La momia - Privado -

Recuerdo del primer mensaje :

Llevaba meses tras la pista de ese antiguo túmulo funerario de la IV dinastía egipcia, la del gran constructor Keops. Entre Menfis y Tebas se hallaba la ciudad de Heracleópolis llamada en egipcio Henen-nesut, cuyo dios principal era Herishef, el equivalente en griego a Heracles, de ahí el nombre de la ciudad que fue sede de los faraones de la tercera dinastía.

La necrópolis que iba buscando pertenecía al periodo intermedio y según los anbtiguos papiros en una pirámide roja construida con piedra arenisca se hallaba uno de los tesoros funerarios de Seneferu, padre de Keops, que decidió en última instancia trasladar su sede de sitio. Sin embargo le pareció conveniente resguardar un túmulo  para su reposo eterno en otro lugar fuera de la capital por si no conseguían consolidarse lejos de Heracleópolis. El promotor de la pirámide de Dashur y otras muchas conocidas era un gran seguidor de la diosa Bastet, la gran protectora de los cambiantes felinos y objeto de la obsesión de Colton. Sabía que muchos ocultistas trataban de hacerse con las reliquias de la diosa para utilizarlas en conjuros que consiguieran atar el tótem animal de los cambiantes y así controlarlos a su antojo, y desde luego él no podía permitirlo.

Los papiros de la biblioteca estaban fuertemente custodiados y restringidos a los arqueólogos y eruditos del Louvre, pero él como aventurero en expediciones arqueológica tenía acceso (quizás el hecho de pertenecer al Consejo cambiaformas también le abría muchas puertas). Sabía que su búsqueda no pasaba desapercibida a los brujos que pretendían llevar a cabo tal aberración, pero no iba a detenerse sólo porque fuera peligroso.

Se pellizcó el puente de la nariz, estaba cerca de dar con la localización del túmulo, pero debía adelantarse a los hechiceros o todos los cambiantes felinos estarían en peligro. Su desarrollado oído le alertó de un sonido en uno de los pasillos inferiores. No eran horas de andar paseando por la biblioteca ¿podría ser una emboscada? enrolló el papiro colocándolo en su estuche de cuero y se puso en pie, alerta y con las pupilas dilatadas, su cuerpo en tensión estaría presto para cambiar y defenderse de cualquier ataque.

—¿qué me gustaría saber? ¡Todo! soy un felino, mi curiosidad no conoce límites, ya me entiendes.¿Qué cosas te gustan? ¿cuáles no? ¿qué sueñas cuando piensas en el futuro? esas cosas... vale, empiezo yo, si no te molesta.

El cambiante era parlanchín y cuando estaba a gusto le encantaba ser el rey de la fiesta, no tenía problemas de confianza, más bien le sobraba un poco, y aunque en otras ocasiones ese rasgo pudiera ser confundido con preopotencia, en este caso no lo era sólo para darle pie a Sylvana a que se abriese un poco y a que confiara un poco más en él.

—Nací en Londres, mi padre era Lord, pero por historias que no vienen al caso, nos quitaron los títulos. Tengo un hermano, Bastian, aunque lo llamamos Bash. Nos mudamos a Sudáfrica, tendrías que ver aquello es simplemente perfecto para los nuestros. En mi familia somos todos grandes felinos, leones, y África es es nuestro medio natural. Mi hermano se encarga de los negocios junto a mi madre, ya que mi padre murió, yo siempre prefería la exploración y estuve en Sudán, Namibia, Egipto, Libia, Argelia y Marruecos. Mi madre pertenece al Gran Consejo Bastet y somos los protectores de la historia y las reliquias de nuestra raza. Soy el mayor y por tanto el heredero de todo. Mi madre lucha por restituir los títulos de la familia, pero a mi todo eso me da igual, no quiero una gran hacienda ni reuniones con aburridos hombres de bigotes rizados, eso se le da mejor a mi hermano. Cuando me di cuenta que me gustaban los hombres fue un gran drama en mi familia, y todos me presionaron para dejar eso de lado. Nebet, mi esposa sabía de mi condición, éramos muy buenos amigos y ella quería un marido que le diese la libertad de seguir viajando y explorando, es una gran arqueóloga. A los dos nos pareció buena idea y durante varios años las cosas funcionaron bien, ante la sociedad todo estaba en su lugar y mientras tanto podíamos dedicarnos a lo que más nos apasionaba: la arqueología.— El cambiante detuvo su relato unos segundos mesándose la barba y luego pasando las manos por su frondosa melena rubia, tratando de encontrar las palabras adecuadas para continuar.— Fue sólo una ilusión, pecamos de insensatos porque ningún matrimonio debería ser una cárcel, y para ella ahora lo es, porque yo no puedo ser su marido al completo. Es algo que me duele profundamente, pero no sé qué hacer para arreglarlo, ella no quiere que nos separemos.

Contarle sus secretos a la fantasma parecía que le aliviaban la carga, Colton solía ser transparente, espontáneo, tal cual era, pero en ese tema tenía que fingir frente a una sociedad puritana que lo juzgaba y lo condenaba, abocándolo a una infelicidad inmerecida e injusta. Al menos soltarlo, aunque fuera frente a una entidad transparente que flotaba por el camarote, le había reducido el parte esa trsiteza que amagaba muy bien.

— Asi que ya sabes mi historia y... bueno, no aspiro a nada más que a ser un héroe.— Sonrió y le guiñó el ojo bromeando.— En verdad cambiaría todo cuanto poseo por hacer que Nebet recupere la felicidad y deje de sufrir por culpa. ¿Y qué hay de ti?

La fantasma sonrió por la alegría y vivacidad que demostraba el cambiante al hablar, entendiendo la naturaleza que le dominaba. Lo escucho con mucha atención, dando pequeñas volteretas sobre si misma para tener algo que hacer mientras absorbía sus palabras.

De alguna manera casi podría haber asegurado de donde venia sin que lo dijera por el porte que demostraba en cada ocasión, por lo que sonrió con expectación, tratando de recordar todo lo que le compartía con tanta soltura. Se sintió algo triste por la esposa de Colton, comprendiendo de alguna forma como alguien podría terminar anhelando amor aun cuando sabias que era imposible. Ella misma había terminado siendo la representación perfecta de que, si ella lo deseara, no podría estar con nadie de aquella manera, no sin mentirle en gran medida en el proceso.

—Es sorprendente todos los lugares a donde ha estado —opino con admiración—. Me hace desear tomar un mapa y transportarme en el lugar que yo desee —comento con diversión, riendo con mucha levedad antes de enderezarse, dando la ilusión de estar sentada en el aire.

Ladeo delicadamente la cabeza, cerrando un momento los ojos mientras pensaba por donde iniciar su historia, encogiéndose de hombros antes de hablar.

—Mi proceder es mas humilde que el suyo. Mis padres eran dueños de un viñedo. Junto con mis siete hermanos nos hacíamos cargo de las uvas y el proceso para convertirlo en vino —explico Sylvana, su mirada ausente al recordar los enormes terrenos—. Me encantaba ese lugar, era tan…tranquilo. Solo tenia que perderme entre las vides para sentir que estaba en casa —sonrió con melancolía, acariciando el dije en forma de lagrima que colgaba de su cuello con cariño—. Mis hermanos eran sobreprotectores, pero también sabían cuando darme mi espacio y dejarme tomar mis propias decisiones…asumiendo las consecuencias de estas. —Su voz sonó cansada, sin evitar la mueca de dolor que se escapó de su semblante.
Recomponiéndose, aclaro su garganta para la parte que menos le gustaba contar, pero que sentía que el cambiante debía saber.

—Primero viaje a Nueva Orleans para acompañar a mis dos hermanos mayores a abrir una tienda de vinos. Nos iba muy bien al principio y después… —suspiro negando con la cabeza—. Bueno, me enamore de un cambiante canino. Íbamos a casarnos, pero descubrí que, además de engañarme con otra mujer, también le había pasado información a un inquisidor sobre los sobrenaturales que vivían cerca a cambio de que le dejara ir. —El rencor y odio eran palpables en la voz de la mujer, los cabellos empezando a levitar sin que diera cuenta—. Para hacer el cuento corto, lo golpee en toda la cara y termine siguiendo al inquisidor. La lucha fue horrible, pero logre recuperar las hojas junto a un libro que el hombre poseía lleno de información sobre sus compañeros y lugares que frecuentaban.

Tomándose un momento para continuar, su mente viajo de nuevo a la noche de su muerte con toda claridad.

—Huí lo mas lejos que pude hasta que di con un pequeño poblado. Ahí conocí a Odette, otra cambiante canina con la que me hice amiga con facilidad —sonrió al recordar a la joven, riendo sin evitarlo—. No se que suerte tengo con los perros, pero al menos se que ella nunca me traicionaría.

Encogiéndose de hombros, dejo caer su cabeza hacia atrás, observando el techo por un momento antes de fijar la mirada en los ojos del cambiante en frente suyo.

—Los inquisidores me encontraron, inevitablemente. Sabía que era muy ingenuo pensar que me dejarían en paz cuando tenia algo tan importante, así que termine asesinada por ellos —continuo Sylvana, dejando que la herida de su pecho sangrara por un momento antes de ocultar—. Un disparo en el pecho fue el golpe final después de varios golpes y puñaladas.

Sylvana respiro profundo aun cuando sabia que no era necesario, casi queriendo sentir el aire a través de ella, buscándolo como un mudo apoyo antes de terminar.

Se acerco al cambiante, cambiando a su forma corpórea para abrazarlo con fuerza, un gesto tan extraño en ella hacia un hombre que le hizo apretarlo un poco más.

—Va a ser un héroe, Colton. Yo me asegurare de eso —murmuro Sylvana, observando por la ventana como la noche empezaba a desaparecer para mostrar un nuevo día, haciéndola sonreír sin poder evitarlo, llena de expectación por el futuro.

Seis meses después.

—Llevas mucho rato viendo esa estatua.

La voz de Odette le saco de sus pensamientos, haciéndole sacudir la cabeza para volver al presente.

—Solo estoy algo nostálgica —contesto la joven, colocando con mimo la estatuilla de Bastet sobre la pequeña repisa que estaba en frente suyo. Acaricio el collar con la yema de los dedos, recordando eventos que solo ella y Colton podrían contar. Odette le entendió, asintiendo con la cabeza una vez mientras colocaba una mano en su hombro, brindándole su apoyo.

No había logrado hablar de nuevo con Colton cuando volvieron de su viaje, evitando los planes de la inquisición con mucha dificultad y sacrificios. Ella hubiera esperado alguna señal del que ahora consideraba amigo cuando de repente solo le llego una pequeña misiva con una despedida y la promesa de un posible reencuentro.

Sylvana trato de buscarlo, preocupada por si se había metido en algún problema, pero no logro dar con él por ningún lado, y ella sabia que cuando los gatos no querían ser encontrados era muy difícil dar con ellos.

Así que solo le quedaba esperar. La joven podía ser paciente cuando se lo proponía.