La commande || Privado

Acarició a Lobo, el pequeño Husky que se acomodaba cada noche a los pies de su cama. El can le devolvió con gratitud y un pequeño lametazo las caricias mientras miraba absorto un punto en el suelo de madera infinito. Miró el contenido de la botella de ron descansando vacía en el suelo de la habitación y encendió un cigarro mientras se estiraba. La luz entraba por la cabaña y las escaleras de madera replicaban a los pasos de Lion mientras bajaba. Lobo le seguía a todas partes, mientras se ocupaba de la finca pero ese día tenía que ir a la ciudad, a la bochornosa, lasciva y prepotente ciudad para pedir una serie de armas que necesitaba. Apuró un poco de mantequilla y mermelada casera que había comprado la última vez que fue a la ciudad y se dio un baño rápido en el lago. El agua estaba fría casi helada, pero aquello le despertaba y le relajaba una vez su piel se acostumbraba. Se liberaba del calor rancio y la resaca de la noche anterior y se fue a vestir. Nunca vestiría de forma pulcra o muy formal, era un hombre práctico. Se llevó el cigarro a los labios y se despidió de Lobo directo a montar hacia la ciudad.

Cuando llegó a la taberna esperaba encontrarse con el dueño de la armería, necesitaba encargarle balas de plata especiales que se hacían bajo pedido y que costaban una barbaridad. También necesitaba hojas de acero templado y equilibrado y rematado con plata para los sobrenaturales y unas cuantas cosas más. Cuando llegó entró sin prestar atención y preguntó al mesero por Leroy, con quien había quedado. Cuando siguió la dirección marcada por el mesero vio que junto al hombre estaba una mujer, demasiado elegante para estar ahí. En su rostro y en su mirada se podía ver el sufrimiento y su veteranía. No era mayor, pero sí se notaba que el dolor había pasado por ella. En cambio, Leroy parecía rebosar felicidad y eso a Lion llegó a molestarle ¿Cómo puede alguien ser feliz en una ciudad llena de gentuza y mierda de caballo hasta las rodillas?

-Soy Lionel Berthier, mantuve correspondencia con usted- dijo mirando a Leroy y se rectificó al mirar a Lèa- ustedes- les tomó la mano a los dos y después tomo asiento- Si les he llamado es porque una persona de confianza me ha dado su nombre y necesito hacer un encargo especial- había escrito en un papel todo lo que necesitaba, incluso había esbozado algunos bocetos de las armas que quería, utensilios de acción rápida y había apuntado las cantidades y las armas. Seguramente se preguntarían que cómo lo pagaría, así que Lionel sacó una bolsa llena de pesadas y valiosas libras sin ton ni son- Se lo doy por adelantado. Sé que pueden hacerlo, de lo contrario no me habría puesto en contacto con ustedes, y lo necesito para cuanto antes mejor- miró distraído buscando al mesero al que levantó la mano y pidió un vaso de agua fresco y una gran ración de fruta. Tenía sed y nada mejor que el zumo de la fruta para darle la energía que le pedía el cuerpo- Disculpe, pero ¿a qué se dedica usted? Nos pide material muy específico y muy caro- dijo Leroy, al perecer era una pregunta que también interesaba a la mujer que tenía al lado- Soy Guardabosques- dijo simple y llanamente- A veces tengo que cazar alguna bestia o algún asaltador…- no quiso darle más importancia. Cuánto menos información diera mejor. Pero sabía que la mujer le estaba estudiando de arriba abajo, sabía que esa mujer estaba ahí por alguna razón y no sabía el por qué- Este papel es de una gran familia de aquí ¿Trabajas para ellos? - preguntó de nuevo intentando sacarle información. El interrogatorio parecía no acabar nunca, así que decidió darles un poco más- Murió recientemente y ahora mismo no tengo trabajo, las herramientas que les he encargado son para poder buscar uno nuevo y estar preparado, es una buena tarjeta de presentación- y en esta última frase clavó la mirada en Lea que parecía interesada en él- Si saben de alguien que necesite de los cuidados de una finca o propiedad a las afueras, díganmelo. Estoy cuidando la finca hasta que los nuevos dueños vengan- le llegó una bandeja de cerezas que pusieron en medio de los tres y una jarra de agua fresca para repartir. Lion sonrió buscando el visto bueno de sus proveedores y cogió una cereza risueño- ¿Trato hecho entonces?- preguntó.