Alec Windsor

Nacido el 7 de diciembre de 1752 en el condado de Essex, Inglaterra, Alec siempre estuvo destinado a ser algo más que un simple noble. Su familia, un clan de licántropos insertados en la alta sociedad desde los días de Isabel Tudor, habían mantenido siempre un estatus de respeto, aunque no necesariamente de poder. Ese aspecto fue algo que su madre, Sianna, estuvo dispuesta a cambia desde el principio. Su matrimonio con James Saymour, uno de los duques más poderosos del país no fue nada más que un acuerdo bien preparado por las familias de ambos y, aunque ella conocía demasiado bien las costumbres del noble, supo que su deber para consigo misma y su familia eran más importantes. La boda no fue nada del otro mundo para ella, puesto que no tenía ningún afecto por su marido. Sin embargo, un año después, obtuvo aquello que sabía que sí que quería: su hijo. Desde el principio se mantuvo lo mas cerca de Alec posible, sabiendo que antes o después ocuparía el lugar de su padre, y mas importante aún: su puesto en la especie.

Los primeros doce años de su vida fueron todo lo normales que podían ser, recibiendo una educación digna de su posición y apellido. No obstante, era en la oscuridad de la noche cuando Sianna hacia sus deberes de madre, enseñándole lo que era ser un licántropo, lo que debía esperar y lo que algún día por derecho seria suyo. Este tipo de educación a dos bandas fue el que separo a Alec completamente de la humanidad típica. Sabía que estaba destinado a ser mas que un simple hombre, un hecho que acrecentó hasta la saciedad su arrogancia y creencia de que el poder debía de ser suyo, a fin de cuentas: ¿no era un ser superior? ¿no era mas que cualquier humano? Con el paso del tiempo aquellos aspectos empezaron a desarrollar su carácter, deseando ser tan inteligente que no pudiese ser humano, mas frio que cualquier humano, mas encantador que cualquier humano. Hasta que finalmente dejo de serlo. Fue en el invierno de 1764 cuando Alec dejo toda su humanidad atrás. Considerado listo para pasar a formar parte de la manada espero en aquel bosque la llegada de su madre. La luna, fría y llena en el cielo, demostraba la llegada de su verdadero destino. Aunque el dolor fue de proporciones cataclismicas para él, aun hoy en día no se arrepiente de haber dejado hacer a su madre. Sianna le dio todas las herramientas, ahora solo tenía que empezar a usarlas.

Los años pasaron y con ellos Alec iba asentado su poder. Comenzó con cosas simples, entre las que estaba exponer las inmensas aventuras de su padre, de cómo dejaba de lado lo importante. No es que quisiese que se quedase con su madre, no era tan infantil, ni tampoco pretendía que hubiese fidelidad, aquello solo era una estrategia para el primer paso. Sus negocios empezaron a fallar, precisamente porque Alec se encargaba de ello. Usando a su manada, empezó a colocar a todos ellos en lugares estratégicos con los que, poco a poco, fue devorando el imperio económico de su padre para convertirlo en SU imperio. Sus arcas se llenaban y su padre, llevado por la frustración y su deplorable estilo de vida, acabo cayendo en la trampa de todo depredador: la desesperación. El 22 de marzo de 1772, James Saymour murió en un charco de barro. La policía londinense le encontró en un callejón, con el cuello roto y múltiples cortes por  todo el cuerpo. Dictaminaron que fue un robo que se complicó. Los humanos eran simples hasta para eso. Ahora con el título de duque en sus manos, Alec podía empezar a ver las cosas con otra perspectiva. El poder empezaba a ser suyo, y con él se veía el mundo con unas posibilidades muy diferentes.

Durante las dos décadas siguientes, Alec se aseguró de consolidar su posición y su poder. Sometió a varias castas de licántropos de Inglaterra con el fin de aunarlos a su causa y, poco después, prácticamente se consideraba así mismo como el alfa supremo del país. Desarrollo necios comerciales por todo el mundo y allano el camino para algunos de sus amigos ocupasen puestos civiles de interés, desde la policía hasta el banco de Inglaterra. Gracias a esto, aumento su fortuna e influencia, haciendo tratos con numeroso lores del país o del extranjero, incluso comenzó a acercarse al propio rey. Veía la corona británica como la culminación de su poder en el país, el siguiente paso en su escalada hacia un mundo de su propiedad. El rey estaba en las ultimas, él lo sabía, su abdicación era solo cuestión de tiempo y, cuando ocurriese, Alec estaría allí para lanzarse a la yugular de cualquiera. De todas las posibilidades, de todo cuanto había podido imaginar… escogieron a los Windsor.  

La frustración de Alec era imposible de calibrar, había dado todos los pasos y aun así escogían a una familia que tenía… ¿qué? Un hombre que ya no podría engendrar más hijos y una única heredera que haría que las demás casas reales de Europa los tomasen por mojigatos. Aquello no podía quedarse así, pero ahora se lo tomaría como algo personal. Había tenido tratos con Windsor antes, y le había visto como un hombre que se tomaba sus deberes demasiado en serio. Sin embargo, no le importó: negocio con él, le apoyo cuando hizo falta, todo mientras le socavaba con su mano siniestra, llevándolo lentamente hacia el final inevitable de todo humano que se creía que podía interponerse entre él y su objetivo. Aún recuerda aquellos ojos, los ojos llorosos de un hombre al ver que, aquel en quien confiaba le había traicionado. Mantuvo aquella expresión incluso cuando el acero atravesó su corazón. Alec podría haber enviado a alguien a ensuciarse las manos, pero no quería hacerlo. En esta ocasión lo haría el mismo, todo parea susurrarle su última desesperación: “Cuidare de tu hija…”

Ha pasado un tiempo desde entonces, pero finalmente ha llegado el momento. Asesorada por todos los miembros de la cámara de los lores, lores que estaban en deuda con el propio Alec, la recientemente coronada reina se dio cuenta de que necesitaba un rey, alguien que pudiese guiar a Inglaterra hacia el puesto que por derecho le pertenecía. Todos coincidieron en un único nombre. Por fin había llegado el momento, después de años de planificar, había conseguido superar todos los obstáculos y ahora el mundo volvía a abrirse para él. Había empezado una nueva era, tenía planes para aquel poderoso país, su país. Nada se interpondría en su camino, y si alguien lo intentaba, lo aplastaría.