The Veil | Privado

por **Olympe Sinclair** Lun Abr 09, 2018 7:29 pm

Sus orbes cerúleos seguían los movimientos de la escritura con parpadeos inquietos, brillantes por una intensidad evidente en su rostro que no cedía ante el cansancio que el papeleo absorbía en su tiempo libre, después de todo, supongo que eso era parte del débito que ahora recaía sobre sus hombros como la hija pródiga de los Harper. La estilográfica se deslizaba caprichosa sobre el lienzo níveo, creando formas florituras caprichosas al momento de firmar y dar por sentado uno de tantos contratos rubricados ese día. La luz tenue de las velas en el estudio apenas le brindaban cobijo ante el acecho de las sombras caprichosas que danzaban oscilantes sobre las paredes frías. Estrictamente pedía no ser molestada cuando se encontraba sumergida en horas de “trabajo”. La servidumbre inquieta y ávida por atender los caprichos de Mina, accedía con totalidad ante sus peticiones caprichosas.

Estaba harta en ocasiones de fingir el papel de niña buena, así que tomó un abrigo y ordenó que nadie esperase su regreso. No estaba del todo segura a lo que se enfrentaría en el lugar. Se dirigió a las caballerizas para hacerse acompañar de tan bello ejemplar oscuro. Y con una voz demandante pidió al chofer que la escoltara a esas horas de la noche hacia el centro de la ciudad.

–Date prisa Emmanuelle–

El hombre suspiró y de inmediato hizo lo propio, resultaba extraño en ocasiones el comportamiento de la joven que en apariencia angelical no sospechaban hasta entonces sus cambios bruscos de humor. Atribuían el hecho a que aún no se recuperaba del todo de aquel fatídico incidente en el tren. Por lo tanto ninguna de sus demandas podía ser cuestionada o rechazada en su totalidad, además que no se atrevían a llevarle la contraria cuando les miraba con esos ojos bellos pero inquisidores, como si de algún modo Mina pudiese escudriñar hasta el más mínimo detalle en sus almas.

De ese modo en un par de minutos se hallaba ya entre las personas que aún daban una caminata habitual en Paris. La luz lúgubre de los faroles apenas permitía al resto de la sociedad ver la perfección natural que la rubia reflejaba en sus pasos acompasados una vez que descendió del carromato. Había decretado estrictamente que en hora y media pasaran nuevamente por ella para escoltarle hasta la mansión Harper. Se introdujo en uno de aquellos restaurantes suntuosos, presumiendo su nuevo status, aunque pareciera no costarle nada el papel de mujer de alta cuna. La rubia poseía una exuberancia natural y se sentía satisfecha por haber nacido con ese don. Caminó entre las personas se dirigió a una de las mesas del fondo, inexplicablemente una serie de imágenes en blanco y negro pasaron por sus ojos debido al roce que tuvo con un extraño que se cruzó en su camino, la mujer solo se limitó a mirarle aunque quizás no debió haberlo hecho pues consciente estaba de lo que un simple vistazo causaba en ella.