AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Doble opuesto | Privado |
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Doble opuesto | Privado |
"El espacio que nos separa solo es un sueño, tú nunca estarás sola...
Siempre estaré esperando".
Siempre estaré esperando".
Que lento había transcurrido el tiempo para Ezequiel, día tras día apoyado contra su ventana observando el último sitio en donde le había visto, en donde aquel pequeño y peludo animal se había inmiscuido en las ramas del árbol, escapando. No pudo ni quiso seguirle, estaba agotado, su cuerpo estaba destruido y su mente era un lío, solo se limitó a verle desaparecer y lamentarse en silencio, había perdido toda oportunidad.
Aquella noche se había refugiado en su cama, cubierto con tantas mantas encontró, sin darse tiempo de curar sus heridas, solo se recostó y observó el techo mientras pequeñas lineas cristalinas se resbalaban por sus sienes, así fue hasta el amanecer. Y el panorama no había cambiado demasiado para él.
Como era de esperarse no volvió al palacio, no tendría cara para reclamar un puesto que ya había perdido aquella noche.
Él ya estaba acostumbrado a la soledad, había vivido en ella durante muchos años, y así como ganaba compañía, al parecer era el mismo quien se empeñaba en alejar a todos, reservar un puesto fantasma del cual aún guardaba firmes esperanzas, a pesar de lo nebulosos que asomaba el futuro para el cambiante.
Abandonó su puesto en la ventana, y se acercó a la pequeña tina que tenía ya preparada con agua caliente. Buscó que el agua le otorgara un momento de relajo, un respiro y finalmente era todo para peor, cada vez que cerraba los ojos veía con abrumadora claridad el rostro de la castaña.
— Maldición, Aniëtt... — murmuró, golpeando el borde la tina, no era capaz de apaciguar la molesta que sentía, ¿por qué se había ido así? Le había prometido que se quedaría, que lo escucharía, ¿Que sacaba con haberlo engañado? Que le dejara en paz posiblemente, puesto que hasta ahora eso era lo que había conseguido. Ya eran semanas desde aquel encuentro que tuvieron. Semanas que el varón se había dedicado a buscar un nuevo empleo, lejos de realeza, lejos de ella y de todo, ¿Se había dado por vencido? Así parecía.
Él no era nadie para alejarla del mundo al que estaba acostumbrada, ¿Qué podría ofrecerle él? Con cuidarla no era suficiente, con quererla más que a su propia vida, no... Nada sería suficiente. Debía hacerse a un lado, había sido su madre quien se encargó del futuro de su hermana, y él no tenía derecho a arrebatárselo.
Estaba decidido, tendría que vivir con el recuerdo, con sentir que al menos había logrado observar su esculpido rostro cuando le confesó la verdad, y con que ella la supiera ya bien podría darse por pagado.
Se levantó, y dando unos pasos al costado, tomó una de las mantas junto a él para secarse, revolviendo su pelo al final y lanzar la tela al suelo de la habitación de baño. Estaba ido mientras se vestía, acomodó su pantalón y estuvo a punto de ponerse su camisa cuando está se resbaló desde sus dedos hasta el piso. Ese aroma, lo conocía muy bien.
Salió corriendo de la habitación de vuelta a la ventana, una silueta se hallaba justo afuera de su humilde hogar. Su corazón latía acelerado dentro de su pecho, no quería hacerse falsas ilusiones, bien su mente ya se habría convertido en una experta a la hora de torturarlo. Se quedó perplejo y solo su diestra se movió hasta el pómulo de la puerta y giró, dejando abierta la misma... Esperaba, rogaba en silencio que no fuera una nueva ilusión.
Última edición por Ezequiel O'Claude el Dom Dic 03, 2017 5:58 pm, editado 1 vez
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Doble opuesto | Privado |
Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde,
como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una.
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Se abandonó bajo la calidez de las aguas aromáticas que sumergían hasta el más destacado moretón en su piel, empapada en sudor dejaba que su anatomía poco a poco iniciara un descenso hasta hundir por completo todo rastro de ella. Desde la superficie quizás solo se vería tranquilidad en las aguas. En su interior el ahogo, el sufrimiento, el desconsuelo y la terquedad de una mujer obligaba a mantenerse firme tras una decisión que quizás no había sido la correcta. Continuó ahí, en remojo, notando como cada vez su cuerpo insistencia en salir a flote, como su pulso aumentaba y las ansías de tomar una bocanada de aire cerraba su garganta.
Salió a flote, sin el más mínimo rastro de desespero, nada comparado al desaliento que la acompañaba, era como antes había oído por ahí… “Una roca en el agua, seca por dentro” extendió su mano para secar su rostro con la suavidad de una tela a su alcance. Nuevas gotas recorrían sus mejillas. Las secó, rodeó su cabello en la fina seda para notar como nuevamente su rostro era humedecido — Imbécil… imbécil, imbécil — Golpeó el agua.
Semanas más tarde.
El primer rastro que impresiona frente al espejo es la mirada vacía en aquellos baches marrón, esbozó una sonrisa, más sabía a la perfección que algo roto había en ella. El hecho residía en la manifestación de su inconsciente, tratase o no de aquel castaño, viajaba a diario con los nervios, el dolor y aquella sensación intensa de volver a encontrarlo.
Azotando su mente a la realidad, la mayoría de sus pensamientos se hallaban en los dotados deseos por aumentar su carácter, obligarse a sí misma como muchas veces antes ya lo había hecho, para surgir desde el enrollo mental que cargaba. Y como la experiencia jugaba siempre a la heroína en su historia, con triviales hazañas dentro del castillo comenzó con la ilusión de que todo regresaría a la normalidad. Desde la adolescencia comenzó a cuestionarse el fulminante destino que cargaba consigo misma, con frecuencia se explicaba en ideas burdas que no contaría con familia para planes a futuro, que la soledad no implicaba abandono y que así estaba bien. El “solitarismo” físico y afectivo podría descubrir la clave de su independencia y estabilidad emocional. Estabilidad… estabilidad que aquel muchacho había desmoronado con su simple presencia.
— Llévame al bosque — Se vio dando órdenes sin antes razonarlas.
Creaba una ilusión, lúcida y consiente. Era capaz de entender porque debía regresar, él había dejado en tembladeras su vida y para completar el soberano sentimiento de acongojo, debía oír su voz una última vez.
Fría, tensa, desencadenando hechos de inseguridad, bajó de su carruaje y se adentró por las sombras que daba cada árbol que reconocía a la perfección después la última vez. Giró su vista para a lo lejos para observar al nuevo chofer, soso, aburrido, pedante, cerró sus ojos y suspiró “Pero ésta vez sus sentidos estaban mucho más alerta que antes, cada mínimo detalle la hacía poner atención a los movimientos ajenos y claramente dentro de él, algo era diferente a otros simples empleados que le servían” Recordó a la perfección la primera vez en que lo había visto. Su garganta se secó, sus manos sudaban en frío y su corazón dio un vuelco dentro de su pecho al ver el lugar tan cerca donde justamente se encontraba él, en la marquesa de la puerta, como si la estuviese esperando.
]Más de un par de metros los separaba y agradecía que así fuese —Quédate ahí y escucha… tengo cólera, una indignación masificada en todo ésta área— Gesticulaba con sus manos como si no supiese lo que hacía, tocando su vientre y la mirada clavada al suelo a momentos —No, no logro descubrir porque estoy acá, no entiendo y ¡Demonios! Me molesta no entender que sucede— Daba pasos titubeantes hacía él —]Si por un momento pensé que esto era una hechizo, lo confirmo —Admitía con pesar, a sabiendas que no se trataba de aquello, algo más quería decir pero no encontraba las palabras precisas —Ezequiel… ¿Qué buscamos con esto? No es lógico que me lleve semanas con tu imagen en la cabeza, idealizando que todo podría funcionar cuando a la perfección sabemos que la vida… ni es tan bella ni es tan fácil — Dos o tres pasos los separaban.
Se detuvo para observar el semblante del cambiaformas, su rostro agotado, medio torso desnudo y aquellos baches marrones similares a los propios, igual de cansados, igual de agotados, igual de perdidos.
Última edición por Aniëtt O'Claude el Jue Dic 07, 2017 11:53 pm, editado 1 vez
Aniëtt O'Claude- Cambiante/Realeza
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Re: Doble opuesto | Privado |
"Resistiré hasta que termine este dolor, perdonaré si ya no estás."
En cuanto la figura femenina se hizo presente en el lugar, su corazón se detuvo por unos segundos que significaron una eternidad para el varón. Luego de tanto, cuanto tiempo habló a la soledad que una y otra vez se burlaba de su absurda espera, una que por mucho se empeñara en ocultar, era evidente.
Sus manos temblaron, su cuerpo incapacitado para moverse, habría bastado un pequeño empujón para lanzarlo al piso. Iluso, aún no podía concebir la idea de que finalmente su hermana hiciera presencia en su hogar. Su mente había comenzado a desvanecerse y de pronto solo era capaz de ver su rostro, esos orbes oscuros, misteriosos, ilegibles.
La escuchó, sin gesticular la más mínima palabra u objeción, notaba lo frustrada que estaba, la rabia desmedida contra todo en sus expresiones, los gestos ávidos en su esculpido rostro; Era hermosa, sin importar lo molesta que se viera ahora.
— Encontrarnos. — respondió al fin, con un hilo de voz que dio paso a que su garganta de expandiera en una desesperada búsqueda de aire para continuar. Ella no lo sabría, pero con su sola estampa frente a él, era capaz de hacerle olvidar hasta su nombre, las razones y la batalla incansable que mantenía.
Desvió la mirada hacia la puerta, y aunque sus siguientes acciones podría considerarse algo extremistas, no volvería a pasar por lo mismo, ya se le había escapado una vez, y con eso había tenido suficiente.
Se apresuró a sacar del bolsillo de su pantalón la llave de la entrada, bloquear con su propio cuerpo el paso de la mujer y asegurar que nadie saliera del lugar; Especialmente ella. Acto seguido devolvió el metal a su lugar y se volteó a la fémina.
— Yo siempre sentí que me faltaba algo... — prosiguió, mientras avanzaba raudo hacia ella, tomando la diestra ajena, sintiendo esa indiscutible electricidad que le provocaba el volver a tocarla, y todo por realizar un gesto simple pero cargado de emoción, hasta que finalmente aquella mano ajena fue depositada contra su torso desnudo, en donde su anatomía sostenía su maltrecho corazón.
— ...Aquí. Y sé que tú también tienes que haberlo sentido, Aniëtt. — sus palabras sonaban afligidas, deseosas que las ajenas confirmaran lo que decía, lo que nacía con total sinceridad de él.
— Solo hay una diferencia, y esa es que yo sabía que el vacío era por ti, siempre lo supe. Por eso llegué aquí. — dejó caer la mano que sostenía la ajena y avanzó, acorralándola el menudo cuerpo entre la pared y su cuerpo, apoyando ambas palmas a los lados de su cabeza.
¿Qué más cerca buscaba estar de ella? El silencio calaba sus huesos, no era capaz siquiera de ser paciente para saber a qué había venido realmente, si las dudas que el castaño había implantado en ella habían sido suficientes, o existía algo más, algo que aún no se le permitía decir.
Si tan solo hubiera aguardado, atarse sus malditos impulsos quizás y solo quizás, las acciones desmedidas que le llevaron a cometer una nueva estupidez con ella jamás habrían ocurrido.
El aliento cálido de la cambiante, sus ojos exigiendo respuestas... Y algo se activó en ese momento dentro de Ezequiel.
No lo vio, no fue consciente en que momento decidió acortar la distancia, o tal vez nunca lo decidió, solo ocurrió.
Sus párpados cayeron, ocultando sus cristalizados orbes producto de la emoción que sentía solo con verla, pero no todo fue tan puro, aquel despertar bien podría llevar consigo un terrible error.
Los labios del castaño avanzaron, buscaron los ajenos, anhelantes, perdidos, ¿Equivocados? Como si todo lo que ya había sucedido entre ellos no fuera demasiado, ahora todo volvería a distenderse, ¿Cómo explicaría algo así? ¿Cómo se lo explicaría a él mismo?
Siempre podía convertir todo en un nuevo puzzle, una incógnita que le llevaría a preguntarse, ¿Cuál era la verdadera razón por la que buscaba recuperarla?
Última edición por Ezequiel O'Claude el Dom Dic 24, 2017 12:40 pm, editado 1 vez
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Doble opuesto | Privado |
I'ma say all the words inside my head
I'm fired up and tired of the way that things have bee.
I'm fired up and tired of the way that things have bee.
Conocía o creía saber las trampas que le deparaba el destino, era impetuosa y exploradora, pero aun así muchas situaciones se escapaban de sus designios, odiaba no tener la razón, y más aún detestaba el hecho de que al ya haber tomado una decisión, ella misma se contradijera con la absurda idea de ¿Podría haber sido mejor? ¿Podría haber actuado de una forma diferente? ¿Y sí…? Miles de excusas que se ponía frente a sus pies para no plantarse de lleno ante la oportunidad correcta, tan complicada como la que ahora tenía dando vueltas su cabeza, con la memoria retorcida y los sentimientos a flor de piel.
Generaba en ella esa necesidad de cercanía, ese apetecer de adhesión, su voz acompasaba cada latido de su corazón, cada suspiro llevaba parte de su esencia, pero no era lógico que en un día, en una noche, en un par de horas un personaje se hiciese dueño de tantos de sus actos de forma tan anónima y lejana. Frunció sus labios, evitaba marcar sus dientes en los propios porque bajo la frustración, siempre una herida se marcaba en estos dejando que su lengua se ahogara en ese sabor carmesí tan detestado por la fémina.
Ezequiel… sopesó en un pensamiento fugaz, mismo que la hizo dar traspiés hasta verse dentro del hogar ajeno. Extrañamente, y de forma dudosa a todas sus creencias, a las comodidades, a su forma de crianza… se sintió cómoda, tanto así que su cuerpo no la alerto de que estaba en peligro, no busco de inmediato modo de escape. Simplemente se quedó allí, en silencio, observando, detallando, admirando y deseando ¿Podría haber vivido en esas condiciones? Claramente sí, y aborrecía el hecho de que nuevamente le daba la razón al cambiaformas, que hasta ahora, respetaba poco y nada su espacio personal. Aunque inconscientemente le permitía tan acercamiento, inconscientemente dejaba que se acercase a ella de manera tan descarada como fuese posible, en el fondo de su inconsciente admiraba el aroma de su piel, el color de sus ojos, el nerviosismo que le provocaba en la boca del estómago y se veía estúpidamente encantada por la forma en que la hacía sentir.
Pero su yo era mucho más consiente de aquello, pues en el mismo roce que rompió toda lejanía, estiró sus manos para detenerlo. Dentro de una lucha interna entre el querer y no deber.
No hizo fuerza alguna para provocar en él un traspié, al contrario, simplemente dejó sus manos extendida por todo su abdomen y parte de su pecho. Piel caliente, tanto como la propia. No era capaz, no contaba con los deseos necesarios para tenerlo lejos.
Cerró los ojos en busca del lugar ameno y apacible que le dejaba su mente; Recordaba ahí una y otra vez la razón por la cual tenía que verlo, rememoraba el hecho de que pisaba esas tierras solo con la intención de buscar respuestas, de exigir recuerdos, pruebas, espacios de conversación y una despedida apropiada para no encontrarse nunca más con esos determinantes baches. Ese era su motivo, no otro, no debía estar ahí, había hecho las cosas mal ¿Cuál era la salida? ¿Había visto una? ¿La puerta la había cerrado? Recordaba con escases sus movimientos, su respiración simplemente se agitaba sobre su propia anatomía y en su cabeza solo rodeaba la idea ¿La puerta estaba abierta?
Frente a algo no llamado miedo abrió sus ojos, rosaba su nariz a la ajena, su respiración chocaba de lleno en su mejilla y el roce de sus labios apagó todo instinto, todo palpitar, toda agonía, detonó en ella ese cosquilleo en su vientre, sintió como sus piernas se doblegaban ante el roce y su cuerpo se erizaba como cuando la piel más fiera de sus cambios quería salir. Solo que ahora, no había intenciones de transformarse.
Su cuerpo no respondía a mandatos, más bien cada extremidad se manejaba solo por el instinto de continuar. Mantuvo sus manos intactas, casi como la permanencia de una estatua, siempre en su misma posición, nunca de una forma diferente. Dejó descansar su espalda en lo que parecía la puerta, entre tanto sus ojos se cerraban, no había más que ver, simplemente se dejó llevar por el momento, aquel erróneo momento que parecía ser el más alabado por los actos acontecidos tiempo atrás y ahora. Momento eterno, momento perfecto… momento equivocado.
— No, no está bien — Murmuró, en roce pleno de sus labios, aquellos carnosos labios que guardaban entre sí los propios, marcando una coordinación tan perfecta, una sincronía envidiable, un baile al compás de melodías extraordinarias, pero tocadas en manos falsas — No… no — Sentenció, casi como si estuviese convenciéndose a sí misma y no a quien decía ser su hermano.
Se alejó, peleando con ambas fuerzas, las ajenas y las propias. Se giró contra su propio peso para quedar de frente a la puerta, cargando su frente sobre la madera y su mano sobre el pómulo de esta. Cerrada.
Aniëtt O'Claude- Cambiante/Realeza
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Re: Doble opuesto | Privado |
" Háblame, no me ignores, sólo háblame.
No me creas lejos. Siénteme, estoy muy cerca, solo siénteme."
No me creas lejos. Siénteme, estoy muy cerca, solo siénteme."
Todo en su mente le gritaba que la soltase, estaba mal, él lo sabía y estaba claro que la castaña también lo tendría presente y en esos momentos debería estar deshaciendo esa complicidad de sus labios, pero el tiempo avanzaba y lo único que el varón hacía era reclamar algo que jamás le iba a pertenecer. Una ilusión a sus propios sentidos que se empeñaban en regalarle una falsa idea de plenitud, volviendo a creer en algo que se había encargado de enterrar, su obsesión, sus sentimientos, todo eso no tenía ningún valor cuando era a su propia hermana a quien tenía en sus brazos y no de la forma que se estaba planteando horas atrás.
Se alegró aun sintiendo como se le desgarraba el alma nuevamente cuando sus labios se vieron desunidos, se alegró que fuera ella quien pusiera orden... Que fuera ella quien hiciera contra lo que él no había sido capaz de luchar.
Exhaló con suma pesadez cuando tuvo su espalda a la vista mientras las manos femeninas buscaban el escape del lugar, cuando la llave aún descansaba en el bolsillo del pantalón del cambiante. Esperaba que se mantuviera ahí, o él mismo se encargaría de que así fuera.
La diestra del castaño se alzó hasta la tersa piel del hombro de la fémina, en su mente solo buscaba que se volteara, pero su cuerpo tenía otros planes. Avanzó hasta que su torso fue unido a la espalda ajena y su mano se deslizó por su brazo, antebrazo y sostuvo su mano para alejarla de la manilla de la puerta.
— No te vayas... - le pidió en medio de un susurro, mismo que llegó muy cerca del oído ajeno. Su tono había cambiado, ahora era uno que rozaba la confusión, la desesperación y el deseo, todos batallando para imponerse en su garganta.
— Por favor, no te vayas... Tengo mucho que decirte, lo sabes. — le recordó, pero en su mente no se materializaron las palabras, todo lo que había preparado para decirle en caso de tener la oportunidad, nada. Su mente era una laguna.
Estaba enfrentando su mayor temor; El de perderla para siempre y aún, sabiendo todo aquello no era apto a realizar oraciones coherentes, todo en él rogaba por que la cambiante no abandonara su hogar.
Su piel ansiaba volver a tener el tacto de la contraria, pero ella no lo buscaría, por ende, la diestra de Ezequiel viajó a la cintura ajena, aunque sus intenciones cambiaron. Observó la piel descubierta de uno de los costados de su cuello, y con suavidad, casi pidiendo una silenciosa aprobación fue avanzando con sus labios hasta presionar la zona con ellos, ascendiendo mientras su piel ardía bajo la nueva sensación, finalizó dicho acto descansando la frente por la parte posterior de su cabeza, deleitándose con el aroma de la oscura cabellera.
— Voltea, necesito hablarte. — mintió, lo hizo por la ansiedad de volver a entrelazar su mirada, perdiéndose en esos orbes que albergaban una noche sin estrellas.
Quiso ayudarla, o más bien presionarla a tomar en cuenta su petición, usando la mano que descansaba en la curva de su cintura y comenzó a voltearla, para nuevamente comenzar aquel juego con la inexistente distancia que les separaba.
— Dijiste que ibas a darme una noche para explicarte todo. Ahora te pido que, por favor, cumplas tu palabra, no vuelvas a escapar. — murmuró cuando su mirada no hacía más que viajar de sus orbes a sus pétalos, estaba expuesto nuevamente y era débil con ella.
Volvió a dejarse vencer, su cabeza se inclinaba, esta vez lo hacía consciente, sabía lo que buscaba, aunque aún las razones le fueran desconocidas. No completó el camino hasta sus labios, deteniéndose a una distancia que bastaría un mínimo movimiento de la castaña para culminar aquel juego, un movimiento que delataría algo que ambos sabían, algo que inútilmente continuaban negando.
Última edición por Ezequiel O'Claude el Miér Ene 24, 2018 7:03 am, editado 1 vez
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Doble opuesto | Privado |
Mis labios, mis labios ya no besan como antes
Y mis manos, mis manos ya no tocan como antes
Y mis manos, mis manos ya no tocan como antes
Rosaba la línea de la locura ¿Qué se suponía que debía hacer? Un imán de grandes proporciones la mantenía sujeta la presencia de aquel hombre, una tracción algo enferma y retorcida la hacía dudar de cada movimiento, de cada intento de huida, de cada instinto de sobrevivencia, sobrevivencia a la demencia. Cerró sus ojos, intentaba detener el descontrolado movimiento que mantenía su pecho tras la cercanía poco cautelosa que mantenían desde ya hacía un rato. Perdía la cabeza, no le hacía caso a la razón y no pretendía acomodar sus pensamientos en un prolongado momento pues asumía que tras volver a la realidad, se vería de media vuelta castigada por el remordimiento de caer ante todos los deseos que sus ideas más rebuscadas le proclamaban. Más.
Sin vacilar suspiró al contacto de su cálida mano contra la propia, se acercó tanto que podía oler a la perfección el perfume que su anatomía dejaba florecer en aquel desnudo torso, comenzaron las pesadillas, pensamientos llenos de algarabías, sin expresión, en silencio, sentía como pequeñas criaturas recorrían cada sendero de su cuerpo, cosquilleo inminente dejando en silencio y tupidos sus labios ¿Era aquello cierto? Arrastro sus pies con pesadez contra el suelo, incitando una única y clara dirección, salir de allí. Pero acariciándose al torso ajeno poco y nada logró hacer, sus pies, ella, sus deseos y represiones se encontraban frente a una gran puerta que obstruía todo a su paso.
— Aquí estoy… — sentenció, respondiendo a la petición de no salir de allí, pero ¿Qué hacía exactamente? Cargó su frente contra la tersa madera y se quedó allí, un par de segundos, en silencio, mordiendo el propio grosor de su labio inferior. Mismo, que segundos antes se devoraban bajo la necesidad de rose. Hizo un poco más de presión, casi creía sentir su esencia en los mismos, aquel patrón de movimientos marcando una y otra vez una parsimonia tal que entre lamentos había detenido. Trató de guardar compostura, procurando oír la respiración de su compañero, animándolo a que se mantuviera de la misma manera, frágiles, pero en calma. Todo podría sobrepasar la cordura, pero estaba bastante consciente de que ambos eran presos de sus pieles más brutales, y ante el mismo hecho, si el no controlaba sus instintos, ella debía hacerlo por ambos.
Deseaba de ese hombre con una intensidad injustificada, teniendo aun así en consideración lo lamentable de su estado, lo frágil que sería para ambos mantener y no parecer agonizar tras el placer que de una u otra forma estaba fuera de contexto y viajando por caminos extremos. No podría negar que deseaba mucho más, y aquel inestable acto se incrementó con la caricia que dejaban sus labios junto a la presión que marcaba su palma sobre la propia cintura. Oleadas de nerviosismo enrojecieron sus pómulos, su mano se soltó del pómulo de la puerta y como si éste infringiera toda su fuerza en girarla, lo hizo casi como una pluma que se meneaba con el viento: Anhelaba su cuerpo, apoderarse de aquella materia luminosa, caliente e imprecisa era la única idea que de momentos daba aguante a no caer de rodillas bajo el temblor que la arraigaba.
—Una noche Ezequiel… — Tragó en seco — No puedo estar más de una noche contigo en este lugar, no me pidas cosas que no lograré cumplir — Observó sus ojos, sus facciones, cada parpadear, casi resoplido, lo tenía tan cerca que hasta la más mínima exhalación rosaba la mejilla de la fémina. Sentía sus manos pesadas, ardientes y entre la desesperación las dejó descansar contra el abdomen ajeno, intentaba buscar los deseos para marcar distancia, pero se sorprendió así misma, obligándose a hacer algo que en realidad no deseaba — Estaré aquí hasta que mi razón me indique que es pertinente estarlo, me mantendré aquí hasta que mi cuerpo ruegue por huida… aquí me quedaré… — Silenció sus actos, corta distancia de ambos proclamaba más que hablar, pues el paraíso lo llevaba en un rose y agradables pronósticos se veían venir tan sólo cerrar los ojos y dar un leve movimientos.
Hizo prisionero sus labios, en una danza que pocas veces había sentido tan exacta, con carácter impulsivo y apetito voraz, tenía aproximadamente segundos de irrealismo para nuevamente ser ella quien detuviese el acto —Me quedaré hasta que mi alma esté tan destruida que me obligue el espíritu a buscar salvación de esto… — Detalló, mientras su diestra subía por su abdomen, pecho, cuello y llevaba hasta acunar el rostro del castaño entre tanto su dedo índice rosaba su labio — Aquí me quedaré — Musitó, inclinando su rostro para que una vez más sus labios descansaran en la calidez de los ajenos, cerrando con tal escándalo sus ojos renegando ante la conciencia de que todo acto que llevaban, estaba mal marcado.
Aniëtt O'Claude- Cambiante/Realeza
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Re: Doble opuesto | Privado |
“Y la noche invita a olvidar que fuimos uno
y nadie más… pudo reemplazarnos.”
y nadie más… pudo reemplazarnos.”
Ella jamás sabría cómo sus palabras le regalaban una ilusión equivocada, a la cual el cambiante se aferraría con todas sus fuerzas, unas que ya la contraria se había encargado de rebatir solo con sus movimientos, con sus orbes observándolo de una manera que no creía posible luego de su primer y malogrado primer encuentro real, en donde ambos se dejaron dominar por sus pieles más imponentes, y ahora mismo aquellas se hacían presentes de una manera opuesta pero no menos intensa.
Jugaban con la moralidad, dejando que ésta se hiciera trizas en el suelo cuando los planes del varón se vieron desviados por no ser capaz de controlarse con ella. En ese momento todo carecía de razón.
Sus párpados cayeron sumidos en la confirmación que necesitaba "Aquí me quedaré", y fue solo eso lo que se estampó en la cabeza de Ezequiel, solo esas palabras necesitaba de ella, y confiaba en que fuera más tiempo del que se temía realmente.
Un suspiro que fue ahogado por los labios femeninos que nuevamente se unían a los propios, eran ellos quienes ahora reclamaban los del castaño a quien, solo le bastó ese gesto para aferrarla nuevamente por su espalda baja, mientras su diestra se alzaba hasta la nuca de su hermana. Solo una chispa había bastado para dar luz a sus ánimos, a la ansiedad por reclamar sus pétalos. Negando la verdad, rogando por pertenencia.
Se dejó embriagar por su esencia por quien sabe cuántos minutos,una eternidad marcada por el perfecto ritmo de sus labios. Perfección que se obligó a romper producto de la necesidad de expresar sus verdaderos deseos, sin importarle que fueran o no tomados en cuenta. Centímetros de eterna distancia y abrió sus ojos para aguardar por la mirada ajena, luminosa y confundida, su expresión se mantenía indescifrable.
— No tienes que volver a huir, quédate conmigo... Y que no sea un tiempo limitado. No me hagas eso. — pedía demasiado, él lo sabía perfectamente y aun así albergaba el deseo de que aquello pudiera ser algo tangible para ambos, tenerla para él y al fin sanar la herida que por años le recordó su pérdida.
— Sé que no estamos haciendo lo correcto, sé que nada fue acertado desde que te dije la verdad... No imaginé que nos encontráramos atrapados por esto y estoy tan abrumado como tú. — reconoció en un susurro que apenas fue audible, sus palabras se perdían en la inmensidad de la habitación, así como su autocontrol, todo volátil por cuatro paredes que guardarían mejor que nadie su errado encuentro.
El ceño del cambiante se frunció, luchando internamente contra su propia bestia y negó, aceptando su derrota, aceptando aquel deseo incontrolable que lo lanzo de vuelta a los labios de la fémina que mantenía en sus brazos, aunque esta vez fue diferente y necesitaba tranquilidad de saber que no escaparía en un parpadeo.
Las extremidades de Ezequiel se movieron hasta quedar ubicadas perfectamente para alzaren vilo a la castaña del suelo sin dejar de besarla mientras la aferraba a la calidez de su torso y se alejaba de la puerta, en una ficticia visión que conseguía darle tranquilidad.
Se dirigió al sofá, tomando asiento en él para depositar el cuerpo ajeno que, se le hacía sumamente frágil, hasta sus piernas. No tardó en retomar las efímeras caricias sobre la curva de su cintura, silenciosa marca de territorio, ya que sin importar nada ahora, su aroma se iría impregnado en ella, mientras el contrario permanecería directamente sobre su piel.
La zurda ascendió a enmarcar su rostro mientras sus labios pedían más de ella, ansioso por que el maldito tiempo se apiadara de su instante fortuito.
Y todo en aquel cuadro le hacía preguntarse...
¿Cómo algo tan equivocado podía sentirse tan sublime?
¿Cómo algo tan equivocado podía sentirse tan sublime?
Última edición por Ezequiel O'Claude el Jue Mar 29, 2018 10:24 pm, editado 1 vez
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Doble opuesto | Privado |
Apiádate de mi... si tienes corazón
escucha en sus latidos, la voz de mi dolor.
escucha en sus latidos, la voz de mi dolor.
Cuentos, historias, fabulas y demases eran las que hablaban de atracciones inminentes. Jamás las entendió, al menos no hasta ahora ¿Cómo alguien podría cegar su razón y dejarse llevar? No, era demasiado analítica para aquello, pero aun así, pese a su crianza, a sus creencias y determinación, se le hacía el acto más difícil alejarse de la presencia de aquel castaño. Era imposible, no estaba entre sus manos la decisión, mucho menos en las de su compañero ¿Entonces qué? ¿Qué debía hacer? ¿Mantenerse allí eternamente porque solo con él sentía la real adrenalina que da la vida? No. No podría. Aunque lo necesitara y deseara con todas sus anhelos lanzados contra la mesa, no.
Observó aquellos claros baches que se depositaban sobre los propios. Reconocía en aquella mirada el mismo brillo que llamó su atención en el primer encuentro. Donde todo se desembocó. Aquella vez tenía miedo. Miedo de ser lastimada, en cambio ahora. Tenía miedo a la dependencia que podría crear el simple hecho de encontrarse en su compañía.
Suspiró, mientras sus manos se extendía para delinear los brazos desnudos de quien la sujetaba con fuerza he insistencia. La yema de sus dedos reconocía el calor corporal de otro cambiaformas, seguía la línea desigual del palpitar de su corazón y era testigo de cómo su respiración se hacía más agitada. Al igual, casi calcada a la propia. Ya no controlaba sus nervios, sus deseos. Aquellos reprimidos anhelos de mantenerse a su lado a pesar de saber que todo podría salir mal. Allí estaba, así lo había dicho y aunque no había cumplido con anterioridad su palabra, solía ser sincera cuando prometía algo. Esta vez lo sería, se quedaría allí, dispuesta a escuchar cada palabra de su ex-cochero, de su hermano.
Sintió como su peso se hacía liviano en manos expertas, mientras la balanceaba hasta al fin quedar contra sus piernas, sobre un sofá que estaba un poco más lejos de su estrategia inicial. Salir.
Se acomodó, pues a pesar de tener todo en contra y revuelto en su cabeza, necesitaba de aquel personaje como también necesitaba un poco de cordura. Las caricias de aquellas manos la incitaron a inclinarse un poco más, casi en roce directo de la punta de su nariz a la ajena. Algo melancólica y culpable, daba roce directo a los labios ajenos mientras de entre sus labios afloraban palabras cargadas de sinceridad — No sabes cuánto desearía querer quedar contigo, Ezequiel — Sentenció, mientras se interrumpía la palabrería con un beso que ahogo ambos pares de labios en una caricia prolongada — Pero no podemos, esto es… es enfermizo… si es cierto todo lo que me dices, si me buscaste tanto tiempo, si somos hermanos y esto no es… no es correcto, no podría quedarme contigo porque me volvería loca — Masculló a regañadientes, dejando que sus manos se colaran por sobre los hombros del cambiaformas hasta que sus dedos se dedicaran a jugar con los cortos cabellos de su nuca — Desearía que las cosas no fueran de esta forma, aunque de ser así, tampoco nos hubiésemos conocido… — Alzó la vista hasta perderse en aquellos luceros que la veían — El destino quiso separarnos, por algo debe ser — A pesar de no querer asumir lo que decía, el nudo de su garganta presionaba una y otra vez hasta que habló.
La calidez de encuentro comenzó a hacer estragos en su vientre, mismo acto que la llevó a alzar una de sus piernas para caer a un lado de la anatomía masculina. Sobre el sofá, sentada a su costado mientras se acurrucaba entre su propio cuerpo. Abrazó sus rodillas, escondió su rostro entre sus antebrazos y suspiro cerrando los ojos con fuerzas. Puede que todo sea un sueño. Regresar a la noche del baile y encontrar a otro sujeto conduciendo el carruaje. Suspiró de nueva cuenta, dejó tan solo que sus ojos se asomaran por sobre esa posición alertando a la vista cálida de su hermano — Cuéntame todo… quizás — Tragó en seco — Quizás hay una parte de la historia que no nos hace familia y nos deja creer que esto no es un error — Sabía que era imposible, pero apelaba al tiempo, pues cuando la historia se terminara, ella debía buscar razón desde el lugar más oculto de su ser, y toma la decisión de salir de allí inmediatamente.
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Aniëtt O'Claude- Cambiante/Realeza
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Re: Doble opuesto | Privado |
“Somos lo que somos, estamos solos...
Y nos entendemos a lo lejos..”
Y nos entendemos a lo lejos..”
Hechizado, embobado, estúpidamente aferrado a una situación que no iba a terminar bien, no había forma para eso, ni siquiera para conseguir palpar aquella falsa idea de que en algún instante podría quedarse así, tal y como estaban ahora, sumidos en una noche que no sería eterna y tal vez sería la última vez que podría contar con el suficiente tiempo para hablar... ¿Hablar? Como si realmente fuera eso lo que deseaban, todo eso era una evidente escusa que anteponían para ignorar el hecho de que sus pieles se llamaban con más ímpetu del que podrían manejar.
Pero bien, escusa o no, el castaño le haría caso a la cambiante, misma razón que no le permitió oponer resistencia alguna para mantenerla sobre él, viendo como el cuerpo femenino se hacía un ovillo a su lado, y esos ojos avellana le observaban con una profundidad que le hacía tambalear su autocontrol.
Asintió solo por una inercia instantánea al escucharle. El destino siempre había significado una maldición para Ezequiel, de eso no tenía duda alguna.
— Puede ser que tengas razón, pero, así como nos separó, ahora también se encargó de juntarnos... De no ser así, jamás habría conseguido el trabajo para estar cerca de ti. — le recordó con voz suave, absolutamente pausada, y estaba en lo correcto, mucho le había costado conseguir el empleo, solo contó con la suerte de sus excelentes recomendaciones.
— Voy a contarte todo lo que sé, todo lo que he logrado averiguar durante estos años... Así como también te contaré de la familia que éramos. — el suspiro que abandonó sus labios luego de aquellas palabras fueran el indicio de lo que vendría a continuación, ya que, si ella esperaba escuchar una historia feliz, estaría muy desilusionada.
— Debes entender antes de que empiece que todo lo que te han contado es una gran y elaborada mentira. — le advirtió, mientras confundido comenzó a acariciar el hombro femenino, apenas un sutil roce que sirvió para darle tranquilidad, le hacía real.
Se acomodó y comenzó a recordar desde que su mente así lo permitió, y por suerte esa noche estaba expuesto ante recuerdos magullados que lentamente logró encajar.
— Yo tenía cuatro años cuando naciste, nuestra madre quedó muy grave luego de traerte al mundo, exhausta... Ella sabía que no iba a sobrevivir, y creo que no deseaba dejar toda la responsabilidad en nuestro padre. Fue ella quien, deseando darte un mejor futuro, te dejó en el castillo... Yo no entendía que pasaba, por eso la seguí y lamentablemente pasó lo que ella misma se había predestinado, falleció horas después de aquello. — exhaló, aunque las memorias de su madre eran grises y borrosas, ahí estaban y su pecho quemaba al recordarla.
— Nuestro padre se encargó de mí, crecí trabajando con él, pero siempre que tenía un tiempo me acercaba al castillo... Te vi crecer, Aniëtt. — confesó con nostalgia, recordando las innumerables veces que ansiaba saltar las rejas y correr a abrazarla.
— Trabajé duro, era iluso y creía que si conseguía el dinero suficiente podría darte la vida que tenías con la realeza y así, podrías volver a casa con nosotros, con tu familia. — el nudo en la garganta del cambiante se intensificó, ahogándole, tuvo que tomar un respiro.
Las manos del varón frotaron su rostro, desviando la mirada al frente y se animó a continuar, recordándose lo importante que era, las razones que tenía para hacer que la verdad saliera a la luz después de tantos años de sufrimiento.
— Cuando partiste a París, te seguí y encontré un trabajo entre la realeza, siempre de cochero y en mis tiempos libres hacia retratos para tener aún más ingresos... Mismos que usaba también para ayudar a nuestro padre en Rumanía. Lamentablemente él fue asesinado, entraron a la casa y se llevaron todo... Y con ellos su vida. — la cabeza del castaño bajó, sintiendo como sus orbes se habían humedecido, había pasado mucho tiempo y era la primera vez que lo decía en voz alta.
— Fue ese suceso el que me hizo darme cuenta de que había tenido suficiente, fue eso lo que me impulsó a buscarte directamente, ya no trabajar a tu alrededor, si no que trabajar para ti, y eso hice... Me conformé. — el tono que uso se tiñó por la rabia contra si mismo, se sentía un cobarde.
— Me conformé con tenerte cerca, al menos sentía que podría cuidarte, no me importaba nada más... No podía arruinar y desmoronar el mundo que conocías. — la mirada abatida del cambiante se posó en los luceros de la fémina, rogando silenciosamente que acogiera sus palabras con la mayor sabiduría posible, que comprendiera sus razones y se tomara el tiempo para dilucidarlas.
La diestra masculina buscó acunar la mejilla de la mujer, desesperado por aquel contacto que le recordaba que todo era real, que ella estaba ahí y que no volvería a desaparecer, o al menos Ezequiel gustaba de engañarse a sí mismo.
— Pero lo hice, quizás arruiné todo y no me correspondía, pero Aniëtt, tú eres lo más importante para mí. No te pido que dejes todo y vengas a vivir aquí, aunque no te imaginas como lo deseo, pero solo te pediré una oportunidad para estar cerca de ti... Te doy mi palabra de que voy a protegerte siempre, y si es necesario que vuelva a trabajar para poder verte, lo haré, sin exigirte nada, podría volver a ser tan invisible como en un comienzo. — le aseguró con un razonamiento lamentable, pero no tenía más, no podía más con la situación.
Contradictorios serían sus siguientes movimientos, como si las palabras hubieran sido suficientes. La diestra que acariciaba la mejilla femenina se deslizó hasta alzar su mentón mientras se acercaba, casi rogando por un silencioso permiso antes de rozar los labios ajenos, suave y melancólico, abrazando la idea de que los pétalos ajenos se abrirían para regalarle una respuesta positiva a todas y cada una de sus peticiones.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Doble opuesto | Privado |
Silencioso y lunar
rayaste el firmamento y te vas.
rayaste el firmamento y te vas.
Era su voz la que se apoderaba de todo el lugar, cada rincón hacía eco de sus palabras mientras ella se mantenía estática, pretendía oír, prestar atención y ser parcial. Sabía que algo de su pasado imaginario se podría derrumbar ante la verdad, y sinceramente, estaba dispuesta a perder un poco de ilusión solo para recibir la real historia de su pasado. Hecho histórico que no conocía del todo. Mientras su compañero hablaba, daba razón a la única parte de la novela que parecía si ser la correcta desde donde se viniese la imagen. Su madre la había dejado a merced del castillo. Así de simple. La había dejado allí, las razones, claramente diferentes una de otras, pero no tenía energías para reclamar si aquella mujer había hecho lo correcto o no. Alzó la vista, buscando las facciones del castaño que ahora perdía la atención a la nada, mientras sus labios se movían con parsimonia declarando todo lo que tenía en su interior, verborrea contenida que lentamente se expulsaba con hechos históricos que desconocía en totalidad.
Estaba decidida a guardar silencio, ni un ruido proveniente de ella lo haría perder hilo de los acontecimientos, deseaba ser consiente de cada uno de sus dichos. Aseguraba que le contaría toda la verdad y sinceramente, esperaba que así sucedieran las cosas, acto que la llevó a tomar mejor posición contra el sofá, sus piernas cruzadas al estilo “indio” y sus manos casi sujetando sus propios tobillos. Así había sido desde siempre, cuando la ansiedad la carcomía, tomaba dicha posición netamente para descargar sus impulsos de querer saltar y reventar. Fue así, como comenzó a retroalimentarse de las palabras del cambiante. Algo irreal, si todo eso hubiese dicho aquel día en el bosque posiblemente ni uno de los dos estaría vivo en ese instante. Demasiada información, en exceso quizás, pues a medida que sus palabras casi la golpeaban, sus ojos se cristalizaban de la misma forma que al parecer, le sucedía a él.
Con su antebrazo secó toda señal de afliges, entre sus dientes sujetó su propio inferior que daba pequeños temblores debido al nerviosismo que ya comenzaba a tomar parte de sus actos ¿Qué otra reacción se esperaría? Oír de entre sus labios “Te vi crecer, Aniëtt” sinceramente le erizó la piel. Sintió como una corriente eléctrica recorría toda su espina dorsal hasta querer salir por sus extremidades más cercanas. Sensible, estaba expuesta, siempre estuvo frente a sus ojos y ella tan ilusa jamás lo notó, ni siquiera atisbos de que algo sucedía a su alrededor. No entendía ahora muchas otras cosas ¿Cómo no se acercó cuando apenas era ella un infante? Mucho más fácil de persuadir, de convencer. Abrió los ojos de par en par, pues en medio de cada palabra, mantuvo al menos la esperanza de conocer quién era su padre, aquel sujeto que podría darle estabilidad a este ser que se rompía por dentro, pero no, en cuanto aquella ilusión se derrumbó no tuvo segundos para pensar, simplemente extensión su mano para entrelazar la ajena entre la propia. Señal quizás de que ya no estaba solo, o de que simplemente comprendía su perdida ¿Cómo saberlo? Desde toda su infancia se le crió como personaje independiente, sin lazos realmente fuertes o duraderos ¿Cómo darle sentimiento de apoyo a la perdida? Si ella jamás había perdido algo en su vida, o al menos, a nadie que fuese de real sentimentalismo para ella. Pero aun así sujetó su mano. Ambas pieles calientes, salvajes, quizás simplemente quería sentirle nuevamente.
— ¿Te detuviste a pensar alguna vez que era realmente peligro y estúpido lo que hacías? Cualquier personaje cercano a mí podría haberse dado cuenta de tu interés, te habrían matado sin siquiera preguntarlo, yo jamás me hubiese enterado de tu presencia, de tus intenciones… estaría deambulando con mis situaciones claras en la casa, sin saber que parte de mi familia había sido brutalmente alejada de mí... que parte de mi vida se me había sido arrebatado por segunda vez — Masculló entre dientes, ahora razonando la simple idea de no haberse encontrado con él. Y entre líneas, ya asumida, que él le pertenecía en sangre y pensamiento como se consideraba correspondida.
Sintió el roce de su mano contra su rostro, y no hizo falta nada más que aquello. Removió hasta la última hebra de su interior, su estómago gruñía de los nervios, sus manos temblorosas y la mirada quebrantada. No hallaba futuro sin su presencia, y era justo asumirlo — ¿Invisible? ¿Crees que no miraré hacia atrás cada vez que estés cerca? ¿Supones que mis piernas no temblaran cuando sienta su olor? ¿Crees que tu mirada pasará de mi atención cuando nos encontremos? Ya no eres invisible ni a mis percepciones Ezequiel… y joder como me duele admitirlo — Unió su frente a la del castaño que se encontraba junto a ella — Me duele admitir que nace en mi la necesidad de estar contigo cuando es tan incorrecto este sentimiento — Sus manos viajaron hasta el dorso desnudo del cambiaformas, allí, a palma abierta se detuvieron contra su pecho, sintiendo como su palpitar era mucho más tranquilo que el propio, que parecía ir a toda marcha.
—No podría desentender esta situación… pero, Ezequiel, somos hermanos— ¿Eso la reconfortaba o la hacía sentir mucho más culpable? — ¿Qué … — No encontró pregunta correcta, simplemente alzó la vista, sintiendo como su respiración se acompasaba a la ajena, entre tanto sus labios se unían en tan solo una simple caricia, perfecto roce que comenzó a intensificar la misma fémina. Sus labios entreabrieron los ajenos para sentir a mayor complacencia un poco más de su propio ser. De una extraña y devastadora forma, sabía que todo lo que llevaban a cabo era incorrecto, pero aun así, sentir que se fundían en un beso como tal, le daba la seguridad que requería para entender que aunque buscara cordura, ya la había perdido por completo.
Aniëtt O'Claude- Cambiante/Realeza
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