Un whisky... ¿doble? -Privado Matt

Los días se convertían en un completo martirio. Días demasiado largos y sin poca gran cosa que hacer. El señor Cross, seguía ocupado en averiguar más cosas sobre esa tal “Abbey Appleby”, su supuesta hermana. Una hermana ¿por qué? no necesitaba más parientes, demasiado ya tenía con aguantar a la insufrible esposa de su padre como para ahora tener que compartir la herencia Cavey con otra persona y la cual no conocía. Ni quería. Antes de que tan siquiera supiese de su propia existencia, acabaría con la adorable señorita Appleby.

Pobre señor Cross, le quedaba el trabajo más complicado pero todo fuese por su propia libertad, no podía negarse a ello y por eso, se encontraba tan tranquila. El baile fue todo un éxito, llegaban cartas de agradecimiento que llenaban su ego y le incitaban a realizar más fiestas como esa, eventos que darían que hablar y ella como absoluta y completa protagonista. Qué divertido, qué falsedad pero una falsedad que le agradaba, al menos era “querida y respetada”.

Ya había anochecido y hacía horas debía de estar en casa pero ¿perderse la vida nocturna? es cuando más excitante y ocurrían hechos y situaciones inusuales. No era la primera vez que Valeria Cavey no regresaba a casa como lo debería de hacer una señorita de clase alta. Ataviada con un bonito y elegante vestido de color verde esmeralda, caminaba por las sinuosas e intrigantes calles de Paris buscando un lugar en donde saciar su sed, descansar un poco después de haber estado toda la tarde caminando sin parar.

Le llamó la atención la taberna al final de la calle, iluminada y en la que parecía haber vida. Sus pasos elegantes, se dirigieron a aquel lugar en el que seguro muy pocas señoritas se encontrasen. Nada más entrar, una vista fugaz sobre uno de sus hombros a los presentes. La mayoría hombres que no repararon en clavar su vista en ella, provocando en la joven descarada una sonrisa provocadora, seductora.

-Un vaso de whisky para la señorita -dijo al tabernero, esperando ser servida y con vaso en mano tomar asiento en una mesa apartada, necesitaba pensar… planes nuevos que ocupaban su existencia. Ni siquiera miró esta vez, se sentó en la última mesa y dejó el vaso en el centro, acomodándose en su asiento y admirar tras el empañado cristal, los pocos transeúntes que había a esas horas.

Se llevó a los labios el vaso, no sin antes pasar la nariz por el borde y perderse en el olor fuerte del whisky, aquello le despertaría de golpe y con suerte se bebería media, sin emborracharse… lo que menos esperaba y apetecía era acabar con cualquier maloliente borracho detrás de un callejón haciendo lo que menos … mejor dicho, repulsaba. Una mueca de desagrado solo con pensarlo, se bebió el contenido de golpe, dejando el vaso vacío en la mesa.

La silueta de alguien frente a ella le provocó que diese un respingo en el asiento pero no vaciló, volvió la mirada a la ventana y sonrió de medio lado, la suerte estaba de su parte… en su tejado o eso quería pensar, esa mente fantasiosa suya.

-Curiosa noche. No le vi pero no pretendo cambiar de sitio, si no ha dicho nada aún es que no le importa que esté aquí-

La espléndida noche, se extendía exuberante tras aquel ventanal de cristal. Una lluvia fina, cubría las calles de Paris, dándole ese toque mágico y acogedor. Le encantaba apreciar dicho paisaje, se imaginó tener en su propio dormitorio un cuadro de esos tonos grises, negros y blancos…un contraste curioso. Imposible asemejarse a la realidad, pues dudaba que un cuadro pudiese igualarse a la magia de la naturaleza, la noche. Cuanto podría encantarle que el sol se escondiese para ser el momento de pisar las calles de Paris, perderse en ellas…ir al Fin del Mundo…pero siempre en la más absoluta oscuridad.

Inevitable que todas las miradas se fijasen en ella, estaba acostumbrada pero aún así nadie se atrevía a tan siquiera acercarse, menos planteárselo. Para ser una simple mujer joven de clase alta, su sola presencia imponía, de tal manera que más que cualquier cosa, provocaba temor y eso que aún no se había comido a nadie. Rió por sus propios pensamientos, pensamientos que se vieron interrumpidos por la voz suave y melodiosa, aterciopelada de un hombre. Tardó los segundos suficientes para apreciar su esencia, Valeria poseía un olfato exquisito y aquel hombre no podía oler más que a tierra mojada, recién regada y una breve sonrisa, mostró en sus labios carmesí, rojo borgoña, como la misma sangre.

- Amable según lo mire, quizás mi compañía no sea tan agradable como la de los demás asistentes pero puede probar, si no le agrada…puede marcharse, aunque lo dudo -ahora sí sus orbes esmeralda, se clavaron en las ajenas, buscando su mirada y perderse en ella… un solo instante, el suficiente para apreciar que ese hombre no era como ninguna de los que se encontraba en la sala. Eso quería y creía pensar cuando…esas preguntas, inevitablemente, le arrancó una risa de lo más divertida… ¿en serio daba esa imagen frágil y corriente?

Juntó los labios en una mueca deliciosa, desilusionada por aquellas palabras. No, no tuvo que referirse a ella como una joven común, corriente que solo tuviese que importarle encontrar marido y dedicarse en cuerpo y alma a él , o mejor…estar haciendo punto o pastelitos para sus visitas. No. Ella aprovechaba el tiempo libre de otra manera, de un modo que muy pocas jóvenes se atrevían pero ¿Acaso ella era como las demás? No, en absoluto. Volvió reír, apoyando los codos en la mesa, saltándose completamente por alto el protocolo, ahora, importaban otras cosas…como dejarle claro a quien era ahora su compañero de bebida…

- No me escondo, bebo como lo va a ser usted. ¿Un esposo dice? ¡Qué aburrido! Atarte a un hombre para siempre es una condena en la que no pienso caer, a no ser que… la otra parte acceda a mis condiciones y no son pocas -le dio un largo trago a su vaso de whisky, sonriendo coqueta, jugando con su cabello…enredando los dedos en algunos de sus mechones [color=white]-¿Cambia algo que no tenga esposo? Porque si está aquí es que está en mis mismas condiciones… no tiene esposa, la libertad en su mirada … la expresión de su gesto...no, ese hombre… ocultaba algo pero el ¿qué?.

-¿Y usted? ¿Alguien lo busca? Porque ya le he encontrado… ¿me llena el vaso, señor…? No me ha dicho como se llama, qué desconsideración. MI nombre es Valeria, Valeria Cavey y jamás le he visto pues me acordaría -dejó deslizar el vaso por la mesa para que lo llenase… una de tantas veces…esa noche.