Ego fight // Privado - Wrath

Todos y cada uno de los niños que venían al mundo, fueran o no esperados, eran un lienzo en blanco. Pura bondad, decían algunos, aunque sería más concreto decir que eran pura "nada". Sus mentes no habían sido tocadas todavía, no sabían absolutamente nada de lo que les esperaba fuera de las entrañas de su madre. Y Wrath no fue distinto. Sus colores de la infancia, aunque a los que ahora le conocían pudiera sorprenderles, fueron suaves y alegres. Brochazos de cariño, paciencia y dedicación de la mano no solo de sus padres, sino de una comunidad entera de personas que, como él, tenían más de un don. Pero fueron precisamente esos dones los que cubrieron ese lienzo de un negro absoluto. La caza fue aniquilando año tras año a cada miembro del colectivo, mermando sus filas tan rápidamente como sus esperanzas de encontrar un lugar donde ser de nuevo felices. No era más que un mocoso cuando quedó completamente huérfano, obligado a huir del sitio donde creció con el fin de sobrevivir. Y lo logró. Tal vez fuera de los pocos que consiguió salir con vida del pequeño oasis paradisíaco que habían creado sus tatarabuelos.

Aquel pequeño niño murió dejándole la puerta abierta a Wrath.

No fue el paso del tiempo ni los acontecimientos del pasado los que le hicieron olvidar quién fue. Fue la ira, en el máximo esplendor de lo que representaba, lo que le había hecho precisamente personificarla. Una algarabía de rabia, odio, rencor, aborrecimiento y desprecio hacia la humanidad en sí se habían instalado en él hasta el punto de quebrar su mente y convertirle en el loco que ya todos conocen.

Falto de dinero en la primavera de su vida, se dejó coger por un grupo de esclavistas con un único fin: viajar gratis. El dolor de sus torturas durante el viaje no hizo más que mantener viva la llama del odio y recordarle que estaba vivo y dispuesto a destrozar todo a su paso igual que un tornado. Escapó de ellos nada más tocaron tierra y estuvo vagando de ciudad en ciudad sin meta ni rumbo, simplemente buscando diversión en la desgracia ajena. Un susurro, un pequeño gesto, era capaz de cualquier cosa con el fin de ver estallar una pelea a su alrededor. Era tanto su gusto por la sangre que, una vez llegó a Rumanía, decidió quedarse un tiempo tras descubrir las peleas callejeras. No solo encontraba diversión, sino que además le pagaban en caso de ganar. Y él siempre ganaba, aunque no siempre de buenos modos.

Ahí en la fría calle, medio desnudo y aparentemente recibiendo la paliza de su vida -nada más lejos de la realidad- era el hombre más dicho de la ciudad. Ninguno de los presentes parecía comprender qué ocurría en su mente para que, con su cuerpo ya lleno de sangre y el contrario cansándose de darle, luciera una de las más amplias sonrisas que su rostro permitiera. No fue siquiera consciente del silencio que se hizo alrededor ante la llegada de la dama de rojo, pero sí aprovechó la oportunidad cuando vio que su contrincante decantaba su atención hacia ella. De un salto se abalanzó hacia él y le cogió del cuello, tirándole al suelo por la fuerza del embiste. Sentado sobre su pecho, empezó a darle uno tras otro puñetazos sin descanso. La sangre del pobre condenado empezó a salpicar a su alrededor y el silencio quedó profanado por el ruido de sus huesos quebrándose bajo la fuerza de sus puños. En cuestión de minutos el rostro de aquel malnacido quedó hecho una masa hinchada, morada y llena de sangre, totalmente irreconocible para cualquiera.

Wrath no supo en qué momento el tipo había muerto, siguió descargando su ira descontrolada sobre su cadáver sin hacer caso al horror que exclamaba la gente a su alrededor. Finalmente un grupo de hombres encontró el valor de cogerlo para apartarlo del cuerpo destrozado, convirtiéndose en el blanco de la rabia del cambiante que uno a uno los fue dejando noqueados en el suelo mientras su sonrisa no desfalleció ni un solo milímetro. Parado en medio de aquella escena más propia del infierno, alzó la mirada y se encontró con la pelirroja.

-¿Te gusta el espectáculo?

hello there:

Se llevó la lengua a la punta de uno de sus propios colmillos cuando los de la pelirroja aparecieron, como si quisiera demostrarle que se había percatado de lo que era. Cierto que su aura la había delatado, pero el movimiento de la sin hueso fue más bien un acto inconsciente ante el descubrimiento. Aquel era el único modo de comprender mejor al cambiante, fijándose entre líneas en lo que su propio cuerpo, mediante gestos, delataba. - Podría no cohibirme ahora, si lo prefieres, y correrme entre ese par de tetas que tienes, zanahoria - si no medía sus actos, mucho menos sus palabras, pero ahí estaba la gracia cuando quería provocar la rabia allá donde fuera. Con la sonrisa siempre ancha en su rostro, bajó los brazos en actitud más relajada y se acercó algunos pasos hacia ella, mirándola desde arriba por la diferencia de alturas. No se cortó lo más mínimo en observarla de arriba a abajo, silbando suavemente por el cuerpo que tenía enfrente. Peores cosas se había follado, de eso no cabía duda. - ¿Estás segura que quieres invitarme a cenar? Te saldría más barato comprarme ropa, pero eh, no seré yo quien te quite la idea de la cabeza. Yo elijo el sitio.

Empezó a andar haciendo un ademán de mano indicándole que le siguiera, dando por sentado que lo haría, aunque de no ser así tampoco le importaba. Wrath no dependía de nadie, no quería nada de nadie y no esperaba nada de nadie. Además la interesada era ella, por lo que evidentemente le iría detrás. Cruzó el callejón más cercano, perdiéndose aparentemente por el intrínseco laberinto de calles de aquella aldea, hasta dar con una cantina cuyo ruido en su interior se escuchaba a kilómetros de distancia para alguien como ellos. Los más borrachos ya estaban fuera poniendo en práctica cualquier actividad que hubiera provocado un "no hay huevos" y, aunque por un instante se vio tentado de hacer estallar otra pelea, le dio más importancia a su estómago vacío.

El olor a carne a la brasa inundó sus orificios despertándole las tripas, que rugieron fieras nada más cruzar la puerta del establecimiento. Un antro como cualquier otro, nublado por el humo de una chimenea mal limpiada y ensordecedor por el gentío hablando a gritos. Eran sitios como aquel los que más "en casa" le hacían sentir, aunque no tuvieran nada que ver con sus verdaderas raíces.

-¿Y bien? - inquirió una vez tomaron asiento, esperando a la camarera. - ¿Qué es lo que quieres de mí? - se cruzó de brazos sobre la mesa inclinado hacia delante, mirándola a los ojos fijamente. - Intuyo que no es mi polla lo que buscas, tienes más pinta de ser de esas estiradas que parece que estén siempre oliendo a mierda. Lo que hace que me pregunte qué te ha llamado de mí...

Se pidió lo más fuerte que tuvieran, insistiendo en que quería la botella entera. No solo soportaba bien los golpes, también tenía una alta tolerancia al alcohol. Se desparramó bien en la silla, subiendo uno de sus pies enfundados en botas negras, y la miró con la misma sonrisa sibilina. - Uuh... menuda lengua, zanahoria. Pero tienes razón - alzó un brazo oliéndose la axila sin pudor alguno -, apesto a animal muerto. La plebe no tenemos bañeras de patas doradas en las que remojarnos los huevos. Aunque no te engañes, debajo de ese perfume que llevas eres tan carne muerta como yo - inclinó la cabeza una vez les trajeron lo pedido y le dio una nalgada a la camarera por simple provocación. Luego arrambló la botella haciendo caso omiso al vaso, dando el primer trago mientras miraba a la pelirroja de reojo. Si sus palabras le habían sorprendido no dejó que se notara.

-¿Y a qué viene ese interés en mi ira? ¿Acaso necesitas un matón para evitar que te rompas una uña? - del bolsillo del pantalón sacó lo que en otrora era un cigarrillo, pero que debido a la acción de minutos antes ya no era más que una bola arrugada de fino papel y tabaco deshilachado. Gruñó por ello, con el ceño fruncido, y se puso en pie recorriendo el local en dirección a un par de tipos que estaban fumando. De un capón certero a uno de ellos hizo que el cigarro se le cayera de los labios, cogiéndolo enseguida mientras le acariciaba la nuca golpeada en una muda amenaza. Volvió sobre sus pasos y se sentó en la misma posición de antes, más pancho aún tras obtener lo que quería. - ¿De qué hablábamos...? Ah sí, de mi naturaleza. ¿Qué sabes tú de ella? - arqueó una ceja, rascándose la ingle en un gesto relajado.

Wrath era una mezcla de desconfianza y temeridad. Por un lado, recelaba de todo y todos, evitando cualquier vínculo, pero de otro era capaz de lanzarse de cabeza a cualquier propuesta. Ya luego pensaría en las consecuencias. Sentía curiosidad por lo que una vampira como esa pudiera querer de él y más al comprobar por sus palabras que le había estado observando. No es que le sorprendiera; de hecho, aunque siempre estuviera en alerta, no prestaba atención más allá de lo que tenía cerca, lo justo para prevenir un ataque sorpresa.