AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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I command you to tell the truth // Privado - Drako
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I command you to tell the truth // Privado - Drako
Cada día, antes de que comenzara la tortura, creía que se había vuelto inmune al dolor, que ya era imposible sentir nada después de lo vivido la noche anterior. Pero siempre se equivocaba, su cuerpo jamás se acostumbraba y cuando parecía ya adormecido por tantos cortes y magulladuras, al primer silbido del látigo toda su piel temblaba y las lágrimas se le acumulaban en los ojos. La carne se abría de nuevo cuando a penas comenzaba a cerrarse y la sangre brotaba de las heridas, llorando por su espalda y muslos. Arrodillada, cara a la pared, desnuda y cubierta de chorretones y costras secas que se agrietaban con cada respingo de su cuerpo cuando el cuero cortaba su dermis, marcándola como a una mera pieza de carne, como a una esclava.
–¡Deja de resistirte, monstruo!
El inquisidor, sujetando el otro extremo del arma de tortura, instaba a Alabaster a hacer algo, pero ella no comprendía lo que debía cumplir para que dejara de maltratarla como lo hacía y llevaba haciendo durante semanas.
–¡Muéstrate! Deja de ocultarte como una cobarde…
Para la joven, aquel hombre estaba loco, había perdido la cordura al completo y la acusaba de ser algo imposible. Los dragones no existían ni lo habían hecho nunca, pero parecía ser que para Domenico, la realidad estaba completamente distorsionada. Y la inquisición, lejos de hacer algo y apartar a aquel tipo de su cargo, le cumplían los caprichos y apresaban a una inocente chica en su nombre. Pero dudaba que fuera la única, seguro que cualquiera que se le antojaba la reclamaba y los soldados, con obediencia ciega, se la entregaban para que hiciera con ella lo que le apeteciera. Debía excitarle golpearlas y mutilarlas, porque a parte de eso, no le ponía un dedo encima. Fuera como fuere, estaba completamente obsesionado y por mucho que Alabaster negaba ser lo que él decía, éste se empeñaba en estar en lo cierto y no accedía a creerla.
Los labios resecos y cortados de la muchacha, se despegaron con dificultad. Intentó hablar, decirle por enésima vez que se equivocaba, que ella no era lo que él pensaba. No podía llamarle loco o la tortura seguro empeoraría. Ojalá la matara, eso era lo que ella deseaba, que se cansara de insistir y le diera el golpe de gracia, liberando así su cuerpo y su alma. Pero en vez de palabras, tosió, escupiendo sangre sobre el suelo empedrado y ennegrecido, por la cantidad de veces que aquello había sucedido. Porque no sólo hacía uso del látigo, a veces la golpeaba con un garrote en el estómago o se dedicaba a clavar afiladas púas de erizo bajo sus uñas maltratadas. Estaban negras y no por suciedad, sino por los restos de linfas que allí quedaban.
Un nuevo latigazo hizo que arqueara la espalda y se revolviera con las pocas fuerzas que le quedaban, pero los movimientos eran violentos y al tener las manos presas de unas cadenas que colgaban del techo, se dislocó la muñeca izquierda, arrancándole un grito lastimero de la garganta ya de por sí maltrecha y afónica de tanto quejido y la falta de agua para hidratarla.
–¡Deja de resistirte, monstruo!
El inquisidor, sujetando el otro extremo del arma de tortura, instaba a Alabaster a hacer algo, pero ella no comprendía lo que debía cumplir para que dejara de maltratarla como lo hacía y llevaba haciendo durante semanas.
–¡Muéstrate! Deja de ocultarte como una cobarde…
Para la joven, aquel hombre estaba loco, había perdido la cordura al completo y la acusaba de ser algo imposible. Los dragones no existían ni lo habían hecho nunca, pero parecía ser que para Domenico, la realidad estaba completamente distorsionada. Y la inquisición, lejos de hacer algo y apartar a aquel tipo de su cargo, le cumplían los caprichos y apresaban a una inocente chica en su nombre. Pero dudaba que fuera la única, seguro que cualquiera que se le antojaba la reclamaba y los soldados, con obediencia ciega, se la entregaban para que hiciera con ella lo que le apeteciera. Debía excitarle golpearlas y mutilarlas, porque a parte de eso, no le ponía un dedo encima. Fuera como fuere, estaba completamente obsesionado y por mucho que Alabaster negaba ser lo que él decía, éste se empeñaba en estar en lo cierto y no accedía a creerla.
Los labios resecos y cortados de la muchacha, se despegaron con dificultad. Intentó hablar, decirle por enésima vez que se equivocaba, que ella no era lo que él pensaba. No podía llamarle loco o la tortura seguro empeoraría. Ojalá la matara, eso era lo que ella deseaba, que se cansara de insistir y le diera el golpe de gracia, liberando así su cuerpo y su alma. Pero en vez de palabras, tosió, escupiendo sangre sobre el suelo empedrado y ennegrecido, por la cantidad de veces que aquello había sucedido. Porque no sólo hacía uso del látigo, a veces la golpeaba con un garrote en el estómago o se dedicaba a clavar afiladas púas de erizo bajo sus uñas maltratadas. Estaban negras y no por suciedad, sino por los restos de linfas que allí quedaban.
Un nuevo latigazo hizo que arqueara la espalda y se revolviera con las pocas fuerzas que le quedaban, pero los movimientos eran violentos y al tener las manos presas de unas cadenas que colgaban del techo, se dislocó la muñeca izquierda, arrancándole un grito lastimero de la garganta ya de por sí maltrecha y afónica de tanto quejido y la falta de agua para hidratarla.
Última edición por Alabaster el Sáb Jun 09, 2018 12:33 pm, editado 2 veces
Alabaster- Humano Clase Baja
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 24/05/2018
Re: I command you to tell the truth // Privado - Drako
Mi madre era oriental, es por eso que mi educación se remonta a la orden de cazadores, jinetes alados los llamaban, de la época de los samuráis.
Como toda orden que se encarga de la caza de seres monstruosos, de leyendas, o mitos, siempre son secretas, así que la base se hallaba en una aldea toda ella formada por un clan de jinetes alados.
El día a día no era muy distinto allí que en otras aldeas, los niños jugaban y crecían ,se entrenaban para convertirse en hombres siendo adoctrinados por los descendientes de aquellos que un día abanderaron el honor como verdad.
Yo nací en un mundo sin dragones, mas escuchando sus leyendas, como un día controlaron los cielos y nos ayudaron a derrotar a peligrosas bestias, eran cuentos para el resto, mas para nosotros era mucho mas que eso, nuestras raíces mas profundas se sustentaban en la existencia de aquello que hoy estaba extinto.
Fue ahí odeón apareció mi pesadilla, padre como por mi aspecto se puede apreciar, era occidental, mas una vez conoció a mi madre jamas abandonó la orden ,era un cazador ingles de gran renombre que no dudo en adoctrinarse bajo las leyes de los míos.
Mas a la edad de 14 años, perdí a ambos, nunca olvidaré las caras de aquellos que sesgaron sus vidas para sacarles información sobre algo que ya no existía, según ellos el único dragón que quedaba sobre la faz de la tierra.
Desde entonces he dedicado mi vida a investigar sobre la posibilidad que la inquisición no errara en su deducción y sobre todo en tramar con saña mi venganza, una que con 14 años no pude llevar a cabo pero que ahora la serviría en plato frio.
Así que puse rumbo al Vaticans, allí es donde al parecer habían visto por última vez a esos individuos y me dediqué escrupulosamente a investigarlos, a observar todos y cada uno de sus movimientos, durante meses fui su sombra, una esquiva que nadie podía identificar hasta que sus movimientos dejaron de ser rutinarios, al parecer habían dado con algo, algo que tenían en un almacén encerrado.
Aquella noche esperé a que los lideres se marcharan, bien custodiado quedaba siempre el portón, mas eso no era un inconveniente, no para un hombre diestro en las armas como yo, antes de que pudieran reaccionar mis dos cuchillos curvos cortaron la yugular de los dos vigías que ahogándose en su propia sangre fueron mas que incapaces de dar voz alguna de alarma.
El almacén estaba oscuro, me adentré despacio, olía a sudor, apestaba a sangre, orín, mierda...mas no podía arriesgarme a prender luz o alguien desde la distancia se daría cuenta que el sitio había sido saqueado.
-¿quien va?
Como toda orden que se encarga de la caza de seres monstruosos, de leyendas, o mitos, siempre son secretas, así que la base se hallaba en una aldea toda ella formada por un clan de jinetes alados.
El día a día no era muy distinto allí que en otras aldeas, los niños jugaban y crecían ,se entrenaban para convertirse en hombres siendo adoctrinados por los descendientes de aquellos que un día abanderaron el honor como verdad.
Yo nací en un mundo sin dragones, mas escuchando sus leyendas, como un día controlaron los cielos y nos ayudaron a derrotar a peligrosas bestias, eran cuentos para el resto, mas para nosotros era mucho mas que eso, nuestras raíces mas profundas se sustentaban en la existencia de aquello que hoy estaba extinto.
Fue ahí odeón apareció mi pesadilla, padre como por mi aspecto se puede apreciar, era occidental, mas una vez conoció a mi madre jamas abandonó la orden ,era un cazador ingles de gran renombre que no dudo en adoctrinarse bajo las leyes de los míos.
Mas a la edad de 14 años, perdí a ambos, nunca olvidaré las caras de aquellos que sesgaron sus vidas para sacarles información sobre algo que ya no existía, según ellos el único dragón que quedaba sobre la faz de la tierra.
Desde entonces he dedicado mi vida a investigar sobre la posibilidad que la inquisición no errara en su deducción y sobre todo en tramar con saña mi venganza, una que con 14 años no pude llevar a cabo pero que ahora la serviría en plato frio.
Así que puse rumbo al Vaticans, allí es donde al parecer habían visto por última vez a esos individuos y me dediqué escrupulosamente a investigarlos, a observar todos y cada uno de sus movimientos, durante meses fui su sombra, una esquiva que nadie podía identificar hasta que sus movimientos dejaron de ser rutinarios, al parecer habían dado con algo, algo que tenían en un almacén encerrado.
Aquella noche esperé a que los lideres se marcharan, bien custodiado quedaba siempre el portón, mas eso no era un inconveniente, no para un hombre diestro en las armas como yo, antes de que pudieran reaccionar mis dos cuchillos curvos cortaron la yugular de los dos vigías que ahogándose en su propia sangre fueron mas que incapaces de dar voz alguna de alarma.
El almacén estaba oscuro, me adentré despacio, olía a sudor, apestaba a sangre, orín, mierda...mas no podía arriesgarme a prender luz o alguien desde la distancia se daría cuenta que el sitio había sido saqueado.
-¿quien va?
Última edición por Drako el Mar Jun 12, 2018 11:55 am, editado 1 vez
Drako- Cazador Clase Media
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 28/05/2018
Re: I command you to tell the truth // Privado - Drako
El religioso insistía, sin perder su retorcida fe, torturando a la pobre muchacha ya sin energías. Estaba destrozada y tan mermada que ni gritaba a pesar del dolor que la consumía. Su cuerpo se movía bamboleante con cada nuevo golpe, pero ya no se retorcía, ya no intentaba soltarse. Ella colgaría inerte de no ser por el impulso del látigo o las violentas sacudidas que el inquisidor le propinaba cuando la agarraba del pelo para que le mirara. Mas sus ojos estaban apagados, sus pupilas diminutas que casi ni se veían en sus azules orbes sin brillo alguno. Ya no lloraba, hacía días que no ocurría, seguramente porque ya no tenía más agua que desperdiciar. Sus labios, resecos y agrietados, enrojecidos y manchados, entreabiertos, exhalando jadeos cuando podían. Su conciencia se desvanecía, su cabeza caía por su propio peso hasta que el mentón chocaba con el esternón. Estaba a punto de desfallecer cuando el hombre que la golpeaba se detuvo y mirando hacia el pasillo oscuro a sus espaldas, soltó una pregunta.
–¿Quién va?
La entrada a la sala estaba restringida, nadie visitaba a la supuesta bestia excepto él. Las pocas veces que la alimentaban o le daban de beber, era él mismo el que se encargaba de ello, receloso de compartir su hallazgo, su maldito tesoro que se negaba a resplandecer.
–Nadie puede estar aquí salvo yo. Esta estancia está vetada.
Añadió como advertencia al osado soldado que aproximaba sus silenciosos pasos hacia ellos. Alabaster no se hubiese percatado ni por asomo, ella estaba ida, sus sentidos minados, su tacto casi anulado, su oído mal acostumbrado al silbido del látigo. Sin embargo, el padre era un entrenado espía que había conocido mejores tiempos, pero que no había olvidado sus enseñanzas ni había perdido sus habilidades. Mas los pasos no se detuvieron y el religioso giró sobre los talones, enfilando la mirada hacia la puerta.
–¡Muéstrate!
–¿Quién va?
La entrada a la sala estaba restringida, nadie visitaba a la supuesta bestia excepto él. Las pocas veces que la alimentaban o le daban de beber, era él mismo el que se encargaba de ello, receloso de compartir su hallazgo, su maldito tesoro que se negaba a resplandecer.
–Nadie puede estar aquí salvo yo. Esta estancia está vetada.
Añadió como advertencia al osado soldado que aproximaba sus silenciosos pasos hacia ellos. Alabaster no se hubiese percatado ni por asomo, ella estaba ida, sus sentidos minados, su tacto casi anulado, su oído mal acostumbrado al silbido del látigo. Sin embargo, el padre era un entrenado espía que había conocido mejores tiempos, pero que no había olvidado sus enseñanzas ni había perdido sus habilidades. Mas los pasos no se detuvieron y el religioso giró sobre los talones, enfilando la mirada hacia la puerta.
–¡Muéstrate!
Alabaster- Humano Clase Baja
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 24/05/2018
Re: I command you to tell the truth // Privado - Drako
Entre las paredes de aquel antiguo almacén a las afueras de París retumbaba la potente voz del acompañante del reo. Si bien creí habían salido todos los inquisidores de aquel almacén ahora descubría que uno permanecía allí, aquella noche la tortura no había terminado.
Los berridos de la mujer caían en saco roto así como sus sollozos, pero podía oler el miedo en aquel que decía matar en nombre de dios pero que servía algo muy distinto.
Mis padres también fueron torturados, no les sacaron información y acabaron muertos, cada paso me recordaba aquel momento en el vi a mi madre desangrase con cortes por todos lados y a mi padre ser molido a palos, latigazos y demás torturas como arrancarles las uñas, todo porque querían dar con aquello que según los míos llevaba eras desaparecido.
Yo era una sombra y una sombra es lo que apareció frente al condenado que espada en mano recibió mi primera acometida.
Lucha encarnizada en la que uno y otro bailábamos sobre la pista sin dar tregua al otro, solo uno en pie quedaría.
Rugí afianzando el mango con sendas manos asestando violentas descargas haciéndolo recular, cada golpe era fruto de mi venganza, de la ira y la rabia, una que no terminaría hasta que el ultimo de aquella orden pereciera.
¿Acaso al león se le podía pedir clama? ¿que no lo rigieran sus instintos? No, como a mi no se me podía pedir que no ansiara carnaza fresca.
Gruñí sajando la mano del ahora mutilado inquisidor que grito al ver el chorro de sangre emerger de su brazo. La espada golpeó el suelo y cuando su cuerpo cayó de rodillas frente al de la sombre pidiendo clemencia solo encontró el acero adentrándose por sus entrañas hasta emerger por su espalda.
Corrí hacia la morena que moribunda trataba de enfocarme desde allá donde en cruz estaba agonizando.
Sujeté su cuerpo con mi brazo para que dejara de caer a peso sobre sus pies descalzos que no la mantenían.
-Tranquila, voy a sacarte de aquí -susurré golpeando con la espada las cadenas hasta partirlas -tranquila pequeña, te tengo -susurré tomándola entre mis brazos.
No tardamos en abandonar aquel lugar que de seguro para ella había sido un infierno, había tomado una habitación en un motel donde a cambio de un buen saco de monedas no solía hacer preguntas innecesarias, así que cuando me vieron subir con la aturdida mujer medio desmayada miraron hacia otra parte.
La dejé sobre el lecho con suma suavidad y me acerqué al cuarto de baño a por paños limpios, agua y algo para dar sutura.
-Voy a curarte, esto va a doler -aseguré sacando el corcho de la botella de ron con los dientes para ofrecérselo y que diera un buen trago.
Los berridos de la mujer caían en saco roto así como sus sollozos, pero podía oler el miedo en aquel que decía matar en nombre de dios pero que servía algo muy distinto.
Mis padres también fueron torturados, no les sacaron información y acabaron muertos, cada paso me recordaba aquel momento en el vi a mi madre desangrase con cortes por todos lados y a mi padre ser molido a palos, latigazos y demás torturas como arrancarles las uñas, todo porque querían dar con aquello que según los míos llevaba eras desaparecido.
Yo era una sombra y una sombra es lo que apareció frente al condenado que espada en mano recibió mi primera acometida.
Lucha encarnizada en la que uno y otro bailábamos sobre la pista sin dar tregua al otro, solo uno en pie quedaría.
Rugí afianzando el mango con sendas manos asestando violentas descargas haciéndolo recular, cada golpe era fruto de mi venganza, de la ira y la rabia, una que no terminaría hasta que el ultimo de aquella orden pereciera.
¿Acaso al león se le podía pedir clama? ¿que no lo rigieran sus instintos? No, como a mi no se me podía pedir que no ansiara carnaza fresca.
Gruñí sajando la mano del ahora mutilado inquisidor que grito al ver el chorro de sangre emerger de su brazo. La espada golpeó el suelo y cuando su cuerpo cayó de rodillas frente al de la sombre pidiendo clemencia solo encontró el acero adentrándose por sus entrañas hasta emerger por su espalda.
Corrí hacia la morena que moribunda trataba de enfocarme desde allá donde en cruz estaba agonizando.
Sujeté su cuerpo con mi brazo para que dejara de caer a peso sobre sus pies descalzos que no la mantenían.
-Tranquila, voy a sacarte de aquí -susurré golpeando con la espada las cadenas hasta partirlas -tranquila pequeña, te tengo -susurré tomándola entre mis brazos.
No tardamos en abandonar aquel lugar que de seguro para ella había sido un infierno, había tomado una habitación en un motel donde a cambio de un buen saco de monedas no solía hacer preguntas innecesarias, así que cuando me vieron subir con la aturdida mujer medio desmayada miraron hacia otra parte.
La dejé sobre el lecho con suma suavidad y me acerqué al cuarto de baño a por paños limpios, agua y algo para dar sutura.
-Voy a curarte, esto va a doler -aseguré sacando el corcho de la botella de ron con los dientes para ofrecérselo y que diera un buen trago.
Drako- Cazador Clase Media
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 28/05/2018
Re: I command you to tell the truth // Privado - Drako
Sus ojos, que antaño brillaban como dos zafiros, ahora sólo eran mares apagados, casi muertos. La pelea tuvo lugar a sus espaldas, mas a ella nada le importaba. Como fantasmas, los latigazos se sucedían en su mente y el cuerpo de la joven convulsionaba de manera instintiva, aunque ya nada laceraba su piel. El recuerdo podía ser sumamente doloroso, de manera física incluso, porque el poder del cerebro era algo incomprensible, mas aún en alguien como Alabaster, aunque la morena no lo supiera.
No fue capaz de saborear la libertad, porque en cuanto el brazo del desconocido la sostuvo, como si hubieran extinguido una antorcha sumergiéndola en un cubo de agua, su consciencia se desvaneció dejando sólo un invisible rastro de humo.
El tiempo para ella se detuvo en aquel instante, sin poder siquiera vislumbrar el rostro del héroe que la sacaba de la prisión en la que llevaba meses encerrada. ¿Qué delito había cometido para merecer tal castigo, tal tortura? Únicamente el hombre que, sin que su víctima estuviera al corriente, se había desangrado en el suelo de su mazmorra lo sabía.
Cuando abrió los ojos de nuevo, con dificultad, como si el simple hecho de parpadear le supusiera un esfuerzo inmenso, estaba recostada, en un sitio mullido. Llevaba tanto tiempo sin estar en posición horizontal, sin sentir suavidad contra su piel, sin estar empapada en la humedad mohosa del sótano de la inquisición. Una silueta se movía, podía ver una forma borrosa ir de un lado a otro de la zona, pero era incapaz de definir su figura. La voz varonil atravesó sus tímpanos como un rayo y el dolor acuciante de cien martillos golpeó su cráneo. Gritó, llevándose las manos a las sienes, golpeando sin querer un objeto duro y frío cargado de líquido. Se empapó y el olor del alcohol la impregnó hasta las entrañas. Los cortes escocían y de nuevo su cuerpo se retorcía.
–No... No más… por favor…
Murmuró con la voz desgañitada y lágrimas secas en sus enturbiados ojos.
No fue capaz de saborear la libertad, porque en cuanto el brazo del desconocido la sostuvo, como si hubieran extinguido una antorcha sumergiéndola en un cubo de agua, su consciencia se desvaneció dejando sólo un invisible rastro de humo.
El tiempo para ella se detuvo en aquel instante, sin poder siquiera vislumbrar el rostro del héroe que la sacaba de la prisión en la que llevaba meses encerrada. ¿Qué delito había cometido para merecer tal castigo, tal tortura? Únicamente el hombre que, sin que su víctima estuviera al corriente, se había desangrado en el suelo de su mazmorra lo sabía.
Cuando abrió los ojos de nuevo, con dificultad, como si el simple hecho de parpadear le supusiera un esfuerzo inmenso, estaba recostada, en un sitio mullido. Llevaba tanto tiempo sin estar en posición horizontal, sin sentir suavidad contra su piel, sin estar empapada en la humedad mohosa del sótano de la inquisición. Una silueta se movía, podía ver una forma borrosa ir de un lado a otro de la zona, pero era incapaz de definir su figura. La voz varonil atravesó sus tímpanos como un rayo y el dolor acuciante de cien martillos golpeó su cráneo. Gritó, llevándose las manos a las sienes, golpeando sin querer un objeto duro y frío cargado de líquido. Se empapó y el olor del alcohol la impregnó hasta las entrañas. Los cortes escocían y de nuevo su cuerpo se retorcía.
–No... No más… por favor…
Murmuró con la voz desgañitada y lágrimas secas en sus enturbiados ojos.
Alabaster- Humano Clase Baja
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 24/05/2018
Re: I command you to tell the truth // Privado - Drako
Las sabanas pronto se mancharon de carmesí mientras esta de forma salvaje se revolvía creyéndome el causante de todos sus males, tal fue así que el vaso que le ofrecí acabó vertido sobre sus propias carnes haciendo arder sus heridas con el alcohol.
-Tranquila, solo trato de ayudarte.
A cada tirón de las vendas la mujer soltaba un alarido tremendo, estaba sufriendo y eso que aun no había empezado a coser su piel.
Deje escapar el aire sobre la herida de arma blanca que hacía sangrar su muslo en abundancia, al dar el ultimo tirón grito, logrando que las lagrimas cubrieran aquel provocativo rostro.
-Ya esta casi, lo peor a pasado -mentí, mas trataba solamente de que se relajara lo suficiente para que me dejara hacer, y el movimiento de su muslo sobre mis manos, aparte de excitarme, no lograba en absoluto ayudarme a concentrarme en nada.
Mientras deliberaba por donde empezar oí los pasos del botones que servicial nos traía la botella, así que me puse en pie y la tome dedicándole una sonrisa fingiendo estar disfrutando como en mi vida lo había hecho, tenia que guardar las apariencias y los gritos de la mujer no ayudaban a lograrlo. Le ofrecí una sustanciosa suma de dinero como propina para no volver a ser molestado.
Antes de girarme vertí sobre la botella una buena cantidad de opio, la necesitaba relajada y el dolor no iba a ayudarla a estar quieta, el opio por el contrario si.
Me acerque con la botella que ahora consciente arranco de mis manos con necesidad dándole un profundo trago, sonreí ante la idea de que pronto estaría tan colocada que no sabría ni donde se encontraba, así que alce la falda.
-Primero he de parar esta hemorragia, después podre curar los latigazos y demás heridas, pero esta necesita puntos.
Saque mi cuchillo de la bota, y lo acerque al fuego de la chimenea para deshinfectarlo mientras esperaba que a mis espaldas la dama empezara a dar signos no solo de ir embriagada si no también completamente drogada.
Tras pasar varias veces el filo de acero por las llamas me acerque a ella nuevamente mirando sus ojos con una picara sonrisa y tome la botella que había bajado considerablemente para derramar un poco de alcohol sobre el incandescente filo.
No tarde en devolvérsela y esta a llevarla hasta sus labios de nuevo, obediente a mis indicaciones.
-Así pequeña, un poco mas y empezaremos -asegure hundiendo mis ojos en los ajenos.
Prepare mientras el resto del instrumental, aguja e hilo, unas cuantas toallas mas, así como una cofaina con agua tibia.
Relamí mis labios observando los suyos por los que se derramaba parte del alcohol que bebía.
-¿Como te sientes? -pregunté llevando mi mano a su rostro para acariciarlo con suavidad esperando su respuesta para empezar a trabajar con aquella herida que necesitaba atención inmediata.
-Tranquila, solo trato de ayudarte.
A cada tirón de las vendas la mujer soltaba un alarido tremendo, estaba sufriendo y eso que aun no había empezado a coser su piel.
Deje escapar el aire sobre la herida de arma blanca que hacía sangrar su muslo en abundancia, al dar el ultimo tirón grito, logrando que las lagrimas cubrieran aquel provocativo rostro.
-Ya esta casi, lo peor a pasado -mentí, mas trataba solamente de que se relajara lo suficiente para que me dejara hacer, y el movimiento de su muslo sobre mis manos, aparte de excitarme, no lograba en absoluto ayudarme a concentrarme en nada.
Mientras deliberaba por donde empezar oí los pasos del botones que servicial nos traía la botella, así que me puse en pie y la tome dedicándole una sonrisa fingiendo estar disfrutando como en mi vida lo había hecho, tenia que guardar las apariencias y los gritos de la mujer no ayudaban a lograrlo. Le ofrecí una sustanciosa suma de dinero como propina para no volver a ser molestado.
Antes de girarme vertí sobre la botella una buena cantidad de opio, la necesitaba relajada y el dolor no iba a ayudarla a estar quieta, el opio por el contrario si.
Me acerque con la botella que ahora consciente arranco de mis manos con necesidad dándole un profundo trago, sonreí ante la idea de que pronto estaría tan colocada que no sabría ni donde se encontraba, así que alce la falda.
-Primero he de parar esta hemorragia, después podre curar los latigazos y demás heridas, pero esta necesita puntos.
Saque mi cuchillo de la bota, y lo acerque al fuego de la chimenea para deshinfectarlo mientras esperaba que a mis espaldas la dama empezara a dar signos no solo de ir embriagada si no también completamente drogada.
Tras pasar varias veces el filo de acero por las llamas me acerque a ella nuevamente mirando sus ojos con una picara sonrisa y tome la botella que había bajado considerablemente para derramar un poco de alcohol sobre el incandescente filo.
No tarde en devolvérsela y esta a llevarla hasta sus labios de nuevo, obediente a mis indicaciones.
-Así pequeña, un poco mas y empezaremos -asegure hundiendo mis ojos en los ajenos.
Prepare mientras el resto del instrumental, aguja e hilo, unas cuantas toallas mas, así como una cofaina con agua tibia.
Relamí mis labios observando los suyos por los que se derramaba parte del alcohol que bebía.
-¿Como te sientes? -pregunté llevando mi mano a su rostro para acariciarlo con suavidad esperando su respuesta para empezar a trabajar con aquella herida que necesitaba atención inmediata.
Drako- Cazador Clase Media
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 28/05/2018
Re: I command you to tell the truth // Privado - Drako
Cuando el alcohol cayó sobre las heridas abiertas, aulló de dolor, retorciéndose en aquella cama en la que se encontraba postrada. Apretó los dientes con fuerza, hasta hacerlos rechinar, arqueando la espalda. Estaba acostumbrada a los latigazos, pero aquel ardor era algo nuevo para ella y su cuerpo despertó ante esa sensación redescubierta. Tenía ganas de llorar, pero no podía por la deshidratación a la que había sido sometida durante tanto tiempo. Había salido de la mazmorra para seguir sufriendo, no comprendía lo que había hecho para merecer tal castigo. ¿Era un crimen el haber nacido? Jamás había robado ni hecho mal a nadie, era una joven trabajadora, aplicada y altruista que ayudaba a sus compañeros y quería a su familia. Hasta que la arrancaron de su origen y la llevaron a los cuarteles de la inquisición. Se suponía que la iglesia ayudaba al prójimo y, sin embargo, ella había descubierto que, en las profundidades de sus celdas, maltrataban a los inocentes.
El desconocido insistía en que únicamente quería ayudarla, pero la mente de Alabaster estaba nublada por el dolor y la desconfianza. Llevaba tanto tiempo siendo presa de aquel religioso cruel, encargado de hacer tambalearse y desmoronarse su fe, que ahora era incapaz de creer en la bondad de las personas.
–Déjame sola...
Casi no podía ni conectar palabras para hablar. No sólo por la afonía que oprimía su garganta, sino porque pensar era complicado dado su estado actual.
Alguien llamó a la puerta, ella seguía recostada, inquita. Aunque ahora el calor lacerante iba disminuyendo. El hombre regresó junto a ella con una botella. Reconoció la graduación pintada en la etiqueta. Sabía lo que era el alcohol, aunque no lo había probado antes. Alargó el brazo y tomó la botella para darle varios tragos. Sabía a rayos y estaba caliente, aunque por algún extraño motivo le adormecía la lengua y la garganta a su paso.
El recipiente se escapó de sus dedos por un momento. La mirada de la joven se enturbió, sus párpados pesaban. La habitación pareció adquirir unas tonalidades extrañas. Los colores se mezclaban, se volvían más brillantes, algo molestos.
–¿Qué…?
Preguntó lentamente, con la cabeza flotando, metafóricamente. Sus brazos y piernas parecían entumecidos, no los sentía, como si se los hubieran amputado, pero sin el dolor que eso implicaría, obviamente.
El desconocido insistía en que únicamente quería ayudarla, pero la mente de Alabaster estaba nublada por el dolor y la desconfianza. Llevaba tanto tiempo siendo presa de aquel religioso cruel, encargado de hacer tambalearse y desmoronarse su fe, que ahora era incapaz de creer en la bondad de las personas.
–Déjame sola...
Casi no podía ni conectar palabras para hablar. No sólo por la afonía que oprimía su garganta, sino porque pensar era complicado dado su estado actual.
Alguien llamó a la puerta, ella seguía recostada, inquita. Aunque ahora el calor lacerante iba disminuyendo. El hombre regresó junto a ella con una botella. Reconoció la graduación pintada en la etiqueta. Sabía lo que era el alcohol, aunque no lo había probado antes. Alargó el brazo y tomó la botella para darle varios tragos. Sabía a rayos y estaba caliente, aunque por algún extraño motivo le adormecía la lengua y la garganta a su paso.
El recipiente se escapó de sus dedos por un momento. La mirada de la joven se enturbió, sus párpados pesaban. La habitación pareció adquirir unas tonalidades extrañas. Los colores se mezclaban, se volvían más brillantes, algo molestos.
–¿Qué…?
Preguntó lentamente, con la cabeza flotando, metafóricamente. Sus brazos y piernas parecían entumecidos, no los sentía, como si se los hubieran amputado, pero sin el dolor que eso implicaría, obviamente.
Última edición por Alabaster el Mar Ago 14, 2018 11:45 am, editado 1 vez
Alabaster- Humano Clase Baja
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 24/05/2018
Re: I command you to tell the truth // Privado - Drako
Deslicé mis dedos por su piel, mis ojos se centraron en las rugosidades de los bordes mientras los unía comprobando por donde debía clavar la aguja.
Elevé la mirada, iba colocada, apenas incapaz de darse cuanta de nada había instantes en los que solo reía.
-Bien preciosa, vamos a ello, voy a coserte -susurré agachando mas mi rostro hacía la herida.
Empecé a dar punzadas, se movía demasiado, en parte por el dolor, en parte por el colocon, su falda iba alzándose y mis nudillos de forma inconsciente rozaban a veces sus bragas mojadas.
-Estate quieta, ya estoy terminando.
Irguió su cuerpo del lecho con dificultad para ver lo que yo estaba haciendo.
-Vamos preciosa, no mires, coge la botella y da un par mas de tragos, todo esta bien -aseguré empujando con mi mano su cintura hasta devolver su cuerpo a una posición horizontal.
-Listo -asegure con el ultimo punto -llevé mis labios al hilo y con los dientes lo sajé, mi mejilla rozó su muslo tras ese gesto.
Ella reía sin parar, decía que le hacía cosquillas, hacia nada me temía y ahora su cuerpo se retorcía sobre el lecho de una manera demasiado sensual para pasar desapercibida.
Su pelo rojo como el fuego quedaba esparcido en forma de abanico, me acerqué tomando su rostro con una mano para fijarme en sus ojos dilatados.
-Bien, perfecto, estas algo colocada, pero todo esta bien, ahora solo duerme ¿de acuerdo?
Me puse en pie abandonando su lecho, curarla había abultado mis pantalones y no me vendría mal salir y tomar algo de aire al balcón, la dejé descansar y tomando una botella salí fuera a dar unos tragos y respirar algo de aire, de paso pensaría en otra cosa que no fuera aquella mujer. Tenia mucho que descubrir pero ella era como...atrayente, no sabia como explicarlo.
Elevé la mirada, iba colocada, apenas incapaz de darse cuanta de nada había instantes en los que solo reía.
-Bien preciosa, vamos a ello, voy a coserte -susurré agachando mas mi rostro hacía la herida.
Empecé a dar punzadas, se movía demasiado, en parte por el dolor, en parte por el colocon, su falda iba alzándose y mis nudillos de forma inconsciente rozaban a veces sus bragas mojadas.
-Estate quieta, ya estoy terminando.
Irguió su cuerpo del lecho con dificultad para ver lo que yo estaba haciendo.
-Vamos preciosa, no mires, coge la botella y da un par mas de tragos, todo esta bien -aseguré empujando con mi mano su cintura hasta devolver su cuerpo a una posición horizontal.
-Listo -asegure con el ultimo punto -llevé mis labios al hilo y con los dientes lo sajé, mi mejilla rozó su muslo tras ese gesto.
Ella reía sin parar, decía que le hacía cosquillas, hacia nada me temía y ahora su cuerpo se retorcía sobre el lecho de una manera demasiado sensual para pasar desapercibida.
Su pelo rojo como el fuego quedaba esparcido en forma de abanico, me acerqué tomando su rostro con una mano para fijarme en sus ojos dilatados.
-Bien, perfecto, estas algo colocada, pero todo esta bien, ahora solo duerme ¿de acuerdo?
Me puse en pie abandonando su lecho, curarla había abultado mis pantalones y no me vendría mal salir y tomar algo de aire al balcón, la dejé descansar y tomando una botella salí fuera a dar unos tragos y respirar algo de aire, de paso pensaría en otra cosa que no fuera aquella mujer. Tenia mucho que descubrir pero ella era como...atrayente, no sabia como explicarlo.
Drako- Cazador Clase Media
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 28/05/2018
Re: I command you to tell the truth // Privado - Drako
Ella no se había percatado de nada, estaba tan colocada y tan falta de energías por las largas semanas de torturas sufridas que ni se había percatado del cambio de color en su pelo, siempre negro como el ónice y ahora, al parecer, rojizo. El dolor había sido lo único capaz de llamar su atención durante todo aquel tiempo, incapaz de sentir nada que no fueran los golpes del látigo o los gritos de aquel clérigo exigiéndole mostrarse como si no le bastara con tenerla denuda, completamente expuesta, y esposada de rodillas con los hombros a veces dislocados por los movimientos bruscos que su cuerpo ejercía con cada laceración recibida.
Y ahora estaba allí, tendida en una cama, ebria con cuatro tragos que había dado, incapaz de mover las piernas y a penas sentía los brazos. Sus dedos temblaban y la botella se escurría de entre sus dedos, amenazando con caerse sobre el colchón y manchar las sábanas. Había momentos de angustia, de sufrir a pesar de estar la zona afectada entumecida. Era todo muy extraño pues notaba pasar la aguja y el hilo, atravesando su piel, tirando para cerrar la herida. Sin embargo, no dolía como se suponía.
Un hormigueo recorría sus extremidades, su torso, su vientre, subía como dedos acariciando su dermis en busca de su garganta, no para estrangularla, sino para calentarla con el paso del alcohol, volviendo su lengua más gruesa y su intento de habla más complicada y pastosa. De pronto sintió la imperiosa necesidad de mirar lo que ese hombre hacía y como un resorte se irguió hasta quedar sentada con un enorme mareo que la aturdía.
–¿Qué me estás haciendo…? Tu bigote se mueve…
Se echó a reír porque le parecía que aquella sombra de vello facial se había convertido en una especie de gusano que reptaba sobre los labios del hombre. Además, las manos ajenas le hacían cosquillas con su roce, no sentía el dolor pero sí aquello. Era todo incomprensible e incluso estúpido, pero así estaban las cosas y su mente no era la más lúcida en esos instantes como para ponerse a meditar nada.
El tipo la recostó de nuevo y ella, con torpeza, se llevo otra vez la botella a la boca. Cayó más líquido fuera que dentro, pero algo tragó y envió a su torrente sanguíneo. El brazo se vio vencido por el peso de aquello que sostenía y terminó desmayado sobre la cama con el recipiente vacío escurriéndose hacia el suelo, rodando por los tablones y chocando despacio con la pared, donde quedó parado junto al zócalo de madera.
No se enteró de cuando el desconocido salió de la estancia, ni tampoco de si regresó. Para ella fue solamente un parpadeo, pero el tiempo había transcurrido desde su última risa hasta aquella profunda bocanada de aire que pareció perforarle los pulmones.
–¿Dónde… estoy?
Y ahora estaba allí, tendida en una cama, ebria con cuatro tragos que había dado, incapaz de mover las piernas y a penas sentía los brazos. Sus dedos temblaban y la botella se escurría de entre sus dedos, amenazando con caerse sobre el colchón y manchar las sábanas. Había momentos de angustia, de sufrir a pesar de estar la zona afectada entumecida. Era todo muy extraño pues notaba pasar la aguja y el hilo, atravesando su piel, tirando para cerrar la herida. Sin embargo, no dolía como se suponía.
Un hormigueo recorría sus extremidades, su torso, su vientre, subía como dedos acariciando su dermis en busca de su garganta, no para estrangularla, sino para calentarla con el paso del alcohol, volviendo su lengua más gruesa y su intento de habla más complicada y pastosa. De pronto sintió la imperiosa necesidad de mirar lo que ese hombre hacía y como un resorte se irguió hasta quedar sentada con un enorme mareo que la aturdía.
–¿Qué me estás haciendo…? Tu bigote se mueve…
Se echó a reír porque le parecía que aquella sombra de vello facial se había convertido en una especie de gusano que reptaba sobre los labios del hombre. Además, las manos ajenas le hacían cosquillas con su roce, no sentía el dolor pero sí aquello. Era todo incomprensible e incluso estúpido, pero así estaban las cosas y su mente no era la más lúcida en esos instantes como para ponerse a meditar nada.
El tipo la recostó de nuevo y ella, con torpeza, se llevo otra vez la botella a la boca. Cayó más líquido fuera que dentro, pero algo tragó y envió a su torrente sanguíneo. El brazo se vio vencido por el peso de aquello que sostenía y terminó desmayado sobre la cama con el recipiente vacío escurriéndose hacia el suelo, rodando por los tablones y chocando despacio con la pared, donde quedó parado junto al zócalo de madera.
No se enteró de cuando el desconocido salió de la estancia, ni tampoco de si regresó. Para ella fue solamente un parpadeo, pero el tiempo había transcurrido desde su última risa hasta aquella profunda bocanada de aire que pareció perforarle los pulmones.
–¿Dónde… estoy?
Alabaster- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 24/05/2018
Re: I command you to tell the truth // Privado - Drako
Tome asiento en el sofá junto al lecho, cambiando cada cierto tiempo el agua que empapada sobre un trapo, posee repetidas veces sobre su frente para bajar su calentura.
Tenia que reconocer que era una mujer bella, sus labios carnosos llamaban a los míos sin remedio, como antes el calor de su sexo sobre mi mano había conseguido excitarme mucho mas de la cuenta, mas pronto recordé que esa mujer era lo que buscaba, o al menos lo que los inquisidores mantenían preso
Así que me limite a volver a mi asiento para dormir las pocas horas que aun me quedaban estando atento a sus movimientos.
Estaba seguro de que la estarían buscando, por eso era importante que se recuperara rápido, no podíamos permanecer demasiado tiempo en el mismo sitio.
Cuando el alba entro por la ventana me alce del sofá, estire mi cuerpo que estaba completamente adormecido mientras camine hacia la dama para tomar su temperatura que sin duda había bajado considerablemente.
Sonreí alzando su falda para ver que no había supurado, mis ojos volvieron a tornarse turbios, asi que la baje de nuevo y salí al balcón a tomar aire.
No se le tiempo que estuve allí ,mas pronto escuche los pasos descalzos de la joven aproximarse con rapidez.
Me gire para enfrentar su mirada, que como no, parecía ligeramente molesta y tras darme las gracias llegó la fatídica pregunta de ¿donde estamos?.
Sonreí de forma socarrona, acercándome mucho mas a ella para lazar mi mano y depositarla en su frente.
-Te ha bajado la temperatura, con un gracias hubiera sobrado -dije apartando un mechón de cabello que tire tras su oreja con picardia.
-Puedes darte una ducha, pero intenta no mojarte el vendaje, los puntos están muy recientes.
-apunté -luego tratare de darte respuestas porque también tengo preguntas.
Estamos en un motel, pero no podemos permanecer aquí demasiado tiempo.
Te he dejado ropa limpia en el baño, bastara para que puedas pasar desapercibida si tu pelo rojo como el fuego nos lo permite, vamos, lavate.
Se alzo la camisola, haciendo que mis ojos se deslizaran por su piel, piel que ahora la recordarla sobre las yemas de mis dedos me abrasaban, mis ojos mantenían aquel color oscurecido, ese que empezaba a adueñarse de mi juicio.
Sus agradecimientos y aquel casto beso en mi mejilla ofreciéndome una ducha que juro por los dioses necesitaba me abstrajeron de los delirantes pensamientos de poseerla allí mismo, de montarla sin pausa durante todo el día.
Decían que los dragones tenían un don especial, eran atrayentes y yo empezaba a enloquecer con solo mirar tan bella criatura.
-¿que eres? -pregunté con el juicio obnubilado como aquel que escucha el canto de una sirena.
Tenia que reconocer que era una mujer bella, sus labios carnosos llamaban a los míos sin remedio, como antes el calor de su sexo sobre mi mano había conseguido excitarme mucho mas de la cuenta, mas pronto recordé que esa mujer era lo que buscaba, o al menos lo que los inquisidores mantenían preso
Así que me limite a volver a mi asiento para dormir las pocas horas que aun me quedaban estando atento a sus movimientos.
Estaba seguro de que la estarían buscando, por eso era importante que se recuperara rápido, no podíamos permanecer demasiado tiempo en el mismo sitio.
Cuando el alba entro por la ventana me alce del sofá, estire mi cuerpo que estaba completamente adormecido mientras camine hacia la dama para tomar su temperatura que sin duda había bajado considerablemente.
Sonreí alzando su falda para ver que no había supurado, mis ojos volvieron a tornarse turbios, asi que la baje de nuevo y salí al balcón a tomar aire.
No se le tiempo que estuve allí ,mas pronto escuche los pasos descalzos de la joven aproximarse con rapidez.
Me gire para enfrentar su mirada, que como no, parecía ligeramente molesta y tras darme las gracias llegó la fatídica pregunta de ¿donde estamos?.
Sonreí de forma socarrona, acercándome mucho mas a ella para lazar mi mano y depositarla en su frente.
-Te ha bajado la temperatura, con un gracias hubiera sobrado -dije apartando un mechón de cabello que tire tras su oreja con picardia.
-Puedes darte una ducha, pero intenta no mojarte el vendaje, los puntos están muy recientes.
-apunté -luego tratare de darte respuestas porque también tengo preguntas.
Estamos en un motel, pero no podemos permanecer aquí demasiado tiempo.
Te he dejado ropa limpia en el baño, bastara para que puedas pasar desapercibida si tu pelo rojo como el fuego nos lo permite, vamos, lavate.
Se alzo la camisola, haciendo que mis ojos se deslizaran por su piel, piel que ahora la recordarla sobre las yemas de mis dedos me abrasaban, mis ojos mantenían aquel color oscurecido, ese que empezaba a adueñarse de mi juicio.
Sus agradecimientos y aquel casto beso en mi mejilla ofreciéndome una ducha que juro por los dioses necesitaba me abstrajeron de los delirantes pensamientos de poseerla allí mismo, de montarla sin pausa durante todo el día.
Decían que los dragones tenían un don especial, eran atrayentes y yo empezaba a enloquecer con solo mirar tan bella criatura.
-¿que eres? -pregunté con el juicio obnubilado como aquel que escucha el canto de una sirena.
Drako- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 28/05/2018
Re: I command you to tell the truth // Privado - Drako
La mente de Alabaster quedó sumida en una oscuridad profunda, húmeda y silenciosa. Tenebrosa, rugosa. Como una garganta cerrada que la oprimía, que la engullía e intentaba arrastrarla a un lugar desconocido. Su cuerpo en el mundo real sudaba, convulsionaba de vez en cuando, se agitaba como si la sacudieran desde los tobillos con violencia. Pero aún y con todo aquello, no hacía ruido, no se quejaba, no lamentaba su estado ni suplicaba ayuda.
Sin ser consciente del tiempo transcurrido, despertó, sobresaltada. Se incorporó hasta quedar sentada y la sangre le bajó de golpe hasta el estómago, provocándole náuseas. La ventaja de llevar tiempo sin comer era que no había nada que se le revolviera en las tripas ni nada que pudiera vomitar, salvo el alcohol, pero ese ya se le había acumulado en la vejiga y, al parecer, en la cabeza. Se tocó la sien derecha con la base de la palma de la mano, intentando calmar el vaivén del mundo a su alrededor. Eructó sin poder evitarlo y su propio aliento le dio asco. La lengua la tenía gruesa y pastosa, como si se hubiera pasado horas lamiendo la suela de un zapato lleno de barro. Buscó a ambos lados y sobre la mesita de noche encontró una jarra con agua y un balde con más, pero la segunda un poco turbia y con un trapo nadando en ella. Le dio varios tragos al recipiente alto y tras hacer gárgaras, escupió el resultado en el barreño pequeño. Repitió el proceso y a la tercera intentona, aquello que se llevaba a la boca, lo tragó.
Tras varios minutos de reposo, sentada al borde del colchón, se deslizó con la ayuda de ambas manos hasta que sus pies tocaron el suelo y se alzó. Tardó unos segundos en encontrar el equilibrio. La sangre parecía volver a circular de manera normal por su cuerpo, aunque el mareo acuciante seguía bombeándole justo en los laterales de la cabeza, junto a los ojos. Buscó una salida y dio con dos de ellas, la puerta y el balcón. La brisa fría que se colaba por aquella abertura la llamaba a gritos y fue directamente hacia ésta, encontrándose allí con un hombre cuyo rostro le sonaba. Le costó un poco recordar de qué.
–Eres el que me sacó de allí... Gracias.
Su voz sonaba ronca, gastada. Seguía afónica de tantos días y semanas siendo torturada. Gritando y suplicando por su vida. Llorando y negando acusaciones que le eran lanzadas como cuchillos. Hirientes.
–¿Dónde estamos?
Quiso saber, desorientada como estaba. Se sentía perdida desde hacía mucho, en el espacio y en el tiempo. No sabía dónde se encontraba ni en qué día o mes siquiera. ¿Cuántas veces se había puesto el sol durante su cautiverio? A ella se le había antojado algo eterno.
Cuando le ofreció darse una ducha y le habló sobre los puntos, recordó la herida del muslo y se alzó la camisola para verla. No tenía muy buen aspecto, de hecho a ella se le erizó el vello de la nuca al fijar sus orbes en la carne enrojecida e hinchada, aprisionada por las puntadas del hilo grueso. Soltó la tela, porque de seguir mirando el corte no sabía lo que le daría. De nuevo le dio las gracias al desconocido por ayudarla y en un impulso, algo muy típico en el ambiente en el que se había criado y del que la inquisición la había arrancado, le dio un beso en la mejilla a aquel hombre.
–¿Qué quieres decir con eso?
No comprendía la pregunta o, tal vez, la había oído mal. Ladeó un poco la cabeza, parpadeando despacio e intentó aclarar el asunto.
–¿Preguntas por mi nombre? ¿Quién soy? Me llamo Alabaster, ¿y tú?
Sin ser consciente del tiempo transcurrido, despertó, sobresaltada. Se incorporó hasta quedar sentada y la sangre le bajó de golpe hasta el estómago, provocándole náuseas. La ventaja de llevar tiempo sin comer era que no había nada que se le revolviera en las tripas ni nada que pudiera vomitar, salvo el alcohol, pero ese ya se le había acumulado en la vejiga y, al parecer, en la cabeza. Se tocó la sien derecha con la base de la palma de la mano, intentando calmar el vaivén del mundo a su alrededor. Eructó sin poder evitarlo y su propio aliento le dio asco. La lengua la tenía gruesa y pastosa, como si se hubiera pasado horas lamiendo la suela de un zapato lleno de barro. Buscó a ambos lados y sobre la mesita de noche encontró una jarra con agua y un balde con más, pero la segunda un poco turbia y con un trapo nadando en ella. Le dio varios tragos al recipiente alto y tras hacer gárgaras, escupió el resultado en el barreño pequeño. Repitió el proceso y a la tercera intentona, aquello que se llevaba a la boca, lo tragó.
Tras varios minutos de reposo, sentada al borde del colchón, se deslizó con la ayuda de ambas manos hasta que sus pies tocaron el suelo y se alzó. Tardó unos segundos en encontrar el equilibrio. La sangre parecía volver a circular de manera normal por su cuerpo, aunque el mareo acuciante seguía bombeándole justo en los laterales de la cabeza, junto a los ojos. Buscó una salida y dio con dos de ellas, la puerta y el balcón. La brisa fría que se colaba por aquella abertura la llamaba a gritos y fue directamente hacia ésta, encontrándose allí con un hombre cuyo rostro le sonaba. Le costó un poco recordar de qué.
–Eres el que me sacó de allí... Gracias.
Su voz sonaba ronca, gastada. Seguía afónica de tantos días y semanas siendo torturada. Gritando y suplicando por su vida. Llorando y negando acusaciones que le eran lanzadas como cuchillos. Hirientes.
–¿Dónde estamos?
Quiso saber, desorientada como estaba. Se sentía perdida desde hacía mucho, en el espacio y en el tiempo. No sabía dónde se encontraba ni en qué día o mes siquiera. ¿Cuántas veces se había puesto el sol durante su cautiverio? A ella se le había antojado algo eterno.
Cuando le ofreció darse una ducha y le habló sobre los puntos, recordó la herida del muslo y se alzó la camisola para verla. No tenía muy buen aspecto, de hecho a ella se le erizó el vello de la nuca al fijar sus orbes en la carne enrojecida e hinchada, aprisionada por las puntadas del hilo grueso. Soltó la tela, porque de seguir mirando el corte no sabía lo que le daría. De nuevo le dio las gracias al desconocido por ayudarla y en un impulso, algo muy típico en el ambiente en el que se había criado y del que la inquisición la había arrancado, le dio un beso en la mejilla a aquel hombre.
–¿Qué quieres decir con eso?
No comprendía la pregunta o, tal vez, la había oído mal. Ladeó un poco la cabeza, parpadeando despacio e intentó aclarar el asunto.
–¿Preguntas por mi nombre? ¿Quién soy? Me llamo Alabaster, ¿y tú?
Alabaster- Humano Clase Baja
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