AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No te muevas | Privado
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No te muevas | Privado
Tomaba su café negro mientras le daba la segunda leída del día al periódico. Las cosas se hallaban revueltas en la sociedad y Jacquin no podía quedar ajeno, aunque le gustaría. Ya le preguntaría al encargado de la fábrica como estaban las cosas por allí entre los empleados, tenía tiempo sin hablar con él pues confiaba ciegamente en sus manejos. Después de todo había sido durante años la mano derecha de su padre, creía que no tenía de qué preocuparse. Confiaba en él, tanto que hasta había puesto a su hijo -un joven de unos veinte años- a dirigir a los esclavos de la casa Toussaint. Jacquin era un hombre de ciencia, poco le interesaba el negocio familiar, pero lo había heredado al morir su padre y tenía el deber moral de cuidarlo, aunque creía que su esposa hacía más por la empresa que él.
Aguardaba a su socio en la mesa junto al ventanal que siempre ocupaba por las tardes pero, como era ya su costumbre, él se retrasaba. Comenzaría a citarlo una hora antes de lo necesario para ver si con esa treta conseguía que él llegase con puntualidad. Tenían mucho de qué hablar sobre la investigación que llevaban a cabo juntos. Dos horas más tarde él seguía sin aparecer y Jacquin había ya perdido la paciencia. Debía volver a la Académie, seguramente lo encontraría allí. Si no lo conociera bien, como si fuera un hermano, se preocuparía ante tal desplante, incluso se enojaría, pero ya sabía bien como era su camarada… De seguro había preferido pasar aquellas horas con alguna de sus alumnas. Era un caso sin remedio. Dejó veinte francos sobre la mesa, junto al periódico, para pagar toda la consumición de aquella tarde y salió a la calle.
La noche se adueñaba poco a poco de París. Caminaba esquivando a los trabajadores que volvían ya a sus hogares luego de la jornada y meditaba en su investigación. No estaba arribando a las conclusiones que esperaba pero sabía que se hallaba un poco más cerca del descubrimiento. Necesitaría a otro voluntario al que poder analizar, pero no era nada fácil de conseguir algo así. Con el tema de la iglesia perseguidora, los sobrenaturales –como le gustaba llamarlos- estaban más ocultos que nunca, y eso que siempre habían sido reservados. Todos sabían que no debían exponerse y él, pese a ser un humano común y corriente, tampoco podía hacerlo. Tenía que cuidar de sus hijos.
Llegaba ya a la Académie –de hecho estaba justo en la esquina- cuando una extraña sensación le trepó por el cuerpo. Giró hacia un lado y hacia otro –pues se sentía de pronto observado-, pero no vio a nadie que le resultase particularmente extraño. Tranquilamente ingresó en enorme edificio y no se asombró al advertir que el guardia de seguridad no estaba en su puesto. De seguro estaría dando una vuelta, confirmando que el grueso del alumnado se hubiera retirado ya. Caminó por los pasillos hasta llegar a la oficina del Rector de la Facultad de Ciencias, la suya. Ingresó su llave en la cerradura y la giró. Abrió la puerta pero, antes de que pudiera ingresar, una mano empujó su espalda haciéndolo caer hacia adentro.
-¿Qué…? –la pregunta fue interrumpida cuando el asaltante cerró tras de sí y encendió una de las lámparas de aceite, de la oficina de Jacquin, para iluminar el lugar.
Aguardaba a su socio en la mesa junto al ventanal que siempre ocupaba por las tardes pero, como era ya su costumbre, él se retrasaba. Comenzaría a citarlo una hora antes de lo necesario para ver si con esa treta conseguía que él llegase con puntualidad. Tenían mucho de qué hablar sobre la investigación que llevaban a cabo juntos. Dos horas más tarde él seguía sin aparecer y Jacquin había ya perdido la paciencia. Debía volver a la Académie, seguramente lo encontraría allí. Si no lo conociera bien, como si fuera un hermano, se preocuparía ante tal desplante, incluso se enojaría, pero ya sabía bien como era su camarada… De seguro había preferido pasar aquellas horas con alguna de sus alumnas. Era un caso sin remedio. Dejó veinte francos sobre la mesa, junto al periódico, para pagar toda la consumición de aquella tarde y salió a la calle.
La noche se adueñaba poco a poco de París. Caminaba esquivando a los trabajadores que volvían ya a sus hogares luego de la jornada y meditaba en su investigación. No estaba arribando a las conclusiones que esperaba pero sabía que se hallaba un poco más cerca del descubrimiento. Necesitaría a otro voluntario al que poder analizar, pero no era nada fácil de conseguir algo así. Con el tema de la iglesia perseguidora, los sobrenaturales –como le gustaba llamarlos- estaban más ocultos que nunca, y eso que siempre habían sido reservados. Todos sabían que no debían exponerse y él, pese a ser un humano común y corriente, tampoco podía hacerlo. Tenía que cuidar de sus hijos.
Llegaba ya a la Académie –de hecho estaba justo en la esquina- cuando una extraña sensación le trepó por el cuerpo. Giró hacia un lado y hacia otro –pues se sentía de pronto observado-, pero no vio a nadie que le resultase particularmente extraño. Tranquilamente ingresó en enorme edificio y no se asombró al advertir que el guardia de seguridad no estaba en su puesto. De seguro estaría dando una vuelta, confirmando que el grueso del alumnado se hubiera retirado ya. Caminó por los pasillos hasta llegar a la oficina del Rector de la Facultad de Ciencias, la suya. Ingresó su llave en la cerradura y la giró. Abrió la puerta pero, antes de que pudiera ingresar, una mano empujó su espalda haciéndolo caer hacia adentro.
-¿Qué…? –la pregunta fue interrumpida cuando el asaltante cerró tras de sí y encendió una de las lámparas de aceite, de la oficina de Jacquin, para iluminar el lugar.
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: No te muevas | Privado
Tic-tac, tic-tac, las manecillas hacían demasiado escándalo y atrasando el tiempo a pesar de que transcurría con rapidez, los sucesos que acontecieron hicieron que todo se tornara pesado, las esclavas como eran llamadas aunque el término que empleaba Benko era solo el de mujeres, les dominaba el pánico, preocupadas estaban de que fuesen castigadas y peor, revendidas por el comportamiento que tomaron por culpa como siempre del nuevo negro. A Benko le enerva que fueran maltratadas las mujeres, y peor, las negras que sean rebajadas como animales, humilladas al grado de denigrarlas, por ello siempre termina pagando por defenderlas y justo en este momento es que sale a su defensa, yéndose en contra del capaz, ese maldito blanco con quien anteriormente tuvo un encuentro por querer golpear a su nueva amiga, solo que esta vez rebasó el límite de Benko, estaba tratando de violar a la mujer que le brindó auxilio, le otorgó tiempo para explicarle los deberes, esa mujer que solo vive para la familia como pago de sus cuidados. Lo que aprendió por ella, es que hay clases de dueños, y ellos eran lo más sensatos y de los mejores que podría haber o quizás los únicos.
Es por esa razón que agradeció el haber permanecido en la casa, revisando unos orificios de las viviendas de las mujeres, sufrían de que el agua se filtraba y ahí es donde todo comenzó, había ido a traer material, no demoró y cuando regresó, había escuchado el sonido de los trastes romperse, pensó que quizás pudo haber sido un descuido de alguna de ellas, por lo que camino lento, con la madera en los brazos, transpirando y con la playera de tirantes mojada por el arduo trabajo que estaba ejerciendo, hasta que unos gritos, un llanto y el ver que otra de sus compañeras salió asustada, queriendo ocultarse con el temor que resulte dañada, acudió a él, angustiada apenas logro pronunciar algunas palabras, temblaba y dejó caer la madera para apretar su hombro y calmarla un poco, pero ella solo grito: “ayúdala” y no espero más, corrió hacia la casa grande, persiguiendo los ruidos y lo primero que vio, fue unas nalgas descubiertas, empinada su compañera estaba sobre la mesa y no sabe hasta qué punto había llegado aquel, lo tomo por la espalda y lo agarró a golpes, dándole con puño cerrado, desfigurando su rostro, actuaba como un animal, y es justo por ese tipo de razones que se descontrola, lo quería matar, no podía detenerse pero el maldito sinvergüenza le estaba estrellando en la cabeza lo que hallaba, hasta que uno sí le hizo sangrar y se mareo, aprovechó para salir corriendo, y las mujeres permanecían afuera, fuera de alcance del hombre, y cuando se levantó Benko, tambaleándose, lo primero que hizo fue a buscarlas, cerciorarse que estuvieran bien, pero lo peor es que, si logro hacer lo que esperaba aquel, había profanado y golpeada estaba, pidió que le atendieran, se cuidaran entre ellas, y se encerraran en lo que la señora regresara. Ya que le aconsejaron que fuera en busca del patrón, temían a que el otro contara su versión y los castigados fuesen ellos, por lo que salió hecho una fiera, se atrevió a irse corriendo, no pensaba en nada, y la mayoría le miraban como sospechando de que había atacado a alguien o quizás era un ladrón, habladurías que fueron creciendo conforme iba a la zona comercial.
Hasta que al fin, llego a la zona del trabajo del patrón, pero creyó que era el lugar incorrecto, no veía actividad alguna y mucho menos estaba él, hasta que se escondió esperando por él, y como de un ojo no veía bien, alguien se iba acercando, él se esperó antes de detenerlo, y cuando se percató que era, corrió, tomando con cuidado su espalda para arrimarlo hacia adentro y cerró la puerta, haciéndose de la luz. Y comenzó a explicarle las cosas, alterado y sin nada que sea la justicia.
— Señor, no quería molestarlo de no haber sido de que, el capataz abuso de una de las muchachas de la casa, está mal herida y aquel escapó, de no haber sido porque llegue, no sé qué más le habría hecho. Y no es la primera vez que hace esto, ya anteriormente lo había hecho con otra joven de la iglesia del pueblo, mejor dicho que está al cuidado de esa iglesia. Tiene que tomar ya medidas severas.
Es por esa razón que agradeció el haber permanecido en la casa, revisando unos orificios de las viviendas de las mujeres, sufrían de que el agua se filtraba y ahí es donde todo comenzó, había ido a traer material, no demoró y cuando regresó, había escuchado el sonido de los trastes romperse, pensó que quizás pudo haber sido un descuido de alguna de ellas, por lo que camino lento, con la madera en los brazos, transpirando y con la playera de tirantes mojada por el arduo trabajo que estaba ejerciendo, hasta que unos gritos, un llanto y el ver que otra de sus compañeras salió asustada, queriendo ocultarse con el temor que resulte dañada, acudió a él, angustiada apenas logro pronunciar algunas palabras, temblaba y dejó caer la madera para apretar su hombro y calmarla un poco, pero ella solo grito: “ayúdala” y no espero más, corrió hacia la casa grande, persiguiendo los ruidos y lo primero que vio, fue unas nalgas descubiertas, empinada su compañera estaba sobre la mesa y no sabe hasta qué punto había llegado aquel, lo tomo por la espalda y lo agarró a golpes, dándole con puño cerrado, desfigurando su rostro, actuaba como un animal, y es justo por ese tipo de razones que se descontrola, lo quería matar, no podía detenerse pero el maldito sinvergüenza le estaba estrellando en la cabeza lo que hallaba, hasta que uno sí le hizo sangrar y se mareo, aprovechó para salir corriendo, y las mujeres permanecían afuera, fuera de alcance del hombre, y cuando se levantó Benko, tambaleándose, lo primero que hizo fue a buscarlas, cerciorarse que estuvieran bien, pero lo peor es que, si logro hacer lo que esperaba aquel, había profanado y golpeada estaba, pidió que le atendieran, se cuidaran entre ellas, y se encerraran en lo que la señora regresara. Ya que le aconsejaron que fuera en busca del patrón, temían a que el otro contara su versión y los castigados fuesen ellos, por lo que salió hecho una fiera, se atrevió a irse corriendo, no pensaba en nada, y la mayoría le miraban como sospechando de que había atacado a alguien o quizás era un ladrón, habladurías que fueron creciendo conforme iba a la zona comercial.
Hasta que al fin, llego a la zona del trabajo del patrón, pero creyó que era el lugar incorrecto, no veía actividad alguna y mucho menos estaba él, hasta que se escondió esperando por él, y como de un ojo no veía bien, alguien se iba acercando, él se esperó antes de detenerlo, y cuando se percató que era, corrió, tomando con cuidado su espalda para arrimarlo hacia adentro y cerró la puerta, haciéndose de la luz. Y comenzó a explicarle las cosas, alterado y sin nada que sea la justicia.
— Señor, no quería molestarlo de no haber sido de que, el capataz abuso de una de las muchachas de la casa, está mal herida y aquel escapó, de no haber sido porque llegue, no sé qué más le habría hecho. Y no es la primera vez que hace esto, ya anteriormente lo había hecho con otra joven de la iglesia del pueblo, mejor dicho que está al cuidado de esa iglesia. Tiene que tomar ya medidas severas.
Invitado- Invitado
Re: No te muevas | Privado
De los esclavos siempre se ocupaba su esposa, Jacquin se sentía ajeno a ellos. Alguna que otra vez había impartido castigos, pero eso era poco común, Lusbella siempre defendía a sus negras queridas –y ahora también a ese esclavo nuevo-, y él lo entendía. Jacquin tenía sus proyectos, sus investigaciones científicas, y en ellos invertía su tiempo. Lo que hicieran o no los esclavos de su propiedad era concerniente a su esposa, quien llevaba la casa con mano amorosa pero firme. Por eso, porque él no solía encargarse de los esclavos, le sorprendió encontrar al fiel cuidador de Lusbella allí, tanto que temió que a su esposa le estuviese ocurriendo algo.
-¿Mi mujer está bien? –fue lo primero que preguntó, alarmado porque ella llevaba cuatro meses de embarazo.
Se incorporó, notando que ni así llegaba a estar a la misma altura que el africano. Era alto y fuerte, sus músculos de marcaban bajo la ropa fina que vestía –ideas de su esposa, desde luego, que insistía con darle lo mejor a los africanos y él no se oponía porque no le importaba-, sus labios eran gruesos, llenos bajo la piel como si fuesen una ciruela. Si no fuese un esclavo, tal vez Jacquin llegaría a fantasear con besarlo para sentir en su boca la textura de esa boca esclava. ¿Pero qué estaba pensando? Se llevó una mano a la cabeza mientras apartaba sus pensamientos pecaminosos pero placenteros y ponía atención en lo que el esclavo relataba.
-¿El capataz? No puede ser, conozco a ese hombre de toda la vida y no creo que él sea capaz de…
Calló de golpe porque su mente lo llevó a preguntarse si de verdad lo conocía, cuánto de él sabía. ¿Qué podría ganar ese esclavo mintiéndole? Un castigo si era descubierto engañando a su dueño.
Volvió sobre su escritorio y apresurado guardó en los cajones los escritos que tenía y en los que había estado trabajando con dedicación. Puso llave a los cajones, pues estaban en la Facultad de Ciencias y allí una idea, una teoría, era tan valiosa como un cofre lleno de lingotes de oro.
-¿Le has dicho algo de esto a la señora Toussaint? –le preguntó, preocupado al respecto-. No quiero que lo sepa, conocer esto le hará daño y ella está encinta. No creo que lo sepas, esas son cosas que se guardan en secreto hasta el séptimo mes, te lo confío a ti porque sé que te tiene como su cuidador, pero no debes decirle a nadie. Así son las reglas de la sociedad.
Se puso en marcha, apagando la lámpara de aceite que el hombre había encendido al ingresar, y cerrando la puerta de la dirección con llave, misma que guardó en el bolsillo de su chaqueta.
-Vamos, llévame con la muchacha que quiero que me hable al respecto. Ya veremos cómo nos encargaremos del capataz… Yo, la verdad que no sé qué procede en estos casos, muchacho. ¿Qué opinas? –preguntó desconcertado mientras se dirigía a la salida con paso presto.
Su carruaje aguardaba en la esquina y se subieron luego de que Jacquin diese las indicaciones que el mismo esclavo le había referido. No hacía todo aquello por la esclava, sino por Lusbella y el hijo de ambos que crecía en su vientre. No quería que recibiese una noticia tan cruel sin saber también que su esposo se había encargado de hacerle justicia a la muchacha vejada.
-¿Mi mujer está bien? –fue lo primero que preguntó, alarmado porque ella llevaba cuatro meses de embarazo.
Se incorporó, notando que ni así llegaba a estar a la misma altura que el africano. Era alto y fuerte, sus músculos de marcaban bajo la ropa fina que vestía –ideas de su esposa, desde luego, que insistía con darle lo mejor a los africanos y él no se oponía porque no le importaba-, sus labios eran gruesos, llenos bajo la piel como si fuesen una ciruela. Si no fuese un esclavo, tal vez Jacquin llegaría a fantasear con besarlo para sentir en su boca la textura de esa boca esclava. ¿Pero qué estaba pensando? Se llevó una mano a la cabeza mientras apartaba sus pensamientos pecaminosos pero placenteros y ponía atención en lo que el esclavo relataba.
-¿El capataz? No puede ser, conozco a ese hombre de toda la vida y no creo que él sea capaz de…
Calló de golpe porque su mente lo llevó a preguntarse si de verdad lo conocía, cuánto de él sabía. ¿Qué podría ganar ese esclavo mintiéndole? Un castigo si era descubierto engañando a su dueño.
Volvió sobre su escritorio y apresurado guardó en los cajones los escritos que tenía y en los que había estado trabajando con dedicación. Puso llave a los cajones, pues estaban en la Facultad de Ciencias y allí una idea, una teoría, era tan valiosa como un cofre lleno de lingotes de oro.
-¿Le has dicho algo de esto a la señora Toussaint? –le preguntó, preocupado al respecto-. No quiero que lo sepa, conocer esto le hará daño y ella está encinta. No creo que lo sepas, esas son cosas que se guardan en secreto hasta el séptimo mes, te lo confío a ti porque sé que te tiene como su cuidador, pero no debes decirle a nadie. Así son las reglas de la sociedad.
Se puso en marcha, apagando la lámpara de aceite que el hombre había encendido al ingresar, y cerrando la puerta de la dirección con llave, misma que guardó en el bolsillo de su chaqueta.
-Vamos, llévame con la muchacha que quiero que me hable al respecto. Ya veremos cómo nos encargaremos del capataz… Yo, la verdad que no sé qué procede en estos casos, muchacho. ¿Qué opinas? –preguntó desconcertado mientras se dirigía a la salida con paso presto.
Su carruaje aguardaba en la esquina y se subieron luego de que Jacquin diese las indicaciones que el mismo esclavo le había referido. No hacía todo aquello por la esclava, sino por Lusbella y el hijo de ambos que crecía en su vientre. No quería que recibiese una noticia tan cruel sin saber también que su esposo se había encargado de hacerle justicia a la muchacha vejada.
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: No te muevas | Privado
— Sí, la señora se encuentra bien pero la esclava no, debe ayudarla.
Aclaro con suma preocupación, solicitando que fuese atendida la mujer y que pagará el capataz por la atrocidad cometida, que así como a los negros les otorgan castigos severos, fuese juzgado aquel, pero era demasiado esperar una condena de esa índole. Y pudo haber ido por la señora, pero en el estado en el que se encuentra no era conveniente alterarla, y el señor era la opción más cercana y correcta. Más, lo que era de suponerse ya se avecinaba, no le creía al nuevo negro, siempre daban la razón a un blanco por muy maldito que sea, y las vio de perder cuando expuso su duda. Hasta que el silencio fue un aliado en ese instante, observo como acomodaba todas sus cosas y quiso ayudarle pero no interfirió, aguardo para partir.
— No, ella aún no lo sabe a menos que ya haya regresado a la casa. Debemos apresurarnos entonces, no, no lo sabía, pero temo a que no sobreviva mi compañera… No se preocupe, yo no diré nada, y ahora en adelante la cuidaré más.— ¿Cómo pudo mentirle acerca del embarazo? Si lo sabía, desde el suceso de la modista muerta, es que lo ha sabido y ahora comprende por qué nunca hizo acto de presencia con el médico aquel día, jamás recibió el aviso, pero, ¿por qué la señora no le comento, que fue él, quien le ayudó? quizás y ni enterado este de ese hecho, no tenía que hablar de más, se limitó a solo responder lo suficiente porque algo es seguro, donde se enterara sí que sería reprimido.
Por lo que salieron del recinto, él apagó la lámpara y cerró con llave, y fue detrás de él, sorprendido por el comentario del señor, ¿qué opinaba? Totalmente, era la pena de muerte en su etnia, no se permitía dañar a la misma familia, porque eso es lo que son todos los negros de la etnia, una familia que se deben proteger a sí mismos, por lo que con distintas culturas, no debió de preguntarle aquello. — Están en la casa, no se pueden mover las demás muchachas, será mejor que pase por un médico. Y señor, no sé qué clase de castigos imponen en esta ciudad, en mi etnia se castiga con pena de muerte, ya que antes eran mutilados de sus hombrías pero eso no impedía que siguieran lastimando.
Comento con el paso apresurado, tratando de ir al mismo compás que el señor, que al llegar a la esquina, se subió después del señor y se sentó a su lado, donde el cochero iba con rapidez, siendo una emergencia que requería ir por el camino más corto... Tan pronto hicieron una parada en la siguiente calle, siendo el lugar donde daba sus servicios el médico de la familia, se bajó Benko y acompaño al señor al local, él espero afuera mientras el señor ingresaba a este y requería de su ayuda. Siendo todo apresurado, cuando los vio salir y cerrar, él se subió a lado del conductor y de nueva cuenta acelero con rapidez una vez se subieron, removiéndose del lugar por la velocidad, y con el tiempo contado.
Aclaro con suma preocupación, solicitando que fuese atendida la mujer y que pagará el capataz por la atrocidad cometida, que así como a los negros les otorgan castigos severos, fuese juzgado aquel, pero era demasiado esperar una condena de esa índole. Y pudo haber ido por la señora, pero en el estado en el que se encuentra no era conveniente alterarla, y el señor era la opción más cercana y correcta. Más, lo que era de suponerse ya se avecinaba, no le creía al nuevo negro, siempre daban la razón a un blanco por muy maldito que sea, y las vio de perder cuando expuso su duda. Hasta que el silencio fue un aliado en ese instante, observo como acomodaba todas sus cosas y quiso ayudarle pero no interfirió, aguardo para partir.
— No, ella aún no lo sabe a menos que ya haya regresado a la casa. Debemos apresurarnos entonces, no, no lo sabía, pero temo a que no sobreviva mi compañera… No se preocupe, yo no diré nada, y ahora en adelante la cuidaré más.— ¿Cómo pudo mentirle acerca del embarazo? Si lo sabía, desde el suceso de la modista muerta, es que lo ha sabido y ahora comprende por qué nunca hizo acto de presencia con el médico aquel día, jamás recibió el aviso, pero, ¿por qué la señora no le comento, que fue él, quien le ayudó? quizás y ni enterado este de ese hecho, no tenía que hablar de más, se limitó a solo responder lo suficiente porque algo es seguro, donde se enterara sí que sería reprimido.
Por lo que salieron del recinto, él apagó la lámpara y cerró con llave, y fue detrás de él, sorprendido por el comentario del señor, ¿qué opinaba? Totalmente, era la pena de muerte en su etnia, no se permitía dañar a la misma familia, porque eso es lo que son todos los negros de la etnia, una familia que se deben proteger a sí mismos, por lo que con distintas culturas, no debió de preguntarle aquello. — Están en la casa, no se pueden mover las demás muchachas, será mejor que pase por un médico. Y señor, no sé qué clase de castigos imponen en esta ciudad, en mi etnia se castiga con pena de muerte, ya que antes eran mutilados de sus hombrías pero eso no impedía que siguieran lastimando.
Comento con el paso apresurado, tratando de ir al mismo compás que el señor, que al llegar a la esquina, se subió después del señor y se sentó a su lado, donde el cochero iba con rapidez, siendo una emergencia que requería ir por el camino más corto... Tan pronto hicieron una parada en la siguiente calle, siendo el lugar donde daba sus servicios el médico de la familia, se bajó Benko y acompaño al señor al local, él espero afuera mientras el señor ingresaba a este y requería de su ayuda. Siendo todo apresurado, cuando los vio salir y cerrar, él se subió a lado del conductor y de nueva cuenta acelero con rapidez una vez se subieron, removiéndose del lugar por la velocidad, y con el tiempo contado.
Invitado- Invitado
Re: No te muevas | Privado
El esclavo no le había causado una buena impresión cuando lo conoció, pero eso había cambiado notoriamente. Era evidente que le había tomado cariño a la señora de la casa y también a los dos niños, y aunque eso no bastaba sí era importante. Finalmente Jacquin Toussaint podía decir que se fiaba de él y ahora otro acierto del africano había sido ir en su busca para resolver tamaño inconveniente sin molestar a Lusbella.
-Sé que lo harás –le respondió, en consecuencia a su promesa de cuidar a Lusbella-, sé bien que ella está a salvo cuando está contigo.
Se preguntó si el esclavo conocería la condición de cambiante de su esposa, esa que a él lo fascinaba y que le había llevado a desarrollar su investigación más larga y ambiciosa. Pero creía que no, que Lusbella no podía ser tan inconsciente de compartir secretos de tal envergadura con un esclavo que llevaba unos meses nada más en la casa. De todos modos ya se lo preguntaría a ella. Intentaría recordar sacar el tema cuando estuviesen a solas.
-No podemos hacer eso –le respondió, ocultando su horror ante las ideas que el esclavo aportaba.
Cortar la hombría del agresor no estaba entre las posibilidades, mucho menos darle muerte. Jacquin quería castigarlo, pero a la vez las leyes eran mucho más laxas cuando se trataba de una esclava que había sido agredida, si fuese una mujer blanca otra sería la sentencia.
-Ya lo resolveremos, primero debemos ver a la muchacha y ya luego ver qué hacemos con él… Desearía tener la certeza de que ha sido en verdad el agresor, no quisiera culpar a alguien sin pruebas. –Se tocó la barba incipiente, pensando a toda velocidad. –Creo que podríamos darle un susto, amenazarlo para que se vaya de la ciudad, pero sin que intuya que he sido yo quien lo ha pedido fuera.
Ya tendría tiempo de pensar, de armar un plan. Subió el médico y partieron rumbo a la casa que los recibió –minutos después- en una tensa calma, ¿era posible que nadie supiera lo que había sucedido? Todo era extremadamente extraño, pero conveniente.
-Benko, ve rápido donde tu señora y comprueba que no sepa nada sobre esto –le ordenó al esclavo mientras ingresaban, junto al doctor Blasiett, a las barrancas donde las esclavas dormían-, luego vuelve aquí que tal vez sea necesario que cargues a la muchacha al carruaje para que le doctor la lleve.
-Sé que lo harás –le respondió, en consecuencia a su promesa de cuidar a Lusbella-, sé bien que ella está a salvo cuando está contigo.
Se preguntó si el esclavo conocería la condición de cambiante de su esposa, esa que a él lo fascinaba y que le había llevado a desarrollar su investigación más larga y ambiciosa. Pero creía que no, que Lusbella no podía ser tan inconsciente de compartir secretos de tal envergadura con un esclavo que llevaba unos meses nada más en la casa. De todos modos ya se lo preguntaría a ella. Intentaría recordar sacar el tema cuando estuviesen a solas.
-No podemos hacer eso –le respondió, ocultando su horror ante las ideas que el esclavo aportaba.
Cortar la hombría del agresor no estaba entre las posibilidades, mucho menos darle muerte. Jacquin quería castigarlo, pero a la vez las leyes eran mucho más laxas cuando se trataba de una esclava que había sido agredida, si fuese una mujer blanca otra sería la sentencia.
-Ya lo resolveremos, primero debemos ver a la muchacha y ya luego ver qué hacemos con él… Desearía tener la certeza de que ha sido en verdad el agresor, no quisiera culpar a alguien sin pruebas. –Se tocó la barba incipiente, pensando a toda velocidad. –Creo que podríamos darle un susto, amenazarlo para que se vaya de la ciudad, pero sin que intuya que he sido yo quien lo ha pedido fuera.
Ya tendría tiempo de pensar, de armar un plan. Subió el médico y partieron rumbo a la casa que los recibió –minutos después- en una tensa calma, ¿era posible que nadie supiera lo que había sucedido? Todo era extremadamente extraño, pero conveniente.
-Benko, ve rápido donde tu señora y comprueba que no sepa nada sobre esto –le ordenó al esclavo mientras ingresaban, junto al doctor Blasiett, a las barrancas donde las esclavas dormían-, luego vuelve aquí que tal vez sea necesario que cargues a la muchacha al carruaje para que le doctor la lleve.
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: No te muevas | Privado
Ronda por su mente las palabras del señor Toussaint, ¿realmente es el indicado para cuidar a su esposa e hijos? Él que cayó como un esclavo perdiendo todo, y el estar sentado yendo hacia el hogar que le brindaba una nueva oportunidad de redimir sus acciones, y el volver a sentirse como un ángel negro —su pequeña le nombraba de aquella manera, creía que su padre veía todo con claridad—, volvió a sentir ese calor cuando era llamado de aquella manera; una evocación que volvía a él la necesidad de proteger, y no solo a los suyos, a cualquiera que estuviese en peligro, sufriendo de injusticias y que no sean apoyados, eso es lo que resurgió y le llenaba de energía llegar cuanto antes al auxilio de su compañera herida…
Confiando en que se haría lo correcto, tenía la calma de que el señor eligiera la mejor opción para un trabajador de su esposa que ha sufrido maltrato y humillación, por eso es que iba con él, acudió a su justicia, más por no preocupar a la señora y no ponga bajo peligro su embarazo. Sea cual sea el castigo, solo quiere que no sea impune el daño que cometió, sabiendo que las normas no iban a hacer las mismas que en su etnia, y si fuera por él, ya lo habría matado pues no hay perdón en esa clase de actos monstruosos… Aunque, ellos son negros, ¿qué protección darían los blancos a ello? Está claro que no serán los mismos, ni algo que se asemeja, pues la realidad es esa, son inferiores a sus leyes, a sus reglas sociales y a la vida que llevan. Y él lo afirmó, con pruebas dadas y a punto de atestiguar dicho comportamiento, pero, todo fue diferente, hizo todo lo contrario a lo que esperó. No debió confiar en él, era un completo cobarde, y eso hizo que jamás volvería a acudir a él para este tipo de situaciones. ¡Maldita sea!
Se enojó, pero no ofende a nadie, se iba con un silencio, aguantándose las ganas de gritarle y encarar ciertas palabras por como actuó. El desterrarlo no era suficiente, no para él, mas era eso que no hacer nada. ¡Todo por no ser como ellos! Y que orgullo sintió el ser como es, un negro, un hombre que valora a la mujer por lo que es y no por lo que las clases quieren aparentar.
¡Al fin llegaron!, fue largo el recorrido y al abrirle la puerta del carro y escuchar su petición, asintió la cabeza, estaba claro que su semblante cambió desde que subieron, caminando hacia el interior de la casa, y preguntando del paradero de la señora, al parecer todavía no había llegado, y eso era un alivio, y de los niños, estaban en sus respectivas habitaciones sin estar enterados de los sucedido. Por lo que prosiguió a encargarse de que así permaneciera la calma, que nadie diera aviso, continuando al ir ala habitación de su compañera, donde se encontraba el señor con el médico.
Incorporándose a un lado de él y al oído le habló. — La señora aún no ha regresado, y los niños no saben nada de lo que pasó, están en sus respectivas habitaciones atendiendo a sus tareas. Deje dicho que no hablaran por orden de usted.
Se separó en cuanto terminó, observando cómo era examinada su compañera; quien se quejaba del dolor y de la vergüenza que está padeciendo frente a ellos. Disculpándose cuando a ella no le corresponde. — ¿Cómo se encuentra doctor? ¿Es necesario que se lleve a un hospital? Puedo traer lo que necesite, creó que es mejor para ella que no se mueva, y que en su cama permanezca. Puedo encargarme de sus actividades señor si es necesario.
Se ofreció por ella, porque quedaría marcada y eso no quiere, no permitirá que sea humillada por algo que no estuvo a su alcance para defenderse. Y si tenía que hacer sus labores por ella, estaba dispuesto a hacerlo, sin necesidad de que se lo digan. Quería lo mejor para ella, y no era un especialista en curar, pero estaba claro que ella necesitaba tiempo para incorporarse, tanto físico como mentalmente.
Confiando en que se haría lo correcto, tenía la calma de que el señor eligiera la mejor opción para un trabajador de su esposa que ha sufrido maltrato y humillación, por eso es que iba con él, acudió a su justicia, más por no preocupar a la señora y no ponga bajo peligro su embarazo. Sea cual sea el castigo, solo quiere que no sea impune el daño que cometió, sabiendo que las normas no iban a hacer las mismas que en su etnia, y si fuera por él, ya lo habría matado pues no hay perdón en esa clase de actos monstruosos… Aunque, ellos son negros, ¿qué protección darían los blancos a ello? Está claro que no serán los mismos, ni algo que se asemeja, pues la realidad es esa, son inferiores a sus leyes, a sus reglas sociales y a la vida que llevan. Y él lo afirmó, con pruebas dadas y a punto de atestiguar dicho comportamiento, pero, todo fue diferente, hizo todo lo contrario a lo que esperó. No debió confiar en él, era un completo cobarde, y eso hizo que jamás volvería a acudir a él para este tipo de situaciones. ¡Maldita sea!
Se enojó, pero no ofende a nadie, se iba con un silencio, aguantándose las ganas de gritarle y encarar ciertas palabras por como actuó. El desterrarlo no era suficiente, no para él, mas era eso que no hacer nada. ¡Todo por no ser como ellos! Y que orgullo sintió el ser como es, un negro, un hombre que valora a la mujer por lo que es y no por lo que las clases quieren aparentar.
¡Al fin llegaron!, fue largo el recorrido y al abrirle la puerta del carro y escuchar su petición, asintió la cabeza, estaba claro que su semblante cambió desde que subieron, caminando hacia el interior de la casa, y preguntando del paradero de la señora, al parecer todavía no había llegado, y eso era un alivio, y de los niños, estaban en sus respectivas habitaciones sin estar enterados de los sucedido. Por lo que prosiguió a encargarse de que así permaneciera la calma, que nadie diera aviso, continuando al ir ala habitación de su compañera, donde se encontraba el señor con el médico.
Incorporándose a un lado de él y al oído le habló. — La señora aún no ha regresado, y los niños no saben nada de lo que pasó, están en sus respectivas habitaciones atendiendo a sus tareas. Deje dicho que no hablaran por orden de usted.
Se separó en cuanto terminó, observando cómo era examinada su compañera; quien se quejaba del dolor y de la vergüenza que está padeciendo frente a ellos. Disculpándose cuando a ella no le corresponde. — ¿Cómo se encuentra doctor? ¿Es necesario que se lleve a un hospital? Puedo traer lo que necesite, creó que es mejor para ella que no se mueva, y que en su cama permanezca. Puedo encargarme de sus actividades señor si es necesario.
Se ofreció por ella, porque quedaría marcada y eso no quiere, no permitirá que sea humillada por algo que no estuvo a su alcance para defenderse. Y si tenía que hacer sus labores por ella, estaba dispuesto a hacerlo, sin necesidad de que se lo digan. Quería lo mejor para ella, y no era un especialista en curar, pero estaba claro que ella necesitaba tiempo para incorporarse, tanto físico como mentalmente.
Invitado- Invitado
Re: No te muevas | Privado
Jacquin era un hombre sensible. Aquella definición no se debía solamente a su espíritu empático, tierno, sino también a sus sentidos humanos. Era sensible a los olores, a las visiones. Ya le había pasado antes que, al ver sangre, había acabado con un desmayo. Afortunadamente pudo sostener la compostura ante la imagen de la esclava vejada –que estaba ensangrentada desde la cabeza hasta los pies-, pero no sabía hasta cuando y no pensaba arriesgarse.
-Saldré un momento, doctor Blasiett –se excusó y dejó al hombre a solas con la negra. Cuando advirtió que otra pasaba por allí le hizo señas para que dejase todo lo que estaba trasladando y se acercase de inmediato a él-: Quédate junto al médico y si te pide algo corres a la botica y lo consigues –le dijo a la muchachita mientras le entregaba varias monedas-, yo esperaré aquí un momento... o no, no lo sé. Ya veré qué hacer, solo quédate con él y sigue sus órdenes.
Dio algunos pasos para alejarse del olor a sangre que se respiraba en el entorno, el estómago se le revolvió y se arrepintió de haber seguido hasta allí al esclavo de su esposa. Era por una buena causa y Jacquin quería hacer justicia, pero su tarde había cambiado por completo y de los libros en la Academie había pasado a la sangre en las casillas de los esclavos de su casa.
Cuando Benko regresó, Jacquin se sintió en parte aliviado. Le parecía bien delegar en el esclavo aquella cuestión, su esposa confiaba en Benko y ahora veía que también tenía motivos para hacerlo él.
-Deja, de eso se ocuparán las otras esclavas. Ya están ellas con el doctor e irán a buscar lo que haga falta. La he visto solo un instante y está muy mal, sabe Dios solamente si vivirá. Lo que me interesa es otra cosa… Sígueme –le ordenó y comenzó a caminar hacia el interior de la casa.
Al final tenía que reconocer que la adquisición de Benko había sido oportuna, que era diligente, dedicado y parecía ser sumamente protector de los niños de la familia. Nunca le habían gustado los esclavos hombres, por eso Biohó era el primero, pero en quella oportunidad reconocía que las cosas habían salido bien.
Subió hasta el escritorio que tenía instalado en la biblioteca de la casa, esa que había heredado de su abuelo y luego de su padre. Se sentó en el cómodo butacón y le indicó al esclavo que hiciese lo mismo frente a él -cosa extraña pues ningún esclavo tomaba asiento si estaba en presencia de su amo, pero bien podían hacer la salvedad-, no solo lo notaba preocupado por su compañera, sino también ansioso. Tal vez lo uniese a la joven algún tipo de relación… bien, que hicieran lo que quisieran y si esa relación surgía un hijo no sería más que un nuevo esclavo para la familia.
-Descuida, está bien cuidada. Yo no soporto las visiones tan sangrientas, me afectan demasiado, pero sé que con el doctor estará bien. Creo que tenemos algo más que resolver aquí… ¿Qué haremos con el agresor? –le estaba pidiendo consejo a un esclavo porque Jacquin no era un hombre violento, no tenía idea de cómo conducirse en aquella situación.
-Saldré un momento, doctor Blasiett –se excusó y dejó al hombre a solas con la negra. Cuando advirtió que otra pasaba por allí le hizo señas para que dejase todo lo que estaba trasladando y se acercase de inmediato a él-: Quédate junto al médico y si te pide algo corres a la botica y lo consigues –le dijo a la muchachita mientras le entregaba varias monedas-, yo esperaré aquí un momento... o no, no lo sé. Ya veré qué hacer, solo quédate con él y sigue sus órdenes.
Dio algunos pasos para alejarse del olor a sangre que se respiraba en el entorno, el estómago se le revolvió y se arrepintió de haber seguido hasta allí al esclavo de su esposa. Era por una buena causa y Jacquin quería hacer justicia, pero su tarde había cambiado por completo y de los libros en la Academie había pasado a la sangre en las casillas de los esclavos de su casa.
Cuando Benko regresó, Jacquin se sintió en parte aliviado. Le parecía bien delegar en el esclavo aquella cuestión, su esposa confiaba en Benko y ahora veía que también tenía motivos para hacerlo él.
-Deja, de eso se ocuparán las otras esclavas. Ya están ellas con el doctor e irán a buscar lo que haga falta. La he visto solo un instante y está muy mal, sabe Dios solamente si vivirá. Lo que me interesa es otra cosa… Sígueme –le ordenó y comenzó a caminar hacia el interior de la casa.
Al final tenía que reconocer que la adquisición de Benko había sido oportuna, que era diligente, dedicado y parecía ser sumamente protector de los niños de la familia. Nunca le habían gustado los esclavos hombres, por eso Biohó era el primero, pero en quella oportunidad reconocía que las cosas habían salido bien.
Subió hasta el escritorio que tenía instalado en la biblioteca de la casa, esa que había heredado de su abuelo y luego de su padre. Se sentó en el cómodo butacón y le indicó al esclavo que hiciese lo mismo frente a él -cosa extraña pues ningún esclavo tomaba asiento si estaba en presencia de su amo, pero bien podían hacer la salvedad-, no solo lo notaba preocupado por su compañera, sino también ansioso. Tal vez lo uniese a la joven algún tipo de relación… bien, que hicieran lo que quisieran y si esa relación surgía un hijo no sería más que un nuevo esclavo para la familia.
-Descuida, está bien cuidada. Yo no soporto las visiones tan sangrientas, me afectan demasiado, pero sé que con el doctor estará bien. Creo que tenemos algo más que resolver aquí… ¿Qué haremos con el agresor? –le estaba pidiendo consejo a un esclavo porque Jacquin no era un hombre violento, no tenía idea de cómo conducirse en aquella situación.
Jacquin Toussaint- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: No te muevas | Privado
Había expuesto su defensa para con su compañera, es lo único que está a su alcance para apoyarla, porque de lo sucedido solo ella debía de salir adelante, pero el señor Toussaint se había girado y salió del interior de la habitación, no había prestado atención a su semblante el cual se veía pálido, ¿en qué momento enfermo? Y ahí comprendió lo que sucedió, por lo que decidió seguirle, y se detuvo en breve cuando solicitó el auxilio para con el doctor, en cuanto termino se acercó a él, no tenía conocimiento de lo que le ocasionaría presenciar sangre, y era obvio que de otras cosas, al igual que a la señora, pero si podía al menos evitarle esa circunstancia le asistirá. Por lo que le siguió como demandó, más sí con la severa advertencia del estado en el que está su compañera, realmente estaba grave y con las exactas palabras del señor, le quitó las esperanzas de su recuperación, le dolió escucharlo, sintió un enorme vacío que afectó en el instante su atención, se sentía culpable, por no poder haber hecho más por ella.
Caminaba sin estar consciente hacia dónde se dirigen, estaba brindando una oración en su mente por ella, pidiendo que fuese salvada y le brindaran consuelo, y ante todo que no sufriera… Hasta que se vio interrumpido y fue ahí que captó el lugar, estaban en el interior de la biblioteca de la casa, él sentado en una especie de sillón, solicitando que hiciera lo mismo, ¿cómo podía hacerlo, con él, y ahí? Está mal visto, todo lo que ellos ejercen va en contra de las normas de la sociedad, y eso generó el motivo del porque obedecía a esa familia, eran diferentes y no tenían por qué ver la faceta de un cimarrón cuando han hecho mucho por él.
Fue que tomó asiento frente a él como se lo indico, había recordado del porque se le acercó y el notar que ya poseía un poco de color, ya no fue necesario preguntarle de su estado, permaneció callado y le confirmó lo que suponía en cuanto a la sangre, más no sabía si seguir manteniendo la mirada sobre él, o desviarla, era una incomodes en esas circunstancias.
— Señor, no soy el indicado para asesorarle en esta situación, le he explicado cómo se actuaría en mi etnia, pero es claro que no en todos los lugares se procederá de la misma manera, ambos sabemos que protegen a los de su naturaleza antes de permitir que un negro sea escuchado y defendido. No sé si sabiendo eso, aun quiere que le ayude, pero le aconsejaría que siga sus razones, confío en su criterio aunque no sea el correcto para mí, usted conoce su sociedad, y sabe exactamente lo que debe de hacer, solo no dude porque me haya escuchado.
Estaba siendo sincero y claro Biohó, el señor ya había postulado su propuesta en cuanto a la sanción correspondiente, pero no solo era eso, tenía que al menos dar aviso a las autoridades, o quien sabe, alertar tan siquiera de qué clase de persona era ese conocido, para que el día de mañana estén advertidos si llegasen a encontrarse con él. Para que así no sufrieran lo que su compañera está padeciendo. La cual le hizo volver a sentir ese dolor, eran demasiadas las cosas del porque le afectaba.
— Señor, con respecto a ella, por favor haga lo que sea necesario para que salga con vida, si de dinero se trata puedo trabajar más de lo que he venido haciendo, hacer algo extra o lo que me encomiende, estoy dispuesto a hacerlo, no quiero que por esa violencia tenga que perder la vida. Le debo al menos eso, ella ha hecho mucho por mí para dejarla en ese estado.
Entrelazo sus manos, porque necesitaba calmarse, se alteró un poco, pero por los nervios que generaba más la acumulación de evocaciones donde la impotencia reinaba. Ya que debía retomar la compostura y no expresar su estado ante el señor.
Caminaba sin estar consciente hacia dónde se dirigen, estaba brindando una oración en su mente por ella, pidiendo que fuese salvada y le brindaran consuelo, y ante todo que no sufriera… Hasta que se vio interrumpido y fue ahí que captó el lugar, estaban en el interior de la biblioteca de la casa, él sentado en una especie de sillón, solicitando que hiciera lo mismo, ¿cómo podía hacerlo, con él, y ahí? Está mal visto, todo lo que ellos ejercen va en contra de las normas de la sociedad, y eso generó el motivo del porque obedecía a esa familia, eran diferentes y no tenían por qué ver la faceta de un cimarrón cuando han hecho mucho por él.
Fue que tomó asiento frente a él como se lo indico, había recordado del porque se le acercó y el notar que ya poseía un poco de color, ya no fue necesario preguntarle de su estado, permaneció callado y le confirmó lo que suponía en cuanto a la sangre, más no sabía si seguir manteniendo la mirada sobre él, o desviarla, era una incomodes en esas circunstancias.
— Señor, no soy el indicado para asesorarle en esta situación, le he explicado cómo se actuaría en mi etnia, pero es claro que no en todos los lugares se procederá de la misma manera, ambos sabemos que protegen a los de su naturaleza antes de permitir que un negro sea escuchado y defendido. No sé si sabiendo eso, aun quiere que le ayude, pero le aconsejaría que siga sus razones, confío en su criterio aunque no sea el correcto para mí, usted conoce su sociedad, y sabe exactamente lo que debe de hacer, solo no dude porque me haya escuchado.
Estaba siendo sincero y claro Biohó, el señor ya había postulado su propuesta en cuanto a la sanción correspondiente, pero no solo era eso, tenía que al menos dar aviso a las autoridades, o quien sabe, alertar tan siquiera de qué clase de persona era ese conocido, para que el día de mañana estén advertidos si llegasen a encontrarse con él. Para que así no sufrieran lo que su compañera está padeciendo. La cual le hizo volver a sentir ese dolor, eran demasiadas las cosas del porque le afectaba.
— Señor, con respecto a ella, por favor haga lo que sea necesario para que salga con vida, si de dinero se trata puedo trabajar más de lo que he venido haciendo, hacer algo extra o lo que me encomiende, estoy dispuesto a hacerlo, no quiero que por esa violencia tenga que perder la vida. Le debo al menos eso, ella ha hecho mucho por mí para dejarla en ese estado.
Entrelazo sus manos, porque necesitaba calmarse, se alteró un poco, pero por los nervios que generaba más la acumulación de evocaciones donde la impotencia reinaba. Ya que debía retomar la compostura y no expresar su estado ante el señor.
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