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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Naitiri Zahir Jue Jul 05, 2018 2:20 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Los días habían pasado más rápido de lo que me hubiera gustado admitir realmente, habían corrido como la pólvora y tenía la sensación de que hacía apenas unas semanas habíamos llegado al norte para pasar un tiempo allí y que el vikingo disfrutara de su tierra. Es más, era como si apenas hiciera unos días que hubiéramos emprendido nuestro viaje por el norte en el que el vikingo me enseñó sus tierras y me mostró por qué las amaba tanto. Lo entendía, era fácil prenderse de la belleza del norte que nada tenía que hacer la de París frente a lo hermosa que era su tierra, toda la naturaleza salvaje, toda la vegetación, los bosques, los glaciares, esas cascadas que visitamos y que eran tan típicas de su tierra y de las que quedé prendada cuando las vi por la belleza de aquel mágico paraje. El norte estaba plagado de mitos, de leyendas y de historias que me gustaba escuchar ya que no solo me centraba en mis raíces y mi cultura egipcia, me gustaba aprender de las demás y desde que descubrí la nórdica podía decir que me gustó... pero tras aquel viaje me había encantado. Cada templo, cada pequeña aldea que habíamos visitado aportaba un toque mágico y único al lugar que no dudé en documentar en el diario que llevaba haciendo dibujos y bocetos no solo de templos y lugares sino también de naturaleza. Me había encantado el viaje y seguía pensando que había sido una de las mejores ideas que había tenido, nada como mirar al vikingo y ver su cara radiante de felicidad para darme cuenta de que necesitaba ese tiempo allí, aunque también me sentí un poco mal y de una forma egoísta por dejar y permitir que el vikingo se viniera a París conmigo, aunque le había prometido que volveríamos más veces al norte, tanto como él las necesitara, y además quería llevarlo de viaje por Egipto en alguno de mis viajes que tuviera que hacer con el museo, quería mostrarle el otro lado más calmado y mágico de mis tierras ya que cuando estuvimos allí apenas habíamos tenido un respiro entre la reliquia y los lobos que nos seguían constantemente. Nuestras culturas se parecían bastante y quizás eso era un símil de lo mucho que nos parecíamos el vikingo y yo, de lugares diferentes, pero que nos complementábamos tan bien que era como si hubiéramos sido hechos el uno para el otro, a veces lo pensaba y reí entre dientes negando con la cabeza por mis pensamientos. Lo que más me había gustado del viaje sin duda alguna –además de todos los paisajes, los lugares, la naturaleza, los mitos y leyendas- había sido cuando llegamos a Upsala y de una forma inesperada el vikingo me había propuesto matrimonio. No lo esperé y me sorprendió gratamente a la par que me gustó que lo hiciera de esa forma, porque lo hacía por mí ya que él no era dado a ese tipo de cosas, y también me encantó casarme bajo sus leyes y la mirada de sus dioses que bendijeron nuestra unión. Ahora sí podía decir el vikingo que estábamos casado bajo sus leyes, ahora sí era “suya” aunque en realidad siempre había pertenecido a él incluso antes de conocerlo, nuestros caminos y nuestras vidas estaban destinadas a encontrarse y a estar juntos, no tenía duda de ello. Tras la boda habíamos disfrutado de nuestra noche celebrándolo solos en aquel bosque que, según las leyendas, Freya bendecía a las parejas recién casadas con linajes y no se podría decir que el vikingo no me hizo suya y me tomó esa noche, porque lo hicimos tantas veces que el alba nos sorprendió entre gemidos de placer para acabar durmiendo abrazados descansando de aquella larga noche.

Esperaba de verdad que pudiera quedarme embarazada porque era lo que deseaba, pensaba en nuestro hijo y me lo imaginaba como el vikingo pero en una versión más pequeña y me quedaba embobada imaginándolo. O una versión más pequeña mía pero con ojos azules... siempre le había dicho al vikingo que nuestros hijos serían morenos con ojos azules y nadie me quitaría esa idea de la cabeza. Tras la boda pasaríamos unos cuantos días más en el norte, quería que el vikingo disfrutara de estar allí y no quería privarlo de estar con su familia ya que en realidad con el viaje y todo no había pasado mucho tiempo. Ambos sabíamos que el día de partir se acercaba y él pasaba mucho tiempo con su familia la cual me había acogido como una más, también se dedicaba a entrenar todos los días de los cuales había asistido un par de veces deleitándome de cómo se movía ese hombre y lo atractivo que estaba tras el ejercicio con las gotas perlando su frente y todo su pecho que al estar al sol lo hacían brillar. Me llevó a esa taberna donde iba con su familia y donde pasábamos el rato algunas noches entre jarras de hidromiel, piques, risas y contando anécdotas de cuando eran pequeños y hacían trastadas... luego acabábamos durmiendo abrazados en aquel enorme aposento que tenía para él, el cual se convirtió en testigo de nuestro amor, cualquier pequeña situación bastaba para desatar la llama de la pasión bien fuera en la enorme cama, como en la bañera, como frente a la chimenea. De nuevo abrí mis ojos cuando el sol había entrado ya por la ventana de la estancia, el vikingo dormía rodeándome con sus brazos pegándome a su cuerpo sintiendo su respiración en mi frente, su mano en mis nalgas que me hizo sonreír y la otra enredada en mi pelo, elevé mi rostro para contemplarlo y mis dedos recorrieron su pecho marcado por las cicatrices de batallas y de experiencias vividas que muchas veces le preguntaba para que me contara. Éramos felices, de hecho, era la vez que más feliz estaba y que mejor me encontraba, todo gracias a ese hombre que había interrumpido mi vida secuestrándome. Sonreí de lado al recordar cuando en nuestra noche de bodas me dijo que al ponerme esos camisones lo había hecho con el único fin de torturarlo, aunque no era así, si hubiera querido torturarlo realmente hubiera estado peor y habría acabado constantemente teniendo que masturbarse por ello, y eso él bien lo sabía. Ahora ya apenas dormía con algo de ropa y me preguntaba si era porque odiaba un poco mis camisones por lo que lo “torturé”, aunque más bien era porque ese hombre era insaciable y no se estaba quieto... sí, más bien era eso último.

Los rayos de sol iluminaban la estancia en lo que yo apoyaba mi rostro en su pecho y dejaba leves besos dejando que durmiera a gusto, sus brazos rodeándome pegándome a su cuerpo como si me temiera que me fuera aunque ¿dónde mejor que en sus brazos? Era mi sitio favorito del mundo. Alcé mis ojos para observarlo dormir plácidamente, era tan atractivo que era imposible que no llamara la atención sobre todo con esos mares que poseía y que tanto me encantaban, tenía demasiada suerte por tenerlo a mi lado. Él, un vikingo que había sido el único hombre en respetarme, en valorarme como realmente era y no ver solo el cuerpo bonito y exótico que sabía que tenía, él que había mirado más allá y había sido el único capaz de colarse en mi corazón y adueñarse de este, por Ra, lo amaba tanto que no imaginaba un solo día si no era a su lado. Su respiración calma con su pecho bajando tranquilo, relajado... y yo mordiéndome el labio deseándolo, ¿era eso posible? Con él siempre me pasaba, mis ganas jamás se saciaban; se acumulaban. Sonreí traviesa sin que fuera capaz de verme y queriendo divertirme un rato me moví apartando las sábanas bajando por su cuerpo hasta alcanzar su miembro que tomé entre mis dedos para lamerlo y recorrerlo, posteriormente llevarlo a mi boca viendo cómo se removía ligeramente y gruñía de forma placentera aún entre sueños. No paré y no tuve piedad tomándolo con mi boca hasta que llegó un punto en que se movía tanto por el placer que sus ojos se abrieron confusos, se clavaron en los míos y fue el momento de trepar por su cuerpo hasta dejar mi sexo sobre el suyo moviendo mis caderas, él ya se había más que activado y su mano fue a mi pelo cogiendo algunos mechones mirándome, la otra mano dejó un azote en mis nalgas premiándome a que siguiera mientras yo sonreía por haberlo despertado de esa forma. No quise torturarlo más y finalmente bajé mi cadera sintiendo cómo me llenaba arrancándome un gemido placentero por la sensación, por sentirme plena. Mi rostro inclinado hacia delante, mi pelo cayendo sobre su pecho como una cascada sin borrar mi sonrisa.



-Buenas días vikingo –dije sobre sus labios comenzando a moverme sobre él, no tardó en marcar el ritmo ayudándome a moverme hasta que acabamos culminando tras alcanzar el orgasmo juntos y caer sobre su pecho en lo que él acariciaba mi cuerpo con sus manos, nuestras respiraciones agitadas- no podrás quejarte de la forma en que te despierta tú preciosa y egipcia mujer –comenté con una sonrisa mordiendo su labio inferior para luego besar sus labios fundiéndonos en un beso que como siempre me dejó sin aliento y él sonreía, tonteamos en la cama retozando un rato entre besos, risas, caricias y confesiones hasta que el ruido del acero fue lo que hizo que parara como si de repente se acordara de algo, sonreí sentada sobre él y enarqué una ceja- oh, no me digas que se te ha olvidado el entrenamiento de esta mañana –comenté con una sonrisa divertida- ¿qué clase de general eres tú, Ubbe? –Reí entre dientes porque había sido la causante principal, y única, de que perdiera la mañana perdido en mi cuerpo y me apartó dejándome a su lado mientras veía cómo se vestía a toda prisa y me miraba maldiciéndome en su idioma por haberlo distraído y tentarlo de esa forma- amor, te entiendo cuando me hablas así ¿lo sabes, verdad? –Una mirada bastó para que riera entre dientes divertida- luego cuando termines podemos ir a ver a tus padres, o tomar algo en la taberna... lo que más prefieras –por suerte se le pasaba rápido o yo sabía muy bien cómo llevarlo- no te pases demasiado con ellos, ¿vale mi general? –Besé sus labios cuando se acercó para despedirse y yo me quedé en la cama descansando, cerré los ojos y envuelta en su olor dormí un rato más solo para despertarme antes de que él llegara, darme un baño y organizar un poco el lugar que parecía no haber sido organizado en bastante tiempo... supuse que el mismo tiempo desde que había partido en misión a buscarme. Entre las hojas y demás que estaba organizando una de ellas sobre la mesa del escritorio cayó al suelo en lo que me agaché para recogerla, inconscientemente mis ojos fueron hacia lo que ponía pero por sí solos se fijaron en la letra, una que me era conocida y que era de mujer sobre todo. Bajé mis ojos para ver de quién era y me sorprendí al ver que era “mía”, o al menos de mi yo vampiro y que estaba bajo algunos libros como si no hubiera sido leída. Con esa curiosidad innata que me precedía y caracterizaba leí aquella nota escrita para el vikingo, quizás no debí hacerlo pero no pude evitarlo. Me senté en el borde de la cama a los pies de esta leyendo lo que ponía, una declaración y una explicación de por qué se había ido. Me pregunté si Ubbe sabría de dicha nota y lo que ponía, no pude evitar sentirme un poco mal por el dolor que se reflejaba en sus palabras y para cuando me quise dar cuenta el vikingo volvía entrando por la puerta encontrándome con la nota en mis manos y un par de lágrimas cayendo por mis mejillas- Ubbe... –lo nombré limpiando mis lágrimas decidiendo si darle la nota o no pero ¿no lo querría saber de ser él? Tenía todo el derecho a saberlo, y aunque sabía perfectamente lo que ese hombre sentía no me preocupaba que leyera esa nota, así que en lo que él confundido por encontrarme a mí se acercaba yo me levanté para llevar mi mano a su nuca y besarlo, lento y sentido, solo separándome para mirarlo y negar con la cabeza- estoy bien solo... creo que deberías de leer esto si no lo has hecho –en ella una explicación de sus sentimientos, su partida y su cobardía por no decirle nada cuando la otra “yo” de esa época pensaba que su felicidad no pasaba por ella porque no podría darle lo que él deseaba, y afirmaba que al final acabaría enamorándose de la humana porque podía darle todo cuanto ella no podía, deseándole toda la felicidad que se merecía y despidiéndose asegurando que estaría bien allá donde fuera.
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Mensaje por Ubbe Cannif Dom Oct 28, 2018 9:17 am

La segunda puerta enfrentaría el presente, mi presente, uno que estaba escrito a fuego en el recuerdo mas inmediato de mi mente ¿miedos? Siempre fui un hombre valiente, capaz de de todo, no temí jamas enfrentar a la muerte y ahora sin embargo al adentrarme tras aquella puerta de letras incendiadas en fuego supe que esa puerta podía suponer mi fin mas certero.

Dentro no había nada, nada mas allá de ella, una mujer bien conocida por mi, mi esposa pero sus ojso eran negros como los pozos del desierto, sin oasis ni esperanza solo vació, uno que me llevó a encoger el lama, esta vez no me señaló escena alguna, se limitó a ladear la sonrisa de forma sádica antes de empaparse los labios con su lengua para empezar a echarme todo en cara.
-Ubbe, crees que la mujer de ahí fuera quiere que pases estas pruebas y puede que así sea, pero en el fondo tu y yo sabemos que eso es lo peor que puede pasarle a tu esposa. Piénsalo Ubbe, a tu lado no encontrará la paz, nunca, nunca seré feliz porque aunque ahora eres algo exótico, diferente a los clientes que he conocido que solo querían follar conmigo, luego serás un zafio hombre como lelos, un borracho que solo quiere colarse entre mis piernas.

Se paseó despacio acariciando mi pecho mientras yo la contemplaba.
-Eres muy guapo, pero ¿sabes cuantos hombres como tu me han abierto de piernas en el burdel? Cazadores, piratas, hombres de alta alcurnia y de baja, eruditos y tontos, todos podían tocarme a cambio de unos reales, como imaginaras, nada me cuesta mentir, fingir y acabaré haciéndolo para ti..volveré de mi trabajo cada vez mas tarde porque odiare verte allí, en casa mantenido por mi, te convertirás en la puta de esta relación joven guerrero y tu puesto como general solo será un zafio recuerdo.
Siempre presumirás de ello y yo para mis adentros pensaré que ojala te hubieras muerto hoy en este árbol maldito porque no me complaces en ningún sentido.
No, no podrás competir con esos hombres que me rodean que entienden de cultura -se echo a reír de forma salvaje -hombres o mujeres Ubbe, porque te recuerdo que yo no hago distinción.

Cada palabra era una estocada, tensé la mandíbula sin decir una palabra mientras mis puños se apretaban a cada lado de mi cuerpo.
-Si Ubbe, tu mujer ansia que mueras porque no te soporta o no te soportará en el futuro, porque se dará cuenta de que ha arruinado su vida con un pobre diablo que solo sabe rememorar tiempos pasados y ella tragará porque le darás pena, pena de mandarte de una patada a tu tiempo despojado de orgullo y de trabajo.
Llevó su mano a su vientre yermo acariciándolo.
-Si, también de esto tu eres el culpable, me abandonaste, por eso murió nuestro hijo y por ese motivo ahora mi vientre esta vació, porque eres tan inepto que ni tus dioses están contigo contentos y yo pago el pato y lloro cada noche porque eres incapaz de cumplirme como hombre, pobre Ubbe, pobre pequeño vikingo asustado.
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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Oct 29, 2018 11:39 am

Decir que estaba nerviosa no era decir del todo como me encontraba porque mordía mis labios mientras me paseaba por aquella sala, cada segundo eran como minutos, los minutos se convertían en horas y se me estaba haciendo eterna la esperaba mientras no dejaba de mirar hacia el árbol donde aquel símbolo seguía encendido aunque aún quedaban dos más por encenderse y supe de alguna forma que eran tres las pruebas que debía de pasar el vikingo y que estaba a la mitad. No dejaba de pensar constantemente en él y en si estaría bien, si se encontraba herido o no, si tenía fuerzas para continuar o no... no saber nada me estaba matando, por eso mismo había decidido acompañarlo en este viaje porque para mí me era imposible quedarme sin saber de él y sin saber lo que estaría pasando. Lo reconocía, aunque siempre había sido una mujer con paciencia ya que era una virtud que reconocía tener... en esos momentos la estaba perdiendo por completo. Me desesperaba, me ahogaba el no saber cómo estaba él y no poder decirle nada para darle ánimos y alentarlo a que siguiera. Pero lo conocía, conocía a mi vikingo y otra cosa no pero él jamás se había rendido en algo por muy peligroso que fuera, por mucho que tuviera la situación en su contra y todo dictara que no sería posible, porque él no era así y eso es lo que alentaba la llama de la esperanza. Confiaba en él, confiaba en que su deseo de volver conmigo podía con todo lo demás y que lo lograría porque él siempre lograba todo aquello que se proponía, aun cuando aquello que se propusiera se saliera de su zona de “confort”. Sabía de su espíritu luchador y de su arrojo y eso era lo que en parte me tranquilizaba, si tan solo pudiera saber que él se encontraba bien y que nada malo le estaba pasando yo me quedaría mucho más tranquila porque al menos sabría que seguía adelante. Por eso era mi guerrero, mi héroe, porque siempre salía vencedor y victorioso de cada batalla que le ponían por delante y jamás se rendía... en eso último éramos los dos iguales. La reina seguía sentada en su trono como había permanecido desde el principio, mirando de vez en cuando al árbol mientras hablaba con el que parecía ser su consejero y a veces también sentía sus ojos como el hielo clavarse en mi persona como si le divirtiera verme en ese estado, sobre todo por el concepto que ella tenía del amor y sobre los humanos que me había quedado más que claro. Pero si alguien podía con esas pruebas, ese sin duda alguna era mi vikingo. Sin embargo tras unos cuantos minutos tras haberse encendido la primera luz, el segundo símbolo parecía titilar como si nos quisiera dar a entender que estaba en la segunda prueba y que esta se estaba llevando a cabo, aunque mi mayor temor y preocupación creció cuando la luz que titilaba del símbolo parecía que cada vez era más opaca y brillaba cada vez un poco menos. Mi angustia y desesperación creció porque no era eso lo que debía de pasar, debía de iluminarse como se había iluminado la anterior y sin embargo ahora se estaba apagando. Negué mientras miraba aquel símbolo, único indicador de lo que ocurría dentro del árbol, mientras los elfos murmuraban a mi alrededor sobre lo que estaba pasando y algo me hizo pensar que, pasara lo que pasara dentro, le estaba costando superar la prueba.

Me acerqué a la corteza para intentar hallar la puerta mágica y así adentrarme, pero nada sucedía y mi desesperación aumentaba así como la punzada en mi pecho porque tenía un mal presentimiento con todo esto. La reina, divertida, contemplaba la escena y una risa un tanto siniestras se escuchaba en el lugar como si ella ya supiera el resultado de lo que iba a suceder. Di golpes con mi puño cerrado contra el árbol como si con ello intentara abrir la puerta, pero no pasaba nada y al final apoyé mi frente aunque no dejé de dar golpes pero cada vez con menos fuerza sin poder creerme lo que estaba pasando. Cerré los ojos sintiendo como estos se cristalizaban por lo que estaba ocurriendo notando que mis mejillas se empapaban de mis lágrimas cuando una pequeña luz brotó justo de donde caían mis lágrimas contra el tronco del árbol. Sorprendida por la luz que parecía cobrar más fuerza y más brillo me separé un poco viendo que frente a mí aparecía una puerta, casi idéntica a la cual había cruzado el vikingo, donde podía ver una neblina en su interior que no me permitía distinguir nada. La reina, en su trono, gritó negando por lo que estaba pasando y ni siquiera lo pensé cuando la vi cómo señalaba a los guardias y les ordenaba que me atraparan, pero no permití que lo hicieran y crucé aquella puerta que se cerró tras mi espalda con la imagen de la reina gritando y los guardias corriendo en mi dirección sin poder darme alcance. No sabía qué hacía allí ni tampoco porqué el árbol me había permitido y concedido entrar, quizás al ser mágico tuvieran algo que ver mis lágrimas y mis ruegos en donde pedía ir con él y que me dejara entrar. Al llegar vi una sala circular bastante amplia, del techo un tanto resquebrajado entraba una luz que iluminaba la estancia y frente a mí tres puertas; la de la izquierda ya estaba con el símbolo brillante igual que en el exterior y en la del medio ese brillo que parecía apagarse en vez de encenderse... y no lo pensé. Corrí hacia el lugar para abrir la puerta dejándome como espectadora de algo que no pensaba encontrarme; en el centro de la sala se encontraba Ubbe y frente a él a una mujer que podía ver era yo, pero se notaba que distaba mucho de serlo porque parecía carente de vida, fría, como si fuera un demonio sacado de la mente del vikingo. Sin que notaran mi presencia fui testigo directa de lo que sucedía, de cada palabra envenenada que salía de los labios de aquel demonio con mi apariencia y mi voz, cómo parecía que buscaba dañar al vikingo mientras yo lo veía quieto, sin moverse, sin hacer nada... ¿por qué no se defendía? ¿Por qué no actuaba contra mi imagen y afrontaba esas palabras? Entonces, como una pieza que encaja en el puzle, lo entendí todo: esos eran los miedos del vikingo, sus cicatrices más profundas, sus miedos y sus temores que tomaban mi forma y le atacaban. Un par de lágrimas cayeron de mis ojos al ser consciente, de una forma tan brutal, de todo lo que encerraba el vikingo y que jamás me había dicho, callándolo y guardándolo en su interior como sus cicatrices más profundos, y a la vez, más recientes. Pero no pensaba dejar que se hundiera y se creyera toda esa sarta de mentiras, limpié el par de lágrimas de mis ojos mientras con paso lento me acercaba hasta allí donde ambos no parecían percatarse de mi presencia, me paré a unos pocos pasos dándome cuenta de la posición que tenía Ubbe; su cuerpo tenso, sus puños apretados a cada lado de su cuerpo mientras parecía caer en el abismo profundo de las palabras de ese maldito demonio.



-Apártate de mi marido –mi voz sonó clara y fuerte en el lugar pillando a ambos por sorpresa que, sin duda, no me esperaban en ese momento. El demonio retrocedió conforme yo avanzaba fijando mi vista mientras fulminaba mi propia representación dándome cuenta de la oscuridad que desprendía, hasta pararme al lado del vikingo y tomar su mano para hacerle saber que yo sí estaba allí, la verdadera, no una representación oscura de su subconsciente y de su mente- si algo he aprendido de los demonios es que sus palabras están llenas de veneno y de mentiras, falacias que cuentan para engañar y hacer daño... y no pienso consentir que sigas –no estaba dispuesta, ni una palabra más saldría de esos labios mientras yo estuviera presente- podría rebatirte cada una de tus frases, negarte todas y cada una de las palabras que han salido de tus emponzoñados labios pero no es lo que voy a hacer, porque las palabras se las lleva el viento y lo que importa son los hechos, los actos... esos son los que pesan y cobran sentido de verdad –sin soltar su mano, sintiendo todavía tenso al vikingo y con dolor en sus ojos así como también debería de estar sintiendo en su interior por toda la ponzoña vertida sobre él, me puse frente a él para mirarlo a los ojos entrelazando mis dedos con fuerza en mi agarre, acariciando sus nudillos con mi pulgar- y la mayor prueba de que todo es mentira es que estoy aquí, y no voy a irme –aseguré dando un paso hacia él acortando la distancia entre ambos- estoy aquí Ubbe, estoy aquí de verdad y he venido con el férreo propósito de que salgas conmigo de esta prueba porque te necesito a mi lado, no concibo un solo minuto de mi vida si no es contigo de mi mano –si yo tenía que quitar sus miedos, si yo tenía que ayudarlo a superarlo lo haría- sabes que no es verdad, sabes que siempre deseo volver a casa para encontrarte con la lumbre encendida y que me recibas con esos besos que me dejan sin respiración, y que si llego tarde no es porque quiera hacerlo sino por mi trabajo. Desde que entraste a mi vida soy la mujer más feliz sobre la faz de la tierra, ¿y qué si el camino no ha sido fácil? ¿Y qué si hemos tenido baches? Eso nos ha hecho crecer a ambos en esta relación y en vez de alejarnos nos ha acercado aún más, estrechado nuestro vínculo... ese que es tan fuerte que ni con la muerte va a poder romperse, eres mi hilo rojo y mi destino, todos y cada uno de mis caminos empiezan y acaban contigo –aseguré mientras lo miraba- a mí no me importa que no seas un hombre versado en conocimientos de historia, cuando me pediste matrimonio acepté sabiendo perfectamente quién y cómo eras, porque te quiero así y no pienso cambiarte por nada. ¿Y qué si eres más guerrero que erudito? Jamás pedí que cambiaras por mí y no pienso hacerlo nunca, te respeto y admiro como guerrero porque tienes la valentía que a muchos hombres les haría falta y no por ello eres menos que ellos, ¿por qué, por no vestir y hablar como ellos? Por Ra, ya quisieran la gran mayoría de los parisinos ser la centésima parte del hombre que eres tú, porque tienes mucho más valor y clase que ellos aunque no lo aparentes, ¿pero sabes la verdad? Que ellos se visten de esa forma para aparentar algo que no son, tú tienes muchos más valores e ideales que todos ellos juntos... y es lo que me gusta de ti. Te prefiero a ti un millón de veces porque eres transparente y tal cual, no tienes que fingir ser algo que no eres. Tú me aceptaste como soy sabiendo de mi pasado, lo conocías y aun así no te echaste atrás porque eras consciente de que eso no marcaba nada en el presente, ¿crees que otro hubieran aceptado lo que soy como hiciste tú? Créeme que no, y no solo lo aceptaste, sino que también me respetas por ello así como yo respeto lo que eres y siempre serás; un general del ejército –alcé mi mano para girar su rostro y que centrara sus mares en mis desiertos- mírame a mí, solo a mí –pedí acariciando su rostro- ¿sabes lo que más me enamora de ti Ubbe? La forma en la que me miras con esos preciosos mares, porque cuando lo haces siento que ves a través de mí y no ves solo lo exótico y llamativo de mi cuerpo, ni que solo soy un objeto del cual obtener placer... sino que ves a la verdadera Naitiri; a esa que le gusta leer frente a una lumbre, la que se pasa sumergida trabajando sobre su cultura, la que le gusta dar paseos contigo y con nuestros perros, la que se pasaría horas mirando cómo entrenas, la que se muerde el labio y te provoca inconscientemente, la que tiene ese genio de mil demonios, la que te manda en la cocina solo porque sabe que con tal de hacerme feliz lo haces aunque choque con lo que harías, la que te busca cada noche en la cama porque no puede dormir si no es pegada a tu cuerpo, la que siente vergüenza cuando la tomas en público porque choca con ella, la que siempre tiene ganas de ti porque jamás se sacia, a la que sacas una sonrisa con tan solo una mirada... y eso es lo más bonito de todo –sonreí acariciando su rostro- ¿Qué no disfruto contigo? Por Ra, ¡si tiemblo con tan solo una caricia tuya y ya me haces anhelar por más! Así de grande es el poder que tienes sobre mí –aseguré mordiendo mi labio mientras lo observaba- sabes que no es cierto, sabes que no es verdad que te culpe por lo que pasó porque la única culpable fui yo, yo fui la que salí aun cuando tu padre me dijo que era peligroso y no lo hiciera... lo siento, debí de haberle hecho caso –hice una pequeña pausa- yo tampoco soy perfecta Ubbe, también tengo mis miedos y mis temores y el mayor de ellos es fallarte como tú mujer, que no puedas tener esa descendencia soñada y por ello me abandones por otra que sí pudiera dártela... me aterroriza la idea –confesé llegados a ese punto- ahora sé todo lo que callabas y guardabas, y solo puedo pedirte que si tienes dudas preguntas, si tienes algún miedo hablémoslo porque si algo he aprendido de este es que si lo guardas te va carcomiendo por dentro y conforme pase el tiempo irá devorándote hasta no dejar nada, solo vacío y oscuridad. Yo no puedo superar esto por ti, pero sí puedo ayudarte para que lo hagas y es lo que pienso hacer –acorté más la distancia- ¿te acuerdas lo que me dijiste antes de entrar al portal y comenzar el viaje? Que si en algún momento desfallecías que tomara tu rostro y te besara para que te alzaras, y que no te dejara caer y es lo que no pienso hacer. Eres un guerrero, álzate como tal y lucha contra esto porque no voy a dejar que decaigas –tomé su rostro entre mis manos, acorté la distancia y me elevé buscando sus labios para besarlo y darle esa fuerza que él necesitaba, porque no iba a permitir que esas mentiras, esos miedos y temores le ganaran la partida.
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De Ni Verdener ~ Privado - Página 3 Empty Re: De Ni Verdener ~ Privado

Mensaje por Ubbe Cannif Lun Nov 05, 2018 11:17 am

Al final todo se reducía a eso, a el miedo a perderla, era un guerrero, uno aguerrido capaz de enfrentarse a mil ejércitos, había cumplido misiones en las que mi vida bien podía haberse perdido. Había enfrentado a Hela, recorrido los nueve mundos, había cruzado el desierto y visto de frente lso peligros de las pirámides de Egipto, no era un cobarde, nunca lo fui y sin embargo ahora estaba aterrado porque perder a la egipcia me asustaba demasiado.

Ella irrumpió allí como lo hace la primavera con el deshielo, voraz, fascinante, revoloteó frente a mi con la fuerza de una guerrera, mis ojos se hundieron en esos dos desiertos que ahora me parecían relojes de arena, como si mi tiempo se extinguiera y en parte así era porque el abismo había empezado a consumirme y sin embargo mi esposa no parecía nada dispuesta a permitir que me engullera.

El hilo rojo, recordé aquella historia olvidando las palabras del demonio de negros pozos, era cierto tenía miedos, miedos que nunca hablé con ella pero porque era parco en palabras, porque nunca se me dio bien hablar de sentimientos y porque mostrarme débil era algo que no te enseñan en el norte.
Porque frente a mi interponía mil escudos, cada uno con un miedo muy distinto y a veces todo lo camuflaba con ironía o con sexo rudo, porque la amaba demasiado para asumir que no era suficiente o quizás solo porque decirlo en voz alta dolía mas que guardarlo enterrado en el fondo de mi alma.

Fue cuando me besó cuando cerré los ojos sintiendo que todo se desvanecía a mi alrededor, mis mares surcaban mil tormentas, unas que solo podían navegarse desde el interior de mi esencia y me aferré a ese beso y al hilo rojo que sentenciaba mi camino al de ella y confié, porque eso haces cuando te casas creer que es verdad lo que el otro te dice y te demuestra.
Mi lengua emergió voraz colándose entre sus belfos, buscando redención, ofensa o quizás solo acallar mis temores y los de ella, juntos íbamos a salir de ese árbol y aunque teníamos mucho de lo que hablar no permitiríamos que el tiempo o una planta nos consumiera.

Cuando abrí los ojos la sala había desaparecido, la puerta del presente había sido superada y solo quedaba una, la que ahora mi reflejo señalaba, el futuro ¿cuales serían esos miedos futuros que ambos deberíamos enfrentar?
-No debías haber venido -susurré contra su boca -aunque me alegro de que lo hayas hecho, sin ti nunca hubiera salido de esa sala.

Juntos atravesamos el siguiente umbral, allí nos esperaba un niño, su rostro estaba difuminado, creo que este era nuestro ultimo miedo, uno que de algún modo nos aterraba a ambos.
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Mensaje por Naitiri Zahir Miér Nov 07, 2018 12:45 pm

No sabía cómo había logrado entrar en el árbol ni el motivo por el que este mismo había abierto de nuevo la puerta para permitirme entrar, pero sí tenía claro que la reina no lo había previsto y no tuvo intención de dejar que entrara porque al parecer le divertía más que fracasara mi marido a que le lleváramos el objeto que tanto codiciaba. Sin embargo adentrarme en el árbol por una parte fue lo mejor porque desde fuera y sin saber qué ocurría ya tenía la sospecha por la luz que se volvía cada vez más opaca de que el vikingo no estaba sacando aquella prueba por algo que desconocía, por algo que no lograba comprender y sin saber si estaba bien o no. Estar dentro, poder ver qué era lo que pasaba fue un alivio porque lo vi a él tras cruzar la puerta que tenía el mismo símbolo con la luz apagándose poco a poco que se encontraba bien, parado en mitad de la sala sin herida alguna, sin lucha y no comprendía nada. Entonces, si no estaba luchando y estaba sin herida alguna porque no veía sangre, ¿por qué estaba perdiendo? Lo entendí enseguida que escuché lo que esa otra figura, la que tenía mi viva imagen aunque los ojos negros y carentes de vida, le estaban diciendo al vikingo. El presente, aquello a lo que él debía de enfrentarse y cada palabra, cada frase que salieron de los labios de mi representación aunque un tanto oscura y malvada fueron dagas que se clavaron de manera dolorosa en mi pecho, hiriéndome porque así me había dado cuenta de lo que él callaba y guardaba en su interior, de aquella que jamás me había dicho ni comentado al respecto, de aquello que solo estaba en su interior y que se había guardado todo aquel tiempo mientras le carcomía por dentro y le pasaba factura porque si de algo había aprendido con el paso del tiempo es que cuanto más guardas y callas una cosa, esta más se vuelve en tu contra. Yo lo había aprendido a base de experiencias y en cierto sentido me dolió incluso que él mismo no hablara conmigo y me dijera las cosas, aunque yo bien sabía que el vikingo no era demasiado bueno expresando aquello que sentía, que era más de acciones y de gestos, que una mirada suya me decía muchísimo más que sus palabras... aun así me dolió, por ver lo que callaba en su interior y poco a poco parecía que lo atormentaba y le hacía daño. Siempre había oído que nuestros peores enemigos éramos nosotros mismos, y en su caso era él con sus “inseguridades” que no entendía de dónde las sacaba porque yo siempre había dejado claro que sabía y entendía lo que él era, que no pretendía cambiarlo porque me enamoré del hombre que era; vikingo, norteño, guerrero. Así es como lo amaba y aunque me rodeaba de gente más erudita que él no lo cambiaba por nadie y me parecía él mucho más interesante y fascinante que el resto. Esto me había ayudado a darme cuenta de sus miedos y sus heridas, algo que sabiéndolo podía sanar en cuanto saliéramos de aquel árbol porque yo no dejaría que la consumiera.

Y por eso, segura de mí misma, de mi amor por él, de lo que él sentía por mí me planté a su lado para hacerle ver que no estaba solo y que no iba a estarlo nunca, porque si necesitaba ayuda yo iba a estar ahí para lo que hiciera falta. Si él no podía plantar cara a sus propios miedos yo los acallaría hasta hacerle ver que no había nada que temer, pero también que yo no era perfecta y que también tenía mis miedos como él tenía, que teníamos una conversación muy pendiente que hacer los dos para acallar todas las dudas, pesadillas, miedos, temores... nos lo debíamos y después de ver lo que había pasado mucho más todavía ahora que sabía lo que él había estado guardando tanto tiempo. Mis dedos enredados entre los suyos acariciando sus nudillos, plantada frente a él hice que me mirara a mí, y solamente a mí, para que se olvidara de lo que la prueba le ponía frente a él con mi forma para atormentarlo. Como pude, con la verdad y la sinceridad por delante, le dije y refuté en todo lo que pude las palabras de aquella representación mía para hacerle ver que no quería, no amaba, a nadie más que a él y que era mi todo; mi principio y mi fin en cada uno de mis caminos. Intenté hacerle ver desde mi punto de vista cómo eran las cosas, lo que me enamoraba de él, lo que me gustaba y todo cuanto se me pasó por la cabeza para que viera que como él no quería a nadie más, que no me importaba que no fuera un experto en nada porque así como era para mí era perfecto. Que me complacía, que me divertía con él y me reía, que cada día a su lado era como una aventura nueva por explorar y yo quería vivirlas todas a su lado, que temblaba con solo un roce suyo... y que por supuesto no lo hacía culpable de nada, porque él no tenía la culpa de aquel desafortunado accidente que tuve donde había perdido a nuestro primer hijo. Pero viendo que parecía perderse hice lo único que me quedaba con la esperanza de que iba a funcionar; lo besé. Tomé su rostro entre mis manos y me elevé para buscar sus labios en un beso necesitado, para hacerle ver que estaba allí y que no iba a irme si no era con él de mi lado. Pareció reaccionar porque enseguida su lengua me buscó entablando una batalla que acepté gustosa con una sonrisa porque ese era mi vikingo, el mismo que amaba y quería de vuelta para continuar con nuestra vida juntos que apenas acababa de empezar. Su mano ascendió hasta enredarse en el pelo de mi nuca y me atrajo voraz hacia él besándome de esa forma que tanto me gustaba, al separarme con los ojos cerrados respiré para retomar aire tras aquel beso. Abrí mis desiertos para encontrar esos mares preciosos que me observaban, todo había desaparecido a nuestro alrededor y solo estábamos nosotros dos. Sonreí acariciando su rostro con mis dedos por haberlo ayudado, porque hubiera confiado en mí, por haberlo traído de vuelta y recuperado de cómo estaba. Teníamos una conversación pendiente, pero cuando saliéramos de aquel árbol para continuar nuestro viaje por los nueve mundos. Mordí su labio inferior cuando me dijo que no debería de haber ido, su aliento cálido chocando contra mis labios, pero enseguida continuó alegando que de no haber ido él no hubiera salido de esa sala, que si lo había hecho era gracias a mí.



-No vas a poder separarme de ti Ubbe, cuando más lo necesites siempre vas a encontrar y a poder contar conmigo. De eso se trata un matrimonio, de amar a alguien; no solo querer sus virtudes y sus defectos, sino también de apoyarlos y darles fuerza cuando más lo necesiten. Tú me necesitabas y yo he estado para ayudarte, igual que tú lo has hecho otras veces –lo miré de manera fija- no olvides que si estoy aquí es únicamente por ti. Te quiero aseguré sobre sus labios y apoyé mi frente en la suya rozando mi nariz contra la de él sonriendo. En la sala solo quedaba una única figura, la del vikingo que señalaba la última puerta que debíamos de afrontar. Nos miramos y tomados de la mano, juntos, superaríamos la puerta donde se leía un “futuro” que nos mostraría nuestros mayores miedos y temores. Lo primero, y único, que vimos fue la figura de un niño que aunque no se veía el rostro era exactamente al que yo había visto en mi visión, aquel que sería nuestro hijo. Todo estaba claro y evidente, ambos teníamos el mismo miedo y apreté su mano en cuanto atravesamos la puerta y nos topamos con aquella figura, su mano también apretó la mía para hacerme saber que estaba allí conmigo y lancé un suspiro mirando la figura- es igual al de mi visión, exactamente igual –dije observándola para ver entonces que todo se oscurecía y cambiaba, como si dicha oscuridad naciera del mismo interior del niño y se oía un gruñido de un animal, cuando la oscuridad desapareció el niño había desaparecido y en su lugar un lobo, un enorme lobo ocupaba su lugar... todo era demasiado claro- nuestro mayor miedo no es solo poder tener un hijo, sino que lo que ya nos han dicho sea lo que acabe sucediendo... que se convierta en lobo y tú tengas que... –mordí mi labio para subir y mirarlo, ambos sabíamos bien a lo que me refería. La figura del lobo rugía, gruñía mientras se movía como si nos rodeara observándonos- sé que tú también temes que pase eso, que lo que nos han dicho se cumpla... pero ¿sabes una cosa? A pesar de mi miedo inicial, a pesar de estar todavía procesándolo en mi mente tengo clara una cosa: no vas a matarlo –aseguré contundente, sin apartar mis desiertos de sus mares- sé que no podrías hacerlo por mucho que sea el designio de los dioses, no porque yo tampoco te dejaría que lo hicieras... estamos luchando mucho para poder tener descendencia, estamos atravesando y sufriendo mucho por algo que nos merecemos tener, formar nuestra familia. Si eso pasara, si llegara a pasar vamos a buscar la manera de solucionarlo, pero no vamos a matarlo porque ambos sabemos que hemos luchado mucho por tenerlo, ¿de verdad íbamos a rendirnos tan rápido? No, somos iguales en eso y si por algo nos caracterizamos es que jamás nos rendimos hasta no agotar todas las opciones, somos unos guerreros a nuestra manera pero jamás me rendiré para salvarlo, jamás dejaré que tengamos que llegar a hacerle algo. Vamos a intentar protegerlo, no por lo que pueda pasar, sino porque los padres somos así y protegemos y cuidamos a nuestros hijos, vamos a intentar que no pase y se convierta pero si lo hace, si llegara a pasar, estoy convencida de que vamos a buscar la forma de salvarlo –parecía que la figura se iba desvaneciendo lentamente, sin embargo su hocico y sus colmillos apuntaban al vikingo como si faltara él por terminar de derribar ese miedo- te conozco y sé que serías incapaz, que harías lo imposible por salvarlo aun cuando todo estuviera perdido –dejé mi mano en su pecho- ¿estás conmigo en esto, Ubbe? ¿Estás conmigo en salvarlo no importando lo que cueste, y no rendirnos jamás? Si es así entonces no hay nada que temer, porque mientras estemos juntos vamos a poder con todo –confiaba en ambos y en lo que éramos capaces de hacer, cuando llegara el momento entonces haríamos frente a todo lo que nos llegara.
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Mensaje por Ubbe Cannif Lun Nov 12, 2018 8:01 am

El futuro, el mas incierto, quizás el que a ambos nos producía mas anhelos, no solo porque tendría que combatir con aquella realidad que se imponía ante mi y que en París descubriría si eran ciertas o solo mis propios fantasmas.
Nuestro hijo, ese condenado a ser un lobo, y que en caso de serlo me obligaban mis dioses a matarlo porque el Ragnarok vendría de su mano ¿como negar a mis dioses esos en los que creía, lo que me pedían? ¿ como poner en peligro el norte? ¿como matar a mi hijo?

Hundí mis ojos en los desiertos de mi mujer, su seguridad sonaba atronadora, como si Thor hablara por ella.
Vencí mi frente contra la ajena, escuchando todas y cada una de sus palabras, ella confiaba en mi, en mi afán de ser padre y en mi capacidad de traicionar el norte por no destruir a nuestro primogénito.

-No puedo jurar aquello que quizás no pueda cumplir. Juro por mis dioses que trataré de que nuestro hijo sea un vikingo que ame las tradiciones, el norte y que luche contra el Ragnarok y no lo traiga consigo. Me dejaré la vida en intentar que mi hijo no pise el lado oscuro, que no se convierta en aquello contra lo que luchamos, pero también juro por mi vida que si mi hijo se convierte en el nuevo Randulf o algo peor, lo mataré.

Se que eso no era lo que ella quería escuchar, pero no podía olvidar lo que era, un bárbaro y aunque amaría a mi descendencia por encima de todo no podía permitir que mi sangre trajera el mal a Midgar
-Lo siento -susurré consciente de la decepción que seguramente encontraría en su mirada si abría mis mares.

Sus dedos se pasearon por mi trenza y sus labios buscaron los míos para asegurar que eso no pasaría y que ambos lo sabíamos porque la lucha para evitarlo sería encarnizada y la recorreríamos juntos.
Todo a nuestro alrededor desapareció, todo menos eso que buscábamos y que emergió en el centro del tronco, un orbe dorado que desconocíamos que contenía en su interior.

-Cogelo y salgamos de aquí -pedí a la egipcia

Ambos sabíamos que teníamos una conversación pendiente, pero también que no había tiempo...



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Mensaje por Naitiri Zahir Mar Nov 13, 2018 2:15 pm

Lo que más nos daba miedo a ambos del futuro no había duda que era lo que pudiera depararle a nuestro hijo, Thor nos había avisado de que algunos dioses nórdicos como también los míos propios no querían que naciera y de ahí la “alianza” que habían hecho para arrebatarle el alma a Ubbe, en un intento porque no pudiéramos concebirlo y traerlo al mundo. No iba a mentir que aquello me paraba un poco grande, como tampoco iba a mentir ante la idea de que me aterraba que se convirtiera en un lobo y lo que el dios le había dicho al vikingo se cumpliera y llegara a tener que matarlo. No era lo que yo quería para mi hijo, no era lo que unos padres debían de hacer por su hijo y por eso la figura era la misma que yo había visto en mis visiones, una figura negra que no dejaba ver rostro alguno pero que sí se apreciaba que era la de un niño, o una niña porque no se sabía aunque todos habían hablado de “hijo”, pero desconocía si era de forma genérica o no. Su silueta se desvaneció por un momento para dar paso al enorme lobo que se alzaba frente a nosotros, se podía ver con nitidez los colmillos o la sombra de estos en su fauces y parecía que aunque no se le vieran los ojos era como si sintiéramos la mirada sobre ambos. Temíamos eso; que se convirtiera en un lobo y desatara como nos habían dicho el Ragnarök, sin embargo yo tenía claro que ambos lucharíamos porque eso no pasara, que lo protegeríamos a toda costa y que si llegaba el momento en el que de verdad pasaba y se convertía... igualmente buscaríamos la solución para poder arreglarlo y solucionarlo. Ninguno de los dos nos caracterizábamos por rendirnos, éramos guerreros con espíritus fuertes y férreas convicciones, además que yo era demasiado terca y cabezota y cuando me empeñaba en algo no paraba hasta conseguirlo y no pararía de ser el caso. Pero ese era nuestro mayor miedo para el futuro, por todo lo que nos habían dicho, por ver si se cumpliría y qué pasaría de ser el caso. Sin embargo por mucho que nos preocupara en esos momentos no podíamos hacer nada, nada salvo la promesa de que íbamos a intentar con todas nuestras fuerzas evitarlo y protegerlo porque eso es lo que hacían los padres con sus hijos, no solo quererlos, sino protegerlos de todo lo que pudiera pasarles. Yo tenía claro que lucharía hasta el fin incluso cuando ya no quedaba más remedio, y tras mis palabras que sonaban fuertes, claras y con una determinación igual de fuerte que mi carácter el lobo ahora con su hocico apuntaba al vikingo como si solamente los dos estando seguros pudiéramos superar esa prueba y esa puerta. Su frente cayó sobre la mía, sus preciosos mares me observaban mientras me dejaba hablar y las palabras fluían de mis labios con lo que pensaba, lo que estaba convencida que haríamos porque aunque yo no supiera manejar una espada luchaba igual que lo hacía él, y por lo que amaba y quería jamás me rendía ni me daba por vencida. Necesitaba saber lo que él pensaba, lo que él sentía en esos momentos y fue por eso que cuando empezó a hablar dejé que lo hiciera, consciente de que esas cosas le costaban y porque en aquello éramos dos y su opinión era igual de importante que la mía, quería y necesitaba oírlo respecto a ese tema.

No aparté mis ojos de los suyos en ningún momento sintiendo su brazo que seguía rodeando mi cintura, su mano acariciaba mi brazo así como jugaba con algunos mechones de mi pelo, mis manos en su pecho en donde ambos no nos separábamos sino que nos manteníamos unidos pegados casi por completo. Entendía sus motivos, entendía lo que quería decirme y fruncí el ceño cuando acabó con ese “lo siento” donde cerró sus ojos y me privó de la hermosa visión de sus mares en lo que yo mordía mi labio porque ese hombre estaba equivocado, porque podía ver en cierto sentido el “daño” que todavía perduraba en su interior y que sacaba a colación aquello... me reproché mentalmente el no haber sido capaz de darme cuenta de nada, pero si algo tenía el vikingo es que sabía bien alzar sus escudos y era algo que odiaba y que ya le había dicho muchas veces, porque las cosas se hablaban y se solucionaban como nos había pasado otras veces... pero si se lo callaba eso le iba carcomiendo por dentro hasta devorarlo. Y parecía que había estado a punto, mis dedos recorrieron su trenza sin separar mi frente de la suya, no entendía del todo por qué se disculpaba aunque tras todo lo ocurrido me hacía una idea, y eso era lo que no me gustaba. Se equivocaba, y en muchas cosas además, tenía que hacer algo para que viera que no eran así las cosas como él las pensaba, que de verdad se diera cuenta de que nada de lo que había escuchado de esa figura que había adoptado mi forma era verdad... y yo es que no sabía cómo más demostrárselo que con palabras o besos, esos que sin hablar eran capaces de decir todo lo que uno quería expresar en el momento. Podía sentir su aliento cálido contra mis labios y con mi otra mano recorriendo su pecho la subí hasta llegar a su nuca para elevar ligeramente mi rostro y buscar sus labios. Yo no dudaba de él, no tenía nada por lo que pedir disculpas porque así era él y así me había enamorado de ese hombre que carcomido por sus propios miedos, conjeturas y temores parecía tener más miedo de lo que lo había visto nunca. Miedo a perderme, miedo a que lo dejara, miedo a fallarme... no me gustaba que se sintiera así y era hora de cambiar las cosas.


-No te disculpes por decir las cosas que piensas o sientas Ubbe, quiero que te expreses libremente así como yo lo hago contigo porque estamos juntos en esto y eso quiero que lo tengas claro. Jamás te cohíbas, o te cortes, porque tú creas que no va a gustarme o porque pienses que no es lo que quiero oír.... no lo hagas nunca más a partir de ahora, porque eso es lo que te llena de dudas y te carcome –sabía que también lo decía en un momento complicado después de haber vivido una situación difícil, pero si algo tenía claro es que junto íbamos a poder con todo y era lo que realmente me importaba. Yo sabía que él jamás se rendiría como no lo haría yo, era todo cuanto me bastaba y necesitaba. Todo se desvaneció a nuestro alrededor y abrió sus ojos, en ellos podía leer el peso que aquella prueba había dejado a la luz sobre él, exponiéndose, y no me gustaba verlo así. Del centro de la sala emergió un tronco donde en su interior apareció un orbe dorado, seguramente el objeto que la reina andaba buscando con tanto ahínco. El vikingo me pidió que lo tomara y por unos segundos lo observé de manera fija, a esos mares azules, recorriendo su trenza con mis dedos. Lo dejé estar por ese momento y fui a tomar el orbe que tomé entre mis manos, pesaba un poco pero tras cogerlo se abrió la puerta y ambos pudimos volver donde en la sala la reina esperaba expectante. Nos recibió entre alabanzas aunque ninguno estábamos para eso, queríamos continuar camino y a ninguno nos importaba realmente qué era ese orbe ni lo que haría con este- prometiste que nos dejarías cruzar al siguiente mundo si encontrábamos el objeto, bien, lo hemos hecho y ahora debes de hacer honor a tu palabra y permitir que continuemos nuestro camino como los dioses así lo quieren, así lo han predicho –sabía que mis palabras serían claves y la reinas sonrió asegurándonos que fuera nos esperarían las monturas para continuar camino, pero yo fruncí ligeramente el ceño- entonces te entregaremos el orbe fuera, ¿cómo sabemos que garantizarás que continuemos y no es un truco? –Ella se rió, quizás porque no esperaba que unos mortales la desafiaran tanto y chasqueando sus dedos el que la aconsejaba apareció portando un colgante.
-Este colgante es una creación de los Elfos de la luz, contiene magia arcana y poderosa que solo los Elfos de la Luz pueden utilizar, sin embargo hay una particularidad más que solo poseen estos colgantes: te permiten atravesar los mundos –mire aquel colgante donde portaba aquel amuleto, una piedra hermosa que brillaba con luz propia- el colgante y vuestras monturas a cambio del orbe –miré al vikingo, ¿acaso teníamos opción?
-Está bien, pero realizaremos el intercambio fuera –ella no parecía esperar menos y se levantó para que la siguiéramos donde fuera como dijo estaban las monturas listas. Su consejero nos entregó el colgante y ella extendió sus manos donde, con el colgante puesto, le tendí el orbe para que lo cogiera.
-Habéis sido de gran valor humanos, sin duda los dioses os bendicen en este viaje y están con vosotros –nos acercamos a las monturas para montar mientras ella nos miraba- id, Ubbe y Naitiri, vuestro viaje apenas ha comenzado y aún os quedan mundos que atravesar. El colgante que portas os avisará cuando estéis cerca de una de las puertas hacia los mundos, brillará y emitirá ráfagas de luz conforme te vayas acercando, es cuanto podéis hacer con el. Seguid por el bosque hasta el final del mismo, el colgante os mostrará el camino. Suerte en vuestra misión –dijo para retirarse haciendo que todos los demás la siguieran quedando solo un par de guardias que esperaban que nos fuéramos. No perdimos el tiempo y espoleamos a los caballos para continuar el camino atravesando el bosque como nos había dicho, atrás dejábamos una prueba que había expuesto miedos y temores a la luz, unos que no dejaba de darles vueltas en mi cabeza. Ya de noche necesitábamos parar para descansar un poco y recobrar fuerzas, a la luz de una hoguera acariciando la piedra como colgante fue que alcé mis ojos hacia el vikingo
-Ubbe –lo llamé mientras él ponía al fuego algo a hacer para cenar- tenemos que hablar –sabía que quizás no querría pero...- no puedo seguir este viaje sabiendo lo que he descubierto y dejarlo pasar sin hablarlo, no voy a aguantarlo –fui hasta su lado para sentarme mirándolo de manera fija- todo lo que oí ahí dentro en esa prueba del presente, ¿es eso lo que realmente piensas? –Mis desiertos se anclaron a su mares- ¿crees de verdad que me cansaré de ti llegado un punto, que me casé contigo por mero capricho? ¿Qué no eres merecedor de tenerme, que no eres qué; suficiente? –Pregunté porque no iba a aguantar así todo el viaje ahora que lo sabía. Tomé sus manos entre las mías- Eres más, mucho más, de lo que hubiera soñado tener nunca... me siento muy agradecida y afortunada de tenerte a mi lado, de darme esa vida con la que siempre he soñado y ahora contigo puedo realizar -sonreí mirándolo- pero necesito que no te calles, habla conmigo, dime lo que temes y déjame que despeje tus dudas, que te haga ver que tus miedos no tienen cabida en esta relación... pero no te los calles, porque es peor y acabará por ser demasiado pesado. Solo quiero que sepas que estoy aquí y que no voy a irme nunca, te quiero y estoy tan enamorada de ti que me mata el ver que callabas todo esto –aseguré entrelazando mis dedos con los suyos- no puedo vivir sin ti Ubbe, iría a por ti a un maldito hechizo que te hiciera olvidarme, recorrería los nueve mundos sin pensarlo, me enfrentaría a Hela de ser necesario para tenerte conmigo, te daría mi alma, mi corazón, mi vida... lo entregaría todo por tenerte a mi lado. Cree en esto –llevé su mano entrelazada con la mía a mi pecho, dejando su palma sobre mi corazón para que sintiera mis latidos- porque late únicamente por ti.
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Mensaje por Ubbe Cannif Jue Nov 22, 2018 5:18 am

La reina cumplió su parte y nosotros la nuestra, el orbe cayó en sus manos y el colgante que nos ayudaría a viajar entre los distintos mundos en las nuestras.
Así emprendimos camino nuevamente por aquel bosque de elfos de luz que pesé a su fama de bonachones casi nos cuestan la vida.

Una vez la noche se cernió sobre ambos buscamos un lugar donde poder acampar tranquilos, encendí un buen fuego, pero conocía a mi mujer lo suficiente como para saber que algo le rondaba la cabeza y en cuanto tomamos asiento para comer el conejo que yo había cazado y cocinado, Nai entro a la carga.

Yo no destacaba precisamente por mi don de palabra, todo lo contrario, me costaba hablar cuando a sentimientos me refería y mostrar mi debilidad ante la egipcia suponía para mi un profundo golpe a mi orgullo.

-Si, una parte de mi piensa así -confesé dejando el aire emerger de mis labios blanquecino.

Hundí mi rostro entre mis callosas manos y las deslicé peinando hacia atrás mi pelo tratando de encontrar las palabras adecuadas.

-No es que piense que no me amas, estoy convencido de que si, de que ahora mismo, hoy serías capaz de todo por nuestro amor. Lo que a veces pienso es que la vida es muy larga, yo soy un norteño, un general, nací preparado para enfrentar a Hela, para luchar por el norte ..
París, no se si ese lugar esta hecho para mi -alcé la mano porque no quería que Nai pensara que me estaba echando atrás, no era así -no quiero decir que no quiero ir contigo, que no quiero compartir mi vida contigo, solo digo que no puedo evitar pensar, que tu allí eres una prestigiosa egiptologa ¿que seré yo Nai? Como dice tu padre, un mantenido, eso seré.

Sabía que me quería, sabía que estaba dispuesta a todo, pero la vida es larga, ella conocería otros hombres interesantes, que compartirían sus intereses sobre las culturas distintas y por contra yo, yo era un guerrero, en Akershus era aclamado pro las masas, era un héroe, el general de las tropas, un león que había enfrentado al ejercito de Randulf y había sobrevivido para contarlo ¿que sería en París? Un parias.

-No quiero pensar en esto ahora Nai.
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Mensaje por Naitiri Zahir Jue Nov 22, 2018 12:24 pm

Si algo tenía claro es que aquel viaje iba a ser más complicado de lo que en un principio parecía, y eso que sabía que encontraríamos dificultades en el camino y que si había alguna forma de llegar hasta el final, encontrar el alma de Ubbe y devolvérsela era simplemente juntos. Yo creía en eso, creía en que los dos podíamos con todo y que además éramos capaces de enfrentarnos a todo lo que nos viniera porque así éramos los dos, unos luchadores aunque cada uno a nuestra manera y eso no nos diferenciaba ni nos restaba sino que por el contrario nos complementaba el uno al otro. Como había dicho la Dísir, yo pensaba que sí éramos un Tándem bien formado y equilibrado, por eso en parte había decidido ir y acompañarlo además de porque el no hacerlo era impensable para mí sabiendo lo mal que estaba y ahora que lo había acompañado sabía que había hecho bien porque, de no haber ido, no hubiera podido cruzar por el árbol... aunque sí, él lo hubiera hecho aunque eso le costara su vida. Pero lo que sí no pensé encontrar era que mediante una prueba conocería todos los miedos y temores del vikingo, todo lo que callaba en su interior que no había dicho ni comentado en ningún momento y que estaban ahí, haciéndole daño, pesándole en su interior mientras lo carcomía un poco por dentro. Pero saberlo era algo que yo necesitaba saber porque así podía ponerle remedio y solución, porque conociendo al vikingo sabía que él no me lo diría nunca y eso era algo que teníamos que cambiar, estábamos casados, los secretos no formaban parte de nuestra relación y además éramos confidentes el uno del otro, ¿por qué ocultarme algo así? Y lo peor; a saber cuánto tiempo lo había estado callando. La prueba había revelado sus miedos y ahora yo podía hacerles frente, porque sabía que mi marido era tan reacio a hablar esas cosas y que tendría que ser yo la que diera el paso para iniciarlas. De hecho, es que no podría aguantar mucho siendo consciente de aquello que lo atormentaba. Una vez con el trato cumplido era la hora de recibir el pago por ello, que nos dejara pasar y continuar y sin esperarlo nos dio aquella piedra que nos ayudaría no solo a cruzar ese mundo, sino todos los demás y cuando estuviéramos cerca de las fronteras de los mundos la piedra se iluminaría. Y así, con un par de caballos para el viaje, partimos dejando atrás aquel lugar que bien podrá haberle costado la vida a mi marido de no haber sido porque yo había entrado para aportar la serenidad, la calma que necesitaba. Espantar sus miedos y hacerle ver que estaba allí y que siempre lo iba a estar mientras él me permitiera quedarme a su lado. Reconocía que cuando lo conocí jamás pensé que llegaríamos al punto en el que nos encontrábamos, pero se había gado el único lugar en mi corazón y ya ni siquiera me imaginaba un solo día sin él.

Seguimos camino hasta que ya por la noche decidimos parar a descansar, por lo que me había contado aquel bosque era bastante amplio y extenso, así que lo más seguro es que no podríamos encontrar el final del mismo aquella noche. Decidimos parar a descansar y primero encendió un fuego para que yo pudiera calentarme, en cuestiones de esas solo podía aportar la teoría pero no la práctica. Como buen vikingo y cazador durante el camino había cazado algo para alimentarnos ya que habíamos ido pero no íbamos tan preparados porque, ¿quién sabía lo que podríamos encontrarnos? Me mantuve callada todo el tiempo sumida en mis propios pensamientos frente a la lumbre, al otro lado estaba él preparando todo lo necesario para cenar con la presa que había cazado, mis ojos repasaban su figura iluminada por las llamas de la lumbre, recorría con mis desiertos sus facciones marcadas, su rostro fijándome en cada pequeño detalle, en lo atractivo que era dejándole hacer. Me estaba costando horrores el quedarme callada, mordía mi lengua porque quería hablar con él y solucionar las cosas porque para mí era imposible seguir así todo el camino, era tortuoso y se me hacía imposible. No supe cuánto aguanté aunque fue bastante porque ya había cocinado la pieza sumidos ambos en un silencio, algo extraño para nosotros ya que siempre hablábamos pero esa vez nuestras mentes nos mantenían ocupadas. Y al final me levanté llamándole para hablar con él, sabía que quizás no querría escucharme pero yo no aguantaba más estar callada, las palabras querían salir de mis labios y era como si quemara. Supe que él sabía que en algún momento hablaría con solo sus preciosos mares se posaron en mis desiertos, me conocía demasiado como para saber que no aguantaría. Mi primera pregunta fue clara; si pensaba eso realmente. Y su respuesta fue afirmativa, sabía que le costaba hablar y expresarse pero en ese momento lo necesitaba. Su vaho salía de sus labios mientras nos mirábamos ahora sentada a su lado, le dejé hablar y expresarse viendo cómo hundía sus manos en su rostro, viendo lo que le costaba, viendo cómo deslizaba sus manos hasta echar hacia atrás su pelo en lo que yo me mordía el labio. Él necesitaba más tiempo que yo, por eso no lo presioné para nada. Aunque no me gustaron sus palabras, porque yo no me iría con ningún otro porque era o él, o nada. Erraba, se equivocaba con sus pensamientos y aunque traté de que me escuchara cuando dijo lo de París lo miré de manera fija. Sabía lo que le pesaba porque lo habíamos hablado, era complicado para ambos y a mí me dolía enormemente que pensara que en París no podía ser nada más que un mantenido como si le diera la razón a mi padre, porque no era verdad. Sin embargo aseguraba que iría conmigo porque quería hacer su vida a mi lado, incluso con sus temores. Lancé un suspiro en lo que el silencio de nuevo reinó entre ambos, sabía que no era el momento ni el lugar pero no había podido evitarlo... me sentía demasiado mal.



-Está bien –dije llevando mi mano a su nuca para enredar mis dedos en su pelo y acariciarle, entendía que en esos momentos donde su alma y su vida pendían de un delgado y fino hilo no quisiera hablarlo- sólo prométeme que hablaremos esto en volver, no puedo permitir que sigas con esta carga pesada cuando yo puedo quitártela –acabé envolviéndolo entre mis brazos rodeándolo para que sintiera que estaba ahí, sintiera mi cuerpo y mi calor dejando mi rostro en su cuello pegada a él. En volver a París nos esperaba esa conversación y de una vez por todas eliminaría esas dudas de su mente. Alcé su rostro para mirarlo y contemplarlo, reflejado en sus orbes ese mar de dudas que lo carcomían por dentro, y solo pude besarlo como a mí me gustaba hasta que me tuve que separar para buscar aire tras haberlo perdido en el beso. Cenamos cuando la carne estaba lista, para que se sintiera bien, me senté sobre sus piernas como de costumbre para darle de vez en cuando algún trozo de carne. Sabía que eso no paliaba lo que sentía y lo que pasaba, pero al menos ambos estábamos bien para poder tener esos momentos que no era la primera vez que teníamos. La cena pasó tranquila o al menos yo lo sentía algo más tranquila tras dejar el tema, estábamos los dos y era todo cuanto importaba para continuar camino. Tras cenar nos tumbamos cerca de la lumbre abrazados, pasaríamos así la noche y yo me recosté sobre el pecho del vikingo sin dejar de acariciarlo, de recorrer su trenza, de besar sus labios- ¿cuál crees tú que será el próximo reino que nos toque visitar? –Pregunté retomando un poco la tranquilidad y la normalidad entre ambos- espero que de verdad la piedra funcione y no nos haya engañado –dije mientras mis dedos seguían acariciándolo tumbados frente a la lumbre, me incorporé un poco apoyándome en mi brazo para mirarlo bien mientras mi pelo caía sobre su pecho- recuerda que pase lo que pase estamos juntos en esto, que la clave es permanecer unidos porque hemos visto que juntos somos capaces de solucionarlo todo, de poder con lo que se nos venga por delante –sonreí perfilando su mandíbula, llevando mis dedos a su barba- te quiero Ubbe –dije antes de inclinar su rostro y besarlo, de manera lenta, antes de dejarnos abrazar por Morfeo y descansar sucumbiendo ambos al sueño, unidos y abrazados. Cuando el solo salió por el horizonte el primero en despertar fue él, me despertó aunque remoloneé un rato y por fin cedí abriendo mis ojos encontrándome con sus mares, sonreí y tras desayunar algo retomamos camino montados sobre los caballos. Para el medio día dimos con el linde del bosque, el colgante comenzó a emitir luz y seguimos la dirección hasta que llegamos a un lugar donde parecía que había un portal aunque no es que estuviera activo- ¿será aquí? –Pregunté al vikingo quien estaba como yo- supongo que solo habrá una forma de averiguarlo –dije y ambos nos acercamos sobre los caballos despacio hacia el lugar para ver qué pasaba. Podía notar que la piedra comenzaba a vibrar y cuando su luz fue más fuerte parecía que estaba abriendo el portal- ¡mira! –Dije señalando que se estaba abriendo, era nuestra oportunidad. Sin embargo la tierra retumbó durante unos segundos, los caballos se asustaron mostrándose inquietos y un ruido a nuestras espaldas nos hizo girar la cabeza. Allí, a unos metros de distancia, todo el suelo desapareció como si se hubiera hundido y en su lugar apareció otra cosa; arena. Fruncí el ceño extrañada por ello- ¿pero qué...? –Era muy raro que apareciera arena en aquel lugar tan lleno de naturaleza porque no tenía nada que ver con el desierto... y fue cuando caí en la cuenta, ¿sería que mis dioses tenían algo que ver? Del lugar emergió una columna de arena y, en esta, un rostro que no lograba identificar pero que nos miraba de manera fija... y no me gustaba- ¿Ubbe? –Pregunté por si estaba igual que yo de desconcertada, fue cuando un gruñido se escuchó al abrir su boca que nos dimos cuenta que era peligroso. Escuché su “corre” en lo que espoleaba el caballo e hice lo mismo que él sin pensarlo, aquello nos perseguía y parecía engullir todo lo que estaba a su alcance. El suelo se resquebrajaba a nuestro paso mientras aquella “tormenta de arena” nos seguía y nos ganaba cada vez más terreno, parecía que nos iba a dar alcance... cuando el portal se abrió y lo atravesamos cerrándose tras nuestro paso, aunque algunos granos de arena de la tormenta también lo hicieron como muestra de lo que había pasado.
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Mensaje por Ubbe Cannif Dom Nov 25, 2018 6:19 am

Conocía a mi mujer, no era de las que dejaba las cosas a medias, mas bien era de esas que le gustaba zanjar los temas, hablar hasta solucionar porque a diferencia mía, ella tenía una clara capacidad para hablar de miedos, o sentimientos, por contra yo era parco en mostrarme débil incluso ante ella, quizás mas que frente a nadie, frente a la mujer que amaba.

Sus dedos se deslizaban calmos por mi pecho mientras nuestros labios se devoraban lentamente enredando nuestras lenguas en un Ragnarok plagado de jadeos y gruñidos. Mi esposa y yo eramos incapaces de no sucumbir a la pasión, cuando nuestras pieles se rozaban todo ardía, incluso nosotros mismos, y así aun con mi alma en vilo y siendo presos de un camino peligroso cruzando los nueve mundos, me alcé sobre ella cual escudo. Mi verga enorme y henchida de sangre se aventuró voraz en su caverna, movimientos rudos que hicieron tambalear las raíces del mismo fresno que nos sustentaba ahora mismo.

-Te quiero -dos palabras que lo decían todo en tan poco tiempo y así sucumbimos a un placido sueño embriagados por el olor y el sabor del otro.

La paz es efímera, al día siguiente y tras un copioso desayuno que cacé en aquellos bosques inmensos emprendimos búsqueda de ese nuevo portal, según la reina la piedra nos ayudaría a ir al reino que deseáramos o mas bien el que necesitábamos para continuar el viaje que me devolvería mi alma y me permitiría una vida junto a la mujer que amaba.

Llevábamos un buen rato cabalgando, bromeando entre risas sobre lo estirada que era la elfa y la cantidad de palos que llevaban metidos por le culo sus siervos cuando no se como y por que de la nada apareció un desierto y en el una especie de enorme elemental de tierra que pretendía engullirnos.

-Corre -rugí espoleando el caballo rumbo al lado contrario mientras frotaba la puta piedra esperando que algo mágico pasara ante nuestros ojos.
Por suerte y no se si de tanto de desearlo, antes de que esa mole de tierra alcanzara en una carrera contra tiempo y espacio los cuartos traseros de mi caballo, ante ambos apareció una especie de portal, mas bien de agujero negro que nos trago llevándonos a otro sitio.

Caímos ante un edificio de oro, mi sonrisa se ladeo y los ojos de la egipcia se achinaron al ver mi cara de tonto.

-Esto es el Valhalla.

-¿y ahí están las valquirias cierto? -preguntó una Nai con el ceño fruncido.

-Exacto, pero no te preocupes dije cogiendo su coño con mi mano -mi Valhalla esta entre tus piernas.
Es la quinta morada celeste, donde, todo resplandeciente de oro, ocupa un vasto lugar. Odín elige allí todos los días entre los hombres muertos en los campos de batalla. El gran salón tiene lanzas como vigas, un techo cubierto de escudos, cotas de malla extendidas sobre sus bancos, un lobo está encadenado frente a la puerte del oeste y un águila se cierne encima.​





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Mensaje por Naitiri Zahir Dom Nov 25, 2018 5:34 pm

Si algo tenía claro es que no permitiría que mi marido viviera con unas dudas que, al parecer, le carcomían por dentro guardándolas para que yo no me enterara mientras estas crecían y se alojaban en su interior. Odiaba que en cierta manera no me contara las cosas y se las guardara, entendía que para él era mucho más complicado que para mí el hablar de sentimientos, de cosas íntimas, de miedos... pero no las estaba hablando con cualquier persona, sino que lo haría con su mujer que era la que debía de apoyarle y ayudarle en todo lo que él necesitara. Yo le daba sus tiempos conocedora de que le costaba mucho más que a mí, pero tampoco entendía que se lo callara porque si no lo decía yo jamás lo sabría y no podría ayudarle. Había tenido que pasar esa prueba para que yo me enterara de lo que ocurría, de sus miedos, sus dudas, todas esas preocupaciones que albergaba en su interior y de las que yo ahora era consciente. No me gustaba que no me contara las cosas pero entendía que él era así, solo esperaba que a partir de ese momento él hablara conmigo cuando estuviera preparado y jamás se callara nada, porque para eso estaba; para ayudarle cuando más le hiciera falta. No me gustaba lo que había escuchado ahí dentro, no me gustaba lo que pensaba y no entendía de dónde venían esos miedos, esas dudas de que yo pudiera conocer a hombres más acordes a lo que yo estudiaba y de los cuales eran más interesantes que él, o eso es lo que él pensaba. No me gustaba que en cierto sentido dudara de mi decisión o de mis sentimientos por él, no cuando había ido a un universo alterno para buscarle cuando no me reconocía en absoluto y todo era demasiado extraño, no cuando estaba cruzando con él los nueve mundos para recuperar su alma, no cuando le había entregado parte de la mía para que siguiera en pie. Mis sentimientos por él eran demasiado fuertes, y por muchos hombres que pudiera conocer jamás ninguno se le parecería en nada al vikingo, ni una milésima parte de lo que él era. Él suponía o pensaba que era como un capricho, pero se equivocaba, porque yo no me casaría por capricho cuando era una de las ilusiones de mi vida, ni entregaría la mitad de alma por un capricho... me había dado cuenta de que era el hombre de mi vida y solo podía esperar para llegar a París y hablar las cosas, porque esto no se quedaba aquí, sino que terminaríamos la conversación y despejaría todas sus dudas. Porque lo amaba, porque era el mejor hombre que había conocido aunque muchos no pensaran lo mismo de primera mano por su apariencia, pero era muchísimo mejor que todos los hombres que había conocido. Y sabía que sería un excelente padre de nuestros hijos, porque lo había visto con los niños y la sola imagen de verlo con nuestro hijo en brazos me sacaba una sonrisa tonta y, por qué no decirlo, se me caía la baba de pensarlo.

Si algo había aprendido a su lado era a darle sus tiempos y respetarlos, entendía por qué no quería hablar del tema en esos momentos y lo respeté porque su alma, su vida, pendían de un hilo muy fino que en cualquier momento podría romperse y yo no quería que se pusiera mal hablando sobre ello. Sabía que se sentía un tanto desesperado porque, a diferencia conmigo, a él le costaba mucho más expresarse y encontrar las palabras era algo que no le era tan fácil como me pasaba a mí. Por eso decidí darle su tiempo y no presionarlo, porque ya hablaríamos a la vuelta, pero sobre todo quise hacerle ver que estaba allí con él y que no iba a marcharme. Cenamos lo que él había cazado como siempre entre besos y caricias que como de costumbre siempre iban a más, era imposible estar cerca tocándonos y no sucumbir al deseo y a la pasión que nos envolvía a ambos por igual. Y allí, en mitad de aquel bosque tras todo lo que habíamos pasado, hicimos el amor demostrando que nada podía con nosotros y que estábamos unidos pasara lo que pasara, viniera lo que viniera. Nos entregamos marcándonos a fuego hasta sucumbir juntos alcanzando el orgasmo, su cuerpo sobre el mío, sus dedos entrelazados con los míos mirándonos a los ojos en ese maravilloso oasis que se creaba cuando aseguró que me quería, y yo sonreí para rozar mi nariz con la suya y besarlo porque más que las palabras, las acciones eran las que marcaban y siempre perduraban. Dormimos juntos, entrelazados y abrazados hasta que el alba nos encontró y nos pusimos en marcha, por el camino lo sentí algo más animado hablando sobre los elfos y lo estirados según él que eran mientras yo negaba con la cabeza divertida, contenta por verlo de mejor estado que el pasado día. Fue cuando una tormenta de arena apareció de la nada, el suelo se abrió y la arena surgió engullendo todo lo que encontraba. Un rostro en la tormenta que parecía querer atraparnos mientras los caballos corrían para esquivar la tormenta que se cernía sobre todos y que parecía que iba a atraparnos. Un portal se abrió justo cuando parecía todo perdido y fuimos engullidos por el mismo librándonos de la tormenta de arena, algo que dudaba que fuera del mundo de los elfos. Caímos al suelo y yo quedé sobre el cuerpo del vikingo, sus manos raudas fueron a mi rostro apartando unos mechones para comprobar que estuviera bien y le sonreí para tranquilizarlo. Me ayudó a levantarme cuando alcé mis desiertos hacia aquel lugar; un majestuoso salón todo de oro se alzaba frente a nosotros, allí donde se podía extender la vista todo estaba cubierto por el oro, e incluso cuando miré alrededor  el sol bañaba lo que parecía una ciudad que también resplandecía de dorado. Mis ojos fueron hacia el vikingo cuando aseguró que estábamos en el Valhalla, y no pude evitar fruncir el ceño porque era el lugar que hasta hacía bastante poco era al que quería ir como todo vikingo. Era un enorme edificio que albergaba en su interior el gran salón con grandes mesas, sin duda alguna, un lugar digno de dioses y de grandes reyes, así como de bravos guerreros, para festejar por sus heroicas batallas. Un lobo encadenado aguardaba en su puerta y, sobre este, un cuervo que parecía tener la mirada fija en nosotros.



-El Valhalla... pero, ¿este no es también el lugar donde viven las valquirias? –Mi marido siempre había dicho que unas valquirias lo llevarían al salón del Valhalla donde Odín lo estaría esperando, allí donde podría comer y beber con ellos, allí donde podría según él, “follar” con las mismísimas valquirias. Por la cara que traía y esa sonrisa boba sabía perfectamente que sí, que era aquel lugar al que de alguna manera todos los vikingos soñaban con llegar algún día. Sin embargo él supo perfectamente que no me hacía demasiada gracia, y con un tono divertido me aseguró que no me preocupara mientras su mano iba a mi sexo y lo apretaba asegurando que el único Valhalla para él era el que conocía entre mis piernas. Me crucé de brazos y luego enarqué una ceja por ello pero, es lo que realmente él había dicho en un momento, “Mi Valhalla, dueña de mi vida y de mi destino”, esas eran las palabras que él había utilizado en nuestra boda y que sabía que cumpliría- más te vale Ubbe, más te vale –dije para acabar sonriendo y llevar mi mano a su trenza para de un pequeño tirón hacer que su rostro se inclinara para besarlo, mi boca encontró la suya y mi lengua se hizo la dueña en aquel beso donde su mano fue a mi nuca para pegarme a él y tomar el control del beso, de esa manera que tanto me gustaba, y que me dejó sin respiración. Nos separamos ligeramente para mirarnos a los ojos con la respiración agitada por el beso, mis dedos recorrieron su pecho mientras tras él veía la entrada al gran salón- entonces, ¿qué es lo que hacemos aquí? ¿Por qué la piedra nos ha traído a este lugar? No lo entiendo –dije pensando que nos llevaría allí donde estaría su alma, sin embargo, parecía que eso no iba a ser tan fácil como pensábamos- quieres entrar, ¿verdad? –Pregunté mirándolo a lo que supe que iba a asentir con la cabeza enseguida, de hecho lo hizo mientras sonreía- ¿crees que podremos entrar? Es la morada de los dioses y según las leyendas vosotros llegáis aquí cuando una valquiria os recoge en el campo de batalla y os trae ante Odín –sabía lo que iba a decir, porque lo conocía, y puse mi dedo en sus labios para que no hablara- la batalla de anoche no cuenta, vikingo –dije sonriendo porque sabía que iba a decir algo así y por su risa supe que así era- pero qué idiota eres –dije dándole manotazo en su pecho como de costumbre hacía- entremos, pero que te quede clara una cosa –dije acercándome a él para mirar esos mares preciosos- que entres no significa que vayas a quedarte, tú vuelves conmigo –tomé su mano con la mía entrelazando mis dedos- l¿preparado? –Yo querría tomarme unos minutos antes de entrar al gran salón de mis dioses, no dejábamos de ser humanos y no sabíamos qué nos encontraríamos. Sin embargo justo cuando dimos un par de pasos una figura conocida salió de la entrada del salón mientras nos observaba con sus ojos azules.
-Os estábamos esperando –Thor, el mismo que se había aparecido junto a las Nornas ahora nos recibía para hacernos pasar al gran salón. Era uno bastante grande y alto, con lanzas enormes de decoración, los escudos cubrían el techo, sobre los bancos habían cotas de malla extendidos. Yo miraba todo con curiosidad pero el vikingo no quitaba la vista de aquel regalo que muy pocos, o ninguno, podía contemplar en vida- habéis hecho un gran trabajo recorriendo los mundos, tengo mis esperanzas puestas en vosotros y me alegro de que estés aquí tras superar la última prueba –dijo mientras nos guiaba a una mesa donde parecía que nos esperaba porque había varias jarras en la misma- he seguido vuestros pasos, lo cierto es que hemos podido averiguar un poco más –ahora era cuando captaba toda mi atención- sin embargo no estoy tan versado en tu cultura como para saber quiénes están detrás de esto. Sé que Hela forma parte de esto, y que tu panteón también está interesado... ¿quién crees que podría estar al mando, Naitiri? –Preguntó mirándome con esos orbes azul eléctrico que poseía, mordí mi labio porque no era algo que hubiera pensado realmente.
-No lo he pensado, pero por lo que he visto antes de cruzar el portal y venir aquí, yo diría que Seth. Es un dios vengativo y fue quien quiso que Apofis destruyera el mundo de los humanos permitiéndole entrar, que cambiara las tornas entre lo vivo y lo muerto –aseguré pensando aunque tampoco es que se me ocurriera mucho- no lo sé, no entiendo cómo es que querrían quitarle el alma a mi marido para que no tuviéramos a nuestro hijo, ¿qué mal puede hacer un bebé? No lo entiendo –y eso me cabreaba, habíamos luchado mucho por estar juntos, habíamos hecho sacrificios a los dioses para que nos bendijeran con un hijo, ya nos habían quitado a uno... y no era justo.
-No, no lo es Naitiri. Los dioses podemos ser muy vengativos, pero vuestro hijo de convertirse en lobo no será otro cualquiera –lo miré de manera fija.
-¿Por qué no? ¿Qué tiene de especial? –Dije mientras lo miraba, convencida de que algo sabía y no nos estaba contando- lnecesitamos saberlo, estamos metidos en esta lucha y si algo merecemos es la verdad –nos miró a ambos por unos segundos y lanzó un suspiro.
-Veréis, hay un fenómeno que se da en determinados momentos cada milenios, todos los reinos se alinean formando una línea única como si fuera un paso entre todos los mundos. Desde el comienzo del mundo hay energías antiguas y poderosas que nadie es capaz de controlar. Estas energías se canalizan a través de encontrar un recipiente, una vasija donde permanecer a la espera de que el poder resurja. No sabemos cómo funciona o tampoco es cómo es que dichas energías escogen a la persona indicada –hizo una pausa mirándonos- la noche en la que hicisteis la ofrenda a Freyja los mundo se alinearon, y dicha línea cayó justo sobre vosotros. Solo hay una condición con estas energías; escogen a aquellos recipientes poderosos pero sobre todo lo hacen con niños, niños pequeños que puedan albergar su poder al principio y conforme vayan creciendo su poder aumente. De alguna forma y para que lo entendáis, esta energía está en vosotros y solo se manifestará con vuestro primer hijo, es por eso que algunos quieren que no nazca porque si te roban el alma pueden robarte el “poder”, la energía que llevas dentro. Solo sabemos que convertido en lobo es como se manifestará el poder, vuestro hijo se hará oscuro y llevado por lo que alberga en su interior desatará el caos. Hela tiene tu alma Ubbe, pero llegar hasta ella no será tan fácil porque unidos al panteón de tu mujer esperan tú llegada... aunque no estarás solo, no podemos dejar que Hela tenga un poder así.
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