AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
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Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Recuerdo del primer mensaje :
Desde la última vez que pasara algo de tiempo con Guerra, habían transcurrido incontables semanas, meses. Y la enfermera había centrado toda su atención en lo que mejor se le daba: ayudar a los demás, salvar vidas, hacer compañía a los enfermos sin familia. Encontraba sumamente gratificante el ver una sonrisa plasmada en aquellos rostros que solían estar compungidos por el dolor, la pérdida y la tristeza, así que hacía todo lo que estaba en su mano para que, al menos por unos segundos, cada una de aquellas personas con las que pasaba su tiempo, se sintieran mejor.
Pero no todo había sido como siempre, las cosas habían cambiado de un modo que la española jamás hubiese podido imaginar. Y aunque aún no conocía bien el alcance de aquel don que Dios parecía haberle dado -aunque ella nunca fue una mujer muy devota, las evidencias recientes le habían hecho redescubrir su lado más creyente- intentaba aprender a utilizarlo con cautela, sin ser consciente de lo que cada uno de sus actos le estaba causando a ella misma o si, con el tiempo, podría perjudicar a aquellos que se beneficiaban en la actualidad de su buena voluntad.
Todo empezó una mañana, cuando uno de los niños del orfanato fue llorando a buscar a Estrella con las manos formando una pequeña caja con sus dedos. Al abrirla, le mostró un pequeño ruiseñor inconsciente. La muchacha estaba convencida que el pobre animal ya había muerto, pero aún así lo tomó entre sus manos y se sentó con el huérfano. Acunó a la diminuta ave mientras le daba suaves friegas en el plumaje, escuchando el desconsolado llanto del niño que desesperado sorbía la nariz y restregaba el rostro contra la manga del uniforme de la voluntaria. La chica sintió una profunda pena con la escena. Rodeó al muchacho con un brazo, llevando al ruiseñor a su pecho aún sosteniéndolo con la mano derecha y cerró los ojos, deseando ser capaz de solventar la situación, de aliviarle el sufrimiento al pequeño y devolverle la vida al animal. De repente, sintió un calor irradiar de dentro de su cuerpo, iniciando en el centro de su pecho, expandiéndose hasta la yema de sus dedos. Lo siguiente fue escuchar un suave piar y notar como algo se movía dentro de su mano. La abrió, observando atónita como el ave daba pequeños brincos en la palma e intentaba picotearle el pulgar. Aquel fue el primer milagro de unos pocos, pero tardó en volver a repetirse, pues inicialmente no tenía idea de lo que había ocurrido o del por qué. Al final, desubrió que el poder radicaba en desear algo de corazón, pero sólo servía para revivir pequeños animales, rebajar altas fiebres o eliminar sarpullidos. No eran grandes cosas, pero eran suficientes para alguien que deseaba hacer de este mundo un mundo mejor, aunque fuera poco a poco, paso a paso, gota a gota.
Había cambiado su lugar de residencia, ahora ocupaba una habitación en el orfanato más grande de la ciudad. Las cosas en el hospital le quedaban demasiado grandes, pero allí… allí podía ayudar de verdad. Los niños caían enfermos con facilidad, se contagiaban los unos a los otros. Y ella les podía cuidar sin necesidad de cobrar. Era mejor que invirtieran el dinero de las donaciones en comida, medicamentos y cosas importantes como profesores que pudieran enseñar cosas útiles a los niños para cuando crecieran, encontrar un empleo y salir adelante por sus propios medios. Para avisar al castaño, había dejado una nota escondida en el marco de la puerta de su anterior residencia, esperando que si la llegaba a ir a visitar, la encontrara y diera con ella. Sí, Estrella se podría haber aventurado y acercarse a la mansión que ocupaban los cuatro hermanos, pero nunca había sido una entrometida y sabía que ellos tenían una misión que cumplir. Era plenamente consciente del inconveniente que su presencia suponía para los otros tres jinetes que debían ver en ella a una debilidad para Guerra. Así que hizo acopio de aquella paciencia que siempre le había servido para esperar mientras intentaba sacarle provecho a cada minuto. Aunque no dejara de pensar en aquella última noche que habían pasado juntos con el vino, la piel de oso y la chimenea.
Desde la última vez que pasara algo de tiempo con Guerra, habían transcurrido incontables semanas, meses. Y la enfermera había centrado toda su atención en lo que mejor se le daba: ayudar a los demás, salvar vidas, hacer compañía a los enfermos sin familia. Encontraba sumamente gratificante el ver una sonrisa plasmada en aquellos rostros que solían estar compungidos por el dolor, la pérdida y la tristeza, así que hacía todo lo que estaba en su mano para que, al menos por unos segundos, cada una de aquellas personas con las que pasaba su tiempo, se sintieran mejor.
Pero no todo había sido como siempre, las cosas habían cambiado de un modo que la española jamás hubiese podido imaginar. Y aunque aún no conocía bien el alcance de aquel don que Dios parecía haberle dado -aunque ella nunca fue una mujer muy devota, las evidencias recientes le habían hecho redescubrir su lado más creyente- intentaba aprender a utilizarlo con cautela, sin ser consciente de lo que cada uno de sus actos le estaba causando a ella misma o si, con el tiempo, podría perjudicar a aquellos que se beneficiaban en la actualidad de su buena voluntad.
Todo empezó una mañana, cuando uno de los niños del orfanato fue llorando a buscar a Estrella con las manos formando una pequeña caja con sus dedos. Al abrirla, le mostró un pequeño ruiseñor inconsciente. La muchacha estaba convencida que el pobre animal ya había muerto, pero aún así lo tomó entre sus manos y se sentó con el huérfano. Acunó a la diminuta ave mientras le daba suaves friegas en el plumaje, escuchando el desconsolado llanto del niño que desesperado sorbía la nariz y restregaba el rostro contra la manga del uniforme de la voluntaria. La chica sintió una profunda pena con la escena. Rodeó al muchacho con un brazo, llevando al ruiseñor a su pecho aún sosteniéndolo con la mano derecha y cerró los ojos, deseando ser capaz de solventar la situación, de aliviarle el sufrimiento al pequeño y devolverle la vida al animal. De repente, sintió un calor irradiar de dentro de su cuerpo, iniciando en el centro de su pecho, expandiéndose hasta la yema de sus dedos. Lo siguiente fue escuchar un suave piar y notar como algo se movía dentro de su mano. La abrió, observando atónita como el ave daba pequeños brincos en la palma e intentaba picotearle el pulgar. Aquel fue el primer milagro de unos pocos, pero tardó en volver a repetirse, pues inicialmente no tenía idea de lo que había ocurrido o del por qué. Al final, desubrió que el poder radicaba en desear algo de corazón, pero sólo servía para revivir pequeños animales, rebajar altas fiebres o eliminar sarpullidos. No eran grandes cosas, pero eran suficientes para alguien que deseaba hacer de este mundo un mundo mejor, aunque fuera poco a poco, paso a paso, gota a gota.
Había cambiado su lugar de residencia, ahora ocupaba una habitación en el orfanato más grande de la ciudad. Las cosas en el hospital le quedaban demasiado grandes, pero allí… allí podía ayudar de verdad. Los niños caían enfermos con facilidad, se contagiaban los unos a los otros. Y ella les podía cuidar sin necesidad de cobrar. Era mejor que invirtieran el dinero de las donaciones en comida, medicamentos y cosas importantes como profesores que pudieran enseñar cosas útiles a los niños para cuando crecieran, encontrar un empleo y salir adelante por sus propios medios. Para avisar al castaño, había dejado una nota escondida en el marco de la puerta de su anterior residencia, esperando que si la llegaba a ir a visitar, la encontrara y diera con ella. Sí, Estrella se podría haber aventurado y acercarse a la mansión que ocupaban los cuatro hermanos, pero nunca había sido una entrometida y sabía que ellos tenían una misión que cumplir. Era plenamente consciente del inconveniente que su presencia suponía para los otros tres jinetes que debían ver en ella a una debilidad para Guerra. Así que hizo acopio de aquella paciencia que siempre le había servido para esperar mientras intentaba sacarle provecho a cada minuto. Aunque no dejara de pensar en aquella última noche que habían pasado juntos con el vino, la piel de oso y la chimenea.
Última edición por Estrella Díaz el Miér Feb 07, 2018 3:29 am, editado 1 vez
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Al escuchar el no del jinete, le española se encogió, sobrecogida por la fuerza de aquella negativa. No estaba dispuesto a dar su brazo a torcer, se cegaba en todo lo malo que había en la humanidad, incapaz de ver los pequeños puntos de luz que se extendían en los corazones de los niños. Ellos eran el futuro del mundo, cuando crecieran, ellos podían ser buenos o malos, aún estaban por moldear. Estando ella allí podía ayudar a que los pequeños que vivían en aquel orfanato, cuando se convirtieran en adultos, lo hicieran con sensatez, con bondad, con ganas de ayudar a los demás.
Abrió la boca para protestar, pero entonces vio algo en los ojos del lobo, algo más que rabia y preocupación. ¿Tenía miedo? Nunca le había visto asustado, así que rechazó la idea enseguida, sacudiendo la cabeza. Guerra no le temía a nada, era un jinete del apocalipsis. Aún así, había algo en esa mirada, algo distinto, algo suficientemente importante según Estrella como para no insistir en el tema, al menos por el momento. Se mordió el labio, dispuesta a acceder cuando al final de todos los gruñidos y cosas que dijo el italiano, llegó un “te lo ordeno”. El rostro de la muchacha se arrugó en una mueca de enfado antes de enfrentar los orbes ajenos con sus dos esmeraldas. -¿Me lo ordenas?- La enfermera dio un paso atrás con el cuerpo tenso, el cuello ligeramente curvado hacia la derecha al acompañar un gesto de enojo plasmado en su cara. -¿Con qué potestad me ordenas tú nada?- El modo en que el castaño había dicho aquello, la hizo sentir como un objeto, como una mascota. Tenía edad suficiente para tomar sus propias decisiones, no le debía explicaciones a nadie, excepto a las monjas en lo referente a su trabajo, pero su vida personal, era suya sola. Agarró la camisa foránea que aún tenía cerca y se la lanzó con desagrado antes de darle la espalda. Apretó los labios, pues no sabía si quería gritar o echarse a llorar. Se frotó los ojos con ambas manos. Hacía tantos años que no se cabreaba que ya ni recordaba lo que venía luego.
Abrió la boca para protestar, pero entonces vio algo en los ojos del lobo, algo más que rabia y preocupación. ¿Tenía miedo? Nunca le había visto asustado, así que rechazó la idea enseguida, sacudiendo la cabeza. Guerra no le temía a nada, era un jinete del apocalipsis. Aún así, había algo en esa mirada, algo distinto, algo suficientemente importante según Estrella como para no insistir en el tema, al menos por el momento. Se mordió el labio, dispuesta a acceder cuando al final de todos los gruñidos y cosas que dijo el italiano, llegó un “te lo ordeno”. El rostro de la muchacha se arrugó en una mueca de enfado antes de enfrentar los orbes ajenos con sus dos esmeraldas. -¿Me lo ordenas?- La enfermera dio un paso atrás con el cuerpo tenso, el cuello ligeramente curvado hacia la derecha al acompañar un gesto de enojo plasmado en su cara. -¿Con qué potestad me ordenas tú nada?- El modo en que el castaño había dicho aquello, la hizo sentir como un objeto, como una mascota. Tenía edad suficiente para tomar sus propias decisiones, no le debía explicaciones a nadie, excepto a las monjas en lo referente a su trabajo, pero su vida personal, era suya sola. Agarró la camisa foránea que aún tenía cerca y se la lanzó con desagrado antes de darle la espalda. Apretó los labios, pues no sabía si quería gritar o echarse a llorar. Se frotó los ojos con ambas manos. Hacía tantos años que no se cabreaba que ya ni recordaba lo que venía luego.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Enarque una ceja cuando sus palabras plagadas de rabia me recordaron mi propia frase “te lo ordeno” ¿que importaba si esa era o no la palabra elegida para hacerla ver que tenia que venir conmigo y que de ninguna manera iba a dejarla allí?
-¿te lo pido? -modifiqué con cara de no entender la importancia.
Me importaba bien poco si con eso me salia con la mía, pero la camisa lanzada con rabia contra mi cara me decía que no iba a ser tan fácil como eso, cambiar la palabra dicha por una nueva que sonara mas tibia.
Hice a un lado la tela acercándome a su espalda.
-¿que quien soy? Dime lo tu ¿que soy para ti? -pregunté de forma inquisitiva.
Parecía insinuar que no tenia voz ni voto en las decisiones a tomar en su vida cuando yo solo trataba de protegerla - ¿si no soy nadie que hago acostándome solo contigo? ¿eh? Alguien debo ser ¿no? -rugí molesto.
Ella se giró enfrentándome con sus esmeralda, como si no esperara mi reacción y menos mis palabras. La discusión se encrudecía entre los dos y pronto la habitación estaría plagada de monjas.
-Muy bien, tu lo has querido.
Sin mediar palabras hundí mi hombro por debajo de su vientre, esta me gritaba que la soltara pero yo me negué a ello.
-Mas vale que guardes silencio, la decisión esta tomada y si no quieres que la vida de inocentes recaiga sobre mi acero, mejor que me obedezcas, sea alguien o nadie vienes conmigo.
Sin hacerle caso, me acerque al ventanal y lo abrí, el viento movió su pelo y la camisola que como única prenda cubría su cuerpo.
Escuchaba la voz de las hermanas correr en la ayuda de la santa criatura que en su convento acogían, pero antes de que la puerta fuera abierta salté desde el alfeices hasta una balconada, me encaramé por la fachada y con ligereza aterricé en el suelo con Estrella cargada sobre mi hombro.
No podía acudir con una Estrella cabreada, gritándome y golpeando mi espalda hasta casa, no sin que Armagedon me echara en cara nuevamente mi impulsividad, esto nos enfrentaría de nuevo pues me pediría que la soltara y yo no iba a hacerlo.
Me dirigí a un hotel y allí pagué una habitación, lo bueno de ese lugar era la discreción, nunca hacían preguntas acostumbrados a ver de todo un poco.
La bajé una vez cerré la puerta del cuarto, sus orbes me enfrentaron de inmediato.
-Ponte cómoda -le dije girándome hacia le mueble bar para servirme un whisky doble, lo iba a necesitar.
-¿te lo pido? -modifiqué con cara de no entender la importancia.
Me importaba bien poco si con eso me salia con la mía, pero la camisa lanzada con rabia contra mi cara me decía que no iba a ser tan fácil como eso, cambiar la palabra dicha por una nueva que sonara mas tibia.
Hice a un lado la tela acercándome a su espalda.
-¿que quien soy? Dime lo tu ¿que soy para ti? -pregunté de forma inquisitiva.
Parecía insinuar que no tenia voz ni voto en las decisiones a tomar en su vida cuando yo solo trataba de protegerla - ¿si no soy nadie que hago acostándome solo contigo? ¿eh? Alguien debo ser ¿no? -rugí molesto.
Ella se giró enfrentándome con sus esmeralda, como si no esperara mi reacción y menos mis palabras. La discusión se encrudecía entre los dos y pronto la habitación estaría plagada de monjas.
-Muy bien, tu lo has querido.
Sin mediar palabras hundí mi hombro por debajo de su vientre, esta me gritaba que la soltara pero yo me negué a ello.
-Mas vale que guardes silencio, la decisión esta tomada y si no quieres que la vida de inocentes recaiga sobre mi acero, mejor que me obedezcas, sea alguien o nadie vienes conmigo.
Sin hacerle caso, me acerque al ventanal y lo abrí, el viento movió su pelo y la camisola que como única prenda cubría su cuerpo.
Escuchaba la voz de las hermanas correr en la ayuda de la santa criatura que en su convento acogían, pero antes de que la puerta fuera abierta salté desde el alfeices hasta una balconada, me encaramé por la fachada y con ligereza aterricé en el suelo con Estrella cargada sobre mi hombro.
No podía acudir con una Estrella cabreada, gritándome y golpeando mi espalda hasta casa, no sin que Armagedon me echara en cara nuevamente mi impulsividad, esto nos enfrentaría de nuevo pues me pediría que la soltara y yo no iba a hacerlo.
Me dirigí a un hotel y allí pagué una habitación, lo bueno de ese lugar era la discreción, nunca hacían preguntas acostumbrados a ver de todo un poco.
La bajé una vez cerré la puerta del cuarto, sus orbes me enfrentaron de inmediato.
-Ponte cómoda -le dije girándome hacia le mueble bar para servirme un whisky doble, lo iba a necesitar.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Las preguntas que el jinete formuló a la espalda de la española, impactaron en ella como golpes en el estómago, en el pecho. Le dolieron, robaron su respiración y, cuando se recompuso, hicieron crecer aún más su enojo. Giró, enfrentándole con sus dos orbes verdes, fulminándole con la mirada y el gesto del rostro aún compungido por la rabia. Las palabras se agolparon en su mente, pero ninguna escapó de su boca a tiempo, pues de repente ella estaba sobre el hombre del castaño sin vestir y con el viento helado parisino arañando su piel al descubierto. Se quejó, pataleó e intentó zafarse, pero en cuanto la amenaza de Guerra alcanzó sus oídos, se mordió el labio, pues no quería que por su causa se derramara ni una gota de sangre.
En el camino, Estrella se aferró al cuerpo que la sostenía, intentando buscar el calor que éste desprendía y, al mismo tiempo, sujetarse, pues él corría y ella se tambaleaba, seguramente bien cogida por el jinete, pero su instinto le pedía que se agarrase a él como pudiera de todos modos y así lo hizo.
Una vez en el suelo, ya dentro de la habitación del hotel. La enfermera buscó enseguida algo con lo que cubrir sus heladas extremidades y se envolvió a toda prisa con la manta grande que reposaba en la cama. Se giró de nuevo sobre los talones y se dirigió al italiano con sus esmeraldas encendidas. Todas las cosas que se habían amontonado antes en su cabeza, ahora salían despedidas sin pensarlas siquiera, sin ordenarlas, sin medirlas. -También yo me acuesto sólo contigo y no te digo lo que puedes y no puedes hacer con tu vida. Me da igual lo que seamos, lo que tengamos, no nos dominamos el uno al otro. Tú eres un jinete del apocalipsis, un lobo y tu misión es una locura, pero yo no te detengo, ¿cierto?- Las palabras parecían pisarse las unas a las otras y con el castañeteo de los dientes de Estrella a veces hasta costaba entender lo que decía. -Puedo ayudar a los niños, a los inocentes, aquellos que no han pecado y no merecen el castigo de Dios y tú no lo entiendes. Que te quiera no te da derecho a ordenarme nada o a encerrarme en un cuarto para que no me vea nadie. No te he pedido ir al hospital a sanar heridos en batalla, sino a pequeños e indefensos muchachos y muchachas cuyo único delito cometido es estar solos en el mundo…- La española no se había dado cuenta de algo de lo que había dicho, porque no había razonado nada antes de soltarlo, estaba enfadada, triste y dolida. Se había dejado llevar por los sentimientos, fuera o no consciente de ellos.
En el camino, Estrella se aferró al cuerpo que la sostenía, intentando buscar el calor que éste desprendía y, al mismo tiempo, sujetarse, pues él corría y ella se tambaleaba, seguramente bien cogida por el jinete, pero su instinto le pedía que se agarrase a él como pudiera de todos modos y así lo hizo.
Una vez en el suelo, ya dentro de la habitación del hotel. La enfermera buscó enseguida algo con lo que cubrir sus heladas extremidades y se envolvió a toda prisa con la manta grande que reposaba en la cama. Se giró de nuevo sobre los talones y se dirigió al italiano con sus esmeraldas encendidas. Todas las cosas que se habían amontonado antes en su cabeza, ahora salían despedidas sin pensarlas siquiera, sin ordenarlas, sin medirlas. -También yo me acuesto sólo contigo y no te digo lo que puedes y no puedes hacer con tu vida. Me da igual lo que seamos, lo que tengamos, no nos dominamos el uno al otro. Tú eres un jinete del apocalipsis, un lobo y tu misión es una locura, pero yo no te detengo, ¿cierto?- Las palabras parecían pisarse las unas a las otras y con el castañeteo de los dientes de Estrella a veces hasta costaba entender lo que decía. -Puedo ayudar a los niños, a los inocentes, aquellos que no han pecado y no merecen el castigo de Dios y tú no lo entiendes. Que te quiera no te da derecho a ordenarme nada o a encerrarme en un cuarto para que no me vea nadie. No te he pedido ir al hospital a sanar heridos en batalla, sino a pequeños e indefensos muchachos y muchachas cuyo único delito cometido es estar solos en el mundo…- La española no se había dado cuenta de algo de lo que había dicho, porque no había razonado nada antes de soltarlo, estaba enfadada, triste y dolida. Se había dejado llevar por los sentimientos, fuera o no consciente de ellos.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Llevé el vaso a mis labios y di un trago para sofocar mi ira. Los peces chocaron en el vaso de ron mientras esta me echaba en cara que ella también solo se acostaba conmigo y eso no le daba derecho a dominar mi vida, de echo, no lo hacia, aunque no entendiera o compartiera mi función como jinete, la respetaba cosa que yo no hacia.
-No es verdad, yo valoro tu pureza, no podría estar con una zorra que se abre de piernas con cualquiera, veo tu luz, tu bondad y por eso estoy aquí, pero no puedo perderte..yo solo trato de protegerte y tu quieres correr riesgos porque eres demasiado buena
Esos niños son inocentes, pero sabes que enfermaran, no es raro que en los orfanatos llenos de podredumbre los niños cojan graves enfermedades ¿que pasará cuando eso suceda? ¿cuando uno al borde de la muerte sea salvado por tus manos? ¿cuando la noticia de tu poder divino corra por las calles parisinas? De esquina a esquina, el orfanato se llenará de putas que esperen cura para sus enfermedades, de madres con sus hijos en sus brazos ¿que harás? ¿te negaras? Te conozco Estrella y no lo harás y la inquisición te dará caza y muerte y no puedo permitirlo.
Ella estaba cabreada y siguió insistiendo en que tenía que ayudar a esos niños, rugí furibundo ¿que no escuchaba?
-¡¡¡he dicho que no, que no, que no!!!! en instante me detuve ¿que había dicho? “Que te quiera..”
Ensanché la sonrisa relamiendome los labios acercándome a ella.
-¿me quieres? -pregunté deslizando mis dedos por su rostro apartando los mechones de pelo rebeldes que sobre el caían -¿me quieres? -pregunté de nuevo.
Mi aliento choco bañado en licor contra sus labios, ataje mas la distancia hasta que nuestra nariz choco,el vaho de ambos se fundió en esa escasa distancia que quedaba frente a nuestras bocas. Consumimos el aire antes de unirlas despacio. Mi lengua se deslizó tibia, húmeda y la suya se enredó a ella como la hiedra.
Nunca nadie me había querido ¿como podía querer a alguien como yo? Destinado a sajar la paz de este mundo, no merecía su amor, yo solo era un arma de dios.
Mis dedos se enredaron en la melena parda tomándola en un puño, jadeé contra sus labios mientras esta abría sus dos estrellas fijándose en mis pardos.
Esas dos palabras me habían incendiado por dentro y por un momento olvidé la discusión, solo deseaba perderme dentro de ella de nuevo.
-¿y si cenamos bajo, bebemos, hablamos y ...?
-No es verdad, yo valoro tu pureza, no podría estar con una zorra que se abre de piernas con cualquiera, veo tu luz, tu bondad y por eso estoy aquí, pero no puedo perderte..yo solo trato de protegerte y tu quieres correr riesgos porque eres demasiado buena
Esos niños son inocentes, pero sabes que enfermaran, no es raro que en los orfanatos llenos de podredumbre los niños cojan graves enfermedades ¿que pasará cuando eso suceda? ¿cuando uno al borde de la muerte sea salvado por tus manos? ¿cuando la noticia de tu poder divino corra por las calles parisinas? De esquina a esquina, el orfanato se llenará de putas que esperen cura para sus enfermedades, de madres con sus hijos en sus brazos ¿que harás? ¿te negaras? Te conozco Estrella y no lo harás y la inquisición te dará caza y muerte y no puedo permitirlo.
Ella estaba cabreada y siguió insistiendo en que tenía que ayudar a esos niños, rugí furibundo ¿que no escuchaba?
-¡¡¡he dicho que no, que no, que no!!!! en instante me detuve ¿que había dicho? “Que te quiera..”
Ensanché la sonrisa relamiendome los labios acercándome a ella.
-¿me quieres? -pregunté deslizando mis dedos por su rostro apartando los mechones de pelo rebeldes que sobre el caían -¿me quieres? -pregunté de nuevo.
Mi aliento choco bañado en licor contra sus labios, ataje mas la distancia hasta que nuestra nariz choco,el vaho de ambos se fundió en esa escasa distancia que quedaba frente a nuestras bocas. Consumimos el aire antes de unirlas despacio. Mi lengua se deslizó tibia, húmeda y la suya se enredó a ella como la hiedra.
Nunca nadie me había querido ¿como podía querer a alguien como yo? Destinado a sajar la paz de este mundo, no merecía su amor, yo solo era un arma de dios.
Mis dedos se enredaron en la melena parda tomándola en un puño, jadeé contra sus labios mientras esta abría sus dos estrellas fijándose en mis pardos.
Esas dos palabras me habían incendiado por dentro y por un momento olvidé la discusión, solo deseaba perderme dentro de ella de nuevo.
-¿y si cenamos bajo, bebemos, hablamos y ...?
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
La discusión parecía no tener fin, cada uno obstinado en su punto de vista, defendiendo su opinión a capa y espada, negándose a ceder ante las observaciones del otro. Las voces de ambos se iban elevando y lo que empezó casi entre murmuros terminó a gritos, resoplidos y gruñidos, lo último sólo por parte del jinete, claro.
De repente, después de tanta negativa, se hizo el silencio y la española miró confusa al castaño que, de pronto, sonreía de oreja a oreja al tiempo en que se pasaba la lengua por los labios. La muchacha no entendía lo que sucedía, ¿por qué ya no estaba enfadado el lobo, qué había ocurrido para que su actitud cambiara? Arrugó la frente, muestra evidente de su incertidumbre. Hasta que le escuchó formular dos veces la misma pregunta, lo que la desorientó aún más. ¿Por qué quería saber ahora si le quería? ¿De dónde salía aquella idea repentina? Y, entonces, como una chispa, en su mente hicieron eco sus propias palabras, aquella frase “Que te quiera no te da derecho”. Y tal y como aquello le vino, fue como si la realidad le golpeara con fuerza. Como si con sólo percatarse de haber vocalizado aquel sentimiento, de pronto todo cobrara sentido, de un modo extraño y poco comprensible para el resto. Lo repitió en su cabeza de nuevo “te quiero”… y otra vez, como si fuese un encantamiento, un cántico chamán, un rezo. “Quiero a Guerra”. Palabras que sólo había leído en novelas, sentimientos que sólo había conocido por descripciones vagas que nada tenían que ver con lo que anidaba ahora en su pecho. Tal vez su visión del amor fuera distinta a aquella descrita por Shakespeare, pero le daba igual, no le importaba sentir de manera diferente.
Alzó la vista, encontrándose con los pardos del italiano, sus alientos rozándose y los dedos ajenos acariciando sus rizos. Suspiró despacio contra la boca foránea, sus labios se unieron e iniciaron un beso. En aquel momento, la discusión quedó apartada, olvidada, sólo ellos existían, sólo el presente, el ahora. Sólo el sentirse, el acariciarse, el besarse. Cuando el jinete se separó lo suficiente para hablar, ella aún tardó un par de segundos en despegar los párpados que permanecían cerrados al dejarse llevar. Volvió a fijar sus orbes en los del licántropo y asintió a la pregunta. -Tengo un poco de hambre…- Susurró con sinceridad, sintiendo cierto rubor en las mejillas por estropear el momento. Lo raro era que no le había dado vergüenza reconocer lo que sentía por Guerra, aunque lo de repetirlo en voz alta ya era otro tema.
De repente, después de tanta negativa, se hizo el silencio y la española miró confusa al castaño que, de pronto, sonreía de oreja a oreja al tiempo en que se pasaba la lengua por los labios. La muchacha no entendía lo que sucedía, ¿por qué ya no estaba enfadado el lobo, qué había ocurrido para que su actitud cambiara? Arrugó la frente, muestra evidente de su incertidumbre. Hasta que le escuchó formular dos veces la misma pregunta, lo que la desorientó aún más. ¿Por qué quería saber ahora si le quería? ¿De dónde salía aquella idea repentina? Y, entonces, como una chispa, en su mente hicieron eco sus propias palabras, aquella frase “Que te quiera no te da derecho”. Y tal y como aquello le vino, fue como si la realidad le golpeara con fuerza. Como si con sólo percatarse de haber vocalizado aquel sentimiento, de pronto todo cobrara sentido, de un modo extraño y poco comprensible para el resto. Lo repitió en su cabeza de nuevo “te quiero”… y otra vez, como si fuese un encantamiento, un cántico chamán, un rezo. “Quiero a Guerra”. Palabras que sólo había leído en novelas, sentimientos que sólo había conocido por descripciones vagas que nada tenían que ver con lo que anidaba ahora en su pecho. Tal vez su visión del amor fuera distinta a aquella descrita por Shakespeare, pero le daba igual, no le importaba sentir de manera diferente.
Alzó la vista, encontrándose con los pardos del italiano, sus alientos rozándose y los dedos ajenos acariciando sus rizos. Suspiró despacio contra la boca foránea, sus labios se unieron e iniciaron un beso. En aquel momento, la discusión quedó apartada, olvidada, sólo ellos existían, sólo el presente, el ahora. Sólo el sentirse, el acariciarse, el besarse. Cuando el jinete se separó lo suficiente para hablar, ella aún tardó un par de segundos en despegar los párpados que permanecían cerrados al dejarse llevar. Volvió a fijar sus orbes en los del licántropo y asintió a la pregunta. -Tengo un poco de hambre…- Susurró con sinceridad, sintiendo cierto rubor en las mejillas por estropear el momento. Lo raro era que no le había dado vergüenza reconocer lo que sentía por Guerra, aunque lo de repetirlo en voz alta ya era otro tema.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Me relamí los labios mirado su boca, decía tener hambre y yo empezaba a estar hambriento, peor de su cuerpo. Ladeé la sonrisa con picarda.
-¿entonces? -pregunté esperando que me explicara porque había dicho que me “quería” no era muy capaz de entender como alguien como ella era capaz de albergar sentimientos por alguien como yo. Quizás se refería a un modo amplio, como Dios quiere a sus hijos o ella a los niños del orfanato.
Enarqué una ceja, demasiado complicado para pensar con el estomago vació.
-Como te has olvidado de coger ropa -dije con toda la naturalidad del mundo -¿quieres que baje yo a por algo de cena y la suba al cuarto?
Su ceño se frunció ante mis palabras, vale, quizás no había exactamente “olvidado” coger la ropa, pero si estaba muy claro que yo le dí la opción de recoger sus pertenecías, si ella había usado ese tiempo en gritar..pues estas eran las consecuencias, las monjas llegaban y no me había dejado mas opciones que traerla por la fuerza, no tenia derecho en recriminarme nada...
-Recuerda que me quieres -dije ensanchando la sonrisa con mas cara que espalda mientras Estrella se reía ahora por como había salido al paso como si me tratara de un niño pequeño.
Me orillé contra su cuerpo, enredé mis dedos en los mechones que caían en cascada por su nuca acercando mis labios a los suyos, embebiendome de su cálido aliento.
-Solo trato de protegerte, yo no puedo perderte ¿lo entiendes? -pregunté hundiendo mis pardos en los de Estrella -y ahora vamos a cenar algo ¿que quieres que pida de beber y de comer?
Mordí su labio inferior tirando de este, de nuevo como cíclopes quedábamos a escasa distancia mirándonos, nuestra nariz se acariciaba, dibujé su boca con mi lengua.
-quiero que después hablemos con una copa de vino, tranquilos, sin que me discutas -de nuevo enarcó una ceja -vale -alcé las manso corrigiendo -sin discutir ninguno.
Tiré de sus caderas pegándola contra mi cuerpo, su pelvis chocó contra mi hombría que ante el roce creció endureciendo mi bragueta.
-Uffffff
Sus dedos se deslizaron por los rizos de mi nuca atrayédome hacia ella, nuestros labios chocaron, mi lengua penetró en su cavidad húmeda, explorando aquel sendero conocido, como un huracán nuestras lenguas se encontraron acariciándose.
Mascullé entre besos el hambre que me corroía, gruñí contra sus labios hundiéndome en los confines de su cavidad caliente.
Mis jadeos se perdían entre mordiscos, mi mano apretó sus nalgas elevándola lo suficiente como para que sus piernas quedaran ancladas a mi cintura y nuestros sexos frotándose se encontraran hambrientos, predadores del otro.
-¿entonces? -pregunté esperando que me explicara porque había dicho que me “quería” no era muy capaz de entender como alguien como ella era capaz de albergar sentimientos por alguien como yo. Quizás se refería a un modo amplio, como Dios quiere a sus hijos o ella a los niños del orfanato.
Enarqué una ceja, demasiado complicado para pensar con el estomago vació.
-Como te has olvidado de coger ropa -dije con toda la naturalidad del mundo -¿quieres que baje yo a por algo de cena y la suba al cuarto?
Su ceño se frunció ante mis palabras, vale, quizás no había exactamente “olvidado” coger la ropa, pero si estaba muy claro que yo le dí la opción de recoger sus pertenecías, si ella había usado ese tiempo en gritar..pues estas eran las consecuencias, las monjas llegaban y no me había dejado mas opciones que traerla por la fuerza, no tenia derecho en recriminarme nada...
-Recuerda que me quieres -dije ensanchando la sonrisa con mas cara que espalda mientras Estrella se reía ahora por como había salido al paso como si me tratara de un niño pequeño.
Me orillé contra su cuerpo, enredé mis dedos en los mechones que caían en cascada por su nuca acercando mis labios a los suyos, embebiendome de su cálido aliento.
-Solo trato de protegerte, yo no puedo perderte ¿lo entiendes? -pregunté hundiendo mis pardos en los de Estrella -y ahora vamos a cenar algo ¿que quieres que pida de beber y de comer?
Mordí su labio inferior tirando de este, de nuevo como cíclopes quedábamos a escasa distancia mirándonos, nuestra nariz se acariciaba, dibujé su boca con mi lengua.
-quiero que después hablemos con una copa de vino, tranquilos, sin que me discutas -de nuevo enarcó una ceja -vale -alcé las manso corrigiendo -sin discutir ninguno.
Tiré de sus caderas pegándola contra mi cuerpo, su pelvis chocó contra mi hombría que ante el roce creció endureciendo mi bragueta.
-Uffffff
Sus dedos se deslizaron por los rizos de mi nuca atrayédome hacia ella, nuestros labios chocaron, mi lengua penetró en su cavidad húmeda, explorando aquel sendero conocido, como un huracán nuestras lenguas se encontraron acariciándose.
Mascullé entre besos el hambre que me corroía, gruñí contra sus labios hundiéndome en los confines de su cavidad caliente.
Mis jadeos se perdían entre mordiscos, mi mano apretó sus nalgas elevándola lo suficiente como para que sus piernas quedaran ancladas a mi cintura y nuestros sexos frotándose se encontraran hambrientos, predadores del otro.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
La española no entendió aquel “¿Entonces?” que le fue formulado y ladeó la cabeza observando al jinete con cierta confusión. Su gesto se arrugó al escuchar lo que decía el contrario sobre no haber cogido ropa, como si acaso le hubiese dado oportunidad de hacerlo. Despegó los labios para protestar y recordarle que él no le había dado tiempo a hacer nada con su impetuosidad, pero entonces se le adelantó, cortando sus palabras con algo que, a pesar de las maneras, le hizo reír por su actitud infantil. El castaño podía ser muy rudo un instante y al otro comportarse como un niño, algo que, al parecer, a ella le parecía entrañable.
De nuevo, entre el comportamiento foráneo y las tremenda paciencia de Estrella, el italiano no dejaba de salirse con la suya en las discusiones. La debilidad que la voluntaria sentía con Guerra nada tenía que ver con la que los niños despertaban en ella. Porque con los pequeños no le flojeaban las rodillas ni se le aceleraba el latido del corazón. Suspiró contra la boca ajena, sonriendo cuando le escuchó de nuevo decir que no podía perderla. Tal vez no usara palabras complejas y poéticas, pero sentía que cuando le decía aquello, le estaba mostrando lo importante que era para él. -Me gustaría un poco de pollo y vino tinto…- Susurró, anhelante, deseando volver a besar al contrario. Pero, de nuevo, el jinete volvió a meter la pata, aunque para su beneficio empezaba a aprender de sus errores y leer las expresiones de la española, así que enseguida rectificó.
No sabía lo que le ocurría que en cuanto el calor del lobo la envolvía, crecían sus ganas de tocarle, de desnudarle, de perderse entre sus caricias y morderle los labios. Antes de poder darse cuenta, sus dedos ya estaban recorriendo la piel del cuello foráneo hacia la nuca, sus dos esmeraldas analizaban los belfos que respiraban casi pegados a su boca y, de un momento a otro, ya se estaban devorando una vez más.
En cuanto las manos del castaño la alzaron, las piernas de la enfermera se enredaron alrededor de la cintura ajena como punto de apoyo y se aferró con más firmeza sobre sus hombros con los brazos. Sus alientos chocaban, como también lo hacían sus lenguas. Intentó ser sensata, cortó el beso y entre jadeos murmuró. -Deberíamos comer… de verdad que sí…- Sus párpados caídos cubrían los orbes de la muchacha cuyos dientes no tardaron en apresar el grueso labio inferior ajeno para tirar de él como si pensara saciar su hambre con él. Su cabeza le decía que parase, pero su cuerpo no obedecía.
De nuevo, entre el comportamiento foráneo y las tremenda paciencia de Estrella, el italiano no dejaba de salirse con la suya en las discusiones. La debilidad que la voluntaria sentía con Guerra nada tenía que ver con la que los niños despertaban en ella. Porque con los pequeños no le flojeaban las rodillas ni se le aceleraba el latido del corazón. Suspiró contra la boca ajena, sonriendo cuando le escuchó de nuevo decir que no podía perderla. Tal vez no usara palabras complejas y poéticas, pero sentía que cuando le decía aquello, le estaba mostrando lo importante que era para él. -Me gustaría un poco de pollo y vino tinto…- Susurró, anhelante, deseando volver a besar al contrario. Pero, de nuevo, el jinete volvió a meter la pata, aunque para su beneficio empezaba a aprender de sus errores y leer las expresiones de la española, así que enseguida rectificó.
No sabía lo que le ocurría que en cuanto el calor del lobo la envolvía, crecían sus ganas de tocarle, de desnudarle, de perderse entre sus caricias y morderle los labios. Antes de poder darse cuenta, sus dedos ya estaban recorriendo la piel del cuello foráneo hacia la nuca, sus dos esmeraldas analizaban los belfos que respiraban casi pegados a su boca y, de un momento a otro, ya se estaban devorando una vez más.
En cuanto las manos del castaño la alzaron, las piernas de la enfermera se enredaron alrededor de la cintura ajena como punto de apoyo y se aferró con más firmeza sobre sus hombros con los brazos. Sus alientos chocaban, como también lo hacían sus lenguas. Intentó ser sensata, cortó el beso y entre jadeos murmuró. -Deberíamos comer… de verdad que sí…- Sus párpados caídos cubrían los orbes de la muchacha cuyos dientes no tardaron en apresar el grueso labio inferior ajeno para tirar de él como si pensara saciar su hambre con él. Su cabeza le decía que parase, pero su cuerpo no obedecía.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Lamí sus labios, acariciando la humedad de su sinhueso entre agitados jadeos. Susurra que tiene hambre, que deberíamos bajar a cenar y quizás no le faltaba razón a estrella. Depredé su boca mientras mis manso se deslizaban por cada curvatura de su cuerpo, su piel se erizaba, apretaba sus dos pechos endureciendo sus astas que alzadas me apuntaban.
Mis labios las conquistaron, acaparé cada parte de su geografía explorando aquellas bastas praderas que me pertenecían.
-¡Guerra! -gimió arqueando su espalda la sentir mis dientes aprisionando sus pezones.
-¡Esta bien! -gruñí con mis ojos ámbar alzándose hasta sus dos pantanos -iré a por la cena, pero después -la señalé con el indice -después quiero follarte toda la noche.
Ella sonrió contra mis labios como si eso mas que una amenaza le sonara a promesa. Había pasado mucho tiempo sin ella y ahora perderme en su piel, hundirme entre sus piernas se había convertido en mi única meta.
Con un mordisco en su inferior me despedí de ella para bajar al pequeño restaurante del motel donde pedí la cena.
Pedí un pollo bien dorado con una salsa de vino y limón, tenia una pinta deliciosa, con sus rodajas de limón anaranjadas por la salsa por encima, a esto lo acompañe con una buena guarnición de patatas con nata a la francesa y una botella de vino de Borgoña para acompañar, por ultimo, como postre ,una fondue de chocolate con frutas.
Cuando entré en la habitación, Estrella envuelta en la manta miraba por el ventanal hacia la inmensidad del firmamento, dejé las bolsas encima de la mesa y me acerqué rodeando con mis brazos su cintura mientra apoyaba mi mentón sobre su hombro
Mi aliento meció su pelo mientras susurraba en su oído lo contento que estaba de no haber dejado que se vistiera, estaba así preciosa.
Ella sonrió, como si ahora que me interesaba si era yo culpable de su desnudez, mas no antes.
-Te he traído la cena -dije cambiando de tema -después espero podamos jugar con el postre.
Me relamí mirando su cuerpo mientras ambos tomábamos asiento antes de que se enfriara por completo. Tiré de la silla pegándola mas a mi, demasiado lejos para mi gusto.
De vez en cuando abría la boca para que me metiera un trozo de carne mientras ella se reía por lo ocupadas que tenía mis manos acariciando sus muslos semidesnudos.
Le serví una copa de vino que tomó con delicadeza con su diestra llevándola a sus carnosos labios.
-¿como te sientes? Tras curar ¿notas cansancio? ¿algo?
Mis labios las conquistaron, acaparé cada parte de su geografía explorando aquellas bastas praderas que me pertenecían.
-¡Guerra! -gimió arqueando su espalda la sentir mis dientes aprisionando sus pezones.
-¡Esta bien! -gruñí con mis ojos ámbar alzándose hasta sus dos pantanos -iré a por la cena, pero después -la señalé con el indice -después quiero follarte toda la noche.
Ella sonrió contra mis labios como si eso mas que una amenaza le sonara a promesa. Había pasado mucho tiempo sin ella y ahora perderme en su piel, hundirme entre sus piernas se había convertido en mi única meta.
Con un mordisco en su inferior me despedí de ella para bajar al pequeño restaurante del motel donde pedí la cena.
Pedí un pollo bien dorado con una salsa de vino y limón, tenia una pinta deliciosa, con sus rodajas de limón anaranjadas por la salsa por encima, a esto lo acompañe con una buena guarnición de patatas con nata a la francesa y una botella de vino de Borgoña para acompañar, por ultimo, como postre ,una fondue de chocolate con frutas.
Cuando entré en la habitación, Estrella envuelta en la manta miraba por el ventanal hacia la inmensidad del firmamento, dejé las bolsas encima de la mesa y me acerqué rodeando con mis brazos su cintura mientra apoyaba mi mentón sobre su hombro
Mi aliento meció su pelo mientras susurraba en su oído lo contento que estaba de no haber dejado que se vistiera, estaba así preciosa.
Ella sonrió, como si ahora que me interesaba si era yo culpable de su desnudez, mas no antes.
-Te he traído la cena -dije cambiando de tema -después espero podamos jugar con el postre.
Me relamí mirando su cuerpo mientras ambos tomábamos asiento antes de que se enfriara por completo. Tiré de la silla pegándola mas a mi, demasiado lejos para mi gusto.
De vez en cuando abría la boca para que me metiera un trozo de carne mientras ella se reía por lo ocupadas que tenía mis manos acariciando sus muslos semidesnudos.
Le serví una copa de vino que tomó con delicadeza con su diestra llevándola a sus carnosos labios.
-¿como te sientes? Tras curar ¿notas cansancio? ¿algo?
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Había intentado insistir en que necesitaban comer y, sobre todo, ella necesitaba una tregua. Sabía que se perdería entre las manos del jinete y sus labios, que sucumbiría al deseo sin pestañear siquiera, débil no a los actos carnales, sino al calor con el que Guerra la envolvía. Nada se sentía mejor que estar entre aquellos brazos, sintiendo sus caricias, compartiendo besos y hasta la respiración. Pero ella seguía siendo humana y su energía no duraba tanto como lo hacía la del italiano. Él tenía una estamina sobrenatural, era un lobo salvaje que había decidido compartir sus noches con una estrella.
De nuevo se estaba dejando llevar. Cada roce de la piel ajena sobre la suya, estremecía a la española y le arrancaba un jadeo o un suspiro. Se ferró a los hombros foráneos con algo de fuerza y en una de las mordidas reaccionó. -¡Guerra!- Comer era primordial en aquellos momentos, recuperar fuerzas y nutrir el cuerpo le vendrían muy bien a la enfermera para luego poder prolongar el encuentro entre sus cuerpos. La contestación del hombre no se hizo de esperar y, como se había imaginado la muchacha, tampoco fue comedida ni falta de exigencias. Sonrió, asintiendo y besó los labios del jinete antes de que éste la mordiera una última vez y se marchara a por la cena.
Una vez sola en la habitación, recogió la manta que había caído al suelo y se envolvió de nuevo con ella. Examinó la estancia, los muebles, la distribución. Había un baño privado, algo que ya le daba un lujo que muchos hoteles no tenían en París en aquella época. Se quedó mirando un cuadro extraño que decoraba una de las paredes. Era una escena de caza, o eso parecía, aunque el jinete tenía la cabeza de un perro y los sabuesos que perseguían al zorro, cabezas humanas. Ladeó el rostro, confusa ante lo que pretendía explicar la pintura, o más bien el autor. Ironizaba, eso seguro. Al final decidió no pensar más en ello y se dirigió a la ventana. El cielo estaba muy despejado y se apreciaban perfectamente las estrellas en el firmamento. Algunas hasta se podía ver cómo titilaban brevemente. Incluso cuando escuchó la puerta abrirse, no se movió y aguardó a ver si Guerra se acercaba a ella, cosa que hizo y con aquel simple gesto, le arrancó una sonrisa. Giró el rostro y mordió la mejilla ajena cuando, de pronto, lo de no coger ropa sí había sido idea de él. -¿Y qué postre has traído?- Inquirió mientras se acercaban a la mesa y ella tomaba asiento, cubriendo la silla con la manta. No se podía tapar con ella al tiempo en que comían, pero sí al meno asegurarse que algo de calor le daba la pieza. Rio al ver que Guerra arrastraba la silla hacia él, pues quería tenerla más cerca y ella no se opuso, al contrario.
Primero cortó todo el pollo que tenía en el plato y luego probó un trozo. El castaño, a ratos, actuaba como un niño y abría la boca, esperando que ella le alimentara. Estrella lo hizo, incapaz de negarse a aquellos gestos que se le hacían tan adorables para un hombre tan rudo como solía ser el italiano. Le besó en la mejilla en un par de ocasiones mientras éste masticaba a carrillos llenos. Bebió un poco de vino, riendo por las cosquillas que las manos ajenas le provocaban al acariciarle los muslos. Tragó un trozo de carne después de masticarla y con la copa en mano, antes de darle un sorbo, negó a la pregunta que le fue formulada. -No sabría explicarlo… Siento como si se me calentara el pecho y esa temperatura se esparciera hasta alcanzar la yema de mis dedos. Entonces se escapa… Es como si transmitiera algo de dentro de mí y se lo pasara a los niños.-
De nuevo se estaba dejando llevar. Cada roce de la piel ajena sobre la suya, estremecía a la española y le arrancaba un jadeo o un suspiro. Se ferró a los hombros foráneos con algo de fuerza y en una de las mordidas reaccionó. -¡Guerra!- Comer era primordial en aquellos momentos, recuperar fuerzas y nutrir el cuerpo le vendrían muy bien a la enfermera para luego poder prolongar el encuentro entre sus cuerpos. La contestación del hombre no se hizo de esperar y, como se había imaginado la muchacha, tampoco fue comedida ni falta de exigencias. Sonrió, asintiendo y besó los labios del jinete antes de que éste la mordiera una última vez y se marchara a por la cena.
Una vez sola en la habitación, recogió la manta que había caído al suelo y se envolvió de nuevo con ella. Examinó la estancia, los muebles, la distribución. Había un baño privado, algo que ya le daba un lujo que muchos hoteles no tenían en París en aquella época. Se quedó mirando un cuadro extraño que decoraba una de las paredes. Era una escena de caza, o eso parecía, aunque el jinete tenía la cabeza de un perro y los sabuesos que perseguían al zorro, cabezas humanas. Ladeó el rostro, confusa ante lo que pretendía explicar la pintura, o más bien el autor. Ironizaba, eso seguro. Al final decidió no pensar más en ello y se dirigió a la ventana. El cielo estaba muy despejado y se apreciaban perfectamente las estrellas en el firmamento. Algunas hasta se podía ver cómo titilaban brevemente. Incluso cuando escuchó la puerta abrirse, no se movió y aguardó a ver si Guerra se acercaba a ella, cosa que hizo y con aquel simple gesto, le arrancó una sonrisa. Giró el rostro y mordió la mejilla ajena cuando, de pronto, lo de no coger ropa sí había sido idea de él. -¿Y qué postre has traído?- Inquirió mientras se acercaban a la mesa y ella tomaba asiento, cubriendo la silla con la manta. No se podía tapar con ella al tiempo en que comían, pero sí al meno asegurarse que algo de calor le daba la pieza. Rio al ver que Guerra arrastraba la silla hacia él, pues quería tenerla más cerca y ella no se opuso, al contrario.
Primero cortó todo el pollo que tenía en el plato y luego probó un trozo. El castaño, a ratos, actuaba como un niño y abría la boca, esperando que ella le alimentara. Estrella lo hizo, incapaz de negarse a aquellos gestos que se le hacían tan adorables para un hombre tan rudo como solía ser el italiano. Le besó en la mejilla en un par de ocasiones mientras éste masticaba a carrillos llenos. Bebió un poco de vino, riendo por las cosquillas que las manos ajenas le provocaban al acariciarle los muslos. Tragó un trozo de carne después de masticarla y con la copa en mano, antes de darle un sorbo, negó a la pregunta que le fue formulada. -No sabría explicarlo… Siento como si se me calentara el pecho y esa temperatura se esparciera hasta alcanzar la yema de mis dedos. Entonces se escapa… Es como si transmitiera algo de dentro de mí y se lo pasara a los niños.-
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Con el estomago lleno nos reíamos conversando frente a la lumbre, ambos con las copas de vino en las manso íbamos dando sorbos calentando nuestros cuerpos como si no bastara mi mano deslizándose incesante y ascendiendo por el muslo de la española.
Era preciosa, no podía evitar contemplar como las llamas bailaban en sus dos esmeraldas que como arpones se clavaban en mis pardos reflejando la felicidad de mi regreso.
Cerca nuestros alientos se entremezclaban y nuestros bocas se acariciaban permitiendo de vez en cuando el encuentro de nuestras húmedas leguas plagadas de deseo.
Me explicó como se sentía cuando sanaba, enarqué una ceja ¿un calor por el pecho?
-Tal y como lo describes parece que llegues a un orgasmo -bromeé enredando mis dedos en su nuca hasta atrapar su pelo en un puño.
Mis labios golpearon de nuevo los ajenos paladeando el sabor a vino.
-No deberías curar Estrella, no sabemos las consecuencias, no puedes hacerlo de forma indiscriminada.
De nuevo su mueca delataba que no le gustaban mis palabras lo que me llevo a fruncir el ceño, últimamente todos parecían decididos a rebatirme, como si la vida propia poco o nada les importara.
Apuré la copa de un trago antes de elevar mi dedo en su dirección señalándola.
-Se terminó, he dicho que no, no puedes volver a hacer eso que haces, no hasta que entendamos las consecuencias ¿de acuerdo?
En esta ocasión no le había dicho que era una orden, así que esperaba que ese detalle no le hubiera pasado por alto y cediera a mis peticiones.
-Cura como antaño, lo hacías en el hospital, al orfanato no volverás .-cada afirmación dicha a llevaba a fruncir mas el ceño.
Negué con la cabeza sirviéndome otra nueva copa antes de ponerme en pie empezando a dar de nuevo vueltas como el depredador que era.
Mi hermana con sus malditos sellos, mi hermano y su partida de ajedrez donde bien podíamos perder la vida y mi hermana que con celebrar la victoria parecía sentirse satisfecha..nadie me entendía a mi, buscaba el modo de alcanzar los objetivos pero manteniéndonos a todos vivos.
Estrella era lo único que me quedaba, lo único que me daba cierta cordura y estabilidad y ahora se empeñaba en arriesgar su vida por la de unos niños olvidando que yo la necesitaba.
-No voy a ceder -.dije sin mas llevando el vidrio de nuevo a mis labios -hagamos una cosa...no puedo irme a vivir contigo, no puedo abandonar a mis hermanos, y tu no quieres venir conmigo, lo entiendo -¿y si nos miramos una casa de alquiler, puedes vivir allí, abre una consulta medica, en la que puedas ayudar a la gente..sin magia ¿de acuerdo? Podemos usar la casa para ambos..estar tranquilos..ya me entiendes...
Era preciosa, no podía evitar contemplar como las llamas bailaban en sus dos esmeraldas que como arpones se clavaban en mis pardos reflejando la felicidad de mi regreso.
Cerca nuestros alientos se entremezclaban y nuestros bocas se acariciaban permitiendo de vez en cuando el encuentro de nuestras húmedas leguas plagadas de deseo.
Me explicó como se sentía cuando sanaba, enarqué una ceja ¿un calor por el pecho?
-Tal y como lo describes parece que llegues a un orgasmo -bromeé enredando mis dedos en su nuca hasta atrapar su pelo en un puño.
Mis labios golpearon de nuevo los ajenos paladeando el sabor a vino.
-No deberías curar Estrella, no sabemos las consecuencias, no puedes hacerlo de forma indiscriminada.
De nuevo su mueca delataba que no le gustaban mis palabras lo que me llevo a fruncir el ceño, últimamente todos parecían decididos a rebatirme, como si la vida propia poco o nada les importara.
Apuré la copa de un trago antes de elevar mi dedo en su dirección señalándola.
-Se terminó, he dicho que no, no puedes volver a hacer eso que haces, no hasta que entendamos las consecuencias ¿de acuerdo?
En esta ocasión no le había dicho que era una orden, así que esperaba que ese detalle no le hubiera pasado por alto y cediera a mis peticiones.
-Cura como antaño, lo hacías en el hospital, al orfanato no volverás .-cada afirmación dicha a llevaba a fruncir mas el ceño.
Negué con la cabeza sirviéndome otra nueva copa antes de ponerme en pie empezando a dar de nuevo vueltas como el depredador que era.
Mi hermana con sus malditos sellos, mi hermano y su partida de ajedrez donde bien podíamos perder la vida y mi hermana que con celebrar la victoria parecía sentirse satisfecha..nadie me entendía a mi, buscaba el modo de alcanzar los objetivos pero manteniéndonos a todos vivos.
Estrella era lo único que me quedaba, lo único que me daba cierta cordura y estabilidad y ahora se empeñaba en arriesgar su vida por la de unos niños olvidando que yo la necesitaba.
-No voy a ceder -.dije sin mas llevando el vidrio de nuevo a mis labios -hagamos una cosa...no puedo irme a vivir contigo, no puedo abandonar a mis hermanos, y tu no quieres venir conmigo, lo entiendo -¿y si nos miramos una casa de alquiler, puedes vivir allí, abre una consulta medica, en la que puedas ayudar a la gente..sin magia ¿de acuerdo? Podemos usar la casa para ambos..estar tranquilos..ya me entiendes...
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
A pesar de cómo se había ido torciendo anteriormente la noche, parecía que la cosa estaba mejorando mientras cenaban, bebían y se tocaban bajo la mesa como si tuvieran que esconderse de alguien, como dos niños traviesos que se pasaban comida con el maestro dando clase. Sin embargo, en cuanto Estrella contó lo que sentía cuando curaba con ese don que tenía, el jinete volvió a ponerse serio, a pesar de la broma inicial, y pronto le recriminó de nuevo lo que hacía. La llamaba insensata porque cuando sanaba, no sabía a cambio de qué lo hacía. El lobo insistía en que toda magia tenía un precio y que cada vez que regalaba vida, ésta tenía que provenir de algún sitio y, por el momento, desconocían su origen. Era peligroso jugar con algo tan serio y aunque la española lo entendía, no podía dejar de pensar en los pobres niños del orfanato y sus inocentes cuerpos enfermando.
Cuando el castaño se levantó, empezando ya a perder la paciencia, la enfermera suspiró. Le siguió, caminando de un lado a otro, con la mirada. Daba tragos largos al vino y gruñía como un animal enfurecido. Aunque, de pronto y sin saber el motivo, el mal humor pareció desaparecer del italiano y saltó con una idea que dejó a la muchacha completamente descolocada. Quería alquilar una casa para poder pasar tiempo los dos juntos. Ella nunca había tenido nada como eso desde que se fuera de España, siempre viviendo en habitaciones pequeñas individuales o en grandes comunes. Suerte tenía si había un baño que no tuviera que compartir. Ella no tenía dinero, así que algo como aquello le venía excesivamente grande y la abrumaba, por no hablar del hecho de vivir con Guerra. -¿Alquilar una casa juntos? Pero yo no tengo ahorros… ni cobro por mi trabajo, nunca lo he hecho.- Sentía, de repente, mucho calor y no sabía si era el vino o qué. Se abanicó con una mano. -Tampoco soy médico, no puedo abrir una consulta… Sólo soy voluntaria, una especie de enfermera...- Se levantó, inquieta e intentó caminar, pero se le enredó un pie con la manta que colgaba de la silla y tropezó, cayendo contra el cuerpo del jinete que aún copa de vino en mano, la miraba sorprendido. Se aferró a él con los brazos ocultando, con un golpe de nariz, el rostro en el pecho ajeno. -Au... Lo siento.- Se disculpó al alzar la vista y observar los orbes marrones del jinete que la miraban con una sonrisa. -Prometo que no ha sido queriendo...- Parecía que se hubiera lanzado a sus brazos y, aunque ganas no le faltaban, la conversación la había aturdido demasiado para pensar ahora en intimar. La idea de pasar tiempo con él, obviamente que le gustaba. Su pecho ardía al pensarlo y se le aceleraba el corazón. Pero al mismo tiempo la asustaba, porque nunca había compartido… nada de ese modo tan cercano con nadie, exceptuando sus padres.
Su tropezón había desviado el tema en cierto modo y lo que, sin querer, había parecido un rechazo, quedó en el olvido. Estrella no insistió en ello, porque, en realidad, no quería negarse. Una parte de ella, una testaruda y alocada, quería lanzarse de cabeza a aquella charca que aún desconocía si siquiera tenía agua. Se mordió el labio, desviando sus esmeraldas hacia un lado y sintió como la arrollaba la vergüenza. ¡Era un disparate! Pero sonaba tan tentador…
Cuando el castaño se levantó, empezando ya a perder la paciencia, la enfermera suspiró. Le siguió, caminando de un lado a otro, con la mirada. Daba tragos largos al vino y gruñía como un animal enfurecido. Aunque, de pronto y sin saber el motivo, el mal humor pareció desaparecer del italiano y saltó con una idea que dejó a la muchacha completamente descolocada. Quería alquilar una casa para poder pasar tiempo los dos juntos. Ella nunca había tenido nada como eso desde que se fuera de España, siempre viviendo en habitaciones pequeñas individuales o en grandes comunes. Suerte tenía si había un baño que no tuviera que compartir. Ella no tenía dinero, así que algo como aquello le venía excesivamente grande y la abrumaba, por no hablar del hecho de vivir con Guerra. -¿Alquilar una casa juntos? Pero yo no tengo ahorros… ni cobro por mi trabajo, nunca lo he hecho.- Sentía, de repente, mucho calor y no sabía si era el vino o qué. Se abanicó con una mano. -Tampoco soy médico, no puedo abrir una consulta… Sólo soy voluntaria, una especie de enfermera...- Se levantó, inquieta e intentó caminar, pero se le enredó un pie con la manta que colgaba de la silla y tropezó, cayendo contra el cuerpo del jinete que aún copa de vino en mano, la miraba sorprendido. Se aferró a él con los brazos ocultando, con un golpe de nariz, el rostro en el pecho ajeno. -Au... Lo siento.- Se disculpó al alzar la vista y observar los orbes marrones del jinete que la miraban con una sonrisa. -Prometo que no ha sido queriendo...- Parecía que se hubiera lanzado a sus brazos y, aunque ganas no le faltaban, la conversación la había aturdido demasiado para pensar ahora en intimar. La idea de pasar tiempo con él, obviamente que le gustaba. Su pecho ardía al pensarlo y se le aceleraba el corazón. Pero al mismo tiempo la asustaba, porque nunca había compartido… nada de ese modo tan cercano con nadie, exceptuando sus padres.
Su tropezón había desviado el tema en cierto modo y lo que, sin querer, había parecido un rechazo, quedó en el olvido. Estrella no insistió en ello, porque, en realidad, no quería negarse. Una parte de ella, una testaruda y alocada, quería lanzarse de cabeza a aquella charca que aún desconocía si siquiera tenía agua. Se mordió el labio, desviando sus esmeraldas hacia un lado y sintió como la arrollaba la vergüenza. ¡Era un disparate! Pero sonaba tan tentador…
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Enarqué una ceja ante lo que a todas todas parecía una negativa ¿no quería vivir en su propia casa? Le estaba ofreciendo lo mas parecido a una vida juntos que yo podía ofrecer a nadie ¿y la rechazaba? ¿no había dicho que me quería? ¿acaso quería mas a esos niños?
Ladeé la cabeza con un gesto de duda, de incomprensión, en ocasiones comprender a la raza humana me resultaba frustrante.
Mi ceño se frunció como el de un niño que no consigue lo que quiere, había intentado mediar, eso que a Armagedon se le daba tan bien, pero a mi no, me rendía.
-Pues no vas a volver al orfanato -gruñí cerrándome en banda, dando un nuevo trago de vino.
Estrella se puso en pie, era tan torpe que tropezó con la manta y trastabillo hasta mis brazos lo que me hizo ladear la sonrisa con cierta malicia. No era la primera vez que le pasaba y esa torpeza para mi tenia un encanto que me excitaba.
Todo su cuerpo lo hacia, esas esmeraldas fijas en mis pardos y como sus mejillas se teñían de rubor al sentirse sujeta por mis brazos.
La alcé sin aflojar el abrazo, nos miramos durante unos segundos en silencio, yo solo quería desentrañar el misterio de esa mujer que me volvía completamente loco.
Estrella me necesitaba, no porque yo lo dijera, que también,si no porque yo nunca erraba en mis afirmaciones y no seria esta la primera vez. Me necesitaba porque su bondad chocaba contra un mundo putrefacto que la haría añicos a la menor oportunidad.
-Cuando se cumplan los mil años, Satanás será liberado de su prisión, y saldrá para engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra —a Gog y a Magog—, a fin de reunirlas para la batalla. Su número será como el de las arenas del mar.
Apocalipsis 20:7-8
La inquisición era Satanas, engañaban a los fieles, mas francamente la purga iba a llegar de la mano de los jinetes, ese y no otro era mi cometido y ahora proteger aquello que amaba se había convertido también en mi objetivo.
-Podría obligarte -le dije alzando su mentón con mi diestra para forzarla a mirar mis pardos -no tienes opción pues no saldrás de aquí si no es con la firme promesa de que no volverás a usar el don que Dios te ha otorgado para un fin superior que de seguro te será revelado.
Mis palabras bañadas en alcohol se adentraron entre sus labios mientras esta se sujetaba con firmeza a mis brazos.
-Te he ofrecido una solución, el dinero no es el problema, solo quiero tenerte controlada, eres mía -rugí contra su boca antes de adueñarme de ella con rudeza, saqueándola con violencia, dejandole claro el hambre que en cada instante que pasaba frente a ella tenia.
Ladeé la cabeza con un gesto de duda, de incomprensión, en ocasiones comprender a la raza humana me resultaba frustrante.
Mi ceño se frunció como el de un niño que no consigue lo que quiere, había intentado mediar, eso que a Armagedon se le daba tan bien, pero a mi no, me rendía.
-Pues no vas a volver al orfanato -gruñí cerrándome en banda, dando un nuevo trago de vino.
Estrella se puso en pie, era tan torpe que tropezó con la manta y trastabillo hasta mis brazos lo que me hizo ladear la sonrisa con cierta malicia. No era la primera vez que le pasaba y esa torpeza para mi tenia un encanto que me excitaba.
Todo su cuerpo lo hacia, esas esmeraldas fijas en mis pardos y como sus mejillas se teñían de rubor al sentirse sujeta por mis brazos.
La alcé sin aflojar el abrazo, nos miramos durante unos segundos en silencio, yo solo quería desentrañar el misterio de esa mujer que me volvía completamente loco.
Estrella me necesitaba, no porque yo lo dijera, que también,si no porque yo nunca erraba en mis afirmaciones y no seria esta la primera vez. Me necesitaba porque su bondad chocaba contra un mundo putrefacto que la haría añicos a la menor oportunidad.
-Cuando se cumplan los mil años, Satanás será liberado de su prisión, y saldrá para engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra —a Gog y a Magog—, a fin de reunirlas para la batalla. Su número será como el de las arenas del mar.
Apocalipsis 20:7-8
La inquisición era Satanas, engañaban a los fieles, mas francamente la purga iba a llegar de la mano de los jinetes, ese y no otro era mi cometido y ahora proteger aquello que amaba se había convertido también en mi objetivo.
-Podría obligarte -le dije alzando su mentón con mi diestra para forzarla a mirar mis pardos -no tienes opción pues no saldrás de aquí si no es con la firme promesa de que no volverás a usar el don que Dios te ha otorgado para un fin superior que de seguro te será revelado.
Mis palabras bañadas en alcohol se adentraron entre sus labios mientras esta se sujetaba con firmeza a mis brazos.
-Te he ofrecido una solución, el dinero no es el problema, solo quiero tenerte controlada, eres mía -rugí contra su boca antes de adueñarme de ella con rudeza, saqueándola con violencia, dejandole claro el hambre que en cada instante que pasaba frente a ella tenia.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
El jinete la apegó más a su cuerpo cuando la sostuvo y el calor que éste desprendía enseguida envolvió a la muchacha por completo. Cada vez que el lobo la tocaba, no importaba que únicamente fuera un roce, Estrella se hundía en un mar de sensaciones que, aunque la torturaran, sería incapaz de describir. Sólo tenía clara una cosa y es que a pesar de ese montón de contradicciones que era la combinación del castaño con ella, la española se perdería por toda la eternidad sin necesidad de mapa o llave de la puerta de salida.
Ni siquiera entendió lo que le quería decir al recitar aquel fragmento del Apocalipsis. Muchas veces sólo intuía lo que el joven pretendía, pero en aquella ocasión ni siquiera llegaba a eso. Tampoco le importó, pues el grueso de su conversación radicaba en otro lado. Guerra se empeñaba en prohibirle usar su don, en no permitir que regresara al orfanato y que, llegado el momento, seguro que sabría por qué tenía ese poder y cómo debía usarlo. Que en esos momentos, debía permanecer a la espera, aguardar en silencio, sin descubrirse, alejada de la inquisición y de su oscura obsesión en llevar a la hoguera a cualquiera que osara desafiar sus ideales sobre Dios o llevarles la contraria. La enfermera sabía que el italiano se preocupaba por ella y, aunque deseaba poder ayudar a los niños, también quería evitar ser un problema más para el jinete. Ella ansiaba ser su apoyo, una solución. No un obstáculo más en su camino, como al parecer se empeñaban en serlo sus hermanos últimamente, por las cosas que le escuchaba gruñir al muchacho.
Alzó la vista hacia los ojos avellana del lobo y negó cuando éste le dijo que podría obligarla. Ella no quería ser obligada a nada, ni por Guerra ni por nadie. Si hacía las cosas era porque las meditaba y llegaba a la conclusión de que eran las correctas o las más convenientes dada la situación. Pero no porque el italiano se empeñara. Si accedía era, simplemente, porque en aquel caso en particular, tenía razón y Estrella no tenía problemas en reconocer cuando se equivocaba o no las tenía todas consigo. Despegó los labios para responder, pero el licántropo apresó sus labios en un voraz beso que ella no dudó en corresponder. Se contagiaba enseguida del hambre que él tenía de ella, pues la propia enfermera se moría por fundirse con él. Enredó los dedos de la zurda en el cabello de la nuca ajena, mientras con la diestra acariciaba su barba, subiendo hacia la oreja. Se dejó llevar por completo en el beso, hasta que, de pronto, necesitó algo de aire, porque se le había olvidado respirar por la nariz. Se separó de la boca foránea entre jadeos, recuperando el aliento y tragó saliva antes de murmurar aún algo falta de oxígeno. -Si accedo es porque quiero… nada de obligarme a hacer cosas… ¿Me oyes?- Arrugó la frente, estrechando la mirada. Le estaba regañando por decir que podía doblegar su voluntad. Ella era una mujer libre en todos los sentidos y cada decisión que tomaba, lo hacía porque quería, no porque nadie le dijera que podía o no hacerla.
Deslizó los dedos alrededor del cuello y los pasó hacia el pecho, al tiempo en que, lentamente se separaba del italiano. Pero su mano siguió descendiendo hasta tomar la ajena y tiró de él en dirección a la cama. Ahora que habían zanjado la discusión, podían dejarse llevar de nuevo por la necesidad que se tenían mutuamente. Caminó de espaldas hacia el mueble y giró cuanto topó con el somier, subiendo una rodilla al colchón seguida de la otra. -Tú y yo tenemos algo pendiente con el postre…-
Ni siquiera entendió lo que le quería decir al recitar aquel fragmento del Apocalipsis. Muchas veces sólo intuía lo que el joven pretendía, pero en aquella ocasión ni siquiera llegaba a eso. Tampoco le importó, pues el grueso de su conversación radicaba en otro lado. Guerra se empeñaba en prohibirle usar su don, en no permitir que regresara al orfanato y que, llegado el momento, seguro que sabría por qué tenía ese poder y cómo debía usarlo. Que en esos momentos, debía permanecer a la espera, aguardar en silencio, sin descubrirse, alejada de la inquisición y de su oscura obsesión en llevar a la hoguera a cualquiera que osara desafiar sus ideales sobre Dios o llevarles la contraria. La enfermera sabía que el italiano se preocupaba por ella y, aunque deseaba poder ayudar a los niños, también quería evitar ser un problema más para el jinete. Ella ansiaba ser su apoyo, una solución. No un obstáculo más en su camino, como al parecer se empeñaban en serlo sus hermanos últimamente, por las cosas que le escuchaba gruñir al muchacho.
Alzó la vista hacia los ojos avellana del lobo y negó cuando éste le dijo que podría obligarla. Ella no quería ser obligada a nada, ni por Guerra ni por nadie. Si hacía las cosas era porque las meditaba y llegaba a la conclusión de que eran las correctas o las más convenientes dada la situación. Pero no porque el italiano se empeñara. Si accedía era, simplemente, porque en aquel caso en particular, tenía razón y Estrella no tenía problemas en reconocer cuando se equivocaba o no las tenía todas consigo. Despegó los labios para responder, pero el licántropo apresó sus labios en un voraz beso que ella no dudó en corresponder. Se contagiaba enseguida del hambre que él tenía de ella, pues la propia enfermera se moría por fundirse con él. Enredó los dedos de la zurda en el cabello de la nuca ajena, mientras con la diestra acariciaba su barba, subiendo hacia la oreja. Se dejó llevar por completo en el beso, hasta que, de pronto, necesitó algo de aire, porque se le había olvidado respirar por la nariz. Se separó de la boca foránea entre jadeos, recuperando el aliento y tragó saliva antes de murmurar aún algo falta de oxígeno. -Si accedo es porque quiero… nada de obligarme a hacer cosas… ¿Me oyes?- Arrugó la frente, estrechando la mirada. Le estaba regañando por decir que podía doblegar su voluntad. Ella era una mujer libre en todos los sentidos y cada decisión que tomaba, lo hacía porque quería, no porque nadie le dijera que podía o no hacerla.
Deslizó los dedos alrededor del cuello y los pasó hacia el pecho, al tiempo en que, lentamente se separaba del italiano. Pero su mano siguió descendiendo hasta tomar la ajena y tiró de él en dirección a la cama. Ahora que habían zanjado la discusión, podían dejarse llevar de nuevo por la necesidad que se tenían mutuamente. Caminó de espaldas hacia el mueble y giró cuanto topó con el somier, subiendo una rodilla al colchón seguida de la otra. -Tú y yo tenemos algo pendiente con el postre…-
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Estrella se orilla a mi cuerpo con esa paciencia en ella tan característica, desliza sus dedos por mi nuca mientras sus dos pantanos se pierden en mis impetuosas tormentas, sabe que yo no cederé y al final es ella quien lo hace, aunque asegura que no porque yo la fuerce o la obligue, que no es así como esto funciona y yo asiento mas porque me he salido con la mía que porque entienda exactamente que es eso que dice.
Mi sonrisa se ensancha y las tormentas alcanza la calma cuando sus labios me buscan y me encuentran y nuestras lenguas se enredan en una lucha épica.
Sus caricias son brasas, se que intenta que entienda sus palabras, que comprenda que en una relación no puedo imponer mi voluntad como ley sin escucharla, pero..no puedo evitar estar contento porque ha entrado en razón y eso me evita uno de los mil problemas con los que cargo cada día.
Su mano desciende por mi pecho hasta deslizarse sobre mi izquierda y allí enreda sus dedos empujándome hacia el lecho.
Se arrodilla en este, alegando en su defensa, como si eso fuera necesario que tenemos algo pendiente ¿postre? Ella es mi postre. Mi cuerpo acorta las distancias y mi boca ruda y apasionada golpea contra la ajena dejando escapar un gruñido por el hambre que ostenta, entre lamidas me adentro en la profundidad de su humedad hasta que nuestras lenguas se movieron dentro y fuera de nuestras bocas.
Hambrientos, jadeantes mis manos se deslizaron por su curvilíneo cuerpo, centrándose en las dos montañas alzadas que con sus picos me apuntaban. Pellizqué sus pezones, mis ojos adquirieron esa tonalidad característica que me delataba y mi hombría enardecida se alzó quedando marcada en mi pantalón. “Contrólate” me decía a mi mismo recordando nuestro ultimo encuentro, rudo, brusco que la dejo temblando.
Cerré un instante los ojos gruñendo contra sus labios, mi diestra la empujo del pecho para recostarla en el lecho, abrí los mostaza hundiéndolos entre sus piernas, recorriendo el monte de venus y ladeando la cabeza ligeramente como si estuviera analizando mi presa.
Mi torso se inclinó hacia ella, cálido mi aliento golpeó sus labios bajos, mojados, deliciosos, llenos del elixir de una buena follada.
¿Seguro no estaba en celo? Me pregunté cuando mi boca se hundió en su coño lamiendo su raja hasta golpear con ella el botón donde se perdieron mis labios torturándolos, tirando de este con mis dientes.
Mi sonrisa se ensancha y las tormentas alcanza la calma cuando sus labios me buscan y me encuentran y nuestras lenguas se enredan en una lucha épica.
Sus caricias son brasas, se que intenta que entienda sus palabras, que comprenda que en una relación no puedo imponer mi voluntad como ley sin escucharla, pero..no puedo evitar estar contento porque ha entrado en razón y eso me evita uno de los mil problemas con los que cargo cada día.
Su mano desciende por mi pecho hasta deslizarse sobre mi izquierda y allí enreda sus dedos empujándome hacia el lecho.
Se arrodilla en este, alegando en su defensa, como si eso fuera necesario que tenemos algo pendiente ¿postre? Ella es mi postre. Mi cuerpo acorta las distancias y mi boca ruda y apasionada golpea contra la ajena dejando escapar un gruñido por el hambre que ostenta, entre lamidas me adentro en la profundidad de su humedad hasta que nuestras lenguas se movieron dentro y fuera de nuestras bocas.
Hambrientos, jadeantes mis manos se deslizaron por su curvilíneo cuerpo, centrándose en las dos montañas alzadas que con sus picos me apuntaban. Pellizqué sus pezones, mis ojos adquirieron esa tonalidad característica que me delataba y mi hombría enardecida se alzó quedando marcada en mi pantalón. “Contrólate” me decía a mi mismo recordando nuestro ultimo encuentro, rudo, brusco que la dejo temblando.
Cerré un instante los ojos gruñendo contra sus labios, mi diestra la empujo del pecho para recostarla en el lecho, abrí los mostaza hundiéndolos entre sus piernas, recorriendo el monte de venus y ladeando la cabeza ligeramente como si estuviera analizando mi presa.
Mi torso se inclinó hacia ella, cálido mi aliento golpeó sus labios bajos, mojados, deliciosos, llenos del elixir de una buena follada.
¿Seguro no estaba en celo? Me pregunté cuando mi boca se hundió en su coño lamiendo su raja hasta golpear con ella el botón donde se perdieron mis labios torturándolos, tirando de este con mis dientes.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
El jinete ignoró el comentario sobre el postre y fue directo a devorar los labios de la española. Estrella, obviamente, correspondió sin duda alguna, sin titubeo, pues le deseaba tanto como él a ella. Deslizó las manos por el pecho ajeno, acariciando, tanteando. Podía notar aquellos perfectos músculos tensarse bajo la yema de sus dedos y como ya no quedaba a penas resto alguno de la cicatriz que, semanas atrás, le había cruzado el torso. Las lenguas de ambos se entrelazaron y parecieron enzarzarse n una pelea que la enfermera estaba dispuesta a perder las veces que hiciera falta, pero sin dejar de pedir revancha.
Jadeó contra la boca foránea cuando el italiano pellizcó sus sensibles pezones, cayendo sentada en la cama con el empujón. Su respiración, acelerada al igual que su pulso, eran los sonidos más evidentes de aquella habitación, además de los gruñidos del lobo que excitado se la comía con la mirada. Las manos ajenas se posaron en las rodillas de la voluntaria y pudo ver desde su posición, apoyada en los antebrazos, como el rostro de Guerra desaparecía entre sus muslos. Echó la cabeza hacia atrás, gimiendo, en cuanto los labios del castaño se unieron con los de su sexo. El ardiente aliento del lobo chocaba con el calor que su sexo desprendía, con el hambre que ella misma sentía de tenerle dentro. El placentero hormigueó que las succiones, lamidas y tirones le provocaron hicieron que le temblaran las piernas. Arqueó la espalda, dejando que su melena cayera en cascada sobre el colchón, al tiempo en que se iba recostando hasta quedar tendida en el lecho. Se aferró con firmeza a la colcha, arrugando ésta entre los dedos de ambas manos. Estaba tan excitada que pronto alcanzó el primer orgasmo, gimiendo sin control, corriéndose en la boca del jinete, salpicándole la cara. Quedó jadeante por unos segundos, antes de, sujeta a la ropa de cama, tensó los brazos para incorporarse hasta quedar sentada con las rodillas flexionadas. -Quiero probar… el postre…- Murmuró, doblando las piernas hacia un lado hasta quedar nuevamente arrodillada. Sostuvo el rostro del italiano con ambas manos y le besó muy lentamente, mordiendo el labio inferior y tirando de él hasta que se liberó por su propia cuenta.
Se movió hacia un lateral, gateando y estiró el brazo hasta alcanzar aquel chocolate derretido que el castaño había subido para la cena. Abrió el tarro y lo olió, relamiéndose. Metió el dedo índice dentro y se lo llevó a la boca para probarlo. Era ligeramente amargo, pero con un trasfondo dulce muy agradable. -Es la segunda vez en mi vida que pruebo esto…- Se refería al cacao en sí, pues no era precisamente para todos los bolsillos. Lo tapó de nuevo provisionalmente y regresó junto a Guerra para con cierta travesura, mancharle los labios con los restos que quedaban en su dedo para después lamerlos despacio. -Así sabe mejor.- Aseguró, riendo. Entre las ganas que tenía de él y que, pasado un rato, el vino que había tomado durante la comida se le había subido un poco a la cabeza, estaba más animada de lo normal, menos vergonzosa. Quitó de nuevo la tapa y volvió a hundir el dedo en la crema oscura, aunque ésta vez acompañado por el corazón, dibujando luego con ambos en el pecho del jinete, nada con sentido, pero era sólo una excusa para luego aproximarse y besar la zona, acariciar con la punta de la lengua y hasta chupar un poco, mientras sus esmeraldas miraban hacia arriba, a los orbes dorados del hombre.
Jadeó contra la boca foránea cuando el italiano pellizcó sus sensibles pezones, cayendo sentada en la cama con el empujón. Su respiración, acelerada al igual que su pulso, eran los sonidos más evidentes de aquella habitación, además de los gruñidos del lobo que excitado se la comía con la mirada. Las manos ajenas se posaron en las rodillas de la voluntaria y pudo ver desde su posición, apoyada en los antebrazos, como el rostro de Guerra desaparecía entre sus muslos. Echó la cabeza hacia atrás, gimiendo, en cuanto los labios del castaño se unieron con los de su sexo. El ardiente aliento del lobo chocaba con el calor que su sexo desprendía, con el hambre que ella misma sentía de tenerle dentro. El placentero hormigueó que las succiones, lamidas y tirones le provocaron hicieron que le temblaran las piernas. Arqueó la espalda, dejando que su melena cayera en cascada sobre el colchón, al tiempo en que se iba recostando hasta quedar tendida en el lecho. Se aferró con firmeza a la colcha, arrugando ésta entre los dedos de ambas manos. Estaba tan excitada que pronto alcanzó el primer orgasmo, gimiendo sin control, corriéndose en la boca del jinete, salpicándole la cara. Quedó jadeante por unos segundos, antes de, sujeta a la ropa de cama, tensó los brazos para incorporarse hasta quedar sentada con las rodillas flexionadas. -Quiero probar… el postre…- Murmuró, doblando las piernas hacia un lado hasta quedar nuevamente arrodillada. Sostuvo el rostro del italiano con ambas manos y le besó muy lentamente, mordiendo el labio inferior y tirando de él hasta que se liberó por su propia cuenta.
Se movió hacia un lateral, gateando y estiró el brazo hasta alcanzar aquel chocolate derretido que el castaño había subido para la cena. Abrió el tarro y lo olió, relamiéndose. Metió el dedo índice dentro y se lo llevó a la boca para probarlo. Era ligeramente amargo, pero con un trasfondo dulce muy agradable. -Es la segunda vez en mi vida que pruebo esto…- Se refería al cacao en sí, pues no era precisamente para todos los bolsillos. Lo tapó de nuevo provisionalmente y regresó junto a Guerra para con cierta travesura, mancharle los labios con los restos que quedaban en su dedo para después lamerlos despacio. -Así sabe mejor.- Aseguró, riendo. Entre las ganas que tenía de él y que, pasado un rato, el vino que había tomado durante la comida se le había subido un poco a la cabeza, estaba más animada de lo normal, menos vergonzosa. Quitó de nuevo la tapa y volvió a hundir el dedo en la crema oscura, aunque ésta vez acompañado por el corazón, dibujando luego con ambos en el pecho del jinete, nada con sentido, pero era sólo una excusa para luego aproximarse y besar la zona, acariciar con la punta de la lengua y hasta chupar un poco, mientras sus esmeraldas miraban hacia arriba, a los orbes dorados del hombre.
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Estrella se transformó en un súcubo, su cuerpo se arqueaba complacido por mis atenciones llenando la cámara de sus gemidos. Enloquecido por el placer y el sabor de su coño húmedo llevé mis dos dedos a su abertura y los metí de golpe sacudiéndolos dentro y fuera con violencia.
Sus piernas temblaron y un gruñido gutural delató que se corría contra mi boca, mis labios manchados de su elixir sabían deliciosos, me relamí alzando la cabeza para perderme en sus dos turbias estrellas que fugaces me miraban plagadas de deseo,
Tiró de mi, quería besarme, animada por el alcohol su risa se perdió en la cámara. Nuestras bocas compitieron por coronarse dueñas de la otra, mordí su lengua, succionandola y ella sonrio volviendo a enredarse en húmedas caricias dentro y fuera de nuestras bocas.
Estrella quería el postre, mi impaciencia no le había permitido cogerlo, pero ahora escapó de la cárcel de pies y hueso. Con un ligero empujón me tumbó deslizando su mano por encima de mis músculos dibujando lso jirones de piel que debía ya bien conocer, su sonrisa era picara y mas cuando se estiró para hacerse con el oro negro que decía solo haber comido una vez.
Untó uno de sus dedos en la Foundi llevándoselo a su boca ante mi incendiada mirada.
-Uffff, como lames -dije con la voz ronca y mis colmillos creciendo ligeramente hasta tocar mi lengua.
Introdujo ahora dos de sus dedos, el indice incluido y manchó mi pecho trazando figuras imaginarias que de seguro para su boca fueron una obra de arte deliciosa pues su boca empezó a recorrer mi piel que se contraía al paso de su lengua.
-Mas abajo -pedí con urgencia pues no aguantaba mas el ardor de mi entrepierna.
Sus dedos se colaron por la cinturilla de mi pantalón, desabrochó el botón dejando que emergiera una verga grande, dura y palpitante. Dos gotas de liquido preliminar escurrían por ella y mis labios se entreabrieron al sentir su lengua lamerlas.
-Cometela -dije devolviendo a mis ojos ese tono amarillo.
Mis dedos se enredaron en su larga melena parda, la cascada caía en un puño, con impaciencia la llevé hacia mi miembro que se movía contra sus labios ansioso de encontrar la caverna oscura de su boca.
Sus piernas temblaron y un gruñido gutural delató que se corría contra mi boca, mis labios manchados de su elixir sabían deliciosos, me relamí alzando la cabeza para perderme en sus dos turbias estrellas que fugaces me miraban plagadas de deseo,
Tiró de mi, quería besarme, animada por el alcohol su risa se perdió en la cámara. Nuestras bocas compitieron por coronarse dueñas de la otra, mordí su lengua, succionandola y ella sonrio volviendo a enredarse en húmedas caricias dentro y fuera de nuestras bocas.
Estrella quería el postre, mi impaciencia no le había permitido cogerlo, pero ahora escapó de la cárcel de pies y hueso. Con un ligero empujón me tumbó deslizando su mano por encima de mis músculos dibujando lso jirones de piel que debía ya bien conocer, su sonrisa era picara y mas cuando se estiró para hacerse con el oro negro que decía solo haber comido una vez.
Untó uno de sus dedos en la Foundi llevándoselo a su boca ante mi incendiada mirada.
-Uffff, como lames -dije con la voz ronca y mis colmillos creciendo ligeramente hasta tocar mi lengua.
Introdujo ahora dos de sus dedos, el indice incluido y manchó mi pecho trazando figuras imaginarias que de seguro para su boca fueron una obra de arte deliciosa pues su boca empezó a recorrer mi piel que se contraía al paso de su lengua.
-Mas abajo -pedí con urgencia pues no aguantaba mas el ardor de mi entrepierna.
Sus dedos se colaron por la cinturilla de mi pantalón, desabrochó el botón dejando que emergiera una verga grande, dura y palpitante. Dos gotas de liquido preliminar escurrían por ella y mis labios se entreabrieron al sentir su lengua lamerlas.
-Cometela -dije devolviendo a mis ojos ese tono amarillo.
Mis dedos se enredaron en su larga melena parda, la cascada caía en un puño, con impaciencia la llevé hacia mi miembro que se movía contra sus labios ansioso de encontrar la caverna oscura de su boca.
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Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Cuando el jinete le pidió que descendiera, llevó la zurda a desabrocharle el cinturón y el pantalón, viendo como de inmediato, la endurecida erección asomaba el glande. El castaño gruñía y temblaba de la excitación. Se le notaba sumamente ansioso, deseoso porque ella atendiera su caliente y pulsante falo. La española no tenía nada claro cómo satisfacerlo por completo, pero si quería que usara la boca, lo haría. Vio las gotas humedeciendo la uretra y por mero instinto, acercó la lengua para recogerlas. El sabor la sorprendió, no era como nada que hubiese probado antes, pero le resultó agradable al paladar. Se relamió y besó la misma zona por la que acababa de pasar su sinhueso.
Alzó la vista hacia el rostro del italiano, fijándose en la expresión de necesidad y deseo que le consumía. Los dedos ajenos se enredaron en su cabello y le guiaron la cabeza de nuevo hacia la verga. Despegó los labios, dejando que su aliento cocara contra el tronco de la erección de Guerra y sacó de nuevo la lengua para lamer desde la base hacia arriba, pasando por el frenillo, hasta que la punta presionó en la uretra. Ver las reacciones foráneas la excitaron a ella y se dejó llevar, pues le gustaba la textura y el sabor, así que no le resultó nada difícil dejar que el glande se colara en su boca y succionar, rodeando con la sinhueso por un lateral y luego por el otro, apretando con las mejillas cada vez que chupaba. Cerró los ojos, sujetándose con ambas manos a los muslos del muchacho, apretando con los dedos, llegando incluso a clavar ligeramente las uñas.
El énfasis del jinete hizo que la obligara a engullir a mayor profundidad, pero Estrella no estaba preparada para ello y le dio una arcada, por lo que su laringe estranguló el falo del castaño antes de que apartara la cabeza y la verga, llena de saliva, saliera de su boca. Tosió, cayendo gruesos hilos pegajosos que unían su boca aún con el miembro. Se limpió con el dorso de la mano cuando consiguió dejar de carraspear y buscó con sus esmeraldas vidriosos los dorados de Guerra. -Casi me ahogo…- Sabía que, ni de lejos, aquella había sido la intención del chico y que, su propia inexperiencia había sido parte responsable de lo ocurrido. Si se lo tomaba con más calma, aprendería a hacerlo bien, mejor. Pero era consciente que en el estado actual de excitación del lobo, era imposible que hicieran nada más despacio. Así que alargó de nuevo la mano hacia el chocolate, se lo llevó a la boca y se inclinó para que de nuevo los labios de ambos se unieran en un beso profundo, necesitado y cargado de sabor a cacao. Los senos turgentes de Estrella se pegaron al perfecto torso foráneo, incendiándose con el calor licano que el jinete desprendía. Rodeó el cuello contrario con sus brazos y se apegó por completo al italiano, sentándose a horcajadas sobre su regazo, de rodillas en la cama.
Alzó la vista hacia el rostro del italiano, fijándose en la expresión de necesidad y deseo que le consumía. Los dedos ajenos se enredaron en su cabello y le guiaron la cabeza de nuevo hacia la verga. Despegó los labios, dejando que su aliento cocara contra el tronco de la erección de Guerra y sacó de nuevo la lengua para lamer desde la base hacia arriba, pasando por el frenillo, hasta que la punta presionó en la uretra. Ver las reacciones foráneas la excitaron a ella y se dejó llevar, pues le gustaba la textura y el sabor, así que no le resultó nada difícil dejar que el glande se colara en su boca y succionar, rodeando con la sinhueso por un lateral y luego por el otro, apretando con las mejillas cada vez que chupaba. Cerró los ojos, sujetándose con ambas manos a los muslos del muchacho, apretando con los dedos, llegando incluso a clavar ligeramente las uñas.
El énfasis del jinete hizo que la obligara a engullir a mayor profundidad, pero Estrella no estaba preparada para ello y le dio una arcada, por lo que su laringe estranguló el falo del castaño antes de que apartara la cabeza y la verga, llena de saliva, saliera de su boca. Tosió, cayendo gruesos hilos pegajosos que unían su boca aún con el miembro. Se limpió con el dorso de la mano cuando consiguió dejar de carraspear y buscó con sus esmeraldas vidriosos los dorados de Guerra. -Casi me ahogo…- Sabía que, ni de lejos, aquella había sido la intención del chico y que, su propia inexperiencia había sido parte responsable de lo ocurrido. Si se lo tomaba con más calma, aprendería a hacerlo bien, mejor. Pero era consciente que en el estado actual de excitación del lobo, era imposible que hicieran nada más despacio. Así que alargó de nuevo la mano hacia el chocolate, se lo llevó a la boca y se inclinó para que de nuevo los labios de ambos se unieran en un beso profundo, necesitado y cargado de sabor a cacao. Los senos turgentes de Estrella se pegaron al perfecto torso foráneo, incendiándose con el calor licano que el jinete desprendía. Rodeó el cuello contrario con sus brazos y se apegó por completo al italiano, sentándose a horcajadas sobre su regazo, de rodillas en la cama.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Enloquecí al sentir su lengua sobre mi frenillo estimulándolo con la punta, lamiéndolo con fiereza, mis ojos destilaban un amarillo radioactivo y de una cornada la metí dentro sintiéndola caliente, húmeda y envuelta entre sus paredes. Con la lengua saboreó el tronco, acariciando las venas que se marcaban en mi verga palpitante. Enardecida ocupaba toda su boca que la succionaba y la engullía con hambre.
Gruñí caliente por como Estrella me la mamaba, me estaba volviendo completamente loco y en una de esas empotré mi falo hasta el fondo. La enfermera dio una arca, mi punta quedó presa por los espasmos, gruñí casi aullé de puro placer al sentir esa sensación placentera que provenía de su garganta, pero Estrella no aguantó y tosiendo se aparto.
Con la diestra limpió los restos de saliva que en hebras unía su boca de mi verga, mi diestra aun se enlazaba a su melena, quería mas, peor esta aseguró ahogarse y yo proteste con un gruñido porque estaba cerca de correrme.
Subió sobre mi a horcajadas, con sus rodillas sobre la cama y de nuevo se adueñó del bote de chocolate.
El beso supo dulce, sus labios sabían a mi polla, mi lengua se adueño de su cavidad, saqueando su interior entre jadeos, la rudeza marcaba el encuentro porque estaba muy cachondo y no podía contener las ganas de irme en cualquier momento.
La empujé para que sus caderas bailaran sobre mi punta, tomé el tronco con la diestra lo restregué por su trinchera humedeciéndolo.
-Joder, estas muy mojado -susurré contra su boca.
Mis labios descendieron por su cuello, marcándolo con mis dientes, dejando su tez en tonos rojos y en algún momento animado de mas dejé un chupeton amoratado.
Se dejó caer sintiéndose plena de mi polla, arqueó la espalda, era preciosa, su pelo caía en cascada, sus verdes brillaban.
-Eres preciosa -confesé contra sus dos montañas que erguidas me apuntaban.
Mordí su pezón, tiré de ellos con los dientes, lamiéndolos después, masajeando con la diestra sus dos tetas enormes.
-Me estas volviendo loco -confesé empujándola mas adentro con la izquierda que estaba sujetando su cuello.
Palmeé su trasero, ella gritaba de placer, de dolor, mis huevos duros delataban mi grado de excitación.
-Sigue, así preciosa, mas -gruñí.
Gruñí caliente por como Estrella me la mamaba, me estaba volviendo completamente loco y en una de esas empotré mi falo hasta el fondo. La enfermera dio una arca, mi punta quedó presa por los espasmos, gruñí casi aullé de puro placer al sentir esa sensación placentera que provenía de su garganta, pero Estrella no aguantó y tosiendo se aparto.
Con la diestra limpió los restos de saliva que en hebras unía su boca de mi verga, mi diestra aun se enlazaba a su melena, quería mas, peor esta aseguró ahogarse y yo proteste con un gruñido porque estaba cerca de correrme.
Subió sobre mi a horcajadas, con sus rodillas sobre la cama y de nuevo se adueñó del bote de chocolate.
El beso supo dulce, sus labios sabían a mi polla, mi lengua se adueño de su cavidad, saqueando su interior entre jadeos, la rudeza marcaba el encuentro porque estaba muy cachondo y no podía contener las ganas de irme en cualquier momento.
La empujé para que sus caderas bailaran sobre mi punta, tomé el tronco con la diestra lo restregué por su trinchera humedeciéndolo.
-Joder, estas muy mojado -susurré contra su boca.
Mis labios descendieron por su cuello, marcándolo con mis dientes, dejando su tez en tonos rojos y en algún momento animado de mas dejé un chupeton amoratado.
Se dejó caer sintiéndose plena de mi polla, arqueó la espalda, era preciosa, su pelo caía en cascada, sus verdes brillaban.
-Eres preciosa -confesé contra sus dos montañas que erguidas me apuntaban.
Mordí su pezón, tiré de ellos con los dientes, lamiéndolos después, masajeando con la diestra sus dos tetas enormes.
-Me estas volviendo loco -confesé empujándola mas adentro con la izquierda que estaba sujetando su cuello.
Palmeé su trasero, ella gritaba de placer, de dolor, mis huevos duros delataban mi grado de excitación.
-Sigue, así preciosa, mas -gruñí.
Guerra- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
El beso enseguida se volvió necesitado, voraz, casi fiero. El chocolate se deshizo con suma facilidad entre sus lenguas ardientes que peleaban por conquistar la boca del otro, enzarzadas, buscándose, escondiéndose.
En cuanto el falo ajeno rozó los labios de su sexo, jadeó contra los labios del jinete, abriendo los ojos que había cerrado para dejarse llevar. Sus orbes verdes con las pupilas dilatadas por la excitación parecían titilar como dos estrellas en la distancia. Desvió un instante la mirada al punto en el que sus cuerpos se frotaban y antes de poder regresarla de nuevo al rostro foráneo, los dientes de Guerra comenzaron a marcar su dermis entre bocados y succiones, calentando más a la española, logrando que se le erizara hasta el último milímetro de piel.
Ya ansiosa y hasta desesperada, descendió, notando como la erección del italiano se abría paso dentro de ella, empujando hacia los lados las paredes de su vagina. Gimió, sintiéndose completamente llena. El castaño se acercó a sus pechos y no dudó en acariciarlos, amasarlos y morderlos, succionando sus pezones como antes hiciera con su cuello. La respiración de Estrella se aceleró, al igual que su pulso. Se aferró con ambas manos a los hombros ajenos y comenzó a mover las caderas hacia delante y hacia atrás, al tiempo en que subía y bajaba lentamente. Sentía la erección salir y entrar, estimulando su clítoris por el roce con el tronco dada la postura en la que estaban y que ella se inclinaba ligeramente hacia el frente.
Ambos estaban sentados y moverse en aquella posición era sencillo. Así era más difícil que le flojearan las piernas, aunque podía sentir cómo le temblaban los muslos. Se sujetó con una mano a la nuca del jinete, enredando los dedos en los mechones rizados de su cabello y volvió a unir su boca con la ajena. Quería respirar su aliento, fundirse con Guerra en el sentido literal de la palabra. Ya no le importaba ni el bote de chocolate que a punto estaba de caerse rodando al suelo. Sus senos se pegaron al torso bien definido del lobo y entre jadeos, el subir y bajar de sus torsos pareció acompasarse, al igual que sus respiraciones, pues cuando uno espiraba el otro tragaba y bebía de sus pulmones.
En cuanto el falo ajeno rozó los labios de su sexo, jadeó contra los labios del jinete, abriendo los ojos que había cerrado para dejarse llevar. Sus orbes verdes con las pupilas dilatadas por la excitación parecían titilar como dos estrellas en la distancia. Desvió un instante la mirada al punto en el que sus cuerpos se frotaban y antes de poder regresarla de nuevo al rostro foráneo, los dientes de Guerra comenzaron a marcar su dermis entre bocados y succiones, calentando más a la española, logrando que se le erizara hasta el último milímetro de piel.
Ya ansiosa y hasta desesperada, descendió, notando como la erección del italiano se abría paso dentro de ella, empujando hacia los lados las paredes de su vagina. Gimió, sintiéndose completamente llena. El castaño se acercó a sus pechos y no dudó en acariciarlos, amasarlos y morderlos, succionando sus pezones como antes hiciera con su cuello. La respiración de Estrella se aceleró, al igual que su pulso. Se aferró con ambas manos a los hombros ajenos y comenzó a mover las caderas hacia delante y hacia atrás, al tiempo en que subía y bajaba lentamente. Sentía la erección salir y entrar, estimulando su clítoris por el roce con el tronco dada la postura en la que estaban y que ella se inclinaba ligeramente hacia el frente.
Ambos estaban sentados y moverse en aquella posición era sencillo. Así era más difícil que le flojearan las piernas, aunque podía sentir cómo le temblaban los muslos. Se sujetó con una mano a la nuca del jinete, enredando los dedos en los mechones rizados de su cabello y volvió a unir su boca con la ajena. Quería respirar su aliento, fundirse con Guerra en el sentido literal de la palabra. Ya no le importaba ni el bote de chocolate que a punto estaba de caerse rodando al suelo. Sus senos se pegaron al torso bien definido del lobo y entre jadeos, el subir y bajar de sus torsos pareció acompasarse, al igual que sus respiraciones, pues cuando uno espiraba el otro tragaba y bebía de sus pulmones.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: Twinkle twinkle little star... // Privado - Guerra [+18]
Nuestros cuerpos friccionaban, enardecida mi verga entraba y salia casi por completo con aquel demencial baile de caderas de la española. Su cuerpo curvilíneo me enloquecía, el olor de su piel y ese olor tan característico que se me antojaba a un celo eterno.
Gruñí contra su boca, desesperado, bebiéndome su liento, lamiendo su lengua en un peligroso juego en el que mi ariete golpeaba su vagina y sus paredes dilatadas y abiertas aceptaban temblorosas ms embestidas.
Su espalda se arqueó entre mis manos, su cabeza se tiró hacia atrás con la boca entreabierta y los ojos perdidos mientras gemía con fuerza apretando mi verga entre placenteros orgasmos que me llevaron la clímax.
Mi falo palpitó en su interior al mismo tiempo, llenándola de mi esencia. Nuestros cuerpos cayeron laxos sobre el lecho, besé sus labios recorriendo con mis dedos la curvatura que quedaba entre culo y espalda.
Su piel perlada en sudor cedía erizándose bajo la yema de mi diestra. Estrella alzó la cabeza con una sonrisa pintada en sus carnosos y centro sus dos estrellas en mis todavía ámbar.
Me ha gustado mucho eso que me has hecho -dije refiriéndome a cuando me la había comido.
Los dedos de estrella dibujaban distraídos los músculos de los pectorales de mi pecho, y sonreía picara al saber lo mucho que lograba complacerme con cada curva de su cuerpo.
-Entonces...¿no quieres “vivir” conmigo? - pregunté sin comprender bien porque en eso no me había salido con la mía como en todo lo demás -tendrías tu propia casa y podrías hacerme estas cosas que tanto me gustan a menudo -dije ensanchando la sonrisa como quien pide un helado -yo creo deberías reconsiderar mi oferta.
La vi sonreír con esa paciencia infinita que se gastaba conmigo.
-Vamos, me gusta que me “obedezcas” -dije con una picara sonrisa mientras ella negaba con la cabeza riéndose, nunca acertaba en la forma de decir las cosas, peor porque yo no estaba muy acostumbrado a relacionarme con otras personas que no fueran mis hermanos.
-Génesis 3:16: 16 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces, con dolor parirás los hijos, y á tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti.
¿Perdemos algo Estrella por ver un par de casas?
Gruñí contra su boca, desesperado, bebiéndome su liento, lamiendo su lengua en un peligroso juego en el que mi ariete golpeaba su vagina y sus paredes dilatadas y abiertas aceptaban temblorosas ms embestidas.
Su espalda se arqueó entre mis manos, su cabeza se tiró hacia atrás con la boca entreabierta y los ojos perdidos mientras gemía con fuerza apretando mi verga entre placenteros orgasmos que me llevaron la clímax.
Mi falo palpitó en su interior al mismo tiempo, llenándola de mi esencia. Nuestros cuerpos cayeron laxos sobre el lecho, besé sus labios recorriendo con mis dedos la curvatura que quedaba entre culo y espalda.
Su piel perlada en sudor cedía erizándose bajo la yema de mi diestra. Estrella alzó la cabeza con una sonrisa pintada en sus carnosos y centro sus dos estrellas en mis todavía ámbar.
Me ha gustado mucho eso que me has hecho -dije refiriéndome a cuando me la había comido.
Los dedos de estrella dibujaban distraídos los músculos de los pectorales de mi pecho, y sonreía picara al saber lo mucho que lograba complacerme con cada curva de su cuerpo.
-Entonces...¿no quieres “vivir” conmigo? - pregunté sin comprender bien porque en eso no me había salido con la mía como en todo lo demás -tendrías tu propia casa y podrías hacerme estas cosas que tanto me gustan a menudo -dije ensanchando la sonrisa como quien pide un helado -yo creo deberías reconsiderar mi oferta.
La vi sonreír con esa paciencia infinita que se gastaba conmigo.
-Vamos, me gusta que me “obedezcas” -dije con una picara sonrisa mientras ella negaba con la cabeza riéndose, nunca acertaba en la forma de decir las cosas, peor porque yo no estaba muy acostumbrado a relacionarme con otras personas que no fueran mis hermanos.
-Génesis 3:16: 16 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces, con dolor parirás los hijos, y á tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti.
¿Perdemos algo Estrella por ver un par de casas?
Guerra- Licántropo Clase Alta
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