AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
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Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Aquella carta deba vueltas entre sus dedos de forma distraída. Tap...tap...tap... era el sonido del papel doblado al golpear la mesa de madera una y otra vez. Sigrid tenía la mirada perdida en el horizonte que clareaba a través de las ventana de su despacho, el mar se extendía frente a Bergen, los barcos eran pequeñas manchas en el inmenso azul. El reloj marcaba las siete y media de la tarde y su cabeza estaba echando humo después de que un mensajero trajera aquella misiva.
Fruncía el ceño como su padre, siempre se lo habían dicho, y en ese momento tenía el entrecejo arrugado. Detuvo el movimiento del papel y se levantó; su determinación era tan férrea como su voluntad cuando quería algo, no se amedrentaba ante nada ni ante nadie, era una vikinga de creencias, corazón y nacimiento y no conocía la palabra “rendición”.
Se dio un baño, se colocó un vestido burdeos, trenzó su pelo flamigero con cuentas de plata, cogió un abrigo de piel de visón echándolo sobre sus hombros, avisó a su “guardaespaldas” y ambos montados en sendos caballos galoparon hasta el puerto donde atracaba el Jotunheim, el barco más grandioso de ese puerto.
Conocía a Ysgramir Gunnarson de haber coincidido alguna vez en reuniones de negocios con Randulf o sus socios, y de haber cerrado algunas operaciones comerciales con él, o más bien con su secretario, y sin duda no esperaba aquella carta, pero Sigrid no era tonta y sabía que el finlandés no daba puntadas sin hilo. Tampoco la pelirroja era de las que se amedrentaba o escandalizaba con facilidad, así que se plantó en la cubierta del Jotunheim esperando a ser recibida por el patrón sin más dilación. La hicieron pasar, bajando la escalera hasta el despacho del propietario y cuando el secretario abrió la puerta para que la mujer pasara, carraspeó para anunciarla y esta cerró sin dejarlo ni empezar a hablar. Se dirigió hacia Ysgramir que la observaba con esos ojos fríos como témpanos de hielo, escrutando como un depredador, midiéndola, pero Sigrid no agachó la mirada ni pidió permiso para sentarse.
Reposó su trasero en la silla frente al hombre y dejó la carta sobre la mesa.
— Este es un acuerdo delicado el que le pide a mi padre. Sin duda a la compañía Henrickson le conviene una unión comercial con la suya, pero no nos hace falta que sea por matrimonio. Deduzco que ya que busca una unión por conveniencia, probablemente no sea por mero pragmatismo. Habitualmente este tipo de uniones sirven para callar rumores o tener una tapadera.— se inclinó sobre la mesa juntando las manos sobre la mesa.— no es que me importe demasiado, ya somos mayorcitos, yo también soy viuda y un anillo en mi dedo me resolvería ciertas cuestiones incómodas. Pero me gustaría dejar claras algunas cosas antes de firmar nada. No quiero ser el hazmerreír de la sociedad porque mi marido se vaya con otra, otro o algo similar. Mis negocios los controlaré yo y seguiré teniéndolos en propiedad, solo una parte será común, y siempre de los negocios que se emprendan a posteriori. — la pelirroja llevaba colgada del cuello un medallón que representaba a Baldr con el cabello antes de ser asesinado por Loki, junto al Dalahäst sueco, lo acarició con sus dedos.— supongo que no, porque a mi edad es complicado , pero si los dioses nos bendicen con descendencia, el primer varón se llamará Baldr, es una promesa que hice y debo cumplirla.
Y básicamente esas eran las exigencias de Sigrid, que tras leer la propuesta de matrimonio por conveniencia que le había enviado a su padre ese hombre tan hermético, lo había meditado seriamente. Ella no podía aspirar a más poder que ese: el económico, ya que no tenía títulos y a su edad, pocos nobles la pretenderían. El tema del amor le parecía algo infantil ya a esas alturas y no creía que pudiera encontrar la oportunidad de algo así, con lo que esa inesperada carta la había motivado lo suficiente como para aceptar el trato.
Fruncía el ceño como su padre, siempre se lo habían dicho, y en ese momento tenía el entrecejo arrugado. Detuvo el movimiento del papel y se levantó; su determinación era tan férrea como su voluntad cuando quería algo, no se amedrentaba ante nada ni ante nadie, era una vikinga de creencias, corazón y nacimiento y no conocía la palabra “rendición”.
Se dio un baño, se colocó un vestido burdeos, trenzó su pelo flamigero con cuentas de plata, cogió un abrigo de piel de visón echándolo sobre sus hombros, avisó a su “guardaespaldas” y ambos montados en sendos caballos galoparon hasta el puerto donde atracaba el Jotunheim, el barco más grandioso de ese puerto.
Conocía a Ysgramir Gunnarson de haber coincidido alguna vez en reuniones de negocios con Randulf o sus socios, y de haber cerrado algunas operaciones comerciales con él, o más bien con su secretario, y sin duda no esperaba aquella carta, pero Sigrid no era tonta y sabía que el finlandés no daba puntadas sin hilo. Tampoco la pelirroja era de las que se amedrentaba o escandalizaba con facilidad, así que se plantó en la cubierta del Jotunheim esperando a ser recibida por el patrón sin más dilación. La hicieron pasar, bajando la escalera hasta el despacho del propietario y cuando el secretario abrió la puerta para que la mujer pasara, carraspeó para anunciarla y esta cerró sin dejarlo ni empezar a hablar. Se dirigió hacia Ysgramir que la observaba con esos ojos fríos como témpanos de hielo, escrutando como un depredador, midiéndola, pero Sigrid no agachó la mirada ni pidió permiso para sentarse.
Reposó su trasero en la silla frente al hombre y dejó la carta sobre la mesa.
— Este es un acuerdo delicado el que le pide a mi padre. Sin duda a la compañía Henrickson le conviene una unión comercial con la suya, pero no nos hace falta que sea por matrimonio. Deduzco que ya que busca una unión por conveniencia, probablemente no sea por mero pragmatismo. Habitualmente este tipo de uniones sirven para callar rumores o tener una tapadera.— se inclinó sobre la mesa juntando las manos sobre la mesa.— no es que me importe demasiado, ya somos mayorcitos, yo también soy viuda y un anillo en mi dedo me resolvería ciertas cuestiones incómodas. Pero me gustaría dejar claras algunas cosas antes de firmar nada. No quiero ser el hazmerreír de la sociedad porque mi marido se vaya con otra, otro o algo similar. Mis negocios los controlaré yo y seguiré teniéndolos en propiedad, solo una parte será común, y siempre de los negocios que se emprendan a posteriori. — la pelirroja llevaba colgada del cuello un medallón que representaba a Baldr con el cabello antes de ser asesinado por Loki, junto al Dalahäst sueco, lo acarició con sus dedos.— supongo que no, porque a mi edad es complicado , pero si los dioses nos bendicen con descendencia, el primer varón se llamará Baldr, es una promesa que hice y debo cumplirla.
Y básicamente esas eran las exigencias de Sigrid, que tras leer la propuesta de matrimonio por conveniencia que le había enviado a su padre ese hombre tan hermético, lo había meditado seriamente. Ella no podía aspirar a más poder que ese: el económico, ya que no tenía títulos y a su edad, pocos nobles la pretenderían. El tema del amor le parecía algo infantil ya a esas alturas y no creía que pudiera encontrar la oportunidad de algo así, con lo que esa inesperada carta la había motivado lo suficiente como para aceptar el trato.
Última edición por Sigrid el Jue Feb 15, 2018 9:23 am, editado 1 vez
Sigrid7- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/01/2018
Localización : Bergen
Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
El Jotun estaba en el camarote del capitán, perfectamente amueblado y reconstruido, salvo por el manchurrón de tinta oscura que adornaba una de las paredes todo parecía impoluto. Sentado frente al escritorio le sorprendió que alguien abriera la puerta sin más ni más, nunca nadie hacía eso, de hecho, el esclavo de sangre que entró justo después con cara de disculpa recibió una única mirada del vampiro que le hizo girarse y marchar sin abrir la boca. No tuvo más remedio que dejar de leer el informe que tenía delante, para mirar incrédulo como la desconocida tomaba asiento como si estuviera en su casa. Últimamente, todo el mundo parecía tener el derecho de entrar en su camarote como le viniera en gana.
Miró la carta sobre la mesa, eso aclaraba las cosas. Mientras la mujer hablaba él se quedó callado, más observándola que otra cosa, si hacía memoria podía encontrarla en varias ocasiones, en las reuniones de negocios en su mayoría, nunca había llamado su atención, hasta que el propio Randulf se prestó a darle información sobre las mujeres disponibles y el nombre de Signhild apareció, le llamó la atención el apellido porque conocía el negocio de su padre. El propio Randulf tenía sus motivos para querer emparejarlos, mejor que Ysgramir estuviera atado por más que negocios a su causa, casándose con una familia que le apoyaba abiertamente, por ejemplo. Claro que no contaba con que al coloso le daba exactamente igual a quién siguiera esa familia, si él mismo debía tomar otro rumbo cuando las cosas se volvieran aburridas entonces lo haría sin mirar atrás.
Pero de todo lo que pudo decir el rey tirano sobre las virtudes de Signhild la única que retumbó realmente en su cabeza fue una palabra: Viuda. Aquello terminó de convencerle para enviarle la carta a su padre, interesándose por al susodicha y pidiendo permiso para concertar un encuentro si así se terciara. Ser viuda era toda una ventaja, seguramente sería una mujer curtida, que no se dejase llevar por pasiones utópicas y un amor idílico, no sería tampoco joven y al menos tendría ya la cabeza amueblada. Claro que, tras enviar aquella carta no pensó que la cita fuera sin una contestación previa y que tuviera a la candidata sentada en sus morros con aire de comerse el mundo y tenerle un respeto incierto. Le molestó el descaro, tanto como llamó su atención, la mujer los tenía puestos y admiraba que hubiera ido ella misma, sin su padre, a organizar un compromiso con cuestiones tan poco sentimentales como podrían ser los negocios, tener un marido frente a la sociedad, que le diera posición y demás parafernalia. Se tomaba esto como otro de sus negocios y a él no le podía parecer más correcto. En ese matrimonio había puro interés y nada más por parte de los dos.
Le maravillaba ver cómo la gente hablaba sin dejarle comentar nada, no era una conversación, era un monólogo en el que ella imponía sus propias normas y en cierta manera le recordó al Perro, que preguntaba y se contestaba él solo. Es más, se preguntó si a la mujer le daba tiempo a respirar, estaba sacando sus propias conclusiones, tapaderas..Hombres..Dejarla hablar era realmente divertido, hasta dónde podía aquella mujer especular.
La única reacción visible de Ysgramir fue enarcar una ceja cuando mencionó la posibilidad de tener hijos. Si su humor no estuviera tan muerto como su alma entonces se habría reído, Signhild era muy optimista si pensaba que las relaciones carnales entraban en sus planes, pero si lo pensaba fríamente, él necesitaba esos descendientes, lo que estaba claro era que no iban a poder tenerlos por mucho que pusiera empeño. Por un momento bajó la mirada a los papeles, mientras daba vueltas al asunto, si realmente era importante para la mujer tener descendencia, entonces iba a ser una desgraciada y ya había aguantado a más de una compañera que se volvía taciturna, gris y la desesperación les llevaba a hacer locuras. Miró a la mujer directamente a los ojos.- Si no ha tenido hijos siendo lozana dudo mucho que a estas alturas los Dioses nos den una palmada, pero si llega a ser el caso, podrá llamarle como le venga en gana.- Aquello era una mentira como un castillo, porque iban a tener un hijo fuera como fuera, de ella, adoptado, lo que sea, con tal de transmitir su apellido y su nombre a alguien que pudiera suplantar con el paso del tiempo.
Cogió aire y se recostó en la silla, calculando.- No puedo estar más de acuerdo con los términos, siempre y cuando usted también los cumpla. Mis negocios son solo míos, puede hacer con los suyos lo que le plazca, siempre que no interfieran con los míos, en cuyo caso le trataré como a un empresario más. Los trapos sucios se lavan en casa, apoyo también ese detalle, procure no dejarme en ridículo, asistir con una sonrisa a los eventos que nos exija la sociedad, por su parte si los tuviere y por la mía. Seremos un matrimonio modelo, idílico y perfecto. Lo que quiero que entienda es que además de una mujer sobre el papel necesito una en casa, una que la atienda, la gestione y reciba las visitas si es preciso...Cabe decir que tengo las justas y no suelen venir sin invitación previa, de modo que lo sabrá de antemano.- Porque todo el mundo sabía que Gunnarson no era precisamente el anfitrión más divertido, ni el más amable.- Puede usted hacer su vida como mejor le convenga, si cumple el resto de requisitos.- Daba por cerrada la conversación, pero entonces le vino algo a la mente, él no podría darle hijos pero sus amantes si.- Ah y una cosa más. Sea..Baldr hijo legítimo mío o no llevará mi apellido y ante todos y ante su mismísimo padre será mío. ¿Eso ha quedado claro?- Se sentía ya exhausto, no recordaba haber dado un discurso tan largo en meses.
Miró la carta sobre la mesa, eso aclaraba las cosas. Mientras la mujer hablaba él se quedó callado, más observándola que otra cosa, si hacía memoria podía encontrarla en varias ocasiones, en las reuniones de negocios en su mayoría, nunca había llamado su atención, hasta que el propio Randulf se prestó a darle información sobre las mujeres disponibles y el nombre de Signhild apareció, le llamó la atención el apellido porque conocía el negocio de su padre. El propio Randulf tenía sus motivos para querer emparejarlos, mejor que Ysgramir estuviera atado por más que negocios a su causa, casándose con una familia que le apoyaba abiertamente, por ejemplo. Claro que no contaba con que al coloso le daba exactamente igual a quién siguiera esa familia, si él mismo debía tomar otro rumbo cuando las cosas se volvieran aburridas entonces lo haría sin mirar atrás.
Pero de todo lo que pudo decir el rey tirano sobre las virtudes de Signhild la única que retumbó realmente en su cabeza fue una palabra: Viuda. Aquello terminó de convencerle para enviarle la carta a su padre, interesándose por al susodicha y pidiendo permiso para concertar un encuentro si así se terciara. Ser viuda era toda una ventaja, seguramente sería una mujer curtida, que no se dejase llevar por pasiones utópicas y un amor idílico, no sería tampoco joven y al menos tendría ya la cabeza amueblada. Claro que, tras enviar aquella carta no pensó que la cita fuera sin una contestación previa y que tuviera a la candidata sentada en sus morros con aire de comerse el mundo y tenerle un respeto incierto. Le molestó el descaro, tanto como llamó su atención, la mujer los tenía puestos y admiraba que hubiera ido ella misma, sin su padre, a organizar un compromiso con cuestiones tan poco sentimentales como podrían ser los negocios, tener un marido frente a la sociedad, que le diera posición y demás parafernalia. Se tomaba esto como otro de sus negocios y a él no le podía parecer más correcto. En ese matrimonio había puro interés y nada más por parte de los dos.
Le maravillaba ver cómo la gente hablaba sin dejarle comentar nada, no era una conversación, era un monólogo en el que ella imponía sus propias normas y en cierta manera le recordó al Perro, que preguntaba y se contestaba él solo. Es más, se preguntó si a la mujer le daba tiempo a respirar, estaba sacando sus propias conclusiones, tapaderas..Hombres..Dejarla hablar era realmente divertido, hasta dónde podía aquella mujer especular.
La única reacción visible de Ysgramir fue enarcar una ceja cuando mencionó la posibilidad de tener hijos. Si su humor no estuviera tan muerto como su alma entonces se habría reído, Signhild era muy optimista si pensaba que las relaciones carnales entraban en sus planes, pero si lo pensaba fríamente, él necesitaba esos descendientes, lo que estaba claro era que no iban a poder tenerlos por mucho que pusiera empeño. Por un momento bajó la mirada a los papeles, mientras daba vueltas al asunto, si realmente era importante para la mujer tener descendencia, entonces iba a ser una desgraciada y ya había aguantado a más de una compañera que se volvía taciturna, gris y la desesperación les llevaba a hacer locuras. Miró a la mujer directamente a los ojos.- Si no ha tenido hijos siendo lozana dudo mucho que a estas alturas los Dioses nos den una palmada, pero si llega a ser el caso, podrá llamarle como le venga en gana.- Aquello era una mentira como un castillo, porque iban a tener un hijo fuera como fuera, de ella, adoptado, lo que sea, con tal de transmitir su apellido y su nombre a alguien que pudiera suplantar con el paso del tiempo.
Cogió aire y se recostó en la silla, calculando.- No puedo estar más de acuerdo con los términos, siempre y cuando usted también los cumpla. Mis negocios son solo míos, puede hacer con los suyos lo que le plazca, siempre que no interfieran con los míos, en cuyo caso le trataré como a un empresario más. Los trapos sucios se lavan en casa, apoyo también ese detalle, procure no dejarme en ridículo, asistir con una sonrisa a los eventos que nos exija la sociedad, por su parte si los tuviere y por la mía. Seremos un matrimonio modelo, idílico y perfecto. Lo que quiero que entienda es que además de una mujer sobre el papel necesito una en casa, una que la atienda, la gestione y reciba las visitas si es preciso...Cabe decir que tengo las justas y no suelen venir sin invitación previa, de modo que lo sabrá de antemano.- Porque todo el mundo sabía que Gunnarson no era precisamente el anfitrión más divertido, ni el más amable.- Puede usted hacer su vida como mejor le convenga, si cumple el resto de requisitos.- Daba por cerrada la conversación, pero entonces le vino algo a la mente, él no podría darle hijos pero sus amantes si.- Ah y una cosa más. Sea..Baldr hijo legítimo mío o no llevará mi apellido y ante todos y ante su mismísimo padre será mío. ¿Eso ha quedado claro?- Se sentía ya exhausto, no recordaba haber dado un discurso tan largo en meses.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Entornó los ojos mirando al islandés, conocia su temple por haberlo visto alguna vez en las reuniones de negocios o pululando por Bergen, donde estaba el centro neurálgico del comercio noruego. ¿Qué había detrás de ese tipo tan pulcro, serio y de ojos de hielo? ¿Por qué ansiaba un matrimonio de conveniencia cuando podría tener la mujer que quisiera? quizás fuera invertido o de esos que les gusta ponerse ropa femenina, o quizás fuera un psicópata de esos que matan gatos en el jardín. Puede que hasta fuera algo más mundano y estuviera enamorado de una mujer casada o de una esclava negra que jamás podría ser bien vista en sociedad. Bleh. Le daba igual cualquiera de esas cosas, era un negocio ventajoso y si eran capaces de llegar a acuerdos como con las empresas, no había mucho más que hablar. A ella se le había pasado el arroz, como solía decirse y tampoco es que ansiara la descendencia, aunque le gustaría legar sus bienes a alguien de su sangre.
— Necesitaré libertad para ir y venir al puerto, al aserradero y a los almacenes, puedo llevar una casa y sus visitas, pero no me dedicaré a bordar y cepillarme el pelo, los negocios no se atienden solos. Si eso no es un inconveniente, entonces por mi parte tenemos un acuerdo. Eso sí, deberíamos establecer al menos un día a la semana o cada dos, en la que se nos vea juntos, si no, los rumores se extienden fácil.— miró a Gunnarson clavandole su mirada tan helada como la de él.— Ya que lo menciona, si existiera algun bastardo por su parte, me gustaría saberlo, no voy a legarle todo mi patrimonio a un descendiente suyo que milagrosamente es reconocido justo antes de que a mi me pase algo, sería como tener una diana en la espalda.— La pelirroja no se andaba con tonterías, sabía cómo funcionaban las cosas en las familias de mucho dinero cuando había esposas incómodas, o bastardos de por medio y ella sabía cubrirse las espaldas.— lo cual me lleva al siguiente punto. Tengo a mi hombre de confianza al que quiero cerca, a una orden mía tritura los huesos de quien suponga para mi una amenaza.
Esperó la respuesta del finlandés fijándose en los detalles de aquel espartano despacho, una mancha de tinta negra desentonaba en aquella pulcritud, pero estaba demasiado pendiente en fijar los términos de un matrimonio ventajoso como para preguntar por una nimiedad así. Sus manos estaban limpias, Gunnarson no parecía de ese tipo de hombres que se manchaban las manos, y le extrañaba, pues estaba fuerte. Como mínimo haría lucha, entrenaba o algo similar y algo de eso debería reflejarse en sus manos. Pero no, ni el más minimo callo, ni la más minima aspereza ni suciedad bajo las uñas. Ese hombre era intrigante, pero bueno, si iban a ser marido y mujer tendría tiempo para descubrir de qué pasta estaba hecho.
— Necesitaré libertad para ir y venir al puerto, al aserradero y a los almacenes, puedo llevar una casa y sus visitas, pero no me dedicaré a bordar y cepillarme el pelo, los negocios no se atienden solos. Si eso no es un inconveniente, entonces por mi parte tenemos un acuerdo. Eso sí, deberíamos establecer al menos un día a la semana o cada dos, en la que se nos vea juntos, si no, los rumores se extienden fácil.— miró a Gunnarson clavandole su mirada tan helada como la de él.— Ya que lo menciona, si existiera algun bastardo por su parte, me gustaría saberlo, no voy a legarle todo mi patrimonio a un descendiente suyo que milagrosamente es reconocido justo antes de que a mi me pase algo, sería como tener una diana en la espalda.— La pelirroja no se andaba con tonterías, sabía cómo funcionaban las cosas en las familias de mucho dinero cuando había esposas incómodas, o bastardos de por medio y ella sabía cubrirse las espaldas.— lo cual me lleva al siguiente punto. Tengo a mi hombre de confianza al que quiero cerca, a una orden mía tritura los huesos de quien suponga para mi una amenaza.
Esperó la respuesta del finlandés fijándose en los detalles de aquel espartano despacho, una mancha de tinta negra desentonaba en aquella pulcritud, pero estaba demasiado pendiente en fijar los términos de un matrimonio ventajoso como para preguntar por una nimiedad así. Sus manos estaban limpias, Gunnarson no parecía de ese tipo de hombres que se manchaban las manos, y le extrañaba, pues estaba fuerte. Como mínimo haría lucha, entrenaba o algo similar y algo de eso debería reflejarse en sus manos. Pero no, ni el más minimo callo, ni la más minima aspereza ni suciedad bajo las uñas. Ese hombre era intrigante, pero bueno, si iban a ser marido y mujer tendría tiempo para descubrir de qué pasta estaba hecho.
Última edición por Signhild el Dom Feb 11, 2018 5:07 am, editado 1 vez
Sigrid7- Humano Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
De nuevo el islandés le escuchaba con interés, al menos le miraba con intensidad, lo que realmente estuviera pensando de ella quedaba solo en especulaciones. Que tuviera sus propios asuntos que atender no le importaba, mientras estuviera disponible para los suyos. Lo que le sorprendió nuevamente fue lo calculado que tenía ella también no levantar sospechas, era algo que merecía la pena tener en cuenta, ambos buscaban lo mismo, aparentar tener una vida en común, sin tenerla lo más mínimo. Podía firmar un contrato de matrimonio en ese mismo instante, pero aquel comentario sobre el descendiente le pilló por sorpresa. ¿Hasta qué punto podía llegar a maquinar esa mujer? Hubiera preferido una compañera tonta, pero visto lo que ocurrió con la última candidata tampoco podía quejarse.
- Mientras sea eso lo que cuente, que se pasa el día bordando, cantando y haciéndome feliz, por mi vaya a usted donde le plazca.-Ysgramir había mantenido el semblante serio hasta ese momento. Se inclinó hacia ella y al echarse sobre la mesa se impuso su presencia, su autoridad y su evidente superioridad física, fuera o no fuera esa su intención, el mundo parecía mucho más pequeño cuando su sombra se proyectaba. Sonrió de medio lado, apenas un ligero movimiento.- Le sería difícil saber qué he hecho con su legado una vez muerta, ¿No cree?- Gunnarson suspiró y se colocó de nuevo con la espalda sobre el respaldo, miró los papeles que tenía delante aunque no era eso lo que rondaba su mente.
Levantó la mirada, cuando iba a llegar a una conclusión, pero se fijó en que los ojos de la mujer seguían sus manos. No eran manos de caballero, ni mucho menos de noble, eran manos trabajadas, impolutas y de uñas recortadas, si, pero no eran finas ni suaves, se podía intuir que ese hombre no venía de una clase acomodada, que había trabajado con las manos hasta que no tuvo esa necesidad. El contraste era más que evidente, teniendo en cuenta su traje, estaba a la última moda y le tapaba desde las muñecas hasta el mismísimo cuello, pero a pesar de cumplir con toda etiqueta, no terminaba de encajarle, su cuerpo se veía demasiado grande, no había forma de ocultar sus músculos y eso lo hacía parecer fuera de lugar, como si a una sardina la expusieran en un centro de mesa.
Decidió que, por el momento, no estaba dispuesto a que la mujer cotillease más de su despacho ni de sí mismo, viendo cómo era capaz de elucubrar por su cuenta, le daba la sensación de estar escuchando engranajes dentro de su cabeza mientras observaba todo.- No se preocupe, no necesito sus propiedades, tengo las mías propias, aunque una empresa maderera tiene sus ventajas, lo admito, sobre todo en el campo que destaco, no me es de vital importancia, tengo mis propios socios. Procure dejar un testamento antes de morir, aunque puede despreocuparse, por mi parte no hay ningún bastardo. Es más, ni siquiera hay suegras que puedan incordiarla ni familiares de ninguna clase. Lo único vivo y que hable en mi entorno son los sirvientes y esclavos, puede traer veinte si los quiere, siempre y cuando sus bocas las alimente usted.- Cogió aire, porque en esas últimas palabras había notado cierto aire de amenaza.- En cuanto al guardaespaldas, me parece una gran idea, así me ahorraré la molestia de buscarme otra esposa pronto - Bastante engorroso era encontrar una.- y recordemos que las habladurías sobre su relación con su guardaespaldas nunca sucedan, o si lo hacen que sean en voz baja.- Podía aguantar hasta cierto punto los rumores, al final siempre rodeaban a todo hombre o mujer de sociedad, de él decían de todo, que nadie le soportaría y que por eso no tenía mujer, que le gustaban otro tipo de placeres, pero nunca en grupos grandes de sociedad, ni se osaba decirlo en voz alta, ese tipo de tonterías que no eran más que conjeturas y adivinanzas de gente aburrida, no le preocupaban, pero cuando tomaban forma era otro cantar.
Tocaron la puerta del despacho y esperaron unos segundos antes de abrirla.- Señor, estamos listos.- Ysgramir no hizo ningún gesto, pero el hombre cerró la puerta y se fue. Dirigió de nuevo su atención a la mujer.- ¿Hay alguna cosa más que quiera dejar clara?
- Mientras sea eso lo que cuente, que se pasa el día bordando, cantando y haciéndome feliz, por mi vaya a usted donde le plazca.-Ysgramir había mantenido el semblante serio hasta ese momento. Se inclinó hacia ella y al echarse sobre la mesa se impuso su presencia, su autoridad y su evidente superioridad física, fuera o no fuera esa su intención, el mundo parecía mucho más pequeño cuando su sombra se proyectaba. Sonrió de medio lado, apenas un ligero movimiento.- Le sería difícil saber qué he hecho con su legado una vez muerta, ¿No cree?- Gunnarson suspiró y se colocó de nuevo con la espalda sobre el respaldo, miró los papeles que tenía delante aunque no era eso lo que rondaba su mente.
Levantó la mirada, cuando iba a llegar a una conclusión, pero se fijó en que los ojos de la mujer seguían sus manos. No eran manos de caballero, ni mucho menos de noble, eran manos trabajadas, impolutas y de uñas recortadas, si, pero no eran finas ni suaves, se podía intuir que ese hombre no venía de una clase acomodada, que había trabajado con las manos hasta que no tuvo esa necesidad. El contraste era más que evidente, teniendo en cuenta su traje, estaba a la última moda y le tapaba desde las muñecas hasta el mismísimo cuello, pero a pesar de cumplir con toda etiqueta, no terminaba de encajarle, su cuerpo se veía demasiado grande, no había forma de ocultar sus músculos y eso lo hacía parecer fuera de lugar, como si a una sardina la expusieran en un centro de mesa.
Decidió que, por el momento, no estaba dispuesto a que la mujer cotillease más de su despacho ni de sí mismo, viendo cómo era capaz de elucubrar por su cuenta, le daba la sensación de estar escuchando engranajes dentro de su cabeza mientras observaba todo.- No se preocupe, no necesito sus propiedades, tengo las mías propias, aunque una empresa maderera tiene sus ventajas, lo admito, sobre todo en el campo que destaco, no me es de vital importancia, tengo mis propios socios. Procure dejar un testamento antes de morir, aunque puede despreocuparse, por mi parte no hay ningún bastardo. Es más, ni siquiera hay suegras que puedan incordiarla ni familiares de ninguna clase. Lo único vivo y que hable en mi entorno son los sirvientes y esclavos, puede traer veinte si los quiere, siempre y cuando sus bocas las alimente usted.- Cogió aire, porque en esas últimas palabras había notado cierto aire de amenaza.- En cuanto al guardaespaldas, me parece una gran idea, así me ahorraré la molestia de buscarme otra esposa pronto - Bastante engorroso era encontrar una.- y recordemos que las habladurías sobre su relación con su guardaespaldas nunca sucedan, o si lo hacen que sean en voz baja.- Podía aguantar hasta cierto punto los rumores, al final siempre rodeaban a todo hombre o mujer de sociedad, de él decían de todo, que nadie le soportaría y que por eso no tenía mujer, que le gustaban otro tipo de placeres, pero nunca en grupos grandes de sociedad, ni se osaba decirlo en voz alta, ese tipo de tonterías que no eran más que conjeturas y adivinanzas de gente aburrida, no le preocupaban, pero cuando tomaban forma era otro cantar.
Tocaron la puerta del despacho y esperaron unos segundos antes de abrirla.- Señor, estamos listos.- Ysgramir no hizo ningún gesto, pero el hombre cerró la puerta y se fue. Dirigió de nuevo su atención a la mujer.- ¿Hay alguna cosa más que quiera dejar clara?
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Gunnarson imponía su presencia, su potente físico se hacía notar hasta cuando se desperezaba, había cierta amenaza hasta en algo tan nimio como recostarse sobre la silla. Pero si la sombra de Ysgramir era larga, Sigrid no se amedrentaba por erguirse en la penumbra. La pelirroja era como una de esas malas hierbas que pisas con la bota pero no consigues matar, que una y otra vez atraviesan la porquería del suelo para desafiar de nuevo con su existencia. Se levantó , y aunque su estatura era menor, elevó la barbilla resultamente mirando a Gunnarson de igual a igual.
— Todo claro por el momento. Mi abogado le hará llegar al suyo los papeles. Cuando esté todo acordado entraremos en detalles de la celebración, pero le adelanto ya que quiero una ceremonia tradicional. Soy creyente en nuestros dioses y no me gustan las memeces importadas de América o París con pétalos de rosas y violines. Si después quiere hacer una recepción más sofisticada, podemos llegar a un acuerdo.
Enderezó la espalda, que llevaba guarecida por un abrigo ribeteado de visón y le tendió la mano a Ysgramir, como si estuvieran cerrando un trato comercial. Básicamente lo era, así que tampoco tenía por qué disimular. La viuda Hendrickson pasando a ser señora de Gunnarson...mucho mejor para reforzar el nombre del negocio. A una mujer sola solían considerarla más débil y algunos incluso se negaban a hacer tratos con ella. Eso iba a cambiar pronto.
— Todo claro por el momento. Mi abogado le hará llegar al suyo los papeles. Cuando esté todo acordado entraremos en detalles de la celebración, pero le adelanto ya que quiero una ceremonia tradicional. Soy creyente en nuestros dioses y no me gustan las memeces importadas de América o París con pétalos de rosas y violines. Si después quiere hacer una recepción más sofisticada, podemos llegar a un acuerdo.
Enderezó la espalda, que llevaba guarecida por un abrigo ribeteado de visón y le tendió la mano a Ysgramir, como si estuvieran cerrando un trato comercial. Básicamente lo era, así que tampoco tenía por qué disimular. La viuda Hendrickson pasando a ser señora de Gunnarson...mucho mejor para reforzar el nombre del negocio. A una mujer sola solían considerarla más débil y algunos incluso se negaban a hacer tratos con ella. Eso iba a cambiar pronto.
Última edición por Sigrid el Jue Feb 15, 2018 9:22 am, editado 1 vez
Sigrid7- Humano Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Ysgramir no hizo ningún gesto pero sonreía por dentro al ver cómo la mujer se le plantaba con orgullo y sin un ápice de duda en sus ojos, cómo podía tener tantas agallas algo que no levantaba ni un palmo del suelo se le escapaba, pero merecía su respeto por ello. Una de sus cejas se alzó durante apenas unos segundos, lo suficiente para ser perceptible. ¿Una boda tradicional? No le dio tiempo a indagar sobre el asunto, pero una vez ella le tendió la mano, también hizo lo mismo.
Se puso en pie con lentitud cubriendo la lámpara que colgaba del techo balanceándose suavemente proyectando su sombra a un lado y a otro. Miraba a la mujer fijamente a los ojos, pensando si sería una buena decisión. Acababa de llegar allí y ya estaba imponiendo su voluntad, sobre las tablas de su propio barco. ¿Sería buena idea tener a una mujer así como compañera? La otra opción sería una más lerda, pero también menos interesante, menos capaz. Esta podría valerse por sí misma, tirar de su propia vida sin esperar nada de él, independiente, libre. Tampoco tenía demasiado tiempo para pensarlo y la búsqueda de esposas le sacaba de sus casillas. Hubo unos instantes de duda y reflexión, hasta que se aflojó el pañuelo que llevaba alrededor del cuello y metió esa misma mano por dentro del cuello de la camisa, sacando una cuerda bastante burda y algo deshilachada. Sacó esta por encima del cuello, llevaba un colgante bastante pesado pero no muy voluminoso de hierro fundido en negro formando la cabeza de un carnero. Colocó el colgante en la palma de la mujer antes de estrecharla, aun mirándole a los ojos.- No tengo nada mejor para darle en estos momentos.- Lo suyo hubiera sido un regalo como dios mandaba, lo que hubiera podido hacer o comprar según su posición social, pero había sido todo demasiado rápido y no tenía nada encima que pudiera ser un símbolo de la promesa, tampoco era una joya precisamente de mujer, ni actual, ni siquiera fina, era basta, pesada y muy poco femenina.
No hicieron falta palabras, él no adoraba ya a ningún dios, pero había costumbres arraigadas en su mente, con raíces tan profundas como para alimentarse de su personalidad. Él diría que no era hombre de costumbres ni de tradiciones, que ya todo eso había pasado, pero no hacían falta palabras para darse cuenta de que no era así. Ese presente la declaraba como su prometida y cualquiera que recordase las antiguas costumbres lo sabría.- Ya hablaremos de la boda, si vuelvo.- Llamaron a la puerta nuevamente y su asistente asomó la cabeza para meter algo de presión. Gunnarson se inclinó con ceremonia, imprimiendo cierta carga a aquel momento, aunque no se diera cuenta. Él hacía lo que le parecía lógico, fuera un contrato o no, había cosas de las que ni siquiera él podía librarse y si quería que todo fuera bien, había que empezar bien.
Soltó la mano de la mujer y caminó hacia el exterior sin mirarla nuevamente hasta que sostuvo la puerta para esa. Necesitaba zarpar ya, el tiempo apremiaba pero no le metió prisa en ningún momento. Acompañó a la mujer hasta el pasillo que conectaba el barco con el muelle.- Tírelo al mar si no lo hago.- Refiriéndose al colgante. Le dio la espalda para empezar a dar órdenes, vestido como un señor, sin encajarle del todo, pero lo que sí se le notaba era que sabía gobernar un barco.
Se puso en pie con lentitud cubriendo la lámpara que colgaba del techo balanceándose suavemente proyectando su sombra a un lado y a otro. Miraba a la mujer fijamente a los ojos, pensando si sería una buena decisión. Acababa de llegar allí y ya estaba imponiendo su voluntad, sobre las tablas de su propio barco. ¿Sería buena idea tener a una mujer así como compañera? La otra opción sería una más lerda, pero también menos interesante, menos capaz. Esta podría valerse por sí misma, tirar de su propia vida sin esperar nada de él, independiente, libre. Tampoco tenía demasiado tiempo para pensarlo y la búsqueda de esposas le sacaba de sus casillas. Hubo unos instantes de duda y reflexión, hasta que se aflojó el pañuelo que llevaba alrededor del cuello y metió esa misma mano por dentro del cuello de la camisa, sacando una cuerda bastante burda y algo deshilachada. Sacó esta por encima del cuello, llevaba un colgante bastante pesado pero no muy voluminoso de hierro fundido en negro formando la cabeza de un carnero. Colocó el colgante en la palma de la mujer antes de estrecharla, aun mirándole a los ojos.- No tengo nada mejor para darle en estos momentos.- Lo suyo hubiera sido un regalo como dios mandaba, lo que hubiera podido hacer o comprar según su posición social, pero había sido todo demasiado rápido y no tenía nada encima que pudiera ser un símbolo de la promesa, tampoco era una joya precisamente de mujer, ni actual, ni siquiera fina, era basta, pesada y muy poco femenina.
No hicieron falta palabras, él no adoraba ya a ningún dios, pero había costumbres arraigadas en su mente, con raíces tan profundas como para alimentarse de su personalidad. Él diría que no era hombre de costumbres ni de tradiciones, que ya todo eso había pasado, pero no hacían falta palabras para darse cuenta de que no era así. Ese presente la declaraba como su prometida y cualquiera que recordase las antiguas costumbres lo sabría.- Ya hablaremos de la boda, si vuelvo.- Llamaron a la puerta nuevamente y su asistente asomó la cabeza para meter algo de presión. Gunnarson se inclinó con ceremonia, imprimiendo cierta carga a aquel momento, aunque no se diera cuenta. Él hacía lo que le parecía lógico, fuera un contrato o no, había cosas de las que ni siquiera él podía librarse y si quería que todo fuera bien, había que empezar bien.
Soltó la mano de la mujer y caminó hacia el exterior sin mirarla nuevamente hasta que sostuvo la puerta para esa. Necesitaba zarpar ya, el tiempo apremiaba pero no le metió prisa en ningún momento. Acompañó a la mujer hasta el pasillo que conectaba el barco con el muelle.- Tírelo al mar si no lo hago.- Refiriéndose al colgante. Le dio la espalda para empezar a dar órdenes, vestido como un señor, sin encajarle del todo, pero lo que sí se le notaba era que sabía gobernar un barco.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Con la misma ceremonia que Gunnarson se queitó el colgante, ella lo aceptó. Se le veía un hombre de gustos sencillos, quizás fuera un poco rácano en algunos aspectos, quién sabe, pero lo cierto es que sus propiedades y sus esclavos no parecían pasar carestía. Quizás sólo fuera un rasgo de la personalidad, el no ostentar no significaba que fuera un viejo avaro que no quería ni siquiera comprar un anillo de compromiso.
Ella había llevado dos, el de prometida y el de casada, el tercero que se ponía como tradición cuando llegaba el primer hijo, nunca lo llegó a poner en su dedo. Al enviudar se colocó el anillo de casada pero en la otra mano, como marcaba la trandición para dejar claro que era viuda. Una cabeza de carnero de hierro. No era un diamante bengalí, pero para su cultura en verdad tenía más valor, ya que lo llevaba oculto. Si no lo iba mostrando por ahí es porque era un bien preciado y personal, quizás algun recuerdo familiar o algo así. Sigrid de lo pasó por la cabeza y le hizo un nudo más prieto para que no le quedase enterrado en el escote. Le recordaba a las argollas de protección anti-troll y recordó que llevaba una en su cinto. En su breve cintura descansaba un fajín de cuero repujado con una bolsa y en ella pendían no sólo las llaves de su casa sino también un antiguo símbolo vikingo. Desengarzó el llavero y sacó la pieza metálica anudada a un cordelito de cuero tendiéndoselo a Gunnarson.
— Protección anti- trolls. Dudo que los haya en el mar, pero si regresa, llévelo encima, nunca se sabe cuando pueden aparecer.
No eran cuentos de vieja, ella los había visto, sobre todo en Trondheim, donde Randulf tenía a todos los hechiceros del reino creando criaturas para atacar a los rebeldes. Los trolls no eran una excepción, los estaban cruzando con malas artes pero ella confiaba que su amuleto y el tiarrón de dos metros que la compañaba a todas partes fueran suficiente para ahuyentarlos.
Bajó del barco con la sensación de haber hecho un negocio muy arriesgado a pesar de que a priori parecía ventajoso y sin riesgo. Bueno, si regresaba de las lenguas del océano ya pensaría mejor algunas de esas condiciones. Montaron sus cabalgaduras y se alejaron hacia las propiedades de la maderera Hendrickson, el mundo necesitaba madera y acero para evolucionar, se hablaba de inventos revolucionarios en París, Londres y Nueva York, pero el tiempo parecía detenido en los fiordos, así que seguía habiendo mucho trabajo, la madera no se talaba ni se vendía sola.
Ella había llevado dos, el de prometida y el de casada, el tercero que se ponía como tradición cuando llegaba el primer hijo, nunca lo llegó a poner en su dedo. Al enviudar se colocó el anillo de casada pero en la otra mano, como marcaba la trandición para dejar claro que era viuda. Una cabeza de carnero de hierro. No era un diamante bengalí, pero para su cultura en verdad tenía más valor, ya que lo llevaba oculto. Si no lo iba mostrando por ahí es porque era un bien preciado y personal, quizás algun recuerdo familiar o algo así. Sigrid de lo pasó por la cabeza y le hizo un nudo más prieto para que no le quedase enterrado en el escote. Le recordaba a las argollas de protección anti-troll y recordó que llevaba una en su cinto. En su breve cintura descansaba un fajín de cuero repujado con una bolsa y en ella pendían no sólo las llaves de su casa sino también un antiguo símbolo vikingo. Desengarzó el llavero y sacó la pieza metálica anudada a un cordelito de cuero tendiéndoselo a Gunnarson.
— Protección anti- trolls. Dudo que los haya en el mar, pero si regresa, llévelo encima, nunca se sabe cuando pueden aparecer.
No eran cuentos de vieja, ella los había visto, sobre todo en Trondheim, donde Randulf tenía a todos los hechiceros del reino creando criaturas para atacar a los rebeldes. Los trolls no eran una excepción, los estaban cruzando con malas artes pero ella confiaba que su amuleto y el tiarrón de dos metros que la compañaba a todas partes fueran suficiente para ahuyentarlos.
Bajó del barco con la sensación de haber hecho un negocio muy arriesgado a pesar de que a priori parecía ventajoso y sin riesgo. Bueno, si regresaba de las lenguas del océano ya pensaría mejor algunas de esas condiciones. Montaron sus cabalgaduras y se alejaron hacia las propiedades de la maderera Hendrickson, el mundo necesitaba madera y acero para evolucionar, se hablaba de inventos revolucionarios en París, Londres y Nueva York, pero el tiempo parecía detenido en los fiordos, así que seguía habiendo mucho trabajo, la madera no se talaba ni se vendía sola.
Sigrid7- Humano Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Seguramente un colgante pesado y sin clase alguna generaría rechazo por parte de la mujer, no pudo decir que no le sorprendiera que lo aceptase con tanta solemnidad, aunque no esperaba menos de alguien con un mínimo de educación. Los gustos de Gunnarson quedaban para sí mismo, no había mucho que decir sobre él en las reuniones sociales, salvo que era un conocido comerciante que llevaba expandiéndose por el mar hacía ya años y que su trabajo le daba buenos frutos, pero ni siquiera se podía especificar hasta dónde llegaban sus redes comerciales. De él mismo solo podría comentarse que era un hombre parco en palabras, demasiado recto y sobrio, no llamaba la atención ni había ningún motivo por el que desestimarle, salvo por su franqueza o por su falta de ceremonias. Era un hombre correcto y serio, pulcro y nada más.
Una vez que el barco zarpó alejándose de la costa el islandés se quedó mirando el símbolo que conocía tan bien, pendía de todas las casas en su época, le resultaba extraño que alguien le volviera a dar importancia a cosas así. Tampoco tenía dónde guardarlo y tenerlo todo el día en la palma de la mano le pareció un engorro, frunció el ceño, por qué le daba tanta importancia a un simple llavero se le escapaba, claro que no sabía hasta qué punto ese símbolo de protección significaba algo para ella. Al igual que a él no le gustaría que tratase la identidad de su familia como una simple baratija, no iba a hacer lo mismo con la suya.
Fue simple casualidad que Sigrid acabase con ese colgante, Ysgramir no tenía nada a mano, si hubieran hecho las cosas bien y con calma, le habría comprado un anillo de compromiso gastándose el dinero que hiciera falta, si la viuda Hendrickson esperaba algo así no debió aparecer sin previo aviso y cerrando el trato en cuestión de media hora. A pesar de todo, el carnero representaba su familia desde antes de nacer él y había acompañado a los Gunnarson en cualquier expedición. Su hermano los usaba para tallarlos en sus drakkars, la herrería en escandinavia de otro de sus hermanos tenía un carnero de hierro en la entrada. El carnero era el símbolo de su casa, de su legado y de su familia, incluso la marca de sus esclavos o de sus mercancías, cualquiera que conociera a Ysgramir sabía que el colgante que llegaba Sigrid al cuello era suyo. Para él, ese colgante significaba tanto o más que el Jotunheim, pues había sobrevivido a generaciones de Gunnarson.
Finalmente, sacudió la cabeza para despejarse, no era el momento de distraerse con recuerdos y conjeturas, tenía que centrarse. Se anudó el llavero en la hebilla del cinturón y lo guardó en la parte interior de este, para no perderlo.
No estuvieron lejos de conseguir su objetivo, el Capitán Morgan era una excelente navegante, a pesar de que él tenía la ventaja de la experiencia no le fue tan fácil echarla del mar como había supuesto, en un principio él tenía la ventaja y no dudó en atacar el puerto aprovechando que su líder se encontraba ausente, la desorganización de las tropas de Dani le dieron a él la ventaja, que tenía muy bien contabilizadas sus fuerzas y sus activos, lo que no se esperaba fue encontrar dos navíos más de 84 cañones cada uno, potencia que le superaba con creces y tampoco había que estar muy bien organizado ni tener grandes instrucciones navales como para atrincherarse y soltar cañonazos con el fin de salvaguardar su propia vida.
Gunnarson no se esperaba aquellos dos barcos, no había contado con ellos en su estrategia y pagó por ello con parte del propio Jotunheim. En cuanto apareció el monstruo marino, aprovechó esa complicación para dar media vuelta y poner al Jotunheim y al resto a salvo. No era un cobarde, pero tampoco un ignorante, sabía contar y esa batalla no la podía ganar. Necesitaron hacer una escala en uno de los puertos francos para reparar el barco con el fin de llegar a costas amigas, la tripulación carecía de inspiración, habían sufrido una derrota, muchos muertos y tantos otros heridos, entre ellos el propio Gunnarson que se vio afectado por uno de los cañones que hizo estallar parte del mascarón de popa y calló muy cerca de él, su segundo y parte de la tripulación que le acompañaba murió en el acto, si no fue por el impacto, por la cantidad de astillas de madera que actuó como metralla. Los pocos supervivientes estaban ya contando los últimos suspiros a causa de las heridas.
Atracaron en puerto, ya de lejos se veía venir la catástrofe, las velas rasgadas, el barco realmente afectado, necesitaría reparaciones y no poco serias. No tenían médico a bordo, de modo que la tripulación del Jotunheim había sido diezmada, los justos para hacer navegar el buque de guerra que descansó finalmente en aguas pacíficas. Todos habían visto a Gunnarson salir por los aires y no contaban con que sobreviviera, no podía hacer barbaridades delante de la tripulación, porque la mayoría eran peones, no esclavos de sangre, así que se había quedado en el camarote, sufriendo sus heridas como cualquier hombre corriente.
Se negó a salir del barco mientras la gente iniciaba las reparaciones y la evacuación de los heridos, ahora era tarea de médicos y enfermeras ponerse manos a la obra, mientras que él no quería ni hablar de ver a alguien. Se había ya quitado el trozo de madera que le había atravesado un costado entre las costillas, aun estaba escupiendo y tosiendo sangre a pesar de habérselo arrancado de un tirón en cuanto tuvo oportunidad. Claro que algo como eso no podía matarle, pero se sentía terriblemente incómodo aun después de que el boquete empezase a cerrar por sí mismo.
No podía sentarse frente al escritorio por el momento, de modo que escribía la carta dirigida a William Bones en pie, con el barco en reparaciones y él cumpliendo condena encerrado en su propio camarote para no levantar sospechas, pero el rumor de que el capitán del Jotunheim había sido herido corría como la pólvora.
Una vez que el barco zarpó alejándose de la costa el islandés se quedó mirando el símbolo que conocía tan bien, pendía de todas las casas en su época, le resultaba extraño que alguien le volviera a dar importancia a cosas así. Tampoco tenía dónde guardarlo y tenerlo todo el día en la palma de la mano le pareció un engorro, frunció el ceño, por qué le daba tanta importancia a un simple llavero se le escapaba, claro que no sabía hasta qué punto ese símbolo de protección significaba algo para ella. Al igual que a él no le gustaría que tratase la identidad de su familia como una simple baratija, no iba a hacer lo mismo con la suya.
Fue simple casualidad que Sigrid acabase con ese colgante, Ysgramir no tenía nada a mano, si hubieran hecho las cosas bien y con calma, le habría comprado un anillo de compromiso gastándose el dinero que hiciera falta, si la viuda Hendrickson esperaba algo así no debió aparecer sin previo aviso y cerrando el trato en cuestión de media hora. A pesar de todo, el carnero representaba su familia desde antes de nacer él y había acompañado a los Gunnarson en cualquier expedición. Su hermano los usaba para tallarlos en sus drakkars, la herrería en escandinavia de otro de sus hermanos tenía un carnero de hierro en la entrada. El carnero era el símbolo de su casa, de su legado y de su familia, incluso la marca de sus esclavos o de sus mercancías, cualquiera que conociera a Ysgramir sabía que el colgante que llegaba Sigrid al cuello era suyo. Para él, ese colgante significaba tanto o más que el Jotunheim, pues había sobrevivido a generaciones de Gunnarson.
Finalmente, sacudió la cabeza para despejarse, no era el momento de distraerse con recuerdos y conjeturas, tenía que centrarse. Se anudó el llavero en la hebilla del cinturón y lo guardó en la parte interior de este, para no perderlo.
No estuvieron lejos de conseguir su objetivo, el Capitán Morgan era una excelente navegante, a pesar de que él tenía la ventaja de la experiencia no le fue tan fácil echarla del mar como había supuesto, en un principio él tenía la ventaja y no dudó en atacar el puerto aprovechando que su líder se encontraba ausente, la desorganización de las tropas de Dani le dieron a él la ventaja, que tenía muy bien contabilizadas sus fuerzas y sus activos, lo que no se esperaba fue encontrar dos navíos más de 84 cañones cada uno, potencia que le superaba con creces y tampoco había que estar muy bien organizado ni tener grandes instrucciones navales como para atrincherarse y soltar cañonazos con el fin de salvaguardar su propia vida.
Gunnarson no se esperaba aquellos dos barcos, no había contado con ellos en su estrategia y pagó por ello con parte del propio Jotunheim. En cuanto apareció el monstruo marino, aprovechó esa complicación para dar media vuelta y poner al Jotunheim y al resto a salvo. No era un cobarde, pero tampoco un ignorante, sabía contar y esa batalla no la podía ganar. Necesitaron hacer una escala en uno de los puertos francos para reparar el barco con el fin de llegar a costas amigas, la tripulación carecía de inspiración, habían sufrido una derrota, muchos muertos y tantos otros heridos, entre ellos el propio Gunnarson que se vio afectado por uno de los cañones que hizo estallar parte del mascarón de popa y calló muy cerca de él, su segundo y parte de la tripulación que le acompañaba murió en el acto, si no fue por el impacto, por la cantidad de astillas de madera que actuó como metralla. Los pocos supervivientes estaban ya contando los últimos suspiros a causa de las heridas.
Atracaron en puerto, ya de lejos se veía venir la catástrofe, las velas rasgadas, el barco realmente afectado, necesitaría reparaciones y no poco serias. No tenían médico a bordo, de modo que la tripulación del Jotunheim había sido diezmada, los justos para hacer navegar el buque de guerra que descansó finalmente en aguas pacíficas. Todos habían visto a Gunnarson salir por los aires y no contaban con que sobreviviera, no podía hacer barbaridades delante de la tripulación, porque la mayoría eran peones, no esclavos de sangre, así que se había quedado en el camarote, sufriendo sus heridas como cualquier hombre corriente.
Se negó a salir del barco mientras la gente iniciaba las reparaciones y la evacuación de los heridos, ahora era tarea de médicos y enfermeras ponerse manos a la obra, mientras que él no quería ni hablar de ver a alguien. Se había ya quitado el trozo de madera que le había atravesado un costado entre las costillas, aun estaba escupiendo y tosiendo sangre a pesar de habérselo arrancado de un tirón en cuanto tuvo oportunidad. Claro que algo como eso no podía matarle, pero se sentía terriblemente incómodo aun después de que el boquete empezase a cerrar por sí mismo.
No podía sentarse frente al escritorio por el momento, de modo que escribía la carta dirigida a William Bones en pie, con el barco en reparaciones y él cumpliendo condena encerrado en su propio camarote para no levantar sospechas, pero el rumor de que el capitán del Jotunheim había sido herido corría como la pólvora.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
El colgante pesaba lo suyo y estético, lo que se dice estético, no era. Pero si esa era la forma de Gunnarson de entregarle en prenda su palabra, así la portaría. La palabra tenía valor, en los negocios lo era todo, mas en asuntos de otro calado... bueno, todo era relativo e interpretable.
Conocía al rey Randulf, lo temía y lo despreciaba a partes iguales, pero si no puedes con tu enemigo, es mejor aliarse con él. El caudillo no era hombre de palabra y por eso iba ganando la guerra. A ella la politica en verdad ni le iba ni le venía, tan sólo le interesaba en tanto en cuanto afectase a sus negocios, así que la mayor parte del tiempo simplemente comerciaba con los favores que le pudieran granjear estabilidad y protección, nada más. Los días se sucedían con el fluir del tiempo, como siempre, ocupada en resolver asuntos, disputas, negociar precios, contratar personal, despedir al que no era válido y un largo etcétera al que se le sumaba comprobar las noticias sobre la partida y regreso del Jotunheim, por eso cuando su informador le trajo las nuevas que venían de Akershus maldijo su suerte. Los habían vapuleado pero bien. Al parecer esa arpía bebedora de té había anclado su inquieto culo en la fortaleza rebelde y se había construido una pequeña flota. Sigrid también había sufrido algun ataque de Morgan y aunque no había perdido tanto como Gunnarson, la tenía en el punto de mira.
En el fondo lo que más le molestaba es que ayudase a Ulf y a su bruja, que hubieran hecho equipo, incluso siendo extranjeras, y que sin embargo a ella la rechazaran de ese modo. De cualquier modo, ahora habían tocado seriamente algo que para ella ya era suyo, su negocio más lucrativo: Gunnarson.
No se lo pensó demasiado y mandó ensillar varios caballos, salió rumbo al puerto franco con unos cuantos hombres, el camino no estaba exento de peligros y tenían varias horas por delante. Cuando llegaron a puerto estaba ya anocheciendo, se presentó como la futura señora de Ysgramir y la dejaron subir a bordo, con su sombra pegada, pues no iba a ningun lado sin él. Le informaron que el patrón no quería ver a nadie, pero eso no iba a ser impedimento para llegar hasta la puerta y llamar con los nudillos. Llevaba vestido de trabajo, uno más cómodo sujeto con un cinto de cuero, chaqueta de piel ribeteada con pelo, botas de caña alta y el medallón del carnero colgando del cuello junto al caballito de madera de colores. Había viajado con sombrero de media ala, pues hacía frío y bajo éste sujetaba el pelo con un pañuelo.
— Señor Gunnarson, sé que está ahí, veo la luz del candil bajo la puerta. Vengo a ayudarlo en lo que precise.— Sonó más incondicional de lo que pretendía, pues en realidad sólo quería comprobar el estado de su inversión, ya que el barco había quedado seriamente dañado.
Conocía al rey Randulf, lo temía y lo despreciaba a partes iguales, pero si no puedes con tu enemigo, es mejor aliarse con él. El caudillo no era hombre de palabra y por eso iba ganando la guerra. A ella la politica en verdad ni le iba ni le venía, tan sólo le interesaba en tanto en cuanto afectase a sus negocios, así que la mayor parte del tiempo simplemente comerciaba con los favores que le pudieran granjear estabilidad y protección, nada más. Los días se sucedían con el fluir del tiempo, como siempre, ocupada en resolver asuntos, disputas, negociar precios, contratar personal, despedir al que no era válido y un largo etcétera al que se le sumaba comprobar las noticias sobre la partida y regreso del Jotunheim, por eso cuando su informador le trajo las nuevas que venían de Akershus maldijo su suerte. Los habían vapuleado pero bien. Al parecer esa arpía bebedora de té había anclado su inquieto culo en la fortaleza rebelde y se había construido una pequeña flota. Sigrid también había sufrido algun ataque de Morgan y aunque no había perdido tanto como Gunnarson, la tenía en el punto de mira.
En el fondo lo que más le molestaba es que ayudase a Ulf y a su bruja, que hubieran hecho equipo, incluso siendo extranjeras, y que sin embargo a ella la rechazaran de ese modo. De cualquier modo, ahora habían tocado seriamente algo que para ella ya era suyo, su negocio más lucrativo: Gunnarson.
No se lo pensó demasiado y mandó ensillar varios caballos, salió rumbo al puerto franco con unos cuantos hombres, el camino no estaba exento de peligros y tenían varias horas por delante. Cuando llegaron a puerto estaba ya anocheciendo, se presentó como la futura señora de Ysgramir y la dejaron subir a bordo, con su sombra pegada, pues no iba a ningun lado sin él. Le informaron que el patrón no quería ver a nadie, pero eso no iba a ser impedimento para llegar hasta la puerta y llamar con los nudillos. Llevaba vestido de trabajo, uno más cómodo sujeto con un cinto de cuero, chaqueta de piel ribeteada con pelo, botas de caña alta y el medallón del carnero colgando del cuello junto al caballito de madera de colores. Había viajado con sombrero de media ala, pues hacía frío y bajo éste sujetaba el pelo con un pañuelo.
- Spoiler:
— Señor Gunnarson, sé que está ahí, veo la luz del candil bajo la puerta. Vengo a ayudarlo en lo que precise.— Sonó más incondicional de lo que pretendía, pues en realidad sólo quería comprobar el estado de su inversión, ya que el barco había quedado seriamente dañado.
Sigrid7- Humano Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Si Gunnarson estaba pensando en algo no era en su futura esposa, cuando escuchó los nudillos contra la puerta su primera reacción fue ponerse tenso, no estaba para visitar ni para capataces ignorantes y poco útiles, no tenía la intención de honrar la llamada con una respuesta, hasta que escuchó la voz femenina que reconoció muy bien. Levantó la cabeza al instante mirando hacia la puerta, tenía todas las ventanas cerradas, de hecho era de los pocos barcos con esa capacidad, porque para colmo se cerraban desde dentro. Miró también hacia atrás, hacia su camarote, donde las sábanas del camastro estaban teñidas de un rojo muy delatador. Al menos agradeció que la condenara tuviera el tino de llamar.
- Un momento.- Dijo, sin más antes de dejar a medias la carta y caminar hacia su lecho, lo cubrió y de hecho abrió un par de ventanas para que no cantase tanto. Se ajustó la camisa, abrochándose los botones y se abrigó con una chaqueta que le costó un infierno ponerse, repasó rápidamente su aspecto, no era el mejor, pero teniendo en cuenta que llevaba días en alta mar que no pretendiera un recibimiento impecable y a bombo y platillo. De hecho estaba bastante desaseado, con la barba hecha un pequeño desastre, al igual que el pelo y unas ojeras bestiales, con una mala cara en general. Al abrir la puerta, dejó de colocarse la mano sobre el costado, gesto que hacía instintivamente sin darse cuenta.
Miró a Sigrid decidiendo si debía estar cabreado o curioso, estaba un poco de ambas. No quería que nadie le viera, menos ella y todavía no entendía el motivo de su visita, teniendo en cuenta que entre ellos solo había un trato..Pensando en ello por un momento, se dio cuenta. Si uno de sus comerciantes sufriera un percance, él se acercaría a verificar el estado de sus bienes. Se echó hacia un lado para dejarla pasar, mirando a la sombra detrás de ella y poniéndose tenso. De nuevo fijó sus ojos en ella e hizo un gesto con la cabeza.- Él se queda fuera.-Por si no estaba claro, no supo su naturaleza a primera vista pero era capaz de distinguir lo que era normal, de lo que no y ese bicho, era algo peligroso, arrastrando como arrastraba una incómoda herida, no pensaba abrirle la puerta como si nada.
Una vez claro, se volvió a su escritorio, para volver a empezar a escribir por donde lo había dejado, estaba rígido, pero en pie, que según las habladurías su estado era prácticamente muerto en vida.- Sobreviviré, señora Hendrickson. ¿Ha decidido algún detalle sobre la unión que deba compartir?- A pesar de no hacer grandes muestras de dolor, cambiaba el peso de su cuerpo de pie con frecuencia y se inclinaba hacia el costado que no hacía más que molestar.
- Un momento.- Dijo, sin más antes de dejar a medias la carta y caminar hacia su lecho, lo cubrió y de hecho abrió un par de ventanas para que no cantase tanto. Se ajustó la camisa, abrochándose los botones y se abrigó con una chaqueta que le costó un infierno ponerse, repasó rápidamente su aspecto, no era el mejor, pero teniendo en cuenta que llevaba días en alta mar que no pretendiera un recibimiento impecable y a bombo y platillo. De hecho estaba bastante desaseado, con la barba hecha un pequeño desastre, al igual que el pelo y unas ojeras bestiales, con una mala cara en general. Al abrir la puerta, dejó de colocarse la mano sobre el costado, gesto que hacía instintivamente sin darse cuenta.
Miró a Sigrid decidiendo si debía estar cabreado o curioso, estaba un poco de ambas. No quería que nadie le viera, menos ella y todavía no entendía el motivo de su visita, teniendo en cuenta que entre ellos solo había un trato..Pensando en ello por un momento, se dio cuenta. Si uno de sus comerciantes sufriera un percance, él se acercaría a verificar el estado de sus bienes. Se echó hacia un lado para dejarla pasar, mirando a la sombra detrás de ella y poniéndose tenso. De nuevo fijó sus ojos en ella e hizo un gesto con la cabeza.- Él se queda fuera.-Por si no estaba claro, no supo su naturaleza a primera vista pero era capaz de distinguir lo que era normal, de lo que no y ese bicho, era algo peligroso, arrastrando como arrastraba una incómoda herida, no pensaba abrirle la puerta como si nada.
Una vez claro, se volvió a su escritorio, para volver a empezar a escribir por donde lo había dejado, estaba rígido, pero en pie, que según las habladurías su estado era prácticamente muerto en vida.- Sobreviviré, señora Hendrickson. ¿Ha decidido algún detalle sobre la unión que deba compartir?- A pesar de no hacer grandes muestras de dolor, cambiaba el peso de su cuerpo de pie con frecuencia y se inclinaba hacia el costado que no hacía más que molestar.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Observó el camarote que olía a perro muerto, eso no era algo inusual en un barco lleno de hombres sudorosos que debían cagar en un barreño, pero le chocaba en Gunnarson, siempre tan impoluto y tan lejos de la mugre. Vio la pila de papeles sobre la mesa y también el gesto tenso del finlandés, desde luego no había salido indemne de aquella escaramuza.
Rascó con la punta de la bota una mancha reciente de sangre que se hizo una pelota parda bajo la suela y después miró a Ysgramir.
— Pues ahora que lo dice, me preguntaba en qué estado querría usted acudir al enlace. ¿Muerto? ¿vivo? ¿desmembrado? un detalle sin importancia.— se acercó a la puerta tras la que se había quedado Cronos y pidió que trajesen agua, jabón y paños.— No se habla de otra cosa, parece que los rebeldes han sabido jugar bien sus bazas.— escupió al suelo maldiciendolos, pues bien conocía a algunos de ellos.— Pero se la podemos devolver. Pida cuanta madera necesite para reparar las naves, mi astillero está a su disposición y leven anclas pronto. Sé a quien le compran la madera para reparar las suyas, es roble inglés, y en una semana llegará un cargamento si es que antes no se...hum... pierde por el camino.
Miró con intensidad a Ysgramir, si él quería una mujer florero, había cientos de damas suspirando por un marido rico, pero ella no se iba a quedar al margen de los asuntos que la podían concernir. No tenía barcos de guerra, sólo comerciales, pero su red de información también daba sus frutos y la información era poder. Seguramente repararían los barcos de uno u otro modo, pero joder a esa inglesa de la misma forma que ella los jodía con el comercio, se le antojaba una buena jugada con un buen ratio de beneficio respecto a inversión.
Dos golpes en la puerta marcaron la llegada de los utensilios de aseo y Sigrid los cogió colocándolos sobre una mesilla y girándose hacia él con el paño húmedo en la mano y el jabón en el otro. Seguramente pudiera solo, seguramente no necesitase de ella y tuviera esclavas como la muda para esos menesteres, pero ella estaba allí y la muda no. Lo interrogó con la mirada, ambos sabían que no era necesario, y que si no quería, tampoco insistiría, pero tendría que decidirlo él. A fin de cuentas, aunque fuera un matrimonio concertado en algún momento compartirían techo y algo más que simplemente darse los buenos días o preguntarse que tal la vida.
Rascó con la punta de la bota una mancha reciente de sangre que se hizo una pelota parda bajo la suela y después miró a Ysgramir.
— Pues ahora que lo dice, me preguntaba en qué estado querría usted acudir al enlace. ¿Muerto? ¿vivo? ¿desmembrado? un detalle sin importancia.— se acercó a la puerta tras la que se había quedado Cronos y pidió que trajesen agua, jabón y paños.— No se habla de otra cosa, parece que los rebeldes han sabido jugar bien sus bazas.— escupió al suelo maldiciendolos, pues bien conocía a algunos de ellos.— Pero se la podemos devolver. Pida cuanta madera necesite para reparar las naves, mi astillero está a su disposición y leven anclas pronto. Sé a quien le compran la madera para reparar las suyas, es roble inglés, y en una semana llegará un cargamento si es que antes no se...hum... pierde por el camino.
Miró con intensidad a Ysgramir, si él quería una mujer florero, había cientos de damas suspirando por un marido rico, pero ella no se iba a quedar al margen de los asuntos que la podían concernir. No tenía barcos de guerra, sólo comerciales, pero su red de información también daba sus frutos y la información era poder. Seguramente repararían los barcos de uno u otro modo, pero joder a esa inglesa de la misma forma que ella los jodía con el comercio, se le antojaba una buena jugada con un buen ratio de beneficio respecto a inversión.
Dos golpes en la puerta marcaron la llegada de los utensilios de aseo y Sigrid los cogió colocándolos sobre una mesilla y girándose hacia él con el paño húmedo en la mano y el jabón en el otro. Seguramente pudiera solo, seguramente no necesitase de ella y tuviera esclavas como la muda para esos menesteres, pero ella estaba allí y la muda no. Lo interrogó con la mirada, ambos sabían que no era necesario, y que si no quería, tampoco insistiría, pero tendría que decidirlo él. A fin de cuentas, aunque fuera un matrimonio concertado en algún momento compartirían techo y algo más que simplemente darse los buenos días o preguntarse que tal la vida.
Sigrid7- Humano Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Levantó la vista de la carta el tiempo necesario para mirar a la mujer como si quisiera cortarle la lengua. - No diría que sepan jugar bien sus bazas, cualquier imbécil puede atrincherarse en puerto y lanzar cañonazos. Esa arpía tiene dos barcos más.- Dijo, como única explicación. Miró de reojo a la mujer mientras seguía escribiendo a Bones, no sabía por qué Sigrid parecía tener tanto odio hacia la causa de Höor pero no era de su incumbencia ni le importaba realmente. No le importaba tener una prometida con recursos y ahora que se estaba planteando nuevamente la rentabilidad de los negocios que tenía con Randulf mirándolos desde una perspectiva diferente, se podía divertir destrozando los negocios de la arpía Morgan. Sonaba curiosamente tentador, aunque pagar con la misma moneda no era precisamente su filosofía. - Tal vez si se pierda por el camino después de todo.- Tenía algo más que añadir a la carta para el pirata, una pequeña parada de camino a puerto.
Los golpes en la puerta le hicieron coger aire para tener algo con lo que entretener su garganta y no liarse a escupir maldiciones. Frunció el ceño cuando vio que le daban cosas a la mujer. Ya estábamos de nuevo. ¿Cuándo había ocurrido eso? Es más, en qué momento había llegado ella, se había hecho Otra Vez con su propio barco y se había puesto a lanzar órdenes. Lo mejor de todo aquel asunto era que, además, eran obedecidas como si nada. Se fijó en Sigrid, intensamente, notando ahora que sus ropajes no eran ni parecidos la primera vez que entró en aquel barco, parecía más una contrabandista o una forajida que una comerciante de alta alcurnia. Además de que tenía la cabeza lo suficientemente amueblada como para saber qué cargamento llegaba dónde y a quién. ¿Había sido así siempre?...¿Le convenía tener una prometida tan avispada? Se recordó que debía tener vigilada a su futura esposa, no fuera que quien quisiera quedarse con todo fuera ella y le pegase una puñalada trapera. Quería una mujer dócil, maldita sea.- Suponía que le daría igual cómo llegue al altar mientras llegue, señora.- Porque iba a llegar muerto, eso estaba más que claro aunque ella no lo supiera, de una sola pieza o en varias..No podía ver la importancia.
Hizo un gesto de incomodidad y gruñó cuando el dolor recorrió su espina dorsal. No tenía tiempo para pensar en una mujer, tenía cosas mejores en las que centrarse, como en qué hacer con la causa de Randulf, tomar una maldita decisión, hacer el cálculo de las necesidades del Jotunheim, devolverle el golpe a la arpía rubia. Y de pronto se le presentaba Sigrid con esa mirada exigente. Ahora qué diablos quería esa mujer. Pasó la fría mirada de los ojos expectantes de la pelirroja, hasta el trapo, luego hacia el jabón y nuevamente a sus ojos. Giró la cabeza ligeramente hacia un lado, como sopesando las posibilidades de lo que aquella señales pudieran significar. ¿Quería lavarle...o qué diantres? ¡Habla mujer!
Sabía que necesitaba un baño, se moría por uno, por un estropajo y horas bajo un montón de agua jabonosa pero era incapaz de sentarse sin que las heridas le taladrasen, mucho menos tumbarse en una bañera. No podía dejar de pensar en el papeleo que le esperaba sobre el escritorio y con aquella mujer delante no podía establecer sus prioridades. Porque necesitaba estar solo, necesitaba silencio y tiempo sin distracciones, no una mujer con cara de asco exigiendo que se vista. ¡Pues si quería una flor de pradera que se hubiera prometido a un inglés! La madre que...Empezaba a perder los papeles. Se llevó una mano a la cara y se intentó calmar, sin resultado.- Haga lo que tenga que hacer y acabemos con esto....
La intolerancia por la mugre era más adictiva que cualquier opiáceo para él. Prefería un baño a solas, eso estaba claro pero ni tenía la bañera ni tenía paciencia. Quería que Sigrid se fuera de una maldita vez. Apretó la mandíbula y antes de plantearse lo que estaba haciendo empezó a quitarse la chaqueta que se había puesto apenas hacía unos minutos, la dejó ordenadamente sobre la silla y mientras se acercaba a la noruega se sacó la camisa de dentro del pantalón. El amuleto anti trolls salió del interior de su cinturón y se meció unos segundos. El jotun se aseguró de que no había armas al alcance, si ella portaba alguna o no, no lo sabía pero decidió ponerla a prueba, dudaba de que una mujer que no levantaba ni medio palmo del suelo pudiera sacar una estaca y atravesar su escápula, de modo que se dio la vuelta lentamente y se alzó ligeramente la camisa, no del todo, lo justo para que viera la zona de los riñones. La poca carne que Ysgramir enseñó, fue suficiente para exponer un par de moratones que destacaban en su pálida piel, pero si Sigrid podía distinguir heridas, sabía que esas no pertenecían a golpes normales, eran las señales de metralla. Las astillas de madera seguían dentro, al menos un par y eran suficientes para molestar al gigante.
Los golpes en la puerta le hicieron coger aire para tener algo con lo que entretener su garganta y no liarse a escupir maldiciones. Frunció el ceño cuando vio que le daban cosas a la mujer. Ya estábamos de nuevo. ¿Cuándo había ocurrido eso? Es más, en qué momento había llegado ella, se había hecho Otra Vez con su propio barco y se había puesto a lanzar órdenes. Lo mejor de todo aquel asunto era que, además, eran obedecidas como si nada. Se fijó en Sigrid, intensamente, notando ahora que sus ropajes no eran ni parecidos la primera vez que entró en aquel barco, parecía más una contrabandista o una forajida que una comerciante de alta alcurnia. Además de que tenía la cabeza lo suficientemente amueblada como para saber qué cargamento llegaba dónde y a quién. ¿Había sido así siempre?...¿Le convenía tener una prometida tan avispada? Se recordó que debía tener vigilada a su futura esposa, no fuera que quien quisiera quedarse con todo fuera ella y le pegase una puñalada trapera. Quería una mujer dócil, maldita sea.- Suponía que le daría igual cómo llegue al altar mientras llegue, señora.- Porque iba a llegar muerto, eso estaba más que claro aunque ella no lo supiera, de una sola pieza o en varias..No podía ver la importancia.
Hizo un gesto de incomodidad y gruñó cuando el dolor recorrió su espina dorsal. No tenía tiempo para pensar en una mujer, tenía cosas mejores en las que centrarse, como en qué hacer con la causa de Randulf, tomar una maldita decisión, hacer el cálculo de las necesidades del Jotunheim, devolverle el golpe a la arpía rubia. Y de pronto se le presentaba Sigrid con esa mirada exigente. Ahora qué diablos quería esa mujer. Pasó la fría mirada de los ojos expectantes de la pelirroja, hasta el trapo, luego hacia el jabón y nuevamente a sus ojos. Giró la cabeza ligeramente hacia un lado, como sopesando las posibilidades de lo que aquella señales pudieran significar. ¿Quería lavarle...o qué diantres? ¡Habla mujer!
Sabía que necesitaba un baño, se moría por uno, por un estropajo y horas bajo un montón de agua jabonosa pero era incapaz de sentarse sin que las heridas le taladrasen, mucho menos tumbarse en una bañera. No podía dejar de pensar en el papeleo que le esperaba sobre el escritorio y con aquella mujer delante no podía establecer sus prioridades. Porque necesitaba estar solo, necesitaba silencio y tiempo sin distracciones, no una mujer con cara de asco exigiendo que se vista. ¡Pues si quería una flor de pradera que se hubiera prometido a un inglés! La madre que...Empezaba a perder los papeles. Se llevó una mano a la cara y se intentó calmar, sin resultado.- Haga lo que tenga que hacer y acabemos con esto....
La intolerancia por la mugre era más adictiva que cualquier opiáceo para él. Prefería un baño a solas, eso estaba claro pero ni tenía la bañera ni tenía paciencia. Quería que Sigrid se fuera de una maldita vez. Apretó la mandíbula y antes de plantearse lo que estaba haciendo empezó a quitarse la chaqueta que se había puesto apenas hacía unos minutos, la dejó ordenadamente sobre la silla y mientras se acercaba a la noruega se sacó la camisa de dentro del pantalón. El amuleto anti trolls salió del interior de su cinturón y se meció unos segundos. El jotun se aseguró de que no había armas al alcance, si ella portaba alguna o no, no lo sabía pero decidió ponerla a prueba, dudaba de que una mujer que no levantaba ni medio palmo del suelo pudiera sacar una estaca y atravesar su escápula, de modo que se dio la vuelta lentamente y se alzó ligeramente la camisa, no del todo, lo justo para que viera la zona de los riñones. La poca carne que Ysgramir enseñó, fue suficiente para exponer un par de moratones que destacaban en su pálida piel, pero si Sigrid podía distinguir heridas, sabía que esas no pertenecían a golpes normales, eran las señales de metralla. Las astillas de madera seguían dentro, al menos un par y eran suficientes para molestar al gigante.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Enarcó una cea, después la otra, furnció los labios y se acabó por cruzar de brazos achinando los ojos cuando el finlandés le espetó que mientras llegase al altar dasba igual cómo lo hiciera. se hizo un silencio breve e intenso, donde ambas miradas de hielo se cruzaron y se midieron, comos dos tigres dando vueltas antes de lanzarse al ataque contra el otro.
— Una cosa es que no albergue sentimientos románticos sobre este enlace, ya que no tengo quince años ni preciso que me agasaje con promesas estúpidas de felicidad y amor. Y la otra es que usted escupa vilmente sobre la institución que ambos hemos accedido a representar. Si voy a ser su esposa, qué menos que venir a comprobar el estado de mi marido y ver cómo puedo hacerle la vida más cómoda.— se descruzó de brazos torciendo una mueca de estar en desacuerdo con su actitud, pero lejos de darse las vuelta o cambiar el tono para convertirlo en una retahíla de quejas y agravios, empuñó la esponja y cuando Ysgramir refunfuñó pero se dio la vuelta, apreció que su amuleto lo llevaba guardado. Bien. Buen chico.
Hundió la mano en el jabón y escurrió bien el trapo pasándolo suavemente sobre la herida, que a simple vista parecía tener mala pinta.
— Aunque con esto en el cuerpo yo diría que es normal que esté de mal humor. Creo que hay esquirlas. Yo no soy cirujano, así que preferiría que llamase a uno.— Lavó cuidadoseamente la herida, pero poco más podía hacer, ella no era enfermera ni médico y no sabía de esos menesteres más que los cuidados básicos. Cuando acabó, vendó toda la cintura visible de Ysgramir, y para eso tuvo que pasar las manos alrededor de su torso, pegándose a él. Arrugó la nariz porque el tufillo a rata muerta flotaba en el ambiente. Acabó la operación notando la tensión que se podía cortar con un cuchillo, ya que el rubio estaba como la cuerda de un arco. ¿Sería invertido? ¿tendría fobia a las mujeres? Pffff...a saber. Tanto daba. Habría un acuerdo de mínimos y a correr, cada cual por su lado.
Soltó la esponja en la palangana de agua jabonosa, se secó las manos en la casaca y se dirigió a la puerta, que agarró con una mano, pero se giró antes de salir.
— "El secreto de Grace". Ese es el nombre del barco maderero que les lleva el roble a los rebeldes. En seis días atracará en Haugesund a descargar algo, antes de poner rumbo a Akershus. Su "amiga" Morgan estará sola, el conde ha partido a Japón esta mañana.— ¿Cómo sabía todo eso? porque tenía su red de espías e informantes, como cualquier comerciante que quisiera seguir en la élite y en ese momento, estaba haciendo un gesto de acercamiento hacia Ysgramir al facilitarle la información. Le dijo "amiga" con cierto tono de rintintín, pues ya sabía que al Jotun le picaba todo lo que esa arpía inglesa hiciera porque le había dejado el culo al raso en un par de ocasiones. Se giró de nuevo para marcharse pero se detuvo una vez más torciendo una sonrisa de medio lado.— Ah...y los prefiero enteros. Los maridos. Con todos sus miembros. Quedan mejor en el traje. Regresaré mañana a ver qué le ha dicho el cirujano.
Salió por la puerta del camarote haciéndole un gesto a Cronos para que la siguiera, se iban, porque aquello aún no era nada suyo, aunque había un compromiso en firme, le dejaría al rubio la ocasión de hacer las cosas bien, de bañarse y oler a algo mejor que a inmundicia y despojo humano, y no morir de gangrena ulcerosa por la metralla. Pero por si acaso, pasaría al día siguiente, no fuera a ser que se le "olvidara" llamar al médico.
— Una cosa es que no albergue sentimientos románticos sobre este enlace, ya que no tengo quince años ni preciso que me agasaje con promesas estúpidas de felicidad y amor. Y la otra es que usted escupa vilmente sobre la institución que ambos hemos accedido a representar. Si voy a ser su esposa, qué menos que venir a comprobar el estado de mi marido y ver cómo puedo hacerle la vida más cómoda.— se descruzó de brazos torciendo una mueca de estar en desacuerdo con su actitud, pero lejos de darse las vuelta o cambiar el tono para convertirlo en una retahíla de quejas y agravios, empuñó la esponja y cuando Ysgramir refunfuñó pero se dio la vuelta, apreció que su amuleto lo llevaba guardado. Bien. Buen chico.
Hundió la mano en el jabón y escurrió bien el trapo pasándolo suavemente sobre la herida, que a simple vista parecía tener mala pinta.
— Aunque con esto en el cuerpo yo diría que es normal que esté de mal humor. Creo que hay esquirlas. Yo no soy cirujano, así que preferiría que llamase a uno.— Lavó cuidadoseamente la herida, pero poco más podía hacer, ella no era enfermera ni médico y no sabía de esos menesteres más que los cuidados básicos. Cuando acabó, vendó toda la cintura visible de Ysgramir, y para eso tuvo que pasar las manos alrededor de su torso, pegándose a él. Arrugó la nariz porque el tufillo a rata muerta flotaba en el ambiente. Acabó la operación notando la tensión que se podía cortar con un cuchillo, ya que el rubio estaba como la cuerda de un arco. ¿Sería invertido? ¿tendría fobia a las mujeres? Pffff...a saber. Tanto daba. Habría un acuerdo de mínimos y a correr, cada cual por su lado.
Soltó la esponja en la palangana de agua jabonosa, se secó las manos en la casaca y se dirigió a la puerta, que agarró con una mano, pero se giró antes de salir.
— "El secreto de Grace". Ese es el nombre del barco maderero que les lleva el roble a los rebeldes. En seis días atracará en Haugesund a descargar algo, antes de poner rumbo a Akershus. Su "amiga" Morgan estará sola, el conde ha partido a Japón esta mañana.— ¿Cómo sabía todo eso? porque tenía su red de espías e informantes, como cualquier comerciante que quisiera seguir en la élite y en ese momento, estaba haciendo un gesto de acercamiento hacia Ysgramir al facilitarle la información. Le dijo "amiga" con cierto tono de rintintín, pues ya sabía que al Jotun le picaba todo lo que esa arpía inglesa hiciera porque le había dejado el culo al raso en un par de ocasiones. Se giró de nuevo para marcharse pero se detuvo una vez más torciendo una sonrisa de medio lado.— Ah...y los prefiero enteros. Los maridos. Con todos sus miembros. Quedan mejor en el traje. Regresaré mañana a ver qué le ha dicho el cirujano.
Salió por la puerta del camarote haciéndole un gesto a Cronos para que la siguiera, se iban, porque aquello aún no era nada suyo, aunque había un compromiso en firme, le dejaría al rubio la ocasión de hacer las cosas bien, de bañarse y oler a algo mejor que a inmundicia y despojo humano, y no morir de gangrena ulcerosa por la metralla. Pero por si acaso, pasaría al día siguiente, no fuera a ser que se le "olvidara" llamar al médico.
Sigrid7- Humano Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Pensó seriamente si alguna vez había prometido felicidad y amor...No, nunca había dicho semejante estupidez, lo que le prometió a su esposa fue frío y penurias, no una vida llena de color. Se exiliaron para que su familia les dejase tranquilos, ella perdió su apellido y toda conexión con su familia, se escondieron entre las extenuantes condiciones de Islandia y vivieron como pudieron, felices a su manera. A Sigrid no podía prometerle nada de eso, la felicidad se la tendría que buscar por su cuenta. Levantó una ceja muy poco convencido, a hacerle la existencia más cómoda o más insufrible. Tenía sus dudas.
Gunnarson cogió aire, tener aun humano cerca le ponía de los nervios, sobre todo porque respirar era un acto que había dejado de ser reflejo y se tenía que obligar a hacerlo, pero estaba de muy mal humor, cansado y dolorido, así que tener que fingir que tenía un corazón al que llevar oxígeno le molestaba y si además tenía que dar la espalda a una mujer como ella, que podía pegarle una puñalada trapera en cualquier momento, la tensión empezaba a multiplicarse exponencialmente. A pesar de no mirarla directamente a los ojos, por la posición, tenía la mandíbula prieta y los sentidos completamente centrados en ella, por si decidía hacer un movimiento brusco o escuchase el siseo de un arma al desenfundarse. ¿Paranoico? Indudablemente, pero por eso mismo seguía con vida. Al tenerla en frente tuvo que mirar hacia abajo aun con gesto duro y bastante frío. Sin embargo, notar el olor del jabón y la esponja pasando por sus heridas arrastrando algo de mierda de su piel fue tal compensación por la tensión que hasta se sorprendió pensando que podía seguir limpiando un poco más. No se le escapó el gesto de asco de la pelirroja y sonrió de medio lado satisfecho, a él no le gustaban los cerdos, al menos podía estar seguro de que su bonita mujer no fuera oliendo a pescado todo el día.
Miró la palangana con el agua con bastante anhelo, tuvo que apretar los puños y contenerse para no saltar sobre él. Le llegó una palabra que le distrajo de su problema. ¿Cirujano? Mientras sopesaba cómo demonios quitarse las esquirlas de madera, de nuevo le sorprendió con la información. Miró a Sigrid, pensando por segunda vez que lo mismo una mujer lista no había sido tan mala idea...Y que le agradaba no tenerla de enemiga. Cuando ella se giró, fue derecho hacia la mesa donde estaba el agua jabonosa, pero se detuvo al escuchar su voz nuevamente. No sabía de qué estaba hablando, hasta que lo especificó. Enarcó una ceja confuso…..¿Porque le quedaba bien el traje..?-……. Maldita sea.- Soltó, sin poder evitarlo, una vez que ella cerró la puerta.
Empezó a gruñir y a refunfuñar, con el ceño fruncido, mientras aprovechaba el agua para limpiarse, aunque no pudo darse un baño en condiciones, aquello quitaba parte de la mugre y así lo demostraba el agua que terminó teniendo más de mierdosa que de jabonosa. Cómo era aquello de que pretendía volver al día siguiente. Esta mujer le estaba llevando por el camino de la amargura, era como un comerciante preocupado por su inversión. Prefirió dejar el tema y mandar un mensaje al perro, escribiendo la nueva información y alguna nota más que otra.
Durante la noche, abrió las ventanas, para que al menos se ventilase la habitación, decidió ordenarla él mismo y encender unas cuantas velas para poder mirarse los moratones que salpicaban su espalda y su vientre como si fuera un cielo estrellado. No se le ocurría a nadie a quien llamar..Hasta que cayó. La negra, tendrían que traerla pero con suerte llegaría antes que Sigrid. Le envió un mensaje, con ciertas directrices. Esperaba que pudiera llegar antes que su futura esposa.
Gunnarson cogió aire, tener aun humano cerca le ponía de los nervios, sobre todo porque respirar era un acto que había dejado de ser reflejo y se tenía que obligar a hacerlo, pero estaba de muy mal humor, cansado y dolorido, así que tener que fingir que tenía un corazón al que llevar oxígeno le molestaba y si además tenía que dar la espalda a una mujer como ella, que podía pegarle una puñalada trapera en cualquier momento, la tensión empezaba a multiplicarse exponencialmente. A pesar de no mirarla directamente a los ojos, por la posición, tenía la mandíbula prieta y los sentidos completamente centrados en ella, por si decidía hacer un movimiento brusco o escuchase el siseo de un arma al desenfundarse. ¿Paranoico? Indudablemente, pero por eso mismo seguía con vida. Al tenerla en frente tuvo que mirar hacia abajo aun con gesto duro y bastante frío. Sin embargo, notar el olor del jabón y la esponja pasando por sus heridas arrastrando algo de mierda de su piel fue tal compensación por la tensión que hasta se sorprendió pensando que podía seguir limpiando un poco más. No se le escapó el gesto de asco de la pelirroja y sonrió de medio lado satisfecho, a él no le gustaban los cerdos, al menos podía estar seguro de que su bonita mujer no fuera oliendo a pescado todo el día.
Miró la palangana con el agua con bastante anhelo, tuvo que apretar los puños y contenerse para no saltar sobre él. Le llegó una palabra que le distrajo de su problema. ¿Cirujano? Mientras sopesaba cómo demonios quitarse las esquirlas de madera, de nuevo le sorprendió con la información. Miró a Sigrid, pensando por segunda vez que lo mismo una mujer lista no había sido tan mala idea...Y que le agradaba no tenerla de enemiga. Cuando ella se giró, fue derecho hacia la mesa donde estaba el agua jabonosa, pero se detuvo al escuchar su voz nuevamente. No sabía de qué estaba hablando, hasta que lo especificó. Enarcó una ceja confuso…..¿Porque le quedaba bien el traje..?-……. Maldita sea.- Soltó, sin poder evitarlo, una vez que ella cerró la puerta.
Empezó a gruñir y a refunfuñar, con el ceño fruncido, mientras aprovechaba el agua para limpiarse, aunque no pudo darse un baño en condiciones, aquello quitaba parte de la mugre y así lo demostraba el agua que terminó teniendo más de mierdosa que de jabonosa. Cómo era aquello de que pretendía volver al día siguiente. Esta mujer le estaba llevando por el camino de la amargura, era como un comerciante preocupado por su inversión. Prefirió dejar el tema y mandar un mensaje al perro, escribiendo la nueva información y alguna nota más que otra.
Durante la noche, abrió las ventanas, para que al menos se ventilase la habitación, decidió ordenarla él mismo y encender unas cuantas velas para poder mirarse los moratones que salpicaban su espalda y su vientre como si fuera un cielo estrellado. No se le ocurría a nadie a quien llamar..Hasta que cayó. La negra, tendrían que traerla pero con suerte llegaría antes que Sigrid. Le envió un mensaje, con ciertas directrices. Esperaba que pudiera llegar antes que su futura esposa.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Era un hombre rarito. Cuando vio la expresión de Cronos al salir del barco frunció el ceño. Era una mueca a medio camino entre la risa contenida, y la resiganción de quien sabe que se le viene encima algo gordo.
—¡¿qué?!.— el mercenario negó con la cabeza y siguió su camino en silencio. Vale, sí, era rarito. ¿Estaría haciendo bien aceptando ese matrimonio? no esperaba grandes cosas ya a su edad y menos con su carácter, pero empezaba a pensar que tal vez no fuera tan buena idea, había algo raro en él, un "no sé qué" que no sabría precisar y que flotaba denso a su alrededor. No sabía ponerle nombre pero ese sexto sentido, ese olfato de comerciante que tenía y que le proporcionaba ventajosos negocios, estaba en alerta en ese momento.
Hicieron noche en una posada, tumbada mirando al techo le dio por pensar en todo aquello. Si realmente Ysgramir fuera un marido ausente eso la dejaría a su aire para hacer y deshacer a su antojo, y hasta le había dicho que si engendrase hijos fuera del matrimonio tendrían su apellido. Esta unión era un "hasta que la muerte nos separe" literalmente, había hombres más flexibles, o con una visión más "moderna" del matrimonio, al parecer el finlandés sólo quería mantener las apariencias impolutas y nada más le importaba. Seguramente fuera un matrimonio sin apenas relación, ni palabras, ni contacto ni apenas amistad. ¿Era eso lo que quería? Pf. Tampoco tenía muchas más opciones.
Tenían mucho que hacer esa mañana y fueron de aquí para allá cerrando cuentas pendientes, empezando negocios y firmando cartas de pago. Antes de ir de nuevo al Jotun a ver cómo se encontraba Gunnarson, pasó por la posada a lavarse, cambiarse de ropa y colocarse un vestido sin demasiadas florituras, en la línea de Sigrid: ropa de buena factura pero sin chorradas que le impidieran moverse. Se miró frente al espejo toqueteando los cantos laterales de sus ojos: empezaban a salirse arruguitas alrededor de los párpados. Nunca se había preocupado por los estragos de la edad, pero quizás iba siendo hora de tenerlo en cuenta. ¿Para qué? ¿Acaso tenía que seducir a su nuevo marido? en parte sí. Había una porción de ella que clamaba por esa adrenalina de la conquista y del juego. Tanto acuerdo, tanto contrato, le quitaba todo el misterio y la gracia al hecho de relacionarse con él. Quizás fuera una tontería pero...se cepilló el pelo, que rojo como el fuego refulgía bajo la luz de las velas. Dejó la camisa abierta hasta un botón más de lo que se consideraría recatado y depositó unas gotas de perfume especiado en sus muñecas y bajo el lóbulo de su oreja. Nadie diría que con ese aspecto pudiera parecer una furcia barata que se pasea para venderse, pero no solía prestar atención a su aspecto excepto cuando era necesario y esa vez en verdad no es que la ocasión lo requiriese, asi que...¿por qué? Pues porque era una mujer que iba a visitar a su futuro marido y de alguna forma quería gustarle.
Ascendió por la pasarela cuando comenzaba a atardecer y se plantó frente al camarote de Ysgramir llamando con los nudillos. Esperaba que le hubiera hecho caso al menos en lo de llamar al cirujano y que le sacase las esquirlas, porque si no se quedaría viuda antes de casarse y además seguro que había un infierno especial para los tontos que le tenían pánico a las agujas.
—¡¿qué?!.— el mercenario negó con la cabeza y siguió su camino en silencio. Vale, sí, era rarito. ¿Estaría haciendo bien aceptando ese matrimonio? no esperaba grandes cosas ya a su edad y menos con su carácter, pero empezaba a pensar que tal vez no fuera tan buena idea, había algo raro en él, un "no sé qué" que no sabría precisar y que flotaba denso a su alrededor. No sabía ponerle nombre pero ese sexto sentido, ese olfato de comerciante que tenía y que le proporcionaba ventajosos negocios, estaba en alerta en ese momento.
Hicieron noche en una posada, tumbada mirando al techo le dio por pensar en todo aquello. Si realmente Ysgramir fuera un marido ausente eso la dejaría a su aire para hacer y deshacer a su antojo, y hasta le había dicho que si engendrase hijos fuera del matrimonio tendrían su apellido. Esta unión era un "hasta que la muerte nos separe" literalmente, había hombres más flexibles, o con una visión más "moderna" del matrimonio, al parecer el finlandés sólo quería mantener las apariencias impolutas y nada más le importaba. Seguramente fuera un matrimonio sin apenas relación, ni palabras, ni contacto ni apenas amistad. ¿Era eso lo que quería? Pf. Tampoco tenía muchas más opciones.
Tenían mucho que hacer esa mañana y fueron de aquí para allá cerrando cuentas pendientes, empezando negocios y firmando cartas de pago. Antes de ir de nuevo al Jotun a ver cómo se encontraba Gunnarson, pasó por la posada a lavarse, cambiarse de ropa y colocarse un vestido sin demasiadas florituras, en la línea de Sigrid: ropa de buena factura pero sin chorradas que le impidieran moverse. Se miró frente al espejo toqueteando los cantos laterales de sus ojos: empezaban a salirse arruguitas alrededor de los párpados. Nunca se había preocupado por los estragos de la edad, pero quizás iba siendo hora de tenerlo en cuenta. ¿Para qué? ¿Acaso tenía que seducir a su nuevo marido? en parte sí. Había una porción de ella que clamaba por esa adrenalina de la conquista y del juego. Tanto acuerdo, tanto contrato, le quitaba todo el misterio y la gracia al hecho de relacionarse con él. Quizás fuera una tontería pero...se cepilló el pelo, que rojo como el fuego refulgía bajo la luz de las velas. Dejó la camisa abierta hasta un botón más de lo que se consideraría recatado y depositó unas gotas de perfume especiado en sus muñecas y bajo el lóbulo de su oreja. Nadie diría que con ese aspecto pudiera parecer una furcia barata que se pasea para venderse, pero no solía prestar atención a su aspecto excepto cuando era necesario y esa vez en verdad no es que la ocasión lo requiriese, asi que...¿por qué? Pues porque era una mujer que iba a visitar a su futuro marido y de alguna forma quería gustarle.
Ascendió por la pasarela cuando comenzaba a atardecer y se plantó frente al camarote de Ysgramir llamando con los nudillos. Esperaba que le hubiera hecho caso al menos en lo de llamar al cirujano y que le sacase las esquirlas, porque si no se quedaría viuda antes de casarse y además seguro que había un infierno especial para los tontos que le tenían pánico a las agujas.
Sigrid7- Humano Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Al contrario que la ociosa noche le deparaba a la mujer, Ysgramir esperó durante horas a que su esclava de confianza apareciera, empezaba a estar un tanto desesperado por estar allí encerrado, los barcos no le incomodaban, pero la sensación de estar sucio le tenía de muy mal humor y a punto de explotar. En cuanto la muchacha entró, no necesitó órdenes, consciente de la situación se puso a trabajar en seguida, cogiendo agua, trapos limpios y piezas de medicina, pero no para usarlas de forma convencional. El islandés se sentó en una banqueta, desnudándose sin pudor delante de ella y esperó mientras la esclava trasteaba, separando músculos y cortando únicamente cuando era necesario, buscando las molestas astillas alojadas en su carne que le estaban costando más de un quebradero de cabeza. Era cuestión de paciencia pero despuntaba el alba cuando acabaron, con una colección de astillas de diferentes tamaños adornando la mesa.
Una vez terminó, la mujer recogió todo con el mayor sigilo que fue capaz, lo limpió todo y después desapareció de la habitación tal cual había llegado. Los vampiros no dormían, pero por una vez Ysgramir se alegró de poder tirarse en el camastro y descansar, esperar en silencio a que su cuerpo inmortal hiciera el resto, pero el dolor había desaparecido, le alegraba saber que ese sería el último día que iba a pasar en el maldito camarote. No tenía tiempo para pensar en su futura mujer, demasiadas preocupaciones tenía y suponía que no había motivos para que la diminuta pelirroja apareciera por allí nuevamente.
No podía contar las horas que llevaba allí tirado, sabía que su esclava había entrado y salido más de una vez, que había recogido y aseado el lugar lo mejor que pudo, si hubiera podido habría exigido una maldita bañera, pero no tenía bañeras en el barco y aun no eran las horas para que pudiera salir. El sonido de alguien golpeando la puerta le sorprendió, el olor de un perfume atravesaba las juntas de la puerta de su camarote. La negra no podía ser, ella no llamaba. Se puso en pie muy despacio, caminó hacia la puerta, se detuvo a medio camino, buscó su camisa con la mirada pero...Qué más daba. Necesitaba quitarse los restos de sangre y vendarse, las heridas estaban a medio cerrar y algunas eran muy profundas. Abrió la puerta con el ceño fruncido, que aun se frunció más cuando reconoció la cabellera roja, pero no el olor.
No le dejó pasar, se quedó plantado en mitad del hueco de la puerta observando el cambio. ¿Qué se había puesto? ¿Qué era ese olor? Sus ojos bailaron de su atuendo a directamente el botón que le faltaba y se puso tenso. Apretó la mandíbula y levantó la vista, había gente alrededor, no cerca, pero sí lo suficiente para escucharles. Pasó dentro, sin darle la espalda, antes de ir a por la palangana con agua limpia y fresca que la negra acababa de dejar poco antes, se limpió el pecho, quitándose las marcas de sangre reseca y reciente lo mejor que puso, pero sin dejar de mirarla. Había algo que no encajaba y le estaba molestando.- Le recomiendo que aproveche ahora a vestirse como le venga en gana, porque en París no pienso permitirle no usar los adornos del vestido como es debido.- Refiriéndose al botón, que no estaba en su sitio. Solo de pensar que todo el mundo había estado viendo lo que él veía, se le empezaba a ir el buen humor que había cultivado durante horas.
Una vez terminó, la mujer recogió todo con el mayor sigilo que fue capaz, lo limpió todo y después desapareció de la habitación tal cual había llegado. Los vampiros no dormían, pero por una vez Ysgramir se alegró de poder tirarse en el camastro y descansar, esperar en silencio a que su cuerpo inmortal hiciera el resto, pero el dolor había desaparecido, le alegraba saber que ese sería el último día que iba a pasar en el maldito camarote. No tenía tiempo para pensar en su futura mujer, demasiadas preocupaciones tenía y suponía que no había motivos para que la diminuta pelirroja apareciera por allí nuevamente.
No podía contar las horas que llevaba allí tirado, sabía que su esclava había entrado y salido más de una vez, que había recogido y aseado el lugar lo mejor que pudo, si hubiera podido habría exigido una maldita bañera, pero no tenía bañeras en el barco y aun no eran las horas para que pudiera salir. El sonido de alguien golpeando la puerta le sorprendió, el olor de un perfume atravesaba las juntas de la puerta de su camarote. La negra no podía ser, ella no llamaba. Se puso en pie muy despacio, caminó hacia la puerta, se detuvo a medio camino, buscó su camisa con la mirada pero...Qué más daba. Necesitaba quitarse los restos de sangre y vendarse, las heridas estaban a medio cerrar y algunas eran muy profundas. Abrió la puerta con el ceño fruncido, que aun se frunció más cuando reconoció la cabellera roja, pero no el olor.
No le dejó pasar, se quedó plantado en mitad del hueco de la puerta observando el cambio. ¿Qué se había puesto? ¿Qué era ese olor? Sus ojos bailaron de su atuendo a directamente el botón que le faltaba y se puso tenso. Apretó la mandíbula y levantó la vista, había gente alrededor, no cerca, pero sí lo suficiente para escucharles. Pasó dentro, sin darle la espalda, antes de ir a por la palangana con agua limpia y fresca que la negra acababa de dejar poco antes, se limpió el pecho, quitándose las marcas de sangre reseca y reciente lo mejor que puso, pero sin dejar de mirarla. Había algo que no encajaba y le estaba molestando.- Le recomiendo que aproveche ahora a vestirse como le venga en gana, porque en París no pienso permitirle no usar los adornos del vestido como es debido.- Refiriéndose al botón, que no estaba en su sitio. Solo de pensar que todo el mundo había estado viendo lo que él veía, se le empezaba a ir el buen humor que había cultivado durante horas.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
De entrada el comentario del islandés le pareció petulante y autoritario, pero pasada la primera sorpresa, tuvo que reconocer que esa pequeña molestia que le quemaba en el fondo al rubio era un celo territorial que le quedaba muy bien. Era un "no quiero que nadie vea o toque lo que es mio" y de alguna forma le trasladaba también la idea de que eso no estaba bien porque ella era deseable a sus ojos. Si hubiera sido una vacaburra, fea y desdentada, la habría considerado como una mera mercancía y tanto le daría si la miraban como si no. Así que ahí estaba su respuesta: de alguna forma sí le interesaba y sí le gustaba lo que veía.
Sin mucha ceremonia, pero amagando media sonrisa, se abrochó el botón para luego recorrer su cuerpo con los ojos y el descaro que había esgrimido desde el principio.
— veo que han venido a coserle, he visto matarifes trabajar más limpio, pero supongo que servirá. ¿Se encuentra mejor?
Vale, con esas pintas más de "mujer" no causaba la misma impresión, pero pronto descubriría el islandés que daba igual que a la mona la vistieran de seda, porque mona se queda. Sigrid era capaz de mantener las apariencias como la que más, ser cortés, amable o decir las palabras adecuadas para rascar un buen trato comercial, pero seguía siendo agresiva en su terreno. Como Ysgramir parecía decidido a lavarse solo y no darle oportunidad de acercarse, se paseó por el camarote observando la decoración tan parca que tenía y retorciendo entre los dedos distraídamente el Dälahast que pendía de su cuello en una cadenita.
— Veo que tiene mucho trabajo pendiente con todo lo ocurrido. Podría ayudarle si lo estima conveniente, para bien o para mal es a lo que me dedico. Si le parece bien celebrar el enlace en su propiedad, con ceremonia tradicional y la larga lista de invitados por su parte y la mía, lo tendrá todo dispuesto para dentro de tres semanas.
Siempre práctica y eficiente, había seguido las directrices de Ysgramir antes de que éste partiera y para organizar una boda así, no hacía falta más de un mes, no tenía sentido dilatarlo en el tiempo.
— He pedido que lleven mi ajuar a su casa y los baules con lo que necesito para mi día a día. Considero que al menos deberíamos pasar unos pocos días juntos para saber lo básico, pues siempre habrán preguntas incómodas y prefiero que ambos demos la misma información, si le parece bien.
Sin mucha ceremonia, pero amagando media sonrisa, se abrochó el botón para luego recorrer su cuerpo con los ojos y el descaro que había esgrimido desde el principio.
— veo que han venido a coserle, he visto matarifes trabajar más limpio, pero supongo que servirá. ¿Se encuentra mejor?
Vale, con esas pintas más de "mujer" no causaba la misma impresión, pero pronto descubriría el islandés que daba igual que a la mona la vistieran de seda, porque mona se queda. Sigrid era capaz de mantener las apariencias como la que más, ser cortés, amable o decir las palabras adecuadas para rascar un buen trato comercial, pero seguía siendo agresiva en su terreno. Como Ysgramir parecía decidido a lavarse solo y no darle oportunidad de acercarse, se paseó por el camarote observando la decoración tan parca que tenía y retorciendo entre los dedos distraídamente el Dälahast que pendía de su cuello en una cadenita.
— Veo que tiene mucho trabajo pendiente con todo lo ocurrido. Podría ayudarle si lo estima conveniente, para bien o para mal es a lo que me dedico. Si le parece bien celebrar el enlace en su propiedad, con ceremonia tradicional y la larga lista de invitados por su parte y la mía, lo tendrá todo dispuesto para dentro de tres semanas.
Siempre práctica y eficiente, había seguido las directrices de Ysgramir antes de que éste partiera y para organizar una boda así, no hacía falta más de un mes, no tenía sentido dilatarlo en el tiempo.
— He pedido que lleven mi ajuar a su casa y los baules con lo que necesito para mi día a día. Considero que al menos deberíamos pasar unos pocos días juntos para saber lo básico, pues siempre habrán preguntas incómodas y prefiero que ambos demos la misma información, si le parece bien.
Sigrid7- Humano Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Para ser sinceros, Ymir era bastante mejor que cualquier curandero, no tenía estudios, pero si mucha práctica, las suturas podrían ser mejores, en eso estaban de acuerdo, pero como de todos modos no le iban a quedar marcas lo mismo le daba. No supo decir si la mirada que le echó fue realmente para supervisar el trabajo sobre sus heridas o una especie de comprobación del contenido de lo que había comprado. Una fuerte respiración se le escapó, caminó hacia el baúl donde guardaba parte de su ropa y buscó una camisa cualquiera que por lo menos no estuviera sucia de sangre, se la acomodó sobre los hombres mientras miraba fijamente a la mujer, danzando por su camarote, si venía a descubrir formas de torturarle se estaba equivocando, él no tenía muchas cosas personales y las pocas que realmente le importaban no estaban allí.
Se empezó a abotonar la camisa, levantando el mentón con cierto orgullo y para ocultar el mal humor que se le cocía cada vez que ella miraba sus cosas con aire autoritario, pero quién se creía la mujer, maldita sea. Se fijó en la figurita que ella amasaba en sus manos con mimo..O con nostalgia, no estaba seguro, tampoco llegó a distinguir cuál era su forma porque Sigrid lo ocultaba con su mano, pero supo ver que tenía cierto aprecio hacia la joya, se preguntó si la guardaba junto a la cabeza de carnero que le dio o simplemente se la había cambiado por la que llevaba. No le extrañaría, teniendo en cuenta que era la típica pieza ruda y sin valor real que llevaría un hombre y no una mujer, pero al menos esperaba que la llevase encima, no que la dejase por ahí perdida. Cogió aire, porque notaba que se estaba cabreando y se moría por soltarle alguna perla, pero en vez de eso, decidió hacer lo que ella hacía, invadir su terreno. Después de todo..Era su futura mujer.
Cerró la distancia que había entre los dos de unas cuanta zancadas, se colocó frente a frente, mirando hacia abajo, por la evidente diferencia de tamaño y en apenas un pestañeo levantó las manos para impedir que se abrochara ese botón. O sea, ¿En el exterior iba con la pechuga al aire y en su casa no? Acabáramos. Le impidió abrocharlo y de hecho movió la mano lo suficiente para coger la cadena de la que pendía el caballo y buscando la que debería pertenecerle a él.- No tengo propiedades en estas tierras.- Dijo, secamente, aun mientras tenía sus manos peligrosamente alrededor de su cuello.- Ni en ninguna del norte.- Mentira, pero eso ella no tenía por qué saberlo.- Siempre tengo mucho trabajo y preveo que aumentará si tengo que ir detrás de usted recordándole cómo debe ir vestida y discutir sobre cuántas decisiones pretende tomar usted misma sin contar con mi opinión.- Porque aquello empezaba a sacarle de quicio.- No se a qué casa se refiere, la única que tengo en estos puertos es el propio Jotumhein y nadie me ha preguntado si quiero compartir nada con usted antes de la boda. Ánimo. ¿Por qué no me pregunta? No es tan difícil como parece.- La ironía era más que evidente.
Se empezó a abotonar la camisa, levantando el mentón con cierto orgullo y para ocultar el mal humor que se le cocía cada vez que ella miraba sus cosas con aire autoritario, pero quién se creía la mujer, maldita sea. Se fijó en la figurita que ella amasaba en sus manos con mimo..O con nostalgia, no estaba seguro, tampoco llegó a distinguir cuál era su forma porque Sigrid lo ocultaba con su mano, pero supo ver que tenía cierto aprecio hacia la joya, se preguntó si la guardaba junto a la cabeza de carnero que le dio o simplemente se la había cambiado por la que llevaba. No le extrañaría, teniendo en cuenta que era la típica pieza ruda y sin valor real que llevaría un hombre y no una mujer, pero al menos esperaba que la llevase encima, no que la dejase por ahí perdida. Cogió aire, porque notaba que se estaba cabreando y se moría por soltarle alguna perla, pero en vez de eso, decidió hacer lo que ella hacía, invadir su terreno. Después de todo..Era su futura mujer.
Cerró la distancia que había entre los dos de unas cuanta zancadas, se colocó frente a frente, mirando hacia abajo, por la evidente diferencia de tamaño y en apenas un pestañeo levantó las manos para impedir que se abrochara ese botón. O sea, ¿En el exterior iba con la pechuga al aire y en su casa no? Acabáramos. Le impidió abrocharlo y de hecho movió la mano lo suficiente para coger la cadena de la que pendía el caballo y buscando la que debería pertenecerle a él.- No tengo propiedades en estas tierras.- Dijo, secamente, aun mientras tenía sus manos peligrosamente alrededor de su cuello.- Ni en ninguna del norte.- Mentira, pero eso ella no tenía por qué saberlo.- Siempre tengo mucho trabajo y preveo que aumentará si tengo que ir detrás de usted recordándole cómo debe ir vestida y discutir sobre cuántas decisiones pretende tomar usted misma sin contar con mi opinión.- Porque aquello empezaba a sacarle de quicio.- No se a qué casa se refiere, la única que tengo en estos puertos es el propio Jotumhein y nadie me ha preguntado si quiero compartir nada con usted antes de la boda. Ánimo. ¿Por qué no me pregunta? No es tan difícil como parece.- La ironía era más que evidente.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
El gesto brusco del gigante rubio la pilló desprevenida y dio un respingo, su cuerpo se tensó como un perro de caza que acaba de vislumbrar la pieza y quiere morder, cerrar las fauces alrededor del cuello de su objetivo; pero se retuvo a tiempo y se quedó en un gesto de tensión momentánea.
¿Ahora le impedía poner la prenda en su sitio cuando momentos antes se había quejado por el mismo motivo? ¡Hombres! no había quien los entendiese. Pero al menos algo tenía claro: había suscitado su interés, y si ella fuera una mujer fea, desdentada o paticorta no le habría escupido ese comentario con saña.
Sujetó su Dalahäst entre los dedos y escrutó su cuello. Bajo la camisa pendía el carnero que un día le dio, y se perdía en los confines de su escote, el caballito de madera esmaltada en colores era más bien estilo gargantilla y por eso quedaba visible. Si quería que se viese el carnero Gunnarson tendría que desabrochar algo más que un botón, el desafío estaba ahora en los ojos de la pelirroja que miraban los de hielo del finlandés. Enarcó una ceja antes de formularle la pregunta.
— ¿No tiene propiedades en tierra? eso es extraño. ¿Dónde pensaba celebrar la boda? en el tugurio del Tuerto?
La pregunta estaba dentro de toda lógica, era un comerciante muy adinerado, hablaba de casas de París ¿y no tenía ni una miserable cabaña en su patria o al menos donde fondeaba su buque insignia?
— Está bien. Se lo preguntaré ahora que ya le tengo delante y todavía no he desarrollado la capacidad de la comunicación mental. ¿Tiene usted algún lugar pensado para celebrar el enlace o prefiere que sea en mi hacienda ya que yo sí tengo propiedades en Bergen?
La ironía que le devolvió como una pelota de tenis azotó el rostro del vikingo que ahora estaba muy cerca del suyo, porque Sigrid no reculaba y no se escondía de nadie, pero tampoco hizo gesto alguno de quitarle las manos a Ysgramir de su preciada posesión, a fin de cuentas iba a ser su marido y podría ponerlas donde le diera la gana.
— y respecto a lo de conocernos un poco más ya que vamos a ser matrimonio, pensé que necesario no era pero sí conveniente. Si no lo cree así, entonces nos veremos el día y el lugar acordado.
Mantuvo la mirada clavada en la del Jotun, la barbilla elevada y la mandíbula apretada. tenía que reconocer que esa mirada helaba la sangre en las venas, pero a la vez despertaba algo fiero en su interior...qué cojones, la ponía a cien. Definitivamente le hacía falta un desahogo, porque como resultase invertido iba a ser un chasco bien grande.
¿Ahora le impedía poner la prenda en su sitio cuando momentos antes se había quejado por el mismo motivo? ¡Hombres! no había quien los entendiese. Pero al menos algo tenía claro: había suscitado su interés, y si ella fuera una mujer fea, desdentada o paticorta no le habría escupido ese comentario con saña.
Sujetó su Dalahäst entre los dedos y escrutó su cuello. Bajo la camisa pendía el carnero que un día le dio, y se perdía en los confines de su escote, el caballito de madera esmaltada en colores era más bien estilo gargantilla y por eso quedaba visible. Si quería que se viese el carnero Gunnarson tendría que desabrochar algo más que un botón, el desafío estaba ahora en los ojos de la pelirroja que miraban los de hielo del finlandés. Enarcó una ceja antes de formularle la pregunta.
— ¿No tiene propiedades en tierra? eso es extraño. ¿Dónde pensaba celebrar la boda? en el tugurio del Tuerto?
La pregunta estaba dentro de toda lógica, era un comerciante muy adinerado, hablaba de casas de París ¿y no tenía ni una miserable cabaña en su patria o al menos donde fondeaba su buque insignia?
— Está bien. Se lo preguntaré ahora que ya le tengo delante y todavía no he desarrollado la capacidad de la comunicación mental. ¿Tiene usted algún lugar pensado para celebrar el enlace o prefiere que sea en mi hacienda ya que yo sí tengo propiedades en Bergen?
La ironía que le devolvió como una pelota de tenis azotó el rostro del vikingo que ahora estaba muy cerca del suyo, porque Sigrid no reculaba y no se escondía de nadie, pero tampoco hizo gesto alguno de quitarle las manos a Ysgramir de su preciada posesión, a fin de cuentas iba a ser su marido y podría ponerlas donde le diera la gana.
— y respecto a lo de conocernos un poco más ya que vamos a ser matrimonio, pensé que necesario no era pero sí conveniente. Si no lo cree así, entonces nos veremos el día y el lugar acordado.
Mantuvo la mirada clavada en la del Jotun, la barbilla elevada y la mandíbula apretada. tenía que reconocer que esa mirada helaba la sangre en las venas, pero a la vez despertaba algo fiero en su interior...qué cojones, la ponía a cien. Definitivamente le hacía falta un desahogo, porque como resultase invertido iba a ser un chasco bien grande.
Sigrid7- Humano Clase Alta
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Re: Meriendacena con Satán. (Privado Ysgramir)
Cuando la mujer retrocedió, se sintió mucho mejor al instante, recompensado. Estaba claro que ser paciente y distante no funcionaba con esa mujer, si tenía que ser autoritario y firme para que ella entrase en razón y se asustara, como acababa de hacer, para que dejara de dirigir su vida, entonces aquello sería lo que haría. Pronto vio cómo el coraje volvía a aquellos ojos, no le duraba la sorpresa demasiado tiempo, eso tampoco era bueno, pero le decía qué nivel de terquedad tenía la muy...Podría estar dudando de su autoridad como para haber dejado de lado ese descaro suyo, pero no tanto tiempo como a él le hubiera gustado. Su cabeza le dijo al principio que un acuerdo matrimonial con alguien de su edad y viuda era la mejor opción, pero desde el primer momento que pisó una sola tabla de su barco sabía que no estaba siendo buena idea. Entonces, ¿Por qué demonios tenía la impresión de sonreír por dentro? Por qué esa mujer le hacía gracia, como si quisiera ver hasta dónde podía llegar esa personalidad, a pesar de que lo que suponía no era lo que le convenía, pero sí lo que le gustaba.
Maldita sea. El destino se apañaba siempre para ponerle en las narices algo que no le convenía tener, con la diferencia de que esta vez, técnicamente ya lo tenía y echarse atrás en una decisión ya tomada no era el estilo de los Gunnarson. Le había dado su colgante, le dio su palabra y no iba a retractarse. A pesar de no ver con sus propios ojos la cabeza del carnero, no iba a desabrochar más botones, todo tenía su límite y el suyo estaba ahí, en imponerse, si no era como hombre, pues lo haría con superioridad física, en lo que estaba seguro de estar muy por encima, pero no tenía intención de tocar a su futura mujer más de lo estrictamente necesario y tampoco estaba dispuesto a entrever sus pechos solo para averiguar si el carnero estaba ahí..Cosa que pensándolo mejor le ponía un poco...Nervioso. Lo que sí había llegado a entrever era que Sigrid llevaba dos collares alrededor del cuello, uno para su preciado Dalahast y el otro era claramente del que pendía su carnero, podría reconocer ese colgante de metal basto en cualquier lugar, era de los pocos recuerdos que permanecían vivos en su memoria a cerca de su mujer. Podría haber olvidado su voz, o su sonrisa o su forma de moverse y su olor, pero nunca podría olvidar lo que destacaba el hierro en su cuello blanco.
El recuerdo le había hecho desviarse del presente y se había olvidado de Sigrid por un instante, levantó la vista hasta la mujer, casi sorprendido de encontrarse con un rostro que no fuera el de Ella. Levantó la mano de su cuello, había algo muy diferente del hielo en su mirada, era otra cosa, cogió entre sus dedos uno de los mechones de su cabello, eran del mismo tono de color, del mismo rojo, el mismo tacto, pero el olor no era el mismo, no era fuerte ni desagradable pero el perfume camuflaba el olor natural de mujer y eso no le gustaba..O no le gustaba en su momento. Casi como si hubieran pulsado un botón, Ysgramir volvió a la realidad, Sigrid no era Ella, por mucho que tuvieran en común..¿Sería por eso que le consentía tanto descaro?
Apretó la mandíbula hasta que tuvo los recuerdos bajo control, apartó la mano de su cabello y se alejó de ella dando unos ligeros pasos alrededor hasta llegar a su escritorio. - Por qué motivo cree que le dije que se encargara usted de organizar la boda.- Gruñó, era uno de los motivos, ni siquiera le interesaba la boda, para qué molestarse en organizar una, ya lo hizo una vez y fue suficiente para él.- Se lo he dicho, esta -Señaló la mesa del escritorio refiriéndose al barco entero.- es la única posesión que tengo en estas tierras...A parte de usted.- Levantó la vista para ver cómo reaccionaba ella a esa declaración.- Dónde quiera hacer la boda es cosa suya pero si está pensando en..-La voz de uno de sus marineros detrás de la puerta le hizo callarse y se puso en tensión, el marinero carraspeó varias veces, antes de que Ysgramir le permitiera entrar.
- Señor, nos han traído algo..algo..uh..Algo.- Ysgramir frunció el ceño, quería arrancarle la cabeza al idiota, pero no estaba de humor ni para eso, finalmente comprendió que si fuera un cargamento normal no le llamarían así que miró a Sigrid antes de pasar a su lado y observó a través de la puerta. Por el tamaño de los baúles y sus formas supo realmente qué eran. Cogió aire con mucha fuerza, el marinero automáticamente dio un paso atrás.- Qué hacemos con eso..¿Se habrán equivocado?- No.- Gruñó.- Son de mi mujer.- Se giró para mirar a la susodicha con mucho odio y con el ceño fruncido.- ¿Uh? Oh..Ah...Lo..¿Lo metemos en..?- No. - De pronto Ysgramir sonrió y miró a su futura esposa, tenía ganas de matarla.- Esta ha sido idea suya, lo de traer sus cosas a mi propiedad así que..organícese como más le guste. Lo mío es suyo..Pero debo hacer cosas en puerto.- El marinero le miró con cara rara, Gunnarson no salía de su barco a no ser que fuera necesario y era la primera vez que le veía sonreír..Aunque era más siniestro que cuando estaba serio.- Con mi tripulación, así que...-Señaló la cantidad de bártulos sobre la cubierta.- Tendrá que hacerlo por su cuenta. Siéntase libre de invadir todo el espacio que quiera.
El marinero estaba muy confuso pero no hacía ningún comentario, Ysgramir se giró hacia él, lo que provocó que el otro se cuadrara y le dijo en bajo, pero con firmeza.- Si alguien le ayuda lo serviré para la cena.- Y caminó fuera del barco, mientras se abrochaba los botones de la camisa, no tenía nada que hacer, pero le daría el tiempo suficiente para sopesar la manera de organizar todo eso dentro de un barco y sin ayuda, seguramente era lo suficientemente terca como para llamar a alguien para que hiciera el trabajo por ella, pero le gustaría ver quién se atrevía a poner un pie en cubierta sin el permiso del capitán, sus hombres no lo permitirían. Le daría unas cuántas horas y volvería después, con suerte se habría largado y de paso se quitaba el hormigueo del tacto de su cabello de los dedos y se olvidaba de su perfume y se libraba de tener que contestar a la última declaración, porque ni siquiera él tenía claro qué era lo que pretendía o lo que quería en cuanto a su relación. Cordialidad, suponía, hasta que tuvo ganas de clavar los dientes en su cuello, había sido solo eso.
Maldita sea. El destino se apañaba siempre para ponerle en las narices algo que no le convenía tener, con la diferencia de que esta vez, técnicamente ya lo tenía y echarse atrás en una decisión ya tomada no era el estilo de los Gunnarson. Le había dado su colgante, le dio su palabra y no iba a retractarse. A pesar de no ver con sus propios ojos la cabeza del carnero, no iba a desabrochar más botones, todo tenía su límite y el suyo estaba ahí, en imponerse, si no era como hombre, pues lo haría con superioridad física, en lo que estaba seguro de estar muy por encima, pero no tenía intención de tocar a su futura mujer más de lo estrictamente necesario y tampoco estaba dispuesto a entrever sus pechos solo para averiguar si el carnero estaba ahí..Cosa que pensándolo mejor le ponía un poco...Nervioso. Lo que sí había llegado a entrever era que Sigrid llevaba dos collares alrededor del cuello, uno para su preciado Dalahast y el otro era claramente del que pendía su carnero, podría reconocer ese colgante de metal basto en cualquier lugar, era de los pocos recuerdos que permanecían vivos en su memoria a cerca de su mujer. Podría haber olvidado su voz, o su sonrisa o su forma de moverse y su olor, pero nunca podría olvidar lo que destacaba el hierro en su cuello blanco.
El recuerdo le había hecho desviarse del presente y se había olvidado de Sigrid por un instante, levantó la vista hasta la mujer, casi sorprendido de encontrarse con un rostro que no fuera el de Ella. Levantó la mano de su cuello, había algo muy diferente del hielo en su mirada, era otra cosa, cogió entre sus dedos uno de los mechones de su cabello, eran del mismo tono de color, del mismo rojo, el mismo tacto, pero el olor no era el mismo, no era fuerte ni desagradable pero el perfume camuflaba el olor natural de mujer y eso no le gustaba..O no le gustaba en su momento. Casi como si hubieran pulsado un botón, Ysgramir volvió a la realidad, Sigrid no era Ella, por mucho que tuvieran en común..¿Sería por eso que le consentía tanto descaro?
Apretó la mandíbula hasta que tuvo los recuerdos bajo control, apartó la mano de su cabello y se alejó de ella dando unos ligeros pasos alrededor hasta llegar a su escritorio. - Por qué motivo cree que le dije que se encargara usted de organizar la boda.- Gruñó, era uno de los motivos, ni siquiera le interesaba la boda, para qué molestarse en organizar una, ya lo hizo una vez y fue suficiente para él.- Se lo he dicho, esta -Señaló la mesa del escritorio refiriéndose al barco entero.- es la única posesión que tengo en estas tierras...A parte de usted.- Levantó la vista para ver cómo reaccionaba ella a esa declaración.- Dónde quiera hacer la boda es cosa suya pero si está pensando en..-La voz de uno de sus marineros detrás de la puerta le hizo callarse y se puso en tensión, el marinero carraspeó varias veces, antes de que Ysgramir le permitiera entrar.
- Señor, nos han traído algo..algo..uh..Algo.- Ysgramir frunció el ceño, quería arrancarle la cabeza al idiota, pero no estaba de humor ni para eso, finalmente comprendió que si fuera un cargamento normal no le llamarían así que miró a Sigrid antes de pasar a su lado y observó a través de la puerta. Por el tamaño de los baúles y sus formas supo realmente qué eran. Cogió aire con mucha fuerza, el marinero automáticamente dio un paso atrás.- Qué hacemos con eso..¿Se habrán equivocado?- No.- Gruñó.- Son de mi mujer.- Se giró para mirar a la susodicha con mucho odio y con el ceño fruncido.- ¿Uh? Oh..Ah...Lo..¿Lo metemos en..?- No. - De pronto Ysgramir sonrió y miró a su futura esposa, tenía ganas de matarla.- Esta ha sido idea suya, lo de traer sus cosas a mi propiedad así que..organícese como más le guste. Lo mío es suyo..Pero debo hacer cosas en puerto.- El marinero le miró con cara rara, Gunnarson no salía de su barco a no ser que fuera necesario y era la primera vez que le veía sonreír..Aunque era más siniestro que cuando estaba serio.- Con mi tripulación, así que...-Señaló la cantidad de bártulos sobre la cubierta.- Tendrá que hacerlo por su cuenta. Siéntase libre de invadir todo el espacio que quiera.
El marinero estaba muy confuso pero no hacía ningún comentario, Ysgramir se giró hacia él, lo que provocó que el otro se cuadrara y le dijo en bajo, pero con firmeza.- Si alguien le ayuda lo serviré para la cena.- Y caminó fuera del barco, mientras se abrochaba los botones de la camisa, no tenía nada que hacer, pero le daría el tiempo suficiente para sopesar la manera de organizar todo eso dentro de un barco y sin ayuda, seguramente era lo suficientemente terca como para llamar a alguien para que hiciera el trabajo por ella, pero le gustaría ver quién se atrevía a poner un pie en cubierta sin el permiso del capitán, sus hombres no lo permitirían. Le daría unas cuántas horas y volvería después, con suerte se habría largado y de paso se quitaba el hormigueo del tacto de su cabello de los dedos y se olvidaba de su perfume y se libraba de tener que contestar a la última declaración, porque ni siquiera él tenía claro qué era lo que pretendía o lo que quería en cuanto a su relación. Cordialidad, suponía, hasta que tuvo ganas de clavar los dientes en su cuello, había sido solo eso.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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