Amanece, que no es poco (libre)

por **Naminé** Mar Ene 16, 2018 3:50 pm

El que oye la palabra del reino y no para en ella su atención,
viene el mal espíritu y le arrebata aquello que se había sembrado en su corazón.
Mateo 13, 19.

Un dolor punzante sobre mi cuello y un profuso malestar me hizo recobrar el conocimiento. ¿Qué me ha ocurrido? Recuerdo que salí anoche buscando conseguir unas monedas. Un hombre…no…no recuerdo su rostro, me ofreció tanto dinero, no podía rechazarlo. ¿Qué es lo que pasó? No recuerdo nada de anoche.

Abrí los ojos lentamente, siendo cegada por la luz que inundaba la habitación. Ya era de día. Estaba tirada en el suelo, desde donde contemplaba una amplia habitación vacía, una cocina, totalmente desconocida para mí, ni anoche ni nunca había entrado allí, al menos eso pensaba. Me incorporé completamente sin fuerzas, el dolor recorría mi cuerpo, como si me hubiesen dado una paliza. Una enorme sed recorría mi garganta, así que instintivamente me moví hacia una tina llena de agua que se encontraba al fondo de la habitación. Como aquel que anda durante días por el desierto hundí la cabeza en el agua, bebí y bebí. Por algún motivo mi sed no se saciaba. Noté algo extraño. El agua de la tina se estaba manchando color carmesí, solo duré un par de segundos en pie tras verme reflejada en ella.

Mi rostro manchado en sangre, seca, ahora limpiándose por el agua. Mis ropas también estaban completamente embadurnadas del plasma. Había caído contra el suelo ¿Qué había pasado? Mi manos temblorosas fueron a cubrir mi boca para evitar dar un grito de horror, mas no pude contenerlo cuando miré a mis espaldas, viendo que todo este rato no había sido la única ocupante de la cocina. Tras de mí se hallaba el cadáver ensangrentado de un hombre, cuyo cuello había sido casi descuartizado, dejando la cabeza a poco de ser decapitada.

-Dios bendito – sin casi aliento me arrastré por el suelo hasta el, sin saber qué hacer, sin saber si yo era la culpable de aquello o tan solo una víctima más. Las lágrimas se deslizaban por mi mejilla mientras me quedaba a su lado por la impotencia – Que debo hacer, ayúdame por favor.

El ruido de unos pasos bajando las escaleras me asustó, así que me incorporé como pude buscando la salida más próxima, pero no llegué a tiempo. La que posiblemente era la esposa de aquel hombre que yacía muerto a mi lado nos vio – Cariño he oído ruidos y he visto que no estabas en la cama, ¿has madrugado? – sus palabras cesaron al vernos. Un rostro de absoluto horror e ira, lágrimas incontrolables y furia homicida. La mujer agarró un cuchillo de cocina y cargó contra mí, propinándome cortes en los brazos que usaba para tratar de defenderme entre llantos y sollozos. Tratando protegerme de las cuchilladas busqué apartar a la mujer con un empujón y esta salió repelida con fuerza sobrehumana estrellándose contra la pared, dejando brotar de su frente un pequeño rio de sangre.

-¡No!…yo…perdón- Contemplé la sangre, acariciando sutilmente mis labios con la lengua. ¿En que estaba pensando? Tenía cosas mucho más importantes de las que preocuparme. Decidí huir, abrí la puerta y me dispuse a correr como nunca. Avancé por los callejones a toda prisa casi sin poder ver, por algún motivo mis ojos estaban demasiado sensibles a la luz, a pesar de que los edificios daban sombra en todo el lugar.

Salí de los callejones para llegar a la avenida principal, entonces ocurrió. El astro rey hizo contacto con mi piel, desatando un horrible sufrimiento y dolor por todo mi cuerpo. Me quemaba, como si me estuviesen quemando viva. Grité de dolor y espanto conformé aceleré aún más. Seguramente mucha gente de la avenida vio el espectáculo, pero como siempre, los pobres pasamos desapercibidos para casi todos. Habían sido tan solo unos segundos, pero para mí parecieron una eternidad de sufrimiento. El infierno debía ser una sensación muy similar a esa.

Sin saber muy bien como había terminado atravesando una puerta en el callejón mas cercano, cayendo desplomada contra el suelo entre lágrimas y suplicas – Dios mío que he hecho mal, no merezco esto…por favor que alguien me ayude – lloré desconsolada.

por **Sabrienne Delacroix** Miér Ene 24, 2018 3:26 pm

Imposible pensar que aquella era de las primeras veces que el Maestro de Sabrienne la despertaba en mitad del día para realizar alguno de sus recados de última hora. Pero, ¿de qué se trataba aquella vez?

- Es muy importante, River. Es uno de los ingredientes que necesito para la sangre.
- Querrás decir la no-sangre.

Desde que su Maestro la hospedara, ésta le había hecho saber cuanto detestaba la parte de su nueva naturaleza que consistía en alimentarse del líquido carmesí de la vida. Sin embargo, el hombre no podía sino mentir a la joven vampiresa acerca de aquello con lo que la alimentaba: un preparado artificial similar a la sangre que, en realidad, no era otra cosa que sangre aderezada fuertemente con una especia poco conocida. Si algo no podía hacer era dejar que la francesa se desnutriera hasta el punto de fallecer o quizás peor, ser capturada por la inquisición.

No era del agrado de ningún vampiro salir cuando el sol amenazaba con convertirle en polvo y, sin embargo, Sabrienne se las ingeniaba para ocultarse bajo todo tipo de sombras y edificios, usando de vez en cuando las alcantarillas para poder moverse entre lugares a distancias mayores.

Una vez hubo llegado al boticario y adquirido aquella curiosa planta que su Maestro precisaba, algo inesperado sucedió. La puerta se abrió de par en par y amenazó con deteriorar a la mujer el tiempo que tardó en hacerse a un lado. De ella emanó prácticamente una bola de fuego que resultaba tener nombre, pero no vida. Brienne cerró prontamente la puerta que todavía amenazaba con comerse a ambas y luchó por evaporar aquel fuego que todavía consumía a la muchacha. Preocupada por la impotencia que recorría todo su ser, tomó la decisión de cogerla en brazos -no hablamos de una mujer normal, sino de un vampiro con fuerza sobrehumana- para que su Maestro la viera. Al fin y al cabo, ¿qué podía conseguir en un sitio como aquel que pudiera ayudar a alguien de su naturaleza?

Arropada en uno de los cuartos más confortables de aquella mansión y vigilada constantemente por Sabrienne, parecía que no quería despertar por mucho que las horas siguieran pasando.

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