AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Recovering your smile... [Francois Grand]
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Recovering your smile... [Francois Grand]
"They're not that different from you, are they? same haircuts, full of hormones, just like you. Invincible, just like you feel. The world is their oyster; they believe they're destined for great things, just like many of you, their eyes are full of hope, just like you..."
Un día más, ¿cuántos no había vivido ya? Había perdido la cuenta, sin embargo, cada día le era más fácil mezclarse con los humanos; aquellas creaturas que tanto repudiaba pero que a la vez tanto le divertían… su cabellera de fuego sobresaltaba entre todos, los rozaba y pareciera que los quemara puesto que las reacciones eran de lo más diversas.
No prestó atención a las miradas, y siguió caminando con una amplia sonrisa en su cara, tan enternecedora y seductora como solo ella podía serlo, ¿A qué lugar estaba yendo?... como si le importara, había recorrido ya los lugares más inmundos del continente y la mayoría se centraba en las calles parisinas, a la vista de los hombres ella no era más que la presa perfecta: inocente, hermosa y de gala en el lugar menos indicado; se topó con una puerta levantó la mirada y vió un letrero de madera corroída, despintada y que indicaba la entrada a una vieja taberna.
Esbozó una ligera sonrisa que perfilaba y delineaba más su hermosos labios, empujó la puerta y entró al lugar recibiendo de lleno una sincronía de olores que a cualquier humano aturdirían, sudor, orina, embriaguez y perdición; caminó directo a la barra mientras, enredado en los demás olores, localizó uno muy familiar, esa sangre era difícil de olvidar esos latidos tan sincrónicos los llevaba resonando en su cabeza desde el día que se topó con él.
- Vino, signore
Se dirigió al hombre detrás de la barra, un hombre robusto y con cara de pocos amigos y una barba que posiblemente cualquier barbero desearía cortar.
- ¿En donde cree que está?... que no ve que…
No terminó la frase, ya que levantó la mirada y se topó con esos celestes ojos tan penetrantes y esa cabellera de fuego recojida en un chongo con algunos cabos sueltos que enmarcaban un rostro tan celestial que había hecho que varios de los presentes derramaran sus tragos al verla, el hombre trago saliva y tartamudeo recorriendo con los ojos la blanca piel llena de pecas que estaba al descubierto.
- V-vino…si…si si, el mejor de la casa
Se apresuró a buscar una botella en la cava de detrás del mostrador, empolvada y llena, su propia reserva.
- Eso lo comprobaré yo… llévela hacia allá, por favor
Sonrió al hombre y le indicó una mesa de una esquina del lugar ocupada por un hombre, y se encaminó hacia él.
Olfateó levemente el aura que despedía y se embriago con el aroma, quizás también por el efecto del alcohol mezclado con la sangre de aquel hombre; sonrió divertida y se sentó en la silla frente a él.
No prestó atención a las miradas, y siguió caminando con una amplia sonrisa en su cara, tan enternecedora y seductora como solo ella podía serlo, ¿A qué lugar estaba yendo?... como si le importara, había recorrido ya los lugares más inmundos del continente y la mayoría se centraba en las calles parisinas, a la vista de los hombres ella no era más que la presa perfecta: inocente, hermosa y de gala en el lugar menos indicado; se topó con una puerta levantó la mirada y vió un letrero de madera corroída, despintada y que indicaba la entrada a una vieja taberna.
Esbozó una ligera sonrisa que perfilaba y delineaba más su hermosos labios, empujó la puerta y entró al lugar recibiendo de lleno una sincronía de olores que a cualquier humano aturdirían, sudor, orina, embriaguez y perdición; caminó directo a la barra mientras, enredado en los demás olores, localizó uno muy familiar, esa sangre era difícil de olvidar esos latidos tan sincrónicos los llevaba resonando en su cabeza desde el día que se topó con él.
- Vino, signore
Se dirigió al hombre detrás de la barra, un hombre robusto y con cara de pocos amigos y una barba que posiblemente cualquier barbero desearía cortar.
- ¿En donde cree que está?... que no ve que…
No terminó la frase, ya que levantó la mirada y se topó con esos celestes ojos tan penetrantes y esa cabellera de fuego recojida en un chongo con algunos cabos sueltos que enmarcaban un rostro tan celestial que había hecho que varios de los presentes derramaran sus tragos al verla, el hombre trago saliva y tartamudeo recorriendo con los ojos la blanca piel llena de pecas que estaba al descubierto.
- V-vino…si…si si, el mejor de la casa
Se apresuró a buscar una botella en la cava de detrás del mostrador, empolvada y llena, su propia reserva.
- Eso lo comprobaré yo… llévela hacia allá, por favor
Sonrió al hombre y le indicó una mesa de una esquina del lugar ocupada por un hombre, y se encaminó hacia él.
Olfateó levemente el aura que despedía y se embriago con el aroma, quizás también por el efecto del alcohol mezclado con la sangre de aquel hombre; sonrió divertida y se sentó en la silla frente a él.
Aleeah Cappelletti- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 700
Fecha de inscripción : 13/10/2010
Edad : 347
Localización : Donde tu sombra se forme
Re: Recovering your smile... [Francois Grand]
¿Seis?, ¿siete?, ¿cuántos vasos de cerveza había pedido ya? No lograba recordar, lo único que tenía claro era que pensaba gastar todo el dinero que llevaba en sus bolsillos en alcohol. Quería embriagarse, perder el conocimiento y dormir sin preocupaciones al menos por una noche. Poco le importaba las consecuencias del mañana, igual, ¿qué era lo peor que le podía pasar?, ¿amanecer con un dolor de cabeza mortal y ser incapaz de levantarse? ¡Bah! No le hacía daño a nadie si, aunque sea por un día, no hacía nada más que dormir y dormir.
Con todo eso en mente, vació el contenido de su sexto o séptimo vaso y lo regresó de un golpetón a la mesa para llamar la atención del encargado. –Monsieur.- Se dirigió al señor que acababa de plantarse justo al frente de él. Lo miraba con cierto desagrado, seguro pensaba que ya no tenía plata para pagar por más tragos. –Otro más, s'il vous plaît.- El mesero lo miró con recelo y enarcó una ceja. ¿Qué le ocurría?, ¿acaso no entendía la orden que François le estaba dando? El felino enarcó una ceja también y se inclinó un poco hacia el frente para penetrarlo con la mirada, era una técnica intimidatoria que casi siempre le servía. –Dije que otro más Monsieur. De esos.- Señaló el vaso que acababa de vaciar. –Y llévese ya algunos de estos vasos, me están estorbando.- Apuntó ahora hacia el desorden de la mesa y echó su cuerpo hacia atrás para apoyarse en el respaldar de la silla.
Miró hacia otro lado mientras el joven realizaba su labor. Su vista se enfocó en una mesa que se encontraba casi a la entrada. Estaba siendo ocupada por varios señores que vestían prendas elegantísimas. Hablaban y hablaban sin si quiera darle un sorbo a sus bebidas las cuales yacían intactas en la superficie de la mesa. Hablaban y reían, se miraban el uno al otro y reían, tal vez y estaban cerrando algún negocio y platicaban de cosas importantísimas de las que él no podía siquiera soñar con entender.
-Merci.- Le dijo al mesero con tono en cuanto sintió que se alejaba sin apartar la vista de aquella mesa. Como le gustaría a él ser uno de ellos: vestir ropas finas, saber mucho de muchas cosas, discutir sobre libros, sobre política, asistir a fiestas de alta sociedad y… Elevó la mirada casi que en cámara lenta, algún inoportuno se había puesto de pie justo en frente de él, arruinándole toda la vista. Al llegar al rostro de aquel –que ahora resultaba ser aquella- la reconoció de inmediato, ¿cómo olvidarla? Su pelo, por sí solo, era inolvidable. Además era el ser más fastidioso que haya conocido jamás.
-Usted…- Pronunció intentando ocultar su tono de desagrado, nunca le había gustado poner en evidencia sus sentimientos, ni siquiera los negativos. -¿Qué la trae por aquí, madame? Hubiera jurado que estabais en vuestro castillo siendo atendida por vuestros sirvientes.- Era obvio que estaba siendo sarcástico. No podía evitarlo, le gustaba siempre hacerle ver que estaba “fuera de su territorio”. ¿Qué quería ella allí?, ¿burlarse de los que menos tenían?
Con todo eso en mente, vació el contenido de su sexto o séptimo vaso y lo regresó de un golpetón a la mesa para llamar la atención del encargado. –Monsieur.- Se dirigió al señor que acababa de plantarse justo al frente de él. Lo miraba con cierto desagrado, seguro pensaba que ya no tenía plata para pagar por más tragos. –Otro más, s'il vous plaît.- El mesero lo miró con recelo y enarcó una ceja. ¿Qué le ocurría?, ¿acaso no entendía la orden que François le estaba dando? El felino enarcó una ceja también y se inclinó un poco hacia el frente para penetrarlo con la mirada, era una técnica intimidatoria que casi siempre le servía. –Dije que otro más Monsieur. De esos.- Señaló el vaso que acababa de vaciar. –Y llévese ya algunos de estos vasos, me están estorbando.- Apuntó ahora hacia el desorden de la mesa y echó su cuerpo hacia atrás para apoyarse en el respaldar de la silla.
Miró hacia otro lado mientras el joven realizaba su labor. Su vista se enfocó en una mesa que se encontraba casi a la entrada. Estaba siendo ocupada por varios señores que vestían prendas elegantísimas. Hablaban y hablaban sin si quiera darle un sorbo a sus bebidas las cuales yacían intactas en la superficie de la mesa. Hablaban y reían, se miraban el uno al otro y reían, tal vez y estaban cerrando algún negocio y platicaban de cosas importantísimas de las que él no podía siquiera soñar con entender.
-Merci.- Le dijo al mesero con tono en cuanto sintió que se alejaba sin apartar la vista de aquella mesa. Como le gustaría a él ser uno de ellos: vestir ropas finas, saber mucho de muchas cosas, discutir sobre libros, sobre política, asistir a fiestas de alta sociedad y… Elevó la mirada casi que en cámara lenta, algún inoportuno se había puesto de pie justo en frente de él, arruinándole toda la vista. Al llegar al rostro de aquel –que ahora resultaba ser aquella- la reconoció de inmediato, ¿cómo olvidarla? Su pelo, por sí solo, era inolvidable. Además era el ser más fastidioso que haya conocido jamás.
-Usted…- Pronunció intentando ocultar su tono de desagrado, nunca le había gustado poner en evidencia sus sentimientos, ni siquiera los negativos. -¿Qué la trae por aquí, madame? Hubiera jurado que estabais en vuestro castillo siendo atendida por vuestros sirvientes.- Era obvio que estaba siendo sarcástico. No podía evitarlo, le gustaba siempre hacerle ver que estaba “fuera de su territorio”. ¿Qué quería ella allí?, ¿burlarse de los que menos tenían?
Invitado- Invitado
Re: Recovering your smile... [Francois Grand]
Rodeó la mesa sin decir palabra y se sentó frente a él apoyando los codos en la tabla y su barbilla sobre sus manos, fijando la intensidad del azul de sus orbes en los de aquel viejo ¿conocido?, desde aquel día en el callejon sin proponérselo ella se había vuelto su peor pesadilla… no, no era tan inocente, se había propuesto serlo, su olor la alteraba y su sangre se había vuelto como una maldita droga que una vez dentro de su sistema, se adhirió a sus entrañas reclamando sus sentidos como suyos.
-Yo…
Imitó el tono del cambiaformas con una sonrisa simplona en su rostro de porcelana comenzando a juguetear con uno de los vasos vacíos; no podía evitar mirarlo con cierto aire burlón y sarcástico, esa falta de aristocrásia y el deseo reprimido de ser alguien importante y que le remarcara inconscientemente que ella tenía la fortuna que él deseaba la exitaba a sobre manera.
-¿Qué no puedo salir a pasear y a juntarme con la gente?... me maravilla lo fácil que es para ellos el creer que con esto borraran todo
Levantó el vaso mirándolo a contraluz en busca de algún defecto, inspeccionándolo a detalle para después colocarlo entre ella y François. Sabía cuánto odiaba encontrarla, estaba consciente de que su cuerpo temblaba de ira y miedo al verla… y no había cosa que la embriagara más que el olor que despedía su cuerpo cuando la adrenalina entraba a su torrente sanguíneo preparándolo para lo que fuera.
-¿Tú qué haces por aquí?...Aparte de intentar ahogar las penas
Rió colocando de golpe el vaso en el centro de la mesa y volviendo a posar sus azules ojos en los de aquel sujeto.
-Además se que te alegra verme, en el fondo deseas toparte de nuevo conmigo y por eso robas casi siempre por los mismos lados por donde nos hemos encontrado…
Le dedicó una sonrisa llena de sensualidad, perversión y sadismo, le divertía provocarlo e incitarlo a que diera batalla, encendía a sobre manera las fibras dormidas de su ser la sacaba del aburrimiento que vivía cada noche, era la única presa que le daba batalla y que por su ímpetu y feroz carácter había logrado provocar en ella el deseo de mantenerle vivo para su entretenimiento personal… al final de cuentas el titiritero decide cuales son las mejores marionetas.
El mesero se acercó con la botella en mano mirándola embelesado, la vampireza levantó la mirada dirigiéndola al regordete humano que mas que nada parecía una estatua, le sonrió y con la mano indicó que le sirviera a su acompañante, el mesero asintió girándose hacia François e inevitablemente hizo una mueca al verle; no era que fuera un engendro deforme ni nada por el estilo, pero su aspecto desarreglado y sus ropas desteñidas no eran lo que aquel hombre esperaba como acompañante de la dama, aún así le sirvió una copa.
-Si has de beber… al menos bebe algo que valga la pena
Levantó su copa esperando que el mesero la llenara, una vez hecho esto bebió un poco degustando el líquido con su lengua frotándolo contra el paladar cerrando los ojos suavemente.
-Pinot Noir… en efecto, el mejor que pudo tener en su cava
Le dedicó una sonrisa al mesero y regresó la mirada a su acompañante esperando a que bebiera.
-Yo…
Imitó el tono del cambiaformas con una sonrisa simplona en su rostro de porcelana comenzando a juguetear con uno de los vasos vacíos; no podía evitar mirarlo con cierto aire burlón y sarcástico, esa falta de aristocrásia y el deseo reprimido de ser alguien importante y que le remarcara inconscientemente que ella tenía la fortuna que él deseaba la exitaba a sobre manera.
-¿Qué no puedo salir a pasear y a juntarme con la gente?... me maravilla lo fácil que es para ellos el creer que con esto borraran todo
Levantó el vaso mirándolo a contraluz en busca de algún defecto, inspeccionándolo a detalle para después colocarlo entre ella y François. Sabía cuánto odiaba encontrarla, estaba consciente de que su cuerpo temblaba de ira y miedo al verla… y no había cosa que la embriagara más que el olor que despedía su cuerpo cuando la adrenalina entraba a su torrente sanguíneo preparándolo para lo que fuera.
-¿Tú qué haces por aquí?...Aparte de intentar ahogar las penas
Rió colocando de golpe el vaso en el centro de la mesa y volviendo a posar sus azules ojos en los de aquel sujeto.
-Además se que te alegra verme, en el fondo deseas toparte de nuevo conmigo y por eso robas casi siempre por los mismos lados por donde nos hemos encontrado…
Le dedicó una sonrisa llena de sensualidad, perversión y sadismo, le divertía provocarlo e incitarlo a que diera batalla, encendía a sobre manera las fibras dormidas de su ser la sacaba del aburrimiento que vivía cada noche, era la única presa que le daba batalla y que por su ímpetu y feroz carácter había logrado provocar en ella el deseo de mantenerle vivo para su entretenimiento personal… al final de cuentas el titiritero decide cuales son las mejores marionetas.
El mesero se acercó con la botella en mano mirándola embelesado, la vampireza levantó la mirada dirigiéndola al regordete humano que mas que nada parecía una estatua, le sonrió y con la mano indicó que le sirviera a su acompañante, el mesero asintió girándose hacia François e inevitablemente hizo una mueca al verle; no era que fuera un engendro deforme ni nada por el estilo, pero su aspecto desarreglado y sus ropas desteñidas no eran lo que aquel hombre esperaba como acompañante de la dama, aún así le sirvió una copa.
-Si has de beber… al menos bebe algo que valga la pena
Levantó su copa esperando que el mesero la llenara, una vez hecho esto bebió un poco degustando el líquido con su lengua frotándolo contra el paladar cerrando los ojos suavemente.
-Pinot Noir… en efecto, el mejor que pudo tener en su cava
Le dedicó una sonrisa al mesero y regresó la mirada a su acompañante esperando a que bebiera.
Aleeah Cappelletti- Vampiro Clase Alta
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Localización : Donde tu sombra se forme
Re: Recovering your smile... [Francois Grand]
-Claro que puede, madame.- Siguió su conversación haciendo un esfuerzo sobrehumano por ser tan elegante como fuese capaz. No se iba a permitir construir mal alguna oración, o usar palabras altisonantes frente a aquella mujer, eso era darle la oportunidad de burlársele y de restregarle en la cara su nula educación. –Es sólo que las personas…- Detuvo el hablar, ¿podía dirigirse a ella como “persona”? De hecho no podía, pero eso no venía al caso. -… de su clase no acostumbran a visitar esta clase de bares.- Le señaló con un dedo, y de manera discreta, el techo y las paredes sólo para que se dé una idea de dónde estaba metida por si no se había dado cuenta ya.
-Los humanos tienen muy mala memoria por si no lo sabía.- Comentó en voz baja como respuesta a su segunda frase. –Olvidan las cosas con tanta facilidad. Es más, ni siquiera creo que necesiten de esto.- Señaló, al igual que ella, uno de los vasos vacíos pero no se lo puso a examinar con tanto detenimiento, eso se veía muy mal. Es más, el señor junto a ellos ya estaba comenzando a mirarlos con extrañeza y eso lo estaba incomodando. Abrió y cerró las manos con cierta desesperación y estuvo a punto que deje el vaso en la mesa de una buena vez. Pero no fue necesario, ella ya lo había hecho.
-¿Intentar ahogar las penas?- La miró con una ceja completamente enarcada. ¿Qué le hacía a ella pensar que él, François Grand, necesitaba “ahogar las penas”? –No estoy aquí por eso, madame.- La educación ante todo, no iba a darle el lujo de perder el control frente a sus ojos, así como tampoco iba a darle más detalles del por qué estaba allí aquella noche.
Dio por terminado el tema de conversación y sus vivaces ojos comenzaron a recorrer nuevamente todas y cada una de las mesas, y no le gustó para nada el haberse percatado que al menos seis personas los miraba por el rabillo del ojos. Genial, era sencillamente genial. Él estaba tan bien, tomando tranquilamente en la mesa de la esquina, sin llamar la atención de nadie y llegaba ella y lo convertía en el centro de atención.
“Además se que te alegra verme, en el fondo deseas toparte de nuevo conmigo y por eso robas casi siempre por los mismos lados por donde nos hemos encontrado…”
Dejó de mirar a sus alrededores y se enfocó en ella, dedicándole una mirada fulminante digna de un auténtico felino. Pensó en saltarle al cuello en ese mismo instante, en ahorcarla hasta matarla, pero… debía ser sensato, no lo iba a hacer. Además, dudaba mucho que un apretón a la yugular le afectase en demasía. Optó mejor por sonreír, por soltar una carcajada de lo más falsa y negar con la cabeza. – ¡Qué sentido del humor tiene usted, madame!- Era una frase simple, pero si se la analizaba con detenimiento se podía concluir mucho con ella. Prácticamente era como estar diciendo: “Aquello que dijiste, es lo más inverosímil que he escuchado jamás”. –Yo la verdad creo que es lo opuesto, ¿no será usted la que anda tras de mí?- Clavó sus ojos en los de ella y se inclinó hacia delante sólo un poco. Con Aleeah debía manejarse con cuidado, le bastaba aquella herida en su cuello para saber de lo que era capaz.
Para fortuna suya, en ese instante llegó el mesero con una botella acabando con la tensión que se había acumulado en el ambiente. François no sabía bien que contenía pero no lucía como nada que haya tomado jamás. La vampiresa le indicó al señor que le sirviese a él y este obedeció con una cara de repulsión dibujada en su rostro. –Imbécil.- Pensó para sus adentros, mientras que en su cara se dibujaba una sonrisa de agradecimiento. –Merci.- Pronunció en cuanto su copa estuvo llena.
Aleeah le dijo que bebiese, que aquello “valía la pena”, pero François no se confiaba del todo. No alzó si quiera la copa hasta que la vio a ella llevársela a los labios y tomar, sólo allí pudo estar seguro de que no le intentaba dar alguna especie de veneno. Ahora sí, se levantó la copa y, tal y como había hecho con sus cervezas, se la acabó de un sólo trago. Imitó a Aleeah y comenzó a “degustar” sólo que él hacía extraños sonidos al pegar y despegar su lengua del paladar. –No le encuentro la gracia, madame.- Habló por fin. –Prefiero la cerveza, me sirven más y usan vasos, no éstas ridículas copas.- Levantó su copa con cuidado para examinarla por todos los ángulos y luego la puso en la mesa.
-Bueno madame.- Se puso de pie y la miró con una sonrisa dibujada en su rostro. Pobre de ella, seguro había comprado aquel vino tan caro para compartir con él y ahora la dejaba plantada. –La dejaré “ahogando sus penas”.- Hizo uso de la misma frase que ella simplemente para molestarla todavía más.
-Los humanos tienen muy mala memoria por si no lo sabía.- Comentó en voz baja como respuesta a su segunda frase. –Olvidan las cosas con tanta facilidad. Es más, ni siquiera creo que necesiten de esto.- Señaló, al igual que ella, uno de los vasos vacíos pero no se lo puso a examinar con tanto detenimiento, eso se veía muy mal. Es más, el señor junto a ellos ya estaba comenzando a mirarlos con extrañeza y eso lo estaba incomodando. Abrió y cerró las manos con cierta desesperación y estuvo a punto que deje el vaso en la mesa de una buena vez. Pero no fue necesario, ella ya lo había hecho.
-¿Intentar ahogar las penas?- La miró con una ceja completamente enarcada. ¿Qué le hacía a ella pensar que él, François Grand, necesitaba “ahogar las penas”? –No estoy aquí por eso, madame.- La educación ante todo, no iba a darle el lujo de perder el control frente a sus ojos, así como tampoco iba a darle más detalles del por qué estaba allí aquella noche.
Dio por terminado el tema de conversación y sus vivaces ojos comenzaron a recorrer nuevamente todas y cada una de las mesas, y no le gustó para nada el haberse percatado que al menos seis personas los miraba por el rabillo del ojos. Genial, era sencillamente genial. Él estaba tan bien, tomando tranquilamente en la mesa de la esquina, sin llamar la atención de nadie y llegaba ella y lo convertía en el centro de atención.
“Además se que te alegra verme, en el fondo deseas toparte de nuevo conmigo y por eso robas casi siempre por los mismos lados por donde nos hemos encontrado…”
Dejó de mirar a sus alrededores y se enfocó en ella, dedicándole una mirada fulminante digna de un auténtico felino. Pensó en saltarle al cuello en ese mismo instante, en ahorcarla hasta matarla, pero… debía ser sensato, no lo iba a hacer. Además, dudaba mucho que un apretón a la yugular le afectase en demasía. Optó mejor por sonreír, por soltar una carcajada de lo más falsa y negar con la cabeza. – ¡Qué sentido del humor tiene usted, madame!- Era una frase simple, pero si se la analizaba con detenimiento se podía concluir mucho con ella. Prácticamente era como estar diciendo: “Aquello que dijiste, es lo más inverosímil que he escuchado jamás”. –Yo la verdad creo que es lo opuesto, ¿no será usted la que anda tras de mí?- Clavó sus ojos en los de ella y se inclinó hacia delante sólo un poco. Con Aleeah debía manejarse con cuidado, le bastaba aquella herida en su cuello para saber de lo que era capaz.
Para fortuna suya, en ese instante llegó el mesero con una botella acabando con la tensión que se había acumulado en el ambiente. François no sabía bien que contenía pero no lucía como nada que haya tomado jamás. La vampiresa le indicó al señor que le sirviese a él y este obedeció con una cara de repulsión dibujada en su rostro. –Imbécil.- Pensó para sus adentros, mientras que en su cara se dibujaba una sonrisa de agradecimiento. –Merci.- Pronunció en cuanto su copa estuvo llena.
Aleeah le dijo que bebiese, que aquello “valía la pena”, pero François no se confiaba del todo. No alzó si quiera la copa hasta que la vio a ella llevársela a los labios y tomar, sólo allí pudo estar seguro de que no le intentaba dar alguna especie de veneno. Ahora sí, se levantó la copa y, tal y como había hecho con sus cervezas, se la acabó de un sólo trago. Imitó a Aleeah y comenzó a “degustar” sólo que él hacía extraños sonidos al pegar y despegar su lengua del paladar. –No le encuentro la gracia, madame.- Habló por fin. –Prefiero la cerveza, me sirven más y usan vasos, no éstas ridículas copas.- Levantó su copa con cuidado para examinarla por todos los ángulos y luego la puso en la mesa.
-Bueno madame.- Se puso de pie y la miró con una sonrisa dibujada en su rostro. Pobre de ella, seguro había comprado aquel vino tan caro para compartir con él y ahora la dejaba plantada. –La dejaré “ahogando sus penas”.- Hizo uso de la misma frase que ella simplemente para molestarla todavía más.
Invitado- Invitado
Re: Recovering your smile... [Francois Grand]
Lo miró sin desdibujar aquella sonrisa simplona y perlada de su boca, escuchando atenta a todo lo que aquel hombre le decía, podía oler los cambios de humor brotando por cada poro de su bronceada piel, reprimía ese instinto asesino y despiadado que lo inundaba cada que la veía u oía decir algo que le erizaba los pelos de la nuca.
-¿Yo estar tras de ti? Vamos, de verdad crees que alguien como tú puede tener algo que capte mi atención ¿Qué puedes tu ofrecerme si no eres mas que un simple…?
Daría en el blanco, sabía perfectamente cual era el punto débil de aquel hombre, sostuvo una imperceptible sonrisa en su expresión que demostraba el retorcido placer que le producía el humillarlo, alzó su copa en una satírica señal de brindis hacia él.
-Claro ¿cómo le encontrarías gracia a algo tan delicado, cuando tu garganta ya se ha acostumbrado al amargo sabor de la cerveza?
Rió por lo bajo entrecerrando los ojos al acercarse de nueva cuenta la copa a los labios para darle otro pequeño sorbo y después recargarse en el respaldo de su asiento, le dedicó una mirada llena de superioridad paseando sus ojos por toda la extensión de su figura remarcándole ese sentimiento tan repudiado orgullo y falsedad.
-Mis penas se ahogaron hace muchos años, por lo que esto…-levantó la copa- … es por mero placer memorial.
Volvió a dejar la copa en la mesa para sacar de por la parte baja de su corsé, en la misma unión de este con la falda, un pequeño saco de gamuza roja con hilos dorados dibujados y un lazo del mismo color en la jareta, colocó su contenido en la mesa un brillante montículo de monedas de oro y comenzó a jugar con una de ellas.
-Signore, ¿me haría el favor de saldar la cuenta de del caballero que está por retirarse?
Llamó al mesero entregándole dos monedas del montículo, posiblemente con una sola bastaría para pagar el consumo de alcohol de François y la botella de vino que pidió ella, pero realmente no le importaba si recuperaba el cambio o no.
-¿Realmente piensas que darme la espalda es la mejor opción?
Sonrió de lado haciendo que en su rostro, aunque de belleza inigualable, se viera reflejada una lascividad digna de cualquier demonio, ¿amenaza? Quizás por que ambos sabían perfectamente de lo que ella era capaz
-Supongamos que te dejo ir… sabes que en algún momento nos volveremos a encontrar porque tus pasos te guiarán de vuelta hacia mí, una vez marcado por el diablo siempre serás cazado.
No lo miró, sabía que le humillaría y lastimaría mas su orgullo si todo eso lo decía al aire sin darle la suficiente importancia y valor a la persona que tenía delante suyo , pasó un dedo por el filo de la copa, rozándolo apenas, provocando que despidiera un sonido agudo, lastimero pero entonado.
¿Qué se proponía? Provocarlo a sobre manera, tentándolo con las monedas, irritándolo con el sonido, humillándolo con su voz.
-¿Yo estar tras de ti? Vamos, de verdad crees que alguien como tú puede tener algo que capte mi atención ¿Qué puedes tu ofrecerme si no eres mas que un simple…?
Daría en el blanco, sabía perfectamente cual era el punto débil de aquel hombre, sostuvo una imperceptible sonrisa en su expresión que demostraba el retorcido placer que le producía el humillarlo, alzó su copa en una satírica señal de brindis hacia él.
-Claro ¿cómo le encontrarías gracia a algo tan delicado, cuando tu garganta ya se ha acostumbrado al amargo sabor de la cerveza?
Rió por lo bajo entrecerrando los ojos al acercarse de nueva cuenta la copa a los labios para darle otro pequeño sorbo y después recargarse en el respaldo de su asiento, le dedicó una mirada llena de superioridad paseando sus ojos por toda la extensión de su figura remarcándole ese sentimiento tan repudiado orgullo y falsedad.
-Mis penas se ahogaron hace muchos años, por lo que esto…-levantó la copa- … es por mero placer memorial.
Volvió a dejar la copa en la mesa para sacar de por la parte baja de su corsé, en la misma unión de este con la falda, un pequeño saco de gamuza roja con hilos dorados dibujados y un lazo del mismo color en la jareta, colocó su contenido en la mesa un brillante montículo de monedas de oro y comenzó a jugar con una de ellas.
-Signore, ¿me haría el favor de saldar la cuenta de del caballero que está por retirarse?
Llamó al mesero entregándole dos monedas del montículo, posiblemente con una sola bastaría para pagar el consumo de alcohol de François y la botella de vino que pidió ella, pero realmente no le importaba si recuperaba el cambio o no.
-¿Realmente piensas que darme la espalda es la mejor opción?
Sonrió de lado haciendo que en su rostro, aunque de belleza inigualable, se viera reflejada una lascividad digna de cualquier demonio, ¿amenaza? Quizás por que ambos sabían perfectamente de lo que ella era capaz
-Supongamos que te dejo ir… sabes que en algún momento nos volveremos a encontrar porque tus pasos te guiarán de vuelta hacia mí, una vez marcado por el diablo siempre serás cazado.
No lo miró, sabía que le humillaría y lastimaría mas su orgullo si todo eso lo decía al aire sin darle la suficiente importancia y valor a la persona que tenía delante suyo , pasó un dedo por el filo de la copa, rozándolo apenas, provocando que despidiera un sonido agudo, lastimero pero entonado.
¿Qué se proponía? Provocarlo a sobre manera, tentándolo con las monedas, irritándolo con el sonido, humillándolo con su voz.
Aleeah Cappelletti- Vampiro Clase Alta
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Re: Recovering your smile... [Francois Grand]
-Pues entonces la dejo sola recordando los días en que tomaba para ahogar sus penas.- Volvió a sonreír para ahora sí retirarse, pero captó cierto movimiento sospechoso a la altura de la cintura de Aleeah y no pudo evitar dirigir sus vedárseos ojos a aquel lugar, ¿acaso pensaba atacarlo?, ¿allí, frente a todos? Miró rápidamente a la izquierda y a la derecha, buscando lugares en los cuales poder refugiarse de lo que sea que estuviese bajo su falda hasta que vio lo que era: una pequeña bolsita. Giró la cabeza y fingió no haberse preocupado en lo absoluto, eso sí, permaneció vigilando sus movimientos por el rabillo de su ojo izquierdo.
Escuchó un inconfundible tintinear y enseguida supo que se trataba de monedas de oro. Sí, oro, él podía reconocer ese dulce sonido a metros. Pero, ¿qué pensaba hacer Aleeah con aquel dinero?
“Signore, ¿me haría el favor de saldar la cuenta de del caballero que está por retirarse?”
Ah… eso. –Vaya madame, que generosa que es con sus súbditos. ¿Está acumulando indulgencias para no condenarse al final de los tiempos?- No pudo evitar clavar su ponzoña. Era cierto que se tenía que ir, pero podía tomarse su tiempo en la retirada. Es más, ni siquiera era que se tenía que ir, sólo se iba porque ella estaba allí. Porque de nunca haber llegado, él todavía seguiría tomando.
A continuación dijo algo de darle la espalda, y agregó más y más cosas sin sentido que no hicieron más que provocarle una rabia interna que se proyectó al exterior a manera de una sonrisa auto suficiente. –Jamás le daría la espalda a alguien como usted. Si me voy a retirar, será mirándola a los ojos, así no tendrá oportunidad de apuñalarme.- Clavó sus pupilas en ella. -¿Y a qué se refiere con “dejarme ir”?- Preguntó aunque realmente no quería saber la repuesta porque era más que obvio que lo iba a enojar. –Yo no tengo que pedirle permiso a nadie, me voy cuando quiero y a donde yo quiero.- Tomó aire y adoptó una posición erguida. –Realmente debería dejar de alabarse tanto, no es ni la mitad de buena de lo que cree que es, y si nos hemos encontrado en más de una ocasión ha sido por simple casualidad. Simple casualidad.- Repitió aquellas últimas palabras por si acaso no habían quedado lo suficientemente claras.
-¡Ah! Y podría dejar ya sus amenazas porque creo que ambos nos hemos dado cuenta que…- Se encogió de hombros. -…no funcionan.- Una última sonrisa y dio media vuelta sin siquiera despedirse. Caminó a grandes zancadas hasta salir por la puerta trasera a un callejón oscuro y abandonado. Se arrimó inmediatamente a la pared y sonrió: el corazón le latía a mil. Le excitaba el saber que ella vendría tras él, que lo atacaría.
Escuchó un inconfundible tintinear y enseguida supo que se trataba de monedas de oro. Sí, oro, él podía reconocer ese dulce sonido a metros. Pero, ¿qué pensaba hacer Aleeah con aquel dinero?
“Signore, ¿me haría el favor de saldar la cuenta de del caballero que está por retirarse?”
Ah… eso. –Vaya madame, que generosa que es con sus súbditos. ¿Está acumulando indulgencias para no condenarse al final de los tiempos?- No pudo evitar clavar su ponzoña. Era cierto que se tenía que ir, pero podía tomarse su tiempo en la retirada. Es más, ni siquiera era que se tenía que ir, sólo se iba porque ella estaba allí. Porque de nunca haber llegado, él todavía seguiría tomando.
A continuación dijo algo de darle la espalda, y agregó más y más cosas sin sentido que no hicieron más que provocarle una rabia interna que se proyectó al exterior a manera de una sonrisa auto suficiente. –Jamás le daría la espalda a alguien como usted. Si me voy a retirar, será mirándola a los ojos, así no tendrá oportunidad de apuñalarme.- Clavó sus pupilas en ella. -¿Y a qué se refiere con “dejarme ir”?- Preguntó aunque realmente no quería saber la repuesta porque era más que obvio que lo iba a enojar. –Yo no tengo que pedirle permiso a nadie, me voy cuando quiero y a donde yo quiero.- Tomó aire y adoptó una posición erguida. –Realmente debería dejar de alabarse tanto, no es ni la mitad de buena de lo que cree que es, y si nos hemos encontrado en más de una ocasión ha sido por simple casualidad. Simple casualidad.- Repitió aquellas últimas palabras por si acaso no habían quedado lo suficientemente claras.
-¡Ah! Y podría dejar ya sus amenazas porque creo que ambos nos hemos dado cuenta que…- Se encogió de hombros. -…no funcionan.- Una última sonrisa y dio media vuelta sin siquiera despedirse. Caminó a grandes zancadas hasta salir por la puerta trasera a un callejón oscuro y abandonado. Se arrimó inmediatamente a la pared y sonrió: el corazón le latía a mil. Le excitaba el saber que ella vendría tras él, que lo atacaría.
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Re: Recovering your smile... [Francois Grand]
Se quedó en silencio escuchando todas esa palabras que salían de boca de François con un único propósito... herir, pero ¿herir a quién? en definitiva aquella ponzoña no era lo suficiente como para quebrantar el ego de un titán; aún así no le costaba nada el dramatizar para que aquel hombre se sintiera superior a ella.
Frunció su ceño y entreabrió la boca, como si sus labios de negaran a dejar escapar aquel sollozo ahogado en su garganta; a ojos de todos no era más que un bello ángel recibiendo las más burdas palabras, en una de las mesas cercanas a la suya se escuchaba el cuchicheo de los hombres que no tardarían en tomar cartas en el asunto pues aquella delicada dama estaba siendo ofendida y eso no se podía permitir...pero todos sabemos que lo que se ve, la mayoría de las veces, no es realmente lo que es.
Esperó, y mientras el cambiaformas seguía hablando se preparó, cambio sutil e imperceptible en su posición, el silencio se acrecentó y las palabras de aquel sujeto parecían estrellarse contra un pesado muro de melancolía, agachó la mirada ¿qué se oculta detrás del suave rostro tallado en porcelana? los artistas suelen ser hábiles con las manos... uno, dos, tres pasos he ahí el más grande de sus errores.
-¿De verdad crees que la presa escapará, cuando el cazador ha olido ya su sangre?
Derritió las palabras en su mente, escuchó el leve sonido de la suela corroida de sus zapatos al girar sobre su eje, levantó levemente la cabeza y sonrió, su rostro transformado por la sádica excitación de perseguir lo que por designio era suyo petrificó a mas de dos personas que estaban atentos a su movimiento pero para ella, si la notaban o no le tenía sin cuidado todo lo importante en ese momento se trataba de escabullir por la puerta trasera.
Podía escuchar su ritmo acelerado, percibír la adrenalina que convertía su sangre en un manjar digno de dioses, oler cada poro de su piel impregnada con el aroma de pequeñas gotas de sudor y eso solo lograba excitarla más ¿Cómo es posible que el miedo de otra persona sea el afrodisiaco alimento de otra? solo se logra tal situación cuando uno de los participantes es un hijo del diablo.
Permaneció refugiada en las sombras a una distancia relativamente corta del cuerpo de aquel hombre que poseía la droga mas fuerte capaz de someterla, recorrió hacia un lado la apertura lateral de su falda y obtuvo de ella su preciada daga, se valió de la luz de la luna para hacerla refulgir entre las sombras.
-¿Amenazas dijiste? mea culpa en ese caso, mis disculpas por no haberlo planteado de una manera mas... imperativa
Sonrió de lado caminando hacia él, un ángel en llamas ¡maldita su estampa!, se movió ¿acaso las sombras estaban de su parte? juego de ilusión, no voltees, no respires... demasiado tarde.
De la nada apareció a centímetros de su rostro, acorralandolo entre su cuerpo y la pared, el filo de la navaja comenzó su recorrido trazando suavemente el camino desde el muslo de Francois subiendo, reconociendo el territorio.
-¿No entiendes que por mas que huyas, terminarás cayendo en mi jaula? no eres gato eres un ratón y yo soy la ratonera
Brillante hoja de plata, subiendo por la burda tela, busca y rebusca ¿y que es lo que encuentra?, rasgó parte de la tela del pantalón de François siguió su camino por su abdomen, su pecho dejó la camisa mas decente que en jirones, se detuvo en su cuello amenazante y vigilante.
Frunció su ceño y entreabrió la boca, como si sus labios de negaran a dejar escapar aquel sollozo ahogado en su garganta; a ojos de todos no era más que un bello ángel recibiendo las más burdas palabras, en una de las mesas cercanas a la suya se escuchaba el cuchicheo de los hombres que no tardarían en tomar cartas en el asunto pues aquella delicada dama estaba siendo ofendida y eso no se podía permitir...pero todos sabemos que lo que se ve, la mayoría de las veces, no es realmente lo que es.
Esperó, y mientras el cambiaformas seguía hablando se preparó, cambio sutil e imperceptible en su posición, el silencio se acrecentó y las palabras de aquel sujeto parecían estrellarse contra un pesado muro de melancolía, agachó la mirada ¿qué se oculta detrás del suave rostro tallado en porcelana? los artistas suelen ser hábiles con las manos... uno, dos, tres pasos he ahí el más grande de sus errores.
-¿De verdad crees que la presa escapará, cuando el cazador ha olido ya su sangre?
Derritió las palabras en su mente, escuchó el leve sonido de la suela corroida de sus zapatos al girar sobre su eje, levantó levemente la cabeza y sonrió, su rostro transformado por la sádica excitación de perseguir lo que por designio era suyo petrificó a mas de dos personas que estaban atentos a su movimiento pero para ella, si la notaban o no le tenía sin cuidado todo lo importante en ese momento se trataba de escabullir por la puerta trasera.
Podía escuchar su ritmo acelerado, percibír la adrenalina que convertía su sangre en un manjar digno de dioses, oler cada poro de su piel impregnada con el aroma de pequeñas gotas de sudor y eso solo lograba excitarla más ¿Cómo es posible que el miedo de otra persona sea el afrodisiaco alimento de otra? solo se logra tal situación cuando uno de los participantes es un hijo del diablo.
Permaneció refugiada en las sombras a una distancia relativamente corta del cuerpo de aquel hombre que poseía la droga mas fuerte capaz de someterla, recorrió hacia un lado la apertura lateral de su falda y obtuvo de ella su preciada daga, se valió de la luz de la luna para hacerla refulgir entre las sombras.
-¿Amenazas dijiste? mea culpa en ese caso, mis disculpas por no haberlo planteado de una manera mas... imperativa
Sonrió de lado caminando hacia él, un ángel en llamas ¡maldita su estampa!, se movió ¿acaso las sombras estaban de su parte? juego de ilusión, no voltees, no respires... demasiado tarde.
De la nada apareció a centímetros de su rostro, acorralandolo entre su cuerpo y la pared, el filo de la navaja comenzó su recorrido trazando suavemente el camino desde el muslo de Francois subiendo, reconociendo el territorio.
-¿No entiendes que por mas que huyas, terminarás cayendo en mi jaula? no eres gato eres un ratón y yo soy la ratonera
Brillante hoja de plata, subiendo por la burda tela, busca y rebusca ¿y que es lo que encuentra?, rasgó parte de la tela del pantalón de François siguió su camino por su abdomen, su pecho dejó la camisa mas decente que en jirones, se detuvo en su cuello amenazante y vigilante.
Aleeah Cappelletti- Vampiro Clase Alta
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Re: Recovering your smile... [Francois Grand]
El callejón estaba en tinieblas y únicamente era alumbrado por el destello casi imperceptible de la luna. Se escuchaban sonidos por doquier y, cada uno de estos sonidos, hacía que los ojos del felino se moviesen a velocidades impresionantes para ubicar a la posible amenaza. Sabía que Aleeah estaba allí, estaba más que seguro que lo había seguido y que ahora se refugiaba en las sombras a la espera del momento perfecto para lanzar su ataque sorpresa. Podía sentirla e incluso podía olerla. Inhaló con fuerza y sonrió. Sí, aquel perfume no podía ser de nadie más.
-Sé que estas allí.- Advirtió sin separarse de la pared, al menos así aseguraba que no lo atacaría por la espalda. De repente, un pequeño destello destacó entre la penumbra, fue como el brillar de una estrella y no duró más de dos segundos, tiempo más que suficiente para que sus desarrollados ojos la ubicasen. –Allí estás.- Repitió para sus adentros y observó maravillado como poco a poco su agresora iba tomando forma, la forma de una hermosa pelirroja cuyo rostro no tenía nada que envidiarle a los rostros de los ángeles de aquellas pinturas renacentistas. Y no es que él sea un amante del arte.
-¿Más… imperativa?- No entendió su pregunta, o más bien no estaba prestando atención, había estado demasiado ocupado imaginando lo que pasaría a continuación y… sucedió exactamente como lo esperaba. Hubiera podido apartarse de haber querido pero creía que el juego era más divertido si tan sólo se dejaba acorralar. Y allí estaba, aprisionado entre la pared y el cuerpo de aquel demonio, con una daga recorriéndole la pierna que en lugar de asustarlo despertaba en él los más bajos instintos. Quería tomarla del rostro y besarla hasta quedar sin aliento pero eso no era permitido, no cuando tenía una fachada que mantener. Si ella quería algo de él, algo más de lo que ya tenía, tendría que ser ella la que lo pida.
Escuchó más palabras, palabras que buscaban hacerlo enojar, que atacaban directo a su orgullo y lo hacían quedar como “el débil de la situación”. Sin embargo la vampireza no lo estaba consiguiendo, había perdido la práctica; o tal vez era culpa de François que estaba disfrutando de más aquellas frías caricias que el arma corto punzante le brindaba. Sintió la tela de su pantalón ceder ante el filo de aquel objeto; luego, se le unió su camisa a la cual se le abrieron miles de zanjas por las cuales relucía su dorada piel. Su cuello fue el último en recibir la atención pero en ese momento el panorama cambió: la daga dejó de ser un objeto fetiche para convertirse en lo que realmente era, un arma. Recorría con sigilo su piel amenazando con desgarrar cualquier vena que encontrase a su paso y eso no era para nada estimulante.
Permaneció quieto como sólo un felino lo puede hacer: el ritmo de su respiración disminuyó hasta dar la impresión que no estaba respirando en absoluto, sus pupilas se dilataron y se enfocaron en la mirada inhumana de aquella que sería su asesina, sus músculos se tensaron tanto que si alguien le pegaba un puñete en el abdomen en ese instante se rompería el puño. En pocas palabras, su cuerpo se había puesto alerta y se preparaba para cualquier cosa que pudiese ocurrir.
–Soy un cazador.- Habló por fin, muy lento y muy bajo. No quería mover demasiado su garganta por miedo a salir cortado. –Es sólo que tengo formas poco convencionales para cazar.- Prosiguió. –Les hago creer a mis presas que yo soy la presa, y ellas confiadas se acercan a mí para atacarme sin tomar conciencia de que se están acercando a su propia trampa.- Sonrió ampliamente porque sabía que Aleeah entendería a la perfección su perfecta metáfora. –Es más conveniente que estar persiguiéndolas, me ahorra el cansancio.- Un guiño de ojo a manera de distracción y la situación se tornó de cabeza.
Tomó de su mano, aquella que sujetaba la daga, y la apartó de su cuello para sentirse libre de moverse. Ya con su agilidad recuperada, la hizo girar estampándola contra la pared. Golpeó la mano de la vampiresa en varias ocasiones contra el sólido concreto de la pared del fondo hasta que ella no pudo tolerar más el dolor y abrió sus delicados dedos para dejar caer la daga al suelo. Se apretó contra ella, tomándola sutilmente del cuello, era apenas un ligero roce que ella podía convertir en su propia horca si se movía demasiado. –Se lo dije.- Sonrió y sin poder controlarse más acarició obscenamente la mejilla de aquella dama con la suya propia. –No diga que no se lo dije.- Continuó frotándose con los ojos cerrados y con la respiración algo entrecortada debido al placer que eso le causaba.
-Sé que estas allí.- Advirtió sin separarse de la pared, al menos así aseguraba que no lo atacaría por la espalda. De repente, un pequeño destello destacó entre la penumbra, fue como el brillar de una estrella y no duró más de dos segundos, tiempo más que suficiente para que sus desarrollados ojos la ubicasen. –Allí estás.- Repitió para sus adentros y observó maravillado como poco a poco su agresora iba tomando forma, la forma de una hermosa pelirroja cuyo rostro no tenía nada que envidiarle a los rostros de los ángeles de aquellas pinturas renacentistas. Y no es que él sea un amante del arte.
-¿Más… imperativa?- No entendió su pregunta, o más bien no estaba prestando atención, había estado demasiado ocupado imaginando lo que pasaría a continuación y… sucedió exactamente como lo esperaba. Hubiera podido apartarse de haber querido pero creía que el juego era más divertido si tan sólo se dejaba acorralar. Y allí estaba, aprisionado entre la pared y el cuerpo de aquel demonio, con una daga recorriéndole la pierna que en lugar de asustarlo despertaba en él los más bajos instintos. Quería tomarla del rostro y besarla hasta quedar sin aliento pero eso no era permitido, no cuando tenía una fachada que mantener. Si ella quería algo de él, algo más de lo que ya tenía, tendría que ser ella la que lo pida.
Escuchó más palabras, palabras que buscaban hacerlo enojar, que atacaban directo a su orgullo y lo hacían quedar como “el débil de la situación”. Sin embargo la vampireza no lo estaba consiguiendo, había perdido la práctica; o tal vez era culpa de François que estaba disfrutando de más aquellas frías caricias que el arma corto punzante le brindaba. Sintió la tela de su pantalón ceder ante el filo de aquel objeto; luego, se le unió su camisa a la cual se le abrieron miles de zanjas por las cuales relucía su dorada piel. Su cuello fue el último en recibir la atención pero en ese momento el panorama cambió: la daga dejó de ser un objeto fetiche para convertirse en lo que realmente era, un arma. Recorría con sigilo su piel amenazando con desgarrar cualquier vena que encontrase a su paso y eso no era para nada estimulante.
Permaneció quieto como sólo un felino lo puede hacer: el ritmo de su respiración disminuyó hasta dar la impresión que no estaba respirando en absoluto, sus pupilas se dilataron y se enfocaron en la mirada inhumana de aquella que sería su asesina, sus músculos se tensaron tanto que si alguien le pegaba un puñete en el abdomen en ese instante se rompería el puño. En pocas palabras, su cuerpo se había puesto alerta y se preparaba para cualquier cosa que pudiese ocurrir.
–Soy un cazador.- Habló por fin, muy lento y muy bajo. No quería mover demasiado su garganta por miedo a salir cortado. –Es sólo que tengo formas poco convencionales para cazar.- Prosiguió. –Les hago creer a mis presas que yo soy la presa, y ellas confiadas se acercan a mí para atacarme sin tomar conciencia de que se están acercando a su propia trampa.- Sonrió ampliamente porque sabía que Aleeah entendería a la perfección su perfecta metáfora. –Es más conveniente que estar persiguiéndolas, me ahorra el cansancio.- Un guiño de ojo a manera de distracción y la situación se tornó de cabeza.
Tomó de su mano, aquella que sujetaba la daga, y la apartó de su cuello para sentirse libre de moverse. Ya con su agilidad recuperada, la hizo girar estampándola contra la pared. Golpeó la mano de la vampiresa en varias ocasiones contra el sólido concreto de la pared del fondo hasta que ella no pudo tolerar más el dolor y abrió sus delicados dedos para dejar caer la daga al suelo. Se apretó contra ella, tomándola sutilmente del cuello, era apenas un ligero roce que ella podía convertir en su propia horca si se movía demasiado. –Se lo dije.- Sonrió y sin poder controlarse más acarició obscenamente la mejilla de aquella dama con la suya propia. –No diga que no se lo dije.- Continuó frotándose con los ojos cerrados y con la respiración algo entrecortada debido al placer que eso le causaba.
Invitado- Invitado
Re: Recovering your smile... [Francois Grand]
El aroma de su piel recorria su cuerpo cual mejor de las sedas, el calor que expedía el cuerpo del cambiaformas se aferraba a su gélido ser intentando arrancar de ella el roce de la muerte que siempre le acompañaba, gruñó por lo bajo al no sentir su aliento estallando contra su cara; estaba alerta algo tramaba y ella lo sabía perfectamente, sintió como aquel cuerpo se tensaba ¡¿No ves que solo logras incitar al demonio?!.
Palabras, millones de ellas que de manera tan elocuente salían de los labios de François, la sorprendían, la embelesaban ¿es posible? él lo hacía posible, la excitaba e insitaba, la provocaba, la enloquecía y enardecía ¡Pobre engendro que no sabes lo que provocas con tus actos!... gruñó como respuesta a las afirmaciones que hacía, mostrandole nada mas que una lasciva sonrisa y una penetrante mirada, jugaría su juego.
Su cuerpo estalló al sentir la pared de concreto crepitando en su espalda, sus colmillos refulgieron como acompañamiento del rugido que desgarraba su garganta, ahora ella era la presa, el juego comenzaba y ¿qué mejor apertura, que infringir dolor? sus dedos largos y finos sucumbieron ante el insistente golpeteo que logró quebrar la blanquecina piel que recubría el dorso de la mano, el ardor comenzó a expandirse hasta el lugar donde la mano del cambiaformas apretujaba su muñeca, se esculló el golpetéo metálico de la daga aterrizando en el sucio piso del callejón... una sonrisa iluminó su rostro.
-M-Me sorprendes... al parecer...el del tono imperativo... es otro
Las palabras salieron entrecortadas acausa de la presión que ejercían los dedos de François sobre su garganta sin embargo, no dejaban de ir impregnadas de aquel satírico y burlón matiz que tanto la caracterizaba, sonrió de lado sin dejar de mirarlo, la verdad no la sorprendía en absoluto, esperaba eso de él a decir verdad...esperaba más, y sabía que vendría.
Aprovechó la poca distancia que separaba sus cuerpos para insitarlo, disfrutando del obsceno roce que encendía su cuerpo, comenzó a deslizar su mano libre por el brazo que la sujetaba del cuello, bajó hasta el hombro del cambiaformas tomando camino hasta su espalda donde la caricia se tornó en salvajismo, sus uñas intentaron alcanzar la bronceada piel debajo de la inservible camisa; su pierna empezó a frotarse en la cara interna del múslo del hombre que la aprisionaba: su garganta profería ligeros gemidos, gruñidos, maldiciones... ¡El demonio mismo sucumbe ante la tentación que le plantan!.
-Es un juego... que necesita ser jugado por dos
Cerró los ojos, hechando la cabeza hacia atrás limitada por el sólido concreto a sus espaldas, aquel movimiento ocasionó que su garganta se viera ocluida por la firme mano del cambiaformas, pero lo disfrutaba, pegó más su cuerpo al de él rozandolo, provocandolo, amenazandolo con sus filosos colmillos a la espera de encontrar un momento de descuido para romper y rasgar.
Palabras, millones de ellas que de manera tan elocuente salían de los labios de François, la sorprendían, la embelesaban ¿es posible? él lo hacía posible, la excitaba e insitaba, la provocaba, la enloquecía y enardecía ¡Pobre engendro que no sabes lo que provocas con tus actos!... gruñó como respuesta a las afirmaciones que hacía, mostrandole nada mas que una lasciva sonrisa y una penetrante mirada, jugaría su juego.
Su cuerpo estalló al sentir la pared de concreto crepitando en su espalda, sus colmillos refulgieron como acompañamiento del rugido que desgarraba su garganta, ahora ella era la presa, el juego comenzaba y ¿qué mejor apertura, que infringir dolor? sus dedos largos y finos sucumbieron ante el insistente golpeteo que logró quebrar la blanquecina piel que recubría el dorso de la mano, el ardor comenzó a expandirse hasta el lugar donde la mano del cambiaformas apretujaba su muñeca, se esculló el golpetéo metálico de la daga aterrizando en el sucio piso del callejón... una sonrisa iluminó su rostro.
-M-Me sorprendes... al parecer...el del tono imperativo... es otro
Las palabras salieron entrecortadas acausa de la presión que ejercían los dedos de François sobre su garganta sin embargo, no dejaban de ir impregnadas de aquel satírico y burlón matiz que tanto la caracterizaba, sonrió de lado sin dejar de mirarlo, la verdad no la sorprendía en absoluto, esperaba eso de él a decir verdad...esperaba más, y sabía que vendría.
Aprovechó la poca distancia que separaba sus cuerpos para insitarlo, disfrutando del obsceno roce que encendía su cuerpo, comenzó a deslizar su mano libre por el brazo que la sujetaba del cuello, bajó hasta el hombro del cambiaformas tomando camino hasta su espalda donde la caricia se tornó en salvajismo, sus uñas intentaron alcanzar la bronceada piel debajo de la inservible camisa; su pierna empezó a frotarse en la cara interna del múslo del hombre que la aprisionaba: su garganta profería ligeros gemidos, gruñidos, maldiciones... ¡El demonio mismo sucumbe ante la tentación que le plantan!.
-Es un juego... que necesita ser jugado por dos
Cerró los ojos, hechando la cabeza hacia atrás limitada por el sólido concreto a sus espaldas, aquel movimiento ocasionó que su garganta se viera ocluida por la firme mano del cambiaformas, pero lo disfrutaba, pegó más su cuerpo al de él rozandolo, provocandolo, amenazandolo con sus filosos colmillos a la espera de encontrar un momento de descuido para romper y rasgar.
Aleeah Cappelletti- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/10/2010
Edad : 347
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Re: Recovering your smile... [Francois Grand]
-¿Tono imperativo?- Enarcó una ceja por la falta de creatividad de su acompañante. –Yo no uso ningún tono imperativo pequeña, como puedes ver tomo lo que quiero sin andar con tantas amenazas.- Un claro ataque hacia ella del que posiblemente se tendría que arrepentir luego. Sí, casi podía vaticinarlo: Aleeah lo empujaría contra la otra pared, lo tomaría del cuello o de alguna parte de su cuerpo para infringirle dolor y le diría algo como: “¿Esto te parece una amenaza?”; y luego él se reiría, le respondería: “No sé, dímelo tú” y aprovecharía un mínimo descuido para agredirla y zafarse. Una lástima que su guión ya estuviese escrito, todas las noches en las que se encontraban era prácticamente el mismo, con pequeñísimas variaciones claro está.
Pero de repente, todo comenzó a salirse de su lugar. Había esperado alguna patada en el abdomen o algún cabezazo furtivo dos segundos atrás, pero a cambio de eso estaba recibiendo caricias por todo su brazo. -¿Qué tramas?- Preguntó para sus adentros con su mejilla pegada a la de ella y sin deseos de seguir frotándose más. Ahora había algo más interesante en lo qué concentrarse y era precisamente en aquella mano que reptaba cual serpiente venenosa por su hombro para luego dirigirse a su espalda: lo estaba poniendo nervioso; demasiado como para querer admitirlo.
Pero no tardó en llegar el esperado desenlace: las uñas de aquella criatura arañaron su espalda por encima de la desgastada camisa buscando incrustarse en su piel a como dé lugar y François se revolvió entre una mezcla de dolor y placer sin separarse ni un solo centímetro: no le iba a dar semejante placer. Abandonó su mejilla para mirarla fijamente, entre enojado y sorprendido, y se mantuvo observándola sin hacer nada más hasta que sintió su rodilla explorando terrenos bastante interesantes. Se vio obligado a morderse el labio inferior para evitar lanzar algún sonido de excitación pero cuando las caricias se intensificaron más, sintió que no pudo más. Abrió la boca sin importarle las burlas que recibiría por eso y de su garganta salió algo parecido a un gruñido pero bastante distorsionado. –Así que eso es lo que quiere, madame.- Se acomodó de tal manera que la vampiresa pudiese sentir su entrepierna contra su rodilla. -¿Por eso tanto alboroto?- La observó echar la cabeza para atrás y casi estuvo a punto de soltarle el cuello pero decidió que era mejor así, le gustaba tenerla sometida y al parecer ella también porque no dejaba de acariciarlo con sus piernas y manos.
Al cabo de unos segundos le soltó el cuello y posó sus manos en la pared, a ambos lados del cuerpo de aquella mujer, formando una especie de cárcel. –Lástima que no me acuesto con chupasangres.- Acercó su boca a la oreja de la susodicha y la lamió sin pudor. –Ya sabe lo que dicen, su alteza.- Una última lamida en aquel lugar y se desvío hacia su quijada la cual acarició muy lentamente con su propia nariz sólo para desquiciarla. –Que acostarse con un vampiro es bastante aburrido por eso de que están muertos.- Se apartó, la miró y miró aquellos hermosos colmillos. ¡Cómo deseaba una mordida en su cuello!, la deseaba más que a nada en el mundo en ese instante.
-¿Es verdad?- Se pegó más a ella, tanto y de manera tan abrupta que pudo sentir que las cosas abajo comenzaban a ponerse algo estrechas. Sería mejor controlarse un poco antes de que su cuerpo le jugase una mala pasada.
Pero de repente, todo comenzó a salirse de su lugar. Había esperado alguna patada en el abdomen o algún cabezazo furtivo dos segundos atrás, pero a cambio de eso estaba recibiendo caricias por todo su brazo. -¿Qué tramas?- Preguntó para sus adentros con su mejilla pegada a la de ella y sin deseos de seguir frotándose más. Ahora había algo más interesante en lo qué concentrarse y era precisamente en aquella mano que reptaba cual serpiente venenosa por su hombro para luego dirigirse a su espalda: lo estaba poniendo nervioso; demasiado como para querer admitirlo.
Pero no tardó en llegar el esperado desenlace: las uñas de aquella criatura arañaron su espalda por encima de la desgastada camisa buscando incrustarse en su piel a como dé lugar y François se revolvió entre una mezcla de dolor y placer sin separarse ni un solo centímetro: no le iba a dar semejante placer. Abandonó su mejilla para mirarla fijamente, entre enojado y sorprendido, y se mantuvo observándola sin hacer nada más hasta que sintió su rodilla explorando terrenos bastante interesantes. Se vio obligado a morderse el labio inferior para evitar lanzar algún sonido de excitación pero cuando las caricias se intensificaron más, sintió que no pudo más. Abrió la boca sin importarle las burlas que recibiría por eso y de su garganta salió algo parecido a un gruñido pero bastante distorsionado. –Así que eso es lo que quiere, madame.- Se acomodó de tal manera que la vampiresa pudiese sentir su entrepierna contra su rodilla. -¿Por eso tanto alboroto?- La observó echar la cabeza para atrás y casi estuvo a punto de soltarle el cuello pero decidió que era mejor así, le gustaba tenerla sometida y al parecer ella también porque no dejaba de acariciarlo con sus piernas y manos.
Al cabo de unos segundos le soltó el cuello y posó sus manos en la pared, a ambos lados del cuerpo de aquella mujer, formando una especie de cárcel. –Lástima que no me acuesto con chupasangres.- Acercó su boca a la oreja de la susodicha y la lamió sin pudor. –Ya sabe lo que dicen, su alteza.- Una última lamida en aquel lugar y se desvío hacia su quijada la cual acarició muy lentamente con su propia nariz sólo para desquiciarla. –Que acostarse con un vampiro es bastante aburrido por eso de que están muertos.- Se apartó, la miró y miró aquellos hermosos colmillos. ¡Cómo deseaba una mordida en su cuello!, la deseaba más que a nada en el mundo en ese instante.
-¿Es verdad?- Se pegó más a ella, tanto y de manera tan abrupta que pudo sentir que las cosas abajo comenzaban a ponerse algo estrechas. Sería mejor controlarse un poco antes de que su cuerpo le jugase una mala pasada.
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Re: Recovering your smile... [Francois Grand]
No pronunció palabra alguna, lo dejó hablar, proferir, humillar, minimizar y sentir que tenía el total control de la situación; si bien le sería fácil zafarse y romperle el cuello sin darle la más mínima oportunidad de queja dejando su inerte cuerpo en la provocativa posición que había adoptado, no lo haría puesto que había incitado el juego y vería que tan lejos podría sobrellevarlo antes de que sus instintos arremetieran incluso contra sus mas efímeros deseos de ¿poseerle?... todos tienen alguna debilidad ¿no es así?.
Sonrió al observarlo alejarse de ella, quedándose pegada a la pared sin mover un solo músculo evitando respirar cuando las palabras por fin cruzaron la barrera de aire entre ellos llegando hasta los oídos del cambiaformas, mientras ella omitía los débiles intentos de aquel hombre de hacerla sentir menos, como todas las noches en las que se llegaban a “encontrar”. Estaba acostumbrada a obtener lo que deseaba, sin preguntas, sin reclamos solo llegar y marcar como suyo; pero François era diferente, François se oponía como una pequeña barcaza luchando contra la tormenta en mar abierto… y eso solo lograba inundar la mente de la vampiresa con un desenfrenado capricho de impregnarlo con su olor, de hacerle recordarla cada vez que viera su cuerpo en un espejo, de causarle excitación y repugnancia por haber caído ante sus caricias.
Soltó un gemido en cuanto aquel hombre con reflejos de felino volvió a aprisionarla contra la pared, sintiendo el calor que su cuerpo emitía a pesar de que el frescor de la noche los rodeaba; colocó sus finas manos sobre su abdomen en una especie de barrera que fácilmente fue quebrantada, en parte porque ella no opuso resistencia alguna a que sus cuerpos volvieran a estar tan cerca, y en parte porque debía admitir… aquella mortal creatura tenía fuerza. Sonrió mordiéndose el labio inferior cuando sintió cierto roce diferente que provenía de entre los pantalones de François; sus manos lo rodearon por la cintura pegando más su cadera a la de él para incrementar la fricción en esa parte.
- Puedo demostrártelo…
Los tacones le proporcionaban cierta altura que no le dificultaba el alcanzarlo, acercó su rostro al suyo besando su oreja y dibujando con su lengua un pequeño camino que bajaba hasta su mentón, sus manos recorrían de arriba abajo aquella ancha espalda que se tensaba por la posición tomada; su lengua llegó hasta los labios ajenos delineándolos mientras su boca se apoderaba de ellos en un beso fugaz y pasional que le dio entrada a sus afilados colmillos que aprisionaron el carnoso labio inferior de su “cazador” sin lastimarlo, sin perforarlo… solo arañándolo levemente.
–Aunque quizás ya te hayas dado cuenta de eso…
Sus dientes liberaron aquel pedazo de carne que la incitaba a sobremanera, inició un nuevo recorrido bajando por su mentón hasta su cuello, lamiendo y rozando suavemente aquella parte, entreabriendo la boca para dejar que su frío aliento rompiera contra su cuello mientras su cadera seguía con cierto vaivén, presionándose contra la pelvis del cambiaformas rozando su entre pierna con su rodilla -Juguemos… repitió en su mente mientras una ligera sonrisa que ocultaba perversión apareció en su rostro
Sonrió al observarlo alejarse de ella, quedándose pegada a la pared sin mover un solo músculo evitando respirar cuando las palabras por fin cruzaron la barrera de aire entre ellos llegando hasta los oídos del cambiaformas, mientras ella omitía los débiles intentos de aquel hombre de hacerla sentir menos, como todas las noches en las que se llegaban a “encontrar”. Estaba acostumbrada a obtener lo que deseaba, sin preguntas, sin reclamos solo llegar y marcar como suyo; pero François era diferente, François se oponía como una pequeña barcaza luchando contra la tormenta en mar abierto… y eso solo lograba inundar la mente de la vampiresa con un desenfrenado capricho de impregnarlo con su olor, de hacerle recordarla cada vez que viera su cuerpo en un espejo, de causarle excitación y repugnancia por haber caído ante sus caricias.
Soltó un gemido en cuanto aquel hombre con reflejos de felino volvió a aprisionarla contra la pared, sintiendo el calor que su cuerpo emitía a pesar de que el frescor de la noche los rodeaba; colocó sus finas manos sobre su abdomen en una especie de barrera que fácilmente fue quebrantada, en parte porque ella no opuso resistencia alguna a que sus cuerpos volvieran a estar tan cerca, y en parte porque debía admitir… aquella mortal creatura tenía fuerza. Sonrió mordiéndose el labio inferior cuando sintió cierto roce diferente que provenía de entre los pantalones de François; sus manos lo rodearon por la cintura pegando más su cadera a la de él para incrementar la fricción en esa parte.
- Puedo demostrártelo…
Los tacones le proporcionaban cierta altura que no le dificultaba el alcanzarlo, acercó su rostro al suyo besando su oreja y dibujando con su lengua un pequeño camino que bajaba hasta su mentón, sus manos recorrían de arriba abajo aquella ancha espalda que se tensaba por la posición tomada; su lengua llegó hasta los labios ajenos delineándolos mientras su boca se apoderaba de ellos en un beso fugaz y pasional que le dio entrada a sus afilados colmillos que aprisionaron el carnoso labio inferior de su “cazador” sin lastimarlo, sin perforarlo… solo arañándolo levemente.
–Aunque quizás ya te hayas dado cuenta de eso…
Sus dientes liberaron aquel pedazo de carne que la incitaba a sobremanera, inició un nuevo recorrido bajando por su mentón hasta su cuello, lamiendo y rozando suavemente aquella parte, entreabriendo la boca para dejar que su frío aliento rompiera contra su cuello mientras su cadera seguía con cierto vaivén, presionándose contra la pelvis del cambiaformas rozando su entre pierna con su rodilla -Juguemos… repitió en su mente mientras una ligera sonrisa que ocultaba perversión apareció en su rostro
Aleeah Cappelletti- Vampiro Clase Alta
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Re: Recovering your smile... [Francois Grand]
Las manos del demonio se posaron sobre su abdomen en un vago intento de mantenerlo a una distancia prudencial. Aunque a eso ni siquiera se le podía llamar intento; ella era fuerte y lo sabía, François lo sabía y sin embargo le había permitido acorralarla de aquella manera: grave error. Sintió las manos de Aleeah rodeándole la cintura y no tardó ni dos segundos en dar un paso hacia delante para apegarse más a ella. Las piernas de la dama se abrieron ligeramente en un movimiento casi imperceptible, permitiéndole al francés encajar sus caderas sin problema alguna y sucumbir ante las más banales sensaciones. Tenían ropa, sí, pero la distancia era tan poca que la imaginación divagaba sin problema, creando imágenes de lo más reales en la mente del felino. Tan reales que sus labios se fruncieron cuan perro rabioso y sus salvajes ojos devoraron los de aquel ángel, exigiendo su mirada.
-¿Demostrarme qué?- Cuan perfecto títere ladeó su rostro lentamente permitiéndole así hacerse cargo de su oreja. –Cualquier cortesana es capaz de hacer eso.- Sus ojos se cerraron y le dejaron el camino libre a las sensaciones. Su cálida piel se erizaba bajo el contacto de la lengua de aquella víbora, su epidermis se regocijaba con las lamidas y su espalda no se quedaba atrás. Le gustaban las caricias, tenía que admitirlo; adoraba sentirse deseado y esa maldita lo deseaba tanto, y él a ella también. Podía sentirlo: en cada beso, en cada maltrato, en cada palabra que salía de su boca. Lo odiaba, sí; pero también lo deseaba. Casi podía imaginarla aventándolo contra la pared a sus espaldas y exigiendo que la hiciera suya. Eso lo excitaba.
Un beso llegó para poner fin a aquellos impuros pensamientos. Comenzó con torpes lamidas que François aceptó con paciencia, pero luego sus labios se juntaron en un beso que, sin lugar a duda, alarmaría a cualquier que se arriesgase a verlos. Era obsceno, obsceno de pies a cabeza, y el sonido que hacían sus labios al separarse no hacía más que empeorar toda aquella situación. Sus lenguas invadían la boca del uno y del otro sin deseos de darse tregua pero la vampiresa puso fin la guerra con una certera mordida que François recibió con un placentero gruñido. No quería dañarlo, eso era evidente; pero, ¿qué si él quería dañarse? Tiró la cabeza para atrás de un solo tirón y sintió aquellos colmillos rasgar la delicada piel de sus labios. Se relamió provocativamente. Era sangre, su sangre.
-¿Me haya dado cuenta de qué?- Se limpió con el antebrazo aquello que su lengua no había podido limpiar y miró a Aleeah con diversión. -¿De que los vampiros no son aburridos a la hora de tener sexo?- Arrastró las sílabas de la última palabra deliberadamente y su cuerpo volvió a ser capturado por la presente. Esta vez la víctima fue su cuello, que era lamido y acariciado sin tregua. François estiró el cuello, buscando alejarlo de la trampa. Había sido suficiente, ya le había permitido demasiado y por eso detuvo su rodilla con sus manos. La apretó con rudeza y la obligó a retroceder, dándole a entender que aquello era algo que debía ganarse y que no podía tomar así con semejante autoritarismo. ¿Acaso se había olvidado de con quién estaba tratando?
-Tranquila, madame. No querrá cometer ninguna indecencia.- Se alejó unos cuantos pasos y aprovechó esa lejanía para recobrar la compostura. Relajó su respiración y superó el calor del momento. ¡Qué torpe había sido! Por poco arruinaba todo. Era consciente de que la única razón por la que aquella vampiresa lo buscaba era porque quería acostarse con él; y era consciente también de que él era tan enfermo que vagaba en las noches por los callejones más oscuros de París para encontrársela. No podía acostarse con ella, nunca iba a poder acostarse con ella. Si lo hacía, ella perdería todo interés en él; y si había algo que disfrutase más que tener sexo, era sentirse deseado de la forma en que ella lo deseaba. Le subía el ego y lo hacía sentir bien. Cuando estaba con ella se sentía especial, como si no hubiese mejor hombre en París que él.
-¿Promete portarse bien?- Se acercó sigiloso, atento a sus movimientos; y, para impregnar a la escena de hipocresía y paradojas, colocó una de sus manos en el muslo de la señorita. ¿Pedía compostura y él no era capaz de comportarse? -¿Qué dirán sus amistades si la ven aquí, en un callejón de mala muerte, con un callejero como yo?- Sus toscos dedos caminaron por el muslo de la vampiresa y se ubicaron entre sus piernas, en donde su mano se quedó quieta, como si hubiese perdido toda vitalidad. El vestido la protegía, era verdad, pero estaba seguro que bajo aquella tela, había una mujer ansiosa por ser tocada. –Seguro y sienten envidia.- Se atrevió a hacer un poco de presión en aquel lugar, sintiendo como las formas del cuerpo de aquella maldita se insinuaban por debajo de la tela. -¿O me equivoco?- Su dedo índice se movió con sutileza en el lugar exacto. Sí, podía saber que estaba en lo correcto por las muecas que se dibujaban en ese perfecto rostro.
-¿Demostrarme qué?- Cuan perfecto títere ladeó su rostro lentamente permitiéndole así hacerse cargo de su oreja. –Cualquier cortesana es capaz de hacer eso.- Sus ojos se cerraron y le dejaron el camino libre a las sensaciones. Su cálida piel se erizaba bajo el contacto de la lengua de aquella víbora, su epidermis se regocijaba con las lamidas y su espalda no se quedaba atrás. Le gustaban las caricias, tenía que admitirlo; adoraba sentirse deseado y esa maldita lo deseaba tanto, y él a ella también. Podía sentirlo: en cada beso, en cada maltrato, en cada palabra que salía de su boca. Lo odiaba, sí; pero también lo deseaba. Casi podía imaginarla aventándolo contra la pared a sus espaldas y exigiendo que la hiciera suya. Eso lo excitaba.
Un beso llegó para poner fin a aquellos impuros pensamientos. Comenzó con torpes lamidas que François aceptó con paciencia, pero luego sus labios se juntaron en un beso que, sin lugar a duda, alarmaría a cualquier que se arriesgase a verlos. Era obsceno, obsceno de pies a cabeza, y el sonido que hacían sus labios al separarse no hacía más que empeorar toda aquella situación. Sus lenguas invadían la boca del uno y del otro sin deseos de darse tregua pero la vampiresa puso fin la guerra con una certera mordida que François recibió con un placentero gruñido. No quería dañarlo, eso era evidente; pero, ¿qué si él quería dañarse? Tiró la cabeza para atrás de un solo tirón y sintió aquellos colmillos rasgar la delicada piel de sus labios. Se relamió provocativamente. Era sangre, su sangre.
-¿Me haya dado cuenta de qué?- Se limpió con el antebrazo aquello que su lengua no había podido limpiar y miró a Aleeah con diversión. -¿De que los vampiros no son aburridos a la hora de tener sexo?- Arrastró las sílabas de la última palabra deliberadamente y su cuerpo volvió a ser capturado por la presente. Esta vez la víctima fue su cuello, que era lamido y acariciado sin tregua. François estiró el cuello, buscando alejarlo de la trampa. Había sido suficiente, ya le había permitido demasiado y por eso detuvo su rodilla con sus manos. La apretó con rudeza y la obligó a retroceder, dándole a entender que aquello era algo que debía ganarse y que no podía tomar así con semejante autoritarismo. ¿Acaso se había olvidado de con quién estaba tratando?
-Tranquila, madame. No querrá cometer ninguna indecencia.- Se alejó unos cuantos pasos y aprovechó esa lejanía para recobrar la compostura. Relajó su respiración y superó el calor del momento. ¡Qué torpe había sido! Por poco arruinaba todo. Era consciente de que la única razón por la que aquella vampiresa lo buscaba era porque quería acostarse con él; y era consciente también de que él era tan enfermo que vagaba en las noches por los callejones más oscuros de París para encontrársela. No podía acostarse con ella, nunca iba a poder acostarse con ella. Si lo hacía, ella perdería todo interés en él; y si había algo que disfrutase más que tener sexo, era sentirse deseado de la forma en que ella lo deseaba. Le subía el ego y lo hacía sentir bien. Cuando estaba con ella se sentía especial, como si no hubiese mejor hombre en París que él.
-¿Promete portarse bien?- Se acercó sigiloso, atento a sus movimientos; y, para impregnar a la escena de hipocresía y paradojas, colocó una de sus manos en el muslo de la señorita. ¿Pedía compostura y él no era capaz de comportarse? -¿Qué dirán sus amistades si la ven aquí, en un callejón de mala muerte, con un callejero como yo?- Sus toscos dedos caminaron por el muslo de la vampiresa y se ubicaron entre sus piernas, en donde su mano se quedó quieta, como si hubiese perdido toda vitalidad. El vestido la protegía, era verdad, pero estaba seguro que bajo aquella tela, había una mujer ansiosa por ser tocada. –Seguro y sienten envidia.- Se atrevió a hacer un poco de presión en aquel lugar, sintiendo como las formas del cuerpo de aquella maldita se insinuaban por debajo de la tela. -¿O me equivoco?- Su dedo índice se movió con sutileza en el lugar exacto. Sí, podía saber que estaba en lo correcto por las muecas que se dibujaban en ese perfecto rostro.
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