La mécanique du coeur [Priv. Angele]

por **Jeremy Legrand** Sáb Jun 23, 2018 1:48 pm

De todos los lugares de París, aquél burdel era el último lugar que pensaba visitar en su vida. La vergüenza era visible en sus mejillas, mientras que los nervios eran visibles en su mano temblorosa sobre el bastón con el que se ayudaba al caminar, la otra encogida en un puño tenso oculto en el bolsillo de su abrigo. El problema no era que aquello fuera un burdel, oh no. El problema era que se trataba de un burdel masculino.

Jeremy no podía dar marcha atrás. Tenía un trabajo que hacer, y más le valía hacerlo si no quería sufrir las consecuencias, o ver como su hermano pequeño las sufría por él. Mist era una mujer vengativa, y sabía bien que estaría esperando la más mínima oportunidad, el más mínimo traspiés por su parte, para acabar no solo con él, sino con todo lo que le importaba. No obstante, entrar en ese lugar, por muy escondido entre callejones que estuviera, le hacía recordar su pasado y ciertos aspectos de sí mismo de los que se avergonzaba profundamente, pues vergonzosos y desviados los consideraría también la sociedad. Un secreto que ni su familia había conocido, que le había hecho sufrir y asfixiarse por dentro, y que desearía poder mantener oculto por siempre jamás.

Solo hubo, si así puede decirse, dos hombres en su vida. Al primero ni siquiera se atrevió a confesarse. El segundo le hizo desear no haberlo hecho. Y, aún así, aquella era una parte de él que no podía negar y que le rasgaba las entrañas cada vez que intentaba mentirse a sí mismo.

Así fue como, temblando como un flan recién hecho, entró a aquél burdel, sacando de su bolsillo el papel con un número que ya se sabía de memoria, pero que le ayudaba a centrar su mente en otra cosa. La puerta 12. Todo había sido arreglado para que pareciese algo... "natural". El encargado estaba informado del asunto, por lo que simplemente se limitó a señalarle el camino a la habitación donde le esperaría la persona que debía entregarle la información que Mist tanto esperaba.

Llamó a la puerta, con una educación de la que probablemente pocos harían gala. El encargado, junto a él, soltó una risa burlona, abriendo la puerta sin más y cerrándola en cuanto el pianista pasó a su interior, observando al hombre frente a él. No, ni siquiera era un hombre. Era un joven, probablemente no llegaría a los veinte años. Aquello le removió las entrañas, y su sorpresa sería más que evidente antes de que se recompusiera.

-Bu-buenas noches. ¿Es usted Angele Nïm?-se acercó unos pasos, cojeando torpemente ante la presión, tendiéndole una mano a modo de saludo.- So-soy Jeremy Legrand. Cre-creo que tiene algo para mi.

Entrar, recibir la información y salir. Nada más.