AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A Raw Understanding → Privado
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A Raw Understanding → Privado
“The clearest way into the Universe is through a forest wilderness.”
― John Muir
― John Muir
Había tomado su decisión, no podía prolongarlo más, iba a llevar las ideas de Kirill hasta las últimas consecuencias, diseccionar eso que ellos eran aunque se tuviera que abrir de par en par a sí mismo. Iba a averiguar los secretos de los cambiantes. Había dejado pasar demasiado tiempo, demasiadas cosas y no podía permitir que los días siguieran cancelándose en el calendario. Vivía más que un hombre, pero sus días seguían siendo finitos.
Toda la tarde, Oleg estuvo recopilando información de los muchos estudios que Kirill Borodin, su padre, había hecho al respecto, algunos completamente transgresores que la ciencia humana acusó de barbáricos. Eso no le importó a su único hijo que ese día, al fin. Había tomado la resolución de darle fin a eso. Sabía que no era un callejón sin salida, lo sabía, sólo que su padre ya no tuvo oportunidad de llegar al otro lado.
Tras leerse los informes y decidir cómo actuar, fue a pie hasta el bosque. Al anocher, en un claro, se desnudó, dobló su ropa prolijamente y tomó la descomunal forma del irbis; el leopardo de las nieves. Los que eran como él se llamaban entre sí, no sólo entre felinos, sino entre cambiantes, así que comenzó su cacería. Olió ese aroma familiar y allá fue. Era una imagen extraña, la de ese animal de los Himalayas en pleno bosque aledaño a París.
Las grandes patas se hundían en el fango, los ojos azules (verdes, siendo humano) parecían poder atravesar la oscuridad, y más allá de las ramas y la espesura, pudo ver a alguien, aunque no supo si era su objetivo, pues perdía un poco el control de sus habilidades estando transformado. Como fuera, esperaba que se tratara de un cambiante, noquearlo y llevarlo de regreso a la casa Borodin. Lo necesitaba vivo, para comenzar con el horrible experimento. No era un científico, todo lo contrario, era un hombre de letras, pero la información que su padre había legado era suficiente. Ya se encargaría de luego aliarse con alguien dedicado a la ciencia, y juntos desentrañar el misterio. Por ahora, esto era lo más importante.
Con los ojos fijos como predador que era, corrió hasta la figura. Su vista de gato era más defectuosa que la de humano, así que no pudo identificar si se trataba de un hombre o una mujer, o su edad, ni muchos otros detalles, simplemente corrió con todo lo que la agilidad del leopardo le brindó y se abalanzó contra la víctima, soltando un gruñido antes de hacerlo.
Se le fue encima, llevándolo contra el suelo húmedo. Debía controlar el instinto animal, no lo podía matar, no herirlo de gravedad, entre más intacto lo llevara, era mejor. Dios, había olvidado lo difícil que era discernir cuando estaba transformado, el irbis parecía demasiado poderoso en su cabeza al grado en que había ocasiones en las que el animal se enojaba con el hombre cuando éste quería regresar a su forma original.
Última edición por Oleg Borodin el Miér Ago 29, 2018 10:14 pm, editado 2 veces
Oleg Borodin- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 04/03/2016
Localización : París
Re: A Raw Understanding → Privado
El campamento gitano colindaba con el bosque, era el único rinconcito de tierra que la mayoría de parisinos no deseaban. El encontrarse a la vera de animales salvajes, sus carros y casas protegidos por el tope de árboles centenarios, era, por el contrario, el lugar preferido de los gitanos. Con mi padre vivíamos en la parte más alejada de la ciudad, donde los recién llegados, los errantes y los ermitaños residían en paz.
Aunque vivíamos juntos con mi padre, nuestro hogar se dividía en dos. En el carro dormía yo y él en una tienda, grade y con todas las comodidades, a mi lado. No era apropiado que una joven en edad de casarse durmiera con un hombre en la misma habitación, así este fuera mi padre. Ámbos espacios tenían una pequeña chimenea donde se podía cocinar o calentar agua, camas de madera con colchones de paja hechos por algún otro gitano de la comunidad y tapetes tejidos.
Esa noche, había decidido salir a caminar por los senderos cercanos al campamento, sudorosa, agitada e intranquila… Una visión que me había despertado a una hora avanzada de la noche. Lo sabía porque el campamento estaba en silencio, fuera del sonido de algunos animales, no había ninguna voz, ninguna algarabía… Salí de la cama, sofocada, tomé un chal y respiré profundamente. Necesitaba calmarme, la visión había sido una que me perseguía desde que había llegado a París, un hombre con colmillos largos y ojos oscuros que mordía mi cuello y el mundo se llenaba de oscuridad.
Tomé una lámpara de aceite con mi diestra y mis botas con la siniestra, habiéndo antes atado mi cuchillo al citurón del camisón de algodó, de color crema, con algunos encajes. El chal azul resaltaba en contraste. Los gitanos habían abierto caminos que la mayoría de los gorgers de la ciudad desconocían, habían plantado bayas silvestres y algunas legumbres a la cubierta del bosque como reservas para los tiempos difíciles y eran casi que sus terrenos. No mucha gente se acercaba al lado gitano del bosque.
Salí del carro, me estrmecí gracias a la brisa fresca y recorrí el camino de tierra, suave bajo mis pasos, hacia uno de los senderos. Lo conocía lo suficientemente bien para no temer perderme en la noche. Caminé por unos minutos ¿cuántos? Nosotros no usábamos artefactos gorger y bajo las copas de los árboles la luz de la luna parecía venir de todas partes. Al final del sendero había un claro, donde las flores inundaban el día y la noche durante todas las estaciones, ahora en verano se llenaba de salvia salvaje, caléndula y petunias; volviédo el lago un mar de colores. Solo quería llegar allí y botarme en el césped hasta que la sensación de peligro se desvaneciera.
Mi camino se vió iterrumpido por un roble gigante, iba en buen camino, seguramennte llevaba allí cietos de años pues aún a 10 pies de distancia no podía ver lo que había detrás, su tronco medía unos 100 pies de redor o quizás más. Seguí caminando cuando un sonido seco, similar a un “Ugh!” captó mi atención, venía de mi izquierda. Sin pensarlo i siquiera un segundo empecé a caminar en esa dirección, con una mano en la lámpara y la otra en el cinto sobre el mango del cuchillo.
Detrás de unos arbustos, justo allí dode el haz de luz terminaba, una figura blanca, peluda y casi fantasmal apareció ante mis ojos. Suspiré profundamnete, pude haber gritado, pero por algún motivo mi cuerpo no lo hizo. Solo me quedé allí, congelada, viendo a una persona en el suelo, con algo de sangre sobre su ropa y esa figura felina que desconocía sobre él. -Un… -… espíritu del bosque… las palabras no pudieron dejar mi garganta, estaba allí, blanco y prístino, sobre una persona… Me congelé, allí, sola, con la lámpara aferrada tan fuerte que la sangre abadonó mis dedos, empezarían a doler pronto.
Aunque vivíamos juntos con mi padre, nuestro hogar se dividía en dos. En el carro dormía yo y él en una tienda, grade y con todas las comodidades, a mi lado. No era apropiado que una joven en edad de casarse durmiera con un hombre en la misma habitación, así este fuera mi padre. Ámbos espacios tenían una pequeña chimenea donde se podía cocinar o calentar agua, camas de madera con colchones de paja hechos por algún otro gitano de la comunidad y tapetes tejidos.
Esa noche, había decidido salir a caminar por los senderos cercanos al campamento, sudorosa, agitada e intranquila… Una visión que me había despertado a una hora avanzada de la noche. Lo sabía porque el campamento estaba en silencio, fuera del sonido de algunos animales, no había ninguna voz, ninguna algarabía… Salí de la cama, sofocada, tomé un chal y respiré profundamente. Necesitaba calmarme, la visión había sido una que me perseguía desde que había llegado a París, un hombre con colmillos largos y ojos oscuros que mordía mi cuello y el mundo se llenaba de oscuridad.
Tomé una lámpara de aceite con mi diestra y mis botas con la siniestra, habiéndo antes atado mi cuchillo al citurón del camisón de algodó, de color crema, con algunos encajes. El chal azul resaltaba en contraste. Los gitanos habían abierto caminos que la mayoría de los gorgers de la ciudad desconocían, habían plantado bayas silvestres y algunas legumbres a la cubierta del bosque como reservas para los tiempos difíciles y eran casi que sus terrenos. No mucha gente se acercaba al lado gitano del bosque.
Salí del carro, me estrmecí gracias a la brisa fresca y recorrí el camino de tierra, suave bajo mis pasos, hacia uno de los senderos. Lo conocía lo suficientemente bien para no temer perderme en la noche. Caminé por unos minutos ¿cuántos? Nosotros no usábamos artefactos gorger y bajo las copas de los árboles la luz de la luna parecía venir de todas partes. Al final del sendero había un claro, donde las flores inundaban el día y la noche durante todas las estaciones, ahora en verano se llenaba de salvia salvaje, caléndula y petunias; volviédo el lago un mar de colores. Solo quería llegar allí y botarme en el césped hasta que la sensación de peligro se desvaneciera.
Mi camino se vió iterrumpido por un roble gigante, iba en buen camino, seguramennte llevaba allí cietos de años pues aún a 10 pies de distancia no podía ver lo que había detrás, su tronco medía unos 100 pies de redor o quizás más. Seguí caminando cuando un sonido seco, similar a un “Ugh!” captó mi atención, venía de mi izquierda. Sin pensarlo i siquiera un segundo empecé a caminar en esa dirección, con una mano en la lámpara y la otra en el cinto sobre el mango del cuchillo.
Detrás de unos arbustos, justo allí dode el haz de luz terminaba, una figura blanca, peluda y casi fantasmal apareció ante mis ojos. Suspiré profundamnete, pude haber gritado, pero por algún motivo mi cuerpo no lo hizo. Solo me quedé allí, congelada, viendo a una persona en el suelo, con algo de sangre sobre su ropa y esa figura felina que desconocía sobre él. -Un… -… espíritu del bosque… las palabras no pudieron dejar mi garganta, estaba allí, blanco y prístino, sobre una persona… Me congelé, allí, sola, con la lámpara aferrada tan fuerte que la sangre abadonó mis dedos, empezarían a doler pronto.
Kezia Dabija- Gitano
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Re: A Raw Understanding → Privado
En cuanto dejó caer su peso en el otro cambiante, con forma humana en ese instante, Oleg dio zarpazos y pronto la víctima quedó inconsciente. Estuvo tentado a devorarle la cara, su instinto animal se lo demandaba. Acercó la cara felina a la ajena y olió con su nariz rosada. La noche era fresca, pero aún así, su aliento cálido formaba vaho que se elevaba hasta el cielo nocturno.
Entonces unos pasos vinieron de un lado. El hombre inconsciente había sido salvado sin querer. Oleg giró el rostro animal y vio la linterna primero, y a la mujer después. Erizó los pelos del lomo y la cola, en clara señal amenazante y lanzó un rugido que era imposible escuchar en un lugar así de otro modo. Se quitó de encima de su víctima y comenzó a avanzar cauteloso hasta ella, sin despegar los ojos como zafiros del Himalaya en la mujer, la intrusa, aquella que lo había interrumpido.
«No, detente, ella no nos interesa», se dijo Oleg mentalmente y luchó algunos segundos con su parte animal hasta que ésta emprendió la carrera directo a la chica. Parecía que iba a atacarla y al final pasó de largo. El Oleg humano logró imponerse aunque por poco, nada más. Se dirigió hasta donde había dejado la ropa, misma que tomó con el hocico para luego perderse entre la espesura de unos matorrales. La vegetación se movió violentamente y se irguió Oleg, el humano, altísimo como era. Se estaba abrochando el pantalón, aunque seguía sin camisa, mostrando así la constitución enjuta de su cuerpo. Su piel brilló a la luz de la luna como si se tratara de alguna piedra preciosa recién pulida, era muy pálido, y así lucía aún más.
—¿Gitana? —preguntó moviendo la cabeza un poco hacia un lado. Se agachó después, tomó la camisa blanca de algodón y deslizó los brazos por las mangas.
Al fin se movió de su lugar, rodeando los arbustos. Estaba descalzo, el pantalón gris tenía la medida correcta y daba a entender el origen privilegiado del ruso. Comenzó a abotonarse la camisa.
—¿Qué es lo que quieres? —cuestionó otra vez con esa frialdad que se compraba solo con las tundras donde el irbis era libre y era rey—. ¿Y qué es lo que viste? —bajó la voz un poco, y así sonó más amenazante, porque aunque ahora fuera un hombre, que a todas luces parecía refinado, no dejaba de tener algo de la fuerza de la bestia en la que era capaz de convertirse.
—Lo aquí sucedió no es de tu incumbencia, gitana —continuó. Le daba igual mostrarse humano ahora, ¿qué otra explicación iba a encontrar ella a la presencia de un animal tan exótico en esas tierras? Los zíngaros sabían de los que eran como él, y de los que cambiaban con la luna, y de los que necesitaba sangre para subsistir. Ellos mismos tenían potestades que los simples humanos no.
Aguardó con el porte señorial que lo marcaba como heredero de los Borodin, el último eslabón de una larga cadena de rusos prominentes que estaba por extinguirse ahí, con él.
Oleg Borodin- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 04/03/2016
Localización : París
Re: A Raw Understanding → Privado
Todo pasó tan rápido, mis pensamientos volaban como pergaminos al viento y nada se concretaba en mi cabeza. El animal que no había visto nunca antes fijó sus orbes claros en mi y detuvo su ataque por un instante. Mi cuerpo se llenó de energía, mi instinto me decía que corriera haciendo que los músculos de mi cuerpo se tensaran en anticipación. Pero algo en mi pecho me decía que me quedara, o quizá era solo el miedo que había congelado mi cuerpo en ese lugar. El animal clavó sus ojos azules en los míos, congelando mi alma, la tierra bajo mis botas cedía bajo el peso de mi cuerpo, como si me fuera a tragar, y ninguno de mis músculos cedió para poder correr así que estaba a merced del gran gato.
Para empeorar todo él rugió, todo mi cuerpo se congeló en ese instante. Estaba segura de que me iba a atacar, y no era mi poder, era mi instinto de supervivencia, eran mis instintos más primordiales anulando cualquier otra cosa que existiera al rededor. El animal níveo resaltaba contra la noche oscura, iluminado por la luna, en un arranque de energía el felino dio un salto hacia mi, mis orbes negros se cerraron como acto reflejo y en un segundo había desaparecido en silencio.
Delante de mi se develó una silueta recortada contra el suelo de agujas de pino, me acerqué unos pasos, dejando que la lámpara guiara mis pasos, había un hombre en el suelo, no sabía si vivía o no pero no me atrevía a acercarme más. Podía estar maldito por la criatura y si era así no quería compartir su suerte.-Está- susurré, no lograba coordinar mis ideas y mis palabras, mi corazón aún retumbaba en mis oídos. El sonido de unos arbustos sacudiéndose me retornó al estado de peligro, mi cuerpo se giró como acto reflejo a la dirección desde la que venía el sonido, una, dos veces. Pronto, otra silueta blanquecina se dibujó recortada por los arbustos, un hombre, otro hombre ¿De donde había salido? El hombre me miró, su torso estaba desnudo, marcado contra el negro de la noche circundante, ahogué un grito.
El hombre parecía tranquilo, como si el hecho de estar a medio vestir en la noche en un bosque a las afueras de París fuera algo de todos los días. Separó sus labios y habló… Gitana… este hombre era gorger pero además debía haber pasado mucho con gitanos (u observándolos) para reconocerme tan rápidamente como uno de ellos (también podría ser el hecho de que estaba en camisón caminando por un bosque a las afueras de París).-...Q...ue? Eh… si?..- Le respondí sin mayor reverencia, estaba confundida con lo que estaba sucediendo, el hombre detrás de nosotros se quejó y frente a mi el hombre extraño estaba como si nada poniéndose la camisa -¿Yo?… so… lo paseaba por acá- ¿Qué más esperaba que dijera? ¿Qué hacía él acá? ¿Qué clase de espíritu del bosque era ese? Mi miedo se había convertido en curiosidad rápidamente.
El hombre me amenazó rápidamente -No he visto nada- ¿qué se creía, el hombre me hablaba como si fuera mi amo o algo así, me indigné. No estaba segura de que la curiosidad que sentía valiera la pena aguantar ese tipo de trato, pero tampoco sabía si el hombre estaba armado o qué pensaba hacer conmigo así que era mejor ser agradable por ahora -Como le dije señor… yo no sé nada- Sabía que si él quería podría hacerme daño, miré si había un arma cerca suyo, si lo quería podría darme una estocada con una espada o un tiro con un revólver y nadie se enteraría. Encontrarían mi cuerpo luego de un par de días.
Hubo un sonido de agujas de pino y hojas moviéndose de nuevo, giré mi cabeza viendo al hombre que estaba en el suelo tratando de moverse.
Recordé que en el cinto llevaba mi daga, mi mano izquierda acortó la distancia formando un ángulo con el codo y apoyando la mano en mi cadera tratando de retomar una posición de mayor confianza -Es mejor que nos vayamos de acá- el hombre detrás de nosotros se retorció de nuevo, -Conozco un camino- dije como acto reflejo, quizá no era una buena idea pero ya la había compartido. Simplemente empecé a andar con la linterna en la mano hacia el sendero de nuevo, el hombre me seguiría si quería. Tenía muchas preguntas que hacerle.
Para empeorar todo él rugió, todo mi cuerpo se congeló en ese instante. Estaba segura de que me iba a atacar, y no era mi poder, era mi instinto de supervivencia, eran mis instintos más primordiales anulando cualquier otra cosa que existiera al rededor. El animal níveo resaltaba contra la noche oscura, iluminado por la luna, en un arranque de energía el felino dio un salto hacia mi, mis orbes negros se cerraron como acto reflejo y en un segundo había desaparecido en silencio.
Delante de mi se develó una silueta recortada contra el suelo de agujas de pino, me acerqué unos pasos, dejando que la lámpara guiara mis pasos, había un hombre en el suelo, no sabía si vivía o no pero no me atrevía a acercarme más. Podía estar maldito por la criatura y si era así no quería compartir su suerte.-Está- susurré, no lograba coordinar mis ideas y mis palabras, mi corazón aún retumbaba en mis oídos. El sonido de unos arbustos sacudiéndose me retornó al estado de peligro, mi cuerpo se giró como acto reflejo a la dirección desde la que venía el sonido, una, dos veces. Pronto, otra silueta blanquecina se dibujó recortada por los arbustos, un hombre, otro hombre ¿De donde había salido? El hombre me miró, su torso estaba desnudo, marcado contra el negro de la noche circundante, ahogué un grito.
El hombre parecía tranquilo, como si el hecho de estar a medio vestir en la noche en un bosque a las afueras de París fuera algo de todos los días. Separó sus labios y habló… Gitana… este hombre era gorger pero además debía haber pasado mucho con gitanos (u observándolos) para reconocerme tan rápidamente como uno de ellos (también podría ser el hecho de que estaba en camisón caminando por un bosque a las afueras de París).-...Q...ue? Eh… si?..- Le respondí sin mayor reverencia, estaba confundida con lo que estaba sucediendo, el hombre detrás de nosotros se quejó y frente a mi el hombre extraño estaba como si nada poniéndose la camisa -¿Yo?… so… lo paseaba por acá- ¿Qué más esperaba que dijera? ¿Qué hacía él acá? ¿Qué clase de espíritu del bosque era ese? Mi miedo se había convertido en curiosidad rápidamente.
El hombre me amenazó rápidamente -No he visto nada- ¿qué se creía, el hombre me hablaba como si fuera mi amo o algo así, me indigné. No estaba segura de que la curiosidad que sentía valiera la pena aguantar ese tipo de trato, pero tampoco sabía si el hombre estaba armado o qué pensaba hacer conmigo así que era mejor ser agradable por ahora -Como le dije señor… yo no sé nada- Sabía que si él quería podría hacerme daño, miré si había un arma cerca suyo, si lo quería podría darme una estocada con una espada o un tiro con un revólver y nadie se enteraría. Encontrarían mi cuerpo luego de un par de días.
Hubo un sonido de agujas de pino y hojas moviéndose de nuevo, giré mi cabeza viendo al hombre que estaba en el suelo tratando de moverse.
Recordé que en el cinto llevaba mi daga, mi mano izquierda acortó la distancia formando un ángulo con el codo y apoyando la mano en mi cadera tratando de retomar una posición de mayor confianza -Es mejor que nos vayamos de acá- el hombre detrás de nosotros se retorció de nuevo, -Conozco un camino- dije como acto reflejo, quizá no era una buena idea pero ya la había compartido. Simplemente empecé a andar con la linterna en la mano hacia el sendero de nuevo, el hombre me seguiría si quería. Tenía muchas preguntas que hacerle.
Kezia Dabija- Gitano
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