AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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· Le terrain de chasse ·
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· Le terrain de chasse ·
Vagar de forma continua entre la consciencia y la inconsciencia, era probablemente mucho más cansado que dejarse llevar, dejar a su mente hundirse en la oscuridad, y permitir que aquel ente oscuro se hiciera cargo de todo, tal y como había venido haciendo desde hacía meses. La razón por la cual la joven Bethany seguía luchando, pese a todo, y pese a saber que era más sencillo simplemente seguir fingiendo que todo andaba bien, últimamente no era capaz de ignorar lo que su contraparte estaba haciendo, era probablemente la punzada de culpabilidad que aquel cazador al que había malherido le había hecho sentir. Aún le duraba el descontento. Y eso era lo que la mantenía "despierta".
Sus pasos eran erráticos, y no era muy difícil adivinar, tras un simple vistazo, que sus problemas no eran pocos. Lucía más pálida que de costumbre, demacrada, su ropa estaba arrugada, manchada, y también había perdido peso de forma considerable, los huesos de sus mejillas eran casi visibles. Lo que antes fue una mujer hermosa, a pesar de tener problemas, ahora parecía un problema andante. Nadie sospecharía de la fortuna que poseía, ni tampoco el terror con el que vivía. A diario. Estaba agotada, y no sólo físicamente, sino también mentalmente. Pero a pesar de eso se negaba a pasar mucho tiempo dormida, porque eso significaba darle poder a aquel monstruo. Monstruo al que ahora notaba revolverse en su interior, llegada la noche. Era su turno de salir.
Una vez su consciencia está finalmente silenciada, llega mi turno. Y es que las últimas semanas han sido de lo más desagradables. Desde que se diese cuenta de lo terrible de mis actos, la antes sumisa Bethany ahora parece obsesionada con detener mis actos. Aunque el manejo de su cuerpo sigue estando bajo mi poder la mayor parte del tiempo, la noto quejarse, negarme su voluntad, impidiéndome doblegarla, siempre que se da cuenta de que me planteo hacer algo que considere peligroso para otros. Por suerte para mi, aún es lo bastante débil como para estar atenta todo el tiempo, y eso me permite seguir con mis planes cuando ella no está presente. Pero no deja de ser molesto. Esta noche ha caído rendida, por lo que estoy convencida de que no hará acto de aparición. Es mi oportunidad. La víctima perfecta me está esperando, lo sé, lo noto, y ya tengo una idea de a dónde ir a buscarla.
Me deshago de los harapos a los que se ha malacostumbrado, y escojo uno de los pocos vestidos que han sobrevivido a su brote de locura. Debo reconocer que la belleza de este cuerpo, una vez es "decorado" como es debido, no tiene nada que envidiarle a ninguna otra dama. La inocencia del semblante que he tomado prestado sigue estando patente a pesar de las penurias por las que lo hago pasar. Nadie lo diría. Nadie se imaginaría que dentro de este recipiente existen dos personas tan distintas. Mi demoníaca presencia, y una mujer asustada y rota por la locura, incapaz de recomponerse lo bastante para recuperar lo que es suyo.
Mis pasos me llevan al mejor antro de perdición que se me ocurre, la taberna local, donde doy por sentado que me encontraré con el tipo de persona más vulnerable a mis encantos. Los hombres ebrios, o las mujeres de vida alegre, cualquiera de ellos es un candidato adecuado para mis planes. Necesito acumular muertes, acumular almas, para asegurar el renacimiento de mi Señor. Cuando él regrese, yo seré su mano derecha. ¿Acaso el mundo no puede comprender que los sacrificios son, a veces, necesarios?
Me siento en la barra, haciendo caso omiso a las miradas que se han clavado en mi espalda. Mi porte es altivo, digno. Dice a gritos que no será sencillo penetrar la coraza. ¡Já! Son tan fáciles de encandilar, de engañar, que casi resulta patético.
Sus pasos eran erráticos, y no era muy difícil adivinar, tras un simple vistazo, que sus problemas no eran pocos. Lucía más pálida que de costumbre, demacrada, su ropa estaba arrugada, manchada, y también había perdido peso de forma considerable, los huesos de sus mejillas eran casi visibles. Lo que antes fue una mujer hermosa, a pesar de tener problemas, ahora parecía un problema andante. Nadie sospecharía de la fortuna que poseía, ni tampoco el terror con el que vivía. A diario. Estaba agotada, y no sólo físicamente, sino también mentalmente. Pero a pesar de eso se negaba a pasar mucho tiempo dormida, porque eso significaba darle poder a aquel monstruo. Monstruo al que ahora notaba revolverse en su interior, llegada la noche. Era su turno de salir.
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Una vez su consciencia está finalmente silenciada, llega mi turno. Y es que las últimas semanas han sido de lo más desagradables. Desde que se diese cuenta de lo terrible de mis actos, la antes sumisa Bethany ahora parece obsesionada con detener mis actos. Aunque el manejo de su cuerpo sigue estando bajo mi poder la mayor parte del tiempo, la noto quejarse, negarme su voluntad, impidiéndome doblegarla, siempre que se da cuenta de que me planteo hacer algo que considere peligroso para otros. Por suerte para mi, aún es lo bastante débil como para estar atenta todo el tiempo, y eso me permite seguir con mis planes cuando ella no está presente. Pero no deja de ser molesto. Esta noche ha caído rendida, por lo que estoy convencida de que no hará acto de aparición. Es mi oportunidad. La víctima perfecta me está esperando, lo sé, lo noto, y ya tengo una idea de a dónde ir a buscarla.
Me deshago de los harapos a los que se ha malacostumbrado, y escojo uno de los pocos vestidos que han sobrevivido a su brote de locura. Debo reconocer que la belleza de este cuerpo, una vez es "decorado" como es debido, no tiene nada que envidiarle a ninguna otra dama. La inocencia del semblante que he tomado prestado sigue estando patente a pesar de las penurias por las que lo hago pasar. Nadie lo diría. Nadie se imaginaría que dentro de este recipiente existen dos personas tan distintas. Mi demoníaca presencia, y una mujer asustada y rota por la locura, incapaz de recomponerse lo bastante para recuperar lo que es suyo.
Mis pasos me llevan al mejor antro de perdición que se me ocurre, la taberna local, donde doy por sentado que me encontraré con el tipo de persona más vulnerable a mis encantos. Los hombres ebrios, o las mujeres de vida alegre, cualquiera de ellos es un candidato adecuado para mis planes. Necesito acumular muertes, acumular almas, para asegurar el renacimiento de mi Señor. Cuando él regrese, yo seré su mano derecha. ¿Acaso el mundo no puede comprender que los sacrificios son, a veces, necesarios?
Me siento en la barra, haciendo caso omiso a las miradas que se han clavado en mi espalda. Mi porte es altivo, digno. Dice a gritos que no será sencillo penetrar la coraza. ¡Já! Son tan fáciles de encandilar, de engañar, que casi resulta patético.
Bethany S. Dunne- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 118
Fecha de inscripción : 27/09/2013
Re: · Le terrain de chasse ·
Théo ya tenía edad de afeitarse, y sin embargo era prácticamente un niño comparado con la fauna habitual de aquel tugurio. No era la primera vez que iba por allí pero sí la primera ocasión en que se aventuraba en ese local sin compañía. Había cogido la mala costumbre de escaparse con su hermano Caleb a escondidas de sus padres y de los otros ancianos del clan y salir a buscar aventuras, como ellos lo llamaban. En realidad el nombre daba a entender un espíritu romántico de adolescente de combatir dragones y rescatar damas en apuros, pero a la hora de la verdad lo que más emoción les provocaba era meterse en líos. Era normal desde esa perspectiva que sus progenitores hubieran amenazado varias veces con atarle por las noches a su cama para asegurarse de que estaba sano y salvo, pero Théo no escarmentaba nunca. Era inmune a las reprimendas y totalmente ajeno a la posibilidad real de peligro. Cuando la adrenalina le corría por las venas se sentía invencible, y después de todo ¿no es ese el estado natural de todos los jóvenes?
Había estado en esa taberna hacía unas semanas con su hermano mayor. Apostaron entre ellos a que no se atrevían a pedir un aguardiente y beberlo entre los dos, y fue tal el estrago que les causó la bebida que Caleb por poco se ahogó en el río cuando volvían al poblado. Su padre les cruzó la cara a los dos y el mayor aprendió la lección, pero a Théo no le duraba el arrepentimiento mucho tiempo. Esa noche resolvió ir solo para contarlo después en el campamento y que todos supieran que era el más valiente y el más macho de todos los chicos de allí. A lo mejor entonces las muchachas de la troupe empezaban a interesarse por él, porque consideraba un gran fracaso tener ya veinte años y no haber conocido todavía mujer.
Entró en aquel antro y no hubo de andar mucho para sentirse atraído como una polilla hacia la luz por la dama más despampanante del lugar. Contrastaba entre todos los borrachos como una perla brillante sobre el fango. Su piel lisa y blanca parecía mantequilla, y Théo creyó en su embelesamiento que si pudiera besarla sin duda sabría dulce. Se ajustó el chaleco y caminó directo hasta sentarse a su lado, pues no conocía la vergüenza ni tenía intención. Sacó una baraja de naipes del zurrón de sus instrumentos de trabajo y la desplegó ante la nariz de la bella muchacha. - Escoja una carta. - La invitó.
Había estado en esa taberna hacía unas semanas con su hermano mayor. Apostaron entre ellos a que no se atrevían a pedir un aguardiente y beberlo entre los dos, y fue tal el estrago que les causó la bebida que Caleb por poco se ahogó en el río cuando volvían al poblado. Su padre les cruzó la cara a los dos y el mayor aprendió la lección, pero a Théo no le duraba el arrepentimiento mucho tiempo. Esa noche resolvió ir solo para contarlo después en el campamento y que todos supieran que era el más valiente y el más macho de todos los chicos de allí. A lo mejor entonces las muchachas de la troupe empezaban a interesarse por él, porque consideraba un gran fracaso tener ya veinte años y no haber conocido todavía mujer.
Entró en aquel antro y no hubo de andar mucho para sentirse atraído como una polilla hacia la luz por la dama más despampanante del lugar. Contrastaba entre todos los borrachos como una perla brillante sobre el fango. Su piel lisa y blanca parecía mantequilla, y Théo creyó en su embelesamiento que si pudiera besarla sin duda sabría dulce. Se ajustó el chaleco y caminó directo hasta sentarse a su lado, pues no conocía la vergüenza ni tenía intención. Sacó una baraja de naipes del zurrón de sus instrumentos de trabajo y la desplegó ante la nariz de la bella muchacha. - Escoja una carta. - La invitó.
Théodore**- Gitano
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 13/12/2017
Localización : El circo
Re: · Le terrain de chasse ·
Cuando lo que planeas es causar estragos, pasar desapercibida no es ni de lejos la mejor opción. Eso es algo que siempre he tenido muy claro, y posiblemente por eso la elección de este semblante sea una de las más acertadas que haya hecho nunca. La sorpresa de toparte con un rostro tan angelical clavándote un puñar por la espalda es mucho más acusada que si lo hace alguien de quien te lo esperas. Hay algo que no puedo negar, y es que bien llevada, Bethany roza la perfección en muchos aspectos. A diferencia de cuando su personalidad está patente, tan desorganizada por el caos y la locura, cuando la maquillo y pongo sus mejores galas, su poder de atraer la atención de otros gana una fuerza casi abrumadora. Los caballeros que antes sólo tenían ojos para las prostitutas que se contoneaban por aquel antro, no pueden evitar verse atraídos por la inmaculada presencia de una joven que a todas luces no encaja aquí. ¡Estúpidos! No se dan cuenta de que ceder ante la belleza superficial acabará siendo la peor de sus pesadillas.
Sin embargo, lejos de lo que había imaginado, la primera invitación de la noche procede del que probablemente sea el más joven e incauto de todos los jóvenes de este lugar. A decir verdad, ni siquiera me he percatado de su presencia hasta que, de forma tan claramente descarada, se ha puesto justo delante de mi, como reclamando mi atención de forma tan burda e inocente. Casi me hace gracia. Dibujo la mejor de mis sonrisas fingidas y me quedo mirando a la baraja y a su rostro de forma intermitente. Joven, muy joven, demasiado para mi gusto, pero al final, las almas más poderosas proceden de los que menos vivencias han tenido. Eso, y que yo no le hago ascos a ninguna presa, y menos cuando se colocan ante mi de forma tan voluntaria. - ¿Vais a hacerme un truco de magia? -Pregunto, con esa voz tan dulce y melodiosa, tan inocente y tan encantadora, que nadie sospecharía que un monstruo se oculta tras ella.
Sus ojos se pasean por mi cuerpo de forma despreocupada, así que no me cuesta demasiado adivinar que no ha tenido la oportunidad de estar cerca de alguien como yo en toda su vida. Que sea a causa de su juventud o de su procedencia social no me importa demasiado. Es esa chispa de picardía en un cuerpo totalmente inocente e inmaculado lo que hace la reunión más deliciosamente entrañable. Creo que puedo llegar a disfrutar, y mucho, mancillando esos ojos que parecen disfrutar tanto de la vida a pesar de no haber vivido lo suficiente todavía. Pero la escena que ambos representamos no parece ser del gusto de todos los presentes. Muchos de los que antes me admiraban pero tenían demasiado miedo para acercarse, ahora parecen molestos porque un jovenzuelo se hubiese atrevido a hacer algo de lo que ellos no eran capaces. Patético. Precisamente por eso este chico es mejor presa que todos ellos. Porque se ha visto atraído por mi presencia y no se ha negado la pulsión de acercarse hacia ella. Si no fuera porque necesito su alma, hubiera llegado a ser un gran discípulo.
- ¿Te está molestando este tipo, preciosa? -Siento como un escalofrío me recorre cuando el tipo coloca una de sus zarpas sobre mi piel, con total confianza. Es tan desagradable.
- No, pero usted sí que lo está haciendo. ¿Qué es lo que quiere? -No puedo evitar que mis palabras dejen entrever mi enfado, algo que los sobresalta a ambos. Pero no me importa. Quiero seguir con el juego que el chico y yo nos traíamos entre manos. Todos los demás estorbos me molestan. - Largo. -Murmuro, esta vez dejando que el tono de mi voz fluctúe, haciendo clara y concisa la orden. No puede resistirla, por supuesto. Así que rápidamente se marcha por donde ha venido. - ¿Y bien? Realmente quiero ver ese truco de magia...
Sin embargo, lejos de lo que había imaginado, la primera invitación de la noche procede del que probablemente sea el más joven e incauto de todos los jóvenes de este lugar. A decir verdad, ni siquiera me he percatado de su presencia hasta que, de forma tan claramente descarada, se ha puesto justo delante de mi, como reclamando mi atención de forma tan burda e inocente. Casi me hace gracia. Dibujo la mejor de mis sonrisas fingidas y me quedo mirando a la baraja y a su rostro de forma intermitente. Joven, muy joven, demasiado para mi gusto, pero al final, las almas más poderosas proceden de los que menos vivencias han tenido. Eso, y que yo no le hago ascos a ninguna presa, y menos cuando se colocan ante mi de forma tan voluntaria. - ¿Vais a hacerme un truco de magia? -Pregunto, con esa voz tan dulce y melodiosa, tan inocente y tan encantadora, que nadie sospecharía que un monstruo se oculta tras ella.
Sus ojos se pasean por mi cuerpo de forma despreocupada, así que no me cuesta demasiado adivinar que no ha tenido la oportunidad de estar cerca de alguien como yo en toda su vida. Que sea a causa de su juventud o de su procedencia social no me importa demasiado. Es esa chispa de picardía en un cuerpo totalmente inocente e inmaculado lo que hace la reunión más deliciosamente entrañable. Creo que puedo llegar a disfrutar, y mucho, mancillando esos ojos que parecen disfrutar tanto de la vida a pesar de no haber vivido lo suficiente todavía. Pero la escena que ambos representamos no parece ser del gusto de todos los presentes. Muchos de los que antes me admiraban pero tenían demasiado miedo para acercarse, ahora parecen molestos porque un jovenzuelo se hubiese atrevido a hacer algo de lo que ellos no eran capaces. Patético. Precisamente por eso este chico es mejor presa que todos ellos. Porque se ha visto atraído por mi presencia y no se ha negado la pulsión de acercarse hacia ella. Si no fuera porque necesito su alma, hubiera llegado a ser un gran discípulo.
- ¿Te está molestando este tipo, preciosa? -Siento como un escalofrío me recorre cuando el tipo coloca una de sus zarpas sobre mi piel, con total confianza. Es tan desagradable.
- No, pero usted sí que lo está haciendo. ¿Qué es lo que quiere? -No puedo evitar que mis palabras dejen entrever mi enfado, algo que los sobresalta a ambos. Pero no me importa. Quiero seguir con el juego que el chico y yo nos traíamos entre manos. Todos los demás estorbos me molestan. - Largo. -Murmuro, esta vez dejando que el tono de mi voz fluctúe, haciendo clara y concisa la orden. No puede resistirla, por supuesto. Así que rápidamente se marcha por donde ha venido. - ¿Y bien? Realmente quiero ver ese truco de magia...
Bethany S. Dunne- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 118
Fecha de inscripción : 27/09/2013
Re: · Le terrain de chasse ·
Para Théo fue una sorpresa mayúscula que una joven en apariencia tan dulce le soltara un ladrido digno de una de las chicas de su clan al otro hombre que se le acercó. No pudo evitar alzar las cejas, y luego tuvo que carraspear para disimular la vergüenza que le causaba no haber tenido oportunidad de defender a la dama en apuros él mismo. ¿Dónde se había visto que una muchacha tuviera esas agallas para espantar a un pretendiente? Todavía le sorprendió más que ella prefiriese otorgar aunque fuera momentáneamente sus favores a un desarrapado como él que al señor que se le había aproximado después. Quiso creer en su ingenuidad que era porque en primer lugar él era más guapo - que no solo lo decía su madre, también sus primas - y en segundo lugar porque el truco de magia había captado la atención de la chica. Más valía maña que fuerza, y ese refrán lo mismo podía referirse a abrir un tarro de conservas que a conquistar a una mujer.
Volvió a colocarse bien el chaleco estirando levemente de una de sus solapas con la mano libre. Era un gesto que la dama no tardaría en darse cuenta de que traducía su nerviosismo, pero que Théo no podía ocultar. - Entonces tendrá que coger una carta primero. - Se notaba a la legua que tratar con los miembros de la alta sociedad no era su fuerte. Estaba mucho más acostumbrado al usted que al vos más mayestático, y por si seguía quedando alguna duda acerca de su procedencia su acento hacía el resto. Al menos se las arreglaba para mantener sus dientes limpios, más o menos blancos y bastante rectos, algo de lo que la mayoría de gitanos no podía presumir.
Agitó los naipes brevemente frente a los ojos de la joven como si fueran un abanico hasta que consiguió que ella hiciera lo que le pedía. - Memorícela, pero no me la diga. Y ahora vuelva a guardarla donde usted quiera. - Le tendió el mazo con una elegante reverencia y después se tapó los ojos con un ademán no exento de teatralidad. No dudaba ni por un segundo de que el truco pudiera salir mal, estaba tan acostumbrado a manejar cartas entre la agilidad de sus dedos como a respirar.
Volvió a colocarse bien el chaleco estirando levemente de una de sus solapas con la mano libre. Era un gesto que la dama no tardaría en darse cuenta de que traducía su nerviosismo, pero que Théo no podía ocultar. - Entonces tendrá que coger una carta primero. - Se notaba a la legua que tratar con los miembros de la alta sociedad no era su fuerte. Estaba mucho más acostumbrado al usted que al vos más mayestático, y por si seguía quedando alguna duda acerca de su procedencia su acento hacía el resto. Al menos se las arreglaba para mantener sus dientes limpios, más o menos blancos y bastante rectos, algo de lo que la mayoría de gitanos no podía presumir.
Agitó los naipes brevemente frente a los ojos de la joven como si fueran un abanico hasta que consiguió que ella hiciera lo que le pedía. - Memorícela, pero no me la diga. Y ahora vuelva a guardarla donde usted quiera. - Le tendió el mazo con una elegante reverencia y después se tapó los ojos con un ademán no exento de teatralidad. No dudaba ni por un segundo de que el truco pudiera salir mal, estaba tan acostumbrado a manejar cartas entre la agilidad de sus dedos como a respirar.
Théodore**- Gitano
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 13/12/2017
Localización : El circo
Re: · Le terrain de chasse ·
La sorpresa ajena ante mis acciones tan dispares no me pasa desapercibida, pero no le presto mayor atención. Cuando una mujer con mi aspecto decide por sí misma dedicarte su atención, el ego hace un trabajo más que perfecto dejando que creas que tiene algo que ver contigo. Pobre ingenuo, no sabe que el más afortunado es el tipo al que he ordenado que se marche. Y es que cuando una presa capta mi atención no me detengo hasta que está en mi poder. Y eso nunca acaba bien para esta última. Dibujando la mejor de mis sonrisas, sigo su pequeño juego y hago exactamente lo que me dice. Cojo una carta, que resulta ser el as de picas, y luego la entremezclo con las demás fingiendo no saber de qué se trata el truco. Es sencillo, hacerse la inocente, la sorprendida, especialmente con un rostro tan inmaculado como este. La verdadera Bethany, de hecho, probablemente se emocionara ante tan infantil truco de magia. Pero ella no soy yo. Yo conozco los muchos y múltiples métodos para intentar llamar la atención de alguien, y por suerte o por desgracia, intentar hacer creer que la magia existe es uno de los más repetidos. Para mi, sin embargo, la magia de verdad sí existe, pero no es ni de lejos tan "bonita" como la pintan los jóvenes como el que tengo enfrente.
- ¿Así está bien? -Pregunto inocentemente, una vez la carta esta perdida entre las otras. Hay que ser hábil para que el truco salga bien, pero no dudo de la habilidad del chico. Tiene aspecto de ser alguien capacitado para ganarse la vida de semejante forma. Sus gestos son bastante obvios, y están destinados a desviar mi atención de las cartas, yo le sigo la corriente sin dejar de sonreír grácilmente, aunque por un momento me pregunto si no se le habrá pasado por la cabeza que tal vez yo conozca el funcionamiento de ese truco. Si es así, no parece verse afectado por ello. Este hecho me hace interesarme aún más por su personalidad. El resto de personas a nuestro alrededor también parece sentir curiosidad por lo que está sucediendo, y es que la imagen resulta bastante cómica desde el punto de vista de un tercero: una dama tan bien vestida, claramente perteneciente al estrato más alto de la sociedad, dejándose encandilar por un jovenzuelo cuyo aspecto denotaba lo contrario. Y con algo tan simple, tan inocente y tan cliché como un truco de magia. Celos, envidia, molestia, curiosidad e interés, todas las miradas van cargadas de algo distinto, pero no me cuesta demasiado ignorarlas todas.
Mis ojos parecen querer penetrar en los ajenos, buscando su interior, sus pensamientos. Luce tan nervioso que de tener sentimientos me hubiera producido ternura. Pero no es así, aunque no niego que me resulta tremendamente entretenido ver sus reacciones. Sin embargo, no digo nada, esperando que termine con lo que se trae entre manos. La gracia de su truco no residirá en si encuentra o no la carta que busca, sino en si podrá escapar o no de mis garras una vez lo haya atrapado.
- ¿Así está bien? -Pregunto inocentemente, una vez la carta esta perdida entre las otras. Hay que ser hábil para que el truco salga bien, pero no dudo de la habilidad del chico. Tiene aspecto de ser alguien capacitado para ganarse la vida de semejante forma. Sus gestos son bastante obvios, y están destinados a desviar mi atención de las cartas, yo le sigo la corriente sin dejar de sonreír grácilmente, aunque por un momento me pregunto si no se le habrá pasado por la cabeza que tal vez yo conozca el funcionamiento de ese truco. Si es así, no parece verse afectado por ello. Este hecho me hace interesarme aún más por su personalidad. El resto de personas a nuestro alrededor también parece sentir curiosidad por lo que está sucediendo, y es que la imagen resulta bastante cómica desde el punto de vista de un tercero: una dama tan bien vestida, claramente perteneciente al estrato más alto de la sociedad, dejándose encandilar por un jovenzuelo cuyo aspecto denotaba lo contrario. Y con algo tan simple, tan inocente y tan cliché como un truco de magia. Celos, envidia, molestia, curiosidad e interés, todas las miradas van cargadas de algo distinto, pero no me cuesta demasiado ignorarlas todas.
Mis ojos parecen querer penetrar en los ajenos, buscando su interior, sus pensamientos. Luce tan nervioso que de tener sentimientos me hubiera producido ternura. Pero no es así, aunque no niego que me resulta tremendamente entretenido ver sus reacciones. Sin embargo, no digo nada, esperando que termine con lo que se trae entre manos. La gracia de su truco no residirá en si encuentra o no la carta que busca, sino en si podrá escapar o no de mis garras una vez lo haya atrapado.
Bethany S. Dunne- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/09/2013
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