AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Can you hear my heart? [+18 - Privado]
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Can you hear my heart? [+18 - Privado]
Nos quedamos así, esperando, delante de aquella puerta, y parece que los segundos no pasen nunca. Hay momentos en tu vida que ya sabes que recordarás siempre.
Éste es uno de ellos.
Federico Moccia
No había podido aguardar, ni siquiera fue lo suficientemente fuerte como para mantenerse firme cuando sabía que en algún momento lo dañaría. Era demasiado egoísta, pero eso no importaba, dejo de importarle apenas le miro a los ojos e importo aun menos cuando aquellos labios que tanto añoraba se fundieron con los suyos en un beso que contenía demasiados sentimientos. Scarlett siempre supo que necesitaba a Patrick más que nadie en el mundo, por esa razón la idea de perderlo gracias a su trabajo como inquisidora le era tan inconcebible. Por aquel hombre haría cualquier cosa, recibiría una bala si con eso lo mantenía salvo y a pesar de eso, lo exponía al estar a su lado. Todo eso era demasiado para ella y mientras más lo pensaba, mayor era la creencia de que estaba actuando de una manera indebida. Suspiro mientras salían de aquel restaurante donde abandonaron la supuesta comida y antes de comenzar a andar con dirección a su hogar, lo miro.
Patrick era el mismo, parecía que el tiempo no pasaba ni por él, ni por todo lo que le provocaba. La inseguridad que sintiera en lo que caminaba hasta la salida desapareció al ver aquellos ojos que la absorbían lentamente. Sonrió. Iba a irse al infierno por condenar a un hombre tan bueno como lo era quien le acompañaba, pero se iría con gusto si podía tenerlo a su lado todas las noches que siguieran a esa. El mundo bien podría arder en llamas y ella no pensaría siquiera en soltar aquella mano masculina que sujetaba la suya. Si tan solo él pudiera saber cuanto le había extrañado, cuanto deseaba llegar ya a casa y demostrarle no solo con sus palabras, sino con todo lo que le pidiera, el amor que despertaba en ella su presencia. La inquisidora rara la ocasión se sentía realmente atractiva a los ojos de los hombres, pero al lado de aquel quien amaba se sentía la mujer más segura del mundo y no tenía ojos para nadie más que no fuera él.
– De verdad que te extrañe – susurró, tirando suavemente de la mano de Patrick para que se girara a mirarla y de esa manera poder besarle nuevamente. La mayoría de las mujeres pensaría que esas muestras de afecto eran reprochables, mucho más tomando en cuenta de que no eran “nada formal” solamente una pareja que se amaba. Toda la gente y sus pensamientos eran nada, ella haría lo que le viniera en gana por más reprochables o inadecuadas que fueran sus acciones. El tiempo en que Patrick había compartido su hogar, se hablo mucho de ella y todo le tenía sin el menor cuidado.
Sonriendo cual chiquilla a la que le han dado su dulce favorito, se separo de los labios ajenos. Tironeo de la mano de Patrick, hasta que ambos llegaron al carruaje que antes le llevara a ella.
– Vamos a casa – menciono entre risas al cochero y sin perder tiempo alguno subió, llevando a Patrick consigo – A nuestra casa – hablo por lo bajo, solo para él. Se sentó rápidamente, justo al lado de donde se sentara Patrick y suspiro – Es increíble que me buscaras a pesar de todo lo que te dije la última vez que nos vimos – carraspeo un poco y desvió la mirada de él – no te he pedido disculpas por eso. Yo no quería actuar de esa manera, pero creía que era lo mejor para nosotros. Me arrepiento de eso – Guardo silencio esperando a ver que era lo que Patrick respondía a su escueta disculpa. Era lo mejor que podía hacer, no era capaz de pedir disculpas de otra manera porque precisamente ella pensaba haber actuado de la mejor manera. Ahora se sabía torpe, dejar que aquel hombre abandonara su vida fue lo peor que alguna vez pudo hacer, pero no más, debería ver al presente y concentrarse en el futuro que tendrían, juntos.
El camino de regreso a su hogar le pareció mucho más largo que cuando fue llevada al restaurante del hotel. Las ansias de poder estar a solas con Patrick en un lugar que no fuera el carruaje le carcomían lentamente por dentro. Su pie se movía inquieto en el carruaje; se mentiría a ella misma de no haber aceptado para si, que estaba nerviosa. Hacía tanto tiempo desde la ultima vez que estuvieran juntos en aquella casa que suponía muchas cosas sobre lo que sucedería y sin embargo, ninguna era aun certeza, meras probabilidades.
Una vez que el carruaje se detuvo en su hogar, miro a Patrick. Necesitaba verlo constantemente para darse cuenta de que verdaderamente se encontraba ahí a su lado y que no era solo una ilusión suya. Scarlett paso el dorso de su mano por la mejilla de aquel hombre y sonrió.
– Bienvenido – y dicho eso se bajo del carruaje, escuchando como dentro de la casa Sombra se alborotaba ya. Aquel perro, al igual que ella gozaba de notar que alguien tan vital en la vida de aquel hogar estaba de regreso – Espero que no vayas a quedarte con Sombra, seguro que trata de atraer tu atención y no quiero que te robe de mi lado – arrugó la nariz, detestaba la idea de tener que pelear con su perro por la atención del hombre al que amaba. Sin duda alguna, Scarlett se comportaba como una chiquilla en varios aspectos.
Éste es uno de ellos.
Federico Moccia
No había podido aguardar, ni siquiera fue lo suficientemente fuerte como para mantenerse firme cuando sabía que en algún momento lo dañaría. Era demasiado egoísta, pero eso no importaba, dejo de importarle apenas le miro a los ojos e importo aun menos cuando aquellos labios que tanto añoraba se fundieron con los suyos en un beso que contenía demasiados sentimientos. Scarlett siempre supo que necesitaba a Patrick más que nadie en el mundo, por esa razón la idea de perderlo gracias a su trabajo como inquisidora le era tan inconcebible. Por aquel hombre haría cualquier cosa, recibiría una bala si con eso lo mantenía salvo y a pesar de eso, lo exponía al estar a su lado. Todo eso era demasiado para ella y mientras más lo pensaba, mayor era la creencia de que estaba actuando de una manera indebida. Suspiro mientras salían de aquel restaurante donde abandonaron la supuesta comida y antes de comenzar a andar con dirección a su hogar, lo miro.
Patrick era el mismo, parecía que el tiempo no pasaba ni por él, ni por todo lo que le provocaba. La inseguridad que sintiera en lo que caminaba hasta la salida desapareció al ver aquellos ojos que la absorbían lentamente. Sonrió. Iba a irse al infierno por condenar a un hombre tan bueno como lo era quien le acompañaba, pero se iría con gusto si podía tenerlo a su lado todas las noches que siguieran a esa. El mundo bien podría arder en llamas y ella no pensaría siquiera en soltar aquella mano masculina que sujetaba la suya. Si tan solo él pudiera saber cuanto le había extrañado, cuanto deseaba llegar ya a casa y demostrarle no solo con sus palabras, sino con todo lo que le pidiera, el amor que despertaba en ella su presencia. La inquisidora rara la ocasión se sentía realmente atractiva a los ojos de los hombres, pero al lado de aquel quien amaba se sentía la mujer más segura del mundo y no tenía ojos para nadie más que no fuera él.
– De verdad que te extrañe – susurró, tirando suavemente de la mano de Patrick para que se girara a mirarla y de esa manera poder besarle nuevamente. La mayoría de las mujeres pensaría que esas muestras de afecto eran reprochables, mucho más tomando en cuenta de que no eran “nada formal” solamente una pareja que se amaba. Toda la gente y sus pensamientos eran nada, ella haría lo que le viniera en gana por más reprochables o inadecuadas que fueran sus acciones. El tiempo en que Patrick había compartido su hogar, se hablo mucho de ella y todo le tenía sin el menor cuidado.
Sonriendo cual chiquilla a la que le han dado su dulce favorito, se separo de los labios ajenos. Tironeo de la mano de Patrick, hasta que ambos llegaron al carruaje que antes le llevara a ella.
– Vamos a casa – menciono entre risas al cochero y sin perder tiempo alguno subió, llevando a Patrick consigo – A nuestra casa – hablo por lo bajo, solo para él. Se sentó rápidamente, justo al lado de donde se sentara Patrick y suspiro – Es increíble que me buscaras a pesar de todo lo que te dije la última vez que nos vimos – carraspeo un poco y desvió la mirada de él – no te he pedido disculpas por eso. Yo no quería actuar de esa manera, pero creía que era lo mejor para nosotros. Me arrepiento de eso – Guardo silencio esperando a ver que era lo que Patrick respondía a su escueta disculpa. Era lo mejor que podía hacer, no era capaz de pedir disculpas de otra manera porque precisamente ella pensaba haber actuado de la mejor manera. Ahora se sabía torpe, dejar que aquel hombre abandonara su vida fue lo peor que alguna vez pudo hacer, pero no más, debería ver al presente y concentrarse en el futuro que tendrían, juntos.
El camino de regreso a su hogar le pareció mucho más largo que cuando fue llevada al restaurante del hotel. Las ansias de poder estar a solas con Patrick en un lugar que no fuera el carruaje le carcomían lentamente por dentro. Su pie se movía inquieto en el carruaje; se mentiría a ella misma de no haber aceptado para si, que estaba nerviosa. Hacía tanto tiempo desde la ultima vez que estuvieran juntos en aquella casa que suponía muchas cosas sobre lo que sucedería y sin embargo, ninguna era aun certeza, meras probabilidades.
Una vez que el carruaje se detuvo en su hogar, miro a Patrick. Necesitaba verlo constantemente para darse cuenta de que verdaderamente se encontraba ahí a su lado y que no era solo una ilusión suya. Scarlett paso el dorso de su mano por la mejilla de aquel hombre y sonrió.
– Bienvenido – y dicho eso se bajo del carruaje, escuchando como dentro de la casa Sombra se alborotaba ya. Aquel perro, al igual que ella gozaba de notar que alguien tan vital en la vida de aquel hogar estaba de regreso – Espero que no vayas a quedarte con Sombra, seguro que trata de atraer tu atención y no quiero que te robe de mi lado – arrugó la nariz, detestaba la idea de tener que pelear con su perro por la atención del hombre al que amaba. Sin duda alguna, Scarlett se comportaba como una chiquilla en varios aspectos.
Scarlett Duchannes- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/10/2013
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Re: Can you hear my heart? [+18 - Privado]
"Te voy a mimar tanto como te he extrañado"
Ya se había roto la línea recta de nuestras vidas en aquél encuentro. Verla sonreír como una niña me llenaba a mí la vida entera. Pasaron meses lejos y no soportaba uno más. Sin embargo aunque asistí pesimista a la cita que yo mismo planeé, los resultados me habían otorgado la más grata de las sorpresas: Scarlett seguía siendo la misma bajo la fachada fría, seguía siendo mía más allá de las viejas palabras. Y yo, la amaba igual.
Salí de ese hotel con ella de mi mano, con los dedos entrelazados como si no hubiera habido nunca una separación; con la sonrisa en los labios de ambos al sentirnos escapados y necesitados del otro. Nadie más me importaba, nada más podría hacerlo teniéndola a ella a mi lado, sonriendo para mí y diciéndome que me extrañaba. –No te imaginas como lo hice yo- le susurré y levantando su mano le besé el dorso de nuevo. Y realmente ella no podría imaginarlo, seguramente nunca se le pasó por la mente que incluso busqué refugio en el alcohol siendo la absenta la opción principal. Eso era algo que ni siquiera yo llegué a imaginar en el momento que se dio nuestra ruptura. Supongo en cierta medida que el saberla inquisidora influyó en mi decaimiento. Evidentemente pretendía evitarlo ahora, si volvía a tenerla conmigo aquello debería estar fuera de mi vida por más que me costara ¿Debería decirle aquello? Quizás no, podría evitar esa información y esforzarme en dejarlo por mi cuenta.
No hubo necesidad de caminar desde el hotel hasta su casa como creí en un principio, el carruaje estuvo listo en cuanto salimos y lo agradecí enormemente. No quería esperar más para tenerla en mis brazos, se sentía como si fuera incapaz de resistir tenerla tan cerca y mantenerme tan firme, capturando sólo sus labios por apenas unos pocos segundos. Sin embargo esos besos que nos fluían no eran de esos que se dan por rutina, de los que ya no se sienten y apenas rozan los labios, eran mucho más profundos, más dependientes y por eso mismo más conscientes y sinceros. –Shh. No necesitamos hablar de esto ahora– le susurré sobre los labios y la besé de nuevo. Yo no necesitaba disculpas, mi amor por ella iba mucho más allá de eso. Siempre supe que el amor no era del todo comodidad, tampoco era acumular años juntos. Era seguir adelante, aunque duelan las piedras que van apareciendo en el camino. También era ella, lo sabía cada vez que la miraba y no podía pensar en nada más. Y era eso mismo lo que me decía que luego de esa noche tendría que confesarle la verdad, una que estaba dispuesto a decirle a pesar que representara la posibilidad de una nueva y definitiva separación. No podía ocultarle algo así por más tiempo a alguien que servía tan fervientemente a la inquisición.
Su tacto era suave y cálido, como recordaba. Los segundos parecían eternos en ese carruaje y la notaba tan inquieta como yo mismo. Cuando me acarició la mejilla le volví a sonreír y bajé de inmediato con ella. Escuché ladrar a Sombra con ansiedad y reí mientras tomaba a Scarlett de nuevo de la mano por más que la casa estaba a pocos pasos. Esa a la que ella llamaba “Nuestra” y a lo cual no pude decir nada hasta que hubiera confesado lo que ocultaba. –Adoro a ese perro, pero a la que amo es a ti– respondí a ese comentario que me gustó tanto, aunque sabía que me detendría un momento a acariciar a ese animal que a su modo había influido en la reconciliación.
-Eres hermosa- comenté mientras avanzaba con ella, con el corazón aún en la mano, sintiendo que palpitaba más fuerte cada vez que la veía y la sentía cerca. Ella era, como siempre, todo lo que deseaba.
Una vez abrió la puerta el perro se abalanzó hacia mí moviendo la cola de lado a lado. Era fuerte como siempre y tan cariñoso como extrañaba. Entré con él liberando la puerta, escuché a Scarlett reír y me puse de rodillas para acariciar a aquél magnífico animal de pelaje negro y más brillante que ninguno que recordara -Luego te dedicaré tiempo, muchacho, no queremos que nos regañen- bromeé y me puse de pie mientras el perro dejaba de aventarseme como si comprendiera lo que le había dicho. -Necesito lavarme las manos- mencioné guiñándole un ojo a Scar una vez me puse en pie y sin preguntar nada me dirigí a hacerlo, como si realmente fuera mi casa. Pero no estaba todo completo, me faltaba ella, un poco más.
Salí de ese hotel con ella de mi mano, con los dedos entrelazados como si no hubiera habido nunca una separación; con la sonrisa en los labios de ambos al sentirnos escapados y necesitados del otro. Nadie más me importaba, nada más podría hacerlo teniéndola a ella a mi lado, sonriendo para mí y diciéndome que me extrañaba. –No te imaginas como lo hice yo- le susurré y levantando su mano le besé el dorso de nuevo. Y realmente ella no podría imaginarlo, seguramente nunca se le pasó por la mente que incluso busqué refugio en el alcohol siendo la absenta la opción principal. Eso era algo que ni siquiera yo llegué a imaginar en el momento que se dio nuestra ruptura. Supongo en cierta medida que el saberla inquisidora influyó en mi decaimiento. Evidentemente pretendía evitarlo ahora, si volvía a tenerla conmigo aquello debería estar fuera de mi vida por más que me costara ¿Debería decirle aquello? Quizás no, podría evitar esa información y esforzarme en dejarlo por mi cuenta.
No hubo necesidad de caminar desde el hotel hasta su casa como creí en un principio, el carruaje estuvo listo en cuanto salimos y lo agradecí enormemente. No quería esperar más para tenerla en mis brazos, se sentía como si fuera incapaz de resistir tenerla tan cerca y mantenerme tan firme, capturando sólo sus labios por apenas unos pocos segundos. Sin embargo esos besos que nos fluían no eran de esos que se dan por rutina, de los que ya no se sienten y apenas rozan los labios, eran mucho más profundos, más dependientes y por eso mismo más conscientes y sinceros. –Shh. No necesitamos hablar de esto ahora– le susurré sobre los labios y la besé de nuevo. Yo no necesitaba disculpas, mi amor por ella iba mucho más allá de eso. Siempre supe que el amor no era del todo comodidad, tampoco era acumular años juntos. Era seguir adelante, aunque duelan las piedras que van apareciendo en el camino. También era ella, lo sabía cada vez que la miraba y no podía pensar en nada más. Y era eso mismo lo que me decía que luego de esa noche tendría que confesarle la verdad, una que estaba dispuesto a decirle a pesar que representara la posibilidad de una nueva y definitiva separación. No podía ocultarle algo así por más tiempo a alguien que servía tan fervientemente a la inquisición.
Su tacto era suave y cálido, como recordaba. Los segundos parecían eternos en ese carruaje y la notaba tan inquieta como yo mismo. Cuando me acarició la mejilla le volví a sonreír y bajé de inmediato con ella. Escuché ladrar a Sombra con ansiedad y reí mientras tomaba a Scarlett de nuevo de la mano por más que la casa estaba a pocos pasos. Esa a la que ella llamaba “Nuestra” y a lo cual no pude decir nada hasta que hubiera confesado lo que ocultaba. –Adoro a ese perro, pero a la que amo es a ti– respondí a ese comentario que me gustó tanto, aunque sabía que me detendría un momento a acariciar a ese animal que a su modo había influido en la reconciliación.
-Eres hermosa- comenté mientras avanzaba con ella, con el corazón aún en la mano, sintiendo que palpitaba más fuerte cada vez que la veía y la sentía cerca. Ella era, como siempre, todo lo que deseaba.
Una vez abrió la puerta el perro se abalanzó hacia mí moviendo la cola de lado a lado. Era fuerte como siempre y tan cariñoso como extrañaba. Entré con él liberando la puerta, escuché a Scarlett reír y me puse de rodillas para acariciar a aquél magnífico animal de pelaje negro y más brillante que ninguno que recordara -Luego te dedicaré tiempo, muchacho, no queremos que nos regañen- bromeé y me puse de pie mientras el perro dejaba de aventarseme como si comprendiera lo que le había dicho. -Necesito lavarme las manos- mencioné guiñándole un ojo a Scar una vez me puse en pie y sin preguntar nada me dirigí a hacerlo, como si realmente fuera mi casa. Pero no estaba todo completo, me faltaba ella, un poco más.
Patrick Verlaine- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 27/03/2014
Re: Can you hear my heart? [+18 - Privado]
Nada de lo que viví antes de conocerte valía uno solo de los segundos que hemos pasado juntos.
Marc Levy
Tenía a su alcance todo lo que podía desear o había deseado y que tan fervientemente se había enfocado en mantener alejado de ella, pero todo eso era parte de un pasado al cual no planeaba regresar por nada del mundo. Dejar ir a Patrick una vez fue suficiente para que si quiera pensara en considerar algo así nuevamente; de hacerlo, estaba segura que terminaría muriendo de tristeza y con eso era probable que se llevara incluso al hombre que más amaba en la vida.
Habían salido a toda velocidad del restaurante del hotel, buscando estar a solas y recuperar el tiempo que perdieran en su separación. Esa era al menos la idea de Scarlett que no planeaba dejarlo por nada del mundo hasta saber que estaba ahí de verdad, buscaría mil y una maneras de cerciorarse de que ese hombre era Patrick realmente y que era solo suyo. Cuando se trataba de él no soportaba siquiera una mirada curiosa en su dirección, era posesiva pese a que no lo demostrara mucho, o más bien, aunque no creyera demostrarlo mucho. El corazón le daba un vuelco cada vez que escuchaba su voz, con cada palabra que aseguraba lo mucho que le había necesitado, tanto como ella a él.
Cuando se encontraban en el carruaje, en dirección a la casa de la inquisidora y que consideraba desde siempre el hogar de ambos, pensó en que era una buena oportunidad para demostrar una disculpa y no pudo evitar sonreír y soltar un suspiro al escucharle decir que no necesitaban hablar de eso. Cada vez que pensaba en aquellos momentos, su mente la llevaba a recrear la escena y a sentir como el corazón se le dividía en el pecho al ver a Patrick marcharse para no verle más. La idea de no volver a verle le resultaba tan dolorosa y aún así había sobrevivido sin él ¿Cómo lo había hecho? Hasta hacía unas horas todo le había parecido tener una manera de ser definida y perfecta, ahora que aquel hombre aparecía de nuevo con tanta fuerza en su vida, nada era seguro, todo era una mancha borrosa de lo cual solo podía rescatar la figura masculina de Patrick. Se pensaba aferrar a él en los momentos más complicados y a compartir sus alegrías siempre.
Finalmente al llegar a su casa y descender del carruaje se sintió realmente tonta al expresar cierta clase de celos, pero no quería verlo con Sombra, por más que amara a ese perro. Esa noche solo deseaba a Patrick para ella, sin la interrupción de nada ni nadie; ni siquiera se permitiría pensar en la inquisición y en lo que debería hacer después; lo único que se había permitido formularse respecto a eso hasta el momento era que debía decirle a Patrick o dejar la inquisición. En la primera opción aquel a quien amaba siempre correría peligro, mientras que en la segunda, estaría destinada a olvidarse de los rencores y las venganzas, lo que no le era complicado cuando tenía la compañía masculina.
– Y no tienes idea de lo feliz que me hace escuchar eso – sonrió ante la sinceridad de las palabras ajenas, tratando de evitar que notara la manera en que sus mejillas aumentaban de temperatura o que alguna luz diera en su rostro para mostrar el sonrojo que le producía. Se limito por tanto a avanzar sin responder a las siguientes palabras, que lejos de tranquilizarla le hicieron entrar en más calor que antes. Saco la llave que llevaba consigo y abrió la puerta únicamente para que Sombra la ignorara completamente y se lanzara de lleno con Patrick. Dentro de la casa, viéndolo con aquel perro era como si nada hubiese cambiado, parecía ser que nunca había dejado su hogar y que todo el mundo había permanecido detenido con su ausencia.
– No pensaba regañarles, solo iba a ignorarles a ambos cuando alguno fuera conmigo – sonrió mientras Sombra se sentaba plácidamente. Hasta aquel animal parecía comprender que lo quería solo para ella esa noche o quizás fuera que al igual que para ella, su ausencia había pasado a ser solo un mal sueño – Buen perro; eres el mejor Sombra – dedico aquellas calidad palabras al perro que se echaba en el sitio donde Patrick dejara de acariciarlo. Camino entonces, siguiendo los pasos de ajenos hasta el cuarto de baño y suspiro en la puerta, observando la espalda masculina. La satisfacción de saberlo ahí no se le pasaría nunca. Sus pasos se reanudaron hasta llegar cerca de él y pegó su frente en la espalda ajena, suspirando – Aún no me creo que realmente estés aquí – cerro los ojos – es como un sueño que nunca espere ver hecho realidad – cada vez que respiraba notaba el embriagador aroma de Patrick y el corazón le daba un vuelco cada vez que su mente le decía que era todo suyo y que nada, ni nadie se lo llevaría de nuevo.
Marc Levy
Tenía a su alcance todo lo que podía desear o había deseado y que tan fervientemente se había enfocado en mantener alejado de ella, pero todo eso era parte de un pasado al cual no planeaba regresar por nada del mundo. Dejar ir a Patrick una vez fue suficiente para que si quiera pensara en considerar algo así nuevamente; de hacerlo, estaba segura que terminaría muriendo de tristeza y con eso era probable que se llevara incluso al hombre que más amaba en la vida.
Habían salido a toda velocidad del restaurante del hotel, buscando estar a solas y recuperar el tiempo que perdieran en su separación. Esa era al menos la idea de Scarlett que no planeaba dejarlo por nada del mundo hasta saber que estaba ahí de verdad, buscaría mil y una maneras de cerciorarse de que ese hombre era Patrick realmente y que era solo suyo. Cuando se trataba de él no soportaba siquiera una mirada curiosa en su dirección, era posesiva pese a que no lo demostrara mucho, o más bien, aunque no creyera demostrarlo mucho. El corazón le daba un vuelco cada vez que escuchaba su voz, con cada palabra que aseguraba lo mucho que le había necesitado, tanto como ella a él.
Cuando se encontraban en el carruaje, en dirección a la casa de la inquisidora y que consideraba desde siempre el hogar de ambos, pensó en que era una buena oportunidad para demostrar una disculpa y no pudo evitar sonreír y soltar un suspiro al escucharle decir que no necesitaban hablar de eso. Cada vez que pensaba en aquellos momentos, su mente la llevaba a recrear la escena y a sentir como el corazón se le dividía en el pecho al ver a Patrick marcharse para no verle más. La idea de no volver a verle le resultaba tan dolorosa y aún así había sobrevivido sin él ¿Cómo lo había hecho? Hasta hacía unas horas todo le había parecido tener una manera de ser definida y perfecta, ahora que aquel hombre aparecía de nuevo con tanta fuerza en su vida, nada era seguro, todo era una mancha borrosa de lo cual solo podía rescatar la figura masculina de Patrick. Se pensaba aferrar a él en los momentos más complicados y a compartir sus alegrías siempre.
Finalmente al llegar a su casa y descender del carruaje se sintió realmente tonta al expresar cierta clase de celos, pero no quería verlo con Sombra, por más que amara a ese perro. Esa noche solo deseaba a Patrick para ella, sin la interrupción de nada ni nadie; ni siquiera se permitiría pensar en la inquisición y en lo que debería hacer después; lo único que se había permitido formularse respecto a eso hasta el momento era que debía decirle a Patrick o dejar la inquisición. En la primera opción aquel a quien amaba siempre correría peligro, mientras que en la segunda, estaría destinada a olvidarse de los rencores y las venganzas, lo que no le era complicado cuando tenía la compañía masculina.
– Y no tienes idea de lo feliz que me hace escuchar eso – sonrió ante la sinceridad de las palabras ajenas, tratando de evitar que notara la manera en que sus mejillas aumentaban de temperatura o que alguna luz diera en su rostro para mostrar el sonrojo que le producía. Se limito por tanto a avanzar sin responder a las siguientes palabras, que lejos de tranquilizarla le hicieron entrar en más calor que antes. Saco la llave que llevaba consigo y abrió la puerta únicamente para que Sombra la ignorara completamente y se lanzara de lleno con Patrick. Dentro de la casa, viéndolo con aquel perro era como si nada hubiese cambiado, parecía ser que nunca había dejado su hogar y que todo el mundo había permanecido detenido con su ausencia.
– No pensaba regañarles, solo iba a ignorarles a ambos cuando alguno fuera conmigo – sonrió mientras Sombra se sentaba plácidamente. Hasta aquel animal parecía comprender que lo quería solo para ella esa noche o quizás fuera que al igual que para ella, su ausencia había pasado a ser solo un mal sueño – Buen perro; eres el mejor Sombra – dedico aquellas calidad palabras al perro que se echaba en el sitio donde Patrick dejara de acariciarlo. Camino entonces, siguiendo los pasos de ajenos hasta el cuarto de baño y suspiro en la puerta, observando la espalda masculina. La satisfacción de saberlo ahí no se le pasaría nunca. Sus pasos se reanudaron hasta llegar cerca de él y pegó su frente en la espalda ajena, suspirando – Aún no me creo que realmente estés aquí – cerro los ojos – es como un sueño que nunca espere ver hecho realidad – cada vez que respiraba notaba el embriagador aroma de Patrick y el corazón le daba un vuelco cada vez que su mente le decía que era todo suyo y que nada, ni nadie se lo llevaría de nuevo.
Scarlett Duchannes- Inquisidor Clase Alta
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Re: Can you hear my heart? [+18 - Privado]
"Y al final, acabarán las ovejas contando las caricias que voy a darte hasta quedarte dormida"
–A mí me hace más feliz ver que sigues siendo la de siempre. No cambio esas sonrisas tuyas por nada– le acaricié el mentón con un dedo y le besé la mejilla en el camino. Scarlett era capaz de provocar en mí cualquier emoción, desde la más devota ternura hasta el más ferviente de los deseos, y por ese tipo de cosas era que la amaba.
Entramos con prontitud a su hogar y estar en ese lugar se sentía como volver a casa luego de una guerra. Era como si me hubiera ido con un adiós definitivo y al final hubiera salido bien librado de las batallas para volver a un hogar con la hermosa mujer que amaba y la mascota que pareciera hacer las veces de un hijo silencioso que no exige más de lo necesario. Era una sensación cálida la que me recorría entero e incluso me dio la impresión que todo continuaba en el mismo lugar.
La nuestra era una de esas historias que van más allá. Que son más que nombres o palabras. Que tienen sentimientos fuertes y secretos peligrosos. Que son casi suicidas pero de las que uno no elige salir por gusto. Ella era de esas personas que aparecen y lo cambian todo, y hacen que ya nada importe, y a la vez que todo empiece a importar. Por eso sabía que podía dejar cualquier cosa por ella: Mis transformaciones, mis adicciones, eso que yo no había elegido pero que de un modo u otro me exponía a terminar mis días más rápido.
Abandoné al perro con la misma tranquilidad con la que él se sentó y le sonreí a Scarlett mientras me dirigía al cuarto de baño –Él y yo sabemos cómo llamar tu atención– afirmé con la certeza del amor que ella le tenía a aquél perro y de lo insistente que yo podía ser tan sólo para tenerla un momento entre mis brazos. Si decidía ignorarme, seguramente me gustaría ver los gestos que solía poner cuando se portaba caprichosa. Reclamaba mi atención fingiendo molestias y haciendo pucheros con esos labios que besaría mil veces y yo me deslizaba por sus ganas de reírse hasta que lograba que cediera de nuevo. Así solía ser nuestra vida antes de la ruptura que ya empezaba a perder importancia.
Cuando llegó al cuarto de baño tras de mí, suspiró en la puerta y yo la miré a través del espejo mientras me refregaba las manos. Le sonreí y abrí la llave del agua para enjuagarme rápidamente, como si no quisiera perder ni un segundo más lejos de ella. Ella se pegó a mi espalda, yo me sequé las manos y me giré para tenerla justo al frente y abrazarla por la cintura. –No voy a irme, a menos que me lo pidas de nuevo– le levanté el mentón, para verla de cerca, sin otros ojos más que los nuestros allí, sin miradas que juzgaran porque nos veíamos y tocábamos de esa forma sin estar casados. Éramos ella y yo y los deseos de cada uno. Le acaricié las mejillas, le despejé el rostro llevando hacia atrás sus cabellos y la besé, con más cuidado pero necesidad que antes. La apegué por su cintura a mi cuerpo y me cercioré que todo estaba sucediendo y que no era efecto de mi imaginación o de alguna sustancia que me produjera alucinaciones. Todo estaba sucediendo y nada podría ser mejor.
Al cabo de un rato separé mis labios de los suyos, apoyé de nuevo mis manos en sus mejillas y besé las comisuras antes de decir nada –Te amo, Scarlett Seligman. Desde tus disgustos hasta los hoyuelos de tus mejillas cuando me sonríes– le hablé en susurros, sobre sus labios mientras no la dejaba apartar de mí. –Cuando empezó la noche pensé que no llegarías. Ahora sólo sé que no te voy a dejar ir de nuevo– antes de dejarla responder nada la besé una vez más, con mis dos manos en sus suaves y sonrosadas mejillas, me sumí en el sabor de su boca y en el calor que me proporcionaba su cuerpo y su sola presencia. No sabría si ella sería mía siempre, pero de lo que sí estaba seguro era que yo le pertenecía, en alma, en cuerpo, en voluntad y vida.
Entramos con prontitud a su hogar y estar en ese lugar se sentía como volver a casa luego de una guerra. Era como si me hubiera ido con un adiós definitivo y al final hubiera salido bien librado de las batallas para volver a un hogar con la hermosa mujer que amaba y la mascota que pareciera hacer las veces de un hijo silencioso que no exige más de lo necesario. Era una sensación cálida la que me recorría entero e incluso me dio la impresión que todo continuaba en el mismo lugar.
La nuestra era una de esas historias que van más allá. Que son más que nombres o palabras. Que tienen sentimientos fuertes y secretos peligrosos. Que son casi suicidas pero de las que uno no elige salir por gusto. Ella era de esas personas que aparecen y lo cambian todo, y hacen que ya nada importe, y a la vez que todo empiece a importar. Por eso sabía que podía dejar cualquier cosa por ella: Mis transformaciones, mis adicciones, eso que yo no había elegido pero que de un modo u otro me exponía a terminar mis días más rápido.
Abandoné al perro con la misma tranquilidad con la que él se sentó y le sonreí a Scarlett mientras me dirigía al cuarto de baño –Él y yo sabemos cómo llamar tu atención– afirmé con la certeza del amor que ella le tenía a aquél perro y de lo insistente que yo podía ser tan sólo para tenerla un momento entre mis brazos. Si decidía ignorarme, seguramente me gustaría ver los gestos que solía poner cuando se portaba caprichosa. Reclamaba mi atención fingiendo molestias y haciendo pucheros con esos labios que besaría mil veces y yo me deslizaba por sus ganas de reírse hasta que lograba que cediera de nuevo. Así solía ser nuestra vida antes de la ruptura que ya empezaba a perder importancia.
Cuando llegó al cuarto de baño tras de mí, suspiró en la puerta y yo la miré a través del espejo mientras me refregaba las manos. Le sonreí y abrí la llave del agua para enjuagarme rápidamente, como si no quisiera perder ni un segundo más lejos de ella. Ella se pegó a mi espalda, yo me sequé las manos y me giré para tenerla justo al frente y abrazarla por la cintura. –No voy a irme, a menos que me lo pidas de nuevo– le levanté el mentón, para verla de cerca, sin otros ojos más que los nuestros allí, sin miradas que juzgaran porque nos veíamos y tocábamos de esa forma sin estar casados. Éramos ella y yo y los deseos de cada uno. Le acaricié las mejillas, le despejé el rostro llevando hacia atrás sus cabellos y la besé, con más cuidado pero necesidad que antes. La apegué por su cintura a mi cuerpo y me cercioré que todo estaba sucediendo y que no era efecto de mi imaginación o de alguna sustancia que me produjera alucinaciones. Todo estaba sucediendo y nada podría ser mejor.
Al cabo de un rato separé mis labios de los suyos, apoyé de nuevo mis manos en sus mejillas y besé las comisuras antes de decir nada –Te amo, Scarlett Seligman. Desde tus disgustos hasta los hoyuelos de tus mejillas cuando me sonríes– le hablé en susurros, sobre sus labios mientras no la dejaba apartar de mí. –Cuando empezó la noche pensé que no llegarías. Ahora sólo sé que no te voy a dejar ir de nuevo– antes de dejarla responder nada la besé una vez más, con mis dos manos en sus suaves y sonrosadas mejillas, me sumí en el sabor de su boca y en el calor que me proporcionaba su cuerpo y su sola presencia. No sabría si ella sería mía siempre, pero de lo que sí estaba seguro era que yo le pertenecía, en alma, en cuerpo, en voluntad y vida.
Patrick Verlaine- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 27/03/2014
Re: Can you hear my heart? [+18 - Privado]
Es como pintar un mural, retroceder unos pasos y pensar: «Perfecto».
Gillian Flynn
Era predecible no solo para Patrick, sino también para Sombra. No importaba realmente que ellos fueran los únicos capaces de hacerle pasar de la completa alegría a la tristeza más profunda; a ambos les amaba más que a cualquier otra persona. La madre de Scarlett si aún hubiera estado con vida, se alegraría de ver la felicidad de su hija y esa devoción que no siempre expresaba en palabras pero si con las miradas que le dedicaba a aquel hombre que le cambiaba el mundo entero. Conocerlo le hizo la mejor mujer que podía convertirse y aunque le rechazo por un tiempo, tal como la gravedad, terminaron juntos de nueva cuenta.
– Eso no lo dudo, pero igual trataría de ignorarles hasta que me hicieran feliz de nuevo – frunció el ceño de manera cómica – aunque eso tampoco les es tan complicado. Debería comenzar a pensar en nuevas formas de castigo para ustedes – La idea de castigos perdía toda la rudeza que adquiría cuando estaba en la inquisición; en casa no eran más que ideas tontas que terminarían por hacerle reír a ella y buscar besar a Patrick. Que fácil era dejar el dolor y los intentos de ser quien no era; todo pertenecía ahora al pasado, se encontraba ahora en ese momento que podía denominarse perfecto.
Trataba de memorizar cada uno de los gestos de Patrick y sus palabras, no porque temiera que se iría de su lado, sino porque deseaba atesorar ese momento como uno de los más felices de toda su vida. Él era perfecto, pertenecía a aquella casa que lo acogía como a nadie. Aquel hombre se mezclaba con la casa y en el corazón de Scarlett solo existía una tremenda felicidad. El calor que despedía el cuerpo de Patrick le aceleraba los latidos y su aroma la enloquecía, tal y como pasaba antes de que se fuera. Era definitivo que nada entre ellos había cambiado, por el contrario, ese amor daba la impresión de incrementar con cada segundo y la necesidad de aquel hombre se volvió más intensa que nunca antes.
– Nunca voy a pedirte eso así que no vuelvas a decirlo – Tan solo pensar en tenerlo lejos por una fracción de segundo, la destrozaba por dentro. Necesitaba tiempo con él para compensar su ausencia; quería pasar días enteros sintiendo la cercanía de Patrick y ese amor que le profesaba.
Los cuerpos de ambos parecían complementarse a la perfección. Incluso abrazados y con la ropa cubriéndoles parecían ser dos piezas de un rompecabezas que están hechas para embonar a la perfección. Sus ojos observaron los ajenos y en el silencio que les envolvía trataba de decirle que lo amaba como no tenía una idea y lo necesitaba no solo en esos momentos, sino siempre. Un nuevo beso le altero completamente pues estando los dos a solas solo existía una manera en que la inquisidora deseara demostrarle cuanto le amaba. La mayor parte de las veces las palabras salían sobrando cuando el cuerpo era el que actuaba; nada más sincero que la manera de expresar de un cuerpo que es dejado a la libertad de sus deseos. Las delicadas manos de Scarlett, usadas en más de una ocasión para asesinar a otros se transformaban en las que otorgaban las más sinceras caricias. Sus manos subieron por la espalda de Patrick y sus dedos se perdieron entre los cabellos masculinos, mientras que sus labios besaban con necesidad los ajenos.
Un suave jadeo quedo entre los labios de ambos cuando se separaron y la inquisidora sonrió ante las palabras de ese hombre.
– Pero llegue y pese a todo estamos aquí – le sonrió – y nada, ni nadie hará que me separe de ti nunca más. Te necesito Patrick – de un salto y con sus piernas rodeo el cuerpo de Patrick, aferrandose a él como si fuera la tabla que le salvaría de la perdición; sus caderas se pegaban tanto como le era posible con la ropa, al cuerpo masculino que podía notar firme debajo de las prendas. Él era su todo y no temía decirlo frente a él y frente al mundo. Lo amaba más de lo que amaba cualquier otra cosa y a cualquier otra persona. Estaba dispuesta a dar su vida por ese hombre – Yo también te amo, tanto que las palabras no me son suficientes para expresarlo – le sujeto de manera firme del rostro y acerco sus labios a los ajenos solo para detenerse y quedar rozandolos – Vayamos a la habitación, a nuestra habitación y deja que te muestre todo el amor que siento por ti – y no era una simple promesa, era la realidad.
Gillian Flynn
Era predecible no solo para Patrick, sino también para Sombra. No importaba realmente que ellos fueran los únicos capaces de hacerle pasar de la completa alegría a la tristeza más profunda; a ambos les amaba más que a cualquier otra persona. La madre de Scarlett si aún hubiera estado con vida, se alegraría de ver la felicidad de su hija y esa devoción que no siempre expresaba en palabras pero si con las miradas que le dedicaba a aquel hombre que le cambiaba el mundo entero. Conocerlo le hizo la mejor mujer que podía convertirse y aunque le rechazo por un tiempo, tal como la gravedad, terminaron juntos de nueva cuenta.
– Eso no lo dudo, pero igual trataría de ignorarles hasta que me hicieran feliz de nuevo – frunció el ceño de manera cómica – aunque eso tampoco les es tan complicado. Debería comenzar a pensar en nuevas formas de castigo para ustedes – La idea de castigos perdía toda la rudeza que adquiría cuando estaba en la inquisición; en casa no eran más que ideas tontas que terminarían por hacerle reír a ella y buscar besar a Patrick. Que fácil era dejar el dolor y los intentos de ser quien no era; todo pertenecía ahora al pasado, se encontraba ahora en ese momento que podía denominarse perfecto.
Trataba de memorizar cada uno de los gestos de Patrick y sus palabras, no porque temiera que se iría de su lado, sino porque deseaba atesorar ese momento como uno de los más felices de toda su vida. Él era perfecto, pertenecía a aquella casa que lo acogía como a nadie. Aquel hombre se mezclaba con la casa y en el corazón de Scarlett solo existía una tremenda felicidad. El calor que despedía el cuerpo de Patrick le aceleraba los latidos y su aroma la enloquecía, tal y como pasaba antes de que se fuera. Era definitivo que nada entre ellos había cambiado, por el contrario, ese amor daba la impresión de incrementar con cada segundo y la necesidad de aquel hombre se volvió más intensa que nunca antes.
– Nunca voy a pedirte eso así que no vuelvas a decirlo – Tan solo pensar en tenerlo lejos por una fracción de segundo, la destrozaba por dentro. Necesitaba tiempo con él para compensar su ausencia; quería pasar días enteros sintiendo la cercanía de Patrick y ese amor que le profesaba.
Los cuerpos de ambos parecían complementarse a la perfección. Incluso abrazados y con la ropa cubriéndoles parecían ser dos piezas de un rompecabezas que están hechas para embonar a la perfección. Sus ojos observaron los ajenos y en el silencio que les envolvía trataba de decirle que lo amaba como no tenía una idea y lo necesitaba no solo en esos momentos, sino siempre. Un nuevo beso le altero completamente pues estando los dos a solas solo existía una manera en que la inquisidora deseara demostrarle cuanto le amaba. La mayor parte de las veces las palabras salían sobrando cuando el cuerpo era el que actuaba; nada más sincero que la manera de expresar de un cuerpo que es dejado a la libertad de sus deseos. Las delicadas manos de Scarlett, usadas en más de una ocasión para asesinar a otros se transformaban en las que otorgaban las más sinceras caricias. Sus manos subieron por la espalda de Patrick y sus dedos se perdieron entre los cabellos masculinos, mientras que sus labios besaban con necesidad los ajenos.
Un suave jadeo quedo entre los labios de ambos cuando se separaron y la inquisidora sonrió ante las palabras de ese hombre.
– Pero llegue y pese a todo estamos aquí – le sonrió – y nada, ni nadie hará que me separe de ti nunca más. Te necesito Patrick – de un salto y con sus piernas rodeo el cuerpo de Patrick, aferrandose a él como si fuera la tabla que le salvaría de la perdición; sus caderas se pegaban tanto como le era posible con la ropa, al cuerpo masculino que podía notar firme debajo de las prendas. Él era su todo y no temía decirlo frente a él y frente al mundo. Lo amaba más de lo que amaba cualquier otra cosa y a cualquier otra persona. Estaba dispuesta a dar su vida por ese hombre – Yo también te amo, tanto que las palabras no me son suficientes para expresarlo – le sujeto de manera firme del rostro y acerco sus labios a los ajenos solo para detenerse y quedar rozandolos – Vayamos a la habitación, a nuestra habitación y deja que te muestre todo el amor que siento por ti – y no era una simple promesa, era la realidad.
Scarlett Duchannes- Inquisidor Clase Alta
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