AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Desecrated +18 | privado
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Desecrated +18 | privado
Un viento violento agitaba los árboles anunciando su llegada. Gritos de pelea en toda calle que pisaba, su mera presencia encendiendo la furia de los hombres. Su naturaleza era como una enfermedad que iba contagiándose alrededor, enardeciendo el corazón de los más débiles e inseguros a la más mínima provocación. No necesitaba un escote como Envidia; una sola mirada, un comentario susurrado, era todo cuanto hacía falta para iniciar una pelea. Y él lo disfrutaba. Pues ni el dinero ni las zorras eran capaces de satisfacerle al nivel que una buena reyerta podía hacerlo. La adrenalina de la batalla, el sabor a hierro en la lengua, el dolor tras un buen golpe... detalles que hacían la vida más interesante. No obstante, tal y como acabó aprendiendo de Pride, había otros modos de obtener esa satisfacción sin acabar en las peleas clandestinas: los esclavos. En cuanto supo de su relación con ese lobo que había comprado recientemente, se le antojó muchísimo tener su propio juguete. Uno al que torturar... sin romper, tal como le advirtió Envidia que no hiciera cuando le dio el dinero para la compra. "Haz que dure, al menos". Aquello iba a ser difícil, pues Wrath no se caracterizaba precisamente por ser alguien cuidadoso o compasivo. Al menos esperaba que no se le fuera la mano el primer día.
Todo un grupo de ojos se clavó en su persona al cruzar la puerta del Molly House, censurando el aspecto poco -o nada- refinado que portaba. Mientras todos vestían de etiqueta, demostrando el dinero que costeaba sus excéntricas vidas, él llevaba las mismas ropas oscuras, ensangrentadas y arrugadas de siempre. La ropa nunca le importó, si iba vestido era para ahorrarse el escándalo allá donde fuera. Criado en la selva, sus hábitos estaban adheridos a la desnudez total del cuerpo. Un fajo de billetes fue el pase de invitado al evento elitista de aquella noche, uno al que no todos podían acceder con facilidad. De boca en boca había corrido la información hasta llegar a oídos de Envidia, quien lo envió con, tal vez, la finalidad de tenerlo entretenido por un buen rato, pues de lo contrario estaría en su casa armando jaleo con los miembros del servicio, quienes empezaban a estar desquiciados con su presencia. Y no era para menos, Wrath -en su infinito aburrimiento- se dedicaba a provocar para sacarlos de sus casillas.
Esperó paciente, bebida en mano, hasta que abrieron la puerta al sótano del local. Una estrecha y oscura escalinata desembocaba en un salón lleno de sillas con una tarima en el centro, rodeada por costosos candelabros que se asegurarían de iluminar perfectamente el producto a vender. El resto de la estancia permanecía a oscuras, obsequiando el anonimato a aquellos que empezaron a tomar asiento alrededor. Wrath no sabía qué esperar, sentía el deseo de patear uno de los candelabros con el fin de crear algo de revuelo, pero también tenía cierta curiosidad por lo que estaba a punto de presenciar. Se sentó atrás del todo, cerca del tipo que presidía el evento, dispuesto a llevarse el capricho que le entrara por el ojo sin que nadie más pisara su oferta. Llevaba dinero suficiente para comprar incluso a alguno de aquellos ricachones, pero sabía cuán caprichosa era a veces la gente y no estaba de humor para pelear por lo que más le apeteciera.
Finalmente, uno a uno, atados con cadena y con la piel completamente expuesta, fueron desfilando los chicos de la subasta. Wrath se frotó las manos, aquello era como un bufet libre...
Todo un grupo de ojos se clavó en su persona al cruzar la puerta del Molly House, censurando el aspecto poco -o nada- refinado que portaba. Mientras todos vestían de etiqueta, demostrando el dinero que costeaba sus excéntricas vidas, él llevaba las mismas ropas oscuras, ensangrentadas y arrugadas de siempre. La ropa nunca le importó, si iba vestido era para ahorrarse el escándalo allá donde fuera. Criado en la selva, sus hábitos estaban adheridos a la desnudez total del cuerpo. Un fajo de billetes fue el pase de invitado al evento elitista de aquella noche, uno al que no todos podían acceder con facilidad. De boca en boca había corrido la información hasta llegar a oídos de Envidia, quien lo envió con, tal vez, la finalidad de tenerlo entretenido por un buen rato, pues de lo contrario estaría en su casa armando jaleo con los miembros del servicio, quienes empezaban a estar desquiciados con su presencia. Y no era para menos, Wrath -en su infinito aburrimiento- se dedicaba a provocar para sacarlos de sus casillas.
Esperó paciente, bebida en mano, hasta que abrieron la puerta al sótano del local. Una estrecha y oscura escalinata desembocaba en un salón lleno de sillas con una tarima en el centro, rodeada por costosos candelabros que se asegurarían de iluminar perfectamente el producto a vender. El resto de la estancia permanecía a oscuras, obsequiando el anonimato a aquellos que empezaron a tomar asiento alrededor. Wrath no sabía qué esperar, sentía el deseo de patear uno de los candelabros con el fin de crear algo de revuelo, pero también tenía cierta curiosidad por lo que estaba a punto de presenciar. Se sentó atrás del todo, cerca del tipo que presidía el evento, dispuesto a llevarse el capricho que le entrara por el ojo sin que nadie más pisara su oferta. Llevaba dinero suficiente para comprar incluso a alguno de aquellos ricachones, pero sabía cuán caprichosa era a veces la gente y no estaba de humor para pelear por lo que más le apeteciera.
Finalmente, uno a uno, atados con cadena y con la piel completamente expuesta, fueron desfilando los chicos de la subasta. Wrath se frotó las manos, aquello era como un bufet libre...
Wrath- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 19/12/2017
Re: Desecrated +18 | privado
Tal y como le habían indicado, a pesar de haber sido entregado en una zona poco recomendable de la ciudad, tras juntarse con otros hombres y mujeres, la mayoría de ellos tan jóvenes como él o incluso más, fueron trasladados en carromatos, sentados y cubiertos como si fueran mera mercancía, aunque pensándolo fríamente, eso mismo eran, hasta un lugar llamado Molly House. Siendo de clase baja como era, y aún cuando sus padres estaban vivos de la media, era imposible que alguien como Simon conociera dicho local y su reputación. Allí en la parte trasera, les pusieron a todos en fila y les separaron por sexos, pero en la misma sala, y les obligaron a todos a desnudarse, porque debían exhibir lo que se iba a vender a los postores. Era una subasta en toda regla y ellos, las piezas de carne a adquirir y, en algunos casos, hasta coleccionar.
Transcurridos unos minutos, les hicieron salir de uno en uno a una especie de escenario. Aquello parecía un teatro, o al menos la idea que el joven italiano tenía de lo que debía ser uno. Primero era el turno de los varones. Les hicieron quedar de pie en la parte más alejada al borde de la tarima y luego, uno a uno, iban acercándose al centro, donde más luz había, quedando expuestos a cientos de ojos que los analizaban y escrutaban. Iban todos atados de los pulgares a la espalda y con un grillete al cuello, preparado para cuando fueran vendidos al que más dinero ofreciera por ellos. Una vez todos fueron estudiados por los ricachones, volvieron a sacarles de uno en uno, pero ésta vez ya para que iniciara la pelea por las adquisiciones.
Algunos hombres y mujeres, pedían que les bajaran a los esclavos, porque así le parecía sentirse a Simon, para poder verlos de cerca y observar detalles como el color de sus ojos, la forma de las orejas o incluso el tamaño de sus testículos. Al parecer, algunos eran comprados para procrear, para que tuvieran más pequeños esclavos a los que doblegar en el futuro. Un sudor frío le recorrió la espalda al muchacho que, pronto, regresó al centro de la tarima y tras una breve explicación en la que aclaraban su virginidad como si fuera el bien más preciado que pudiera poseer, iniciaron las subidas de manos para comprarle. Se mordió el labio inferior y se tensó, pensando una y otra vez en su hermana, en que todo aquello lo hacía por ella, por salvarla. Necesitaba que la puja subiera suficiente, que alguien se gastara una fortuna en llevárselo a casa, fuera cual fuera el motivo. Se armó de valor y tras tragar saliva con dificultad, abrió la boca. Sus palabras sonaron entrecortadas, tenía miedo y vergüenza. No podía cambiar su personalidad de la noche a la mañana, menos de un segundo para otro. Pero lo que importaba era que había reunido fuerza suficiente para intentar hacer algo. Le habían dicho las cosas que más se valoraban en aquel tipo de lugares, así que intentó partir de aquel punto. -Soy católico practicante… Nunca me he besado con una mujer, ni siquiera la he tomado de la mano, excepto a mi hermana o mi madre…- Miró alrededor, aunque los que alzaban las manos estaban muy oscuros y a él la lumbre le daba de lleno en la cara, impidiéndole ver más allá de dos palmos de su nariz. -Soy huérfano desde hace dos años… ayudo en la iglesia, en el comedor social… Coso ropa para los pobres…- No sabía ya qué más decir para dejar en claro que era, tal y como le había dicho el brujo: puro. Pero ni aunque hubiese deseado seguir se lo hubiesen permitido, porque apareció enseguida un hombre tras él y le cubrió la boca con una mordaza de tela para que callara.
Transcurridos unos minutos, les hicieron salir de uno en uno a una especie de escenario. Aquello parecía un teatro, o al menos la idea que el joven italiano tenía de lo que debía ser uno. Primero era el turno de los varones. Les hicieron quedar de pie en la parte más alejada al borde de la tarima y luego, uno a uno, iban acercándose al centro, donde más luz había, quedando expuestos a cientos de ojos que los analizaban y escrutaban. Iban todos atados de los pulgares a la espalda y con un grillete al cuello, preparado para cuando fueran vendidos al que más dinero ofreciera por ellos. Una vez todos fueron estudiados por los ricachones, volvieron a sacarles de uno en uno, pero ésta vez ya para que iniciara la pelea por las adquisiciones.
Algunos hombres y mujeres, pedían que les bajaran a los esclavos, porque así le parecía sentirse a Simon, para poder verlos de cerca y observar detalles como el color de sus ojos, la forma de las orejas o incluso el tamaño de sus testículos. Al parecer, algunos eran comprados para procrear, para que tuvieran más pequeños esclavos a los que doblegar en el futuro. Un sudor frío le recorrió la espalda al muchacho que, pronto, regresó al centro de la tarima y tras una breve explicación en la que aclaraban su virginidad como si fuera el bien más preciado que pudiera poseer, iniciaron las subidas de manos para comprarle. Se mordió el labio inferior y se tensó, pensando una y otra vez en su hermana, en que todo aquello lo hacía por ella, por salvarla. Necesitaba que la puja subiera suficiente, que alguien se gastara una fortuna en llevárselo a casa, fuera cual fuera el motivo. Se armó de valor y tras tragar saliva con dificultad, abrió la boca. Sus palabras sonaron entrecortadas, tenía miedo y vergüenza. No podía cambiar su personalidad de la noche a la mañana, menos de un segundo para otro. Pero lo que importaba era que había reunido fuerza suficiente para intentar hacer algo. Le habían dicho las cosas que más se valoraban en aquel tipo de lugares, así que intentó partir de aquel punto. -Soy católico practicante… Nunca me he besado con una mujer, ni siquiera la he tomado de la mano, excepto a mi hermana o mi madre…- Miró alrededor, aunque los que alzaban las manos estaban muy oscuros y a él la lumbre le daba de lleno en la cara, impidiéndole ver más allá de dos palmos de su nariz. -Soy huérfano desde hace dos años… ayudo en la iglesia, en el comedor social… Coso ropa para los pobres…- No sabía ya qué más decir para dejar en claro que era, tal y como le había dicho el brujo: puro. Pero ni aunque hubiese deseado seguir se lo hubiesen permitido, porque apareció enseguida un hombre tras él y le cubrió la boca con una mordaza de tela para que callara.
Simon Woodstock- Humano Clase Baja
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 27/12/2017
Re: Desecrated +18 | privado
Los primeros en aparecer sobre la tarima se le antojaron meras copias uno de otro. Chicos jóvenes, blancos, de mirada confusa y cuerpo desnutrido. Probablemente huérfanos o hijos de pobres que no tenían ni una mísera migaja de pan que llevarse a la boca y cuyos oídos fueron engañados con falsas promesas de una vida mejor. Tal vez incluso comprados a sus propios padres, quienes para alejarse del gélido invierno se calentaban mutuamente por las noches llenando la casa de bocas que alimentar. Ninguno de ellos valía lo que se estaba ofreciendo, pues cualquiera sería capaz de hacerse con uno cualquier noche de ronda por París. Pondría la mano al fuego que serían sumisos con tal de seguir viviendo alejados del frío húmedo de las calles, sin tener que dormir con un ojo abierto por si venían las ratas a morderle los dedos. Ninguno le interesaba lo más mínimo, tanto por cómo agachaban la cabeza como por el débil estado de sus cuerpos. No durarían más que un suspiro en caso de tenerlos delante, de modo que siguió esperando a ver al indicado, observando medio aburrido cómo los demás vejestorios pujaban por cada corderito desvalido. Y entonces apareció él.
Piel ligeramente tostada por el sol del Mediterráneo y el inconfundible cabello azabache del sur. Español, tal vez, o italiano. Qué importaba. Su cuerpo, aunque tan delgado como el de los demás, mostraba el lustro propio de una buena alimentación durante la época de crecimiento. Aún podían percibirse los músculos en brazos y piernas igual que dunas entre valles huesudos; sin duda sería mucho más resistente que cualquiera de los demás. No obstante, no fue aquello lo que más le atrajo de él. No. Eran sus ojos. Dos luceros teñidos por el miedo y la incertidumbre, ocultos bajo un mal construido velo de auto determinación. Quizás fuera el que en mayor engaño hubiera caído. Aquel joven estaba ahí con un propósito, uno con el que sí podría el cambiante jugar, retorcer y utilizar en su contra. Un motivo era sinónimo de aguante, más si estaba dispuesto a ofrecer su propio cuerpo. Ni siquiera prestó atención a sus palabras, aunque sí las escuchó, la elección ya estaba más que tomada antes de que abriera boca.
Las pujas subieron rápidamente gracias al atractivo del chico, pero Wrath ya había elegido y no estaba dispuesto a perder más tiempo. Se puso en pie cuan alto era y dejó la pesada bolsa que Envidia le dio, llena de dinero, sobre el pedestal de madera donde el oficiante zanjaba las subastas. Se acercó al oído de este con una radiante sonrisa, totalmente tenebrosa ante el contraste con su mirada desquiciada, y susurró con mucha calma. - Si aprecia su mísera y aburrida vida, le aconsejo que me de a ese muchacho sin marear más la perdiz. Aquí tiene su dinero... - señaló con un rápido vistazo el saco y se irguió, mirando de reojo cómo los dos hombres de seguridad esperaban indicaciones para actuar. Mas el anfitrión se limitó a alzar una trémula mano, alejándolos, y gritó "vendido" sin querer comprobar qué tan cierta fue la amenaza del cambiante.
Bajaron al italiano de la tarima para llevarlo a la pequeña sala donde se encontró con su comprador. Wrath estaba apoyado en una mesa, con una escueta sonrisa bailando en sus labios y la mirada más pacífica -algo que no solía augurar nada bueno. Se puso en pie acercándose al joven, cogiéndole del mentón para ver con mayor detalle sus facciones, el color de sus ojos, e incluso el movimiento de las alas de la nariz, las cuales dejaban constancia de su miedo. - Mi nombre es Wrath y ahora eres mío. Antes de llevarte conmigo, quiero saber por qué... o, más bien, por quién estás haciendo esto. Tal vez podría serte de ayuda...
Piel ligeramente tostada por el sol del Mediterráneo y el inconfundible cabello azabache del sur. Español, tal vez, o italiano. Qué importaba. Su cuerpo, aunque tan delgado como el de los demás, mostraba el lustro propio de una buena alimentación durante la época de crecimiento. Aún podían percibirse los músculos en brazos y piernas igual que dunas entre valles huesudos; sin duda sería mucho más resistente que cualquiera de los demás. No obstante, no fue aquello lo que más le atrajo de él. No. Eran sus ojos. Dos luceros teñidos por el miedo y la incertidumbre, ocultos bajo un mal construido velo de auto determinación. Quizás fuera el que en mayor engaño hubiera caído. Aquel joven estaba ahí con un propósito, uno con el que sí podría el cambiante jugar, retorcer y utilizar en su contra. Un motivo era sinónimo de aguante, más si estaba dispuesto a ofrecer su propio cuerpo. Ni siquiera prestó atención a sus palabras, aunque sí las escuchó, la elección ya estaba más que tomada antes de que abriera boca.
Las pujas subieron rápidamente gracias al atractivo del chico, pero Wrath ya había elegido y no estaba dispuesto a perder más tiempo. Se puso en pie cuan alto era y dejó la pesada bolsa que Envidia le dio, llena de dinero, sobre el pedestal de madera donde el oficiante zanjaba las subastas. Se acercó al oído de este con una radiante sonrisa, totalmente tenebrosa ante el contraste con su mirada desquiciada, y susurró con mucha calma. - Si aprecia su mísera y aburrida vida, le aconsejo que me de a ese muchacho sin marear más la perdiz. Aquí tiene su dinero... - señaló con un rápido vistazo el saco y se irguió, mirando de reojo cómo los dos hombres de seguridad esperaban indicaciones para actuar. Mas el anfitrión se limitó a alzar una trémula mano, alejándolos, y gritó "vendido" sin querer comprobar qué tan cierta fue la amenaza del cambiante.
Bajaron al italiano de la tarima para llevarlo a la pequeña sala donde se encontró con su comprador. Wrath estaba apoyado en una mesa, con una escueta sonrisa bailando en sus labios y la mirada más pacífica -algo que no solía augurar nada bueno. Se puso en pie acercándose al joven, cogiéndole del mentón para ver con mayor detalle sus facciones, el color de sus ojos, e incluso el movimiento de las alas de la nariz, las cuales dejaban constancia de su miedo. - Mi nombre es Wrath y ahora eres mío. Antes de llevarte conmigo, quiero saber por qué... o, más bien, por quién estás haciendo esto. Tal vez podría serte de ayuda...
Wrath- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 19/12/2017
Re: Desecrated +18 | privado
No entendió muy bien lo que ocurría cuando las supuestas pujas iniciaron. Había sonidos, gestos, pero nadie hablaba, al menos hasta que aquel hombre se subió a la tarima de exposición y se acercó al oficiante de la subasta. Tampoco fue capaz de escuchar lo que le decía, pero sus ojos se clavaron en aquella figura imponente que, aún en la distancia, parecía emanar una especie de aura poderosa.
Fuera como fuere, pronto cogieron al joven italiano y se lo llevaron del escenario para trasladador a una sala más pequeña, cerrada y en la que no había nadie, o eso pensó hasta que giró a la derecha y apoyado en una mesa se encontró con aquella silueta que le observaba con una extraña sonrisa. Se quedó quieto mientras el contrario se aproximaba, estudiándole como lo haría un ornitólogo a un ave rara, como si acabara de descubrir una especie nueva. Dejó que le tocara intentando que no se le notara demasiado lo nervioso que estaba, el miedo que sentía por la locura que estaba cometiendo al venderse al mejor postor. Pero todo lo hacía por ella, por Balbina, aquella persona que aún le hacía sonreír y luchar en la vida, la única mujer que hacía latir su corazón. Su pequeña y dulce Balbina. Mas en otro lugar, aquella persona por la que él estaba dándolo todo, había dejado de pelear para seguir adelante, se había rendido ante una bruja y el destino que alguien había marcado para ella, el sino de ser un recipiente vacío.
Desvió la mirada, incómodo con la intensidad de los orbes de aquel desconocido que se empeñaba en pegar su rostro al de Simon. -Lo hago por mi hermana…- Mentir era pecado, y el muchacho era una persona honesta, dedicada, altruista, creyente practicante. Confiaba en Dios, en la bondad de la gente, en que todo tenía un propósito y un m motivo de ser. Así que si le preguntaban, él no ocultaría la verdad, salvo que fuera para proteger a Balbina, sólo esa razón tendría el peso suficiente para traicionar toda su fe y cometer blasfemia.
No le importaba seguir desnudo, el cuerpo no era motivo de vergüenza si el que tenía delante era otro hombre, pues la cosa sería muy distinta si una dama se encontrara frente a él, embriagándole de pudor y vergüenza por someter a una damisela a tal bochorno como tener que ver a un joven sin ropa, incapaz de cubrirse más que los genitales con las manos, pues seguía con ellas atadas, ahora delante, cubriendo justo su entrepierna, más por comodidad que por otra cosa en aquellos instantes.
Fuera como fuere, pronto cogieron al joven italiano y se lo llevaron del escenario para trasladador a una sala más pequeña, cerrada y en la que no había nadie, o eso pensó hasta que giró a la derecha y apoyado en una mesa se encontró con aquella silueta que le observaba con una extraña sonrisa. Se quedó quieto mientras el contrario se aproximaba, estudiándole como lo haría un ornitólogo a un ave rara, como si acabara de descubrir una especie nueva. Dejó que le tocara intentando que no se le notara demasiado lo nervioso que estaba, el miedo que sentía por la locura que estaba cometiendo al venderse al mejor postor. Pero todo lo hacía por ella, por Balbina, aquella persona que aún le hacía sonreír y luchar en la vida, la única mujer que hacía latir su corazón. Su pequeña y dulce Balbina. Mas en otro lugar, aquella persona por la que él estaba dándolo todo, había dejado de pelear para seguir adelante, se había rendido ante una bruja y el destino que alguien había marcado para ella, el sino de ser un recipiente vacío.
Desvió la mirada, incómodo con la intensidad de los orbes de aquel desconocido que se empeñaba en pegar su rostro al de Simon. -Lo hago por mi hermana…- Mentir era pecado, y el muchacho era una persona honesta, dedicada, altruista, creyente practicante. Confiaba en Dios, en la bondad de la gente, en que todo tenía un propósito y un m motivo de ser. Así que si le preguntaban, él no ocultaría la verdad, salvo que fuera para proteger a Balbina, sólo esa razón tendría el peso suficiente para traicionar toda su fe y cometer blasfemia.
No le importaba seguir desnudo, el cuerpo no era motivo de vergüenza si el que tenía delante era otro hombre, pues la cosa sería muy distinta si una dama se encontrara frente a él, embriagándole de pudor y vergüenza por someter a una damisela a tal bochorno como tener que ver a un joven sin ropa, incapaz de cubrirse más que los genitales con las manos, pues seguía con ellas atadas, ahora delante, cubriendo justo su entrepierna, más por comodidad que por otra cosa en aquellos instantes.
Simon Woodstock- Humano Clase Baja
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 27/12/2017
Re: Desecrated +18 | privado
-Así que por tu hermana... - fue todo cuanto dijo, adornándolo con una sonrisa amigable que, para todo aquel que no le conociera, podía parecer real. Mas todo lo contrario. Un vínculo de sangre tan fuerte como para entregarse a cualquiera por el bien ajeno era lo que necesitaba para hacer más interesante aún su nuevo juguete. Se moría de ganas de explicarle a Envidia su plan, pero más ganas tenía aún de ponerlo en práctica. No obstante, sería paciente -algo poco común en él, por no decir nulo- para que fuera más divertido. Le indicó que esperara ahí y salió de la habitación, amenazando a un camarero para que le diera sus ropas, regresando con estas para pegarlas al pecho del joven. - Vístete - ordenó, manteniendo la enigmática sonrisa y sentándose en el borde de una mesa para observarlo mientras lo hacía.
Simon era atractivo, aunque la belleza física nunca fue algo que le interesara realmente a Wrath. Durante sus locos viajes por el inframundo parisino se había follado a tullidos, enfermos, incluso a una enana una vez. No solo porque lo que el resto de la sociedad despreciaba se le hiciera atractivo, sino porque aquellos despojos de la humanidad aceptaban cualquier cosa con tal de que alguien les tocara. De hecho, era a los únicos que no disfrutaba matando, de modo que les permitía seguir correteando por la vida sintiéndose benévolo con ello. Simon suponía una diversión distinta. El lienzo perfecto. Iba a dejar huella en cada centímetro de su bronceada piel y a convertirlo en una persona totalmente distinta por dentro. Y para ello debía romperlo en pedazos, para que cuando volviera a reconstruirse lo hiciera con un patrón marcado por él.
Estaba ansioso.
Una vez terminó de vestirse le indicó que le siguiera, a sabiendas que su inocencia aún pulcra haría de él un cachorrito por el momento. Lo guió en silencio por las calles, fumándose un cigarrillo mientras apartaba a manotazos cuando alguien se ponía en medio, gruñendo a todo aquel que se quejara por ello. No tenía tiempo que perder en peleas, quería llegar y estrenar su juguete nuevo. La casa de Envidia, que compartían tras la tapadera de hermanos, no estaba muy lejos del lugar, llegar fue cosa de minutos y al hacerlo le indicó que entrara primero y observara cuanto quisiera mientras él susurraba al ama de llaves.
-Puedes decirle a Envidia que he llegado. Luego prepara el baño. Venga, estás tardando - le dio una nalgada para que se apresurara y se acercó a Simon por detrás, poniéndole una mano en el hombro. - ¿Qué te parece tu nueva casa?
Simon era atractivo, aunque la belleza física nunca fue algo que le interesara realmente a Wrath. Durante sus locos viajes por el inframundo parisino se había follado a tullidos, enfermos, incluso a una enana una vez. No solo porque lo que el resto de la sociedad despreciaba se le hiciera atractivo, sino porque aquellos despojos de la humanidad aceptaban cualquier cosa con tal de que alguien les tocara. De hecho, era a los únicos que no disfrutaba matando, de modo que les permitía seguir correteando por la vida sintiéndose benévolo con ello. Simon suponía una diversión distinta. El lienzo perfecto. Iba a dejar huella en cada centímetro de su bronceada piel y a convertirlo en una persona totalmente distinta por dentro. Y para ello debía romperlo en pedazos, para que cuando volviera a reconstruirse lo hiciera con un patrón marcado por él.
Estaba ansioso.
Una vez terminó de vestirse le indicó que le siguiera, a sabiendas que su inocencia aún pulcra haría de él un cachorrito por el momento. Lo guió en silencio por las calles, fumándose un cigarrillo mientras apartaba a manotazos cuando alguien se ponía en medio, gruñendo a todo aquel que se quejara por ello. No tenía tiempo que perder en peleas, quería llegar y estrenar su juguete nuevo. La casa de Envidia, que compartían tras la tapadera de hermanos, no estaba muy lejos del lugar, llegar fue cosa de minutos y al hacerlo le indicó que entrara primero y observara cuanto quisiera mientras él susurraba al ama de llaves.
-Puedes decirle a Envidia que he llegado. Luego prepara el baño. Venga, estás tardando - le dio una nalgada para que se apresurara y se acercó a Simon por detrás, poniéndole una mano en el hombro. - ¿Qué te parece tu nueva casa?
Wrath- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 19/12/2017
Re: Desecrated +18 | privado
Simon era un muchacho inocente, crédulo y con buen corazón, así que al ver la sonrisa que aquel hombre que había pagado por él le dedicaba, se lo tomó como una buena señal, sin saber todo lo que se ocultaba tras ella. En algún momento descubriría cuán retorcido podía ser aquel desconocido, mas por el momento tenía la esperanza de que Dios estuviera de su lado y le tendiera la mano para ayudar a su adorada hermana, aquella que sufría lejos de él, sometida al poder de un espíritu que dominaba su cuerpo y su mente, sometiéndola a su voluntad, opacando la verdadera personalidad de una chica que siempre fue risueña y cariñosa.
Cuando le entregó las ropas, ni se le pasó por la cabeza que se las hubiese robado a alguien, así que se las puso con cuidado, asegurándose de atinar con cada botón en su ojal correspondiente. Alisó las prendas sin preocuparse por la intensa mirada que se clavaba en él, a fin de cuentas, ambos eran varones, no había nada que ocultarse ni temer. Una vez estuvo listo, el que ahora era su propietario, le indicó que le siguiera y salieron a las calles de París nuevamente. Se agradecía llevar el cuerpo mejor cubierto pues a aquellas horas arreciaba el frío húmedo de la noche.
No se fijó demasiado en las calles que tomaron, los giros ni los lugares que, más tarde, tal vez pudiera reconocer. Su mente estaba en otra parte, con una bruja que estaría ahora contando el dinero para cubrir los gastos de una cura, o eso le había prometido al italiano de ascendencia inglesa.
Ya incluso antes de entrar en la gran mansión, la boca del muchacho se había desencajado. Estaba claro que alguien que pudiera pagar el coste de una persona viva para hacer con ella cuanto quisiera, no iba a vivir debajo de un puente, pero aquello le sorprendió hasta el punto de sobrecogerle. Los orbes del de cabellos rizados bailaban de un lado a otro, de un objeto a otro, entre cuadros, vasijas, muebles tallados a mano… Todo era excesivamente presuntuoso a la vez que hermoso, pero demasiado para que alguien de su clase fuera capaz de apreciarlo como merecía. Se sobresaltó cuando la mano ajena le tocó, porque se había quedado anonadado con todo lo que le envolvía. -Es… muy grande. ¿Vives aquí solo?- No había estado escuchando cuando hablaba con la sirvienta, pues espiar era algo que estaba muy mal visto según sus creencias e, inocentemente, fue incapaz de callarse antes de preguntar.
Cuando le entregó las ropas, ni se le pasó por la cabeza que se las hubiese robado a alguien, así que se las puso con cuidado, asegurándose de atinar con cada botón en su ojal correspondiente. Alisó las prendas sin preocuparse por la intensa mirada que se clavaba en él, a fin de cuentas, ambos eran varones, no había nada que ocultarse ni temer. Una vez estuvo listo, el que ahora era su propietario, le indicó que le siguiera y salieron a las calles de París nuevamente. Se agradecía llevar el cuerpo mejor cubierto pues a aquellas horas arreciaba el frío húmedo de la noche.
No se fijó demasiado en las calles que tomaron, los giros ni los lugares que, más tarde, tal vez pudiera reconocer. Su mente estaba en otra parte, con una bruja que estaría ahora contando el dinero para cubrir los gastos de una cura, o eso le había prometido al italiano de ascendencia inglesa.
Ya incluso antes de entrar en la gran mansión, la boca del muchacho se había desencajado. Estaba claro que alguien que pudiera pagar el coste de una persona viva para hacer con ella cuanto quisiera, no iba a vivir debajo de un puente, pero aquello le sorprendió hasta el punto de sobrecogerle. Los orbes del de cabellos rizados bailaban de un lado a otro, de un objeto a otro, entre cuadros, vasijas, muebles tallados a mano… Todo era excesivamente presuntuoso a la vez que hermoso, pero demasiado para que alguien de su clase fuera capaz de apreciarlo como merecía. Se sobresaltó cuando la mano ajena le tocó, porque se había quedado anonadado con todo lo que le envolvía. -Es… muy grande. ¿Vives aquí solo?- No había estado escuchando cuando hablaba con la sirvienta, pues espiar era algo que estaba muy mal visto según sus creencias e, inocentemente, fue incapaz de callarse antes de preguntar.
Simon Woodstock- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/12/2017
Re: Desecrated +18 | privado
Efectivamente, se trataba de una casa enorme. Demasiado para el gusto de Wrath, aunque era mejor eso que cualquier cuchitril de los que había visitado por París. Al menos ahí dentro no se sentía tan enjaulado ni falto de libertad, incluso acabó acostumbrándose con el tiempo a dormir en la que era su habitación -antes de eso lo hacía siempre en el jardín, arriba de un árbol o en cualquier hueco seco en la tierra. De todos modos, los momentos que pasaba en la casa eran muy puntuales, su vida estaba y estaría siempre en las calles armando jaleo, algo que iba a cambiar con la llegada de su nuevo juguete.
Había decidido que Simon iba a quedarse en su misma alcoba, la cual estaba en el último piso y daba a la parte trasera, un sitio ideal para que nadie escuchara los gritos que en ocasiones escapaban de esas cuatro paredes. El joven italiano no era su primer juguete, había tenido otros que irremediablemente acabaron rotos por su brutalidad. Hombres, la gran mayoría, más resistentes en comparación con cualquier mujer mortal y con un ego marcado. Resultaba más divertido doblegarlos. Como Simon era una compra especial pensó en un principio en el sótano, pero Envidia ya le había comentado lo frágiles que podían ser los humanos ante las humedades y bajas temperaturas, de modo que dejaría aquel lugar para esporádicas torturas. Algunas de las cuales ya rondaban su desequilibrada cabeza.
Ladeó una sonrisa sin soltar el agarre en su hombro. - Negativo. La casa es de mi madre, a la cual conocerás más adelante. Y a parte de nosotros también reside el servicio. Pero ninguno de ellos debe importarte - le empujó para que caminara hacia la escalinata que llevaba a la balaustrada de la segunda planta y de ahí al pasillo de la izquierda, el cual daba a otras escaleras que subían hasta el último piso. Al abrir la puerta solo había una cosa imperando por encima de todo: oscuridad. Las cortinas estaban corridas impidiendo la entrada de la luz y aún así esta lograba abrirse paso por el minúsculo espacio que la tela susurraba a ras de suelo. Avanzó perdiéndose en la negrura, dejando al italiano parado en la puerta, y pasaron unos silenciosos segundos antes de que encendiera las velas de un dorado candelabro.
Los únicos muebles de la estancia eran una gran cama con las barras del dosel desprovistas de cortinas, ubicada en el centro contra la pared, y un armario cuyas puertas parecían haber sido destrozadas a puñetazos -Wrath nunca fue bueno lidiando con la frustración. - Esta es mi habitación... y ahora también la tuya - murmuró con la voz ronca, dejando el candelabro en el suelo. Se echó atrás para desaparecer de nuevo y colocarse a su espalda para ponerle el que, a partir de ese momento, sería el único y silencioso compañero de Simon. Un collar de cuero con una gruesa argolla colgando en la nuca a modo de cierre. - Acostúmbrate a la oscuridad... porque ya no saldrás de ella.
Había decidido que Simon iba a quedarse en su misma alcoba, la cual estaba en el último piso y daba a la parte trasera, un sitio ideal para que nadie escuchara los gritos que en ocasiones escapaban de esas cuatro paredes. El joven italiano no era su primer juguete, había tenido otros que irremediablemente acabaron rotos por su brutalidad. Hombres, la gran mayoría, más resistentes en comparación con cualquier mujer mortal y con un ego marcado. Resultaba más divertido doblegarlos. Como Simon era una compra especial pensó en un principio en el sótano, pero Envidia ya le había comentado lo frágiles que podían ser los humanos ante las humedades y bajas temperaturas, de modo que dejaría aquel lugar para esporádicas torturas. Algunas de las cuales ya rondaban su desequilibrada cabeza.
Ladeó una sonrisa sin soltar el agarre en su hombro. - Negativo. La casa es de mi madre, a la cual conocerás más adelante. Y a parte de nosotros también reside el servicio. Pero ninguno de ellos debe importarte - le empujó para que caminara hacia la escalinata que llevaba a la balaustrada de la segunda planta y de ahí al pasillo de la izquierda, el cual daba a otras escaleras que subían hasta el último piso. Al abrir la puerta solo había una cosa imperando por encima de todo: oscuridad. Las cortinas estaban corridas impidiendo la entrada de la luz y aún así esta lograba abrirse paso por el minúsculo espacio que la tela susurraba a ras de suelo. Avanzó perdiéndose en la negrura, dejando al italiano parado en la puerta, y pasaron unos silenciosos segundos antes de que encendiera las velas de un dorado candelabro.
Los únicos muebles de la estancia eran una gran cama con las barras del dosel desprovistas de cortinas, ubicada en el centro contra la pared, y un armario cuyas puertas parecían haber sido destrozadas a puñetazos -Wrath nunca fue bueno lidiando con la frustración. - Esta es mi habitación... y ahora también la tuya - murmuró con la voz ronca, dejando el candelabro en el suelo. Se echó atrás para desaparecer de nuevo y colocarse a su espalda para ponerle el que, a partir de ese momento, sería el único y silencioso compañero de Simon. Un collar de cuero con una gruesa argolla colgando en la nuca a modo de cierre. - Acostúmbrate a la oscuridad... porque ya no saldrás de ella.
Wrath- Cambiante Clase Media
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Re: Desecrated +18 | privado
No había visto más que el vestíbulo, las escaleras y los arcos que daban a otras estancias, pero sólo por el tamaño de lo que alcanzaban a vislumbrar sus ojos, ya sabía que aquel lugar era excesivamente grande incluso para las personas que había nombrado, a no ser que en el servicio hubiera cien personas trabajando, claro. Sus orbes viajaban de un lado a otro, atónitas ante las extrañas obras de arte, la impoluta disposición de los objetos y lo limpio que estaba todo, como si le pasaran un plumero cada cinco minutos.
Empezó a caminar cuando aquel que ahora era su dueño le empujó desde atrás. Avanzaba sin conocer su destino, subiendo peldaños, recorriendo pasillos, girando esquinas. Había tantísimas puertas y largos, larguísimos metros de corredores cuyo final dudaba descubrir siquiera algún día. Más que una mansión parecía un laberinto, obviamente no tan complicado, pero uno podría perderse allí sin duda si no tomaba los estrambóticos cuadros y figuras como puntos de referencia.
En cuanto, al fin, dejaron de moverse y llegaron allí a donde le había querido llevar Wrath, se sorprendió por lo distinta que era aquella habitación en comparación al resto del lugar. Era sombría, oscura en realidad, no tenía casi nada, al menos que pudiera verse, sin arte, sin a penas muebles. Quiso girarse a preguntar, pero las manos ajenas se acercaron a su cuello y lo rodearon con algo. Se llevó los dedos de la diestra a tocarlo y se percató que era un collar como los que, algunos dueños, les colocaban a sus perros. -Pero no se ve nada en la oscuridad…- Comentó con toda la inocencia del mundo, aquella que aún envolvía al humano entre sus brazos. Él no sabía lo que le aguardaba allí, no tenía la menor idea. Le habían contado cosas, pero ninguna se acercaba a lo que debía estar planeando el cambiante.
Terminó por darse la vuelta y mirar al tipo, por educación principalmente, ya que desde niño le habían inculcado que cuando se hablaba con alguien, había que estarse viendo directamente a los ojos, pues eso significaba respeto, siempre que se hiciera como era debido, sino podía significar un reto. Y el chico carecía de la maldad suficiente para que cuando él mirara a otro ser, pudiera significar algo negativo. -Me llamo Simon…- Dijo, pues se había dado cuenta que el que le había comprado se había presentado ya en el Molly House, y él, en cambio, aún no le había revelado su nombre, algo que debería haber hecho desde el principio y por lo que se avergonzaba ahora.
Empezó a caminar cuando aquel que ahora era su dueño le empujó desde atrás. Avanzaba sin conocer su destino, subiendo peldaños, recorriendo pasillos, girando esquinas. Había tantísimas puertas y largos, larguísimos metros de corredores cuyo final dudaba descubrir siquiera algún día. Más que una mansión parecía un laberinto, obviamente no tan complicado, pero uno podría perderse allí sin duda si no tomaba los estrambóticos cuadros y figuras como puntos de referencia.
En cuanto, al fin, dejaron de moverse y llegaron allí a donde le había querido llevar Wrath, se sorprendió por lo distinta que era aquella habitación en comparación al resto del lugar. Era sombría, oscura en realidad, no tenía casi nada, al menos que pudiera verse, sin arte, sin a penas muebles. Quiso girarse a preguntar, pero las manos ajenas se acercaron a su cuello y lo rodearon con algo. Se llevó los dedos de la diestra a tocarlo y se percató que era un collar como los que, algunos dueños, les colocaban a sus perros. -Pero no se ve nada en la oscuridad…- Comentó con toda la inocencia del mundo, aquella que aún envolvía al humano entre sus brazos. Él no sabía lo que le aguardaba allí, no tenía la menor idea. Le habían contado cosas, pero ninguna se acercaba a lo que debía estar planeando el cambiante.
Terminó por darse la vuelta y mirar al tipo, por educación principalmente, ya que desde niño le habían inculcado que cuando se hablaba con alguien, había que estarse viendo directamente a los ojos, pues eso significaba respeto, siempre que se hiciera como era debido, sino podía significar un reto. Y el chico carecía de la maldad suficiente para que cuando él mirara a otro ser, pudiera significar algo negativo. -Me llamo Simon…- Dijo, pues se había dado cuenta que el que le había comprado se había presentado ya en el Molly House, y él, en cambio, aún no le había revelado su nombre, algo que debería haber hecho desde el principio y por lo que se avergonzaba ahora.
Simon Woodstock- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/12/2017
Re: Desecrated +18 | privado
Cualquiera ante tal muestra de esclavitud se habría cabreado, revuelto, el más débil al menos habría preguntado qué estaba ocurriendo. Simon no. Ese italiano de facciones afeminadas hizo pensar a Wrath -algo que no ocurría muy a menudo, no era considerado precisamente un pensador- sin poder llegar a una conclusión. ¿Podía existir alguien tan sumamente sumiso o era todo parte de un papel que interpretar para, tal vez, ganarse su confianza y escapar? Fuera cual fuera la respuesta no iba a ponerle las cosas fáciles. Era Simon quien debía ganarse su confianza, de lo contrario jamás volvería a ver la luz del sol porque, como buena casa de vampiro, la vida allí dentro era totalmente nocturna. Dormían de día y salían de noche, incluso él mismo sin estar sometido a la muerte en vida había ido restando horas de sol. Pero si el chico se portaba bien y no le daba motivos para sospechar, tal vez más adelante lo sacara a pasear.
-Aprenderás a ver en la oscuridad. En esta casa está prohibido correr las cortinas durante el día. Mi madre es una vampira, si ella sufre el más mínimo daño por tu culpa ten por seguro que tu vida habrá acabado - aún detrás de él, pasó un brazo alrededor de su pecho y se acercó a su oído -. No te preocupes por lo que ella caza, tú eres MI presa, nadie más te pondrá una mano encima - rió entre dientes y le lamió la mejilla con total descaro, desde el suavizado mentón hasta el pequeño montículo que era su pómulo.
-Me importa una mierda tu nombre. Voy a ponerte unas normas muy sencillas - siseó más serio, sin soltar el agarre en su cuerpo -. Uno: harás todo lo que yo te diga, cuando yo te diga. Dos: no tienes permiso para hablar con nadie más en esta casa, a excepción de mi madre si decide presentarse ante ti. Y tres: cuando tengas hambre, sed, ganas de mear o cualquier otra petición, vas a tener que ganártelo. Y no me sirve un "por favor", esas mariconadas son para los pijos con dinero, algo que ni tú ni yo somos. Ofréceme tu cuerpo, dame un servicio o diviérteme, cualquiera de esas opciones servirá siempre y cuando quede satisfecho. Dime, ¿lo has entendido?
Esperó por su respuesta antes de finalmente soltarlo en medio de aquella trémula oscuridad y se dirigió a la puerta por la que habían entrado. Puso la mano en el pomo, pero no salió todavía. Aprovechó que la negrura le ocultaba el rostro para añadir algo más. - ¿Necesitas alguna cosa en este momento...?
-Aprenderás a ver en la oscuridad. En esta casa está prohibido correr las cortinas durante el día. Mi madre es una vampira, si ella sufre el más mínimo daño por tu culpa ten por seguro que tu vida habrá acabado - aún detrás de él, pasó un brazo alrededor de su pecho y se acercó a su oído -. No te preocupes por lo que ella caza, tú eres MI presa, nadie más te pondrá una mano encima - rió entre dientes y le lamió la mejilla con total descaro, desde el suavizado mentón hasta el pequeño montículo que era su pómulo.
-Me importa una mierda tu nombre. Voy a ponerte unas normas muy sencillas - siseó más serio, sin soltar el agarre en su cuerpo -. Uno: harás todo lo que yo te diga, cuando yo te diga. Dos: no tienes permiso para hablar con nadie más en esta casa, a excepción de mi madre si decide presentarse ante ti. Y tres: cuando tengas hambre, sed, ganas de mear o cualquier otra petición, vas a tener que ganártelo. Y no me sirve un "por favor", esas mariconadas son para los pijos con dinero, algo que ni tú ni yo somos. Ofréceme tu cuerpo, dame un servicio o diviérteme, cualquiera de esas opciones servirá siempre y cuando quede satisfecho. Dime, ¿lo has entendido?
Esperó por su respuesta antes de finalmente soltarlo en medio de aquella trémula oscuridad y se dirigió a la puerta por la que habían entrado. Puso la mano en el pomo, pero no salió todavía. Aprovechó que la negrura le ocultaba el rostro para añadir algo más. - ¿Necesitas alguna cosa en este momento...?
Wrath- Cambiante Clase Media
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Re: Desecrated +18 | privado
La contestación de su nuevo dueño le dejó un poco desconcertado, pues creía que lo primero que se solía hacer al adquirir una mascota era ponerle un nombre, bautizarla, pero en el caso de Simon, eso ya lo tenía hecho, había sido bendecido por Dios hacía ya veintitrés años. Sin embargo, Wrath no le dio importancia alguna a tal cosa, al contrario, pareció despreciar incluso la palabra del señor que había aceptado al joven italiano en su seno cristiano, bajo aquel nombre que sus padres, con mucho amor, le habían buscado. A la vista de cualquiera estaría que el cambiante era un ser sin escrúpulos y que las sonrisas que, de vez en cuando, asomaban a sus labios, estaban teñidas de mentiras y ocultaban una verdad oscura como el fondo del pozo más hondo aún desconocido para el ser humano. Sin embargo, el joven de cabellos rizados era puro hasta lo absurdo y su mente no era capaz de ver aún la maldad que se cernía sobre él. Ni siquiera porque le llamara presa sospechó. Tenía claro que había sido comprado y que seguramente sería obligado a mantener relaciones sexuales, porque aquello era lo que todos los esclavos habían estado comentando en el trayecto hasta el Molly House. Y le parecía que su cuerpo era un pequeño precio que pagar a cambio de la vida de su hermana.
Fueron las últimas palabras del hombre las que hicieron darse cuenta a Simon de lo que le esperaba a partir de aquel momento. No porque tuviera que entregarse a alguien sin amor ni matrimonio previo, sino porque iba a tener que ganarse desde el agua que necesitara para calmar la sed al uso del urinario. No sabía cómo satisfacer a ese desconocido. Lo único que le consolaba era que el pago por tenerle ya estaba hecho y, por tanto, Balbina sería curada. Si él moría a lo largo de las próximas semanas, lo haría sintiéndose feliz y tranquilo, porque había hecho lo correcto. Asintió de nuevo a aquel severo “¿Lo has entendido?” y paseó la yema de sus dedos por el cuero que ahora le rodeaba el cuello.
Una vez solo en mitad de la oscuridad, desorientado y solo, al no sentir las manos ajenas ni la voz cercanas a su cuerpo, giró en la que creía era la dirección donde se encontraba su dueño. Mas cuando le escuchó hablar de nuevo, se percató que estaba más a la derecha. Su pregunta, por algún extraño motivo, erizó el vello que cubría sus brazos y nuca. -N-no necesito nada, gracias…- Alcanzó a responder, pues alejados como estaban, ya no valía con asentir o negar, tenía que abrir la boca y contestar verbalmente, aunque algo le decía que el hecho de ser obligado a actuar de cierta manera por aquel hombre, iba a ser a la vez su mismísima condena. Como si fuera a juzgarle por lo mismo que se veía necesitado a hacer porque el cambiante se lo exigiera. Retorcido, ilógico y cruel. Sacudió la cabeza, aquella idea no era suya y no sabía quién acababa de implantarla en su cabeza. -Por ahora estoy bien.- Intentó sonreír, aunque la comisura de sus labios no se elevó tanto como él hubiera deseado.
Fueron las últimas palabras del hombre las que hicieron darse cuenta a Simon de lo que le esperaba a partir de aquel momento. No porque tuviera que entregarse a alguien sin amor ni matrimonio previo, sino porque iba a tener que ganarse desde el agua que necesitara para calmar la sed al uso del urinario. No sabía cómo satisfacer a ese desconocido. Lo único que le consolaba era que el pago por tenerle ya estaba hecho y, por tanto, Balbina sería curada. Si él moría a lo largo de las próximas semanas, lo haría sintiéndose feliz y tranquilo, porque había hecho lo correcto. Asintió de nuevo a aquel severo “¿Lo has entendido?” y paseó la yema de sus dedos por el cuero que ahora le rodeaba el cuello.
Una vez solo en mitad de la oscuridad, desorientado y solo, al no sentir las manos ajenas ni la voz cercanas a su cuerpo, giró en la que creía era la dirección donde se encontraba su dueño. Mas cuando le escuchó hablar de nuevo, se percató que estaba más a la derecha. Su pregunta, por algún extraño motivo, erizó el vello que cubría sus brazos y nuca. -N-no necesito nada, gracias…- Alcanzó a responder, pues alejados como estaban, ya no valía con asentir o negar, tenía que abrir la boca y contestar verbalmente, aunque algo le decía que el hecho de ser obligado a actuar de cierta manera por aquel hombre, iba a ser a la vez su mismísima condena. Como si fuera a juzgarle por lo mismo que se veía necesitado a hacer porque el cambiante se lo exigiera. Retorcido, ilógico y cruel. Sacudió la cabeza, aquella idea no era suya y no sabía quién acababa de implantarla en su cabeza. -Por ahora estoy bien.- Intentó sonreír, aunque la comisura de sus labios no se elevó tanto como él hubiera deseado.
Simon Woodstock- Humano Clase Baja
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