Las bestias también sangran...--privado

Confianza absoluta. Cada paso que da denota esa primera impresión. No tiene la menor consideración con aquéllos que le observan, no repara en ellos ni un instante antes de pasar a su lado a menos que se le atraviesen en el camino, entonces la cabeza gira unos cuantos grados para observar al puberto que se siente capaz de detenerle y siempre por debajo del hombro. Una bravata, unos manoteos y es seguro que no pensará dos veces antes de soltar no uno, si no todos los golpes necesarios hasta dejar en el piso el rastro sanguinolento de lo que antes fue un rostro.

No hay alguien que pueda detenerlo y lo peor no radica en ello, si no en el hecho de que no hay quien quiera hacerlo o logre acercársele lo suficiente mientras se encuentra cabreado. Sólo actúa así, si hay problemas o si está fastidiado o aburrido y necesita una distracción.

¿Bravucón? No, no llega a tanto. Porque no es su boca la que se mueve cuando algo le fastidia. Ahora mismo sus pasos le guían por las desoladas calles, en medio del frío que para él sólo es una pequeña brisa que le agita los cabellos en tanto en su mano derecha mantiene una manzana grande y roja a la cual le da una mordida cada cierto tiempo, sólo para aparentar. Ya va por la mitad, pero el zumo que resbala por la comisura de los labios.

Las muelas trituran la pulpa de la fruta en tanto él pasa el dorso de su mano por los labios y luego, sin la menor consideración, su lengua lame el resto del zumo con placer. Está deliciosa: dulce en su punto, dura y olorosa. Como los senos de una mujer, aunque sólo le faltan los pezones para que sea perfecta. Quizá por eso se considera obsesionado con las manzanas. Mientras más rojas, mejor.

Su vista se desvía de la fruta observando a lo lejos el populoso cabaret. Alza una ceja inquisitivo entre la duda de entrar o proseguir su camino. Es una de esas noches descontroladas en las que todo puede ocurrir.

Las calles se presentaban frias, pero a la vampiresa personalmente adoraba ese frio que envolvia ahora la francesa ciudad, más la noche se le había mostrado tan productiva desde su inicio que Bloondy no daba credito a que ya había conseguido engatusar a un caballero, del cual se había alimentado, pero siguiendo su estricta regla de que los inocentes bajo ningún caso merecian la muerte, todo inocente debía mantener la vida, pero había tan delgada linea de serlo y dejar de serlo que era algo abrumador, incluso para las leyes de la propia dama cainita que se las había auto impuesto, pero la cosa había quedado en un joven mareado, aturdido sin conocer exactamente lo que había ocurrido, solo que repentinamente se sentía cansado, y lo más seguro que después de que Bloondy lo dejara atras él se fuera a su casa a pasar el mareo.
La vampiresa había seguido su camino mientras sacaba su espejo roto para comprobar que no había restos de sangre en ella que pudieran delatarla de las miradas más indiscretas y conocedoras de lo sobrenatural, guardó su espejo y apretó el paso, buscando en que matar el tiempo, sin saber tomando en direccion el cabaret, a lo tonto y tanto tiempo que llevaba en París no lo había visitado.

Siguió su camino, mientras avanzaba por las heladas calles, un olor, un aroma, la percepción del aura que tenía inato la vampiresa, sus negros orbes se clavaron aferrimamente en un hombre, un joven aparentemente poquitos años mayor que ella, anda con un abrumante aire decidido, mientras parece degustar una roja y por el aroma dulce manzana, mientras mantiene su misma dirección al cabaret, la vampiresa percibe su naturaleza, pero aun la joven era demasiado neofita como para saber cuando debe tomar la precaución cuando se topa con otro de su especie y no emocionarse como si hubiera encontrado el Dorado.
Resbala su lengua por sus rojos labios, acariciando con la lengua sus afilados colmillos, con una total desfachatez camina a su lado, ladeando una ligera sonrisa sin mostrar sus colmillos. -Jamas he visto a nadie morder con tanta lascivia una manzana.- Se atreve a decir con un dulce tono al vampiro desconocido, mientras mantiene el semblante afable y poco amenazador. -Es algo insolito y más en uno de los nuestros, al menos eso he oido...o me han dicho, aunque personalmente prefiero los dulces....- Ladea la cabeza.

Mira al joven de arriba abajo, sin duda quizá algo desconcertado por las palabras tan descaradas de la joven, pero ciertamente a eso se le podría llamar romper el hielo de una manera bastante literal, pues casi hubiera sonado como un coqueteo, aunque no lo era, si no que Bloondy hacía gala de una sinceridad demasiado directa, o aplastante según se mirase la cosa. -Oh...que mal educada soy.- Sonrió ella atreviendose a acercarse un poco más, quizas pecando de atrevida, o dejando ver demasiado su inexperiencia y su edad de neofita, pues solo hacía nueve años que se había convertido en cainita en un borroso recuerdo de aquella noche. -Soy Lady Bloondy Enhydra, un placer mi Lord..- Dijo en el tono más afable que pudo transmitir, asegurandose de que aquel otro vampiro no la viera como una amenaza, incluso le hizo una reverencia, para despues acercarse un poco más con una muy sincera mirada de curiosidad sobre él, y ladeo a mirar el cabaret. -¿Vas a entrar? ¿desea acompañarme?- Rio mostrando ahora sí un poco los colmillos aunque sin querer.