AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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De Ni Verdener ~ Privado
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De Ni Verdener ~ Privado
Recuerdo del primer mensaje :
Los días habían pasado más rápido de lo que me hubiera gustado admitir realmente, habían corrido como la pólvora y tenía la sensación de que hacía apenas unas semanas habíamos llegado al norte para pasar un tiempo allí y que el vikingo disfrutara de su tierra. Es más, era como si apenas hiciera unos días que hubiéramos emprendido nuestro viaje por el norte en el que el vikingo me enseñó sus tierras y me mostró por qué las amaba tanto. Lo entendía, era fácil prenderse de la belleza del norte que nada tenía que hacer la de París frente a lo hermosa que era su tierra, toda la naturaleza salvaje, toda la vegetación, los bosques, los glaciares, esas cascadas que visitamos y que eran tan típicas de su tierra y de las que quedé prendada cuando las vi por la belleza de aquel mágico paraje. El norte estaba plagado de mitos, de leyendas y de historias que me gustaba escuchar ya que no solo me centraba en mis raíces y mi cultura egipcia, me gustaba aprender de las demás y desde que descubrí la nórdica podía decir que me gustó... pero tras aquel viaje me había encantado. Cada templo, cada pequeña aldea que habíamos visitado aportaba un toque mágico y único al lugar que no dudé en documentar en el diario que llevaba haciendo dibujos y bocetos no solo de templos y lugares sino también de naturaleza. Me había encantado el viaje y seguía pensando que había sido una de las mejores ideas que había tenido, nada como mirar al vikingo y ver su cara radiante de felicidad para darme cuenta de que necesitaba ese tiempo allí, aunque también me sentí un poco mal y de una forma egoísta por dejar y permitir que el vikingo se viniera a París conmigo, aunque le había prometido que volveríamos más veces al norte, tanto como él las necesitara, y además quería llevarlo de viaje por Egipto en alguno de mis viajes que tuviera que hacer con el museo, quería mostrarle el otro lado más calmado y mágico de mis tierras ya que cuando estuvimos allí apenas habíamos tenido un respiro entre la reliquia y los lobos que nos seguían constantemente. Nuestras culturas se parecían bastante y quizás eso era un símil de lo mucho que nos parecíamos el vikingo y yo, de lugares diferentes, pero que nos complementábamos tan bien que era como si hubiéramos sido hechos el uno para el otro, a veces lo pensaba y reí entre dientes negando con la cabeza por mis pensamientos. Lo que más me había gustado del viaje sin duda alguna –además de todos los paisajes, los lugares, la naturaleza, los mitos y leyendas- había sido cuando llegamos a Upsala y de una forma inesperada el vikingo me había propuesto matrimonio. No lo esperé y me sorprendió gratamente a la par que me gustó que lo hiciera de esa forma, porque lo hacía por mí ya que él no era dado a ese tipo de cosas, y también me encantó casarme bajo sus leyes y la mirada de sus dioses que bendijeron nuestra unión. Ahora sí podía decir el vikingo que estábamos casado bajo sus leyes, ahora sí era “suya” aunque en realidad siempre había pertenecido a él incluso antes de conocerlo, nuestros caminos y nuestras vidas estaban destinadas a encontrarse y a estar juntos, no tenía duda de ello. Tras la boda habíamos disfrutado de nuestra noche celebrándolo solos en aquel bosque que, según las leyendas, Freya bendecía a las parejas recién casadas con linajes y no se podría decir que el vikingo no me hizo suya y me tomó esa noche, porque lo hicimos tantas veces que el alba nos sorprendió entre gemidos de placer para acabar durmiendo abrazados descansando de aquella larga noche.
Esperaba de verdad que pudiera quedarme embarazada porque era lo que deseaba, pensaba en nuestro hijo y me lo imaginaba como el vikingo pero en una versión más pequeña y me quedaba embobada imaginándolo. O una versión más pequeña mía pero con ojos azules... siempre le había dicho al vikingo que nuestros hijos serían morenos con ojos azules y nadie me quitaría esa idea de la cabeza. Tras la boda pasaríamos unos cuantos días más en el norte, quería que el vikingo disfrutara de estar allí y no quería privarlo de estar con su familia ya que en realidad con el viaje y todo no había pasado mucho tiempo. Ambos sabíamos que el día de partir se acercaba y él pasaba mucho tiempo con su familia la cual me había acogido como una más, también se dedicaba a entrenar todos los días de los cuales había asistido un par de veces deleitándome de cómo se movía ese hombre y lo atractivo que estaba tras el ejercicio con las gotas perlando su frente y todo su pecho que al estar al sol lo hacían brillar. Me llevó a esa taberna donde iba con su familia y donde pasábamos el rato algunas noches entre jarras de hidromiel, piques, risas y contando anécdotas de cuando eran pequeños y hacían trastadas... luego acabábamos durmiendo abrazados en aquel enorme aposento que tenía para él, el cual se convirtió en testigo de nuestro amor, cualquier pequeña situación bastaba para desatar la llama de la pasión bien fuera en la enorme cama, como en la bañera, como frente a la chimenea. De nuevo abrí mis ojos cuando el sol había entrado ya por la ventana de la estancia, el vikingo dormía rodeándome con sus brazos pegándome a su cuerpo sintiendo su respiración en mi frente, su mano en mis nalgas que me hizo sonreír y la otra enredada en mi pelo, elevé mi rostro para contemplarlo y mis dedos recorrieron su pecho marcado por las cicatrices de batallas y de experiencias vividas que muchas veces le preguntaba para que me contara. Éramos felices, de hecho, era la vez que más feliz estaba y que mejor me encontraba, todo gracias a ese hombre que había interrumpido mi vida secuestrándome. Sonreí de lado al recordar cuando en nuestra noche de bodas me dijo que al ponerme esos camisones lo había hecho con el único fin de torturarlo, aunque no era así, si hubiera querido torturarlo realmente hubiera estado peor y habría acabado constantemente teniendo que masturbarse por ello, y eso él bien lo sabía. Ahora ya apenas dormía con algo de ropa y me preguntaba si era porque odiaba un poco mis camisones por lo que lo “torturé”, aunque más bien era porque ese hombre era insaciable y no se estaba quieto... sí, más bien era eso último.
Los rayos de sol iluminaban la estancia en lo que yo apoyaba mi rostro en su pecho y dejaba leves besos dejando que durmiera a gusto, sus brazos rodeándome pegándome a su cuerpo como si me temiera que me fuera aunque ¿dónde mejor que en sus brazos? Era mi sitio favorito del mundo. Alcé mis ojos para observarlo dormir plácidamente, era tan atractivo que era imposible que no llamara la atención sobre todo con esos mares que poseía y que tanto me encantaban, tenía demasiada suerte por tenerlo a mi lado. Él, un vikingo que había sido el único hombre en respetarme, en valorarme como realmente era y no ver solo el cuerpo bonito y exótico que sabía que tenía, él que había mirado más allá y había sido el único capaz de colarse en mi corazón y adueñarse de este, por Ra, lo amaba tanto que no imaginaba un solo día si no era a su lado. Su respiración calma con su pecho bajando tranquilo, relajado... y yo mordiéndome el labio deseándolo, ¿era eso posible? Con él siempre me pasaba, mis ganas jamás se saciaban; se acumulaban. Sonreí traviesa sin que fuera capaz de verme y queriendo divertirme un rato me moví apartando las sábanas bajando por su cuerpo hasta alcanzar su miembro que tomé entre mis dedos para lamerlo y recorrerlo, posteriormente llevarlo a mi boca viendo cómo se removía ligeramente y gruñía de forma placentera aún entre sueños. No paré y no tuve piedad tomándolo con mi boca hasta que llegó un punto en que se movía tanto por el placer que sus ojos se abrieron confusos, se clavaron en los míos y fue el momento de trepar por su cuerpo hasta dejar mi sexo sobre el suyo moviendo mis caderas, él ya se había más que activado y su mano fue a mi pelo cogiendo algunos mechones mirándome, la otra mano dejó un azote en mis nalgas premiándome a que siguiera mientras yo sonreía por haberlo despertado de esa forma. No quise torturarlo más y finalmente bajé mi cadera sintiendo cómo me llenaba arrancándome un gemido placentero por la sensación, por sentirme plena. Mi rostro inclinado hacia delante, mi pelo cayendo sobre su pecho como una cascada sin borrar mi sonrisa.
-Buenas días vikingo –dije sobre sus labios comenzando a moverme sobre él, no tardó en marcar el ritmo ayudándome a moverme hasta que acabamos culminando tras alcanzar el orgasmo juntos y caer sobre su pecho en lo que él acariciaba mi cuerpo con sus manos, nuestras respiraciones agitadas- no podrás quejarte de la forma en que te despierta tú preciosa y egipcia mujer –comenté con una sonrisa mordiendo su labio inferior para luego besar sus labios fundiéndonos en un beso que como siempre me dejó sin aliento y él sonreía, tonteamos en la cama retozando un rato entre besos, risas, caricias y confesiones hasta que el ruido del acero fue lo que hizo que parara como si de repente se acordara de algo, sonreí sentada sobre él y enarqué una ceja- oh, no me digas que se te ha olvidado el entrenamiento de esta mañana –comenté con una sonrisa divertida- ¿qué clase de general eres tú, Ubbe? –Reí entre dientes porque había sido la causante principal, y única, de que perdiera la mañana perdido en mi cuerpo y me apartó dejándome a su lado mientras veía cómo se vestía a toda prisa y me miraba maldiciéndome en su idioma por haberlo distraído y tentarlo de esa forma- amor, te entiendo cuando me hablas así ¿lo sabes, verdad? –Una mirada bastó para que riera entre dientes divertida- luego cuando termines podemos ir a ver a tus padres, o tomar algo en la taberna... lo que más prefieras –por suerte se le pasaba rápido o yo sabía muy bien cómo llevarlo- no te pases demasiado con ellos, ¿vale mi general? –Besé sus labios cuando se acercó para despedirse y yo me quedé en la cama descansando, cerré los ojos y envuelta en su olor dormí un rato más solo para despertarme antes de que él llegara, darme un baño y organizar un poco el lugar que parecía no haber sido organizado en bastante tiempo... supuse que el mismo tiempo desde que había partido en misión a buscarme. Entre las hojas y demás que estaba organizando una de ellas sobre la mesa del escritorio cayó al suelo en lo que me agaché para recogerla, inconscientemente mis ojos fueron hacia lo que ponía pero por sí solos se fijaron en la letra, una que me era conocida y que era de mujer sobre todo. Bajé mis ojos para ver de quién era y me sorprendí al ver que era “mía”, o al menos de mi yo vampiro y que estaba bajo algunos libros como si no hubiera sido leída. Con esa curiosidad innata que me precedía y caracterizaba leí aquella nota escrita para el vikingo, quizás no debí hacerlo pero no pude evitarlo. Me senté en el borde de la cama a los pies de esta leyendo lo que ponía, una declaración y una explicación de por qué se había ido. Me pregunté si Ubbe sabría de dicha nota y lo que ponía, no pude evitar sentirme un poco mal por el dolor que se reflejaba en sus palabras y para cuando me quise dar cuenta el vikingo volvía entrando por la puerta encontrándome con la nota en mis manos y un par de lágrimas cayendo por mis mejillas- Ubbe... –lo nombré limpiando mis lágrimas decidiendo si darle la nota o no pero ¿no lo querría saber de ser él? Tenía todo el derecho a saberlo, y aunque sabía perfectamente lo que ese hombre sentía no me preocupaba que leyera esa nota, así que en lo que él confundido por encontrarme a mí se acercaba yo me levanté para llevar mi mano a su nuca y besarlo, lento y sentido, solo separándome para mirarlo y negar con la cabeza- estoy bien solo... creo que deberías de leer esto si no lo has hecho –en ella una explicación de sus sentimientos, su partida y su cobardía por no decirle nada cuando la otra “yo” de esa época pensaba que su felicidad no pasaba por ella porque no podría darle lo que él deseaba, y afirmaba que al final acabaría enamorándose de la humana porque podía darle todo cuanto ella no podía, deseándole toda la felicidad que se merecía y despidiéndose asegurando que estaría bien allá donde fuera.
Los días habían pasado más rápido de lo que me hubiera gustado admitir realmente, habían corrido como la pólvora y tenía la sensación de que hacía apenas unas semanas habíamos llegado al norte para pasar un tiempo allí y que el vikingo disfrutara de su tierra. Es más, era como si apenas hiciera unos días que hubiéramos emprendido nuestro viaje por el norte en el que el vikingo me enseñó sus tierras y me mostró por qué las amaba tanto. Lo entendía, era fácil prenderse de la belleza del norte que nada tenía que hacer la de París frente a lo hermosa que era su tierra, toda la naturaleza salvaje, toda la vegetación, los bosques, los glaciares, esas cascadas que visitamos y que eran tan típicas de su tierra y de las que quedé prendada cuando las vi por la belleza de aquel mágico paraje. El norte estaba plagado de mitos, de leyendas y de historias que me gustaba escuchar ya que no solo me centraba en mis raíces y mi cultura egipcia, me gustaba aprender de las demás y desde que descubrí la nórdica podía decir que me gustó... pero tras aquel viaje me había encantado. Cada templo, cada pequeña aldea que habíamos visitado aportaba un toque mágico y único al lugar que no dudé en documentar en el diario que llevaba haciendo dibujos y bocetos no solo de templos y lugares sino también de naturaleza. Me había encantado el viaje y seguía pensando que había sido una de las mejores ideas que había tenido, nada como mirar al vikingo y ver su cara radiante de felicidad para darme cuenta de que necesitaba ese tiempo allí, aunque también me sentí un poco mal y de una forma egoísta por dejar y permitir que el vikingo se viniera a París conmigo, aunque le había prometido que volveríamos más veces al norte, tanto como él las necesitara, y además quería llevarlo de viaje por Egipto en alguno de mis viajes que tuviera que hacer con el museo, quería mostrarle el otro lado más calmado y mágico de mis tierras ya que cuando estuvimos allí apenas habíamos tenido un respiro entre la reliquia y los lobos que nos seguían constantemente. Nuestras culturas se parecían bastante y quizás eso era un símil de lo mucho que nos parecíamos el vikingo y yo, de lugares diferentes, pero que nos complementábamos tan bien que era como si hubiéramos sido hechos el uno para el otro, a veces lo pensaba y reí entre dientes negando con la cabeza por mis pensamientos. Lo que más me había gustado del viaje sin duda alguna –además de todos los paisajes, los lugares, la naturaleza, los mitos y leyendas- había sido cuando llegamos a Upsala y de una forma inesperada el vikingo me había propuesto matrimonio. No lo esperé y me sorprendió gratamente a la par que me gustó que lo hiciera de esa forma, porque lo hacía por mí ya que él no era dado a ese tipo de cosas, y también me encantó casarme bajo sus leyes y la mirada de sus dioses que bendijeron nuestra unión. Ahora sí podía decir el vikingo que estábamos casado bajo sus leyes, ahora sí era “suya” aunque en realidad siempre había pertenecido a él incluso antes de conocerlo, nuestros caminos y nuestras vidas estaban destinadas a encontrarse y a estar juntos, no tenía duda de ello. Tras la boda habíamos disfrutado de nuestra noche celebrándolo solos en aquel bosque que, según las leyendas, Freya bendecía a las parejas recién casadas con linajes y no se podría decir que el vikingo no me hizo suya y me tomó esa noche, porque lo hicimos tantas veces que el alba nos sorprendió entre gemidos de placer para acabar durmiendo abrazados descansando de aquella larga noche.
Esperaba de verdad que pudiera quedarme embarazada porque era lo que deseaba, pensaba en nuestro hijo y me lo imaginaba como el vikingo pero en una versión más pequeña y me quedaba embobada imaginándolo. O una versión más pequeña mía pero con ojos azules... siempre le había dicho al vikingo que nuestros hijos serían morenos con ojos azules y nadie me quitaría esa idea de la cabeza. Tras la boda pasaríamos unos cuantos días más en el norte, quería que el vikingo disfrutara de estar allí y no quería privarlo de estar con su familia ya que en realidad con el viaje y todo no había pasado mucho tiempo. Ambos sabíamos que el día de partir se acercaba y él pasaba mucho tiempo con su familia la cual me había acogido como una más, también se dedicaba a entrenar todos los días de los cuales había asistido un par de veces deleitándome de cómo se movía ese hombre y lo atractivo que estaba tras el ejercicio con las gotas perlando su frente y todo su pecho que al estar al sol lo hacían brillar. Me llevó a esa taberna donde iba con su familia y donde pasábamos el rato algunas noches entre jarras de hidromiel, piques, risas y contando anécdotas de cuando eran pequeños y hacían trastadas... luego acabábamos durmiendo abrazados en aquel enorme aposento que tenía para él, el cual se convirtió en testigo de nuestro amor, cualquier pequeña situación bastaba para desatar la llama de la pasión bien fuera en la enorme cama, como en la bañera, como frente a la chimenea. De nuevo abrí mis ojos cuando el sol había entrado ya por la ventana de la estancia, el vikingo dormía rodeándome con sus brazos pegándome a su cuerpo sintiendo su respiración en mi frente, su mano en mis nalgas que me hizo sonreír y la otra enredada en mi pelo, elevé mi rostro para contemplarlo y mis dedos recorrieron su pecho marcado por las cicatrices de batallas y de experiencias vividas que muchas veces le preguntaba para que me contara. Éramos felices, de hecho, era la vez que más feliz estaba y que mejor me encontraba, todo gracias a ese hombre que había interrumpido mi vida secuestrándome. Sonreí de lado al recordar cuando en nuestra noche de bodas me dijo que al ponerme esos camisones lo había hecho con el único fin de torturarlo, aunque no era así, si hubiera querido torturarlo realmente hubiera estado peor y habría acabado constantemente teniendo que masturbarse por ello, y eso él bien lo sabía. Ahora ya apenas dormía con algo de ropa y me preguntaba si era porque odiaba un poco mis camisones por lo que lo “torturé”, aunque más bien era porque ese hombre era insaciable y no se estaba quieto... sí, más bien era eso último.
Los rayos de sol iluminaban la estancia en lo que yo apoyaba mi rostro en su pecho y dejaba leves besos dejando que durmiera a gusto, sus brazos rodeándome pegándome a su cuerpo como si me temiera que me fuera aunque ¿dónde mejor que en sus brazos? Era mi sitio favorito del mundo. Alcé mis ojos para observarlo dormir plácidamente, era tan atractivo que era imposible que no llamara la atención sobre todo con esos mares que poseía y que tanto me encantaban, tenía demasiada suerte por tenerlo a mi lado. Él, un vikingo que había sido el único hombre en respetarme, en valorarme como realmente era y no ver solo el cuerpo bonito y exótico que sabía que tenía, él que había mirado más allá y había sido el único capaz de colarse en mi corazón y adueñarse de este, por Ra, lo amaba tanto que no imaginaba un solo día si no era a su lado. Su respiración calma con su pecho bajando tranquilo, relajado... y yo mordiéndome el labio deseándolo, ¿era eso posible? Con él siempre me pasaba, mis ganas jamás se saciaban; se acumulaban. Sonreí traviesa sin que fuera capaz de verme y queriendo divertirme un rato me moví apartando las sábanas bajando por su cuerpo hasta alcanzar su miembro que tomé entre mis dedos para lamerlo y recorrerlo, posteriormente llevarlo a mi boca viendo cómo se removía ligeramente y gruñía de forma placentera aún entre sueños. No paré y no tuve piedad tomándolo con mi boca hasta que llegó un punto en que se movía tanto por el placer que sus ojos se abrieron confusos, se clavaron en los míos y fue el momento de trepar por su cuerpo hasta dejar mi sexo sobre el suyo moviendo mis caderas, él ya se había más que activado y su mano fue a mi pelo cogiendo algunos mechones mirándome, la otra mano dejó un azote en mis nalgas premiándome a que siguiera mientras yo sonreía por haberlo despertado de esa forma. No quise torturarlo más y finalmente bajé mi cadera sintiendo cómo me llenaba arrancándome un gemido placentero por la sensación, por sentirme plena. Mi rostro inclinado hacia delante, mi pelo cayendo sobre su pecho como una cascada sin borrar mi sonrisa.
-Buenas días vikingo –dije sobre sus labios comenzando a moverme sobre él, no tardó en marcar el ritmo ayudándome a moverme hasta que acabamos culminando tras alcanzar el orgasmo juntos y caer sobre su pecho en lo que él acariciaba mi cuerpo con sus manos, nuestras respiraciones agitadas- no podrás quejarte de la forma en que te despierta tú preciosa y egipcia mujer –comenté con una sonrisa mordiendo su labio inferior para luego besar sus labios fundiéndonos en un beso que como siempre me dejó sin aliento y él sonreía, tonteamos en la cama retozando un rato entre besos, risas, caricias y confesiones hasta que el ruido del acero fue lo que hizo que parara como si de repente se acordara de algo, sonreí sentada sobre él y enarqué una ceja- oh, no me digas que se te ha olvidado el entrenamiento de esta mañana –comenté con una sonrisa divertida- ¿qué clase de general eres tú, Ubbe? –Reí entre dientes porque había sido la causante principal, y única, de que perdiera la mañana perdido en mi cuerpo y me apartó dejándome a su lado mientras veía cómo se vestía a toda prisa y me miraba maldiciéndome en su idioma por haberlo distraído y tentarlo de esa forma- amor, te entiendo cuando me hablas así ¿lo sabes, verdad? –Una mirada bastó para que riera entre dientes divertida- luego cuando termines podemos ir a ver a tus padres, o tomar algo en la taberna... lo que más prefieras –por suerte se le pasaba rápido o yo sabía muy bien cómo llevarlo- no te pases demasiado con ellos, ¿vale mi general? –Besé sus labios cuando se acercó para despedirse y yo me quedé en la cama descansando, cerré los ojos y envuelta en su olor dormí un rato más solo para despertarme antes de que él llegara, darme un baño y organizar un poco el lugar que parecía no haber sido organizado en bastante tiempo... supuse que el mismo tiempo desde que había partido en misión a buscarme. Entre las hojas y demás que estaba organizando una de ellas sobre la mesa del escritorio cayó al suelo en lo que me agaché para recogerla, inconscientemente mis ojos fueron hacia lo que ponía pero por sí solos se fijaron en la letra, una que me era conocida y que era de mujer sobre todo. Bajé mis ojos para ver de quién era y me sorprendí al ver que era “mía”, o al menos de mi yo vampiro y que estaba bajo algunos libros como si no hubiera sido leída. Con esa curiosidad innata que me precedía y caracterizaba leí aquella nota escrita para el vikingo, quizás no debí hacerlo pero no pude evitarlo. Me senté en el borde de la cama a los pies de esta leyendo lo que ponía, una declaración y una explicación de por qué se había ido. Me pregunté si Ubbe sabría de dicha nota y lo que ponía, no pude evitar sentirme un poco mal por el dolor que se reflejaba en sus palabras y para cuando me quise dar cuenta el vikingo volvía entrando por la puerta encontrándome con la nota en mis manos y un par de lágrimas cayendo por mis mejillas- Ubbe... –lo nombré limpiando mis lágrimas decidiendo si darle la nota o no pero ¿no lo querría saber de ser él? Tenía todo el derecho a saberlo, y aunque sabía perfectamente lo que ese hombre sentía no me preocupaba que leyera esa nota, así que en lo que él confundido por encontrarme a mí se acercaba yo me levanté para llevar mi mano a su nuca y besarlo, lento y sentido, solo separándome para mirarlo y negar con la cabeza- estoy bien solo... creo que deberías de leer esto si no lo has hecho –en ella una explicación de sus sentimientos, su partida y su cobardía por no decirle nada cuando la otra “yo” de esa época pensaba que su felicidad no pasaba por ella porque no podría darle lo que él deseaba, y afirmaba que al final acabaría enamorándose de la humana porque podía darle todo cuanto ella no podía, deseándole toda la felicidad que se merecía y despidiéndose asegurando que estaría bien allá donde fuera.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: De Ni Verdener ~ Privado
Bifrost, ese puente de múltiples colores que utilizaban los æsir para viajar de asgard a midgard , surca el cielo desde la tierra hasta himinbjörg el castillo en el cielo, la residencia del dios guardián Heimdall. El dios que todo lo ve y que protege Asgard.
La disir nos hablo de que debíamos permanecer juntos, esa era nuestra mejor baza, mas el destino inicial tras cruzar el Bifros era Lyngvi, una isla que pertenece a Asgard pero está casi en las fronteras del mundo, está rodeada por el lago Amsvartnir de aguas oscuras como la noche, es un terreno estéril y neblinoso donde no existe el sonido y donde está atrapado y encadenado el lobo gigante Fenrir hasta la llegada del Ragnarök.
Apreté la mano de mi mujer atravesando el puente de colores, este viaje no iba a ser facil, llegar hasta la isla solo era el inicio de la aventura, mi alma parecía tener un precio y aun no habíamos descubierto quien quería apropiarse de ella sin que yo hubiera caído.
-Tenemos que ir con cuidado, cada uno de los reinos es peligroso en si mismo pero sin duda, deberiamos evitar de ser posible Reino de Nifleheim
Uno de los 9 Reinos. Es un reino primigenio donde habita el frío elemental de la creación que simboliza a la muerte, el olvido y el paso del tiempo, no hay viento, ni habitante alguno en este reino a excepción del dragón Níðhöggr.
Seguimos corriendo, ella aseguraba a mi lado no temer nada, peor aquel puente era enorme, intimidaba y por eso rodeé con mi brazo su cintura para ayudarla a seguir andando.
-No voy a dejar que te pase nada.
Necesitaba explicarle lo que no sabia si ella sabía. Era consciente de que era una mujer erudita en temas de culturas y la nórdica no le era desconocida, peor aun así, prefería recordarle lo que podíamos encontrarnos.
-El Reino de Muspelheim. Uno de los 9 Reinos. Es un reino primigenio donde habita el fuego elemental que simboliza la destrucción, la violencia y la voracidad. Es el dominio de Surtur el gigante que se uniría a los Jotun en el Ragnarök para aplastar a los Æsir exterminar a los seres de Midgard y quemar al Bifrost y las raíces del Yggdrasil y como no el Reino de Helheim
También conocido simplemente como Hel, es el reino de los muertos que no pueden entrar a Valhalla, los niños, las mujeres, los enfermos, las víctimas. Es un mundo oscuro y frio donde hay constantemente una espesa niebla. A veces es considerado como un reino aparte y otras veces el mismo está ubicado en el Reino de Nifleheim. Es gobernado por Hela la diosa de la muerte, hija de Loki y cuyo rostro esta en parte putrefacto como un cadáver
La disir nos hablo de que debíamos permanecer juntos, esa era nuestra mejor baza, mas el destino inicial tras cruzar el Bifros era Lyngvi, una isla que pertenece a Asgard pero está casi en las fronteras del mundo, está rodeada por el lago Amsvartnir de aguas oscuras como la noche, es un terreno estéril y neblinoso donde no existe el sonido y donde está atrapado y encadenado el lobo gigante Fenrir hasta la llegada del Ragnarök.
Apreté la mano de mi mujer atravesando el puente de colores, este viaje no iba a ser facil, llegar hasta la isla solo era el inicio de la aventura, mi alma parecía tener un precio y aun no habíamos descubierto quien quería apropiarse de ella sin que yo hubiera caído.
-Tenemos que ir con cuidado, cada uno de los reinos es peligroso en si mismo pero sin duda, deberiamos evitar de ser posible Reino de Nifleheim
Uno de los 9 Reinos. Es un reino primigenio donde habita el frío elemental de la creación que simboliza a la muerte, el olvido y el paso del tiempo, no hay viento, ni habitante alguno en este reino a excepción del dragón Níðhöggr.
Seguimos corriendo, ella aseguraba a mi lado no temer nada, peor aquel puente era enorme, intimidaba y por eso rodeé con mi brazo su cintura para ayudarla a seguir andando.
-No voy a dejar que te pase nada.
Necesitaba explicarle lo que no sabia si ella sabía. Era consciente de que era una mujer erudita en temas de culturas y la nórdica no le era desconocida, peor aun así, prefería recordarle lo que podíamos encontrarnos.
-El Reino de Muspelheim. Uno de los 9 Reinos. Es un reino primigenio donde habita el fuego elemental que simboliza la destrucción, la violencia y la voracidad. Es el dominio de Surtur el gigante que se uniría a los Jotun en el Ragnarök para aplastar a los Æsir exterminar a los seres de Midgard y quemar al Bifrost y las raíces del Yggdrasil y como no el Reino de Helheim
También conocido simplemente como Hel, es el reino de los muertos que no pueden entrar a Valhalla, los niños, las mujeres, los enfermos, las víctimas. Es un mundo oscuro y frio donde hay constantemente una espesa niebla. A veces es considerado como un reino aparte y otras veces el mismo está ubicado en el Reino de Nifleheim. Es gobernado por Hela la diosa de la muerte, hija de Loki y cuyo rostro esta en parte putrefacto como un cadáver
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: De Ni Verdener ~ Privado
Sabía que el vikingo seguía pensando que no quería que fuera con él y que me quedara esperándolo, es lo que me había pedido que hiciera pero yo era incapaz de dejar que fuera solo porque no me fiaba de nada, porque si la Dísir nos decía ella misma que juntos era como podíamos superar aquel viaje no había mucho más que discutir. Aparte de todo eso era incapaz de quedarme esperándolo como había hecho cuando fue a por la reliquia, demasiada preocupación sin saber cómo estaría para hacer lo mismo en esos momentos, sobre todo porque yo sabía que en este viaje sí que podía ser de ayuda y en aquel momento cuando me pidió que me quedara lo hice porque sería un estorbo más que una ayuda, y si a eso le sumabas el hecho de que había visto cómo se desmayaba el vikingo de la nada y perdía la consciencia y que no era la primera vez que le pasaba entonces tenía mucho más claro que no iba a dejarlo solo para que le pasara algo, si volvía a perder el conocimiento al menos no estaría solo y yo podría ayudarlo en caso de que pasara algo, con eso me quedaba algo más tranquila. Él no había querido ver a nadie de su familia antes de que fuera de noche y tuviéramos que ir al encuentro de la Dísir, las últimas horas las pasamos en esa casa de árbol donde pasó gran parte de su infancia contándome anécdotas de cuando era pequeño, tumbados sobre la cama, abrazados, acariciándonos disfrutando de ese tiempo corto que teníamos antes de que se hiciera totalmente de noche. Con él el tiempo siempre pasaba más rápido de lo que me gustaría admitir y pronto tuvimos que partir hasta el muelle donde daríamos comienzo aquel viaje para salvarlo, porque en mi cabeza no cabía la opción de perderlo ahora que estábamos juntos y que oficialmente estábamos casados ante nuestros dioses, ahora que sabía que podía tener un proyecto de futuro y tener esa familia que siempre había soñado... no podía perderlo y si hacía falta que luchara con todo lo que tenía no me importaba en absoluto, no dejaría que nadie me arrebatara lo que por derecho era mío, porque él me había entregado no solo su cuerpo, sino su vida, su destino, su alma.... y lo que era mío no me gustaba compartirlo. Confiaba en sus dioses y en lo que tenían para nosotros deparados, la oráculo nos había revelado un dato muy importante y que me hacía ver que sí saldríamos de aquel viaje los dos juntos, que luego podríamos formar esa familia y me quedaría embarazada... era lo que había intentado inculcar en la mente del vikingo para que él también se centrara en ese proyecto y no se lamentara más porque no tenía sentido. De no haber salvación la Dísir no habría bajado, por lo que iba a aferrarme a ello tanto como pudiera y me fuera posible porque o salíamos los dos o no salíamos ninguno, yo no quería una vida que no fuera a su lado y solo pensarlo provocaba un pequeño vértigo en mi estómago; o todo o nada, eso era básicamente en lo que se resumía todo. Para cuando llegamos ante la Dísir esta nos estaba esperando, tenía todo preparado y pronto comenzó para abrir ese portal que nos llevaría directos a Asgard cruzando el Bifröst como nos había dicho, el tiempo se puso bastante revuelto y tras unos cuantos minutos apareció sobre el mar un puente bastante brillante, como si estuviera iluminado por muchos colores que llevaba a lo que parecía el portal que debíamos de atravesar para llegar al otro lado.
Cuando nos gritó que ya podíamos atravesarlo corriendo ni siquiera lo pensamos, su mano tomó la mía apretándola con fuerza y juntos atravesamos el puente que nos llevaría directos a tierras desconocidas, al principio del viaje para recuperar su alma y quizás averiguáramos en el trayecto quién era el que quería el alma del vikingo sin que este hubiera caído en batalla, quién o qué porque no teníamos nada claro, igual que los motivos que llevaban a porqué estaba pasando todo aquello y precisamente a él que no había hecho nada para enfadar a los dioses, aunque algo me hacía pensar que estos no tenían nada que ver y que había algo más de trasfondo en todo aquel asunto que ambos desconocíamos pero que pensaba averiguar por todos los medios. Las palabras del vikingo hicieron que lo mirara mientras me explicaba, por encima de todos, el reino que deberíamos de evitar adentrarnos en él porque allí es donde moraba el dragón, aunque siempre con esa curiosidad innata que me hacía querer saber y conocer acerca de todo hasta yo misma pensaba que sería una mala idea adentrarnos en ese reino así que solo asentí con la cabeza. Mientras seguíamos cruzando aquel enorme puente que intimidaba bastante debido, seguramente, a la importancia que tenía ya que era el punto de conexión de Asgard con la tierra, el brazo del vikingo rodeó mi cintura y yo lo miré sonriéndole en respuesta sintiendo su calor traspasar a mi cuerpo, ese brazo seguro que me rodeaba y sus palabras que me dejaban claro que no permitiría que nada malo me pasara en lo que durara aquel viaje, algo que yo ya sabía porque el vikingo era muy protector y eso lo había visto en varias ocasiones. Le sonreí y dejé un beso rápido en su mejilla como agradeciéndole el gesto, sin embargo mi mirada le dejó más que claro que no pensaba que me fuera a pasar nada con él pero sobre todo que yo tampoco dejaría que nada malo le pasara si estaba en mi mano evitarlo. Nos íbamos acercando al portal que nos llevaría al comienzo de todo cuando su voz sonó de nuevo, me estaba explicando de manera rápida algunos de los reinos que había sobre todo centrándose en Hel, un lugar donde seguro que el vikingo no quería visitar y del que había leído y oído hablar porque allí moraba Hela, su diosa de la muerte, aunque si teníamos que dirigirnos al mismísimo infierno nórdico para salvar su alma ni me lo pensaba, iríamos de cabeza sin duda alguna. Conocía su mitología, conocía sus mundos y entendía por qué me decía eso pero si algo tenía claro era en que juntos podíamos, no había más que pensar.
-Yo tampoco voy a dejar que te pase nada Ubbe, confío en nuestros dioses que de seguro velan por nosotros, y sobre todo confío en ambos y en que vamos a lograrlo, averiguaremos qué es lo que ocurre y recuperaremos tu alma porque perderte no es una opción. Te quiero y te necesito, así que juntos vamos a poder con esto –aseguré justo apenas unos pasos de donde se encontraba el portal, ambos lo miramos y tras dedicarnos una mirada lo atravesamos sabiendo que la Dísir no podría mantenerlo mucho más tiempo. Nada más cruzar sentí un tirón algo parecido al portal que habíamos atravesado para llegar al norte, aunque algo más fuerte y violento como si estuviéramos dentro de un huracán que nos movía con fuerza. De pronto perdí todo contacto con el vikingo, su brazo dejó de rodearme la cintura y aunque intenté retenerlo a mi lado y aferrarlo el tirón fue demasiado fuerte como para poder coger al vikingo- ¡Ubbe! –Lo llamé estirando mis brazos para cogerlo pero no lo sentía ni lo encontraba, otro tirón hacia el lado opuesto a donde él se encontraba mientras me mareaba por aquello esperando a que terminara pronto. Como si hubiera salido de la nada, otro portal se abrió en mitad de todo aquel caos y caí de manera un tanto brusca al suelo pero aterrizando por fin en la tierra. El golpe no fue demasiado duro al menos aunque sí tosí un par de veces en lo que me recuperaba y reponía del mareo principal, apoyé mis manos en la tierra un tanto húmeda incorporándome un poco quedando de rodillas, aparté el pelo de mi cara alzando mis desiertos esperando encontrar al vikingo a mi lado... pero no estaba allí conmigo. Extrañada por ello fruncí el ceño mirando a mi alrededor dándome cuenta de que estaba completamente sola, sin él a mí lado, aunque tampoco se veía demasiado bien por la neblina que había en el lugar- ¿vikingo? –Pregunté esperando que el vikingo hubiera caído cerca de donde yo me encontraba, sin embargo todo lo que obtuve por respuesta fue silencio, uno un tanto aterrador e inquietante que provocó que me mordiera el labio y terminara por levantarme del todo observando el lugar a mi alrededor. Intuía que debíamos de estar en Lyngvi, una isla que pertenecía a Asgard y por lo que me había dicho el vikingo situada en las fronteras de esta. Parecía que estaba en los lindes de un bosque y no sabía qué era lo que debía hacer, lo primero y primordial era encontrar al vikingo porque él sabía mucho más que yo ya que él era el experto, después veríamos cómo llegábamos a Asgard pero lo que más urgía era encontrarlo. Pero, qué hacía, ¿me metía en el bosque, continuaba por otro camino, me quedaba quieta? Lo más sensato sería quedarme quieta y esperar a que él me buscara para no ir en direcciones opuestas, sabía que él siempre me buscaría aunque la idea de quedarme quieta no me gustaba demasiado- maldición –mascullé mirando alrededor, la neblina no dejaba ver demasiado y ese silencio no presagiaba nada bueno- voy a buscarte vikingo, espero que la brújula guíe mi camino –no iba a quedarme de brazos cruzados, no era así, y esperaba que los dioses nos echaran una pequeña mano con todo aquello. No empezábamos bien pero nadie dijo que fuera a ser fácil, era algo que ambos habíamos asumido. Que solo se oyeran mis pisadas era algo que no me gusta, demasiado silencio para un lugar como aquel donde solo parecía soplar una leve brisa. Sin saber qué guiaba mis pies como si algo me empujara por el camino que había tomado cuando escuché un ruido, como una rama partirse, y es que cualquier sonido allí se escuchaba con claridad con el silencio que había. Miré en la dirección de donde había venido el ruido, algo que parecía estar en el interior del bosque- ¿Ubbe? –Pregunté aunque algo me decía que no era él, sentía como si unos ojos vacíos y carentes de vida me observaran, siendo acechada, no sabía lo que era pero seguramente en aquel lugar nada bueno. Un gruñido que me hizo saber que no era nada humano, así que hice lo único que podía hacer en esos momentos: corrí. Comencé a correr alejándome con la esperanza de encontrarme con el vikingo para saber que no le había pasado nada, para que lo que hubiera gruñido no me alcanzara.
Cuando nos gritó que ya podíamos atravesarlo corriendo ni siquiera lo pensamos, su mano tomó la mía apretándola con fuerza y juntos atravesamos el puente que nos llevaría directos a tierras desconocidas, al principio del viaje para recuperar su alma y quizás averiguáramos en el trayecto quién era el que quería el alma del vikingo sin que este hubiera caído en batalla, quién o qué porque no teníamos nada claro, igual que los motivos que llevaban a porqué estaba pasando todo aquello y precisamente a él que no había hecho nada para enfadar a los dioses, aunque algo me hacía pensar que estos no tenían nada que ver y que había algo más de trasfondo en todo aquel asunto que ambos desconocíamos pero que pensaba averiguar por todos los medios. Las palabras del vikingo hicieron que lo mirara mientras me explicaba, por encima de todos, el reino que deberíamos de evitar adentrarnos en él porque allí es donde moraba el dragón, aunque siempre con esa curiosidad innata que me hacía querer saber y conocer acerca de todo hasta yo misma pensaba que sería una mala idea adentrarnos en ese reino así que solo asentí con la cabeza. Mientras seguíamos cruzando aquel enorme puente que intimidaba bastante debido, seguramente, a la importancia que tenía ya que era el punto de conexión de Asgard con la tierra, el brazo del vikingo rodeó mi cintura y yo lo miré sonriéndole en respuesta sintiendo su calor traspasar a mi cuerpo, ese brazo seguro que me rodeaba y sus palabras que me dejaban claro que no permitiría que nada malo me pasara en lo que durara aquel viaje, algo que yo ya sabía porque el vikingo era muy protector y eso lo había visto en varias ocasiones. Le sonreí y dejé un beso rápido en su mejilla como agradeciéndole el gesto, sin embargo mi mirada le dejó más que claro que no pensaba que me fuera a pasar nada con él pero sobre todo que yo tampoco dejaría que nada malo le pasara si estaba en mi mano evitarlo. Nos íbamos acercando al portal que nos llevaría al comienzo de todo cuando su voz sonó de nuevo, me estaba explicando de manera rápida algunos de los reinos que había sobre todo centrándose en Hel, un lugar donde seguro que el vikingo no quería visitar y del que había leído y oído hablar porque allí moraba Hela, su diosa de la muerte, aunque si teníamos que dirigirnos al mismísimo infierno nórdico para salvar su alma ni me lo pensaba, iríamos de cabeza sin duda alguna. Conocía su mitología, conocía sus mundos y entendía por qué me decía eso pero si algo tenía claro era en que juntos podíamos, no había más que pensar.
-Yo tampoco voy a dejar que te pase nada Ubbe, confío en nuestros dioses que de seguro velan por nosotros, y sobre todo confío en ambos y en que vamos a lograrlo, averiguaremos qué es lo que ocurre y recuperaremos tu alma porque perderte no es una opción. Te quiero y te necesito, así que juntos vamos a poder con esto –aseguré justo apenas unos pasos de donde se encontraba el portal, ambos lo miramos y tras dedicarnos una mirada lo atravesamos sabiendo que la Dísir no podría mantenerlo mucho más tiempo. Nada más cruzar sentí un tirón algo parecido al portal que habíamos atravesado para llegar al norte, aunque algo más fuerte y violento como si estuviéramos dentro de un huracán que nos movía con fuerza. De pronto perdí todo contacto con el vikingo, su brazo dejó de rodearme la cintura y aunque intenté retenerlo a mi lado y aferrarlo el tirón fue demasiado fuerte como para poder coger al vikingo- ¡Ubbe! –Lo llamé estirando mis brazos para cogerlo pero no lo sentía ni lo encontraba, otro tirón hacia el lado opuesto a donde él se encontraba mientras me mareaba por aquello esperando a que terminara pronto. Como si hubiera salido de la nada, otro portal se abrió en mitad de todo aquel caos y caí de manera un tanto brusca al suelo pero aterrizando por fin en la tierra. El golpe no fue demasiado duro al menos aunque sí tosí un par de veces en lo que me recuperaba y reponía del mareo principal, apoyé mis manos en la tierra un tanto húmeda incorporándome un poco quedando de rodillas, aparté el pelo de mi cara alzando mis desiertos esperando encontrar al vikingo a mi lado... pero no estaba allí conmigo. Extrañada por ello fruncí el ceño mirando a mi alrededor dándome cuenta de que estaba completamente sola, sin él a mí lado, aunque tampoco se veía demasiado bien por la neblina que había en el lugar- ¿vikingo? –Pregunté esperando que el vikingo hubiera caído cerca de donde yo me encontraba, sin embargo todo lo que obtuve por respuesta fue silencio, uno un tanto aterrador e inquietante que provocó que me mordiera el labio y terminara por levantarme del todo observando el lugar a mi alrededor. Intuía que debíamos de estar en Lyngvi, una isla que pertenecía a Asgard y por lo que me había dicho el vikingo situada en las fronteras de esta. Parecía que estaba en los lindes de un bosque y no sabía qué era lo que debía hacer, lo primero y primordial era encontrar al vikingo porque él sabía mucho más que yo ya que él era el experto, después veríamos cómo llegábamos a Asgard pero lo que más urgía era encontrarlo. Pero, qué hacía, ¿me metía en el bosque, continuaba por otro camino, me quedaba quieta? Lo más sensato sería quedarme quieta y esperar a que él me buscara para no ir en direcciones opuestas, sabía que él siempre me buscaría aunque la idea de quedarme quieta no me gustaba demasiado- maldición –mascullé mirando alrededor, la neblina no dejaba ver demasiado y ese silencio no presagiaba nada bueno- voy a buscarte vikingo, espero que la brújula guíe mi camino –no iba a quedarme de brazos cruzados, no era así, y esperaba que los dioses nos echaran una pequeña mano con todo aquello. No empezábamos bien pero nadie dijo que fuera a ser fácil, era algo que ambos habíamos asumido. Que solo se oyeran mis pisadas era algo que no me gusta, demasiado silencio para un lugar como aquel donde solo parecía soplar una leve brisa. Sin saber qué guiaba mis pies como si algo me empujara por el camino que había tomado cuando escuché un ruido, como una rama partirse, y es que cualquier sonido allí se escuchaba con claridad con el silencio que había. Miré en la dirección de donde había venido el ruido, algo que parecía estar en el interior del bosque- ¿Ubbe? –Pregunté aunque algo me decía que no era él, sentía como si unos ojos vacíos y carentes de vida me observaran, siendo acechada, no sabía lo que era pero seguramente en aquel lugar nada bueno. Un gruñido que me hizo saber que no era nada humano, así que hice lo único que podía hacer en esos momentos: corrí. Comencé a correr alejándome con la esperanza de encontrarme con el vikingo para saber que no le había pasado nada, para que lo que hubiera gruñido no me alcanzara.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: De Ni Verdener ~ Privado
La isla del silencio o isla de Lyngvi era el lugar donde acaba de aterrizar mi cuerpo, sin duda aquel portal nos había arrastrado hasta la peligrosa isla donde no existía el sonido y estaba tan llena de brumas que era complicado verte a ti mismo. La fuerza del portal nos había enviado a cada uno para un lado, Nai no sabía casi nada de mitología nórdica y mi desesperación fue palpable cuando con las manos traté de tocarla.
-¡Nai! -rugí desesperado como si no fuera mas que consciente que aun teniéndola al lado ella no me oiría.
Tenía que pensar en como dar con ella, solo esperaba que no se moviera porque en esa isla el mayor peligro no eran las brumas si no Fenir, aquí es donde había quedado encadenado por los dioses. Al principio sólo era un cachorro, pero conforme se le alimentó comenzó a crecer, y pronto fue tan grande que era imposible controlarlo. Dos veces fallaron los dioses en su intento por apresarlo . Los dioses del Asgard pidieron la fabricación de una ligadura irrompible a los enanos. Éstos les fabricaron una cinta liviana que sin embargo nadie podría romper. Lo encadenaron en la isla Lyngvi, en el lago Ámsvartnir. Sólo Tyr se ofreció a realizar la proeza.
Tenía que pensar, pensar rápido, aquella tierra era estéril, árida, pedregosa, tenía que encontrar la manera de lograr que mi mujer me viera y solo se me ocurrió una.
Desenvainé la espada ladeando la sonrisa, y sin pensarlo di un azote a la tierra con la hoja, muchas chispas emergieron pegando un buen fogonazo.
-Vamos -rugí -vamos pequeña, has de fijarte en la luz, ven hacia mi.
Seguí avanzando sin dejar de soltar chispas con cada golpe de espada, no podría verme, peor si escucharme, mi desesperación crecía sin parar hasta que en el ultimo golpe de espada noté un abrazo, era lela, no la escuchaba peor mis manso aferraron su cuerpo, hundí mi cabeza en su cuello arqueando la espalda.
-Te quiero, te quiero -mi aliento sofocado mecía su pelo -creía que te había perdido, te quiero.
Incapaz de soltarme permanecimos abrazados en silencio, bueno, si hablaba no podía escucharla.
-Tenemos que encontrar el lago Amsvartnir de aguas oscuras, navegarlo...las nornas eran nuestro destino y para eso debíamos bajar hasta las raíces del fresno. Las tres hermanas establecieron su residencia cerca del manantial Urdar.
-¡Nai! -rugí desesperado como si no fuera mas que consciente que aun teniéndola al lado ella no me oiría.
Tenía que pensar en como dar con ella, solo esperaba que no se moviera porque en esa isla el mayor peligro no eran las brumas si no Fenir, aquí es donde había quedado encadenado por los dioses. Al principio sólo era un cachorro, pero conforme se le alimentó comenzó a crecer, y pronto fue tan grande que era imposible controlarlo. Dos veces fallaron los dioses en su intento por apresarlo . Los dioses del Asgard pidieron la fabricación de una ligadura irrompible a los enanos. Éstos les fabricaron una cinta liviana que sin embargo nadie podría romper. Lo encadenaron en la isla Lyngvi, en el lago Ámsvartnir. Sólo Tyr se ofreció a realizar la proeza.
Tenía que pensar, pensar rápido, aquella tierra era estéril, árida, pedregosa, tenía que encontrar la manera de lograr que mi mujer me viera y solo se me ocurrió una.
Desenvainé la espada ladeando la sonrisa, y sin pensarlo di un azote a la tierra con la hoja, muchas chispas emergieron pegando un buen fogonazo.
-Vamos -rugí -vamos pequeña, has de fijarte en la luz, ven hacia mi.
Seguí avanzando sin dejar de soltar chispas con cada golpe de espada, no podría verme, peor si escucharme, mi desesperación crecía sin parar hasta que en el ultimo golpe de espada noté un abrazo, era lela, no la escuchaba peor mis manso aferraron su cuerpo, hundí mi cabeza en su cuello arqueando la espalda.
-Te quiero, te quiero -mi aliento sofocado mecía su pelo -creía que te había perdido, te quiero.
Incapaz de soltarme permanecimos abrazados en silencio, bueno, si hablaba no podía escucharla.
-Tenemos que encontrar el lago Amsvartnir de aguas oscuras, navegarlo...las nornas eran nuestro destino y para eso debíamos bajar hasta las raíces del fresno. Las tres hermanas establecieron su residencia cerca del manantial Urdar.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: De Ni Verdener ~ Privado
El viaje para ambos había comenzado y sin duda sería uno de los más peligrosos que tuviéramos que hacer en nuestras vidas, pero no él último y tampoco era el primero que hacíamos ambos. Esa vez el tiempo corría en nuestra contra y debíamos de hallar la manera para devolverle su alma, no sabíamos lo que había ocurrido ni porqué estaba sucediendo aquello, si alguien había hecho algo para quitársela pero algo muy grave debía de estar ocurriendo para que una Dísir bajara a avisarnos, de no haber sido por ella estaba convencida de que el vikingo no me habría dicho nada al respecto, se habría callado y hubiera emprendido camino él solo sin tan siquiera decirme nada para librar él solo sus batallas, pero no se daba cuenta de que ahora los dos éramos uno y que sus batallas eran también las mías, quizás yo no pudiera ayudarle en algunas porque no sabía pelear pero tenía claro que en ese viaje sí estaría porque me necesitaba. Sospechaba que algo, o alguien, pretendía arrebatarle su alma no solo para matarlo sino por algo más que no sabíamos pero que averiguaríamos por el camino porque no descansaría hasta saber qué era exactamente lo que pasaba. No me iba a quedar tranquila hasta solucionarlo todo y sabía que el tiempo corría en nuestra contra, como un reloj de arena que ya habían volteado mientras esta corría con prisa. Cuando todo estuvo preparado y la Dísir formó el puente cogidos de la mano lo atravesamos con la incertidumbre de no saber lo que nos encontraríamos al otro lado pero certeros en el hecho de que juntos podíamos con todos, nos necesitábamos mutuamente. Tras alcanzar el portal y cruzarlo fue como si nos encontráramos en el medio de una gran tormenta, nos movía con fuerza, mi pelo era movido a todas partes en un remolino y siquiera sin poder hacer nada por evitarlo en un momento dado sentimos un tirón tan fuerte que separó nuestras manos unidas, por más que intenté aferrarme al vikingo fue imposible por la fuerza de la sacudida. Mareada y confundida caí al suelo al abrirse de nuevo un portal y para cuando esperé a que el vikingo también apareciera este no lo hizo, el portal se cerró tras mi espalda en lo que yo me incorporaba del suelo alzándome. Sola, estaba sola en aquel lugar desconocido sin saber dónde me encontraba y sobre todo sin el vikingo a mi lado. En medio de aquel ensordecedor silencio, inquieto y perturbador, no se oía nada y mucho menos se podía ver algo por la neblina espesa que había en el lugar. Recordaba que el vikingo me había dicho que era el lugar donde el sonido no existía, eso daba sentido al que no se oyera el más mínimo ruido en todo el lugar que me rodeaba, entonces, ¿cómo iba a encontrar así al vikingo? Es más, ¿qué era lo mejor para hacer en ese caso? ¿Me quedaba quieta esperando que me encontrara, me movía para buscarlo? Me encontraba en un dilema porque no sabía muy bien qué hacer al respecto, mordí mi labio con fuerza intentando ver algo más allá a mí alrededor pero era imposible. Me desesperé porque sin oír y sin ver nada las posibilidades de encontrarlo disminuían, no tenía conocimiento del lugar y tampoco sabía en qué dirección tomar. Sin embargo si me movía era básicamente por la fe, por el hecho de saber que al final acabaríamos encontrándonos, porque todos mis caminos empezaban y terminaban en él... eso era lo que me daba esperanzas y rendirme no estaba en mi vocabulario por muy oscura que fuera la situación.
Al final opté por hacer caso a mi instinto, a esa intuición que muchas veces me había sacado de apuros y que me guiaba como si alguien me mostrara el camino, y comencé a andar porque quedarme quieta era algo superior a mis fuerzas, odiaba quedarme de brazos cruzados sin intentar poner una solución y como no iba a quedarme allí parada comencé a moverme despacio porque no veía nada, tampoco oía nada y eso dificultaba enormemente el encontrarnos. Pero también sabía una cosa: que el vikingo no cesaría hasta que no me hubiera encontrado, en eso los dos éramos completamente iguales y convencida estaba de que él hallaría una forma de poder verlo entre tanta niebla porque oírlo sería imposible. De esa forma podía escuchar con más nitidez el bombeo de mi corazón como si sonara justo en mis oídos con fuerza junto con mi respiración, mis pensamientos era lo único que me acompañaba y resultaba bastante extraño y algo incómodo andar sin escuchar siquiera una mínima pisada. No quería ni pensar en la opción de encontrarme con algo que pudiera vivir en ese lugar pero dudaba que hubiera algo, él había mencionado a Fenrir pero esperaba que no nos topáramos con el lobo ninguno de los dos. Mientras más andaba mi desesperación más crecía porque no sabía por dónde iba, qué rumbo o dirección debía de tomar sin dejar de pensar en el vikingo rogando por poder encontrarlo, seguro que él hallaba una forma de que lograra verlo porque no se rendiría como yo tampoco estaba dispuesta a hacer. Y fue entonces, casi de la nada, cuando una pequeña luz captó mi atención en aquel lugar sombrío del que apenas se distinguía algo más que la niebla que me rodeaba. Paré quieta observando dicho lugar, a los pocos segundos de nuevo ese destello a lo lejos que apenas duró unos segundos fijándome con detenimiento preguntándome qué era aquello. ¿Será el vikingo? Esperaba y deseaba que fuera eso, que fuera él haciéndome una seña ya que solo contábamos con la vista para que fuera a su encuentro. Cada vez el destello era más frecuente, cada vez se podía ver algo más claro y nítido así como grande... y ni siquiera lo dudé. Mis pasos fueron en esa dirección porque algo me decía que tenía que ir hacia allí, cada vez que me acercaba me daba más cuenta de que era el camino acertado y cuando apenas estábamos a unos pasos estiré mis brazos con la esperanza de tocar al vikingo. Mis manos dieron con un cuerpo cálido, parecía su pecho, y enseguida los subí a su rostro donde mis dedos rozaron su barba pero fui directa al rasgo característico que me haría saber si era o no: su trenza. Cuando la sentí entre mis dedos no hubo duda, lo abracé pegándome a él sintiéndome aliviada de que me encontrara en medio de aquel lugar, sus brazos no tardaron en rodearme y su rostro fue directo a mi cuello sintiendo su aliento cálido contra mi piel.
-Ubbe –lo llamé aunque intuía que no me oiría porque ni estando cerca había podido apreciar el sonido que provocó aquella luz, que ahora sabía que era su espada que sujetaba en una de sus manos hasta que la guardó para rodearme. Pegué mi cuerpo al completo contra el suyo no dejando apenas centímetro entre ambos, cerré los ojos y sonreí aliviada por haberlo encontrado y estar juntos de nuevo. Sabía que me estaba hablando porque notaba su aliento impactar contra mi cuello, pero no podía oírlo aunque eso no hizo que dejara de abrazarlo- temía que no me encontraras y perderte –sabía que no iba a oírme pero era inevitable no decirlo. Ahora algo más tranquila dejé que me rodeara entre sus brazos, envolviéndome, sintiéndome segura entre su cuerpo permaneciendo así por unos minutos, cuando alzó su rostro mis manos tomaron este para buscar sus labios y besarlo, como si dijera “estamos aquí, estamos bien” para poder seguir adelante. Ahora juntos la cosa mejoraba, solo quedaba avanzar para cruzar ese lago que nos llevaría ante las nornas. El problema era que no veíamos demasiado y eso era lo que primero debíamos de solucionar, la neblina no nos dejaría ver pero quizá si podíamos encontrar algo juntos para cambiar eso. Como no podíamos vernos ni escucharnos se me ocurrió una manera para hacerle saber lo que pensaba cono una palabra, mis dedos fueron a su piel y con la uña tracé la palabra “luz” letra por letra para que él pudiera entenderlo y saber lo que estaba pensando, con luz podríamos ver y aunque no nos oiríamos podríamos continuar camino. Pareció entenderme y pasados unos cuantos segundos en los que intuía que estaba cerca de mí haciendo algo la luz de una antorcha iluminó un pequeño espacio entre ambos, mis desiertos buscaron sus mares y le sonreí porque nos conocíamos tanto y demasiado que éramos capaces de entendernos sin hablarnos. Era hora de continuar camino y tomados de la mano seguimos avanzando juntos, pasado un buen rato conseguimos salir un poco de la neblina que nos rodeaba y comenzamos a ver cada vez más y más, el aire parecía más puro y limpio en lo que nos acercábamos a un lago que debía ser el que había mencionado el vikingo, sabía que las nornas custodiaban el árbol y que solo ellas nos concederían entrar por lo que suponía que tras cruzar el lago las encontraríamos. La pregunta era, ¿cómo íbamos a cruzarlo? Nuestras respuestas se vieron respondidas cuando cerca de la orilla de aquel oscuro lago, ya sin la neblina que nos rodeaba, había un pequeño drakar que era perfecto para cruzarlo... sin embargo algo me hacía pensar que no iba a ser todo tan fácil- no me fío, Ubbe –lo miré asombrada de que pudiera escuchar mi voz, no yo, sino él porque asintió con la cabeza dándome la razón y miraba a todos lados. Su espada estaba envainada pero seguramente pronto la desenvainaría porque ninguno podíamos fiarnos y él menos aún, mientras nos íbamos acercando a la barca de la nada apareció un pequeño fuego de tonalidades azules y verdes, ambos nos paramos en un principio por lo repentino que había sido aquello mientras aquel pequeño “fuego” flotaba en la nada del lugar. Un par de pasos más y aquella llama tomó forma aunque todo del mismo color, los bordes era como si fuera fuego también y enarqué una ceja curiosa por ello, ¿qué sería aquello? Extendió la mano hacia nosotros y entonces escuché una voz en mi cabeza, supuse que el vikingo también la habría escuchado igual que yo. La voz decía que hiciéramos un pago y que solo entonces nos dejaría utilizar la barca para cruzar el lago, de lo contrario ninguno seguiríamos camino. Alcé mis desiertos para encontrarme con sus mares, al vikingo no le iban los desafíos en absoluto pero ¿qué íbamos a hacer? Y de ser un pago, ¿qué sería?
Al final opté por hacer caso a mi instinto, a esa intuición que muchas veces me había sacado de apuros y que me guiaba como si alguien me mostrara el camino, y comencé a andar porque quedarme quieta era algo superior a mis fuerzas, odiaba quedarme de brazos cruzados sin intentar poner una solución y como no iba a quedarme allí parada comencé a moverme despacio porque no veía nada, tampoco oía nada y eso dificultaba enormemente el encontrarnos. Pero también sabía una cosa: que el vikingo no cesaría hasta que no me hubiera encontrado, en eso los dos éramos completamente iguales y convencida estaba de que él hallaría una forma de poder verlo entre tanta niebla porque oírlo sería imposible. De esa forma podía escuchar con más nitidez el bombeo de mi corazón como si sonara justo en mis oídos con fuerza junto con mi respiración, mis pensamientos era lo único que me acompañaba y resultaba bastante extraño y algo incómodo andar sin escuchar siquiera una mínima pisada. No quería ni pensar en la opción de encontrarme con algo que pudiera vivir en ese lugar pero dudaba que hubiera algo, él había mencionado a Fenrir pero esperaba que no nos topáramos con el lobo ninguno de los dos. Mientras más andaba mi desesperación más crecía porque no sabía por dónde iba, qué rumbo o dirección debía de tomar sin dejar de pensar en el vikingo rogando por poder encontrarlo, seguro que él hallaba una forma de que lograra verlo porque no se rendiría como yo tampoco estaba dispuesta a hacer. Y fue entonces, casi de la nada, cuando una pequeña luz captó mi atención en aquel lugar sombrío del que apenas se distinguía algo más que la niebla que me rodeaba. Paré quieta observando dicho lugar, a los pocos segundos de nuevo ese destello a lo lejos que apenas duró unos segundos fijándome con detenimiento preguntándome qué era aquello. ¿Será el vikingo? Esperaba y deseaba que fuera eso, que fuera él haciéndome una seña ya que solo contábamos con la vista para que fuera a su encuentro. Cada vez el destello era más frecuente, cada vez se podía ver algo más claro y nítido así como grande... y ni siquiera lo dudé. Mis pasos fueron en esa dirección porque algo me decía que tenía que ir hacia allí, cada vez que me acercaba me daba más cuenta de que era el camino acertado y cuando apenas estábamos a unos pasos estiré mis brazos con la esperanza de tocar al vikingo. Mis manos dieron con un cuerpo cálido, parecía su pecho, y enseguida los subí a su rostro donde mis dedos rozaron su barba pero fui directa al rasgo característico que me haría saber si era o no: su trenza. Cuando la sentí entre mis dedos no hubo duda, lo abracé pegándome a él sintiéndome aliviada de que me encontrara en medio de aquel lugar, sus brazos no tardaron en rodearme y su rostro fue directo a mi cuello sintiendo su aliento cálido contra mi piel.
-Ubbe –lo llamé aunque intuía que no me oiría porque ni estando cerca había podido apreciar el sonido que provocó aquella luz, que ahora sabía que era su espada que sujetaba en una de sus manos hasta que la guardó para rodearme. Pegué mi cuerpo al completo contra el suyo no dejando apenas centímetro entre ambos, cerré los ojos y sonreí aliviada por haberlo encontrado y estar juntos de nuevo. Sabía que me estaba hablando porque notaba su aliento impactar contra mi cuello, pero no podía oírlo aunque eso no hizo que dejara de abrazarlo- temía que no me encontraras y perderte –sabía que no iba a oírme pero era inevitable no decirlo. Ahora algo más tranquila dejé que me rodeara entre sus brazos, envolviéndome, sintiéndome segura entre su cuerpo permaneciendo así por unos minutos, cuando alzó su rostro mis manos tomaron este para buscar sus labios y besarlo, como si dijera “estamos aquí, estamos bien” para poder seguir adelante. Ahora juntos la cosa mejoraba, solo quedaba avanzar para cruzar ese lago que nos llevaría ante las nornas. El problema era que no veíamos demasiado y eso era lo que primero debíamos de solucionar, la neblina no nos dejaría ver pero quizá si podíamos encontrar algo juntos para cambiar eso. Como no podíamos vernos ni escucharnos se me ocurrió una manera para hacerle saber lo que pensaba cono una palabra, mis dedos fueron a su piel y con la uña tracé la palabra “luz” letra por letra para que él pudiera entenderlo y saber lo que estaba pensando, con luz podríamos ver y aunque no nos oiríamos podríamos continuar camino. Pareció entenderme y pasados unos cuantos segundos en los que intuía que estaba cerca de mí haciendo algo la luz de una antorcha iluminó un pequeño espacio entre ambos, mis desiertos buscaron sus mares y le sonreí porque nos conocíamos tanto y demasiado que éramos capaces de entendernos sin hablarnos. Era hora de continuar camino y tomados de la mano seguimos avanzando juntos, pasado un buen rato conseguimos salir un poco de la neblina que nos rodeaba y comenzamos a ver cada vez más y más, el aire parecía más puro y limpio en lo que nos acercábamos a un lago que debía ser el que había mencionado el vikingo, sabía que las nornas custodiaban el árbol y que solo ellas nos concederían entrar por lo que suponía que tras cruzar el lago las encontraríamos. La pregunta era, ¿cómo íbamos a cruzarlo? Nuestras respuestas se vieron respondidas cuando cerca de la orilla de aquel oscuro lago, ya sin la neblina que nos rodeaba, había un pequeño drakar que era perfecto para cruzarlo... sin embargo algo me hacía pensar que no iba a ser todo tan fácil- no me fío, Ubbe –lo miré asombrada de que pudiera escuchar mi voz, no yo, sino él porque asintió con la cabeza dándome la razón y miraba a todos lados. Su espada estaba envainada pero seguramente pronto la desenvainaría porque ninguno podíamos fiarnos y él menos aún, mientras nos íbamos acercando a la barca de la nada apareció un pequeño fuego de tonalidades azules y verdes, ambos nos paramos en un principio por lo repentino que había sido aquello mientras aquel pequeño “fuego” flotaba en la nada del lugar. Un par de pasos más y aquella llama tomó forma aunque todo del mismo color, los bordes era como si fuera fuego también y enarqué una ceja curiosa por ello, ¿qué sería aquello? Extendió la mano hacia nosotros y entonces escuché una voz en mi cabeza, supuse que el vikingo también la habría escuchado igual que yo. La voz decía que hiciéramos un pago y que solo entonces nos dejaría utilizar la barca para cruzar el lago, de lo contrario ninguno seguiríamos camino. Alcé mis desiertos para encontrarme con sus mares, al vikingo no le iban los desafíos en absoluto pero ¿qué íbamos a hacer? Y de ser un pago, ¿qué sería?
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: De Ni Verdener ~ Privado
Permanecimos abrazados entre la bruma un rato, acariciándonos, susurrando contra la piel del otro palabras inaudibles pero si cálidas pues el bello de mi nuca se erizó bajo el contacto de sus labios contra mi piel desnuda.
Sabía que teníamos que salir de allí, aquel lugar era peligroso, pero no lo haríamos sin saber donde pisar, no debíamos olvidar que Fenir estaba encadenado en aquella isla y bien podía estar ahora acechándonos y nosotros ni verlo ni oírlo.
Estaba tratando de dar con el modo de poder hacer luz cuando noté sus dedos escribir esa palabra en mi piel.
La egipcia era muy graciosa, ladeé la sonrisa y apreté sus nalgas porque francamente me había asustado al perderla y ahora necesitaba sentirla contra mi.
Le pedí que no se moviera y que esperara ahí, como si me oyeran, así que como ella antes hizo esta vez fui yo el que con la yema de mi dedo surque su piel marcando cada letra en un perfecto nórdico.
Conté los pasos para no volver a perderla y mientras tanteé con el pie el suelo, debía haber maderos pues la isla era boscosa.
No tardé en demasía en dar con un palo, rompí mi camisa y la anudé al extremo creando una especie de antorcha improvisada que hice arder con otra de las chispas de mi espada que soltó al ser golpeada repetidas veces contra las rocas.
El fuego pronto prendió permitiendo a la egipcia y a mi vernos nuevamente, mi esposa corrió a mis brazos y juntos caminamos en busca de las aguas del rio, ahora al menos eramos capaces de ver sobre que arenas nos movíamos.
Seguimos un rato a buen paso hasta que dimos con el rio, el problema era como vengarlo, duda que se solucionó en cuanto enfoqué con la antorcha una de las orillas para ver el drakkar, claro que no iba a ser tan fácil y pronto llegó la parte mala de todo aquello una especie de ser luminoso que exigía un pago, un tributo para permitirnos usarlo y salir de aquellas tierras rumbo a las raíces donde se encontraban las nornas.
Dejé escapar el aire despacio, no tenía nada que darle, tampoco la egipcia y sin embargo lago me decía que de no pagar el precio que valía las cosas se nos complicarían.
-Nai -susurré consciente de que ahora era capaz de escucharme -en esta isla hay un pozo lleno de sabiduría, aquí Odin perdió su ojo...cuando se le exigió un pago para poder acceder a las aguas de la sabiduría, así que..creo que el pago a de ser acorde a lo que nos prestan de lo contrario estaremos condenados a vagar por este lugar.
Acabé llevando mi diestra al cuello y de un tirón rasgue el cordón de cuero que sujetaba el martillo de Thor, lo tenía desde niño, padre lo pendió de mi cuello, no era un tributo barato del que no me costara desprenderme, mas bien todo lo contrario.
Lo deje caer en su mano esperando una respuesta...
Sabía que teníamos que salir de allí, aquel lugar era peligroso, pero no lo haríamos sin saber donde pisar, no debíamos olvidar que Fenir estaba encadenado en aquella isla y bien podía estar ahora acechándonos y nosotros ni verlo ni oírlo.
Estaba tratando de dar con el modo de poder hacer luz cuando noté sus dedos escribir esa palabra en mi piel.
La egipcia era muy graciosa, ladeé la sonrisa y apreté sus nalgas porque francamente me había asustado al perderla y ahora necesitaba sentirla contra mi.
Le pedí que no se moviera y que esperara ahí, como si me oyeran, así que como ella antes hizo esta vez fui yo el que con la yema de mi dedo surque su piel marcando cada letra en un perfecto nórdico.
Conté los pasos para no volver a perderla y mientras tanteé con el pie el suelo, debía haber maderos pues la isla era boscosa.
No tardé en demasía en dar con un palo, rompí mi camisa y la anudé al extremo creando una especie de antorcha improvisada que hice arder con otra de las chispas de mi espada que soltó al ser golpeada repetidas veces contra las rocas.
El fuego pronto prendió permitiendo a la egipcia y a mi vernos nuevamente, mi esposa corrió a mis brazos y juntos caminamos en busca de las aguas del rio, ahora al menos eramos capaces de ver sobre que arenas nos movíamos.
Seguimos un rato a buen paso hasta que dimos con el rio, el problema era como vengarlo, duda que se solucionó en cuanto enfoqué con la antorcha una de las orillas para ver el drakkar, claro que no iba a ser tan fácil y pronto llegó la parte mala de todo aquello una especie de ser luminoso que exigía un pago, un tributo para permitirnos usarlo y salir de aquellas tierras rumbo a las raíces donde se encontraban las nornas.
Dejé escapar el aire despacio, no tenía nada que darle, tampoco la egipcia y sin embargo lago me decía que de no pagar el precio que valía las cosas se nos complicarían.
-Nai -susurré consciente de que ahora era capaz de escucharme -en esta isla hay un pozo lleno de sabiduría, aquí Odin perdió su ojo...cuando se le exigió un pago para poder acceder a las aguas de la sabiduría, así que..creo que el pago a de ser acorde a lo que nos prestan de lo contrario estaremos condenados a vagar por este lugar.
Acabé llevando mi diestra al cuello y de un tirón rasgue el cordón de cuero que sujetaba el martillo de Thor, lo tenía desde niño, padre lo pendió de mi cuello, no era un tributo barato del que no me costara desprenderme, mas bien todo lo contrario.
Lo deje caer en su mano esperando una respuesta...
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: De Ni Verdener ~ Privado
Una vez ya nos habíamos encontrado entre aquella neblina, oscuridad y silencio absoluto que era bastante inquietante todo lo demás sería algo más “fácil” ahora que estábamos juntos, tendríamos que superar los obstáculos que nos encontráramos por el camino pero si había una manera que pudiéramos continuar sin duda era juntos, por algo la Dísir nos había dicho que debíamos de hacer aquel viaje los dos por mucho que le pesara al vikingo y algo me decía que aquello solamente era el primer paso de muchos que debíamos de dar hasta poder recuperar su alma. Aunque permanecimos abrazados en silencio, o en teoría porque podía sentir su cálido aliento impactar contra mi piel y mover algunos mechones de mi pelo, sabíamos que debíamos de ponernos en marcha y salir de esa isla, él había dicho que era peligroso y yo me fiaba del vikingo al cien por cien por lo que era mejor continuar, el problema mayor que teníamos es que no veíamos nada y debíamos de buscar la manera de ver en la oscuridad, por eso mismo con mis dedos escribí despacio la palabra “luz” para que él supiera lo que estaba pensando ya que no había forma de comunicarnos todavía, él pareció entenderme porque sus manos apretaron mis nalgas provocando que sonriera por ello dejándolo hacer, a veces tenía una forma un tanto curiosa y ruda de hacerme ver que me había entendido... pero así era él y era lo que me gustaba del vikingo, lo que lo hacía diferente y especial. Supe que me había entendido así que cuando sentí que apartaba sus manos de mis nalgas, ese lugar que tanto le encantaba de mi cuerpo y que no había un día que no sobara debidamente haciendo que riera, sus dedos como yo había hecho cuando le escribí la palabra “luz” dejaron unos trazos que pude reconocer y leer perfectamente pidiéndome que no me moviera y que me quedara donde estaba. Me mordí el labio pero dejé que se alejara sabiendo que iría en busca de fuego para poder ver en la espesa niebla y no andar a oscuras. Pasados un par de minutos pude ver la luz de una llama que iluminaba un parte más grande y pude distinguir la silueta del vikingo, ni lo dudé cuando rauda fui a su lado para aferrarme a su brazo y no soltarlo, se había quitado la camisola que llevaba dejando su pecho al descubierto, mis dedos por inercia fueron a su pecho repasando el lugar donde llevaba puesto mi nombre que me arrancó una sonrisa para subir mis desiertos a sus mares en lo que él seguro, sin escucharme, sabía lo que estaba pensando. Tomados de la mano continuamos andando por aquel lugar boscoso lleno de neblina hasta que por fin, tras un buen rato caminando, llegamos a lo que parecía la linde del bosque y a continuación una orilla donde había un lago que cruzar y que era el siguiente obstáculo para llegar hasta donde se encontraban las Nornas, las únicas que podían abrirnos camino hasta los demás mundos y pudiéramos recuperar el alma del vikingo, solo rogaba a nuestros dioses que nos dieran el tiempo suficiente para poder solucionar aquello, tiempo para poder disfrutar de una vida juntos ahora que nos habíamos casado, juntos para formar esa familia que ambos queríamos y que yo había visto en visiones que sus dioses me habían obsequiado para que no perdiera la fe, para hacerme ver que nuestros deseos se cumplirían y que no debíamos de desistir, creía firmemente en lo que había visto y soñaba con el momento en que por fin tras pasar todo esto pudiera quedarme embarazada, formar nuestra familia.
Sin embargo si pensábamos que las cosas iban a ser un poco fáciles estábamos equivocados, porque aunque teníamos que cruzar el lago para llegar hasta donde se encontraban las Nornas, el problema principal venía en cómo cruzar el lago y por lo que me había dicho el vikingo precisamente ese lago en concreto. Sino porque además a pesar de que hubiera un drakar en la orilla que sería lo que nos ayudaría a cruzar el lago, conforme nos íbamos acercando lo que parecía un pequeño fuego flotando en mitad de la nada al lado del drakar tomó forma corpórea, como si fuera una figura humana, salvo que todo su cuerpo estaba recubierto por llamas de tonalidades azules y verdes, sin embargo no se podía distinguir rostro alguno y a simple vista tampoco tenía boca, los rasgos eran como si se hubieran borrado o las llamas lo hubieran absorbido por completo. Curiosa como yo era siempre me pregunté qué sería aquel fuego que veíamos y lo que querría de nosotros, no tardamos demasiado en descubrir que extendía su mano para pedir algo a cambio de utilizar el drakar, su voz sonó en la cabeza de ambos –o eso supuse- y que solo si hacíamos un pago nos dejaría utilizar el drakar para continuar camino. Alcé mis desiertos buscando los mares del vikingo preguntándome qué podríamos darle a cambio, lo cierto es que ninguno llevábamos nada para poder pagar porque tampoco había imaginado que nos toparíamos con algo como aquello y que además nos exigiera un pago para continuar el camino. Mordí mi labio acariciando el brazo del vikingo mientras pensaba qué podríamos darle para el pago que exigía, entonces escuché la voz de Ubbe quien me contaba que en aquella isla había un pozo que era el de la sabiduría, y que para poder llegar hasta él y utilizarlo el mismísimo dios Odín había tenido que dar un pago por ello y fue su ojo. Si antes no estaba tranquila ahora, después de haber oído eso, no lo estaba tampoco en absoluto sino que estaba más preocupada todavía. Él decía que el pago debía de ser acorde a lo que buscábamos pero ninguno de los dos llevábamos nada encima con lo que poder pagarle, o eso fue lo que pensé en un momento hasta que vi como el vikingo alzaba su mano hasta el collar que pendía de su cuello y de un tirón seco lo arrancó quedándose con aquel colgante en su mano, dispuesto a entregarlo como pago para poder continuar camino y seguir avanzando para recuperar su arma. Abrí mis labios siendo consciente de lo que estaba haciendo, de lo que estaba dispuesto a entregar a cambio de continuar camino y cuando su mano se extendió con la idea de entregárselo a aquel ser rauda elevé mi mano para tomar su muñeca y parar su avance antes de que pudiera coger el colgante que tenía entre sus manos.
-¡No! –Dije apartándole la muñeca para llevarla de nuevo a su pecho, poniéndome frente al vikingo tapando la visión sin apartar mis ojos de los suyos en ningún momento- no Ubbe, no te devolví ese colgante cuando volvimos de Egipto para que tú ahora lo entregues como pago, me niego a ello –dije deslizando mis dedos sobre los suyos, sabiendo lo que para él significaba aquel colgante del martillo de Thor- sé lo importante que es para ti este colgante, sé que fue tu padre quien te lo dio con nueve años cuando tuviste tu primera batalla, sé lo que para ti significa y no pienso dejar que seas tú quien pague el precio. Te lo devolví por una razón vikingo, no porque yo no quisiera llevarlo, sino porque sé lo importante y especial que es para ti –empujé su mano contra su pecho para que no se le ocurriera de nuevo volver siquiera a mencionar lo mismo, no iba a dejar que él entregara ese colgante tan importante- por una vez, hazme caso –dije elevando mi rostro para rozar mis labios con los suyos. Me giré mirando a aquel ser que esperaba con el brazo extendido el pago que debíamos de realizar para que nos dejara el drakar y cruzar el lago- ten, toma esto como pago –elevé mis manos con la intención de quitarme el colgante que me había dado mi madre, sin embargo pese a lo que le había dicho, fue demasiado tarde porque el vikingo ya había dejado caer el colgante en la mano de aquel ser entregándolo como pago para cruzar, me giré para mirarlo sin saber por qué lo había hecho y luego miré al ser esperando poder hacer algo, sin embargo este ya había cerrado su palma tomándolo como bueno, una sonrisa se pudo vislumbrar en su rostro y comenzó a desaparecer dejándonos a los dos solos con el drakar para cruzar el lago, dejé caer el colgante de nuevo ya que no me había dado tiempo a quitármelo y me giré para mirarlo- ¿por qué lo has hecho, Ubbe? Tendríamos que haber pagado los dos el precio para continuar, no quería que lo hicieras tú solo –apoyé mi frente en su pecho acariciando su pecho- eres tan terco y cabezota a veces... –murmuré para elevar mi rostro y mirarlo- a la próxima hazme caso, o inténtalo al menos –sonreí levemente, me alcé para dejar un beso en sus labios y nos dirigimos al drakar montándonos para que él como buen vikingo que era dirigiera el drakar ya que yo no sabía, a su lado acariciaba sus dedos entrelazados con los míos mientras me sentía mal porque hubiera entregado su colgante sabiendo lo importante que era para él. Pasados unos cuantos minutos y tras cruzar bastante el lago a lo lejos vislumbramos lo que parecía ser la orilla, había un muelle iluminado con antorchas y al llegar nos dimos cuenta de que a pocos metros había lo que era una cabaña un tanto vieja pero bastante grande, miré al vikingo para saber si era el lugar correcto pero suponía que él tampoco lo sabría y la única forma sería acercarnos para verlo. Pronto estuvimos en la misma puerta y volvimos a mirarnos antes de adentrarnos en lo que para nada tenía que ver por dentro con una cabaña vieja, sino más bien parecía un paraje completamente diferente donde tres mujeres vestidas de blanco permanecían juntas, con un enorme telar a su lado del que parecían estar utilizando para algo que no pude distinguir bien en absoluto. Tres jóvenes hermosas que se giraron en cuanto abrimos la puerta como si ya nos estuvieran esperando, y no me extrañaría para nada porque cada una representaba un tiempo; pasado, presente y futuro.
-Pasad, no os quedéis ahí, os estábamos esperando –dijo una de ellas levantándose de donde se encontraba, a pesar de que desde fuera parecía una cabaña vieja más bien era como si estuviéramos en otro lugar completamente diferente, un espacio amplio lleno de color, como si fuera el mismo “paraíso”, donde a unos cuantos metros había un enorme árbol que entendía como el Yggdrasil por su enorme altura, sus copas anchas llenas de color y de vida, la raíces que incluso sobre la tierra se podían distinguir- sí, es el árbol que estás pensando –dijo una de ellas mientras me miraba y seguía tejiendo, tenían otro telar algo más pequeño que al parecer estaban terminando ya o eso es lo que yo creía, dos estaban en el telar mientras que la tercera se había levantado para coger dos jarras de hidromiel que ya estaban preparadas y acercárnoslas, sabiendo que ya veníamos y teniéndolo todo preparado- por favor no quedaos ahí, sentaos y contadnos por qué habéis venido –miré al vikingo sin poder creerme, realmente, que estuviéramos frente a las mismas Nornas que tejían el destino de cada uno, sin embargo nos sentamos mientras ellas seguían tejiendo en ese telar.
-¡Oh, vaya! Se ha roto... –comentó una de ellas como si fuera algo casual el hecho de que el tilo del telar se rompiera, según había estudiado ellas eran quienes regían el destino de todos los humanos, incluso de los dioses, y el telar era su vida que cuanto más larga fuera más se extendería su vida- ¡ah! la vida humana, tan corta, tan frágil y tan efímera... apenas un suspiro –dijo mientras dejaba el telar y, de pronto, las tres nos miraron esperando para ver qué era lo que queríamos- ¿y bien? ¿Por qué estáis aquí? –Dijo aunque ellas bien sabían el motivo.
-Sabemos lo que fue –dijo la de la izquierda.
-Sabemos lo que es –dijo la del centro
-Y sabemos lo que será –dijo la de la derecha que era la última que había tocado el telar- ¿qué es lo que queréis saber vosotros?
-Queremos que nos dejéis cruzar a los nueve mundos por el árbol, sabemos que es la única manera y que la única opción de que nos dejéis cruzar el Yggdrasil es porque vosotras nos lo permitáis
-Eso es lo que sabíamos, nosotras lo podemos ver todo pero no siempre decimos aquello que los demás quieren oír, ¿estáis preparados para escuchar las respuestas a vuestras preguntas? ¿Estáis preparados para saber lo que tendréis que hacer para que vuestra misión tenga éxito? –Mordí mi labio porque, con lo curiosa que yo era, me costaba no preguntar demasiado- puedes preguntar aquello que desees, en nosotras está el contestarte o no –antiguas, poderosas y ambiguas... ellas nunca revelaban sin nada a cambio.
-¿Tendremos éxito entonces, podremos llegar a tiempo? –Las tres se miraron como si, de alguna forma, se pensaran lo que debían de responder.
-No podemos revelar el futuro ni lo que está por venir –dijo la que estaba en el centro- tan solo podemos daros retazos, ideas de lo que “podría” ocurrir... ni siquiera revelamos el destino a los dioses pues incluso hasta ellos pueden morir –abrí ligeramente mis labios por aquello, entonces, ¿no nos iban a decir nada?- no hemos dicho que no os vayamos a decir nada, solo que no os podemos dar una respuesta exacta. El destino que nosotras tejemos es algo que está escrito para todos, sin embargo y en raras ocasiones este puede variar dependiendo de las decisiones que tomemos.
-En vuestro caso ni siquiera los dioses habían planeado algo como esto, algo que hasta se nos escapa a nosotras –no entendía nada de lo que nos estaban diciendo- pero podemos ayudaros, sabíamos que vendríais y lo que querrías... y os lo vamos a conceder. Nosotras somos las únicas que podemos escribir, cambiar, alargar o acortar el destino y la vida de una persona, este no era tu destino –dijo mirando al vikingo de manera fija- no era lo que nosotras queríamos, ni habríamos tejido, para ti... para los dos –su mirada pasó a mí ahora- hay algo que lo bloquea, algo que no podemos saber ni averiguar y que necesitamos que seáis vosotros quienes lo solucionen. No podemos abandonar el árbol pues somos las encargadas de cuidarlo, por eso os permitiremos la entrada –dijo haciendo un gesto hacia el árbol, las tres se levantaron de donde estaban sentadas para que las siguiéramos. Miré al vikingo desconcertada por todo aquello sin saber qué ocurría, sin embargo tomados de la mano las seguimos hasta donde se encontraba aquel majestuoso y enorme árbol, parecía desprender cierta magia. Para cuando llegamos una de ellas puso una mano sobre mi vientre mirándonos- aún no es vuestro momento, pero pronto... más pronto de lo que creéis. Solo tenéis que confiar –eso lo dijo mirando al vikingo, su sonrisa ladeada para luego apartarse y quedar las tres en línea frente a nosotros.
-Os permitiremos cruzar el árbol y debemos de advertiros: a partir de aquí empieza el verdadero camino, y el peligro. Cada prueba y cada obstáculo será aún mayor que la anterior y más peligrosa pero no decaigáis y seguid juntos, es nuestro consejo. Es fácil perderse por los mundos –dijo como advertencia mientras no soltaba su mano y asentíamos con la cabeza- ¿preparados? –Miré al vikingo de manera fija, no habíamos ido hasta allí para nada. Asentimos y pronto tras unas palabras abrieron lo que parecía un portal en el mismo árbol, el que nos conduciría a esos mundos tan diferentes y distintos que deberíamos de atravesar para devolverle su alma al vikingo. Fui yo la primera quien se fue acercando a ellas para pasar ese portal pero, cuando llegó el turno del vikingo, estas no lo dejaron pasar cortándole el paso- es peligroso que en tu estado viajes por los nueve mundos, tu alma no lo aguantará –las miré sin comprender.
-Pero habéis dicho que nos dejaríais pasar, ¿por qué él no puede hacerlo? –Pregunté sin entender nada.
-Porque su alma está debilitada y podría ser un blanco fácil para todo aquel que quiera poseerlo, o simplemente se pierda con mayor facilidad. Debéis de entender que al lugar donde vais no es como en la tierra, allí los peligros son diferentes, los planos son diferentes... el alma es lo que os ancla a vuestros cuerpos y a lo que sois, si lo dejamos pasar conforme está no durará en perderse.
-¿Y no se puede hacer nada? –Una de ellas se giró para mirarme y supe que sí, que algo había.
-Hay una opción pero no va a gustarle; podéis compartir el alma para que su carga no sea tan pesada, para que pueda aguantar y no sea fácil sucumbir. Estáis ligados pero si compartes su alma con él es menos probable de que caiga.
-Entonces hazlo, si el precio a pagar para que recupere su alma es darle parte de la mía poco es el precio que pides. Hazlo –ni siquiera lo pensé cuando lo dije porque no había nada que pensar al respecto, empezaba a comprender por qué la Dísir había dicho que debíamos de ir los dos; de no haber ido yo él jamás hubiera podido atravesar el árbol y buscar lo que le quedaba de alma. También entendía por qué habían dejado atrás al vikingo; porque lo sabían y él no dejaría que sucediera, no dejária que yo entregara parte de mi alma por él. De hecho su “no” sonó con fuerza para que no lo hiciera y yo lo miré buscando sus mares, esos mares preciosos que tanto me encantaba contemplar hasta perderme en ellos- tú diste un pago con el drakar Ubbe, ahora es mi turno pagar para seguir el camino –le sonreí y miré a la Norna- hazlo, si es todo lo que pides con gusto le doy parte de mi alma. Al fin y al cabo es suya; como todo lo demás.
Sin embargo si pensábamos que las cosas iban a ser un poco fáciles estábamos equivocados, porque aunque teníamos que cruzar el lago para llegar hasta donde se encontraban las Nornas, el problema principal venía en cómo cruzar el lago y por lo que me había dicho el vikingo precisamente ese lago en concreto. Sino porque además a pesar de que hubiera un drakar en la orilla que sería lo que nos ayudaría a cruzar el lago, conforme nos íbamos acercando lo que parecía un pequeño fuego flotando en mitad de la nada al lado del drakar tomó forma corpórea, como si fuera una figura humana, salvo que todo su cuerpo estaba recubierto por llamas de tonalidades azules y verdes, sin embargo no se podía distinguir rostro alguno y a simple vista tampoco tenía boca, los rasgos eran como si se hubieran borrado o las llamas lo hubieran absorbido por completo. Curiosa como yo era siempre me pregunté qué sería aquel fuego que veíamos y lo que querría de nosotros, no tardamos demasiado en descubrir que extendía su mano para pedir algo a cambio de utilizar el drakar, su voz sonó en la cabeza de ambos –o eso supuse- y que solo si hacíamos un pago nos dejaría utilizar el drakar para continuar camino. Alcé mis desiertos buscando los mares del vikingo preguntándome qué podríamos darle a cambio, lo cierto es que ninguno llevábamos nada para poder pagar porque tampoco había imaginado que nos toparíamos con algo como aquello y que además nos exigiera un pago para continuar el camino. Mordí mi labio acariciando el brazo del vikingo mientras pensaba qué podríamos darle para el pago que exigía, entonces escuché la voz de Ubbe quien me contaba que en aquella isla había un pozo que era el de la sabiduría, y que para poder llegar hasta él y utilizarlo el mismísimo dios Odín había tenido que dar un pago por ello y fue su ojo. Si antes no estaba tranquila ahora, después de haber oído eso, no lo estaba tampoco en absoluto sino que estaba más preocupada todavía. Él decía que el pago debía de ser acorde a lo que buscábamos pero ninguno de los dos llevábamos nada encima con lo que poder pagarle, o eso fue lo que pensé en un momento hasta que vi como el vikingo alzaba su mano hasta el collar que pendía de su cuello y de un tirón seco lo arrancó quedándose con aquel colgante en su mano, dispuesto a entregarlo como pago para poder continuar camino y seguir avanzando para recuperar su arma. Abrí mis labios siendo consciente de lo que estaba haciendo, de lo que estaba dispuesto a entregar a cambio de continuar camino y cuando su mano se extendió con la idea de entregárselo a aquel ser rauda elevé mi mano para tomar su muñeca y parar su avance antes de que pudiera coger el colgante que tenía entre sus manos.
-¡No! –Dije apartándole la muñeca para llevarla de nuevo a su pecho, poniéndome frente al vikingo tapando la visión sin apartar mis ojos de los suyos en ningún momento- no Ubbe, no te devolví ese colgante cuando volvimos de Egipto para que tú ahora lo entregues como pago, me niego a ello –dije deslizando mis dedos sobre los suyos, sabiendo lo que para él significaba aquel colgante del martillo de Thor- sé lo importante que es para ti este colgante, sé que fue tu padre quien te lo dio con nueve años cuando tuviste tu primera batalla, sé lo que para ti significa y no pienso dejar que seas tú quien pague el precio. Te lo devolví por una razón vikingo, no porque yo no quisiera llevarlo, sino porque sé lo importante y especial que es para ti –empujé su mano contra su pecho para que no se le ocurriera de nuevo volver siquiera a mencionar lo mismo, no iba a dejar que él entregara ese colgante tan importante- por una vez, hazme caso –dije elevando mi rostro para rozar mis labios con los suyos. Me giré mirando a aquel ser que esperaba con el brazo extendido el pago que debíamos de realizar para que nos dejara el drakar y cruzar el lago- ten, toma esto como pago –elevé mis manos con la intención de quitarme el colgante que me había dado mi madre, sin embargo pese a lo que le había dicho, fue demasiado tarde porque el vikingo ya había dejado caer el colgante en la mano de aquel ser entregándolo como pago para cruzar, me giré para mirarlo sin saber por qué lo había hecho y luego miré al ser esperando poder hacer algo, sin embargo este ya había cerrado su palma tomándolo como bueno, una sonrisa se pudo vislumbrar en su rostro y comenzó a desaparecer dejándonos a los dos solos con el drakar para cruzar el lago, dejé caer el colgante de nuevo ya que no me había dado tiempo a quitármelo y me giré para mirarlo- ¿por qué lo has hecho, Ubbe? Tendríamos que haber pagado los dos el precio para continuar, no quería que lo hicieras tú solo –apoyé mi frente en su pecho acariciando su pecho- eres tan terco y cabezota a veces... –murmuré para elevar mi rostro y mirarlo- a la próxima hazme caso, o inténtalo al menos –sonreí levemente, me alcé para dejar un beso en sus labios y nos dirigimos al drakar montándonos para que él como buen vikingo que era dirigiera el drakar ya que yo no sabía, a su lado acariciaba sus dedos entrelazados con los míos mientras me sentía mal porque hubiera entregado su colgante sabiendo lo importante que era para él. Pasados unos cuantos minutos y tras cruzar bastante el lago a lo lejos vislumbramos lo que parecía ser la orilla, había un muelle iluminado con antorchas y al llegar nos dimos cuenta de que a pocos metros había lo que era una cabaña un tanto vieja pero bastante grande, miré al vikingo para saber si era el lugar correcto pero suponía que él tampoco lo sabría y la única forma sería acercarnos para verlo. Pronto estuvimos en la misma puerta y volvimos a mirarnos antes de adentrarnos en lo que para nada tenía que ver por dentro con una cabaña vieja, sino más bien parecía un paraje completamente diferente donde tres mujeres vestidas de blanco permanecían juntas, con un enorme telar a su lado del que parecían estar utilizando para algo que no pude distinguir bien en absoluto. Tres jóvenes hermosas que se giraron en cuanto abrimos la puerta como si ya nos estuvieran esperando, y no me extrañaría para nada porque cada una representaba un tiempo; pasado, presente y futuro.
-Pasad, no os quedéis ahí, os estábamos esperando –dijo una de ellas levantándose de donde se encontraba, a pesar de que desde fuera parecía una cabaña vieja más bien era como si estuviéramos en otro lugar completamente diferente, un espacio amplio lleno de color, como si fuera el mismo “paraíso”, donde a unos cuantos metros había un enorme árbol que entendía como el Yggdrasil por su enorme altura, sus copas anchas llenas de color y de vida, la raíces que incluso sobre la tierra se podían distinguir- sí, es el árbol que estás pensando –dijo una de ellas mientras me miraba y seguía tejiendo, tenían otro telar algo más pequeño que al parecer estaban terminando ya o eso es lo que yo creía, dos estaban en el telar mientras que la tercera se había levantado para coger dos jarras de hidromiel que ya estaban preparadas y acercárnoslas, sabiendo que ya veníamos y teniéndolo todo preparado- por favor no quedaos ahí, sentaos y contadnos por qué habéis venido –miré al vikingo sin poder creerme, realmente, que estuviéramos frente a las mismas Nornas que tejían el destino de cada uno, sin embargo nos sentamos mientras ellas seguían tejiendo en ese telar.
-¡Oh, vaya! Se ha roto... –comentó una de ellas como si fuera algo casual el hecho de que el tilo del telar se rompiera, según había estudiado ellas eran quienes regían el destino de todos los humanos, incluso de los dioses, y el telar era su vida que cuanto más larga fuera más se extendería su vida- ¡ah! la vida humana, tan corta, tan frágil y tan efímera... apenas un suspiro –dijo mientras dejaba el telar y, de pronto, las tres nos miraron esperando para ver qué era lo que queríamos- ¿y bien? ¿Por qué estáis aquí? –Dijo aunque ellas bien sabían el motivo.
-Sabemos lo que fue –dijo la de la izquierda.
-Sabemos lo que es –dijo la del centro
-Y sabemos lo que será –dijo la de la derecha que era la última que había tocado el telar- ¿qué es lo que queréis saber vosotros?
-Queremos que nos dejéis cruzar a los nueve mundos por el árbol, sabemos que es la única manera y que la única opción de que nos dejéis cruzar el Yggdrasil es porque vosotras nos lo permitáis
-Eso es lo que sabíamos, nosotras lo podemos ver todo pero no siempre decimos aquello que los demás quieren oír, ¿estáis preparados para escuchar las respuestas a vuestras preguntas? ¿Estáis preparados para saber lo que tendréis que hacer para que vuestra misión tenga éxito? –Mordí mi labio porque, con lo curiosa que yo era, me costaba no preguntar demasiado- puedes preguntar aquello que desees, en nosotras está el contestarte o no –antiguas, poderosas y ambiguas... ellas nunca revelaban sin nada a cambio.
-¿Tendremos éxito entonces, podremos llegar a tiempo? –Las tres se miraron como si, de alguna forma, se pensaran lo que debían de responder.
-No podemos revelar el futuro ni lo que está por venir –dijo la que estaba en el centro- tan solo podemos daros retazos, ideas de lo que “podría” ocurrir... ni siquiera revelamos el destino a los dioses pues incluso hasta ellos pueden morir –abrí ligeramente mis labios por aquello, entonces, ¿no nos iban a decir nada?- no hemos dicho que no os vayamos a decir nada, solo que no os podemos dar una respuesta exacta. El destino que nosotras tejemos es algo que está escrito para todos, sin embargo y en raras ocasiones este puede variar dependiendo de las decisiones que tomemos.
-En vuestro caso ni siquiera los dioses habían planeado algo como esto, algo que hasta se nos escapa a nosotras –no entendía nada de lo que nos estaban diciendo- pero podemos ayudaros, sabíamos que vendríais y lo que querrías... y os lo vamos a conceder. Nosotras somos las únicas que podemos escribir, cambiar, alargar o acortar el destino y la vida de una persona, este no era tu destino –dijo mirando al vikingo de manera fija- no era lo que nosotras queríamos, ni habríamos tejido, para ti... para los dos –su mirada pasó a mí ahora- hay algo que lo bloquea, algo que no podemos saber ni averiguar y que necesitamos que seáis vosotros quienes lo solucionen. No podemos abandonar el árbol pues somos las encargadas de cuidarlo, por eso os permitiremos la entrada –dijo haciendo un gesto hacia el árbol, las tres se levantaron de donde estaban sentadas para que las siguiéramos. Miré al vikingo desconcertada por todo aquello sin saber qué ocurría, sin embargo tomados de la mano las seguimos hasta donde se encontraba aquel majestuoso y enorme árbol, parecía desprender cierta magia. Para cuando llegamos una de ellas puso una mano sobre mi vientre mirándonos- aún no es vuestro momento, pero pronto... más pronto de lo que creéis. Solo tenéis que confiar –eso lo dijo mirando al vikingo, su sonrisa ladeada para luego apartarse y quedar las tres en línea frente a nosotros.
-Os permitiremos cruzar el árbol y debemos de advertiros: a partir de aquí empieza el verdadero camino, y el peligro. Cada prueba y cada obstáculo será aún mayor que la anterior y más peligrosa pero no decaigáis y seguid juntos, es nuestro consejo. Es fácil perderse por los mundos –dijo como advertencia mientras no soltaba su mano y asentíamos con la cabeza- ¿preparados? –Miré al vikingo de manera fija, no habíamos ido hasta allí para nada. Asentimos y pronto tras unas palabras abrieron lo que parecía un portal en el mismo árbol, el que nos conduciría a esos mundos tan diferentes y distintos que deberíamos de atravesar para devolverle su alma al vikingo. Fui yo la primera quien se fue acercando a ellas para pasar ese portal pero, cuando llegó el turno del vikingo, estas no lo dejaron pasar cortándole el paso- es peligroso que en tu estado viajes por los nueve mundos, tu alma no lo aguantará –las miré sin comprender.
-Pero habéis dicho que nos dejaríais pasar, ¿por qué él no puede hacerlo? –Pregunté sin entender nada.
-Porque su alma está debilitada y podría ser un blanco fácil para todo aquel que quiera poseerlo, o simplemente se pierda con mayor facilidad. Debéis de entender que al lugar donde vais no es como en la tierra, allí los peligros son diferentes, los planos son diferentes... el alma es lo que os ancla a vuestros cuerpos y a lo que sois, si lo dejamos pasar conforme está no durará en perderse.
-¿Y no se puede hacer nada? –Una de ellas se giró para mirarme y supe que sí, que algo había.
-Hay una opción pero no va a gustarle; podéis compartir el alma para que su carga no sea tan pesada, para que pueda aguantar y no sea fácil sucumbir. Estáis ligados pero si compartes su alma con él es menos probable de que caiga.
-Entonces hazlo, si el precio a pagar para que recupere su alma es darle parte de la mía poco es el precio que pides. Hazlo –ni siquiera lo pensé cuando lo dije porque no había nada que pensar al respecto, empezaba a comprender por qué la Dísir había dicho que debíamos de ir los dos; de no haber ido yo él jamás hubiera podido atravesar el árbol y buscar lo que le quedaba de alma. También entendía por qué habían dejado atrás al vikingo; porque lo sabían y él no dejaría que sucediera, no dejária que yo entregara parte de mi alma por él. De hecho su “no” sonó con fuerza para que no lo hiciera y yo lo miré buscando sus mares, esos mares preciosos que tanto me encantaba contemplar hasta perderme en ellos- tú diste un pago con el drakar Ubbe, ahora es mi turno pagar para seguir el camino –le sonreí y miré a la Norna- hazlo, si es todo lo que pides con gusto le doy parte de mi alma. Al fin y al cabo es suya; como todo lo demás.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: De Ni Verdener ~ Privado
Cruzamos aquel rio gracias al pago de mi martillo, era para mi importante, peor mas lo era una vida con ella, tener hijos, verlos crece,r era un pago justo y nunca permitiría que ella perdiera su colgante, ya había cedido bastante al unirse en matrimonio con un vikingo.
-Porque te quiero -esa fue mi respuesta, sincera y verdadera, no creo necesitara le explicara mis razones, porque ella de seguro las comprendía, aquel colgante que pendía de su pecho era lo único que por mucho tiempo la ancló a su madre, una que creía muerta.
Yo por contra compartía recuerdos vivencias con el mio, el martillo era importante, peor su colgate imprescindible.
Así llegamos a las raíces de fresno, el agua de la orilla las regaba y en ellas no tardamos en encontrar a sus tres famosas nornas. Sus nombres eran Urd, Verdandi y Skuld, eran las
personificaciones del pasado, el presente y el futuro respectivamente. Su labor principal
era la de tejer el telar del Destino, regar diariamente el árbol sagrado con agua del
manantial Urdar y poner tierra fresca alrededor de sus raíces, para que permaneciera
fresco y verde por siempre.
Como todos aquellos capaces de ver mas allá hablaban en clave, pero nos daban esperanza pues el telar aun no había sido cosido, mis actos podrían cambiar mi destino.
Centré mi mirada en Nai cuando la norna aseguró que con tesón lograríamos lo que nos propusiéramos, unidos, juntos tendría mi linaje añorado.
Las nornas abrieron el portal que debíamos cruzar, salvaría mi vida si en el viaje por esos nueve mundos dábamos con aquello que bloqueaba mi futuro ¿pero que podía ser?
Tomé la mano de mi mujer decididos a atravesarlo cuando llegó la siguiente información que se habían guardado para hacerlo debía compartir Nai conmigo su alma y aun sabiendo que mi esposa compartiría su corazón y hasta su ultimo aliento con tal de alargar el mio , mi “no” retumbo rotundo en aquel lugar.
No era negociable, no iba a debilitarla, de hacerlo podria quedar flotando en el maldito limbo y no iba a permitirlo.
-He dicho que no, habéis dicho que mi sino no esta escrito, de acuerdo, escribamoslo, pero con mis decisiones y mi decisión es atravesar ese portal con mi alma débil, si se que ella me ha dado parte de la suya se que no podre hacerlo, no puedo perderla, no puedo imaginar Midgard sin ella así que si uno no ha de volver, si uno ha de quedar atrapado seré yo, lo siento cariño, esa es mi decisión, he cedido en que me acompañes, no me hagas arrepentirme de eso...acompañame, no me dejes caer, besame y dame ánimos para que de un paso mas aun cuando me veas caído peor no tomare ni un ápice de tu alma.
-Porque te quiero -esa fue mi respuesta, sincera y verdadera, no creo necesitara le explicara mis razones, porque ella de seguro las comprendía, aquel colgante que pendía de su pecho era lo único que por mucho tiempo la ancló a su madre, una que creía muerta.
Yo por contra compartía recuerdos vivencias con el mio, el martillo era importante, peor su colgate imprescindible.
Así llegamos a las raíces de fresno, el agua de la orilla las regaba y en ellas no tardamos en encontrar a sus tres famosas nornas. Sus nombres eran Urd, Verdandi y Skuld, eran las
personificaciones del pasado, el presente y el futuro respectivamente. Su labor principal
era la de tejer el telar del Destino, regar diariamente el árbol sagrado con agua del
manantial Urdar y poner tierra fresca alrededor de sus raíces, para que permaneciera
fresco y verde por siempre.
Como todos aquellos capaces de ver mas allá hablaban en clave, pero nos daban esperanza pues el telar aun no había sido cosido, mis actos podrían cambiar mi destino.
Centré mi mirada en Nai cuando la norna aseguró que con tesón lograríamos lo que nos propusiéramos, unidos, juntos tendría mi linaje añorado.
Las nornas abrieron el portal que debíamos cruzar, salvaría mi vida si en el viaje por esos nueve mundos dábamos con aquello que bloqueaba mi futuro ¿pero que podía ser?
Tomé la mano de mi mujer decididos a atravesarlo cuando llegó la siguiente información que se habían guardado para hacerlo debía compartir Nai conmigo su alma y aun sabiendo que mi esposa compartiría su corazón y hasta su ultimo aliento con tal de alargar el mio , mi “no” retumbo rotundo en aquel lugar.
No era negociable, no iba a debilitarla, de hacerlo podria quedar flotando en el maldito limbo y no iba a permitirlo.
-He dicho que no, habéis dicho que mi sino no esta escrito, de acuerdo, escribamoslo, pero con mis decisiones y mi decisión es atravesar ese portal con mi alma débil, si se que ella me ha dado parte de la suya se que no podre hacerlo, no puedo perderla, no puedo imaginar Midgard sin ella así que si uno no ha de volver, si uno ha de quedar atrapado seré yo, lo siento cariño, esa es mi decisión, he cedido en que me acompañes, no me hagas arrepentirme de eso...acompañame, no me dejes caer, besame y dame ánimos para que de un paso mas aun cuando me veas caído peor no tomare ni un ápice de tu alma.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: De Ni Verdener ~ Privado
No podía entender cómo aquel hombre había entregado lo más importante que tenía como pago cuando, ya le había dicho, que no hiciera nada pero ¿cómo decirle a un vikingo, y sobre todo a un general, que no hiciera algo? Eso era imposible, Ubbe era de los hombres que no admitían que le dijeran lo que tenía que hacer y por eso mismo se le daba bien ser tan general, aunque perdía un poco esos “galones” cuando me hacía la cena y no conseguía salirse con la suya, no se dejaba dominar ni siquiera por mí estando en la cama, por lo que no me había extrañado que tampoco me hiciera caso en esa petición que le hice en la que le entregó el colgante con el martillo de Thor. Colgante que yo misma había llevado ya un tiempo pero que finalmente le devolví porque para él era importante, tenía un significado y sabía que era parte de él. Y ahora a pesar de haberle dicho que no lo hiciera lo había entregado como pago para que pudiéramos cruzar el lago y llegar hasta las Nornas. No tenía remedio ese hombre pero incluso así lo amaba, aun cuando no me hacía caso y se salía con la suya, pero sí era cierto que me había sentado mal que pagara él el precio cuando ambos podíamos haberlo hecho por igual, no me gustaba que él cediera cuando era algo que entre los dos se podría haber pagado perfectamente. Yo había estado dispuesta a entregar el colgante de mi madre, pero el vikingo se me había adelantado y el pago ya estaba hecho, ahora jamás podría recuperar su colgante y eso me hizo sentirme un poco mal. Ante mi pregunta de por qué lo había hecho la respuesta estuvo clara: porque me quería. Tres simples y sencillas palabras que pese al momento en el que estábamos me sacó una sonrisa sincera, mientras mis desiertos observaban sus mares cruzando ya el lago, ¿se podía querer más a ese hombre? No, lo dudaba seriamente. Entendía por qué lo había hecho y sin embargo con esa explicación tan sencilla, y sincera, fue todo lo que necesitó para hacerme saber que si había algo que él pudiera hacer por mí para que yo no sufriera ni se lo pensaría. Él había llevado ese colgante desde los nueve años, yo apenas lo había vuelto a tener en mis manos y seguramente esa era la explicación que él no me decía, pero que yo captaba. Mis dedos se entrelazaron con los suyos mientras le sonreía agradecida por ello, pero en parte no podía olvidar lo del martillo y acabé buscando sus labios para besarlo antes de que llegáramos a tierra y nos acercáramos para encontrarnos con las Nornas. Estaba un poco nerviosa, estar ante esas tres figuras importantes era para estar un tanto nervioso aunque el vikingo estaba tranquilo, su mano había tomado la mía para aferrarla apretándola como si me hiciera saber que estaba ahí y que no iba a marcharse, y así juntos atravesamos la puerta de esa cabaña vieja en la que estaban las nornas y nos esperaba el comienzo de nuestro viaje para recuperar su alma. Lo que vimos dentro a mí, en lo personal, era algo que no me esperaba al ver el contraste como si hubiéramos pasado a otro lugar completamente distinto y diferente del que nos encontrábamos, más lleno de color, más amplio con aquel árbol que era tan inmenso que no era complicado darse cuenta de qué árbol era, desprendiendo un aura brillante y mágica, lleno de color y de viveza.
Las tres Nornas al parecer ya nos estaban esperando, no me extrañaba cuando cada una era poseedora de un tiempo diferente; pasado, presente y futuro. Las tres podían ver toda la vida completa de un humano y tejer su historia, su destino a su antojo sin que nadie pudiera decirles nada porque ellas controlaban el destino de cada persona. Ellas eran las únicas que podían abrirnos el camino hacia los demás mundos para encontrar el alma del vikingo, sin embargo pese a que lo sabían todo parecía que el caso del vikingo era diferente porque ni ellas mismas sabían lo que pasaba, por eso mismo nos habían pedido que investigáramos y que juntos tendríamos que solucionar el problema porque ellas, al ser las que cuidaban del árbol, no podían abandonar el lugar. Sabía que Ubbe aceptaría sin tan siquiera pensarlo en ir, que quizás seguiría con la idea de que yo me quedara pero si teníamos que ir juntos yo no iba a apartarme de su lado conforme estaba para que pudiera pasarle algo y yo no estuviera allí para ayudarle. Parecía que todo estaba claro y que teníamos que ir por su alma, las Nornas no nos habían dicho demasiado acerca de lo que nos esperaba, solo que juntos lo lograríamos porque siempre hablaban en clave como seres poderos y antiguos que eran, sin embargo yo tenía esperanza porque si nos decían que fuéramos a investigar es porque había una opción, algo demasiado peligroso y grave debía de estar pasando para que al vikingo se le escapara su alma y ellas no pudieran hacer nada. Decían que ni ellas, ni los dioses, habían deseado aquello para nosotros e intuía que la pasada muerte de nuestro hijo tampoco había sido cosa de ellos, algo que se les había escapado. Eso me hacía preguntarme si el destino se podía cambiar o, simplemente, ellas nos permitían cambiarlo porque no eran lo que querían. Fuera como fuese nos dejaban pasar y cruzar el árbol para emprender camino, cuando llegamos a este una de ellas que era la que veía el futuro, dejó su mano en mi vientre y nos dijo que no era nuestro momento pero que pronto pasaría. Sonreí mirando a Ubbe porque eso me reafirmaba más en mi visión y a él le daba esas esperanzas perdidas, ese bajón que había tenido en el templo con la oráculo. Tomé su mano sin dejar de sonreír por ello aliviada de que, si ella lo decía, el vikingo ya no pensaría que no sería padre ya que era su ilusión y su deseo, y emprendimos camino para cruzar el árbol... pero faltaba el último detalle. Ubbe no podía cruzarlo en ese estado, ellas nos separaban a uno del otro mientras una me hablaba y me pedía algo a cambio; parte de mi alma. Ni siquiera lo pensé cuando me lo pidió, ¿acaso había que pensar algo? Por supuesto que no, le entregaría eso y todo cuanto me pidiera si con eso lograba que pudiera cruzar conmigo y emprender viaje. Pero a él no le gustó para nada y su “no” retumbó con fuerza en la estancia, mis desiertos buscaron sus mares que estaban centrados en los míos mientras me negaba con la cabeza.
-No tenemos opción Ubbe, si queremos cruzar el árbol es lo único que podemos hacer para que podamos solucionar esto, para ver qué es lo que ocurre y puedas recuperar tú alma –yo lo tenía claro por mucho que él negara con la cabeza. Sus palabras sonaron firmes en el lugar dejando claro que, bajo ningún concepto, dejaría que yo le diera parte de mi alma. Según él no podría hacerlo si yo hacía eso porque me necesitaba bien, entera, porque no podía imaginar vivir una vida sin mí y tenía claro que si uno de los dos no tenía que volver y se quedaba allí, atrapado, sería él. Negué con la cabeza porque no aceptaba aquello, él decía que no podía vivir sin mí pero ¿acaso no se daba cuenta que mi vida sin él no tenía sentido? Decía que esa era su decisión, que su destino podía forjarlo a base de decisiones y que aquella era la suya; les pedía a las nornas que no lo hicieran y nos dejaran pasar así como estábamos. Dijo que había cedido en que lo acompañara y me pedía que no lo hiciera lamentar aquello, me pedía que lo acompañara y no lo dejara caer, que lo besara y le diera ánimos cuando más caído lo viera pero estaba convencido, seguro y firme, de que no tomaría nada de mi alma. Mordí mi labio mirándolo mientras las nornas todavía nos separaban- entiendo tus palabras Ubbe, entiendo lo que dices y lo comprendo porque de la misma forma yo me siento igual que tú. Dices que no podrías aguantar una vida sin mí, ¿crees que yo sí podría? No podría Ubbe, mi vida sin ti no tiene sentido alguno y ya no concibo pasar un solo día lejos de ti, sin tenerte conmigo a mi lado... así que por favor, no me pidas aquello para lo que tú tampoco estás preparado amor. Sé que no quieres, sé que no te gusta pero... ¿crees que voy a dejar que vayas así cuando es posible que sucumbas como has dicho, que no lo aguantes? No, no fui por ti a rescatarte para ahora dejar que te hundas en este lugar, que te posean o yo que sé... no, no pienso hacerlo. Además, recuerda amor que te vi con nuestro hijo, nos ha confirmado que es verdad así que tengo esperanzas Ubbe –mordí mi labio mientras él me miraba con aquellos preciosos mares y me pedía, en silencio, me rogaba que no lo hiciera. Me acerqué a él para elevar mis manos y tomar su rostro con estas, mis labios rozaban los suyos dejando que su respiración impactara en mi piel, cálida, sus manos tomaran mi cuerpo para pegarme a él como si no quisiera dejarme escapar y así se asegurara de que no haría nada- Te amo, eres el hombre de mi vida y la razón porque la que cada mañana y cada día tengo algo por lo que luchar, quiero hacerte feliz cada día y convertir todo lo malo en bueno... pero no puedo hacerlo si no te tengo a mi lado, antes me conformaba con la vida monótona y vacía que tenía, ahora me doy cuenta de que eres la luz, la llama que me alimenta para seguir y no pienso dejar que te vayas de mi lado, porque tú eres mío en todos los sentidos y así te entregaste a mí frente a tus dioses. Me has vuelto a descubrir un mundo lleno de posibilidades y de hacerme ver que todos tenemos nuestra alma, fuiste la casualidad más bonita pese a que me raptaste nada más verme... incluso así te quiero y no pienso dejar que nada, ni nadie, te separe de mí –antes de que protestara, antes de que dijera nada mis labios buscaron los suyos para fundirnos en un beso, mi mano pasó a su nuca para acercarlo más a mí y que se centrara solamente en mí cuando sabía que las nornas estaban haciendo aquello que, en mente, les había pedido. Sí, estaba distrayendo al vikingo para que no se diera cuenta. Ellas ya habían tomado parte de mi alma en su mano, apenas sentí nada aunque sí calor que recorrió parte de mi cuerpo por dentro, la otra tras el vikingo hundió su mano como había hecho conmigo para fundir ambas partes del alma en una sola. Para cuando me separé todo estaba hecho, Ubbe me miraba pidiéndome que le dijera qué había hecho aunque él, en el fondo, ya lo sabía. Le sonreí acariciando su rostro sintiendo su sabor todavía en mis labios- lo siento amor, lamento que esto te duela pero era necesario para continuar camino y poder salvarte. Tú pagaste el precio para utilizar el drakar y venir hasta ellas, yo ahora pago el precio gustosa para que podamos continuar. Esto no supone que pierda mi alma, significa que ambas están ligadas y conectadas, entrelazadas entre sí, lo que te hará más fuerte y más resistente ahí dentro que si entraras con el alma debilitada. Compartimos alma, igual que compartimos corazón o vida, al salir y recuperar la tuya ellas pueden hacerlo lo propio y devolverme esa parte de alma que te he prestado... sé que no habrías aceptado del todo de no ser así, sé que no tomarías nada que me perjudicara pero esto es solo un préstamo vikingo, al volver te pediré lo que es mío, en todos los sentidos –sonreí volviendo a besar sus labios pero, sabiendo, que igualmente no le había gustado- tú habrías hecho lo mismo de estar en mi situación, y como he dicho, es temporal hasta que volvamos. Ahora podemos ir a por tu alma sin peligro de que caigas en el camino.
Las tres Nornas al parecer ya nos estaban esperando, no me extrañaba cuando cada una era poseedora de un tiempo diferente; pasado, presente y futuro. Las tres podían ver toda la vida completa de un humano y tejer su historia, su destino a su antojo sin que nadie pudiera decirles nada porque ellas controlaban el destino de cada persona. Ellas eran las únicas que podían abrirnos el camino hacia los demás mundos para encontrar el alma del vikingo, sin embargo pese a que lo sabían todo parecía que el caso del vikingo era diferente porque ni ellas mismas sabían lo que pasaba, por eso mismo nos habían pedido que investigáramos y que juntos tendríamos que solucionar el problema porque ellas, al ser las que cuidaban del árbol, no podían abandonar el lugar. Sabía que Ubbe aceptaría sin tan siquiera pensarlo en ir, que quizás seguiría con la idea de que yo me quedara pero si teníamos que ir juntos yo no iba a apartarme de su lado conforme estaba para que pudiera pasarle algo y yo no estuviera allí para ayudarle. Parecía que todo estaba claro y que teníamos que ir por su alma, las Nornas no nos habían dicho demasiado acerca de lo que nos esperaba, solo que juntos lo lograríamos porque siempre hablaban en clave como seres poderos y antiguos que eran, sin embargo yo tenía esperanza porque si nos decían que fuéramos a investigar es porque había una opción, algo demasiado peligroso y grave debía de estar pasando para que al vikingo se le escapara su alma y ellas no pudieran hacer nada. Decían que ni ellas, ni los dioses, habían deseado aquello para nosotros e intuía que la pasada muerte de nuestro hijo tampoco había sido cosa de ellos, algo que se les había escapado. Eso me hacía preguntarme si el destino se podía cambiar o, simplemente, ellas nos permitían cambiarlo porque no eran lo que querían. Fuera como fuese nos dejaban pasar y cruzar el árbol para emprender camino, cuando llegamos a este una de ellas que era la que veía el futuro, dejó su mano en mi vientre y nos dijo que no era nuestro momento pero que pronto pasaría. Sonreí mirando a Ubbe porque eso me reafirmaba más en mi visión y a él le daba esas esperanzas perdidas, ese bajón que había tenido en el templo con la oráculo. Tomé su mano sin dejar de sonreír por ello aliviada de que, si ella lo decía, el vikingo ya no pensaría que no sería padre ya que era su ilusión y su deseo, y emprendimos camino para cruzar el árbol... pero faltaba el último detalle. Ubbe no podía cruzarlo en ese estado, ellas nos separaban a uno del otro mientras una me hablaba y me pedía algo a cambio; parte de mi alma. Ni siquiera lo pensé cuando me lo pidió, ¿acaso había que pensar algo? Por supuesto que no, le entregaría eso y todo cuanto me pidiera si con eso lograba que pudiera cruzar conmigo y emprender viaje. Pero a él no le gustó para nada y su “no” retumbó con fuerza en la estancia, mis desiertos buscaron sus mares que estaban centrados en los míos mientras me negaba con la cabeza.
-No tenemos opción Ubbe, si queremos cruzar el árbol es lo único que podemos hacer para que podamos solucionar esto, para ver qué es lo que ocurre y puedas recuperar tú alma –yo lo tenía claro por mucho que él negara con la cabeza. Sus palabras sonaron firmes en el lugar dejando claro que, bajo ningún concepto, dejaría que yo le diera parte de mi alma. Según él no podría hacerlo si yo hacía eso porque me necesitaba bien, entera, porque no podía imaginar vivir una vida sin mí y tenía claro que si uno de los dos no tenía que volver y se quedaba allí, atrapado, sería él. Negué con la cabeza porque no aceptaba aquello, él decía que no podía vivir sin mí pero ¿acaso no se daba cuenta que mi vida sin él no tenía sentido? Decía que esa era su decisión, que su destino podía forjarlo a base de decisiones y que aquella era la suya; les pedía a las nornas que no lo hicieran y nos dejaran pasar así como estábamos. Dijo que había cedido en que lo acompañara y me pedía que no lo hiciera lamentar aquello, me pedía que lo acompañara y no lo dejara caer, que lo besara y le diera ánimos cuando más caído lo viera pero estaba convencido, seguro y firme, de que no tomaría nada de mi alma. Mordí mi labio mirándolo mientras las nornas todavía nos separaban- entiendo tus palabras Ubbe, entiendo lo que dices y lo comprendo porque de la misma forma yo me siento igual que tú. Dices que no podrías aguantar una vida sin mí, ¿crees que yo sí podría? No podría Ubbe, mi vida sin ti no tiene sentido alguno y ya no concibo pasar un solo día lejos de ti, sin tenerte conmigo a mi lado... así que por favor, no me pidas aquello para lo que tú tampoco estás preparado amor. Sé que no quieres, sé que no te gusta pero... ¿crees que voy a dejar que vayas así cuando es posible que sucumbas como has dicho, que no lo aguantes? No, no fui por ti a rescatarte para ahora dejar que te hundas en este lugar, que te posean o yo que sé... no, no pienso hacerlo. Además, recuerda amor que te vi con nuestro hijo, nos ha confirmado que es verdad así que tengo esperanzas Ubbe –mordí mi labio mientras él me miraba con aquellos preciosos mares y me pedía, en silencio, me rogaba que no lo hiciera. Me acerqué a él para elevar mis manos y tomar su rostro con estas, mis labios rozaban los suyos dejando que su respiración impactara en mi piel, cálida, sus manos tomaran mi cuerpo para pegarme a él como si no quisiera dejarme escapar y así se asegurara de que no haría nada- Te amo, eres el hombre de mi vida y la razón porque la que cada mañana y cada día tengo algo por lo que luchar, quiero hacerte feliz cada día y convertir todo lo malo en bueno... pero no puedo hacerlo si no te tengo a mi lado, antes me conformaba con la vida monótona y vacía que tenía, ahora me doy cuenta de que eres la luz, la llama que me alimenta para seguir y no pienso dejar que te vayas de mi lado, porque tú eres mío en todos los sentidos y así te entregaste a mí frente a tus dioses. Me has vuelto a descubrir un mundo lleno de posibilidades y de hacerme ver que todos tenemos nuestra alma, fuiste la casualidad más bonita pese a que me raptaste nada más verme... incluso así te quiero y no pienso dejar que nada, ni nadie, te separe de mí –antes de que protestara, antes de que dijera nada mis labios buscaron los suyos para fundirnos en un beso, mi mano pasó a su nuca para acercarlo más a mí y que se centrara solamente en mí cuando sabía que las nornas estaban haciendo aquello que, en mente, les había pedido. Sí, estaba distrayendo al vikingo para que no se diera cuenta. Ellas ya habían tomado parte de mi alma en su mano, apenas sentí nada aunque sí calor que recorrió parte de mi cuerpo por dentro, la otra tras el vikingo hundió su mano como había hecho conmigo para fundir ambas partes del alma en una sola. Para cuando me separé todo estaba hecho, Ubbe me miraba pidiéndome que le dijera qué había hecho aunque él, en el fondo, ya lo sabía. Le sonreí acariciando su rostro sintiendo su sabor todavía en mis labios- lo siento amor, lamento que esto te duela pero era necesario para continuar camino y poder salvarte. Tú pagaste el precio para utilizar el drakar y venir hasta ellas, yo ahora pago el precio gustosa para que podamos continuar. Esto no supone que pierda mi alma, significa que ambas están ligadas y conectadas, entrelazadas entre sí, lo que te hará más fuerte y más resistente ahí dentro que si entraras con el alma debilitada. Compartimos alma, igual que compartimos corazón o vida, al salir y recuperar la tuya ellas pueden hacerlo lo propio y devolverme esa parte de alma que te he prestado... sé que no habrías aceptado del todo de no ser así, sé que no tomarías nada que me perjudicara pero esto es solo un préstamo vikingo, al volver te pediré lo que es mío, en todos los sentidos –sonreí volviendo a besar sus labios pero, sabiendo, que igualmente no le había gustado- tú habrías hecho lo mismo de estar en mi situación, y como he dicho, es temporal hasta que volvamos. Ahora podemos ir a por tu alma sin peligro de que caigas en el camino.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: De Ni Verdener ~ Privado
Mi mujer era terca, pero yo infinitamente mas que ella, no pensaba ceder, no dejaría que como pago para recuperar mi alma apostara la suya, ella aseguraba ser incapaz de vivir sin mi, mas tendría que hacerlo si no lograba ganarle la maldita batalla a Hela.
Nai no se bien como logró convencer a las nornas para que hicieran el maldito conjuro el caso es que mientras Nai me entretenía con su cuerpo de escándalo y con esos besos tan necesitados, fue en ese instante cuando noté como un calor entraba en mi pecho, gruñí separándome para hundir desesperado los ojos en la mujer de pasado que decía estar hecho.
-¿Hecho? -rugí furibundo desenvainando la espada con violencia para colocarla en el pescuezo de la misma -deshazlo o te mataré aseveré con violencia sintiendo las manos de mi mujer tratando de sujetarme sin demasiado éxito.
Me daba igual enfrentarme al mismo dios del trueno, nadie jugaba con la vida de mi mujer sin morir en el intento.
Un rayo retumbó en las raíces del fresno, de la nada apareció y entre una bruma el mismo Thor con esa sonrisa ladeada, el deje de prepotencia que todo dios del norte se gastaba y calmo como si pensara que no sería capaz de matar a su norna, cosa en la que se equivocaba me pidió bajara el arma ,teníamos una conversación pendiente según él.
-Te preguntaras porque tu mujer no lleva en sus entrañas tu linaje ¿verdad? ¿Como si todo lo he hecho bien? Es cierto, Freya se sintió complacida con vuestra boda y las ofrendas, era nuestra intención que en el vientre yermo de la egipcia creciera de nuevo la vida, pero...
-¿Pero que? -pregunté con el ceño fruncido
-Baja esa espada y te lo explicaré, a ti y a tu mujer.
Gruñí apartando el arma del cuello de la norna para centrar mis mares en la mirada de Thor, confiaba en mis dioses desde siempre, no tenia razones para que ahora mi fe empezara a fallar.
-Tu hijo, el niño que tu mujer debería llevar en su vientre no debe nacer. Los dioses de Egipto lo querrán y según una profecía el Ragnarok estará a el ligado como lo esta al mismo Fenir, por eso no nacerá, por eso uno de los dioses te ha arrancado del pecho el lama, porque si tu vas al Valhalla ese nacimiento nunca se producirá.
-¿entonces? -pregunté sin entender.
-Mi hermano Loqui es muy dado a los líos y yo tengo cierto afecto especial por los Cannif, así que no estamos de acuerdo con la decisión tomada, vamos a ayudarte, peor para hacerlo el único modo es que cruces ese portal y encuentres el modo de salvar tu alma.
Miró a la egipcia.
-Si lo lográis y ese niño viene al mundo tendréis que impedir se convierta en lobo, si eso sucede no podré evitar que su futuro sea incierto.
Nai no se bien como logró convencer a las nornas para que hicieran el maldito conjuro el caso es que mientras Nai me entretenía con su cuerpo de escándalo y con esos besos tan necesitados, fue en ese instante cuando noté como un calor entraba en mi pecho, gruñí separándome para hundir desesperado los ojos en la mujer de pasado que decía estar hecho.
-¿Hecho? -rugí furibundo desenvainando la espada con violencia para colocarla en el pescuezo de la misma -deshazlo o te mataré aseveré con violencia sintiendo las manos de mi mujer tratando de sujetarme sin demasiado éxito.
Me daba igual enfrentarme al mismo dios del trueno, nadie jugaba con la vida de mi mujer sin morir en el intento.
Un rayo retumbó en las raíces del fresno, de la nada apareció y entre una bruma el mismo Thor con esa sonrisa ladeada, el deje de prepotencia que todo dios del norte se gastaba y calmo como si pensara que no sería capaz de matar a su norna, cosa en la que se equivocaba me pidió bajara el arma ,teníamos una conversación pendiente según él.
-Te preguntaras porque tu mujer no lleva en sus entrañas tu linaje ¿verdad? ¿Como si todo lo he hecho bien? Es cierto, Freya se sintió complacida con vuestra boda y las ofrendas, era nuestra intención que en el vientre yermo de la egipcia creciera de nuevo la vida, pero...
-¿Pero que? -pregunté con el ceño fruncido
-Baja esa espada y te lo explicaré, a ti y a tu mujer.
Gruñí apartando el arma del cuello de la norna para centrar mis mares en la mirada de Thor, confiaba en mis dioses desde siempre, no tenia razones para que ahora mi fe empezara a fallar.
-Tu hijo, el niño que tu mujer debería llevar en su vientre no debe nacer. Los dioses de Egipto lo querrán y según una profecía el Ragnarok estará a el ligado como lo esta al mismo Fenir, por eso no nacerá, por eso uno de los dioses te ha arrancado del pecho el lama, porque si tu vas al Valhalla ese nacimiento nunca se producirá.
-¿entonces? -pregunté sin entender.
-Mi hermano Loqui es muy dado a los líos y yo tengo cierto afecto especial por los Cannif, así que no estamos de acuerdo con la decisión tomada, vamos a ayudarte, peor para hacerlo el único modo es que cruces ese portal y encuentres el modo de salvar tu alma.
Miró a la egipcia.
-Si lo lográis y ese niño viene al mundo tendréis que impedir se convierta en lobo, si eso sucede no podré evitar que su futuro sea incierto.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: De Ni Verdener ~ Privado
Sabía que lo que pretendía hacer no iba a gustarle al vikingo, lo conocía demasiado y tan bien que podría asegurar que lo conocía como la palma de mi mano, pero incluso aunque sabía que no iba a gustarle tampoco es que tuviéramos mucha más elección para poder continuar aquel viaje. Se suponía que nuestra relación era equitativa, complementaria, así que no podía dejar que él pagara simplemente con su colgante sabiendo lo importante que era para él y el significado que tenía y ahora dejar que entrara por el árbol con alma debilitada porque él no quería que yo me sacrificara por él, pero ¿cómo no hacerlo cuando jamás me perdonaría el haberlo perdido por no entregarle parte de mi alma? ¿La quería? Era toda para él, era suya por completo como lo era todo lo relacionado conmigo, toda yo era suya y por eso mismo para mí no era ningún sacrificio entregarle parte de mi alma, y si más me hubieran pedido más le habría dado porque no concebía una vida, ni siquiera un día, sin él. Era tan parte de mí, de mi vida que me sería imposible continuarla si no lo tenía a mí lado, ya había vivido bastante a la sombra de la oscuridad, era tiempo de vivir en la luz y si alguien podía lograrlo era simplemente él. Quien me había enseñado que todo era posible, quien me había demostrado que el amor de verdad existía y que se podía tener solo si te abrías para que entraran en tu corazón. A veces pensaba que estábamos hechos el uno para el otro, aunque fuera de otra época diferente, pero al fin y al cabo nos habíamos encontrado como si ese hubiera sido siempre nuestro destino. No concebía mi vida con él y por eso mismo si tenía que darle parte de mi alma, de una manera temporal, para que él recuperara la suya ni me lo pensaba; como si tuviera que darle casi toda mi alma. Sabía que no iba a gustarle porque él no quería que nada me pasara, que él siempre me defendía y protegía porque yo no podía hacerlo ya que no tenía nociones de lucha, no era como las escuderas y mujeres del norte pero eso no significaba que no fuera valiente como ellas, era una luchadora salvo que lo era a mi manera. Estaba decidido y aunque sabía que el vikingo no me dejaría ni me daría opción a ello, tuve que engañarlo de alguna forma mientras pedía mentalmente a las nornas que lo hicieran cuando lo estuviera distrayendo. Sabía que me habían leído la mente cuando llegamos al lugar, habían respondido a varias preguntas que solo había formulado en mi cabeza así que lo mejor era pedirles que cuando lo tuviera distraído le dieran parte de mi alma. Él ni siquiera pensó lo me tramaba cuando me acerqué a él restando las distancias, podría decir que me aproveché de la “debilidad” que sentía conmigo cuando mis labios tomaron los suyos, cuando mi cuerpo se pegó al suyo por completo y lo acerqué más de la nuca para profundizar en ese beso en el que me hice la dueña de su boca, donde mi lengua dio con la suya en lo que sentía una sensación cálida que abandonaba mi pecho y supe que habían empezado, por eso puse más énfasis en ese beso que realmente también necesitaba y que era una forma de pedirle “perdón” al vikingo por el engaño, por actuar a sus espaldas. Pero él no era tonto y cuando sintió seguramente el mismo calor que yo estaba sintiendo se separó mirándome confundido ante la palabra de la Norna, me miró buscando unas respuestas que seguramente él ya había intuido pero que esperaba que le afirmara con palabras.
Mordí mi labio observándolo, me sentía mal por haber hecho aquello de esa forma pero perderlo no entraba en mis planes, lo necesitaba conmigo cada día y no pensaba perderlo. Su rostro cambió frunciendo el ceño, gruñó mirándome para luego girarse y observar a la Norna que tenía tras su espalda que era la que le había pasado parte de mi alma fundiéndolas en una, ahora ambas eran una sola sin la posibilidad de que eso debilitara al vikingo. Su pregunta, más bien en forma de rugido, no se hizo de esperar cuando todo terminó y ya compartíamos alma, lo que de verdad no esperé es que reaccionara desenvainando su espada de manera rauda para colocar el filo en el cuello de la Norna que, inmutable, quedaba frente a él observándolo. Ubbe aseguraba que la mataría si no deshacía lo que yo le había pedido que hiciera, si no me devolvía mi alma, sabía que no se tomaba nada bien lo que me hicieran a mí pero eso lo había elegido yo y ellas nada tenían que ver. Me afané como pude en poner mis manos en su pecho para intentar alejarlo pero ¿acaso era fácil mover a un vikingo de su envergadura? Lo cierto es que no, las veces que lo movía era porque él quería que yo lo moviera y ese no era precisamente el caso. Lo llamé para que me mirara a mí y se centrara en mi persona, yo había sido la artífice de todo y ellas solo habían cumplido con mi pedido, claro que algo me decía que ya lo sabían igual que la Norna sabía que no lograría hacerle nada. Pero el vikingo no me hacía caso y yo me mordí el labio poniéndome delante de la Norna para que bajara su espada en lo que mi mano acariciaba su pecho para que cediera, para que me escuchara y entrara en razón. De la nada un rayo cayó justo sobre una de las raíces del árbol, el lugar se iluminó por unos segundos de una manera cegadora con un estruendo poderoso creando una leve bruma, distinguí una silueta en el lugar donde había impactado el rayo pero creía que no era posible. Estaba equivocada, abrí ligeramente mis labios al darme cuenta de que había alguien allí, y por su vestimenta, su pelo dorado, sus ojos azules y ese martillo supe de quién se trataba; Thor. Contuve la respiración aunque parecía que el vikingo estaba de lo más tranquilo, amenazando a la Norna, en lo que escuchaba las palabras del dios que iban dirigidas a él. Ubbe no era el único que se cuestionaba por qué no conseguía quedarme embarazada, yo también me hacía esas mismas preguntas cuando habíamos hecho todo lo que nos habían pedido, salvo que yo tenía fe y la certeza de que sí me quedaría embarazada en terminar el viaje, en devolverle el alma al vikingo. Pareció que sus palabras consiguieron que, tras respuestas si bajaba la espada, el vikingo le hiciera caso. Me fijé en Thor colocada al lado del vikingo, por inercia tomé su mano entre la mía recorriendo sus dedos entrelazados con los míos, vi un cierto parecido entre ambos pero sin duda alguna para mí el vikingo era mucho más atractivo. Había costado que el vikingo bajara el arma, más bien, lo había hecho a regañadientes porque quería respuestas al igual que yo también las quería.
-Seguro que tú marido se alegra de que pienses que es más atractivo que yo, no me esperaba eso de una humana –hizo un pequeño mohín y yo mordí mi labio, ¿qué pasaba con los nórdicos que podían leer tan fácilmente la mente? Por suerte para mí se centró en la explicación y el motivo por el que no quedaba embarazada, de todo lo que podían habernos dicho... aquello me tomó por sorpresa.
-¿Los dioses Egipcios lo querrán? No lo entiendo.... –dije negando con la cabeza- ¿ese es el niño que vi en mis visiones, hablas del mismo? –Pregunté apoyándome contra el vikingo porque estaba siendo demasiada información por momentos. Él asintió mientras seguía relatando que según una profecía el Ragnarök estará ligado a nuestro hijo, como de igual forma lo está Fenrir. Ese, y no otro, era el verdadero motivo por el que no me había quedado embarazada, por eso un dios pretendía arrancarle el alma a Ubbe porque si así lograba matarlo jamás podríamos tener a ese niño... lo eliminaban como el que eliminaba una posible amenaza. Aquello era de locos y no entendía nada, ¿estaba todo perdido entonces? Por más que pensaba no entendía cómo es que mis dioses querrían tener a mi hijo, o por qué estaba ligado a algo tan peligroso y poderoso- no lo entiendo... ¿no hay nada que hacer, solo que le roben su alma para que así no podamos tener a nuestro hijo y ya está? Eso es cruel, demasiado cruel para alguien que ha depositado su fe en ellos desde pequeño, quien ha hecho ofrendas y rituales a ellos... ¿cómo ahora pueden querer matarlo cuando no ha hecho nada? –Apoyé mi cabeza en su hombro mientras pensaba en todo, demasiada información de golpe como para procesarla en esos momentos. Escuchaba que el vikingo preguntaba y él le respondía que nos ayudaría, igual que su hermano Loki, que la única forma era cruzar el portal, atravesar los nueve reinos, y encontrar su alma- entonces sí debía darle parte de mi alma, era necesario –asintió con la cabeza pero luego fruncí ligeramente el ceño- ¿y por qué un dios iba a temer de un simple mortal que ni siquiera ha nacido? Eso es cruel, jugar con los deseos de alguien quien ha profesado siempre su fe no es algo que un dios deba de hacer, además, ¿no se supone que las Nornas controlan el destino de todos? ¿Cómo es que han bloqueado su destino para que no puedan salvarlo y tengamos que ir nosotros a por su alma? No lo entiendo... no comprendo nada –algo debían de haber hecho para que ni las Nornas pudiera salvar al vikingo tejiendo su destino, uno que ahora recaía en nuestras manos ya que si no recuperábamos su alma lo habría perdido para siempre- yo no soy ninguna diosa, pero no dejaré que se salga con la suya y que me arrebate lo que es mío, por muy dios que sea –también habló, mientras clavaba sus orbes azules en mis desiertos, que si lo lográbamos y teníamos a ese niño no podíamos dejar que se convirtiera en lobo o no podría evitar que su futuro sea incierto. Jamás habría pensado, ni querido, condicionar la vida de mis hijos cuando llegara el momento, pero si esa era la forma de salvarlo no lo dudaría. Alcé mis desiertos para encontrar los mares del vikingo, nuestros dedos entrelazados y una firme determinación en mis desiertos- vamos a recuperar tu alma porque sé que juntos podemos, da igual el peligro o el obstáculo que se nos ponga por delante... nosotros podemos con todo. Y tendremos a ese niño, lo cuidaremos y protegeremos para que no pueda convertirse en licántropo, no me gusta condicionar la vida de mis hijos siquiera si no han nacido, pero si es por su seguridad y por su bien lo haré –mordí mi labio- sé que no era lo que querías escuchar, sé que como yo esperabas otros motivos y otras razones... pero esto no se acaba aquí vikingo, el camino comienza y yo no voy a soltarte nunca, no lo hagas tú ahora –le sonreí dejando un beso luego en su hombro y miré a Thor- aunque no me guste, por el bien de nuestro hijo, aceptamos el trato. No sé por qué mis dioses lo querrían pero llegaremos al fondo de este asunto, descubriremos la verdad y le devolveremos su alma para volver a nuestra casa y tener a nuestro hijo, en mi visión no lo pude ver pero ya me has confirmado que será un niño –sonreí quitando un poco de hierro a la situación. Alcé mi mirada al vikingo- crucemos el portal y vayamos a por tu alma Ubbe, ahora que sabemos que no estamos solos en este viaje –contábamos con apoyo y ayuda, aunque lo tuviéramos que hacer nosotros eso ayudaba bastante, saber que no estaba todo perdido.
Mordí mi labio observándolo, me sentía mal por haber hecho aquello de esa forma pero perderlo no entraba en mis planes, lo necesitaba conmigo cada día y no pensaba perderlo. Su rostro cambió frunciendo el ceño, gruñó mirándome para luego girarse y observar a la Norna que tenía tras su espalda que era la que le había pasado parte de mi alma fundiéndolas en una, ahora ambas eran una sola sin la posibilidad de que eso debilitara al vikingo. Su pregunta, más bien en forma de rugido, no se hizo de esperar cuando todo terminó y ya compartíamos alma, lo que de verdad no esperé es que reaccionara desenvainando su espada de manera rauda para colocar el filo en el cuello de la Norna que, inmutable, quedaba frente a él observándolo. Ubbe aseguraba que la mataría si no deshacía lo que yo le había pedido que hiciera, si no me devolvía mi alma, sabía que no se tomaba nada bien lo que me hicieran a mí pero eso lo había elegido yo y ellas nada tenían que ver. Me afané como pude en poner mis manos en su pecho para intentar alejarlo pero ¿acaso era fácil mover a un vikingo de su envergadura? Lo cierto es que no, las veces que lo movía era porque él quería que yo lo moviera y ese no era precisamente el caso. Lo llamé para que me mirara a mí y se centrara en mi persona, yo había sido la artífice de todo y ellas solo habían cumplido con mi pedido, claro que algo me decía que ya lo sabían igual que la Norna sabía que no lograría hacerle nada. Pero el vikingo no me hacía caso y yo me mordí el labio poniéndome delante de la Norna para que bajara su espada en lo que mi mano acariciaba su pecho para que cediera, para que me escuchara y entrara en razón. De la nada un rayo cayó justo sobre una de las raíces del árbol, el lugar se iluminó por unos segundos de una manera cegadora con un estruendo poderoso creando una leve bruma, distinguí una silueta en el lugar donde había impactado el rayo pero creía que no era posible. Estaba equivocada, abrí ligeramente mis labios al darme cuenta de que había alguien allí, y por su vestimenta, su pelo dorado, sus ojos azules y ese martillo supe de quién se trataba; Thor. Contuve la respiración aunque parecía que el vikingo estaba de lo más tranquilo, amenazando a la Norna, en lo que escuchaba las palabras del dios que iban dirigidas a él. Ubbe no era el único que se cuestionaba por qué no conseguía quedarme embarazada, yo también me hacía esas mismas preguntas cuando habíamos hecho todo lo que nos habían pedido, salvo que yo tenía fe y la certeza de que sí me quedaría embarazada en terminar el viaje, en devolverle el alma al vikingo. Pareció que sus palabras consiguieron que, tras respuestas si bajaba la espada, el vikingo le hiciera caso. Me fijé en Thor colocada al lado del vikingo, por inercia tomé su mano entre la mía recorriendo sus dedos entrelazados con los míos, vi un cierto parecido entre ambos pero sin duda alguna para mí el vikingo era mucho más atractivo. Había costado que el vikingo bajara el arma, más bien, lo había hecho a regañadientes porque quería respuestas al igual que yo también las quería.
-Seguro que tú marido se alegra de que pienses que es más atractivo que yo, no me esperaba eso de una humana –hizo un pequeño mohín y yo mordí mi labio, ¿qué pasaba con los nórdicos que podían leer tan fácilmente la mente? Por suerte para mí se centró en la explicación y el motivo por el que no quedaba embarazada, de todo lo que podían habernos dicho... aquello me tomó por sorpresa.
-¿Los dioses Egipcios lo querrán? No lo entiendo.... –dije negando con la cabeza- ¿ese es el niño que vi en mis visiones, hablas del mismo? –Pregunté apoyándome contra el vikingo porque estaba siendo demasiada información por momentos. Él asintió mientras seguía relatando que según una profecía el Ragnarök estará ligado a nuestro hijo, como de igual forma lo está Fenrir. Ese, y no otro, era el verdadero motivo por el que no me había quedado embarazada, por eso un dios pretendía arrancarle el alma a Ubbe porque si así lograba matarlo jamás podríamos tener a ese niño... lo eliminaban como el que eliminaba una posible amenaza. Aquello era de locos y no entendía nada, ¿estaba todo perdido entonces? Por más que pensaba no entendía cómo es que mis dioses querrían tener a mi hijo, o por qué estaba ligado a algo tan peligroso y poderoso- no lo entiendo... ¿no hay nada que hacer, solo que le roben su alma para que así no podamos tener a nuestro hijo y ya está? Eso es cruel, demasiado cruel para alguien que ha depositado su fe en ellos desde pequeño, quien ha hecho ofrendas y rituales a ellos... ¿cómo ahora pueden querer matarlo cuando no ha hecho nada? –Apoyé mi cabeza en su hombro mientras pensaba en todo, demasiada información de golpe como para procesarla en esos momentos. Escuchaba que el vikingo preguntaba y él le respondía que nos ayudaría, igual que su hermano Loki, que la única forma era cruzar el portal, atravesar los nueve reinos, y encontrar su alma- entonces sí debía darle parte de mi alma, era necesario –asintió con la cabeza pero luego fruncí ligeramente el ceño- ¿y por qué un dios iba a temer de un simple mortal que ni siquiera ha nacido? Eso es cruel, jugar con los deseos de alguien quien ha profesado siempre su fe no es algo que un dios deba de hacer, además, ¿no se supone que las Nornas controlan el destino de todos? ¿Cómo es que han bloqueado su destino para que no puedan salvarlo y tengamos que ir nosotros a por su alma? No lo entiendo... no comprendo nada –algo debían de haber hecho para que ni las Nornas pudiera salvar al vikingo tejiendo su destino, uno que ahora recaía en nuestras manos ya que si no recuperábamos su alma lo habría perdido para siempre- yo no soy ninguna diosa, pero no dejaré que se salga con la suya y que me arrebate lo que es mío, por muy dios que sea –también habló, mientras clavaba sus orbes azules en mis desiertos, que si lo lográbamos y teníamos a ese niño no podíamos dejar que se convirtiera en lobo o no podría evitar que su futuro sea incierto. Jamás habría pensado, ni querido, condicionar la vida de mis hijos cuando llegara el momento, pero si esa era la forma de salvarlo no lo dudaría. Alcé mis desiertos para encontrar los mares del vikingo, nuestros dedos entrelazados y una firme determinación en mis desiertos- vamos a recuperar tu alma porque sé que juntos podemos, da igual el peligro o el obstáculo que se nos ponga por delante... nosotros podemos con todo. Y tendremos a ese niño, lo cuidaremos y protegeremos para que no pueda convertirse en licántropo, no me gusta condicionar la vida de mis hijos siquiera si no han nacido, pero si es por su seguridad y por su bien lo haré –mordí mi labio- sé que no era lo que querías escuchar, sé que como yo esperabas otros motivos y otras razones... pero esto no se acaba aquí vikingo, el camino comienza y yo no voy a soltarte nunca, no lo hagas tú ahora –le sonreí dejando un beso luego en su hombro y miré a Thor- aunque no me guste, por el bien de nuestro hijo, aceptamos el trato. No sé por qué mis dioses lo querrían pero llegaremos al fondo de este asunto, descubriremos la verdad y le devolveremos su alma para volver a nuestra casa y tener a nuestro hijo, en mi visión no lo pude ver pero ya me has confirmado que será un niño –sonreí quitando un poco de hierro a la situación. Alcé mi mirada al vikingo- crucemos el portal y vayamos a por tu alma Ubbe, ahora que sabemos que no estamos solos en este viaje –contábamos con apoyo y ayuda, aunque lo tuviéramos que hacer nosotros eso ayudaba bastante, saber que no estaba todo perdido.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: De Ni Verdener ~ Privado
Nai aseguraba que los actos de mis dioses eran crueles, no le faltaba razón, mas la cultura nórdica no era piadosa, se basaba en la guerra, la muerte y la destrucción. En mi cultura el mundo se creo con la sangre y carne de un gigante, como podía imaginar por eso los vikingos eramos así de rudos y bárbaros.
-Quieres decir que los dioses no estáis de acuerdo con el nacimiento o no de mi vástago, con lo cual estáis enfrentados de algún modo, aquellos que quieren acabar conmigo y los que no ¿cierto?
-Si Ubbe, pero esto no va solo de nosotros, los dioses del panteón de tu mujer también están moviendo las cartas, juegan su mejor baza y como aquí algunos dioses están a favor y otros en contra de que tu hijo nazca.
Su mirada se desvió a la de la egipcia que temblaba contra mi cuerpo viendo que esto le venía demasiado grande.
-Lo siento susurré en su cuello -consciente que de no ser por mi ella jamas se hubiera tenido que ver metida en un lio de estos, desde le día que la secuestre todo había sido caos, destrucción, puse su vida patas arriba y aunque ella insistía que para bien yo sabía que no todo fueron tiempos felices.
Thor era como todos los nórdicos demasiado sincero para decir las cosas, así no se ando por las ramas.
-Vuestra única esperanza es atravesar juntos ese portal y recuperar el alma del vikingo. Si lográis volver a Midgard mi hermano y yo nos ocuparemos de que nadie de Asgar vuelva a atentar contra vosotros, pero siempre y cuando mantengáis vuestra palabra y vuestro hijo no sea convertido jamas en un descendiente de Fenir, si eso pasara el caos se desataría en él y en los mueve mundos de nuestra mitología, el Ragnarok llegaría. Ubbe si tu hijo se convierte en un licano deberás matarlo tu mismo.
-Mi hijo no será un licano -aseguré con la seguridad que me caracterizaba despertando la ladeada sonrisa de mi dios.
-Egipcia ve con cuidado, en tu panteón hay demasiados dioses que querrían hacerse con tu pequeño vástago.
Advirtió antes de dar por concluida la conversación y de un empujón de mano salió una onda expansiva que nos lanzó hacia el portal siendo engullidos por el mismo para acabar escupidos en un lugar desértico, tierra agrietada y fuego.
Tomé aire por mis labios sintiendo mis pulmones arder mientras centraba mis dos mares en los pardos de la Egipcia que parecía aterrada.
-Esto es Muspelheim. Un mundo de fuego cuyo calor resulta insoportable incluso para los dioses. En Muspelheim hasta el aire arde. Es el hogar de los gigantes de fuego, el más poderoso de los cuales, Surtur, vigila la entrada armado con una espada llameante. No podemos quedarnos quietos, avancemos -pedí levantandola por el brazo.
-Quieres decir que los dioses no estáis de acuerdo con el nacimiento o no de mi vástago, con lo cual estáis enfrentados de algún modo, aquellos que quieren acabar conmigo y los que no ¿cierto?
-Si Ubbe, pero esto no va solo de nosotros, los dioses del panteón de tu mujer también están moviendo las cartas, juegan su mejor baza y como aquí algunos dioses están a favor y otros en contra de que tu hijo nazca.
Su mirada se desvió a la de la egipcia que temblaba contra mi cuerpo viendo que esto le venía demasiado grande.
-Lo siento susurré en su cuello -consciente que de no ser por mi ella jamas se hubiera tenido que ver metida en un lio de estos, desde le día que la secuestre todo había sido caos, destrucción, puse su vida patas arriba y aunque ella insistía que para bien yo sabía que no todo fueron tiempos felices.
Thor era como todos los nórdicos demasiado sincero para decir las cosas, así no se ando por las ramas.
-Vuestra única esperanza es atravesar juntos ese portal y recuperar el alma del vikingo. Si lográis volver a Midgard mi hermano y yo nos ocuparemos de que nadie de Asgar vuelva a atentar contra vosotros, pero siempre y cuando mantengáis vuestra palabra y vuestro hijo no sea convertido jamas en un descendiente de Fenir, si eso pasara el caos se desataría en él y en los mueve mundos de nuestra mitología, el Ragnarok llegaría. Ubbe si tu hijo se convierte en un licano deberás matarlo tu mismo.
-Mi hijo no será un licano -aseguré con la seguridad que me caracterizaba despertando la ladeada sonrisa de mi dios.
-Egipcia ve con cuidado, en tu panteón hay demasiados dioses que querrían hacerse con tu pequeño vástago.
Advirtió antes de dar por concluida la conversación y de un empujón de mano salió una onda expansiva que nos lanzó hacia el portal siendo engullidos por el mismo para acabar escupidos en un lugar desértico, tierra agrietada y fuego.
Tomé aire por mis labios sintiendo mis pulmones arder mientras centraba mis dos mares en los pardos de la Egipcia que parecía aterrada.
-Esto es Muspelheim. Un mundo de fuego cuyo calor resulta insoportable incluso para los dioses. En Muspelheim hasta el aire arde. Es el hogar de los gigantes de fuego, el más poderoso de los cuales, Surtur, vigila la entrada armado con una espada llameante. No podemos quedarnos quietos, avancemos -pedí levantandola por el brazo.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: De Ni Verdener ~ Privado
Aún no podía creerme del todo lo que estaba pasando en tan poco corto periodo de tiempo desde que habíamos atravesado el primer portal donde ya el vikingo pagó el precio de su colgante del martillo de Thor para poder cruzar el lago y llegar hasta las Nornas. Si eso había sido poco ahora había sido yo quien, gustosa, había decidido entregar parte de mi alma para compartirla con el vikingo para que no se perdiera, para que su cuerpo no fuera dominado en la travesía de los mundos hasta dar con quien tenía su alma, sabía que no le había gustado porque eso era exponerme y arriesgarme pero yo no concebía otra forma de pasar el resto de mis días sin él, ni quería ni podía. Así que ni me lo había pensado cuando les pedí que lo hicieran aun con la negativa del vikingo y su posterior desafío hacia la Norna con el filo de su espada apoyado contra su cuello asegurando que la mataría si no me devolvía el alma. Pero como nada con los nórdicos era bastante y suficiente, en mitad de mis vanos intentos por calmarlos apareció alguien en juego que me dejó con los labios ligeramente entreabiertos al darme cuenta de quién era, de lo que era realmente. Aquel viaje estaba plagado de sorpresas pero aquella había sido la mayor de todas, el mismo Thor en persona había descendido para disuadir los pensamientos del vikingo de matar a la Norna con una simples palabras demostrando el poder que tenía, no únicamente en ese martillo en sus rayos. Desprendía un pequeño halo dorado que era como si lo resaltara quizás siendo la misma esencia del propio dios mientras lo examinaba, sus rasgos eran parecidos a los del vikingo en constitución y complexión, con una piel nívea, un pelo dorado cual rayo de sol y unos ojos azul eléctrico como si mil tormentas se desataran en el interior de sus orbes. Sin embargo yo seguía prefiriendo al vikingo y por la sonrisa ladeada de la deidad y su comentario supe que me había leído la mente, ¿por qué lo hacían todos últimamente? Ya entendía por qué era eso de que no tenían intimidad, era normal cuando me leían constantemente lo que se me pasaba por la mente. Sin embargo dejé atrás mi curiosidad innata propia de mí para atender sus palabras sumando otro factor que sí que no había esperado en absoluto: que parte de mis dioses también quisieran a nuestro hijo. Eso me hizo preguntarme por qué, qué es lo que había tras todo aquel enramado que no sabíamos que hicieran que ambos panteones se juntaran para trazar un plan y entre algunos dioses quisieran ir en contra del vikingo para que no tuviéramos nuestra descendencia. También me pregunté en ese momento por qué él y no yo, sería más fácil si me dejaran estéril o simplemente me mataran... ¿por qué hacer sufrir a alguien cuya toda vida había basado su fe en sus dioses, se había encomendado a ellos y había rendido tributo? Eso era cruel, pero lo mismo que lo pensaba de los dioses del vikingo pensaba también de los míos, ¿por qué unirse ambos, tan diferentes en formas, para un mal común como era arrebatarle su alma para así enviarlo al más allá y no poder tener descendencia? Al parecer había una lucha interna y divisoria entre los panteones, algunos sí querían tomar esa medida mientras que otros no la aceptaban. Él era uno de los que pretendía ayudarnos, incluso decía y aseguraba que si lográbamos recuperar el alma de Ubbe y protegíamos a nuestro hijo de convertirse en lobo nos ayudaría él, su hermano y algunos dioses míos para garantizar la seguridad de los tres.
Aún seguía pensando en cómo podía ser todo aquello y a qué se debía realmente porque no lo entendía, ¿qué mal podría hacer un niño que ni siquiera había nacido? Había una división pero al menos sabíamos que había quien quería ayudarnos, que no estábamos solos en esa lucha y eso a mí me daba esperanzas, las propias Nornas nos estaban ayudando, ahora Thor y su hermano Loki también pensaban ayudarnos... eso me hacía preguntarme quién de mis dioses quería ayudarnos, y quién ir en nuestra contra. El mismo dios nos lo había confirmado y eso hizo que me mordiera el labio preocupada, ¿por qué tanta insistencia por ambas partes? Debía de ser algo importante porque de lo contrario estaba demasiado perdida y no entendía nada. Me había perdido en mis propios pensamientos intentando averiguar quiénes podrían ayudarnos, para pedirles ayuda en caso de necesitarlo durante el viaje que obraran a nuestro favor y lanzaran vientos favorables, cuando la voz del vikingo hizo que volviera en sí de nuevo y me centrara en él. Había descendido su rostro hasta dejarlo en mi cuello, podía sentir su respiración cálida erizar cada poro y vello de mi piel, sabiendo que realmente lo lamentaba por mí, por hacerme pasar por todo eso. Lo conocía demasiado bien como para saber que se estaba haciendo indirectamente el culpable de todo, sin embargo yo lo había elegido, había tomado la decisión de permanecer a su lado, de casarme con él, de formar una vida con él... y eso era todo cuanto debía de bastarle. Porque sí, ya conocía cómo era él antes de tomar la decisión que había cambiado mi vida y daba comienzo a otra diferente, un paso más en el escalafón de la vida. Alcé mi mano acariciando su pecho hasta llegar a su nuca donde enredé mis dedos en su pelo en lo que negaba con la cabeza, él no tenía la culpa de nada y no debía de sentirse así. Quizás pudiera pensar que me estaba arriesgando y exponiendo demasiado desde que había irrumpido en mi vida, pero aquello yo sabía que no se podía llamar “vida” y que nuestros destinos habían estado conectados desde el principio de todo, incluso quizás antes de que nos cruzáramos e incluso mucho antes de que él conociera a mí “yo” vampiro. Estábamos predestinados y yo lo pensaba realmente así, desde el principio ya estaba escrito que estaríamos juntos y cada paso que habíamos dado había sido para acercarnos el uno al otro. Seguía pensando en esa leyenda que le había contado sobre el “hilo rojo” de la vida, yo sabía que él era el otro extremo de mi hilo y que simplemente habíamos acortado distancias hasta encontrarnos, mi todo y mi nada al mismo tiempo, mi principio y mi final. Moví mi rostro para dejar un beso en su frente queriendo borrarle ese pensamiento porque no era cierto, las cosas no son así.
-No Ubbe, no tienes que disculparte por nada –aseguré hablando bajo para él, obviando que era posible que incluso así pudieran oírnos- sé que crees que me expones más de lo necesario, que me arrastras a situaciones de peligro... pero no olvides que fui yo la que eligió seguir contigo, la que decidió estar a tu lado, casarse y compartir una vida juntos. Sé que no han sido todo buenos momentos, que ha habido alegrías pero también llanto, dolor, cabreos, momentos muy duros y dolorosos.... sin embargo no cambio ni un solo segundo de los que he vivido a tu lado, ni uno solo –aseguré con una sonrisa- y si volviera a nacer te buscaría para poder encontrarnos de nuevo, porque mi decisión seguiría siendo la misma; tú –aseguré rozando mis labios con los suyos. Todo estaba claro y tras las palabras del dios fruncí el ceño mirándolo, ¿matar a nuestro hijo? No, de ninguna manera dejaría que eso sucediera y mucho menos que tuviéramos que llegar al punto de matarlo nosotros mismos. El vikingo aseguró que no sería un licántropo en lo que apretaba mis dedos entrelazados con los suyos, haríamos lo que fuera necesario para que no acabara convertido en un lobo. Tras las palabras y un chasquido de dedos, girando su muñeca, el dios nos despidió y una onda fue como si nos empujara con fuerza hacia el portal atravesándolo ahora que empezábamos a saber lo que pasaba pero sin llegar a tener toda la información necesaria para unir las piezas. Como al ocurrir la otra vez cruzando el portal, el viaje fue movido donde acabamos en un mundo completamente diferente llenos de llamas, de fuego, de tierra seca y quebrada como si nunca jamás hubiera existido vida alguna en aquel lugar. Costaba respirar en el lugar, era como si tragáramos puro fuego, era como si quemaran los pulmones por el calor sofocante y asfixiante que había en el lugar. Todo fuego, el cielo de color rojizo sin sol alguno pero no era necesario pues el calor era asfixiante. Escuché las palabras del vikingo mientras rodeaba mi cintura con su brazo y me animaba a avanzar por aquel árido y agobiante lugar plagado de fuego, llamaradas que salían del suelo y todo desértico sin nada a la vista, como una llanura sin vida alguna. Abrí mis labios alzando mi mirada cuando habló del gigante, ¿un gigante con una espada de fuego? Mejor era no quedarnos quietos y movernos para no encontrarlo, si era el guardián y nos lo encontrábamos no quería ni pensarlo, ¿qué íbamos a hacer en ese caso? Debía de haber una opción que nos permitiera continuar, sabíamos que el camino no iba a ser fácil pero al menos estábamos juntos y así lo superaríamos. Mientras avanzábamos no había nada indicativo en aquel lugar, rocoso, con montañas puntiagudas que no parecían de fácil acceso, un paisaje bastante desolador pero al menos un camino que seguir que seguramente llevara hasta el siguiente portal, y a su vez, al gigante. Me di cuenta en ese momento en que yo no podía ayudar al vikingo, ¿qué iba a hacer si veíamos al gigante o se presentaba algún enemigo, esconderme para que no me vieran?- Lo siento mucho Ubbe –dije mientras andábamos para intentar hallar la salida, aunque parecía que aquel lugar no tenía fin de lo inmenso y extenso que era... miraras donde miraras daba la sensación que nunca acababa. Sabía que el vikingo me miraba sin saber por qué me disculpaba, sin saber por qué lo decía- siento no poder ayudarte de verdad y ser solo una carga para ti –me había embarcado en aquel viaje pero aparte de conocimientos yo no podía aportarle nada más- lamento no ser como las mujeres norteñas, ser una escudera que sabe pelear y defenderse si algo ocurriera... algunas veces he deseado saber defenderme, manejar algún arma para ayudarte y no exponerte, no dejarte desprotegido para que fueras mi escudo –de verdad que lo lamentaba, y en situaciones como esa, él no sabía cuánto lo hacía- lamento no ser la guerrera que se merece un digno vikingo como tú -alcé mi mirada a la suya porque era cierto, era verdad lo que decía en mis palabras- Te ayudaré en todo lo que pueda, no vas a hacer esto tu solo.
Aún seguía pensando en cómo podía ser todo aquello y a qué se debía realmente porque no lo entendía, ¿qué mal podría hacer un niño que ni siquiera había nacido? Había una división pero al menos sabíamos que había quien quería ayudarnos, que no estábamos solos en esa lucha y eso a mí me daba esperanzas, las propias Nornas nos estaban ayudando, ahora Thor y su hermano Loki también pensaban ayudarnos... eso me hacía preguntarme quién de mis dioses quería ayudarnos, y quién ir en nuestra contra. El mismo dios nos lo había confirmado y eso hizo que me mordiera el labio preocupada, ¿por qué tanta insistencia por ambas partes? Debía de ser algo importante porque de lo contrario estaba demasiado perdida y no entendía nada. Me había perdido en mis propios pensamientos intentando averiguar quiénes podrían ayudarnos, para pedirles ayuda en caso de necesitarlo durante el viaje que obraran a nuestro favor y lanzaran vientos favorables, cuando la voz del vikingo hizo que volviera en sí de nuevo y me centrara en él. Había descendido su rostro hasta dejarlo en mi cuello, podía sentir su respiración cálida erizar cada poro y vello de mi piel, sabiendo que realmente lo lamentaba por mí, por hacerme pasar por todo eso. Lo conocía demasiado bien como para saber que se estaba haciendo indirectamente el culpable de todo, sin embargo yo lo había elegido, había tomado la decisión de permanecer a su lado, de casarme con él, de formar una vida con él... y eso era todo cuanto debía de bastarle. Porque sí, ya conocía cómo era él antes de tomar la decisión que había cambiado mi vida y daba comienzo a otra diferente, un paso más en el escalafón de la vida. Alcé mi mano acariciando su pecho hasta llegar a su nuca donde enredé mis dedos en su pelo en lo que negaba con la cabeza, él no tenía la culpa de nada y no debía de sentirse así. Quizás pudiera pensar que me estaba arriesgando y exponiendo demasiado desde que había irrumpido en mi vida, pero aquello yo sabía que no se podía llamar “vida” y que nuestros destinos habían estado conectados desde el principio de todo, incluso quizás antes de que nos cruzáramos e incluso mucho antes de que él conociera a mí “yo” vampiro. Estábamos predestinados y yo lo pensaba realmente así, desde el principio ya estaba escrito que estaríamos juntos y cada paso que habíamos dado había sido para acercarnos el uno al otro. Seguía pensando en esa leyenda que le había contado sobre el “hilo rojo” de la vida, yo sabía que él era el otro extremo de mi hilo y que simplemente habíamos acortado distancias hasta encontrarnos, mi todo y mi nada al mismo tiempo, mi principio y mi final. Moví mi rostro para dejar un beso en su frente queriendo borrarle ese pensamiento porque no era cierto, las cosas no son así.
-No Ubbe, no tienes que disculparte por nada –aseguré hablando bajo para él, obviando que era posible que incluso así pudieran oírnos- sé que crees que me expones más de lo necesario, que me arrastras a situaciones de peligro... pero no olvides que fui yo la que eligió seguir contigo, la que decidió estar a tu lado, casarse y compartir una vida juntos. Sé que no han sido todo buenos momentos, que ha habido alegrías pero también llanto, dolor, cabreos, momentos muy duros y dolorosos.... sin embargo no cambio ni un solo segundo de los que he vivido a tu lado, ni uno solo –aseguré con una sonrisa- y si volviera a nacer te buscaría para poder encontrarnos de nuevo, porque mi decisión seguiría siendo la misma; tú –aseguré rozando mis labios con los suyos. Todo estaba claro y tras las palabras del dios fruncí el ceño mirándolo, ¿matar a nuestro hijo? No, de ninguna manera dejaría que eso sucediera y mucho menos que tuviéramos que llegar al punto de matarlo nosotros mismos. El vikingo aseguró que no sería un licántropo en lo que apretaba mis dedos entrelazados con los suyos, haríamos lo que fuera necesario para que no acabara convertido en un lobo. Tras las palabras y un chasquido de dedos, girando su muñeca, el dios nos despidió y una onda fue como si nos empujara con fuerza hacia el portal atravesándolo ahora que empezábamos a saber lo que pasaba pero sin llegar a tener toda la información necesaria para unir las piezas. Como al ocurrir la otra vez cruzando el portal, el viaje fue movido donde acabamos en un mundo completamente diferente llenos de llamas, de fuego, de tierra seca y quebrada como si nunca jamás hubiera existido vida alguna en aquel lugar. Costaba respirar en el lugar, era como si tragáramos puro fuego, era como si quemaran los pulmones por el calor sofocante y asfixiante que había en el lugar. Todo fuego, el cielo de color rojizo sin sol alguno pero no era necesario pues el calor era asfixiante. Escuché las palabras del vikingo mientras rodeaba mi cintura con su brazo y me animaba a avanzar por aquel árido y agobiante lugar plagado de fuego, llamaradas que salían del suelo y todo desértico sin nada a la vista, como una llanura sin vida alguna. Abrí mis labios alzando mi mirada cuando habló del gigante, ¿un gigante con una espada de fuego? Mejor era no quedarnos quietos y movernos para no encontrarlo, si era el guardián y nos lo encontrábamos no quería ni pensarlo, ¿qué íbamos a hacer en ese caso? Debía de haber una opción que nos permitiera continuar, sabíamos que el camino no iba a ser fácil pero al menos estábamos juntos y así lo superaríamos. Mientras avanzábamos no había nada indicativo en aquel lugar, rocoso, con montañas puntiagudas que no parecían de fácil acceso, un paisaje bastante desolador pero al menos un camino que seguir que seguramente llevara hasta el siguiente portal, y a su vez, al gigante. Me di cuenta en ese momento en que yo no podía ayudar al vikingo, ¿qué iba a hacer si veíamos al gigante o se presentaba algún enemigo, esconderme para que no me vieran?- Lo siento mucho Ubbe –dije mientras andábamos para intentar hallar la salida, aunque parecía que aquel lugar no tenía fin de lo inmenso y extenso que era... miraras donde miraras daba la sensación que nunca acababa. Sabía que el vikingo me miraba sin saber por qué me disculpaba, sin saber por qué lo decía- siento no poder ayudarte de verdad y ser solo una carga para ti –me había embarcado en aquel viaje pero aparte de conocimientos yo no podía aportarle nada más- lamento no ser como las mujeres norteñas, ser una escudera que sabe pelear y defenderse si algo ocurriera... algunas veces he deseado saber defenderme, manejar algún arma para ayudarte y no exponerte, no dejarte desprotegido para que fueras mi escudo –de verdad que lo lamentaba, y en situaciones como esa, él no sabía cuánto lo hacía- lamento no ser la guerrera que se merece un digno vikingo como tú -alcé mi mirada a la suya porque era cierto, era verdad lo que decía en mis palabras- Te ayudaré en todo lo que pueda, no vas a hacer esto tu solo.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Re: De Ni Verdener ~ Privado
Podía ver como sobre mi esposa caía el peso del desierto, como cada paso implicaba un esfuerzo sobrehumano por mantenerse firme aun cuando las adversidades ya hubieran derrumbado a la mas dura de las escuderas y sin embargo Nai era una mujer valiente, lo había demostrado con creces desde el día que nos conocimos.
La secuestre en su trabajo, cualquier otra hubiera llorado sin parar pero ella a cambio me dio un guantazo y me lanzó todo lo que tuvo a mano, mi egipcia tenia un genio endiablado y por eso sabía que no iba a darse por vencida hasta que juntos volviéramos a Midgard para tener a nuestro hijo, ese que cuidaríamos para que nunca se convirtiera en la bestia que los dioses temían.
Nai se disculpó, un lo siento que no comprendí hasta que siguió hablando realmente angustiada y aunque era capaz de comprender su frustración, se equivocaba en todo.
Me detuve para girarla, enfrente aquello relojes de arena y sentí por un instante que se detuvo el tiempo.
-No necesitas una espada para ser de los dos el mas fuerte, piénsalo, me has arrastrado hasta aquí cuando yo todo lo daba ya por perdido, cuando en Midgard pretendía dejar que los dioses se llevaran mi alma a cambio de disfrutar contigo unos días mas...no meterte en líos, esos que tu has aceptado para venir conmigo.
Eres la mujer mas valiente que conozco, una que quiere amor, aventuras, una que quiere un futuro a mi lado aceptando que sera difícil pero que lo andaremos paso a paso. No te rindas egipcia porque yo no lo haré si tu no sueltas mi mano. Vamos a salir de aquí, lo haremos juntos porque yo llevo el acero pero tu llevas esto -posé mi mano en su corazón -y bombea por los dos -nunca mejor dicho pues ahora mismo parte de su alma era lo único que me sujetaba -te quiero -susurré tirando de su nuca para perderme en su boca despacio, en un beso calmo que supuso un oasis de paz en pleno desierto.
Seguimos andando, eramos conscientes de que si queríamos una vida íbamos a tener que luchar por conseguirla, el fuego podía abrasar nuestros cuerpos pero no así nuestras ganas y no nos amedrantamos, seguimos hasta encontrarnos de frente con aquella mole de la que hablaban las leyendas, con su espada flamígera y aquel aspecto imponente.
Desenvainé la propia, si había que luchar lo haría, no iba a llegar hasta aquí paran o poder seguir avanzando, necesitaba descubrir quien queráis mi alma y recuperarla antes de que el tiempo me acabara matando.
-¡Aparta! -rugí antes de escuchar su risa sonora haciendo eco.
-Envaina mortal, te esperaba -dijo con calma -no puedes ganarme a un duelo, lo sabes, lo se y sobre todo lo sabe ella -dijo señalando a mi mujer -pero no es necesario que eso pase, se donde esta tu alma o donde ha quedado desterrada, te diré donde con una condición, que cuando saques tu alma me devuelvas la de mi hija.
-Habla.
-Hela tiene tu alma y la de mi hija, una semidiosa, hija de una amazonas que hace tiempo Hela se llevó a Hel, quiero que liberes su alma, solo si eso pasa te dejaré continuar el viaje.
La secuestre en su trabajo, cualquier otra hubiera llorado sin parar pero ella a cambio me dio un guantazo y me lanzó todo lo que tuvo a mano, mi egipcia tenia un genio endiablado y por eso sabía que no iba a darse por vencida hasta que juntos volviéramos a Midgard para tener a nuestro hijo, ese que cuidaríamos para que nunca se convirtiera en la bestia que los dioses temían.
Nai se disculpó, un lo siento que no comprendí hasta que siguió hablando realmente angustiada y aunque era capaz de comprender su frustración, se equivocaba en todo.
Me detuve para girarla, enfrente aquello relojes de arena y sentí por un instante que se detuvo el tiempo.
-No necesitas una espada para ser de los dos el mas fuerte, piénsalo, me has arrastrado hasta aquí cuando yo todo lo daba ya por perdido, cuando en Midgard pretendía dejar que los dioses se llevaran mi alma a cambio de disfrutar contigo unos días mas...no meterte en líos, esos que tu has aceptado para venir conmigo.
Eres la mujer mas valiente que conozco, una que quiere amor, aventuras, una que quiere un futuro a mi lado aceptando que sera difícil pero que lo andaremos paso a paso. No te rindas egipcia porque yo no lo haré si tu no sueltas mi mano. Vamos a salir de aquí, lo haremos juntos porque yo llevo el acero pero tu llevas esto -posé mi mano en su corazón -y bombea por los dos -nunca mejor dicho pues ahora mismo parte de su alma era lo único que me sujetaba -te quiero -susurré tirando de su nuca para perderme en su boca despacio, en un beso calmo que supuso un oasis de paz en pleno desierto.
Seguimos andando, eramos conscientes de que si queríamos una vida íbamos a tener que luchar por conseguirla, el fuego podía abrasar nuestros cuerpos pero no así nuestras ganas y no nos amedrantamos, seguimos hasta encontrarnos de frente con aquella mole de la que hablaban las leyendas, con su espada flamígera y aquel aspecto imponente.
Desenvainé la propia, si había que luchar lo haría, no iba a llegar hasta aquí paran o poder seguir avanzando, necesitaba descubrir quien queráis mi alma y recuperarla antes de que el tiempo me acabara matando.
-¡Aparta! -rugí antes de escuchar su risa sonora haciendo eco.
-Envaina mortal, te esperaba -dijo con calma -no puedes ganarme a un duelo, lo sabes, lo se y sobre todo lo sabe ella -dijo señalando a mi mujer -pero no es necesario que eso pase, se donde esta tu alma o donde ha quedado desterrada, te diré donde con una condición, que cuando saques tu alma me devuelvas la de mi hija.
-Habla.
-Hela tiene tu alma y la de mi hija, una semidiosa, hija de una amazonas que hace tiempo Hela se llevó a Hel, quiero que liberes su alma, solo si eso pasa te dejaré continuar el viaje.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Re: De Ni Verdener ~ Privado
Sabíamos que el camino no sería fácil y que apenas acabábamos de empezar a andarlo, que aquello solo era el principio de una travesía que no solo nos haría cruzar los nueve mundos sino que también encontrar su alma y enfrentar todos los peligros que se nos cruzaran así como el que los dioses que no querían que nuestro hijo fuera engendrado nos devolvieran su alma, ¿cómo íbamos a hacer para que eso pasara? Por suerte contábamos con la ayuda de Thor que en cierto sentido hasta animaba porque no estábamos solos en el camino. No eran solo sus dioses los que se oponían y estaban enfrentados unos con otros, sino también los míos y eso me hizo preguntarme quiénes se opondrían al nacimiento de nuestro hijo y por qué lo veían como un peligro cuando ni siquiera había nacido. No iba a ser fácil el camino, ambos los supimos en el instante en que la Dísir apareció para darnos la noticia y avisarnos de lo que estaba pasando porque de no ser por ella yo jamás hubiera sabido lo que le estaba ocurriendo al vikingo, él en su afán de protegerme no me lo diría por no preocuparme y porque sabía que haría lo que fuera para que se quedara conmigo para siempre. Él era mío, así lo había proclamado frente a sus dioses y así seguiría siendo porque él me pertenecía en cuerpo y alma y jamás dejaría que nadie me lo arrebatara. Ahora que sabíamos bien a lo que nos enfrentábamos y el peligro que corríamos, sabiendo que ambos panteones se habían unido, Thor con un simple giro de su muñeca abrió un portal que nos transportó al primero de los mundos que debíamos de pasar para dar con quien tenía su alma y poder recuperarla. El viaje fue como un torbellino que duró un par de segundos hasta que de nuevo caímos sobre una tierra que ardía, siendo el mundo de los gigantes el primero de los mundos que debíamos de cruzar para hallar la verdad. Sabíamos que el camino no iba a ser fácil pero, ¿acaso lo que de verdad importaba y merecía la pena lo era? Sabíamos que no, que el camino sería peligroso pero nada nos haría cambiar de parecer o dar media vuelta hasta que no obtuviéramos el alma del vikingo y pudiéramos volver para seguir con nuestra vida juntos, apenas hacía un mes que nos habíamos casado en París y hacía una semana que lo habíamos hecho allí en su hogar con sus tradiciones y quería disfrutar de nuestra vida de casados, formar nuestra familia sabiendo que Freya si quería que tuviéramos a nuestro hijo solo que todavía no era el momento, solo hasta que solucionáramos esto. El mundo de los gigantes era uno diferente al que me había imaginado, había leído sobre los nueve mundos que se entrelazaban en el Yggdrasil, sin embargo jamás pensé que fuera un lugar árido y lleno de fuego donde el aire parecía quemarte por dentro cada vez que respirabas, y sobre todo, no esperé que para pasar debiéramos de enfrentar a un gigante armado como una espada flamígera que nos impediría el paso. Aquello era muy diferente de la vez que nos embarcamos en Egipto para recuperar el cofre que él necesitaba, aquello distaba mucho de ser algo parecido en donde los dos formábamos un tándem perfecto, donde yo aportaba los conocimientos para seguir avanzando y él con su fuerza, sus habilidades y su destreza podía superar las pruebas que nos encontramos para continuar.
Y de verdad que mis palabras fueron sinceras porque era exactamente eso lo que pensaba, sentía que no podía serle de mucha ayuda y que quizás hubiera preferido una escudera que lo ayudara en las batallas porque yo no podía hacer nada, es más, siempre estaría protegiéndome y eso lo dejaría al descubierto para que pudieran atacarlo. Odiaba sentirme débil, al menos en ese sentido porque me consideraba una mujer fuerte, pero sí débil para no poder empuñar un arma y protegerlo como él hacía conmigo. Seguí andando hasta que su mano tomó mi muñeca parando mi avance, me giró para que quedara frente a él y mis desiertos quedaron perdidos en el mar que eran los suyos, tan claros, preciosos que me decían tanto y que transmitían mucho sin apenas decir nada, unos en los que me gustaba reflejarme todos los días de mi vida. Fue entonces cuando sus palabras sonaron haciéndome ver que en parte estaba equivocada, él no pensaba que era el más fuerte por empuñar la espada, sino que me consideraba a mí por lograr que siguiera luchando, convencerlo de ir por su alma y seguir con nuestra vida juntos. Mordí mis labios escuchando sus palabras sinceras como si al decirlas quitara un peso sobre mis hombros, como si me diera esos ánimos que habían decaído un poco al ver que yo no podía hacer mucho por ayudarle frente a los peligros... sin embargo él, con sus palabras, me sacó una sonrisa mientras mordía mi labio y sin poder evitarlo mis ojos se cristalizaban, había tenido demasiada presión y aquello francamente me superaba; sobre todo el saber que nuestros dioses eran los que querían arrebatarle su alma para que no pudiéramos tener hijos... no lo había asimilado del todo y me había pesado. Pero él sabía decir las palabras justas y necesarias para animarme, para levantarme y hacerme ver que él no me veía como un “estorbo” por no saber luchar, que en esos momentos no prefería una escudera a su lado aunque yo no supiera defenderme o empuñar un arma... me gustaba la forma en la que sus ojos me veían. Mi mano tomó la suya entrelazando nuestros dedos y dejé que una lágrima escapara de mi ojo ante tanta presión, al saber en verdad lo que estaba pasando porque no lograba entenderlo. Pero ahí estaba él para hacerme sentir mejor, para subir mi ánimo y alentarme a seguir aun cuando yo no iba a desistir porque no estaba en mí, al menos me sentía mejor al saber que me consideraba fuerte de una manera diferente a lo fuerte que era él. Cada vez me daba más cuenta de que estar con él era la mejor decisión que había podido tomar en mi vida, porque él me veía como nadie más lo hacía ni lo había hecho nunca, me veía a mí por dentro y eso era lo que me gustaba de él, que veía allí donde nadie había sido capaz de mirar. Subí mi mano dejándola sobre la suya cuando la puso en mi corazón asegurándome que saldríamos de allí, que no soltara su mano porque él no iba a rendirse y yo negué con la cabeza porque no iba a rendirme, aun cuando sintiera que no podía ayudarle porque no concebía la idea de no volver juntos. Sonreí por sus palabras, ¿cómo no iba a amar a ese hombre cuando veía cosas que nadie había visto en mí? Él me miraba de verdad, lograba ver lo que era y eso me gustaba, me creía fuerte y me pedía no rendirme porque él no lo haría. Todo lo que yo era él lo veía y eso me encantaba, me conocía demasiado bien y sabía qué decir para llegarme al alma, esa que ahora compartíamos porque todo lo mío era suyo; cuerpo, corazón, alma... mi vida era suya y le pertenecía, ¿cómo no darle parte de mi alma cuando había sido el único que había logrado verme de verdad?
-Todo lo que tenga que ver contigo lo quiero Ubbe, tu amor, tus aventuras, andar el camino juntos aun sabiendo que no será fácil pero ¿acaso lo que importa y merece la pena lo es? No voy a rendirme, es solo... –hice una pequeña pausa- esto no es como cuando fuimos a la pirámide en busca de la reliquia, aquí no puedo ayudarte de igual forma y... no sé, todo esto me viene grande y ha podido conmigo –confesé bajando un segundo la mirada para volver a alzarla- tú me haces ser así, daría todo lo que tuviera en mis manos para poder perderme cada día en tus mares, en tus besos que me roban el sentido... mi corazón siempre latirá por ti porque es tuyo, siempre que lo necesites Ubbe recuerda que late solo por ti, porque sin ti nada tiene sentido –aseguré antes de que su mano subiera hasta mi nuca y me acercara a él para besarnos de una forma lenta, sentida pero necesitada como si ambos necesitáramos esa calma para poder seguir adelante, un beso que me dio todo lo que necesitaba en donde mis brazos lo rodearon y lo pegaron a mi cuerpo. Él me conocía y sabía lo que necesitaba, igual que él decía que sabía calmarlo él también era mi bálsamo en los peores momentos. Al separarnos lo miré y sonreí para esconder mi rostro en su cuello y terminar por abrazarlo fuerte, sentida, necesitada para notarlo pegado a mí- gracias, necesitaba esto –dije contra su cuello antes de elevar mi rostro para mirarle- te quiero Ubbe, no lo olvides –dejé un beso corto en sus labios y de la mano volvimos a emprender camino porque si algo quedaba claro es que juntos podíamos con todo, éramos un tándem perfecto que nos complementábamos y nos apoyábamos mutuamente. Él no era de expresarse, siempre había sido parco en palabras, sin embargo cuando más lo necesitaba ahí estaba para animarme, sacarme una sonrisa y renovar mis fuerzas. El camino que nos tocó seguir no fue fácil pues las condiciones no eran las mejores, aquel mundo de los gigantes era como un pequeño caldero donde parecía que el calor se iba incrementando paulatinamente, el aire parecía que era cada vez más cálido y hacía que respirar costara, si a eso se le sumaba las llamaradas de fuego que salían del suelo todo se veía demasiado complicado, costaba pero eso no nos hizo que nos rindiéramos en ningún momento ni que abandonáramos porque no estaba en nosotros, de la mano cruzamos aquel páramo de fuego abrasador hasta que mis temores se confirmaron cuando para salir de allí en lo que parecía el final de aquel mundo nos encontramos con el gigante. Quise parar al vikingo para que no hiciera nada pero antes de que mis manos tomaran las suyas ya me había puesto tras su espalda y había desenvainado la espada, frente a aquel gigante que nos miraba a ambos con su espada flamígera clavada en aquella tierra desértica. Para mí alivio el gigante no quería luchar con él y eso me hizo aferrar el brazo del vikingo para que envainara la espada, no pedía una lucha con él, sino que para dejarnos pasar nos pedía algo a cambio porque sabía quién tenía su alma y dónde se encontraba. Ubbe ni siquiera se lo pensó cando el gigante le ofreció la información a cambio de un favor, y cuando nos la dijo mordí mi labio mirando al vikingo sabiendo que iba a aceptar aunque nos costara llevarnos esa alma y rescatarla de Hela, ya iba a ser un tanto complicado rescatar la suya pero, ¿acaso teníamos más opción? No, y eso los tres lo sabíamos y era por eso mismo que el gigante nos dejaría pasar- ¿es todo cuanto pides por dejarnos pasar? –Pregunté en lo que el gigante centró su vista en mí y asintió con la cabeza- ¿cómo sabremos cuál es tú hija, cómo saber que es el alma correcta la que debemos rescatar? –Pregunté porque de no ser la que él decía podríamos tener problemas, no nos quedaba otra que aceptar porque no podíamos quedarnos en aquel lugar, el tiempo corría contra nosotros. El gigante nos aseguró que la reconoceríamos cuando nos dio lo que parecía un trozo de un talismán que parecía estar roto, decía que se iluminaría con su presencia cuando estuviéramos cerca de ella. Miré el trozo durante unos segundos y después levanté mi rostro hacia el gigante de nuevo- ¿seguro que es todo lo que pides? ¿Por qué nos encomiendas esta misión a nosotros?
-Porque yo no puedo salir de este mundo, soy el custodio y solo yo puedo detener a todo aquel que quiera cruzarlo. Vosotros tenéis que ir a buscar su alma y mi única opción recae en que podáis hacerlo, si puedes sacar tu alma puedes sacar también la de mi hija –aseguró mirándonos a ambos- sois mi única opción para salvarla, yo estoy atrapado y condenado aquí defendiendo la entrada pero vosotros podéis moveros por los mundos. Llevar cuidado y no confiad en todo aquel que os ofrezca su ayuda, los elfos sobre todo son sibilinos y ladinos –aseguró mientras se apartaba y hacía unos gestos con su mano de donde apareció otro portal frente a nosotros como si fuera una “pared” y aquel reino se terminara- no le contéis a nadie el trato que hemos hecho, el tiempo corre como las arenas en un reloj y debéis de daros prisa o quizá puede que sea demasiado tarde para recuperar tu alma. Confío en que podáis lograrlo, suerte humanos –dijo mientras nos instaba a cruzar el portal como si no pudiera mantenerlo abierto mucho tiempo, el vikingo le aseguró que traería de vuelta el alma de su hija porque cuando él hacía una promesa, o juraba algo, siempre lo cumplía y así cruzamos el portal tomados de la mano hacia un nuevo mundo diferente. Este era completamente opuesto del que veníamos, si el otro era desértico y sin vida siendo un tanto oscuro, este estaba lleno de luz, de vegetación y de vida. El sol brillaba en lo alto y todo un mundo nuevo lleno de vegetación se abría ante nuestros ojos, sobre una colina podíamos ver parte del paisaje donde a lo lejos parecía que había un enorme árbol que era el más grande de todos, donde parecía que provenía alguna luz del mismo.
-¿Dónde crees que estamos? –Pregunté al vikingo ya que él entendía más que yo, aunque por la descripción pensaba que estábamos en Alfheim, hogar de los elfos.
Y de verdad que mis palabras fueron sinceras porque era exactamente eso lo que pensaba, sentía que no podía serle de mucha ayuda y que quizás hubiera preferido una escudera que lo ayudara en las batallas porque yo no podía hacer nada, es más, siempre estaría protegiéndome y eso lo dejaría al descubierto para que pudieran atacarlo. Odiaba sentirme débil, al menos en ese sentido porque me consideraba una mujer fuerte, pero sí débil para no poder empuñar un arma y protegerlo como él hacía conmigo. Seguí andando hasta que su mano tomó mi muñeca parando mi avance, me giró para que quedara frente a él y mis desiertos quedaron perdidos en el mar que eran los suyos, tan claros, preciosos que me decían tanto y que transmitían mucho sin apenas decir nada, unos en los que me gustaba reflejarme todos los días de mi vida. Fue entonces cuando sus palabras sonaron haciéndome ver que en parte estaba equivocada, él no pensaba que era el más fuerte por empuñar la espada, sino que me consideraba a mí por lograr que siguiera luchando, convencerlo de ir por su alma y seguir con nuestra vida juntos. Mordí mis labios escuchando sus palabras sinceras como si al decirlas quitara un peso sobre mis hombros, como si me diera esos ánimos que habían decaído un poco al ver que yo no podía hacer mucho por ayudarle frente a los peligros... sin embargo él, con sus palabras, me sacó una sonrisa mientras mordía mi labio y sin poder evitarlo mis ojos se cristalizaban, había tenido demasiada presión y aquello francamente me superaba; sobre todo el saber que nuestros dioses eran los que querían arrebatarle su alma para que no pudiéramos tener hijos... no lo había asimilado del todo y me había pesado. Pero él sabía decir las palabras justas y necesarias para animarme, para levantarme y hacerme ver que él no me veía como un “estorbo” por no saber luchar, que en esos momentos no prefería una escudera a su lado aunque yo no supiera defenderme o empuñar un arma... me gustaba la forma en la que sus ojos me veían. Mi mano tomó la suya entrelazando nuestros dedos y dejé que una lágrima escapara de mi ojo ante tanta presión, al saber en verdad lo que estaba pasando porque no lograba entenderlo. Pero ahí estaba él para hacerme sentir mejor, para subir mi ánimo y alentarme a seguir aun cuando yo no iba a desistir porque no estaba en mí, al menos me sentía mejor al saber que me consideraba fuerte de una manera diferente a lo fuerte que era él. Cada vez me daba más cuenta de que estar con él era la mejor decisión que había podido tomar en mi vida, porque él me veía como nadie más lo hacía ni lo había hecho nunca, me veía a mí por dentro y eso era lo que me gustaba de él, que veía allí donde nadie había sido capaz de mirar. Subí mi mano dejándola sobre la suya cuando la puso en mi corazón asegurándome que saldríamos de allí, que no soltara su mano porque él no iba a rendirse y yo negué con la cabeza porque no iba a rendirme, aun cuando sintiera que no podía ayudarle porque no concebía la idea de no volver juntos. Sonreí por sus palabras, ¿cómo no iba a amar a ese hombre cuando veía cosas que nadie había visto en mí? Él me miraba de verdad, lograba ver lo que era y eso me gustaba, me creía fuerte y me pedía no rendirme porque él no lo haría. Todo lo que yo era él lo veía y eso me encantaba, me conocía demasiado bien y sabía qué decir para llegarme al alma, esa que ahora compartíamos porque todo lo mío era suyo; cuerpo, corazón, alma... mi vida era suya y le pertenecía, ¿cómo no darle parte de mi alma cuando había sido el único que había logrado verme de verdad?
-Todo lo que tenga que ver contigo lo quiero Ubbe, tu amor, tus aventuras, andar el camino juntos aun sabiendo que no será fácil pero ¿acaso lo que importa y merece la pena lo es? No voy a rendirme, es solo... –hice una pequeña pausa- esto no es como cuando fuimos a la pirámide en busca de la reliquia, aquí no puedo ayudarte de igual forma y... no sé, todo esto me viene grande y ha podido conmigo –confesé bajando un segundo la mirada para volver a alzarla- tú me haces ser así, daría todo lo que tuviera en mis manos para poder perderme cada día en tus mares, en tus besos que me roban el sentido... mi corazón siempre latirá por ti porque es tuyo, siempre que lo necesites Ubbe recuerda que late solo por ti, porque sin ti nada tiene sentido –aseguré antes de que su mano subiera hasta mi nuca y me acercara a él para besarnos de una forma lenta, sentida pero necesitada como si ambos necesitáramos esa calma para poder seguir adelante, un beso que me dio todo lo que necesitaba en donde mis brazos lo rodearon y lo pegaron a mi cuerpo. Él me conocía y sabía lo que necesitaba, igual que él decía que sabía calmarlo él también era mi bálsamo en los peores momentos. Al separarnos lo miré y sonreí para esconder mi rostro en su cuello y terminar por abrazarlo fuerte, sentida, necesitada para notarlo pegado a mí- gracias, necesitaba esto –dije contra su cuello antes de elevar mi rostro para mirarle- te quiero Ubbe, no lo olvides –dejé un beso corto en sus labios y de la mano volvimos a emprender camino porque si algo quedaba claro es que juntos podíamos con todo, éramos un tándem perfecto que nos complementábamos y nos apoyábamos mutuamente. Él no era de expresarse, siempre había sido parco en palabras, sin embargo cuando más lo necesitaba ahí estaba para animarme, sacarme una sonrisa y renovar mis fuerzas. El camino que nos tocó seguir no fue fácil pues las condiciones no eran las mejores, aquel mundo de los gigantes era como un pequeño caldero donde parecía que el calor se iba incrementando paulatinamente, el aire parecía que era cada vez más cálido y hacía que respirar costara, si a eso se le sumaba las llamaradas de fuego que salían del suelo todo se veía demasiado complicado, costaba pero eso no nos hizo que nos rindiéramos en ningún momento ni que abandonáramos porque no estaba en nosotros, de la mano cruzamos aquel páramo de fuego abrasador hasta que mis temores se confirmaron cuando para salir de allí en lo que parecía el final de aquel mundo nos encontramos con el gigante. Quise parar al vikingo para que no hiciera nada pero antes de que mis manos tomaran las suyas ya me había puesto tras su espalda y había desenvainado la espada, frente a aquel gigante que nos miraba a ambos con su espada flamígera clavada en aquella tierra desértica. Para mí alivio el gigante no quería luchar con él y eso me hizo aferrar el brazo del vikingo para que envainara la espada, no pedía una lucha con él, sino que para dejarnos pasar nos pedía algo a cambio porque sabía quién tenía su alma y dónde se encontraba. Ubbe ni siquiera se lo pensó cando el gigante le ofreció la información a cambio de un favor, y cuando nos la dijo mordí mi labio mirando al vikingo sabiendo que iba a aceptar aunque nos costara llevarnos esa alma y rescatarla de Hela, ya iba a ser un tanto complicado rescatar la suya pero, ¿acaso teníamos más opción? No, y eso los tres lo sabíamos y era por eso mismo que el gigante nos dejaría pasar- ¿es todo cuanto pides por dejarnos pasar? –Pregunté en lo que el gigante centró su vista en mí y asintió con la cabeza- ¿cómo sabremos cuál es tú hija, cómo saber que es el alma correcta la que debemos rescatar? –Pregunté porque de no ser la que él decía podríamos tener problemas, no nos quedaba otra que aceptar porque no podíamos quedarnos en aquel lugar, el tiempo corría contra nosotros. El gigante nos aseguró que la reconoceríamos cuando nos dio lo que parecía un trozo de un talismán que parecía estar roto, decía que se iluminaría con su presencia cuando estuviéramos cerca de ella. Miré el trozo durante unos segundos y después levanté mi rostro hacia el gigante de nuevo- ¿seguro que es todo lo que pides? ¿Por qué nos encomiendas esta misión a nosotros?
-Porque yo no puedo salir de este mundo, soy el custodio y solo yo puedo detener a todo aquel que quiera cruzarlo. Vosotros tenéis que ir a buscar su alma y mi única opción recae en que podáis hacerlo, si puedes sacar tu alma puedes sacar también la de mi hija –aseguró mirándonos a ambos- sois mi única opción para salvarla, yo estoy atrapado y condenado aquí defendiendo la entrada pero vosotros podéis moveros por los mundos. Llevar cuidado y no confiad en todo aquel que os ofrezca su ayuda, los elfos sobre todo son sibilinos y ladinos –aseguró mientras se apartaba y hacía unos gestos con su mano de donde apareció otro portal frente a nosotros como si fuera una “pared” y aquel reino se terminara- no le contéis a nadie el trato que hemos hecho, el tiempo corre como las arenas en un reloj y debéis de daros prisa o quizá puede que sea demasiado tarde para recuperar tu alma. Confío en que podáis lograrlo, suerte humanos –dijo mientras nos instaba a cruzar el portal como si no pudiera mantenerlo abierto mucho tiempo, el vikingo le aseguró que traería de vuelta el alma de su hija porque cuando él hacía una promesa, o juraba algo, siempre lo cumplía y así cruzamos el portal tomados de la mano hacia un nuevo mundo diferente. Este era completamente opuesto del que veníamos, si el otro era desértico y sin vida siendo un tanto oscuro, este estaba lleno de luz, de vegetación y de vida. El sol brillaba en lo alto y todo un mundo nuevo lleno de vegetación se abría ante nuestros ojos, sobre una colina podíamos ver parte del paisaje donde a lo lejos parecía que había un enorme árbol que era el más grande de todos, donde parecía que provenía alguna luz del mismo.
-¿Dónde crees que estamos? –Pregunté al vikingo ya que él entendía más que yo, aunque por la descripción pensaba que estábamos en Alfheim, hogar de los elfos.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: De Ni Verdener ~ Privado
El gigante no tardó en explicarnos sus motivos, no quedaba mas remedio que aceptar, de no hacerlo todo estaría perdido, estaba débil para asumir el combate contra un ser como ese, era una obviedad que aquella petición tenía su truco, uno que iba a no gustarnos en el futuro peor cuando no quedan opciones, lo único que puedes hacer es seguir caminando mirando al frente.
Sentía como el reloj de arena se consumía y si sonreía a mi mujer no era porque no notara mi carnaza abrirse y mi alma extinguirse si no porque sabía que para ella esto era difícil, ella necesitaba esperanza y yo se la daría hasta el fin de mis días.
Nai no merecía esto, no dejaba de pensar que su vida pudo ser muy distinta en París, seguramente se hubiera casado con algún hombre adinerado, que la hubiera tratado como una reina y con quien hubiera podido desempeñar su trabajo como una reina ¿que le daba yo? Solo esto, batallas, peligros, ya había perdido a nuestro hijo por un ataque del maldito Randulf, si nunca me hubiera conocido Nai sería feliz.
Cruzamos aquel portal de la mano, sentía sus dedos acariciar mis nudillos ,mi mano áspera por el manejo de la espada envolvía la suya casi por completo.
En silencio le pedí perdón mil veces, no podía escucharme y sin embargo creo que fue capaz de leerlo en si ojos porque atrapando mi mentón aseguró que me quería mas que a nada en este mundo.
-Lo se -susurré contra su boca devorándola en un beso tórrido, falto de sensatez pero no de esa pasión que nos consumía a los dos.
Miré a mi alrededor en ese instante, ella queráis saber donde estábamos.
-Esto es Alfheim, un vasto reino luminoso flotando en medio del mar, inaccesible a los mortales, pero cuyas puertas se abren al hombre en ocasiones extraordinarias, revelando el saber y la música de una raza antiquísima, los elfos. Este mundo de una belleza que excede las ásperas formas del mundo esta sobre MIdgard, es uno de los nueve mundos que sujetan las ramas del fresno.
El gigante había hecho cruzar a dos monturas con nosotros, aseguró las íbamos a necesitar, Alfheim era basto, lleno de vegetación, recorrerlo no iba a ser tarea fácil.
Cabalgamos durante horas a paso ligero por los frondosos bosques, al anochecer llegábamos a las fronteras del reino de Alchemer según el mapa del gigante. Éste se encontraba cerca del templo, lugar donde según el gigante encontraríamos información sobre como podíamos llegar a Hel, y ocupaba la parte central de bosque. Su reina Isara, reinaba desde hacía cien años, y si he de ser sincero, atravesar su reino me inquietaba profundamente, ella era una elfa que odiaba a los forasteros, eso contaban las leyendas, con unos fuertes ideales antiguos.
La caída del sol, hizo que la dama blanca ocupara su reinado en lo alto del cielo, convirtiendo así la masa de hojarasca del suelo en una alfombra plateada, que reflejaba su fulgor y solemnidad. El profundo silencio llamó mi atención, cerré los ojos, cuando oí con claridad, el conocido ruido de la cuerda de varios arcos tensándose, y el crujir de alguna rama seca sobre nuestras cabezas.
–¡Para! –dije a Naicon rotundidad.
Bajé de un salto de mi caballo, y miré hacia las copas de los arboles.
–¡Soy Ubbe, un humano que trae un trato para vuestra reina, mostraros!
No tardaron en aparecer entre las copas de los arboles, los montaraces que vigilaban la frontera del reino de Alchemer.
Unos cuantos bajaron ante mí, muchos de ellos eran jóvenes, sabia sobradamente que no me podían tomar decisiones, me miraban sin saber muy bien cómo actuar, mientras entre ellos hablaban de si darnso muerte o llevarnos ante su reina.
El capitán de la guardia, un elfo de unos trescientos años, de cabello castaño y marcados rasgos varoniles, se acercó a nosotros.
-¿Que hacen aquí dos humanos? -pregunté escupiendo las palabras con saña.
-Venimos a ofrecer un trato a vuestra reina, uno que de seguro puede interesarle -dije con seguridad.
Por supuesto no tenia ni idea de que iba a ofrecerle pero necesitábamos llegar al templo y no se me ocurría otro modo.
Sentía como el reloj de arena se consumía y si sonreía a mi mujer no era porque no notara mi carnaza abrirse y mi alma extinguirse si no porque sabía que para ella esto era difícil, ella necesitaba esperanza y yo se la daría hasta el fin de mis días.
Nai no merecía esto, no dejaba de pensar que su vida pudo ser muy distinta en París, seguramente se hubiera casado con algún hombre adinerado, que la hubiera tratado como una reina y con quien hubiera podido desempeñar su trabajo como una reina ¿que le daba yo? Solo esto, batallas, peligros, ya había perdido a nuestro hijo por un ataque del maldito Randulf, si nunca me hubiera conocido Nai sería feliz.
Cruzamos aquel portal de la mano, sentía sus dedos acariciar mis nudillos ,mi mano áspera por el manejo de la espada envolvía la suya casi por completo.
En silencio le pedí perdón mil veces, no podía escucharme y sin embargo creo que fue capaz de leerlo en si ojos porque atrapando mi mentón aseguró que me quería mas que a nada en este mundo.
-Lo se -susurré contra su boca devorándola en un beso tórrido, falto de sensatez pero no de esa pasión que nos consumía a los dos.
Miré a mi alrededor en ese instante, ella queráis saber donde estábamos.
-Esto es Alfheim, un vasto reino luminoso flotando en medio del mar, inaccesible a los mortales, pero cuyas puertas se abren al hombre en ocasiones extraordinarias, revelando el saber y la música de una raza antiquísima, los elfos. Este mundo de una belleza que excede las ásperas formas del mundo esta sobre MIdgard, es uno de los nueve mundos que sujetan las ramas del fresno.
El gigante había hecho cruzar a dos monturas con nosotros, aseguró las íbamos a necesitar, Alfheim era basto, lleno de vegetación, recorrerlo no iba a ser tarea fácil.
Cabalgamos durante horas a paso ligero por los frondosos bosques, al anochecer llegábamos a las fronteras del reino de Alchemer según el mapa del gigante. Éste se encontraba cerca del templo, lugar donde según el gigante encontraríamos información sobre como podíamos llegar a Hel, y ocupaba la parte central de bosque. Su reina Isara, reinaba desde hacía cien años, y si he de ser sincero, atravesar su reino me inquietaba profundamente, ella era una elfa que odiaba a los forasteros, eso contaban las leyendas, con unos fuertes ideales antiguos.
La caída del sol, hizo que la dama blanca ocupara su reinado en lo alto del cielo, convirtiendo así la masa de hojarasca del suelo en una alfombra plateada, que reflejaba su fulgor y solemnidad. El profundo silencio llamó mi atención, cerré los ojos, cuando oí con claridad, el conocido ruido de la cuerda de varios arcos tensándose, y el crujir de alguna rama seca sobre nuestras cabezas.
–¡Para! –dije a Naicon rotundidad.
Bajé de un salto de mi caballo, y miré hacia las copas de los arboles.
–¡Soy Ubbe, un humano que trae un trato para vuestra reina, mostraros!
No tardaron en aparecer entre las copas de los arboles, los montaraces que vigilaban la frontera del reino de Alchemer.
Unos cuantos bajaron ante mí, muchos de ellos eran jóvenes, sabia sobradamente que no me podían tomar decisiones, me miraban sin saber muy bien cómo actuar, mientras entre ellos hablaban de si darnso muerte o llevarnos ante su reina.
El capitán de la guardia, un elfo de unos trescientos años, de cabello castaño y marcados rasgos varoniles, se acercó a nosotros.
-¿Que hacen aquí dos humanos? -pregunté escupiendo las palabras con saña.
-Venimos a ofrecer un trato a vuestra reina, uno que de seguro puede interesarle -dije con seguridad.
Por supuesto no tenia ni idea de que iba a ofrecerle pero necesitábamos llegar al templo y no se me ocurría otro modo.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: De Ni Verdener ~ Privado
Jamás, lo vi, mirar al miedo con tanto coraje, jamás
Ganar una partida tan salvaje, y yo
Aún llevo tus consuelos de equipaje
Jamás, lo vi, tener tanta sonrisa escaparate, jamás
Callar tantos tormentos y desastres, y tú
Otra vez cambiando lágrimas por aire
Ganar una partida tan salvaje, y yo
Aún llevo tus consuelos de equipaje
Jamás, lo vi, tener tanta sonrisa escaparate, jamás
Callar tantos tormentos y desastres, y tú
Otra vez cambiando lágrimas por aire
No había mucho más que pudiéramos hacer cuando llegamos ante el gigante, una batalla contra este sabíamos que era una derrota asegurada porque las evidentes ventajas y hándicaps de uno y otro saltaban a la vista; uno era más alto, grande y corpulento... y aunque sabía cómo era Ubbe y cómo se las gastaba en una lucha estaba débil, le había tenido que dar parte de mi alma –algo que hice sin dudarlo y de forma gustosa, algo que si tuviera que hacer mil veces más lo haría sin titubear- para que pudiéramos continuar con el viaje para recuperar su alma de no solo sus dioses, sino también parte de los míos. Sabía que no estaba bien por lo evidente pero también veía que él intentaba ocultármelo para que no me preocupara, lo único que lo mantenía era esa alma que ambos compartíamos y que lo tenía sujeto y pendiente de un hilo, al menos mientras dábamos con su alma y la devolvíamos a su cuerpo. No me decía nada pero yo sabía que no estaba bien, que me sonreía para tranquilizarme y calmarme pero se le había olvidado que para mí era como libro abierto en donde podía leer, en sus mares profundos y brillantes, todo lo que le pasaba sin necesidad de que él me dijera nada. Con el tiempo había aprendido a hacerlo, él era un hombre algo parco en palabras ya que no se le daba demasiado bien expresar lo que sentía o le ocurría, cuando lo hacía ponía todo su empeño y se lo agradecía porque sus muestras de afecto y sus palabras para mí eran como pequeños regalos caídos del cielo que calentaban mi alma y mi corazón, pero como sabía que le costaba precisamente por eso había aprendido a leer lo que él no podía o no sabía decirme, lo que escondía en parte. Por eso sabía que tras su sonrisa había dolor pero no lo mostraba porque yo no me sintiera mal, porque él no quería que sufriera por él aun cuando ya lo hacía porque yo también me sentía en esa cuerda floja aunque mi alma no estuviera perdiéndose ni abandonando mi cuerpo, pero como le pasara algo jamás me repondría, no sin él a mi lado. Si había superado todo, y especialmente la pérdida de nuestro hijo, había sido porque él estaba a mi lado y me apoyó cuando yo más lo necesitaba, me acogió entre sus brazos y sanó mi dolor como solo él podría hacerlo. Luchar contra el gigante no era una opción viable, no porque no confiara en él, sino porque no estaba al cien por cien de sus capacidades y eso era un enorme hándicap. Sin embargo que nos ofreciera esa opción tampoco es que me calmara demasiado porque había algo que seguramente no nos estuviera diciendo, pero ¿qué más podíamos hacer? Debíamos de cruzar para continuar el camino ahora que sabíamos dónde y quién tenía su alma, algo que me preocupaba enormemente, por lo que no nos quedaba más remedio que aceptar su oferta porque no podíamos hacer otra cosa más que eso. Lancé un suspiro aceptando aquel trato, sabiendo que no había más opción que esa, para ver cómo nos abría el portal para cruzar al siguiente mundo donde nuestro viaje continuaría y donde sabía que no tendríamos tanta suerte como este momento. Nos deseó suerte, al mismo tiempo que dijo que esperara que tuviéramos tiempo y eso me hizo mirar al vikingo de manera fija por unos segundos, ¿tan a contra reloj íbamos? No entendía a los dioses, no entendía por qué arrebatarle su alma para que no tuviéramos un hijo, ¿no era más fácil hacer que yo fuera estéril? Pero no, los dioses siempre tendían a hacer la manera más retorcida y cruel de todas y eso es lo que estaban intentando, me consolaba saber que al menos no todo estaba perdido y había quienes nos ayudaban en esta lucha ya que no estábamos solos.
Jamás, lo vi, hacer tantos desplantes a la muerte, jamás
Te oí contar atrás de un solo paso y a mí
Me duele el no saber cómo imitarte
Jamás te oí tan solo una palabra del presente, jamás
Te oí hablar de tanta mala suerte, y yo
Bendigo haber podido conocerte
Te oí contar atrás de un solo paso y a mí
Me duele el no saber cómo imitarte
Jamás te oí tan solo una palabra del presente, jamás
Te oí hablar de tanta mala suerte, y yo
Bendigo haber podido conocerte
Nada más cruzar el portal tomados de la mano acariciando sus nudillos con mis dedos en lo que su mano abarcaba casi toda la mía, un claro ejemplo de lo grande que era y todo el cuerpo que me sacaba donde me hacía sentirme pequeña cuando me rodeaba entre sus brazos, pero para mí no había mejor lugar en el mundo que ese. El paisaje cambió drásticamente en comparación de un mundo a otro, donde en uno no había vida alguna siendo todo seco, desértico y las llamas y el fuego predominaban sin nada más en el lugar allí todo era luz, paisajes preciosos y naturales que me recordaban mucho al norte y lo que había visto, frondosos bosques que se extendían a nuestra vista sobre la colina, grandes montañas, un pequeño lago que se podía vislumbrar a lo lejos de aguas claras y brillantes por los rayos del sol... todo precioso, aire puro y limpio que te daba una sensación de libertad que no se obtenía de normalidad. Había leído sobre los mundos y cómo eran, aunque sin duda alguna el vikingo sabría mucho mejor que yo dónde nos encontrábamos. Sin soltar su mano alcé mi mirada a la suya para preguntarle y fue justo, cuando sus mares se anclaron a mis desiertos, que vi algo en el fondo que me hizo contemplarlo de manera fija y dar un paso hacia él. Ladeé ligeramente la cabeza y por un instante deseé el poder que tenía mi padre para leer el pensamiento, aunque intuía por dónde iban y mordí mi labio porque para nada yo pensaba en algo parecido a eso. Sin soltar su mano con la que me quedaba libre la alcé para llevarla a su rostro, mis dedos se pasearon por su barba con la que algunas veces al besarme me hacía cosquillas, subí por su mandíbula hasta llegar a su frente donde aparté un par de mechones para contemplar bien esos orbes preciosos como dos mares, y bajé a su mentón para que mantuviera fija su mirada en la mía, seguramente ni se diera cuenta de lo que podía transmitirme con una mirada, alcé mi rostro para dejarlo a la altura del suyo ya que él era algo más alto que yo y rocé mi nariz con la suya en una caricia para que dejara de pensar eso de una vez.
Se pueden
Llenar los siete mares de valientes y nunca llegaría a parecerse
Ni a un cuarto del valor que tú sostienes
Sí mi amor, se puede
Tener el sacrificio del más fuerte y nunca llegaría a parecerse
Ni a un cuarto del poder que está en tu mente
Corazón, por siempre, serás
Mi héroe
Llenar los siete mares de valientes y nunca llegaría a parecerse
Ni a un cuarto del valor que tú sostienes
Sí mi amor, se puede
Tener el sacrificio del más fuerte y nunca llegaría a parecerse
Ni a un cuarto del poder que está en tu mente
Corazón, por siempre, serás
Mi héroe
-Sabes que eres lo que más quiero en este mundo, ¿verdad? Que te has convertido en todo mi mundo entero y que sin ti ya nada tiene sentido –comenté acariciando sus labios con mi cálido aliento- para mí te has convertido en mi héroe, soy algo así como tu “damisela en apuros” y tú eres el héroe que siempre viene a rescatarme no importando lo que pase, lo peligroso que sea o que lleve a riesgo de muerte. Me rescataste cuando más perdida estaba en la vida y desde entonces no ha pasado un día en que no te vea de esa manera, quizás por la espada que llevas y por tu pinta de guerrero, pero para mí lo eres –sonreí rozando mis labios con los suyos- no llevas una brillante armadura pero tampoco la necesitas, sé bien lo que eres y de lo que eres capaz, y no hay un día en que de alguna forma no me rescates... no necesariamente con la espada, con una mirada, una sonrisa o un beso es más que suficiente para salvarme. Te quiero y vamos a superar esto juntos, confía en mí como yo confío en ti –no era a la única a la que le pesaba todo, él jamás quiso ponerme en peligro y de alguna forma sabía que aunque no temía a la muerte sí la temía cuando era a mí a quien me miraba de frente. Sus labios tomaron mis labios en un beso que me robó el aliento, tan típico suyo que tanto me encantaba, y seguimos camino para asentir a sus palabras en donde estábamos; el mundo de los Elfos. No sabía mucho de estos seres, salvo lo que había leído, en la cultura egipcia no se describía nada parecido por lo que todo cuanto él supiera era más que bien recibido. Tras cruzar aparecieron dos monturas que seguramente el gigante nos había enviado y tras montar emprendimos camino por aquel lugar que, andando, hubiera costado mucho más porque yo no estaba acostumbrada. Pasamos horas cabalgando por el bosque hasta que al llegar la noche decidimos descansar, no habíamos encontrado rastro de los Elfos y sabía que algo le inquietaba al vikingo, sin embargo no pregunté al respecto. Estábamos tumbados sobre el suelo con la luna reflejando el lugar ante tanta paz, con su haces de plata en lo que me recosté contra el vikingo recorriendo con mis dedos su pecho cuando de la nada se levantó de golpe y empezó a hablar con alguien a quien yo no podía ver. Unos minutos bastaron para darme cuenta de lo que pasaba; nos estaban apuntando con flechas cuando los elfos aparecieron. No supe qué los llevó a no matarnos y a escuchar al vikingo pero di gracias, tras él dejé que hablara él con el que parecía el líder de ese grupo mientras me fijaba en su aspecto: bello, hermoso, etéreo como si no fuera de este “mundo” y sobre todo destacando las orejas puntiagudas. Fruncí ligeramente el ceño cuando mi marido dijo que tenía un trato que ofrecerle a la reina a cambio de no matarnos- Ubbe –lo llamé bajito para que me escuchara solo él en lo que el líder parecía meditarlo, no se fiaba demasiado pero cuando el vikingo exigió que solo diría el trato a la reina este hizo un gesto para que bajaran las armas. Nos escoltarían ante la reina y ella decidiría si el trato le era digno para dejarnos vivir o no. escoltados nos llevaron por un sendero a caballo diferente del bosque, como si fuera una entrada oculta a nuestros ojos, donde tras unos minutos de una oscuridad donde no se distinguía nada pronto una luz plateada comenzó a vislumbrarse entre la oscuridad, cada vez más fuerte. Llegamos a un claro donde a lo lejos pudimos ver una ciudad que resplandecía con la luz plateada, como si fuera etérea, como si flotara en mitad de la nada llena de farolas que iluminaban el lugar, con muchas casas hasta donde al final se alzaba un palacio que sería donde estaría la reina. Tras el camino principal donde los elfos nos miraban curiosos llegamos al palacio, desmontamos y finalmente entramos viendo aquel palacio que era diferente a todo lo que yo al menos había visto; hermoso, brillante, como si desprendiera vida. En el lugar una sala con un trono al fondo que parecía estar hecho de cristal, o algo parecido al hielo por el color, donde se sentaba la reina que nos miró con profundidad frunciendo el ceño sujetando una vara. Frente a ella exigió saber por qué estábamos allí y no estábamos muertos a lo que el guardia respondió que teníamos una oferta que hacerle, cuando nos dijo que se la dijéramos... no supimos qué decirle, ¿qué podríamos tener que le interesara a un elfo? Comenzaba a sospechar y lo vi en su rostro, sabía que no teníamos nada y no supe por qué, pero mis labios se movieron antes de que pudiera controlarlo- en realidad no tenemos nada que ofrecerle, esperamos que nos perdone por la mentira pero no sabíamos qué hacer –no parecía demasiado complacida con haberla mentido, aunque no dejé que hablara- estamos aquí porque necesitamos cruzar al siguiente mundo, tan solo queremos pasar y continuar nuestro viaje.
-¿Por qué querríais continuar? Es más, ¿por qué debería yo ahora de creeros? Ya habéis mentido una vez –su voz sonó con fuerza en el lugar.
-Tenéis razón, hemos mentido para salvar nuestras vidas pero ahora os decimos la verdad, los dioses nos han encomendado que hagamos este viaje y es su voluntad que cumplamos con lo que nos han pedido –quizás, si iba por ese lado, consiguiéramos algo- no es nuestra intención ir en vuestra contra, tan solo estamos de paso... por favor, no tenemos demasiado tiempo –comenté y mordí mi labio, la reina miró al vikingo y ladeó su rostro con esos ojos de hielo que poseía.
-Sí, veo que el tiempo corre en vuestra contra. Sin embargo habéis mentido y, aunque decíais que teníais una oferta, o un trato, no veo que eso sea cierto y algo que pueda interesarme. Para mí solo sois dos intrusos en mis tierras y eso se castiga con la muerte –aseguró dando un golpe con la vara en el suelo.
-Mi reina, quizás sea la oportunidad que andaba buscando –la voz de otro elfo sonó un tanto bajo, un elfo que permanecía a su lado- son humanos, ellos podrán pasar ¿lo recordáis? –La reina nos miró por un momento y luego lo miró a él.
-¿Quieres que deje que estos humanos sean los que lo intenten?
-Piénselo, nosotros no podemos hacerlo, nuestra gente no puede... ellos no tienen sangre élfica –no entendía nada.
-De acuerdo, iba a ordenar matarlos igualmente... -se giró para mirarnos con una sonrisa ladeada- está bien humanos, os voy a dar una oportunidad para seguir vuestro viaje y cruzar al siguiente mundo. En este palacio, en el jardín, hay un árbol milenario y mágico en cuyo interior se guarda algo que yo deseo. Los elfos no podemos entrar a por dicho objeto, pero nada impide que lo hagáis vosotros. He aquí mi trato: traedme el objeto y os dejaré continuar con vuestro camino, os lo juro por mi vida –hizo una pequeña herida en su pecho de donde manó un par de gotas de sangre- Tan sólo debéis entrar y pasar una prueba para conseguir el objeto, ¿verdad que no es tan complicado?
-¿Una prueba... qué clase de prueba? –Ella sonrió acomodándose en el trono.
-¿Quién sabe? Cuando crucéis la puerta no puedo garantizar lo que pasará entonces, pero sí que os enfrentaréis a vuestros peores miedos, a vuestros deseos, los anhelos, los secretos más oscuros... una prueba contra vosotros mismos, algo que un elfo no puede hacer porque la entrada no está permitida para nosotros. He aquí vuestra oportunidad mortales, traedme el objeto y os llevaré a la entrada del siguiente mundo.
- Mi héroe:
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: De Ni Verdener ~ Privado
La reina era soberbia, como todos los elfos miraban por encima a todos aquellos que su sangre distaba mucho de ser pura, mas eso no me hizo rendirme, iba a hablar, confesar la falacia que había utilizado para llegar a ella, a fin de cuentas tuve que pensar rápido con un millón de arcos apuntando a nuestras cabezas, mas si bien era cierto no tenía pago alguno para darle, si estaba dispuesto a solucionar alguna redecilla en su nombre, si algo había aprendido en este viaje es que lso dioses y estos seres no eran distintos a nosotros, todos tenían mierdas en sus alforjas y dudaba que esa preciosa mujer fuera distinta.
Nai fue quien tomó la palabra, lo agradecí ,porque de ser yo el que tratara con la elegante mujer le hubiera dicho lo que pensaba, que se le veía muy limpiar pero que algo me decía que tenía demasiado que barrer bajo sus alfombras.
Acaricié los nudillos de mi esposa, su piel era suave, decía que yo era su héroe, pero a veces sentía que le había jodido la vida, ella tenía un futuro, había luchado con coraje por salir del burdel de un sino que nunca le perteneció pero que asumió con valor y ahora que era capaz de levantarse, de caminar en linea recta con un trabajo respetable, llegaba un bárbaro que la arrastraba con él al infierno, a Hel.
Alcé de nuevo la mirada cuando escuché a la elfa hablar sobre algo que deberíamos coger, algo me olía mal en todo esto, adentrarnos a través de la corteza de un árbol y enfrentarnos con nuestros propios miedos, con nuestros fantasmas.
Gruñí adelantándome unos pasos mientras dos lanzas apuntaban mi cuello afiladas como el mejor acero valquirio.
-No, ella no va a entrar a ningún sitio, no es una guerrera, no es una norteña, yo te traeré ese objeto, soy experto en enfrentarme a mis peores sueños, mandarnos a ambos será un error, uno que no permitiré que suceda.
La reina ladeó la sonrisa.
-Que bello es el amor, el ímpetu de la jovial humanidad, tan breve vuestra vida y aun así parecéis decididos a perderla con cierta impaciencia.
-Dejate de gilipolleces mujer, no tengo intención de morir, esquivo bien a Hela y estoy aquí ¿no es garantía suficiente que haya llegado tan lejos?
La elfa se echo a reír esta vez mirando a mi mujer.
-Aquí, a mi es a quien has de mirar, soy tu hombre, entraré ahí dentro y te traeré esa mierda que necesitas y luego seguiremos nuestro camino, a mi mujer dejala en paz o juro por los dioses que antes de morir arrastraré conmigo a varios de esos que gozarían de una vida demasiado larga como para querer perderla hoy mismo.
Nai fue quien tomó la palabra, lo agradecí ,porque de ser yo el que tratara con la elegante mujer le hubiera dicho lo que pensaba, que se le veía muy limpiar pero que algo me decía que tenía demasiado que barrer bajo sus alfombras.
Acaricié los nudillos de mi esposa, su piel era suave, decía que yo era su héroe, pero a veces sentía que le había jodido la vida, ella tenía un futuro, había luchado con coraje por salir del burdel de un sino que nunca le perteneció pero que asumió con valor y ahora que era capaz de levantarse, de caminar en linea recta con un trabajo respetable, llegaba un bárbaro que la arrastraba con él al infierno, a Hel.
Alcé de nuevo la mirada cuando escuché a la elfa hablar sobre algo que deberíamos coger, algo me olía mal en todo esto, adentrarnos a través de la corteza de un árbol y enfrentarnos con nuestros propios miedos, con nuestros fantasmas.
Gruñí adelantándome unos pasos mientras dos lanzas apuntaban mi cuello afiladas como el mejor acero valquirio.
-No, ella no va a entrar a ningún sitio, no es una guerrera, no es una norteña, yo te traeré ese objeto, soy experto en enfrentarme a mis peores sueños, mandarnos a ambos será un error, uno que no permitiré que suceda.
La reina ladeó la sonrisa.
-Que bello es el amor, el ímpetu de la jovial humanidad, tan breve vuestra vida y aun así parecéis decididos a perderla con cierta impaciencia.
-Dejate de gilipolleces mujer, no tengo intención de morir, esquivo bien a Hela y estoy aquí ¿no es garantía suficiente que haya llegado tan lejos?
La elfa se echo a reír esta vez mirando a mi mujer.
-Aquí, a mi es a quien has de mirar, soy tu hombre, entraré ahí dentro y te traeré esa mierda que necesitas y luego seguiremos nuestro camino, a mi mujer dejala en paz o juro por los dioses que antes de morir arrastraré conmigo a varios de esos que gozarían de una vida demasiado larga como para querer perderla hoy mismo.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: De Ni Verdener ~ Privado
Sabía que no iba a ser todo tan fácil y que el vikingo lo único que había hecho había sido ganar tiempo, tiempo para poder pensar qué podíamos ofrecerle a la reina para que nos dejara continuar el camino aunque yo no sabía mucho sobre los elfos. Conocía la cultura del vikingo, la había estudiado, había aprendido su idioma... pero no podía decir que era una experta como lo era con la mía porque mis conocimientos no eran tan amplios, ni tan bastos, como los de mi marido. Aunque me gustaba que él me contara las cosas y me diera detalles, información, me contara cosas que no salían en los libros y que solamente se transmitían de generación en generación como se hacía antiguamente, sin embargo con los elfos estaba un poco estancada porque ¿qué se le podía entregar a un elfo para que nos dejara continuar? Y no un elfo cualquiera; si no la reina de ellos. Admitía que me preocupaba que llegado el momento y no poder ofrecer nada decidiera matarnos, aunque en cierto sentido estaba “tranquila” porque el mismo Thor me había confirmado que sí tendríamos descendencia y que lo que vi en aquella visión se cumpliría, si moríamos eso jamás se llegaría a realizar pero igualmente debíamos de andar con pies de plomo. El camino que pasamos sin soltar nuestras manos mientras la guardia de elfos nos escoltaba hasta el palacio de la reina nos dio un tiempo para pensar, pero yo por más que pensaba no lograba encontrar algo que pudiera ayudarnos, no teníamos nada de valor para ofrecerle y aunque sabía que él había querido ganar tiempo ahora íbamos, de nuevo, contra corriente. Pudimos disfrutar de aquel precioso lugar aunque nos estuvieran escoltando como prisioneros, disfrutando del paisaje, del bosque que atravesamos para llegar hasta donde parecía estar el palacio de la reina. Todo en aquel mundo era de una “esencia” similar, todo era demasiado verde y brillante, con colores vivos donde daba una sensación de que todo era etéreo así como la apariencia que tenían los elfos; bellos, altos, como si al tocarlos se fueran a romper, etéreos, casi celestiales... su piel parecía resplandecer bajo el solo como si esta tuviera más brillo que la nuestra diferenciando así una de otra, no solo por las orejas picudas que tenían sino también por la belleza que tenían. El tiempo se nos acababa y mis dedos se deslizaban por los nudillos del vikingo acariciando así su palma, sabía que no estaba tranquilo y que su mente estaba pensando en la forma de poder escapar de allí, sobre todo sin que saliéramos heridos, o que al menos yo no sufriera ningún daño porque él podía aguantarlo pero si me pasaba algo a mí jamás se lo perdonaría. Lo conocía, era capaz de sacarnos de aquella situación pero teníamos muchas cosas en contra, así que cuando llegamos finalmente ante la reina en aquel palacio sentada en su trono, con una capa dorada sujetando en una de sus manos una vara, y en su cabeza una corona también dorada pero de una forma diferente, como si fueran ramas de oro engarzadas en su cabeza, con piedras rojas que brillaban cuando la luz daba a la corona, no era una corona cualquiera sino que parecía estar más acorde a los elfos y a la naturaleza.
Sabía que teníamos que hacer algo ahora que estábamos frente a la reina, hermosa con su pelo dorado cual rayo de sol cayendo por sus hombros, su piel un tanto más pálida y esos ojos azules que parecían dos bloques de hielo, como si fuera capaz de atravesarte con la mirada. Les habíamos mentido a los guardias y no íbamos a entregarles nada, así que lo que hice fue confesar que habíamos mentido y hablé yo antes de que lo hiciera el vikingo, porque lo conocía y él no era de los que se callaban las cosas o pensaba antes de hablar, no medía su tono y estábamos en desventaja por lo que quizás si yo era capaz de hacerle ver que tan sólo estábamos de paso y que era el designio y la voluntad de los dioses el que hiciéramos aquel viaje pudiéramos ganar o al menos que nos concediera el pase. Sentía al vikingo acariciando mi palma como si con eso se intentara calmar, yo apretaba mis dedos y mi agarre para hacerle ver que estaba allí y que confiara en mí porque quizás pudiéramos conseguir alguna opción de pasar y que no nos mataran como al parecer eran las leyes con los intrusos. Ella parecía que tenía la sentencia ya pensada y lista para ser ejecutada, pero otro elfo habló para recordarle algo que ni el vikingo ni yo sabíamos y ella al parecer estaba dispuesta a perdonarnos la vida a cambio de un favor. Mucho me temía que, el favor, no iba a ser nada sencillo y que no desentrañara algún peligro, así que dejé que se explicara primero cuando pareció darnos una oportunidad de pasar una prueba y de hacerlo nos concedería el pase al siguiente mundo. Sin embargo y como ya tenía pensado, el vikingo en cuanto oyó sobre una prueba que debíamos de pasar los dos alzó su cabeza para mirar a la reina y supe, sin que dijera nada, que iba a negarse en rotundo. Y ahí estaba; dio un par de pasos al frente poniéndose en el punto de mira mientras me dejaba atrás en un ademán protector pero sin soltar mi mano, las puntas de las lanzas fueron a su cuello en una advertencia de que no se moviera y no se le ocurriera dar un paso más, pero si algo tenía el vikingo es que las amenazas y los retos no eran con él, porque no se achantaba por nada. Como ya sabía, ahí estaba plantándole cara a todo como un bravo vikingo, sin miedo ante el desafío que le pusieran por delante, aceptando que lo haría él todo dejándome al margen con tal de protegerme, como siempre en ese papel de héroe, el mío propio. Mordí mi labio cuando aseguró que yo no era norteña, que no era una guerrera y que por eso no iba a acompañarlo porque él estaba acostumbrado a enfrentarse a la muerte, siempre lo hacía sin temerla mirándola de frente, porque tenía razón en cuanto a haber llegado hasta allí. Y era cierto, yo no era una norteña, no sabía pelear, no sabía defenderme... pero sin duda arrojo y valor como los que ellas tenían no me faltaba en absoluto.
-Ubbe –lo llamé en un murmullo apretando mi mano que tomaba la suya, di un paso hacia él para que sintiera que estaba tras él y mi otra mano subió a su brazo para acariciarle como si quisiera decirle que se tranquilizara, que estaba allí, y que no iba a pasarme nada. Si había algo que él no soportaba ni aguantaba es que me metiera en situaciones donde mi vida corría peligro, se había negado desde el principio a que lo acompañara y no le había hecho caso, se había negado en rotundo a que le diera parte de mi alma para poder continuar el viaje y yo, a escondidas, les había pedido a las nornas que lo hicieran. Ahora él pedía entrar solo y enfrentarse él a lo que ese árbol le pusiera a prueba, quería ir con él y acompañarlo pero sabía que se negaría y que me recordaría que bastante me había expuesto ya como para exponerme más todavía. Sabía que se sentía culpable por haberme “arrastrado” hasta aquel viaje, y aunque me moría por ir con él y acompañarlo para superarlo juntos, en esa única ocasión decidí que le haría caso, porque si yo iba también él no se concentraría y estaría pendiente todo el rato de mí. La reina lo miró como si corroborara que no tenía demasiado tiempo, sus palabras provocaron que la mirara aunque no dije nada pero se equivocaba, el amor hacía a uno más fuerte de lo que se creía la gran mayoría. Sus ojos se clavaron en los míos mientras se reía y fruncí ligeramente el ceño sin saber qué era lo que le hacía tanta gracia, Ubbe se negó en rotundo a que yo fuera en esa prueba y así es como ambos sellaron el acuerdo donde yo apoyé mi frente en su hombro; de nuevo me quedaba esperar a que él regresara, triunfal.
-Está bien humano, puedo ver perfectamente la confianza ciega que tienes en ti mismo en lo que crees que podrás superar la prueba, veo en ti que no vas a dejar que ella vaya contigo y alguien debe de realizar la prueba para ver si consigue el objeto y así poder continuar vuestro camino. Que así sea, pues –dio un golpe con la vara con fuerza y elevó su mano, chaqueó sus dedos y un elfo ya estaba a su lado esperando las órdenes- preparadlo todo, el humano entrará en el árbol y realizará la prueba –el elfo asintió y desapareció mientras ella nos miraba y sonreía ya que tenía todas a su favor; si no conseguíamos el objeto nos mataría que era lo que ella quería en un principio, si Ubbe conseguía el objeto y pasaba la prueba obtendría lo que ella al parecer deseaba desde hacía tiempo... no se jugaba nada, tampoco lo perdía- Seguidme –dijo levantándose para bajar los tres escalones que había hasta el trono y escoltados por unos guardias sin soltar nuestras manos pasamos varios pasillos, atravesando el palacio hasta llegar a unas puertas dobles que llevaban a un enorme patio donde en el centro estaba aquel árbol. Era bastante grande y a diferencia de uno normal, este tenía sus hojas de un color rojizo a pesar de verde vegetación que había en los bosques que habíamos visto- Aquí, este es el lugar donde deberás entrar y pasar la prueba –había lo que parecía una “puerta” en el árbol rodeada con unas runas, un par de lo que parecían hechiceros mientras los guardias nos daban algo más de espacio esperando a que comenzara el ritual. Unos cánticos y las runas comenzaron a brillar poco a poco entorno a la puerta, mientras yo observaba lo que pasaba el vikingo se acercó a la reina para hablar con ella, no fui capaz de saber lo que le decía porque no lo escuché solo que ella lo miró de manera fija y una sonrisa ladeada se formó en sus labios- la prueba está a punto de comenzar, mortal. Es hora de ir preparándose –había un pequeño trono que trajeron un par de elfos donde ella se sentó como si supiera que aquello iba a tardar y no esperaría de pie. Estaba nerviosa aunque confiaba en el vikingo, pero no terminaba de fiarme de los elfos y tampoco por qué Ubbe había hablado con su reina en voz baja. Mordí mi labio inferior con algo de fuerza hasta que el vikingo se plantó frente a mí para mirarme, alcé mis desiertos dejándolos en sus preciosos mares y negué levemente con la cabeza porque sabía que iba a entrar él solo, sin mí, y que lo único que podía hacer era esperarlo. Sus manos tomaron las mías apretándolas con algo de fuerza, no sé si para pedirme que estuviera tranquila o para él mismo concentrarse en lo que le esperaba.
-No quiero que vayas –dije en un murmullo que solo fue entendible para él al estar tan cerca- odio que tengas que ir tu solo –pero sabía que él no permitiría que fuera sin necesidad de que me lo dijera. Su mano alzó más mi rostro para mirarnos, mi mano ascendió por su pecho hasta su cuello enredando mis dedos en su nuca- confío en ti y sé que vas a volver, lo sé porque te he visto y eres capaz de esto y de más. Así que ve, trae ese maldito objeto y vuelve conmigo –le pedí porque no necesitaba ni quería que me viera mal por ir él solo, si me veía bien él se quedaría más tranquilo- no olvides que no vas solo, y que siempre voy contigo –mi mano fue a su pecho donde no solo tenía mi nombre, sino donde compartíamos corazón y alma- te quiero –dije para buscar sus labios y fundirnos en un beso en lo que el ritual terminaba y la puerta se abría, era la hora de que marchara- demuéstrales de lo que eres capaz –sonreí dejando un último beso para dejar que marchara viendo como se alejaba en dirección a la puerta, quise ir corriendo hasta donde él estaba pero un guardia me tomó del brazo como si supieran que iba a hacer aquello sujetándome, mientras Ubbe atravesó la puerta y al entrar por la misma donde parecía que había una neblina su figura se desvaneció y las runas dejaron de brillar apagándose.
Dentro del árbol una neblina espesa envolvía todo el lugar hasta llegar a una sala enorme con varias figuras, iluminadas por antorchas y donde el techo parecía estar un tanto resquebrajado por donde entraba algo de luz. El lugar estaba vacío hasta que una figura apareció en el centro como si se formara a raíz de una neblina oscura y tomara forma, las pruebas comenzaban para el vikingo donde enfrentaría a sus peores miedos, a aquello que llevaba escondido en su interior y que le pesaba. La figura no era otra que él mismo, con los ojos oscuros por completo y una sonrisa porque era la personificación de todo cuanto él temía; sus pesadillas, sus temores, sus miedos.... y a eso es a lo que se debía de enfrentar.
Sabía que teníamos que hacer algo ahora que estábamos frente a la reina, hermosa con su pelo dorado cual rayo de sol cayendo por sus hombros, su piel un tanto más pálida y esos ojos azules que parecían dos bloques de hielo, como si fuera capaz de atravesarte con la mirada. Les habíamos mentido a los guardias y no íbamos a entregarles nada, así que lo que hice fue confesar que habíamos mentido y hablé yo antes de que lo hiciera el vikingo, porque lo conocía y él no era de los que se callaban las cosas o pensaba antes de hablar, no medía su tono y estábamos en desventaja por lo que quizás si yo era capaz de hacerle ver que tan sólo estábamos de paso y que era el designio y la voluntad de los dioses el que hiciéramos aquel viaje pudiéramos ganar o al menos que nos concediera el pase. Sentía al vikingo acariciando mi palma como si con eso se intentara calmar, yo apretaba mis dedos y mi agarre para hacerle ver que estaba allí y que confiara en mí porque quizás pudiéramos conseguir alguna opción de pasar y que no nos mataran como al parecer eran las leyes con los intrusos. Ella parecía que tenía la sentencia ya pensada y lista para ser ejecutada, pero otro elfo habló para recordarle algo que ni el vikingo ni yo sabíamos y ella al parecer estaba dispuesta a perdonarnos la vida a cambio de un favor. Mucho me temía que, el favor, no iba a ser nada sencillo y que no desentrañara algún peligro, así que dejé que se explicara primero cuando pareció darnos una oportunidad de pasar una prueba y de hacerlo nos concedería el pase al siguiente mundo. Sin embargo y como ya tenía pensado, el vikingo en cuanto oyó sobre una prueba que debíamos de pasar los dos alzó su cabeza para mirar a la reina y supe, sin que dijera nada, que iba a negarse en rotundo. Y ahí estaba; dio un par de pasos al frente poniéndose en el punto de mira mientras me dejaba atrás en un ademán protector pero sin soltar mi mano, las puntas de las lanzas fueron a su cuello en una advertencia de que no se moviera y no se le ocurriera dar un paso más, pero si algo tenía el vikingo es que las amenazas y los retos no eran con él, porque no se achantaba por nada. Como ya sabía, ahí estaba plantándole cara a todo como un bravo vikingo, sin miedo ante el desafío que le pusieran por delante, aceptando que lo haría él todo dejándome al margen con tal de protegerme, como siempre en ese papel de héroe, el mío propio. Mordí mi labio cuando aseguró que yo no era norteña, que no era una guerrera y que por eso no iba a acompañarlo porque él estaba acostumbrado a enfrentarse a la muerte, siempre lo hacía sin temerla mirándola de frente, porque tenía razón en cuanto a haber llegado hasta allí. Y era cierto, yo no era una norteña, no sabía pelear, no sabía defenderme... pero sin duda arrojo y valor como los que ellas tenían no me faltaba en absoluto.
-Ubbe –lo llamé en un murmullo apretando mi mano que tomaba la suya, di un paso hacia él para que sintiera que estaba tras él y mi otra mano subió a su brazo para acariciarle como si quisiera decirle que se tranquilizara, que estaba allí, y que no iba a pasarme nada. Si había algo que él no soportaba ni aguantaba es que me metiera en situaciones donde mi vida corría peligro, se había negado desde el principio a que lo acompañara y no le había hecho caso, se había negado en rotundo a que le diera parte de mi alma para poder continuar el viaje y yo, a escondidas, les había pedido a las nornas que lo hicieran. Ahora él pedía entrar solo y enfrentarse él a lo que ese árbol le pusiera a prueba, quería ir con él y acompañarlo pero sabía que se negaría y que me recordaría que bastante me había expuesto ya como para exponerme más todavía. Sabía que se sentía culpable por haberme “arrastrado” hasta aquel viaje, y aunque me moría por ir con él y acompañarlo para superarlo juntos, en esa única ocasión decidí que le haría caso, porque si yo iba también él no se concentraría y estaría pendiente todo el rato de mí. La reina lo miró como si corroborara que no tenía demasiado tiempo, sus palabras provocaron que la mirara aunque no dije nada pero se equivocaba, el amor hacía a uno más fuerte de lo que se creía la gran mayoría. Sus ojos se clavaron en los míos mientras se reía y fruncí ligeramente el ceño sin saber qué era lo que le hacía tanta gracia, Ubbe se negó en rotundo a que yo fuera en esa prueba y así es como ambos sellaron el acuerdo donde yo apoyé mi frente en su hombro; de nuevo me quedaba esperar a que él regresara, triunfal.
-Está bien humano, puedo ver perfectamente la confianza ciega que tienes en ti mismo en lo que crees que podrás superar la prueba, veo en ti que no vas a dejar que ella vaya contigo y alguien debe de realizar la prueba para ver si consigue el objeto y así poder continuar vuestro camino. Que así sea, pues –dio un golpe con la vara con fuerza y elevó su mano, chaqueó sus dedos y un elfo ya estaba a su lado esperando las órdenes- preparadlo todo, el humano entrará en el árbol y realizará la prueba –el elfo asintió y desapareció mientras ella nos miraba y sonreía ya que tenía todas a su favor; si no conseguíamos el objeto nos mataría que era lo que ella quería en un principio, si Ubbe conseguía el objeto y pasaba la prueba obtendría lo que ella al parecer deseaba desde hacía tiempo... no se jugaba nada, tampoco lo perdía- Seguidme –dijo levantándose para bajar los tres escalones que había hasta el trono y escoltados por unos guardias sin soltar nuestras manos pasamos varios pasillos, atravesando el palacio hasta llegar a unas puertas dobles que llevaban a un enorme patio donde en el centro estaba aquel árbol. Era bastante grande y a diferencia de uno normal, este tenía sus hojas de un color rojizo a pesar de verde vegetación que había en los bosques que habíamos visto- Aquí, este es el lugar donde deberás entrar y pasar la prueba –había lo que parecía una “puerta” en el árbol rodeada con unas runas, un par de lo que parecían hechiceros mientras los guardias nos daban algo más de espacio esperando a que comenzara el ritual. Unos cánticos y las runas comenzaron a brillar poco a poco entorno a la puerta, mientras yo observaba lo que pasaba el vikingo se acercó a la reina para hablar con ella, no fui capaz de saber lo que le decía porque no lo escuché solo que ella lo miró de manera fija y una sonrisa ladeada se formó en sus labios- la prueba está a punto de comenzar, mortal. Es hora de ir preparándose –había un pequeño trono que trajeron un par de elfos donde ella se sentó como si supiera que aquello iba a tardar y no esperaría de pie. Estaba nerviosa aunque confiaba en el vikingo, pero no terminaba de fiarme de los elfos y tampoco por qué Ubbe había hablado con su reina en voz baja. Mordí mi labio inferior con algo de fuerza hasta que el vikingo se plantó frente a mí para mirarme, alcé mis desiertos dejándolos en sus preciosos mares y negué levemente con la cabeza porque sabía que iba a entrar él solo, sin mí, y que lo único que podía hacer era esperarlo. Sus manos tomaron las mías apretándolas con algo de fuerza, no sé si para pedirme que estuviera tranquila o para él mismo concentrarse en lo que le esperaba.
-No quiero que vayas –dije en un murmullo que solo fue entendible para él al estar tan cerca- odio que tengas que ir tu solo –pero sabía que él no permitiría que fuera sin necesidad de que me lo dijera. Su mano alzó más mi rostro para mirarnos, mi mano ascendió por su pecho hasta su cuello enredando mis dedos en su nuca- confío en ti y sé que vas a volver, lo sé porque te he visto y eres capaz de esto y de más. Así que ve, trae ese maldito objeto y vuelve conmigo –le pedí porque no necesitaba ni quería que me viera mal por ir él solo, si me veía bien él se quedaría más tranquilo- no olvides que no vas solo, y que siempre voy contigo –mi mano fue a su pecho donde no solo tenía mi nombre, sino donde compartíamos corazón y alma- te quiero –dije para buscar sus labios y fundirnos en un beso en lo que el ritual terminaba y la puerta se abría, era la hora de que marchara- demuéstrales de lo que eres capaz –sonreí dejando un último beso para dejar que marchara viendo como se alejaba en dirección a la puerta, quise ir corriendo hasta donde él estaba pero un guardia me tomó del brazo como si supieran que iba a hacer aquello sujetándome, mientras Ubbe atravesó la puerta y al entrar por la misma donde parecía que había una neblina su figura se desvaneció y las runas dejaron de brillar apagándose.
Dentro del árbol una neblina espesa envolvía todo el lugar hasta llegar a una sala enorme con varias figuras, iluminadas por antorchas y donde el techo parecía estar un tanto resquebrajado por donde entraba algo de luz. El lugar estaba vacío hasta que una figura apareció en el centro como si se formara a raíz de una neblina oscura y tomara forma, las pruebas comenzaban para el vikingo donde enfrentaría a sus peores miedos, a aquello que llevaba escondido en su interior y que le pesaba. La figura no era otra que él mismo, con los ojos oscuros por completo y una sonrisa porque era la personificación de todo cuanto él temía; sus pesadillas, sus temores, sus miedos.... y a eso es a lo que se debía de enfrentar.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: De Ni Verdener ~ Privado
Miedo, esa palabra era recurrente y su definición complicada, no es valiente aquel que no teme a nada, seguramente ese solo es un demente, el que realmente es un héroe es aquel que afronta sus miedos y los vence.
Mi linaje estaba lleno de valientes, mi padre, mi tío, mis hermanos, mis primos...los Cannif no eramos hombres de recular, crecimos enfrentando a Hela y buscando el Valhalla sin mas.
Bien, enfrentar mis peores miedos, creo que podría hacerlo y con esa convicción y con el sabor de los besos de la única mujer a la que había amado de verdad me adentré a través de la corteza de aquel árbol milenario con la convicción de que este no sería nuestro final.
La bruma era espesa, al parecer los miedos se visten de oscuridad, en el centro de la sala una figura, no me costó reconocerme a mi mismo pero en sus ojos solo había vació y en sus labios una mueca pérfida.
Hundí mis mares en sus dos pozos, estaba preparado para todo, y su diestra como si lo adivinara señaló una de las tres puertas que ahora se marcaban a fuego en aquella estancia.
Caminé con decisión y tomando el pomo abrí aquel portón que me llevó a París, mis ojos se iluminaron, era navidad, yo apenas era un niño de unos cuatro años, Hakon tenia 8 y mi hermana estaba en sus brazos jugando con una de las guirnaldas mientras nuestros padres nos miraban y la lumbre de aquella casa que una vez estuvo en ruinas lamía nuestras pieles.
Fue entonces cuando recordé lo que ocurrió aquel día, fue el día que nos confesaron que madre iba a convertirse en inmortal como padre, se le acaba el tiempo pues la juventud era efímera y había usado cuatro años de su vida en cuidar de nosotros, ahora seria necesario un tiempo sin ella.
Nos explicaron que los neófitos no se controlan y que por eso, por nuestra seguridad no dejarían con nuestro tío Höor en el norte.
Recuerdo el miedo que pasé en ese instante, no solo por la idea de ser abandonado, recuerdo que temía que cuando volviera a ver a mi madre ella solo fuera un monstruo, padre acarreaba 1000 años a sus espaldas pero y madre ¿cuanto necesitaría? Se olvidaría de nosotros?
Preguntas, pánico, mi cuerpo en ese instante temblaba como el de aquel niño al que mi padre miraba a los ojos asegurando que volverían pronto y que yo era un vikingo, que no podía quebrarme como lo estaba haciendo pues el viento mece las hojas con fuerza en otoño y si eres débil te vas al suelo.
Pánico, sentía pánico y ese pánico empezaba a devorarme, a devorarme de tal forma que cuando miré mi mano estaba esfumándose, apreté los dientes y busqué en mi recuerdo la imagen que me hizo en ese momento fuerte, fue mi hermana que lloraba desconsolada en los brazos de Hakon. Este la mecía mientras madre los abrazaba y besaba el oscuro pelo de mi hermana, se que madre hubiera reculado por evitarnos dolor y se que padre hubiera aceptado su decisión, pero ¿era eso justo para los dos?
Me alcé y me acerqué a mama, deslicé mis dedos por su pelo lacio despacio, sus ojos recuerdo estaban mojados.
-Cuando vuelvas mama, seré el terror de las nenas -dije ampliando la sonrisa.
Mi padre siempre decía eso de mi y madre se reía, así que solo esperaba que ahora mi madre volviera a sonreír.
Mi hermana se echo a reír por mi estupidez, Hakon me llamo mendrugo y padre se acercó a madre para abrazarla mientras aquel rato angustioso daba paso a la navidad de nuevo y a nuestras peleas en el salón.
Mi mano volvía a verse, había superado la primera puerta, la del pasado, la mas fácil sin duda porque ese miedo ha dejado cicatrices en mi caso curadas, pero..¿y las del presente? Esa era la siguiente puerta.
Mi linaje estaba lleno de valientes, mi padre, mi tío, mis hermanos, mis primos...los Cannif no eramos hombres de recular, crecimos enfrentando a Hela y buscando el Valhalla sin mas.
Bien, enfrentar mis peores miedos, creo que podría hacerlo y con esa convicción y con el sabor de los besos de la única mujer a la que había amado de verdad me adentré a través de la corteza de aquel árbol milenario con la convicción de que este no sería nuestro final.
La bruma era espesa, al parecer los miedos se visten de oscuridad, en el centro de la sala una figura, no me costó reconocerme a mi mismo pero en sus ojos solo había vació y en sus labios una mueca pérfida.
Hundí mis mares en sus dos pozos, estaba preparado para todo, y su diestra como si lo adivinara señaló una de las tres puertas que ahora se marcaban a fuego en aquella estancia.
Caminé con decisión y tomando el pomo abrí aquel portón que me llevó a París, mis ojos se iluminaron, era navidad, yo apenas era un niño de unos cuatro años, Hakon tenia 8 y mi hermana estaba en sus brazos jugando con una de las guirnaldas mientras nuestros padres nos miraban y la lumbre de aquella casa que una vez estuvo en ruinas lamía nuestras pieles.
Fue entonces cuando recordé lo que ocurrió aquel día, fue el día que nos confesaron que madre iba a convertirse en inmortal como padre, se le acaba el tiempo pues la juventud era efímera y había usado cuatro años de su vida en cuidar de nosotros, ahora seria necesario un tiempo sin ella.
Nos explicaron que los neófitos no se controlan y que por eso, por nuestra seguridad no dejarían con nuestro tío Höor en el norte.
Recuerdo el miedo que pasé en ese instante, no solo por la idea de ser abandonado, recuerdo que temía que cuando volviera a ver a mi madre ella solo fuera un monstruo, padre acarreaba 1000 años a sus espaldas pero y madre ¿cuanto necesitaría? Se olvidaría de nosotros?
Preguntas, pánico, mi cuerpo en ese instante temblaba como el de aquel niño al que mi padre miraba a los ojos asegurando que volverían pronto y que yo era un vikingo, que no podía quebrarme como lo estaba haciendo pues el viento mece las hojas con fuerza en otoño y si eres débil te vas al suelo.
Pánico, sentía pánico y ese pánico empezaba a devorarme, a devorarme de tal forma que cuando miré mi mano estaba esfumándose, apreté los dientes y busqué en mi recuerdo la imagen que me hizo en ese momento fuerte, fue mi hermana que lloraba desconsolada en los brazos de Hakon. Este la mecía mientras madre los abrazaba y besaba el oscuro pelo de mi hermana, se que madre hubiera reculado por evitarnos dolor y se que padre hubiera aceptado su decisión, pero ¿era eso justo para los dos?
Me alcé y me acerqué a mama, deslicé mis dedos por su pelo lacio despacio, sus ojos recuerdo estaban mojados.
-Cuando vuelvas mama, seré el terror de las nenas -dije ampliando la sonrisa.
Mi padre siempre decía eso de mi y madre se reía, así que solo esperaba que ahora mi madre volviera a sonreír.
Mi hermana se echo a reír por mi estupidez, Hakon me llamo mendrugo y padre se acercó a madre para abrazarla mientras aquel rato angustioso daba paso a la navidad de nuevo y a nuestras peleas en el salón.
Mi mano volvía a verse, había superado la primera puerta, la del pasado, la mas fácil sin duda porque ese miedo ha dejado cicatrices en mi caso curadas, pero..¿y las del presente? Esa era la siguiente puerta.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: De Ni Verdener ~ Privado
De nuevo el vikingo iba a ser puesto a prueba, una de las tantas que se había cruzado en su vida y que siempre había sorteado porque él era así, porque tenía esa fuerza y esa voluntad tan grande que por muy complicada que fuera la situación podía con todo. Porque era un luchador, porque no se rendía y echar un paso atrás era algo que él jamás ostentaría, que no había hecho nunca en su vida y no iba a comenzar a hacerlo en ese momento aun cuando todo parecía que se desmoronaba a nuestro alrededor. No solo el tiempo corría en nuestra contra escapándose de nuestros dedos como la arena de un reloj, sino que además él no estaba en todas sus plenas condiciones como para afrontar de nuevo tal reto y desafío y sin embargo había aceptado sin dudarlo, con firmeza en su voz dotándolo de una seguridad que sorprendió incluso hasta a la misma reina quien no esperaba encontrarse tal seguridad en un humano como lo era él, sobre todo porque no estaba a la capacidad máxima de sus facultades y estaba convencida de que ese vikingo no me había contado apenas nada, pero por todo lo que había pasado mi intuición decía que aunque le hubiera dado parte de mi alma para poder continuar con el viaje y así recuperar la suya no estaba bien, por muchas sonrisas que pusiera en sus labios mientras me miraba, por mucho que me aseguraba que “todo estaba bien” con esas palabras tan típicas suyas que a mí sobre todo cuando estaba herido me desquiciaban, con ese afán por hacerme todo más llevadero como si en el fondo sintiera que me sentía desubicada y frustrada, impotente, por no poder hacer más de lo que me gustaría poder hacer para ayudarlo. Sabía que por muchas sonrisas que me pusiera y me intentara convencer de que no pasaba nada en el fondo no eran así las cosas, pero incluso así él no se rendía ni daba un paso atrás, no se mostraba alicaído sino que parecía resurgir con más fuerza para demostrarles a todos, y en especial a los dioses que nos habían puesto a prueba; que él podía con ello y con todo lo que le pusieran por delante. Porque así era él, estaba en su sangre que fluía por todo su cuerpo y estaba en ese carácter tan típico de los vikingos que no temían a nada. Aunque sí sabía que temía a algo: a que yo sufriera, a hacerme daño, a que me pasara algo... sabía que eso era lo único que podría dejarlo en jaque y me lo había demostrado en innumerables veces. Tener que ver como se preparaba frente a mí para adentrarse en aquel árbol para mí no era fácil, no era una norteña pero no era de las mujeres que se quedaban quietas a que todo pasara frente a sus ojos, era algo que no iba conmigo y por lo tanto saber que me tenía que quedar porque así él podría ir más cómodo y más seguro sin tener que velar por mí para protegerme, y al mismo tiempo, ser un blanco fijo... dolía. Aunque no debía de mostrarlo, no porque él me necesitaba bien y si él luchaba por mantenerse en pie yo no daría pie a que cayera, lo mantendría y lo alzaría siempre que lo necesitara. Le dije las palabras que él necesitaba oír en esos momentos, le recordé que lo quería y que no viajaba solo para besarlo y ver como se alejaba paso a paso hacia el árbol, claro que yo y mi empeño por no abandonarlo intenté ir hacia él pero me retuvo uno de los guardias en lo que él cruzaba la puerta y las runas que se habían iluminado se apagaron cuando esta se cerró tras su espalda.
Me separé del guardia revolviéndome para que me soltara mientras la reina, sentada en su trono, observaba la escena con una sonrisa ladeada como si todo le divirtiera y en el fondo no dudaba de que fuera así realmente. Había hecho un trato con el vikingo y ella salía ganando en ambos casos, pero si algo sabía en todo lo que llevaba con Ubbe es que nuestro vínculo era uno demasiado fuerte, forjado a base de fuego y acero, una unión inquebrantable e irrompible que podía con todo y ahora que estábamos más “vinculados” y “enlazados” sabía que no iba a fallar y que iba a superar las pruebas. Sin embargo no dejaba de pensar en qué iban a consistir exactamente, porque aunque era cierto que lo hacía un hombre valiente que no temía a nada ya que siempre le estaba plantando cara a la muerte enfrentándose a ella, sí sabía que como todos teníamos nuestros miedos... y los del vikingo seguramente no conociera todos y cada uno de ellos pero una idea general sí podía tener de estos. No era la primera vez que hablábamos de ese tipo de cosas, era algo que ya habíamos comentado muchas veces y por ejemplo sabía que una de las cosas que le daba miedo era perderme, no solo en el sentido de que me pasara algo, sino que tenía la absurda idea de que podría “cambiarlo” por alguien, como si hubiera otro hombre en la faz de la tierra que me llamara la décima parte que lo hacía el vikingo, o me resultara tan interesante, fascinante, todo un reto hacia mi persona... o mi más profunda perdición, mi deseo más ferviente. Se equivocaba, puede que yo trabajara en un museo, puede que me rodeara de hombres cultos... pero ninguno se comparaba con él, yo no miraba eso en un hombre, miraba sus ideales, sus convicciones, como me trataba pero sobre todo: que me miraran a mí. Y él había sido el único capaz de mirar más allá, conocerme realmente, mirar en lo más profundo. Cuando él me miraba no veía un cuerpo, él veía mi alma y eso es lo que más me gustaba del vikingo... sobre todo por mi pasado. También temía no tener descendencia, no ser recordado, no dejar un legado en el mundo... algo muy importante para ellos. También el dejar atrás a su familia, un lugar en guerra... Pero seguramente hubiera más miedos que no me había dicho y a los que tendría que enfrentarse en aquella prueba. Yo inquieta me paseaba de vez en cuando por el lugar, me paraba frente a la puerta y esperaba que volviera a iluminarse para que me devolvieran a mi marido, pero nada pasaba y eso me frustraba. La reina me miraba y sonreía divertida por todo en una posición cómoda porque no perdía nada en cualquiera de los casos. Tras unos cuantos minutos transcurridos fue cuando uno de los símbolos que se había iluminado al abrirse la puerta, volvió a iluminarse. Todos los presentes se quedaron observando aquello mientras murmuraban y yo esperaba a que apareciera, pero tan solo se había iluminado aquel símbolo del cual no entendía nada.
-No entiendo nada, ¿qué es lo que pasa? –Me giré para mirar a la reina quien miraba algo asombrada aquello, como si no lo esperaba, y tampoco me respondió sobre lo que ocurría. No fue hasta que escuché a un par de guardias que estaban cerca de mí que hablaban lo que ocurría. Ellos decían algo de que había pasado una de las pruebas, algo que me hizo enarcar una ceja sin entender nada- ¿pruebas, no era una prueba solo? –Ellos me miraron como si se acabaran de dar cuenta de que habían hablado de más, seguramente fueran a negar lo que había escuchado alegando que no era eso pero fruncí el ceño observándoles de manera detenida- habéis dicho que ha pasado una de las pruebas, si hubiera solo una prueba ya habría regresado... y no es el caso –no era tonta y me daba cuenta de las cosas, así que les hice ver que no iban a convencerme de que había escuchado mal. Me acerqué a ellos en ese momento ya que la reina parecía hablar con el hombre que había pedido que se hiciera aquella prueba, estando algo distraída, para preguntarles- ¿qué es lo que sabéis? Vuestra reina no ha dicho nada y aunque entiendo que es vuestra reina y que le debéis lealtad... pero es mi marido el que está ahí dentro, el que no sabe nada de lo que le venía y aun así ha entrado y se ha arriesgado porque él es así... pero, al menos, creo que decirme la verdad no sería hacer algo tan descabellado por vuestra parte –no pensaba ceder en ese aspecto- de estar en mi situación, de tener a la persona que amáis dentro ¿no querríais saberlo vosotros? –Me habían visto deambular inquieta frente a la puerta, mirarla como si deseara que se abriera en ese momento, sabían que yo no era una amenaza para ellos y tras mirarse unos segundos al parecer cedieron. Me dijeron que era cierto que no se sabía mucho de las pruebas porque ellos no podían entrar, pero que eran varias y que cada cual era diferente a la anterior; sacaba todo aquello que guardabas en el interior, que reprimías y te hacía daño para que te enfrentaras a tus mayores miedos y temores. Y que, seguramente, hubiera pasado una de las pruebas a las que tenía que enfrentarse... porque no era solo una. Maldije en mi idioma tras eso a la reina por engañarnos, por engañarlo a él sabiendo de qué trataba y que no era solo una maldita prueba, sino que eran varias. Sobre todo porque de no pasarlas... no se podía volver. Miré a la puerta frotando mis brazos con mis manos avanzando unos pasos hasta esta hasta dejar mi mano en donde había aparecido la puerta- por favor, vuelve a mí –dije en un susurro con la esperanza de que lo iba a hacer, porque él no fallaba y no iba a hacerlo en ese momento.
Dentro de la corteza del árbol Ubbe había pasado la primera de las tres pruebas que tenía por delante, las tres puertas que debía de atravesar para llegar hasta el objeto sagrado que celosamente se custodiaba. Un regalo de los dioses, un objeto sin igual que fue codiciado por el pueblo élfico pero que, a su vez, fue lo que perturbó su paz durante un tiempo y los elfos esos que eran de luz, a punto estuvieron de sucumbir y convertirse en elfos oscuros. Muchos decían que aquel objeto en realidad era el que había dado origen a la separación entre los elfos siendo unos de luz, y otros oscuros. Aquellos que habían sucumbido ante el objeto se habían convertido en elfos oscuros que anidaban en otra parte de las raíces del Yggdrasil, no pudiendo soportar convivir con lo que una vez habían sido siendo desterrados a otro mundo para que nunca olvidaran lo que habían hecho. El humano había superado la primera de las pruebas a las que tenía que enfrentarse para conseguir dicho objetivo, los elfos que siempre habían buscado la manera de hacerse con el objeto en cierta manera estaban “malditos”, todo aquel que intentara cruzar la puerta del árbol que guardaba el objeto su sangre se lo impediría, como una maldición, como un recordatorio de lo que había pasado para que no volviera a suceder. El bravo y valiente vikingo ahora debía de enfrentarse a una de las pruebas que le quedaban por delante; el presente. Las cicatrices del pasado ya habían sanado y la prueba había sido superada con creces, sin embargo, ¿podría Ubbe superar las heridas que tenía en el presente, aquellas cicatrices que aún estaban marcadas en su piel y cuya herida era una profunda que no sanaba, pero tampoco cerraba? Miedos, temores fantasmas... todo aquello que formaban cicatrices en él. Unas cicatrices que arraigaban en lo más profundo de su alma, como si lo devoraran por dentro, unos miedos y unos terrores con los que convivía en silencio y ahora, debía de afrontarlos, mirarlos de frente, luchar contra estos y alzarse cual valiente vikingo.
Me separé del guardia revolviéndome para que me soltara mientras la reina, sentada en su trono, observaba la escena con una sonrisa ladeada como si todo le divirtiera y en el fondo no dudaba de que fuera así realmente. Había hecho un trato con el vikingo y ella salía ganando en ambos casos, pero si algo sabía en todo lo que llevaba con Ubbe es que nuestro vínculo era uno demasiado fuerte, forjado a base de fuego y acero, una unión inquebrantable e irrompible que podía con todo y ahora que estábamos más “vinculados” y “enlazados” sabía que no iba a fallar y que iba a superar las pruebas. Sin embargo no dejaba de pensar en qué iban a consistir exactamente, porque aunque era cierto que lo hacía un hombre valiente que no temía a nada ya que siempre le estaba plantando cara a la muerte enfrentándose a ella, sí sabía que como todos teníamos nuestros miedos... y los del vikingo seguramente no conociera todos y cada uno de ellos pero una idea general sí podía tener de estos. No era la primera vez que hablábamos de ese tipo de cosas, era algo que ya habíamos comentado muchas veces y por ejemplo sabía que una de las cosas que le daba miedo era perderme, no solo en el sentido de que me pasara algo, sino que tenía la absurda idea de que podría “cambiarlo” por alguien, como si hubiera otro hombre en la faz de la tierra que me llamara la décima parte que lo hacía el vikingo, o me resultara tan interesante, fascinante, todo un reto hacia mi persona... o mi más profunda perdición, mi deseo más ferviente. Se equivocaba, puede que yo trabajara en un museo, puede que me rodeara de hombres cultos... pero ninguno se comparaba con él, yo no miraba eso en un hombre, miraba sus ideales, sus convicciones, como me trataba pero sobre todo: que me miraran a mí. Y él había sido el único capaz de mirar más allá, conocerme realmente, mirar en lo más profundo. Cuando él me miraba no veía un cuerpo, él veía mi alma y eso es lo que más me gustaba del vikingo... sobre todo por mi pasado. También temía no tener descendencia, no ser recordado, no dejar un legado en el mundo... algo muy importante para ellos. También el dejar atrás a su familia, un lugar en guerra... Pero seguramente hubiera más miedos que no me había dicho y a los que tendría que enfrentarse en aquella prueba. Yo inquieta me paseaba de vez en cuando por el lugar, me paraba frente a la puerta y esperaba que volviera a iluminarse para que me devolvieran a mi marido, pero nada pasaba y eso me frustraba. La reina me miraba y sonreía divertida por todo en una posición cómoda porque no perdía nada en cualquiera de los casos. Tras unos cuantos minutos transcurridos fue cuando uno de los símbolos que se había iluminado al abrirse la puerta, volvió a iluminarse. Todos los presentes se quedaron observando aquello mientras murmuraban y yo esperaba a que apareciera, pero tan solo se había iluminado aquel símbolo del cual no entendía nada.
-No entiendo nada, ¿qué es lo que pasa? –Me giré para mirar a la reina quien miraba algo asombrada aquello, como si no lo esperaba, y tampoco me respondió sobre lo que ocurría. No fue hasta que escuché a un par de guardias que estaban cerca de mí que hablaban lo que ocurría. Ellos decían algo de que había pasado una de las pruebas, algo que me hizo enarcar una ceja sin entender nada- ¿pruebas, no era una prueba solo? –Ellos me miraron como si se acabaran de dar cuenta de que habían hablado de más, seguramente fueran a negar lo que había escuchado alegando que no era eso pero fruncí el ceño observándoles de manera detenida- habéis dicho que ha pasado una de las pruebas, si hubiera solo una prueba ya habría regresado... y no es el caso –no era tonta y me daba cuenta de las cosas, así que les hice ver que no iban a convencerme de que había escuchado mal. Me acerqué a ellos en ese momento ya que la reina parecía hablar con el hombre que había pedido que se hiciera aquella prueba, estando algo distraída, para preguntarles- ¿qué es lo que sabéis? Vuestra reina no ha dicho nada y aunque entiendo que es vuestra reina y que le debéis lealtad... pero es mi marido el que está ahí dentro, el que no sabe nada de lo que le venía y aun así ha entrado y se ha arriesgado porque él es así... pero, al menos, creo que decirme la verdad no sería hacer algo tan descabellado por vuestra parte –no pensaba ceder en ese aspecto- de estar en mi situación, de tener a la persona que amáis dentro ¿no querríais saberlo vosotros? –Me habían visto deambular inquieta frente a la puerta, mirarla como si deseara que se abriera en ese momento, sabían que yo no era una amenaza para ellos y tras mirarse unos segundos al parecer cedieron. Me dijeron que era cierto que no se sabía mucho de las pruebas porque ellos no podían entrar, pero que eran varias y que cada cual era diferente a la anterior; sacaba todo aquello que guardabas en el interior, que reprimías y te hacía daño para que te enfrentaras a tus mayores miedos y temores. Y que, seguramente, hubiera pasado una de las pruebas a las que tenía que enfrentarse... porque no era solo una. Maldije en mi idioma tras eso a la reina por engañarnos, por engañarlo a él sabiendo de qué trataba y que no era solo una maldita prueba, sino que eran varias. Sobre todo porque de no pasarlas... no se podía volver. Miré a la puerta frotando mis brazos con mis manos avanzando unos pasos hasta esta hasta dejar mi mano en donde había aparecido la puerta- por favor, vuelve a mí –dije en un susurro con la esperanza de que lo iba a hacer, porque él no fallaba y no iba a hacerlo en ese momento.
Dentro de la corteza del árbol Ubbe había pasado la primera de las tres pruebas que tenía por delante, las tres puertas que debía de atravesar para llegar hasta el objeto sagrado que celosamente se custodiaba. Un regalo de los dioses, un objeto sin igual que fue codiciado por el pueblo élfico pero que, a su vez, fue lo que perturbó su paz durante un tiempo y los elfos esos que eran de luz, a punto estuvieron de sucumbir y convertirse en elfos oscuros. Muchos decían que aquel objeto en realidad era el que había dado origen a la separación entre los elfos siendo unos de luz, y otros oscuros. Aquellos que habían sucumbido ante el objeto se habían convertido en elfos oscuros que anidaban en otra parte de las raíces del Yggdrasil, no pudiendo soportar convivir con lo que una vez habían sido siendo desterrados a otro mundo para que nunca olvidaran lo que habían hecho. El humano había superado la primera de las pruebas a las que tenía que enfrentarse para conseguir dicho objetivo, los elfos que siempre habían buscado la manera de hacerse con el objeto en cierta manera estaban “malditos”, todo aquel que intentara cruzar la puerta del árbol que guardaba el objeto su sangre se lo impediría, como una maldición, como un recordatorio de lo que había pasado para que no volviera a suceder. El bravo y valiente vikingo ahora debía de enfrentarse a una de las pruebas que le quedaban por delante; el presente. Las cicatrices del pasado ya habían sanado y la prueba había sido superada con creces, sin embargo, ¿podría Ubbe superar las heridas que tenía en el presente, aquellas cicatrices que aún estaban marcadas en su piel y cuya herida era una profunda que no sanaba, pero tampoco cerraba? Miedos, temores fantasmas... todo aquello que formaban cicatrices en él. Unas cicatrices que arraigaban en lo más profundo de su alma, como si lo devoraran por dentro, unos miedos y unos terrores con los que convivía en silencio y ahora, debía de afrontarlos, mirarlos de frente, luchar contra estos y alzarse cual valiente vikingo.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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