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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ryley Lezarc Dom Sep 07, 2014 9:39 pm

La esperanza es el único bien común a todos los hombres; los que lo han perdido todo, la poseen aún.
Tales De Mileto


Todo el camino hasta aquella ciudad se preguntaba el por qué no fue antes. La respuesta estaba en la historia familiar de Leigh, que para cuando se conocieron la dejaba siendo la única Lezarc con vida y sin nadie más a quien recurrir que a quienes tenía por servidumbre. Todos aquellos que servían en la mansión Lezarc se habían unido a la intención de encontrar a Leigh pero los esfuerzos de todos resultaron en vano, pese a que tanto Ryley como ellos se decían que la cazadora regresaría a ese lugar con ellos. De esa manera, con la esperanza en el regreso de su esposa, pasaron los días, semanas y meses, sin novedad alguna. Durante ese tiempo parecía haber perdido parte de la vitalidad que antes fuera tan característica en él, pero, ¿Cómo sentirse vivo cuando le faltaba su razón de vivir? Sobrevivía apenas con el afán de observar nuevamente a su esposa. No le interesaban ya las razones por las que le dejara, lo único que deseaba era que estuviera a su lado y que nunca más volviera a alejarse.

La carencia de pistas sobre el paradero de su esposa iba agotando a Ryley cada vez más, pero se negaba a perder la esperanza en encontrarla. Sabía dentro de si mismo que si ella estaba muerta, él lo sabría, era una estupidez pero era la estupidez justa para mantenerle cuerdo aún. El entrenamiento como cazador que recibiera de parte de Leigh le ayudaba también a mantenerse ocupado, a buscar pistas y seguirlas solo para terminar en callejones sin salida; pero fue el hombre que escoltara a su esposa hasta el altar el día de la boda el que sugirió algo que el ex cortesano no había creído que pudiera ser; un viaje a Lyon, el lugar natal de su amada y la familia Lezarc. Al mayordomo aquel no le fue complicado convencer a Ryley de que no se perdía nada con un viaje para asegurarse de que ella no estuviera por esos rumbos.
Más tiempo se pierde aguardando por su regreso y la mansión no estada vacía en su ausencia, estaremos aquí si es que ella regresa
Con la garantía de que otras personas que también amaban a la cazadora estarían en la mansión fue que finalmente Ryley preparo todo lo necesario para el viaje, partiendo lo más pronto posible al lugar donde nunca creyó poder encontrar rastro alguno de su esposa.

El viaje a Lyon fue por lejos el más largo de la vida del ahora Lezarc. Los pensamientos constantes sobre Leigh le acechaban hasta en los sueños y eso le impedía hasta dormir debidamente; fue por eso que a su llegada a Lyon lo primero que hizo fue buscar un sitio donde pudiera pasar algunas horas de sueño, esperando que su mundo inconsciente no se convirtiera en pesadillas como era costumbre. Las horas pasaron y debido a que ya era tarde cuando llegara a Lyon; durmió mucho más de lo esperado. Por primera vez desde que su amada desapareciera de su lado pudo conciliar el sueño debidamente y descansar toda una noche; sumido en sueños que jugaban más a recuerdos sobre los momentos más felices que pasara al lado de su esposa, pero como siempre, los sueños cambiaron lentamente hasta ser una pesadilla donde se encontraba en la mansión y todo lo que estaba a su alrededor era lo mismo que lo que existió cuando se celebrara su boda. La diferencia radicaba que en donde antes estuvieran ellos se encontraba un ataúd en el que se encontraba Leigh. En su pesadilla trataba de alcanzar el ataúd porque sabía que de hacerlo ella se encontraría viva nuevamente pero no podía hacerlo por más que tratara, por el contrario se sumía más y más en una oscuridad que le devoraba hasta llevarlo a despertar empapado en sudor.

Ryley se paso la mano por los cabellos, tranquilizandose a si mismo al decir que aquello era solo un sueño. Le sorprendió percatarse que un nuevo día había llegado pero no reparo gran tiempo en eso, sino que se apresuro a salir de la cama, alistarse tan rápido como le fue posible y salir a las calles de Lyon en busca de su persona más preciada. Sin pensar demasiado, dirigió sus pasos en la dirección que el mayordomo le había indicado antes seguir; hacía el viejo hogar de la cazadora.


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Mensaje por Leigh Lezarc Mar Sep 09, 2014 9:25 am

"Dijiste que siempre me cuidarías y, eso fue lo que hiciste"

Leigh estaba acostada de lado como casi siempre cuando llegó la obesa y desagradable mujer encargada de llevarle la comida, vigilar que la consumiera toda y sacarla al sol de vez en cuando para “calentar” al bebé. Decía que era bueno para él y que lo necesitaban fuerte, que comiera bien para que naciera sano y un sinnúmero de cosas más que jamás la incluían a ella. Leigh sabía muy bien que planeaban algo y que, aunque le costara la vida, no iba a permitirlo, no se iban a quedar con su hijo.

-¡Levántate ya, holgazana! Se va a encalambrar ese niño en tanto sigas así- gruñó la mujer como si Leigh tuviera opción de hacer algo diferente encerrada en esas cuatro paredes. –En unas horas va a verte el amo, así que lávate bien para que él no se moleste. Te pones esto ¿Me entendiste?- dijo la mujer a la par que lanzaba un vestido sencillo y de color marfil sobre la cama de Leigh en la que ahora se sentaba con algo de dificultad. Para entonces ya tenía siete meses y un par de días más. Lucía ojerosa y extremadamente pálida. Tenía el vientre y los pechos abultados pero no tanto como para evitar ver la figura delgada que poseía la hasta hace un tiempo cazadora. -¿Para qué quiere verme?- musitó con voz débil ella, como si su cuidadora fuera a responderle –No te importa- respondió de mala gana acercándose y halándola de una mano –Ven acá- haló la otra mano y la unió con la primera, atándola para evitar cualquier acto valiente que le diera por llevar a cabo.

Como era de costumbre, la llevó al patio trasero con la amenaza que si gritaba, nadie la escucharía pero si se ganaría un buen par de bofetones por desobediente. Era increíble que alguien pudiera ser tan canalla con una mujer en su estado, pero la enorme mujer no parecía dar más importancia que a las órdenes del “amo”.
–Son las once de la mañana y el vendrá a las siete de la tarde. No quiero problemas, él va a ver cómo está la criatura, así que sé muy dócil cuando él aparezca. Obedece y no hables ¿Queda claro?- Leigh asintió como cuando se le lleva la idea a los locos pero al bajar la mirada la recorrió el odio -¿Por qué tanta importancia con mi bebé?- se atrevió a preguntar levantando el rostro –Ya te dije que te calles. Vas a olvidarlo pronto, luego te dejarán ir para que hagas otro con quien se te dé la gana- la mujer emitió una horrenda carcajada que dejó ver el par de dientes negros que tenía y que por su estado le producían un hedor recurrente en la boca. Leigh bajó la mirada de nuevo y se acarició el vientre a manos atadas mientras pensaba como escapar. Debía ser esa misma noche.

Pasada una hora, la cazadora fue llevada a la habitación, desatada y amenazada de nuevo. Pasó cada minuto pensando, maquinando aún mientras obedecía y se lavaba el torpe cuerpo al que le había faltado demasiado movimiento en el encierro. Usó el vestido que le llevaron y volvió a la cama a deslizar las manos por su vientre, diciéndose que no se permitiría rendirse cuando se trataba de su pequeño. O pequeña, quizás.

La noche cayó y la puerta se abrió de nuevo dando paso a la mujer que lucía menos desarreglada que de costumbre aunque no había cambiado demasiado.
–Al menos sirves para algo más que cargar al bebé- balbuceó mirándole el vestido a Leigh quien se sentaba de nuevo en la cama y apoyaba los pies en el suelo. –Vamos ya, sígueme que te está esperando- dijo dándose la vuelta y con las llaves en la mano, esperando ser seguida por Leigh que en efecto lo hizo. Sus pasos fueron más rápidos al igual que sus manos que se acomodaron una bajo el mentón de la mujer y otra sobre su frente, desde atrás. Sin pensarlo dos veces y sin tener idea de cómo se le ocurría algo como eso, la cazadora giró la cabeza ajena con toda la fuerza y rapidez que le fueron posibles hasta que emitió un crack seco que derrumbó a la mujer en el acto. –Sí, claro que sirvo para algo más- Respondió ella con sumo gusto al cuerpo inerte de la mujer de la que se había librado. De inmediato, tomó sus diarios y las llaves que habían caído también al suelo tratando de no hacer demasiado ruido y empezó a caminar por el oscuro pasillo fuera de la que había sido su habitación tanto tiempo. Caminaba descalza, con la espalda pegada a la pared e intentando controlar su respiración. No veía nada, pero seguía avanzando a tientas hasta abrir la primera puerta que se le cruzara por enfrente.

-¿De verdad creíste que sería tan sencillo, cazadora? Veo que no has olvidado todo- retumbó una voz masculina en medio de la oscuridad y Leigh se estremeció deteniendo sus pasos de inmediato. Prestó mayor atención para determinar de dónde provenía la voz y escuchó pisadas amortiguadas por el piso de madera y que se acercaban a ella. –Buscaré alguien más que te cuide y que no sea tan estúpido como para darte la espalda. Confío en que ese hijo tuyo se adelante y pueda deshacerme de ti rápido- el propietario de aquella voz tomó a Leigh por el mentón de repente, justo en frente de ella y sin temor de nada le acercó los labios al oído izquierdo de Leigh –Quedarme con tu hijo es la mejor venganza que puedo tener. Me lo debes. Vas a volver a la habitación, porque no vas a salir de aquí nunca. O tal vez sí, pero eso será cuando le envíe tu cuerpo sin vida a tu esposo- la mano libre del hombre fue a parar sobre la parte superior del vientre de Leigh –Está sano- musitó antes de dar un paso atrás y soltar una carcajada. –Señor- dijo otra voz masculina desde el fondo y se fue acercando –Creo que podemos adelantar el nacimiento- el nuevo desconocido se posicionó tras el “amo” y, Leigh, manteniendo un silencio que sólo permanecía mientras ella pensaba lo más rápido que le era posible, intentaba observarlos en medio de la penumbra que apenas dejaba entrever los rostros ajenos debido a algunos haces de luz de luna que se colaban por entre los cortinajes que cubrían las pocas ventanas del lugar. –No digas tonterías ¿Cómo va a ser eso posible?- replicó el amo –Ponga sus manos sobre el vientre, yo le diré como- el hombre se acercó y el amo hizo lo que le indicaba el otro hombre, sin embargo, instantáneamente dio tal alarido que Leigh se movió a un costado con una velocidad que no creyó posible justo cuando sintió que algo la salpicaba. Observó con menos dificultad que antes porque sus ojos se habían acostumbrado a la mínima luz y vio el pecho del amo atravesado por otra mano –Fuiste tan estúpido de creerme y traerla a ella al lugar donde nació- susurró la voz del supuesto sirviente y retiró la mano del cuerpo del otro hombre, con el corazón empuñado en su mano. Sin temor de nada observó a Leigh, quien para entonces no sabía a donde escapar o qué hacer específicamente. Pero el asesino la miró a los ojos de un modo distinto a todos, abrió la boca y tras un suspiro habló –Eres Leigh Lezarc, vete de aquí y no vuelvas la mirada porque hay otros. Naciste aquí y sé que serás lista para encontrar la casa en la que te criaste. A la derecha está la salida, ya tienes las llaves. Vete pronto y cuídate, por favor- dijo al tiempo que desaparecía arrastrando el cadáver.

Ella obedeció, buscó la salida y se movió como se lo permitía su cuerpo. El vientre le dolía, pero no podía detenerse. Tardó unos cinco minutos localizando la puerta y encontrando la llave que correspondía entre un manojo de llaves de todo tipo. La mente le daba vueltas, pero ahora sabía cómo se llamaba, que tenía un esposo y que, era cazadora. Ella no sabía con exactitud a que se refería lo último, pero eso era mejor que nada.

La noche se cernía sobre Lyon y las calles estaban vacías, ya debía ser demasiado tarde para que un lugar luciera así. Las piernas le dolían, las sentía flaquear pero ni eso ni las lastimaduras sobre sus pies descalzos lograban detenerla. Tenía algo importante que cuidar, a su hijo. Pero ¿Quién era ese hombre de adentro y porque le resultaba tan extrañamente familiar? Las dudas y el dolor se seguían agolpando, pero seguía avanzando, cuadra tras cuadra en el silencio que le permitía su fortaleza. La visión se le nublaba pero tras minutos que parecieron horas reconoció una iglesia unos pasos más adelante. No tenía otra opción, debía ir a donde pudiera, alguien debía saber en donde vivieran los “Lezarc” que había mencionado el sujeto que la había salvado. Pero ¿Cómo iba a justificar la sangre sobre sus ropas? No había manera, pero tampoco tenía otra opción más que seguir avanzando.



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Mensaje por Ryley Lezarc Vie Sep 19, 2014 11:25 pm

Tú eres la persona que esperaba, tú eres la chica que siempre quise, tú eres quien me ha hecho cruzar el mar, venir a otro país sin ninguna seguridad de encontrarte, como si fuera la cosa más sencilla del mundo...
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¿Existía la posibilidad de que Leigh estuviera en aquel sitio? Las dudas le embargaban con cada paso que daba en las calles de Lyon. Aquel lugar no era donde el hubiera nacido, era un extraño que se atrevía a poner los pies sobre esa tierra con la única idea de poder volver a ver a su esposa. Necesitaba a Leigh como se necesitaba el aire para vivir, así como a la comida y a las horas de sueño. Sin la presencia de su esposa para llenar sus días de luz, el propio Ryley se iba agotando. Existían días donde estaba seguro de que terminaría muriendo antes de lo que alguien se esperara; peor aún, antes de ver nuevamente los ojos felinos de su amada Leigh.

Cual cuerpo que es movido únicamente por hilos invisibles que le guían, el ahora cazador abandono aquel hotel, andando entre las calles de Lyon, preguntando a quienes eran los residentes de aquel lugar sobre las calles que debía seguir para llegar a la mansión de los Lezarc. El camino le parecía eterno, tal vez efecto de saber que se encontraba por calles que alguna vez su amada pudo haber cruzado, no estaba completamente seguro de eso pero cada calle que atravesaba le generaba una nostalgia tan particular que a ratos su imaginación o mejor dicho el agotamiento le hacía creer ver a Leigh cuando en la manera de andar de las mujeres notaba que no era ella. Para Ryley era imposible no reconocer a su esposa. Tantas veces se había enfocado en su manera tan elegante de andar, en la forma en que sus caderas iban de un lado a otro y sus finos hombros no se movían mucho. Algunas personas le observaban como el extraño que era, aspecto en el que no reparaba bastante por seguir metido en sus propios asuntos, en encontrar aquella mujer que al irse se llevara consigo la mitad de su corazón y las ganas de seguir viviendo. A ratos, los ojos del ex cortesano se posaban sobre el anillo que descansaba en su dedo, muestra de que realmente se había llevado una ceremonia donde Leigh se convirtiera en su esposa. Con todo y su ausencia, pensar en el día que se convirtió en el esposo de la mujer que amaba le hacía sonreír; no le costaba nada cerrar los ojos y verla nuevamente en aquel vestido que le acentuaba cada parte del cuerpo que debía, dejando sin aliento a Ryley y llevándole a creer que el corazón se le detendría. Todo aquello no eran más que recuerdos que ahora le torturaban; dejarían de hacerlo en el momento que ambos se encontraran nuevamente de eso estaba seguro.

Un suspiro salió de sus labios y con la yema de uno de sus dedos acaricio la alianza que tan cuidadosamente colocara Leigh el día de su boda. La mirada de Ryley abandono aquel símbolo del matrimonio para centrarse en la siguiente calle donde le indicaron que debía dar vuelta. Según la indicaciones que recibiera de una anciana amable, por esa calle terminaría llegando cerca de una iglesia y de ahí, únicamente debería caminar dos o tres calles más antes de dar con la residencia de los Lezarc; eso según la mujer, pero como el cazador no conocía aquel lugar, no tenía más opciones que confiar en los residentes y esperar dar en realidad con aquel que fuera el hogar de su amada.

Los pasos del cazador le llevaron a girar para la callejuela que era demasiado larga y estrecha en comparación con aquellas por las que anduvo hasta ese momento. Con la misma calma que mantenía desde que saliera del hotel, recorría aquella calle. Quería encontrar a su esposa, eso era cierto; sin embargo, la idea de llegar a la residencia Lezarc para llevarse una decepción era algo tan terrible que de ser posible, hacía tiempo para postergar aunque fuera un poco más aquel sufrimiento. Llegaba al final de la calle, uno de los costados de la antes mencionada iglesia se hacía presente y fue entonces cuando la vio. Fue una visión tan perturbadora que le llevo a detenerse en seco. Una risa salió de sus labios, haciendo burla a si mismo por semejante desvarió. A la distancia, atravesando la calle en dirección a la iglesia creyó ver a Leigh; dudaba de si mismo porque aquello era tan familiar que creía probable fuera simplemente una alucinación de su mente. Juraba verla casi de la misma manera en la que se percatara de ella en la oscura noche de su primer encuentro y eso era imposible desde el punto de vista de Ryley; algo como eso no podía suceder dos veces en la misma vida. Animado entonces por si mismo reanudo el andar hasta llegar a la esquina y girar en dirección a la iglesia, con rumbo a su único destino hasta esos momentos.

En esta ocasión, al encontrarse de nuevo con la figura que le prometía ser Leigh se quedo inmóvil; la risa de antes había desaparecido de su rostro. El corazón comenzó a latir acelerado en su pecho mientras que sus ojos comenzaron a examinar aquella figura femenina que apenas y podía andar. Ese movimiento leve de los hombros, el color del cabello, su figura en general y más que nada aquella manera tan única en la que sus caderas se movían al dar un paso y otro. El cazador creyó poder morir finalmente pues todo dentro de él gritaba que aquella mujer era su esposa. Sus pies se movieron de manera automática, como si toda la energía de la que careciera en los últimos tiempos volviera de golpe a él. Apenas unos cuantos pasos le dejaron más cerca de la figura y sin dudar ni un segundo le llamo, esperando a que ella se volviera para que así todo terminara de una buena vez.
Leigh – llevado por la necesidad de tocarla y saberla real, puso una mano sobre el hombro femenino para hacerla encararle y la felicidad momentánea que llegó a sentir el cazador se desvaneció, siendo suplido por la preocupación. Fuera lo que fuera que pasara a Leigh durante ese tiempo, no había sido nada bueno.


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Mensaje por Leigh Lezarc Sáb Sep 20, 2014 1:17 am

"Él no sabe la cantidad de silencios, infiernos y soledades que ha roto.
Él no sabe que el concepto de luz jamás fue el mismo desde que apareció"

Cuando se pierde la memoria se puede reaccionar de cualquier modo porque se es como una hoja en blanco, sin renglones, sin marcas, sin trazos de nadie. También se puede ser cualquier cosa, el bien, el mal, la ingenuidad, lo que otros quieran. Pero cuando en esa hoja en blanco se traza la figura de un hijo, todo cambia y se vuelca hacia ese nuevo desconocido que se transforma en toda esperanza para escribir de nuevo una vida que parecía estar en cero. Eso mismo le pasaba a Leigh. No sabía nada, sólo que lo tenía a él o ella y que, gracias a alguien del que no tenía idea, estaba libre y sabía cómo se llamaba.

“Leigh Lezarc” se repetía ella en cada paso para no olvidar a donde debía llegar, o preguntar, por lo menos. ¿La ayudarían dada su apariencia? Ella no tenía la menor idea y tampoco podía pensar en eso demasiado, la caminata se le estaba haciendo más que complicada y era de entenderse. Durante siete meses Leigh tuvo un espacio reducido para caminar, por lo que sus piernas perdieron fuerza y músculo, así que el hecho de sostener un vientre dadas sus semanas de embarazo casi que era una tortura. Le temblaba todo, flaqueaba por momentos, pero la ex cazadora tenía una voluntad de hierro que prevalecía como para permitirle alejarse cada vez más del lugar en el que estuvo encerrada. Esa casa que dejaba atrás representaba todos los temores que pudo tener una vez abrió los ojos en ese nuevo estado y era por eso que no contemplaba otro tipo de peligro afuera diferente a que la atraparan otra vez. El estar a salvo era algo nuevo, así como las calles, el aire enredándole el cabello y las piedras lastimándole la piel. Pero aún así avanzaba, hacia cualquier futuro desconocido que le permitiera conservar a su hijo.

Una punzada de dolor la hizo detenerse un momento y arquear la espalda llevando el mentón hacia arriba. Quiso gritar, por eso y porque los pies le dolían demasiado. Pero aún no se había alejado lo suficiente, por lo que tomó aire en silencio y se obligó a continuar con unos deseos de llorar incontenibles. Se aferraba a las paredes para seguir, fruncía el ceño y se mordía los labios para aguantar y, de tanto en tanto ponía una mano en su bajo vientre para apacentar el dolor. En su mente le rogaba a su hijo que se quedara quieto, que se tranquilizara aunque el corazón de su madre latiera desbocado por la angustia. Ella lo necesitaba bien, él era su motor para continuar avanzando y no desfallecer en cualquier calle, era el todo por el que daría uno y otro paso hasta que pudiera sentirse a salvo.

Un poco más, se insistía a medida que avanzaban los minutos que pesaban días y el sudor le perlaba la frente mientras continuaba con el pulso descontrolado, impidiéndole sujetarse con más firmeza a las paredes o a lo que fuera encontrando y usando como apoyo en el camino. Era terrible, cada minuto realmente se hacía más insoportable. ¿Cuánto tiempo se extendería su agonía? Dejó de pensarlo cuando de nuevo mencionaron su supuesto nombre. “Leigh” se repitió y se detuvo en seco, intentando apoyar el peso de su cuerpo en una sola pierna y en la pared cercana. No pudo girar, se sintió aterrada de ser encontrada pero también podía ser alguien que la conociera ¿No había mencionado el hombre que ella había nacido allí? Lo cierto es que la voz no sonaba a malicia, aunque fuera una idea estúpida. A ella le parecía que sonaba a duda mezclada con sorpresa aunque no se cuestionara porqués. Y así, en menos de nada y de la duda de ambos, sintió que la tocaban por el hombro como si le pidieran girarse y, aunque con lentitud, eso hizo.

Unos ojos hundidos bajo unas enormes ojeras sería lo que vería quien la llamaba. Lucía demacrada, enferma y confundida. El dolor ni siquiera le permitía tener los ojos bien abiertos sino que los mantenía casi a medias. Al girar, tuvo que levantar el rostro dada la estatura del hombre y entonces ahí, frente a ella, estaba su esposo, el padre del hijo que esperaba y a quien no reconocía. Con dificultad intentó girarse por completo y apoyar los dos pies de nuevo en el suelo. Como era de esperarse le ardieron hasta sacarle un entrecortado suspiro que casi no pudo disimular. De nuevo apoyó la mano bajo su vientre y el mismo fue evidente para el desconocido en cuanto marcó el delgado vestido que llevaba ella puesto. Eso y la sangre ajena que le cubría
-¿Me conoce?- le preguntó antes de morderse los labios para disimular su sufrimiento -¿Sabe quiénes son los Lezarc?- preguntó de inmediato en su desespero. Aquél muchacho que siempre le había gustado tanto, era el primero que se cruzaba en su escape, así que no podía evitar preguntarle a él precisamente lo que ella intentaba no olvidar. No habría podido contenerse, le era imposible dadas las circunstancias, dado el punto del desespero al que estaba llegando. La diferencia, radicaba en que ella no podía reparar demasiado en el rostro ajeno, no para ese momento donde sentía que se le iba la vida y que necesitaba descansar pronto, antes de permitirle a sus ojos cerrarse buscando el alivio de su cuerpo completo.

Pero seguramente con aquello sufrirían ambos, Leigh no tuvo tiempo si quiera de sentirlo familiar pero aún así, en el fondo y en su inconsciencia, sentía que lo necesitaba para continuar, para pasar esa noche lejos de la calle en la que podía ser encontrada y sometida una vez más.
-Por favor, dígame- suplicó mirándolo a los ojos luego que él pareció quedarse durante un momento en silencio, aunque bien podría ser sólo impresión de ella.



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Mensaje por Ryley Lezarc Jue Oct 02, 2014 10:07 pm

Hemos necesitado miles de kilómetros y muchos días, pero aquí estamos: su cabeza sobre mi hombro, su respiración en mi cuello y el enorme cansancio de los dos.
John Green

Su mente había permanecido en blanco durante el lapso corto de tiempo en que le llevara alcanzar a quien aseguraba era Leigh. Todo se desvaneció a su alrededor, suplido por la única idea de poder perderse en aquella mujer que era la dueña de su corazón, de sus pensamientos, de todo cuanto fuera dueño. Ryley se había decidido a darle todo a su amada cazadora y lo seguiría haciendo hasta que la vida de alguno de ellos llegara a su fin, aspecto que el ex cortesano prefería evitar a toda costa. Amaba demasiado a aquella mujer, tanto que mantuvo las esperanzas puestas a pesar de que las ideas del fallecimiento de la Lezarc fueran cada vez más una realidad. Con cada paso que daba, la tristeza de antes se desmoronaba, supliendo ese sentimiento por la alegría y hasta el orgullo de si mismo. Logró su objetivo pese a las dificultades, pese al dolor; mantuvo la promesa de estar con ella, de una manera u otra porque sus pensamientos no le dejaron ni un instante. El cazador se mantuvo aferrado al hilo invisible que creía lo unía a aquella mujer con quien compartía su vida y todo, tanto lo bueno como lo malo que viviera en ese tiempo, valió la pena al seguir aquella tambaleante y débil figura por las calles de Lyon.

Una vez que sus labios emitieron el nombre Leigh, estando ya tan cerca de la figura aquella, el tiempo se detuvo a su alrededor. No existía Lyon, no se encontraba en calles desconocidas y de haber pasado alguien jamás hubiese reparado en ello; su atención entera estaba destinada a la fémina que ante la mención de aquel nombre se detuvo. Era ella, cada vez se encontraba más convencido de eso; apenas le había visto andar lo supo y ahora, estando tan cerca se cercioraba cada vez más de ello. Pese a la seguridad que sentía, en el interior de su corazón existía también el temor. ¿Su mente le jugaría una broma? De ser de esa manera, aquella mujer sería solo una desconocida y seguramente sus ilusiones se fragmentarían en miles de pedazos. Movió la mano en dirección al hombro ajeno y le toco suavemente solo para que una lluvia de emociones cayera sobre él.

La expresión de Leigh, la manera en que se le marcaban los pómulos y como le observaba le indicaron desde un inicio que no estaba bien, se encontraba de hecho, en peores circunstancias de las que la encontrara por primera vez en las calles de París. El recuerdo de aquellos tiempos le llevo a creer que estaban terriblemente destinados a encontrarse siempre en situaciones similares, pero no era tiempo para pensar de esa manera. Se mantuvo inmóvil, observándola. Tanto tiempo buscándole y finalmente encontrarla; Ryley creía que podía morir y resucitar en ese preciso instante. Ahí estaba su Leigh, la mujer a quien tanto amaba, aquella a quien le daría siempre tanto cuanto le pidiera y que cuando no poseyera nada más que darle, buscaría. Su esposa se encontraba frente a él y su cuerpo simplemente ya no podía reaccionar más, no respondía a las ordenes que le diera. Tenía ganas de abrazarle, de preguntarle tanto y besarla hasta que el tiempo perdido se convirtiera en nada. Cuando ella se giro con dificultad de manera completa, la mirada del cazador se dirigió al abultado vientre de Leigh y un torbellino de preguntas se arremolinaron en su propia mente, que para esos momentos era incapaz de enfocarse en solo una y pensar cualquier cosa con claridad. ¿Dónde había estado? ¿Por qué no le contacto? ¿Era acaso por el hecho de que ahora estuviera embarazada? La conocía, sabía que era así y por eso es que podía dar su vida porque el hijo que Leigh cargara en su vientre sería suyo. Poco a poco las ideas se volvían mas coherentes pero fueron las palabras de Leigh las que dispararon una nueva oleada de dudas y más que eso, el dolor en su interior.

¿Conocerla? ¿De qué estaba hablando si ella era su esposa? Sus ojos se posaron fijos sobre los de su esposa únicamente para darse cuenta de la terrible realidad que albergaba dentro de ellos y aún conociendo la respuesta sus labios se abrieron para formular una pregunta.
¿No me reconoce? – Omitió la familiaridad que había adquirido con ella al paso del tiempo, sabía que eso era lo mejor. Le contemplo cada gesto, le analizo el tono de voz y todo cuanto le fuera posible, solo para que con cada nueva palabra que dijese su esposa, se cerciorara de que ella no le reconocía en lo absoluto.

Peor que haberla perdido una vez era encontrarla y saberse un desconocido para ella. Ryley podía notar como las enormes ganas de destrozar algo le invadían. Quería también abrazarla, decirle que era su esposo, que la amaba y que ya todo estaría bien ahora que él estaba cerca de ella pero no lo hizo. Se mantuvo en silencio, tratando de recomponerse a si mismo antes de decir algo. Debía enfocarse en las cosas importantes y eso era que Leigh estaba viva y estaba frente a él. Todo lo demás estaba de sobra mientras ella se encontrara a salvo y donde él pudiera asegurarse de su seguridad.
Los conozco, si. Y a usted también le conozco. Yo soy Ryley – hizo una pausa y sonrió con esfuerzo; no podía presentarse como su esposo así que opto por volver a su antiguo apellido – Ryley Ende; trabajo para la familia Lezarc, de hecho, trabajo para usted. No sabe cuanto tiempo le hemos estado buscando – Notaba la opresión creciente en el pecho, como a momentos en los ojos sentía un ligero escozor y pese a todo, se mantuvo firme. La voz no le titubeo en ningún momento y agradeció infinitamente por ello – Será mejor que vayamos a un lugar seguro – estiro la mano en dirección a ella – Todo estara bien desde ahora, en casa todos se han preocupado mucho por usted. Necesita descansar, reponerse de lo que le haya pasado y que le revise un medico – su mano permanecía estirada en dirección a ella, si la tomaba, Ryley tendría un poco menos de sufrimiento en su interior.


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Mensaje por Leigh Lezarc Sáb Oct 04, 2014 9:32 pm

"Y aún sin saberlo, él parecía estar destinado a ser su única esperanza"

Cuando Leigh fue capturada, le quitaron la sortija de compromiso que llevara consigo. Era obvio que buscaban dejarla sin guía, puesto que el anillo tenía internamente grabado el nombre de ambos y la fecha en la que habían contraído matrimonio. En el dedo de Leigh quedó una clara marca del uso frecuente de un anillo, pero en medio del encierro nunca pudo preguntarse por aquél.

–No– dijo negando al tiempo con la cabeza y buscando más apoyo en la pared cercana. Hubiera podido decir que no sabía ni siquiera quien era ella, pero necesitaba que aquél muchacho dijera algo más que la dejara tranquila. Como pudo, Leigh levantó la mirada y le pareció que el rostro ajeno denotaba preocupación. Fruncía el ceño, la miraba como con cierto dolor, o eso le pareció a ella. Pero cuando él mencionó que la habían estado buscando y que trabajaba para su supuesta familia, no pudo contener el llanto. Lloraba porque en las palabras ajenas logró sentir esperanza. Se llevó la mano a la boca para ahogar el sonido mientras se contenía y luego un rato fue que pudo retomar el habla –Yo no recuerdo nada, pero me tenían encerrada. Por favor, lléveme donde me conozcan. No recuerdo nada y mi nombre lo supe hasta hace unos minutos- aquello sonó a súplica y así era. Le hubiera rogado si con eso supiera que conservaría consigo a su hijo y eso constituía el mayor de sus temores. Avanzó un paso hacia él, con dificultad, sí, pero necesitaba decirle algo más –Me quieren quitar a mi hijo, debemos irnos ya. Escapé hace demasiado poco y dudo que las fuerzas me duren mucho más– a ese punto ya sentía que hasta la respiración le faltaba. Ya no era suficiente. El cuerpo entero le temblaba y aunque el dolor en el vientre iba teniendo más tiempos de descanso, igual continuaban. Quizás no eran tan fuertes, pero tenía el cuerpo débil y sumando la angustia se potenciaba todo. Intentó sujetarse de él cuando le extendió la mano y fue entonces cuando las cartas que escribía encerrada cayeron al suelo. Esos papeles tenían una vital importancia para ella y acto seguido se agachó para recogerlos, no podía perderlos, ni a su hijo ni a eso que explicaba por qué no sabía de su padre, ni de ella, ni de nadie. El mareo hizo que cerrara los ojos mientras se inclinaba pero tomó los papeles en su mano empuñada. –Ahh– exclamó dolorida, frunciendo el ceño pero tomando fuerzas para llegar a donde la conocieran.

La noche caía y eso parecía aumentar su dolor. También tenía hambre, sueño, estaba completamente agotada. Parpadeo un par de veces y de modo instintivo buscó apoyo de nuevo en el brazo ajeno para levantarse.
–Vámonos ahora, no puedo perder esto, pero mientras llegamos necesito recordar. Quiero saber quién me espera o me ha buscado. Quiero saber si sabían de mi embarazo. Quiero saber quién soy y lo que me espera– quería saber demasiado, pero más que eso necesitaba ocupar su mente en otra cosa diferente al dolor y a su preocupación. Sin motivo aparente él le inspiraba confianza, quizás se debía al modo en que la miraba. Pero también parecía lejano, como si se obligara a no flaquear ¿Quién era?

Quiso preguntar por su propia edad, por su origen, por su familia, por el tiempo que llevaba él trabajando para ellos y la labor que hacía, pero sólo quería sentarse un momento y poder respirar bien. Sujetaba con fuerza las cartas en una de sus manos y sus mejillas continuaban húmedas por el llanto. De nuevo se estremeció, lanzó un pequeño grito y casi pareció irse de frente. Sin embargo se detuvo a tiempo y se sujetó el vientre.
–Dijeron que tengo siete meses pero no sé la verdad. No puedo tenerlo así… aaahh– la frase concluyó con dificultad porque de nuevo el dolor aumentó. En efecto eran contracciones, debía llegar a donde fuera lo más pronto posible. Crispó los puños y estuvo segura de haberle dado un buen pellizco al hombre con el que poco a poco avanzaban, pero no había nada que pudiera hacer para evitarlo. El sudor le perló la frente y le humedeció las manos, el mareo volvió pero ella se mordió los labios para no gritar. Sintió el sabor a sangre en la boca y aun así dio otro paso –Ryley, dígame cualquier cosa. Caminemos y hábleme de lo que quiera, pero por favor no se detenga aunque yo me queje– suplicó de nuevo y volteó el rostro, apretando los ojos fuerte y sintiendo más espasmos que le iban robando poco a poco la energía. Fue entonces cuando empezó a pensar que quizás no sobreviviera al parto.

Caminó a pasos lentos pero decididos. Iba llorando y no podía evitar hacerlo. Buscaba no emitir sonido pero las lágrimas iban aumentando conforme pensaba en qué sería de su pequeño o pequeña si ella no sobrevivía. Iba a luchar, claro que iba a hacerlo, pero una vez estuviera bajo techo iba a pedirles que cuidaran del bebé como si fuera propio por si a ella llegaba a pasarlo algo. No sabía si lo harían pero no tenía más opción. Sin embargo ¿No le había dicho su captor que ella tenía un esposo? ¿La estaría esperando él en casa? Era la única esperanza que tenía, pensar en un hombre que pudiera amar a su hijo era la luz al final del túnel que pronto terminaría.
–¿Es cierto que estoy casada?– se atrevió a preguntar justo antes de lanzar un nuevo gemido de dolor que a pesar de ser bajo, delataba el fuerte dolor que le generaban las contracciones.



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Mensaje por Ryley Lezarc Dom Oct 05, 2014 1:32 am

Nos miramos fijamente, cada uno desde su lado del cristal.
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La respuesta que recibiera no le sorprendió en lo absoluto, pero la confirmación era como si le clavaran un objeto punzante en el corazón. Su esposa, su persona más preciada en ese mundo no sabía nada de él o al menos no que alguno de ellos supiera; la idea llego vaga, lejana y como un mero rayo de esperanza, “quizás después me recuerde”. Nuevamente Ryley se formaba algo a lo cual mantenerse aferrado para no derrumbarse, no debía derrumbarse, por ella, más bien por los dos.

Nunca antes le había observado llorando, algo más por lo cual sentir que se fragmentara internamente. Quería rodearle con sus brazos como siempre, besarle las mejillas y los labios, retirar cada una de esas lagrimas y convertirlas en algo más. No podía hacerlo. Le dijo a la cazadora que era unidamente un sirviente y eso estaría mal visto. El anillo permanecía en su mano, quemando como si de un momento a otro se hubiese vuelto alérgico al material del que estaba hecha la alianza aquella.
Tranquila – susurró ante sus silentes lagrimas justo antes de que nuevamente volviera ella a dirigirle la palabra, terminando por restregarle en el rostro que no sabía nada – Respire con calma, ahora esta bien. No voy a permitir que nada le pase – De eso podía estar segura ella y por eso es que él hablo con toda la firmeza posible, tratando de trasmitir con su voz parte del profundo amor que sentía por ella, toda aquella preocupación de los últimos tiempos y un poco del dolor que estaba sintiendo en esos momentos. ¿Captaría ella todo aquello? No tenía ni la menor idea, eso era lo mejor que podía hacer por aquellos momentos, tratar de alcanzarla pese a que estuvieran quizás mas separados de lo que antes hubiera esperado y además de eso, cuidarla de lo que fuera que intentara hacerle daño.

La ira le recorrió el cuerpo como antes lo hiciera el dolor. Trataban de alejarla de él porque buscaban al hijo de ambos; lo pensaba de esa manera porque para él así era. Proteger a Leigh nunca había sido tan indispensable, considerando además que a él su familia realmente no le cuido, quizás nunca le quisieron. Él no iba a ser igual, iba a luchar no únicamente por su esposa sino por aquel hijo que cargaba en el vientre. Estaba dispuesto a perder la vida por alguno y aunque deseaba preguntar de dónde es que había escapado para asegurarse, de que nadie de quienes le hicieran aquello a su esposa viviera, se contuvo. La cazadora tenía toda la razón, ella no estaba bien y lo mejor era asegurarse de su salud y descanso antes de tomar alguna medida.
Entiendo – suavizo el rostro que sentía contraído por la rabia que le atacaba en esa instantes – Pero descuide por favor, le garantizo que no dejare que nadie la toque. Ni a usted ni a su hijo, la seguridad de ambos es lo que más me preocupa a mi – su mano fue estirada en dirección a Leigh. Vio con ilusión como ella parecía confiar y estiraba la mano en dirección a la suya cuando algunas cartas cayeron al suelo. Hubiese levantado alguna si ella hubiera llevado acabo ese acto antes. Conociéndole, estaba seguro de que eran algo de suma importancia para ella así que se limito a ayudarle a reincorporarse por completo. No importaba en que situación se encontrara metida o que tan mal estuviera; su esposa era una luchadora, siempre lo supo y siempre estaría profundamente orgulloso de eso.

Asintió a sus palabras, como si de verdad fuera su sirviente. Analizo unos momentos la situación y por el cansancio y el estado de su esposa, regresar al hotel era un camino demasiado largo; sin embargo, la residencia Lezarc ya se encontraba cercana y ahí, serían mejor recibidos y atendidos. La dueña de todo aquello regresaba finalmente a casa.
Le contare tanto como busque saber, lo mejor que pueda – sonrío – Le esperan todo aquellos que le aprecian, le han buscado por tantos lugares que hasta los han olvidado – entrecerró los ojos – No, nunca supimos de su embarazo – aquello era parte de lo que más le dolía. El embarazo lucía un estado tan avanzado y él, no podría decir que tuvo la oportunidad de ver a su esposa en aquella etapa; aunque verla viva era mucho mejor – Y usted, es Leigh Lezarc y lo que le espera es su vida– nuevamente trataba de infundirle seguridad con su forma de hablar.

Sus ojos se enfocaron con preocupación sobre el rostro de su esposa y sus palabras le cayeron cual balde de agua fría. Todo estaba ocurriendo a una velocidad sorprendente. Encontrarla, la perdida de memoria, el embarazo y ahora la aparente labor de parto en la que suponía que su amada estaba entrando. Se quedo como petrificado unos segundos en los que se recomponía de las palabras y termino por acercarse a ella, pasar una mano alrededor de su cintura y sujetarle con firmeza. No sabía que tan bueno era cargarla y no quería correr riesgos.
Estamos cerca su hogar, así que estada todo bien. Respire con tranquilidad – sus pies avanzaron en automático hacía donde tenía entendido se encontraba la mansión Lezarc – Todos se alegraran de verla mucho, yo en lo personal pensé que no volveríamos a verle y… – caminaba con calma, al paso que ella le indicaba y tal como lo pedía hablaba – no sabe que tan feliz me hace poder verle nuevamente – Siempre fue bueno conversando, pero era terriblemente complicado llevarlo a cabo en esos momentos. Se esforzaba lo más que podía, diciendo sobre todo que estaban cerca, que podría descansar después de que todo eso pasara y que todo estaría bien. En el momento en que ella pregunto acerca de estar casada, soltó un suspiro. Parte de la carga que se había obligado a llevar se caía con eso – Es cierto. Usted esta casada, su esposo le ama muchísimo. Quizás no lo recuerde pero así es – le observo de reojo, preocupado por su nuevo gemido de dolor. Se acercaban a un sitio donde le indicaron girar y a los pocos metros según le indicaron estaba la mansión – Estamos a punto de llegar. Solo resista unos pasos más.

La corta distancia que les faltaba se convirtió en el trayecto más largo que hubiese imaginado jamás.
Disculpe por lo que haré – Dijo a Leigh antes de comenzar a gritar quien era y que necesitaba ayuda de todos así como un médico. Requería que alguien de la casa escuchara, apenas con que uno captara lo que decía y todo se pondría en marcha, todo estaría bien. Grito una y otra vez, hasta que pudo notar algo de ajetreo – Ya vienen – susurro y le dirigió una sonrisa. Aún con todo aquello que ocurría, Leigh seguía siendo la mujer más hermosa que viera jamás.


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Mensaje por Leigh Lezarc Dom Oct 05, 2014 12:41 pm

"No puede construirse una felicidad sino sobre los cimientos de una desesperación"

Caminar nunca le supuso un esfuerzo a Leigh, pero era diferente cuando el peso que cargaba consigo era mayor a las fuerzas que tenía. Los pies le dolían pero había dejado de prestarles atención en cuanto sintió las punzadas en el vientre. Ya no tenía cabeza para pensar en ella, sólo le importaba su hijo.

El “desconocido” le inspiraba confianza y volcó su esperanza en él porque no tenía en donde más hacerlo. La desconfianza que la caracterizara meses atrás había desaparecido con su memoria y ahora sólo buscaba ponerse a salvo. Esperaba que su hijo no naciera ese día, no hasta estar completamente segura y tranquila sobre su futuro. Ryley hablaba seguro, como si cada frase que dijera representara un juramento. Si trabajaba para su familia, no le cabía duda de la fidelidad de aquél hombre. Como era de esperarse, Leigh no reparaba en nada dos veces, no hacía conjeturas ni analizaba demasiado las palabras ajenas como sí pudiera hacer en otro momento. Confiaba, ponía su vida en manos del otro y avanzaba con toda su entereza para estar bajo techo.


–Leigh Lezarc– repitió –El hombre que me ayudó a escapar me dijo mi nombre. Mató al que me tenía– “y yo maté a uno más, o una más” pensó, pero no lo mencionó –¿Y si ese hombre era mi esposo? Le diré de donde venía, por favor búsquenlo después. No sé quién era pero se quedó adentro.– suplicó en medio de la confusión. Ella le alcanzó a ver el rostro a quien le había ayudado, era un hombre muy blanco y de ojos azules. Alto y de complexión fuerte y en apariencia de unos treinta y cinco años o quizás menos. No necesitaba describirlo, seguro cualquiera le reconocía. Pero si lo encontraban se iban a llevar la sorpresa de sus vidas, aquél de quien hablaba Leigh se consideraba muerto desde hace casi diez años y en efecto, también era un Lezarc.

Intentó respirar con calma, como él le instaba. Contenía los gemidos de dolor y se obligaba a calmarse a toda costa
–Gracias por encontrarme– dijo como si no se le ocurriera otra cosa. Él confirmó lo de su esposo y el hecho que dijera que la amaba la reconfortó. No sabía quién era, pero eso le garantizaba a ella que cuidaría al bebé. Aunque ¿Si no sabía del embarazo cómo iba a saber que era suyo? Si estaba encerrada podía ser de cualquiera, por eso se vio en la imperiosa necesidad de aclarar algo a su acompañante que sirviera a futuro –Voy a decirle un par de cosas porque no sé si vaya a vivir– las palabras le sonaron entrecortadas, aquello realmente le dolía –Cuando desperté y estaba encerrada, el hombre que me tenía me dijo a los pocos días que dos corazones latían dentro de mí. Ellos me llevaron así, pero nadie me tocó en estos meses– tomó aire de nuevo mientras él le decía que estaban cerca –No sé si tengo padres o hermanos, sólo sé que tengo un esposo y usted dice que él me ama. Cuando le vea, entréguele esto, por favor. Son las cartas que escribí para mi hijo– sintió mientras hablaba que no sólo se le destrozaba la columna por el dolor sino también el corazón –Si muero, prométame que buscará a mi esposo y le dejará al bebé. Se lo suplico, Ryley– cerró los ojos con fuerza y fue entonces cuando él gritó por ayuda. Habían llegado.

****

Una mujer salió corriendo y un par de hombres detrás. Miraron a Ryley con sorpresa y abrieron de inmediato
–¡Señor, la ha encontrado! – Leigh empezaba a dejar de ser del todo consciente pero la voz esperanzada de la mujer le impartió alivio de nuevo. Jamás notó que le llamaba Señor a Ryley, pero lo recordaría luego, cuando el aire volviera a llenarle los pulmones adecuadamente. Acto seguido la mujer gritó –Santo Cielo ¿Está embarazada? – le preguntó ella a Ryley sin ocultar la sorpresa de su rostro –Niña, llama a tu madre, ella sabe de estas cosas y la Señora está muy mal. ¡Anda, corre y prepara todo en la habitación principal–  instó la misma mujer y una jovencita de unos catorce años salió corriendo. Se oían murmullos de preocupación. Leigh no podía ni mirarlos, pero sentía todo. Avanzó y escuchó una puerta cerrarse tras de sí. –Tómenla en brazos con cuidado, casi ni puede caminar– indicó la mujer y Leigh fue tomada en brazos como ella indicó. Sintió como subían escaleras y la depositaban sobre una cama. Mantenía los ojos cerrados y escuchaba las voces pero ninguna era la de Ryley. Por algún motivo que no sabía explicar, no quería hablarle a nadie más.

Luego las voces masculinas desaparecieron y sólo se escuchaban mujeres. Le hablaban y ella hacía lo que le pedían. Se dejó examinar por una y el alivio le volvió al corazón
–No vas a tener el bebé ahora. Las contracciones van a pasar y seguro te duele así porque estás cansada. Vamos a darte un baño con agua caliente para relajarte y luego tomarás algo para calmarte y dormir ¿De acuerdo? – ella asintió, la mujer de edad avanzaba que le hablaba lo hacía con tal cariño que era imposible decirle que no a nada.

Con cuidado la ayudaron a levantar de la cama, la desnudaron y la ayudaron a entrar en una bañera y la temperatura del agua la relajó a tal punto que hasta el bebé dejó de moverse. Ella permanecía en silencio, no quería decir que no los reconocía y quería evitar las preguntas. Con sumo cuidado le quitaron la sangre y la tierra del cuerpo y mientras le bañaban los negros cabellos la mujer volvió a hablar
–Creo que será un niño, por la forma de tu vientre casi lo apuesto– Leigh suspiró –Me encantaría– le respondió por mero respeto en un susurro que la volvió a llevar a enmudecer, realmente estaba exhausta. –Ve a preparar un agua de hierbas para aliviarla y dile al Señor que pronto la tendremos lista. Dile también que ya está mejor y que el bebé no llegará ahora– indicó ella a alguien en quien Leigh no reparó pero cuyos pasos escuchó alejarse. –¿Qué Señor? – preguntó de pronto Leigh abriendo los ojos y mirando a la mujer que hizo un gesto de sorpresa en el que no cabían dudas. –No te preocupes mi niña, ya hablarás con él. Ahora ven, voy a secarte y a curarte los pies, están destruidos– ayudó a levantar a la cazadora y a salir de la bañera. Le secaron el cuerpo y los cabellos, le ayudaron a vestir con una especie de bata de seda que hacía ver su vientre más redondo. La peinaron, sanaron sus pies y vendaron un poco y la ayudaron a meterse bajo las sábanas. –Siéntate, ya te traen algo que te quitará el dolor. Aunque se ve que el agua ha hecho lo suyo. Necesitabas calmarte, ya estás bien, estás en casa, Leigh– le sonrió con tal afecto que Leigh se quedó mirándola durante un rato –Gracias– respondió –No tienes porque, cariño. Ya te traen tu té– acto seguido la mujer le besó la frente y se retiró con las otras mujeres cerrando la puerta tras de sí.

*****


–Ryley– dijo afuera la misma mujer –Sé quién eres pero no me conoces. Yo soy Lilian, la tía materna de Leigh. Ella ya está bien como seguramente te dijeron. No tendrá al bebé hoy pero a leguas se nota que no recuerda nada. No me reconoció a mí y cuando dijimos que le avisaran al Señor, ella no supo a cuál. Está en su cama ahora y beberá algo que le calmará los nervios y la ayudará a dormir. Alguien debe quedarse con ella porque está muy débil y el parto puede ser en cualquier momento. Puedes entrar a verla, sé que sabrás manejar esto mejor que nadie. Es un gusto conocerte, sobre todo sabiendo que la has encontrado– aquella mujer se había ido hace mucho tiempo y había servido como enfermera en guerras. Sabía lo que hacía y quería a Leigh. No era una Lezarc, obviamente, tampoco tenía derecho a ninguna propiedad allí pero había vuelto para ayudar a buscar a su sobrina. Lilian tampoco había heredado la sangre mágica y era completamente humana. Como se notaba, era buena mujer. –Ahora, si me disculpas voy a ir a limpiarme. Ah mira, ya traen el té ¿Se lo quieres dar tú? Quizás ella quiere preguntar un par de cosas y es mejor que tú las respondas, yo iré de paso a poner al tanto a todos para que no la presionen ahora. – sonrió a Ryley y acto seguido, se retiró.



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Mensaje por Ryley Lezarc Dom Oct 05, 2014 9:50 pm

Si la quieres, tienes que encontrar el modo de estar con ella. Es así de simple.
Nicholas Sparks


No tenía la menor idea de quien podría haberla liberado y dicho su nombre. Pese a eso, estaba terriblemente agradecido con quien fuera y las razones que tuviera eran lo de menos; le había dado nuevamente a su esposa, aunque ella no recordara que era precisamente él su esposo.
Quien le ha rescatado nos ha hecho muy felices entonces pero – le miro con una tenue sonrisa en el rostro – Puedo asegurar que quien fuera el que le salvo, no es su esposo. Él se encuentra en otro lugar, es imposible que fuera a su rescate ya que no sabíamos donde se encontraba usted – Tendría más tiempo para preguntarle la descripción de aquel que la salvara, creía que era necesario agradecer a quien fuera por ayudar, si es que podía encontrarlo pues las palabras de Leigh sobre que había asesinado a quien la tenia presa, descartaban en gran medida que fuera a dejarse encontrar. Lo más posible era que el rescatador misterioso continuara de esa manera mucho tiempo – Y si ese hombre ha matado a alguien, estoy completamente seguro de que se encontrara a salvo; igual, si eso le hace feliz, iré a buscarle después – haría todo cuanto ella pidiera, permanecería a su lado si se lo pedía, se desaparecería de su vista si eso deseaba. No quería hacerla infeliz en ningún momento, la amaba más que a nada y por ella era capaz de cualquier cosa.

Él no le había encontrado, pero no le llevo la contraria. Desde el punto de vista del ahora Lezarc, ambos se encontraron cuando nuevamente más se necesitaban, justo como la primera ocasión. Existían varias diferencias, pero era una situación bastante parecida. Leigh claro, se mantenía consciente del todo, tal vez demasiado consciente de todo lo que estaba ocurriendo pues sus palabras sobre que no sabía si viviría lo incomodaron. Le miro unos instantes con el dolor nuevamente amanerando con hacerse notar y solo acertó a hacer un movimiento con su cabeza para decirle que estaría escuchando todo. Por más doloroso que fuera todo, necesitaba sacar fuerza de donde fuera y no darle preocupaciones a su esposa que pudieran alterarle pues ya de por si, se notaba que le costaba hasta respirar.

No sabía que sentir cuando ella hablaba. Todo lo que ella decía le provocaba nuevamente querer abrazarla; a su manera, Leigh trataba de decirle que nunca había pasado nada con nadie más que con él y que por ende, el bebé en su vientre era suyo. Mentiría de decir que no le satisfacía saber que ambos serían padres, aunque ella no recordaba nada y creía que no sobreviviría.
Prometo que se las daré, pero no se de por vencida nunca. Piense en todo lo que necesita saber aún sobre usted. Piense en su hijo y en su esposo, aunque no le recuerde – sonrió – Le aseguro de verdad que la ama, usted no tiene idea ahora de cuanto – continuaban andando entonces, mientras de la garganta de Ryley fluían gritos orientados a pedir ayuda para su esposa. No le interesaba si ahora se enteraba de que era su esposo, deseaba verla sana y salva; que le aseguraran que su esposa iba a vivir y que el bebé de ambos estaba a salvo. Ya no tenía únicamente dos personas por quien velar y cuidar; ahora tenía tres, y una de esas personas era terriblemente vulnerable.

Pudo notar como sus gritos dieron frutos y los residentes de aquella mansión venían a su auxilio.
Estamos en casa, Leigh – susurro para después prestar atención a lo que la mujer que salía a su ayuda junto con un par de hombres le decía. El cuerpo de Leigh a su lado se notaba más pesado cada segundo que pasaba y supo que comenzaba a perder la consciencia – La encontré, sí, pero necesita atención ahora mismo – los hombres se aproximaron más y con cuidado tomaron a Leigh, para andar todos a más velocidad al interior de la casa – Respecto al embarazo, creo que ella siente que esta por tenerlo así que debe ser revisada rápidamente – La casa parecía estar en completo caos; la voz se extendía con rapidez y todos comenzaron a ir de un lado a otro para preparar todo lo que su señora pudiera necesitar. Él no sabía exactamente que hacer y cuando trato de seguir a todos a la habitación donde tendrían a Leigh, la mujer que saliera antes a su encuentro le detuvo.
Quizás debe esperar un poco, solo mientras le revisan y sabemos que pasara. Después de todo, también necesita calmarse – le miro con cierto cariño y ante esa clase de cosas Ryley no podía negarse.
Esta bien, pero avisen de cualquier cosa que pase – Era cierto que él mismo necesitaba encontrar de nuevo un estado de calma. Asimilar todo cuanto pasaba.

Busco un lugar solitario, se sentó en un pequeño sofá y se dedico entonces a leer las cartas que ella le diera. Eran suyas después de todo y eso distraería su mente, le ayudaría a comprender que era lo que había vivido su esposa y le acercaría mucho más a ella nuevamente. Con calma leyó cada una de las palabras, dirigiendo cada pensamiento de Leigh, cada una de las cosas que ella tenía para decirle al hijo de ambos. Su esposa era fuerte, había tolerado mucho tiempo encerrada, desconociendo todo y aferrada únicamente a la idea del bebé que cargaba en su interior. Suspiro. Nunca hubiera podido enamorarse de una mejor mujer que ella de eso estaba completamente seguro, darle su corazón y su amor era lo mejor. Interrumpieron sus pensamientos y lectura, cuando le informaron que la cazadora estaba bien, que no estaba en trabajo de parto y que todo estaría bien. No tenía porque temer.

Tardo un rato en llegar hasta él una mujer que se presento como Lilian y a la cual le dedico una sonrisa cordial.
Es un placer conocerle. Gracias por estar aquí – asintió a cuando le dijo que ya debía conocer el estado de Leigh – Ya había notado que no recuerda nada y ella misma me lo confirmo, así que es normal que no sepa quienes somos o donde esta si quiera – sonrió – Yo me quedare a cuidarle, quiero estar cerca de ella así que no deberían preocuparse por nada, al menos por ahora. Ella esta segura de que algo malo le pasara cuando sea momento del parto y por eso es que no le dejaría sola. Gracias de verdad por todo – hizo una ligera reverencia a aquella mujer – Y más bien, Leigh y yo, nos hemos encontrado – respondió contento de poder decir aquello a alguien. Más sabiendo que la mujer que se encontraba frente a él, quería tanto a su esposa – Sí, yo se lo entregare así que puede ir con calma y descansar; yo permaneceré al lado de ella tanto como sea necesario – Su cuerpo ya no servia como cuando era cortesano, pero sin duda alguna sospechaba que podría mantenerse despierto aún por varias noches, con más razón si era para cuidar de Leigh.

Cuando la tía de su esposa se retiro, observo en dirección a la niña que antes había hablado a todos acerca de la presencia de la cazadora en aquel lugar. Llevaba una pequeña bandeja con el té que llevaría a su esposa y después de darle las gracias a la niña que se fue rápidamente, suspiro. Sus pasos le guiaron hasta la habitación donde estaba Leigh y después de tocar para avisar su entrada, hizo acto de aparición en aquel cuarto. La vio en la cama y pensaba que estaba en un sueño, finalmente su amada estaba de regreso en casa.
He traído el té que le prepararon – se acerco hasta ella – ¿Cómo se encuentra? ¿Hay algo más aparte de traer el té que pueda hacer? – Se notaba ligeramente más recompuesta de como le encontrara y eso lo alegraba y tranquilizaba infinitamente.


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Mensaje por Leigh Lezarc Lun Oct 06, 2014 12:28 pm

"Dónde estás que no me encuentro"

El que la había liberado no era su esposo, a alguien en casa le llamaban “Señor” y ella no sabía si era el dueño del lugar, su padre o quizás su esposo que no había hecho acto de presencia en todo aquél tiempo. ¿Si la amaba tanto por qué no aparecía? Leigh quería verlo, la necesidad de conocer quién era ella realmente y todo lo que eso implicaba no abandonaban su mente, menos ahora que se sabía en casa, que estaba cómoda como no recordaba y se sentía tranquila en medio de las atenciones y sobre todo por la ausencia de los dolores tan fuertes que sentía cuando recién apareció en lo que creía su casa. Para ella no existía una vida en París, ni siquiera sabía que estaba en Lyon, sencillamente pensaba que todo debía de estar en el mismo lugar aunque nadie le dijera quien era quien. Ryley le había dicho trabajar para la familia y nada más. Pero ¿Qué familia si nadie había mencionado parentesco alguno?

Después que pidió que entregaran al bebé a quien fuera su esposo, no pudo decir nada más, el dolor no se lo había permitido y hasta ahora al estar sola en la habitación sabía que podía hablar de nuevo ¿Quién era entonces quién la había salvado? Quizás si preguntaba quien faltaba en casa podría saberlo. En cuanto alguien hiciera acto de presencia se lo preguntaría. Aquél hombre de ojos claros había matado a su principal captor pero dijo que había otros. Leigh deseaba que estuviera bien, quería verlo de nuevo, fuera quien fuera. Tenía demasiado que agradecerle.

La cama en la que estaba tenía sábanas de seda como a ella le gustaba. El lugar estaba completamente equipado con sus gustos y varias de sus cosas y se sentía bien. Adolorida y cansada continuaba, pero el nivel era muy diferente. Bostezó y cerró los ojos por un momento a la par que acariciaba su hinchado vientre. Acariciaba de ese modo a su hijo como si le dijera que todo iba a estar bien, que ya estaba a salvo y que incluso con nuevas energías podría permanecer con él luego del parto. Esa noche dormiría por horas, seguramente. Las almohadas estaban hechas de pluma y no había lugar más confortable para estar. Suspiró y sintió que empezaba a quedarse irremediablemente dormida hasta que tocaron a la puerta y acto seguido se abrió.

Leigh abrió los ojos, era Ryley de nuevo. Era agradable verlo, finalmente había sido él quien la llevara de regreso a casa.
–Gracias– acomodó los brazos a los costados a modo de apoyo y se sentó un poco mejor sobre la cama para poder tomar el té con absoluto cuidado. –Ya me siento mucho mejor. Incluso ya no me duele tanto como antes– tomó la taza de té con el plato bajo ella y tras soplar dio una probada –Sabe muy bien– era una bebida simple, pero en el tiempo que estuvo encerrada no probó algo que le supiera de ese modo. La comida que le preparaban era insulsa y apenas preparada por obligación para no dejarla morir. Pero ese té a pesar de ser algo sencillo, le resultaba absolutamente delicioso –¿De qué es? No recuerdo haber probado algo que me gustara tanto– apoyó la taza en el plato y se quedó mirando a Ryley un momento –Ya ha hecho demasiado y estoy muy agradecida. Quiero preguntar muchas cosas, pero no sé qué tan fuertes puedan ser las respuestas. Ya no puedo estar más nerviosa de lo que estuve pero quiero que mi bebé esté bien. Dijo la mujer que me arregló que cree que será un niño– Suspiró. Era increíble que lo único que mantenía Leigh, era ese hecho de no sonreír para nada. Era como si estuviera tan marcado en ella como el hecho de poder hablar en francés.

Bebió de nuevo de su té y guardó silencio por un momento, sopesando si realmente quería preguntar todo ahora. Pero seguramente no podría dormir en paz sin saber. Quería dejar de sentirse sola como en todos esos meses. Necesitaba sentir apoyo para poder traer ese bebé al mundo. Ella no sabía ser madre y no sabía quién era nadie y, en esa medida, cada pregunta en su mente se tornaba absolutamente necesaria
–¿Puedo preguntarle a usted? Quiero saber dónde están los que me esperaban. Todos vienen y se van, pero nadie se queda. Son como la mujer que me llevaba la comida y se iba. Son más amables aquí, pero al final es como si no pudieran decirme prácticamente nada. Estoy demasiado confundida– la voz parecía un susurro, hablaba suave e intentaba que fuera con cuidado, pero había dicho todo como lo sentía pese a su intento de sutileza –¿Se irá también usted, Ryley? – preguntó casi desanimada al verlo sólo parado ahí, manteniendo esa cortés y fría distancia a pesar que había sido alentador minutos antes. –Han mencionado a alguien como "El Señor" ¿Dónde está él, Ryley? y ¿Qué tengo que ver yo con ese hombre?–



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Mensaje por Ryley Lezarc Lun Oct 06, 2014 5:14 pm

Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste.
Stefan Zweig


Se había calmado algo, aún era incapaz de aceptar todo lo que estaba sucediendo y que de alguna manera le dejaba fuera de los pensamientos de Leigh. La vida juntos era algo diferente a lo que fue antes, lo supo no porque le amara menos, de hecho lo hacía mucho más, justo cuando pensaba que amarla más le eres imposible. Lo que cambiaba todo era que no lo recordara, que estuviera ahí pareciendo ser la misma de siempre pero sin recordar ningún rostro; para su esposa todos significaban lo mismo, hasta el de su propio esposo era una nada carente de recuerdos o emociones que pudiera evocar al mirarlo. Se dijo a si mismo que eso no importaba, que de alguna manera u otra volvería a entrar en la memoria de ella, ya fuera tanto si recuperaba las pasadas como en nuevas. Solo existía una espina de duda que no dejaba salir del todo, de hecho, le tenía abandonada y sin prestarle atención alguna porque esa espina podía ser lo que más dolor le causara en la vida. Si su amada Leigh no le recordaba ¿Volvería a amarlo?, las palabras de la tía de su esposa sacaron esa duda por una fracción de segundo, en la que rápidamente volvió a enterrarla. No era momento de pensar de esa manera.

Después de que se le permitiera ver a su esposa, sabía que no existía fuerza que le alejara de su lado a menos que ella se lo pidiera directamente. Leigh era la única que podía influir tanto en él, fuera de ella no existía nadie más pues ni siquiera a su propia hermana que permanecía en París le era tan devoto ya. Fue hasta los aposentos de su esposa con la finalidad de llevarle un té y responder a sus dudas, que seguro serian muchas.
Me alegra escuchar eso – la contemplo con cariño, con la tranquilidad además que le brindaba su presencia finalmente de regreso en el hogar – así como también escuche que su bebé no nacera hoy, ya puede estar mucho más tranquila de eso– le sonrió mientras bebía un sorbo de té – Se lo han preparado de manera especial, hace tanto que no le preparaban algo que todos estaban de un lado a otro. Si tan solo pudiera escuchar como se pusieron todos cuando llego usted – Aún había algo de movimiento, los sirvientes se encontraban a la expectativa de lo que pasaba con su señora, pero ninguno quería incomodarle con su presencia, más que ahora todos se habían enterado de la falta de memoria de ella sobre cada uno de los que vivían en aquel lugar. La pregunta sobre el té le hizo enarcar la ceja y negó suave – No tengo ni idea del sabor que tiene. Me han dicho que si podía traerlo y lo hice, no repare en preguntar el sabor – Se sentía como un idiota en esos momentos, haber olvidado algo tan básico como preguntar eso, todo por la prisa que llevaba por verla de nuevo y saber que no estaba soñando.

Siempre podré hacer algo más por usted y no debe agradecerme – Él era quien agradecía que nuevamente estuviera a su lado. Permanecía tan cerca de ella como le parecía prudente, escuchando atentamente a cada palabra que saliera de sus labios, dispuesto a resolver sus dudas aunque las mismas lo destruyeran lentamente – Buscará saber todo cuando este lista, no se apresure si por el momento se encuentra bien como esta – le tranquilizo. Alterarla era lo ultimo que buscaba, pero cuando dijo que el bebé sería niño, sonrió. Cuanto deseaba poder tocarla, recorrerle el vientre y sentir como una nueva vida estaba ahí dentro; el hijo de ambos, que seguramente sería perfecto como su madre. Se quedo ahí, inmóvil a su lado porque le daba el tiempo justo para que analizara si existía algo que deseara saber o si quería descansar. Igual, iba a mantenerse a su lado tanto tiempo como fuera necesario, velando el sueño de su amada cazadora.

Finalmente algo en ella pareció decidirse y las palabras fluyeron de los labios de la cazadora. Se notaba su confusión en la manera en que hablaba, no era necesario que se lo dijera pues él la conocía.
Bueno, la gente de aquí le aguardaba y más gente en otra ciudad lo hace también. Necesita comprender que es una sorpresa para todos que este de regreso y no saben como reaccionar ante su llegada, su estado y el hecho de que sea incapaz de reconocerles. Respecto a que nadie se queda, de hecho se ha equivocado. Yo voy a quedarme – sentenció con voz firme y segura, para que no existiera la duda de que era lo que iba a hacer – No me alejare de su lado por nada del mundo y a los demás, necesita darles tiempo. Ellos le tratan como mejor pueden o como creen que es lo correcto – Ante las dos siguientes preguntas suspiro. Se alejo de su lado y fue por una silla cercana, la acerco hasta donde antes había estado. La puso lo más cerca posible de Leigh y se sentó en ella – Quien menciono “El Señor” debió referirse a su esposo y usted tiene que ver mucho en la vida de ese hombre – sonrío – Usted le hizo cambiar por completo con su presencia y él le siguió sin dudarlo ni un segundo. Él la seguiría a cualquier sitio que usted fuera, sin importar lo que pudiera pasarles – se dejaba envolver por la emoción de su amor por ella, porque si algo quería es que a Leigh no le quedara duda de su amor por ella – Él realmente le ama y al bebé – sonrió – por cierto que ya le entregue las cartas que me dio, así que debe descuidar por ellas. Están en buenas manos – Claro que lo estaban; cuidaría de esas cartas, del bebé y de ella. Siempre.


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Mensaje por Leigh Lezarc Mar Oct 07, 2014 11:46 am

"Como si nada. Como si nadie. Volver a empezar. Así se siente."

El té le resultó tan aliviante como el baño de agua caliente. A leguas se notaba que necesitaba un poco de calor y que su pequeño parecía agradecerlo quedándose tan quieto, como si durmiera. La apariencia de Leigh también se había mejorado, se notaba ojerosa y cansada, pero el baño ayudaba a darle un poco más de vida a su rostro y a sus cabellos arreglados y algo más largos que de costumbre. –Pensé que moriría hoy– confesó tras un suspiro y un sorbo más de té –Por eso me alegra que no nazca hoy. Quiero verlo y saber qué será realmente. Pero quiero vivir para cuidarlo yo misma– con Ryley podía hablar más, incluso sólo con él tenía deseos de hablar y suponía que el principal motivo era que precisamente él había sido el que la llevara de vuelta a casa. No importaba si había sido causalidad o no, el asunto es que aunque parecía frío y distante, le había insuflado el ánimo suficiente para llegar a casa y sentirse a salvo como sucedía ahora.

El sabor del té pasó a un segundo plano mientras Leigh empezó a hacer sus propias conjeturas y a dejar que las preguntas le fluyeran para empezar a formularlas a quien permaneciera más tiempo con ella.
–¿Quiénes son todos los que han ayudado? Quiero saber si tengo parentesco con alguno– lo cual en su mente tenía un “No” por respuesta. –Usted me dijo que trabajaba para la familia, pero no veo ninguna familia. Todos actúan como llevados por órdenes y nadie me ha dicho si tengo padres o algún hermano. Nadie me ha dicho que sea algo mío tampoco. He llegado a pensar que soy alguien cercano únicamente y no muy querido por los de su sangre. ¿Yo vivía realmente aquí? – las formulaciones de Leigh eran duras para sí misma, pero durante el tiempo que estuvo encerrada había anhelado sentirse bien, con alguien a su lado que le dijera que estaría ahí para ella y para su hijo. Era apenas normal, en el encierro las emociones no son las de siempre y sobre todo por la falta de memoria de Leigh. Hablaba como si necesitara llenar espacios, esos mismos que estuvieron siempre vacíos hasta que apareció Ryley.

–Casi no puedo evitar preguntar– susurró con cierto dejo de melancolía en su voz –Una pregunta me lleva a otra y a otra. Tengo la mente en blanco y hasta ahora sé que tengo algo que ver con ustedes, que me llamo Leigh Lezarc y que lo único que estoy segura que es mío es mi bebé– dio un sorbo más de té, casi terminándolo –Y el único que me ha dicho su nombre, es usted ¿Qué hace para los Lezarc? También me dijo que trabajaba para mí ¿Qué ha hecho siempre, Ryley? – pese al esfuerzo que le representó llegar hasta la mansión, recordaba absolutamente todo lo que había escuchado desde entonces. Sabía que aquél muchacho terminaría cansándose y escapando de las preguntas pero tenía que aprovechar cada minuto para aprender toda la vida que se le había perdido como agua entre los dedos. –Su rostro se me hace conocido. La voz también, debe llevar mucho aquí o quizás son impresiones mías– negó con la cabeza, terminó el té y puso la taza y el plato pequeño en la mesa de luz que se ubicaba junto a su enorme cama.

–¿Cómo empezó todo? ¿Desaparecí un día y ya? – tenía que empezar por el principio, si quería atar cabos era lo más conveniente –¿Hace cuanto sucedió? – cuestionó para darse una idea acerca de los meses de embarazo que realmente tenía. –Gracias por quedarse y por responder. Cuando se canse puede irse tranquilo ¿Sí?– Sin embargo él atrajo una silla y la puso cerca de ella, realmente iba a permanecer allí. Leigh apenas lo miró y se quedó callada por unos minutos sin saber qué decirle exactamente acerca de eso.

Lo escuchó cómo hablaba de su esposo, desde el principio le había hablado así de él, como si fuera un hombre que amara demasiado a aquella mujer a la que, según Leigh, no parecía querer ver.
–Usted y él deben ser muy cercanos. Pero no creo que me ame tanto como dice. Sé que está aquí porque dijeron que le avisaran de mi estado y usted me dice que le dio mis cartas. Pero si me amara tanto ya hubiera venido a verme. – los ojos se le llenaron de lágrimas irremediablemente, aquella necesidad de protección era inevitable para ella, sobre todo por el hecho de estar embarazada. ¿Quién era el padre de su hijo? Ella amaba al niño que crecía en su vientre, pero necesitaba conocer al hombre con el que había decidido casarse. Verlo también le permitiría hacerse una idea de cómo sería su pequeño. Eran demasiadas cosas juntas y el corazón de Leigh muy blando dadas sus circunstancias. Bajó la mirada y se deslizó un poco entre las sábanas quedando acostada. Se acomodó de medio lado, acurrucada y ubicada para poder mirar a Ryley pese a su posición y se cubrió hasta el cuello. No quería sentirse como lo hacía y cerró los ojos un momento. –No tiene que hablarme bien de él porque sea cercano. Quizás sea mejor dejar de pensar en eso. Al menos quiero creer que si me pasa algo, él podría cuidar de mi hijo. Puede irse a descansar Ryley, creo que empiezo a preferir no preguntar nada y pensar cómo puedo continuar respirando para asegurarme yo del bienestar de mi bebé– explicó cuando en realidad tenía ganas de llorar hasta quedarse dormida. Era una sensación terrible y la sensibilidad propia de su embarazo no ayudaba con nada. El vacío continuaba, la angustia de su futuro seguía siendo un sin sabor que le daba vueltas en la cabeza y el pasado borrado aparecía tan duro que le daba a entender que no había sido una persona muy grata. Tal vez la quisiera la mujer que la bañó y le besó la frente, pero en cuanto a los demás, eran un frío generalizado que se limitaba a atenderla y a desaparecer.



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Mensaje por Ryley Lezarc Mar Oct 07, 2014 4:59 pm

Tenías todo ese mundo nuevo que se te ofrecía y me mirabas fijamente, como si un hilo invisible uniera nuestras miradas.
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Estoy seguro de que podrá cuidarlo, han resistido tanto que un poco más será nada en comparación con eso y no debería pensar más en la muerte, eso esta aún muy lejos de usted o del bebé – Sonreía de una manera casi imperceptible cada vez que mencionaba aquella palabra que hasta hace una horas dudaba mencionar pronto. El mundo había cambiado al encontrarla, pero dio un giro completo al saberla embarazada. Una nueva gama de posibilidades se abría frente a ambos, pero con todo y eso, Ryley continuaba temiendo. El miedo le impedía actuar de una manera mucho más cercana con su esposa, precisamente porque no quería alterarla, ser tan impulsivo cuando en su garganta debía contener las palabras que indicaran que él era su esposo.

Bueno, si quiere saber el nombre de cada una de las personas que le han atendido y que están en esta casa – río – creo que lo mejor sería que cada uno viniera a presentarse directamente. Soy malo haciendo presentaciones de otros y más cuando esas personas se encuentran ausentes, no me creo lo suficientemente capaz como para describirlos y que sepa a quien me refiero cuando mencione algún nombre – se detuvo un segundo a analizar si es que debía decir que la mujer que antes había estado con ella era su tía. Se contuvo, pero igual hablo – Tiene parentesco con una mujer, los demás son gente que trabaja para los Lezarc. Trabajan para usted – Continuaba manteniendo al margen de todo, como si tratarse el mismo como un Lezarc le estuviera prohibido en esos momentos. Suspiro porque las preguntas que Leigh generaba quizás tuvieran respuestas que ella no esperaba pero presentía. No deseaba ser en parte el proveedor de las desgracias pese a que ella le hubiera contado sobre su familia y sobre ella misma hacía tanto – Respecto a sus padres, no, ellos están muertos y no tiene hermano alguno. Usted es la única Lezarc que queda y no vivía exactamente aquí. Su hogar se encuentra en otro lugar, pero esta es la casa en la que usted nació y vivió algunos años – Trataba de que sus palabras fueran las certeras para resolver parte de sus dudas, permitiendo que se crearan nuevas o que fueran tan precisas que ella no llegara a preguntar más, aunque sabía que eso sería imposible. Podría pasar toda la noche hablando con ella, resolviendo sus dudas y cuidándole. Leigh solo necesitaba hacer acto de presencia para que él se quedara cerca de ella, tal cual ocurrió cuando le fue permitida en un inicio la entrada a la mansión en París.

Era difícil para Ryley mantenerse al margen cuando lo que quería era estar tan cerca de ella, besarla y saber que realmente era ella la que estaba ahí. Cuando necesitaba su cercanía, el contacto de su mano con la de ella y la mirada de su esposa sobre la suya.
No hay problema alguno con que pregunte, yo estoy encantado por responder sus dudas – le miro con sinceridad, porque era cierto todo cuanto le decía. Estar con ella era magnifico aunque las respuestas que fuera a recibir podrían dejar a Leigh entristecida. Desvió la mirada cuando las preguntas volvieron a aparecer, esta vez orientadas a conocer sobre él. Hasta ese momento no había pensado en que era lo que debía responder a si ella le cuestionaba de esa manera así que lo que salió de sus labios era más que nada una evasión – Lo que hago aquí es algo realmente complicado de explicar. Diría que, administrar. Aunque creo que debe tener otras cosas sobre las cuales quiera saber que mi itinerario laboral – volvió a mirarle – es muy aburrido, se lo aseguro – Lo que no se había esperado ni un millón de años fue el nudo en la garganta y la opresión mayor que sintió en el pecho cuando ella dijo que le parecía de alguna manera vagamente, familia. Una enorme sonrisa le ilumino todo el rostro; juraba que de poder verse debería tener la sonrisa de un completo idiota enamorado, pero al final de todo, era cierto que era un hombre enamorado.

Las preguntas sobre el inicio de todo le trajeron los recuerdos de la desaparición de ella. Torció los labios denotando un poco de la incomodidad que pensar en la ausencia de ella significaba pero se dispuso a hablar, optando también por acercar la silla hasta estar más cerca de ella pues aquel interrogatorio daba pinta para ser largo.
Descuide, no me canso fácilmente; puedo soportar mucho tiempo despierto – tomo aire entonces e inicio el relato que buscaba saciar parte de las dudas que su esposa tenía – Un día simplemente nos vimos privados de su presencia, creímos que tendría asuntos que atender y regresaría pronto – entrecerró los ojos, evocando aquellos recuerdos. Veía todo en su mente y hablaba un tanto ausente – Pero no regreso, comenzamos a preocuparnos e iniciamos la búsqueda. Seguimos el rastro de sus movimientos hasta que ese rastro se perdió y – suspiro pesadamente, como si nuevamente se diera cuenta de las cosas a medida que sus recuerdos pasaban – nos dimos cuenta de que nada estaba bien. Estaba perdida y no teníamos ni idea de su paradero. Nunca lo tuvimos hasta que la encontré – Volvió al momento, a esa realidad en la cual estaba Leigh presente y no era simplemente una de sus pesadillas nocturnas en las que no la alcanzaba por más que tratara. Ahora su esposa estaba tan cerca que de estirar la mano podría tocarla y cerciorarse de ello – Hace cerca de 8 meses fue cuando desapareció – sabía incluso la fecha exacta, pero decirlo era irrelevante en esos momentos.

Empuño las manos. Había sido un idiota al no decirle quien era desde el primer momento, pero como no sabía la manera en que reaccionaria, actúo de la manera que creyó más prudente y eso había llevado a su amada cazadora a pensar que a él no le interesaba en lo más mínimo. Los ojos de su esposa se llenaron de lágrimas y de nuevo tuvo el impulso de acercarse hasta ella y cubrirle de una manera protectora pero ¿Cómo protegerla si él era quien causaba ese dolor? No había podido responder de ninguna manera porque le era imposible formular una manera de hacerle ver cuanto la amaba sin terminar por aceptar que era él su esposo. Su mirada se posaba dolida sobre el cuerpo de la cazadora, que se cubría cada vez más protectoramente. Era ten vulnerable en esos momentos que hasta los intentos que hizo de protegerla de lo que le resultaba desconocido habían terminado por dañarle. Suspiro y negó suavemente.
No voy a irme, voy a quedarme aquí tanto tiempo como sea necesario – Ella sufría por la “ausencia” de su presencia y él también por no mostrarse como quería, así que, ocultarse más tiempo no tenía caso alguno. Se saco el anillo de bodas y con suavidad se levanto, únicamente para sentarse con cuidado en la cama, mucho más cerca de ella que antes. Acerco una de sus manos al rostro de Leigh y le delineo la mejilla mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios. Estar cerca de ella siempre le calmaba los nervios, incluso en momentos como ese en que debía revelar la verdad a ella misma – La ama, eso téngalo por seguro y no es que quiera hablar bien de su esposo porque seamos cercanos, cosa que si somos. Más cercanos de lo que usted cree en estos momentos – alejo la mano de ella y se quedo mirándola fijamente. Sujeto el anillo con firmeza y después se lo mostró a Leigh – Nunca antes había creído que las alianzas matrimoniales tenían realmente importancia o sentido, eran un simple objeto que bien podía retirarse o dejarse y nada cambiaría; pero estaba equivocado, siempre dejan una marca – estiro la mano para que se notara el circulo en su dedo, lugar donde antes había estado el anillo – pero es una marca que da gusto llevar cuando te das cuenta de que amas a la persona que usa la alianza que va a juego. Este anillo es de su esposo – le sonrío con culpa por haberle mentido desde un inicio, aun sosteniendo aquella prueba ante los ojos de Leigh – este anillo, es mío – y volvio a colocarselo en el dedo, justo en el lugar al que pertenecía para después mirarla una vez más fijamente – Te extrañe, Leigh – dijo finalmente, esperando su reacción.


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Mensaje por Leigh Lezarc Jue Oct 09, 2014 7:57 pm

"Aunque muriera, tendrías una parte de mí. Eso siempre fue así."

Ryley tenía razón, habían soportado mucho para llegar a ese punto. Habían sido meses de escasa comida, falta frecuente de sol, poco ejercicio que había hecho a Leigh menos ágil que de costumbre y además el sólo hecho de estar encerrada en condiciones que afectarían la mente de cualquiera. Incluso si la persona en cuestión había perdido la memoria como era el caso de ella. Justo antes de escapar le habían dicho que el bebé estaba bien y lo atribuía a ese extraño comentario de su captor que decía escuchar el corazón del pequeño. La cazadora se aferraba a esa idea. Lo que más quería era que su bebé naciera bien, más allá de lo que pasara con ella.

–Entonces deben ser más de los que imagino. Del modo en que lo dice supongo que son demasiados ¿Verdad? – era una casa enorme, en teoría podía ser habitada por muchos y mantenida por otros tantos. Sin embargo no era necesario para Leigh conocer a todos los que laboraban allí, sólo necesitaba saber acerca de los realmente cercanos. Por suerte no necesitó preguntar, aunque era increíble que de tantas personas sólo tuviera que ver con una. –¿Es la mujer vestida de celeste? – preguntó haciendo referencia a quien la había revisado, arreglado y besado la frente, puesto que era la única que se había mostrado a su modo cercana. –¿Qué parentesco tiene ella conmigo? – supuso que no podría ser su madre, por algún motivo, pero podía ser cualquier cosa. –Ahh– fue todo lo que dijo con respecto a que sus padres estaban muertos y de hecho no sintió una pena por lo que decía ¿Cómo podría dolerle la muerte de alguien a quien no recordaba? Sin embargo se sentía un vacío enorme al apagarse la luz de su esperanza. Todo continuaba pareciendo demasiado lejano. Respecto al lugar donde vivía no tenía sentido preguntar porque no lo recordaría. Eso sí, esperaba que fuera muy lejos. –¿Cuándo desaparecí estaba allá? – se le ocurrió preguntar como si en su mente fuera tejiendo de cualquier manera una red para mantenerse segura o alerta ¿Habría realmente a dónde escapar?

–¿Aunque sean muchas?  No sé cuántos años tengo y quizás sea lo equivalente a ello lo que quiero preguntar– ese fue el modo de aclararle que era demasiado lo que podría durar cuestionando, serían horas y horas y aun cuando creyera terminarlas, volverían. Él no tenía por qué quedarse, según Leigh y en esa medida partiría más temprano que tarde, sin mencionar el cansancio que sentía ella y que pasaba a un segundo plano por su necesidad de conocer, de conocerse. –Ni siquiera sé cómo luzco– manifestó en voz alta algo en lo que acababa de reparar. –Entonces supongo que usted es importante aquí. No necesito demasiado, sólo lo básico me basta mientras intento aprender todo ¿Alguna vez tuve problemas de memoria? Cuando escribí mientras estaba encerrada lo hice porque quizás sea algo frecuente en mí, pero era sólo una de mis tantas suposiciones– él explico lo necesario y aunque ella no estaba muy segura en ese momento de lo que hacía un administrador, prefirió no ahondar en algo que podría observar mejor después. Además esa sonrisa que había emitido él, bastaba para que ella solamente lo mirara y no quisiera preguntar nada mientras le durara aquello. En cuanto ella se dio cuenta de aquél detalle, retiro de inmediato la mirada.

La distancia disminuyó y Ryley se acercó más, como si lo que fuera a decirle pudiera ser aún más delicado de lo que ya venían conversando.
–Debe ser muy tarde, pero mi concepto del tiempo es muy malo, donde estaba no habían ventanas y nunca supe si era de día o de noche. Hasta que en los últimos meses me sacaron un par de días al sol, decían que era importante para el bebé. Me amordazaban, pero igual podía ver algo de luz– suspiró –Sólo entonces podía saber si era de día o de noche– explicó con la mirada en cualquier parte, hablando como si necesitara contar todo para quitarse un peso de encima. Ya no se podía hacer nada, pero en el encierro le habló a su vientre siempre. Lo demás fueron silencios que le hacían más pesada la supervivencia. –Ha sido mucho tiempo y entiendo que estoy a días que tener a mi bebé conmigo ¿Verdad? ¿Sabe hace cuanto estoy casada? ¿Tengo más hijos? – eso le preocupaba, tal vez era muy poco tiempo para recuperarse como debería para sobrevivir a algo como un parto. La mujer obesa que la alimentaba le decía un par de cosas sobre partos pero al final fue más el temor que le infundió que cualquier otra cosa. Era bueno saber que la habían buscado, eso significaba que les importaba y eso mermaba un poco la sensación anterior.

Cuando sintió su mundo terminar de desmoronarse pensó que Ryley se iría, pero a pesar que Leigh cerró los ojos para disimularlo, él seguía allí. Lo sintió levantarse en algún momento, pero a diferencia de lo que creyó, Ryley se sentó junto a ella en la cama y Leigh abrió de nuevo los ojos, mirándolo sorprendida mientras él le acariciaba la mejilla y sonreía de nuevo pero de una manera distinta, una manera que ella no se supo explicar. Se reincorporó con dificultad en la cama hasta quedar sentada de nuevo, observándolo como si no supiera que hacer o decir con respecto a eso o a nada. Se sentía extraña, pero no del todo incómoda y eso finalmente era lo más extraño.
–Empiezo a dejar de entender– susurró observando el anillo en la mano ajena. Para ella, Ryley debía ser el hermano de su esposo o algo así, eso daban a entender sus palabras.

Él empezó a hablar más, con un tono casi solemne que acompañaba a los movimientos de sus manos que jugueteaban con el anillo y que captaban por completo la atención de Leigh, que no fue capaz de decir nada al escucharlo expresarse de esa manera. Ella se miró sus propias manos y vio una marca similar donde había existido un anillo. El hecho de no recibir mucho sol había permitido que la marca pálida permaneciera por mucho más tiempo. Jamás había reparado en ello. Sus ojos volvieron a él, esperando una explicación más completa. Y cuando él lo dijo todo, a ella el corazón le dio un vuelco completo, empezó a palpitar desaforadamente y se le notó en la respiración, en el pecho que se movía con cada fuerte respiro de sus pulmones. Se quiso llevar la mano al pecho, pero al final se fue sobre su vientre. La garganta se sintió cerrarse y las lágrimas le rodaron sin misericordia por las mejillas. Se mordió el labio y aunque quiso dejar de mirarlo, no pudo
–Prométeme por favor que cuidarás del bebé– acto seguido rompió en llanto, tenía las emociones tan encontradas que ni siquiera sabía cómo debía reaccionar con él –Cuando nazca llévalo contigo y lejos de mí. Ellos pueden volver, por favor, no importa si vivo o muero pero te lo suplico. Maté a una mujer para escapar, la maté antes que el otro hombre matara a quien me quería robar a mi hijo.– no pudo decir nuestro porque le era complicado comportarse como se esperaría y la idea de pensar que había matado a alguien le aterraba, como si nunca lo hubiera hecho. Lo que sí sabía es que debía decirle todo, no podía contenerse más –Me dijo que era la mejor venganza que me podría cobrar y dijo que recibirías mi cuerpo como despedida– seguía sollozando y el desespero se le notó en las manos que le temblaban. Retiro las frazadas y bajó sus piernas al suelo, intentando lograr no se sabe qué tipo de cercanía con él que delatara su angustia y su necesidad de saberlo allí. –No me dejes sola, tengo tanto miedo– suplicó sin dejar de llorar ni mirarlo incluso cuando intentaba ponerse de pie. Quizás no había dicho lo más correcto, pero le manifestaba cuánto lo necesitaba.



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Mensaje por Ryley Lezarc Vie Oct 10, 2014 6:45 pm

La vida tiene un fin, el amor no
Mitch Albom

Esta en lo correcto, las personas bajo su servicio son demasiadas. Tanto aquí como en París, donde residía antes – Explicaba las cosas con la mayor calma posible, tratando de no hacer nada confuso para Leigh, a pesar de que todo debía resultar confuso para ella. La realidad era que la Lezarc no tenía prueba contundente de que realmente ese era el lugar al que pertenecía y por eso Ryley agradecía infinitamente, que no pasara por su mente la idea de que aquello podía ser una trampa de quienes antes la mantuvieran cautiva. Trataba de hacerle darse cuenta de que nadie en ese lugar la lastimaría, por supuesto, él no permitiría que alguien tratara de lastimar a su esposa y al bebé que llevaba en el vientre. Una sonrisa le ilumino el rostro a Ryley cuando ella preguntaba por su tía, su esposa tenía una atención peculiar, lo normal para una mujer que había vivido como cazadora – De hecho así es, ella es quien tiene relación con usted. Esta aquí para cuidarle hasta que se encuentre mejor – hizo una pausa, permitiendo que la siguiente pregunta se formulara – Es tía materna suya – le aseguro antes de hablarle sobre la ausencia de algún otro familiar más cercano, a lo que Leigh pareció asimilar de manera lenta.

Leigh buscaba saber sobre su desaparición; cosas que quizás solo el recuerdo de su memoria le ayudarían a saciar esas dudas. El cazador escucho su pregunta respecto a donde estaba cuando desaparecio y suspiro.
La verdad es que no estamos seguro de donde estaba cuando desapareció. En la mansión solo supimos que debía atender algunos asuntos, no supimos a donde había ido y por ende, desconocemos la ubicación que tenía cuando desapareció – le miro fijamente – Su rastro se perdía en un pueblo a media distancia entre París y este lugar donde nos encontramos, sin embargo, no estamos seguros si es que fue una maniobra de sus captores o realmente llego hasta ahí por su cuenta – esa clase de detalles eran los que podía darle porque precisamente fue lo que descubrió, sin estar jamás seguro del todo de cuanto tuvo que atravesar ella hasta llegar a ese momento, el presente, donde estaban nuevamente juntos al fin.

Asintió con la disposición de quien planea permanecer no solo unas horas, sino una vida entera al lado de otra persona porque eso era lo que significaba para Ryley; el estar con ella por siempre sin importar que le recordara o no.
Puede preguntar tanto como necesite, sé que todo esto debe ser más difícil para usted que para mi por eso adelante, pregunte – sonrió antes de que ella comenzara a cuestionar nuevamente – Si desea saber su edad, tiene 24 años; de esa manera podrá hacerse una idea del tiempo en que deberemos pasar juntos – eso desde la perspectiva desde la mujer que se encontraba recostada y sin memoria. La observo con detenimiento, lucía cansada, maltratada y con el cabello más largo que nunca pero era la misma mujer que conociera y a la que tanto amaba y amaría – Bueno, ya habrá tiempo de que se vea a usted misma aunque si desea, puedo pedir un espejo para usted – de corazón esperaba que ella decidiera aguardar un poco, tal vez cuando se encontrara mejor de animo y físicamente también. La palabra importante la sintió en lo hondo de su alma; él era importante no para aquella casa, sino para ella o al menos así lo había sido el tiempo que estuvieron juntos y que compartieron como marido y mujer; seguían siéndolo si, pero era diferente ahora que ella carecía de memoria alguna sobre él. Para Ryley seguía siendo su esposa, para ella, él era únicamente un desconocido que trabajaba para la familia – No, nunca tuvo problemas de memoria y estoy seguro de que le será fácil aprender lo necesario nuevamente. Además ya uso habilidades que desconocía la primera vez, como me dice que ha escrito, así que es probable que su mente olvidara muchas cosas pero su cuerpo aún mantiene memorias que solo necesita despertar – Envidio aquello, deseaba ser parte de esas memorias, que ella al menos le recordara vagamente pero eso solo había quedado como una ligera familiaridad en los labios de su esposa.

Nunca en su vida creyó experimentar tantas emociones diversas en tan poco tiempo. En la platica con Leigh se mezclaban la frustración, el amor y la ira; pero siempre predominaba el amor que sentía por ella. En momentos cuando ella evocaba sus días prisionera era cuando Ryley sentía la ira en lo profundo. De verdad que deseaba encontrar aquietes hubieran hecho daño a su esposa y borrarlos de aquel mundo, todo por haberse atrevido a si quiera tocar a la mujer que amaba y cuidaba más que nadie. No existió respuesta posible que su mente o sus labios dieran cuando ella le contó sobre los últimos días donde gozo del sol aun de manera cautiva. Le escuchaba por más doloroso que fuera estar consciente de que cuando más le había necesitado, él se encontraba tan lejos, desconociendo todo aquello que su esposa vivía y soportaba. La sensación de inutilidad se abalanzaba sobre él, llevándole a prometerse firme nunca permitir que nada de eso volviera a repetirse, no lo soportaría. Se esforzó por recobrar la compostura y relajar su semblante que demostraba dolor, sonrió con dificultad y se enfoco en responder a las preguntas sobre ella y él.
Así es, pronto será el día de que su bebé nazca. Lleva usted casada nueve meses, casi diez; sin embargo, ha vivido más tiempo al lado de su esposo. No tienen hijos, este es el primero – le miro el vientre, dejando que el amor que sentía por ella fuera también enviado a aquel bebé. Amaba a quien Leigh llevara en el vientre, justo de la misma manera en que la amaba a ella – Su esposo esta muy feliz de todo esto, demasiado – la miro a los ojos con calidez.

El dolor de Leigh era demasiado como para que lo soportara por eso es que optaba por terminar aquella farsa y mostrarse como lo que realmente era. Se sitúo de manera cercana, su voz y hasta su posición cambiaron. Era como si por primera vez fuera a decirle a Leigh todo lo que sentía por ella. Su explicación era lenta y tal vez demasiado ceremoniosa, pero era lo mejor desde su punto de vista.

Todo se detuvo. No existieron más cosas por unos segundos y Ryley creyó haber obrado mal, hasta que vio la respuesta de su esposa y no supo si sentirse ligero o más pesado que nunca por lo que ella decía.
Leigh, te he prometido cuidarte siempre y pasara lo mismo con el bebé. Nadie va a hacerles daño ahora que de nuevo te he encontrado – le tomo el rostro entre las manos, alejando de sus mejillas las lágrimas que fluían de los ojos de su amada – Nadie va a volver a hacerte daño y nos iremos, pero todos juntos – le miro fijamente, buscando que ella se encontrara con la resolución en sus ojos y en sus palabras – A mi me importas más que a nada y claro que importa si vives o mueres – dejo de hablar porque la voz no le daba más. Entrecerro los ojos y dejo que el dolor se notara en su voz – Si tan solo supieras todo lo que he sufrido sin tenerte a mi lado. Ha sido todo tan difícil que espero me perdones, pero no voy a dejarte jamás. Estaremos juntos pase lo que pase – No pudo evitar sonreír ligeramente ante la consternación que parecía provocarle a Leigh haber matado a alguien; era obvio que algo así sucedería cuando ella no recordaba a a que se dedicaba antes –Mataste porque era necesario, además eso es parte de las memorias de tu cuerpo – le soltó con suavidad el rostro y le tomo una mano – Todo se aclarara de a poco, pero no tienes que preocuparte. Yo nunca pensaría que has matado solo por hacerlo, nunca lo he creído – trago con dificultad pero se encontraba seguro de que quien fuera aquel que la salvara, no había dejado a nadie que fuera tras ellos ahora por lo tanto estaban seguros y nadie le haría daño a Leigh – tu has visto como mataron a quien buscaba tener el bebé en su poder. Estas a salvo, nadie va a tocarte para dañarte, no voy a permitirlo – le soltó la mano, dejándole la libertad de moverse y cuando le expreso sus temores no soporto más. Ryley se acerco más a ella, impidió que se levantara y le rodeo de manera torpe ya que no estaba acostumbrado a abrazarla estando embaraza – No voy a dejarte, nunca – le beso la frente y se mantuvo tan cerca como le era posible. Solo cuando creyó que ambos se encontraban más tranquilos se separo de ella y le miro sonriendo – Leigh, ¿puedo? – su mano se movió en dirección a su vientre. Quería sentir todo aquello, aprovechar aquellos momentos con ella de esa manera; deseaba sentir la forma de su vientre y fascinarse en el bebé. El bebé de ambos.


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y uno es esclavo de sus sentimientos.


Y gracias a ti, estoy vivo:
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Mensaje por Leigh Lezarc Vie Oct 17, 2014 12:37 pm

"
Siempre me abrazaste las angustias hasta que se cansaron de existir"

Dos lugares se trazaban como residencias suyas. Empleados, posesiones, sin menciones de padres ni hermanos… todo parecía un mero cuento en el que ella no entendía bien la parte que le tocaba. –¿Quién soy?– cuestionó como si esa pregunta le pudiera indicar a Ryley que se refería a todo lo que llamaban suyo ¿De dónde había venido todo eso? ¿A qué se dedicaba ella? Le faltaba saber una vida completa. –Ella se ve amable– respondió dando por terminado el tema de su familia, ya habría tiempo de preguntarle a esa mujer lo correspondiente a su madre y al resto de la familia por parte de ella.

–Y yo tampoco puedo aclararlo. Sólo recuerdo desde el día que desperté en medio de la penumbra– musitó luego de escuchar atentamente la poca información que poseía él acerca de su desaparición. Al parecer cuando partió no dijo a donde iba ¿Era así siempre? –¿Cómo solía ser yo antes de todo esto? – como creyó en un principio, una pregunta la llevaba a otra y a otra, como cabía de esperar. El sueño la hacía sentir agotada pero quería saber un poco más. Al final seguía preguntando sin poder detenerse. Dormiría cuando realmente la venciera el sueño.

–Tengo las dudas de este tiempo pendientes. Escribí algunas, memoricé otras y, otras tantas me surgen con cada respuesta suya. Intento no desesperar, pero mi vida es una enorme pared blanca en la que estoy trazando con pulso de niña lo que fue mi vida. Quiero saber de lo que dispongo en todo sentido para poder saber cómo puedo mantener a salvo a mi hijo. No sé cómo hacerlo, pero la necesidad me surge de algún lado como una fuerza que desconozco– explicaba como mejor podía en medio de su nada. Ryley era como la tinta en la que Leigh humedecía la pluma de su historia y empezaba a trazarla sobre papel arrugado y casi deshecho. Ese era el papel de él, cambiarle los lienzos de su vida entera y matizarlos de modos más agradables e incluso felices. –No querrá responderme durante 24 años– dijo amablemente aunque sin sonrisas, como siempre. Era increíble que eso se mantuviera pese a la pérdida de memoria, pero habían cosas que estaban marcadas tan profundamente en su alma que seguían vigentes aunque no conscientemente. –Tengo miedo de verme, temo hacerlo ahora. Tal vez espere a sentirme mejor para conservar esa imagen en mi mente– suspiró –Sé escribir y leer como pudo haber notado. Lo descubrí al poco tiempo de despertar. Sé cómo se llaman las cosas, pero lo demás es para mí negro– por lo general los aprendizajes continuos y hechos por rutina permanecen en la memoria siendo más que sencillos recuerdos, pero lo que va ligado a la emoción es más susceptible de olvido. Eso exactamente era lo que le ocurría a Leigh. –¿Despertaré? ¿Puede alguien que ha olvidado todo amanecer un día con su vida de vuelta? – Le sonó a melancolía, pero le era inevitable. Tampoco conocía esa respuesta.

–¿Está feliz? – preguntó y se sumió en el silencio. La llegada de su hijo era muy reciente considerando el tiempo que llevaba casada. No sabía cómo interpretarlo, pero tampoco mencionó nada.

Cuando supo que quien tenía en frente era su esposo todo dio un giro tan rápido que en efecto Leigh se sentía muy mareada. No reparaba en eso, sólo en decirlo todo, sin detenerse a darle más tiempo a nada. Su rostro quedó frente a él, atrapado entre sus manos mientras sus lágrimas desesperadas se seguían deslizando por sus mejillas y los dedos ajenos sin misericordia
–No importa si en algún momento tienes que dejarme. No puedo con esto…– todas las lágrimas contenidas en esos meses afloraban justo en aquél momento. Empezó a llorar desconsolada mezcla de confusión y esperanza juntas. Las palabras ajenas la envolvían y se sentía más protegida pero no podía detenerse, necesitaba sacar todo y aunque no lo planeaba era eso justamente lo que sucedía. –No es tu culpa, dices que yo me fui– quería acercarse a él, quería que la abrazara para sentir físicamente la protección de la que él hablaba pero no era capaz. Seguía con el pulso alterado y el corazón en la mano, sin saber que decir a muchas cosas, sin saber cómo expresar otras. Quiso preguntar porque no le había dicho desde el principio quién era él, pero lo omitió cuando fue consciente del modo en que estaba reaccionando ella. Había sido lo mejor comportarse así.

Quería tomarle las manos y ver que era real, comprobar con el tacto lo que le decía la vista y el oído. Pero también se contuvo. No sabía cómo sentirse, era torpe frente a la verdad y eso le molestaba.
–No me dejes sola…– suplicó de nuevo mirándolo a esos ojos profundos que la miraban de ese modo tan diferente a todos. –Siento en los dedos la sensación del cuello de esa mujer, quebrándose de un modo que me estremece– recordó en voz alta al tiempo que le desviaba la mirada –Siento el sonido en mis oídos, al igual que cuando el hombre que me ayudó le sacó el corazón al otro. Estoy aterrada…– contuvo el llanto y sintió otra punzada en el vientre. Frunció el ceño, se acarició un poco y volvió a suspirar y a mirarlo a él.

Cerró los ojos tras un silencio y la cercanía de él le reconfortó como no podía imaginarse. Su estado parecía atraerla hacia él y aunque desconocía como fue su relación, él le daba a entender que había sido buena. Él le impidió levantarse y ella a cambio apoyo la frente en el hombro ajeno, conteniendo sus deseos de seguir llorando, ya el cansancio no le daba para tanto. Dio otro suspiro, más largo que todos, respiró profundo y cesaron sus lágrimas. Se incorporó luego del beso en su frente y sin pensarlo dos veces le tomó la mano a Ryley que se acercaba y la puso sobre su vientre. A pulso endeble apoyó la mano ajena sobre la parte superior de su hinchado abdomen y lo miró con los ojos cansados de tanto
–Lo amo porque es fuerte. Me duele, pero me alivia al tiempo y... mi tía dice que será un niño – Cerró los ojos otra vez, sintiéndose extraña al tratar de hablar articulando lo que ya sabía –Me siento tan agotada… pero no soy capaz de dormir, no ahora que por fin dejo de sentirme sola. No sé qué hacer o qué decir, pero no quiero quedarme sola otra vez–.



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Mensaje por Ryley Lezarc Dom Nov 09, 2014 10:22 pm

No puedo evitar pensar que el amor es algo grande
Federico Moccia


Era algo increíblemente sencillo y la vez complicado tratar de explicar a Leigh todo lo que su mente había perdido durante aquellos tiempos. Le llenaba de gozo tenerla nuevamente donde pudiera cuidarle pero la pena de saberse desconocido ante ella, le dolía más que nada en el mundo. Con cada palabra que daba, con cada indicación que daba para ayudar a la Lezarc a trazar una linea más en el espacio en blanco de sus recuerdos, pedía porque de manera inesperada apareciera un destello suyo, algo que hiciera que ella confiara en él y le diera nuevamente su amor. Hablaron de sus pertenencias y familia; cosas que al parecer tardaría en asimilar y sobre las cuales preguntaría más tarde o quizás no volviera a preguntar. La mente de aquellos que no recuerdan nada es confusa, puede llevarle por ciertos caminos y arrepentirse de explorar algunos otros; podía viajar de un tema a otro y regresa de manera abrupta, pero Ryley estaba listo para responder a todo de la mejor manera posible. La paciencia del Lezarc era eterna cuando se trataba de Leigh, de su amada, de esa mujer sin la cual no era nadie y con ella, lo era todo.

Es probable que en algún punto recuerde que fue lo que sucedió durante su ausencia, yo he dicho por mi parte lo que sé, lo demás depende de usted – También él quería saber que ocurrió en realidad, pero la pregunta que seguía carcomiendo por dentro al cazador era ¿Por qué le dejo en primer lugar? Él juro mantenerse al lado de ella sin importar que pasara y ella le había dejado, seguramente porque lo creía su deber y con eso había dejado que él pasara las peores épocas de su vida; épocas que ya no tenían sentido con la presencia de su esposa ahí. Sonrió al pensar en como responder a la pregunta de cómo era ella antes. Ante la mirada de Ryley, aún sin memoria alguna y maltratada como nunca, seguía siendo la misma mujer por la que cayera enamorado después de poco de conocerle – Usted era, bastante reservada, no le interesaba lo que los demás dijeran de usted – sus ojos se iluminaron– luchaba por lo creía correcto y siempre velaba por el bienestar de los que creía importantes; creo que eso le llevo a alejarse de casa – suspiro, con la sonrisa en los labios que parecía extenderse más y más – que pensó que eso era lo mejor que debía hacer. Sabe, me parece que sigue siendo igual que antes, no creo que su naturaleza haya cambiado para nada – Los temores y las incertidumbres eran naturales, pero le parecía ser la misma mujer de siempre.

De verdad que no debe preocuparse, sé que necesita saber muchas cosas y la verdad es que me siento feliz de ser quien pueda responder a las dudas que le surjan – ¿Quién mejor para hablarle de ella que su esposo? Él le conocía la historia, el cuerpo, la manera en que demostraba las emociones y tanto como pudiera. Grabó en su mente todo lo que pudo de su esposa, porque el amor por ella le obligaba a hacerlo y a maravillarse con todo lo que se refería a Leigh – Si lo que necesita es que responda durante 24 años, crea cuando le digo que lo haré – El tiempo era nada, apenas un suspiro cuando lo pasaba al lado de ella y por 24 años serían insuficientes para que él lograra llenarse lo suficiente de su esposa. Desde que se volviera cazador y descubriera mucho más el mundo de lo sobre natural, se había hallado seguro de que ni siquiera la inmortalidad hubiera sido suficiente para demostrar a la Lezarc lo mucho que le amaba y necesitaba. Se encontraba asustada de tener que observarse y de cierta manera eso tranquilizo a Ryley, que se limito a asentir a la petición de que aguardaría para verse debidamente. Escucho con atención como ella explicaba que conocía las cosas, escribir e incluso leer, pero que sus recuerdos eran simplemente un punto negro que no podía descifrar. Suspiro. – Puede suceder que despierte un día y conozca todo, puede que las cosas lleguen a usted lentamente, por ahora lo que se necesita tener es paciencia – Y la verdad es que no estaba seguro de quien era el más impaciente, si Leigh o él, que esperaba con todo el corazón que ella volviera a él del todo.

Le dolía saber que ella creyera que no le interesaba, hasta su voz se convertía en una duda cuando le cuestionaba si realmente era él feliz. ¿Cómo no serlo? La mujer que amaba estaba ahí y no se encontraba sola, cargaba en el vientre una parte de ambos que dependería de ellos. Cada vez que sus ojos se posaban en el vientre de su esposa, tenía la idea de poner la mano y dejar que la sensación de la vida que crecía dentro de ella lo tranquilizara, le dijera que realmente estaban ahí y que no desaparecerían de nuevo.

Llevado por la desesperación suya y el dolor de Leigh, hablo acerca de lo que los unía a ambos. Ambos aceptaron unir sus vidas y no separarse hasta que el tiempo y la muerte hicieran de las suyas. Finalmente se decidía a revelar la verdad a su esposa que comenzó a llorar. Ryley trato de contenerla con su cercanía y con las palabras; trataba además de alejar los pensamientos fatalistas que ella tuviera porque si la había encontrado, no renunciaría a ella. Negó firme a las palabras de Leigh y le miro fijo.
No voy a dejarte. Ya no estarás más sola, no tienes que estarlo porque estoy aquí y siempre estaré a tu lado porque eso es lo que yo más deseo – se arriesgo a acercarse más a ella y besarle la mejilla, ahí por donde sus lágrimas se deslizaban – Estamos juntos una vez más, así que no me pidas que te deje porque no lo haría, si estuviera nuevamente lejos de ti estoy seguro que no resistiría – Y era verdad. Se aferró tanto tiempo a la idea de verla nuevamente que si ella terminaba por dejarle finalmente, estaba convencido de que moriría y realmente no le importaba, si es que de esa manera podía estar de nuevo al lado de ella – Te fuiste si, pero es mi culpa por no haber dado cuenta de lo que planeabas hacer. Su hubiera estado contigo, nada de esto habría pasado – Ella lo recordaría y las cosas hubiesen ido mejor. Al menos eso era lo que él pensaba al respecto.

Se alegro de ver que aunque reaccionaba con sorpresa, no le rechazaba del todo. Sería algo complicado de asimilar por parte de Leigh y aún así lo llenaba de gozo saber que no era necesario seguir mintiendo. Le daba además algo más de esperanza el saber que ella recordaba cosas de sus días de cazadora; pues era maravilloso tener cada vez más probabilidades de que, igual que pudo leer, escribir e incluso matar, era probable que llegara el día en que recordaba todo. ¿Y qué si, no recordaba? Ryley se encargaría de hacer que le amara de nuevo.
No voy a dejarte sola, nunca más – el miedo que recorría a Leigh era notable y se culpo nuevamente por haberle fallado como esposo y no encontrarse cerca para defenderle – No pasa nada, gracias a eso que ha pasado es que ahora te encuentras libre y es gracias a eso que ahora nadie te quitara al bebé; yo voy a cuidarles, estaré aquí junto a ti y nada malo va a pasar.

Dudaba de que ella fuera a aceptar que la tocara, no sabía por qué, pero de alguna manera lo creía. Así que cuando la abrazo y estuvo cerca de ella sin que se alertara o resultara a la defensiva fue que decidió tentar a su suerte y pedirle sentir su vientre. Sin respuesta alguna, Leigh le tomo de la mano y la llevo hasta ella. La emoción le embargo y sus ojos se posaron sobre los ajenos mientras sentía aquel vientre que cargaba la muestra más clara del amor de ambos. Escucho con devoción lo que su esposa tenía por decir y sonrió al escuchar que la tía decía que sería un niño. No le hubiera importado que fuera una niña, siempre y cuando estuviera a salvo; fuera lo que fuera le amaría, tal y como lo hacía con la madre. La Lezarc cerro los ojos y él enfoco su mirada en aquel abultado vientre.
No te quedaras sola y si deseas descansar deberías hacerlo. Ya te he dicho que voy a protegerte, no me iré de su lado – suspiro, notando un ligero movimiento que le saco una enorme sonrisa – Te he amado más a que a nada Leigh, lo sigo y lo seguiré haciendo pero sabes, ahora creo que tengo a alguien que amare con la misma intensidad – su mano acaricio suavemente el vientre de su esposa – Y por tu bien y el del bebé, necesitas descansar un poco. Voy a estar aquí a tu lado, no hay nada de lo que debas temer. Confía en mi – Se notaba el cansancio extremo de Leigh así que con calma, alejo la mano del ella. No tenía muchas ganas de dejar de tocarle, pero sabía que su responsabilidad era mantenerla bien. Con todo el amor que sentía por su esposa, le hizo recostarse nuevamente en la cama y se quedo cerca, respondiendo a algunas preguntas que ella aún parecía desear conocer. Ryley no se encontró del todo seguro del momento en que el cansancio venció a su esposa, pero cuando paso, se quedo contemplando su rostro al dormir y sin alejarse ni un poco de su lado. Las dos personas más importantes se encontraban ahora ahí a su cuidado, ambas frágiles. No les decepcionaría jamás. El futuro lucía como nunca, había esperanza.

TERMINADO


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