Hay peligros necesarios [François Grand]

por Invitado Miér Dic 08, 2010 6:12 pm

Victoria sujetó con la mano la capucha que le cubría la cabeza y parcialmente el rostro y se internó aún más en aquel callejón. La negra capa que la cubría de la cabeza a los pies hondeaba tras ella y el borde se mojaba con la humedad que cubría los maltrechos adoquines. Victoria decidió no pensar de dónde venía aquella humedad, aunque tenía una ligera idea...

Así cubierta, nadie podía reconocerla, nadie podría deducir de quién se traba. Podía pasar por una simple prostituta, que era lo que ahora mismo le convenía. Había cosas a las que debías enfrentarte tú misma, cosas que no podía relegar a nadie. Esto era importante, demasiado importante como para que alguien fallase.

Había recibido el chivatazo de uno de sus criados e inmediatamente había decidido desplazarse para buscar a ese tal François. Según Pierre, nadie podría ayudarle como aquel hombre que conocía los bajos fondos como la palma de su mano.

Pese a la pequeña arma que llevaba oculta entre las faldas, no se sentía segura en aquel lugar. Sabía que su marido había perdido la vida en un sitio como este y a ella bien podría sucederle lo mismo.

por Invitado Vie Dic 10, 2010 12:43 am

Aquella noche París se hallaba en calma, las calles y los callejones se encontraban abandonados, en completo y sepulcral silencio. No se escuchaba ningún carruaje andar, lo cual era muy extraño tratándose de un sábado, día en que la realeza acostumbraba a celebrar elegantísimas fiestas. Ni siquiera los pájaros hacían acto de presencia con su estruendoso trinar, nada.

Y François no era la excepción, se hallaba sentado con la espalda arrimada a una pared con un semblante cansado; tenía un gato apoyado en sus piernas al cual acariciaba con cariño y un saco a su derecha que contenía algunas de las cosas que había robado en el día: no era nada de valor, puras nimiedades. Las revisaría luego con más detenimiento.

-Tenemos suerte de que no sea una noche fría.- Habló con el animal como si este fuese capaz de entenderlo. –Sino, estuviéramos pasándola realmente mal.- Esbozó una amplia sonrisa sin cesar las caricias hasta que, un sonido a su derecha llamó su atención y la del gato. Eran una persona caminando hacia ellos y, a juzgar por el “clac” que su zapato hacía al chocar con el suelo, se trataba de una dama. –Parece que obtendremos algo decente.- Alentó al gato y le dio unas palmaditas en el hombro indicándole que debía retirarse porque él estaba a punto de trabajar.

Saltó el muro que se alzaba a sus espaldas con una agilidad y sigilo envidiables y, aguardó en silencio a que la mujer esté cerca de él para caer delante de ella. Como todo buen ladrón, sacó un improvisado antifaz –en realidad era un pedazo de tela negra con dos orificios para sus ojos.- y se lo colocó para proteger su identidad. Contó mentalmente hasta tres, que era lo que creía que tardaría su víctima, y saltó. En el aire sacó la pistola que guardaba en sus pantalones y, para cuando llegó al suelo, estaba frente a ella y apuntándola.

-¿Qué trae consigo, madame?- Era la pregunta que siempre hacía, tenía que tantear el terreno para ver si algo de lo que tenía valía la pena.

por Invitado Mar Dic 14, 2010 9:30 am

Victoria caminaba con rapidez por la silenciosa y vacía calle cuando de repente una figura alta y negra se interpuso en su camino. Sólo atinó a ver el brillo de sus ojos tras el antifaz y el resplandor del cañón del arma que llevaba en la mano. El corazón se le subió a la garganta y se le aceleró la respiración. Estaba en una callejón de mala muerte, abandonado y oscuro, con un desconocido apuntándole con el arma. Y por su forma de hablar, supo de inmediato que el hombre pertenecía a aquel lugar, a la calle. Por mucho que se desgañitase gritando nadie vendría a salvarla.

Definitivamente, su vida estaba en peligro.

Y nadie iba a rescatarla si no se rescataba ella misma. Movió la mano bajo la capa disimuladamente y rodeó con los dedos el arma que llevaba escondida.

-No tengo nada de valor, señor, salvo mi vida. -quizá podría asustar a aquel hombre diciéndole una mentira-. Y si mi vida se ve amenazada, no será del agrado de François Grand.

Si François Grand era tan famoso entre los bajos fondos, quizá también era igualmente temido. Si hacía creer que era importante para él, quizá este señor reconsideraría la idea de atacarla.

por Invitado Miér Dic 15, 2010 9:35 pm

La dama decía que no tenía nada de valor pero para François sus palabras carecían de importancia. Nadie nunca decía que cargaba algo de valor –para que no se lo arrebaten, eventualmente- y, aquella mujercita no tenía por qué ser la primera. Por ello caminó en círculos, rodeándola, y sin dejar de apuntarla con su pistola. Analizó cada centímetro, empezando desde abajo: se fijó en sus zapatos, en su vestido, en la capa que la cubría, en su cuello que no se veía muy bien, en sus ojos y finalmente en su cabello. Dio una vuelta de trescientos sesenta grados a su alrededor y terminó justo donde había comenzado: frente a ella.

–No, parece que no tiene nada de valor, madame. O al menos nada que se pueda ver a simple vista.- Sí, François no era ningún tonto. Sabía muy bien que aquellas capas tan holgadas podrían ocultar grandes secretos, y esperaba que en la capa de la dama se oculte alguna de esas enormes y preciosas joyas.

Separó los labios para pedirle que se despoje de la capa, pero la dama lo interrumpió con una frase bastante peculiar que obligó a François a quedarse callado varios segundos para pensar si había escuchado bien. Porque… ¿acaso la dama había dicho su nombre? Miró su rostro con interés y lo recorrió centímetro a centímetro con sus verdes ojos. Él no conocía a aquella mujer, estaba seguro, él jamás podría olvidar a una mujer tan hermosa como aquella. Estaba mintiendo, era obvio. Pero eso no era lo desconcertante, lo desconcertante era el hecho de que sabía su nombre y que lo había usado como una especie de arma.

-¿Usted conoce a Monsieur Grand?- Decidió seguirle el juego con su arma todavía apuntándole justo en la mitad de los ojos. Le parecía divertido, además de halagador. -¿Monsieur Grand sabe que usted está aquí?- Lanzó una pregunta más, quería ver hasta donde llegaba la imaginación de la presente.

por Invitado Sáb Dic 18, 2010 11:41 am

Sentía las manos frías y los dedos tan entumecidos que apenas sentía el tacto de la empuñadura nacarada del arma contra ellos, pero se creía capaz de apretar el gatillo si veía que su vida realmente corría peligro… eso siempre y cuando lograse deslizar el dedo dentro del gatillo. Y lograse apuntar bien. Nunca antes había disparado un arma, aunque Samuel había insistido en innombrables ocasiones que aprendiese a hacerlo, puesto que nunca sabía en qué encrucijada podría encontrarse.

Oh, si Samuel estuviese aquí para ver en qué problema se había metido…

Intentó ignorar la burla que se apreciaba en la voz del hombre que la apuntaba. Seguramente se estaba divirtiendo de lo lindo a costa de ella, del miedo que le estaba provocando.

Victoria Bennet podía sentir miedo, pero nunca, nunca, permitía que ese miedo la paralizase o le diese ventaja al otro sobre ella.

-Por supuesto que François sabe que estoy aquí –puso una voz seductora, el tipo de voz que las prostitutas utilizaban para conseguir el mejor postor-. Y se enojará muchísimo si no aparezco, no querrá tener problemas con él ¿cierto?

Logró que su voz sonase firme, aunque interiormente estaba temblando como una hoja de otoño en plena tormenta. Sabía que su vida dependía de que aquella mentira sonase convincente y de que el hombre que tenía el arma la creyese.

por Invitado Sáb Dic 18, 2010 2:31 pm

“Por supuesto que François sabe que estoy aquí.”

Aguantó las ganas de reírse, ¡cuántas patrañas!, ¿cómo iba a saber él que estaba allí si ni siquiera tenía conocimiento de su existencia? Era la primera vez que veía a aquella dama y se le hacía por demás extraño que ella supiera su nombre, ¿de dónde lo había conseguido?, ¿a quién se lo había preguntado? Un par de rostros familiares aparecieron en su cabeza, eran rostros de las pocas personas que conocían como se llamaba. Analizó a uno por uno intentando encontrar al sospechoso, al soplón, al traicionero. Ellos sabían cuán importante era su identidad para él, eran conscientes de los líos en los que se hallaba metido y de lo que podía llegar a pasarle si lo encontraban, ¿por qué lo habían delatado de aquella manera?

-Es decir que Monsieur François pronto estará por aquí, ¿no?- Continuó interpretando su papel de ladrón ingenuo, lo relajaba y le ayudaba a olvidarse que estaba rodeado por gente traicionera que no lo estimaba en lo más mínimo. Y bueno, no podía esperar mucho, él también era un traicionero. –Y sí, seguro que se enojará, Monsieur François es muy receloso cuando se trata de sus amistades.- Bajó la pistola en cámara lenta y se levantó un poco la camisa que llevaba puesta para meterla el arma dentro de su pantalón.

–Mil disculpas madame.- Realizó una pequeña venia. –No sabía que era amiga de Monsieur François, sabrá usted perdonarme.- Dio un paso hacia ella todavía sin atreverse a levantar la cabeza, parecía un peón que acababa de ofender a su amo. –Le agradecería de todo corazón que olvidase lo que acaba de ocurrir.- Se puso la mano en el corazón para darle énfasis a sus palabras y, lentamente, elevó su rostro hasta posar sus verdes ojos en los de ella. Acto seguido, se despojó de su antifaz quedando totalmente al descubierto.

-Ahora…- Todo pasó tan rápido. De repente François dejó aquella actitud sumisa y adoptó una posición erguida haciendo alarde su talla. Sacó la pistola que minutos atrás había guardado y la puso en la frente de la señorita. -¿De dónde sacó mi nombre?- Él no se andaba con rodeos así que jaló del gatillo, si ella no hablaba François dispararía, lo juraba por su difunta madre –a la que nunca conoció-. Estaba convencido de que aquello no era más que una estrategia, aquella dama era un anzuelo para atraerlo, alguien lo estaba buscando y creía saber quién era: la justicia.

¡Sabía que haber intentado robarle a un guardia había sido una pésima idea!, ¡lo sabía! Y él que pensaba que aquellos tiempos de tensión y huídas constantes ya habían terminado…

por Invitado Lun Dic 20, 2010 5:18 pm

Victoria cantó victoria mentalmente al ver que el señor ladrón creía todo lo que decía. Con cierto alivio, vio cómo bajaba el arma, la guardaba y adquiría un tono de voz amable al dirigirse a ella. Le pareció curioso que alguien que podía resultar tan amenazante luego fuese capaz de mostrarse tan amable. Era realmente escalofriante y suponía que aquel señor ladrón sabía más de engaños que ella.

Aún no había terminado de dejar escapar el aire que había estado conteniendo durante la tensa situación que había vivido cuando, de repente, el señor ladrón cambió radicalmente de parecer, desenfundó el arma nuevamente y la colocó justo en su frente, justo en el centro. Victoria sintió el frío metal contra la piel.

"Oh, Dios; Oh, Dios; Oh, Dios".

La respiración se le atascó nuevamente en el pecho y los latidos de su corazón se aceleraron de forma alarmante, sonando tan fuerte que incluso repiqueteaban en su cabeza. Durante unos segundos, quedó sorda y lo único que escuchaba era el "pum pum" que retumbaba en su cabeza. Aún así, logró escuchar las últimas palabras del hombre.

-¿Su... no... nombre? -preguntó con la voz temblorosa, ya por el miedo, ya por el horrible frío de aquella noche de invierno-. ¿Es usted monsieur Grand?

Dios, ¡no podía tener tan mala suerte!... y al mismo tiempo ser tan afortunada.

por Invitado Miér Dic 29, 2010 2:22 pm

La dama estaba nerviosa, podía sentirlo: sus ojos miraban para todos lados esperando encontrar a alguien que pudiese ayudarla, su respiración era rápida y frenética, y su corazón latía tan fuerte que la vena de su cuello parecía estar a punto de explotar. Sin embargo François no dio un paso atrás, se mantuvo allí con esa mirada tan intimidante que lo caracteriza, apuntándola con una pistola justo en el medio de sus dos hermosos ojos marrones.

Titubeó un poco antes de tomar la palabra, y finalmente le preguntó si él era Monsieur Grand. –En ocasiones.- Contestó rápidamente, sin dejar de observarla con atención. –Pero todavía no ha contestado mi pregunta, madame.- Separó unos cuantos centímetros la pistola de su frente para que se relajara y pensara en lo que le iba a responder. -¿Cómo sabe mi nombre?, ¿quién se lo dijo?- Se percató de que llevaba puesta una capa, a él no le gustaban las capas, se podían esconder muchas cosas bajo ellas.

–Quítese la capa madame.- Ordenó con todo el respeto que era capaz de emitir. –Quítesela ya y responda mis preguntas.- Movió un poco la pistola de arriba hacia abajo para ejercer presión.

(Sepa perdonar el retraso y lo corto del post)

por Invitado Miér Ene 05, 2011 6:59 pm

Victoria seguía temblando, el viento frío de la noche le golpeaba en el rostro y parecía como si pequeñas agujas heladas se clavasen en sus mejillas. Sentía los labios secos y los dientes le castañeaban mientras su pelo se revolvía cada vez más debido al fuerte viento.

Una noche perfecta para morir. Oscura. Fría. Solitaria. ¿Cómo se había atrevido a aquello? Sólo a ella se le ocurría meterse en un problema como aquel. Ciertamente, la valentía en ocasiones se volvía temeridad. Pero se lo debía a Samuel, aunque él se habría escandalizado de haberla visto en semejante aprieto. Había llegado a tal extremo que lo único que le importaba era vengar la muerte de su marido y ya ni siquiera prestaba atención a su propia seguridad. Su comportamiento temerario podía costarle la vida esa misma noche.

Estudió con la mirada al hombre y sus ojos le parecieron tan fríos como la noche. Sabía que era el tipo de hombre capaz de matar a sangre fría sin ni siquiera pestañear. Y el modo en que la miraba... sabía que si daba un paso en falso podría apretar el gatillo sin pensarlo.

Se infundó valor a sí misma y alzó la barbilla.

-Mi criado Pierre me habló de usted. Dijo que podría ayudarme -la voz le salió más firme de lo que esperaba. Aún no había acabado de contestarle, cuando él la interrumpió y le hizo una demanda: que se despojase de la capa-. Hace frío, monsieur.

Además, bajo de la capa, llevaba escondida la pequeña arma que aún mantenía sujeta con los dedos. Si algo iba mal, no dudaría en utilizarla.

No titubearía.

por Invitado Dom Ene 23, 2011 12:02 am

-¿Su criado Pierre?- La miró de pies a cabeza nuevamente y olfateó como un perro olfatearía una comida de dudosa procedencia. Sí… estaba seguro que ella no era de esos lares, y ahora que mencionaba aquello, sus sospechas se habían confirmad. -¿Por qué su criado Pierre sabía mi nombre?, ¿acaso lo mandó a espiarme?- Acercó más la pistola a su frente y la miró como seguramente nadie la había mirado nunca jamás en su vida. Era una mirada intimidante, una mirada que demandaba toda su atención y que no iba a permitir que no se la dé.

-¿En qué se supone que yo puedo ayudarla?- Lanzaba preguntaba tras pregunta sin ni siquiera darle tiempo para que las responda. –Y no me importa si hace frío o no, deje la capa a un lado si no quiere terminar con una capa cubriendo su inerte cuerpo.- Jaloneó un filo de la tela que se le acercó a su mano debido a la acción del viento y la despojó él mismo de aquella capa que tan nervioso lo estaba poniendo.

Sus vivaces ojos bajaron de inmediato hasta sus manos y se sorprendió al ver lo que tenía en ellas: una pistola. Abrió ligeramente los labios formando una “O” con ellos y separó su arma de la frente de la señorita para ahora posarla en su cuello. -¿Qué pensaba hacer con eso, bonita?- Hizo presión en el cuello haciéndolo daño a la presente con el cañón de su pistola. -¿Se ha dado cuenta del problema en que se ha metido?- Acercó su rostro a la oreja derecha de la dama y habló bastante lento para que entienda cada una de sus palabras.

–Necesito una explicación.- Inhaló su exquisito perfume. –Y debe ser rápido porque estoy perdiendo la paciencia.- Hizo más presión en su cuello.

(Mil disculpas por la demora )

por Invitado Jue Ene 27, 2011 5:01 pm

El hombre con medio rostro cubierto, que decía ser François Grand, la olfateó como lo haría un perro, inclinándose sobre ella e inspirando profundamente. Victoria se sintió intimidada ante su proximidad y por el modo en que la trataba. No estaba acostumbrada a semejante trato. De allí donde venía, se la trataba con caballerosidad y educación. ¡Nunca antes la habían olido! Oh, ¿y esa mirada que le lanzó? Casi la hizo encogerse, pero no lo hizo y se obligó a seguir con la barbilla levantada, mirándole fijamente.

-Yo… -la voz le tembló un poco, pero le echó la culpa al frío. Sí, era por el frío-. Necesito ayuda y Pierre… Ahora mismo es en quien más confío. Es el único que conoce mis… planes. Él me recomendó a usted –escuchó su pregunta y se le agradaron los ojos-. ¡No! ¡No lo mandé a espiarle! Me dijo que conocía a alguien que podía ayudarme. Ya sabe que los rumores corren, sobre todo entre criados… yo desconocía su existencia, monsieur, pero estoy segura de que cualquier criado tiene conocimiento de usted.

Sintió un leve tirón y, de repente, el frío de la noche caló en sus huesos, traspasando las capas de tela de su vestido. El bandolera la había despojado de la capa con un tirón firme y ahora quedaba expuesto aquello que había estado escondiendo: el arma.

-Estoy en un barrio peligroso y necesito protección para moverme por aquí -explicó, él debía entender su postura. Él debía conocer los peligros de aquellos callejones.

A su favor, tenía que decir que el bandolero parecía realmente sorprendido, como si nunca hubiese imaginado que una mujer como ella pudiese llevar escondida un arma. Pero el hombre se recuperó de la sorpresa y deslizó el arma hasta su cuello. Victoria sintió el cañón metálico del arma justo sobre el pulso que latía en su cuello. Luego, lo vio inclinarse más sobre ella y sus palabras y su respiración le acariciaron la oreja.

-Le juro que ésa es la verdad. No pretendo entregarlo a las autoridades. Sólo quiero su ayuda. - se movió un poco, echando la cabeza hacia atrás para poder mirarlo a los ojos y que el hombre pudiese leer en ellos la sinceridad de sus palabras.

por Invitado Dom Feb 27, 2011 2:21 pm

Escuchó las palabras de la dama con suma cautela: no quería dejarse embelesar por la delicadeza de su voz y tampoco confundir por su finísimo vocabulario. Quería escuchar las cosas tal y como eran y ser capaz de identificar algún temblor en su tono que denote que estaba mintiendo. Pero no lo encontró, la mujer ni siquiera estaba sudando: simplemente respondía sus preguntas y al parecer las respondía con total sinceridad, podía verlo en sus ojos.

Separó la pistola de su cuello poco a poco y fijo su mirar en el arma de su interlocutora. No lo pensó dos veces y pateó su mano obligándolo a soltar el arma la cual se deslizó por el húmedo piso hasta chocar con la pared enmohecida que se alzaba a las espaldas de la señorita. –Perdón por eso.- Se disculpó ya que su intención no era dañarla ni mucho menos, únicamente quería sentirse a salvo y para conseguirlo debía deshacerse de todas las posibles amenazas.

-Entonces...- Guardó su pistola para darle a entender que él tampoco le iba a hacer daño. ¡Qué bajo sería! Él no era de los que apuñalaban por la espalda y mucho menos a un ser tan encantador. –A ver si entendí bien.- Lentamente se despojó de su pañoleta dejando al descubierto su rostro, si iban a hacer negocios debían verse a la cara. -¿Usted mandó a su criado Pierre a buscar a alguien que la ayude en “sus planes”?, ¿y su criado Pierre piensa que ese alguien puedo ser yo?- Lanzó algunas ideas al airea esperando que ella las estuviese agarrando.

-¿Y cuáles son sus planes exactamente?- Sí, eso era muy importante. Él no se iba a meter en cualquier negocio turbio y mucho menos con una mujer, las mujeres eran de lo más engañosas y lo sabía por experiencia. –Si planea asesinar a alguien puedo decirle que es el momento perfecto para que de media vuelta y se vaya por donde vino.-

por Invitado Dom Mar 06, 2011 11:45 am

El frío cañón de la pistola volvió a presionar contra su cuello un instante antes de retirarse y Victoria volvió a respirar hondo después de varios minutos, ya que hasta ahora había estado respirando de una manera muy superficial, intentando moverse lo menos posible, intentando que ninguna de sus acciones alterase al bandido. Pero el respiró le duro bien poco…

Una fuerte bota golpeó contra su mano con fuerza, obligándola a soltar el arma, que cayó al suelo con un sonido sordo y se hundió en un sucio charco de agua. Soltó un jadeo mientras se apretaba la mano contra el pecho, resistiendo el dolor de aquel golpe. Los ojos se le empañaron por las lágrimas y durante unos momentos pensó que le había roto la mano.

Por suerte no fue así. A pesar del dolor, aún podía mover los dedos.

El hombre se disculpó, pero la disculpa no le servía de nada. Podría haberle pedido educadamente que dejase el arma en el suelo en vez de patearle la mano de ese modo. Pero estaba expuesta a ese tipo de cosas allí, ¿cierto?

Debía ser fuerte.

Parpadeó varias veces alejando las lágrimas y enfocó los ojos en él. Se había deshecho del pañuelo que le cubría el rostro y ahora podía ver sus rasgos con total claridad. Lo primero que pensó fue que seguía viéndose tan amenazador como minutos antes; luego, admitió para sí misma que era un hombre atractivo, a pesar de estar curtido en la calle. Era más joven de lo que había pensado y conservaba todos los dientes.

-No, Pierre me habló de usted. Me sugirió que podría ayudarme. Yo no lo mandé en su búsqueda -lo corrigió ella, luego abrió los ojos de par en par al escuchar lo que sugería-. ¡Oh, no, monsieur! No quiero que mate a nadie, sólo quiero que me ayude a encontrarlo. La justicia se encargará de él después.

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