AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Le moment de verité [Privado]
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Le moment de verité [Privado]
Desde aquella noche de tormenta, Valeria apenas había salido de su dormitorio, de la casa. Se centró en el papeleo de su despacho. Intentaba no cruzarse con nadie, comía sola y no recibía a nadie. Encerrada, atada aquel despacho en el que ocurrió todo y nada al mismo tiempo. sobre aquella mesa, casi vuelve a ocurrir pero no como aquella noche si no de una manera que tardaría en olvidar. Aún podía sentir la presión del cuerpo ajeno, de la fuerza con la que las manos ajenas le tomaban de las muñecas, aquellos ojos verdes enfurecidos y totalmente perdidos…solo por simple información.
Del mismo temblor, dejó caer una carta que iba abrir, el abrecartas se le escapó de las manos cayendo sobre la mesa. El ruido metálico , le hizo chasquear la lengua. No podía concentrarse en absoluto, era imposible... pues solo podía recrear una y otra vez aquel maldito acontecimiento. Frunció el ceño, cerrando el último cajón del escritorio…con llave. Aún le dolía la muñeca, el cuello marcado por esos dedos que alguna vez quiso que le acariciasen de esa forma que nunca lo harían. Se lo buscó y obtuvo lo que merecía.
Valeria Cavey no tenía miedo jamás pero esa desde entonces, evitaba al señor Cross a toda costa y a Hoör . A Haytham Cross no quería verle, ni cruzársele por casualidad y a Hoör Cannif, evitaba por todos los medios que la viese en esas condiciones. Alguien como ella, inquebrantable, como una flor seca… que va perdiendo pétalos a cada día que pasa. Sus labios carmesí, se apretaron con fuerza al oír pasos no muy lejos…esperaba que no fuese ninguno de los dos. Iría con la infamia de que estaba enferma y con suerte se lo creerían.
-Si por unos meses desapareciese… -murmuró intentando recoger todo el papeleo, marcharse del despacho antes de que nadie le viese indagando por allí. Recogió la mesa deprisa, con tanto nerviosismo, se le cayeron al suelo la mayoría de papeles y cartas que debía responder, lo iba a hacer en su dormitorio.
Masculló por lo bajo, dejando escapar un largo suspiro, inclinándose a recogerlos…como buenamente pudo. Se agachó , tomando uno por uno los papeles y no se le extraviasen, eran de suma importancia, sobre todo un par que Haytham no debía de ver.
-Maldita sea…¿Es que nada me puede salir bien? -como aquella noche, la tormenta amenazaba el cielo de Paris, se oscurecía poco a poco hasta que… terminó por cubrir la ciudad con una capa de lluvia cada vez más y más , dando paso a su enemigo de la naturaleza… aquello que le inquietaba, los relámpagos. La casa a oscuras, los papeles se le cayeron de las manos una vez más…¿Desde cuándo era tan torpe? Se mordió el labio inferior, impotente… se sentía cada vez más pequeña en aquella enorme casa porque sí, aún tenía miedo…
Del mismo temblor, dejó caer una carta que iba abrir, el abrecartas se le escapó de las manos cayendo sobre la mesa. El ruido metálico , le hizo chasquear la lengua. No podía concentrarse en absoluto, era imposible... pues solo podía recrear una y otra vez aquel maldito acontecimiento. Frunció el ceño, cerrando el último cajón del escritorio…con llave. Aún le dolía la muñeca, el cuello marcado por esos dedos que alguna vez quiso que le acariciasen de esa forma que nunca lo harían. Se lo buscó y obtuvo lo que merecía.
Valeria Cavey no tenía miedo jamás pero esa desde entonces, evitaba al señor Cross a toda costa y a Hoör . A Haytham Cross no quería verle, ni cruzársele por casualidad y a Hoör Cannif, evitaba por todos los medios que la viese en esas condiciones. Alguien como ella, inquebrantable, como una flor seca… que va perdiendo pétalos a cada día que pasa. Sus labios carmesí, se apretaron con fuerza al oír pasos no muy lejos…esperaba que no fuese ninguno de los dos. Iría con la infamia de que estaba enferma y con suerte se lo creerían.
-Si por unos meses desapareciese… -murmuró intentando recoger todo el papeleo, marcharse del despacho antes de que nadie le viese indagando por allí. Recogió la mesa deprisa, con tanto nerviosismo, se le cayeron al suelo la mayoría de papeles y cartas que debía responder, lo iba a hacer en su dormitorio.
Masculló por lo bajo, dejando escapar un largo suspiro, inclinándose a recogerlos…como buenamente pudo. Se agachó , tomando uno por uno los papeles y no se le extraviasen, eran de suma importancia, sobre todo un par que Haytham no debía de ver.
-Maldita sea…¿Es que nada me puede salir bien? -como aquella noche, la tormenta amenazaba el cielo de Paris, se oscurecía poco a poco hasta que… terminó por cubrir la ciudad con una capa de lluvia cada vez más y más , dando paso a su enemigo de la naturaleza… aquello que le inquietaba, los relámpagos. La casa a oscuras, los papeles se le cayeron de las manos una vez más…¿Desde cuándo era tan torpe? Se mordió el labio inferior, impotente… se sentía cada vez más pequeña en aquella enorme casa porque sí, aún tenía miedo…
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
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Re: Le moment de verité [Privado]
Hacia unos días que no veía a Valeria, parecía que me esquivaba, algo a lo que en cierto modo estaba acostumbrado.
Desde nuestro encuentro en el bosque, algo que para mi significo demasiado. Las cosas entre nosotros habían sido una montaña rusa.
Cuando estábamos cerca, las cosas simplemente fluían, nos entregábamos a miradas cómplices, a besos y caricias. Ese día todo parecía ir bien, enmendarse entre nosotros, un todo para después volver de nuevo a ser nada.
Ponía todo su empeño en mantenerme lejos, logrando cabrearme de un modo que jamas sospeche que pudiera hacer una mujer.
Para bien o para mal ella era el demonio de mi abismo, ella me controlaba a voluntad y admito que mi estado de animo empezaba a ser como esa veleta en la que se había convertido lo nuestro.
Aquel día pensaba coger el toro por los cuernos, admito que tenia claro lo que quería de ella, todo o nada y yo lo quería todo.
Había mandado engalardonar una antigua reliquia familiar. Mi madre jamas tuvo oportunidad de desposarse con el hombre que amaba, mas poseía el anillo de bodas de mi abuela.
Una pieza de oro blanco en forma de dalia, incrustada en ella había un zafiro rojo como el fuego de la mirada de mi madre y abuela, sendas mujeres que nacieron con el don de la profecía.
Mande sustituir aquella piedra preciosa por una esmeralda de gran tamaño que me recordaba a los ojos de la mujer que yo amaba.
Esperaba que esto disipara sus dudas sobre lo decidido que estaba a adquirir un compromiso, a apartar de mi vida a todas las mujeres y centrarme solo en ella.
Si aceptaba no solo me haría feliz si no que le prometería que haría todo cuanto estuviera en mis manos por hacerla sonreír cada día, la colmaría de sueños por cumplir y le serviria de espada y escudo frente a las adversidades que aun tuvieran que venir.
Así me adentre en esa cámara donde según el servicio la señorita Cavey estaba desde tempranas horas de la mañana.
Fuera una gran tormenta, la luz era tenue en esa habitación, casi a oscuras, encontré al tembloroso cuerpo de una mujer que apenas era capaz de reconocer. Parecía haber perdido su fuerza, su vida y mi gesto se tenso a la vez que el primer rayo ilumino la habitación seguido del estruendo del trueno.
Papeles en el suelo ,mas mis ojos solo buscaban sus esmeraldas, esas que no encontré pues su mirada perdida, desorientada, marcaba un suceso que yo no entendía.
No recuerdo como acorté la distancia en tan poco tiempo, mas como si de una teletrasportacion se tratara, mis manos recorrieron su cuerpo, pegándola contra mi pecho ,tratando de convertirme como aquella vez en el escudo de su propio infierno.
Otro relámpago ,ahora de cerca, me mostraba la cruda realidad. Marcas de golpes en cuello, muñecas y posiblemente en algún lugar mas que no lograba mi vista a alcanzar.
Mi cuerpo se tensó hasta que cada musculo de este se convirtió en piedra frente a ella, con mi mano alcé su barbilla reclamando su mirada, necesitando que sus labios me dieran un nombre.
-¿Quien te ha hecho esto? -mi voz salio ronca, estaba furioso, un nudo oprimía mi garganta, el odio atenazaba mi alma y la sed de sangre corroía mis venas de un modo que no creí capaz ni humano.
-Dime un nombre y juro frente a los dioses de Asgar que no vera el amanecer.
Desde nuestro encuentro en el bosque, algo que para mi significo demasiado. Las cosas entre nosotros habían sido una montaña rusa.
Cuando estábamos cerca, las cosas simplemente fluían, nos entregábamos a miradas cómplices, a besos y caricias. Ese día todo parecía ir bien, enmendarse entre nosotros, un todo para después volver de nuevo a ser nada.
Ponía todo su empeño en mantenerme lejos, logrando cabrearme de un modo que jamas sospeche que pudiera hacer una mujer.
Para bien o para mal ella era el demonio de mi abismo, ella me controlaba a voluntad y admito que mi estado de animo empezaba a ser como esa veleta en la que se había convertido lo nuestro.
Aquel día pensaba coger el toro por los cuernos, admito que tenia claro lo que quería de ella, todo o nada y yo lo quería todo.
Había mandado engalardonar una antigua reliquia familiar. Mi madre jamas tuvo oportunidad de desposarse con el hombre que amaba, mas poseía el anillo de bodas de mi abuela.
Una pieza de oro blanco en forma de dalia, incrustada en ella había un zafiro rojo como el fuego de la mirada de mi madre y abuela, sendas mujeres que nacieron con el don de la profecía.
Mande sustituir aquella piedra preciosa por una esmeralda de gran tamaño que me recordaba a los ojos de la mujer que yo amaba.
Esperaba que esto disipara sus dudas sobre lo decidido que estaba a adquirir un compromiso, a apartar de mi vida a todas las mujeres y centrarme solo en ella.
Si aceptaba no solo me haría feliz si no que le prometería que haría todo cuanto estuviera en mis manos por hacerla sonreír cada día, la colmaría de sueños por cumplir y le serviria de espada y escudo frente a las adversidades que aun tuvieran que venir.
Así me adentre en esa cámara donde según el servicio la señorita Cavey estaba desde tempranas horas de la mañana.
Fuera una gran tormenta, la luz era tenue en esa habitación, casi a oscuras, encontré al tembloroso cuerpo de una mujer que apenas era capaz de reconocer. Parecía haber perdido su fuerza, su vida y mi gesto se tenso a la vez que el primer rayo ilumino la habitación seguido del estruendo del trueno.
Papeles en el suelo ,mas mis ojos solo buscaban sus esmeraldas, esas que no encontré pues su mirada perdida, desorientada, marcaba un suceso que yo no entendía.
No recuerdo como acorté la distancia en tan poco tiempo, mas como si de una teletrasportacion se tratara, mis manos recorrieron su cuerpo, pegándola contra mi pecho ,tratando de convertirme como aquella vez en el escudo de su propio infierno.
Otro relámpago ,ahora de cerca, me mostraba la cruda realidad. Marcas de golpes en cuello, muñecas y posiblemente en algún lugar mas que no lograba mi vista a alcanzar.
Mi cuerpo se tensó hasta que cada musculo de este se convirtió en piedra frente a ella, con mi mano alcé su barbilla reclamando su mirada, necesitando que sus labios me dieran un nombre.
-¿Quien te ha hecho esto? -mi voz salio ronca, estaba furioso, un nudo oprimía mi garganta, el odio atenazaba mi alma y la sed de sangre corroía mis venas de un modo que no creí capaz ni humano.
-Dime un nombre y juro frente a los dioses de Asgar que no vera el amanecer.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Le moment de verité [Privado]
Las horas pasaban entre aquellas cuatro paredes. ¿Desde cuándo se encontraba allí? No lo sabía, apenas acababa de amanecer cuando se sentó en la silla…la que en su día fue de su padre. Ahora, apenas acababa de anochecer. Todo el día encerrada, sin probar bocado pero ¿Acaso se acordó de ello? No. Por mucho que insistía la joven Rose, la criada… Valeria se negó en rotundo, pidiendo expresamente que no la molestasen. Nadie. No quería ver a nadie, ni que supiesen que se encontraba allí.
Desde lo ocurrido, no volvió a cruzarse con Haytham ni Hoör. Repudiaba la compañía de cualquier ser masculino. Aún las marcas eran más que visibles, estaba marcada por todas partes pero eso no era nada comparado con la herida abierta de su interior…que le calaba el alma. No era la misma, la gente que la conocía pudo darse cuenta de que no solo estaba más distante, en esos días no se oyó ni una queja, ni un grito o orden de sus labios y eso, sí que era extraño.
La tormenta le inquietaba, pero más…sus pensamientos. Tenía miedo, temor, horror de estar en aquella casa, bajo el mismo techo que Haytham Cross. Odió a su padre, por convertirlo en eso, en un monstruo con un solo objetivo… cumplir órdenes y conseguir unir piezas de un solo modo. Tembló como una niña asustada, mientras recogía los papeles del suelo. No le oyó llegar, sus oraciones no fueron escuchadas pues Hoör le abrazaba y ella intentó zafarse, negando con la cabeza. El temblor fue aún mayor cuando le oyó preguntarle por el origen de esos golpes. Titubeó, apenas podía encontrar palabras a sus preguntas.
No quería que la viese así, él sobre todo. Ser vulnerable, causar algún tipo de enfrentamiento en esa calma y tortura que era su hogar. No, no quería enfrentamientos…solo dejar que el tiempo pasase, organizarlo todo y seguir llevando los negocios de su padre, ahora sola. No deseaba la cercanía de Haytham, de ningún hombre pero aquel abrazo… inesperado, le llevó a dejar escapar un suspiro de impotencia, aferrando los dedos a la ropa y suplicarle con la mirada, Valeria… como una muñeca rota entre sus brazos.
-No, Hoör. No es nada… nada que no sea mi culpa - dejó escapar un quejido, las muñecas le dolían horrores. Una sombra cruzó por el pasillo, solo podía ser de una persona… alta y fuerte, la misma sombra que aquella noche le demostró que no pudo hacer nada por él. Sus ojos se abrieron de golpe, dando un par de pasos hacia atrás… intentando buscar una salida cuando acababa de encerrarse a sí misma.
Le tenía miedo, pavor a aquel que fue el único que le dio “cariño”. Cerró los ojos con fuerza, volviendo a agacharse, a recoger los documentos… a fingir que no pasaba nada cuando estaba claro que pasaba todo.
-Estoy bien. No necesito nada…¿me oyes? No necesito ningún enfrentamiento, ninguna lucha por nada… -la tormenta azotaba con fuerza, deseó cerrar los ojos, dormir…y despertar cuando saliese el sol. Odiaba sentirse vulnerable pero sobre todo, que Hoör le hubiese visto así...cuando intentó evitarlo, evadirlo.
Desde lo ocurrido, no volvió a cruzarse con Haytham ni Hoör. Repudiaba la compañía de cualquier ser masculino. Aún las marcas eran más que visibles, estaba marcada por todas partes pero eso no era nada comparado con la herida abierta de su interior…que le calaba el alma. No era la misma, la gente que la conocía pudo darse cuenta de que no solo estaba más distante, en esos días no se oyó ni una queja, ni un grito o orden de sus labios y eso, sí que era extraño.
La tormenta le inquietaba, pero más…sus pensamientos. Tenía miedo, temor, horror de estar en aquella casa, bajo el mismo techo que Haytham Cross. Odió a su padre, por convertirlo en eso, en un monstruo con un solo objetivo… cumplir órdenes y conseguir unir piezas de un solo modo. Tembló como una niña asustada, mientras recogía los papeles del suelo. No le oyó llegar, sus oraciones no fueron escuchadas pues Hoör le abrazaba y ella intentó zafarse, negando con la cabeza. El temblor fue aún mayor cuando le oyó preguntarle por el origen de esos golpes. Titubeó, apenas podía encontrar palabras a sus preguntas.
No quería que la viese así, él sobre todo. Ser vulnerable, causar algún tipo de enfrentamiento en esa calma y tortura que era su hogar. No, no quería enfrentamientos…solo dejar que el tiempo pasase, organizarlo todo y seguir llevando los negocios de su padre, ahora sola. No deseaba la cercanía de Haytham, de ningún hombre pero aquel abrazo… inesperado, le llevó a dejar escapar un suspiro de impotencia, aferrando los dedos a la ropa y suplicarle con la mirada, Valeria… como una muñeca rota entre sus brazos.
-No, Hoör. No es nada… nada que no sea mi culpa - dejó escapar un quejido, las muñecas le dolían horrores. Una sombra cruzó por el pasillo, solo podía ser de una persona… alta y fuerte, la misma sombra que aquella noche le demostró que no pudo hacer nada por él. Sus ojos se abrieron de golpe, dando un par de pasos hacia atrás… intentando buscar una salida cuando acababa de encerrarse a sí misma.
Le tenía miedo, pavor a aquel que fue el único que le dio “cariño”. Cerró los ojos con fuerza, volviendo a agacharse, a recoger los documentos… a fingir que no pasaba nada cuando estaba claro que pasaba todo.
-Estoy bien. No necesito nada…¿me oyes? No necesito ningún enfrentamiento, ninguna lucha por nada… -la tormenta azotaba con fuerza, deseó cerrar los ojos, dormir…y despertar cuando saliese el sol. Odiaba sentirse vulnerable pero sobre todo, que Hoör le hubiese visto así...cuando intentó evitarlo, evadirlo.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
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Re: Le moment de verité [Privado]
Aquella noche de tormenta la había sentido muy a su pesar, no sabía que las cosas fuesen a torcerse de aquel modo, no sabía que terminase sintiéndose retorcido y a la vez tan desatado. La culpa le pesaba, él siempre la había querido proteger de todo el mundo que les rodeaba, ya no por una simple fidelidad a su padre, era algo más personal, algo que salía por sí solo de sí. Pero ¿quién iba a pesar que llegaría el día en que no hubiese podido protegerle de él mismo?
Malinterpretada las señales, ella había sido capaz de abrir una puerta que creía bien rota y cerrada, y con su humillación. Él veía ese modo de rebajarse, de entregarse a ella como la única salida para su desesperada búsqueda de una pieza incompleta de sí.
Había que admitirlo, tenerla entre sus brazos a pesar de todo, soltar aquella brutalidad desesperante, había sido un delicioso delirio, sentir su fuerza contra aquel cuerpo pequeño que le retaba una y otra vez, degradándolo, una lucha donde él intentaba darle poco pero que se lo había dado todo. ¿Acaso había entregado su alma aquel pequeño diablillo?
Pero aquella noche había sido distinta, pensó que, si le regalaba lo que ella deseaba de él en otras ocasiones, sería fácil y le entregaría más, pero no. Todo se le fue de las manos, y las señales mal interpretadas, ella no deseaba nada y él la deseo. Detenido a tiempo, solo pudo marcharse avergonzado y con sentimiento de culpabilidad por haber roto su palabra. Podía sentir su miedo, muy contrario a lo que la otra vez ella expresaba con su desnudez, y no le gustaba nada.
Un destino revelado, hastiado de todo en un impulso se atrevido en aquella noche donde todo aconteció se atrevió a asaltar la caja fuerte y robarle documentos incompletos relacionado con su pasado.
Una orden de ejecución “crimen pasional”, con fecha, nombre que le dotaba de identidad, “pelotón de fusilamiento”, un país extranjero. Y con ello el agujero que en su interior había sido creado se abrió con dolorosas heridas. Necesitaba ver para creer, necesitaba saber sobre el juicio, eso le faltaba, aunque una parte de sí mismo sabía cómo terminaba la historia sin aun no haber sido escrita.
Días que evitaba a su joven señora. Había continuado con su trabajo y aquella operación oculta relacionada con su “herencia”. Pocos habían pisado la mansión de los Cavey desde lo acontecido, pero aquel día quería intentar poner la cosa clara, ya no podía más con ese hastió no lo soportaba, y en algún momento debían de enfrentarse los unos con los otros.
-Con permiso, ¿señorita Cavey? -Había entrado tras pegar en la puerta, y ella pareció al verle menguar ante sus ojos. Sin quererlo su mirada no pudo más que sentir congoja por a ver creado aquel miedo en aquella mujer orgullosa. -Señor Cannif. -Saludo a su acompañante. -Necesito hablar con usted… A solar si es posible.
Malinterpretada las señales, ella había sido capaz de abrir una puerta que creía bien rota y cerrada, y con su humillación. Él veía ese modo de rebajarse, de entregarse a ella como la única salida para su desesperada búsqueda de una pieza incompleta de sí.
Había que admitirlo, tenerla entre sus brazos a pesar de todo, soltar aquella brutalidad desesperante, había sido un delicioso delirio, sentir su fuerza contra aquel cuerpo pequeño que le retaba una y otra vez, degradándolo, una lucha donde él intentaba darle poco pero que se lo había dado todo. ¿Acaso había entregado su alma aquel pequeño diablillo?
Pero aquella noche había sido distinta, pensó que, si le regalaba lo que ella deseaba de él en otras ocasiones, sería fácil y le entregaría más, pero no. Todo se le fue de las manos, y las señales mal interpretadas, ella no deseaba nada y él la deseo. Detenido a tiempo, solo pudo marcharse avergonzado y con sentimiento de culpabilidad por haber roto su palabra. Podía sentir su miedo, muy contrario a lo que la otra vez ella expresaba con su desnudez, y no le gustaba nada.
Un destino revelado, hastiado de todo en un impulso se atrevido en aquella noche donde todo aconteció se atrevió a asaltar la caja fuerte y robarle documentos incompletos relacionado con su pasado.
Una orden de ejecución “crimen pasional”, con fecha, nombre que le dotaba de identidad, “pelotón de fusilamiento”, un país extranjero. Y con ello el agujero que en su interior había sido creado se abrió con dolorosas heridas. Necesitaba ver para creer, necesitaba saber sobre el juicio, eso le faltaba, aunque una parte de sí mismo sabía cómo terminaba la historia sin aun no haber sido escrita.
Días que evitaba a su joven señora. Había continuado con su trabajo y aquella operación oculta relacionada con su “herencia”. Pocos habían pisado la mansión de los Cavey desde lo acontecido, pero aquel día quería intentar poner la cosa clara, ya no podía más con ese hastió no lo soportaba, y en algún momento debían de enfrentarse los unos con los otros.
-Con permiso, ¿señorita Cavey? -Había entrado tras pegar en la puerta, y ella pareció al verle menguar ante sus ojos. Sin quererlo su mirada no pudo más que sentir congoja por a ver creado aquel miedo en aquella mujer orgullosa. -Señor Cannif. -Saludo a su acompañante. -Necesito hablar con usted… A solar si es posible.
Haytham Cross- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/06/2016
Localización : París
Re: Le moment de verité [Privado]
No me costo demasiado atar cabos, no cuando el cuerpo de Valeria se estremeció al ver adentrarse por la puerta a Haytham, su mano derecha, quien yo creía su protector.
Un hombre corpulento de mayor edad que la nuestra, posiblemente y por su aspecto entrenado como yo para el manejo de distintas armas.
¿Miedo? No, yo no temía a Haytham, no temía a nada, ni a nadie, así había sido entrenado, y jamas luche en mejor gesta que la de proteger a Valeria.
Mas fueron sus palabras nerviosas las que confirmaron mis sospechas, esas en las que pedía que no me metiera, que esto no iba conmigo. ¿Acaso aun no se había enterado que lo que le prometí en el bosque era tan cierto como que estaba aquí mismo?
Mi cuerpo se tensó como las cuerdas de un arpa, cada musculo endureció mientras mi mirada cargada de ira busco la de aquella montaña que frente a mi caería.
Juro que me vi tentado de sacar la bastarda cuando mis puños se cerraron tan fuerte que mis uñas se clavaron en la piel, poco tiempo necesite para tomar a aquella mole por la pechera y estamparla contra la pared.
-No vas a volver a estar a solas con ella en tu misera vida -rugí alzando el puño para golpear su rostro una y otra vez.
Sangre carmesí resbalo por mi puño, rompiendo mis nudillos y su rostro al tiempo con ellos. Su camisa y la mía salpicada en sangre, dibujaba el lienzo de una batalla emprendida entre nosotros una por una mujer, Valeria.
Descontrol, admito que perdí los papeles, mas quien no los pierde cuando alguien daña a la mujer que quieres.
A mis espaldas los gritos ahogados de esa mujer que parecía por primera vez desde que la conocía débil como una hoja de papel. El era le culpable de haberla quebrado, de haberla lastimado y aun tenia la desfachatez de volver a su lado, para entablar conversación, la muerte se me antojaba un final mejor.
Arrastras tiré de el hacia el exterior de esa cámara, no solo quería pegarle, quería matarlo.
Un empujón fuera de la habitación mientras mis ojos escudriñaban donde guardaba su espada.
Era mas de lo que se merecía, el un malnacido que había forzado al amor de mi vida.
Mas yo no era como el y al menos le daría la oportunidad de poderse defender, acero contra acero y que los dioses decidieran quien era le mejor guerrero.
Mi mirada se hundió en la ajena, cargado de ira, las palabras sobraban, esperaba que desenvainara, este duelo seria a muerte.
Un hombre corpulento de mayor edad que la nuestra, posiblemente y por su aspecto entrenado como yo para el manejo de distintas armas.
¿Miedo? No, yo no temía a Haytham, no temía a nada, ni a nadie, así había sido entrenado, y jamas luche en mejor gesta que la de proteger a Valeria.
Mas fueron sus palabras nerviosas las que confirmaron mis sospechas, esas en las que pedía que no me metiera, que esto no iba conmigo. ¿Acaso aun no se había enterado que lo que le prometí en el bosque era tan cierto como que estaba aquí mismo?
Mi cuerpo se tensó como las cuerdas de un arpa, cada musculo endureció mientras mi mirada cargada de ira busco la de aquella montaña que frente a mi caería.
Juro que me vi tentado de sacar la bastarda cuando mis puños se cerraron tan fuerte que mis uñas se clavaron en la piel, poco tiempo necesite para tomar a aquella mole por la pechera y estamparla contra la pared.
-No vas a volver a estar a solas con ella en tu misera vida -rugí alzando el puño para golpear su rostro una y otra vez.
Sangre carmesí resbalo por mi puño, rompiendo mis nudillos y su rostro al tiempo con ellos. Su camisa y la mía salpicada en sangre, dibujaba el lienzo de una batalla emprendida entre nosotros una por una mujer, Valeria.
Descontrol, admito que perdí los papeles, mas quien no los pierde cuando alguien daña a la mujer que quieres.
A mis espaldas los gritos ahogados de esa mujer que parecía por primera vez desde que la conocía débil como una hoja de papel. El era le culpable de haberla quebrado, de haberla lastimado y aun tenia la desfachatez de volver a su lado, para entablar conversación, la muerte se me antojaba un final mejor.
Arrastras tiré de el hacia el exterior de esa cámara, no solo quería pegarle, quería matarlo.
Un empujón fuera de la habitación mientras mis ojos escudriñaban donde guardaba su espada.
Era mas de lo que se merecía, el un malnacido que había forzado al amor de mi vida.
Mas yo no era como el y al menos le daría la oportunidad de poderse defender, acero contra acero y que los dioses decidieran quien era le mejor guerrero.
Mi mirada se hundió en la ajena, cargado de ira, las palabras sobraban, esperaba que desenvainara, este duelo seria a muerte.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Le moment de verité [Privado]
Primer golpe recibido sin pensarlo, ni elegido, tiñendo el fondo de su boca del color de la sangre, y en todo caso sus fosas nasales. Paladeo con anterior recuerdo en su mente de su llegada al despacho.
Habían entrado con mirada gacha, e humillación en su sentir por el peso de la culpabilidad. Saludo para ambos y… ¿Le había pedido hablar a solas? No hubo ademán de que el señor Cannif fuese a retirarse, al contrario. Seguramente ella le había contado toda la historia. Decepcionado y a la vez merecido.
Luego sus ojos por primera vez se encontraron con los de ella, ahora temerosos cuando siempre había sido desafiantes, altivos y peligrosos.
Documento sobre la mesa.
-Los había tomado prestado… -Era su “orden de ejecución”. Su voz era neutra, calma sin un tono alto o bajo, no variaba al igual que el gesto hierático. -Deseo ver el resto… El juicio. -Ojos que se volvieron vidriosos de repente, intentaron guardar el tipo. Haytham apretó la mandíbula con endurecedor gesto. Trago saliva. -Necesito terminar con esta historia, historia que usted y yo sabemos que cuál será su final sin aun haberlo escrito…
Y allí es donde había venido ese primer golpe, corazón latín con fuerza y aquella inyección de adrenalina que le obligaba a contrarrestar sus enfrentamientos de día tras días. No lo detuvo, era el castigo que ella debería haberle regalado, y no se atrevía, pero se lo merecía.
Los golpes se sucedieron, y él los aguantaba con endereza, aquella mole tenía un gran resistir y tolerancia al dolor en una piel dañada por el accidente, dejándole ciertas insensibilidades.
Gran mano que detuvo el puño de Höor, luego lo empujo contra una de las paredes. Aquel hombre de físico jaquetón, no era pesado ni lento, era todo lo contrario para su sorpresa. En otra vida había tenido un entrenamiento militar y puesto, y en su día a día su trabajo era una batalla con unos y otros.
Un empujón, y un puñetazo al chico.
-No sé preocupe, no soy bienvenido aquí desde hace demasiado tiempo. Desde aquella “noche” donde no hubo respeto ni luto. Solo humillación y vergüenza… Que es lo que único que se ha traído. -Clara referencia que solo Valeria entendería, clara evidencia de negoció cerrado donde ella le ofreció una prematura virginidad entre sangre y sudor.
Estaba harto, hastiado, cansado de ser el perro de los Cavey, haberse visto siendo “lo peor” que podía el ser humano y hacer lo más horrible por ellos, y solo por ellos.
Los había protegido demasiado tiempo, mucho tiempo, y a ella más, y estaba dispuesto a continuarlo tras la muerte de su padre, pero había provocado la rabia en el perro, le había hecho sentirse miserable por unas migajas de pan y, aun así, enmudecía guardando su secreto, de niña consentida y fantasiosa con quererlo poseer en todos sus aspectos. Por su recuerdo de niña dulce e inocente, que había periodo todo ellos.
Höor le había arrastrado con fuerza, y ella les había seguido.
Escupió la sangre y vió la mano del cachorro en la empuñadura. Él por su parte, usualmente no iba armado, al menos a la vista. Un París con estoques a la vista, era un inconcebible, cuando la última moda era las armas de fuego y bastones que ocultaba filos; como mucho se los había visto a miliares para mostrar su rango.
Haytham se remango el brazo, y descubrió la marca de aquella “noche”; torpe herida tatuada en tinta, nombre completo en su piel “Valeria Cavey”. Él saco de su chaqueta un abre cartas, era lo único que llevaba encima.
-No cumples tu parte del trato, Valeria. -Esta vez la tuteo, y el filo se abrió paso por la carne, en gesto doloroso mientras las letras se teñían de la sangre. -Veo roto nuestro negocio. -Destreza inusual en despellejar la carne, Haytham debía de estar habituado a ese ejercicio cuando lo hacía con tanta limpieza. -Haga lo que tenga que hacer señor Cannif, porque puede ser su única y última oportunidad, y luego pregúntele como hemos llegado a esto, a éste extremo donde si perro más fiel solo sabe mostrarle los dientes.
Haytham Cross- Humano Clase Alta
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Re: Le moment de verité [Privado]
Lo que quiso evitar, se desmoronó en cuanto Haytham apareció por la puerta. Inconscientemente, dio un par de pasos hacia atrás, hasta quedar con la espalda apoyada en el borde del escritorio. Tras ella, esos documentos del mal. Intentó evitar que llegaran a las manos de su mano de derecha, nadie debía saber qué ponía en ellos…solo ella y su padre. Debían quedar encerrados bajo llave y no salir jamás a la luz pero desde que el señor Cavey murió, Haytham tuvo ciertas libertades con papeleo, documentos y demás… alguno pudo descubrir.
Tembló no solo al ver a su mano derecha entrar, si no como Hoör se lanzaba sin preámbulos hacia él. Un golpe, otro y otro más, hicieron que despacio su espalda descendiese por el mueble hasta quedar sentada en el suelo, sin fuerza en las piernas. No necesitaba una pelea, era lo que había estado evitando durante demasiado tiempo…desde aquella noche pero ya no podía taparlo más. Los golpes impactando contra aquel duro cuerpo. Los ojos de Valeria plagados de miedo y desesperanza, impotencia.
Consiguió ponerse de pie, caminando hasta el pasillo en donde la pelea seguía. Hoör, estaba fuera de sí y no era para menos, el señor Cross le había hecho daño y las marcas en su cuerpo lo corroboraban. “Deseo ver el resto, el juicio”. No, no podía darle lo que quería, sería el fin para él… para ella misma en su cometido por “salvarle” de una muerte segura y Hoör, no quería meterlo en aquel tejemaneje… le preocupaba que se le fuesen de las manos y lamentar perdidas. ¿Y si cerraba los ojos y la pesadilla acababa? Ahora Hoör, había entrado en aquel círculo del que era muy imposible salir…. le había condenado también.
Un grito salió de sus labios, interponiéndose entre ambos. Sus orbes, se clavaron en la mole quien reclamaba y ella, solo quería proteger al que fue su invitado, cómplice. No iba a ponerle más en peligro, desafiante, clavó sus ojos en Haytham a cada palabra que salía de sus labios a la par que se dirigía a Hoör, deslizando los dedos por su rostro…intentando aliviar sin éxito los golpes. Pero desafiante, una vez más… su esbirro como así se hacía llamar a sí mismo…volvía a reclamarle…sin descanso.
-Ni tú tampoco -sonaba demasiado duro, doliente…el oírle decir su nombre de pila, preferiría cualquier otro nombre, apelativo que su nombre. Sin apartar las manos del rostro de Hoör , medio abrazada al caballero… lo que presenció le dejó sin palabras, sintió como aquella enorme casa y su propio apellido le clavaban un puñal, una y otra vez en cada parte de su cuerpo.
Y él, su padre… los observaba con aquel pose déspota en aquel enorme cuadro que presidía el pasillo. Ojos verdes como los de la joven repletos de maldad, sonrisa ladina que no auguraba nada bueno. Aquel acto rebelde por parte de Haytham, le hizo odiarse a sí misma más que nunca. Lo primero de todo, puso en peligro a alguien ajeno a todo aquel tema, drama. Hoör se había llevado golpes cuando ella no merecía que la salvasen, ella misma acababa de firmar su sentencia, colocándose la soga al cuello…solo hacía falta tirar y dejarse vencer.
La sangre borgoña, manchaba la moqueta de color granate. Apenas podía diferenciarse pero ella sí pudo hacerlo. Bajó la mirada, avergonzada, sintiéndose aquel monstruo al que muchas personas oyó hablar… un monstruo que no podía tener otro nombre que el suyo propio: Valeria Cavey. Sí , le marcó como un vil esclavo tan solo por salvarle y no contenta con eso…arrastró aquel otro caballero a luchar por una causa perdida… porque ella no lo merecía. Lo que sí merecía era aquel castigo, impuesto por su padre, sin pedirlo. A la atenta mirada de su padre, cruzó la puerta una vez más… buscó esos condenados documentos y volvió, esta vez..sin mirarle a los ojos, se los tendió.
-Ahí los tienes. El trato se esfumó. Ya no te ata nada aquí - apenas fue un susurro, su cabello dorado ocultaba la expresión de su rostro. Se alejó, no sin antes detenerse frente a Hoör y negar con la cabeza - Lo que tanto te atrapa no es más que un fantasma, vete antes de que te pase lo mismo - y aceleró el paso, pasillo arriba… sin mirar atrás. Comprendería que ambos se fuesen.
Tembló no solo al ver a su mano derecha entrar, si no como Hoör se lanzaba sin preámbulos hacia él. Un golpe, otro y otro más, hicieron que despacio su espalda descendiese por el mueble hasta quedar sentada en el suelo, sin fuerza en las piernas. No necesitaba una pelea, era lo que había estado evitando durante demasiado tiempo…desde aquella noche pero ya no podía taparlo más. Los golpes impactando contra aquel duro cuerpo. Los ojos de Valeria plagados de miedo y desesperanza, impotencia.
Consiguió ponerse de pie, caminando hasta el pasillo en donde la pelea seguía. Hoör, estaba fuera de sí y no era para menos, el señor Cross le había hecho daño y las marcas en su cuerpo lo corroboraban. “Deseo ver el resto, el juicio”. No, no podía darle lo que quería, sería el fin para él… para ella misma en su cometido por “salvarle” de una muerte segura y Hoör, no quería meterlo en aquel tejemaneje… le preocupaba que se le fuesen de las manos y lamentar perdidas. ¿Y si cerraba los ojos y la pesadilla acababa? Ahora Hoör, había entrado en aquel círculo del que era muy imposible salir…. le había condenado también.
Un grito salió de sus labios, interponiéndose entre ambos. Sus orbes, se clavaron en la mole quien reclamaba y ella, solo quería proteger al que fue su invitado, cómplice. No iba a ponerle más en peligro, desafiante, clavó sus ojos en Haytham a cada palabra que salía de sus labios a la par que se dirigía a Hoör, deslizando los dedos por su rostro…intentando aliviar sin éxito los golpes. Pero desafiante, una vez más… su esbirro como así se hacía llamar a sí mismo…volvía a reclamarle…sin descanso.
-Ni tú tampoco -sonaba demasiado duro, doliente…el oírle decir su nombre de pila, preferiría cualquier otro nombre, apelativo que su nombre. Sin apartar las manos del rostro de Hoör , medio abrazada al caballero… lo que presenció le dejó sin palabras, sintió como aquella enorme casa y su propio apellido le clavaban un puñal, una y otra vez en cada parte de su cuerpo.
Y él, su padre… los observaba con aquel pose déspota en aquel enorme cuadro que presidía el pasillo. Ojos verdes como los de la joven repletos de maldad, sonrisa ladina que no auguraba nada bueno. Aquel acto rebelde por parte de Haytham, le hizo odiarse a sí misma más que nunca. Lo primero de todo, puso en peligro a alguien ajeno a todo aquel tema, drama. Hoör se había llevado golpes cuando ella no merecía que la salvasen, ella misma acababa de firmar su sentencia, colocándose la soga al cuello…solo hacía falta tirar y dejarse vencer.
La sangre borgoña, manchaba la moqueta de color granate. Apenas podía diferenciarse pero ella sí pudo hacerlo. Bajó la mirada, avergonzada, sintiéndose aquel monstruo al que muchas personas oyó hablar… un monstruo que no podía tener otro nombre que el suyo propio: Valeria Cavey. Sí , le marcó como un vil esclavo tan solo por salvarle y no contenta con eso…arrastró aquel otro caballero a luchar por una causa perdida… porque ella no lo merecía. Lo que sí merecía era aquel castigo, impuesto por su padre, sin pedirlo. A la atenta mirada de su padre, cruzó la puerta una vez más… buscó esos condenados documentos y volvió, esta vez..sin mirarle a los ojos, se los tendió.
-Ahí los tienes. El trato se esfumó. Ya no te ata nada aquí - apenas fue un susurro, su cabello dorado ocultaba la expresión de su rostro. Se alejó, no sin antes detenerse frente a Hoör y negar con la cabeza - Lo que tanto te atrapa no es más que un fantasma, vete antes de que te pase lo mismo - y aceleró el paso, pasillo arriba… sin mirar atrás. Comprendería que ambos se fuesen.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Le moment de verité [Privado]
Relamí mis labios al sentir la sangre caliente resbalar por ella, gesto nimio que dibujo una sonrisa sádica en mi rostro. Lo admito paladearla me portaba a otro mundo, uno en el que la guerra me envolvía, uno en el que me sentía como en casa.
Mis músculos se tensaron mas con el primer golpe y el acero en mi espalda quemaba deseando silbar al viento mientras los cuervos graznaban.
Juro que por menos había matado a un hombre, moles mas grandes habían sido derrumbadas frente a mis ojos con un simple golpe de bastarda ¿que me retenía a desenvainarla?
Valeria, sus ojos de terror, esos que humedecidos por el llanto parecían aun desear salvarnos de algún modo a los dos de todo mal que nos arreciara
Ese desgraciado aun tenia la desfachatez de pedirle documentos y de hablarle como si ella no fuera mas que una pieza de su vida desecha.
Lo odiaba, mas aun me odiaba mas a mi mismo por no ser capaz de desenvainar delante de esta.
Puñetazos, eso era todo cuanto podía asestarle para descargar mi frustración. Rabia que no se veía aplacada, mientras a mi alrededor veía cuerpos caídos, fuego de la batalla y otros momentos vividos.
La diferencia es que esa noche no habría hoguera, ni alcohol para entre los míos celebrar la victoria y honrar a los caídos.
Su cuerpo se interpuso frente al mio, acariciaba mi rostro buscando calmar mis instintos, protegerme de Haytham, calmar mis heridas, que ni siquiera me dolían.
Traté de apartarla con la suavidad con la que un guerrero toca por primera vez a su hijo recién nacido, mas ella no se hizo a un lado y la frustración creció en mis entrañas como lo hace el fuego al ser prendido.
Sus ojos buscaban los de esa roca, que parecía dispuesta a recibir su castigo.
Palabras que se dedicaron uno al otro dañinas, rompiéndose los dos en pedazos frente a mis ojos y yo mero espectador de una historia que ni conocía, ni comprendía pues nadie se había tomado la molestia de hacerme participe de ella.
Mis ojos se fundieron en los de Valeria, sabia que solo trataba de cuidarme. Mis brazos rodearon su cintura atrayendola contra mi cuerpo. Ellos tenían un pasado, uno que los unía con fuerza desmedida, parecía ser tortuoso, uno en el que ambos se habían hecho mucho daño y aun así seguían unidos por alguna extraña fuerza
Su cuerpo temblaba mientras mis ojos desafiaban al hombre que frente a nosotros estaba. No permitiría que volviera a tocarla.
-Valeria -susurré contra su mejilla sin dejar de acariciar su cintura.
Valeria se fue dejando entre Haytham y yo un desafiante vació, uno que aproveche para advertirle sobre las consecuencias de su sino.
-Si vuelves a hacerle daño, no descansaré hasta que la última gota de tu sangre resbale por mi hoja.
Promesa que cumpliría si volvía a osar tan solo mirarla.
Ella volvió, altiva, orgullosa, al menos esa era la mascara que ostentaba. Le dio los papeles que el otro tipo ansiaba y así se despidió de este echándolo de su casa.
Gesto que confieso agradecí, pues de no hacerlo dudo hubiera podido contenerme en echarlo yo mismo.
Ahora fueron sus ojos los que se cernieron sobre los míos, creo que pidiéndome prácticamente lo mismo, claro, que con una gran diferencia. Mentía, no quería que me fuera, ni que saliera de su vida.
Asentí, solo para calmarla, pues esa noche no me iría, antes tendría que escuchar lo que había venido a decirle.
La detuve de la mano por un instante, el suficiente para dejar la caja del anillo en sus manos.
La miré fijamente, no era necesario ningún comentario.
Esa era su salida, atrás podría dejar todo lo que la afligia, desde hoy y como en el bosque seria su escudo y su espada, y ella mi vida.
Solo tenia que tomar mi anillo colocárselo en su dedo y yo me encargaría de hacerla feliz el resto de su vida.
No le prometía a un hombre tranquilo, ni que posiblemente no nos encontrara mas de una noche el ocaso discutiendo por cualquier motivo, mas si podía prometerle que nuestro lecho seria testigo de esas reconciliaciones, y que al alba, no se arrepentiría de haberse desposado conmigo.
La abrace por detrás, tratando de dar sosiego a su cuerpo que parecia destruido.
-¿quieres casarte conmigo? -susurré con suavidad en su oído, mientras mis manos aferraban las suyas que aun sujetaban la caja.
Mis músculos se tensaron mas con el primer golpe y el acero en mi espalda quemaba deseando silbar al viento mientras los cuervos graznaban.
Juro que por menos había matado a un hombre, moles mas grandes habían sido derrumbadas frente a mis ojos con un simple golpe de bastarda ¿que me retenía a desenvainarla?
Valeria, sus ojos de terror, esos que humedecidos por el llanto parecían aun desear salvarnos de algún modo a los dos de todo mal que nos arreciara
Ese desgraciado aun tenia la desfachatez de pedirle documentos y de hablarle como si ella no fuera mas que una pieza de su vida desecha.
Lo odiaba, mas aun me odiaba mas a mi mismo por no ser capaz de desenvainar delante de esta.
Puñetazos, eso era todo cuanto podía asestarle para descargar mi frustración. Rabia que no se veía aplacada, mientras a mi alrededor veía cuerpos caídos, fuego de la batalla y otros momentos vividos.
La diferencia es que esa noche no habría hoguera, ni alcohol para entre los míos celebrar la victoria y honrar a los caídos.
Su cuerpo se interpuso frente al mio, acariciaba mi rostro buscando calmar mis instintos, protegerme de Haytham, calmar mis heridas, que ni siquiera me dolían.
Traté de apartarla con la suavidad con la que un guerrero toca por primera vez a su hijo recién nacido, mas ella no se hizo a un lado y la frustración creció en mis entrañas como lo hace el fuego al ser prendido.
Sus ojos buscaban los de esa roca, que parecía dispuesta a recibir su castigo.
Palabras que se dedicaron uno al otro dañinas, rompiéndose los dos en pedazos frente a mis ojos y yo mero espectador de una historia que ni conocía, ni comprendía pues nadie se había tomado la molestia de hacerme participe de ella.
Mis ojos se fundieron en los de Valeria, sabia que solo trataba de cuidarme. Mis brazos rodearon su cintura atrayendola contra mi cuerpo. Ellos tenían un pasado, uno que los unía con fuerza desmedida, parecía ser tortuoso, uno en el que ambos se habían hecho mucho daño y aun así seguían unidos por alguna extraña fuerza
Su cuerpo temblaba mientras mis ojos desafiaban al hombre que frente a nosotros estaba. No permitiría que volviera a tocarla.
-Valeria -susurré contra su mejilla sin dejar de acariciar su cintura.
Valeria se fue dejando entre Haytham y yo un desafiante vació, uno que aproveche para advertirle sobre las consecuencias de su sino.
-Si vuelves a hacerle daño, no descansaré hasta que la última gota de tu sangre resbale por mi hoja.
Promesa que cumpliría si volvía a osar tan solo mirarla.
Ella volvió, altiva, orgullosa, al menos esa era la mascara que ostentaba. Le dio los papeles que el otro tipo ansiaba y así se despidió de este echándolo de su casa.
Gesto que confieso agradecí, pues de no hacerlo dudo hubiera podido contenerme en echarlo yo mismo.
Ahora fueron sus ojos los que se cernieron sobre los míos, creo que pidiéndome prácticamente lo mismo, claro, que con una gran diferencia. Mentía, no quería que me fuera, ni que saliera de su vida.
Asentí, solo para calmarla, pues esa noche no me iría, antes tendría que escuchar lo que había venido a decirle.
La detuve de la mano por un instante, el suficiente para dejar la caja del anillo en sus manos.
La miré fijamente, no era necesario ningún comentario.
Esa era su salida, atrás podría dejar todo lo que la afligia, desde hoy y como en el bosque seria su escudo y su espada, y ella mi vida.
Solo tenia que tomar mi anillo colocárselo en su dedo y yo me encargaría de hacerla feliz el resto de su vida.
No le prometía a un hombre tranquilo, ni que posiblemente no nos encontrara mas de una noche el ocaso discutiendo por cualquier motivo, mas si podía prometerle que nuestro lecho seria testigo de esas reconciliaciones, y que al alba, no se arrepentiría de haberse desposado conmigo.
La abrace por detrás, tratando de dar sosiego a su cuerpo que parecia destruido.
-¿quieres casarte conmigo? -susurré con suavidad en su oído, mientras mis manos aferraban las suyas que aun sujetaban la caja.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Le moment de verité [Privado]
La sangre caía a borbotones mancillando el limpio suelo. Había dolor en su acto, pero no solo el que sentía mientras la piel se desprendía de su lugar terminando con su “marca de esclavo”, estaba el otro que era peor.
El abrecartas cayó al suelo y el dejo caer el brazo que no detenía su desprender, como si nada. Una cicatriz más que se añadiría a la colección para recordarle, cual, fue su decisión y vergüenza.
El joven cachorro quiso de nuevo hacer ademán de sacar los dientes, más la rubia lo había detenido justo a tiempo. No sabía cómo iban a acabar, pero por si parte solo le quedaba marcharse de ese lugar que ya no podía llamar hogar, ni sentirse pertenecer a éste mismo. Ahora se había convertido un huérfano del mundo, más que un liberado.
Documentos en mano, todo lo que él quería ella sin oposición se lo había entregado. Era libre, ahora su misterio sería desentramado y una vida que había esperado tal vez revelada. No estaba seguro que su pasado y futuro fuesen a llevarse demasiado bien, más doloroso sentimiento de congoja y desesperación fueron sumándose a todas las emociones.
Sin quererlo miró a Valeria, con gesto suavizado, había cierta pena en aquello vidriosos.
-Yo no quería que esto hubiese terminado así… -Solo le dijo, y no pudo decir nada más ya que ella misma le había expulsado de su refugio y cárcel de más de 10 años. -Y lo sabes.
Luego sus ojos fueron dirigidos a Höor, el muchacho tal vez no entendiese sus motivos, y solo el arranque de adrenalina y odio movido por los sentimientos que ella desprendía en él y sus ganas de protegerla, era lo que le movía.
Conformidad al saber que al menos ella tendría un hombro en el que apoyarse, hacían buena pareja había que admitir, ¿pero sería suficiente bueno para ella? ¿Estaría condenándose al entregar sus sentimientos a aquel pequeño demonio de cabellos dorados? Ya no era de su incumbencia.
Pasos que se marchaban, apresurados, pero antes no pudo esperarse lo que vieron sus ojos. El joven cachorro había decidido “aquel” momento como el más apropiado para lanzarse, para Haytham tal vez, el menos apropiado teniendo en cuenta la de emociones que ya cargaban la habitación, y el tener cerca de una frágil Valeria, quien dirigía.
-Mis bendiciones. -No espero ni a la respuesta de la joven, ya que cruzando el pasillo y una de las puertas desapareció sin más palabras, ni llevarse nada más que los documentos. Ya conseguiría otras posesiones,, no iba a perder más el tiempo en llevárselo todo.
En esto se había quedado todo... En rencor, odio y vergüenza... Todo podía haber sido muy distinto... Todo podía haber sido...
El abrecartas cayó al suelo y el dejo caer el brazo que no detenía su desprender, como si nada. Una cicatriz más que se añadiría a la colección para recordarle, cual, fue su decisión y vergüenza.
El joven cachorro quiso de nuevo hacer ademán de sacar los dientes, más la rubia lo había detenido justo a tiempo. No sabía cómo iban a acabar, pero por si parte solo le quedaba marcharse de ese lugar que ya no podía llamar hogar, ni sentirse pertenecer a éste mismo. Ahora se había convertido un huérfano del mundo, más que un liberado.
Documentos en mano, todo lo que él quería ella sin oposición se lo había entregado. Era libre, ahora su misterio sería desentramado y una vida que había esperado tal vez revelada. No estaba seguro que su pasado y futuro fuesen a llevarse demasiado bien, más doloroso sentimiento de congoja y desesperación fueron sumándose a todas las emociones.
Sin quererlo miró a Valeria, con gesto suavizado, había cierta pena en aquello vidriosos.
-Yo no quería que esto hubiese terminado así… -Solo le dijo, y no pudo decir nada más ya que ella misma le había expulsado de su refugio y cárcel de más de 10 años. -Y lo sabes.
Luego sus ojos fueron dirigidos a Höor, el muchacho tal vez no entendiese sus motivos, y solo el arranque de adrenalina y odio movido por los sentimientos que ella desprendía en él y sus ganas de protegerla, era lo que le movía.
Conformidad al saber que al menos ella tendría un hombro en el que apoyarse, hacían buena pareja había que admitir, ¿pero sería suficiente bueno para ella? ¿Estaría condenándose al entregar sus sentimientos a aquel pequeño demonio de cabellos dorados? Ya no era de su incumbencia.
Pasos que se marchaban, apresurados, pero antes no pudo esperarse lo que vieron sus ojos. El joven cachorro había decidido “aquel” momento como el más apropiado para lanzarse, para Haytham tal vez, el menos apropiado teniendo en cuenta la de emociones que ya cargaban la habitación, y el tener cerca de una frágil Valeria, quien dirigía.
-Mis bendiciones. -No espero ni a la respuesta de la joven, ya que cruzando el pasillo y una de las puertas desapareció sin más palabras, ni llevarse nada más que los documentos. Ya conseguiría otras posesiones,, no iba a perder más el tiempo en llevárselo todo.
En esto se había quedado todo... En rencor, odio y vergüenza... Todo podía haber sido muy distinto... Todo podía haber sido...
Haytham Cross- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/06/2016
Localización : París
Re: Le moment de verité [Privado]
Los ojos esmeralda de su padre, seguían observando la escena. Ojos cincelados a conciencia, parecían tan reales que incluso le arrancó un escalofrío general al observar el cuadro por unos segundos, desde su posición. ¿Cómo se sentía? indescriptible. El miedo seguía en cada resquicio de su cuerpo y verles, enfrentados no ayudaba demasiado. Temió que Hoör pagase por lo ocurrido aquel día en el despacho, el hecho de que se acercase a ella y terminase saliendo corriendo… sin vuelta atrás pero no, su presencia le calmaba como le inquietaba al mismo tiempo.
He ahí las consecuencias de sus actos, su traición. Hoör la miraba con otros ojos cuando no era más que un monstruo egoísta que solo quería ser la única heredera, costase lo que costase y dejar a un lado lo demás. O así la veía Haytham. La realidad era una muy diferente, quiso protegerlo al igual que a Hoör de sí misma. Ninguna espada era tan afilada y mortal como Valeria Cavey y Haytham lo sabía, no era como su padre pero sí lo había marcado de su propiedad por el simple hecho de “salvarlo”.
Por unos instantes, su mirada se perdió en Hoör, en aquellos ojos oscuros como la noche que le prometían demasiado, cosas que ella no merecía, ni él tampoco. Siseó, más para sí misma que para los dos hombres que se batían en una pelea injusta, la única que debía alzar la espada era ella no quería más enfrentamientos….ni amenazas, solo paz y aceptar un sino que se escribió hace demasiado tiempo.
No respondió a Haytham ¿acaso él iba a creer lo que dijese? No. Ni Hoör tampoco, era una mentirosa que había jugado con ambos. Con Haytham arrebatándole su libertad y sus raíces…con Hoör el simple hecho de sentir algo por ella, sentimientos que afloraban en su frío corazón y por ejercer de protectora, los escondía colocándose esa máscara de mentira y falsedad, de engaño… a su propia persona.
Todo estaba ocurriendo demasiado deprisa. Se quedó inmóvil, al lado de Hoör…como si éste fuese su escudo y así lo sentía. Solo quería cerrar los ojos y al abrirlos que todo fuese diferente pero no iba a ser así nunca más. Se odiaba a sí misma por tener que alejarse de la verdadera felicidad junto aquel joven que se lo estaba ofreciendo todo ¿qué podía ofrecerle ella? ¿es que acaso no veía su verdadera esencia? Traicionera por haber tenido a Haytham engañado, siempre supo que se marcharía y la imagen que tendría de ella, sería la de esa muchacha egoísta ¿cómo la vería Hoör?
Los labios carmesí, se entreabrieron aquel susurró que aisló todo lo demás. En ese punto del pasillo solo se encontraban ellos dos. Una propuesta, una que sería para siempre. Entrecerró los ojos, aturdida, asustada… terminando por dejar escapar un sollozo de incredulidad. Sonrió como una niña, esa que fue en el pasado al ver la caja entre sus manos…podía tenerlo todo pero perderlo al mismo tiempo si aceptaba y eso solo lo sabía una persona… justo la que se marcharía para siempre. Los negocios del señor Cavey no eran limpios, prefería que su futuro marido pagase las consecuencias… que ella misma, alguien quien pudiese afrentarse a lo peor y no quería eso para Hoör.
-Lo único que quiero es …-quería eso, imaginar, fantasear con una vida en la que ambos pudiesen disfrutar del otro -Estés a salvo y conmigo…nunca lo vas a estar. -su voz se quebró, sus lágrimas se retuvieron en sus orbes esmeralda, le dolieron sus propias palabras pero acaso ¿qué podía hacer en ese momento? Estaba rota por varios motivos, la partida de Haytham, el hecho de no poder actuar como una joven de clase alta normal porque ella… no podía casarse por amor.
Se giró en sus pasos y buscó la mirada de Hoör, le dolía el tener que guardarse el anillo. No era un no pero tampoco un sí… solo quería tiempo, todo el que él le diese.
-¿Por qué? -fue lo único que se atrevió a preguntarle a Hoör, oyendo como los pasos de su mano derecha se alejaban, para siempre.
He ahí las consecuencias de sus actos, su traición. Hoör la miraba con otros ojos cuando no era más que un monstruo egoísta que solo quería ser la única heredera, costase lo que costase y dejar a un lado lo demás. O así la veía Haytham. La realidad era una muy diferente, quiso protegerlo al igual que a Hoör de sí misma. Ninguna espada era tan afilada y mortal como Valeria Cavey y Haytham lo sabía, no era como su padre pero sí lo había marcado de su propiedad por el simple hecho de “salvarlo”.
Por unos instantes, su mirada se perdió en Hoör, en aquellos ojos oscuros como la noche que le prometían demasiado, cosas que ella no merecía, ni él tampoco. Siseó, más para sí misma que para los dos hombres que se batían en una pelea injusta, la única que debía alzar la espada era ella no quería más enfrentamientos….ni amenazas, solo paz y aceptar un sino que se escribió hace demasiado tiempo.
No respondió a Haytham ¿acaso él iba a creer lo que dijese? No. Ni Hoör tampoco, era una mentirosa que había jugado con ambos. Con Haytham arrebatándole su libertad y sus raíces…con Hoör el simple hecho de sentir algo por ella, sentimientos que afloraban en su frío corazón y por ejercer de protectora, los escondía colocándose esa máscara de mentira y falsedad, de engaño… a su propia persona.
Todo estaba ocurriendo demasiado deprisa. Se quedó inmóvil, al lado de Hoör…como si éste fuese su escudo y así lo sentía. Solo quería cerrar los ojos y al abrirlos que todo fuese diferente pero no iba a ser así nunca más. Se odiaba a sí misma por tener que alejarse de la verdadera felicidad junto aquel joven que se lo estaba ofreciendo todo ¿qué podía ofrecerle ella? ¿es que acaso no veía su verdadera esencia? Traicionera por haber tenido a Haytham engañado, siempre supo que se marcharía y la imagen que tendría de ella, sería la de esa muchacha egoísta ¿cómo la vería Hoör?
Los labios carmesí, se entreabrieron aquel susurró que aisló todo lo demás. En ese punto del pasillo solo se encontraban ellos dos. Una propuesta, una que sería para siempre. Entrecerró los ojos, aturdida, asustada… terminando por dejar escapar un sollozo de incredulidad. Sonrió como una niña, esa que fue en el pasado al ver la caja entre sus manos…podía tenerlo todo pero perderlo al mismo tiempo si aceptaba y eso solo lo sabía una persona… justo la que se marcharía para siempre. Los negocios del señor Cavey no eran limpios, prefería que su futuro marido pagase las consecuencias… que ella misma, alguien quien pudiese afrentarse a lo peor y no quería eso para Hoör.
-Lo único que quiero es …-quería eso, imaginar, fantasear con una vida en la que ambos pudiesen disfrutar del otro -Estés a salvo y conmigo…nunca lo vas a estar. -su voz se quebró, sus lágrimas se retuvieron en sus orbes esmeralda, le dolieron sus propias palabras pero acaso ¿qué podía hacer en ese momento? Estaba rota por varios motivos, la partida de Haytham, el hecho de no poder actuar como una joven de clase alta normal porque ella… no podía casarse por amor.
Se giró en sus pasos y buscó la mirada de Hoör, le dolía el tener que guardarse el anillo. No era un no pero tampoco un sí… solo quería tiempo, todo el que él le diese.
-¿Por qué? -fue lo único que se atrevió a preguntarle a Hoör, oyendo como los pasos de su mano derecha se alejaban, para siempre.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: Le moment de verité [Privado]
Un silencio abrasador, casi un sollozo escapo de sus labios, algo tan alejado a la realidad que dibujaba en mi mente cuando imaginé este momento.
No existía esa Valeria sonriente, pretorica por unir nuestros destinos. A cambio, solo vació y silencio, un silencio que rompió con palabras que se hundieron en mi pecho como afilados cuchillos.
Según ella deseaba protegerme, escusa vana, pues la muerte existía en mi vida desde antes de respirar por mi mismo.
Cerré los ojos frustrado, sabia que no podía ver mi gesto, algo que agradecí, pues mi rostro representaba la mayor desilusión vivida en mis carnes, el mayor dolor sentido en mi piel, mis entrañas se desquebrajaban frente al filo de sus labios y mis manos cayeron inertes a los costado sin saber muy bien que hacer.
El dolor dio paso a la ira, mis puños se apretaron y mi mandíbula se cuadriculo. Las lagrimas de mis ojos se secaron y en su lugar la frialdad de los mil escudos pertrechados se dibujo.
Todo había sido una mentira, el bosque, el lecho, nada de lo vivido lo sintió, pues si no, ese anillo seria motivo de jubilo y no de desilusión.
Di un par de pasos hacia atrás, juro que solo quería salir de ese lugar, sus ojos me buscaron mas los míos incapaces de mantenerle la mirada la rehuyeron, no quería que pudiera alcanzar a ver como mi alma se había partido en dos, no iba a darle el gusto de verme desmoronarme frente a ella, aunque en este momento estaba muerto y no vivo.
Una pregunta escapó de sus labios, una que bien sabia la respuesta. Parecía necesitar oírlo decir, y lo oiría porque no me quedaba nada, ni siquiera mi orgullo ¿que mas daba?
-Porque te quiero, ese y no otro es el motivo de todo esto.
Esas serian mis ultimas palabras, antes de girar sobre mis propios talones dispuesto a abandonar la estancia.
Ese mismo día recogería mis cosas y como su mano derecha desaparecería de su vida.
Eso me había pedido y eso le regalaría.
Con los puños apretados emprendí el camino hacia su habitación, me crucé con un par de doncellas de su servicio, a las que ni siquiera mire, oscuridad era todo lo que reflejaban mis ojos mientras en mi cabeza retumbaba la idea de que me veía como un niño y no como el hombre que era. ¿Protegerme? Acaso no le había demostrado que no necesitaba de sus cuidados, mi vida nunca fue fácil, estaba acostumbrado a lidiar con la guerra y la muerte era parte de la vida.
Preferiría morir mañana habiendo poseído un día su amor, que vivir de forma eterna sin haberlo conocido.
Su decisión estaba tomada y con ella condenaba la mía.
Adiós Valeria Cavey
No existía esa Valeria sonriente, pretorica por unir nuestros destinos. A cambio, solo vació y silencio, un silencio que rompió con palabras que se hundieron en mi pecho como afilados cuchillos.
Según ella deseaba protegerme, escusa vana, pues la muerte existía en mi vida desde antes de respirar por mi mismo.
Cerré los ojos frustrado, sabia que no podía ver mi gesto, algo que agradecí, pues mi rostro representaba la mayor desilusión vivida en mis carnes, el mayor dolor sentido en mi piel, mis entrañas se desquebrajaban frente al filo de sus labios y mis manos cayeron inertes a los costado sin saber muy bien que hacer.
El dolor dio paso a la ira, mis puños se apretaron y mi mandíbula se cuadriculo. Las lagrimas de mis ojos se secaron y en su lugar la frialdad de los mil escudos pertrechados se dibujo.
Todo había sido una mentira, el bosque, el lecho, nada de lo vivido lo sintió, pues si no, ese anillo seria motivo de jubilo y no de desilusión.
Di un par de pasos hacia atrás, juro que solo quería salir de ese lugar, sus ojos me buscaron mas los míos incapaces de mantenerle la mirada la rehuyeron, no quería que pudiera alcanzar a ver como mi alma se había partido en dos, no iba a darle el gusto de verme desmoronarme frente a ella, aunque en este momento estaba muerto y no vivo.
Una pregunta escapó de sus labios, una que bien sabia la respuesta. Parecía necesitar oírlo decir, y lo oiría porque no me quedaba nada, ni siquiera mi orgullo ¿que mas daba?
-Porque te quiero, ese y no otro es el motivo de todo esto.
Esas serian mis ultimas palabras, antes de girar sobre mis propios talones dispuesto a abandonar la estancia.
Ese mismo día recogería mis cosas y como su mano derecha desaparecería de su vida.
Eso me había pedido y eso le regalaría.
Con los puños apretados emprendí el camino hacia su habitación, me crucé con un par de doncellas de su servicio, a las que ni siquiera mire, oscuridad era todo lo que reflejaban mis ojos mientras en mi cabeza retumbaba la idea de que me veía como un niño y no como el hombre que era. ¿Protegerme? Acaso no le había demostrado que no necesitaba de sus cuidados, mi vida nunca fue fácil, estaba acostumbrado a lidiar con la guerra y la muerte era parte de la vida.
Preferiría morir mañana habiendo poseído un día su amor, que vivir de forma eterna sin haberlo conocido.
Su decisión estaba tomada y con ella condenaba la mía.
Adiós Valeria Cavey
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Le moment de verité [Privado]
El momento menos indicado para Valeria pero no el de Hoör. Comprendía que en aquel desenlace, él aprovechase para proponerle tal cosa. Esperanza para ella, cuando acababa de perderlo todo y él podía ofrecerle una vida en la que no tendría tantos quebraderos de cabeza…aún así él se equivocaba. Si terminaba aceptando la proposición, estaba claro que al final condenaría a Hoör Cannif y no, no quería eso. Ya condenó a Haytham , la única persona parte de su familia y en último lugar… no deseaba que él corriese la misma suerte.
¿Cómo podía explicarle todo aquello? No sabía por donde empezar, qué decir y menos qué hacer. Aún podía oír los pasos de Haytham alejarse. Al girarse y enfrentar su mirada, la expresión que vio en su rostro le partió en dos. ¿Cómo podía desmoronarlo todo entre sus dedos con tal fragilidad? Volvió a sisear, para que ambos se calmasen . Siempre esperaba de ella y siempre acababan del mismo modo. ¿Acaso podían terminar de otra manera?
-Hoör-tragó saliva, él también se marchaba de su vida como bien le había pedido ¿qué esperaba acaso? Suspiró largamente, le costó seguirle pues las piernas le fallaban. Apenas entró en la habitación y ella detrás, cuando cerró la puerta, apoyándose en esta..aún con la caja entre sus dedos. ¿Por qué estaba tan loco de querer casarse con ella?
La quería, se lo había dicho , en el sitio menos indicado…pero se lo había dicho y algo dentro de ella se desquebrajó sin saber cómo unir piezas. Absolutamente perdida, desorientada , herida … buscaba esas máscaras para no parecer frágil… una vez más.
-No te dije que no. Tampoco que sí pero es que no lo sé… ahora no puedo pensar en nada. No es solo protegerte, no quiero que caigas en desgracia por quererme ¿Eso lo entiendes? No es ninguna tontería… ya se encarga mi padre de que no sea feliz aún estando muerto -chasqueó la lengua, quizás no lo estaba arreglando…solo quería que la escuchases -Piensas que no , no quiero… no lo deseo pero no es así… todo esto me viene grande. Mi cargo, Haytham se marcha, y…tú. Sí, TÚ. No sé qué me pasa pero aunque te haya pedido que te marches… solo quiero tiempo. No me encuentro bien… y tu propuesta sé que no es para siempre -
Si se acercaba a él se perderían así que giró el rostro, mostrando aquel gesto abatido, desamparado…podía haberlo dejado así, que él se marchase pero estaba allí pidiéndole tiempo y espacio.
-Me enseñaron muchas cosas pero querer no, tienes que entenderlo… y no sé si quererme es bueno para ti. Soy egoísta porque no quiero que te vayas pero también sé que no puedo retenerte…- suspiró abriendo la puerta, saliendo hacia el pasillo…aquel condenado en el que acababa de ocurrir todo.
¿Cómo podía explicarle todo aquello? No sabía por donde empezar, qué decir y menos qué hacer. Aún podía oír los pasos de Haytham alejarse. Al girarse y enfrentar su mirada, la expresión que vio en su rostro le partió en dos. ¿Cómo podía desmoronarlo todo entre sus dedos con tal fragilidad? Volvió a sisear, para que ambos se calmasen . Siempre esperaba de ella y siempre acababan del mismo modo. ¿Acaso podían terminar de otra manera?
-Hoör-tragó saliva, él también se marchaba de su vida como bien le había pedido ¿qué esperaba acaso? Suspiró largamente, le costó seguirle pues las piernas le fallaban. Apenas entró en la habitación y ella detrás, cuando cerró la puerta, apoyándose en esta..aún con la caja entre sus dedos. ¿Por qué estaba tan loco de querer casarse con ella?
La quería, se lo había dicho , en el sitio menos indicado…pero se lo había dicho y algo dentro de ella se desquebrajó sin saber cómo unir piezas. Absolutamente perdida, desorientada , herida … buscaba esas máscaras para no parecer frágil… una vez más.
-No te dije que no. Tampoco que sí pero es que no lo sé… ahora no puedo pensar en nada. No es solo protegerte, no quiero que caigas en desgracia por quererme ¿Eso lo entiendes? No es ninguna tontería… ya se encarga mi padre de que no sea feliz aún estando muerto -chasqueó la lengua, quizás no lo estaba arreglando…solo quería que la escuchases -Piensas que no , no quiero… no lo deseo pero no es así… todo esto me viene grande. Mi cargo, Haytham se marcha, y…tú. Sí, TÚ. No sé qué me pasa pero aunque te haya pedido que te marches… solo quiero tiempo. No me encuentro bien… y tu propuesta sé que no es para siempre -
Si se acercaba a él se perderían así que giró el rostro, mostrando aquel gesto abatido, desamparado…podía haberlo dejado así, que él se marchase pero estaba allí pidiéndole tiempo y espacio.
-Me enseñaron muchas cosas pero querer no, tienes que entenderlo… y no sé si quererme es bueno para ti. Soy egoísta porque no quiero que te vayas pero también sé que no puedo retenerte…- suspiró abriendo la puerta, saliendo hacia el pasillo…aquel condenado en el que acababa de ocurrir todo.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
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Re: Le moment de verité [Privado]
Tras de mi los pasos de Valeria y la puerta cerrándose a mis espaldas.
Cerré los ojos sin darme la vuelta, no podía mirarla, no quería que me viera vencido por unos ojos esmeralda.
Yo el mas fiero guerrero, que había vencido y sobrevivido a mil gestas en el campo de batalla, hoy caía de rodillas abatido, esclavo de esa mujer que por una vez me había dejado las cosas claras.
Solo el orgullo me mantuvo en pie, y este fue el que empujó mi cuerpo para enfrentar de nuevo sus orbes.
No vi a una mujer entera si no tan destrozada como yo mismo, tensé el gesto y apreté los puños mientras las palabras escapaban de sus labios.
Podía rebatirlas una por una, ¿mas hubiera servido de algo?
Ella creía esa verdad, creía que con ese gesto me protegía, mas no se daba cuenta de que nada podía hacerlo.
Mi sino estaba escrito por los dioses, siempre seria un guerrero, la batalla corría por mis venas y de un modo u otro la lucha acababa encontrándome fuera donde fuera.
Puede que los negocios del padre de Valeria resultaran peligrosos, pero en ese caso ¿no era mejor tener un guerrero a su lado?
Si no era una gesta seria otra, mas siempre estaría luchando ¿no era mejor luchar por lo que amaba?
No se daba cuenta de que si me dejaba ir, perdía mi norte y aquello que me anclaba a la vida ya no me quedaba nada.
Guardé silencio dejándola continuar con su farsa, se que sentía algo por mi, se que era ciertas muchas de las cosas que decía, mas del mismo modo sabia que la partida de su mano derecha tenia mucho que ver con su decisión. Algo me decía que en el fondo le esperaba, que ella tenia una historia a medias con el, basada en un pasado que no lograba entender.
Quizás solo eran los celos que me cegaban, no lo se, yo también estaba confundido, destrozado pero en pie.
Con la cabeza alta, como mi madre me enseño a tener, escuchaba sus palabras ,esas que me hablaban de la marcha de Haytham, de su nuevo cargo y de mi.
No sabia querer, pero para no saber yo sentía que me amaba de un modo extraño, pero era nuestro ¿acaso alguien me enseño a mi a querer?
Ella se atrevía a juzgar lo que era o no bueno para mi, de nuevo convirtiéndome en un niño incapaz de decidir ¿porque Haytham si podía ocuparse de sus asuntos y no yo? ¿confiaba mas en el? ¿acaso en una gesta resultaría el vencedor?
Por rumores sabia que ella hacia tiempo le había propuesto a Haytham matrimonio, desconocía si eran ciertos, mucho se rumoreaba sobre la familia Cavey.
Las preguntas se agolpaban en mi cabeza, una tras otra, mientras la miraba desafiante.
Quería tiempo y espacio, sendas cosas iba a regalarle a aquella mujer.
-Me voy Valeria porque es lo mejor, piensa mi propuesta porque no será eterna -palabras frías, pero que le concedían lo que pedía.
Deseaba ir, abrazarla, pero sabia que de hacerlo aquella pose de escudos adquirida frente a ella se derrumbaría.
Dejé escapar el aire al verla desaparecer por la puerta, una despedida que me pesaba mas de la cuenta.
En una semana partiría hacia Alemania...
Cerré los ojos sin darme la vuelta, no podía mirarla, no quería que me viera vencido por unos ojos esmeralda.
Yo el mas fiero guerrero, que había vencido y sobrevivido a mil gestas en el campo de batalla, hoy caía de rodillas abatido, esclavo de esa mujer que por una vez me había dejado las cosas claras.
Solo el orgullo me mantuvo en pie, y este fue el que empujó mi cuerpo para enfrentar de nuevo sus orbes.
No vi a una mujer entera si no tan destrozada como yo mismo, tensé el gesto y apreté los puños mientras las palabras escapaban de sus labios.
Podía rebatirlas una por una, ¿mas hubiera servido de algo?
Ella creía esa verdad, creía que con ese gesto me protegía, mas no se daba cuenta de que nada podía hacerlo.
Mi sino estaba escrito por los dioses, siempre seria un guerrero, la batalla corría por mis venas y de un modo u otro la lucha acababa encontrándome fuera donde fuera.
Puede que los negocios del padre de Valeria resultaran peligrosos, pero en ese caso ¿no era mejor tener un guerrero a su lado?
Si no era una gesta seria otra, mas siempre estaría luchando ¿no era mejor luchar por lo que amaba?
No se daba cuenta de que si me dejaba ir, perdía mi norte y aquello que me anclaba a la vida ya no me quedaba nada.
Guardé silencio dejándola continuar con su farsa, se que sentía algo por mi, se que era ciertas muchas de las cosas que decía, mas del mismo modo sabia que la partida de su mano derecha tenia mucho que ver con su decisión. Algo me decía que en el fondo le esperaba, que ella tenia una historia a medias con el, basada en un pasado que no lograba entender.
Quizás solo eran los celos que me cegaban, no lo se, yo también estaba confundido, destrozado pero en pie.
Con la cabeza alta, como mi madre me enseño a tener, escuchaba sus palabras ,esas que me hablaban de la marcha de Haytham, de su nuevo cargo y de mi.
No sabia querer, pero para no saber yo sentía que me amaba de un modo extraño, pero era nuestro ¿acaso alguien me enseño a mi a querer?
Ella se atrevía a juzgar lo que era o no bueno para mi, de nuevo convirtiéndome en un niño incapaz de decidir ¿porque Haytham si podía ocuparse de sus asuntos y no yo? ¿confiaba mas en el? ¿acaso en una gesta resultaría el vencedor?
Por rumores sabia que ella hacia tiempo le había propuesto a Haytham matrimonio, desconocía si eran ciertos, mucho se rumoreaba sobre la familia Cavey.
Las preguntas se agolpaban en mi cabeza, una tras otra, mientras la miraba desafiante.
Quería tiempo y espacio, sendas cosas iba a regalarle a aquella mujer.
-Me voy Valeria porque es lo mejor, piensa mi propuesta porque no será eterna -palabras frías, pero que le concedían lo que pedía.
Deseaba ir, abrazarla, pero sabia que de hacerlo aquella pose de escudos adquirida frente a ella se derrumbaría.
Dejé escapar el aire al verla desaparecer por la puerta, una despedida que me pesaba mas de la cuenta.
En una semana partiría hacia Alemania...
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