Moment of truth [privado]

A su lado se escuchaba la respiración de alguien más, habiéndose tornado pesada y encontrándose la figura boca abajo, a sus oídos llegaba de vez en cuando el sonido de ronquidos, que indicaban lo profundamente ido que por el momento se encontraba su acompañante sobre el colchón.

La morena se incorporó sobre sus codos y echó un vistazo alrededor de la habitación, localizando de esa forma el paradero de su ropa. Impulsó su cuerpo hacia arriba tras dar con ellas. Sus largas piernas alcanzaron la alfombra antes de ponerse de pie y caminar de puntillas, procurando realizar el menor ruido posible. Lo ideal era marcharse de una vez.

Fue recogiendo pieza por pieza y tiró fuertemente de cada una de las cintas del corset que se amoldó para resaltar su figura bien contorneada y esbelta como si se hubiese fundido con esta. A continuación volvió a colocarse los ligeros negros con las cintas sujetas en la parte superior de sus jóvenes muslos- Terminó cubriéndose con la falda roja y se colocó rápidamente los zapatos negros.

Al enderezarse se observó un momento en el espejo. Su largo cabello negro caía desordenado sobre sus hombros, y en su cuello se veía con facilidad un magullón que aún no cambiaba de color y que se mantenía en tono rojizo pero que Adaline sospechó, se volvería más visible al día siguiente. Afortunadamente, bastaba con colocar el lazo negro que llevaba alrededor de su cuello y entre este y el cabello ondulado que acababa de cepillar y que dejaría suelto, no tenía por qué ser percibido por nadie.

Caminó hacia la ropa ajena sobre el suelo, y hurgándo en el bolsillo sustrajo de él la cantidad exacta que se le debía por esa noche. Ni una moneda más ni una menos, ni algo que no fuera lo justo. Sus ojos se desviaron cuando percibieron movimiento sobre la cama pero la figura volvió a permanecer inmóvil por lo que la prostituta se dirigió hacia la puerta, la abrió con sigilo y salió de la recámara.

Respiró el aire fresco nocturno que de inmediato invadió sus pulmones, y lanzó una mirada apreciativa a la zona. Su casa se encontraba a escasa distancia, por lo que el hecho afortunado le permitiría caminar para regresar a ella. Imaginó que llegaría antes que Gael, quien había acordado con ella encontrarse en unas horas para hablar de su padre, por lo que le interesaba sobre manera que dicha reunión se llevara a cabo.

Caminaba a buen ritmo, no demasiado rápido ni demasiado despacio, y poco a poco se fue adentrando en una zona residencial bastante silenciosa. La iluminación de las lámparas sobre las aceras acrecentaban las sombras de quienes pasaban por debajo de ellas, y fue precisamente cuando estaba bajo una, cuando sus ojos avistaron a dos hombres que corrían por la calle, algo más adelante.

El hecho le llamó la atención, precisamente por la rapidez con la que cruzaron y por qué uno de ellos claramente iba siguiendo al otro. -Pero ¿qué demonios!!?- Uno de los sujetos era exactamente igual a Gael, y de eso no tenía duda, especialmente porque reconoció la larga gabardina que llevaba puesta, pero antes de que reflexionara mucho en el hecho, vio claramente como en su mano se distinguía el brillo de un arma. La visión la dejó estupefacta e inmóvil mientras las dos sombras ya daban vuelta alrededor de una esquina pero antes de que cupiera la posibilidad de perderlas de vista corrió con toda la rapidez de la que era capaz en pos de ellas. ¿Qué coño estaba sucediendo y qué carajo estaba haciendo Gael!!!?

La noche de hoy era oscura y sin duda, albergaba horrores. Pero no horrores relacionados con la caza que iba a hacer hoy, horrores con lo que iba a llegar después, una vez que volviese a casa. Adaline y yo habíamos quedado hoy a la madrugada en que estaríamos en casa y hablaríamos de nuestros padres, le iba a contar cosas de nuestra infancia y... relacionadas con la muerte de mi padre, sin duda, iba a ser una noche con muchos horrores.

Enfilé la calle que llevaba a unos de los callejones en las que se solían reunir unos tipos que era más que conocidos por mí, antes de que les conociese, solían estar allí un número de cinco individuos, hoy solo quedaban dos. Llegué al callejón y allí estaban, tan chulos como siempre y tan asesinos como siempre. En cuanto me vieron, soltaron el cadáver que tenían entre sus brazos y lo dejaron caer al suelo, como si se tratase de un papel manchado y no de una vida humana que había sido arrebatada. ―¿Cuál de los dos va a morir esta noche?― Alcé una ceja con una sonrisa, estos tipos me divertían, era divertido darles caza. ―Yo. Lucius, nos beberemos la sangre de este esta noche.― El vampiro castaño se adelantó a su amigo y comenzó a acercarse a mí, listo para atacarme. Saqué mis dagas, empuñándolas en su dirección... Un poco más, un poco más... El vampiro dió un salto para caer sobre mi y lancé mi daga, dándole en el hombro. El muy estúpido ni siquiera había recurrido a su poder de endurecerse la piel.

Llegó hasta donde estaba y me agarró por el cuello. ―Vas a morir esta noche, cazador.― Sonreí, sin dejar de mirarle. ―No si mueres tu antes...― Le clavé la otra daga en la tripa, a lo cual me soltó para soltar un bufido por el dolor, estaba perdiendo por confiarse y por estúpido, este era el más tonto de todos. Me propinó una patada y comenzó a correr calle abajo. Saqué un cuchillo y comencé a correr, ahora sí que iba a comenzar lo divertido.

Los vampiros corrían más rápido que yo, pero al estar heridos y perder sangre, su velocidad se asemejaba más a la mía, lo que me hacía todo mucho más fácil y si se alejaba demasiado, siempre tenía mi ballesta conmigo, lista para dispararle en un gemelo para impedir su huída. Las luces provenientes de las farolas iban pasando por mis ojos rápidamente, sin percatarme si había personas paseando por la calle o en sus casas, cualquiera podría vernos, lo que sería un peligro, peligro que no dudaba en correr para salvar unas cuantas vidas. Guardé el cuchillo en el cinturón de dagas y saqué el arma que le había cogido prestado a Jane, era una buena arma, esperaba que me resultase útil hoy. El vampiro giró en una esquina y le continué persiguiendo, estaba perdido, se acababa de meter en un callejón sin salida. ―¡Quieto!― El vampiro me obedeció y se giro mirándome con una sonrisa, estaba cansado por lo que habíamos corrido. Mi brazo se movió hacía adelante, quedandose apuntando con el arma directamente a su cabeza. ―¿Tus últimas palabras?― Pregunté y presioné el percutor, dejando la pistola lista para disparar si hacía un movimiento en falso. Unos pasos llegaron hasta mis oídos y me comencé a poner nervioso, ojalá fuese el compañero vampiro y no una persona normal, no quería dar explicaciones sobre lo que aquí estaba ocurriendo esta noche.

Adaline era veloz. De niña había adquirido el hábito de salir a correr y había descubierto que le gustaba. Especialmente porque era una actividad que compartía con Gael, quien también era muy bueno en ella, y precisamente por que lo era, ella a su vez también lo había sido. No solo porque salían juntos a correr sino porque procuraba mantenerse a su ritmo, siempre decidida a ser tan buena como él, para que no la viese como alguien débil, si no como otro Lutz, tan decidida como él y su padre y no como alguien que tuviesen que proteger o de quien pudieran avergonzarse.

Con el transcurso de los años comenzaron a perder ese hábito compartido, especialmente porque en la ciudad lo que menos se esperaba de una señorita era verle corriendo. Y era lo que menos se esperaba de una prostituta... por razones obvias. No se le pagaba para eso y de todas formas, sin Gael, volver a esa práctica no le cautivaba de la misma manera.

Sin embargo, una vez que aprendes algo difícilmente se olvida, tal y como lo demostraban las piernas de la joven que corría entre las calles, siguiendo a las dos escurridizas figuras, sin ceder un instante y manteniendo el empeño en ello. Para facilitarse la tarea, sus manos rasgaron a un lado la falda que llevaba puesta de un solo tirón, produciendo un desgarre vertical que le permitía añadir más velocidad a su carrera.

Los pensamientos seguían atropellándose en su mente a la misma velocidad a la que viajaban sus piernas, sin comprender por qué su  hermano había emprendido tan decidida persecución pero determinada a no perderle de vista. Cruzó algunas calles y aceras, mantuvo la mirada en las figuras gracias a la luz de los faroles, y luego se detuvo, con el pecho reclamando oxigeno y la respiración provocando movimientos hacia arriba y hacia abajo en su delgada figura. No los veía. NO. LOS. VEIA. Sus ojos buscaron frenéticamente a su alrededor hasta dar con un callejón lateral, el único entre esas calles.

Emprendió de nuevo la carrera y se detuvo a la entrada del pasadizo oscuro que a esas horas únicamente se encontraba iluminado por los rayos plateados del astro nocturno. Apoyó la mano en la pared de ladrillo y pudo distinguir nuevamente a las dos figuras aunque solo le interesó una.

Sus oscuros ojos se clavaron en Gael. Bajo los rayos de plata vio su mano empuñando el arma de fuego, y a sus oídos llego su voz. ―¿Tus últimas palabras?― le escuchó decir. Se llevó las manos al pecho, observándole a él y al revólver que mantenía presionado contra la cabeza del otro sujeto.

-Dios mio, ¿quién eres?- Las palabras brotaron de sus labios sin que pudiese evitarlo. Ese hombre de pie en el fondo del callejón, de ojos fríos y voz amenazadora no se parecía en nada a Gael. No al Gael que le ofrecía sonrisas o regaños, ni al que le llevaba en hombros de chica, o se caía de sueño despatarrándose sobre el sofa cuando estaba exhausto al llegar a casa. Ni el que se hacía el desentendido cuando ella estaba preocupada porque Gato no regresaba a casa pero que salía a buscarlo de todas maneras y no regresaba hasta dar con él. No, el hombre del callejón tenía un brillo asesino en la mirada, uno que le heló el cuerpo. Ni siquiera la dura mirada que había presenciado en el cementerio se parecía a esta.  

A su mente acudieron ciertos detalles del pasado, golpes y moretones que le había visto de vez en cuando aunque él los aducía a accidentes en la cocina. Ropa rasgada. Las desapariciones frecuentes en las que no había reparado porque le servían perfectamente de tapadera a las suyas. Tanto, que más interesada en continuar manteniendo su fachada lo había pasado todo por alto. Y aún así no comprendía lo que veía ahora. Y aún así los detalles parecían confusos, porque, ¿qué tenía que ver todo aquello con lo que sucedía ahora? ¿Por qué Gael parecía el enviado de la muerte a punto de realizar una oscura encomienda en la que nada se interpondría? ¿Y por qué estaba paralizada cuando todo lo que quería era gritarle que se detuviera?

El vampiro estaba completamente quieto, sin apartar sus ojos de mí ni una milésima de segundo, podía notar el cañón del arma directamente en su sien, quizás eso no lo matase, pero sí le dejaría inconsciente para que mientras está en ese estado, yo aproveche para clavarle una estaca en el corazón. ―Tienes una hermana realmente hermosa, su sangre tiene que ser deliciosa.― Me quedé helado. ¿Cómo sabía de la existencia de Adaline? Entonces, su voz llegó hasta mis oídos. Ni siquiera me giré para mirarla, me había quedado completamente congelado, lleno de miedo, ahora el vampiro había descubierto un punto flaco en donde atacarme, pero no se lo iba a permitir, al mínimo movimiento, iba a disparar. ―Vete, no deberías estar aquí. Espérame en casa.― Dije con voz ruda, una voz que nunca había utilizado con ella.

El cañón de la pistola temblaba levemente en mis manos, que mi hermana estuviese aquí era un contratiempo que no había podido prever y para alguien tan controlador como yo, esto era como una pesadilla. El vampiro aprovechó esto para moverse rápidamente y con un golpe mandó la pistola lejos de mis manos. Mascullé una palabrota y le propiné un puñetazo en la cara, tenía que ser un escudo hermano entre el vampiro y mi hermana, ahora más que nunca la tenía que proteger. El vampiro se abalanzó sobre mí y ambos rodamos por el suelo del callejón, hasta que quedó él sobre mí. Me agarró de la cabeza y me golpeó contra el suelo, haciendo que esta sangrase. Comencé a marearme en ese momento, el golpe había sido demasiado fuerte. El vampiro se volvió loco al notar el olor de mi sangre y la probó, mojando dos dedos en el suelo. ―Deliciosa... Pero la de las mujeres siempre es mejor.― Se quitó de encima de mí y fue hacía donde estaba mi hermana. No lo iba a permitir, no podía dejar que diese un paso más hacía ella.

Busqué con mis manos a tientas el arma, pero lo deseché, estaba demasiado lejos para alcanzarla y si lo hacía, al estar mareado podría herir a mi hermana. El vampiro estaba acorralando a mi hermana contra una pared, estaba demasiado cerca de ella, tanto que ya no podía ni verla. Cogí la ballesta que tenía a mi espalda, la cargué y apunté. Cerré los ojos para después volver a abrirlos, intentando que mi vista se centrase y no marearme más. ―¡Eh tú!― Solté la flecha, la cual le impactó en la espalda, en la zona donde está el corazón podrido del vampiro. Me levanté despacio, el vampiro cayó al suelo y me acerqué a Adaline. ―Ada, ¿Estás bien?― La flecha no había atravesado lo suficiente y Adaline no estaba herida, el vampiro no le había llegado a hacer nada. Miré al vampiro en el suelo, saqué una daga y se la clavé en el corazón, para asegurarme de que no se iba a levantar más.

Ahora llegaba lo más difícil, tenía que quemar el cuerpo.  Me toqué en la cabeza y me manché toda la mano de mi sangre. Suspiré y miré a Adaline, la cual seguía quieta como una estatua. ―Vete Adaline, nos vemos en casa. No quiero que veas esto.―Dudaba que me hiciera caso, por lo que seguí a lo mío, cuanto antes terminase el trabajo, antes podría irme a casa a curarme la herida, la cual me estaba provocando un terrible dolor de cabeza. Arrastré el cuerpo del vampiro hasta una zona donde había contenedores de basura, le eché whisky que llevaba en una petaca y después, le eché una cerilla, viendo como todo eso comenzaba a arder. Sonreí, un vampiro menos, el trabajo estaba bien hecho. Ahora quedaba lo peor... enfrentarme a mi hermana.

Aún se encontraba en shock. Era la única manera de describirlo, paralizada de los pies a la cabeza, aguardando. ¿Aguardando qué? Aguardando a abrir los párpados, a percatarse de que se había quedado dormida y había creído despertar cuando en realidad no lo había hecho. Aguardando a que de alguna manera retorcida se tratase de un sueño, pero la voz de Gael rompió el silencio, y con su timbre de voz tuvo la certeza de que en realidad estaba despierta.

-Vete, no deberías estar aquí.- La voz sonó gélida al rozar sus oídos. ¿No debería de estar aquí? ¿por qué? ¡¡¡¿qué es lo que no quieres que sepa?!!! Se lo iba a gritar, pero los eventos se desarrollaron tan rápido que las palabras le quedaron atoradas en la garganta.

Pero solo pasaron unos segundos antes de que un grito brotara finalmente. El hombre se había librado del agarre de su hermano con una rapidez sobrehumana y agarraba su cabeza, golpeándola contra el suelo. La joven escuchó el horrible ruido de la misma al golpear la dura superficie y observó horrorizada la sangre. Frenética miró a su alrededor, observó la pistola en el suelo y corrió hacia ella pero el ser le bloqueó el paso.

Sus ojos oscuros se detuvieron en la figura, en la tez blanquecina que enmascaraba la esencia del vampiro. Si, ella no lo dudo un segundo, era uno de ellos. Lo observó fascinada y espantada a la vez. Otra vez se topaba con uno de su especie, con uno de aquellos que congelaba su apariencia en el tiempo. Si no se hubiera tratado de un maldito desquiciado hubiera querido preguntarle mil cosas pero ahora ese ser se acercaba a ella. La mano de la joven tanteó por encima de su pierna, adonde cargaba un cuchillo. Ahora lo llevaba consigo, por si algún cliente se ponía difícil... ¿pero qué era un cuchillo en contra de alguien que ha vencido a la muerte?

Los latidos en su pecho se aceleraron, el ser ahora estaba muy cerca de ella, y de repente, la sobrenatural figura cayó al suelo como si fuera un muñeco de trapo. Sus ojos oscuros le observaron retorcerse e incluso lamentarse cuando Gael le clavó una daga en el pecho. Así que así morían... se sintió algo decepcionada, como si el ver al vampiro exhalar un último aliento le estuviera arrebatando algo.

Observó a su hermano arrastrar el cadáver y le escucho de nuevo. Lo mismo, le pedía que se largara. Tensó la mandíbula y sin hacerle caso se dirigió a recoger la pistola, deteniéndose un momento a mirar a su alrededor. No se veía a nadie, ni un sólo testigo se movía entre las sombras.

Con el arma aún en la mano se encaminó al basurero, adonde observó el cuerpo ardiendo. Su mirada se posó brevemente en las flamas y luego se dirigió a Gael. -No iré a ningún lado hasta que me expliques qué es lo que acabo de ver.- Su voz sonó distinta a aquella voz cantarina y alegre que le distinguía, sonó grave y ronca antes de que presionara los dientes.

-Mierda, acabo de ver como te deshacías de... él.- Señaló las flamas que iluminaban el callejón, aún no se atrevía a usar la palabra vampiro en voz alta. -Y sabías exactamente como hacerlo.- Le valía una mierda que la enviara a casa, no iría a casa. No iría a ningún lado hasta saberlo todo. Hasta que le explicara por qué se había transformado en alguien completamente diferente y por qué demonios había perdido la cordura como para estar persiguiendo a un vampiro.

Me quedé mirando como el cuerpo inerte del vampiro ardía dentro del contenedor, mezclándose con la basura, con lo que era él y había sido desde el minuto uno en que se había transformado en vampiro. ¿A donde iban los vampiros tras morir? Mordí mi labio, me dolía la cabeza de sobremanera y podía notar como la sangre seguía brotando del golpe en la cabeza. Mi hermana se colocó a mi lado y me afirmó lo que ya sabía, que no se iba a marchar sin antes una explicación. Suspiré, le quité el arma de las manos y la guardé, metiéndola por la cinturilla del pantalón, para después cubrirla con mi camiseta. ―Mira, te lo voy a explicar todo, pero no aquí, así que vámonos, no quiero que nadie más nos vea. Podíamos tener problemas.― La miré con una mirada de advertencia, su tono había sido duro, estaba enojada por lo que había tenido que ver esta noche, pero yo lo estaba más, aunque más por el dolor de cabeza que por otra cosa.

Estuve tentado de agarrar su brazo para obligarla a separarse de las llamas, pero no lo hice, pues la iba a manchar de sangre, así que comencé a andar en dirección a casa, sabía que me seguiría. ―¿Que tal en la perfumería? ¿Porqué has vuelto a salir tan tarde?― Nuestra vida estaba basada en mentiras, yo mentía con mi verdadero oficio, aunque fuese una mentira a medias y estaba seguro de que ella me mentía con lo de la perfumería... Pero quería creerla, de verdad quería, solo que ya olía que una perfumera trabajase hasta altas horas de la noche, o noches enteras...

Saqué la llave de la puerta principal y la abrí, dejándola abierta para que ella pasase detrás de mí. Subí a mi habitación en completo silencio, aquí me sentía mejor, mi hogar, en el único lugar en el que existían mi verdad y mi mentira y convivían juntas e inexplicablemente, nunca se tocaban ni se habían visto. Me quité la ropa sucia y me puse la ropa que habitualmente usaba de pijama, una camiseta vieja y unos pantalones cómodos. Después de la charla me ducharía, no quería tardar demasiado en bajar al salón, Adaline estaría subiéndose por las paredes si tardaba mucho. Antes de bajar, cogí el botiquín y las vendas del cuarto de baño y bajé al salón, donde ya estaba mi hermana acompañada de Gato. ―¿Me curas? Mientras lo haces puedo contártelo, sin mentiras.― Desconocía si sabía de la existencia de vampiros, la última conversación en el cementerio me aclaró que no conocía su existencia, pero sí que tenía curiosidad por quedarse parada en el tiempo y tener una vida inmortal... Meneé la cabeza, no era momento de pensar en ello. Me senté a su lado pasándole las cosas y dejé que comenzase a curarme la herida.

―Lo que has visto en el callejón era lo que soy Adaline. Cuando no trabajo en el restaurante, cazo criaturas. Eso era un vampiro, pero no es lo único que cazo. ― Expliqué despacio, mientras hacía algunas muecas de dolor cuando sus manos tocaban la herida. ―Se nos llaman cazadores y ahí fuera hay muchos otros como yo. Y también muchas otras criaturas de las que salvar a los humanos.― Me humedecí los labios y no dije nada más, primero quería saber que era lo que ella quería preguntar.

La joven hizo caso omiso a la pregunta de su hermano. ¿Qué por qué había salido tan tarde? ¿Acaso hablaba en serio? En otro momento le hubiera perturbado el que le hubiera dirigido esa pregunta, en el actual simplemente quería respuestas y no le estaba gustando para nada su actitud. El que le quitara el arma y la guardara en su cinturón le hizo fruncir el ceño. ¿Cuántas armas tenía? -¿Tienes armas en la casa?- Era una pregunta válida tras haber visto el arsenal que había desplegado esa noche. Pistola, puñal y ballesta. -¿Dónde demonios las guardas?-

Ya no le importaba guardar la compostura, y si hubo algo que terminó de irritarla fue el hecho de verse obligada a volver a la casa cuando no quería volver sin oir antes todas las respuestas que quería oir, pero le siguió porque vió su herida y como esta aún sangraba. Y por más aturdida y molesta que estuviera, no pensaba dejarlo sangrando solo, bien podía perder tanta sangre que le indujese a desmayarse en el camino de regreso.

No dijo nada más hasta llegar a la casa y mientras el subía las escaleras, observó a Gato, que en ese momento entraba por la puertilla colocada en la parte inferior de una puerta lateral. -¿Tú también te escapas y cazas furtivamente?- le reprochó antes de abrazarlo. Amaba a Gato y también a Gael, pero era precisamente por ello que el que su hermano le ocultara cosas dolía más, al igual que una herida que se abre de repente y no cierra por más presión que pongas sobre ella.

Se sentó en el sofá, aguardó a que regresara y tomó el botiquín en sus manos cuando se acercó. -Es un milagro que ese hombre no te haya partido la cabeza.- comentó mientras le limpiaba la herida para poder ver la profundidad detrás de la sangre.

-Shhh, pronto terminaré... no te muevas.- Milagrosamente la cortada no era demasiado profunda por lo que procedió a pasar el algodón con alcohol sobre ella. Lo miró a los ojos y tragó fuerte. En ese momento él incluso parecía vulnerable pero sin importar eso, la imagen en la que mataba al sobrenatural y posteriormente le incineraba no dejaba de dar vueltas en su mente.

Le estaba costando procesar todo aquello. Que era un cazador, que cazaba sobrenaturales. Por segunda vez esa noche pensó que estaba dormida aún. -¿Se puede saber por qué?- Terminó de colocar el esparadrapo sobre la gasa que cubriría su herida. Si le hubiera revelado lo mismo hace apenas unos días no hubiese comprendido nada, pero ahora ya había descubierto que aquello que presentía, que aquellas ideas acerca de lo extraordinario que intuía a su alrededor eran reales, no simple producto de una imaginación exaltada a causa del reciente cumpleaños de su madre fallecida. Y al llegar a esa reflexión se apartó de Gael al comprender algo.

-Desde cuando eres un... cazador, como le llamas. Hablas como si llevaras mucho tiempo en ello, lo cual quiere decir que el otro día en el cementerio... cuando te pregunté sobre padre y que era lo que le había causado la muerte... me mentiste.- Sintió su sangre ebullir. Todo ese tiempo, años enteros durante los cuales le carcomía la duda, su hermano había tenido la respuesta y jamás se lo había revelado. -¡Tú lo sabías! ¡Siempre lo has sabido y fingiste no saberlo! Incluso me hiciste pensar que me imaginaba cosas. Ahora quiero que me lo digas. ¿Qué fue lo que pasó con papá? ¿Qué lo mató? Y no vuelvas a mentirme porque en este momento no tienes idea de lo que siento.- Todo su cuerpo temblaba mientras el tono de su voz iba aumentando en volumen y en ira incontenida. -¡Me mentiste descaradamente y ahora quiero saberlo todo!-

Adaline siempre había sido como un huracán cuando estaba enojada, de pequeña se ponía a pasear de un lado a otro destrozando todo a su paso, y ahora estaba siendo igual, solo que permanecía quieta, acusándome con sus palabras mal sonantes y de poco señorita. Alcé una ceja y asentí, claro que tenía más armas... Suspiré y le contesté nada más comenzar a caminar. ―Sí, tengo armas en casa. Las guardo en mi habitación donde ni tu las podrás encontrar, no te preocupes que no las vas a ver por casa, de eso estoy completamente seguro.― No pensaba decirle donde las guardaba, quizás alguna noche se volviese loca y me clavase un puñal en el corazón en venganza por ser un mentiroso. Era mejor prevenir.

Reí mientras subía las escaleras al escuchar como le reprochaba a Gato que él también saliese a cazar. Pobre Gato, ese gato sabía demasiadas cosas, menos mal que no podía hablar en nuestro idioma, seguro que se chivaba de todo si Ada le daba chuches. Bajé con el botiquín y le pedí que me curase, no estaba muy seguro de si aceptaría, quizás del enfado que llevaba me dejaba que me las arreglase yo solo y entonces estaría perdido, no podía curarme sin verme la herida. Suspiré aliviado cuando cogió el botiquín y comenzó a curar la herida, pese a que me escocía y hacía pequeños susurros de dolor. Me mandó callar y rodé los ojos divertido, se le daba bien curarme, siempre lo había hecho. A las mujeres se les daba bien ser enfermeras sin tener si quiera especialidad en la materia.

Terminó de limpiar la herida, y me colocó un esparadrapo. Era algo incómodo, más la situación que tener una venda en la cabeza. Entonces habló, me preguntó el por qué era cazador. Los recuerdos llegaron a mi cabeza y me quedé mirándola, estático, sin decir nada. No podía, no quería decirle la verdad, no quería que ella pasase por lo que yo había tenido que pasar. Era mejor que viviese en la ignorancia, donde se suponía que era feliz... Pero ya no se podía mantener esta mentira, me había pillado completamente con las manos metidas hasta el fondo y se merecía saber la verdad, por muy dura que fuese. Iba a comenzar a contarle, pero de repente, se alejó de mí, como si le hubiese producido un calambre, como si se hubiese dado cuenta de algo, algo muy oscuro.

La miré a los ojos oscuros mientras comenzaba a decirme sus conclusiones. Había dado en el clavo en todo. Le llevaba mintiendo años, desde el primer día en el que vi el cuerpo de padre yacer en el suelo de la cocina. Desde ese momento había comenzado a mentirle con lo que de verdad había ocurrido, pero era por su bien. Madre también sabía que no había sido un simple ladrón, las heridas eran demasiado graves como para que un ser humano hubiese hecho aquello. Ella solo era una niña entonces, no merecía saberlo... Pero ahora ella misma lo había descubierto. Su cuerpo comenzó a temblar de la rabia que tenía dentro. En estos momentos era mejor dejarle, por lo que me levanté y me serví un vaso de whisky. ―Lo se desde el primer momento, Ada. Y mamá también lo sabía. Tuvimos un acuerdo mientras dormías entre lágrimas. No debías saber la verdad, por eso te mentimos. ― Di un sorbo del vaso. ―A padre lo mató esa noche un hombre lobo. Un licántropo. Debió de suceder en el bosque, no supimos nunca que hacía padre allí, cuando nos fuimos al colegio, no estaba en la cocina, pero al volver sí. Alguien dejó su cuerpo ahí para que lo viésemos... No sé por qué.― Estaba liberando todos mis demonios en este momento y era lo más duro que había hecho. ―Me enteré de lo que había sido en realidad cuando conocí a Thomas, el dueño de la herrería. Resulta que era un cazador y me entrenó para ser uno de ellos. Desde ese día no sueño con otra cosa que con la venganza Adaline. ― Me acerqué a ella, tenía los ojos vidriosos. ―Todo lo que he hecho desde entonces ha sido por tu bienestar... En eso no te voy a mentir.― Acaricié su cara, a expensas de que podía darme un golpe. ―Eres lo único que me queda... Si te pierdo a ti también por que sabes todo esto... No me lo perdonaré jamás.― Una lágrima cayó por mi mejilla solo de imaginarme que algún ser acababa con ella. No habría mundo en el que pudiera esconderse si eso sucedía.

Aún temblaba de la pura rabia que comenzaba a crecer dentro de ella, rabia que le permitía incluso ver a Gael con claridad. Se mantenía de pie, como si sus pies se hubiesen clavado en el piso, escuchando cada palabra que comenzaba a salir de sus labios. Y así fue como se enteró de que su madre lo sabía, de que Gael lo había sabido siempre, desde el principio, y que ambos decidieron no decirle nada. Sintió que la cabeza le daba vueltas al escuchar la información. Madre... no solo le había mentido con respecto a lo que hacía, también le había mentido con respecto a padre. Cruzó los brazos alrededor de si misma y sintió que los ojos amenazaban con llenarse de lágrimas. Nada de lo que había creído durante su infancia era cierto. Gael también le había mentido.

-Pudiste decírmelo después. ¡Tuviste dieciseis años para hacerlo y nunca salió una palabra al respecto de tu boca!- Se dejó caer sobre el sofá y finalmente las lágrimas brotaron de sus mejillas. A padre lo había asesinado un sobrenatural. Un hombre lobo... Por Dios... ¿existían también? ¿Cuántos tipos de seres sobrenaturales habitaban Paris? Qué importaba eso. A padre se lo habían arrebatado. Un sobrenatural. Un licántropo.

-¿Por qué? ¿Por qué matarlo?- No entendía el por qué. Sacudió la cabeza en negativa y se puso de pie. Esta vez se acercó a la botella de whisky y acercando un vaso bebió un largo trago. -La venganza te ha seguido en sueños. TU VENGANZA. En ella has pensado todos estos años, lo cual quiere decir que aún no has encontrado al asesino. ¿Y qué hay de mi? ¿Qué hay de la venganza que me has negado a mi?- Su tono de voz había aumentado tornándose en un grito de réplica, enojo, frustración, tristeza, desolación y desprecio.

Apartó la mano de Gael de su mejilla y la sostuvo en alto con la suya. -Siempre fuiste a quien más amé Gael, incluso más que a madre y a padre. Cuando ellos fallecieron, me sentí aliviada porque aún te tenía a ti. A mi hermano, mi padre, él único en quien siempre iba a poder confiar, mi pilar.- Ver como una lágrima resbalaba por la mejilla de él aún le desgarraba el corazón. Su mano libre la alcanzó, y la acarició suavemente, limpiando la humedad que la recorría. -Parte de mi quiere abrazarte porque no soporta verte así, pero la otra...- Lo soltó entonces y retrocedió unos pasos. -La otra no soporta verte ahora que sabe que siempre me me ocultaste la verdad.-

Poco a poco la ira fue cediendo y fue reemplazada por el vacío. -No sé quien eres, y ciertamente, no sé si quiero saberlo.- La confusión y la desilución no le permitían sentir otra cosa. Ya no podría confiar en Gael, su padre, su héroe, su pedestal. Había roto su confianza de la forma más terrible, porque si bien ella guardaba un secreto, de haber sido inversos los papeles, nunca le habría ocultado la verdad sobre la muerte de su padre... Que él lo hubiera hecho dolía, dolía como nada le había dolido desde el funeral de su madre.

El huracán estaba formándose sobre el sofá, mis palabras habían causado mucho dolor en el interior de mi hermana, sabía desde siempre que esto así iba a suceder, no podía engañarla durante dieciséis años e intentar que este día, saliese impune ante ella. La vi como se abrazaba a sí misma, intentando que los miembros de su cuerpo no se cayesen en pedazos a causa del dolor, de saber una verdad que le había sido ocultada no solo por madre, sino también por mí. Suspiré al mirarla y escuchar todas las palabras enrabietadas que me dedicó. —No ha sido fácil para mí ocultarte esto durante tanto tiempo, Adaline. Pero lo he hecho para protegerte, no quiero perderte a mí. ¿Qué hubiera pasado si lo hubieras sabido con tan solo ocho años? Quizás ya estuvieses bajo tierra. — Apreté los dientes, completamente enfadado, aunque no sabía muy bien con quien estaba más enojado, si con ella, con madre, con padre o conmigo mismo, era un cúmulo de sentimientos que se escapaba a mi comprensión.

Se acercó a la botella de whisky y dio un trago directamente de la botella, como si eso fuese a aliviarle el dolor que sentía en su pecho. Enarqué una ceja, me estaba poniendo de mal humor esta conversación aunque fuese totalmente necesaria para estar completamente unidos. —¿Tú? Tu no pintas nada en la venganza, Adaline. No estás entrenada, no tendrías ni una mínima oportunidad contra la bestia. — Las palabras que estaba diciendo eran muy duras y quizás se pusiera aún más histérica de lo que ya estaba. —Llevo muchos años de entrenamiento, los cuales no llegarás a conocer. No quiero que pertenezcas a mi mundo. Eres lo único real que me queda y quiero que esto siga siendo así. No quiero tener que pensar en si te voy a encontrar muerta cada mañana. — Me terminé el vaso que tenía en la mano. —Aún no lo he encontrado, pero lo haré y antes de acabar con su vida haré que me responda a todas las preguntas que tengo que hacerle. No se irá de rosas, Adaline, sufrirá la peor de las muertes. — Eso lo tenía más claro como que el cielo era azul y las nubes blancas.

Levantó mi mano con la suya, sin permitir que mi mano tocase su cara, para después limpiar la lágrima que cubría mi rostro con sus manos. Continué escuchando lo que tenía que decir, iba a dejar que se desahogase todo lo que pudiese para después, intentar defenderme de lo indefendible, tenía que ser el abogado del diablo… de mis propios diablos. Me dolió en el alma ver como se apartaba de mí y me dedicaba miradas de desprecio. Terminó así de hablar y entonces llegó mi turno. No dudé en levantarme, dejando un espacio considerable entre ella y yo. —Eras una niña Adaline. No podías saber nada, no podíamos contarte nada. ¿Qué hubiese pasado? Estarías en peligro. Lo hicimos por tu bien, por tu bienestar. Tenías que vivir ajena a todo esto, era más fácil vivir en una mentira. ¿Cómo decirte que existían los seres sobrenaturales? Hubieses pensado que estábamos locos y que nos reíamos de la muerte de papá. O peor, lo habrías ido contando en la escuela. Y eso sí que hubiese sido el fin, Adaline. Alguien te habría encontrado y adiós. Fin a tu vida. — Dejé el vaso encima de la mesita de café. —Si quieres creerme adelante, si no, no lo hagas. Esta es mi verdad y la de madre. Por eso te engañamos durante este tiempo. Nunca deseé que este día llegase y encima te has tenido que enterar de la peor forma… Pero esto es lo que soy y lo que he sido siempre. — Extendí mis brazos y me volví a sentar sobre el sofá. Ahora era su turno.

El enojo que sentía creció con rapidez al escuchar las excusas que salían de los labios de su hermano. Excusas que no tenían el menor sentido. -¡Por Dios! ¿Esa es tu excusa Gael? Que tú y madre me lo hayan ocultado de niña puedo comprenderlo hasta cierto punto aunque no lo apruebo, pero ¡hace años crecí!- Esas últimas palabras las gritó, sintiéndose anegada de una indignación tan fuerte que no le permitía pensar en otra cosa que no fuera el engaño. -¿Cuando iba a ser lo suficientemente madura según tú para conocer la verdad? ¿En mi lecho de muerte? ¿O me lo ibas a ocultar toda la vida?-

Sus ojos le miraban con furia. -¡Me lo ibas a ocultar por siempre! ¡Te lo pregunté en el cementerio y fingiste no saber nada! ¡Si no te hubiera encontrado esta noche lo hubieras negado toda la vida y no te atrevas a mentirme otra vez y decirme que no es cierto porque ambos sabemos que si lo es!- Tomó el primer jarrón que encontró a su alcance y lo lanzó por encima de la cabeza masculina, de manera que se estrelló contra la pared. Gato desapareció de la escena sin más preámbulos intuyendo que no era prudente estar al alcance de la joven a pesar de que ella se había olvidado momentáneamente de él.

-¿Qué yo no pinto nada en la venganza?- Llegado a ese punto lo miró boquiabierta. -¿Cómo te atreves!!!? ¿Quién te dio la potestad para hacerla de Dios y decidir que puedo y que no puedo hacer, que debo saber, o que debo sentir con respecto a la muerte de nuestro padre!!!? ¿Quién te dio el derecho a ocultármelo y a decidir que no debo vengarme!!!?- Tomó un florero cercano y lo lanzó contra él sin importarle que contuviera las rosas blancas que ella misma había colocado en su interior esa mañana. Su hermano lo esquivó lo cual no logró que menguara su furia.

-Gracias por creer que soy tan frágil que no puedo cuidar de mi misma. Ahora comprendo la idea que has tenido de mi todos estos años en los que has creído que estoy hecha de porcelana y que me quiebro con facilidad.- Después de decir eso subió de prisa las escaleras sin hacer el menor caso a su reacción o a sus palabras. Gael creía que ella era débil y que no podía manejar las cosas. Durante toda su vida, en la que estuvo convencida de que eran iguales él siempre creyó lo contrario y la había subestimado. Abrió el ropero en su habitación, sacó una maleta y comenzó a guardar los vestidos en ella mientras las lágrimas de frustración y desilusión rodaban por sus mejillas.

Bajó nuevamente las escaleras jalando la maleta con los brazos y buscó su abrigo antes de dirigirse a la puerta, adonde volteó a mirarle, él aún seguía de pie en el salón. Quería mandarlo al demonio pero las palabras ni siquiera lograban salir de su boca. Finalmente logró decir algo. -Cuida de Gato, espero no lo subestimes también y le permitas demostrarte que a pesar de tus dudas puede ser independiente y que es tan buen depredador como cualquier otro.-

La situación se estaba descontrolando conforme los minutos pasaban. La ira que sentía Adaline podía ser comparable con la fuerza de un huracán, o incluso de un tsunami, capaz de arrasar todo a su paso, sin importar si estaba yo delante, aunque ahora mismo, yo fuese el epicentro de su ira, y si acababa conmigo, mejor. Las palabras que me estaba dedicando, expulsando toda su rabia en ellas, no hacían más que dar en el clavo una y otra vez. ¿Se lo hubiese dicho algún día? Seguramente no. Era un cobarde, prefería habérselo contado a Jane el primer día en el que la había conocido que a mi propia hermana. Jane me comprendía, Adaline no.

―Ada...― Me agaché en el mismo momento en el que un jarrón voló sobre mi cabeza y estalló en mil pedazos contra la pared. ¿Así se iba a tomar las cosas? ¿Pensaba romper todos los muebles? ―¡Ada, como vuelvas a tirar algo juro que es lo último que haces aquí!― Prefería mil veces que me golpease a mí con sus puños a que rompiese algo más.

El tema de que ella no tuviera parte en la venganza le enfadó aún más. Pero en esto yo tenía razón. Ella no tenía ninguna oportunidad frente a un licántropo, pero yo sí. Había matado unos cuantos en mi vida, persiguiendo al verdadero asesino. Volvió a tirar otro jarrón y eso me enfureció, se estaba volviendo completamente loca. Ni siquiera me dió oportunidad de hablar, pues ella lo hacía sin parar. Claro que la consideraba frágil, igual de frágil que una rosa de cristal. Era frágil comparada con una bestia sobrenatural, no sabía nada de esas criaturas, ni de su fuerza, podía morir de un momento a otro sin tener si quiera oportunidad de mentar mi nombre.

Vi como subía al piso de arriba y mientras esperaba a que volviese a bajar más calmada, comencé a recoger los estropicios que había creado en un solo segundo. Conté los trozos de jarrón que tenía en la mano cuando escuché que volvía a bajar, pero esta vez lo hacía con una maleta. ¿Se iba? Estaba loca si pensaba que la iba a dejar marchar. No se iba a ir a ningún sitio y menos ahora que sabía la verdad. ―¿A donde demonios crees que vas? No te vas a ir a ningún sitio. Así que ya estás dejando la maleta en tu habitación.― Dejé los trozos de jarrón sobre la mesa del salón y me acerqué a ella, dejando una distancia prudencial por si quería golpearme. ―Nunca te he subestimado, Adaline. Sé que eres fuerte, pero contra una criatura de estas características, es como si fueses una mosca. Ni siquiera vas a tener oportunidad de verle la cara y ya estarás muerta. Por eso la venganza es mía. Sé como cazarlo y sé que puedo matarlo.― Me pasé una mano por mi pelo. ―Todo lo que he hecho desde que murió papá era por tu bien. Era y es por tu bienestar. Quiero que vivas muchos años, Adaline. ― Me acerqué un poco más, hasta que mis manos agarraron las suyas. ―Entiéndeme. ¿Que hubieras hecho tú en mi lugar? Seguro que hubieses actuado igual que yo.― La miré a los ojos, los tenía llorosos, al igual que los míos.

Sus ojos estaban enrojecidos e hinchados por las lágrimas que se habían desbordado en su habitación pero lo último que deseaba era que él la viese llorar. El cúmulo de emociones que en ese momento la abrumaban era demasiado fuerte pero entre todos ellos predominaba la ira y la decepción. Por más vueltas que le dieran al asunto siempre llegaba a la misma conclusión. Su hermano la había traicionado al ocultarle la verdad no sólo sobre si mismo sino sobre padre y eso era algo que ella no podía perdonarle.

-Lo lamento Gael... pero NO.- Había notado los cambios de humor en su hermano y asimismo notaba que sus ojos estaban llorosos. Contemplar sus ojos húmedos la entristecía como nada, eran muy pocas las ocasiones en las que lo había visto vulnerable, él nunca se dejaba ver así.

No dudaba de que todo lo que le había contado acerca de ser cazador y de como le habían entrenado fuera cierto. Siempre había creído que él era fuerte, capaz de todo, y esa noche, al verlo pelear con el vampiro una parte de su mente, a pesar del peligro al que se encontraba expuesta, tenía la certeza de que Gael se encargaría del sobrenatural. Había algo de maravilloso y al mismo tiempo terrible en ese pensamiento, ahora lo comprendía. Se había apoyado en su hermano durante mucho tiempo por lo que él, acostumbrado a manejar las cosas, no se percató de que ella también se había vuelto independiente y de que esa independencia crecía cada día por lo que ahora era más fuerte de lo que nunca había sido.

-Si no me hubieras mentido sobre padre... Si no me hubieras ocultado la verdad sobre su muerte quizás yo podría pensar diferente pero lo cierto es que me negaste la verdad sobre él. Yo tenía derecho a saberlo... Él era tan padre tuyo como mio.-

Las lágrimas volvieron a agolparse en sus ojos al decirlo y encontraron su camino sobre sus mejillas. -Ahora puedo recordar a padre... Después de todos estos años, el velo que oscurecía su rostro en mi memoria finalmente se ha levantado. Recuerdo sus expresiones y sus gestos y recuerdo cuando me llevaba en brazos. Recuerdo la forma en que veía a mamá y recuerdo lo orgulloso que estaba de ti a pesar de que no fuera muy expresivo en ello. Ahora lo recuerdo todo.- ´Se aferró a las manos de su hermano y luego las soltó, apoyándose momentáneamente sobre la puerta mientras las memorias regresaban en un vertiginoso remolino que poco a poco encontraba orden en su mente. Tanto los buenos como los malos momentos de su infancia regresaron a ella, incluyendo la imagen de aquel fatídico día en el que al entrar en la casa su padre yacía sobre el suelo. Las anteriores imágenes borrosas de ese día ahora se esclarecían y quedaban marcadas en su mente. Veía claramente las heridas de su padre, la forma en que le habían desgarrado, y el descubrimiento le dolía con demasiada intensidad.

Secó las lágrimas con el dorso de su mano y su mirada se torno áspera y seca. -Yo NUNCA te habría ocultado la verdad sobre el asesinato de padre si nuestros roles hubieran sido inversos. No puedo perdonarte el que me arrebataras el derecho de saberlo todo, ni siquiera quiero verte.- Hizo una pausa antes de proseguir. -Si como dices, lo único que quieres es mi bienestar no me negarás eso. Así que te doy a escoger, o me marcho yo o lo haces tú.-

No podía permitir que se fuera de casa, ni siquiera que saliese por esa puerta. ¿A donde pensaba ir? ¿Con qué dinero iba a pagar una habitación? ¿Que iba a ser de mí sin ella? Era lo único que me quedaba de mis padres, mirarla a ella era como ver a ambos juntos en una misma persona... La casa era mucho más feliz si estaba ella, yo, era mucho más feliz al saber que al menos, dormíamos en la misma casa.

¿Qué lo sentía? Decir algo delante de un pero era peor que haberse quedado callada. ¿No se iba a quedar? ¿No me creía que todo había sido por su bien y su bienestar? Mamá y yo habíamos hecho un pacto. Ella no debía de saberlo, no debía de enterarse nunca. Pero antes se pillaba a un mentiroso que a un cojo. Cerré los ojos e inspiré hondo, no quería perder los nervios y decirle todo lo que pensaba. Así que me quedé así unos minutos, con los ojos cerrados, respirando y escuchándola para tratar de entenderla, y de aguantar el chaparrón de su enfado. Los abrí y la miré entonces, antes de responder. —Sé que es tú padre al igual que el mío. No podrías haber hecho nada ni siquiera puedes hacerlo ahora, Adaline. Es una herida que debe de cicatrizar, y estaría bien que te cicatrizase a ti antes que a mí.— Cosa que dudaba mucho que pudiese cerrarse. La sombra de la muerte de padre llevaba sobre nuestras cabezas desde aquel momento, sin descanso.

En ese momento, comenzó a llorar y el mundo se cayó bajo mis pies. Estábamos cayendo al vacío y el golpe contra el suelo iba a ser inminente. Se aferró a mis manos para luego soltarlas y apoyarse sobre la puerta. Suspiré, ahora se acordaba de momentos con padre que el día del cumpleaños de madre no conseguía acordarse. Se secó las lágrimas al poco tiempo y volvió a estar furiosa por mis palabras. Las siguientes palabras que dijo me dejaron estupefacto. ¿Me estaba echando de mi propia casa? Fruncí el ceño y apreté los puños. No pensaba irme de aquí. Y ella tampoco. —Nunca sabremos como serían si las tornas estuviesen cambiadas. Menos mal, te aseguro que matar criaturas y que lo único que te motiva en las mañanas sea la sed de venganza es una tarea muy ardua. Suerte has tenido de haber vivido engañada dieciséis años. — Me mordí la lengua para no decir ninguna barbaridad más, estaba a punto de cabrearme mucho. —Y no me pienso ir de esta casa. Es mi casa. Tú casi nunca estás porque dices que estás trabajando hasta altas horas. ¿Sabes qué? Yo creo que mientes, pero eso no importa. Lo mío es mucho peor.— Ya no podía parar, estaba volviendome loco. —Haz lo que te de la gana, que como bien me has dejado claro en repetidas ocasiones, ya no eres una niña. Pues bien. Tú decides.— La miré a los ojos, creía que la cabeza me iba a estallar en llamas por el enfado que tenía. — Considero que he sido lo suficientemente bueno contigo como para que no tengas que odiarme. No he hecho preguntas, te he consentido, te he protegido de esto y de más cosas... Pero si sales por esa puerta, Adaline... Te prometo que no vuelves a entrar.— Respiré hondo, decir estas palabras me dolían como mil puñales en el pecho. La iba a perder y encima, para siempre. —Luego no vengas llorando y tocando a la puerta.— Me giré y le di la espalda, cogiendo a Gato en brazos por el camino. —Si te quedas, lo hablaremos. Si te vas... Para mí ya no serás una Lutz.— Entré en el salón, perdiéndola de vista y deseando escuchar sus pasos tras de mí y que la puerta permaneciese cerrada.

Negó con la cabeza enfáticamente al escucharlo. No, no le importaba ya lo que él dijera, las excusas que siguieran saliendo de su boca, ya lo había escuchado todo y nada justificaba lo sucedido. Padre no había muerto, les había sido arrebatado. No había sido un asalto, lo habían agarrado como si fuera un muñeco y lo habían desgarrado. Nunca esa imagen iba a salir de su cabeza, nunca iba a cicatrizar esa herida mientras el culpable de todo aquello siguiese respirando como si nada hubiese pasado.

Apretó los dientes escuchando las palabras de Gael. ¿Qué había vivido con suerte durante dieciséis años? La única razón por la que no volvía a aventarle algo a la cabeza era el hecho de que no había ningún jarrón cerca. Sin embargo cerró los puños a los lados y los mantuvo tan apretados que sus nudillos se tornaron blancos, apenas lograba contenerse.

Lo siguiente que escuchó la dejó petrificada. ¿Le estaba negando el regreso a la casa si se marchaba? ¿A su casa? Esa casa era tan suya como de él. Ella se había dedicado a cuidarla, a buscar los muebles apropiados, a colocar las decoraciones que les gustasen a los dos, a asegurarse de que hubiera un equilibrio entre lo masculino y lo femenino, de forma tal que también le agradase a él y que no desplegara únicamente sus gustos propios. Había cuidado el jardín, cortado las malas hierbas, plantado semillas de algunos de los árboles que ahora rodeaban la casa, regado las flores... ¡Esa casa era tan suya como de él! ¿Cómo se atrevía a decirle que no regresara?

Se sintió descompuesta mientras observaba como se adueñaba de Gato y se retiraba con él después de darle un ultimátum. La sangre le hervía en ese momento. ¡Ella era la ofendida no él! ¿Y Gato? ¿Se quedaba con Gael? Se sintió confundida, hace un instante había querido marcharse pero ahora, ahora veía a su alrededor y le costaba despedirse de todo aquello, que la realidad de que fuera la última vez que se encontraba en esa casa terminará de anclarse en su mente. Tembló y rodeo su cintura con sus brazos, abrazándose unos minutos.

En esa casa ella había terminado de crecer tras la muerte de su madre. Después de que Gael se hiciera cargo de ella... Caminó unos pasos acercándose a una de las paredes del corredor y contempló las pequeñas marcas que su hermano había trazado indicando cual era su estatura en cada uno de sus cumpleaños juveniles. En esa casa ambos habían reído y llorado juntos... En esa casa tanto ella como él se habían enfermado mientras el otro cuidaba de quien estuviera en cama... Y era por todo aquello que no podía perdonar a su hermano en ese momento. Era por eso que su engaño dolía tanto, se le había hecho añicos el corazón porque ya no creía en él.

¿Que él no le creía adonde trabajaba? Bueno... ¿importaba eso ahora? Cualquier duda o remordimiento que hubiera sentido al ocultarle la verdad con respecto a lo que se dedicaba ya no se esclarecería nunca. Habían tocado fondo los dos. Y ahora, ¿qué le quedaba a ella?

Giró sobre si misma y se acercó a su maleta, la tomó por la correa para tirar de ella y se mantuvo de pie en el umbral. Lanzó una mirada por última vez a su alrededor y la detuvo en el salón con sus ojos castaños clavados en la puerta, pero él no volvió a salir de allí. Esa era la última vez que le veía.

Atravesó la puerta frontal, continuó tirando de la maleta y sin voltear a ver dejó que esta se cerrara con un solo golpe detrás de ella. Observó hacia el jardín y hacia las calles. El lugar estaba tranquilo, aún era de noche y no se escuchaba un alma. Tan solo veía las estrellas brillando radiantes e iluminando la ciudad como no lo habían hecho desde que terminara el invierno.

Tiró de su abrigo pues aún la temperatura era baja y atravesó la puerta anexa al muro que rodeaba la casa antes de alejarse caminando tan rápidamente como fue capaz de hacerlo mientras meditaba adonde se dirigiría...