El primer encuentro (priv)

Había planeado llegar temprano a la plaza Tertre con la intención de poder tener muchos clientes, a los cuales sacarles unos cuantos francos de más, y así poder tener dinero suficiente para una comida lujosa. No le molestaba la comida que siempre había en su hogar, pero cada cierto tiempo procuraba darse el lujo de comer en un restaurante de prestigio, el único que le permitía la entrada, y pedirse una comida completa y un postre deliciosamente decorado. Pero su plan se vio interrumpido debido a la falta de posibles clientes, al parecer, aunque el día era saleado y fresco, las personas habían decidido mantenerse en casa, así que él sólo había logrado leerle la mano a dos jóvenes, los cuales tenían vidas demasiadas aburridas como para interesarme más allá de lo que su trabajo era, y la carta a un grupo de jovencitas que parecían estar muy interesadas en su casamiento.

Desilusionado y triste por la poca posibilidad de conseguir el postre, Dragomir se sentó en una de las bancas que se encontraba desocupada y se dedico a observar a los transeúntes. Había dejado un pañuelo y las barajas a sus pies por si alguien se encontraba interesado en sus servicios, pero sus ojos se encontraban pendientes a todos los demás.

Una familia de cinco le llamo la atención, las dos niñas con sus vestiditos y sus moños en la cabeza, le parecieron encantadoras al intentar imitar a su madre, que con gran belleza y porte caminaba por el camino como si el mundo fuera el suyo. Mientras que el varón corría detrás de su padre, riendo y bromeando, ensuciándose las manos y las rodillas. La imagen en sí le recordó a los días en que él y sus hermanos eran menores y paseaban con sus padres, pero estaba seguro de que aquellos tres niños tendrían la vida un poco más sencilla. Cuando la familia se perdió de su vista, busco a alguien más y se encontró con una pareja que parecía tener la segunda cita, ambos se encontraban aún nerviosos, la muchacha reía con modestia mientras se tapaba la boca y giraba ligeramente el rostro para esconder su sonrojo. La otra mujer, quien parecía ser la más segura, le contaba chistes y anécdotas mientras movía las manos con exageración. De vez en cuando la mujer con más confianza le dedicaba una caricia a la otra chica, quién intentaba con muchas fuerzas esconder su sonrojo y pena.

Dragomir se preguntó si todas las parejas iniciarían así, su última pareja había comenzado con una simple platica seguida de muchas más. Pero no lograba recordar que ninguno de los dos actuara tan cohibido con la presencia del otro. Así mismo se pregunto si algún día volvería a sentir aquel deseo por tocar la piel de su pareja o jugar con su cabello o hacerlo reír como hacía aquella mujer. Suspiró y sacudió la cabeza mientras sonreía para sí mismo, la verdad era que nunca había sido bueno con las relaciones.

Decidió darles privacidad a las parejas, al parecer era día de eso pues había muchas, y su mirada siguió recorriendo a los perdidos en sus mundos. No se había interesado en ninguno en especial hasta que en su periferia se encontró con un hombre de belleza inigualable. Alto, con el cuerpo bien formado, una barba abundante y cabello casi tan dorado como el sol. No supo qué fue lo que le llamo de él, si bien le parecía muy guapo por lo general eso no le provocaba tanta emoción. Pero fuera lo que fuera, simplemente se levantó de su lugar y fue hasta donde se encontraba caminando, por suerte solo, y le hablo.

-Buenas tardes, señor. ¿No le gustaría una lectura de palma? ¿Saber su futuro a través de las cartas? – expresó mientras lo veía de pies a cabeza, esperando que no fuera a mandarlo muy lejos. No parecía de la realeza, pero conocía a bastantes hombres de bajos recursos que le despreciaban sólo por ser gitano.