Stranger in a strange land | Libre

por **Sabrienne Delacroix** Vie Ene 05, 2018 3:21 pm

Stranger in a strange land

Palacio Royal

Suspiro tras suspiro, la no-vida de Sabrienne parecía consumirse. Apoyada en el pasamanos de una escalera que llebaba a ninguna parte, la diablesa observaba desganada a cada una de las piezas de aquel remilgado ajedrez. Hombres, mujeres, niños. Ellos; rechonchos, patanes y ebrios. Ellas; estiradas, arrugadas y ridículamente pretenciosas. Nada como una celebración donde la premisa del calor humano se desnuda sin pudor mostrando su presuntuosa, fría y auténtica alma.

Una vez más, el Maestro de la francesa debía asistir a un encuentro donde mirar por encima del hombro era marca de la casa: una fiesta de la alta sociedad. Intentando, como siempre, buscar la complicidad de la joven hacia esta clase de eventos. "Misión imposible" reía ella para si.

¿Qué sucedió entonces aquella noche que cambió el paradigma de la misma, dando algo más de vida a los ojos de Sabrienne y a su curioso interés?
"¡Es un monstruo!" vociferó alguien en quien nadie había reparado -como no reparaban en nadie más que en ellos mismos-. "Tiene cola y alas y dientes y mucho pelo y... " bueno, una sarta de absurdeces de quien deja que el miedo le diga lo que debe ver. Una descripción sin pies ni cabeza, pero sí con sombrero.
Todos menos la mujer salieron en busca del espectro de la ignorancia y fue entonces que Sabrienne comprendió que aquel no era el rumbo que alguien que buscara a aquel monstruo debía seguir. Su olfato, prácticamente todos sus instintos apostaban por el camino contrario. Fue entonces que sus pies la llevaron sin prisa ninguna pero con todo interés a uno de los balcones de aquel lugar para observar...

... como de aterradora era aquella bestia. O quizás no.

por **Catalina Visconti** Lun Ene 15, 2018 10:46 am

Catalina, la joven Duquesa había llegado a París hacía apenas unos días y ya le llamaba aquel lugar llamado Palacio Royal.
La duquesa se movió lentamente con su vestido que había comprado especialmente para esa velada que quería disfrutar en Francia.
La joven estaba afectada por la muerte de su padre, mucho la verdad, pero no quería tener que llorarle a todas horas, no lo quería lo suficiente, siempre la tenía encerrada estudiando y haciendo clases sin dejarle salir de su mansión y obligando a la joven a contraer nupcias y demás cosas que ella no quería siendo enviada a la corte francesa en la que hizo bastantes amigas.

La castaña subió a un hermoso carruaje hecho para ella, la única descendiente con vida del Duque Visconti. Era una bendición que no la hubiera casado con su primo, el hijo de la hermana de su padre o con algún hijo del su único primo para que la sangre Visconti no se perdiera en ella, aunque la joven Duquesa estaba comenzando a buscar algún que otro pretendiente para casarse y conseguir así una buena alianza y posición matrimonial y pasar el título a alguien que no sea el hijo de su primo cuando fallezca, pues no le caía muy bien.

La italiana llegó al palacio bajando con majestuosidad del carruaje y caminando hasta el interior de este.
Catalina cogió una bebida, era un vino francés. Le dio un sorbo bebiendo del líquido rojo. -Ningún vino es ni será comparable con el italiano. Lo único en lo que destacan estos franceses es en la moda.- Pensó la italiana con una sonrisa mientras seguía bebiendo.
Había cosas en la que Francia destacaba sobre Italia, y otras en las que no, y el vino no era una de ellas, en cambio la moda francesa y las joyas rusas lo eran sin dudarlo... Rusia... tal ves la joven duquesa planteará visitarla en verano, podía ser muy divertido.

por **Alekshandro Del Piero** Sáb Mar 31, 2018 9:50 pm

–¿Por qué Alek? ¿por qué estas con ellos? ¿Has olvidado tu juramento a dios, a la hermandad? – la espada se clavó directó en el corazón de aquel hombre silenciándolo por completo ante los ojos ambarinos de dos lupinos que babeaban por devorar aquel cadáver. Entonces la mano del monstruo apareció decapitando por completo a quien fue un humano arrojando sus miembros a las hambrientas fauces de los lobos.

La noche, la bella luna llena en el alto cielo acompañaron los pasos pesados de aquellos lobos y los pocos traidores que habían renunciado a sus juramentos y códigos para trabajar con los que antes fueron presas de sus propias manos. Alek, tomó uno de sus cigarros fumando lentamente hacia uno de los rehenes que habían capturado. Entre preguntas no encontró la respuesta que necesitaba, pero antes de darle muerte logró escapar –Seguidle no dejen que escape– grito con fuerza tomando su espada saliendo tanto él como otros en la persecución por toda la ciudad. Hombres y bestias fueron tras quien debía morir aquella noche.

La bulliciosa ciudad parisina, atrajo a varios lobos a dejarse ver provocando la histeria de muchos de aquellos humanos que jamás habían visto semejantes criaturas; los gritos llevaron al sentenciado a terminar buscando refugio en una fiesta privada en el palacio royal, lugar de la más alta alcurnia y personajes de la ciudad. Entre dos lobos y el propio del Piero ingresaron a la casa persiguiéndolo, uno de ellos se dejó ver en ese momento, creando más gritos entre los presentes alborotando a todos. El cazador golpeo a uno de los lobos indicándole que fuera hacia el otro costado del palacio llevando la atención hacia allá, mientras él buscaba al traidor huido.

Al encontrarlo ambos se enfrentaron por segundos, pero la espada de Alek fue más rápido al atravesarlo en el estómago clavándolo contra el jardín –No debiste haber escapado, era más sencillo para ti haber muerto con tus otros compañeros– uno de los lobos llegó rugiendo, pero Alek lo golpeo con la culata de la espada –Váyanse, han atraído demasiada atención ustedes por aquí, yo iré luego, llévate el cuerpo para que lo quemen con los otros.– dejó marchar al lobo con el muerto pero antes de dar un paso arrojó su espada contra la persona que ahora interrumpía su asesinato –¡oh bebe! No es bueno espiar así a un cazador. – sonríe con sarcasmo.

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