Le petite ballerine [ Privado Francesca Dal Ponte]

Finalmente había decidido alargar mi estancia en París durante un tiempo indefinido a pesar de haber perdido todo rastro de mi alfa. Echaba de menos la tierra que me vio nacer y a mi familia, pero sabía el caos en el sumiría la manada con un alfa desaparecido, y la inevitable disolución de la misma. Sabía que podía volver y presentarme como nuevo líder, pero había visto a mi amigo tener que soportar ciertas normas propias del cargo que no me convencían. Con una misiva a mis padres y otra al miembro de la manada que me continuaba en cargo, presenté mis intenciones de continuar mi estancia en Francia, además de comunicarles las desaparición de nuestro alfa.
Así que comenzaría una nueva vida, donde yo y solo sería dueño de mi destino, empezando por buscar una casa donde vivir y un empleo al que dedicar mi tiempo.

Gracias a las amistades y conocidos que tenía en la ciudad y con los que había retomado el contacto con mi llegada, solicité un puesto vacante en el museo del Louvre como Director del Departamento de Antropología, que me sería bien sencillo de realizar puesto que era uno de los estudios que había preparado durante mi juventud. No solo me había formado en las artes de la guerra en Italia, sino que mi aprendizaje había ido mucho más allá, siendo la antropología una de las ciencias que desarrollé durante mi estancia en Roma, años atrás.

Aquella noche paseaba tranquilamente por la ciudad tras haber estado toda la tarde mirando varias mansiones que se encontraban en venta. Al día siguiente había quedado con el encargado de enseñármelas para darle una respuesta, dejando la noche que tenía por delante para sopesar cual sería más indicada para mis necesidades. La humedad se palpaba en el ambiente, y un frío otoñal envolvía a los poco viandantes que se encontraban paseando por la urbe.

Un pequeño revuelo en la entrada del teatro llamó mi atención, puesto que el resto de calles estaba practicamente vacías. De modo que, guardando las manos en los bolsillos y con paso tranquilo me acerqué para curiosear que era lo que hacía que hubiese tanta gente esperando para entrar. Quedé sorprendido cuando al llegar a la taquilla percibí un enorme cartel anunciando un espectáculo de ballet clásico, y con media sonrisa dibujada en el rostro me animé a entrar. Hacía ya mucho tiempo que no asistía a uno de estos eventos, y me resultó atrayente la obra que iban a representar.

Minutos después, sentado en mi cómoda butaca en la platea, me recosté para disfrutar del espectáculo en cuanto solo las luces del escenario quedaron prendidas. El teatro estaba abarrotado de gente, que entre susurros comentaban lo inigualable de aquel ballet. Negando con la cabeza y cetrándome de nuevo en la joven humana que hacía acto de presencia en mitad del escenario, no pude evitar que una pícara sonrisa iluminase mi rostro. ¿Era ella? Podría jurar que aquel ángel caído del cielo con tutú era una preciosa bailarina que había conocido un par de años atrás en Italia, en una cena de gala a cargo del conde de Venecia a la que fui invitado, y donde casualmente ella debutó.

Me removí inquieto en mi asiento. Podría perjurar que era ella. Aquella noche hablamos apenas unas horas antes de que nuestros caminos se separasen de nuevo, pero estaba practicamente seguro que era la misma gracilidad la que demostraba la muchacha noche.Solo había una forma de comprobarlo; esperar a que finalizase la obra y colarme en los

Hoy era el grande día por lo que tanto había esperado toda mi vida y claramente estaba super nerviosa. Había debutado en Italia, pero aquí en Paris era completamente diferente. Había perdido a mi madre en esta tierra que era igualmente encantadora y no había un día en que no pensase en ella. Fue gracias a ella, a su apoyo y al dinero que puso de parte para más tarde darme y pagar los ensañamientos de Ballet que hoy me encontraba en allí, bailando y haciendo lo que más amaba en toda esta vida, ya que mi padre nunca me apoyó en esta jornada porque deseaba que me quedase con el negocio de la familia, La Panadería. Respirando hondo algunas veces antes de escuchar mi nombre para prepararme para entrar, me miré una vez al espejo a ver si los aderezos en mis estaban bien y lentamente me levanté igualmente nerviosa, pero intentando ocultar eso de los demás.
Situándome detrás de las cortinas pude ver como se encontraba mucha gente en el Teatro aquella noche. Solo de ver a la gente, solo me ponía más nerviosa pero mis compañeros me apoyaron y me sentí más tranquila. Escuchando la música, entré en el escenario bailando siempre con una sonrisa en mi rostro. Se podía notar como yo bailaba con el corazón y bastante feliz por estar actuando frente a todas aquellas personas de clases altas. Esa gente todo el día brillaba por las calles, eventos y todo eso, pero hoy iba a ser mi día de brillar y mostrarles que todo es posible en esta vida.



Fueron varios los escenarios y varias las piezas y ropas que tuve que cambiar para interpretar otras piezas en aquella misma noche. Mis pies ya empezaban a sufrir bastante y el dolor era horrible, solo que en mi rostro no se notaba nada ya que tenía que sonreír siempre mientras bailaba en la punta de los pies. Una vez que la pieza terminó, pude respirar de alivio y volver a entrar con los demás bailarines para hacer una especie de reverencia de agradecimiento. Tenía el corazón a mil y la gente me felicitaba. El palco se llenaba de rosas y otras diversas flores cuando repentinamente al girarme pude percatarme de una figura masculina bastante familiar. Fue entonces que con educación y con los pies doloridos dije a los demás – Con permiso, ya hablaremos más tarde…-Mi voz era dulce y humilde y tal vez ese fuera el motivo por que mis compañeros nunca se alejaban de mí. Entonces lentamente, me acerqué a un hombre de cabellos y barba castaña oscura. Él era alto y bien corpulento y al acercarme el suficiente fue cuando finalmente reconocí su físico y su persona. Una enorme sonrisa apareció inmediatamente en mi rostro que creo que hasta me emocioné -¿B…Branco Cafiero? -Lo había conocido en Italia en una actuación donde por primera vez había debutado y él estaba presente ese día. Habíamos solamente hablado un poco, pero eso fue lo suficiente para en mí provocar un enorme vacío, pero infelizmente nuestros caminos fueron separados y ahora parece que volvieron a unirse. -Que alegría verlo nuevamente. -Dije sintiendo que entre yo y él se había criado una empatía desde hace mucho tiempo en Italia. -¿Ha disfrutado de la pieza? -Le pregunté con curiosidad esperando pacientemente una repuesta de su parte.