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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Cosette Renaud Sáb Ene 12, 2013 2:57 pm

Cosette se encontraba cosiendo un pantalón roto de uno de sus hermanos cuando su padrastro entró a la casa. El hombre se acercó a la pequeñísima cocina sin decirle nada ni mirarle siquiera. Ella por su parte levantó la vista sólo un momento y luego siguió con su trabajo, en silencio. Su relación con él estaba llena de rencor y odio. Le pareció extraño que llegara a esa hora, generalmente volvía de sus quehaceres mucho más tarde, bien entrada la noche. Ya todos estaban acostumbrados a ese olor que el hombre desprendía cada vez que entraba a la casa; una mezcla entre el alcohol, el sudor y el perfume de otra mujer. Sí, su padrastro gastaba parte del poco dinero que conseguía en bares y burdeles, y eso era algo que ella jamás le perdonaría, menos ahora que su madre estaba gravemente enferma.
-No hay pan –le escuchó decir entonces, aunque supuso que estaba hablando consigo mismo pues no le dirigió la mirada en ningún momento. Cosette tampoco lo hizo y siguió ensartando la aguja en la tela sin pronunciar ni una palabra.
-¡No hay pan! –exclamó esta vez en voz alta y dándole un golpe a la mesa, lo cual hizo resonar los vasos y platos que se encontraban sobre esta.
Cosette dio un respingo a causa de la sorpresa y finalmente le miró. Él también le estaba observando fijamente y con una mirada desafiante. Cosette sabía qué significaba.

Se puso de pie dejando el pantalón, la aguja y el hilo a un lado y se acercó a la puerta de entrada tomando en el camino un par de monedas y una pequeña cesta. La rabia le recorría de pies a cabeza, tenía los puños cerrados y la mandíbula tensa. Cómo odiaba a ese hombre.
Él no el quitaba la vista de encima, pendiente de sus acciones y sus pasos. Cosette sabía que, en silencio, el hombre esperaba su oportunidad para actuar en caso de que ella le desobedeciera. Ya lo había aprendido hace mucho tiempo.
Le dedicó una mirada cargada de desprecio antes de salir al exterior. Caminó en dirección al mercado dejando tras de sí la pequeña y antigua vivienda. Había pasado casi todo el día remendando ropa y atendiendo a su madre, por lo que el aire fresco y los últimos rayos de sol le dieron encuentro de manera agradable. Estaba por anochecer y pronto empezarían a encender los primeros faroles.
Al llegar al mercado ambulante se vio rodeada de una multitud de gente que iba y venía a su propio ritmo, pendiente de sus propios asuntos. Las muchedumbres podían ser agobiantes, pero al menos ahí podía encontrarse con muchas otras personas parecidas a ella, en su misma situación. De alguna forma eso le hacía sentirse más segura, al menos más que cuando se paseaba por el centro de París y se encontraba con esos hombres y mujeres de alta alcurnia que se lucían con sus vestimentas elegantes y pomposas.

Compró dos hogazas de pan y esperó que fuese suficiente, porque de todas formas el dinero no le alcanzaba para más. Metió el pan en la cesta y emprendió el camino de vuelta a su casa.
Ya había dejado la parte más concurrida del mercado atrás, cuando de pronto desde uno de los callejones salió un perro. El animal se acercó a Cosette lentamente y sin señales de mostrarse agresivo, pero la chica sabía que bastaba dedicarles una sola mirada a esos perros callejeros para que luego te siguieran durante todo el camino, y ella sabía que si llegaba con un perro a su casa, su padre lo espantaría a piedrazos sin dudarlo. Así que simplemente siguió caminando e intentando ignorarlo, pero ya había avanzado varios metros y aún podía sentir las pisadas del animal detrás de sí. Se dio media vuelta para intentar apartarlo. El aspecto del perro era deplorable; tenía muchas zonas del cuerpo sin pelo, se le veían marcadas las costillas, tenía un ojo infectado y aparentemente una de sus patas traseras cojeaba.

Fue entonces cuando Cosette se dio cuenta de que desde el mismo callejón de donde había salido el perro apareció un cachorro de aproximadamente un mes de edad, seguido por otro y otro más… Le costó distinguirlos a causa de la poca luz, ya que para ese momento ya había oscurecido por completo, pero se dio cuenta de que eran cinco en total y todos esperaban a su madre a la distancia, sin atreverse a avanzar más. Cosette torció los labios sintiendo de pronto lástima por ellos, así que tomó una de las hogazas de pan y partió un trozo. Se lo ofreció a la perra esperando a que se acercara, lo cual hizo con mucha delicadeza. El animal cogió el pan entre sus dientes y se alejó de vuelta hacia el callejón, donde volvió a desaparecer entre las sombras seguida por sus cachorros.
La chica se quedó parada donde estaba, observándolos aun cuando ya no se los veía más. Internamente se preguntaba cómo haría la perra para sacar adelante a los cachorros, y cuántos de ellos sobrevivirían. Si no los mataba el hambre, el frío o alguna enfermedad, seguramente lo haría otro perro. Se sintió identificada con ellos de cierta forma. Después de todo así era la vida del pobre; una batalla constante, una lucha por la supervivencia.
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Mensaje por Silvain Renan-Sirot Lun Ene 14, 2013 8:29 am


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Mercado - 19:00 - con Cosette Renaud


No le gustaba la gente ni los perros tampoco, aunque si tenía que escoger optaría por los segundos. Al menos no tenía que hablar con ellos ni fingir que le importaban sus sentimientos, lo cual era una ventaja porque le ahorraba tiempo. Bueno, el tiempo no era un concepto tan importante para él en ese momento de su vida, pero seguía considerando un fastidio todo lo que hacía sin placer, y esto incluía a todo lo que se acercara mínimamente a ser honrado y bueno. Etienne se identificaría mucho mejor con un gato, uno de esos poco perezosos que no se anquilosaba en una alfombra frente al fuego durante horas. Un felino en todo el majestuoso sentido del término, suspicaz e independiente, elegante y también depredador. Los perros necesitaban afecto para ser felices y ese concepto, a monsieur Renan-Sirot, se le escapaba.

Si se había aventurado a acercarse tanto al mercado como para arriesgarse a que algún pobre le rozara había sido puramente por cuestión logística y de mala suerte: el inútil de su cochero había atropellado a un niño que cruzaba la calzada sin mirar, y a pesar de que al crío no le había ocurrido nada más que unos rasguños el chofer había considerado su deber detenerse. Mal considerado. Ahora estaba despedido, pero como el brujo no podía conducir su propio coche - ¿qué era, un plebeyo cualquiera? - no le había quedado más remedio que esperar otro cabriolé o regresar andando a su casa. Al contrario de lo que pudiera parecer no le molestaba mucho pasear, creía que el ejercicio físico y el aire fresco contribuían a aclarar las ideas de uno, y puesto que tenía muchos pensamientos que organizar emprendió la marcha. Si atravesaba París por la zona del mercado en lugar de rodearlo llegaría antes a su hogar, que estaba en la parte céntrica. Iba bien vestido, demasiado para personarse en ese nido de lugareños piojosos, pero no temía por su integridad ni por la de sus posesiones, confiaba lo bastante en sí mismo y sus habilidades para saber que si alguien intentaba dañarle saldría peor parado que él.

Caminaba como si su presencia fuera un regalo para las calles de Francia, con los hombros rectos y el sombrero añadiéndole varios centímetros a su nada despreciable altura natural. El bastón de roble barnizado le ayudaba a llevar inconscientemente el ritmo, porque realmente no necesitaba su apoyo a sus treinta y seis años de edad. Tap-tap-tap. No se detuvo porque la presencia de alguien le obligara a curvar su trayectoria, sino porque un detalle llamó su atención. Había una joven dando pan a una familia entera de perros sarnosos, vaya un desperdicio. Para monsieur encontrar personas poseedoras de eso que llamaban bondad era una verdadera rareza, porque aunque pocos fueran tan exagerados como él en su maldad y egocentrismo también era cierto que los humanos altruistas escaseaban. Se preguntó si el gesto de la chica obedecía a otro principio, tal vez quisiera atraer a los chuchos hasta ella con zalamerías para después cazarlos y comérselos. Desde luego con esa ropa no parecía de alta alcurnia. Sin embargo se quedó quieta viendo cómo los animales desaparecían en un callejón, y del mismo modo Etienne se quedó observándola a ella. Ahora que era viudo - qué estupendo - podía contemplar a las mujeres que le apeteciera sin que nadie pudiera reprochárselo.
Thanks Sophie.
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Mensaje por Cosette Renaud Lun Ene 14, 2013 5:53 pm

El frío empezaba a apoderarse de la noche y Cosette lo sentía calarse por sus delgadas y sencillas ropas. Se estremeció y se cruzó de brazos esperando así ganar un poco de calor, y decidió que sería momento de volver a emprender la marcha en vez de quedarse ahí parada observando la nada.
Se dio media vuelta y entonces se percató de la presencia de un hombre parado a cierta distancia, observándola. Ella también clavó su mirada en él durante algunos segundos hasta que se dio cuenta del aspecto que tenía; esas ropas finas y elegantes, ese bastón de madera, su actitud… definitivamente distaba mucho de ser alguien de los suyos. Incluso allí, en la semi-oscuridad de la noche, podía apreciarse el marcado contraste entre las apariencias de ambos. Él con su refinado estilo y ella con sus casi harapos.

Desvió la mirada de inmediato, dirigiéndola al suelo. Sabía por experiencia propia que la mayoría de las personas de clase alta hacían todo lo posible por evitar cualquier tipo de contacto con gente como ella, así fuera visual. Quizás quedarse mirando a un ricachón podría interpretarse como una falta de respeto o incluso un desafío… no podía estar segura, no entendía muy bien el pensamiento de ese tipo de gente. Sólo había observado en sus tantas andanzas por las calles cómo aquellas personas de alta alcurnia se alejaban de los mendigos y los pobres como si fueran leprosos. También se había percatado de la incomodidad que denotaban cuando se veían rodeados por gente de clase baja, como si temieran convertirse en uno de ellos.

No podía juzgar qué clase de hombre sería el que la observaba, pero no quería ganarse problemas y desconfiada como era ella, trató de acelerar el paso para alejarse de allí lo más rápido posible, pues de pronto empezaba a sentirse un tanto incómoda.
Apenas había recorrido un par de metros cuando escuchó un gemido detrás de ella y al voltearse otra vez se percató de que la madre de los cachorros había vuelto a seguirla. Esta vez ya no podía darle pan o de lo contrario no le alcanzaría para su familia, así que extendió el brazo rápidamente en la dirección contraria tratando de hacer la perra se alejara.

-¡Fuera! –le gritó sin subir demasiado el tono de voz, pero con decisión. El animal pareció interpretar aquella señal correctamente, pues metió su cola entre las patas y retrocedió un par de pasos con rapidez. Sin embargo, en ese momento pareció percatarse de la presencia de aquel hombre, y quizás tratando de probar suerte y creyendo que él también le daría algo de comer, empezó a acercársele.
Tan rápido como pudo Cosette se interpuso entre ambos extendiendo los brazos y exclamando:
-¡No! ¡No! –no por miedo a que aquel hombre se contagiara de alguna enfermedad, sino por temor a que usara su bastón para golpear al animal y espantarlo.
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Mensaje por Silvain Renan-Sirot Jue Ene 17, 2013 8:31 am


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Mercado - 19:00 - con Cosette Renaud


La escena que se desarrollaba frente a él mejoró considerablemente cuando la muchacha se dio la vuelta. Debajo de toda esa ropa horrenda y esa suciedad podía verse que era hermosa, como un diamante en bruto al que alguien con tiempo, dinero y dedicación podría pulir. My fair lady. Lástima que monsieur Renan-Sirot solo poseyera la segunda de esas cualidades. A pesar de que ella bajó la vista pronto no le pareció asustada sino cautelosa, quizá no era de las que tenían miedo. Vaya tontería, todo el mundo tenía miedo cuando se encontraba con algo que asustara lo suficiente. La vio echar a andar y se debatió entre seguirla o regresar a su casa como pretendía en un comienzo. ¿Qué iba a conseguir de ella? Probablemente nada, y aunque lo quisiera tal vez no fuera prudente todavía, era ciudo desde hacía muy poco. Se proponía seguir con su camino cuando el perro del demonio hizo amago de acercarse a él. Etienne retrocedió un poco por acto reflejo, no porque temiera que el chucho le hiciera daño sino por ahorrarse la molestia de tener que darle un bastonazo. Vaya fastidio. Por fortuna la jovencita espantó al chucho por él.

Sabía que la chica estaba más preocupada por el animal que por él, pero en su naturaleza estaba divertirse un poco con todos los que le daban pie a ello y Cosette no iba a ser una excepción. - No se apure, mademoiselle. - Le indicó con amabilidad. - No parece agresivo. Yo creo que tiene hambre. - A veces hasta se sorprendía a sí mismo con sus interpretaciones. ¿Benefactor de mascotas desamparadas? Ese papel era nuevo. De todos modos tampoco se esforzaba mucho en parecer convincente porque no lo necesitaba, era rematadamente fácil parecer preocupado por un perro, no estaba manteniendo ninguna conversación crucial con un estratega a su altura.
Thanks Sophie.
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Mensaje por Cosette Renaud Vie Ene 18, 2013 10:31 am

El perro reaccionó a sus exclamaciones y emprendió la retirada de vuelta al callejón, donde le esperaban sus cachorros hambrientos. Segura de que el animal ya no se volvería a acercar, Cosette tuvo la intención de seguir con su camino, arisca y rápida, pero entonces las palabras del hombre la hicieron detenerse.
-No se apure, mademoiselle –se giró para mirarle a la cara, sus palabras sonaban amables.
-No parece agresivo. Yo creo que tiene hambre –continuó el hombre. Cosette se sorprendió un poco al escuchar esto, pues por lo general las personas de esa clase no solían mostrar compasión ni interés por los bichos de la calle. Y luego, sin embargo, aparecían con sus bestias de raza pura que lucían con orgullo; sabuesos de orejas largas y pelaje brillante, lebreles estilizados que se movían con gracia y elegancia, caniches que no abandonaban los brazos de sus amos. Le parecía algo tan superficial y sin sentido gastar dinero para comprar un animal cuando bastaba con salir a la esquina para encontrarse con camadas de cachorros jugando y persiguiendo a los carruajes. Además un perro era un perro sin importar cómo se viera, ¿no? Supuso que era una de esas cosas de gente rica que ella jamás llegaría a comprender. Mientras tanto los desafortunados vagabundos sin raza seguirían pudriéndose en las calles de París.

-Hambre y frío y probablemente dolor también –le respondió finalmente recordando el estado en el que había visto al perro. Miró al hombre a los ojos, el sombrero y el bastón que llevaba le daban un aire aún más imponente del que tenía, y no podía negar que esa mirada azul resultaba magnética y a la vez un tanto misteriosa. ¿Cómo se vería el mundo a través de los ojos de una persona así, que seguramente tenía todo lo que quería? Probablemente mucho más hermoso, con menos complicaciones y necesidades.
-Le di un pedazo de pan –continuó señalando la cesta que llevaba colgando del brazo. –Pero no puedo darle más. –“Usted sí podría”, pensó para sus adentros con cierto resentimiento. Podría decirse que a aquellos que parecían tener tanto más que ella, Cosette les guardaba cierto rencor, o al menos mantenía esa reticencia tan típica suya que en el fondo no era más que envidia camuflada. Si ella estuviese en su situación, ¡tantas cosas haría por aquellos que lo necesitaban! Pero probablemente esa era una de las cosas que te nacen desde adentro sólo cuando lo has vivido tú también en carne propia, y dudaba mucho que el hombre que tenía al frente hubiese alguna vez pasado por un tercio de lo que vivían los pobres.

Ella no recordaba haber tenido un perro jamás en su vida, mucho menos en los últimos años, pues si apenas tenían para mantener a los niños, menos aceptarían a una criatura más que alimentar en la casa. Sin embargo eran animales que le gustaban y si hubiese tenido más dinero no habría dudado en adoptar alguno de la calle.
Entonces se le ocurrió una idea. Seguramente era demasiado ingenuo de su parte pensar que aquel hombre querría algo con alguno de esos perros, pero hasta ahora parecía amable y hasta podría decirse que había demostrado cierto grado de interés por el animal. ¿Por qué no intentarlo?
-Usted… -empezó a decir con cierta inseguridad, pero no iba a perder nada con tratar de dar pie a esa idea suya, así que continuó. -¿Tiene perros? ¿Le gustaría tener uno?
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Mensaje por Silvain Renan-Sirot Sáb Ene 19, 2013 1:22 pm


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Mercado - 19:00 - con Cosette Renaud


Le gustó la forma en que la muchacha le mantuvo la mirada. Normalmente le molestaría que una chica de clase baja, tal vez esclava o prostituta o algo peor, se atreviera a mirarlo a los ojos sin tener la decencia de sentirse ni un poco turbada, pero ella era hermosa y dulce y monsieur deducía que también bondadosa. Toda una gema rara. A Etienne le habría agradado también si fuera una asesina depravada con trastorno psicótico, porque lo que él apreciaba era toda rareza que despertase su curiosidad. No tenía necesariamente que ser de la clase buena, al contrario, la gente amable le aburría mucho más pronto que la pérfida. A lo mejor lo que le estaba ocurriendo era que después de haber matado a su esposa se sentía algo solo últimamente, no por falta de compañía sino por falta de una víctima con la cual juguetear como un gato con el ratón que se va a comer. - ¿Y usted? - Preguntó apoyando el bastón en el suelo y reclinándose sobre él, aparentemente interesado pero sin parecer ansioso. - ¿Tiene hambre y frío? - Por él el perro podía irse al infierno. No entraba en sus planes adoptar en su casa nada que no fuera una mujer dispuesta a darle hijos, así que la sugerencia de la aldeana no podía ir más errada. No, por fortuna para el animal Renan-Sirot no iba a quedárselo. - No podría cuidarlo. - Zanjó. Estaba siendo honesto, ciertamente. Ya fuera por falta de empatía o de tiempo Etienne no podría sacar a pasear a una mascota tres veces al día, la sola imagen de ver al chucho pulgoso atravesando su salón le erizaba el vello de los brazos.

Que no quisiera gastar ni un franco con el animal no quería decir que fuera tacaño. Era consecuente con sus ingresos y gastos, y puesto que los primeros sobrepasaban con creces sus necesidades básicas - y éstas estaban cubiertas - podía permitirse ser algo laxo con los segundos. Siempre que lo considerara interesante, naturalmente, y delante tenía un ejemplo claro. - Aguarde un momento. - Dejó a la chica allí esperando y caminó unos metros hasta el puesto de pan que ya estaba cerrando. Compró tres hogazas que le quedaban al mercader, que se las dio temblando, y regresó junto a la joven para ofrecérselas. - Dijo que le había dado su pan al perro. - Constató sencillamente como si eso explicara toda la magnitud de su acción. Se jactaba de ser un gran conocedor de la naturaleza humana, así que después de darle la comida a la muchacha se tocó el ala del sombrero como despedida y se dio la vuelta para fingir que su labor allí había terminado. Empezó a caminar sabiendo que ella iría en su busca, tendría que hacerlo, no podría sino sentir curiosidad por su atractivo y misterioso benefactor.

Tres, dos, uno...
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Mensaje por Cosette Renaud Dom Ene 20, 2013 5:35 am

Parpadeó un par de veces ante las preguntas del hombre, pero supuso que no era necesario responderle. ¿No era necesario o no quería? Rara vez le había pedido algo a alguien en su vida, ella era más de las que preferían trabajar para ganarse lo que querían, no tanto por elección sino porque era lo único que había conocido en toda su existencia. Era cierto que un par de veces había mendigado, pero se había sentido tan avergonzada que juró que no volvería hacerlo a menos de que fuese totalmente necesario. En este caso era más o menos lo mismo; admitir en voz alta que sí pasabas frío y hambre resultaba un tanto vergonzoso. Era pobre pero tenía orgullo. Y tampoco era su intención despertar la compasión de nadie, así que simplemente dejó las dudas del hombre como preguntas retóricas en el aire.

Lo escuchó una vez más, esta vez diciendo que no podría encargarse del perro.
-Entiendo –le dijo en voz baja y asintió con la cabeza. No se desilusionó al escuchar aquellas palabras pues tampoco había guardado demasiadas esperanzas en su idea, pero al menos podía decir que lo había intentado.
-Bueno, quizás tenga suerte otro día –comentó dirigiendo la mirada hacia el callejón oscuro donde el perro había desaparecido. Sonrió, o al menos hizo el intento, pues ni ella misma se creía demasiado lo que decía. Cosette era indiscutiblemente una soñadora, una de esas que siempre tenían sitio para un poco de esperanza incluso si eso significaba decepcionarse al final. Quizás cometía un error al tratar de protegerse siempre con esas ideas esperanzadoras, pero si lo era, entonces sin duda era el mejor error que cometía.

Pensó que había llegado el momento en el que se despedirían y seguirían cada uno por su camino, pero en cambio el hombre le pidió que le esperara y se alejó caminando un par de metros. Cosette se mantuvo donde estaba, siguiéndole con la mirada y tratando de adivinar lo que haría. Cuando regresó el hombre traía consigo tres hogazas de pan que le ofreció junto con unas palabras referidas al perro.
Sorprendida por su acción aceptó el pan con cierta cobardía, lo guardó en la cesta y miró al hombre una vez más.
-Muchas gracias –le dijo apretando el agarradero de la canasta con ambas manos, como si temiera que se escapara a algún lado. El señor hizo una señal de despedida con su sombrero y dio la vuelta para marcharse.

Había recorrido un par de metros cuando Cosette pareció poder reaccionar al fin o más bien dejarse llevar por su impulso y su curiosidad, dos cosas que solían gobernar sus acciones, en especial la segunda.
-M'sieur! –le llamó apresurando la marcha para darle alcance y detenerse a su lado.
-No era necesario esto –levantó un poco el brazo donde llevaba colgada la cesta. –Pero gracias, en serio. No sé… no sé si usted comprende la diferencia que puede hacer un gesto así para alguien como yo –volvió a mirarle a los ojos y le sonrió; era un gesto inseguro, casi infantil, pero sin duda sincero.
-No tengo nada para darle a cambio –admitió alzando los hombros, no estaba muy acostumbrada a los actos generosos como aquel.
-Al menos permítame conocer su nombre –se atrevió a decirle. –Yo soy Cosette Renaud.
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Mensaje por Silvain Renan-Sirot Mar Ene 22, 2013 5:30 am


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Mercado - 19:00 - con Cosette Renaud


Claro que tenía hambre y frío, eran preguntas que no necesitaban una respuesta, cuestiones puramente retóricas. La chica pasaba apuros para comer y eso estaba claro para cualquiera que mirase con atención sus vestidos y observara sus modales. Su manera de comportarse la condenaba como perteneciente a la clase más inferior de todas, ésa a la que por fortuna Etienne nunca se había acercado siquiera. Los asuntos concernientes a la caridad cristiana le parecían soberanamente aburridos, así que su único contacto con los pobres se reducía a sus sirvientes, que para ser de condición humilde tampoco vivían mal. En la mansión de monsieur Renan-Sirot nunca les faltaba alimento ni cobijo siempre que se abstuvieran de tener las manos largas. El señor siempre se daba cuenta de si faltaban piezas de la cubertería o si intentaban timarle algunos francos inflando las facturas del mercado. Con los que abusaban de su confianza no había perdón.

A veces incluso él se sorprendía de sus propias acciones. Le había comprado pan a aquella muchacha cuyo único mérito había consistido en intentarle empaquetar un perro cuya simple presencia le asqueaba. En lugar de enfadarse y despacharla con malos modos le había pedido que la esperara y le había entregado unas hogazas que confiaba en que, como en el cuento de Hansel y Gretel, la conducirían derecha hacia él. Tal vez todo se reducía a lo mismo, a la más pura y simple naturaleza humana: desde que se quedó viudo Etienne no había tenido contacto con mujeres. No era un animal y sabía muy bien controlar sus impulsos, así que no le había supuesto un gran problema autoimponerse unos meses de celibato como parte de su interpretación perfecta del viudo melancólico que jugaba a ser. Sin embargo aquella chica era joven y bella, y pese a sus harapos se adivinaba la frescura de su piel y de sus ojos, y su cabello era suave. En el burdel rara vez tenían muchachas así, tan poco estropeadas, y a monsieur Renan-Sirot no le gustaba deleitarse con las sobras de otros. Le gustaban las jovencitas puras y algo le decía que Cosette lo era.

Cuando le llamó él fingió sorprenderse y se giró con la inocencia pintada en sus ojos azules. Incluso sonrió un poco. Naturalmente que conocía la diferencia que su gesto había marcado en la vida de la chica, de ello dependía que su familia comiera o no. No disponer de dinero tenía que ser un fastidio. - No sabía si mi gesto la ofendería. - Ser pobre no estaba reñido con ser orgulloso, y había algunos imbéciles que aún se permitían el lujo de no querer arrastrarse ni suplicar cuando su vida dependía de ello. La joven Renaud era más lista, o eso parecía. - Etienne Renan-Sirot. - Se presentó. - Para servirla. - Y sin brusquedad tomó una de las manos menudas de ella entre la suya enguantada para besarla, o más bien para hacer el ademán acercando sus labios al dorso de sus dedos. Cualquiera con decencia sabía que era de mala educación tocar realmente la piel de las damas en aquel gesto. - No sabe cuánto me ha dado a cambio. - Continuó, incorporándose pero sin soltar su mano. - Mi esposa falleció hace unos meses y por un momento, cuando la he visto a usted... - Vaciló como si considerara las consecuencias de continuar hablando. - He creído ver a mi Angès.
Thanks Sophie.
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Mensaje por Cosette Renaud Mar Ene 22, 2013 5:26 pm

Escuchó la presentación del hombre preguntándose internamente si su apellido le habría dicho algo de haber pertenecido ella a su misma clase. Suponía que era así en el mundo de los ricos; la red de contactos se expandía en aquellos eventos sociales a los que asistían y seguramente mientras más dinero tenías, más conocido era tu nombre.
Pero para ella ese era un mundo distante y completamente desconocido, bien podría estar hablando con alguien de la realeza y ella ni lo sabría.

Le observó acercarse hacia ella para tomarle la mano y hacer el ademán de besársela, como lo haría cualquier hombre con clase. No estaba muy acostumbrada a esa clase de saludos pues ambos venían de realidades muy diferentes y aquellas muestras de educación y cortesía no se veían tan seguido en el ambiente en el que ella se movía. Pero habría estado mintiendo soberanamente si hubiese dicho que aquello le desagradaba. A pesar de no sentir su piel a causa de los guantes que llevaba puestos, ese había sido el primer contacto.

Sonrió ante su siguiente comentario e hizo un pequeño gesto con la cabeza para devolverle el saludo. Los modales del hombre y su actitud amable combinados con su aspecto le producían una especie de tranquilidad. Sus instintos, o más bien sus recuerdos de vivencias anteriores, trataban de advertirle que no se confiara de aquellos gestos y palabras bonitas, pero él ya había demostrado su benevolencia con lo que había hecho momentos atrás, así que no podía ser una mala persona…

Lo que escuchó respecto a la esposa del hombre hizo que su sonrisa se borrara mientras el nombre de la mujer aún resonaba en su cabeza: “Agnès”, una persona que jamás conocería pero que ya había sido relacionada de cierta forma con ella, o al menos eso era lo que Etienne decía. No sospechaba de las intenciones que se ocultaban tras aquellos ojos azules, para ella sólo era un hombre que acababa de perder a su mujer y que probablemente se sentiría solo y triste. Cosette no era de las personas que se conmovían con mucha facilidad pero contaba con la empatía necesaria para ponerse en el lugar de otros.

Ella sabía lo que era perder a un ser querido, quizás no estuviese en su situación pero había perdido a su padre años atrás, su hermano había desaparecido y para entonces probablemente estaría muerto también, y si su madre no mejoraba seguramente seguiría el mismo camino. Ese tipo de heridas tardaban en cicatrizar y a veces no sanaban nunca, así que suponía que el señor debía de sentirse apenado por la muerte de alguien con quien seguramente había planeado pasar el resto de su vida. Sí, eso suponía…

Pensó en decir alguna de esas palabras que la gente recitaba cuando se encontraba en situaciones así, cosas como “ahora está en paz y descansa con Dios” o “al fin está en un lugar mejor”, pero ya que no sabía absolutamente nada de la persona en cuestión y tampoco conocía a Etienne, prefirió resumirlo todo con un:
-Siento escuchar eso –que probablemente resultaría más apropiado. Además, tampoco estaba ya muy segura de qué era lo que habría después de la muerte, si es que había algo.

-Yo también he perdido a algunas personas y sé que al principio es muy difícil –le dijo dando por sentado que así se sentiría Etienne.
-No sé si el recuerdo de ella le resultaría tortuoso en estos momentos, pero de no ser así, puedo acompañarle el resto del camino si lo desea –continuó mientras apuntaba con la cabeza a la calle que tenían frente a ellos. Después de todo el hombre había empezado a caminar en la misma dirección que ella habría tenido que tomar para volver a casa, y creyó que sería bueno tener a alguien aparentemente bondadoso a su lado ahora que había oscurecido.
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Mensaje por Silvain Renan-Sirot Dom Ene 27, 2013 6:19 am


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Era normal que hubiese perdido a alguien, no sabía qué edad tendría Cosette pero saltaba a la vista que ya no era una niña. Si continuaba con esa clase de vida seguramente a los treinta aparentaría cincuenta, pues las personas de condición humilde tenían más preocupaciones y sufrían más las inclemencias del tiempo, por lo que las arrugas solían crear surcos profundos en su frente y sus mejillas. Sin embargo por el momento era joven y bonita, y Etienne resolvió quedársela para jugar con ella un poco antes de cansarse y devolverla al arroyo de donde había salido. Por supuesto la muchacha no tenía voz ni voto en esa decisión, y quién sabía si en el fondo no lo deseaba también. No eran pocas las jovencitas que soñaban con atraer las atenciones de un señor acomodado como era monsieur Renan-Sirot, aunque seguramente sus fantasías incluían un altar y un corazón un poco menos frío que el del brujo. - Será un placer contar con su compañía.

Y así quedó acordado que andarían juntos en camino hacia casa del caballero, o eso había dado a entender la chica. Etienne le ofreció su brazo para que lo tomara mientras llevaba con la otra mano su cesta del pan, ahora bien surtida. Ese iba a ser el precio por que el iba a venderse, aunque todavía no fuera consciente de ello. Tres hogazas por su cuerpo. - Es usted hermosa, mademoiselle. ¿No está casada? - Sus ojos oscuros y almendrados parecían todo lo dulces y gentiles que cualquier hombre bueno podría desear en la madre de sus hijos, y otro rasgo deleznable de los pobres era que se empeñaban en reproducirse como los conejos. Eso le daba rabia. La ingrata de Agnès no le había dado ni siquiera un heredero y las familias de plebeyos piojosos tenían siempre diez o doce bocas que alimentar, como si no les costara esfuerzo traer niños al mundo.
Thanks Sophie.
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Mensaje por Cosette Renaud Lun Ene 28, 2013 2:49 pm

Cosette aceptó el brazo que el hombre le ofrecía aunque no sin cierta inseguridad, después de todo no estaba muy acostumbrada a esas muestras de cortesía y tampoco era muy dada al contacto físico con desconocidos. Sin embargo el aspecto pulcro y elegante de Etienne combinado con el acto que acababa de realizar al comprarle el pan, lo dejaban a su vista como un filántropo bienintencionado. Quizás para él gastar un poco de dinero en unas hogazas de pan no significaba mucho, pero para ella podía marcar una gran diferencia ya que cada centavo contaba. Él le había ayudado y de cierta forma se sentía en deuda.

Empezó a caminar a su lado, siendo consciente del ambiente silencioso que reinaba a esas horas y esa brisa nocturna que en esa época del año no resultaba desagradable. El comentario de Etienne le hizo sentirse un tanto incómoda por dentro, aunque agradecía que estuviese oscuro pues así quizás no notaría el color que habían adquirido sus mejillas al escuchar aquello.
-No, no estoy casada –le respondió tranquilamente.
-En este momento de mi vida no tengo tiempo para pensar en esas cosas.

Era cierto que su situación le impedía pensar en otra cosa que no fuese su madre enferma y sus hermanos pequeños. Sabía que muchas jóvenes a su edad no sólo estarían casadas sino que también probablemente tendrían hijos.
-Espero poder formar mi propia familia más adelante, pero por ahora tengo cosas más importantes de las que preocuparme –le comentó con naturalidad. A causa del trabajo y de las horas que les dedicaba a sus hermanos y a su madre se había perdido de muchas cosas, pero no era algo que le preocupara.

Sabía que muchas jovencitas de su edad soñaban desde pequeñas con el día de su matrimonio. Ella no negaba que se hubiese detenido a pensar al respecto en algún momento, pero habían sido ideas fugaces que desaparecían tan rápido como llegaban. Para empezar ni siquiera tenía a alguien que pudiese considerar como candidato, pues ni tiempo para eso le quedaba. Y tampoco tenía mucha experiencia en ese asunto, pues el contacto masculino que había tenido hasta el momento se resumía a vivencias pasajeras con chiquillos no mucho mayores que ella, inmaduros y torpes. No eran relaciones que recordara con demasiada devoción pues habían sido efímeras y no habían marcado ningún punto importante en su vida.

Pensó en preguntarle si acaso él tendría planes de volver a casarse pero creyó que sería tremendamente descarado de su parte hacerlo ahora que acababa de quedar viudo. Así que descartó ese pensamiento y decidió optar por otra cosa.
-¿Usted tiene hijos? –le preguntó finalmente, creyendo que si su antigua mujer había alcanzado a dejarle descendencia, al menos no estaría tan solo después de su partida.
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Mensaje por Silvain Renan-Sirot Jue Ene 31, 2013 3:06 pm


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Tal vez habría quien se preguntaría en qué tenía que invertir su tiempo una jovencita si no era en buscar marido, pero en ese punto Cosette y Etienne coincidían hasta límites insospechados. El matrimonio no le había interesado jamás al brujo lo suficiente como para considerar abandonar la soltería hasta que se dio cuenta de que el tiempo no pasaba en balde. Le quedaban cuatro años para cumplir cuarenta y para entonces tenía que haber encontrado un heredero, alguien de su propia sangre, que pudiera practicar lo suficiente como para alcanzar un nivel sobresaliente de las artes oscuras cuando monsieur Renan-Sirot estuviera demasiado viejo para ejercer. La consulta privada del caballero le reportaba grandes beneficios, y su orgullo le impedía resignarse a la idea de que su lucrativo negocio fuera a perderse al morir él. Le daba igual que al no estar para verlo no pudiera sentarle mal, solo pensaba en que lo que había hecho - la huella que dejaría sobre el mundo cuando muriese - era demasiado importante como para que, simplemente, se la llevara el viento. Ése había sido el único motor que le había impulsado a casarse con Agnès, y por ironías del destino su esposa había sido estéril. ¿Cuántas mujeres jóvenes infértiles habría en París? No tantas como para que a él tuviera que tocarle justo una por puro azar, alguien tenía que estar riéndose de él desde lo alto. - No los tengo. - Tuvo que admitir.

Y en ese punto de la conversación no tuvo que seguir simulando estar acongojado porque el tema en realidad le preocupaba. Si lo pensaba se enfadaría y no tenía mucho sentido estar irritado con su esposa una vez enterrada, así que suspiró mientras seguía caminando al lado de Cosette con sus brazos entrelazados. Por aquella parte de la ciudad no había mucha gente a aquellas horas, por no decir nadie, y Etienne pensó que la muchacha había sido bastante tonta al aceptar la compañía de un extraño. Bueno, le serviría de entretenimiento. De forma tan natural como respirar Renan-Sirot comenzó a desplegar sus encantos, y no solamente los que podían apreciarse a simple vista o hablando con él. Desde muy temprana edad el embrujo que menos se le había resistido era ese poder para encandilar al prójimo, fueran hombres o mujeres, y conseguir que se sintieran atraídos hacia él a muchos niveles y le dejaran obtener sin dificultad lo que quería. Ahora deseaba tener a la joven y lo iba a conseguir, y para ello puso toda la carne en el asador. Sus ojos resultaban casi hipnóticos cuando la miró fijamente, aparentemente para continuar conversando con mayor comodidad. - ¿He mencionado... que es usted hermosa? - Sabía que sí, pero no con esa intensidad.
Thanks Sophie.
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Mensaje por Cosette Renaud Sáb Feb 02, 2013 3:15 pm

Guardó silencio cuando Etienne confesó que no tenía hijos. Debía de llevar una vida muy solitaria entonces, sin hijos y ahora también sin mujer. Aquello le resultó un tanto curioso, ya que calculaba que el hombre tendría más de treinta años y era raro que a esa edad no tuviese ningún descendiente todavía. Pero claro que siempre había excepciones y de todas formas considerando su aspecto podía juzgar que aún le quedarían varios años para tener hijos si realmente lo quería.

La noche ya estaba bastante avanzada, podía notarse en el color del cielo y la temperatura del momento. Aún le quedaban un par de calles por recorrer antes de tomar el camino que le conduciría directo a casa, pero esperaba no demorarse demasiado en eso. Ya casi no se veían personas en las calles y a Cosette le inquietaba un poco la idea de que el último trecho tendría que recorrerlo sola, pero por ahora al menos estaba acompañada de alguien que le daba cierta seguridad. Si tan sólo supiera…

El silencio había hecho que sus pensamientos vagaran de un lado a otro a medida que ambos caminaban, pero de pronto empezó a sentirse extraña, como si algo nuevo y diferente hubiese surgido desde su interior. Y no era un sentimiento infundado sino que iba dirigido precisamente a la persona que se encontraba a su lado.

No entendía por qué ni cómo pero en ese momento tampoco le importaba demasiado. Giró la cabeza para mirarle justo cuando él le hacía aquella pregunta que le dejó sin habla, como si se hubiese derretido ante esas palabras. Sus ojos se encontraron con los de él y le resultaron mucho más brillantes y divinos que al principio. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Jamás en su vida había visto unos ojos así.

Apretó su brazo con delicadeza y acercó más su cuerpo hacia el de él, como si de pronto sintiese la necesidad de disminuir la poca distancia que quedaba entre ambos. Su mano se deslizó por la manga de su abrigo hasta encontrarse con la de él, y a pesar de estar enguantada la tomó entre sus dedos sin ningún rastro de la inseguridad que hubiese presentado de haberse encontrado en un estado más normal.

Y entonces de detuvo, haciéndole frenar a él también. Era bastante más baja que Etienne así que tuvo que levantar un poco la cabeza para clavar sus ojos en los de él, completamente ofuscada a causa de aquel encandilamiento que le impedía concentrarse en otra cosa que no fuera él mismo.
Le tomó la otra mano también y tomó aire.

-Un hombre como usted no debería estar en un lugar tan mundano como la Tierra –le dijo sin medir realmente el significado de sus palabras. Como un ángel caído del cielo, así lo veía ella ahora. Le parecía que no correspondía a un sitio como ese, dejando de lado lo atractivo de su físico también había demostrado tener un buen corazón con el acto que había realizado momentos atrás. Era simplemente perfecto, ¿no?
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Mensaje por Silvain Renan-Sirot Mar Feb 05, 2013 4:32 pm


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Debería estar más que acostumbrado a su buen desempeño de la brujería, al menos en las facetas que más entrenaba, pero seguía sorprendiéndole que todo le saliera siempre a pedir de boca en cuanto a hechicería se trataba. Cosette no había tenido siquiera la oportunidad de oponer resistencia, y aunque eso normalmente le habría frustrado un poco por la falta de emoción de la cacería en su situación actual no le importó. Llevaba demasiado tiempo sin acercarse lo suficiente a una mujer y la que tenía delante era una muchacha atractiva, aunque pobre. En realidad esto último era mejor, porque lo último que deseaba monsieur Renan-Sirot era enredarse con una dama de la alta sociedad que le hiciera chantaje con hacer público su affaire. ¿Quién iba a creer a Cosette? Tampoco es que ella pareciera estar deseando huir y gritar pidiendo socorro, después de todo estaba tan atrapada en las redes de Etienne que hasta le había cogido las manos como Romeo bajo el balcón de Julieta. El caballero sonrió.

Y entonces su rostro se convirtió en otra cosa, su máscara se retiró y dio paso a los verdaderos rasgos crueles de quien sabe que ha ganado antes incluso de comenzar con la batalla. Sin dejar ni por un instante de desplegar su influjo lo mejor que sabía atrajo a la chica hacia uno de los callejones colindantes por donde no pasaba nadie, y por no haber ni siquiera había ventanas en las fachadas que lo limitaban. Era un lugar oscuro al que cualquier hombre de buena reputación debería temer, pero cuando uno era la maldad personificada se hacía complicado tener miedo de cualquier otro peligro. Los ojos fríos y acerados del brujo parecieron penetrar las ropas de la joven antes de que sus manos se movieran raudas y hábiles para aprisionar a la susodicha entre la pared de ladrillo y su cuerpo, recio y fuerte. Dejó el bastón y el sombrero a un lado, sobre una caja de fruta vacía, como si después de todo hubiera un orden metódico en su aberración. - Estamos de acuerdo, mademoiselle. - Y se permitió una sonrisa nada tranquilizadora.

Los hombres como él deberían estar en el infierno.
Thanks Sophie.
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Mensaje por Cosette Renaud Jue Feb 07, 2013 7:11 am

Atontada a causa de ese embrujo que desconocía por completo, Cosette no pudo hacer otra cosa que dejarse arrastrar por el hombre hacia aquel oscuro callejón. Si hubiese tenido sus cinco sentidos activados probablemente se hubiese percatado de aquel cambio en la expresión de Etienne, pero estaba tan sumida en sus propios ideales que no fue consciente realmente de lo que estaba ocurriendo. Su mente sólo tenía espacio para ese nuevo sentimiento que mágicamente se había apoderado de ella; una mezcla entre atracción, admiración y las ganas de mantenerse cerca de él.

Sin embargo al encontrarse en aquella zona aparentemente abandonada, carente incluso de ventanas colindantes y de cualquier otro signo de vida aparte del de ambos, Cosette empezó a sentirse contrariada. Y aquella sensación se incrementó cuando se vio aprisionada por las manos del hombre, sintiendo la pared fría y dura a sus espaldas y una mirada angustiante por parte de él, que le recorría con los ojos. En una situación normal ella jamás se habría dejado conducir a un sitio como ese… entonces estaba claro que la situación no era normal.

Se sentía terriblemente confundida, quería apartar aquellos pensamientos dirigidos hacia Etienne que le impedían pensar con claridad, pero le estaba resultando demasiado difícil. Y sin embargo aún en las situaciones más confusas siempre puede salir a la luz el instinto de las personas, y en este caso el suyo le advirtió que las cosas estaban tomando un rumbo peligroso incluso si se trataba de aquel hombre que a sus ojos era perfecto.

-Este no es… -empezó a hablar de forma dudosa y casi en un susurro, aunque debido al silencio que imperaba en aquel sitio no sería difícil escucharle.
-Este no es un lugar seguro –terminó de decir finalmente. En su voz se podía diferenciar el nerviosismo y la ansiedad que le carcomían por dentro.
-Será mejor que me vaya –le dijo mirándole a los ojos con preocupación, esos mismos ojos que minutos atrás le habían parecido los más fascinantes que jamás había visto, y que ahora sin embargo le resultaban inquietantes.
-Quiero irme –enfatizó esta vez con algo más de seguridad y trató de zafarse de su agarre, no podía esperar a que el hombre la soltara.
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Mensaje por Silvain Renan-Sirot Dom Feb 10, 2013 2:34 pm


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Oh, demasiado tarde la jovencísima y dulce Cosette se dio cuenta de que no era buena idea fiarse de cualquiera que apareciera bien vestido en un callejón oscuro dispuesto a comprarle comida. Monsieur Renan-Sirot era un caballero, de eso no cabía duda, pero no precisamente de los altruistas y filántropos. Esos no abundaban. - Estoy seguro de que quiere, mademoiselle, pero no va a ser posible. - Le respondió con una frialdad que dejaría pasmado a cualquiera por la crueldad que destilaba. Había dejado claro con esas palabras que la voluntad y el libre albedrío de la chica le importaban tanto como el destino del chucho que se les había acercado antes. Estaba demostrando que su concepción del resto de seres humanos en general era el mismo que el de un atajo de ingenuos a los que podía manipular para que le sirvieran de mil formas distintas. Era un hombre acostumbrado a exprimir a los demás para su propio beneficio que no conocía lo que eran los remordimientos. Después de la muerte de Agnès, ¿qué importaba si se propasaba con una pobretona? Al fin y al cabo, siendo francos, a aquella muchacha le aguardaba con toda probabilidad un porvenir dedicado al oficio más antiguo del mundo. ¿O no era así como terminaban la mayoría de mujeres de familias humildes? Visto así Etienne no estaba siendo nada del otro mundo, solo el primer cliente.

Haciendo caso omiso de las protestas de Cosette intensificó contra ella el aura que sabía que era capaz de desplegar para intentar, si no podía acallarla, al menos hacer más débiles sus quejidos. De esa manera nadie se percató - o es que todos prefirieron hacer oídos sordos - de que la pareja terminaba por desaparecer definitivamente en el callejón. Una pareja compuesta por una muchacha que se revolvía en vano y por un hombre que creía que tenía el mismo derecho a abrirle las piernas que a pedir un té en un restaurante.
Thanks Sophie.
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Mensaje por Emerick Boussingaut Mar Feb 12, 2013 1:43 pm


"El cielo gobierna los acontecimientos del mundo sin ser visto; esta acción oculta del cielo es lo que se llama el destino."
Confucio


Será mejor que me vaya... Quiero irme.

¿Destino? ¿Azar? Trazos complejos de la vida o quien sabe que otros Dogmas pudieron haber intervenido en ese preciso instante en que esas palabras llegaron hasta sus oídos haciéndole girar la mirada hacia la oscuridad de aquel callejón. Nadie podría decirlo con exactitud, pues incluso su salida se había visto truncada con la rotura de una de las ruedas de su carruaje. Nuevamente ¿Destino? ¿Azar? Nadie jamás podría responderlo con certeza, ni siquiera aquellos eruditos que siempre pretenden afirmar que todo en la vida sucede por algo: Causas y consecuencias invisibles a los ojos de los humanos, y también de las criaturas.

Estoy seguro de que quiere, mademoiselle, pero no va a ser posible.

He ahí aquella bendita pieza faltante en ese juego de coincidencias inexplicables y milagrosas. Una mujer asustada, un hombre que le forzaba y precisamente un licántropo capaz de escuchar con claridad hasta el sonido arrullador de los murmullos de la ropa del hombre que se apresuraban a ser bajadas con nueva prisa. Todo parecía ensayado y actuado con completa coordinación en una obra de teatro actuada a cámara lenta.

La gente y los otros carruajes que deambulaban por la calle por la que él caminaba, parecían incluso haberse quedado en silencio y parados por tan sólo un momento de ese camino apresurado que todos emprendían a casa antes de que se ocultasen los últimos rayos del sol. Y de pronto, todo volvió a recuperar su movimiento, quizás aún más rápido de lo que parecía normal, quizás a la velocidad de licántropo en ayuda de una mujer a punto de ser corrompida.

No hicieron falta palabras, sólo causa y consecuencia, pues su mano se posó sobre el hombre masculino, tan rápido como le tuvo a su alcance, para hacerle girar y despegarse de la mujer en el instante preciso en que su derecha se contraía en un fuerte y anguloso puño que un segundo después le atravesaba la mandíbula. Literalmente había podido sentir todo el contacto de sus nudillo con los huesos del hombre, cediendo a su paso hasta su cuota máxima de elasticidad y contracción. Realmente se lamentó no haber golpeado tan sólo un par de milímetros más abajo en donde inevitablemente hubiese provocado su fractura.

Le soltó dejándole caer y reaccionar, sólo para ver si se atrevía a hacer o desmentir algo, ya se encargaría él de darle una buena lección que probablemente jamás olvidaría. Tanto el hombre aprovechador como el mismo Duque con el pesar de su existencia, recordaba tras su mordida, cada uno de los instantes de su vida.

De la mujer nada supo en ese momento, sólo lo sabría cuando ella se moviera o emitiera palabra alguna, ahora era sólo el violador y el lobo que luchaba por escapar de su interior para obligar al hombre a hacerle pedazos con todo y sus instintos asesinos que aún se escondían en los recovecos más recónditos de su intrincada conciencia.


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Mensaje por Cosette Renaud Miér Feb 13, 2013 2:24 pm

La respuesta de Etienne estuvo lejos de dejarla tranquila; clavó en él sus ojos que dejaban entrever el miedo que se había apoderado de ella tras haber escuchado aquellas frías palabras, pero era ya demasiado tarde incluso para entrar en pánico. ¿Cómo había podido ser tan estúpida? No sólo se sentía como la persona más tonta del planeta, sino que además seguía demasiado confundida, con todos esos pensamientos y sentimientos dirigidos al hombre que la mantenía atrapada y que le impedían razonar con lucidez.

Era como si su mente se hubiese dividido en dos mitades; por un lado lo poco que le quedaba de raciocinio claro y pleno mezclado con el instinto que todos poseían, pedía a gritos una oportunidad de huida y le alertaba de que lo que estaba por ocurrir no era nada bueno, al menos no para ella. Y por el otro, algo nublaba sus pensamientos y acciones instándole a rendirse en sus brazos, a entregarse como el cordero que sabe que va a morir entre las fauces del lobo.

Rendición, sí, pero no una rendición premeditada o reflexionada. Aquel acto era impulsado por la fantasía que se había creado en su cabeza, esa en la que Etienne era el hombre más perfecto que había visto en su vida. ¿Cómo negarse a eso? Ah, si tan sólo supiera que no eran deseos propios, sino producidos por el mismo hombre que la arrastraba a las sombras como si fuese una muñeca de trapo con la que pudiese jugar a su antojo.

Nunca dos objetivos tan diferentes habían compartido su mente al mismo tiempo; querer huir y querer quedarse, querer gritar y querer callar, querer sucumbir ante su agarre y querer resistirse y no ceder jamás. La balanza parecía estar en equilibrio, pero había todavía un diminuto detalle que inclinaba las cosas hacia el lado de la lógica; algo que en su interior le avisaba que aquello no era correcto y que debía detenerse.

Sentía que se ahogaba en aguas turbulentas pero aún una pequeña parte de su rostro salía a la superficie permitiéndole tomar una última bocanada de aire antes de perderse por completo en las intenciones de su captor. Quería responder a sus instintos más primitivos, quería zafarse de su agarre, gritar, escapar… ¿Por qué se le hacía tan difícil? ¿Qué era lo que le impedía actuar con precisión, como si alguien más hubiese instalado en ella una idea que no había surgido de su propio interior?

Y entonces pudo ver por el rabillo del ojo un brazo alzado que se dirigía con el puño cerrado directamente hacia Etienne. Fue como si ella misma hubiese recibido parte del impacto del golpe, aunque de una manera para nada dolorosa. En ese momento desapareció el velo que la había cegado; fue como si el hilo que la unía a aquel hombre se hubiese cortado, y es que un golpe como aquel hubiese desconcertado a cualquiera que se considerara humano.

Ahora que podía ver las cosas con claridad se daba cuenta de la magnitud de la situación y también de lo que había estado a punto de ocurrir realmente. Una violación. ¿Y Etienne? Ah, él ya no el parecía le hombre más perfecto de la tierra ni mucho menos; ahora lo veía como el ser despiadado y repulsivo que en realidad era, un demonio enviado por el mismísimo Satanás. Y ella había estado a punto de arder en llamas por su culpa.

-Dios mío –dejó escapar en un susurro desesperado, como si la sorpresa y el miedo le impidieran subir el tono de su voz. Retrocedió rápidamente con los ojos abiertos de par en par y el corazón retumbando como un tambor contra su pecho. Un nuevo sentimiento se abrió paso entre aquella mezcla de sensaciones; era odio puro dirigido únicamente hacia el brujo, en quien había clavado sus ojos con rabia y resentimiento. Sin embargo no tardó en desviar la mirada hacia su salvador, tratando de distinguirlo mejor entre las sombras.
Cosette Renaud
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