AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Danse macabre (Priv. Ryuu Chandler Arkensow)
2 participantes
Página 1 de 1.
Danse macabre (Priv. Ryuu Chandler Arkensow)
“El viento invernal sopla y la noche está sombría.
Se escuchan los gemidos de los tilos.
En la oscuridad se ve a los blancos esqueletos
correr y saltar bajo sus mortajas.”
Danse macabre, Henri Cazalis
Se escuchan los gemidos de los tilos.
En la oscuridad se ve a los blancos esqueletos
correr y saltar bajo sus mortajas.”
Danse macabre, Henri Cazalis
La delicada figura femenina oculta entre las sombras elevó los brazos al cielo mientras giraba sobre las puntas de sus pies en un improvisado vals y su larga falda blanca siguió sus fluidos movimientos, flotando en el viento como si de neblina que la envolviese se tratase, rompiendo la absoluta negrura de la noche. La figura saltó de una tumba a otra entonando cada uno de los versos de la Danse macabre de forma suave y apenas perceptible. Aquella noche primaveral probablemente era igual a otras. Ligeramente fría y ventosa, como si los helados dedos del invierno se negasen a cederle terreno a la tan anhelada primavera cargada de vida y renovación.
No había nada especial en el viento, ni en la luna, ni en las estrellas, pese a eso, Smerenda estaba deslumbrada con cada cosa que sus ojos veían. Muy pocas personas, quizás nadie, podría encontrar belleza o calma o sentirse extasiados paseando por un cementerio en la oscuridad de la noche, pero, para Smerenda aquello era exquisito y no porque aquella fuese la primera vez que se encontraba en un cementerio cobijada por la noche, sino porque era la primera vez que se encontraba sola. Ella misma se consideraba una criatura nocturna y no porque le fuese imperativo permanecer entre las sombras, como en el caso de los vampiros, ella consideraba a la noche como a su amiga, pero jamás hasta ese día había tenido la oportunidad de gozar de su cobijo en total soledad.
Smerenda inhalo con fuerza el aire nocturno. Era una ironía, nadie solía dar caminatas por los cementerios y la verdad era que pese a toda la “muerte” que ese sitio albergaba olía bastante mejor que el nauseabundo centro de París – Aire puro para los muertos putrefactos, mientras los vivos se pudren en sus propios desechos e inmundicia- susurró, dejando escapar el pensamiento en voz alta, elevó el rostro al cielo y le sonrió a la luna. A la distancia el sonido de las campanadas de un reloj la devolvió a la realidad. Una, dos, tres. Con tres claras campanadas el reloj anunciaba que la hora de las brujas comenzaba, tenía que comenzar a trabajar.
Le resultaba fácil moverse entre las tumbas y las lápidas, había dejado de lado sus costosos ropajes y había optado por vestir una amplia falda y enaguas de algodón sin crinolina, corpiño café del mismo material y un ligero chal de lana. Su largo cabello rubio caía en largas ondas hasta su cadera, meciéndose con el viento. Con presteza Smerenda siguió moviéndose entre las tumbas buscando, repasando mentalmente la lista de plantas que necesitaba: Diente de león recogido de la tumba de un lactante, espinas de rosas blancas crecidas al pie de la tumba de una mujer joven…. El hecho de que los familiares de un difunto anotase la fecha de nacimiento y muerte y las causas en las lápidas ayudaba mucho, el problema estaba cuando tenía que conseguir cosas más específicas como mirto de la tumba de un hombre ahorcado. Generalmente los cuerpos de los ahorcados terminaban en la fosa común; los pocos afortunados que terminaban sepultados en un trozo de tierra donde su cuerpo se pudriese en solitario no solían tener un epitafio o si lo tenían no hacía alusión a su causa de muerte.
Smerenda resopló con frustración, tenía que darse prisa, la hora de las brujas sólo duraba, pues una hora y aunque siempre podía regresar mañana no era lo más sensato: aunque le daba lo mismo lo que la gente pensara de ella, ser acusada de brujería no era algo que tomarse a la ligera. Aún en estos tiempos el fanatismo religioso podría ser peligroso, no eran pocos los que a pesar de ser noble habían terminado en una hoguera por menos que recoger plantas en un cementerio a mitad de la noche y además aún estaba aquel otro mínimo detalle. Como si de una epifanía de sus más profundos temores se tratase, en el mismo momento en que evocó en su mente el rostro de uno de sus cazadores sintió un escalofrío que le recorrió la espalda y la sensación de ser observada desde las sombras la invadió. Manteniendo a raya sus emociones continuó con su faena sin inmutarse, como si no fuese consciente de que algo se ocultaba entre las sombras ¿de que serviría hacerlo? Si de verdad era alguien dándole caza correr probablemente sería inútil, lo más inteligente era esperar y tratar de averiguar con que debería lidiar esa noche.
No había nada especial en el viento, ni en la luna, ni en las estrellas, pese a eso, Smerenda estaba deslumbrada con cada cosa que sus ojos veían. Muy pocas personas, quizás nadie, podría encontrar belleza o calma o sentirse extasiados paseando por un cementerio en la oscuridad de la noche, pero, para Smerenda aquello era exquisito y no porque aquella fuese la primera vez que se encontraba en un cementerio cobijada por la noche, sino porque era la primera vez que se encontraba sola. Ella misma se consideraba una criatura nocturna y no porque le fuese imperativo permanecer entre las sombras, como en el caso de los vampiros, ella consideraba a la noche como a su amiga, pero jamás hasta ese día había tenido la oportunidad de gozar de su cobijo en total soledad.
Smerenda inhalo con fuerza el aire nocturno. Era una ironía, nadie solía dar caminatas por los cementerios y la verdad era que pese a toda la “muerte” que ese sitio albergaba olía bastante mejor que el nauseabundo centro de París – Aire puro para los muertos putrefactos, mientras los vivos se pudren en sus propios desechos e inmundicia- susurró, dejando escapar el pensamiento en voz alta, elevó el rostro al cielo y le sonrió a la luna. A la distancia el sonido de las campanadas de un reloj la devolvió a la realidad. Una, dos, tres. Con tres claras campanadas el reloj anunciaba que la hora de las brujas comenzaba, tenía que comenzar a trabajar.
Le resultaba fácil moverse entre las tumbas y las lápidas, había dejado de lado sus costosos ropajes y había optado por vestir una amplia falda y enaguas de algodón sin crinolina, corpiño café del mismo material y un ligero chal de lana. Su largo cabello rubio caía en largas ondas hasta su cadera, meciéndose con el viento. Con presteza Smerenda siguió moviéndose entre las tumbas buscando, repasando mentalmente la lista de plantas que necesitaba: Diente de león recogido de la tumba de un lactante, espinas de rosas blancas crecidas al pie de la tumba de una mujer joven…. El hecho de que los familiares de un difunto anotase la fecha de nacimiento y muerte y las causas en las lápidas ayudaba mucho, el problema estaba cuando tenía que conseguir cosas más específicas como mirto de la tumba de un hombre ahorcado. Generalmente los cuerpos de los ahorcados terminaban en la fosa común; los pocos afortunados que terminaban sepultados en un trozo de tierra donde su cuerpo se pudriese en solitario no solían tener un epitafio o si lo tenían no hacía alusión a su causa de muerte.
Smerenda resopló con frustración, tenía que darse prisa, la hora de las brujas sólo duraba, pues una hora y aunque siempre podía regresar mañana no era lo más sensato: aunque le daba lo mismo lo que la gente pensara de ella, ser acusada de brujería no era algo que tomarse a la ligera. Aún en estos tiempos el fanatismo religioso podría ser peligroso, no eran pocos los que a pesar de ser noble habían terminado en una hoguera por menos que recoger plantas en un cementerio a mitad de la noche y además aún estaba aquel otro mínimo detalle. Como si de una epifanía de sus más profundos temores se tratase, en el mismo momento en que evocó en su mente el rostro de uno de sus cazadores sintió un escalofrío que le recorrió la espalda y la sensación de ser observada desde las sombras la invadió. Manteniendo a raya sus emociones continuó con su faena sin inmutarse, como si no fuese consciente de que algo se ocultaba entre las sombras ¿de que serviría hacerlo? Si de verdad era alguien dándole caza correr probablemente sería inútil, lo más inteligente era esperar y tratar de averiguar con que debería lidiar esa noche.
Smerenda W. de Brancovan- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 193
Fecha de inscripción : 23/05/2017
Edad : 29
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Danse macabre (Priv. Ryuu Chandler Arkensow)
"No le tengo miedo a la muerte,
a lo que sí le tengo miedo es al trance,
el ir hacía allá.
Confieso que tengo curiosidad por saber de qué se trata."
a lo que sí le tengo miedo es al trance,
el ir hacía allá.
Confieso que tengo curiosidad por saber de qué se trata."
Aunque parecía tratarse de un día cualquiera, no era ni mucho menos así. De hecho, si algo había diferente en todo aquello, era, entre otras cosas, que el lugar donde iban a acontecer los hechos se trataba de, nada mas y nada menos, un cementerio. Además, claro está, de la hora, pues las tres de la madrugada era el momento que anunciaba la salida de las brujas a hacer de la ciudad y de los lugares más recónditos, suyos.
Ryuu no tenía intención de ir a cazar, desde luego, no al menos que la situación fuera necesaria. No, había aprendido con el tiempo que no siempre era necesario ir a cazar a cualquier porque no fuera humano, ni siquiera él lo era, no ahora. ¿Qué pasaría cuando diese él mismo con algún cazador o inquisidor que supiera de sus dotes mágicas? Tendría que defenderse, eso estaba claro, y dada su larga experiencia y su ventaja mágica, podría hacerlo sin mayores problemas.
Pero, lo dicho, el hombre no iba a cazar aquella noche. Sus intenciones eran meramente ociosas, si se podrían considerar de esa forma. Pues, ¿qué diversion podría encontrar alguien en un cementerio? Exacto, la misma que podría hallar una bruja justo cuando era su momento de aparecer en la noche. Y él era un hechicero, no actuaba de una forma tan silvestre y salvaje como lo harían sus iguales, pero por sus venas corría sangre sobrenatural. Y quizás, ese fuera otro motivo por el que se encontraba en aquél lugar, podría ser por puro instinto, como si esa parte no humana que había dentro de él le hubiera "obligado" viajar hasta allí solo para satisfacer ese instinto. No se encontraba raro, de eso podría estar seguro. Y también podía estar seguro de que actuaba bajo sus propios pensamientos, sin sentirse influenciado por nada extraño o ajeno a su propia persona.
Así pues, el brujo se encontraba paseando por el cementerio, a paso lento, sin prisas. Mientras hacía ondear su capa, que parecía tener vida propia —y así era—, ya que no soplaba el viento lo suficiente como para moverla por la corriente. Mientras caminaba, llevaba una de sus manos, la zurda, al mango de su revólver, dejándola descansar ahí, sin intención de usarla en aquella noche; y es que cualquiera pensaría lo contrario, pues iba armado como si de una caza se tratase. Observaba a su alrededor, como la sobrenatural niebla reinaba y hacía del lugar algo totalmente ajeno al resto del mundo, fantasmagórico, digno de una novela de terror.
Entonces, pudo ver a lo lejos una silueta vestida de blanco, que casi parecía más algún tipo de espectro de alguno de los pobres desgraciados que yacían bajo tierra. Pudo detectar en seguida que no era humano, y no solo por su aura, si no porque era demasiada casualidad ver a alguien allí, a esas horas, danzando sobre las tumbas como si no temiera a la muerte. Siguió a aquella silueta, solo por curiosidad, observando cómo cogía cosas de las tumbas de forma selectiva, quizás para preparar algún tipo de hechizo, eso extrañó al hombre, pero le preparó por si se trataba de una persona peligrosa. Entonces, cuando se encontraba ya lo suficientemente cerca, observó a la mujer, que le estaba dando la espalda y parecía no haberse percatado aún de su presencia, y carraspeó un momento antes de hablar.
-Diría que parecéis perdida, pero veros actuar de esa forma parece indicar lo contrario, señorita.
Tyler Chandler- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 219
Fecha de inscripción : 15/09/2017
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Danse macabre (Priv. Ryuu Chandler Arkensow)
En cuanto el intruso (si es que podía llamarlo así, ya que estaban en un sitio público) estuvo lo suficientemente cerca para que Smerenda pudiese captar la energía de su invitado inesperado, una inesperada curiosidad la golpeó. Podía decir que aquella presencia no era la de un humano común, pero tampoco podía identificar de que ente se trataba. Inmediatamente acarió la pequeña daga que llevaba oculta entre las faldas, no es que pudiese hacer demasiado con ella si la ocasión lo ameritaba, pero sentirla allí le brindaba cierta sensación de seguridad.
Un atisbo de sonrisa se dibujó en su rostro cuando escucho al intruso carraspear y hablarle a una distancia prudente, como si quisiera prevenir de su llegada- Vaya, pero que buenos modales- pensó para si misma con diversión, y con un suave sonrisa en el rostro recogió el último diente de León de la tumba de Josefine Murrat, lo colocó en la bolsilla de terciopelo negro que sostenía en su mano izquierda y como si no hubiese ninguna prisa, se giró lentamente hacía donde su interlocutor se encontraba.
-¿Y usted, se siente perdido Monsieur?- dijo mirándo fijamente al imponente hombre que la observaba a un par de metros de distancia, si el hombre era lo suficientemente atento podría darse cuenta del ligero acento extranjero, apenas perseptible que se mostraba en la voz de Smerenda. La rubia miró al hombre ladeándo la cabeza ligeramente, manteniéndo la delicada sonrisa apenas visible en su rostro, pero evaluándo qal hombre con detalle, guardando en su memoria cada uno de sus razgos faciales, los cuáles jamás volvería a olvidar.
Pese a que solo la luna, con sus delicados y ténues rayos iluminaban el cementerio, Smerenda pudo notar que aquel hombre parecía ser peligroso, muy peligroso y también parecía estar bien vestido, demasiado bien para la ocasión. Debía ser alguién rico o en el peor de los casos, un noble igual que ella. Estaba seguro de jamás haberlo visto antes en ninguna de las cortés a donde había sido invitada, así que era probable que el hombre tampoco supìese quien era ella y en todo caso, si vestimenta no podría denunciar su status social elevado.
Lentamente, dió un paso en dirección hacía el intruso, en un móvimiento fluído -¿Acaso vino a decirme que no es buena idea estar aquí a esta hora de la noche? ¿o que es lo que lo trajo hasta este sitio? ¿Acaso tampoco puede dormir por las noches como yo?- con un movimiento casual la rubia acomodó detras de su oreja un largo rizo rubio que el viento había lanzado hacía su rostro -¿Verdad que es lindo y demasiado tranquilo este sitio por las noches?- con cautela dió otro paso hacía el hombre y después se detuvo en seco, como para evaluar el como se tomaba ese acercamiento el hombre, quería estar lo suficientemente cerca para atacar, si era necesario, pero lo suficientemente lejos como para evitar ser herida. Colocó los brazos cruzados sobre el pecho y le dedicó una dulce sonrisa al hombre -¿No le parece que es ridículo, que los muertos disfruten de tanta paz mientras los vivos nos asfixiamos en el bullicio de París?-
Un atisbo de sonrisa se dibujó en su rostro cuando escucho al intruso carraspear y hablarle a una distancia prudente, como si quisiera prevenir de su llegada- Vaya, pero que buenos modales- pensó para si misma con diversión, y con un suave sonrisa en el rostro recogió el último diente de León de la tumba de Josefine Murrat, lo colocó en la bolsilla de terciopelo negro que sostenía en su mano izquierda y como si no hubiese ninguna prisa, se giró lentamente hacía donde su interlocutor se encontraba.
-¿Y usted, se siente perdido Monsieur?- dijo mirándo fijamente al imponente hombre que la observaba a un par de metros de distancia, si el hombre era lo suficientemente atento podría darse cuenta del ligero acento extranjero, apenas perseptible que se mostraba en la voz de Smerenda. La rubia miró al hombre ladeándo la cabeza ligeramente, manteniéndo la delicada sonrisa apenas visible en su rostro, pero evaluándo qal hombre con detalle, guardando en su memoria cada uno de sus razgos faciales, los cuáles jamás volvería a olvidar.
Pese a que solo la luna, con sus delicados y ténues rayos iluminaban el cementerio, Smerenda pudo notar que aquel hombre parecía ser peligroso, muy peligroso y también parecía estar bien vestido, demasiado bien para la ocasión. Debía ser alguién rico o en el peor de los casos, un noble igual que ella. Estaba seguro de jamás haberlo visto antes en ninguna de las cortés a donde había sido invitada, así que era probable que el hombre tampoco supìese quien era ella y en todo caso, si vestimenta no podría denunciar su status social elevado.
Lentamente, dió un paso en dirección hacía el intruso, en un móvimiento fluído -¿Acaso vino a decirme que no es buena idea estar aquí a esta hora de la noche? ¿o que es lo que lo trajo hasta este sitio? ¿Acaso tampoco puede dormir por las noches como yo?- con un movimiento casual la rubia acomodó detras de su oreja un largo rizo rubio que el viento había lanzado hacía su rostro -¿Verdad que es lindo y demasiado tranquilo este sitio por las noches?- con cautela dió otro paso hacía el hombre y después se detuvo en seco, como para evaluar el como se tomaba ese acercamiento el hombre, quería estar lo suficientemente cerca para atacar, si era necesario, pero lo suficientemente lejos como para evitar ser herida. Colocó los brazos cruzados sobre el pecho y le dedicó una dulce sonrisa al hombre -¿No le parece que es ridículo, que los muertos disfruten de tanta paz mientras los vivos nos asfixiamos en el bullicio de París?-
Smerenda W. de Brancovan- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 193
Fecha de inscripción : 23/05/2017
Edad : 29
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Danse macabre (Priv. Ryuu Chandler Arkensow)
Al cazador no se le pasó por alto el gesto que hizo aquella mujer, que parecía acariciar algo, ¿quizás un arma? Fuera lo que fuese, eso le hizo estar más atento por si tenía que reaccionar y defenderse de algún ataque. Esa era la ventaja que tenía al llevar tantos años entrenándose, entre otras cosas había conseguido ser más observador, y estar preparado ante cualquier posible percance, solo esperaba que eso no fuera a pasar, no tenía ganas de pelear.
La mujer se giró, dejando ver su rostro al fin, el cual se encargó de recordar muy bien, solo por si acaso se la volvía a cruzar en un futuro. No respondió a su pregunta, no lo vio necesario, ¿sentirse perdido? ¿Él? En absoluto, sabía muy bien a que había ido allí.
En vez de responder, se encargó de analizar a la mujer, sus vestimentas, esa sonrisa, incluso su forma de hablar, que parecía tener cierto toque extranjero. Se cruzó de brazos y frunció el ceño, miró un momento a la Luna, y luego hacia su interlocutora. No parecía peligrosa, a simple vista, pero su experiencia le había enseñado a no fiarse ni de su propia sombra, y sabía muy bien que había brujas muy traicioneras, no muy alejadas de las historias populares que se contaban a veces. En la que una mujer bella seducía a un hombre rico para luego convertirse en un monstruo de nariz larga y puntiaguda, piel verde y con un sombrero largo, por ejemplo... Eso sin olvidar que podrían volar con ayuda de una escoba.
Que la mujer se acercara a él tampoco ayudaba a depositar algo de confianza, pese a su apariencia. Sin embargo, el hechicero se mantuvo tranquilo y la espera, preparando cualquier embrujo ilusorio para poder defenderse, algo que se le daba muy bien, por cierto. Escuchó sus palabras, pero no respondió, no quería perder nada de su concentración, y quería ver como actuaba antes de hacer cualquier cosa.
-Éste lugar, al igual que la noche, oculta muchos secretos. Secretos que no siempre son agradables. No trae nada en especial aquí, en cambio a vos... No he podido evitar observaros, y parece que vuestra forma de actuar, recogiendo cosas de forma selectiva, me lleva a pensar que ocultáis algún secreto...-Llevó una mano a su barba, para acariciársela como si estuviera llegando a una conclusión, aunque ya no la necesitaba.-No me incumbe, pero, ¿qué ocultáis?
La mujer se giró, dejando ver su rostro al fin, el cual se encargó de recordar muy bien, solo por si acaso se la volvía a cruzar en un futuro. No respondió a su pregunta, no lo vio necesario, ¿sentirse perdido? ¿Él? En absoluto, sabía muy bien a que había ido allí.
En vez de responder, se encargó de analizar a la mujer, sus vestimentas, esa sonrisa, incluso su forma de hablar, que parecía tener cierto toque extranjero. Se cruzó de brazos y frunció el ceño, miró un momento a la Luna, y luego hacia su interlocutora. No parecía peligrosa, a simple vista, pero su experiencia le había enseñado a no fiarse ni de su propia sombra, y sabía muy bien que había brujas muy traicioneras, no muy alejadas de las historias populares que se contaban a veces. En la que una mujer bella seducía a un hombre rico para luego convertirse en un monstruo de nariz larga y puntiaguda, piel verde y con un sombrero largo, por ejemplo... Eso sin olvidar que podrían volar con ayuda de una escoba.
Que la mujer se acercara a él tampoco ayudaba a depositar algo de confianza, pese a su apariencia. Sin embargo, el hechicero se mantuvo tranquilo y la espera, preparando cualquier embrujo ilusorio para poder defenderse, algo que se le daba muy bien, por cierto. Escuchó sus palabras, pero no respondió, no quería perder nada de su concentración, y quería ver como actuaba antes de hacer cualquier cosa.
-Éste lugar, al igual que la noche, oculta muchos secretos. Secretos que no siempre son agradables. No trae nada en especial aquí, en cambio a vos... No he podido evitar observaros, y parece que vuestra forma de actuar, recogiendo cosas de forma selectiva, me lleva a pensar que ocultáis algún secreto...-Llevó una mano a su barba, para acariciársela como si estuviera llegando a una conclusión, aunque ya no la necesitaba.-No me incumbe, pero, ¿qué ocultáis?
Tyler Chandler- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 219
Fecha de inscripción : 15/09/2017
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Danse macabre (Priv. Ryuu Chandler Arkensow)
La rubia se sintió observada y aquella sensación la incomodó de cierta forma, pese a que ella misma tenía la manía de analizar a detalle a quienes la rodeaban le molestaba que le hiciesen lo mismo a ella y ya que aquel hombre parecía tener una mirada aún mas aguda que la suya, la sensación de incomodidad era mayor. Aquel hombre no parecía ser alguien a quien tomarse a la ligera (por supuesto no es que ella lo hiciera), así que la sensación de incomodidad y el estado de alerta en el que se encontraba no cedían, pero pese a eso procuraba que su rostro tuviera una apariencia relajada.
-¿Me pregunta que oculto aún sin saber mi nombre siquiera? Que atrevido...- una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de la rubia -Pues parece un caballero, pero hacerle eso a una dama no es tan... caballeroso, me presentaría, pero me parece que le daré la oportunidad de redimirse y dejaré usted lo haga primero Monsieur-
La rubia volvió a acomodar su cabello y giró el rostro hacía la pálida luz de la luna, después suspiró con pesadez -Monsieur parece ser que usted acaba de convertir un agradable paseo nocturno en otra cosa- dijo un poco desganada, sabiendo que sus planes de una agradable captura de ingredientes en medio de la nada se había transformado por completo en otra cosa -Supongo que no serviría de nada decirle que estoy aquí porque me encanta recoger dientes de león a media noche ¿eh?- Smerenda volvió el rostro hacía su inesperado acompañante y le sonrió nuevamente.
- ¿Le parece bien si nos dejamos de rodeos por esta noche? Está demasiado linda como para que perdamos el tiempo aquí de pie, mirándonos y no es que no me guste lo que veo... Pero creo que podría invertir mi tiempo mejor- La rubia dió otro paso hacia su acompañante, ahora tan cerca, a menos de un par de pasos de distancia observó detalles que no había notado antes, como lo que parecían ser tatuajes mostrandose ligeramente en el punto donde un botón del cuello de su camisa se había abierto -Hagámos una cosa Monsieur, si yo le cuento mis secretos ¿usted me cuenta los suyos?-
-¿Me pregunta que oculto aún sin saber mi nombre siquiera? Que atrevido...- una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de la rubia -Pues parece un caballero, pero hacerle eso a una dama no es tan... caballeroso, me presentaría, pero me parece que le daré la oportunidad de redimirse y dejaré usted lo haga primero Monsieur-
La rubia volvió a acomodar su cabello y giró el rostro hacía la pálida luz de la luna, después suspiró con pesadez -Monsieur parece ser que usted acaba de convertir un agradable paseo nocturno en otra cosa- dijo un poco desganada, sabiendo que sus planes de una agradable captura de ingredientes en medio de la nada se había transformado por completo en otra cosa -Supongo que no serviría de nada decirle que estoy aquí porque me encanta recoger dientes de león a media noche ¿eh?- Smerenda volvió el rostro hacía su inesperado acompañante y le sonrió nuevamente.
- ¿Le parece bien si nos dejamos de rodeos por esta noche? Está demasiado linda como para que perdamos el tiempo aquí de pie, mirándonos y no es que no me guste lo que veo... Pero creo que podría invertir mi tiempo mejor- La rubia dió otro paso hacia su acompañante, ahora tan cerca, a menos de un par de pasos de distancia observó detalles que no había notado antes, como lo que parecían ser tatuajes mostrandose ligeramente en el punto donde un botón del cuello de su camisa se había abierto -Hagámos una cosa Monsieur, si yo le cuento mis secretos ¿usted me cuenta los suyos?-
Smerenda W. de Brancovan- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 193
Fecha de inscripción : 23/05/2017
Edad : 29
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» Danse macabre (Priv. Maxwell Blackbird)
» Ausencia de Ryuu Chandler Arkensow
» Sálvame privado(Ryuu Chandler Arkensow)
» Macabre jeu [Jarko]
» Danse Macabre [Privado]
» Ausencia de Ryuu Chandler Arkensow
» Sálvame privado(Ryuu Chandler Arkensow)
» Macabre jeu [Jarko]
» Danse Macabre [Privado]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour