· Ode to the Poor and Powerless ·

Llevaba un tiempo sin poder estar en su forma de gato y aquello era como la dicha misma para Sylvana, quien disfrutaba de estar acostada en uno de los techos de las casas, gozando del sol que apenas y la calentaba, pero que era suficiente para hacerla sentir completa.

Después de ir aprendiendo mas trucos por su estado de fantasma el conservar su forma gatuna se le hacia mas difícil, siendo apenas capaz de durar las tres horas en ese estado. Sin embargo era suficiente para ella, quien con solo ese logro le hacia sentir que su lado cambiante seguía ahí, ayudándola a recodar sus raíces.

Su cola de movía de un lado a otro de manera perezosa mientras su pelaje negro brillaba por los rayos del sol, haciéndola bostezar en un estado de placidez muy raro de conseguir.

Estiro su espalda con lentitud, casi ronroneando por lo bien que se sentía cuando el sonido de forcejeos, maldiciones, quejidos y pequeños gritos le llamo poderosamente la atención. Ella sabia que en aquel lugar no podía pasar nada bueno. Los callejones solo eran para gente con algo que esconder y que deseaban no ser vistos, ladrones de poca monta o asesinos que no sabían a donde ir.

Con el pelaje erizado y un siseo saliendo de manera involuntaria renuncio a su forma felina para volverse etérea, flotando con rapidez hacia el lugar donde provenía los ruidos.

Su indignación fue enorme cuando vio como un hombre golpeaba a una niña y le quitaba el dinero que llevaba, dejándola tirada con rastros de sangre en sus labios y moretones que apenas empezaban a formarse en su morena piel.

No entendía como aquella niña había llegado hasta allá, pero no pudo evitar sentir cierto orgullo cuando la niña logro romper un pedazo de la capa del ladrón, sin embargo ella sabia que eso no sería suficiente y, sintiéndose un poco mal por tener que dejarla en ese estado, siguió primero al atacante por poco tiempo hasta que entro en otro callejón vacío, apareciendo detrás suyo y abrazándolo por los hombros aun en su forma fantasma, apenas dejando que su presencia se notara como no más que una sombra humanoide.

—Que horrible persona es usted—murmuro en su oído, dejando que el ambiente se enfriara tanto que la piel del hombre empezaba a ponerse pálida—. ¿Qué tal si yo le hiciera lo mismo, le gustaría?

El hombre chillo y trato de sacársela de encima, pero Sylvana solo se rio con fuerza, asustando aún más al ladrón el cual se desmayó poco después, su cabeza chocando con fuerza contra el suelo.

Sylvana lo miro de reojo, volviéndose totalmente corpórea antes de patearlo con la punta de su bota, volteándolo para tomar el dinero que le había quitado a aquella niña, empezando a correr hacia el lugar donde se encontraba.

Casi suspiro de alivio al notar que la pequeña seguía ahí, acercándose con cuidado hasta agacharse frente suyo, acariciando su cabeza con delicadeza.

—Pobre niña —murmuro la joven, tomándola con cuidado de los brazos para enderezarla—. ¿Puedes levantarte? ¿Cuál es tu nombre? Espero me perdones, pero no podía dejar que se fuera con esto, así que tuve que ir primero por él antes de ayudarte. —Deposito el dinero entre las dos manos de la niña, sonriendo con calidez para que entendiera que ya no había peligro y que ella no iba a hacerle daño.

Observo su frente lastimada con cierto enojo, limpiando con sus dedos la sangre que empezaba a escapar de la herida sin que pudiera hacer algo. No tenia nada para limpiarla y sus ropas no servirían.

Miro a la pequeña que tenia enfrente, quien la veía con esos brillantes ojos esmeralda llenos de incredulidad, haciéndola sonreír de manera cálida, notando lo que le costaba el hablar el mismo idioma.

—Ya no tienes que preocuparte —dijo Sylvana de manera calmada, un poco mas lento para que la niña entendiera cada palabra—. Yo le quite eso al ladrón, ahora mismo debe seguir inconsciente en alguna calle —completo la joven, riendo con cierta satisfacción.

Notando como aun la chica seguía en cierto shock, le ayudo a levantarse con lentitud, aun quitando la sangre con sus manos hasta que noto el pedazo de tela que tenía la niña apretado con fuerza en un puño.

—¿Me lo prestas? —pregunto la fantasma, señalando la tela con su dedo índice antes de tratar de tomarlo, dejando que se escurriera poco a poco del firme agarre de la infante—. Al menos podrá servir de algo —murmuro Sylvana, dando suaves y muy delicados toques en su frente hasta que la sangre dejo de salir—. Por ahora estará bien, pero tendrás que ver que te lo curen como se debe.

Irguiéndose de nuevo en toda su estatura, sacudió con ligereza la falda de su vestido antes de ver hacia ambos lados, segura de que no había más peligro, alargando una mano hacia la niña.

—Te ayude por que nadie merece pasar por esto, menos una niña que solo estaba en el sitio equivocado —respondió Sylvana, siempre tratando de hablar lo mas claro posible para que pudiera entenderla—. Disculpa que me meta, pero si no te molesta me gustaría acompañarte —ofreció la joven, dejando su palma cerca de la niña, incitándola a tomarla—. Estas algo lejos de las calles principales, así que asumo que te perdiste al dar una mala vuelta. Puedo guiarte a donde tengas que ir si lo deseas —ofreció la mujer, siempre dándole una sonrisa amigable, esperando con paciencia por su respuesta.

La fantasma observo a la pequeña niña con una sonrisa en su cara, negando con levedad antes de empezar a caminar lejos de ese horrible lugar, sosteniendo su mano en un delicado agarre.

—Fue una buena idea el tratar de tomar algo para identificar al ladrón, eres una niña muy lista —alabo Sylvana—. Pero mucho me temo que aun con eso no hubieran tratado el caso con la seriedad que uno quisiera —murmuro sintiendo cierta indignación, consciente de como operaba la autoridad por esos lugares.

Observando la cara de la pequeña de nuevo, no pudo evitar limpiar una pequeña mancha de tierra de su mejilla, su sonrisa permaneciendo en su cara mientras seguían caminando, procurando ir al paso de la infante para no dejarla atrás.

—Entonces nuestro destino es el mercado —comento la joven, algo pensativa al notar lo delgada que era la niña. Si sus sospechas eran ciertas le ayudaría a cargar lo mas pesado hasta su casa. Sabía que tendría que ser cuidadosa. Entendía la situación y lo menos que quería era el causarle problemas, pero tampoco iba a permitir que abusaran de ella de esa manera si podía evitarlo.

Se guardo el suspiro que quería salir de su boca y observo al frente, señalando las calles y lugares importantes, deteniéndose en cada lugar para explicarle a la pequeña por donde debía ir y que lugares evitar si necesitaba volver a salir, cuidando de no hablar demasiado rápido para que entendiera todas sus indicaciones. Era mejor que aprendiera de esto que solo guiarla hasta su destino sin que supiera como pudo llegar hasta ahí.

Tuvo que aguantar la pequeña risa que quiso escapar de su garganta cuando la niña menciono si tenía frio, pareciéndole adorable el como se preocupaba por ella, su sonrisa muriendo un poco al oír sobre su amo.

—Siempre estoy un poco fría así que no es mucho problema, espero no te incomode —contesto Sylvana, doblando por una ultima calle antes de empezar a ver los puestos llenos de frutas y especias—. Por cierto, mi nombre es Sylvana, un gusto —se presento la joven, riendo con levedad al notar su despiste—. ¿Cuál es tu nombre?

Sylvana observo el gesto de felicidad de la niña con creciente alivio, contenta de poder darle un momento de dicha a aquella pequeña que se lo tenia mas que merecido. Ella sabía la condición que tenía su gente y el mal trato que eso conllevaba. Sus padres nunca fueron partidarios de tener esclavos, enseñándoles siempre a respetar a cualquier ser viviente con el que se toparan si este era del mismo modo amable con ellos.

Aborrecía con todo su ser como algunos disfrutaban de sentirse superiores a otros. En vida evitaba las palizas que llegaba a encontrar escondiéndose y rugiendo con ferocidad en su forma de pantera o tigre para infundir temor en los corazones de aquellos amos sin misericordia. En muerte era aún más fácil el infundir un estado de tal terror que, en las pocas veces que lograba llegar a tiempo, dicho amo podría terminar incluso en un estado de ansiedad y estrés mental perpetuo, siempre mirando sobre su hombro, siempre con el miedo de que algo pudiera venir por ellos.

Sonrió al recordar sus caras pasmadas del espanto y casi ríe por eso si no fuera porque la niña seguía mirándola. Reír de la nada no seria una buena idea, en especial por si no controlaba las campanillas que solían acompañarle.

Aclarándose la garganta, cubrió su boca con el dorso de su mano, sonriendo de nuevo con calidez.

—En realidad no del todo. Mi tierra es Italia, pero vine a vivir aquí hace unos años. —La palabra vivir le supo amarga en su boca aun cuando sabia que sus sentidos eran decadentes, pero trato que la tristeza no se viera en su cara—. Enekpe es un lindo nombre, ¿Tiene algún significado en especial? —pregunto Sylvana con interés antes de que sus ojos fueran atrapados por los destellos de un puesto especialmente llamativo, lleno de varias cosas brillantes y juguetes.

Su instinto felino, aun muy arraigado en ella, le hizo observar los destellos con atención, ladeando su cabeza sin evitarlo antes de detenerse un momento, sonriéndole a su pequeña acompañante.

—Ya que estamos aquí podríamos echar un vistazo en los alrededores, aquel puesto parece tener varias cosas bonitas —comento Sylvana, sus ojos mostrando la curiosidad nata de lo que fue su especie—. ¿Qué te parece?