Between shadows [Libre]

Las primeras farolas de la ciudad comenzaban a encenderse a medida que el sol iba escondiéndose tras el horizonte aquella gélida tarde de invierno. Sus casi vacías y fantasmagóricas calles eran iluminadas por tenues luces artificiales que apenas cubrían cada rincón de sus adoquinadas calzadas. Era el momento propicio para cometer funestos asaltos, improvisados robos, o para como era en mi caso, atravesar la ciudad sin llamar la atención. La oscuridad ocultaba un rastro que no deseaba ser visto; y es que a pesar de que casi había transcurrido una semana desde que mi huida del circo tuvo lugar, sabía que no habrían claudicado en mi búsqueda, sino que posiblemente habrían aumentado el radio de rastreo. Era consciente de que mis actuaciones eran una de las más importantes del circo que se había convertido en mi prisión durante tantos años, y que mi pérdida ocasionaría un descenso considerable de sus ingresos. Era por ello que no pararían hasta dar conmigo, viva o muerta.

Había considerado huir de París, marcharme hasta un país lejano donde me perdiesen el rastro. Más tras comprobar que tenían controladas varias salidas importantes de la ciudad, decidí esperar oculta hasta que se marchasen de allí, creyendo que habría realmente huido lejos. Entonces podría barajar la posibilidad de quedarme allí; de comenzar una nueva vida desde cero en una inmensa ciudad donde mi presencia pasaría inadvertida para todo el mundo.

En esos precisos instantes me encontraba escondida en forma de animal, concretamente de lémur, observando desde el denso follaje de un nevado abeto en el que había permanecido oculta la mayor parte del día, como las luces de la ciudad iban cogiendo intensidad. El camino trazado que se encontraba desde aquel bosque cercano a la urbe y el laberíntico conjunto de calles que recorrían la ciudad estaba libre de cazadores y otros humanos sospechosos, de modo que por fin había llegado el momento que tanto había esperado, donde podría regresar a por algo de sustento con la que pasar el día siguiente.

Con repentina agilidad descendí por el humedecido tronco del árbol que había sido mi refugio desde el alba, encaminándome tras pisar tierra firme hacia un arroyo cercano donde había ocultado mi ropa tras convertirme en lémur. Tomando de nuevo mi forma humana, me acerqué hasta el agua para refrescarme la cara y beber un poco cuando de pronto escuché un ruido a mis espaldas. Sin perder el tiempo en comprobar que era lo causante de aquel sonido, corrí hasta el lugar donde se hallaban escondidas mis prendas, aguantándome la respiración con la esperanza de que no me hubiesen visto; temiéndome que a pesar de haber sido cautelosa, al final habían dado conmigo.