterías que le decía a ella. No me quedaba la menor duda de que le pegaba con aquella estúpida excusa y Lavinia, que no es que tuviera una constitución demasiado corpulenta como para defenderse, seguro que atemorizaba se dejaba hacer para que la golpiza no fuera aún mayor.
Una rabia enorme me recorrió por entero al ver la fragilidad de la joven sin poder defenderse, no me extrañaría en absoluto que llevara tiempo recibiendo alguna que otra golpiza dado que para ella recitar esas palabras parecía algo normal como si realmente fuera así, como si eso fuera lo correcto. Me pregunté entonces por qué no habría buscado algún tipo de ayuda, recurrir a alguien... y quizás es que no tuviera a nadie a quien recurrir. Quería encontrarme con ese tipo y que me dijera a mí lo mismo que le decía a ella, algo brotó en mi interior al saber la verdad, algo que era oscuro y que no había sentido nunca pero finalmente ella desvió el tema de la conversación cuando le hablé de magia y de comida, parecía asustada por mi envergadura aunque le había ofrecido algo de comida, un poco de música que tocar con el violín mientras la veía que comía algo porque estaba demasiado delgada, para mí tocar el violín era como una especie de terapia para sobre todo el alma, me ayudaba a calmarme y despejaba los demonios que aunque no siempre a veces acudían a mi mente en forma de recuerdos, atormentándome con el pasado y con fragmentos de mi vida que debía de tener superado pero que no era para nada así. Me pedía que fuera ahí donde pasara porque no se iba a alejar mucho, de hecho, me dio hasta la impresión de que iba a salir corriendo en cuestión de segundos pero con delicadeza atrapé su muñeca y tomé su mano para que viera que no iba a hacerle nada, y mucho menos iba a pegarle.
-No voy a hacerte daño, Lavinia. No es mi intención asustarme ni pegarte como ha estado haciendo ese... –me mordí la lengua por no escupir el veneno que llevaba dentro, no me gustaba y algo en mi interior me empujó a defenderla, a cuidar de que nadie volviera a hacerle daño ¿por qué? Eso sería algo que debería de averiguar conforme pasara el tiempo- te prometo que solo quiero que comas algo mientras toco algo para ti, nada más –la miré de forma fija porque siempre decían que los ojos son el espejo del alma y, si se atrevía a mirar en los míos, no vería mentira alguna en ellos- deberías de creer en la magia Lavinia, muchas de las cosas que se han creado en torno a las historias y a los mitos tienen su origen en la realidad aunque no lo creas. Puede que creas que no la has encontrado y, sin embargo, la tengas frente a ti... –dije mientras pensaba si sería lo adecuado decirle algo más allá, quizás no era el momento de hacerlo ya que parecía asustada, no quería que descubriera que era un cambiante y que podía transformarme en una peligrosa pantera negra. La contemplé hasta con cierta ternura cuando habló y le sonreí para tranquilizarla- no nos moveremos de aquí si no quieres, pero necesito ir por mis cosas que están allí –señalé hacia un lugar que se podía ver desde el lugar donde tenía mis cosas- ven, vamos –tan solo estaba a unos pasos y no se alejaría demasiado de donde se encontraba en esos momentos. Llegamos hasta donde tenía aquel petate y finalmente lo abrí dándole algo de lo que había llevado para comer; pan, algo de queso, fruta y un par de trozos de pollo con algo de arroz, mientras lo dejaba frente a ella abrí el estuche del violín y lo saqué apoyándome en el tronco del árbol- decías que querías una canción ¿”escandalosa”? –Pregunté con una leve sonrisa- está bien, esta era una de las favoritas de mi madre –apoyé el violín en mi hombro y pronto comenzó a sonar una canción que conocía bastante bien, no era una canción triste sino algo más movida como quizás ella estuviera pidiendo, podía cerrar los ojos y casi imaginar en mi mente a mi madre sentada enseñándome la misma canción que estaba tocando, una que a mí me gustaba y que a veces tocaba acordándome siempre de ella aunque eso siempre sucedía cada vez que cogía el violín, el único recuerdo que me quedaba de mi madre, lo único que tenía de ella. Cuando tocaba el violín me olvidaba del mundo que me rodeaba, dejaba de pensar y solamente me centraba en lo que estaba tocando.
Una rabia enorme me recorrió por entero al ver la fragilidad de la joven sin poder defenderse, no me extrañaría en absoluto que llevara tiempo recibiendo alguna que otra golpiza dado que para ella recitar esas palabras parecía algo normal como si realmente fuera así, como si eso fuera lo correcto. Me pregunté entonces por qué no habría buscado algún tipo de ayuda, recurrir a alguien... y quizás es que no tuviera a nadie a quien recurrir. Quería encontrarme con ese tipo y que me dijera a mí lo mismo que le decía a ella, algo brotó en mi interior al saber la verdad, algo que era oscuro y que no había sentido nunca pero finalmente ella desvió el tema de la conversación cuando le hablé de magia y de comida, parecía asustada por mi envergadura aunque le había ofrecido algo de comida, un poco de música que tocar con el violín mientras la veía que comía algo porque estaba demasiado delgada, para mí tocar el violín era como una especie de terapia para sobre todo el alma, me ayudaba a calmarme y despejaba los demonios que aunque no siempre a veces acudían a mi mente en forma de recuerdos, atormentándome con el pasado y con fragmentos de mi vida que debía de tener superado pero que no era para nada así. Me pedía que fuera ahí donde pasara porque no se iba a alejar mucho, de hecho, me dio hasta la impresión de que iba a salir corriendo en cuestión de segundos pero con delicadeza atrapé su muñeca y tomé su mano para que viera que no iba a hacerle nada, y mucho menos iba a pegarle.
-No voy a hacerte daño, Lavinia. No es mi intención asustarme ni pegarte como ha estado haciendo ese... –me mordí la lengua por no escupir el veneno que llevaba dentro, no me gustaba y algo en mi interior me empujó a defenderla, a cuidar de que nadie volviera a hacerle daño ¿por qué? Eso sería algo que debería de averiguar conforme pasara el tiempo- te prometo que solo quiero que comas algo mientras toco algo para ti, nada más –la miré de forma fija porque siempre decían que los ojos son el espejo del alma y, si se atrevía a mirar en los míos, no vería mentira alguna en ellos- deberías de creer en la magia Lavinia, muchas de las cosas que se han creado en torno a las historias y a los mitos tienen su origen en la realidad aunque no lo creas. Puede que creas que no la has encontrado y, sin embargo, la tengas frente a ti... –dije mientras pensaba si sería lo adecuado decirle algo más allá, quizás no era el momento de hacerlo ya que parecía asustada, no quería que descubriera que era un cambiante y que podía transformarme en una peligrosa pantera negra. La contemplé hasta con cierta ternura cuando habló y le sonreí para tranquilizarla- no nos moveremos de aquí si no quieres, pero necesito ir por mis cosas que están allí –señalé hacia un lugar que se podía ver desde el lugar donde tenía mis cosas- ven, vamos –tan solo estaba a unos pasos y no se alejaría demasiado de donde se encontraba en esos momentos. Llegamos hasta donde tenía aquel petate y finalmente lo abrí dándole algo de lo que había llevado para comer; pan, algo de queso, fruta y un par de trozos de pollo con algo de arroz, mientras lo dejaba frente a ella abrí el estuche del violín y lo saqué apoyándome en el tronco del árbol- decías que querías una canción ¿”escandalosa”? –Pregunté con una leve sonrisa- está bien, esta era una de las favoritas de mi madre –apoyé el violín en mi hombro y pronto comenzó a sonar una canción que conocía bastante bien, no era una canción triste sino algo más movida como quizás ella estuviera pidiendo, podía cerrar los ojos y casi imaginar en mi mente a mi madre sentada enseñándome la misma canción que estaba tocando, una que a mí me gustaba y que a veces tocaba acordándome siempre de ella aunque eso siempre sucedía cada vez que cogía el violín, el único recuerdo que me quedaba de mi madre, lo único que tenía de ella. Cuando tocaba el violín me olvidaba del mundo que me rodeaba, dejaba de pensar y solamente me centraba en lo que estaba tocando.
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Zephyr Drakos- Vampiro Clase Alta
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Re: My Salvation, My Curse [Privado]
Era una lástima, pensaba Lavinia, que fuera peligroso hablar con extraños, porque era la única forma, fuera de los juegos de su imaginación, de no aburrirse. Pero la voz de Durriken le hacía eco cada vez que quería dar un paso fuera de su burbuja. Es que le hacía sentir bien esa burbuja, a salvo. No... le daba una sala sensación de protección, cuando lo que hacía era cumplir los caprichos de su captor. Sólo un milagro le podía hacer salir, o quizás, la magia.
—A ver, enséñeme cómo funciona la magia y a lo mejor hasta yo me acuerde cómo cómo encenderla. —desafió Lavinia, guardando la distancia.
Sucedió que con las primeras notas puso atención, con las que vaticinaban el coro se entretuvo, y para cuando éste llegó, se desancló de su lugar poniéndose a bailar con timidez al principio y luego con soltura.
No sabía si estaba hipnotizada o simplemente aturdida. ¡Lástima que su madre no le había enseñado a bailar y la pobre tendía a enredarse los pies! Su danza era torpe, producto de los hematomas que la adrenalina no la dejaba sentir del todo, pero apasionada. Era un monito dorado con los ojos reflectantes como espejos. A pesar de que estaban solos, se sentía como si una tropa de amigos estuviese avivando la fiesta, cantando todos a un tiempo y tocando una armonía pintórica y mansa.
Y entró en un carrusel extraño. En medio de esa improvisada puesta en escena, un cruce de lucidez o de locura camuflada. "Algo hay", se dijo la cría. Un escalofrío en la oreja, una tensión en las falanges, un no sé qué se le iba haciendo familiar a Lavinia, como si ya hubiera oído aquella melodía. No. No la había oído. Como gitana hecha y derecha, jamás se le olvidaban los cantos de un violín, pero ¿qué más había? Había marcas, ojos, un ser que se veía como humano, pero que no se parecía a ningún hombre o criatura que hubiera visto. ¡Ah! el pecho se le estrujó y de un brinco el baile terminó. Lavinia se giró hacia el músico, con una sola pregunta brotándole de los ojos:
—¿No lo conozco, Garrus?
—A ver, enséñeme cómo funciona la magia y a lo mejor hasta yo me acuerde cómo cómo encenderla. —desafió Lavinia, guardando la distancia.
Sucedió que con las primeras notas puso atención, con las que vaticinaban el coro se entretuvo, y para cuando éste llegó, se desancló de su lugar poniéndose a bailar con timidez al principio y luego con soltura.
No sabía si estaba hipnotizada o simplemente aturdida. ¡Lástima que su madre no le había enseñado a bailar y la pobre tendía a enredarse los pies! Su danza era torpe, producto de los hematomas que la adrenalina no la dejaba sentir del todo, pero apasionada. Era un monito dorado con los ojos reflectantes como espejos. A pesar de que estaban solos, se sentía como si una tropa de amigos estuviese avivando la fiesta, cantando todos a un tiempo y tocando una armonía pintórica y mansa.
Y entró en un carrusel extraño. En medio de esa improvisada puesta en escena, un cruce de lucidez o de locura camuflada. "Algo hay", se dijo la cría. Un escalofrío en la oreja, una tensión en las falanges, un no sé qué se le iba haciendo familiar a Lavinia, como si ya hubiera oído aquella melodía. No. No la había oído. Como gitana hecha y derecha, jamás se le olvidaban los cantos de un violín, pero ¿qué más había? Había marcas, ojos, un ser que se veía como humano, pero que no se parecía a ningún hombre o criatura que hubiera visto. ¡Ah! el pecho se le estrujó y de un brinco el baile terminó. Lavinia se giró hacia el músico, con una sola pregunta brotándole de los ojos:
—¿No lo conozco, Garrus?
Lavinia Iancolescu- Gitano
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Re: My Salvation, My Curse [Privado]
Se dejó llevar aun con ciertas dudas hasta donde tenía la comida en el macuto que llevaba, había traído lo suficiente como para pasar lo que restaba de día así que tendría más que de sobra para comer y satisfacer su hambre. Además la música siempre decían que animaba y revitalizaba el alma y el espíritu, quizás por eso me sintiera tan bien cada vez que tocaba ese instrumento o también podía ser por los recuerdos gratos que me traía. Mientras sacaba el violín de su funda y me sentaba contra el tronco de un árbol para apoyarme la vi coger algo de comida, con cierta timidez, como si no se acostumbrara a que la gente extraña fuera amable con ella, aunque más bien pensaba que era porque ese hombre del que me había hablado le habría mentido y llenado la cabeza con ideas que no eran del todo ciertas y reales. Me enervaba saber que aquel hombre le pegaba y la maltrataba y una furia se apoderaba de mi ser nada más pensarlo, algo que no solía sucederme demasiado a menudo porque yo era una persona bastante pacífica y que siempre tenía templanza y calma... pero era pensar en ese hecho y la rabia me corroía por dentro. Me daban ganas de protegerla de ese mal nacido y alejarla de él para que no pudiera ponerle una mano encima nunca más, de hecho, me daban ganas de darle una lección para que supiera lo que ella estaba pasando, esa desconfianza, ese miedo que tenía y cómo parecía que “recitaba” esas palabras como si ya las hubiera oído tanto que no ponía atención al decirlas, sino que lo hacía de forma autómata. No me gustaba ese hombre y sabía que si me lo cruzaba lo mataría, o al menos, le daría tal golpiza que lo dejaría medio inconsciente para que no volviera a hacerle daño nunca más... pero por otro lado no quería que eso pudiera perjudicarla, se le veía demasiado niña –además de que lo era- y demasiado inocente como para meterle en más problemas de los que ella ya tenía. Así que si podía ayudarla aunque fuera tocando una simple canción lo haría, ella no conocía la magia y mis palabras podían dejar entrever un segundo significado y una doble intención escondida que ella no había pillado para nada, algo normal y lógico si teníamos en cuenta que posiblemente desconociera los peligros que había en el mundo y los seres que lo habitaban.
Mejor dejar las cosas como estaban aunque me daban ganas de decirle exactamente lo que era, comentarle que era un cambiante y que podía transformarme en una pantera negra o en un gato a mi voluntad, que paseaba muchas veces por la ciudad como un gato a ojos ajenos que no pensaban en nada más allá que un simple gato, lo dejé estar y comencé a tocar la canción que ella me había pedido, algo más alegre y que tuviera ritmo y la primera que se me cruzó por la mente la toqué. Esa canción animaba bastante el ambiente mientras tocaba con los ojos cerrados, para cuando los abrí me encontré con la imagen de aquella joven bailando al son de la música que tocaba, como si animada por esta se hubiera dejado llevar por la melodía y ahora interpretara un baile para mí. Tenía sus ojos cerrados y se dejaba llevar al son de la melodía que interpretaba en esos momentos, sin dejar de tocar observé los movimientos de su cuerpo que se movía con gracilidad y sonreí al ver que al menos parecía encontrarse mejor tras aquellos momentos, como si se olvidara de todo y solo pudiera centrarse en la música. Solamente nos valíamos de nosotros dos para aquella pieza y no necesitábamos a más gente, no fue hasta casi al final de la canción que se giró parándose de golpe como si se hubiera acordado de algo o hubiera caído en la cuenta de algo que se le había escapado, me pregunté qué podría ser hasta que finalmente lanzó la pregunta con sus ojos azules fijos en los míos. Podía notar su respiración acelerada, los bombeos de su corazón rápidos por el baile, su rostro perlado levemente en sudor y sus ojos fijos en los míos como si pretendiera averiguar algo más, algo que a mí se me escapaba por completo. Terminé la canción con las últimas notas y bajé el violín que reposaba en mi hombro, la contemplé de forma fija durante unos segundos pero aunque a mí también me había dado esa sensación de familiaridad, yo no olvidaba un rostro nunca y menos un olor, y ella para mí era totalmente desconocida.
-Me temo que no, Lavinia. No nos hemos cruzado nunca o al menos eso creo, es la primera vez que vengo por el campamento de los gitanos y si tú no has salido mucho de aquí... además, hace poco tiempo que llegué a la ciudad –eso no era ninguna mentira, era totalmente cierto, huyendo de la Inquisición que me perseguía desde hacía ya bastante tiempo- quizás te haya recordado a alguien porque me parezca a él, pero te puedo asegurar que no nos hemos visto nunca –afirmé mientras la contemplaba, sin embargo, yo tampoco me podía sacar de la cabeza la idea de que había algo en ella que me sonaba vagamente familiar, pero no podía dar con ello y me frustraba- ¿por qué lo preguntas pequeña? –Quise saber para salir totalmente de dudas, porque parecía que se había acordado de pronto. Sin embargo por mi mente pasó, tan solo unos segundos, la idea de que me era familiar por aquel sueño que había estado teniendo últimamente... pero la silueta de mujer podría ser de cualquiera y no la tenía bien definida. Todavía no sabía qué significaban esos sueños pero pensaba averiguarlos- ¿has disfrutado con la canción? Cuando quieras puedo tocar otra, ¿te han dicho alguna vez que bailas muy bien? Yo al menos soy demasiado torpe para ello –sonreí dejando el violín sobre su funda para que no se estropeara.
Mejor dejar las cosas como estaban aunque me daban ganas de decirle exactamente lo que era, comentarle que era un cambiante y que podía transformarme en una pantera negra o en un gato a mi voluntad, que paseaba muchas veces por la ciudad como un gato a ojos ajenos que no pensaban en nada más allá que un simple gato, lo dejé estar y comencé a tocar la canción que ella me había pedido, algo más alegre y que tuviera ritmo y la primera que se me cruzó por la mente la toqué. Esa canción animaba bastante el ambiente mientras tocaba con los ojos cerrados, para cuando los abrí me encontré con la imagen de aquella joven bailando al son de la música que tocaba, como si animada por esta se hubiera dejado llevar por la melodía y ahora interpretara un baile para mí. Tenía sus ojos cerrados y se dejaba llevar al son de la melodía que interpretaba en esos momentos, sin dejar de tocar observé los movimientos de su cuerpo que se movía con gracilidad y sonreí al ver que al menos parecía encontrarse mejor tras aquellos momentos, como si se olvidara de todo y solo pudiera centrarse en la música. Solamente nos valíamos de nosotros dos para aquella pieza y no necesitábamos a más gente, no fue hasta casi al final de la canción que se giró parándose de golpe como si se hubiera acordado de algo o hubiera caído en la cuenta de algo que se le había escapado, me pregunté qué podría ser hasta que finalmente lanzó la pregunta con sus ojos azules fijos en los míos. Podía notar su respiración acelerada, los bombeos de su corazón rápidos por el baile, su rostro perlado levemente en sudor y sus ojos fijos en los míos como si pretendiera averiguar algo más, algo que a mí se me escapaba por completo. Terminé la canción con las últimas notas y bajé el violín que reposaba en mi hombro, la contemplé de forma fija durante unos segundos pero aunque a mí también me había dado esa sensación de familiaridad, yo no olvidaba un rostro nunca y menos un olor, y ella para mí era totalmente desconocida.
-Me temo que no, Lavinia. No nos hemos cruzado nunca o al menos eso creo, es la primera vez que vengo por el campamento de los gitanos y si tú no has salido mucho de aquí... además, hace poco tiempo que llegué a la ciudad –eso no era ninguna mentira, era totalmente cierto, huyendo de la Inquisición que me perseguía desde hacía ya bastante tiempo- quizás te haya recordado a alguien porque me parezca a él, pero te puedo asegurar que no nos hemos visto nunca –afirmé mientras la contemplaba, sin embargo, yo tampoco me podía sacar de la cabeza la idea de que había algo en ella que me sonaba vagamente familiar, pero no podía dar con ello y me frustraba- ¿por qué lo preguntas pequeña? –Quise saber para salir totalmente de dudas, porque parecía que se había acordado de pronto. Sin embargo por mi mente pasó, tan solo unos segundos, la idea de que me era familiar por aquel sueño que había estado teniendo últimamente... pero la silueta de mujer podría ser de cualquiera y no la tenía bien definida. Todavía no sabía qué significaban esos sueños pero pensaba averiguarlos- ¿has disfrutado con la canción? Cuando quieras puedo tocar otra, ¿te han dicho alguna vez que bailas muy bien? Yo al menos soy demasiado torpe para ello –sonreí dejando el violín sobre su funda para que no se estropeara.
Zephyr Drakos- Vampiro Clase Alta
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Re: My Salvation, My Curse [Privado]
Estaba viendo y oyendo a Garrus atentamente. Sus argumentos tenían sentido, pero a Lavinia no le encajaban a esas palabras. Era raro, pero cuando el corazón le retumbaba así de fuerte, no daban tantas ganas de hacerle caso a las razones. Estaba tan concentrada en ese presentimiento que no procesó los halagos de Garrus. Tampoco los asimilaba; nadie le alababa.
—No sé. Me da una cosa rara. Se siente en el pecho como agua caliente que corre a la garganta y se queda ahí. —dijo avergonzada. Garrus la creería loca.— Creo que mejor me regreso al campamento. Es que el bosque se pone muy terrible cuando una no sabe explicar lo que le pasa, y además una tiene que pensar todo el tiempo que es muy valiente para que no le dé miedo.
La duda hizo emerger el sentido del tiempo. ¿Cuánto rato se había alejado de casa? Era claro que, a la muy habladora, se le había pasado la mano bailando y conversando. Eso le pasaba por hablar con extraños. Para colmo, no tenía una excusa que usar para despertar a Durriken. Daba miedo adentrarse en el bosque a buscar bayas fuera de temporada. Tampoco tenía amigos. Nadie la escudaría. O volvía ahora rezando que su hermanastro continuase fuera, o una tunda sería lo mejor que podría esperar.
Suplicante, mantuvo los ojos sobre Garrus al tiempo que retrocedía, angustiada por lo que pudiera pasarle si no la encontraban en su lugar. ¡No, peor si la encontraban ahí!
—Hágame el favor de cerrar la boca. No debería estar aquí. Si tengo suerte, no me castigarán; a veces me dicen que es peor castigarme, pero si me cortan la cabellera frente al campamento, será mi fin. Papá se pondría triste, desde el más allá. ¿Bueno? —pidió juntando las manitas.
Que Santa Sara le permitiera verlo otra vez.
—No sé. Me da una cosa rara. Se siente en el pecho como agua caliente que corre a la garganta y se queda ahí. —dijo avergonzada. Garrus la creería loca.— Creo que mejor me regreso al campamento. Es que el bosque se pone muy terrible cuando una no sabe explicar lo que le pasa, y además una tiene que pensar todo el tiempo que es muy valiente para que no le dé miedo.
La duda hizo emerger el sentido del tiempo. ¿Cuánto rato se había alejado de casa? Era claro que, a la muy habladora, se le había pasado la mano bailando y conversando. Eso le pasaba por hablar con extraños. Para colmo, no tenía una excusa que usar para despertar a Durriken. Daba miedo adentrarse en el bosque a buscar bayas fuera de temporada. Tampoco tenía amigos. Nadie la escudaría. O volvía ahora rezando que su hermanastro continuase fuera, o una tunda sería lo mejor que podría esperar.
Suplicante, mantuvo los ojos sobre Garrus al tiempo que retrocedía, angustiada por lo que pudiera pasarle si no la encontraban en su lugar. ¡No, peor si la encontraban ahí!
—Hágame el favor de cerrar la boca. No debería estar aquí. Si tengo suerte, no me castigarán; a veces me dicen que es peor castigarme, pero si me cortan la cabellera frente al campamento, será mi fin. Papá se pondría triste, desde el más allá. ¿Bueno? —pidió juntando las manitas.
Que Santa Sara le permitiera verlo otra vez.
Lavinia Iancolescu- Gitano
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Re: My Salvation, My Curse [Privado]
Observé a Lavinia durante unos segundos mientras intentaba hallar, en mi mente, el hecho de por qué decía que me conocía o que le sonaba cuando nunca nos habíamos visto. Lo cierto es que era la primera vez que llegaba al campamento gitano aunque sí sabía de su existencia, pero jamás me había acercado lo suficiente como para conversar con una joven como lo era ella, con una joven o con alguien que viviera en aquel campamento. Mientras ella parecía intentar encontrar las palabras de por qué creía conocerme la observé de forma fija y determinada, era demasiado joven y la idea de saber que vivía con alguien que le hacía daño no sabía por qué pero me enervaba demasiado, me ponía de mal humor y no quería que se fuera con esa persona ella sola, de saber que podría herirla de nuevo la rabia me corroía por dentro y no me dejaba pensar con claridad. Ella no tendría que pasar por todo eso, era demasiado joven como para tenerle tanto miedo a la vida y a todo lo que la rodeaba, era tan delicada, tan dulce, tan buena.... que no podía con la idea de que alguien le estuviera haciendo daño. Parecía algo sorprendida por mis halagos como si nunca se lo hubieran hecho y, con lo que sabía, era posiblemente que así fuera. Enarqué una ceja ante su explicación de lo que sintió cuando pensaba que me conocía, algo que normalmente no entendía muy bien pero que quizás ella podría haberme confundido con algún otro hombre... pero eso también comenzaba a dudarlo porque no parecía que saliera mucho o le dejaran hacerlo. Sonreí de lado cuando trató de excusarse con que el bosque se ponía triste cuando no sabía explicar lo que sentía y que debía de pensar que no debía de darle miedo, seguramente algo que le hubieran introducido en su cabeza para que se lo creyera. Era cierto que el bosque podía dar miedo por la noche, pero ella era una gitana y estos también estaban ligados al hecho de la naturaleza... cada vez odiaba más al hombre que la tenía de esa forma, como si su mundo fuera una jaula y a ella no le dejara toda la libertad que necesitaba, tuviera sus alas apresadas y atadas para que no pudiera volar con tranquilidad.
Luego la observé que se levantaba y que daba unos pasos hacia atrás, su aura había cambiado considerablemente y ahora parecía temerosa y asustada y me pregunté sobre qué, de mí no podía ser porque parecía mostrarse segura pero sin embargo había cambiado tan rápido que me había perdido un poco. Fueron sus siguientes palabras lo que me hicieron caer en la cuenta sobre qué tenía miedo, sobre ese hombre del que había hablado y el cual no recordaba su nombre, pero era más que obvio que ella le tenía miedo y no quería que nos encontraran aquí porque ella no debía de alejarse tanto. Me levanté mientras ella me suplicaba que no hablara y que no debían de pillarnos, que sino la castigarían o peor aún podrían cortarle la cabellera.... eso no lo entendí puesto que no conocía las costumbres gitanas pero sonaba a que podrían tirarla del campamento y era lo último que quería. Su rostro angelical me miraba pidiendo con sus manos juntas que le hiciera caso, que acatara lo que me pedía pero yo, por dentro, estaba que hervía de saber que ese hombre tenía tanto poder sobre ella de tal forma que la anulaba por completo, que estaba aterrorizada por haber salido un rato como si tuviera que controlar y medir cada uno de sus pasos. Yo no quería que nada le pasara por mi culpa, pero tampoco me quedaba tranquilo dejándola con ese... monstruo, porque es lo que era, sobre todo viendo lo joven e inocente que era Lavinia, ¿cómo podría alguien hacerle daño con esa carita? Lancé un suspiro y cerré los ojos pensando en lo que debía y tenía que hacer, si por mí fuera la seguiría como gato y acabaría dándole una golpiza a ese cabrón que la tenía así... tomo mi cuerpo ardía en furia y en llamas por saberlo y no hacer nada pero, ¿y si eso era peor? Quizás la tomara más con ella y yo no quería eso, quería liberarla de ese monstruo y que ella pudiera ser libre para decidir, que no tuviera miedo por tonterías como lo del bosque.
-Me voy a ir solo con una condición; y es que pueda verte de nuevo para saber que no te han hecho daño –concluí mirándola tras su ruego- no sé por qué pero me quema el saber que te pueden hacer daño por tonterías como esas, me enfada que te tengan en una jaula y que en cierto sentido corten tus alas... no has hecho nada malo y ojalá pudiera ayudarte –la miré de forma fija- déjame ayudarte Lavinia, te prometo que el mundo no es tan cruel y oscuro como te lo han pintado, que no deberías de sentirte así y que nadie debería de encerrarte en una jaula porque tú eres libre de decidir sin temer las represalias de nadie –di un paso hacia ella- solo me iré y me alejaré si me prometes que mañana podremos vernos, de lo contrario, no me moveré de aquí -dije firme en mis palabras sin saber por qué lo hacía cuando ella, para mí, era una simple desconocida.
Luego la observé que se levantaba y que daba unos pasos hacia atrás, su aura había cambiado considerablemente y ahora parecía temerosa y asustada y me pregunté sobre qué, de mí no podía ser porque parecía mostrarse segura pero sin embargo había cambiado tan rápido que me había perdido un poco. Fueron sus siguientes palabras lo que me hicieron caer en la cuenta sobre qué tenía miedo, sobre ese hombre del que había hablado y el cual no recordaba su nombre, pero era más que obvio que ella le tenía miedo y no quería que nos encontraran aquí porque ella no debía de alejarse tanto. Me levanté mientras ella me suplicaba que no hablara y que no debían de pillarnos, que sino la castigarían o peor aún podrían cortarle la cabellera.... eso no lo entendí puesto que no conocía las costumbres gitanas pero sonaba a que podrían tirarla del campamento y era lo último que quería. Su rostro angelical me miraba pidiendo con sus manos juntas que le hiciera caso, que acatara lo que me pedía pero yo, por dentro, estaba que hervía de saber que ese hombre tenía tanto poder sobre ella de tal forma que la anulaba por completo, que estaba aterrorizada por haber salido un rato como si tuviera que controlar y medir cada uno de sus pasos. Yo no quería que nada le pasara por mi culpa, pero tampoco me quedaba tranquilo dejándola con ese... monstruo, porque es lo que era, sobre todo viendo lo joven e inocente que era Lavinia, ¿cómo podría alguien hacerle daño con esa carita? Lancé un suspiro y cerré los ojos pensando en lo que debía y tenía que hacer, si por mí fuera la seguiría como gato y acabaría dándole una golpiza a ese cabrón que la tenía así... tomo mi cuerpo ardía en furia y en llamas por saberlo y no hacer nada pero, ¿y si eso era peor? Quizás la tomara más con ella y yo no quería eso, quería liberarla de ese monstruo y que ella pudiera ser libre para decidir, que no tuviera miedo por tonterías como lo del bosque.
-Me voy a ir solo con una condición; y es que pueda verte de nuevo para saber que no te han hecho daño –concluí mirándola tras su ruego- no sé por qué pero me quema el saber que te pueden hacer daño por tonterías como esas, me enfada que te tengan en una jaula y que en cierto sentido corten tus alas... no has hecho nada malo y ojalá pudiera ayudarte –la miré de forma fija- déjame ayudarte Lavinia, te prometo que el mundo no es tan cruel y oscuro como te lo han pintado, que no deberías de sentirte así y que nadie debería de encerrarte en una jaula porque tú eres libre de decidir sin temer las represalias de nadie –di un paso hacia ella- solo me iré y me alejaré si me prometes que mañana podremos vernos, de lo contrario, no me moveré de aquí -dije firme en mis palabras sin saber por qué lo hacía cuando ella, para mí, era una simple desconocida.
Zephyr Drakos- Vampiro Clase Alta
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