I hear the violins {Privado con DEVLET-ŞÂH }

por **Carmina Moran** Lun Mar 19, 2018 12:51 pm

Elegantes guirnaldas de flores traídas de rincones exóticos, luces suaves, iluminando los vestidos blancos de las jóvenes doncellas y creando sombras en los elegantes trajes de los caballeros. Labios cuidadosamente pintados de rojo, tirabuzones elegantes y plumas coloridas en los cabellos de las mujeres, cientos de perfumes mezclados con el aroma del vino y el champagne.

El último baile del invierno siempre resultaba ser un acontecimiento extravagante. El frío y la nieve no impedían que las mujeres lucieron sus vestidos más descarados.

Y por supuesto el suyo era el más escandaloso. Ser una viuda le daba ventajas, y una de ellas era hacer lo que quisiese sin importarle demasiado por las habladurías que pudieran seguirla. Carmina ya no tenía que preocuparse por su reputación.
Nada rojo, por supuesto, el rojo era demasiado obvio, solo aquellas mujeres que querían llamar la atención de forma obvia eligen el rojo y Camina había abandonado esos momentos de teatralidad hace tiempo.
Oh No, su color era el verde musgo, adornado con perlas traídas de las américas y esmeraldas turcas, la mezcla perfecta entre escándalo y pudor. Abanico de plumas en su mano izquierda y un joven de apenas veinte años, su último juguetito, en su brazo derecho. Oh qué pareja más curiosa resultaban. Ella elegante, regia y noble, mientras que el, aunque bien vestido parecía más uno de los cientos de muchachos que uno encontraría en los burdeles de alta clase, hermoso hasta la saciedad pero… indecente.

Y aunque no habían permanecido juntos por mucho tiempo, siendo el joven uno de sus protegidos, más que su amante, muchas de las otras damas ya se habían amontonado a su alrededor, como gallinas admirando un ave del paraíso. Carmina sonreía y se abanicaba, compartiendo chismes y cotilleos con todos aquellos que así lo deseasen. Tan solo se apartaba de su pequeña corte cuando los caballeros se le acercaban, pidiendo que bailase con ellos.
Y ella aceptaba. Los acompañaba en rápidas polkas y delicados vals, se movía con la gracia de una gacela y sonreía, Vanidosa, vida y tan solo interesada en divertirse.
Al menos eso parecía a primera vista.
Con todos los ojos en ella o su acompaãnte, que al otro lado del salón de baile estaba encandilando a las jóvenes hijas de la nobleza.

Nadie se fijaba en los criados, moviéndose por la sala con sus bandejas llenas, o en aquel joven común que se escabulle en silencio tras las puertas supuestamente cerradas, lista para saquear los bolsillos de los enemigos de la inquisición. Entre ellos varios dignatarios Otomanos.
Y pocos se sorprende cuando el joven reaparece, casi media hora después y hace una reverencia frente a Carmina, sacándola a bailar y susurrando secretos a su oído mientras se mueven al ritmo de la música.
Pocos se fijan en esos pequeños detalles pero quienes lo hacen son peligrosos, y bajo el terciopelo, las perlas y las piedras preciosas, Carmina estaba lista para proteger la Inquisición y los secretos robados. Costase lo que costase.