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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Artemisa Apholos Jue Jul 19, 2018 7:21 am

Cuando tus peores pesadillas se hacen realidad
sólo hay opción de plantar cara o bien,
hundirte en ellas para siempre.

La semana está contaminada de un mal presentimiento desde el domingo hasta hoy, viernes. Al ver cómo el hombre que desea la posesión total de su cuerpo, de su mente, de sus días, se pone en pie para empezar a arreglar sus ropas, se siente intranquila como si su sexto sentido estuviera diciéndole a gritos que debería tomar uno de sus brazos, besarle para detener su camino regresando a su cama y disfrutar un rato más en su excitante y placentera compañía. Se autoreprende, suficiente tiene con que este macho considere que debe dejar sus actividades en el prostíbulo incitando a que tome un lugar a su lado, en su hogar, como para ponerse melosa mostrando debilidad. Lo que Endymion busca, es la sumisión total a sus demandas, exigencias, a su súper desarrollado sentido de posesión, de celos, de primitiva territorialidad. Algo que a la cambiante per se le aburre y la obliga a rebelarse.

Sus ojos pasean por la constitución física de su compañero y cliente exclusivo. Pagó tanto por ella que su Madama accedió a que estuviera disponible para él las noches que así lo quisiera. Se supondría que sólo podrían verse los jueves, ahora eso ya es historia. Cada vez que se le ocurre, lo encuentra en la casa de la Madama para exigir que le atienda. Y pagando, es su deber atender el más mínimo de sus caprichos. ¡Y vaya que los tiene el niño! Se pone en pie cubriendo su cuerpo con la bata que tiene cerca del lecho que no desea mirar un poco. La forma en que sus necesidades físicas con satisfechas por las manos y el cuerpo de este macho, le causan escalofríos. Jamás antes tuvo una pareja. El sexo era por demás aburrido, sólo que de él se saca tanta plata que accedió vender su cuerpo. En ocasiones era un suplicio para su fino olfato. Ya no más. Aún sin que Endymion se hubiese bañado, el aroma que desprende es tal, que la provoca en demasía. Si a eso se le suma la forma tan deliciosa en que la toma y la hace disfrutar, le da un bonus extra.

El verlo ahora significa que no volverá hasta dos o tres días después. Tiene tiempo libre, lo que le viene perfecto puesto que conforme su calendario, está por entrar en período de ovulación. El celo provoca a los cambiantes a actuar de maneras menos humanas. Ella intenta paliar todo este ciclo alejando su presencia de los humanos. - Ya te ayudo con eso - susurra solícita cuando él intenta acomodarse la corbata. Le gusta hacerlo, atar al animal con un simple accesorio humano. Ojalá fueran tan fáciles las cosas entre ellos. Una vez puestas las vestiduras y acicalada la figura, el hombre se despide con un apasionado beso que la deja ansiando verlo pronto antes de retirarse con una expresión de total arrogancia. La cree suya. La sabe suya, lo confirma con cada acción, algo que a la felina le provoca un resoplido.

El tiempo ya es suyo. Se mete a bañar, se arregla y realiza mandados menores. Así entonces, al caer la tarde, coloca sobre la mesa de la cabaña que rentó durante una semana, la bolsa con los alimentos. Nadie la va a buscar, estará sola conforme sus propios caprichos. La Madama le permite estos deseos porque nadie le da más dinero que Artemisa. Ahora mucho menos, con la atención que sobre su persona tiene del Duque. Las monedas son intercambiadas de mano en mano con tal de que el hombre disfrute de su cuerpo. Pasea las manos por su rostro en movimientos ascendentes y descendentes. Por fin tiene un poco de paz y relajación. Se dirige a la recámara donde sus movimientos metódicos la desprenden de sus ropas que dobla con mimo para cambiar a su figura gatuna.

Se sacude mirando a su alrededor con una diferencia de altura que en su primer cambio fue agobiante. Ahora es tan normal como respirar. Sale de la cabaña para estirar las patas mirando a su alrededor con interés. El enorme gato maine coon se pasea con pereza por el bosque oteando y oliendo para estar atenta a los cambios en el ambiente. Alcanza a detectar el olor de un licántropo. En tanto permanezca en la cabaña, estará bien. Sólo es una semana, se recuerda en tanto sigue sus pasos buscando algo en particular, quizá una nueva experiencia o bien, una cacería de algún animal menor. En eso no tiene tapujos. Si su instinto le incita a cazar algún roedor, lo hace con placer llegando a comerlo inclusive. Tiene una total armonía con su lado salvaje que esos detalles son insignificantes. Sus orejas se levantan al tiempo que lo hace la cabeza en tanto el morro se contrae cuando un sonido discordante le alerta. ¿Qué es eso?

Y a tiempo que sus ojos se pasean por el verde combinado con el café y los colores de la naturaleza, un sonido la alerta. Da un salto instintivo, demasiado tarde. Siente cómo algo se le clava en la siniestra pata trasera. Sus colmillos le desprenden del dardo antes de que su olfato detecte la mezcla de sustancias en la punta. ¿Qué está pasando? Desconocía que alguien hubiera descubierto su escondite. ¿Quizá fue demasiado arrogante de pensar que nadie la seguiría? Es la tercera vez que asiste a esta cabaña. ¿Le esperaban? Siente cómo la sustancia hace su efecto, es un narcótico. Le provoca un aturdimiento de los músculos. Busca escapar de ahí dando algunos pasos y saltos para intentar correr. La tirantez de la pata va in crescendo hacia su cuerpo lo que le da miedo. ¿Qué es lo que busca la persona que le atacó? Corre sin rumbo fijo, intentando escapar. Pronto se da cuenta que la pesadez se acumula en el resto del cuerpo. Intenta mutar su ser a la forma más rápida que tiene: la cheetah. En eso está cuando nota que es una trampa. Por la misma transformación, provoca que el líquido se irrigue más rápido por todo su cuerpo. Apenas recorre unos metros cuando flaquea cayendo.
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Mensaje por Lexa Azcuénaga Vie Jul 20, 2018 10:04 am

Cave,Cave,Deus videt
(cuidado, cuidado, Dios lo ve)

La zona donde normalmente Lexa actuaba eran las afueras de la ciudad, era el lugar donde las criaturas del demonio se relajaban mas en su actuación, puesto que no pensaban que hubiera miradas indiscretas observando en su plenitud, en su lado más salvaje y además cazando por aquel lugar para alimentarse. Allí podían matar con mayor facilidad y les era quizás mas fácil atrapar a sus presas. La primera vez que descubrió aquel lugar fue cuando iba en busca de un Nosferatu al que tenía que dar caza, y a partir de ese momento regentaba aquel lugar muy a menudo.

En uno de aquellos paseos, armada hasta arriba, como solía ir en sus cacerías. Descubrió una cabaña, normalmente cuando iba siempre estaba vacía. Era como si siempre estuviera abandonada, como si no viviera nadie allí. Normalmente, pasaba de largo o se colocaba allí para prepararse algo de sus armas. Pero uno de los días observó luz en ella, a primera vista no prestó mucha atención aquel día, solo dio por sentando que se había equivocado al pensar que aquella casa no estaba abandonada. Por lo que prosiguió con sus patrullas antiseresobrenaturales.

Volvió a ver un periodo que la casa cuando coincidía en sus patrullas seguía abandonada, algo no cuadraba. Por tanto, empezó a interesarse por aquel lugar. Iba día si y día también para ver que escondía aquel lugar. Hasta que de nuevo pudo observar luz en aquel lugar, aquel día se acercó y pudo ver a una chica allí. Fue entonces cuando empezó a investigar, era como si fuera en los periodos menstruales o algo por el estilo. Pues la fecha coincidía con la del otro mes y era raro que una simple humana, se marchara del lugar si tenía  la regla.

Pregunto a los investigares de la inquisición, aquellos que se dedicaban a informar y a conocer todo tipo de criaturas, para saber que podía ser aquella mujer de la que sospechaba. Y enseguida, tras descartar Licantropos y vampiros, dio con un simple resultado,uno que sorprendió a la Inquisidora. Era un cambiaformas, un ser al cual nunca había dado caza, se dedicaba demasiado a los licantropos, vampiros y nosferatu, los cuales, para ella, los más peligrosos que existían en aquel bello mundo manchado por aquellos seres de Satan.

Por suerte, tenía armas para combatirla, eran débiles a las balas de plata y  de esas balas tenía de sobra. Pero quería capturarla viva, quería saber de ella, saber que hacían en aquel mundo. Por lo que no tardó mucho en pedir una receta de veneno para que afectara al cambiaformas. La gustaba prepararlo a ella, en su casa tenía un cuarto especifico y bien oculto para guardar  y hacer aquellas armas mortíferas. El dardó lo preparó para lanzarlo con  una escopeta corta que tenía, llevó varias dosis en sus bolsos y marchó a la caza de la cambiaformas. Si no estaba equivocada iría ese mismo día.

Se dirigió a la zonas alejadas del bosque tras dejar un carruaje que había alquilado en las afueras, y se colocó en unos arbustos mientras ocultaba su olor con la tierra y el barro del suelo, dejando una mochila a su lado. Sacó su escopeta mientras la cargaba y apuntó en dirección de la casa mientras respiraba de forma pausada y tranquila, mientras miraba por la mirilla de la escopeta. No estaba muy lejos pero lo suficiente para poder dar al blanco y que no la descubrieran. Justo la chica ya estaba en la casa, solo esperaba que saliera y le daría caza. Siguió respirando suavemente hasta que salió de la casa, pero era un felino enorme que estaba dando caza a un ratón, al principio dudo pero enseguida preparó el martillo de la escopeta y tras apuntar a la pierna contuvo la respiración y apretó el gatillo. El dardo impactó de pleno dando a la cambiaformas y esta intentó escapar cambiando de forma, pero eso sería el peor movimiento que podía hacer.

Se levantó enseguida, tomando la mochila y guardando la escopeta en su espalda pero sacando de la pistolera oculta de su chaqueta una pistola. Se acercó al cheetah, era un bello ejemplar, la pena que fuera un monstruo. Se encogió de hombros y apuntó a la pierna contraria donde había disparado el dardo, y sin mas apretó el gatillo,tras haber preparado el martillo, disparandole una bala de plata en la pierna. Eso la debilitaría lo suficiente, mientras saco otro dardo y se lo volvió a inyectar en la pierna del primer dardo, la puso unas cadenas, que saco de su mochila,en sus manos y piernas todas unidas entre ellas y una venda para taparla sus ojos. La cara de Lexa estaba oculta por una mascara y una capucha. Aunque se notaba su cuerpo femenino en sus vestimentas.

Sin mas dilación tiró de las cadenas de la cambiaformas para encerrarla en el carruaje con llave. La costo llevarla, aunque tenía fuerza suficiente, al fin y al cabo, estaba llevando un animal grande y ella no tenía fuerza sobrehumana. Y meterla dentro tan poco fue tarea fácil, pero lo consiguió, no estaba acostumbrada a llevarse presos, normalmente mataba y eliminaba los cuerpos, además llamaba al resto de inquisidores para que la ayudaran en la tarea. Se montó finalmente en el carruaje y se la llevó hasta las catacumbas de París, algunas utilizadas por la inquisición.
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Mensaje por Artemisa Apholos Sáb Jul 21, 2018 11:07 am

El dardo atraviesa la piel y el músculo de la pata provocando un dolor aunado a una debilidad que será su perdición futura. Ni siquiera la transformación a un felino más grande y rápido permiten que pueda escapar. Se arrastra a duras penas cuando la presencia de una figura la alerta, bufa mostrando los colmillos, alarga la pata con las garras desenfundadas. Una bala más le quema como fuego en las entrañas. Se retuerce antes de que otro dardo la toque. Está con la mente embotada, con los miembros débiles cuando esa mujer -porque si bien la máscara evita que observe su rostro, las formas femeninas son innegables- va atando sus patas. Quisiera darle un tarascón para quedarse con un recuerdo de carne y sangre, sólo que en lugar de ver un objetivo, son tres de la manera en que la droga está haciendo efecto. Se remueve un poco más, su respiración se hace más rápida en una manera de quemar esa sustancia que la está incapacitando de a poco.

Las cuatro patas son atadas con una habilidad de ensueño. El olor a incienso que desprende la mortal le hace consciente de que, de nuevo, la Inquisición fue tras sus pasos y la han atrapado. ¿Qué harán con ella? ¿Cuáles son sus órdenes? Para Artemisa, todos los inquisidores son iguales: seres de grandes habilidades físicas con cerebros podridos por las enseñanzas de la iglesia que les hacen creer que todos los sobrenaturales son malos, engendros de Satanás, su demonio personal. La invocación del mal en la tierra. ¿Acaso se han dado cuenta que muchos, como la propia Artemisa, sólo quieren vivir sin alterar o amenazar a otros que viven también a su alrededor? No. Son cortos de vista, de mente. Dicen que salvan almas ¿Quién salva las suyas? Esa mujer intenta llevarla a otro sitio. Sesenta kilos de puro músculo es lo que pesa ahora mismo Artemisa en la forma de la cheetah. Si hubiera tornado a tigre. ¿Qué haría? Porque nadie la acompaña.

El suplicio de la inquisidora es el suyo. Siente cómo la piel se le abre con las piedras y guijarros del camino. Poco o ningún cuidado utiliza esta enemiga cuando la lleva hasta un carruaje. ¿A dónde se dirigen? Es de los pocos pensamientos que le llegan ahora. Con dificultad, le sube. Los golpes que le propina son ignorados por su captora. ¿Acaso piensan que por estas actitudes es que los sobrenaturales les cazan a su vez? La cambiante no olvida todas las persecuciones donde ella fue la presa y a duras penas pudo escapar. ¿Por qué? Sólo por su nacimiento marcado por una diferencia de los hombres. Es una cambiante, puede tornar a tres formas de felino diferentes entre sí. Desearía saber cuál es su pecado. Se siente como un lobo atacado en su territorio. El carruaje avanza por el camino hacia rumbo desconocido.

Artemisa sólo piensa en que esta vez, es su fin. Como le lleven a la base inquisitorial, no habrá ser que pueda rescatarla. Tiempo después, en medio quizá del camino, cierra los ojos exhausta con la sustancia actuando a todo motor. Su último pensamiento va hacia Endymion quien seguro no sabrá qué le pasó. La madama sabe la dirección de la cabaña porque en ocasiones le ha mandado algo de comida o un mensaje cuando un cliente está pagando cantidades exorbitantes para gozar con su presencia. Aún así, como han cambiado de lugar, de sitio, será imposible que la encuentren. Además, pasará una semana antes de que se den cuenta de su desaparición. Artemisa fue a buscar un retiro por siete días. Hoy es el primero. La madama no se dará cuenta de que algo está mal hasta que no pasen los otros seis y eso significa que su captora tiene tiempo de sobra para matarla.

Si ese fuera su deseo, lo habría hecho en el bosque. No. Teme algo peor. Le aterroriza la idea de que piense que tiene información y desee obtenerla por medio de la tortura. Su umbral del dolor es muy grande. Artemisa tendrá pocas posibilidades de sobrevivir si es que esa es la idea. Y cuando despierta, su más grande miedo se volvió realidad. Está en un lugar extraño y el olor a la sangre es lo que prima en el sitio. Por su misma inconsciencia su cuerpo cambió al de su forma humana. Se intenta levantar negando con la cabeza - ¡Por favor, no! ¿Qué hice? ¿De qué se me acusa? - implora y exige al tiempo que busca con la mirada a su captora. Rogando porque pueda encontrar al menos las respuestas que desea antes de que la mate.
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Mensaje por Lexa Azcuénaga Sáb Jul 21, 2018 1:10 pm

Por suerte la cantidad que había medido para la cambiaformas fue perfecta. Puesto que en el carruaje no se movió ni un instante. El carruaje avanzaba por las oscuras calles de París, mientras la figura encapuchada miraba hacia delante  a través de su  mascara mientras el caballo trotaba por las  poco iluminadas y  empedradas calles y a veces arenosas, de aquel París victoriano. Suspiró, no estaba segura de la peligrosidad de aquel ser, pero por eso no lo había matado, quería ver hasta donde podía llegar esa bestia y que era en realidad. Conocía poco de aquellos seres que eran llamados cambiaformas.

Aquel medio de transporte empezó a subir Monrtmatre, tenía que llegar a la entrada de la Basílica del Sacre Coeur. Aun estaba en construcción, sería la gran Basílica de la Inquisición, los cuales ya utilizaban la cripta como acceso a las catacumbas de París. Ese símbolo eclesiástico serviría para engrandecer y perdonar los pecados de  una zona donde mas abajo los burdeles, cabaret y prostíbulos se extendían llenando aquel país de la depravación y siendo escondite de aquellos monstruos pecadores.

En cuanto llegó a la cima se dirigió  a uno de los laterales de aquel templo que estaba por terminar. Allí había una entrada en la cripta y hasta que no acabase no se podía acceder a la entrada interior de la iglesia. Se bajó del carromato y llamó a la puerta con la clave y enseñando su reliquia familiar. Enseguida abrieron el portón, y salieron varios inquisidores cuando dijo lo que traia. Por lo menos ahora se libraba de cargar tanto peso, la llevaron a la presa por las catacumbas hasta una celda con barrotes, allí los grilletes los cambiaron por los de la celda que estaban adheridos a la pared y al suelo.

Tras dejarla ahí y que alguien ocultara el carromato que dejo fuera, la Inquisidora se quito la capucha dejando la mascara puesta. Se internó con material quirúrgico al interior de la celda y sacó la bala de plata del interior, la limpio todo lo bien que pudo con plantas medicinales con el poco  tiempo  que tenía y se la tapo con una venda. En cuanto todo estuvo, salió recogiendo todo si dejar nada que pudiera servir como arma y cerró la celda. Se limpió la sangre  que tenía en las manos de la cambiaformas. Cuando estuvo todo preparado volvió a la celda cogiendo un látigo y dejándolo en una mesa que había en una pared junto a mas utensilios de tortura.

Justo tras volver de dejar aquel látigo en la mesa, observó como el felino se convertía en  una mujer. Guardó las llaves en la oficina y volvió atónita a lo que acababa de ver. Acababa de ver a un animal enorme convertirse en una mujer, ¿que clase de magia era aquella? Ni siquiera sabía que poder tenía esa mujer para convertirse en tal animal salvaje. Fue entonces cuando cruzada de brazos enfrente la celda la escuchó hablar, clavo su mirada en la chica que estaba tras los fuertes barrotes mientras ladeaba la cabeza hacia un lado sin decir nada como si no entendiera la pregunta que la estaba haciendo.

-¿Me lo estas preguntando enserio?-cuestionó con una voz fría y neutra mientras miraba con sus ojos oscuros a la cambiaformas.-eres una bestia, te transformas en animales salvajes por arte de magia....los humanos no hacemos eso.....-explicó mientras le miraba con cierta altanería.-¿y esta bestia tiene nombre? o tengo que sacárselo a la fuerza....-dijo lentamente aquellas palabras como si disfrutara con ello. Tenía que saber mas de ella, tenía que aprender de esa especie que acababa de descubrir, ¿serian tan peligrosos como los licantropos? o ¿eran simples series malditos  que suficiente tenían con su maldición? espera pronto saberlo.
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Mensaje por Artemisa Apholos Dom Jul 29, 2018 4:04 pm

El miedo impregna cada célula del cuerpo de la cambiante que observa a su captora con un brillo de miedo en el interior de sus claros orbes. La posición que adopta es de total control y una altanería propia de quien sabe que tiene el control de la situación. Atada de pies y manos con gruesas cadenas, ni siquiera intenta zafarse de ellas. ¿Por qué? Debido a lo que su olfato atrapa. El olor a otros en el lugar. Ni siquiera con las mejores armas podrían irrumpir para sacarle con vida. Ella misma podría transformarse en caso de que pudiera lograr soltarse de las amarras que le mantienen sujeta a la pared con la plantas de los pies apoyadas en el piso. El sitio parece aún en construcción por los sonidos que van apagándose en la superficie.

Desconoce el sitio a donde le llevaron, las dosis de la sustancia con la que le saturaron el sistema para que cayera en la inconsciencia aún sigue en sus venas provocando una debilidad de sus miembros. Y en caso de que pudiera soltarse ¿A dónde iría sin que la atraparan? Se ve a sí misma en una situación estresante y sin salida. ¿Es su fin? La voz de la mujer -porque su olor es tal, a pesar de la máscara- la hacen saber que sí, está ante una fanática de la religión y quien cree que todo puede ser blanco o negro. Para la condición de Artemisa, una maldición de nacimiento, es negro. Aprieta los ojos esperando que ésto tenga un fin tarde que temprano. Deja la ilusión de salir viva porque poco podría hacer ante un embate como el que se le avecina. Los instrumentos en la mesa pueden dar fe de lo que harán con ella.

Es una bestia a ojos de la inquisidora que piensa que gracias a la magia puede transformarse. El problema de ser cambiante es que hay tan pocos en el mundo que cuando atrapan a uno, todos quieren hacerse de un pedazo. Los descuartizan para intentar comprender el funcionamiento. Cómo es que pueden cambiar su cuerpo al de animales con sólo desearlo y sea día o noche, esa transformación sigue su curso sin que haya nada que la detenga. Su músculo bucal pasea por los labios dejándolos húmedos. Es la manera en que se prepara para lo que se avecina donde el dolor será el protagonista si es que es tan estúpida de no contestar a lo que se le pregunta. Aunque lo haga, terminará muriendo. Estos hombres y mujeres, se creen enviados de Dios cuando en realidad sus actuares distan mucho de lo que su libro pregona. Sí, ese tomo encuadernado que hacen llamar "biblia" en realidad es un manuscrito plagado de sangre, maldiciones y tormentos. Si lo habrá leído antes en sus largos años.

Artemisa observa a la mujer antes de contestar - no te engañes. No me engañes. Aunque te diga todo lo que quieras oír, pensarás que miento en algún momento, serás incrédula porque así te enseñaron. ¿Importa acaso qué soy? ¿Comprenderías mi condición? No pedí venir al mundo con lo que los tuyos llaman maldición. Sólo nací así. Tengo conciencia, algo que ustedes, sirvientes de Dios, pregonan tener y pocos pueden realmente presumir. Tu Dios dice "arrepiéntete y cree en el evangelio". También dice "amen a los otros como a sí mismos". Y sé en carne propia que es falso. Ninguno de ustedes es capaz de entender lo que Dios puso y permitió en su Edén. ¿Acaso Jesucristo realmente hizo milagros o sólo fueron actos de magia? - baja la cabeza porque razonar con un inquisidor es un gasto tremendo e inútil de saliva. El suelo es frío, su cuerpo desnudo tras la transformación está empezando a enfriarse. A la mujer no le importa lo que le suceda.

Sólo quiere respuestas a sus preguntas - Artemisa, mi nombre es Artemisa. Y soy una cambiante felina. Nací así, no por los pecados de mis padres, si no porque ellos también eran cambiantes. Y si se te llegara a ocurrir, no. No fue por los pecados de mis ancestros porque hubo muchas generaciones en las que los pecados primaban y ningún niño nació con esta condición y por más que respetaron tus mandamientos, llegó uno a sus vidas - sus ojos vuelven a posarse en la inquisidora - se nace cambiante. No se convierte en uno. Por más que te muerda o te haga beber de mi sangre, nunca cambiarás. Ni pasarás la condición a tu descendencia. O puede que tú también tengas en tu sangre esta condición y tu hijo la herede. Sí, ésto es herencia y el primer cambiante ni el más antiguo de los míos podría señalarlo - cierra sus ojos esperando el veredicto. Lo sabe con anticipación: culpable.
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Mensaje por Lexa Azcuénaga Miér Ago 15, 2018 11:25 am

Escuchó con atención las palabras de la chica mientras sus manos aguantadas ahora agarraban los barrotes observando a la mujer. Seguía sin comprender, era un ser que se transformaba en humano y animal. La intentaba hacer saber que ellos no hacían daño al resto de humanos pero ella lo dudaba, lo dudaba mucho, puesto que la mayoría de seres que se convertían en bestias acababan matando al resto de humanos. ¿Podía creerla? estaba claro que no, intentaba engatusarla para que la liberara y luego la atacara por la espalda, no se podía fiar ni un ápice de ella. Estaba claro que sus intenciones no era para nada buenas.

Pero en su argumentación no la cortó en ningún momento, solo la escuchó, la escuchó sin más, intentando descifrar cada una de las palabras que decía aquella chica. Además no era para nada inocente, por lo que había podido comprobar era una meretriz, una persona pecaminosa, ofrecida al pecado, una pecadora sirvienta del demonio. Ahora lo que tenía que hacer era redimirse, deshacerse de sus pecados y quizás si pudiera servir a Dios.  Dio un par de golpes con una de sus manos a los barrotes para luego separarse de ellos tras poder comprobar que había acabado con su defensa o argumentación.

-osea eres una clase de bicho que se prostituye, si muy inocente todo....ahora déjame adivinar, no tienes familia, no tienes a nadie, solo dedicas a joder matrimonios y familias felices para sobrevivir tu por que no tienes a nadie...todo muy decente, espero que no procrees a mas monstruos como tu o quizás....buscas eso, que alguien te preñe para tener a otro ser como tu para poder ir fastidiando al resto de humanos que se buscan la vida honradamente-comentó la inquisidora. La había estado siguiendo y las ropas que llevaba no era de gente de clase alta, quizás chicas de cabaret o prostitutas. Se dirigió a una mesa que tenía al lado de la celda buscando un látigo con puntas de plata, cuando se clavaran en la piel seguramente la levantaría toda creando heridas muy poco saludables.

- encomiendate a Dios si quieres obtener su perdón y quizás este tenga piedad de ti-comentó dirigiéndose de nuevo a la celda, a la puerta de esta con aquel látigo de diversas puntas de plata. Lo portaba detrás de su espalda para no dejarlo ver y por que la parecía mas cómodo para llevarlo a esa altura. Quería saber hasta que punto podía resistir aquel ser, aquella raza que desconocía y que acababa de descubrir su existencia.
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Mensaje por Artemisa Apholos Sáb Ago 18, 2018 7:08 pm

La mirada de una persona dice más que cien palabras. La de la inquisidora señala cuán dispuesta está a sólo oír. Reflexionar sería impensable para los que se creen elegidos por Dios. Obsesionados con la idea de que sólo a través de Su Palabra, la Biblia, podrán salvar al mundo, se niegan a creer que los sobrenaturales pueden servir a obras más grandes que la violencia contra los humanos. ¿Además, no es lo mismo que piden los hombres cuando les atacan los sobrenaturales? ¿Que les perdonen la vida? ¿Que entiendan que ellos no alzaron la mano primero? Algunos les respetan la existencia, otros los matan sin misericordia. Si éste es el destino que quedó grabado para Artemisa, que sea. Suplicar está en contra de sus creencias. Ya habló demasiado, ya dijo más de lo que debería.

La inquisidora toma el uso de la palabra, cada una de esas oraciones, son la respuesta a lo que en lo profundo, la cambiante esperaba. ¿Cuándo creyó que podía entender lo que le dijera? Sólo basta un pequeño detalle para que los soldados de Dios se sientan con la moral para acusar. Como si ellos jamás hubieran pecado. - ¡Por supuesto! Soy una puta, una destructora de hogares, porque sólo en tu cabeza cabe que sea yo la que ponga una pistola en la cabeza de cada hombre para que vengan a buscarme a la casa de la madama. ¿Verdad? Como si ellos no fueran por sí mismos, capaces de las peores atrocidades. ¿Joder matrimonios y familias felices? No me hagas reír; ustedes los humanos, son capaces de seguir cegados por la venda que les impide ver más allá. Sólo tú creerías que las familias son felices. En tanto más dinero tienen, más separadas están y a ningún hombre obligo a buscarme, lo hacen por su propio pie buscando las perversidades que en casa, no se atreven a pedir - mantiene silencio después de estas palabras.

Hablar es pérdida de saliva y aliento. Baja la cabeza cerrando los ojos, logrando detectar algo que ella trae en la espalda. No sabe bien qué es, sólo que huele a pequeños resquicios de sangre y a lejía de tanto que intentaron lavarlo con poco éxito. - ¿Por qué he de encomendarme a tu Dios si por su propia mano voy a morir, aunque he cumplido con sus mandamientos? Si me convertí en prostituta es porque fue el único lugar donde tus pares no me buscaron. Fui tutriz, trabajadora en fábricas, costurera y tus compañeros siempre me encontraban. Así que, como puta, parece que no se atreven a poner un pie en el prostíbulo. Lo aproveché - remueve un poco los brazos, la postura está cansando sus músculos. Pronto, necesitará soltarse y en cambio, sabe que ella hará los movimientos para hacerle más daño.

Desearía salir de ahí a toda velocidad. Comprueba las amarras, son fuertes y aún a pesar de eso, podría romperlas si se esforzara un poco. ¿Y luego qué? Para escapar de ese lugar necesitaría mucha suerte. Puede que ella no logre alcanzarla, eso no significa que los otros inquisidores no le empiecen a cazar. Se pone nerviosa por la inactividad de su enemiga que sigue paseándose por le lugar en silencio. Sabe cuán agresivos son los hijos de Dios, cuánto dolor son capaces de infringir. No es la primera vez que está en una situación como ésta, pero quizá sea la última. Aprieta las manos con fuerza, encajando sus uñas en las palmas haciéndose sangre. Baja la cabeza pensando en sus palabras. ¿Tener un hijo? Es lo que más teme. Decirle que fue la causante de varios abortos en su propio cuerpo, significaría que la califique como asesina y sea más violenta. Mejor se queda en silencio. El que calla, otorga y en estos momentos lo que significa que tenga la boca cerrada, es que acepta su destino. Al menos, hasta que pueda pensar en un plan para salir de ahí lo más rápido posible.
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Mensaje por Lexa Azcuénaga Vie Ago 24, 2018 11:42 am

Sus ojos  estaban fijos en ella aunque de vez en cuando bajaba la mirada ¿Que significaría eso? ¿Que rondaba por la mente de la inquisidora? acaso alguien sabía lo que pasaba por la mente adoctrinada de aquella mujer que se había criado en la fría Rusia pero que por sus venas corría tanto sangre francesa como española.¿ Podía pensar por elección propia? todas esas incógnitas podían reflejarse en alguien que la conociera un poco pero estaba allí, en Francia, por que nadie la conocía.

Volvió su vista de nuevo a la chica cuando esta tomó de nuevo la palabra. Sus ojos estaban puestos en la figura de la cambiaformas, no se inmutaba, parecía que no respiraba que era un tipo de muñeco que estaba ahí puesto delante de la celda. Escuchó cada frase, cada palabra que salía por los labios de forma desconsolada o más bien angustiada, intentaba de todas las formas posibles que su captora pensara o que lo intentara, que diera un paso atrás, pero quizás aquello era lo que Lexa odiaba, dar un paso hacia atrás en sus decisiones.

-¿alguien te ha dicho que vas a morir?-cuestionó ya Artemisa daba por hecho su final. Odiaba que la gente se la diera de lista, todavía no tenía claro que su ser fuera sumamente peligroso, esperaría a que alguien la dijera que hacer con ella, pero por el momento iba a ver hasta que punto podía llegar aquel ser, cuanto podría aguantar y que poderes ocultaba o más bien que más ocultaba esa mujer. Apretó con sus manos fuertemente el látigo que ocultaba en su espalda intentando contenerse un poco.

Abrió la celda mientras la dejaba cerrada tras ella, pero no sin antes haber chasqueado el látigo delante de ella para que la mujer no se la acercara ni un ápice. Volvió a lanzar el látigo hacia la mujer estas veces con intención de darla y no solo mando el látigo hacia ella una sola vez, sino una detrás de otra hasta un numero de diez veces. Se detuvo observando a la bestia mientras agarraba el látigo con las dos manos-si el señor quiere salvarte, lo hará -concluyó obviando todas las palabras que la mujer había dicho-si por mi fuera no existiría tu profesión-comentó mientras observaba con detenimiento el cuerpo y las heridas de la cambiaformas.
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Mensaje por Artemisa Apholos Sáb Ago 25, 2018 3:25 pm

Inmutabilidad, es la apariencia de la inquisidora que imprime en cada rictus de su rostro. No hay manera de que Artemisa pueda alcanzarla con palabras, mucho menos con actos porque de hacerlo así, seguro que la sentenciará a la más horrible de las muertes, si es que el final de su vida no es terrible de por sí. Las mudas consecuencias de su monólogo -que lo es, si no hay respuesta de la humana- son justo lo que la cambiante menos esperaba, ni deseaba. Poner en su cabeza las circunstancias de la existencia de los sobrenaturales, perseguidos por sus pares o bien, por estos humanos que se sienten grandes por una filosofía religiosa de la que pregonan virtudes inexistentes, hacen de sus vidas un infierno. Al menos, la de esta griega que ha sido perseguida desde hace muchos años atrás y que busca al menos algo de paz en este sitio. Poco consigue porque esos perros de su dizque dios, siguen persiguiéndola como si fuera el mejor de los huesos para morder hasta romperlo en pedazos.

¿Que quién le dijo que moriría? La cambiante muestra una sonrisa cínica. ¡Por favor! Como si no conociera sus pensamientos y la forma que tienen de hacer las cosas. El látigo se muestra para la vista agudizada de la griega provocando que un escalofrío la recorra de pies a cabeza. Las puntas de plata le aseguran el dolor con el simple roce. Ni siquiera se necesita un esfuerzo superior para que su sufrimiento sea mayor. La quemadura de la plata es tal para los cambiantes, que ni siquiera mil hierros al rojo vivo podrían compararse con el dolor que produce y mucho menos, el tiempo que tarda en sanar. Desvía la mirada con impotencia cuando lo esgrime dando el primer flagelazo que impacta contra el piso. Su cuerpo se tensa, respinga con cada golpe que no llega a su epidermis. Su rostro se impregna de un rictus de tristeza y malestar a partes iguales. Odia a estos hombres y mujeres que poco pueden apreciar la realidad aún viviendo en ella.

- No es necesario que me lo digas, conozco a los tuyos. Importa poco lo que diga, lo que demuestre. Para ustedes, sólo existe una ley, la que sus sacerdotes y estudiosos les dicen que es la cierta y se la creen como aquéllos que buscan una razón para sus pútridas existencias - esa es la verdad. Ningún inquisidor le permitirá escapar con vida para que continúe haciendo lo que para ellos es el pecado personificado. El que Artemisa sólo respire, es para ellos en sí, un crimen. El siguiente latigazo le provoca hacerse hacia atrás intentando por todos los medios que no se le acerque, que no la golpeé con esas puntas. - Allí vi a una mujer sentada sobre una bestia de color escarlata que tenía siete cabezas y diez cuernos, y estaba llena de blasfemias escritas contra Dios. La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata y llevaba puestas hermosas joyas de oro, piedras preciosas y perlas. En la mano tenía una copa de oro llena de obscenidades y de las inmundicias de su inmoralidad. Tenía escrito en la frente un nombre misterioso: Babilonia la grande, madre de todas las prostitutas y obscenidades del mundo. Pude ver que ella estaba borracha, borracha de la sangre del pueblo santo de Dios, es decir, los que testificaron de Jesús. Me quedé mirándola totalmente asombrado - repite de memoria los versículos del apocalipsis católico.

Sonríe con amargura, como si con ello pudiera extirpar todo el dolor que tiene en el interior de su corazón y más profundo. Como si paliara gracias a esos enunciados, la bilis. Chasquea la lengua con molestia, desvía la mirada cerrando los ojos cuando escucha el octavo intento de la mujer por alcanzar su cuerpo y como en los otros, se queda esperando porque resuena de nuevo contra el suelo. Está cansada de esta jugarreta donde también se demuestra la frialdad del corazón de la inquisidora que no teme en atormentarla con un sufrimiento cercano, que no llega a darse. El aire se sumerge con fuerza por su nariz llegando hasta sus pulmones inflándolos al máximo. Quisiera transformarse y largarse de ahí, la cuestión no es cuándo, si no que sabe, entiende, comprende, que al hacerlo, provocará que los demás la persigan. Si logra tener suerte, llegará a la puerta principal antes de caer herida. Si no, desde los pasillos la alcanzarán y su sufrimiento será mayor por rebelde.

¿Qué hacer? De momento, lo más inteligente es quedarse callada, bajando la cabeza, dejando que la otra decida y haga con ella lo que quiera hasta que se canse. Estudiar el sitio para comprender dónde está y cómo escapar hasta que sea plausible. Odia en lo profundo de su ser, su esencia. Porque de las tres formas de la bestia, ninguno es tan delgado o pequeño como para que pueda tornar a él y escapar sin que ellos tengan oportunidad de atraparla o disparar. Y por supuesto que la más grande de sus bestias, la tigresa, sería demasiado difícil de controlar, sobre todo, porque es un blanco mucho más fácil que el gato Maine Coon. Hasta en eso, el destino se ríe y le escupe en la cara porque por primera vez en mucho tiempo, odia ser como es. Desearía haber nacido como humana.

¡Maldito su sino!

Diez días después, alguien entra a por ella. Le sacan del lugar donde la tenía la inquisidora haciendo sus investigaciones con el cuerpo más que lastimado. Alguien logró que la eximieran de culpa. Una persona que, preocupada, gastó parte de su dinero y cobró favores para que su mejor prostituta salga y sea alojada de nuevo en el burdel. Esa persona no es otra que su Madama, que la recibe en su habitación para curarla. Al parecer, alguien en el cielo no quiere todavía que la cambiante llegue. Eso significa que le debe la vida a su guardiana, ahora deberá trabajar más para pagarle.


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