L'Ensemble of Shadows [Libre]

Abrí las cortinas de mi habitación sintiéndome aliviada por haber podido escapar una vez más de los brazos de la abismal y absoluta oscuridad que me abrazaba cuando la cruel luz del día me obligaba a esconderme. Abrí la ventana y dejé que la fresca brisa nocturna penetrara en mi alcoba alimentando aún más el sentimiento de libertad que me invadía. Inhalé profundamente y degusté el delicioso olor a humedad que había en el aire.
A menudo la apatía que me poseía era tal que se tornaba una insoportable carga. A veces llegaba a desear poder sentir una pisca de dolor, pues eso, de alguna manera retorcida y extraña me haría sentir viva. Detestaba esta constante sensación de habitar entre dos mundos. Nunca estaba completamente viva pero tampoco había vida en mí. -Muerta en vida.- Odiaba esas palabras ya que en mí, ellas eran mucho más significativas que en el resto de los de mi especie.
Sin embargo esa noche me sentía diferente. Se podría decir que estaba incluso, algo ansiosa o expectante; pues había oído hablar de una criatura que era de cierto modo difícil de describir. Era horrible y hermoso a la vez. Su arte era terrible y sublime porque de algún modo desentrañaba los más oscuros e íntimos instintos, sentimientos y misterios de cualquier ser pensante. Nadie sabía a ciencia cierta si era hombre o mujer pero, ¿eso realmente importaba? Decían que su poesía tenía el poder de hacer subir a los muertos de sus tumbas y que podía reavivar en ti temores ya olvidados y las pasiones más profanas. Su música podía encadenar a su melodía a la más preciosa de las sirenas o dar vida a los dioses del Olimpo. Algunos temían que pudiese abrir la puerta que separa el Hades del mundo de los vivos. Todo lo que había oído sobre él era tan apasionante que no perdería la oportunidad de verlo y en tan sólo un par de horas estaría en el teatro contemplándolo. Llevaba tan sólo unas cuantas semanas en París pero que había oído rumores sobre la Inquisición y sabía que no pasaría mucho tiempo para que fijasen su atención en tan magnífico artista con el único objetivo de perseguirlo.

Bajé del carruaje con la ayuda del gentil y educado chofer que me había llevado hasta allí. Comenzó a llover por lo que lamenté no haber llevado mi sombrilla. Corrí para refugiarme en el teatro sin poder reparar en su fachada. Había llegado demasiado temprano y habían pocas personas en el hall esperando a que abriesen la función de la cual sólo sabía el nombre: L'Esemble of Shadows.
El tiempo transcurría con exagerada lentitud. Comencé a juguetear impacientemente con el anillo de oro que portaba en el dedo anular de mi mano izquierda hasta que en un momento de descuido este cayó al suelo. Con ojos atentos observé su trayecto, rodó y rodó hasta que chocó con un fino calzado.