AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Como perros y gatos
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Como perros y gatos
¿Alguna vez te has visto obligado a preguntarte, "qué demonios hago aquí"? En mi caso, me ha pasado más veces de las que puedo contar con los dedos de ambas manos... y de ambos pies. Pero la importancia de aquella pregunta, en aquel momento, era incluso mayor que en otras ocasiones. Para responderla, sin embargo, tenía que remontarme a algunas semanas atrás. La última de mis conquistas había resultado ser la heredera de una conocidísima rama nobiliaria del París más antiguo. Es decir, las posibilidades de que las cosas salieran mal eran, cuanto menos, elevadas. Pero para variar, eso no me detuvo, ni hizo que me lo pensara dos veces a la hora de lanzarme. Sus labios delgados suplicaban que cesara en mis intentos, pero su mirada verdosa me pedía a gritos que la librara de las cadenas que se interponían entre ella y su libertad. Cadenas impuestas por el protocolo y la vergüenza. Por el miedo a convertirse en algo diferente, y por el pánico a experimentar algo que deseaba pero que sabía estaba prohibido. Aunque ya sabemos que las prohibiciones y yo no nos llevamos demasiado bien. Tras dos semanas de cortejo, ella había cedido, y las dos nos habíamos abandonado a los placeres de la carne noche tras noche, sin que nada ni nadie tuviera importancia a partir de ese momento.
Fue mi error, claramente, relajarme demasiado, y olvidarme de que a pesar de que nuestra pequeña burbuja era confortable, era extremadamente vulnerable a la influencia de terceros. Ella estaba a punto de desposarse con uno de los herederos de otra casa noble, y por tanto, sus movimientos eran examinados minuciosamente. ¿De verdad había pensado que nuestro affair podría durar indefinidamente sin que nos molestaran? Claramente, no. Pero, ya se sabe, al inicio los deseos y las pasiones son demasiado fuertes como para no dejarse llevar por ellos. ¿Qué puedo decir? Era demasiado hermosa, y ver cómo su rostro se iluminaba cada vez que me veía entrar por la ventana de su habitación me hacía sentir plena en muchos sentidos. Cuál fue mi sorpresa cuando aquella noche, a diferencia de una muchacha enamorada, me encontré de frente con el rostro furioso del prometido y de sus padres. Quizá la reprimenda hubiera sido menos dura de haberse tratado de un muchacho. ¿Pero su hija, retozando con otra mujer? Las palabras "desviada", "demonio", "hereje" y "anormal" fueron repetidas hasta la saciedad. No es que no las hubiera escuchado antes, pero oírselas decir a ella me hizo sentir bastante peor.
Tras ser descubiertas, pensé que lo que me deparaba era un calabozo, del que saldría un tiempo después, pero para mi sorpresa la familia del novio, ofendida como estaba, fue bastante más creativa a la hora de tomarse la justicia por su mano. Tras tenerme maniatada y con los ojos cubiertos durante días, sin darme nada de comer ni de beber, al amanecer del quinto día me trasladaron al interior de lo que parecía ser una jaula, que poco después sería descubierta ante un público que comenzó a abuchear y vitorear a partes iguales en mi dirección. No tenía nada claro qué demonios estaba sucediendo, pero todo en la situación gritaba que estaba en peligro. La cuestión era, ¿cómo demonios iba a escapar de allí? Y más importante, ¿dónde cojones estaba?
Fue mi error, claramente, relajarme demasiado, y olvidarme de que a pesar de que nuestra pequeña burbuja era confortable, era extremadamente vulnerable a la influencia de terceros. Ella estaba a punto de desposarse con uno de los herederos de otra casa noble, y por tanto, sus movimientos eran examinados minuciosamente. ¿De verdad había pensado que nuestro affair podría durar indefinidamente sin que nos molestaran? Claramente, no. Pero, ya se sabe, al inicio los deseos y las pasiones son demasiado fuertes como para no dejarse llevar por ellos. ¿Qué puedo decir? Era demasiado hermosa, y ver cómo su rostro se iluminaba cada vez que me veía entrar por la ventana de su habitación me hacía sentir plena en muchos sentidos. Cuál fue mi sorpresa cuando aquella noche, a diferencia de una muchacha enamorada, me encontré de frente con el rostro furioso del prometido y de sus padres. Quizá la reprimenda hubiera sido menos dura de haberse tratado de un muchacho. ¿Pero su hija, retozando con otra mujer? Las palabras "desviada", "demonio", "hereje" y "anormal" fueron repetidas hasta la saciedad. No es que no las hubiera escuchado antes, pero oírselas decir a ella me hizo sentir bastante peor.
Tras ser descubiertas, pensé que lo que me deparaba era un calabozo, del que saldría un tiempo después, pero para mi sorpresa la familia del novio, ofendida como estaba, fue bastante más creativa a la hora de tomarse la justicia por su mano. Tras tenerme maniatada y con los ojos cubiertos durante días, sin darme nada de comer ni de beber, al amanecer del quinto día me trasladaron al interior de lo que parecía ser una jaula, que poco después sería descubierta ante un público que comenzó a abuchear y vitorear a partes iguales en mi dirección. No tenía nada claro qué demonios estaba sucediendo, pero todo en la situación gritaba que estaba en peligro. La cuestión era, ¿cómo demonios iba a escapar de allí? Y más importante, ¿dónde cojones estaba?
Última edición por Irathi Heaven el Mar Jun 05, 2018 10:35 pm, editado 1 vez
Irathi Heaven- Humano Clase Baja
- Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 25/09/2013
Re: Como perros y gatos
París, la hermosa París. La ciudad de la luz. Que magnifico lugar sobre la tierra que día trás día proporcionaba espectáculos indescriptibles en sus calles. Decía el poeta que una vez se vivía en París ya no se podía vivir en ningún otro lugar. Lástima que en estos tiempos la mayoría de los divertimentos que se ofrecían fueran sórdidos, crueles y desprovistos de toda piedad. Pero, mientras los habitantes de la capital estuvieran entretenidos contemplando cualquiera de las ejecuciones y castigos publicos, no tendrían tiempo de fijarse en una simple costurera que se protegía del frio con una capa provista de capucha que ocultaba sus facciones. Podía pasar desapercibida y eso era importante para mi. Era una ventaja, aunque no por ello agradable.
Normalmente procuraba pasar lo más deprisa posible cuando veía a la multitud agolparse para contemplar uno de esos espectaculos. Pero en esta ocasión hubo algo que me hizo detenerme. Vi como unos hombres portaban una jaula cubierta. Al principio pensé que se trataba de algún animal que llevaban para su venta en el mercado. Prontó salí de mi error al ver que subían a una plataforma y descubrian la jaula, revelando dentro a una pobre chica. Sentí la axfixia de la claustrofobia al imaginarme en su lugar, encerrada en ese lugar tan estrecho, a merced de lo que tuvieran preparado para ella.
Era una imprudencia, debería haberme marchado, pero algo me impedía apartarme sin más. Procurando mantenerme cerca de un callejón para tener una via de salida me quedé escuchando los cargos con que la acusaban. Hereje. Demonio. Desviada. Ah, asi que eso era, de nuevo un alma libre se veía constreñida por las normas, por lo que otros decidían que era correcto y mejor. Fruncí los labios mientras mantenía mi mirada en ella. Debería haberme marchado. No lo hice.
Desvié mi mirada hacia el hombre que leía los cargos y con poco esfuerzo pude introducirme en su mente, indagando en sus recuerdos. Ah, algo que me serviria, un rostro que al hombre le resultaría familiar. Sosteniendo la capucha para ocultarme, murmuré en voz baja un hechizo que ya se me había hecho muy familiar. Sentí como la carne de mi rostro fluía, cambiando mis facciones, tornandolas en las de la criada que había encontrado en la mente del sicario. Pararon varios minutos mientras la multitud seguia lanzando insultos y abucheos a la joven enjaulada.
Al fin, estaba lista. Me interné entre la gente, tratando de contener el agobio que me producia sentirme rodeada. Llegué junto al hombre y como si trajera un recado, le expliqué que su señor requería que la prisionera fuera trasladada a otra plaza más expuesta. Pareció sorprendido, pero el rostro familiar ayudó a que cayera en la trampa. Me quedé a un lado mientras le escuchaba dar ordenes para que alzaran de nuevo la jaula. Los abucheos y los vitores nos siguieron mientras les guiaba en dirección a una supuesta plaza, . Empecé a conducirles entre callejones mientras me concentraba en las ataduras y el cierre de la jaula, murmurando de nuevo un hechizo que rompería los barrotes, liberando a la prisionera.
- Ferrum dimisit...
Escuché el clang de los barrotes al ceder y caer al suelo. A partir de aquí, tocaba improvisar
Normalmente procuraba pasar lo más deprisa posible cuando veía a la multitud agolparse para contemplar uno de esos espectaculos. Pero en esta ocasión hubo algo que me hizo detenerme. Vi como unos hombres portaban una jaula cubierta. Al principio pensé que se trataba de algún animal que llevaban para su venta en el mercado. Prontó salí de mi error al ver que subían a una plataforma y descubrian la jaula, revelando dentro a una pobre chica. Sentí la axfixia de la claustrofobia al imaginarme en su lugar, encerrada en ese lugar tan estrecho, a merced de lo que tuvieran preparado para ella.
Era una imprudencia, debería haberme marchado, pero algo me impedía apartarme sin más. Procurando mantenerme cerca de un callejón para tener una via de salida me quedé escuchando los cargos con que la acusaban. Hereje. Demonio. Desviada. Ah, asi que eso era, de nuevo un alma libre se veía constreñida por las normas, por lo que otros decidían que era correcto y mejor. Fruncí los labios mientras mantenía mi mirada en ella. Debería haberme marchado. No lo hice.
Desvié mi mirada hacia el hombre que leía los cargos y con poco esfuerzo pude introducirme en su mente, indagando en sus recuerdos. Ah, algo que me serviria, un rostro que al hombre le resultaría familiar. Sosteniendo la capucha para ocultarme, murmuré en voz baja un hechizo que ya se me había hecho muy familiar. Sentí como la carne de mi rostro fluía, cambiando mis facciones, tornandolas en las de la criada que había encontrado en la mente del sicario. Pararon varios minutos mientras la multitud seguia lanzando insultos y abucheos a la joven enjaulada.
Al fin, estaba lista. Me interné entre la gente, tratando de contener el agobio que me producia sentirme rodeada. Llegué junto al hombre y como si trajera un recado, le expliqué que su señor requería que la prisionera fuera trasladada a otra plaza más expuesta. Pareció sorprendido, pero el rostro familiar ayudó a que cayera en la trampa. Me quedé a un lado mientras le escuchaba dar ordenes para que alzaran de nuevo la jaula. Los abucheos y los vitores nos siguieron mientras les guiaba en dirección a una supuesta plaza, . Empecé a conducirles entre callejones mientras me concentraba en las ataduras y el cierre de la jaula, murmurando de nuevo un hechizo que rompería los barrotes, liberando a la prisionera.
- Ferrum dimisit...
Escuché el clang de los barrotes al ceder y caer al suelo. A partir de aquí, tocaba improvisar
Dione Dubois- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 27/05/2018
Localización : París
Re: Como perros y gatos
Siempre me he considerado una mujer con recursos. A pesar de mi aspecto, y de las desventajas que, tanto mi género como mi clase social representan, nunca me ha supuesto demasiada dificultad encontrar una vía de escape cuando me encontraba en problemas. Lo único que variaba en algunos casos era el número de golpes que me llevaba (o que lanzaba, según se diera el caso) en el proceso, pero al final, aunque a duras penas, siempre podía decir que acababa siendo victoriosa. Así que, ¿qué tenía de diferente aquella situación en que me encontraba? Para empezar, el rumbo que estaban tomando las conversaciones que poco a poco comenzaban a producirse a mi alrededor. Todo indicaba que había sido "vendida" como una especie de candidato para una lucha en una de aquellas peleas callejeras que se habían puesto de moda últimamente. Y a juzgar por las risotadas de los familiares del prometido de la chica, quienes me habían jodido de aquella forma, no tenía la más mínima oportunidad de salir de allí sana y salva. Suerte tendría si salía con vida, habían llegado a decir, así que, evidentemente, comenzaba a estar un poco acongojada.
Justo cuando creí que iba a llegar el momento en que me lanzaban contra el contrincante, sin embargo, los tipos que zarandeaban mi jaula parecieron cambiar de opinión, y comenzaron a moverme a otro sitio. Los gritos de quienes habían pagado por verme partirme la cara con el otro tipo no tardaron en hacerse oír, pero por un momento me permití a mi misma respirar de alivio, para luego ponerme a pensar cómo demonios salir de allí antes de que llegase al siguiente destino. Algo me decía que nada bonito me esperaría una vez mi viaje se terminara, bien fuera porque aquellos tipos tenían planes aún más terribles para mi, o porque los enfurecidos tipos que nos seguían no iban a permitir que me fuera de rositas, no después de arrebatarle su virtud a una señorita (-¡já!-) y casi destruir lo que prometía en ser el enlace del año. O al menos eso era lo que pretendían. De haber podido, y de haber tenido tiempo, les habría dicho cuatro cosas, ahora que gozaba con la ventaja de la distancia (y es que quienes me transportaban parecían ir más rápido), pero preferí no tentar demasiado a mi suerte. Después de todo, estaba convencida de que pronto se me terminaría.
Y allí estaba yo, tratando de desenroscar uno de los barrotes a fin de intentar escabullirme, cuando de pronto toda la jaula se abrió bruscamente, y a causa del movimiento, salí disparada contra el suelo, justo al frente de quienes hasta ahora me habían estado cargando. Estoy segura de que su cara de sorpresa era comparable a la mía, ya que no entendía qué cojones había pasado. Sólo sabía que al lado de la jaula abierta, y junto a los corpulentos hombres, había una joven que parecía totalmente fuera de lugar, y a la que uno de los tipos trató de agarrar por la espalda una vez hubo reaccionado. No sé muy bien por qué, ya que normalmente mis deseos de protegerme a mi misma eran mayores que los de proteger a otros, la cogí del brazo y tiré a fin de apartarla del peligro inminente. - No sé quién eres ni qué has hecho, pero espero que seas buena corriendo, porque tenemos que salir de aquí si no quieres que nos convirtamos en el espectáculo de esos que vienen corriendo desde donde estábamos. -Dicho esto, salí corriendo en dirección contraria aún agarrándola por el brazo.
No llegamos muy lejos, francamente, ya que la siguiente calle en la que giré resultó ser un callejón sin salida. Antes de que pudiera quejarme, quienes me habían "comprado" ya estaban arrastrándome de nuevo, llevándose consigo también a mi acompañante. Pobre chica, al final se había visto envuelta en mis problemas por querer ayudar. Si es que yo siempre lo he sabido, la bondad sin reservas suele ser contraproducente.
- Mira por donde, hoy tendremos doble espectáculo. A ver qué tal pelean estas dos zorras contra el Quebrantahuesos. -No pude evitar comenzar a reírme a carcajadas, más por nerviosismo que porque nada me hubiese hecho gracia, pero claro, les sonó a insulto, y me llevé una bofetada por ello. - Sí, sí, ríete ahora, ya veremos como lo haces después, sin dientes. -Me encogí de hombros para luego dedicarles un encantador escupitajo en toda la cara, por lo que mi premio en esa ocasión resultó ser un gancho en el estómago. No fui capaz de ver mucho antes de perder el conocimiento, más allá de una multitud enfurecida y una especie de ring improvisado.
Justo cuando creí que iba a llegar el momento en que me lanzaban contra el contrincante, sin embargo, los tipos que zarandeaban mi jaula parecieron cambiar de opinión, y comenzaron a moverme a otro sitio. Los gritos de quienes habían pagado por verme partirme la cara con el otro tipo no tardaron en hacerse oír, pero por un momento me permití a mi misma respirar de alivio, para luego ponerme a pensar cómo demonios salir de allí antes de que llegase al siguiente destino. Algo me decía que nada bonito me esperaría una vez mi viaje se terminara, bien fuera porque aquellos tipos tenían planes aún más terribles para mi, o porque los enfurecidos tipos que nos seguían no iban a permitir que me fuera de rositas, no después de arrebatarle su virtud a una señorita (-¡já!-) y casi destruir lo que prometía en ser el enlace del año. O al menos eso era lo que pretendían. De haber podido, y de haber tenido tiempo, les habría dicho cuatro cosas, ahora que gozaba con la ventaja de la distancia (y es que quienes me transportaban parecían ir más rápido), pero preferí no tentar demasiado a mi suerte. Después de todo, estaba convencida de que pronto se me terminaría.
Y allí estaba yo, tratando de desenroscar uno de los barrotes a fin de intentar escabullirme, cuando de pronto toda la jaula se abrió bruscamente, y a causa del movimiento, salí disparada contra el suelo, justo al frente de quienes hasta ahora me habían estado cargando. Estoy segura de que su cara de sorpresa era comparable a la mía, ya que no entendía qué cojones había pasado. Sólo sabía que al lado de la jaula abierta, y junto a los corpulentos hombres, había una joven que parecía totalmente fuera de lugar, y a la que uno de los tipos trató de agarrar por la espalda una vez hubo reaccionado. No sé muy bien por qué, ya que normalmente mis deseos de protegerme a mi misma eran mayores que los de proteger a otros, la cogí del brazo y tiré a fin de apartarla del peligro inminente. - No sé quién eres ni qué has hecho, pero espero que seas buena corriendo, porque tenemos que salir de aquí si no quieres que nos convirtamos en el espectáculo de esos que vienen corriendo desde donde estábamos. -Dicho esto, salí corriendo en dirección contraria aún agarrándola por el brazo.
No llegamos muy lejos, francamente, ya que la siguiente calle en la que giré resultó ser un callejón sin salida. Antes de que pudiera quejarme, quienes me habían "comprado" ya estaban arrastrándome de nuevo, llevándose consigo también a mi acompañante. Pobre chica, al final se había visto envuelta en mis problemas por querer ayudar. Si es que yo siempre lo he sabido, la bondad sin reservas suele ser contraproducente.
- Mira por donde, hoy tendremos doble espectáculo. A ver qué tal pelean estas dos zorras contra el Quebrantahuesos. -No pude evitar comenzar a reírme a carcajadas, más por nerviosismo que porque nada me hubiese hecho gracia, pero claro, les sonó a insulto, y me llevé una bofetada por ello. - Sí, sí, ríete ahora, ya veremos como lo haces después, sin dientes. -Me encogí de hombros para luego dedicarles un encantador escupitajo en toda la cara, por lo que mi premio en esa ocasión resultó ser un gancho en el estómago. No fui capaz de ver mucho antes de perder el conocimiento, más allá de una multitud enfurecida y una especie de ring improvisado.
Irathi Heaven- Humano Clase Baja
- Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 25/09/2013
Re: Como perros y gatos
Mantuve la compostura mientras escuchaba el ruido de los barrotes al caer, internamente satisfecha de que todo hubiera salido como lo había planificado. En ese punto todo se fue al traste. Mientras veía a la prisionera rodar por el suelo y a los hombres gritar alarmados, me vino a la mente una súbita imagen. La criada cuyo rostro yo estaba suplantando no se llevaba nada bien con el guardia al que había leido la mente. Su odio era palpable y pude percibir con claridad que no iba a dejar pasar la ocasión de meterme en problemas. Me dispuse a lanzar otro hechizo, quizás derribar un muro o levantar el suelo. Algo que nos permitiera huir mientras quedaban aturdidos. Total, seguía vistiendo el rostro de la criada, no me iban a reconocer si me buscaban más tarde.
Pero no bien tuve tiempo de decir la primera sílaba cuando noté que la prisionera me agarraba del brazo y tiraba de mi con tal ímpetu que cortó todo aliento para seguir con el hechizo. Tendríamos que limitarnos a correr y eso hicimos. Desde luego la chica estaba en buena forma, corría con energía y a duras penas podía seguir su ritmo. Con un poco de suerte lograríamos despistar a nuestros perseguidores y perdernos entre las calles de París. No tuvimos esa suerte. Un callejón sin salida nos obligó a detenernos. Yo respiraba con fuerza, jadeando por la carrera, no estaba acostumbrada a tanto ejercicio.
Los guardías no tardaron en alcanzarnos y antes de que me hubiera recuperado lo suficiente ya estaban encima nuestra, golpeando con saña a la chica y arrastrandonos a ambas de vuelta. Maldita la hora en que se me ocurrió ayudar a una desconocida. Forcejeé tratando de liberarme, pero no tenía fuerza suficiente. Toda mi esperanza era poder lanzar algun conjuro que los dejara incoscientes. Tampoco tuve suerte en eso, para cuando logré recuperar algo de aliento ya nos tenían de vuelta entre la multitud que antes abucheaba y vitoreaba. Demasiada gente, si usaba mi magia ahora delante de tantas personas, acabaría quemada en una hoguera por bruja. O algo peor. Empecé a tantear entre mis ropas, buscando la daga que llevaba guardada, mi último recurso para defenderme.
- ¿Que-quebrantahuesos... ? - murmuré alarmada ante semejante nombre y busqué la mirada de mi compañera de desgracia, solo para descubrir que acababa de desvanecerse debido a los golpes. Me apresuré a agacharme a su lado, dandole palmaditas en la mejilla - Eh, eh! despierta!... no puedes dejarme sola ahora.. por favor!
Pero no bien tuve tiempo de decir la primera sílaba cuando noté que la prisionera me agarraba del brazo y tiraba de mi con tal ímpetu que cortó todo aliento para seguir con el hechizo. Tendríamos que limitarnos a correr y eso hicimos. Desde luego la chica estaba en buena forma, corría con energía y a duras penas podía seguir su ritmo. Con un poco de suerte lograríamos despistar a nuestros perseguidores y perdernos entre las calles de París. No tuvimos esa suerte. Un callejón sin salida nos obligó a detenernos. Yo respiraba con fuerza, jadeando por la carrera, no estaba acostumbrada a tanto ejercicio.
Los guardías no tardaron en alcanzarnos y antes de que me hubiera recuperado lo suficiente ya estaban encima nuestra, golpeando con saña a la chica y arrastrandonos a ambas de vuelta. Maldita la hora en que se me ocurrió ayudar a una desconocida. Forcejeé tratando de liberarme, pero no tenía fuerza suficiente. Toda mi esperanza era poder lanzar algun conjuro que los dejara incoscientes. Tampoco tuve suerte en eso, para cuando logré recuperar algo de aliento ya nos tenían de vuelta entre la multitud que antes abucheaba y vitoreaba. Demasiada gente, si usaba mi magia ahora delante de tantas personas, acabaría quemada en una hoguera por bruja. O algo peor. Empecé a tantear entre mis ropas, buscando la daga que llevaba guardada, mi último recurso para defenderme.
- ¿Que-quebrantahuesos... ? - murmuré alarmada ante semejante nombre y busqué la mirada de mi compañera de desgracia, solo para descubrir que acababa de desvanecerse debido a los golpes. Me apresuré a agacharme a su lado, dandole palmaditas en la mejilla - Eh, eh! despierta!... no puedes dejarme sola ahora.. por favor!
Dione Dubois- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/05/2018
Localización : París
Re: Como perros y gatos
La fortaleza de uno viene determinada por muchos aspectos, la mayoría de ellos bastante evidentes. Para empezar, la constitución física, que a su vez se debe a la buena salud que se posea y también a una adecuada alimentación. De aquellos dos requisitos, podría decirse que en mi caso, ninguno de los dos se cumplía. Mi mala alimentación fomentaba a mi falta de salud, y viceversa. Por muy en forma que estuviera, eso sólo me permitía ser ágil y escapar cuando la situación se ponía peliaguda. Por otro lado teníamos la fortaleza mental, algo de lo que siempre me he enorgullecido de ir sobrada. Pero, ¿a quién queremos engañar? Cuando se supone que tu destino es enfrentarse a un tipo al que cariñosamente apodan como "Quebrantahuesos" dudaba que ni toda la fortaleza mental del mundo fuera capaz de serme de ninguna ayuda.
No tardé mucho en recuperar el conocimiento. Los gritos a mi alrededor ayudaron, pero especialmente los zarandeos procedentes de la joven, que me observaba desde arriba con una expresión de pánico que nada tenía de cómica. Parpadeé un par de veces para tratar de recuperar un poco el sentido y el control sobre mi cuerpo, y además, fue una suerte que me despabilara tan rápido, porque en ese preciso instante el llamado Quebrantahuesos se abalanzó en dirección a la chica, a la que pude apartar de su camino justo a tiempo. - ¡Hey! No te quedes parada. Para sobrevivir en un mundo como este lo que menos puedes entretenerte en hacer es pensar en ayudar a otros antes de a ti mismo. -Aún sujetándola por el brazo, comencé a retroceder por el cuadrilátero. Las salidas estaban parcialmente cerradas, aunque el mayor problema era la cantidad de gente que había reunida en torno a donde nos encontrábamos. Aún si conseguíamos sortear los obstáculos, dudaba mucho que nos dejaran escapar tan fácilmente.
Desafortunadamente, y para variar, la suerte no estaba de nuestro lado. Y dado que no se me ocurría ningún plan en concreto para escapar, no me quedaba otra que improvisar y plantarle cara a aquella bestia con forma de hombre. Tras colocarme delante de la otra joven, a la que no me quedaba más remedio que proteger (me había intentado salvar, después de todo, y se lo debía, no me gustaba ni me gusta tener deudas con otros), me puse en una postura defensiva, dispuesta a encajar el primer golpe, sólo así me haría una idea más exacta de a lo que me estaba enfrentando.
El primer puñetazo fue dirigido a mi estómago, y aunque fui capaz de reducir el impacto protegiéndome con los brazos, el golpe fue tan brusco que me hizo tambalearme y casi caer de trasero. A duras penas me mantuve en pie, pero no pude prevenir el siguiente golpe, que me cruzó dio en toda la cara, y esta vez sí, me tiró al suelo de bruces. Desde luego, el tipo hacía buen honor a su nombre. Si alguno de sus puñetazos me alcanzaba las costillas las hubiera hecho polvo de un simple impacto. - Bueno, cuando no puedes con tu enemigo, únete a él, ¿no es así el dicho? -Tras emitir un grito totalmente estúpido, me lancé contra él cuando se estaba girando, y trepé a su espalda para aferrarme a su cuello. El hombre comenzó a zarandearse intentando hacer que me soltara, entonces dirigí la mirada a la chica para guiñarle un ojo. - La ley de la calle me ha enseñado una cosa con mucha claridad: el punto débil de todo hombre es su entrepierna. ¡Ensáñate con él! -Un rodillazo o una patada, poco importaba, sólo tenía que darle con todas sus fuerzas, y quizá eso nos diera una oportunidad, por pequeña que fuera.
No tardé mucho en recuperar el conocimiento. Los gritos a mi alrededor ayudaron, pero especialmente los zarandeos procedentes de la joven, que me observaba desde arriba con una expresión de pánico que nada tenía de cómica. Parpadeé un par de veces para tratar de recuperar un poco el sentido y el control sobre mi cuerpo, y además, fue una suerte que me despabilara tan rápido, porque en ese preciso instante el llamado Quebrantahuesos se abalanzó en dirección a la chica, a la que pude apartar de su camino justo a tiempo. - ¡Hey! No te quedes parada. Para sobrevivir en un mundo como este lo que menos puedes entretenerte en hacer es pensar en ayudar a otros antes de a ti mismo. -Aún sujetándola por el brazo, comencé a retroceder por el cuadrilátero. Las salidas estaban parcialmente cerradas, aunque el mayor problema era la cantidad de gente que había reunida en torno a donde nos encontrábamos. Aún si conseguíamos sortear los obstáculos, dudaba mucho que nos dejaran escapar tan fácilmente.
Desafortunadamente, y para variar, la suerte no estaba de nuestro lado. Y dado que no se me ocurría ningún plan en concreto para escapar, no me quedaba otra que improvisar y plantarle cara a aquella bestia con forma de hombre. Tras colocarme delante de la otra joven, a la que no me quedaba más remedio que proteger (me había intentado salvar, después de todo, y se lo debía, no me gustaba ni me gusta tener deudas con otros), me puse en una postura defensiva, dispuesta a encajar el primer golpe, sólo así me haría una idea más exacta de a lo que me estaba enfrentando.
El primer puñetazo fue dirigido a mi estómago, y aunque fui capaz de reducir el impacto protegiéndome con los brazos, el golpe fue tan brusco que me hizo tambalearme y casi caer de trasero. A duras penas me mantuve en pie, pero no pude prevenir el siguiente golpe, que me cruzó dio en toda la cara, y esta vez sí, me tiró al suelo de bruces. Desde luego, el tipo hacía buen honor a su nombre. Si alguno de sus puñetazos me alcanzaba las costillas las hubiera hecho polvo de un simple impacto. - Bueno, cuando no puedes con tu enemigo, únete a él, ¿no es así el dicho? -Tras emitir un grito totalmente estúpido, me lancé contra él cuando se estaba girando, y trepé a su espalda para aferrarme a su cuello. El hombre comenzó a zarandearse intentando hacer que me soltara, entonces dirigí la mirada a la chica para guiñarle un ojo. - La ley de la calle me ha enseñado una cosa con mucha claridad: el punto débil de todo hombre es su entrepierna. ¡Ensáñate con él! -Un rodillazo o una patada, poco importaba, sólo tenía que darle con todas sus fuerzas, y quizá eso nos diera una oportunidad, por pequeña que fuera.
Irathi Heaven- Humano Clase Baja
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