El hada verde || Libre

por **Arabella Gonzaga** Jue Jun 28, 2018 1:23 pm

Ajuar

¿A dónde había que ir a parar por unos tragos de absenta?
Arabella sabía que pronto lo descubriría.
No conocía los barrios bajos, los callejones más peligrosos de París, las tabernas y fumaderos de opio más oscuros de la ciudad, pero tenía una ayuda al no poder preguntar de frente dónde debía ir, a quién buscar. El dije de su colgante se mantenía flotando en el aire, sin apurarla o ahogarla giraba cuando debía hacerlo su portadora, el conjuro había sido claro habiendo accionado la magia para ubicarla con facilidad en un terreno que era nuevo para la italiana.

París era una ciudad muy grande, de eso eran testigos sus pies que ya comenzaban a sentirse agotados, aunque a largos paseos se hallaban acostumbrados en Mantua. Caminaba tranquila, con la seguridad de quien tiene secretos tan grandes y útiles como lo eran sus habilidades. El eco de sus pasos o los ajenos, de las voces que escuchaba venir desde los sombríos agujeros y pasadizos de la zona que andaba no la inquietaban, la alertaban por si debía defenderse o atacar. Arabella nunca se había parecido a su hermana, nunca se había considerado una víctima, rehusándose siempre a serlo como algo que jamás se permitiría.

El callejón era largo y el silencio lo envolvía, el dije se detuvo al haber hecho un giro a la izquierda descendiendo hasta no ser más que un accesorio colgando en una cadena de oro.
El lugar era una alta casa de piedra oscura y la pelirroja recorrió con la mirada el edificio. No era nada del otro mundo, pero sintiendo la energía que desprendía supo sin ninguna duda que era allí. Ansia, deseo y placer, locura y pereza.
Eso era lo que sentía.
Miró a lado y lado, la más absoluta nada la acompañaba y sus ojos se tiñeron de dorado al posar la mano sobre la puerta para recitar las palabras del conjuro.

- Legno, mi darai la chiave.- un respiro y la madera comenzó a quemarse como leños en brasas de una hoguera y dando unos pasos atrás leyó claro lo que decía.
Dos palabras que le parecieron muy hermosas. Hada verde.
Con una sonrisa avanzó de nuevo y tocó con firmeza dos veces. Esperó y pronto su paciencia dio frutos al abrirse una pequeña ventanilla en la puerta donde le fue imposible ver a alguien al otro lado. - Quiero encontrarme con el hada verde.- dijo mostrando como motivación un brillante franco que relució con la luz de la luna.

Los frutos fueron más dulces cuando el perno de la puerta se escuchó comenzar a abrirse, pronto Arabella vio la oscuridad en el interior del fumadero y sintió el olor del opio de lleno en su nariz, acariciando su piel. Tomando las faldas de su vestido entró, siendo la puerta cerrada de inmediato tras ella. Aún con la oscuridad podía notar algunos rasgos, ascendió con sus ojos por la alta envergadura del guardia y miró aquellos ojos verdes conservando el silencio entre ambos, fue así que dejó el franco en sus manos con una sonrisa y un asentimiento de cabeza como un gracias. Aunque era un precio muy bajo, él sonrió y extendió una mano para que lo siguiera.

Así comenzó el descenso al real paraíso de los que abandonan todo por el opio, entre escaleras, la oscuridad y la niebla.