Moonlight Shadows [Libre]

Afortunadamente mi primera transformación en tierras francesas había pasado sin daños colaterales, al menos que yo recordase; el hecho de no encontrar rastro de sangre alguno solía ser una señal inequívoca de que nada atroz había sucedido.
Lo cierto es que pertrecharme en esa cueva cercana a la playa había sido una buena idea, aunque todavía no pensaba cantar victoria. Otra noche donde la dama blanca coronaría el cielo seguía a ésta, y desconocía si mi plan de mantenerme alejada de los humanos cuando la bestia se apoderaba de mi alma sería de nuevo posible.

Cuando horas antes comenzó la maldición y todo mi ser comenzó a quebrarse entre aullidos de dolor y el sonido sordo de huesos rotos, mi último recuerdo era de encontrarme encadenada por el tobillo a un grillete metálico, sujeto fuertemente al suelo. Sin embargo, al despertar de nuevo en forma humana, mi cuerpo desnudo no se encontraba sobre la fría piedra de la gruta, sino unos metros más alejado, descansando en la mullida hierba junto a un arroyo.

No tardé mucho en regresar caminando hasta la cueva donde había guardado mis pertenencias. Tomé la ropa dejando el resto de útiles que necesitaría para pasar el día siguiente allí, y con ésta me dirigí a la playa donde tras enjuagarme del barro que portaba en algunas partes de mi cuerpo; después de lo cual me vestí con calma, frotándome los brazos para entrar en calor.

Agradecía que el ambiente helado del otoño apartase de allí a miradas indiscretas, aunque nunca podía saberse cuando un cazador nos podría sorprender por la espalda. No era el primero que hubiese visto en París, y sin duda tampoco sería el último. Era por ello que trataba de mantener los sentidos bien alerta, a pesar de que el murmullo de las olas producía en mí un profundo estupor.

Estaba agotada, como siempre que me transformaba, pero sabía que debía dormir y descansar si al amanecer quería seguir con la búsqueda de ese desconocido al que me habían prometido; aunque si lo pensaba bien, había algún fleco suelto en toda esa historia que no terminaba de cuadrarme. ¿Cómo era posible que no hubiese ningún dato de ese hombre? Si no fuese porque conocía a mi hermano, o eso era lo que pensaba, hubiese jurado que me había mandado tan lejos en una misión inútil para mantenerme alejada de la manada.

Me senté sobre la roca desde donde disfrutaba de un hermosa panorámica de la playa, y fue entonces cuando vislumbré una lejana silueta que parecía encaminarse hacia mí. ¿Cazadores? Demasiado lejos para saber si era amigo o enemigo, así que opté por hacer lo que mejor se me daba, atacar por sorpresa.
Me escondí tras una de las rocas que ocultaban el sendero por el que había llegado, ese que me llevaría a la gruta escondida donde estaba mi espada. En caso de que se pusiesen las cosas feas, siempre podría huir por ahí.

La brisa del mar, la coincidencia del destino.

Llegué a creer que las playas de Escocia, Irlanda o Gales no tendrían equivalente en belleza. Sólo me puedo valer de un sentido pero es suficiente para conceder a esta playa un apremio. Dijo el espectro que se mantenía flotando a un costado de Malek, justamente del lado de la mar. El duque vestía sólo un pantalón holgado hasta las rodillas manteniendo la mitad de sus piernas sumergidas en la mar que con sus constantes olas humedecían el pantalón ocre. Era extraño que el espectro tuviera una predilección de un lugar sobre Escocia, eso nunca pasaba. Pero Malek no dijo nada al respecto sólo sonrió mientras observaba el rostro de su media alma, sereno, casi sin deformación, muy similar al de Malek.
—Esta vez me veo en la necesidad de discrepar contigo mi buen amigo, admito que hay belleza aquí; mas la magia de nuestra tierra no puede equivalecerse a nada —el duque de Montrose desvió su mirada al frente siguiendo el curso de la playa.
No afirmo que sean más bellas, aquí no hay magia Malek, sé que cómo un licántropo puedes darte cuenta, no necesitas ser un hechicero. Es verdad, la magia lo hace diferente, pero a diferencia de otras partes de Francia, aquí no hay espíritus, por eso es equivalente porque encuentro la paz que no hallo cuando te acompaño a tus viajes a Europa. Agregó el espectro y no se dirigieron la palabra por más de media hora.

La playa seguía sola y eso ambos lo agradecían. Su caminata había iniciado al alba, cuando el duque despertó cerca de la playa, por media hora estuvo desnudo hasta que encontró, para su fortuna, aquellos pantalones ocre que le llegaban a la rodilla; tenía su torso desnudo lo que no le preocupó por el lugar en el que estaba, no sería mal visto. Practicamente el duque tenía el aspecto de un pescador, o eso creía. Pero su tranquilidad iba a cambiar muy pronto.

El espectro se elevó y comenzó a volar por encima de Malek que no interrumpió su caminata. Malek, la paz que teníamos se verá interrumpida. Dijo el espectro después de descender en picada, el duque lo miró de soslayo sin cambiar su semblante pasivo. Pude ver una cueva más allá de aquellas rocas y hay una mujer, una hija de la luna, una igual a ti. Continuó el espectro al ver que Malek no interrumpía su paso. ¿Es qué acaso quieres ir al encuentro?. Pero Malek nada respondió, era como si lo ignorara. El espectro se alejó hacía las rocas a medio kilómetro de la distancia entre éstas y el duque que seguía acercándose. El espectro regresó. Ella ya te ha visto, aunque no sé si te ha reconocido como un licántropo, me parece que es una fugitiva.
—Haces muchas conjeturas mi querido amigo
Advierto lo que veo.
—No creo que hable escocés, así que será irrespetuoso de mi parte mantenerme en este idioma —le guiñó el ojo al espectro que estaba de nuevo flotando a nivel de la mar.

Malek llegó finalmente a las rocas, no hizo por buscar a la mujer de la que el espectro le advirtió, de hecho no sintió su presencia y tampoco se sintió amenazado. Dándole la espalda a las rocas y a la misma cueva detrás de éstas. El duque se agachó y con ambas manos formó una especie de jícara que llenó de agua, sin separar sus manos mojó su rostro, repitió el procedimiento dos veces más humedeciendo su cabello y sus hombros, luego, salió de la mar para que sus pies se hundieran con la arena seca. Nuevamente, haciendo caso omiso de que existía una presencia con él, se recargó en una de las piedras.

—¿Cuánto tiempo más podré estar solo en este lugar?, si bien es cierto que es aún joven la mañana debo de pensar un escondite antes de que se alce la luna por tercera vez —dijo y suspiró.

La proximidad del alba proyectaba sobre la playa extrañas sombras de las elevadas rocas cercanas a ésta en un elocuente juego de rocambolescas siluetas a lo largo de la orilla. A medida que pasaban los minutos, el aura del desconocido que seguía aproximándose hasta mi posición fue tomando color, ayudándome a identificar la naturaleza de éste como uno de los míos, un licántropo que probablemente se hallaba sumergido en sus propios pensamientos después de una noche de transformación. Me resultó curioso que éste en cuestión continuase avanzando, puesto que por instinto éramos seres bastante desconfiados ante desconocidos, especialmente cuando el influjo de la luna todavía se elevaba sobre nosotros. Llegué a pensar que tal vez no se hubiese percatado todavía de mi presencia, ya que aún permanecía oculta tras las rocas que encubrían estratégicamente la entrada a la cueva.

Continuaba manteniéndome en un sepulcral silencio y sin moverme un ápice mientras observaba con curiosidad cada movimiento de mi igual, que con el torso desnudo paseaba tranquilamente mojándose los pies que mantenía sumergidos en las frías aguas del mar; al tiempo que sin aminorar su paso había alcanzado mi posición, deteniéndose en la orilla a escasos metros de donde me encontraba. No parecía tener la intención de atacarme, ni siquiera dirigió la mirada hacia donde yo me encontraba, aunque daba por hecho que sabía de mi presencia. Pero había algo en el aura que lo envolvía que me tenía del todo desconcertada y que me alertaba de que la mejor opción era mantenerme oculta unos minutos más.

Sonreí débilmente al observar como mi congénere se refrescaba el rostro, despejándose así de una noche que apostaba que habría sido ajetreada. Todos y cada uno de nosotros volvíamos a nuestra forma humana exhaustos después de dos dolorosas transformaciones y una velada cargada de adrenalina. Finalmente, e imaginando que sus palabras lanzadas al aire iban indirectamente hacia mí, opté por salir de mi escondite y ofrecerle un lugar para pasar la siguiente noche a salvo de posibles cazadores.

-Bonjour Monsieur.- pronuncié tranquilamente en un refinado francés con un tono de voz dulce, acercándome a él aunque manteniendo todavía las distancias. Deslice con suavidad mi mano derecha hacia la espalda, rozando instintivamente la empuñadura de la espada que llevaba colgada a la misma y que quedaba oculta bajo un largo abrigo, sintiéndome más segura ante un posible ataque repentino del licano.- ¿Una noche complicada?.