AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
La maison hantée [Privado]
2 participantes
Página 1 de 1.
La maison hantée [Privado]
Mist no solía dignarse a hablar con él en persona, todo ocurría normalmente mediante mensajes... y Jeremy prefería que siguiera ocurriendo así. Como siempre, el mensaje estaba dentro de un sobre cerrado con su sello personal en cera: el terrible cráneo de un venado de retorcidas astas.
Mist nunca daba explicaciones, solo lo que quería que hiciera. Todo era mejor así. En ésta ocasión se trataba de recuperar un paquete oculto en una vieja mansión abandonada. En el mensaje se incluía la dirección y las palabras "lo quiero antes del amanecer", acompañadas de otra dirección donde supuso debería dejarlo. Donde le pagarían por el trabajo.
El lugar estaba algo lejos, por lo que muy a su pesar tuvo que mentir a Andrè con que necesitaba hablar con un cliente y que volvería cuanto antes, insistiéndole para que se fuera a la cama a su hora. A veces pensaba que el pequeño de 8 años sabía de sus mentiras, resignándose a ellas en su habitual silencio.
Salio de casa con un abrigo largo y su bastón, cerrando la puerta con llave. Tomó un coche de punto en la calle principal que le dejaría cerca de su destino, a apenas un par de minutos a pie. Al ritmo que llevaba con su cojera, llegó frente a la antigua residencia cuando ya estaba ocultándose el sol de la tarde.
Era sumamente imponente, como un gigante que había sobrevivido casi intacto al paso del tiempo, su silueta recortada contra los últimos rayos de sol.
-Entrar, recoger el paquete, salir. Entrar, recoger el paquete, salir.
Se repitió un par de veces aquellas palabras a si mismo, convenciéndose de que no pasaría allí más tiempo del necesario. No vivía nadie en la mansión, había estado abandonada durante siglos, y todo el lugar estaba desierto e inundado con un encrespante silencio que le enviaba un escalofrío a lo largo de su columna.
Mist mencionó en la carta una fácil entrada a través del muro del jardín trasero, el cual se encontraba sembrado de la flora salvaje y descuidada de la rivera del Sena. Jeremy trató de abrirse paso a trompicones, buscando la forma de entrar. No tardó en verlo: una colosal enredadera devoraba el muro y parecía fácil de trepar... para alguien que podía usar las dos piernas por igual, claro. Jeremy forcejeó torpemente con la planta, sintiendo el dolor en su pierna al tratar de buscar un apoyo, un latigazo de dolor que volvió a sentir al aterrizar al otro lado. Por lo menos la hojarasca había amortiguado un poco el golpe.
Tras ponerse en pie y sacudirse la suciedad sin mucho éxito, se encaminó hacia la mansión. La puerta, tal y como dijo Mist, estaba abierta.
Jeremy no pudo evitar encojerse sobre sí mismo a cada paso, intimidado por el pesado ambiente que le rodeaba. Los muebles, antiguos y carcomidos, estaban tan cubiertos de polvo que era imposible discernir sus adornos o siquiera su color original. Poco a poco, como si tuviera miedo de trastocar dicho ambiente, avanzó hacia el salón, arrodillándose frente a los sofás y, bajo uno de estos, encontrando un paquete envuelto en papel y atado con una fina cuerda.
Con las prisas por salir de allí cuanto antes, al incorporarse se dió un cabezazo contra la mesa frente al sofá, soltando un "auch" acompañado de una mano frotando la zona dolorida. Entonces lo escuchó. O eso creía. Estaba seguro de haber oído algo en las plantas superiores. Realmente deseaba que fuera su imaginación, pues se quedó totalmente paralizado en el sitio, conteniendo la respiración a la espera de una confirmación o negación de sus temores.
Mist nunca daba explicaciones, solo lo que quería que hiciera. Todo era mejor así. En ésta ocasión se trataba de recuperar un paquete oculto en una vieja mansión abandonada. En el mensaje se incluía la dirección y las palabras "lo quiero antes del amanecer", acompañadas de otra dirección donde supuso debería dejarlo. Donde le pagarían por el trabajo.
El lugar estaba algo lejos, por lo que muy a su pesar tuvo que mentir a Andrè con que necesitaba hablar con un cliente y que volvería cuanto antes, insistiéndole para que se fuera a la cama a su hora. A veces pensaba que el pequeño de 8 años sabía de sus mentiras, resignándose a ellas en su habitual silencio.
Salio de casa con un abrigo largo y su bastón, cerrando la puerta con llave. Tomó un coche de punto en la calle principal que le dejaría cerca de su destino, a apenas un par de minutos a pie. Al ritmo que llevaba con su cojera, llegó frente a la antigua residencia cuando ya estaba ocultándose el sol de la tarde.
Era sumamente imponente, como un gigante que había sobrevivido casi intacto al paso del tiempo, su silueta recortada contra los últimos rayos de sol.
-Entrar, recoger el paquete, salir. Entrar, recoger el paquete, salir.
Se repitió un par de veces aquellas palabras a si mismo, convenciéndose de que no pasaría allí más tiempo del necesario. No vivía nadie en la mansión, había estado abandonada durante siglos, y todo el lugar estaba desierto e inundado con un encrespante silencio que le enviaba un escalofrío a lo largo de su columna.
Mist mencionó en la carta una fácil entrada a través del muro del jardín trasero, el cual se encontraba sembrado de la flora salvaje y descuidada de la rivera del Sena. Jeremy trató de abrirse paso a trompicones, buscando la forma de entrar. No tardó en verlo: una colosal enredadera devoraba el muro y parecía fácil de trepar... para alguien que podía usar las dos piernas por igual, claro. Jeremy forcejeó torpemente con la planta, sintiendo el dolor en su pierna al tratar de buscar un apoyo, un latigazo de dolor que volvió a sentir al aterrizar al otro lado. Por lo menos la hojarasca había amortiguado un poco el golpe.
Tras ponerse en pie y sacudirse la suciedad sin mucho éxito, se encaminó hacia la mansión. La puerta, tal y como dijo Mist, estaba abierta.
Jeremy no pudo evitar encojerse sobre sí mismo a cada paso, intimidado por el pesado ambiente que le rodeaba. Los muebles, antiguos y carcomidos, estaban tan cubiertos de polvo que era imposible discernir sus adornos o siquiera su color original. Poco a poco, como si tuviera miedo de trastocar dicho ambiente, avanzó hacia el salón, arrodillándose frente a los sofás y, bajo uno de estos, encontrando un paquete envuelto en papel y atado con una fina cuerda.
Con las prisas por salir de allí cuanto antes, al incorporarse se dió un cabezazo contra la mesa frente al sofá, soltando un "auch" acompañado de una mano frotando la zona dolorida. Entonces lo escuchó. O eso creía. Estaba seguro de haber oído algo en las plantas superiores. Realmente deseaba que fuera su imaginación, pues se quedó totalmente paralizado en el sitio, conteniendo la respiración a la espera de una confirmación o negación de sus temores.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La maison hantée [Privado]
Celine estaba colérica. Era un sentimiento que incluso con su estatus de fantasma podía sentir casi con la misma intensidad que cuando estaba viva. Casi podía sentir la sangre bullendo dentro de sus orejas, el color carmín coloreando sus mejillas y palideciendo sus sienes, casi recordaba como de pequeña le picaba la nuca y se le encendían la punta de sus orejas antes de estallar en un gran berrinche, la más grande y oscura pesadilla de sus criadas, pues podían durar horas en los que la normalmente amable niña se volvía el peor habitante de los mismísimos infiernos. Con los años había aprendido a casi negarse a si misma esos desplantes tan “poco propios de una dama de su condición” acabando por encauzarlos en horribles noches en vela llorando en su cuarto. Sin embargo, con su nueva condición de fantasma, sus enfados volvían a tornarse en horribles tormentas tropicales, impredecibles, peligrosos y sumamente cortos en el tiempo. Ya no tenía motivos para contenerse ni para demostrar algo que no era y si estaba enfadada, bien sabría Dios que Celine Bellerose estaba enfadada.
Ahora sin embargo, sin un cuerpo que reflejara aquellos cambios de humor, los enfados de la fantasma se volvían más… sobrenaturales. A los histéricos chillidos que acostumbraba a emitir una vez alcazaba la fase más aguda de su cabreo, se le solía sumar una gélida y pesada manta que caía sobre la zona en la que se manifestara. Sus constantes teletransportaciones en el plano material, solían unírsele extrañas corrientes de aire que tendían a apagar cualquier vela o fuente de luz. Sus enérgicos y repetitivos golpeteos en el suelo con su pie, moviendo arriba y abajo su tobillo solían ser seguidos con el movimiento de varios muebles y objetos de la sala, produciendo el efecto de un pequeño terremoto.
Y en ese momento Celine estaba muy furiosa. ¿Ni tan siquiera podía dejar la casa sola un par de horas para salir a dar un paseo? ¿Tenía que vivir allí enclaustrada evitando extraños?¿Tan poco educados eran los mortales como para respetar una propiedad privada?¿Y qué diablos tenía que hacer un mortal en una casa abandonada? Molestarla, importunarla, violar su intimidad y su propiedad. Pensaba Annabeth en su cuarto, mientras el frío que provocaba ya empezaba a formar una ligera escarcha sobre las cuidadas flores de su alfeizar.
Tal era su enfado que no reparó en la extraña presencia que ahora perturbaba la tranquilidad de su casa una vez más. Que se colaba por la puerta de atrás, las antiguas habitaciones del servicio hasta llegar al salón interior de la casa. –¡No puede ser!- exclama mientras la puerta de su cuarto se abre de golpe acorde con su exclamación. -¿Otra vez? En mi casa- recalca la última palabra antes de desaparecer del cuarto con su lacio pelo rubio revoloteando a su alrededor.
Un instante después encuentra a un hombre desconocido arrascándose la cabeza con el gesto dolorido, tras golpearse la cabeza con una de sus mesas para el té, ajeno a la presencia que se acababa de materializar en la estancia. –¡Otra vez!- exclama Celine con violencia haciendo que su voz se escuche desde todas direcciones y aunque ella no lo pretende, su enfado hace que varias sillas de la sala se deslicen por el suelo lleno de polvo y la puerta que el intruso ha usado se cierra con un portazo –No os vale con entrar en mi casa ayer, por supuesto también venís a asaltar mi propiedad esta noche ¿Verdad caballero?- Pregunta Celine esta vez desde su boca, materializándose frente a la puerta que acaba de cerrarse, con su angelical aspecto tan común, con su vaporosa ropa blanca impoluta, al igual que la blanquecina piel de su tez, manos y pies, ya que como siempre va descalza, aunque sus pies parecen no dejar huellas en el suelo lleno de polvo ni se manchan nunca, permaneciendo impolutos. Mira al desconocido con una expresión inquietantemente amable y sonriente que poco encaja con el grito cuando aún era invisible. -Intuyo que esto me pertenece- susurra mientras el objeto que guarda el caballero en una de sus manos flota leve y etéreamente hasta la mano de Celine, que lo atrapa entre sus pequeños y gráciles dedos con una risita inocente.
Ahora sin embargo, sin un cuerpo que reflejara aquellos cambios de humor, los enfados de la fantasma se volvían más… sobrenaturales. A los histéricos chillidos que acostumbraba a emitir una vez alcazaba la fase más aguda de su cabreo, se le solía sumar una gélida y pesada manta que caía sobre la zona en la que se manifestara. Sus constantes teletransportaciones en el plano material, solían unírsele extrañas corrientes de aire que tendían a apagar cualquier vela o fuente de luz. Sus enérgicos y repetitivos golpeteos en el suelo con su pie, moviendo arriba y abajo su tobillo solían ser seguidos con el movimiento de varios muebles y objetos de la sala, produciendo el efecto de un pequeño terremoto.
Y en ese momento Celine estaba muy furiosa. ¿Ni tan siquiera podía dejar la casa sola un par de horas para salir a dar un paseo? ¿Tenía que vivir allí enclaustrada evitando extraños?¿Tan poco educados eran los mortales como para respetar una propiedad privada?¿Y qué diablos tenía que hacer un mortal en una casa abandonada? Molestarla, importunarla, violar su intimidad y su propiedad. Pensaba Annabeth en su cuarto, mientras el frío que provocaba ya empezaba a formar una ligera escarcha sobre las cuidadas flores de su alfeizar.
Tal era su enfado que no reparó en la extraña presencia que ahora perturbaba la tranquilidad de su casa una vez más. Que se colaba por la puerta de atrás, las antiguas habitaciones del servicio hasta llegar al salón interior de la casa. –¡No puede ser!- exclama mientras la puerta de su cuarto se abre de golpe acorde con su exclamación. -¿Otra vez? En mi casa- recalca la última palabra antes de desaparecer del cuarto con su lacio pelo rubio revoloteando a su alrededor.
Un instante después encuentra a un hombre desconocido arrascándose la cabeza con el gesto dolorido, tras golpearse la cabeza con una de sus mesas para el té, ajeno a la presencia que se acababa de materializar en la estancia. –¡Otra vez!- exclama Celine con violencia haciendo que su voz se escuche desde todas direcciones y aunque ella no lo pretende, su enfado hace que varias sillas de la sala se deslicen por el suelo lleno de polvo y la puerta que el intruso ha usado se cierra con un portazo –No os vale con entrar en mi casa ayer, por supuesto también venís a asaltar mi propiedad esta noche ¿Verdad caballero?- Pregunta Celine esta vez desde su boca, materializándose frente a la puerta que acaba de cerrarse, con su angelical aspecto tan común, con su vaporosa ropa blanca impoluta, al igual que la blanquecina piel de su tez, manos y pies, ya que como siempre va descalza, aunque sus pies parecen no dejar huellas en el suelo lleno de polvo ni se manchan nunca, permaneciendo impolutos. Mira al desconocido con una expresión inquietantemente amable y sonriente que poco encaja con el grito cuando aún era invisible. -Intuyo que esto me pertenece- susurra mientras el objeto que guarda el caballero en una de sus manos flota leve y etéreamente hasta la mano de Celine, que lo atrapa entre sus pequeños y gráciles dedos con una risita inocente.
Pauline Laphavrant- Fantasma
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Re: La maison hantée [Privado]
"¡Otra vez!"
Aquella colérica voz que se escuchó por todas partes hizo que Jeremy diera un notable bote del susto y aferrando tembloroso su baston para correr con agónica torpeza para salir de la sala por donde había entrado. Nada lo prepararía para lo que sucedería a continuación.
La puerta se cerró antes de que llegase siquiera a su umbral y varias sillas de la sala se arrastraron solas con un chirrido atroz. Una de ellas se interpuso en su paso, haciéndole tropezar y caer de bruces contra el polvoriento suelo. soltando un quejido de dolor. No entendía qué estaba pasando, y como un ratón que veía la trampa cerrarse ante sus bigotes, su mente no buscaba una explicación al fenómeno, sino la más cercana ruta de escape. No soltó el paquete en ningún momento, poniéndose en pie costosamente con ayuda de su bastón, sus dientes apretados por el dolor de su pierna al incorporarse lo más rápidamente que pudo.
No vio a la espectral figura materializarse, pues volvió la espalda antes de que esto sucediera, pero cuando escuchó esa voz detrás de él y se dio la vuelta, descubriendo a la aparición, sus ojos y su boca se abrieron de par en par, aunque de ésta no salió ningún sonido. Sus piernas se sentían incluso más torpes que antes, como si se le hubiera olvidado caminar. Estaba allí, paralizado, aterrorizado, alzando su bastón con una temblorosa mano hacia el espectro a modo de arma, como si eso le fuera a servir de algo.
El paquete que llevaba se escapó de súbito entre los dedos de su diestra, flotando... ¡FLOTANDO! en el aire hacia la aparición. Eso fue lo que le despertó de aquél estado: si no entregaba a Mist ese paquete, podía darse por muerto.
Soltó el bastón, caminando torpemente hacia el paquete flotante, intentando agarrarlo sin éxito. Sus piernas fallaron una vez más, pero por suerte antes de caer logró apoyarse en la silla que le bloqueó el paso anteriormente.
-¡Po-por favor! ¡Le-le aseguro que no sabía...!-las palabras apenas salían por su boca, y cuando lo hacían era en un tono agudo y apenas sin aliento.- ¡El pa-pa-paquete! ¡Me enviaron aquí a re-recogerlo!-cerró los ojos rodeando la silla con una mano apoyada en su respaldo.- ¡Por favor!-juntó ambas manos frente al espectro a modo de súplica.- ¡Se lo suplico! ¡Ha-ha...!-tragó saliva, buscando las fuerzas y el valor para seguir hablando.- ¡Haré lo que sea!
Aquella colérica voz que se escuchó por todas partes hizo que Jeremy diera un notable bote del susto y aferrando tembloroso su baston para correr con agónica torpeza para salir de la sala por donde había entrado. Nada lo prepararía para lo que sucedería a continuación.
La puerta se cerró antes de que llegase siquiera a su umbral y varias sillas de la sala se arrastraron solas con un chirrido atroz. Una de ellas se interpuso en su paso, haciéndole tropezar y caer de bruces contra el polvoriento suelo. soltando un quejido de dolor. No entendía qué estaba pasando, y como un ratón que veía la trampa cerrarse ante sus bigotes, su mente no buscaba una explicación al fenómeno, sino la más cercana ruta de escape. No soltó el paquete en ningún momento, poniéndose en pie costosamente con ayuda de su bastón, sus dientes apretados por el dolor de su pierna al incorporarse lo más rápidamente que pudo.
No vio a la espectral figura materializarse, pues volvió la espalda antes de que esto sucediera, pero cuando escuchó esa voz detrás de él y se dio la vuelta, descubriendo a la aparición, sus ojos y su boca se abrieron de par en par, aunque de ésta no salió ningún sonido. Sus piernas se sentían incluso más torpes que antes, como si se le hubiera olvidado caminar. Estaba allí, paralizado, aterrorizado, alzando su bastón con una temblorosa mano hacia el espectro a modo de arma, como si eso le fuera a servir de algo.
El paquete que llevaba se escapó de súbito entre los dedos de su diestra, flotando... ¡FLOTANDO! en el aire hacia la aparición. Eso fue lo que le despertó de aquél estado: si no entregaba a Mist ese paquete, podía darse por muerto.
Soltó el bastón, caminando torpemente hacia el paquete flotante, intentando agarrarlo sin éxito. Sus piernas fallaron una vez más, pero por suerte antes de caer logró apoyarse en la silla que le bloqueó el paso anteriormente.
-¡Po-por favor! ¡Le-le aseguro que no sabía...!-las palabras apenas salían por su boca, y cuando lo hacían era en un tono agudo y apenas sin aliento.- ¡El pa-pa-paquete! ¡Me enviaron aquí a re-recogerlo!-cerró los ojos rodeando la silla con una mano apoyada en su respaldo.- ¡Por favor!-juntó ambas manos frente al espectro a modo de súplica.- ¡Se lo suplico! ¡Ha-ha...!-tragó saliva, buscando las fuerzas y el valor para seguir hablando.- ¡Haré lo que sea!
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La maison hantée [Privado]
Si Celine no estuviera tan enfadada, verdaderamente disfrutaría con la reacción de aquel humano, aterrado y descompuesto como un corderito el día de la matanza, intentando buscar una salida de manera tan errática como fútil. Los ojos de la fantasma no obstante repararon en la torpeza de los movimientos del intruso, movimientos demasiado descoordinados para deberse solo al susto, hasta que sus ojos repararon en el pequeño bastón que lo ayudaba a caminar. El hombre no parecía mayor, al menos no lo suficientemente mayor como para necesitar uno más que por pura estética. Aún así, dos incursiones en su hacienda familiar, más que posiblemente relacionadas no estaba dispuesta a consentirlas, por lo que cuando la puerta se cerró en las narices del humano, no pudo más que reír con malicia.
Risa que solo hizo aumentar cuando el humano tropezó con uno de sus muebles, que se movían por la habitación como la sobrenatural expresión del enfado de su dueña, que a esas alturas disfrutaba de aquella cálida sensación que transportaban tan violentos sentimientos, haciéndola sentir viva y revitalizada. Al fin y al cabo, su existencia en el plano material aún tras su muerte se debía en gran parte al inmortal pensamiento de preservar aquella mansión de cualquiera que no tuviera derecho a disfrutarla, por lo que castigar a un intruso como aquel revitalizaba su descarnado espíritu con nuevas fuerzas.
La curiosidad de Celine por los humanos también se veía saciada por aquel terror tan puro que destilaba aquel hombre, terror que se escapaba por cada uno de sus poros, por sus pupilas dilatadas, por su rostro pálido y congestionado, sus músculos tensos y su corazón latiendo a mil por hora. Un miedo tan puro que solo podía producir aquel miedo innato de los mortales a lo extraño, a lo inexplicable, a lo sobrenatural, a ella.
Sin embargo, el patético gesto de autodefensa de aquel intruso transformó la musical e impertinente risa en una mucha más oscura y cruel. -¿Te crees en el derecho de amenazarme humano, en mí propia casa?- susurró con ira contenida mientras los lacios pelos rubios abandonaban sus hombros, flotando alrededor de ella. Aunque la reacción del humano por dicho paquete llamó más la atención de Celine que todo lo anterior ¿Tan importante era aquello para el humano?¿Tantas facultades había perdido que no era capaz de asustar ni siquiera para que valorara su vida por encima de lo que fuera aquello? Sus manos acariciaron al fin aquel extraño paquete, poniéndolo de momento fuera del alcance del suplicante hombre.
Se llevó un dedo a la comisura de la boca en un gesto dulce e inocente, que poco tenía que ver con el resto de su amenazador aspecto. -¿Ésto? ¿Cómo se que le pertenece garçon? Hasta donde yo sé estaba en mi casa por lo que podría pertenecerme a mí y de no serlo ¿Cómo sabría que es suyo?- Con un pequeño gesto de su cuello, el bastón que descansaba en el suelo volvió a ponerse al alcance de las manos del hombre mientras su aspecto volvía a tornarse infantil y dulce antes de desaparecer. Reapareció justo a la espalda del hombre, hablándole con voz dulce y aniñada cerca de su oído–Aunque no creo que sea por lo que suplicaría yo en tu situación- comenta volviendo a reír. -¿Qué podrías ofrecerme tú humano? Tal vez deberías empezar por un nombre y una explicación de por qué entras en mi casa junto a los que dejaron esto y que puedes ofrecerme a cambio de esta cosita – continúa mientras balancea el paquete distraídamente con la mano. –Así tendré algo de entretenimiento mientras pienso que hacer contigo.-
Risa que solo hizo aumentar cuando el humano tropezó con uno de sus muebles, que se movían por la habitación como la sobrenatural expresión del enfado de su dueña, que a esas alturas disfrutaba de aquella cálida sensación que transportaban tan violentos sentimientos, haciéndola sentir viva y revitalizada. Al fin y al cabo, su existencia en el plano material aún tras su muerte se debía en gran parte al inmortal pensamiento de preservar aquella mansión de cualquiera que no tuviera derecho a disfrutarla, por lo que castigar a un intruso como aquel revitalizaba su descarnado espíritu con nuevas fuerzas.
La curiosidad de Celine por los humanos también se veía saciada por aquel terror tan puro que destilaba aquel hombre, terror que se escapaba por cada uno de sus poros, por sus pupilas dilatadas, por su rostro pálido y congestionado, sus músculos tensos y su corazón latiendo a mil por hora. Un miedo tan puro que solo podía producir aquel miedo innato de los mortales a lo extraño, a lo inexplicable, a lo sobrenatural, a ella.
Sin embargo, el patético gesto de autodefensa de aquel intruso transformó la musical e impertinente risa en una mucha más oscura y cruel. -¿Te crees en el derecho de amenazarme humano, en mí propia casa?- susurró con ira contenida mientras los lacios pelos rubios abandonaban sus hombros, flotando alrededor de ella. Aunque la reacción del humano por dicho paquete llamó más la atención de Celine que todo lo anterior ¿Tan importante era aquello para el humano?¿Tantas facultades había perdido que no era capaz de asustar ni siquiera para que valorara su vida por encima de lo que fuera aquello? Sus manos acariciaron al fin aquel extraño paquete, poniéndolo de momento fuera del alcance del suplicante hombre.
Se llevó un dedo a la comisura de la boca en un gesto dulce e inocente, que poco tenía que ver con el resto de su amenazador aspecto. -¿Ésto? ¿Cómo se que le pertenece garçon? Hasta donde yo sé estaba en mi casa por lo que podría pertenecerme a mí y de no serlo ¿Cómo sabría que es suyo?- Con un pequeño gesto de su cuello, el bastón que descansaba en el suelo volvió a ponerse al alcance de las manos del hombre mientras su aspecto volvía a tornarse infantil y dulce antes de desaparecer. Reapareció justo a la espalda del hombre, hablándole con voz dulce y aniñada cerca de su oído–Aunque no creo que sea por lo que suplicaría yo en tu situación- comenta volviendo a reír. -¿Qué podrías ofrecerme tú humano? Tal vez deberías empezar por un nombre y una explicación de por qué entras en mi casa junto a los que dejaron esto y que puedes ofrecerme a cambio de esta cosita – continúa mientras balancea el paquete distraídamente con la mano. –Así tendré algo de entretenimiento mientras pienso que hacer contigo.-
Pauline Laphavrant- Fantasma
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Re: La maison hantée [Privado]
Sus manos, aún unidas en gesto de súplica, seguían temblando de puro terror. Era como si la aparición disfrutara con ello, como si quisiera prolongar aquella agonía hasta que su mente se quebrara por completo. No obstante, era increíble lo que el ser humano era capaz de hacer cuando se le ponía en una situación crítica, renunciando a la lógica para aceptar la existencia de un espectro vengativo con el que debía razonar para salir con vida y con aquél paquete.
-N-no es mío, ¡tiene toda la razón! Otra persona lo...lo...-por mucho que trataba de ignorar el hecho de que tenía delante un maldito fantasma apareciendo y desapareciendo a placer, era bastante complicado dada la falta de práctica.- Lo dejó aquí escondido y me enviaron a recuperarlo. Le...-se arrodilló con un gesto dolorido frente a ella, aún con sus manos unidas.- ¡Le juro que no sé que hay dentro, ni quiero saberlo, ni conozco al hombre que lo dejó aquí! ¡Solo me enviaron a recogerlo!
Estaba al punto del colapso, sus ojos humedecidos por el miedo y el estrés del que estaba siendo víctima, su corazón latiendo tan fuerte que parecía que en cualquier momento saldría disparado de su pecho. Tan asustado y preocupado estaba que por una vez ni siquiera pensó en la vergüenza de que ella le considerase patético al suplicar por su vida de aquella forma.
Ante sus ojos, su bastón se elevó del suelo y se le ofreció, aunque Jeremy dudaba de que fuera un gesto de piedad. Lo agarró con cuidado, como si temiera que fuera a retirárselo o a golpearle con él en cualquier momento, pero por suerte no parecía algo que se le antojase hacer inmediatamente. Se apoyó en él para levantarse con gran esfuerzo, cansado y dolorido por los golpes, sin saber qué podía él ofrecer a la aparición para calmar su ira.
La voz del fantasma tras él envió un escalofrío desde su cabeza hasta los pies, haciéndole girarse bruscamente y retroceder torpemente unos pasos.
-So-soy...-alzó una mano, dejando la otra apoyada en su bastón, como si con ese gesto pudiera tranquilizar al espíritu. Mi nombre es J-Julien Lemaire.
Puede que el miedo le azotase y que fuera un atrevimiento peligroso por su parte, pero de ninguna manera le diría su verdadero nombre a aquella aparición. ¿Y si le seguía? O peor aún, ¿y si atormentaba a su hermano? No quería correr aquél riesgo.
-Por favor, ¡por favor! ¡Déjeme marchar! No sé qué podría ofrecerle, solo soy un simple pianista, un mero recadero, ni siquiera conozco a la persona que dejó aquí ese paquete. Si... si....-trató de tranquilizarse, manteniendo aún su mano en alto.- Si puedo hacer algo para que descanse en paz, lo que sea, juro que lo haré.
Tal vez había escuchado demasiados rumores y habladurías sobre fantasmas, pensando que aquella aparición furiosa tenía un motivo para permanecer allí o asuntos pendientes que debía resolver antes de viajar al "Más Allá", pero ante su ignorancia sobre el tema, aquella era la mejor y única pista que tenía.
-Se lo suplico...-pidió a media voz, temiendo que el contenido del paquete, fuera lo que fuese, se rompiera en sus crueles juegos.- Tenga cuidado...
-N-no es mío, ¡tiene toda la razón! Otra persona lo...lo...-por mucho que trataba de ignorar el hecho de que tenía delante un maldito fantasma apareciendo y desapareciendo a placer, era bastante complicado dada la falta de práctica.- Lo dejó aquí escondido y me enviaron a recuperarlo. Le...-se arrodilló con un gesto dolorido frente a ella, aún con sus manos unidas.- ¡Le juro que no sé que hay dentro, ni quiero saberlo, ni conozco al hombre que lo dejó aquí! ¡Solo me enviaron a recogerlo!
Estaba al punto del colapso, sus ojos humedecidos por el miedo y el estrés del que estaba siendo víctima, su corazón latiendo tan fuerte que parecía que en cualquier momento saldría disparado de su pecho. Tan asustado y preocupado estaba que por una vez ni siquiera pensó en la vergüenza de que ella le considerase patético al suplicar por su vida de aquella forma.
Ante sus ojos, su bastón se elevó del suelo y se le ofreció, aunque Jeremy dudaba de que fuera un gesto de piedad. Lo agarró con cuidado, como si temiera que fuera a retirárselo o a golpearle con él en cualquier momento, pero por suerte no parecía algo que se le antojase hacer inmediatamente. Se apoyó en él para levantarse con gran esfuerzo, cansado y dolorido por los golpes, sin saber qué podía él ofrecer a la aparición para calmar su ira.
La voz del fantasma tras él envió un escalofrío desde su cabeza hasta los pies, haciéndole girarse bruscamente y retroceder torpemente unos pasos.
-So-soy...-alzó una mano, dejando la otra apoyada en su bastón, como si con ese gesto pudiera tranquilizar al espíritu. Mi nombre es J-Julien Lemaire.
Puede que el miedo le azotase y que fuera un atrevimiento peligroso por su parte, pero de ninguna manera le diría su verdadero nombre a aquella aparición. ¿Y si le seguía? O peor aún, ¿y si atormentaba a su hermano? No quería correr aquél riesgo.
-Por favor, ¡por favor! ¡Déjeme marchar! No sé qué podría ofrecerle, solo soy un simple pianista, un mero recadero, ni siquiera conozco a la persona que dejó aquí ese paquete. Si... si....-trató de tranquilizarse, manteniendo aún su mano en alto.- Si puedo hacer algo para que descanse en paz, lo que sea, juro que lo haré.
Tal vez había escuchado demasiados rumores y habladurías sobre fantasmas, pensando que aquella aparición furiosa tenía un motivo para permanecer allí o asuntos pendientes que debía resolver antes de viajar al "Más Allá", pero ante su ignorancia sobre el tema, aquella era la mejor y única pista que tenía.
-Se lo suplico...-pidió a media voz, temiendo que el contenido del paquete, fuera lo que fuese, se rompiera en sus crueles juegos.- Tenga cuidado...
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La maison hantée [Privado]
Su risa cantarina continúa a la espalda del hombre, mientras se divierte con el pánico que produce su presencia en su casa, al menos es un justo castigo por irrumpir en una propiedad privada para un propósito que se iba volviendo bastante más oscuro por cada frase que pronunciaba aquel personajillo desesperado y asustado. La hacienda Bellerose convertida en un punto de referencia para acciones delictivas o de moral laxa, desde luego no mientras ella viviera para impedirlo, o al menos estuviera para impedirlo. Aunque lo cierto es que el aspecto de aquel hombre distaba mucho de alguien que se dedicara a acciones ilegales, más ¿quién si no iba a recoger un paquete en un domicilio aparentemente abandonado? Sin ni siquiera conocer el contenido del paquete ni el que lo enviaba. Para su mojigata yo en vida aquello hubiera pasado del todo desapercibido provocando una infantil e inocente confusión, pero tras sesenta y cinco años de no muerta había pocas cosas que no hubiera visto ya. -¿Cómo puedes ayudarme a descansar?- pregunta entre divertida y pensativa –¡Tal vez podrías empezar por no entrar en mi casa a molestarme!- le riñe enfadada de repente ante la impertinencia. Lo último que quiere el espectro es descansar en el más allá precisamente, al menos no aún.
Vuelve a reírse cuando el mortal intenta poner distancia con ella, retrocediendo con pasos vacilantes de su etérea forma, pobrecito, aún no se ha dado cuenta de que es inútil, esta era su casa y ella ponía las normas, para desgracia de su inquilino. Poniendo un sentido puchero en su cara de porcelana ante el descortés gesto al alejarse de ella avanza con sus pies flotando a varios centímetros del suelo lentamente. Mientras, uno de los muebles de la sala que reposan cerca del hombre se acerca por detrás de este, impidiendo que siga alejándose de la fantasma. –¿No quieres que seamos amigos Julien?- pregunta con el rostro aún mostrando una pena que no sentía en absoluto en un exagerado mohín. –Yo pensaba que ya que habías perturbado mi hogar de una manera tan horrible tal vez podríamos ser amigos- continúa mientras en su rostro se dibuja una sonrisa gentil a la vez que su mano diestra traza una etérea caricia en el rostro del intruso recorriendo las facciones de su cara con su gélido toque antes de que su forma volviera a desaparecer de la vista del mortal junto con el preciado paquete.
-Y los amigos se lo cuentan todo ¿verdad Julien?- ríe desde todas partes y desde ninguna en la oscura habitación, bebiendo del terror del humano. Debía reconocer que hacía mucho que no se lo pasaba tan bien jugando con un mortal. –Como por ejemplo podrías contarme que hace un mafiosillo como tú y tus amigos en mi mansión- pregunta indirectamente mientras se deja ver jugueteando con el pasillo tumbada distraídamente sobre un piano de cola que reposa en el fondo de la sala, con sus rubios cabellos desparramados sobre la negra y pulida superficie mientras su dueña mira distraídamente al techo –Hagamos algo- propone ladina sin molestarse en mirar al hombre –Si de verdad eres un pianista demuéstramelo- ríe cantarina mientras la tapa de las teclas del piano se abre pesadamente y el taburete se acerca unos pasos hacia el intruso –Si me complaces podréis salir o tú o el paquete- comenta mientras su cantarina risa vuelve a llenar el ambiente -¿No es un mal trato para empezar verdad? Piensa que hace tan solo unos minutos simplemente no ibas a salir de aquí-. Sonríe de manera encantadora mientras juguetea con uno de sus cabellos y una de sus piernas se balancea distraída cerca de las teclas.
Vuelve a reírse cuando el mortal intenta poner distancia con ella, retrocediendo con pasos vacilantes de su etérea forma, pobrecito, aún no se ha dado cuenta de que es inútil, esta era su casa y ella ponía las normas, para desgracia de su inquilino. Poniendo un sentido puchero en su cara de porcelana ante el descortés gesto al alejarse de ella avanza con sus pies flotando a varios centímetros del suelo lentamente. Mientras, uno de los muebles de la sala que reposan cerca del hombre se acerca por detrás de este, impidiendo que siga alejándose de la fantasma. –¿No quieres que seamos amigos Julien?- pregunta con el rostro aún mostrando una pena que no sentía en absoluto en un exagerado mohín. –Yo pensaba que ya que habías perturbado mi hogar de una manera tan horrible tal vez podríamos ser amigos- continúa mientras en su rostro se dibuja una sonrisa gentil a la vez que su mano diestra traza una etérea caricia en el rostro del intruso recorriendo las facciones de su cara con su gélido toque antes de que su forma volviera a desaparecer de la vista del mortal junto con el preciado paquete.
-Y los amigos se lo cuentan todo ¿verdad Julien?- ríe desde todas partes y desde ninguna en la oscura habitación, bebiendo del terror del humano. Debía reconocer que hacía mucho que no se lo pasaba tan bien jugando con un mortal. –Como por ejemplo podrías contarme que hace un mafiosillo como tú y tus amigos en mi mansión- pregunta indirectamente mientras se deja ver jugueteando con el pasillo tumbada distraídamente sobre un piano de cola que reposa en el fondo de la sala, con sus rubios cabellos desparramados sobre la negra y pulida superficie mientras su dueña mira distraídamente al techo –Hagamos algo- propone ladina sin molestarse en mirar al hombre –Si de verdad eres un pianista demuéstramelo- ríe cantarina mientras la tapa de las teclas del piano se abre pesadamente y el taburete se acerca unos pasos hacia el intruso –Si me complaces podréis salir o tú o el paquete- comenta mientras su cantarina risa vuelve a llenar el ambiente -¿No es un mal trato para empezar verdad? Piensa que hace tan solo unos minutos simplemente no ibas a salir de aquí-. Sonríe de manera encantadora mientras juguetea con uno de sus cabellos y una de sus piernas se balancea distraída cerca de las teclas.
Pauline Laphavrant- Fantasma
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Re: La maison hantée [Privado]
El vengativo espectro sin duda disfrutaba de su miedo. Era imprevisible, peligrosa, o eso era lo que a conciencia pensaba Jeremy, retrocediendo aterrorizado cuando la aparición comenzó a moverse hacia él. Podía ver su pálido rostro, sus antiguas prendas y sus cabellos moviéndose sin viento. Hacía tanto frío en la habitación que su aliento era visible en forma de temblorosas nubes mientras trataba de recuperar la respiración, pensando en cada segundo como el último. Trató de gritar cuando su espalda chocó contra otro mueble que le cortaba de nuevo el paso, pero ningún sonido salió de su garganta, tropezando una vez más y torciendo su gesto con evidente dolor.
-Seré lo que usted quiera, pero por favor...-dijo exhausto, apoyándose en el mueble que le cortaba el paso.- Por favor, devuélvamelo.
Tal vez ella ya se habría percatado de sobra, pero Jeremy no podía salir de allí sin ese paquete. Si lo hacía, significaba que tenía que presentarse ante Mist y decirle a la cara que lo había perdido y que lo tenía un fantasma vengativo. Y si algo no le gustaba a Mist, es que se rieran en su cara. Y eso sería lo que pensaría que estaba haciendo Jeremy justo antes de arrojarle al Sena encadenado a un saco de piedras. No sabía cómo iba a apañárselas, pero para él no había opción. Morir a manos del espectro en ese instante o salir sin el paquete. Para él no había diferencia.
-¡No soy ningún mafioso, soy un pianista, se lo aseguro!-exclamó, desesperado, tratando de encararla haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad.- ¡Pero me guste o no admitirlo, el piano no basta para mantener una familia!-aferró su bastón, avanzando un par de pasos hacia el espectro. Estaba perdido de todos modos, y el miedo pasa a segundo plano cuando un hombre es engullido por la desesperación.- ¡Por eso soy el maldito recadero cuando les viene en gana! ¡Por eso estoy aquí en esta maldita noche!
La frustración acumulada quiso salir en aquél momento, aumentando progresivamente la intensidad de sus palabras. Cuando terminó de hablar, tuvo que tomarse unos segundos para tomar aire, sintiendo una vez más el frío que inundaba la sala calarle hasta los huesos.
Pero el espectro le proponía un juego cruel. Demostrar su argumento y salir de allí. Sin el paquete.
-N-n-no, no lo entiende.-se llevó la mano libre a la cabeza, hundiéndola en su ya descolocado cabello, temblando más por frío que por miedo.- ¡Si ese va a ser su trato, entonces mejor acabe conmigo ahora, porque estaré igualmente muerto si me voy sin ese paquete!
-Seré lo que usted quiera, pero por favor...-dijo exhausto, apoyándose en el mueble que le cortaba el paso.- Por favor, devuélvamelo.
Tal vez ella ya se habría percatado de sobra, pero Jeremy no podía salir de allí sin ese paquete. Si lo hacía, significaba que tenía que presentarse ante Mist y decirle a la cara que lo había perdido y que lo tenía un fantasma vengativo. Y si algo no le gustaba a Mist, es que se rieran en su cara. Y eso sería lo que pensaría que estaba haciendo Jeremy justo antes de arrojarle al Sena encadenado a un saco de piedras. No sabía cómo iba a apañárselas, pero para él no había opción. Morir a manos del espectro en ese instante o salir sin el paquete. Para él no había diferencia.
-¡No soy ningún mafioso, soy un pianista, se lo aseguro!-exclamó, desesperado, tratando de encararla haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad.- ¡Pero me guste o no admitirlo, el piano no basta para mantener una familia!-aferró su bastón, avanzando un par de pasos hacia el espectro. Estaba perdido de todos modos, y el miedo pasa a segundo plano cuando un hombre es engullido por la desesperación.- ¡Por eso soy el maldito recadero cuando les viene en gana! ¡Por eso estoy aquí en esta maldita noche!
La frustración acumulada quiso salir en aquél momento, aumentando progresivamente la intensidad de sus palabras. Cuando terminó de hablar, tuvo que tomarse unos segundos para tomar aire, sintiendo una vez más el frío que inundaba la sala calarle hasta los huesos.
Pero el espectro le proponía un juego cruel. Demostrar su argumento y salir de allí. Sin el paquete.
-N-n-no, no lo entiende.-se llevó la mano libre a la cabeza, hundiéndola en su ya descolocado cabello, temblando más por frío que por miedo.- ¡Si ese va a ser su trato, entonces mejor acabe conmigo ahora, porque estaré igualmente muerto si me voy sin ese paquete!
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La maison hantée [Privado]
La fantasma cambia a un gesto más serio cuando el humano adquiere una actitud tan diferente. Algunos de sus libros favoritos le hablaban sobre aquel curioso efecto del miedo y la desesperación en las personas, provocando un afloramiento de valor y osadía más fruto de la seguridad de la muerte que de sentimientos como el arrojo o la gallardía. Se le queda por unos instantes mirando dubitativa, viendo aquel desesperado arranque duda si fue lo que llevo a ella misma a acabar con su vida y la de su futuro marido en su último acto como ser de carne y hueso. Cierta ira invade a la espectro al significar que ni siquiera hubiera hecho aquel acto por voluntad propia si no atrapada por sus propios sentimientos provocados por otra persona, como el resto de su vida. Es un planteamiento doloroso que hace que la escena empiece a resultar demasiado agridulce como para ser divertida.
A su vez, la horrible historia que describe el mortal afecta levemente a su olvidado sentido de la empatía, haciendo que incluso su pétreo gesto se dulcifique al mirarlo. ¿Cómo de terrible puede ser un humano para que el miedo que ella misma le provoca quede en segundo plano?¿Qué habría dentro de aquel pequeño paquete para que alguien esté dispuesto a matar por él aunque sea a un pobre infeliz como él? Las preguntas se acumulan como siempre en su hiperactiva y curiosa cabeza, perdiéndole el gusto levemente al terror que produce en el mortal, descartando su muerte con todas aquellas preguntas sin respuestas, sin que la haya deleitado aún con un concierto de piano. ¡Un pianista en su casa! Desde luego no podía dejar pasar aquella oportunidad ni aunque se tratara de un desgraciado bribón como él.
Desaparece de nuevo, apareciendo más cerca de él, potenciando en su perfecta imagen los rasgos más dulces e infantiles que posee la fantasma, pretendiendo crear algo de empatía mientras la temperatura de la habitación se hace más agradable y las manifestaciones espectrales de su anterior enfado desaparecen lentamente en pocos segundos. –Me temo caballero que no sabe como tratar a una dama como yo- sonríe gentilmente mirándolo a los ojos. Vuelve a aparecer detrás del asustado humano, hablándole con dificultad en el oído debido a la diferencia de altura. –Nos gusta hacernos de rogar, que nos cortejen, que nos convenzan- responde juguetona mientras una de sus manos se estira para acariciar la nuca del hombre, para luego cerrar levemente los dedos en sus cabellos haciéndolo inclinar la cabeza hacia arriba levemente. –Si quisiera matarte lo hubiera hecho ya querido pero no sería en absoluto divertido ni de mi agrado- susurra de nuevo fría antes de reír dulcemente.
Vuelve a reaparecer encima del piano, llamándolo hacia ella con un dedo. –Ahora querido te voy a decir lo que hacer y lo que decir- ríe de manera infantil. –Vas a venir aquí y me vas a deleitar con una romántica pieza a piano que me vas a dedicar mientras me dices lo hermosa que te parezco- Ordena coqueta y risueña. –Luego me vas a contar tu historia en la que un talentoso pianista acaba haciendo recados para una peligrosa mafia- Respira lentamente disfrutando de la propia ensoñación que relata, balanceando las piernas en el borde del piano alegre, dando un siniestro contraste con el horrible espectro como el que se había mostrado hace apenas unos minutos. -¿Está de acuerdo garçon?- pregunta con cierto aire amenazador en su tono infantil y risueño.
A su vez, la horrible historia que describe el mortal afecta levemente a su olvidado sentido de la empatía, haciendo que incluso su pétreo gesto se dulcifique al mirarlo. ¿Cómo de terrible puede ser un humano para que el miedo que ella misma le provoca quede en segundo plano?¿Qué habría dentro de aquel pequeño paquete para que alguien esté dispuesto a matar por él aunque sea a un pobre infeliz como él? Las preguntas se acumulan como siempre en su hiperactiva y curiosa cabeza, perdiéndole el gusto levemente al terror que produce en el mortal, descartando su muerte con todas aquellas preguntas sin respuestas, sin que la haya deleitado aún con un concierto de piano. ¡Un pianista en su casa! Desde luego no podía dejar pasar aquella oportunidad ni aunque se tratara de un desgraciado bribón como él.
Desaparece de nuevo, apareciendo más cerca de él, potenciando en su perfecta imagen los rasgos más dulces e infantiles que posee la fantasma, pretendiendo crear algo de empatía mientras la temperatura de la habitación se hace más agradable y las manifestaciones espectrales de su anterior enfado desaparecen lentamente en pocos segundos. –Me temo caballero que no sabe como tratar a una dama como yo- sonríe gentilmente mirándolo a los ojos. Vuelve a aparecer detrás del asustado humano, hablándole con dificultad en el oído debido a la diferencia de altura. –Nos gusta hacernos de rogar, que nos cortejen, que nos convenzan- responde juguetona mientras una de sus manos se estira para acariciar la nuca del hombre, para luego cerrar levemente los dedos en sus cabellos haciéndolo inclinar la cabeza hacia arriba levemente. –Si quisiera matarte lo hubiera hecho ya querido pero no sería en absoluto divertido ni de mi agrado- susurra de nuevo fría antes de reír dulcemente.
Vuelve a reaparecer encima del piano, llamándolo hacia ella con un dedo. –Ahora querido te voy a decir lo que hacer y lo que decir- ríe de manera infantil. –Vas a venir aquí y me vas a deleitar con una romántica pieza a piano que me vas a dedicar mientras me dices lo hermosa que te parezco- Ordena coqueta y risueña. –Luego me vas a contar tu historia en la que un talentoso pianista acaba haciendo recados para una peligrosa mafia- Respira lentamente disfrutando de la propia ensoñación que relata, balanceando las piernas en el borde del piano alegre, dando un siniestro contraste con el horrible espectro como el que se había mostrado hace apenas unos minutos. -¿Está de acuerdo garçon?- pregunta con cierto aire amenazador en su tono infantil y risueño.
Pauline Laphavrant- Fantasma
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Re: La maison hantée [Privado]
Dio un nuevo paso hacia atrás cuando la aparición desapareció y se manifestó frente a él en lo que uno tarda en chascar los dedos. Él era una persona guiada por la lógica y la razón, por lo que su mente, en segundo plano, seguía ceñida en su empeño de encontrar una explicación a lo que estaba viviendo, fallando estrepitosamente. Dio un suave respingo, encogiéndose sobre sus hombros, al sentirla ahora tras él, hablándole al oído.
-¡P-por favor, d-deje de hacer eso!-suplicó con los nervios a flor de piel, volteándose para encararla.- S-si lo que busca es alguien que sepa cortejarla, m-me temo que tiene delante a un pésimo candidato.
De perdidos al río, ¿así que por qué no sincerarse también en ese aspecto? Era terrible en ese terreno, nunca había sabido cómo empezar ni qué hacer, y después de tantos rechazos, probablemente le daba más miedo la idea de intentar cortejar a una dama que el enfrentarse a un espectro vengativo. No obstante, pese a las apariencias, el músico era alguien que sabía leer entre líneas, ante el cual no pasaban desapercibidos los detalles. Aquél cambio de actitud, sus gestos suavizados, cómo pareció dudar cuando se percató de la tortura psicológica a la que le estaba sometiendo... y ahora, aquella "petición". La observó con una mirada distinta en sus ojos, llena de una empatía que, por un momento, fue más poderosa que el miedo. Tal vez por eso pareció desestimar aquella última amenaza velada, comenzando a acercarse a ella, lenta y torpemente, obviando el dolor punzante de su pierna, ocupado en el escrutinio de la fantasmal figura. Se situó frente a ella, junto al piano, atreviéndose a sostener su mirada por unos instantes. Pese a todo, seguía aterrado, y su voz tardó un par de segundos en brotar de sus labios.
-¿Por...por qué ve la necesidad de obligarme a decir algo así? Es evidente que es una joven hermosa, eso podría decírselo cualquiera. Pero, para más mal que bien, según mi experiencia, yo no soy como cualquiera. Por eso puedo ver que, debajo de tanta ira, esconde un mundo mayor del que nadie puede imaginar.
Puede que su miedo todavía fuera papable, pero estaba siendo absolutamente sincero en sus palabras. Era bueno leyendo a las personas, y por mucho que aquella aparición se esforzara en parecer un monstruo iracundo, le había mostrado, aunque fuera un momento, que en alguna parte seguía teniendo un corazón que sentía y padecía. Un corazón que, con el paso del tiempo, se había llenado de polvo tanto como los muebles de la casa en la que se encerraba. Ese descubrimiento fue lo que le hizo empatizar con ella y verla desde una perspectiva distinta. Ella necesitaba escuchar esas palabras. El músico pensó que, tal vez, nunca nadie se las había dedicado, o quizás quien lo hizo sufrió algún funesto destino. Su mirada se llenó entonces de otra cosa: curiosidad.
Tomó asiento en el piano, posando sus dedos sobre las teclas sin presionarlas en absoluto, sintiendo el polvo de los años entre su piel y las albas notas. Sus manos temblaban pero, cuando se escuchó la primera nota, dejaron de hacerlo.
Jeremy tenía una habilidad, si así podía llamarse, desde el primer día que puso las manos en un piano. Cuando comenzaba a tocar, nada más importaba, estaban solos él, el piano, y ese mundo oculto bajo su piel que teñía las melodías de infinitos colores. Por eso, aunque tocase la misma melodía no sonaba siempre igual. A veces más alegre y viva, otras más lenta y oscura... como la que comenzó a tocar en aquél momento. Cada nota se entrelazaba para tejer una composición misteriosa, oscura, sus finos dedos apenas apretaban las teclas, haciéndola sonar como un secreto oculto y la confianza de que nunca iba a ser revelado. Era lo extraño y peligroso de lo desconocido y, al mismo tiempo, sus precisos tonos dulces que se dejaban apreciar entre todo ello la hacían encajar en la descripción que la aparición había demandado: una pieza romántica, dedicada solo para ella, que nunca más se iba a repetir. Algo personal, exclusivo, y único.
Cuando terminó, Jeremy respiró profundamente, como si todo ese tiempo hubiera estado conteniendo la respiración bajo mareas desconocidas y oscuras. Alzó la mirada hacia el espectro, hacia el misterio frente a él, siendo totalmente sincero en sus palabras.
-Es usted whisky en una taza de te. Un diamante que quiere ser carbón.-susurró, sin apartar la mirada.- Si de algo sirve, le pido por favor que deje que mi historia siga siendo mía. Quizás usted entienda lo difícil que es revivir algunos episodios de una vida. No tengo absolutamente nada que ofrecerle, solo la promesa de que, si me permite marcharme con ese paquete, no volveré a molestarla ni a causaré más problemas.
-¡P-por favor, d-deje de hacer eso!-suplicó con los nervios a flor de piel, volteándose para encararla.- S-si lo que busca es alguien que sepa cortejarla, m-me temo que tiene delante a un pésimo candidato.
De perdidos al río, ¿así que por qué no sincerarse también en ese aspecto? Era terrible en ese terreno, nunca había sabido cómo empezar ni qué hacer, y después de tantos rechazos, probablemente le daba más miedo la idea de intentar cortejar a una dama que el enfrentarse a un espectro vengativo. No obstante, pese a las apariencias, el músico era alguien que sabía leer entre líneas, ante el cual no pasaban desapercibidos los detalles. Aquél cambio de actitud, sus gestos suavizados, cómo pareció dudar cuando se percató de la tortura psicológica a la que le estaba sometiendo... y ahora, aquella "petición". La observó con una mirada distinta en sus ojos, llena de una empatía que, por un momento, fue más poderosa que el miedo. Tal vez por eso pareció desestimar aquella última amenaza velada, comenzando a acercarse a ella, lenta y torpemente, obviando el dolor punzante de su pierna, ocupado en el escrutinio de la fantasmal figura. Se situó frente a ella, junto al piano, atreviéndose a sostener su mirada por unos instantes. Pese a todo, seguía aterrado, y su voz tardó un par de segundos en brotar de sus labios.
-¿Por...por qué ve la necesidad de obligarme a decir algo así? Es evidente que es una joven hermosa, eso podría decírselo cualquiera. Pero, para más mal que bien, según mi experiencia, yo no soy como cualquiera. Por eso puedo ver que, debajo de tanta ira, esconde un mundo mayor del que nadie puede imaginar.
Puede que su miedo todavía fuera papable, pero estaba siendo absolutamente sincero en sus palabras. Era bueno leyendo a las personas, y por mucho que aquella aparición se esforzara en parecer un monstruo iracundo, le había mostrado, aunque fuera un momento, que en alguna parte seguía teniendo un corazón que sentía y padecía. Un corazón que, con el paso del tiempo, se había llenado de polvo tanto como los muebles de la casa en la que se encerraba. Ese descubrimiento fue lo que le hizo empatizar con ella y verla desde una perspectiva distinta. Ella necesitaba escuchar esas palabras. El músico pensó que, tal vez, nunca nadie se las había dedicado, o quizás quien lo hizo sufrió algún funesto destino. Su mirada se llenó entonces de otra cosa: curiosidad.
Tomó asiento en el piano, posando sus dedos sobre las teclas sin presionarlas en absoluto, sintiendo el polvo de los años entre su piel y las albas notas. Sus manos temblaban pero, cuando se escuchó la primera nota, dejaron de hacerlo.
Música
Jeremy tenía una habilidad, si así podía llamarse, desde el primer día que puso las manos en un piano. Cuando comenzaba a tocar, nada más importaba, estaban solos él, el piano, y ese mundo oculto bajo su piel que teñía las melodías de infinitos colores. Por eso, aunque tocase la misma melodía no sonaba siempre igual. A veces más alegre y viva, otras más lenta y oscura... como la que comenzó a tocar en aquél momento. Cada nota se entrelazaba para tejer una composición misteriosa, oscura, sus finos dedos apenas apretaban las teclas, haciéndola sonar como un secreto oculto y la confianza de que nunca iba a ser revelado. Era lo extraño y peligroso de lo desconocido y, al mismo tiempo, sus precisos tonos dulces que se dejaban apreciar entre todo ello la hacían encajar en la descripción que la aparición había demandado: una pieza romántica, dedicada solo para ella, que nunca más se iba a repetir. Algo personal, exclusivo, y único.
Cuando terminó, Jeremy respiró profundamente, como si todo ese tiempo hubiera estado conteniendo la respiración bajo mareas desconocidas y oscuras. Alzó la mirada hacia el espectro, hacia el misterio frente a él, siendo totalmente sincero en sus palabras.
-Es usted whisky en una taza de te. Un diamante que quiere ser carbón.-susurró, sin apartar la mirada.- Si de algo sirve, le pido por favor que deje que mi historia siga siendo mía. Quizás usted entienda lo difícil que es revivir algunos episodios de una vida. No tengo absolutamente nada que ofrecerle, solo la promesa de que, si me permite marcharme con ese paquete, no volveré a molestarla ni a causaré más problemas.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La maison hantée [Privado]
Una pequeña e infantil risa surgió de la fantasma, llenando todo el cuarto a pesar de taparse tímidamente la boca al reír, de una manera antinatural y etérea ante el comentario del aterrado humano. –Querido es eso precisamente lo divertido. Si fuerais un galan sabed que os pediría otra cosa- vuelve a reír acomodándose sobre el piano de forma grácil, acariciando la empolvada superficie con sus pies descalzos sin levantar la más mínima mota de polvo al hacerlo, sin que su cabello se afeara o arañara la voluble superficie y sin manchar su níveo vestido. –Sois tan mono cuando ni siquiera sabéis que decir- le mira la fantasma jugando con él.
Tal vez por eso la galante reacción del humano la cogió verdaderamente desprevenida, mostrando incluso cierto rubor en el normalmente inalterable rostro de la espectro que boqueo un par de veces sin saber que decir mirando de manera diferente al humano con su rostro infantil. –Pensé que era mano en estas lides garçon- pudo responder al fin mirando con curiosidad como tomaba asiento en el piano con movimientos torpes e inseguros, haciendo que la fantasma se sintiera en parte culpable por el mal rato que le estaba haciendo pasar a aquel humano que a sus ojos solo pecaba de haberse juntado con compañías demasiado horrendas para gestionarlo. No obstante cuando sus temblorosas manos se posaron sobre las teclas no pudo echar cuenta a otra cosa, absorta en como arrancaban con suaves caricias arrancaba notas precisas y armoniosas de las antiguas teclas que llevaban tanto tiempo silenciadas. Sin esperarlo una serie de sentimientos asaltaron a la no muerta, haciendo que la solitaria mansión tomara vida alrededor de ella transportándola a décadas atrás, cuando sus padres, sus sirvientes inundaban aquellas estancias llenas de vida, de personas, de tareas, luminosas e impolutas.
El cuerpo de la fantasma se volvió más etéreo durante la canción, concentrada como estaba en sus recuerdos y en la armoniosa música que salía del antiguo piano de cola como por embrujo. Si hubiera necesitado respirar estaba segura de que en algún momento de la pieza le hubiera faltado el aliento y que sus manos se encontrarían frías y blancas de tener un corazón al que le costara llevar la sangre a la punta de sus dedos, por el contrario la nebulosa forma mantuvo una quietud mortal sin quitar los ojos que no obstante si parecían más acuosos y oscuros que normalmente.
Cuando la música dejó de sonar, la ensoñación acabó de una manera tan dolorosa y abrupta como había comenzado, pero al menos había podido disfrutar de aquellos recuerdos aderezados de una majestuosa sonata de piano. Con un suspiro rápido, aniñado, volvió a centrarse en mantener aquel cuerpo prácticamente corpóreo, haciendo que su pecho volviera a subir a bajar como si de verdad necesitara respirar, haciendo que sus pestañas se juntaran brevemente parpadeando de nuevo, recuperando una irónica sonrisa. –Admito garçon que para alguien capaz de invadir la propiedad ajena con tal facilidad, toca el piano de manera primorosa- ríe recordándole el porque de su situación. –Y a una dama- puntúa agradecida haciendo que sus pies toquen el suelo, dando un alegre salto desde la tapa del piano. –Se ha ganado con creces el salir de mi casa querida, y me encuentro generosa, así que solo por esta vez lo hará con su paquete- ríe haciendo que el objeto flote mansamente hasta él con su característica infantil sonrisa.
Se muerde el labio inferior, mirando al hombre con curiosidad ¿Cómo podía acabar realizando aquellos trabajos un hombre de indudable talento? Tampoco parecía una lesión común aquella que tenía en su pierna pues no parecía un ducho jinete que hubiera sufrido una mala caída... -Sabed al menos que estaría encantada de escuchar su historia, no obstante, lo dejaré a su elección. Al fin y al cabo siempre son más divertidas de aquellos que quieren compartirlas- le sonríe educada por primera vez.
Tal vez por eso la galante reacción del humano la cogió verdaderamente desprevenida, mostrando incluso cierto rubor en el normalmente inalterable rostro de la espectro que boqueo un par de veces sin saber que decir mirando de manera diferente al humano con su rostro infantil. –Pensé que era mano en estas lides garçon- pudo responder al fin mirando con curiosidad como tomaba asiento en el piano con movimientos torpes e inseguros, haciendo que la fantasma se sintiera en parte culpable por el mal rato que le estaba haciendo pasar a aquel humano que a sus ojos solo pecaba de haberse juntado con compañías demasiado horrendas para gestionarlo. No obstante cuando sus temblorosas manos se posaron sobre las teclas no pudo echar cuenta a otra cosa, absorta en como arrancaban con suaves caricias arrancaba notas precisas y armoniosas de las antiguas teclas que llevaban tanto tiempo silenciadas. Sin esperarlo una serie de sentimientos asaltaron a la no muerta, haciendo que la solitaria mansión tomara vida alrededor de ella transportándola a décadas atrás, cuando sus padres, sus sirvientes inundaban aquellas estancias llenas de vida, de personas, de tareas, luminosas e impolutas.
El cuerpo de la fantasma se volvió más etéreo durante la canción, concentrada como estaba en sus recuerdos y en la armoniosa música que salía del antiguo piano de cola como por embrujo. Si hubiera necesitado respirar estaba segura de que en algún momento de la pieza le hubiera faltado el aliento y que sus manos se encontrarían frías y blancas de tener un corazón al que le costara llevar la sangre a la punta de sus dedos, por el contrario la nebulosa forma mantuvo una quietud mortal sin quitar los ojos que no obstante si parecían más acuosos y oscuros que normalmente.
Cuando la música dejó de sonar, la ensoñación acabó de una manera tan dolorosa y abrupta como había comenzado, pero al menos había podido disfrutar de aquellos recuerdos aderezados de una majestuosa sonata de piano. Con un suspiro rápido, aniñado, volvió a centrarse en mantener aquel cuerpo prácticamente corpóreo, haciendo que su pecho volviera a subir a bajar como si de verdad necesitara respirar, haciendo que sus pestañas se juntaran brevemente parpadeando de nuevo, recuperando una irónica sonrisa. –Admito garçon que para alguien capaz de invadir la propiedad ajena con tal facilidad, toca el piano de manera primorosa- ríe recordándole el porque de su situación. –Y a una dama- puntúa agradecida haciendo que sus pies toquen el suelo, dando un alegre salto desde la tapa del piano. –Se ha ganado con creces el salir de mi casa querida, y me encuentro generosa, así que solo por esta vez lo hará con su paquete- ríe haciendo que el objeto flote mansamente hasta él con su característica infantil sonrisa.
Se muerde el labio inferior, mirando al hombre con curiosidad ¿Cómo podía acabar realizando aquellos trabajos un hombre de indudable talento? Tampoco parecía una lesión común aquella que tenía en su pierna pues no parecía un ducho jinete que hubiera sufrido una mala caída... -Sabed al menos que estaría encantada de escuchar su historia, no obstante, lo dejaré a su elección. Al fin y al cabo siempre son más divertidas de aquellos que quieren compartirlas- le sonríe educada por primera vez.
Pauline Laphavrant- Fantasma
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Temas similares
» Hantée (Privado)
» Larmes hantée (Privado)
» Rentrer à la Maison (Priv. Löwe)
» MAISON ROUGE, Cabaret Erótico
» Código de Honor: Fidélité à la Maison de la Forêt {Velkan Vladescu}
» Larmes hantée (Privado)
» Rentrer à la Maison (Priv. Löwe)
» MAISON ROUGE, Cabaret Erótico
» Código de Honor: Fidélité à la Maison de la Forêt {Velkan Vladescu}
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour