96 horas

por **Micky Vanier** Vie Abr 13, 2018 6:35 pm

Lleva fuera de su hogar casi tres semana. Aunque cada vez que piensa en ello le resulta extraño pues ya no puede llamarle hogar a aquello que ha quedado del legado de su familia. Aquel lugar es ahora no más que un cascaron vacío, siquiera los recuerdos han permanecido, él se ha encargado de borrarlos.

Su apariencia se ha ido deteriorando con el paso de los días. Probablemente un baño caliente y una cama limpia puedan arreglar la mayor parte pero lo cierto es que lleva consigo marcas que ya no podrán desaparecer. Aún le parece increíble que siquiera una de las tantas veces que un vampiro se ha alimentado de su sangre él no haya terminado muerto, o aún peor, como uno de ellos. Le ha parecido que lo realmente temible de esas creaturas no son sus colmillos sino sus mentes. Todos y cada uno de los que se han alimentado de él lo han dejado a su suerte, medio muerto o medio vivo. La mayoría han preferido sólo abandonarle. Han creído que la visión de un hombre sin esperanza es mucho más divertida que la de un muerto.

Ya nada le importa. Las consecuencias del camino que ha decidido tomar son sólo el resultado de la decisión que tomó, la parte difícil fue entonces aceptar que no tenía otra opción. Si quería recuperar a su hermana debía dejar de cazarles y en su lugar unirse a ellos, incluso servirles, rogarles, obligarlos o cualquier otra medio que le asegurase encontrar a su hermana, la cual era ahora uno de esos monstruos.

Había pasado tres días siguiéndole. De alguna forma sabía que ella era especial. No creía haber desarrollado un sexto sentido o algún poder sobrenatural, cualquiera que cruzara la vista con esta mujer sabría que había algo diferente en ella. Los años que había pasado cazando a los de su especie le habían servido ahora para conocer su paradero y su apariencia. Un viejo colega e inquisidor había sido quien le había dado la pista, más por lástima que por voluntad. Y así es como, entre las sombras, aguardaba que ella cometiera un error, se había cansado de intentar razonar con vampiros y en su lugar, como en una especie de suicidio involuntario, se preparaba para atacarle, aun cuando su instinto le gritara que saliera corriendo de ahí.

Su apariencia le ayudaba a mezclarse con su entorno, su olor era probablemente también un buen camuflaje. Mientras repetía los pasos que ella daba desde una distancia prudente sus entrañas rugían y se estremecían cada que sin querer se acercaba de más a ella. No podía negar que desde que había decidido acercarse a un vampiro había desarrollado una especie de atracción a ellos, casi como una fascinación, aunque le constaba aceptarlo. De tanto en tanto se veía seducido por ella y sus pasos, sin control, amenazaban con delatarlo. Cuando por fin podía entrar en razón un sentimiento incontrolable de temor se apoderaba de él, debía parar por unos segundos y respirar cuantas veces le era necesario, después, la buscaba con la mirada, y lo extraño era que siempre se las arreglaba para encontrarle. En sus años más lúcidos quizá pudo haber sido capaz de darse cuenta que estaba siendo manipulado, que su voluntad ya no era suya y que sus pasos sólo le acercaban a una trampa, que en realidad era él el que se convertiría en la distracción que esperaba.

Una vez más había subestimado a su presa, o quizá era que él ya no era el mismo, probablemente podría dar una buena batalla, tal vez la haría cabrear, esforzarse un poco, maldecirlo por pensar que era él sólo un vagabundo para darse cuenta después que el hombrecillo tenía habilidades, sí, pero no las suficientes. Él ya no era un cazador.